Resumen: Existen numerosos y relevantes escritos sobre el habitar, pero poco se conoce sobre el habitante en los proyectos arquitectónicos. El objetivo de este artículo es proponer una estrategia metodológica, enfocada a la proyectación de nuevas edificaciones y al análisis de edificaciones existentes, que permita establecer un vínculo entre los habitantes con el contexto donde se ubican los proyectos. Para ello se recurre a la etnografía, como metodología de la antropología que se define por el estudio de la otredad. A partir de ejercicios pedagógicos, se propone una estrategia compuesta por siete pasos: delimitación de la situación etnográfica y emplazamiento del proyecto; reconocimiento del contexto y definición del objetivo de la observación; identificación de tipos de habitantes; selección de lugares, informantes e informantes clave; observación participante y realización de entrevistas etnográficas; registro de información; y elaboración de informes finales escritos y gráficos.
Abstract: There are numerous and relevant writings about inhabiting, but little is known about the inhabitant in architectural projects. The objective of this article is to propose a methodological strategy, focused on the design of new buildings and the analysis of existing buildings, which allows to establish a link between the inhabitants with the context where the projects are located. Ethnography is used for this, as a methodology of anthropology defined by the study of otherness. Based on pedagogical exercises, a strategy consisting of seven steps is proposed: delimitation of the ethnographic situation and location of the project; context recognition and definition of the objective of the observation; identification of types of inhabitants; selection of places, informants and key informants; participant observation and conducting ethnographic interviews; record of information; and preparation of a report together with synthesis sheets.
Keywords: Methodological strategy, Design process, Architectural analysis, Qualitative research, Users.
Palabras clave: Estrategia metodológica, Proceso proyectual, Análisis arquitectónico, Investigación cualitativa, Usuarios
Artigos
ETNOGRAFÍA PARA PROYECTOS ARQUITECTÓNICOS: INCLUSIÓN DE LA PERSPECTIVA DEL HABITANTE
ETNOGRAPHY FOR ARCHITECTURAL PROJECTS: INCLUSION OF THE INHABITANT PERSPECTIVE
Recepção: 02 Setembro 2019
Aprovação: 24 Janeiro 2020
El habitar es fundamental en la arquitectura, disciplina que tiene entre sus finalidades la búsqueda de un lugar donde el ser humano pueda vivir.
Habitar deriva del verbo latino habere (haber). En latín, habere podía llegar a emplearse en lugar de habitare. Ambos verbos tenían la misma raíz, y evocaban una misma visión del mundo. Una habitación es un haber, una posesión, un bien, el bien o la posesión más preciada. Habito, en latín, significaba no sólo habitar, sino principalmente tener o poseer a menudo; por otra parte, el adjetivo habitus se traduce por saludable, bien sentado: se trata de un lugar donde se está bien, donde el habitante se centra, se siente seguro, cobijado (1, p. 42).
El término habere, procedente del latín, pertenece a una raíz indoeuropea central, ghabh-, vinculada al sentido de recibir y dar, que en sánscrito originó palabras como mano ( 2). En el Tesoro de la lengua castellana o española (1611), de Sebastián de Covarrubias, no aparece este término; pero sí en el primer diccionario de la Real Academia Española, publicado entre 1726-1739, e indica que habitar significa “vivir, morar en algún lugar o casa" (2, p. 3).
Si bien habitare y morare habían tenido acepciones diferentes, a partir de la publicación del Vocabulario latino-español (1492), por Antonio de Nebrija, donde habitare se traduce por aforar, se comienza a relacionar “habitar" con “morar" y se agrega la vinculación con “vivir", que indica una relación más extensa y profunda, pues queda implícito que todo ser está vivo debido a esta relación. Además, se precisa que el espacio habitado puede ser un “lugar", -concepto extenso y vinculable a cualquier ser vivo-, o una “casa", acepción restringida al ser humano vivo ( 2). La actual edición de este diccionario también mantiene el vínculo entre “habitar" y “morar" ( 2), al igual que la versión actual del diccionario de la Real Academia Española, que define habitar como “vivir, morar" ( 3).
Habitar significa dejar huellas. En el interior, éstas se subrayan. Se inventan multitud de cubiertas, fundas, cajas y estuches en los que se imprimen las huellas de los objetos de uso más cotidiano. Las huellas del morador también se imprimen en el interior (4, p. 44).
Así, el habitar se vincula estrechamente con las huellas de su habitante. Como postula Illich ( 5, 6), habitar es dejar huella, existiendo una estrecha relación entre habitar y vivir, donde el habitar es un arte que solo los seres humanos aprenden.
Habitar implica permanecer a buen recaudo sobre la tierra y bajo el cielo, como indica Heidegger ( 7), cuya pregunta por el sentido del ser es central en su obra. Este filósofo afirma que la existencia es espacial y, por tanto, no puede disociarse al ser humano del espacio. En su texto Construir, habitar, pensar, habla del concepto de residencia e indica que solo cuando somos capaces de residir o habitar podremos construir. Heidegger abre una pregunta clave: ¿Cómo el habitar permite construir? “la respuesta a esta pregunta nos aclarará lo que es realmente el construir pensado desde la esencia del habitar" (7, p. 27).
Para pensar el habitar hay que tener presente tres consideraciones. Primero, como indica Maurice Merleau-Ponty: la consciencia de mí mismo, “la absoluta certeza de mí para mí, como la condición sin la cual no habría nada en absoluto" (8, p. 9). Segundo, como manifiesta Hannah Arendt (9, p. 37) que ninguna vida humana resultará posible sin la presencia de otros seres humanos. Y la tercera consideración, para aproximarnos a la experiencia de la arquitectura, se puede encontrar en la definición de “lugar" que propone Muntañola, como “un constante y triple encuentro entre el medio externo, nosotros mismos y los demás, y cada lugar construido es una síntesis y un resultado de este triple encuentro" (10, p. 55).
Para llegar a analizar el habitar en la arquitectura se considera necesario revisar las implicancias etimológicas del término. El habitar es central en la experiencia de la arquitectura ( 11, 2002), un “arte que delimita el espacio para que podamos habitar en él" (12, p. 15).
El acto de habitar es el medio fundamental en que uno se relaciona con el mundo. Es fundamentalmente un intercambio y una extensión; por un lado, el habitante se sitúa en el espacio y el espacio se sitúa en la conciencia del habitante, y, por otro, ese lugar se convierte en una exteriorización y una extensión de su ser, tanto desde el punto de vista mental como físico (13, p. 7-8).
En la misma línea, Azara indica que “hacer arquitectura es hallar un lugar, es convertir un ámbito inhóspito en un lugar donde descansar" (1, p. 119).
Así como existen numerosos textos y reflexiones de gran relevancia en torno a la experiencia del habitar, lo mismo sucede con los lugares habitables.
La teoría arquitectónica recibe la distinción entre el espacio existencial y el abstracto como la posibilidad de una multiplicidad de espacios que trae a la presencia esa trama existencial, cuya consecuencia inevitable fue la búsqueda del concepto del lugar como esencia fenomenológica de la arquitectura (14, p. 32).
José Ricardo Morales indica que el ser humano ha de hacerse un mundo arquitectónicamente, generando referencias claras y lugares habitables: “no basta con estar en el mundo: tenemos que encontrarnos en él" (15, p. 217). De ahí, la importancia del genius loci, el espíritu del lugar, como retoma Norberg-Schulz recordando su origen: “concepción romana; que, según una antigua creencia, cada ser independiente tiene su genius, su espíritu guardián" (16, p. 18). Por ello, una de las finalidades principales de la arquitectura es la búsqueda de un lugar donde el ser humano pueda habitar. En la misma línea, Félix de Azúa define la arquitectura como “el arte que crea los lugares habitables donde los mortales instalan su morada para lo cual el espacio debe cubrirse de significación" (17, p. 47).
La relación entre el ser humano y el proyecto arquitectónico, también se encuentra desarrollada en el ámbito del estudio de las proporciones, de la armonía. Alberti en De Re Aedificatoria indica que “los mismos números que hacen que los sonidos tengan esa concinnitas (armonía), sean agradables al oído, también pueden colmar la vista y la mente de maravilloso deleite ( 18)". Asimismo, Di Giorgio Martini ( 19) y Serlio (20, p. 113), además de tratar temas constructivos estudiaron al ser humano desde el punto de vista de sus proporciones físicas y sus relaciones con los proyectos arquitectónicos. Estas relaciones fueron consideradas más tarde por Le Corbusier, en Le Modulor (21; 22), estableciendo, como el título de la primera obra indica, una gama de dimensiones armónicas a la escala humana, aplicables universalmente a la arquitectura y a la mecánica.
Son numerosos y significativos los documentos e investigaciones sobre el habitar, los lugares habitables, las proporciones del ser humano en función de la habitación y conceptos clave para la proyectación arquitectónica, pero son escasas las investigaciones que refieren a la perspectiva del habitante. Algunas excepciones prácticas son el método Livingstone, desarrollado por el arquitecto argentino Rodolfo Livingstone, en su experiencia de relación profesional con sus clientes ( 23); y una de las fases de la charrette, llamada “casa abierta", que buca incluir en una sesión a todos quienes deseen participar para discutir las alternativas del proyecto ( 24).
En cuanto a obras teóricas que incluyan la perspectiva del habitatnte, La humanización de la arquitectura, de Alvar Aalto, constituye un hito. Aquí el autor manifiesta su preocupación por los habitantes y la relación de los materiales utilizados, en el caso del proyecto Sanatorio de Paimio, e indica:
Hacer más humana la arquitectura significa hacer mejor arquitectura y conseguir un funcionalismo mucho más amplio que el puramente técnico. Sólo puede conseguirse esta meta por medio de métodos arquitectónicos –por medio de la creación y combinación de diferentes técnicas, de modo que proporcionen al ser humano una vida más armónica (25, p. 29).
En el estudio del habitante dentro de los proyectos arquitectónicos, si bien se han encontrado escasas referencias, se reconoce el aporte de Álvarez y Blanco ( 26), con su obra Componer, habitar, subjetivar, aportes para la etnografía del habitar, y El diseño de ambientes para la vida, de Ingold ( 27). A ellas es necesario sumar dos obras que vinculan la etnografía con el diseño arquitectónico: Teaching semantic ethnography to architecture students ( 28) y Anthropological quests in architecture: pursuing the human subject ( 29).
La relación con la calle y la ciudad es un tópico trabajado por autores como Jane Jacobs ( 30), y más recientemente, Delgado ( 31), Fernández-Martorell ( 32), Gravano ( 33), Guerrero ( 34), Marcus y Fisher ( 35), y Márquez ( 36). Sus aportes, si bien no apuntan directamente a la experiencia del habitar en relación con la arquitectura, sí ayudan a perfilarla. En este afán también cabe destacar a Jan Gehl, que ha acercado el espacio urbano a sus habitantes en diferentes libros, en particular en Ciudades para la gente ( 37), así como en documentales y en proyectos urbanos construidos en diferentes ciudades. Hay que considerar también los numerosos e interesantes colectivos que están surgiendo en nuestras ciudades para acercar la participación ciudadana a proyectos, sobre todo de índole urbano.
Si la tarea propia de los arquitectos y las arquitectas es contribuir a la construcción de edificios y ciudades más habitables, lugares que favorezcan el encuentro, orientados a integrar a sus habitantes, como señala Julián Galindo ( 38), es clave que el proceso de diseño relacione análisis y proyecto, arquitectura y urbanismo, permitiendo un diseño integrado hacia los distintos ámbitos de las relaciones sociales. Si bien el proyecto urbano y el arquitectónico se vinculan estrechamente, es importante destacar que en el ámbito del proceso proyectual arquitectónico se requiere investigar sobre nuestros habitantes, pues como indica Bohigas ( 39) el proceso del diseño arquitectónico debe ampliarse para incluir nuevos aspectos de las relaciones humanas.
Sobre la relevancia de la investigación acerca del vínculo habitante-proyecto arquitectónico, en el libro Espacio basura, Rem Koolhaas indica: “Nuestra preocupación por las masas nos ha impedido ver la arquitectura de las personas" (40, p. 7). En esta dirección, Granados-Manjarrés enfatiza que “la arquitectura nuestra es ajena al habitante" y que “la arquitectura debería ser sujeto, habitante" (41, p. 388), y recuerda:
La arquitectura es una actividad que humaniza el espacio y esta humanización tiene que ver no solo con la apropiación del espacio, sino también con la capacidad de convertir el espacio en mundo, un mundo habitable y con sentido (41, p. 388).
Es elocuente también la inquietud de Mies van der Rohe, quien afirmó en Die Form n.° 7 (junio de 1931): “La vivienda de nuestro tiempo aún no existe. ... Sin embargo, la transformación del modo de vida exige su realización" ( 42, 1).
En consecuencia, surgen distintos cuestionamientos: ¿Cómo se transforman los modos de vida? ¿Qué necesidades tienen los habitantes contemporáneos?
Como se ha evidenciado, se cuenta con una importante cantidad de reflexiones sobre la significación del habitar, del lugar habitable, de cómo generar un proyecto arquitectónico que se relacione con su contexto, y otros estudios de etnografía aplicada a la ciudad, pero se echa de menos la integración del habitante en los proyectos arquitectónicos, para establecer un vínculo entre la proyectación de edificaciones nuevas y el análisis de edificaciones existentes, con sus habitantes en el contexto donde se ubican. Se destaca, como indica Giglia “la importancia del habitar como sinónimo de relación con el mundo en cuanto fenómeno cultural que es al mismo tiempo elemental y universal" (43, p. 9). Así, se sostiene que, la etnografía aporta al rescate de la perspectiva del habitante para el diseño de proyectos arquitectónicos, ya que el habitante es quien le otorgará la cualidad de lugar a un determinado espacio al habitarlo. Por ello, se propone una estrategia metodológica para la inclusión de la perspectiva del habitante en los proyectos arquitectónicos.
Dado que existe una distancia entre el proyecto arquitectónico y sus habitantes ( 44), y que los proyectos arquitectónicos no son piezas aisladas, pues conforman la ciudad y forman parte de la vida de sus habitantes, es necesario comprender las perspectivas y las necesidades de los habitantes para concretizarlas en los proyectos arquitectónicos. Así, se podrá generar un vínculo más estrecho entre ambos.
Para rescatar la perspectiva del habitante, se recurre a una de las diversas formas de hacer etnografía. La etnografía se puede concebir como la metodología propia de la disciplina antropológica, y se define “como el estudio de la otredad cultural, de la alteridad cultural o de la diversidad cultural" (45, p. 7). El Otro, no es del todo extraño. Hoy, es el antropólogo el que se extraña, el que utiliza el extrañamiento para observar las particularidades de un colectivo humano.
La alteridad u otredad no es sinónimo de una simple y sencilla diferenciación Alteridad significa aquí un tipo particular de diferenciación. Tiene que ver con la experiencia de lo extraño. Esta sensación puede referirse a paisajes y clima, plantas y animales, formas y colores, olores y sonidos. Pero sólo la confrontación con las hasta entonces desconocidas singularidades de otro grupo humano – lengua, costumbres cotidianas, fiestas, ceremonias religiosas o lo que sea – proporciona la experiencia de lo ajeno, de lo extraño propiamente dicho; de ahí luego también los elementos no humanos reciben su calidad característicamente extraña (46, p.19).
Como señala Lévinas “es a través de él que me veo a mí mismo" (47, p. 82), y será gracias al Otro, que se amplíe mi comprensión del lugar, lo que permitirá el acercamiento a la perspectiva del habitante para comprender la vocación o voluntad de ser ( 48) del terreno para el proyecto o análisis a realizar.
De aquí la pertinencia de la etnografía, que también se define como “el arte y la ciencia de describir un grupo o una cultura" (49, p. 288), donde se comprende por “cultura" “los patrones observables de comportamiento, costumbres y modo de vida de un grupo social" (49, p. 288). La etnografía es un método de investigación que permite conocer el modo de vida de un grupo de personas, y su propósito es el registro y la descripción detallada de patrones de interacciones sociales ( 50). Para realizar su tarea, el etnógrafo se desplaza al lugar donde habitan sus informantes, y allí estudiar la cultura desde el punto de vista de las personas que la comparten. Esto requiere una prolongada permanencia en terreno, familiarizarse con el leguaje del grupo, asumir una perspectiva emic punto de vista del sujeto que es parte de un grupo, y una visión holística.
El trabajo de campo etnográfico se realiza en base a tres principios, según Velasco y Díaz de Rada. El primero refiere a que, el investigador interactúa con los miembros de la cultura para conocerla, constituyéndose él mismo en un instrumento de producción de información. El segundo señala que, el investigador de campo rescata el punto de vista de los miembros de la cultura estudiada. Para ello, asume el papel de aprendiz de la forma de vida del grupo que estudia, intententado comprender cómo piensan, viven y sienten las personas. El tercer principio trata de la aprehensión de la totalidad, es decir, intentar considerar todos los elementos que inciden en el objeto de estudio ( 51).
La técnica de recolección prototípica de la etnografía es la observación participante.
La observación participante consiste en dos actividades principales: observar sistemática y controladamente todo aquello que acontece en torno del investigador, se tome parte o no de las actividades en cualquier grado que sea, y participar, tomando parte en actividades que realizan los miembros de la población en estudio o una parte de ella (52, p. 109).
La observación participante puede entenderse como:
Un método interactivo de recogida de información que requiere una implicación del observador en los acontecimientos o fenómenos que está estudiando. La implicación supone participar en la vida social y compartir las actividades fundamentales que realizan las personas que forman parte de una comunidad o de una institución. Supone, además, aprender los modos de expresión de un determinado grupo , comprender sus reglas y normas de funcionamiento y entender sus modos de comportamiento (50, p. 165).
“Los etnógrafos también solicitan activamente relatos, ya sea preguntando informalmente en el transcurso de sus contactos con los actores o concertando entrevistas más formales" (53, p. 124). Los relatos informales son de gran valor para el trabajo etnográfico porque están estructurados desde las categorías y con el lenguaje de los propios informantes.
La entrevista etnográfica es una interacción situada en el tiempo y el espacio en la cual el investigador solicita información a otro sujeto, el informante. Es una relación social que produce enunciados y verbalizaciones. El investigador asume el rol directivo de la conversación y el entrevistado de productor de enunciados que dan cuenta “del modo en que los informantes conciben, viven y llenan de contenido un término o una situación" (52, p. 138). Esta técnica se utiliza dependiendo de las circunstancias en las que se encuentra el etnógrafo y sus requerimientos de información. El etnógrafo registra la información recolectada en un cuaderno de campo.
Las notas de campo son el sistema tradicional en etnografía para registrar los datos fruto de la observación , las notas de campo consisten en descripciones más o menos concretas de los procesos sociales y de su contexto. La intención es capturar esos procesos y ese contexto en su integridad, anotando sus diferentes mecanismos y propiedades, aunque lo que se registre dependa claramente de cierto sentido general de lo que es relevante para la prefigurada investigación de problemas (53, p. 193).
Se trata de anotaciones breves que se realizan durante el trabajo de terreno. Son palabras, frases, símbolos, esquemas, dibujos, que operan como ayuda memoria de lo observado y escuchado en el campo. Sus contenidos son observaciones e información verbal entregada por los informantes, sea textual o parafraseada. Deben incluir mapas de los lugares donde ocurren las acciones observadas; también pueden agregarse fotografías y croquis. Con posterioridad al trabajo de terreno, las notas de campo deben transformarse en notas de campo ampliadas, es decir, se construye un texto descriptivo detallado, que explica en forma completa una situación o describe un lugar con sus particularidades.
Se considera que esta forma de conocimiento de la realidad social, la etnografía, es una valiosa y necesaria herramienta para el diseño de proyectos arquitectónicos.
La estrategia que se muestra a continuación corresponde a la sistematización de los trabajos realizados en el taller de proyectos arquitectónicos -Taller Gallardo-, de segundo año de la facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, entre los años 2012 y 2019.
Esta estrategia metodológica se puede aplicar en la etapa inicial de la proyectación arquitectónica, en la fase del análisis, donde también es importante la revisión de la ubicación del terreno o proyecto con relación a la ciudad y el barrio, la historia, su genius loci, la relación entre el movimiento y la quietud, los elementos construidos existentes, la influencia de los distintos sentidos, las zonas verdes y tipos de vegetación ( 54). La estrategia etnográfica que se propone está compuesta de siete pasos:
Es necesario identificar y establecer la unidad social / espacial donde está emplazado o se emplazará el proyecto arquitectónico. Se trata de los límites espaciales y sociales que los habitantes han establecido para nominar y habitar la unidad social, es decir, un barrio, un pasaje, una manzana, etc. Estos límites se deben comparar con la organización espacial administrativa (plano oficial). En lo posible, se deben registrar los términos que los habitantes utilizan cotidianamente para nominar la unidad social y sus divisiones internas. Es importante referirse a su ubicación en el tejido urbano donde se inserta y sus relaciones con el contexto cercano y con la ciudad.
Delimitada la unidad social del proyecto, se inicia el reconocimiento del contexto. Se trata de una etapa previa a la recolección de información propiamente tal. El reconocimiento corresponde a:
un acercamiento de carácter informal, incluso antes de la toma de contacto inicial, al escenario que se realiza a través de la recogida de información previa sobre el mismo: qué es lo que lo caracteriza, aspecto exterior, opiniones, características de la zona y entorno, etc. (50, p. 72).
Este reconocimiento del contexto implica circular, recorrer los espacios en diferentes momentos del día y diferentes días de la semana identificando los límites, las personas, las acciones, las construcciones oficiales y sus adecuaciones, el mobiliario y la forma en que las personas se apropian y utilizan los espacios. Durante el reconocimiento se hacen croquis del sector a analizar, así como anotaciones breves. En los croquis es pertinente registrar límites sociales, construcciones, adecuaciones de las construcciones, personas en los espacios y sus acciones, y tipos de actividades que se realizan en diferentes momentos. Los croquis deben dar cuenta del uso del espacio en distintos horarios y días de la semana.
Esta etapa permite definir el objeto de estudio, así como los intereses y objetivos de la investigación. Se recomienda construir un plan de trabajo para realizar este proceso.
Con todo el conocimiento acumulado en las acciones anteriores, es posible identificar a los diferentes tipos de habitantes de la unidad social. Es importante condierar que puede haber habitantes permanentes, habitantes que acuden cotidianamente al barrio, y otros que lo hacen de manera ocasional. También pueden identificarse transeúntes. Es necesario tener en cuenta a futuros habitantes, localizados fuera de la unidad social. Cada tipo de habitante debe ser caracterizado y asociado a un rol, el lugar donde lo despliega, su apropiación del espacio, el uso que hace de él y sus desplazamientos, las acciones que realiza y sus interacciones con otros habitantes.
Luego de haber acumulado un conocimiento general sobre el barrio o sector y sus habitantes, corresponde identificar los lugares específicos que van a ser observados y los informantes que van a ser entrevistados.
Los informantes son habitantes del sector, que pueden transmitir el acontecer social desde una perspectiva emic. Los informantes clave, son personas que, por su lugar o rol social, poseen información privilegiada, experta o pueden actuar como voceros de un grupo / tipo de habitantes.
Se deberá confeccionar un listado con los posibles informantes e informantes clave, el tipo de actor que representan y/o el o los temas sobre los cuales se les va a consultar. También se deben identificar los lugares que van a ser observados sistemáticamente.
Antes de iniciar la aplicación de las técnicas de recolección de información, es necesario diseñar una estrategia que asegure la recolección de toda la información requerida para la toma de decisiones al momento del diseño del proyecto. Esta estrategia debe considerar la cantidad de observaciones, el número de visitas y el momento en que se acudirá al lugar. También se debe planificar la cantidad de entrevistas a realizar a los distintos informantes e informantes clave. Esto depende de los diferentes tipos de habitantes y los roles que ellos asuman cotidianamente. Es importante considerar al menos un entrevistado por tipo de habitante que estará vinculado con el proyecto arquitectónico.
Se recomienda comenzar el trabajo de recolección de información con la observación participante. Durante su ejecución, se registran los relatos espontáneos de los habitantes sobre los temas de interés y se identifican a quienes serán los informantes e informantes claves con quienes se concertará una entrevista.
Para la realización de las entrevistas, se precisa construir una pauta de temas, la que permite que las entrevistas tomen la forma de una conversación. Para las observaciones también es necesario contar con una pauta que permita recordar en terreno aquello que se debe observar y registrar.
A cada entrevistado se le solicita la siguiente información: sus datos personales, el uso del espacio que hace y su valoración del lugar ( tabla 1).
Cada observación debería registrar datos sobre la ubicación, contexto y su acontecer ( tabla 2).
Las tablas antes expuestas se presentan como un modelo, para que sean adecuadas a los requerimientos de cada equipo de trabajo. Estas se utilizan como una ayuda memoria para guiar la conversación.
Es muy pertinente solicitar a los habitantes que construyan croquis sobre la unidad social y/o fragmentos de ella, y los usos que se dan a los lugares que habitan y a los que desearían habitar.
Se recomienda utilizar una grabadora de voz para el registro de relatos espontáneos y de entrevistas, tomar fotografías y filmar los lugares observados. Toda la información recolectada durante el trabajo de terreno se registra en un cuaderno de campo, sin realizar categorizaciones previas.
Durante el trabajo de terreno, se realizan las notas de campo breves. Se suman documentos, fotografías, croquis, dibujos, mapas, planos, etc. Una vez finalizada la visita, a partir de estas notas de campo breves, se desarrollan las notas de campo ampliadas y se construye un portafolio con toda la información acumulada.
Una vez acumulada toda la información necesaria, se propone la elaboración dos informes:
Un informe escrito: consiste en un texto narrativo que sintetiza la información recolectada e incorpora imágenes significativas del lugar y de los habitantes. Se trata de comunicar los significados que los habitantes asignan a los lugares y sus usos.
Un informe gráfico: se trata de un póster o un conjunto de láminas o diapositivas donde se simbolice y se presente de forma sintética la información que vincule la perspectiva de los habitantes con el proyecto arquitectónico.
A continuación, se presentan tres ejemplos de informes gráficos elaborados por equipos de tres o cuatro estudiantes del curso de Taller de proyectos arquitectónicos, de segundo año.
Ejemplo de informe gráfico: Mercado La Vega Central, en Santiago de Chile. Se trataba de diseñar un bloque de viviendas vecino al emblemático mercado en un terreno baldío. Los estudiantes debían identificar a la comunidad para la que iban a diseñar sus proyectos. Se estudió el mercado, los tipos de habitantes, los usos de los espacios, horarios, etc. Los estudiantes identificaron ocho tipos de personas, a las que representaron con distintos colores para relacionarlos con la ocupación espacio - temporal al interior del mercado ( Figura 1).
Ejemplo de informe gráfico: Viviendas-Talleres para artistas, Valparaíso, Chile. El trabajo etnográfico fue realizado en la ciudad de Valparaíso, cerca de la iglesia de la Matriz. A los estudiantes se les solicitó identificar un tipo de artista para habitar su proyecto de Viviendas-Talleres. Los estudiantes identificaron distintos tipos de habitantes del sector y estudiaron diferentes comunidades. Luego, establecieron la relación entre la volumetría de los edificios con las formas de vivir en comunidad ( Figuras 2 y 3).
Ejemplo de informe gráfico: Viviendas interculturales para inmigrantes, comuna de Independencia, Santiago de Chile. Se realizó un estudio etnográfico en el sector sur-poniente de la comuna de Independencia, en Santiago de Chile. El objetivo era diseñar viviendas interculturales, dado el alto número de inmigrantes que vive en el sector. Los estudiantes interactuaron con habitantes procedentes de países muy diferentes y pudieron observar y comprender su vida cotidiana, sus costumbres y usos del espacio, y conocer sus necesidades ( Figura 4).
Los resultados del trabajo etnográfico reportados constituyeron la base para elaborar los proyectos arquitectónicos, pues los estudiantes fueron capaces de comprender las necesidades de los habitantes y considerarlas en sus diseños. El primer ejemplo, permitió entender el funcionamiento del mercado y conectar el proyecto arquitectónico con el sector y la ciudad. Los estudiantes se impresionaron por la cantidad de tipos de personas, de flujos, de horarios diferenciados y usos espaciales que conforman un mercado y, en particular, la Vega Central en Santiago. Luego, seleccionaron distintos tipos de habitantes relacionados con el mercado, y les diseñaron viviendas considerando sus necesidades y expectativas. En el segundo ejemplo, los estudiantes identificaron las circulaciones y los usos que los habitantes dan a los distintos espacios, así como los tipos de habitantes del sector. Esto les permitió seleccionar la comunidad de artistas que sería la destinataria del proyecto arquitectónico, como también sus requerimientos para diseñar sus viviendas asociadas a actividades artísticas en Valparaíso. En el último ejemplo, los estudiantes pudieron comprender los distintos requerimientos de vivienda durante las distintas fases del proceso migratorio, pues la mayoría de los inmigrantes latinoamericanos llega en solitario, en búsqueda de trabajo, y tiempo después inmigra su familia o bien construye una en Chile. Los estudiantes también comprendieron la importancia de los espacios comunes donde conversar, cocinar y reunirse. Por ello, diseñaron viviendas muy flexibles, con espacios comunes para convivir, espacios exteriores abiertos al público y sectores destinados a huertos y zonas comerciales para vender lo cultivado, además de productos artesanales.
Hace siete años, en el taller de proyectos arquitectónicos -Taller Gallardo-, al que asisten los estudiantes de segundo año de arquitectura de la Universidad de Chile, y en un curso del Máster Integrado de Diseño Arquitectónico (MIDA) de la Universidad de Santiago de Chile, incorporamos el estudio etnográfico en la fase de análisis, con el propósito que los estudiantes consideraran la perspectiva de los habitantes en la proyectación arquitectónica. Así se gestó y se fue construyendo esta estrategia metodológica. Hoy podemos aseverar que, al considerar la perspectiva de los habitantes, se responde mejor a sus necesidades, ya que, si bien siempre existe una distancia entre el proyecto arquitectónico y sus habitantes, esta brecha se puede disminuir al conversar con la gente del barrio para comprender su funcionamiento, las formas de vida de los habitantes, sus necesidades, sus identidades, es decir, sus maneras de estar en el mundo. Esto solo es posible visitando en forma reiterada el barrio y estableciendo una relación directa con sus habitantes y usuarios.
Este acercamiento hacia los futuros habitantes, implica por una parte: nuevos desafíos, considerar distintas fronteras, equilibrar las nuevas ideas con las necesidades de los habitantes, y una amplia gama de variables a considerar; pero por otra parte, hace posible imaginar el barrio y sus viviendas a partir de las características de la comunidad a la que está destinada el proyecto, diseñar los espacios públicos y privados según sus costumbres, y generar espacios comunitarios para fortalecer las acciones colectivas, entre otras particularidades.
Rescatar la perspectiva del habitante es el propósito de la estrategia metodológica presentada. Ella comprende siete pasos: delimitación de la situación etnográfica y emplazamiento del proyecto; reconocimiento del contexto y definición del objetivo de la observación; identificación de tipos de habitantes; selección de lugares, informantes e informantes clave; observación participante y realización de entrevistas etnográficas; registro de información; y elaboración de informes finales escritos y gráficos.
Esta estrategia metodológica se puede aplicar tanto en el diseño de proyectos arquitectónicos nuevos, como en edificaciones existentes, durante la fase inicial de análisis del proceso de proyectación arquitectónica. La pueden utilizar los profesionales de la arquitectura para el diseño de sus obras, pero también los académicos para la formación de estudiantes de arquitectura y urbanismo, como fue su origen.
Se trata de una estrategia flexible y quien la utilice deberá adecuarla a sus necesidades y recursos. El tiempo destinado, como el detalle de la información recolectada y la cantidad de informantes a consultar y espacios a visitar en diferentes horarios, dependerá de las condiciones de diseño del proyecto, la cantidad de recursos humanos y económicos con que se cuente, la diversidad de profesionales que participen, entre otros factores. En el diseño del proyecto también hay que considerar otras dimensiones: histórica, urbana, estética, económica, técnica, etc. Además, se puede recurrir a otras metodologías de recolección de información propias de la arquitectura que aporten al trabajo del diseño.
Se considera fundamental y necesaria la incorporación de la perspectiva del habitante en la proyectación arquitectónica, pues quienes otorgan sentidos y significados a los proyectos, convirtiéndolos en lugares, son sus habitantes.
Este artículo se enmarca en el proyecto de investigación FONDECYT n.° 11170140, financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico de Chile.
Agradecemos a todos nuestros estudiantes del Taller Gallardo de Proyectos Arquitectónicos de la Universidad de Chile y de los cursos de Magister MIDA de la Universidad de Santiago de Chile.