Artículos de Investigación
Impacto de la educación superior en la movilidad social de un grupo de egresados de la Universidad de Antioquia
Higher education impact on social mobility of a graduates group from the University of Antioquia
Impacto de la educación superior en la movilidad social de un grupo de egresados de la Universidad de Antioquia
Revista Virtual Universidad Católica del Norte, núm. 60, pp. 69-94, 2020
Fundación Universitaria Católica del Norte
Recepción: 08 Noviembre 2019
Aprobación: 30 Abril 2020
Resumen: El objetivo de este artículo es exponer los resultados de una investigación que valoró el impacto que tuvo la educación superior en la experiencia de vida de egresados de la Seccional Oriente, de la Universidad de Antioquia, en procura de aportar datos a más de tres décadas de presencia institucional en la región, en las que no se cuenta con ningún estudio a la fecha, desde esta perspectiva. En este estudio se implementó un modelo de investigación cuantitativo no experimental, basado en encuesta, para la medición de variables de tipo demográfico, socioeconómico, relacional, ocupacional y cultural. El instrumento estuvo constituido por 84 ítems, distribuidos en tres momentos de la trayectoria de vida de un grupo de 255 egresados: la vida antes de ingresar a la universidad, la experiencia de formación en la universidad, y el transcurso del ejercicio profesional. El principal hallazgo fue evidenciar que la formación superior posibilitó transformar dimensiones materiales y simbólicas de origen social de la población abordada y de sus grupos cercanos. El aporte central, además de los datos específicos, es el abordaje de la movilidad social, desde una perspectiva que, valorando las características económicas, considera factores culturales y relacionales.
Palabras clave: Capital social, Educación superior, Mercado laboral, Movilidad profesional, Movilidad social, Papel de la familia.
Abstract: The aim is to present the main results of a study carried out with graduates of the Eastern Section of the University of Antioquia, which had the purpose of assessing the impact that higher education has generated on their life experience. This study contribute data of graduates’ life experience that University of Antioquia don't have yet, in spite of three decades of institutional presence. In this study, a non-experimental quantitative research model based on surveys was implemented to measure demographic, socioeconomic, relational, occupational, and cultural variables. The instrument had 84 items about three moments in the life trajectory of 255 graduates: life before entering university, the experience of university training and professional practice. The main conclusion is that higher education made it possible to transform the material and symbolic dimensions of the graduates' social origin and their close groups. The most important contribution of this study is to investigate social mobility from a perspective that includes the economic, cultural and relational characteristics.
Keywords: Social capital, Higher education, Labor market, Professional occupations, Social mobility, Family life.
Introducción
La formación superior ha venido siendo una apuesta educativa por la descentralización, la democratización del conocimiento profesional y la ampliación de la clase media colombiana (Mallarino y Moreno, 2019). Varias son las universidades en el país, tanto públicas como privadas, que han optado por llevar los programas educativos por fuera de los centros urbanos de las ciudades principales, para llegar a una mayor cantidad de personas y facilitar el ingreso a programas profesionales y de posgrado (Del Río, 2009). Algunos estudios, tipo estado del arte, resaltan que en el territorio nacional es necesario ampliar los estudios sobre el impacto de la educación superior (Rosado y Castaño, 2015), problematizando la relación formación académica y mercado laboral (Jaramillo, 2015), el efecto de la universidad sobre los salarios (Castillo, Monroy y Cardona, 2015) y el rol de la formación superior en la experiencia de vida intelectual, familiar y laboral de egresados universitarios (Cuenca, 2016). La mayoría de estos estudios realizan una aproximación general y amplia en la que los actores individuales se analizan, en razón de las tendencias territoriales (Instituto de Estudios Regionales -INER- , 2000).
De lo anterior, se deriva la importancia de valorar el impacto de la formación profesional, en función de la transformación que se genera en la experiencia de vida de los individuos, la cual involucra la posición que ocupan en la estructura social. Por esta razón, se optó por una comprensión multidimensional de la movilidad social de los agentes humanos, en la que se tomen en cuenta no sólo los atributos socioeconómicos de dicha transformación (Weber, 1962, como se citó en Kerbo, 2003), sino también las condiciones de relacionamiento en los diferentes grupos sociales de pertenencia y las redes que tejen durante su paso por los programas de pregrado, y aquellas que se gestan en el desarrollo del ejercicio profesional (Sémbler, 2006). Todo esto se desarrolla en el marco de un proyecto de vida influido por la formación académica, en donde resulta importante analizar las acciones del individuo y las oportunidades de vida que coexisten en el campo de una política educativa.
En el Plan de Desarrollo de Antioquia (2016-2019), la educación superior es uno de los objetivos fundamentales de la administración departamental, como “el principal instrumento para el desarrollo de los países, el crecimiento de las economías, el aumento de la productividad y la reducción de la desigualdad” (p. 302). En esta orientación, la posibilidad de conocer los aportes es fundamental, por lo que se establece: “un nuevo Modelo Educativo para la vida, la sociedad y el trabajo, que esté deliberadamente al servicio de todos los antioqueños, con medios adecuados y con indicadores y resultados oportunos y verificables” (Gobernación de Antioquia, 2016, p. 302). En este planteamiento institucional se asocia el impacto de la educación profesional a la movilidad de los individuos como un aspecto central, lo cual implica hacer relevante el desarrollo de un proyecto de vida y la formación ética como ciudadanos, participando activamente en la transformación de sus grupos de pertenencia (Dalle, Boniolo y Navarro, 2019).
Para el cumplimiento de este propósito, la Universidad de Antioquia ha establecido diferentes políticas educativas, con criterios de excelencia y calidad académica (Acuerdo Académico 0133, 1998, Art. 4), en el marco de las cuales esta investigación tuvo como objetivo (re)conocer las transformaciones que genera la educación superior en la experiencia de movilidad social de un grupo de egresados de los programas de Ingeniería, Biología, Educación, Sociología, Trabajo Social y Psicología, de la Seccional Oriente de la Universidad de Antioquia. Para ello se abordaron tres momentos de la trayectoria de vida de 255 egresados: su vida antes de ingresar a la universidad, su experiencia de formación, y su movilidad ocupacional después de egresar del Alma Mater; en función de lo anterior, serán presentados los resultados obtenidos, abordando, por un lado, las discusiones actuales en materia de movilidad social y, por el otro, la perspectiva teórica implementada en la lectura de los datos.
La movilidad social como objeto de estudio
Estudiar la movilidad social de los grupos humanos es sumamente problemático, ya que desde sus orígenes existen distintas formas de ocuparse de este campo de estudio (Giddens, 1992). En la actualidad se pueden destacar tres campos de profundización empírica y teórica sobre temas relacionados con la transformación de la experiencia de los sujetos. El primer campo de investigación se localiza en los estudios sobre la educación universitaria, en el cual se recogen las lecturas más sobresalientes de la formación social y humana para el desarrollo económico de una sociedad (Pla, 2016). Los estudios más destacados en este ámbito provienen de la escuela minceriana de Jacob Mincer, quien indagó sobre la correspondencia estadística entre la formación educativa de recursos humanos y los retornos salariales (Giddens, 2000; Pla, 2016). Este campo trata de articular las teorías de capital humano de autores como Becker, Psacharopoulos, Theodore Schultz (Castillo et al., 2015; Gonzáles y Ortega, 2015), para así exponer una relación con el mercado laboral y la señalización (Rosado y Castaño, 2015), examinando, mediante el modelo multinivel (estudiante, programa y universidad), la existencia de un denominado “efecto universidad” sobre el alto ingreso salarial (Castillo et al., 2015), la satisfacción laboral, el acceso a mejores empleos y la existencia de tasas de retorno educativo (Castaño-Muñoz, Carnoy & Duart, 2016; Martínez y González, 2018). Otras teorías intentan explicar que el sistema educativo y las habilidades personales de los ciudadanos de un país determina el nivel de desarrollo (Echevarría y Tejuca, 2017). Este campo concluye que la innovación y el acceso educativo pueden explicar el progreso y el desarrollo en áreas asociadas al aprendizaje humano y los altos ingresos económicos.
El segundo campo corresponde a los estudios sobre mercado laboral, y recoge las discusiones más importantes sobre los modelos triple hélice, empleabilidad y el estudio del ámbito económico y organizacional; en este se analizan las competencias generales y particulares señaladas en el mercado profesional (Cisneros, 2016), en la cual los mecanismos de inserción ocupacional permiten una mejor incorporación de los egresados a la división social del trabajo (Salvà-Mut, Tugores-Ques, Adame-Obrador y Oliver-Trobat, 2017). La mayoría de estos mecanismos provienen de las principales políticas que promueven el acceso al empleo (Rego y Álvarez, 2017), producto de la coordinación entre Estado, universidad y empresa (Dávila, 2018, p.70). Este campo se encarga de estudiar principales tendencias, factores de empleabilidad y requerimientos identificados en el mercado laboral, las cuales son difíciles de estudiar por el desarrollo económico actual (Cisneros, 2016). El objetivo principal de este campo de conocimiento es recolectar información sobre las percepciones de los empleadores (Perales & Chesters, 2017) acerca de las habilidades que deberían tener los egresados universitarios en el ámbito laboral, y de la participación en la evaluación de su desarrollo (Cabrera, López y Portillo, 2016; Ospina y Montoya, 2017; Soto, 2016). Este campo concluye que los procesos de empleabilidad dependen de las alianzas universidad-empresa-Estado, en la cual se busca disminuir los distanciamientos entre teoría y práctica; y la implementación de políticas neoliberales y/o activas para mejorar la participación de los jóvenes (Rego y Álvarez, 2017), creando procesos de cultura organizacional estratégica (Domínguez, Silva, Castorena, Barrera y Ramírez, 2017), conocimiento táctico, y políticas sobre economía del conocimiento.
El tercer campo de investigación es el relacionado con el estudio de las redes y el capital social. Esta línea abarca discusiones en torno a la importancia de los vínculos de distinto tipo para el acceso al trabajo (Olaya, 2019, p. 1); y trata de examinar los efectos de confiar en los lazos sociales débiles (Esteban, 2015) y fuertes en la búsqueda de empleo y en las consecuencias que tiene ello en el mercado profesional de los inmigrantes (Tegegne, 2015). Este campo estudia la perspectiva de la teoría red, donde las relaciones sociales cumplen un papel muy activo en procesos de inserción laboral, en los diferentes contextos y grupos, especialmente las redes familiares (Picard & Zenou, 2015; Reis & Ferreira, 2015), donde la confianza es el factor fundamental de tales procesos (Cabrera et al., 2016; Sánchez, 2018).
Aspectos teóricos. La movilidad social
La movilidad social es el movimiento que generan los agentes entre grupos sociales, en función de las transformaciones que van estructurando en su trayectoria de vida, especialmente en virtud del proceso educativo (Castillo, 2016; Heaslip, Board, Duckworth & Thomas, 2017). Se entiende que este movimiento corresponde a la adhesión a nuevos grupos y al cambio de relaciones de poder en los mismos; esto ocurre con la gestión y acumulación de poder y recursos que hacen los agentes en el marco de sus intereses y motivaciones (Giddens, 2012). Esta gestión se enmarca en la condición de dualidad de estructura, entendiendo que “todas las implicaciones suponen una referencia al menos implícita tanto a la conducta intencional, racional de agentes, cuanto a su intersección con aspectos constrictivos y habilitantes de los contextos sociales y materiales de esa conducta” (Giddens, 2011, p.209); así las cosas, para la movilidad social los agentes son usuarios estratégicos de conocimientos prácticos, además de cambiantes según el contexto social (Cristiano, 2011).
Para la teoría de la estructuración social de Giddens (2018), un agente es un sujeto capaz de ofrecer las razones y motivos de una acción, “significa ser un individuo altamente entendido y calificado, que aplica su cognoscibilidad para asegurar la autonomía de la acción en el transcurrir de la vida cotidiana” (p. 231). Un agente social tiene la capacidad de hacer una diferencia, de intervenir en el mundo, a fin de ejercer poder sobre los acontecimientos que suceden, y de motivarse por una serie de circunstancias que le ofrece la estructura social, ya sea para cambiar sus condiciones de vida o para reproducirlas. Esto quiere decir que el agente debe emprender una gama de estrategias que le confieran poder para dar vuelta a sus condiciones, si considera que son desfavorables. Por tanto, la movilidad social ocurre en un campo de relaciones, de acciones y disputas por la captura de beneficios, o la conservación de estos. El campo posee reglas ya establecidas y otras en configuración. Bonnewitz (2006) define que el campo para Bourdieu es:
(...) un mercado con productores y consumidores de bienes. Los productores individuos provistos de capitales específicos, se enfrentan. En sus luchas se juega la acumulación de la forma de capital que permite asegurar la dominación del campo. Por lo tanto, el capital aparece a la vez como medio y como fin. La estructura del campo, en un momento dado de la historia, atestigua entonces la relación de fuerza entre los agentes. En ese sentido, el campo es un espacio de fuerzas opuestas. (p. 52).
Las estrategias que emprenden los agentes dependen del capital que hayan acumulado en el trayecto de su vida y los grupos de pertenencia al interior de los campos; estas características son habilitantes o coercitivas, y dependen del reconocimiento social que tenga el grupo de partida y llegada, a la vez que de su capacidad de negociación en el mercado (Giddens, 1979). Por consiguiente, el agente interactúa con otros agentes al interior de diversos campos, en donde se disputan beneficios con un alto valor de escasez; el grado de acumulación de poder depende de las habilidades que el agente logre demostrar, además de hacerlas reconocer por otros agentes, para obtener un amplio margen de negociación frente a otras capacidades de agencia (Giddens, 1979). Lo anterior, le permite a los agentes consolidar una capacidad de mercado, entendida como todos los atributos relevantes que los individuos puedan aportar a la negociación (Giddens, 2000, p. 116). Estos atributos no se configuran sólo desde la posesión de capitales, sino que también dependen del valor de escasez que estos tengan frente a otros:
Como indica Weber, la posesión de “cualificaciones” reconocidas – incluyendo las educativas- es el principal factor que influye en la capacidad de mercado. Las diferentes capacidades de mercado pueden emplearse, como han indicado varios autores recientes, para asegurarse beneficios económicos distintos de los ingresos como tales. Estos comprenden, principalmente, seguridad en el empleo, posibilidades de promoción en la profesión y una gama de “beneficios marginales”, tales como derechos de pensión, etc. (Giddens, 1979, p. 117).
De esta manera, el poder de un agente se configura con el transcurrir de su vida y en la serie de preparaciones sociales que obtenga para acumular habilidades y capacidades, que van de lo económico hasta sus relaciones más personales. Dicho poder puede tomar la forma de capitales, porque son los que le permiten al agente los medios para participar en el campo, y los fines que busca a su interior (Bonnewitz, 2006). En este orden de ideas, un capital sólo existe y funciona en relación con un campo, en tanto este ofrece un “poder sobre el campo, (...) así como sobre las regularidades y las reglas que definen el funcionamiento ordinario del campo y, de ahí, sobre las ganancias que se generan en el mismo” (Bourdieu y Wacquant, 1995, pp. 67-68).
Los capitales se presentan en varias formas; en primer lugar, en capital económico, como todos los activos que posee un individuo -tanto acciones y participaciones, ahorros, propiedades y artículos que son directa o indirectamente convertibles en dinero-. La renta, por su parte, alude a las pagas y salarios provenientes de ocupaciones laborales de los agentes (Giddens, 1992, p. 247). En segundo lugar, el capital cultural que puede existir en:
(...) tres formas o estados: en estado interiorizado o incorporado, esto es, en forma de disposiciones duraderas del organismo; en estado objetivado, en forma de bienes culturales, cuadros, libros, diccionarios, instrumentos o máquinas, que son resultado y muestra de disputas intelectuales, de teorías y de sus críticas; y, finalmente, en estado institucionalizado, una forma de objetivación. (Bourdieu, 2001, p. 136).
En tercer lugar, el capital social que “está constituido por la totalidad de los recursos potenciales o actuales asociados a la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento y reconocimiento mutuos” (Bourdieu, 2001, p.148). Los capitales no se contradicen unos a otros, se potencializan, al igual que permiten conquistar otros al poseer algunos. Los capitales al tener un poder especial en el campo, generan privilegios a sus poseedores, pero no es fácil su apropiación, en gran parte porque son heredados, conservados y reproducidos por los “privilegiados” del campo. Entonces, la trayectoria de vida que posee el agente, la manera en que logre utilizarla a su favor y toda la capacidad de agencia que sea capaz de imprimir, le permitirá una inteligencia de acción y de negociación para ganar la disputa. Así, esta concepción de movilidad social se caracteriza por comprender el proceso real en el que se relacionan (cultural, social y económicamente) los individuos y el contexto.
Metodología
Para el logro del objetivo propuesto se realizó un estudio cuantitativo no experimental (Hernández, Fenández y Baptista, 2014), dado que se trató de un ejercicio expost facto basado en encuesta (Vieytes, 2010) para el abordaje de variables de tipo demográfico, socioeconómico, relacional, ocupacional y cultural, que permitió dar cuenta de las transformaciones generadas en la experiencia de vida de un grupo de egresados, en virtud de su formación universitaria. El instrumento final aplicado estuvo constituido por un total de 84 ítems y un tiempo de duración promedio de 45 minutos, que contempló preguntas de única y múltiple respuesta, distribuidas en tres momentos: antes de ingresar a la Universidad, donde se identificaron las condiciones de origen social de los egresados; durante su proceso formativo, reconociendo los aspectos que mayor influencia tuvieron en la adquisición de conocimientos; y después de egresar de esta, donde se procuró establecer de manera comparativa los aspectos de mayor transformación, en virtud del acceso a la educación superior, respecto a las condiciones de origen social identificadas en el primer momento.
El diseño del instrumento se realizó a partir de tres componentes conceptuales: 1. Capital Cultural, 2. Capital Social y 3. Capital Económico; derivados del marco teórico construido para este estudio, en el cual estos tres conceptos constituyen los pilares de la movilidad social. La aplicación del instrumento correspondió a un método directo- individual (cara a cara), en municipios del Oriente antioqueño cercano, con una duración total de seis meses de trabajo de campo. Esta aplicación estuvo acompañada de un consentimiento informado a los encuestados, en cumplimiento de lo establecido en la Declaración de Helsinki (Mazzanti, 2011), en la Resolución 008430 (Ministerio Nacional de Salud, 1993), y en los principios éticos internacionales para la investigación en humanos (Decreto 2378, 2008).
El análisis de los datos presentados se abordó desde un nivel descriptivo (Pallela y Martins, 2012), en razón de ser considerado suficiente para identificar patrones de comportamiento en la movilidad social y ocupacional de los egresados, como lo han mostrado diferentes estudios, por ejemplo el de Mark Granovetter (1995), comparando las características del momento antes de ingresar a la universidad con las del momento después de egresar de la misma, a partir de la agrupación de la población en las categorías de las variables estudiadas para la contrastación ordenada de atributos. En este nivel, se hizo uso de distribución de frecuencias bi-variada y multi-variada, medidas de tendencia central y dispersión, y cubos OLAP.
La población corresponde a una muestra representativa de 255 egresados, con un nivel de confianza del 99%, de un universo de 400 que obtuvieron su título en la Seccional Oriente de la Universidad de Antioquia; estos se distribuyen por programas de la siguiente manera: 11% Sociología, 20.8% Psicología, 12.5% Trabajo Social, 35.7% Educación, 12.5% Ingeniería y 7.5% Biología. Como criterio de inclusión se aplicó que el tiempo de egreso fuera significativo, para observar el ejercicio profesional, teniendo que, para casi la totalidad de la población, este tiempo fue superior a dos años en el momento de aplicar el instrumento. En razón de no contar con criterios de inclusión poblacional, diferentes a ser egresados, fue aplicado un muestreo aleatorio simple.
Resultados
El papel de las condiciones del origen familiar en la decisión de acceder a la educación superior
En el acceso a la educación profesional, la trayectoria educativa de los familiares cercanos constituye un aspecto significativo, porque ofrece elementos para comprender la disposición que tienen los individuos para apropiarse de los saberes que el sistema escolar sanciona. Esta trayectoria puede ser entendida como el recorrido, entre dos o más generaciones, del nivel de logro escolar obtenido por ciertos individuos, en términos de titulación; esto es, la acumulación de capital cultural que permite comprender el grado de reconocimiento social de abuelos y padres, y cómo este influye en el encauzamiento educativo de los hijos.
En el estudio realizado, se observa que el recorrido educativo intergeneracional en las familias de los egresados ha cambiado, teniendo que la generación siguiente logra sobrepasar el nivel educativo más alto obtenido por la generación anterior, dando paso a un cambio en el logro educativo de los padres respecto de los abuelos, y de los egresados respecto de los padres; lo anterior, se evidencia en que los padres cuadruplicaron la obtención del nivel educativo del bachillerato, en comparación con los abuelos, con un 25% en promedio frente al 6,2%, respectivamente (ver figura 1); así como con incremento leve en los casos de formación técnica/tecnológica y educación superior; siendo relevante, además, la disminución de casos de padres sin ningún nivel educativo, que corresponde en promedio a cerca del 8,5%, respecto de los abuelos que es del 46,3%. En otros términos, hay una movilidad educativa intergeneracional, asociado al incremento de la magnitud de capital cultural en la cualificación de talento humano, lo cual genera un ambiente habitual extendido para futuras generaciones.
En razón de la formación educativa, se encuentra que la ocupación de abuelos y padres se da en labores de baja cualificación; siendo sobresaliente observar que, en el caso de las madres, aun cuando estas poseen más escolaridad que los padres, el 60,2% son amas de casa sin salarios. No obstante, el nivel educativo obtenido por los padres se presenta como un aspecto que impulsa, en ellos, un discurso hacia los hijos sobre la importancia y la necesidad que estos los sobrepasen a través de la educación superior, en virtud de obtener unas mejores condiciones de vida, registrando que el 75,3% de los padres presentó una expectativa sobre la educación superior de sus hijos. Expectativa que se asocia principalmente con la realización personal, con una calificación de 80.25 puntos (en una escala de 1 a 100); seguida por el progreso económico, 70.5, el progreso intelectual 64.5 y la tradición familiar, con 34 puntos. De aquí, se entiende que la potencialización de capital cultural obliga a comprender que los individuos son agentes de cambio, dado que, como se encuentra en este estudio, los individuos tienen la capacidad de reducir la brecha educativa del grupo familiar de origen.
De lo anterior, se puede inferir que la reducción de la brecha educativa intergeneracional impulsa al agente a crear o aumentar con ello una motivación necesaria para desarrollar discursos que se asocian a la educación profesional como una oportunidad de vida; esto es, que lo constrictivo para una generación en el acceso a la educación se torna habilitante para la siguiente, lo que logra darle dinamismo al proceso de estructuración social.
Complementariamente a este discurso sobre la importancia de la educación, se suman las prácticas intelectuales y artísticas de los padres y miembros cercanos de la familia, como factor de encauzamiento educativo de los hijos; en razón que transfieren a estos un entorno sensible para la configuración de expectativas sobre la educación profesional. Lo anterior, teniendo en cuenta que, en la mayoría de los hogares de los egresados, esto es un 84,5%, se practicaba algún tipo de actividad intelectual o artística; con una mayor cantidad de familias con dedicación a la lectura 30,6%, seguido de actividades artísticas el 23,7%, uso de computadores 18,5% y escritura 11,2%. Por tanto, los hogares de los egresados constituyen un escenario incorporado de capital cultural cotidiano, lo suficientemente oportuno para observar una continuidad en las prácticas y conocimientos educativos.
El encauzamiento de la decisión de orientar el proyecto de vida del egresado hacia la educación superior se nutre de figuras representativas para este, encontrando en primer lugar a los miembros de la familia, con una calificación de 3.56, en una escala de 1 a 5; y en segundo lugar a los profesores del bachillerato con 3.16; esto se destaca por ser agentes externos que refuerzan la motivación de ser profesional o la instalan en los casos en que esta no es el origen de tal motivación. Estos factores les suministran a los agentes sociales, los medios concretos para poder soportar la carga constrictiva de la estructura, es decir, los factores que limitan, en cierto sentido, la espontaneidad de acciones que se desarrollan durante el proceso educativo. Por lo general, son las motivaciones las que fundamentan el hecho de que la mayoría de estos egresados estudiaran en condiciones limitadas.
El papel del proceso educativo en la acumulación de capitales
Los conocimientos adquiridos en el proceso educativo se tornan en capital cultural, en la medida en que se adhieren a su cuerpo en tanto cosmovisión y prácticas intelectuales, que pueden concretarse en el rendimiento académico, los reconocimientos institucionales por desempeño y/o en productos de conocimiento, como artículos, ponencias, programas, cursos, artefactos, entre otros. Al respecto, como estudiantes, los egresados lograron apropiarse de los conocimientos de manera eficiente, lo cual se evidencia en el promedio final acumulado de 4.23, con una desviación estándar de 0.28; posibilitando entender que la mayoría de los casos obtuvieron una calificación muy cercana a este valor; en otras palabras, que hay un comportamiento muy homogéneo en todas las carreras, respecto al rendimiento académico; lo anterior, sumado a la autopercepción que los egresados tienen de su logro académico, con 70% que afirma es bueno y un 21.7% excelente, permite colegir que se dio un desarrollo intelectual exitoso para la mayoría, esto es, la consolidación de un capital cultural significativo en el área de estudio. Este proceso académico favorece además el cultivo de relaciones sociales que permiten la acumulación de capital social, potencializando a su vez el capital cultural obtenido.
Además de la educación formal contenida en los planes de estudio, la Universidad ofrece otros espacios, mediante actividades extracurriculares, que favorecen saberes complementarios y relaciones entre los estudiantes, y de estos con docentes y personal administrativo, ofreciéndole así la capacidad al estudiante de formar un capital cultural y social que le significará recursos para desenvolverse y negociar otros recursos en la vida profesional. En los casos estudiados se encuentra que los cursos de corta duración y los semilleros, con 38% y 23,10% respectivamente, fueron las actividades en que más participación de estudiantes se registró en el nivel académico, siendo estos espacios los que mejor oferta hicieron a los egresados para complementar su proceso académico. En el nivel no académico la participación se dio en mayor medida en las actividades culturales, con un 29,80% (ver tabla 1).
Nivel | Tipo de Actividad | % |
Académicas | Semilleros | 23,10% |
Grupos de investigación | 17,60% | |
Cursos de corta duración | 38,00% | |
Grupos de Estudio | 0,80% | |
Otros | 2,70% | |
No académicas | Deportes | 22,70% |
Cursos de bienestar | 20,40% | |
Capacitaciones técnicas | 3,10% | |
Actividades culturales | 29,80% | |
Otros | 1,60% | |
Idiomas | 22,40% |
Así pues, para sacar un mejor provecho de la experiencia del paso por la universidad, como fuente generadora de conocimiento, desarrollo personal y social, las actividades extracurriculares juegan un papel preponderante para ello. Esto significa que los agentes sociales potencializan sus relaciones y capacidades en diversos espacios, los cuales le autorizan a ampliar su espectro de poderes de influencia sobre los recursos disponibles.
El papel de la capacidad de mercado para la movilidad social
Bajo este escenario, el recurso principal de interés ya no lo constituye, en principio, el acceso a la educación, sino al mercado laboral para adquirir recursos que se hallan en disputa en este momento específico, y que se presentan escasos; como lo son los puestos de trabajo, los ingresos significativos y el prestigio; y a través de los cuales le es posible poner en práctica los saberes adquiridos en la Universidad, así como el ejercicio del rol que adquirieron a través de la titulación de dicho conocimiento. En razón de esto, la capacidad de mercado del egresado debe confluir con las condiciones habilitantes del entorno, para que, en función del desarrollo profesional, este pueda acceder a nuevos recursos y grupos.
Al respecto, se encuentra que la mayor parte de los egresados, que corresponde al 66,4% del total de la población abordada, han logrado acceder a puestos de trabajo en los municipios del Oriente Antioqueño (ver figura 2); esto es, se han podido mover en la estructura ocupacional de su entorno más inmediato, accediendo a los recursos en disputa que allí se disponen, tanto por organizaciones públicas como por privadas; logrando la adhesión a nuevos grupos, fundamentalmente de profesionales del área de ocupación. Solo el 19,3%, esto es, aproximadamente 1 de cada 5 egresados, han tenido que moverse hacia el área metropolitana del departamento para acceder al mercado laboral, en vista de no encontrar posibilidades en sus territorios de origen.
La relación de disputa en la que entra el egresado como agente social, requiere de la disposición de todo el poder de negociación disponible en cada caso logrado, a través de los capitales acumulados durante la trayectoria de vida, y que tiene un punto de inflexión con la culminación del pregrado. No obstante, los capitales acumulados por cada egresado le permitirán una capacidad de mercado dada, en lo concerniente a que las condiciones del entorno específico lo habiliten para poner en práctica esta capacidad a través de la interacción con otros agentes, en virtud de la existencia del recurso deseado.
La información permite comprobar que el nivel de impacto de la educación superior, ofrecida por la universidad, en lo tocante al territorio, está dado en función tanto de la acumulación de recursos culturales y sociales, por parte de los beneficiarios, como de la habilitación que la estructura genere a los egresados, pues solo allí se posibilita que estos puedan integrarse, desde su conocimiento, a la agenda pública y privada de su entorno más inmediato de pertenencia. Es significativo que más de la mitad de la población pueda orientar su trayectoria de vida sin tener que moverse geográficamente, pues de esta manera el conocimiento instalado por la universidad se integra a la dinámica de sus territorios. Integración que se valora, especialmente considerando que el 74,4% de la población dice haber tenido la oportunidad de aplicar todos o la mayoría de los conocimientos adquiridos en el pregrado y en los trabajos que han realizado. Esta condición permite observar que el campo en el cual se desarrollan los egresados, es un espacio social abierto en su forma, lo que implica que sus conocimientos se estructuran en función de las necesidades del territorio.
Ahora bien, al observar con mayor detalle las condiciones de este ejercicio profesional, en función del acceso al mercado laboral, tanto en el territorio de pertenencia como por fuera de este, es importante anotar que ello no se da en igualdad de condiciones, dado que tanto los cargos como los salarios, y los beneficios que de allí se derivan, son diferentes, porque obedecen a distintos aspectos en su configuración. Justamente es allí donde la capacidad de mercado que tiene el egresado, en razón de los capitales que ha logrado acumular en su trayectoria de vida, le permite entrar en disputa con un valor de escasez particular.
En el proceso de disputa por recursos de empleabilidad se presentan múltiples dificultades para los egresados, encontrando que la más recurrente corresponde al bajo reconocimiento económico, con el 40,3% del total de la población abordada. En consecuencia, se registró que la mayoría de los egresados, el 70,6%, devengan entre 1 y menos de 3 salarios mínimos mensuales legales vigentes (SMMLV), siendo que solo el 4,3% devengan 5 o más.
Como segunda mayor dificultad se encuentra la falta de ofertas de empleo, registrada por el 34% del total de la población; muchos de estos casos corresponden a quienes terminan por movilizarse geográficamente, emigrando a otros territorios, especialmente el Área Metropolitana del departamento. Respecto a quienes se quedan en la región, una parte se ocupa de manera intermitente, a través de contratos a término fijo o por prestación de servicios. Sin embargo, se encuentra que la mayoría de los egresados ejercen su profesión, teniendo que el 53,7%, es decir poco más de la mitad, la ejerce como asalariado, lo que implica un contrato laboral, con garantías adicionales a la ocupación del cargo; beneficios significativos en la experiencia ocupacional del egresado, partiendo de la estabilidad que ello implica, por lo cual puede entrar a participar de otros sistemas del mercado, como el financiero, el de salud, el inmobiliario y el académico, en la realización de posgrados; en este punto, vale la pena indicar que más de la mitad de la población (55,2%), en este tipo de contratación, ha realizado un posgrado. De otro lado, el 29% ejerce como independiente, a partir del cumplimiento de objetivos en periodos de tiempo cortos, con una mayor limitación de beneficios, asociados al ejercicio de la profesión, pero que tiene como característica una mayor rotación y, por tanto, una mayor vinculación a diferentes grupos. En consecuencia, los egresados se hallan sumergidos en un campo de disputa caracterizado por desigualdades del mercado laboral, asociadas a sus condiciones, que contrastan con las posibilidades de realización profesional. De esta forma, la movilidad social de los egresados no es significativa en términos de progreso económico; sin embargo, en términos ocupacionales, los trabajos que ejercen poseen una alta especialización cultural, generando una distinción intergeneracional en lo referido a la capacidad de mercado.
De aquí es claro que, en primer lugar, el nivel de incertidumbre con que deben moverse ocupacionalmente los egresados es alto. Y en segundo lugar, que el recurso más escaso en esta movilidad corresponde a los cargos que ofrecen contratos a término indefinido, en virtud de ser esta la situación laboral que más favorece la reproducción de los capitales económico y cultural (en lo educativo) de los egresados, haciendo que la disputa por estos recursos se torne más compleja y exija una mayor disponibilidad de capitales, a medida que aumenta la cantidad de egresados en la misma área de conocimiento, so pena de ralentizar su movilidad ocupacional, o incluso verla totalmente limitada en función de su perfil educativo.
Al mismo tiempo, las condiciones de la ocupación, que como se evidenció no son tan favorables, en términos de certidumbre y de ingresos, contrastan con el nivel de satisfacción profesional de los egresados, esto es, con el nivel de realización del ser que les ha posibilitado la educación superior. Lo cual se encuentra en la comparación de la satisfacción profesional con los ingresos, en donde poco más de la mitad de las personas con menor satisfacción salarial, que corresponde en su mayoría a quienes tiene menores ingresos, presentan una satisfacción alta o muy alta como profesionales. En forma más detallada, se halla que, del total de la población que presenta una satisfacción salarial “muy baja” (1), el 58,3% expresa estar en un nivel alto (4) o muy alto (5) en la satisfacción profesional, en tanto que, para el caso del nivel de satisfacción “baja” (2), esto corresponde al 66,6% de la población (ver tabla 2). Esto significa que, en tanto agentes, la elección del ser es muy superior a la preocupación económica, a causa de una reflexión e imposición del contexto.
Satisfacción Profesional | Total | ||||||
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | |||
Satisfacción Salarial | 1 | 8,3% | 0% | 33,3% | 33,3% | 25% | 100% |
2 | 4,8% | 4,8% | 23,8% | 47,6% | 19% | 100% | |
3 | 0% | 0% | 22,2% | 54% | 23,8% | 100% | |
4 | 1,2% | 0% | 4,8% | 44% | 50% | 100% | |
5 | 2,2% | 0% | 6,7% | 31,1% | 60% | 100% | |
Total | 1,8% | 0,4% | 13,3% | 44% | 40,4% | 100% |
Esta situación puede entenderse a partir de las motivaciones que tuvieron los egresados para ir a la universidad, teniendo que las de mayor significación correspondieron con la realización personal y el progreso intelectual, presentando una calificación promedio de 96 y 93, respectivamente, en una escala de 1 a 100, dejando en tercer lugar el logro económico, con un valor de 72.2, y en cuarto lugar la influencia de la familia, con 56.8. Estas dos principales expectativas, que se traducen en las motivaciones que tenían los egresados para llegar a la universidad y poder contar con conocimientos calificados, se expresan como logros cuando califican el aporte que la educación superior le ha hecho a sus proyectos de vida, obteniendo un índice promedio de 92.6, en una escala de 1 a 100; con una desviación estándar de 10.0, es decir, la mayoría de los casos dieron una calificación muy cercana a este valor; esto se traduce en que las motivaciones de los egresados lograron mantenerse en su proyecto de vida a través de un proceso reflexivo, encontrando en el acceso a la universidad un medio para convertir estas motivaciones en acceso a nuevos recursos culturales, sociales y materiales.
En relación a los grupos sociales a los que se adhiere el egresado, se encuentra que la universidad lo ubica en grupos con los que no tenía vínculos antes de ingresar a la educación superior, principalmente de profesionales; esto es, con grupos que comparten la característica de tener un nivel educativo de pregrado y/o posgrado. Al respecto, se encuentra que las relaciones que mantienen los egresados con pares de su carrera, así como con otros grupos, es significativa, pues la mayoría (94,9%) conserva vínculos con quienes fueron compañeros de estudio, siendo que un poco más de la mitad (51,3%), mantiene contacto con entre 4 y 10 colegas, lo que representa una red relevante para el intercambio y la actualización de información valiosa. Lo anterior, se traduce en el cambio de prácticas intelectuales, sociales y de consumo, que dan lugar a comportamientos diferenciados, respecto de su grupo familiar de origen, así como de los grupos vecinales a los que pertenece o perteneció en etapas previas a la educación superior.
Ahora bien, desde la autopercepción, el poder vincularse a diferentes grupos sociales, mediante la generación de relaciones, esto es capital social, es uno de los aspectos en los que el 71% de los egresados considera que han sido totalmente o casi totalmente exitosos en el ejercicio de su profesión. Este éxito se reconoce en función de la posibilidad que el relacionamiento les genera para la acumulación de capital cultural y social, gestando mayor capacidad de mercado para moverse en el campo profesional. En relación con esta autopercepción, se evidencia que poco más de la mitad de los egresados, el 58,2%, obtuvo su primer empleo a través de las redes con las que contaba, teniendo específicamente que el 44% correspondieron a relaciones diferentes a la familia o amigos de la familia, es decir, a amigos, conocidos de amigos, vecinos, colegas, docentes, entre otros. (ver tabla 3). Aquí, las redes fueron muy significativas en el acceso al mercado laboral, y no solo en la vinculación a este, sino también en el poder mantenerse y consolidar un ejercicio profesional en el cargo adquirido, en razón que estas mismas relaciones, así como las que se van adquiriendo, prestan apoyo de diferente tipo para el desempeño de sus labores.
Tipo de medio | Primer Empleo | Último Empleo |
Medios Formales | ||
Formal Medios de comunicación | 1,7% | 0% |
Formal Agencia de empleo | 5% | 0% |
Medios Informales | ||
Aplicación directa | 35,1% | 48% |
Familia | 10% | 9,1% |
Amigos de la familia | 4,2% | 1,1% |
Amigos | 21,8% | 13,1% |
Conocidos de Amigos | 1,3% | 0,6% |
Vecinos | 0,4% | 0% |
Colegas | 2,5% | 10,3% |
Docentes | 10% | 6,9% |
Compañeros de estudio del pregrado | 6,3% | 2,3% |
Anteriores empleadores | 1,7% | 8,6% |
Total | 100% | 100% |
En consideración al último o actual empleo se evidencia que el acceso, para el 52% de los egresados, se dio de igual forma a través de sus relaciones sociales, encontrando una reducción de casos solo en un 6%, respecto al primer empleo; reducción que puede entenderse en función de la consolidación de un perfil profesional, que le permite a una parte de los egresados ubicarse en cargos por aplicación directa, debido a la experiencia profesional que han adquirido en su trayectoria laboral. Las relaciones de “colegage” adquiridas con pares, en el proceso de formación superior, actúan como redes de apoyo ocupacional y cognitivo, así como de consolidación de una identidad profesional específica, entre otras funciones; que le permiten al egresado moverse tanto en el mercado laboral, como en el mundo profesional específico.
Discusiones
Una primera discusión tiene que ver, como indican varios autores (Boniolo y Estévez, 2016), con el peso significativo que posee la dimensión territorial de las zonas residenciales y ocupacionales en los procesos de ascenso social. Este grado de importancia debe ser entendido en relación con las oportunidades y limitaciones que generan las zonas donde se educan y viven los agentes sociales. En este estudio se observó que la educación impacta el territorio, porque gran parte de los egresados se quedan en el mismo, haciendo uso de la mayoría de los conocimientos, saberes y relaciones que estos adquirieron.
No obstante, estas condiciones de permanencia son menos favorables respecto de lo que ofrecen las ciudades principales, y mucho menos para quienes cuentan con posgrado, lo que aumenta la posibilidad de que se incremente la proporción de población que siga migrando hacia el Área Metropolitana u otras ciudades principales (Del Río, 2009). Como han logrado demostrar estudios en la materia, según los cuales la fuga de cerebros se comprende debido a la baja demanda laboral, los profesionales escapan de los países y regiones con menor desarrollo económico, provocando una migración de talentos calificados a los centros productivos, lo que agudiza la desigualdad social y económica, especialmente entre países (Cerdeira, Cabrito, Machado-Taylor & Patrocínio, 2016). Así las cosas, puede decirse que se han generado transformaciones importantes del mapa educativo de los egresados y sus grupos familiares, frente a una transformación muy lenta del mapa ocupacional y económico.
Si bien las transformaciones que ha generado el proceso de formación superior, en el mapa ocupacional de la región, aún tiene muchos pendientes -desde la experiencia de los egresados-, las transformaciones que se han logrado en su trayectoria de vida, en lo que respecta al ser, han sido muy significativas, destacando que la generación estudiada tiene mejores motivaciones académicas y educativas que sus generaciones anteriores (Dalouh & Soriano, 2016). Lo anterior, tiene repercusión no solo en el proyecto de vida del individuo, sino en la estructura del grupo familiar y social de los egresados, en tanto que este cambia de rol dentro de sus grupos y se integra a otros nuevos, con motivo de ser el primer miembro de la familia en alcanzar el nivel educativo profesional; haciendo del egresado un referente en sus grupos cercanos, tanto de orgullo para padres, como un motivador para hermanos y otros miembros jóvenes de la familia extensa.
Esta situación les otorga a los egresados el poder de tomar decisiones en asuntos trascendentales para la familia, de donde, en acuerdo con García (2017), se comprende que la educación superior es un proceso que va más allá de lo ocupacional, porque contribuye a formar ciudadanos, seres humanos íntegros y guías de las relaciones interpersonales de una comunidad. Con ello se reconoce en la universidad la capacidad de generar transformaciones o cambios en las dimensiones simbólicas de los individuos (Díaz y Galán 2015) por razón de una formación integral (Ortiz, 2015) que reduce la desigualdad social (Pazich, 2015).
La posibilidad de que estas situaciones puedan darse con un mayor alcance, no solo está dada en la educación superior, sino en la necesidad que esta cuente con un sistema habilitante, especialmente en lo ocupacional, que incluya un mercado laboral favorable al ejercicio profesional de los egresados; en otras palabras, es necesario desarrollar los aspectos habilitantes mediante el progreso de sus propiedades institucionalizadas (Giddens, 2011). La universidad debe integrarse al entorno, desde una oferta educativa pertinente al mismo, más por sí sola no puede procurar la existencia de la totalidad de aspectos estructurales que integren a los egresados a las vocaciones del territorio, a través de la agenda pública y privada. Lo dicho dista de la visión que tienen algunos investigadores de la movilidad social, según la cual argumentan que la universidad tiene el deber de garantizar la empleabilidad de los graduados en el mercado laboral (Soukalová & Gottlichová, 2015).
Lo anterior, advierte que la insuficiencia de un entorno habilitante genera como efecto una baja tasa de retorno educativo (Pineda-Herrero, Agud-Morell, y Ciraso-Calí, 2016); esto es, una poca transformación del capital cultural y social en capital económico, repercutiendo en una lenta o muy baja movilidad económica del territorio, que puede evidenciarse en una baja proporción de población de egresados que accede a vivienda propia y a otros bienes materiales que transformen sus condiciones de vida de manera más integral, lo que puede ralentizar su movilidad social, en virtud de que la acumulación de capitales pueda verse estancada, dadas las condiciones que los grupos dominantes (económicos y políticos principalmente) establecen para el ejercicio de sus profesiones (Giddens, 1992); dicho de otro modo, existe una suerte de exclusión económica debido a las reservas de poder que ostentan otros grupos, provocando un cierre social para estas familias (Giddens, 2018).
A futuro, el incremento de capital cultural, expresado en la existencia de una mayor cantidad de egresados en el territorio, frente a la persistencia de aspectos habilitantes insuficientes, pueden repercutir, por un lado, en una mayor tasa de migración de la población profesional a las ciudades principales, y por el otro, a la pérdida del potencial que dicho capital representa para el territorio; por esta razón quienes se queden no tienen la capacidad para integrarlo a la agenda pública del desarrollo territorial, acrecentando las condiciones de desigualdad entre las regiones y las ciudades principales. Por esta razón, es necesario fortalecer el diálogo institucional entre universidad, Estado, sector privado y público.
De otra parte, en la comprensión del impacto de la educación superior, además de considerar el papel que cumple el entorno habilitante, es esencial analizar las condiciones familiares de origen, pues como lo han demostrado diferentes estudios (Ospina y Montoya, 2017; Simon, 2015; Soto, 2016), el encauzamiento gestado en la familia no es totalmente determinante de la decisión del individuo para acceder a la educación superior, sino que este logra un nivel de apropiación reflexivo del conocimiento ofrecido en la familia, la escuela y la universidad, en vez de seguir meramente los patrones de segmentación social y el carácter hereditario de su grupo de pertenencia. La reflexión ocurre en virtud de que este encauzamiento educativo se complementa a partir de la experiencia educativa, relativamente corta, de los padres, quienes depositan en los egresados una serie de discursos y expectativas sobre la educación superior, como promesa de superación de las condiciones de vida por ellos alcanzada, entendiendo ese proceso educativo como una etapa obligatoria para lograr el éxito mediante la acumulación de capital cultural (Marginson, 2016; Rodríguez, 2016). En este orden de ideas, se introducen cambios en las condiciones de vida (no solo materiales) y las interacciones familiares cercanas, cuando tal expectativa se vuelve un logro educativo.
La acumulación de capital cultural suele representar una complejidad extraordinaria de formas discursivas de orientación práctica de lo que hacen los agentes en su vida diaria (Giddens, 2011), motivo por el cual las posibilidades de mantenerse en el sistema de educación universitaria fueron más altas. Esto quiere decir que las prácticas intelectuales y artísticas no son un mero resto de las actividades cotidianas de los agentes; por más informales que ellas sean, revelan parte de las motivaciones que los padres no pudieron cumplir en su totalidad, generando expectativas futuras que les permiten cultivar una suerte de aspiraciones, motivaciones y decisiones (Noreña et al., 2016, p. 152), sobre la propia trayectoria educativa de sus hijos. Esto surge en función de la potencialización de capital cultural, en sus tres estados: objetivado, institucionalizado e incorporado (Bourdieu, 2001), que al incrementar su volumen cambia la vida del estudiante al insertarlo en campos intelectuales y ocupacionales; favoreciendo al egresado en el momento de disputar nuevos recursos en el mercado.
Cómo síntesis de esto último, es importante señalar que las condiciones de origen familiar corresponden a lo material, lo discursivo, lo intelectual y lo emocional, como factores influyentes de un proyecto de vida orientado (o no) a la educación de los hijos, que actúan al convertirse en una cosmovisión del mundo en la que la educación profesional adquiere un valor superior frente a otros procesos; haciendo que la decisión de estudiar sea una construcción que tiene su génesis, para la mayoría de los casos, en el origen familiar.
Ahora bien, esta perspectiva se diferencia del modelo de capital humano (Castaño-Muñoz et al., 2016) debido a que las teorías que allí se enmarcan reducen la movilidad social a un problema económico, ignorando con esto las bases filosóficas más amplias de la educación, relacionadas con la justicia, la realización del ser y la reducción de la desigualdad social, lo que aquí se expresa como la transformación de la experiencia de vida de las personas, constituyendo esto el principal aporte de este estudio.
Finalmente, con base al modelo de comprensión del impacto de la educación que aquí se ha abordado, el cual contiene tres ámbitos, a saber, las condiciones sociales de origen familiar, el entorno habilitante y características del proceso educativo, es importante decir, sobre este último, en acuerdo con otros autores (Dalle et al., 2019) que es menester mejorar el papel de los docentes, construyendo modelos o sistemas de gestión del conocimiento territorial, mejorando el desarrollo de talentos, corresponsabilidad, redes sociales interpersonales (De Jesus, Gomes, Spillere, Do Prado y Canever, 2013; Guan, 2017), competencias concretas o genéricas en los profesionales (Jury, Bruno & Darnon, 2018), que les permitan contar con un capital cultural y social favorable. Así mismo, es importante que puedan valorarse los hallazgos aquí presentados, respecto a sus implicaciones institucionales, en lo tocante a repensar la relación universidad y egresado, en el marco de las dificultades que este enfrenta en el territorio, asociadas a las condiciones laborales.
Conclusiones
De los resultados aquí presentados se derivan cuatro conclusiones centrales, como hallazgos significativos: en primer lugar, el ejercicio investigativo realizado constituye una base en la valoración del impacto de la educación superior regionalizada de la Universidad de Antioquia, dado que se convierte en uno de los primeros acercamientos que aborda esta pregunta de manera académica, logrando abarcar una población significativa de egresados de diferentes carreras, y conociendo sus condiciones sociales de origen familiar, del proceso educativo y las condiciones habilitantes del ejercicio profesional. En consecuencia, se logró establecer las bases de un modelo de valoración que pueda ser replicado en otras carreras, así como en otras regiones donde hace presencia la universidad, posibilitando la evaluación de la política educativa orientada a la descentralización de la formación profesional.
En segundo lugar, el origen social de las personas se ha comprendido desde los estudios de la movilidad social en la lógica de la reproducción social; sin embargo, esta investigación permitió comprenderlo como un espectro de posibilidades, en donde la familia ofrece, junto o por separado, recursos materiales, prácticas culturales, apoyos emocionales y/o motivaciones, entendiendo que esto puede generar un efecto favorable o desfavorable a las aspiraciones educativas, de realización personal y de progreso intelectual de las personas. Particularmente en este estudio se evidenció que el bajo nivel educativo de los familiares cercanos logró motivar el avance de los hijos, contraponiéndose a la premisa de que solo el nivel educativo alto de los integrantes del grupo de origen genera motivación en ellos. De ahí que, en términos metodológicos, sea necesario aplicar el estudio a las redes personales y laborales de los egresados, para profundizar la visión y el impacto en otros agentes sociales.
En tercer lugar, se logra entender que la permanencia en el territorio de los egresados, aun ejerciendo su carrera en condiciones limitadas por el mercado laboral, se explica por el deseo de mantenerse cerca de sus familias. Por lo cual, tal cercanía se convierte en un indicador fundamental para entender el impacto de la educación superior en el territorio. Evitando valorar la permanencia de los egresados solo desde la perspectiva de acceso a oportunidades laborales, pues ello limitaría la comprensión de los aspectos fundantes de su movilidad social. Esto invita a seguir estudiando los aspectos emocionales y afectivos que influyen en la permanencia de los agentes a los territorios en los cuales se educan y en los cuales se mueven, además de poder discernir en las dimensiones simbólicas de prestigio y estilo de vida que adquieren los grupos sociales y que son importantes a la hora de negociar recursos escasos.
Finalmente, valorar el impacto de la educación superior a partir de la formación profesional, lleva a considerar que, aunque los egresados se integran en un campo de disputa del cual no salen muy beneficiados, sus transformaciones en lo concerniente a la experiencia propia, la realización del ser y el apoyo familiar, son muy significativas. Se propone una perspectiva de la movilidad social, que se fundamenta en el cambio de las situaciones materiales de los egresados, así como en los cambios que estos experimentan en sus vidas y metas personales.
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Información adicional
¿Cómo citar el artículo?: Brand Monsalve, E. G., Guerra Zabala, V. D. y Duque Mejía, C. A. (mayo-agosto, 2020). Impacto de la educación superior en la movilidad social de un grupo de egresados de la Universidad de Antioquia. Revista Virtual Universidad Católica del Norte, (60), 97-129. https://www.doi.org/10.35575/rvucn.n60a5