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Análisis del cambio psicológico en jóvenes de un grupo artístico de Medellín-Colombia
Nicolás Ignacio Uribe Aramburo
Nicolás Ignacio Uribe Aramburo
Análisis del cambio psicológico en jóvenes de un grupo artístico de Medellín-Colombia
Analysis of psychological change in young people from an artistic group in Medellín-Colombia
Revista Virtual Universidad Católica del Norte, núm. 65, pp. 200-234, 2022
Fundación Universitaria Católica del Norte
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Resumen: Se describen y analizan los factores psicosociales que promovieron el cambio psicológico producido en seis jóvenes del barrio Carpinelo (Comuna 1) de la ciudad de Medellín-Colombia, egresados del programa “Derecho a soñar” de la Institución Ciudad Don Bosco, e integrantes del Colectivo artístico Nativos. La metodología empleada fue cualitativa; por medio de entrevistas y la observación participante se recopilaron datos sobre el proceso de cambio (inicio y evolución), los cuales fueron procesados mediante la triangulación y, posteriormente, analizados desde algunas teorías y conceptos de la psicología social y el psicoanálisis postfreudiano. Específicamente se analizó la incidencia del arte, de la danza tipo break dance, como estrategia de intervención psicosocial que promovió el cambio psicológico en estos jóvenes, para que resignificarán sus historias de vida y reconstruyeran sus identidades personales como bailarines y líderes sociales que actualmente desarrollan actividades artísticas de prevención de problemáticas psicosociales y promoción de estilos de vida saludable con niños, niñas y adolescentes del sector, por medio de la danza.

Palabras clave: Arte, Identidad, Juventud, Psicología, Psicosocial.

Abstract: The psychosocial factors that promoted the psychological change produced in six young people from the Carpinelo neighborhood (Commune 1) of the city of Medellín-Colombia, graduated from the “Derecho a Soñar” (Right to Dream) program of the Ciudad Don Bosco Institution and members of the artistic collective nativos are described and analyzed. The methodology used was qualitative; Through interviews and participant observation, data on the change process (beginning and evolution) were collected, which were processed through triangulation and, later, analyzed from some theories and concepts of social psychology and post-Freudian psychoanalysis. Specifically, the incidence of art, the break dance type of dance, was analyzed as a psychosocial intervention strategy that promoted psychological change in these young people, so that they would re-signify their life stories and reconstruct their personal identities as dancers and social leaders who currently carry out artistic activities of prevention of psychosocial problems and promotion of healthy lifestyles with children and adolescents in the sector, through dance.

Keywords: Art, Identity, Youth, Psychology, Psychosocial.

Carátula del artículo

Artículos de investigación

Análisis del cambio psicológico en jóvenes de un grupo artístico de Medellín-Colombia

Analysis of psychological change in young people from an artistic group in Medellín-Colombia

Nicolás Ignacio Uribe Aramburo
Universidad de San Buenaventura, Colombia
Revista Virtual Universidad Católica del Norte, núm. 65, pp. 200-234, 2022
Fundación Universitaria Católica del Norte

Recepción: 17 Febrero 2021

Aprobación: 05 Noviembre 2021

Introducción

La psicología clínica proviene de la tradición médica del consultorio y la psicométrica de los laboratorios donde se hacían experimentos; en ese ámbito clínico-científico se solía despreciar el conocimiento proveniente del arte, así como los posibles usos del mismo en el marco de una psicoterapia, aun cuando tempranamente algunos clínicos advertían sobre la importancia del arte para el científico, pues consideraban que el poeta poseía un conocimiento de la naturaleza humana que envidian muchas investigaciones científicas (Freud, 1930/2008). Así las cosas, se había descuidado el estudio de las expresiones artísticas en los procesos psicoterapéuticos, ya que las primeras incursiones en este ámbito fueron vistas con reserva, poniendo en duda su validez científica, más allá de su eficacia terapéutica, tal como ocurrió con el conocido psicodrama de Moreno, que articula el teatro y la psicoterapia desde una orientación psicodinámica. En la actualidad existen psicoterapias de orientación dinámica, humanista y cognitiva, que utilizan las expresiones artísticas de todo tipo dentro de los procesos terapéuticos, tales como el dibujo, el juego, el moldeado, la danza, entre otras, pues se reconoce su eficacia simbólica, aunque muchos conservan prejuicios frente a las innovaciones técnicas (Castrillón Baquero et al., 2020; Gil Lujan et al., 2016; Ovejero, 2007; Uribe, 2013, 2020; Vélez Muñoz et al., 2020).

Ahora bien, la historia de la danza (forma de expresión artística) es tan antigua como la cultura misma; en todas las épocas y regiones geográficas se encuentran danzas que hacen parte de los ritos y costumbres de los pueblos, por lo cual se la practicaba en nacimientos, muertes, entre otras actividades sociales, siendo un hecho central la expresión de sentimientos, emociones, y su capacidad expresiva y comunicativa, lo cual facilita la socialización de los individuos, pues permite tomar conciencia del cuerpo propio y del sí mismo, en relación con el espacio y los semejantes, promoviendo procesos de simbolización que influyen en el desarrollo psicológico, emocional y social del individuo y la comunidad (Lapierre y Aucoutourier, 1983; Sachs, 1980). Sin embargo, los estudios científicos sobre la danza aparecen tardíamente, pues estudiar la danza no era una tradición en las diversas ciencias, tanto naturales como sociales, pues para muchos arte y ciencia son cosas opuestas (Ramachandran, 2003; Castrillón Baquero et al., 2020).

Al examinar la relación entre arte y psicoterapia, y más específicamente entre danza-baile y psicoterapia, se encuentran los primeros desarrollos realizados por el filósofo, coreógrafo y maestro de baile R. V. Lavan y su alumna la danzarina M. Wigman, pioneros en los años 20 en Alemania, quienes se ocuparon de la dicotomía entre mente-cuerpo, desde una postura crítica (Wengrower y Chaiklin, 2008) que desafiaba la tradición científica y social. No obstante, fue en los años 30 y 40 cuando danzarinas profesionales destacadas (discípulas de Lavan y Wigman) desarrollaron la técnica del Movimiento Danza Terapia (MDT) en Europa, la cual, posteriormente, fue difundida en Norteamérica en la primera parte del siglo XX. Ellas implementaron el uso de la técnica con personas que padecían trastornos mentales, especialmente aquellos con problemas de mutismo, psicosomáticos, neuróticos, entre otros, siendo una técnica innovadora en la primera mitad del siglo pasado, la cual podía ser usada a nivel individual o grupal. Posteriormente, otras autoras aportarían nuevas ideas sobre las relaciones entre la danza y la psicoterapia, así como entre la danza, el movimiento, la actividad física y la psicología en diversos contextos (no clínicos) y con diversas poblaciones (Rodríguez y Dueso, 2015).

Así, aunque la DMT surge en hospitales psiquiátricos y ha sido utilizada principalmente en estos contextos clínicos-científicos, “cada vez más, y de manera especial en las últimas décadas, la DMT se ha ido aplicando en otros contextos tanto sociales como educativos, y hay numerosas pruebas de las bondades de su aplicación” (Rodríguez y Dueso, 2015, p. 134), por lo que puede utilizarse para abordar problemáticas psicosociales muy diversas que incluyen “trastornos del comportamiento, adiciones, trastornos del comportamiento alimentario, personas que han sufrido o viven en contextos de violencia, trauma y /o maltrato, problemas del desarrollo, etc., incluyendo ámbitos de prevención y promoción de la salud” (Rodríguez y Dueso, 2015, p. 134). Este tipo de técnica se agrupa dentro de las denominadas “terapias creativas” o “terapias expresivas” (Levy et al., 1995). En síntesis, se utiliza la danza y el movimiento para obtener la integración entre los procesos corporales y los emocionales y cognitivos con fines terapéuticos (de tipo artístico) y de sanación, pero también para promover el desarrollo personal del ser humano, que ha sido estudiado a través de diversas investigaciones (Rodríguez y Dueso, 2015).

En ese orden de ideas, este estudio tuvo como propósito fundamental examinar los cambios psíquicos y comportamentales acaecidos en jóvenes del barrio Carpinelo de la ciudad de Medellín, luego de ser parte de un programa psicosocial para menores en situaciones de vulnerabilidad de la Institución Ciudad Don Bosco, denominado por ellos mismos como “Derecho a soñar”, en el cual se utilizó el arte, y más específicamente la danza, tipo break dance, como estrategia psicoterapéutica. Concretamente se analizó la incidencia del break dance y la cultura Hip-hop en las transformaciones ocurridas en estos jóvenes, identificando aquellos factores que promovieron el cambio psicológico (identitario) y comportamental, lo cual les posibilitó convertirse en líderes sociales que, a través del arte y la danza, actualmente realizan actividades de prevención y promoción de estilos de vida saludables y no violentos con los niños, niñas y adolescentes de su comunidad, sin contar con ningún apoyo del Estado colombiano, de las empresas privadas o de las ONG.

En ese sentido, la investigación aportó conocimientos sobre este campo de relaciones entre arte, baile y psicoterapia, en tanto, como se verá, son pocos y recientes los estudios realizados sobre la incidencia del break dance en los procesos de cambio psicológico y conductual, los cuales se inscriben en el ámbito clínico y psicosocial. En consecuencia, en esta investigación se articularon concepciones de la psicología clínica, el psicoanálisis y la psicología social al momento de interpretar los datos obtenidos con los jóvenes del colectivo Nativos, egresados del programa “Derecho a soñar” de la Institución Ciudad Don Bosco, en aras de conocer sobre el lugar y función del arte y la danza en sus historias de vida.

Marco teórico

A continuación, se presentarán los principales estudios acerca de la relación entre el género rap, Hip hop y el break dance, consideradas como nuevas expresiones artísticas (Walls, 2009), y los procesos de cambio que se promueven en contextos psicoterapéuticos y sociales, pues estos representan antecedentes específicos sobre el objeto de estudio de esta investigación y, por ende, aportan valiosos conocimientos que servirán para analizar los resultados encontrados.

En Chile, Moraga y Solórzano (2005) realizaron un estudio con el objetivo de mostrar que la cultura Hip-hop representa una “contracultura” emergente que promueve la expresión, la liberación y la socialización. En Ecuador, por su parte, Ahassi (2008) presenta un análisis histórico del break dance en el ámbito mundial, y cómo incursionó en ese país; además, analiza las denominadas “batallas” que conciben como “ritos de los cuerpos urbanos” de los jóvenes que lo practican, los cuales se conocen como 'b-boys' . 'b-girls'. En España, Rodríguez (2012) examina la forma en que este género artístico representa la realidad social y cómo puede ser utilizado como herramienta socioeducativa que, entre otras cosas, denuncia las injusticias sociales.

En Colombia, por su lado, desde un enfoque psicosocial, Patiño (2006) y Patiño et al. (2005) muestran la función del arte, y más específicamente de la música en sus diversos géneros (rock, metal, gótico, salsa, Hip-hop, entre otros), en la socialización secundaria y la formación de una identidad personal y psicosocial, en la que se resalta el cuidado de sí y del cuerpo como instrumento para crear arte, de modo que analizan aspectos estéticos como la moda en el vestuario, lenguajes, jergas, códigos, bailes, símbolos, significantes, emociones, costumbres, tradiciones y estilos de vida compartidos por un grupo etario, lo cual, por lo general, es objeto de la censura y la exclusión asociada a la visión estereotipada y prejuiciada de la juventud que la asocia a la criminalidad en diversas culturas modernas, en las que resulta difícil reconocer las potencialidades creadoras de estos jóvenes y sus subculturas.

Por otra parte, Ochoa (2006) articula la concepción social del baile y sus efectos sobre la salud física y mental de los individuos, mientras que García (2006) rastrea los orígenes de este género en el país, especialmente en Bogotá. En el 2007, Garcés Montoya et al. muestran la importancia de la estética como un factor que articula los diversos aspectos que hacen parte de la cultura Hip-hop (el baile, el canto, la vestimenta, entre otros), confirmando además el aporte que este género musical ofrece a los jóvenes para construir su identidad personal y grupal, así como para socializarse y desplegar sus potencialidades creativas. Por otra parte, Torres (2009) también rastrea los orígenes del Hip-hop y su desarrollo en Colombia, destacándolo como un instrumento de transformación social de jóvenes en contextos de marginalidad y violencia, en los cuales el fenómeno del uso y abuso de drogas es una constante. Allí se destaca, además, la transformación-resocialización de jóvenes que ahora actúan como líderes sociales.

En el 2009, Garcés realizó una investigación sobre el Hip-hop, donde otorgó importancia al fenómeno de las identidades juveniles, la socialización de los jóvenes y la identificación grupal, afirmando que este es un campo de investigación poco explorado, el cual, a su vez, permite visibilizar la juventud, en contraste con movimientos sociales que los condenan a la marginalidad y a la exclusión. Siguiendo esa línea investigativa, en Medellín algunos investigadores concluyen que estas experiencias utilizan el acto pedagógico para “transformar e incidir en el pensamiento del individuo, para brindarle de paso herramientas que le permitan hacer frente a los problemas del diario vivir” (González y Paniagua, 2009, p. 29). También, Aguilera et al. (2010), a través de un estudio de caso, muestran la transformación social positiva de los jóvenes de la localidad de Suba b(Bogotá). En el 2011, Murillo analiza la manera en que los jóvenes del sector se involucran y resuelven conflictos personales y sociales a través del Hip-hop y las identidades que promueven estas formas de expresión artística.

De otro lado, en Barranquilla se realiza un documental etnográfico (Coronado et al. 2014) donde se estudia la transformación social y la emancipación de la comunidad, vía el uso del Hip-hop en los jóvenes, en un contexto de creciente violencia social, pandillas, entre otros fenómenos psicosociales (Uribe, 2018). Igualmente, Suárez (2014) realiza un estudio, en Bogotá, donde explora el proceso de constitución y construcción de subjetividades, así como las prácticas sociales desde el enfoque de P. Bourdieu; allí se conciben estas prácticas sociales como un espacio de expresión, análisis, comprensión y reconocimiento de las realidades individuales y colectivas de algunos grupos de jóvenes que practican el rap en la localidad de Engativá. En el 2016, Cuenca presenta una descripción de la historia del Hip-hop y el rap, que aparecen a finales de los 60 en los barrios marginales (Bronx, Brooklyn, entre otros) de Nueva York, mostrando además cómo han sido utilizados en Colombia como una estrategia psicosocial para la violencia y la guerra, pues se considera el arte como un factor protector que promueve la socialización y la construcción de identidades socialmente aceptadas que favorecen los procesos de reinserción de los jóvenes, los cuales actúan como líderes comunitarios sin ningún apoyo del Estado o de la empresa privada. En esta misma línea investigativa se encuentra el artículo de Rojas (2019), quien también considera la cultura del Hip-hop como factor de prevención del uso de drogas, la violencia y otras problemáticas psicosociales, articulando el concepto de resiliencia, pues en los sectores marginales de la ciudad este género musical ha servido para cuestionar los estereotipos que conducen a la exclusión de los jóvenes de estratos bajos.

Como puede verse, en diversos estudios se reconoce la importancia de estudiar los procesos de transformación social y personal a través del uso del arte, y específicamente del género musical y la danza Hip-hop y break dance, pues en este tipo de programas puede comprobarse la eficacia de este tipo de expresión artística como estrategia de intervención psicosocial con los jóvenes, especialmente con aquellos que pertenecen a comunidades marginales y se encuentran en situación de vulnerabilidad.

Metodología

El diseño metodológico usado fue de corte cualitativo, debido a que estos diseños permiten explorar fenómenos poco estudiados (Velasco y Díaz, 1997), tal como ocurre con la relación entre break dance y psicoterapia en Medellín. En ese sentido, el estudio tuvo un alcance descriptivo, pues estudió y describió los factores implicados en la transformación psicológica y comportamental ocurrida en los jóvenes del colectivo Nativos, luego de su egreso del programa “Derecho a soñar” de la institución Ciudad Don Bosco. Ahora, el diseño cualitativo fue elegido principalmente porque este tipo de metodología otorga importancia a las representaciones de los sujetos que se estudian, a su subjetividad (Velasco y Díaz, 1997), por lo cual en esta investigación se privilegió el discurso de los jóvenes para que ellos mismos explicaran cómo se produjo el cambio psíquico y comportamental.

En cuanto a las herramientas de recopilación de datos, en el trabajo de campo se usaron la entrevista estructurada (Anexo 1) y la observación participante; pero, además, se usó la técnica de revisión documental para rastrear antecedentes sobre el objeto de estudio en investigaciones previas (Velasco y Díaz, 1997). La entrevista estructurada fue diseñada a partir de los hallazgos derivados de la revisión documental, por lo cual se incluyeron preguntas acerca de la incidencia de factores personales, familiares, comunitarios, entre otros factores psicosociales que se han visto asociados a las problemáticas de vulnerabilidad psicosocial, tales como la delincuencia juvenil, el consumo de drogas, entre otras que pululan en el sector donde estos jóvenes habitan.

Luego de diseñar el formato guía se realizaron seis entrevistas a seis miembros fundadores del colectivo, que en total eran diez, las cuales tuvieron una duración aproximada de dos horas cada una, y se realizaron en los hogares y lugares de reunión de los jóvenes (un colegio del sector, por ejemplo). En cuanto a la observación participante, se realizaron dos sesiones con algunos miembros del colectivo Nativos, mientras estos realizaban sus entrenamientos diarios. Las entrevistas y los grupos focales se realizaron en un lapso comprendido entre junio de 2018 y mayo de 2019. Respecto a la muestra o unidad de análisis, en este caso no se eligió una población representativa del “universo” estudiado, sino que, teniendo en cuenta el corte cualitativo mencionado, se optó por elegir a estos mediante la técnica de selección por conveniencia para el investigador (Velasco y Díaz, 1997), por lo cual los investigadores seleccionaron los informantes claves que tuvieran conocimiento sobre el inicio y evolución del proceso de cambio psicológico y comportamental a través de los programas de Ciudad Don Bosco. En ese orden de ideas, los criterios de inclusión fueron: 1. Ser miembro del colectivo Nativos; 2. Ser egresado del programa Derecho a soñar de la Institución Ciudad Don Bosco; 3. Participar voluntariamente de la investigación.

Para el diseño de dichas entrevistas fue elaborado un formato, según el modelo de entrevista semi-estructurada (Anexo 1), en el que se incluyeron preguntas y temáticas, las cuales posteriormente se convirtieron en categorías de análisis. A cada uno de los participantes se le explicó la inexistencia de riesgos derivados de la investigación, y luego se firmó el consentimiento informado, luego de su aprobación por el Comité de Bioética[2] de la USB, para garantizar el cumplimiento de los protocolos éticos establecidos y vigentes para la investigación con personas. Así mismo, el tratamiento de los documentos (artículos, libros, documentales, entre otros) se acogió a estos requerimientos éticos para garantizar los derechos de autor y evitar el plagio intelectual.

Posteriormente, se contrastaron los datos obtenidos mediante el procedimiento denominado triangulación, que básicamente consiste en comparar la información obtenida desde diversas fuentes de información, por lo que se analizaron las respuestas de los seis integrantes, buscando semejanzas y diferencias entre ellos, respecto de temáticas que aparecen repetidamente en el discurso de los jóvenes durante las entrevistas. Finalmente, se contrastaron estos datos con la información proveniente de los estudios científicos realizados sobre el tema, concretamente con conceptos de la psicología social, tales como prejuicio, estereotipo, estigmatización y exclusión social, y del psicoanálisis, específicamente el concepto de identidad de E. Erikson, para hacer interpretaciones de los resultados obtenidos (Velasco y Díaz, 1997). Las categorías de análisis emergieron luego de ingresar los datos obtenidos de las entrevistas en una tabla para comparar las respuestas de los entrevistados; se aislaron puntos de vista comunes en el discurso de los participantes, que fueron agrupados en categorías relacionadas con los conceptos sensibilizadores creados en la revisión documental y en la elaboración del marco teórico.

Resultados

El análisis de las entrevistas, inicialmente, produjo 20 categorías y 66 subcategorías; posteriormente, se reagruparon los datos y emergieron 6 categorías, con 14 subcategorías, así: 1. estructura del colectivo: 1.1 qué es Nativos para ti; 1.2. lugar dentro del grupo; 1.3. su aporte a Nativos. 2. motivaciones para el cambio: 2.1. motivaciones para ir/ser constante al programa Derecho a soñar (Don Bosco); 2.2. motivación para ser constante en su proceso en nativos. 3. desmotivación para el cambio: 3.1. salud y la educación en el barrio; 3.2 grupos ilegales y afectaciones; 3.3. cómo llego al barrio; 3.4. factor que le llevara a desistir. 4. acerca de las familias: 4.1. constitución familiar; 4.2. expresiones afectivas; 4.3. autoridad; 4.4. crianza; 4.5. apoyo de manera positiva. 5. agentes externos. Y 6. Danza.

A continuación, se presentan estas categorías de la siguiente manera. Primero se explicará la cualidad del resultado que representa cada categoría, luego se presentaran los extractos (frases del discurso[3]) de las entrevistas como evidencias de la cualidad, y, finalmente, se ofrece un análisis de los extractos y su relación con la cualidad del dato presentado como resultado o hallazgo.

La categoría 1 hace referencia a la estructura del grupo, a las concepciones que los integrantes del colectivo tienen del mismo, así como el lugar y funciones que cada uno realiza. En este sentido, algunos lo consideran como una: “labor social” (S2), pues buscan un “cambio social” (S2), lo que explica el por qué ellos se consideran a sí mismos como multiplicadores de saberes, en tanto buscan: “transformar la vida de muchos niños y niñas que quieren de una u otra manera cambiar” (S1); por ello, también conciben el grupo como un legado: “el baile es como nuestra herencia” (S4), por lo que sus integrantes consideran que es como una escuela que pretende: “querer enseñar lo poco que uno entiende” (S4). Al respecto, indican que al comienzo los convocaba para reunirse: “no un baile muy técnico, sino que nos nacía del corazón, porque una cosa es bailar y otra cosa es la danza” (S2), aclarando que la danza implica asuntos técnicos del movimiento del cuerpo, en cambio bailar es algo que: “tu sientes del corazón, del alma, es algo más del sentimiento” (S5). Ante esto, explican que: “íbamos a entrenar nadie nos enseñaba, siempre éramos entre nosotros mismos aprendiendo forzado, empíricamente, ya después llega el programa de derecho a soñar de Ciudad Don Bosco” (S6), donde aprendieron de técnica, de danza. Ahora, al explicar las dificultades en la enseñanza de la danza, asociadas a las diferencias individuales y las etapas del desarrollo, comentan que: “uno comienza a entender todas las etapas y que los procesos son diferentes aunque sean de un mismo grupo, era más lo que aprendíamos, que lo que enseñábamos” (S2), aludiendo nuevamente a que el proceso de formación y aprendizaje es continuo.

Los entrevistados, además, resaltan que el grupo representa un espacio de liberación, de expresión, pues allí: “uno puede expresarse libremente, pues uno se puede desahogar bailando, cuando estoy aburrido bailo y mi cuerpo se siente diferente, mi mentalidad es diferente” (S6). Según otro integrante, allí: “expreso mis sentimientos, me olvido de muchas cosas, mis problemas, la realidad” (S3). Así pues, el grupo representa un espacio catártico, de comunicación, en el que usan un lenguaje propio: “ya entre todos nos comunicamos desde las señas” (S2), por lo que la comunicación se basa, incluso, en elementos implícitos que permiten “leer” el estado anímico del otro: “sé que cuando llegan de mal humor es porque algo pasó, y esa es pues la familia” (S2).

En este orden de ideas, consideran al grupo como hermandad: “no lo veo ni como una academia, como algo no social sino más personal, desde mi ser, más de hermandad” (S4), con lo cual destacan los lazos vinculares entre ellos, la comunicación, la identidad, entre otros aspectos que les permiten considerar el colectivo como una familia: “mi familia, mi segundo hogar” (S4), y aclaran que el vínculo no es por consanguineidad, sino simbólico: “es la familia que se forma y no por que a uno le dicen es que esta es tu familia porque tiene tu sangre y cosas así” (S4). Incluso, uno de ellos reconstruye el proceso en tres etapas: “inicialmente no éramos familia, no éramos nada, solamente llegábamos entrenábamos y ya después con el tiempo nos volvimos amigos, y ya después de aun más tiempo nos volvimos familia” (S4). En consecuencia, como una familia, sus miembros son aceptados incondicionalmente: “no nos importa si es lesbiana, bisexual, homosexual, si es marihuanero o si es una persona sin proyectos, realmente nativos no ve esos defectos” (S5). En síntesis, ellos consideran que más que una escuela de baile es una familia, una hermandad, en la que importa el ser, por lo cual comentan que Nativos es: “como un gran pedazo de mi vida” (S1), razón por la que, al destacar el aporte del baile a los procesos de desarrollo personal, comentan que les interesa formar: “primero personas y después, bailarines, conocerme primero yo mirar mis defectos y después yo salir y ser ejemplo para otros” (S1). También, aclaran que el baile-danza no es solo una actividad artística, pues: “el breaking no es danza urbana, es una cultura es un estilo de vida” (S6).

Por otra parte, la estructura del grupo implica una organización jerárquica donde los roles se relevan, pues privilegian la igualdad entre ellos: “todos somos líderes, nadie tiene más rango que otro, todos en algún momento aconsejamos, bailamos, todos somos por igual, mi puesto en nativos es igual que el de todos” (S2). Sin embargo, se pueden identificar unos roles, por ejemplo el de S2: “el padre fundador”, haciendo referencia a uno de los lideres, el cual comenta que: “yo hago de todo, uno si es un maestro pá ellos, o no maestro, sino un parcero talentoso” (S2). En resumen, ellos mismos valoran el nivel de organización que han adquirido, pues tomaron conciencia de que: “debíamos de ser más organizados, de que teníamos que haber unos líderes, un coreógrafo, un director y un tesorero al cada uno tomar un papel de estos cada uno coge una responsabilidad” (S6).

En cuanto a la categoría 2, esta contiene información sobre las razones o motivaciones para asistir y ser constante en el programa institucional; además, se habla del uso del tiempo, la proyección a futuro, entre otros aspectos. Así, por ejemplo, en cuanto a la proyección a futuro uno de los entrevistados comenta que al asistir al programa se dieron cuenta de que sus vidas no solo eran fiestas y calle, reconociendo entonces que: “no teníamos como una visión de nuestro futuro, no estábamos organizados” (S3), por lo cual subraya que, al hacer parte de Nativos, ahora puede: “ganarse la vida en esto” (S3), evidenciando, además, que el programa les abrió posibilidades para desarrollar sus proyectos de vida. Ahora bien, uno de los principales factores que los miembros de Nativos destacaron como motivador para asistir al programa fue el hecho de recibir un “refrigerio” (complemento alimentario); así, por ejemplo, se recuerda la forma en que uno de ellos invitaba a otro compañero a asistir al programa, cuando le decía: “vamos que allá dan refrigerio” (S2), reconociendo así un interés material que genera motivación. Así las cosas, en este programa de la Institución Ciudad Don Bosco pudieron aprovechar la asistencia material (refrigerio) para que actuara como un motivador, tal como lo evidencia la siguiente frase de uno de los jóvenes: “pero más adelante fue por el motivo del aprendizaje de generar una proyección, que uno en ese tiempo no la tenía” (S2), razón por la cual reconocen explícitamente que la principal motivación fue: “el refrigerio, segundo las cosas que enseñaban, realmente ingrese fue por el refrigerio y se lo he dicho a ellos de frente” (S2). Como puede colegirse, se pasó de un abordaje asistencialista a una intervención que promueve la autonomía y la independencia, influyendo de manera notable en los procesos y proyectos de vida de estos jóvenes: “entonces ustedes por un refrigerio nos cambiaron a nosotros las vidas, yo iba escuchando e inconscientemente mi cerebro iba aprendiendo y después yo me cuestionaba” (S2).

De otro lado, destacaron los vínculos que se establecen al interior del programa, resaltando la vinculación empática de parte de los profesionales y los procesos de identificación que así se gestaron, tal como lo ilustran los siguientes comentarios referidos a la actitud de los profesionales de Don Bosco: “la gente de allá iba con muy buena disposición para dedicarnos a nosotros, me brindaron la confianza, sin haberme conocido ni nada, un apoyo moral y educativo, habían dos psicólogos y un pedagogo, y eran pues muy buena gente” (S5). Es evidente la importancia de la postura empática de los profesionales que permite “enganchar” a los usuarios del programa. Al respecto, ellos reconocen que uno de los principales factores motivadores fue: “el profe Omar, una persona muy parecida a nosotros, él también fue interno de Ciudad don Bosco, también tuvo que ver como mucha guerra, mucha violencia” (S1), enfatizando que: “él nos entendía demasiado bien y era una persona muy espontanea con nosotros y no era como los otros trabajadores” (S1). En este caso es más evidente la identificación, pues al existir más elementos comunes entre este personaje del barrio y ellos se facilita en mayor medida la vinculación empática, de modo que esta identificación se refuerza por el hecho de que Omar también fue usuario de los programas de Ciudad Don Bosco, igual que ellos.

Por último, pero relacionado con el primer factor (refrigerio), los miembros de Nativos destacan las problemáticas económicas o afujías que les condujeron a asistir a este tipo de programas (dada su condición de vulnerabilidad). Así, por ejemplo, uno de ellos comenta que: “en ese tiempo nuestra economía era un poco peor que ahora, puede decir que uno aguantaba hambre y todo eso” (S5), explicando que: “la educación venia pues con el transporte incluido, la comida, los útiles escolares y también el uniforme, me daban ropa, dotaciones de aseo” (S5). Resulta claro, entonces, que el refrigerio y las demás ayudas actuaron como un motivador muy importante en estos jóvenes, debido a su condición de pobreza. Conviene recordar que para ellos el baile en sí mismo es un medio y una finalidad, tal como se indicó en la categoría anterior, por lo cual ir a bailar era también otra razón para asistir al programa de Don Bosco. En cuanto a los factores que mantuvieron la motivación para asistir al programa, ellos resaltan que el programa les ofrecía posibilidades de vida más funcionales y adaptativas: “Ellos me ofrecían algo muy diferente a lo que me ofrecía el barrio, por ejemplo ser de las vueltas, ser un consumidor más, de pronto robar, ellos me ofrecían arte” (S4). Además, destacan que al asistir al programa podían profundizar en los conocimientos sobre el break dance: “veíamos muchos videos para poder tener más ideas, muchos tutoriales, muchos bboys de otros países que contaban sus experiencias” (S4). Sobre esto, un miembro comenta que:

Todo inició por una película, yo me vi una película que se llama step up y me gustó, yo me vi esa película en el internado y me gustó bastante entonces empecé a investigar sobre el tema y empecé a bailar así. (S4)

La categoría 3, “Desmotivación para el cambio”, hace referencia a los factores que incidieron negativamente en el proceso de cambio; es decir, aquello que desmotivaba. Entre estos factores destacan los problemas en los servicios de salud, así como la calidad y acceso a la educación; al respecto comentan: “es pésima, a mí no me sirvió de nada el estudio, si hay educación, pero es muy básica” (S3). Por otra parte, expresan que la presencia de grupos ilegales armados también genera desmotivación, pues: “toda la zona por donde yo camino es manejada por la misma plaza” (S3), de modo que toda la población que habita en el sector es “controlada” por estos grupos, los cuales a menudo generan violencia por el control del sector (guerras entre bandas), siendo la comunidad la más afectada, especialmente en los periodos en que se rompen las treguas de paz entre estas bandas, aclarando que: “para los que vivimos en el barrio realmente nosotros no sentimos las barreras invisibles” (S6), pero si son personas que: “vienen de otro lado y dicen yo soy amigo de los que bailan, entonces ya como que ya todo bien, pero si viene solo a conocer o cosas así, si pueden perjudicarlos, entonces por ese lado, nos afecta como comunidad” (S6). En ese orden de ideas, se destaca el hecho de que estos grupos ilegales son quienes imponen las formas de convivencia en el sector, crean normas que todos deben observar, y, en general, el orden del sector depende de ellos: “como que hay un orden diría yo, uno acá ya sabe dónde están las ollas, uno ya sabe quién manda” (S6). Lo anterior permite comprender que estos jóvenes y la comunidad se hayan adaptado a la presencia de estos grupos: “nosotros éramos unos desadaptados que incluso en un momento nos iban a matar, a raíz de que manteníamos en la calle hasta altas horas de la noche, de que no les hacíamos caso, muchas veces tuvimos enfrentamientos con ellos” (S5). En resumen, la violencia que estos grupos generan en el sector se ha normalizado, y, por ende, aprendieron a convivir con los violentos.

Además de los factores mencionados, destacan el consumo de drogas ilegales en el sector, lo cual está relacionado con el factor anterior, pues son los grupos armados los que expenden y crean condiciones para el consumo al interior de la comunidad; así, por ejemplo, uno de ellos comenta que: “cuando sale a la calle, a la esquina, qué es lo primero que va a ver vicio, todo es negativo la mayoría de pelaos están mal”[4] (S6). También, reconocen la influencia nociva de uso de drogas legales, como el alcohol: “el ambiente del barrio era de fiesta, de parche, de licor, entonces manteníamos en esas” (S6).

Así mismo, reportan como factor desmotivador el hecho de que las personas tuvieran una imagen negativa de ellos y los rechazaran o segregaran, lo que se conoce en psicología social como estereotipo y prejuicio, tal como lo ilustra el siguiente comentario: “entonces la gente pensaba estos son los que van a estar en el centro tirando sacol” (S2).

De otro lado, las circunstancias (condiciones socioeconómicas) en que llegaron estos jóvenes y sus familias al barrio Carpinelo han representado uno de los principales factores desmotivadores, pues implica que estas personas han tenido que “aguantar” condiciones de vida indignas (hacinamiento, viviendas no aptas para ser habitables), a las cuales aprendieron a adaptarse; veamos: “estaba el lotecito de tierra, lo tuve que armar con mi papa con unas tejas y con unos plásticos” (S4), siendo evidente la precariedad de las viviendas, además del hacinamiento, pues: “era demasiado estrecha la casa, porque nosotros siempre hemos vivido muchos, en una cama tocaba dormir tres” (S4); situación que aún prevalece como un factor desmotivante.

En ese orden de ideas, otro de los factores que más desmotivaba a estos jóvenes, y que está asociado con todos los anteriores, se refiere a la pobreza. Algunos comentarios ilustran este hecho: “me subí para Carpinelo porque allá el arriendo era mucho más barato, todavía soy pobre, todo lo tenemos que improvisar” (S1); en otras palabras, tienen muchas afujías: “situaciones económicas en la casa, quizá quise desistir en eso y más bien ponerme a trabajar en otra cosa, como una persona normal, un obrero, trabajar construcción, porque eso es prácticamente lo que le ofrece el estado a uno” (S3).

Por otro lado, la categoría 4, “Acerca de las familias”, describe las principales características del núcleo familiar de estos jóvenes, incluyendo la composición familiar, dinámicas relacionales, las expresiones afectivas, el manejo de la autoridad, las pautas o estilos de crianza, entre otros aspectos que evidenciarían que la familia ha representado, paradójicamente, tanto un factor de riesgo como de protección, frente a las problemáticas psicosociales a las que han estado expuestos los jóvenes. En cuanto a la constitución familiar, en general se trata de un núcleo familiar compuesto por integrantes de varias familias, es decir, el tipo de familias reconstituidas (Fernández y Ponce De León, 2012). Así mismo, este núcleo familiar suele incluir los abuelos y la figura del padrastro. En lo referido a las expresiones afectivas, se destaca la ausencia de expresiones afectivas amorosas en las relaciones familiares con los padres y hermanos(as): “dentro de mi familia pues esas confianzas no, no he tenido como ese enlace con ellos, no nos damos ninguna expresión de afecto” (S5); en cambio, es común la expresión de la agresividad: “en sí toda mi familia es muy agresiva, entonces sólo somos dos que estamos ahí como en el momento de calmar o de proponer otras soluciones” (S5). También, están presentes problemas de comunicación y expresión de afectos en la mayoría de las familias, lo cual se resume en la siguiente frase: “mientras estamos en la casa no hay un dialogo” (S5).

En cuanto a la distribución de tareas se encuentran dos roles básicos: hacer de comer y organizar la casa (aseo general), los cuales están a cargo de la figura materna, aunque en ocasiones el rol también es desempeñado por los hijos. En el plano de la economía, el rol del proveedor es desempeñado principalmente por los padres, especialmente la figura paterna, pero en algunas familias los hijos también aportan al mantenimiento del hogar: “mi papá, mi hermano y yo somos los que aportamos” (S6). El manejo de la autoridad suele ser compartido entre la figura materna (o sus subrogados: la abuela, la tía, la madrastra) y la paterna (o sus sustitutos: el padrastro, el abuelo, el tío, el hermano mayor, entre otros), siendo la figura masculina más violenta y maltratante en el ejercicio de la autoridad, pues solo en pocos casos estas figuras de autoridad masculinas usan el diálogo. Algunos reportan que la figura materna, en realidad, no representa la autoridad, tal como comenta uno de los jóvenes cuando dice que: “nosotros realmente no le hacíamos caso, mi mama es un relajo mi mama es parchada, ella no me dice que haga” (S2).

En síntesis, más allá de las diferencias individuales, la crianza de estos jóvenes se describe como: “cruel y amargada, dura y encerrada, de mucha vulneración y pobreza” (S4), pues incluyeron el uso del maltrato físico y psicológico. Por ejemplo, uno de los jóvenes asocia el maltrato recibido con las condiciones de crianza utilizadas antiguamente y que se repiten en la actualidad, tal como se expresa a continuación al hablar de su padre: “mi padre fue alguien mayor criado muy diferente a nosotros, muy echado a la antigua, uno le decía cualquier cosa y no le decía nada a uno, sino que tenga su guarapazo, reventada de dientes, moretón o después la pela” (S5). En contraste, la crianza recibida de la madre aportó elementos positivos:

Quizás mi madre fue como ese motor a seguir, porque ella siempre estuvo ahí, que si necesitaba algo ella era la que me colaboraba con eso, mi madre siempre estuvo ahí como en mis emociones, en mis momentos decisivos para mi vida. (S5)

Sin embargo, en otros casos el maltrato también proviene de la madre: “uno sale vulnerado del maltrato de la mamá y a veces se desquitan con uno” (S1).además, en este caso se suman las consecuencias de la separación entre los padres, referidas al manejo de la autoridad (y al abandono de la figura paterna), pues los hijos pueden manipular tal situación, abusando de la confianza y la libertad que dan los padres, tal como se ilustra en la siguiente frase: “por la libertad, porque eso hace que uno tenga como curiosidades, de probar cosas, de hacer cosas, no sé” (S1). En otros casos, la ausencia del padre obligó a que la madre trabajara y, por ende, no pudiera ocuparse de la autoridad, lo cual representó un factor de riesgo: “cuando mi padre nos dejó, digamos como mi madre empezó anteriormente empezó a trabajar nos dejó así libres, entonces yo estaba yo siendo un niño no sabía que estaba expuesto a tantas cosas” (S3).

Sin embargo, a pesar de los problemas de expresión de afectos, comunicación, manejo de la autoridad y pautas de crianza, estos jóvenes destacan el hecho de que la figura materna ha representado un apoyo, tal como lo ilustran las siguientes frases: “ella es la que siempre ha estado ahí apoyándome en el proceso de bailar” (S2), “mi mama porque ella a pesar de que digamos que antes no tenía mucha posibilidad de colaborarme, siempre me ha ayudado” (S6). En contraste, la figura paterna no se considera un apoyo para el proyecto de vida ligado al baile. Aun cuando la figura materna es considerada como un apoyo, en general estos jóvenes reportan que el apoyo familiar para persistir en el proyecto del grupo de baile fue inconstante: “varía, algunas veces me apoyan, hay unas veces que no, es como relativo” (S3); asimismo, otro miembro comenta que: “a mi papá no le gusta que baile, a mi mamá no le gusta que baile, si se interponían mucho” (S5), aclarando que: “querían que yo produjera, prefieren que yo me vaya a trabajar” (S5); de modo que hasta los: “echaban de la casa, habían esos problemas familiares que por bailar afectaba todo el núcleo familiar” (S5). En resumen: “aunque yo no recibí mucha ayuda de ellos, ellos siempre quieren lo mejor para mí y me han ayudado” (S5).

En la categoría 5, “Agentes externos”, se describen los aportes recibidos de personas ajenas a las familias, que han sido significativos, tales como Don Omar; no obstante, en general, reportan poco apoyo por parte de los miembros de la comunidad: “el barrio no ha influido en nada, en absolutamente nada, lo que ha influido es mi familia y el grupo artístico” (S2). En contraste, comentan que ellos si han aportado a las personas de la comunidad, del barrio, indiciando que estos: “se sorprendían porque ya yo no era el mismo de antes, empezar a trabajar con algo que le brindara a la comunidad otra forma de invertir su tiempo, somos personas diferentes, personas que le estamos apostando al cambio” (S4). Por ello, uno de los jóvenes comenta, con orgullo, que: “nosotros llenábamos de arte Carpinelo, niños que antes no sabían que hacer ya están bailando con nosotros, las familias ven el cambio y ya mandan más niños” (S6). Al respecto, uno de ellos reporta que. “por ahí dice una frase muy valiosa para nosotros: podrás sacar a un hombre de la calle, pero nunca la calle de un hombre, utilizamos esa calle que ya tuvimos, para influir en los niños” (S1). En ese orden de ideas, S1 explica que: “la gente le tiene miedo al barrio”, pero: “cuando nosotros empezamos a hacer estos eventos que viene gente de otros países, de otras ciudades, sin el pensamiento de que miedo” (S1), aportan a la transformación de los estereotipos y prejuicios sociales que marginan a la comunidad entera.

Este problema de los prejuicios representó uno de los mayores obstáculos que estos jóvenes superaron, pues aun cuando ellos mismos se consideraban en el pasado como: “la peor calaña, la peor mierda que se pudo haber cagado, éramos una banda donde manteníamos tomando, peleando” (S2), posteriormente se produce una resignificación de la historia propia y de la identidad; es decir, una transformación personal y social, pues:

Ellos [la gente del barrio] al ver que el arte estaba haciendo efecto en nosotros y empezamos a crear, cuando empezamos a transmitir ese cambio a los demás, como niños, jóvenes, y empiezan a ver lo positivo, uno se siente bien ver que la comunidad ya cambia la forma de pensar y empiezan es a apoyarnos y a respetarnos, y ya no les da miedo si los hijos se juntan con nosotros, porque saben que ya no los vamos a llevar por un mal camino. (S2)

Por otra parte, los jóvenes destacan la falta de apoyo de parte del Gobierno y la empresa privada, por lo cual en principio solo reconocen el apoyo de Ciudad Don Bosco, y en especial el programa Derecho a soñar; secundariamente, informan del escaso apoyo de la acción comunal y el apoyo que ofrece la Institución Educativa La Candelaria, pues les prestan el espacio físico para entrenar en las noches. Del apoyo estatal solo mencionan las convocatorias para presentar proyectos, algunas de las cuales han ganado.

Por último, la categoría 6: “danza”, retoma el asunto de los prejuicios y estereotipos, pues al empezar a dedicarse a estas actividades artísticas, al baile, ellos mismos empiezan a cuestionar tales estereotipos que no les permitían tener una visión diferente de ellos mismos, más positiva y que les ofreciera un posible futuro como artistas. Al respecto, uno de ellos comenta que: “en red Bull solo podían participar los que tuvieran zapatos Nike, zapatos la coste, y uno por ser estrato muy bajo tenía zapatos venus, entonces no podía participar (…) que no podían bailar, que eran ustedes allá y nosotros acá” (S4), mostrando así la exclusión y marginación de que eran víctimas, al tiempo que ellos mismos se excluían. Por ello, uno de los jóvenes explica que:

No es solo bailar, es algo más, es historias de vida y como salir adelante, entonces nosotros teníamos muchos vicios, mañas, drogas, de todo la mayoría del grupo, pero con el programa derecho a soñar comenzamos como a cambiar eso ya después de un tiempo decidimos comenzar a dar clases, porque nos dijeron ustedes tiene la habilidad, la experiencia de haber vivido muchas cosas y haber cambiado, ustedes deberían dar, ofrecer esta misma oportunidad que se les dio a ustedes a otros niños, y nosotros dijimos ve tiene hasta la razón vamos a ver qué pasa. (S2)

Otra evidencia de los prejuicios propios, que parten de estereotipos sociales, es el siguiente comentario:

Hay mucha gente que te está mirando para ver cómo estás trabajando, cualquier cosita mínima que hagas te la van a juzgar, entonces eso nos motiva más a nosotros, esas personas que creen que no vamos a ser capaz con nuestros sueños. (S3)

De otro lado, algunos comentarios apoyan la idea de que el prejuicio hacia sí mismo se fue cuestionando a lo largo del proceso: “yo sentía que yo tenía la capacidad de hacer muchas más cosas, y que si alguien lo había logrado yo por qué no” (S4). Otra evidencia de los prejuicios y estereotipos es la siguiente: “la gente puede decir es que usted baila eso tan bobo no, eso es como ofenderlo a uno, porque es algo que está más en el interior de uno cierto” (S2).

Discusión

El análisis de la categoría 1 revela el hecho de que estos jóvenes perciben el colectivo como una escuela y como labor social-educativa que han heredado de su paso por el programa institucional de Don Bosco, siendo fundamental el hecho de que esto les ha permitido construir una identidad como “multiplicadores de saberes”, entre los cuales destacan el baile y la cultura breaking (ligado al Hip-hop), específicamente una identidad yoica y psicosocial (Erikson, 1957, 1968; Freud, 1921/2008; Garcés Montoya et al., 2007; Garcés, 2009; Patiño, 2006). Es importante enfatizar la distinción que los jóvenes hacen entre baile y danza, pues esta última implicaría aspectos técnicos, mientras que el baile enfatiza los vínculos y la convivencia. Es que, aunque inicialmente se reunían más para “pasar el rato” en algo agradable como la danza[5], posteriormente, una vez aprendidas las técnicas, la danza se fue tornando en baile y en una transmisión de lo aprendido a otros (Torres, 2009). Así mismo, ellos comentan que el nombre del programa al que asistían en Ciudad Don Bosco fue colocado por ellos, a saber: “Derecho a soñar”, lo cual es relevante, pues pone de manifiesto el sentido de pertenencia y el lazo simbólico (la identificación) que ellos tienen con este programa y con la Institución, de modo que incluso los más jóvenes del colectivo (que no participaron del programa institucional en cuestión) sienten un lazo o vínculo con dicho proyecto y con el personal que allí labora.

En ese orden de ideas, es posible señalar que la eficacia de este tipo de proyectos y programas está vinculada a la participación activa de los usuarios de tales proyectos, pues de esta manera, al ser partícipe de su construcción y ejecución, se logra crear y mantener un vínculo de trabajo conjunto, que puede durar más allá del tiempo establecido para lograr objetivos en cualquier institución (Garcés, 2009; Torres, 2009). Además, ellos informan que el reunirse a bailar también les permite una forma de expresión que actúa como una liberación, es decir, una catarsis emocional, similar a lo que ocurre en una psicoterapia individual o grupal, así como también les permite alejarse parcial y temporalmente de la realidad displacentera (Freud, 1930/2008), referida a las notables carencias económicas y a las problemáticas psicosociales del entorno; en otras palabras, permite olvidarse parcialmente de los problemas propios. Estos jóvenes utilizan un lenguaje propio, señas, símbolos, que tiene sentido o significación para ellos y para quienes hacen parte de la cultura Hip-hop, por lo cual el colectivo es también un espacio de comunicación juvenil (Garcés, 2009; Patiño, 2006; Patiño et al., 2005; Wigman, 2006), en el cual hay lazos de amistad entre los miembros, en tanto se consideran a sí mismos como una familia simbólica (no por consanguineidad), en la que todos importan y se aceptan incondicionalmente. Esto implica que, aun cuando existen unos miembros fundadores que son reconocidos como líderes del colectivo, esta agrupación tiene una organización con una estructura jerárquica en la cual los roles no son fijos y pueden relevarse.

El análisis de la categoría 2 evidencia que inicialmente la principal motivación que tuvieron estos jóvenes para asistir y adherirse al programa institucional fue la asistencia alimentaria (complemento), el “refrigerio” que ofrecen luego de realizar las actividades psicosociales con los profesionales de la institución, lo cual resulta lógico al considerar las fuertes carencias económicas que han experimentado en sus hogares y comunidades. En ese sentido, el programa no tiene un carácter asistencialista, pues utiliza la asistencia alimentaria para crear un vínculo con ellos que posteriormente permite obtener los logros esperado; es decir, generar en ellos reflexiones y competencias para adquirir hábitos y estilos de vida más saludables que les aporten al desarrollo personal y profesional autónomo. De ese modo, se entiende que el éxito de estos programas también está influenciado por la concepción y el uso que se hace de las ayudas alimentarias en los diferentes programas con poblaciones vulnerables, muchos de los cuales suelen crear el conocido fenómeno del “asistencialismo” que genera dependencia y obtura las posibilidades de que las personas y comunidades se empoderen de sus procesos de vida y su futuro. En Ciudad Don Bosco esta asistencia alimentaria no es concebida como una simple forma de saciar temporalmente el hambre, sino como un motivador psicológico que permite crear un lazo de confianza entre los usuarios y los profesionales de la institución; razón por la cual, el refrigerio permitió luego la emergencia de una razón o motivación más fuerte, a saber: la posibilidad de tener un futuro diferente al de los jóvenes del sector, alejados de las drogas y la criminalidad; es decir, de tener un proyecto de vida positivo, a través del aprendizaje de nuevos saberes, artes y oficios, en este caso, actividades artísticas, específicamente la música y el baile breaking.

De ese modo, al cuestionarse sobre el uso inadecuado que ellos mismos hacían del tiempo libre en el pasado, estos jóvenes se enfocaron en actividades artísticas institucionales, que actuaron como un factor protector frente a las mencionadas problemáticas psicosociales que aquejan la juventud del sector (Garcés, 2009; Ochoa, 2006; Torres, 2009), pues muchos ahora derivan un sustento para ellos y sus familias, a partir de la aplicación de saberes y habilidades adquiridas y potenciadas en el programa institucional, que, como puede verse, promueve la autonomía y la independencia.

Ahora bien, para que el refrigerio (así como la asistencia en pasajes de transporte, uniformes, entre otros) permitiera crear lazos de confianza con el personal de la institución, y que ello luego favoreciera el cuestionamiento sobre el uso del tiempo libre y la proyección a futuro, fue indispensable que los profesionales mostraran una actitud empática hacia estos jóvenes, que como ya se dijo, típicamente son estigmatizados como delincuentes e ignorantes, y, por ende, objeto de exclusión de posibilidades de empleo y desarrollo personal y comunitario. Este factor, la empatía del personal, es privilegiado por estos jóvenes, pues determina la posibilidad de que se cree un vínculo honesto de confianza o un vínculo hipócrita motivado por el asistencialismo; en otras palabras, permite un verdadero “enganche” de los jóvenes usuarios del programa. Es que la empatía promueve los procesos de identificación y con ello la instauración de vínculos emocionales, lo cual explica que estos vínculos empáticos son más fuertes con aquellas personas con las que la identificación es mayor (Erikson, 1957, 1968); por ejemplo, en este caso, los jóvenes sentían mayor confianza y empatía con un líder del sector: el “pa” Omar, que también fue usuario de programas de Ciudad Don Bosco, pues además de ser vecino y vivenciar las mismas problemáticas psicosociales que ellos, también vivenció la experiencia institucional, creando una doble identificación.

En cuanto a los factores que mantuvieron la motivación para asistir al programa a lo largo del tiempo, una vez creado el vínculo de confianza, ellos resaltan que el programa les ofrecía posibilidades de vida más funcionales y adaptativas a futuro, pero además podían profundizar en los conocimientos sobre el break dance, como técnica y como cultura, pues ello les llevo a familiarizarse con la cultura neoyorquina en la que surge el rap, el Hip-hop y el break dance en las barrios pobres de esta metrópoli norteamericana, creando así nuevos procesos de identificación (más globales o universales) que influenciaron notablemente las nuevas identidades que estos jóvenes construyeron en el marco de la elaboración de sus nuevos proyectos de vida (Erikson, 1957, 1968; Garcés, 2009; Patiño, 2006; Patiño et al., 2005; Torres, 2009).

Al revisar la categoría 3 se observa que los principales factores que desmotivaban a estos jóvenes para asistir a este programa y persistir en el proceso de cambio y desarrollo personal fueron variados, destacándose la pobreza y el desempleo (que implican el fenómeno del hacinamiento); seguidamente, la violencia, ligada a la delincuencia (grupos ilegales armados), y la venta (plazas) y consumo de drogas[6] (principalmente ilegales, pero también el alto consumo de alcohol); finalmente, factores como los problemas de servicios de salud y educación. Ahora, la violencia que se presenta en el sector ha creado un estigma social mediante el cual se marginaliza y excluyen las personas de esta comunidad (Garcés, 2009; Torres, 2009), puesto que muchas personas temen subir al barrio donde ellos ejercen su labor artística, debido a los temores por las fronteras invisibles y demás riesgos reales, que a menudo son exagerados en los imaginarios colectivos, generando así una exclusión de todo un sector de la sociedad, con el que la otra parte de la gente de la ciudad de Medellín no quiere tener vínculo alguno por la presencia de grupos violentos, a los cuales estos jóvenes aprendieron a adaptarse, a convivir con los violentos.

Respecto de la categoría 4, que trata acerca de las familias de las que provienen estos jóvenes, es notable que estas influyen positiva y negativamente, o que paradójicamente actúan como factor de riesgo y de protección. En general se encontró un núcleo familiar compuesto por integrantes de varias familias (reconstruidas, los tuyos, los míos y los nuestros), donde se suele incluir los abuelos y la figura del padrastro, siendo constante la ausencia (física o funcional) de la figura paterna. Es constante la ausencia de expresiones afectivas amorosas, y en cambio es común la expresión frecuente de la agresividad (violencia) física y verbal, lo cual genera problemas de comunicación (factor de riesgo). En cuanto a la distribución de roles, la figura materna se hace cargo de la alimentación y el aseo, rol que en ocasiones es relevado por los hijos, quienes también relevan al padre en su rol de proveedor, lo que resta tiempo para asistir al programa y al Colectivo (factor de riesgo). El manejo de la autoridad suele ser compartida entre la figura materna (o sus subrogados: la abuela, la tía, la madrastra) y paterna, siendo modelos inadecuados para el desarrollo de la personalidad, pues promueven la identificación a rasgos de personalidad agresivos y violentos que dificultan la adaptación (factor de riesgo). Algunos reportan que la figura materna en realidad no representa la autoridad, pues en algunos el hecho de tener que trabajar para sostener el hogar impide que ella pueda ejercer la crianza de forma adecuada, al tener que destinar gran parte de su tiempo en actividades laborales, descuidando la vigilancia y control de los hijos en un sector donde abundan las problemáticas psicosociales para los niños y jóvenes, que a menudo se crían en la calle, quedando expuestos a múltiples factores de riesgo presentes en la comunidad.

En resumen, la crianza de estos jóvenes estuvo marcada por las carencias, la pobreza y la violencia intrafamiliar, factores de riesgo que siguen presentes en muchos hogares de los jóvenes del sector. Sin embargo, a pesar de los problemas de expresión de afectos, comunicación, manejo de la autoridad y pautas de crianza, estos jóvenes destacan el hecho de que la figura materna ha representado un apoyo (factor protector); en contraste, la figura paterna no se considera un apoyo para el proyecto de vida ligado al baile. Ahora, aun cuando la figura materna es considerada como un apoyo, en general estos jóvenes reportan que el apoyo familiar para persistir en el proyecto del grupo de baile fue inconstante (factor de riesgo), pues en general las familias preferían que ellos ocuparan el tiempo libre trabajando para aportar al sustento de la familia, en vez de asistir al programa o al colectivo, debido a la pobreza que caracteriza estos hogares.

El análisis de la categoría 5, por su parte, revela que el apoyo externo ha sido mínimo, lo cual actúa como factor desmotivador, pues pone de manifiesto nuevamente el problema de la estigmatización, de la creación de estereotipos que promueven la exclusión y marginalización de personas y comunidades (Garcés, 2009; Torres, 2009). Señalan que aun cuando ellos no recibieron inicialmente ningún apoyo de la gente del barrio, de la comunidad, ahora ellos ofrecen oportunidades de desarrollo a sus miembros, debido al sentido de pertenencia que tienen hacia la misma comunidad, que ahora empieza a reconocer la importancia de la labor social que estos jóvenes realizan a través del arte, de modo que el factor desmotivador se ha convertido progresivamente en un factor motivador para persistir en el cambio y el desarrollo personal, grupal y comunitario.

Así mismo, esto ha permitido que por medio de su labor se cuestionen y transformen parcialmente los estereotipos y prejuicios sociales que marginan a la comunidad (Garcés, 2009; Patiño, 2006; Torres, 2009) entera, de modo que ahora reciben invitaciones para participar en proyectos y programas de la Alcaldía de Medellín, en vez de ser objeto de exclusión, pues en el pasado la sociedad, el Estado y la institucionalidad les “daban la espalda” o los marginaban, por lo cual principalmente reconocen el apoyo de Ciudad Don Bosco, en especial el programa Derecho a soñar, y el apoyo que ofrece la Institución Educativa La Candelaria, al prestar el espacio físico para entrenar en las noches. Este problema de los prejuicios representó uno de los mayores obstáculos que estos jóvenes superaron, pues aun cuando ellos mismos se consideraban, en el pasado, como potenciales delincuentes o drogadictos, posteriormente se produce una mutación de la identidad yoica y psicosocial (Erikson, 1957, 1968; Patiño, 2006).

Para finalizar, el análisis de la categoría 6 revela que la transformación personal y grupal de estos jóvenes estuvo influida por la posibilidad que les ofrecieron los profesionales del programa institucional de cuestionar la propia identidad yoica y psicosocial negativa como estrategia para construir procesos de identificación con estos jóvenes, para que así emergieran nuevas identidades (Erikson, 1957, 1968; Garcés, 2009; Murillo, 2011), más positivas, asociadas al arte, al baile, que permitieron superar los prejuicios y estereotipos sociales ligados a la marginalidad y a la exclusión, pues al aprender estos nuevos oficios y artes dejaron de concebirse o representarse como vagos, viciosos, criminales o gamines, para verse a sí mismos como artistas, bailarines, líderes sociales, entre otros significantes que se refieren al ejercicio de un rol valorado socialmente como positivo, y que genera inclusión y desarrollo personal.

En ese orden de ideas, los hallazgos de esta investigación confirman lo encontrado por Aguilera et al. (2010), Murillo (2011), Rodríguez (2012), Coronado et al. (2014), Suárez (2014) y Rojas (2019), pues evidencian la influencia del arte, del break dance y las culturas Hip-hop y rap en los procesos de reflexión, cuestionamiento sobre sí mismo y, en general, en el cambio psicológico en los jóvenes, al promover el desahogo emocional y la expresión de pensamientos, la transformación de la identidad personal, el reconocimiento social y las posibilidades de construir un proyecto de vida, especialmente en los jóvenes que pertenecen a las comunidades marginales, tal como se observa en Gonzáles y Paniagua (2009) o en el estudio de Muñoz y Martín (2010), siendo un nuevo hallazgo el uso del complemento alimenticio como estrategia de “enganche” de los jóvenes. Los hallazgos presentados, además confirman la idea de que estas expresiones artísticas (danza y música) representan herramientas de transformación personal y social, por su valor psicopedagógico, simbólico, sobre todo en sectores juveniles de la población; planteamientos que aparecen desde finales del siglo XX en las investigaciones de Lapierre y Aucoutourier (1983) y Levy et al. (1995), pero también en las más recientes de Moraga y Solórzano (2005), Patiño et al. (2005), Patiño (2006), García (2006), Ochoa (2006), Garcés Montoya et al. (2007), Ahassi (2008), Garcés (2009), González y Paniagua (2009), Torres (2009), Walls (2009), Muñoz y Martín (2010), Aguilera et al. (2010), Murillo (2011); Rodríguez (2012), Coronado et al. (2014), Suárez (2014), Ey (2014), Barrera y Ortiz (2017) y Rojas (2019).

Por ello, a diferencia de los estudios sobre la danza movimiento terapia (Levy et al., 1995; Rodríguez y Dueso, 2015; Wengrower y Chaiklin, 2008), en esta investigación se muestra que el efecto terapéutico no se reduce a la catarsis emocional ni a los procesos psicofisiológicos involucrados en la danza, pues involucran aspectos más psicosociales que permiten reconfigurar las identidades individuales y grupales, tal como habían señalado anteriormente Rodríguez y Dueso (2015). Al respecto, un aporte de esta investigación es la importancia del vínculo en estos procesos artísticos, pues como se mostró, la empatía de los terapeutas permitió “enganchar” a los jóvenes, evitando asumir posturas asistencialistas y moralistas, que perpetúan los prejuicios y estereotipos, y con ello la exclusión social y la dificultad para que los jóvenes puedan ser cuestionados terapéuticamente por los profesionales y/o practicantes que los atienden con actitudes antipáticas, que no hacen parte del rol como profesional y que generan desconfianza en el vínculo y, por ende, promueven las resistencias al cambio psicológico.

En ese sentido, los hallazgos cuestionan la idea de que los tratamientos institucionales crearían sujetos institucionalizados, ya que, al no adoptar una visión deficitaria, de carencia, de vulnerabilidad o marginalidad que oculte las potencialidades de estos jóvenes, este tipo de intervenciones promueve la autonomía y la independencia de los usuarios de estos programas, tal como afirman Castrillón Osorio et al. (2018) en su investigación sobre el cambio en niños institucionalizados. Esta perspectiva de trabajo con los jóvenes aportaría elementos para cuestionar la paradójica concepción de la juventud, según la cual esta es considerada por los adultos como el futuro de la sociedad y, al mismo tiempo, como una peligrosa amenaza social (Fernández et al., 2015; Fernández y Uribe, 2015), lo que podría representar servicios de mejor calidad para estos sectores de la población y, por ende, factores protectores, tal como afirma el estudio de Torrado et al. (2021) sobre la delincuencia juvenil.

Conclusiones

El proceso de cambio psicológico y comportamental de los jóvenes del colectivo Nativos estuvo influenciado por diversos factores, cuya incidencia es diferente. En principio, el motivador principal fue la asistencia alimentaria, la cual no fue otorgada desde posturas asistencialistas para saciar el hambre de estos jóvenes con significativas carencias económicas, sino que dicha asistencia fue utilizada como un motivador psicológico para “enganchar” los “usuarios” del programa, razón por la cual se recomienda hacer uso de estas estrategias en los programas con jóvenes, pero evitando adoptar posiciones asistencialistas que favorecen la dependencia y obstaculizan el empoderamiento de los sujetos. En segundo lugar, la empatía de los profesionales del programa favoreció la instauración de vínculos de confianza con los jóvenes, que permitieron a los primeros cuestionar los estilos de vida, el uso del tiempo libre y la proyección a futuro que tenían los miembros de Nativos al ingresar al programa, de modo que en vez de generar una resistencia ante tales cuestionamientos y, por ende, un obstáculo en el proceso psicoterapéutico (o su deserción), se produjo una reflexión y análisis sobre el propio proceso de vida, lo cual condujo al reconocimiento de la necesidad de cambiar, de los beneficios que obtendrían al abandonar dichos estilos de vida disfuncionales y aprender artes y oficios que les permitirían transformarse como personas miembros de una comunidad, de una sociedad. Esta influencia de la empatía en los vínculos es más evidente cuando los procesos de identificación actúan; por ejemplo, el vínculo con el “Pa Omar”, fue más fuerte y estrecho que con los profesionales de Ciudad Don Bosco, debido a que este no solo fue usuario del mismo programa (como ellos), sino que también este hace parte de su comunidad, por lo cual lo consideran como “uno de ellos”.

En ese sentido, el mecanismo psíquico de la identificación favoreció el cuestionamiento de la identidad yoica y psicosocial, según la concepción de Erikson, de modo que ante los factores de riesgo, ligados a los prejuicios, estereotipos y la marginación y exclusión que le son correlativas, las identificaciones gestadas con los trabajadores y profesionales del programa les ofrecieron la posibilidad de concebirse de forma diversa, de crear y creer en una nueva identidad que reconstruye la anterior, que estaba soportada con identificaciones previas a la figura del delincuente, del vagabundo, entre otros modelos identificatorios que abundan en el sector donde habitan. Sumado a lo anterior, el hecho de que el personal de la institución permitiera que los jóvenes fueron sujetos activos (en contraste con la visión médica del paciente), se apropiaran y empoderaran del programa que se les ofrecía como usuarios, creó un sentido de pertenencia con el mismo que favoreció el empoderamiento, pues reforzó la confianza depositada en los jóvenes y la posibilidad del cambio personal.

De ese modo, aun cuando en el barrio las problemáticas psicosociales siguen presentes y continúan actuando como factor de riesgo, de desmotivación para persistir en el cambio hecho, estas ya no tienen la misma influencia sobre los sujetos, pues en ellos se ha reconfigurado la estructura de personalidad, siendo más firme y estable, en contraste con la típica crisis de identidad que se experimenta en la adolescencia y que en estos jóvenes les llevó a identificarse inicialmente con roles psicosociales considerados negativos (el bandido, el vago, entre otros). Ahora está más consolidada la identidad personal, además de que está soportada sobre ideales socialmente valorados como positivos. Al respecto, es importante reconocer la influencia positiva del vínculo que estos jóvenes establecieron con la directora de Investigaciones de la Institución en cuestión, Dra. Claudia Tamayo, pues luego del egreso de ellos del programa, debido a que ya eran mayores de edad (el programa es solo para jóvenes hasta los 18 años), ella continuó apoyándolos, gestionando recursos y haciendo contactos para que el grupo juvenil pueda crecer y ofrecerle a cada uno de sus miembros la posibilidad de derivar un sustento para ellos y sus familias, a través del arte (concursos, presentaciones, entre otros). Mediante este apoyo a los jóvenes, que implica mantener la confianza en el cambio psíquico y comportamental producido, ella “confirma” a estos jóvenes en la nueva identidad que han construido como bailarines, como artistas y como líderes sociales de su comunidad, permitiendo así que se consolide la identidad positiva que facilita la inclusión en el contexto social.

Cabe señalar que el tipo de expresión artística (break dance) que ayudó a promover este notable cambio en los jóvenes, facilita la expresión de sentimientos y pensamientos (tal como se mostró al revisar los estudios sobre la danza movimiento terapia), de forma semejante a la catarsis que se produce en los procesos psicoterapéuticos realizados en los consultorios psicológicos, siendo necesario reconocer que la transformación, la reconfiguración o restructuración de la personalidad, no se produce exclusivamente en estos dispositivos clínicos, sino que estos procesos de cuestionamiento, reflexión y cambio personal también operan en espacios grupales, sociales. Por esta razón, el Estado, pero también la ciencia, deberían promover este tipo de actividades al interior de los programas y campañas diseñados para intervenir poblaciones consideradas como vulnerables, en este caso, los jóvenes que habitan en sectores marginales de la ciudad.

Por todo lo anterior, se recomienda promover el diseño y ejecución de estos programas en las instituciones, públicas o privadas, que trabajan con niños y adolescentes, de modo que la experiencia de Ciudad Don Bosco pueda ser replicada en otras instituciones, en otras ciudades y en otros países, orientando estos programas hacia el empoderamiento y la autonomía de los sujetos, grupos y comunidades. Por último, se recomienda ofrecer apoyo a grupos y colectivos de jóvenes creados por ellos mismos como estrategia de desarrollo personal y social, tales como Nativos, pues estas agrupaciones de jóvenes a menudo no cuentan con el apoyo económico del Estado (por su condición de mayoría de edad) ni de la empresa privada para financiar sus proyectos y poder seguir realizando esta importante labor que aporta al desarrollo personal y a la reconstrucción del tejido social en Colombia.

Material suplementario
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