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Recepción: 06 Agosto 2022
Aprobación: 16 Noviembre 2022
DOI: https://doi.org/10.7764/eure.50.149.11
Resumen: El siguiente artículo propone abordar las prácticas espaciales de apropiación del entorno barrial de migrantes haitianos residentes en las comunas de Estación Central y Quilicura de la ciudad de Santiago, Chile. Se plantea indagar, desde una metodología etnográfica que combina biografías migrantes y mapas cognitivos, sobre los posibles conflictos y/o tensiones en relación con los usos del espacio barrial derivados de las prácticas espaciales desplegadas por migrantes que habitan barrios centrales ubicados en las inmediaciones de la comuna de Estación Central, así como de aquellos que durante los últimos años han poblado comunas periféricas de la ciudad de Santiago, como es el caso de la comuna de Quilicura. Los principales resultados apuntan a la relevancia de las adscripciones religiosas y vida sociocultural en el entorno barrial como estrategias de adscripción barrial, en un contexto en el que se ponen en juego las tensiones asociadas a los procesos de desterritorialización y reterritorialización asociados al fenómeno migratorio.
Palabras clave: migración, imaginarios urbanos, vivienda.
Abstract: The following article proposes to address the spatial practices of appropriation of the neighborhood environment of Haitian migrants living in the Estación Central and Quilicura communes of the city of Santiago. It is proposed to investigate from the ethnographic perspective, on possible conflicts and/or tensions in relation to the uses of neighborhood space resulting from spatial practices deployed by migrants living in central neighborhoods located in the vicinity of the Estación Central commune, as well as those who in recent years have populated peripheral communes of the city of Santiago, as is the case of the commune of Quilicura. The main results point to the relevance of religious ascriptions and sociocultural life in the neighborhood environment as neighborhood affiliation strategies in a context where the tensions associated with the processes of deterritorialization and reterritorialization –themselves linked to the migratory phenomenon– are put into play.
Keywords: migration, urban imaginary, housing.
Introducción
La unión de lo próximo y lo lejano, propia de toda relación humana, adquiere en el fenómeno del extranjero una configuración que puede resumirse de este modo: si la distancia dentro de la relación significa la lejanía de lo cercano, el extranjero significa la cercanía de lo lejano. El ser extranjero constituye, naturalmente, una relación perfectamente positiva, una relación, una forma especial de interacción. Los moradores del planeta Sirio no nos son en verdad extranjeros – al menos no en un sentido sociológico: no existen para nosotros, están más allá de lo cercano y lo lejano. El extranjero es un elemento del grupo, como también son los pobres y los distintos ‘enemigos interiores’.
Fuente: Georg Simmel, El extranjero: sociología del extraño (2012).
El siguiente artículo aborda el fenómeno de la vida barrial de migrantes haitianos residentes de las comunas de Estación Central y Quilicura, en Santiago de Chile, desde la perspectiva de las prácticas espaciales del entorno barrial, a partir de una investigación etnográfica realizada entre los años 2016 y 2017 en el marco del proyecto “Inmigración y vida barrial. Prácticas de apropiación espacial de migrantes haitianos en barrios céntricos y periféricos de Santiago”1 y de los hallazgos iniciales del primer año de ejecución del proyecto “Vida cotidiana y espacio doméstico en contexto de pandemia: Redefiniciones del habitar de migrantes haitianos en campamentos y barrios de Estación Central y Quilicura”2. Interesa ahondar en las prácticas espaciales en aquellos barrios donde coexisten diversas percepciones culturales y sentidos asociados al espacio barrial, considerando desde el punto de vista simbólico las negociaciones que se despliegan en la vida cotidiana y especialmente en las formas de entender el entorno y las relaciones con los otros.
Cabe resaltar que el fenómeno de la migración constituye un proceso dinámico y complejo que ha sido abordado mediante múltiples lecturas disciplinares.3 Desde una perspectiva más específica, el texto se inscribe en el contexto de los estudios urbanos con énfasis en los elementos subjetivos que configuran la realidad urbana, en particular aquellos que consideran el rol de los imaginarios sociales en la conformación de la ciudad, destacando el papel que desempeñan los elementos socioculturales vinculados al espacio urbano, así como al rol de las subjetividades y las narrativas visuales (Lindón, 2007; Silva, 2006). Se considera además la importancia de la “espacialidad en la vida cotidiana en personas con alta movilidad”, destacando los debates sobre las distinciones de las perspectivas geográficas y antropológicas en torno al denominado espacio transnacional (Lindón, 2007, p. 85). Por otra parte, junto con lo anterior, se incorporan a la discusión teórica aquellas aproximaciones vinculadas a la vida barrial (Gravano, 2003; Mayol, 1999), así como a la relación entre vida barrial, vivienda, migración y espacio urbano (Garcés, 2006; Margarit & Galaz, 2018; Zapata, 2020) y el rol de los procesos de desterritorialización en el que se dan los fenómenos migratorios contemporáneos (Appadurai, 2001; Haesbaert, 2004; Ortiz, 1996).
Se propone como hipótesis que las prácticas de apropiación del espacio barrial dan cuenta de adscripciones culturales particulares, las que expresan potenciales tensiones en los usos y sentidos otorgados al espacio. Específicamente se plantea que las prácticas de apropiación espacial desplegadas por migrantes haitianos en las comunas de Estación Central y Quilicura generan potenciales disputas con la población local por los usos y sentidos del espacio, que implican procesos de reelaboración y reterritorialización a partir de sus prácticas cotidianas.
Características de la migración haitiana en Chile
Uno de los elementos que cobra especial relevancia en la comprensión del fenómeno migratorio de los últimos años es su impacto en las transformaciones económicas y demográficas en los territorios locales, en los cuales es posible evidenciar los procesos de integración y exclusión social de la población migrante a nivel barrial. Al respecto, Arriagada (2012, p. 8) sostiene que la política nacional de desarrollo urbano, elaborada el año 2012, instaló como una de sus prioridades el tema de la integración social a nivel de las ciudades, y la incorporación de cuestiones migratorias dentro de las agendas locales y del organigrama municipal, en comunas como Santiago, Recoleta y Quilicura.
Estación Central, Quilicura, Independencia y Recoleta constituyen las comunas que han recibido la mayor cantidad de población haitiana, siendo Quilicura la que contiene la mayor concentración. Según datos de la Secretaría Regional Ministerial de Desarrollo Social y Familia, Región Metropolitana de Santiago (2021), la comuna de Estación Central tiene un total de 10.026 habitantes de nacionalidad haitiana y Quilicura un total de 13.860 (p. 7), cifras que se han mantenido relativamente estables desde el año 2018 y que en el caso de Estación Central ha sido fuertemente superada por la migración venezolana, que supera las 20.000 (p. 6).
Según datos de extranjería, entre los años 2005 y 2015, un 60% de la población haitiana residente en Chile estaba conformada por hombres y un 40% por mujeres, siendo la Región Metropolitana la que concentraba un 98% de esa población, mientras el 91% de las visas que les habían sido otorgadas constituían visas de empleo. Desde el punto de vista de los rangos etarios, un 44% tenía a la fecha entre 15 y 29 años, y un 43% entre 30 y 44 años (Departamento de Extranjería y Migración [DEM], 2015).
Al respecto, es interesante destacar el rol que desempeñan las instituciones a nivel local, las cuales dan cuenta de la presencia del Estado y del papel que este desempeña en la vida social y comunitaria de la población migrante en las comunas de residencia. Palma y Ruiz-Tagle (2018), en esta línea, destacan el rol que cumplen dichas instituciones en barrios marginales a partir del conjunto de dispositivos que afectan las relaciones entre la población migrante y la población local, en tanto que “manejan buena parte de las posibilidades materiales y simbólicas de sus residentes” (pp. 59-61). Los autores señalan que el paradigma geográfico institucional, además de considerar las estructuras organizacionales-espaciales y necesidades formales, permite analizar lo que denominan el ambiente institucional, que incluye la relación entre los mecanismos de control y las experiencias cotidianas de los sujetos en el espacio (Palma & Ruiz-Tagle, 2018, p. 60). Respecto del tipo de gestión institucional de la migración a escala local, los autores reconocen tres tipos de modelos: el de la asimilación, la interculturalidad y la multiculturalidad.
En el caso de Quilicura y Estación Central, cabe destacar que ambas comunas han sido reconocidas con el Sello Migrante,4 lo que las posiciona entre aquellas que han incorporado dentro de su gestión municipal el fenómeno migratorio, y ello a partir de un conjunto de iniciativas que apuntan a generar espacios de integración de la población migrante. Dichas iniciativas se articulan con las labores de otras instituciones presentes en ambas comunas, como el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) y las iniciativas socioculturales desarrolladas en conjunto con las iglesias y parroquias ubicadas en la localidad. Se expresa, además, a nivel de los establecimientos educacionales y jardines infantiles, así como en las labores de los Centros de Salud Familiar (CESFAM) a partir de los planes de salud orientados de manera específica a la población migrante. En el caso de la comuna de Quilicura, por ejemplo, destaca dentro de su Plan de Desarrollo Comunal (PLADECO) 2015-2020 la elaboración de un “Plan de Acogida y Reconocimiento de los Migrantes y Refugiados de la comuna de Quilicura”,5 enfocado en la integración de familias migrantes y de refugiados palestinos a la comuna. Además, en el Plan de Gestión de la comuna se declaran como una comuna multicultural (Municipalidad de Quilicura, 2016).
Por otra parte, en ambas comunas –Quilicura y Estación Central– la presencia de la migración haitiana a nivel institucional se plasma desde el punto de vista visual, a través de su presencia en tanto en murales como en fachadas de establecimientos educacionales o deportivos, así como en afiches, señaléticas o documentos de circulación comunal y fotografías de sus respectivos PLADECO.6
Inmigración, vivienda y vida barrial
Las relaciones socioespaciales desplegadas en el entorno barrial expresan las posiciones de los sujetos en la estructura social, las cuales encarnan estrategias de distinción social que dan cuenta de adscripciones identitarias, así como de convenciones sociales particulares respecto del modo de significar y practicar el barrio (Bourdieu, 2000; Buhr, 2018; Mayol, 1999). Por otra parte, se señala que las prácticas barriales ligadas a grupos migrantes se caracterizan, en el caso latinoamericano, por el surgimiento de prácticas discontinuas, entendidas como aquellas que se ven interrumpidas por el distanciamiento espacial respecto del país de origen, en especial las vinculadas con la rutina interior del espacio doméstico (Zapata, 2020). Por otra parte, el entorno barrial con población migrante destaca por la presencia de un paisaje urbano heterogéneo que da cuenta de un conjunto de desigualdades sociales, culturales y económicas, deviniendo en territorios polarizados y fragmentados. En tal condición, deben ser analizados a partir de factores socioterritoriales explicativos que incluyan tanto los elementos estructurales como los factores simbólicos que impactan sobre dichos procesos (Margarit & Galaz, 2018, p. 23).
Uno de los factores más relevantes asociados a estos procesos de fragmentación, se vincula con las condiciones de hacinamiento y deterioro de los entornos residenciales de las áreas centrales en los que habita la población migrante. Contreras y Palma (2015) señalan que “los espacios centrales, al concentrar un parque residencial deteriorado y tugurizado, genera condiciones de localización para hogares de bajos ingresos, convirtiéndose estos en faros para individuos y familias que inician el recorrido migratorio” (p. 46).
La experiencia migratoria y sus nuevas representaciones sociales se articulan en el juego del arraigo y del desarraigo. Lo problemático de la experiencia individual y colectiva de ser migrante radica en que, tanto el desarraigo como la discriminación hacia el extranjero, evidencian la vulnerabilidad a la cual está sujeto el migrante en términos de su bienestar, pero justamente esta condición vulnerable lo lleva a explorar los códigos que se manejan en este nuevo habitar (Márquez & Correa, 2015).
Desde el punto de vista de la experiencia migrante en su relación con el espacio, han sido claves los enfoques que han destacado la relevancia de los procesos de desterritorialización, que colocan una tensión en la construcción y definición de lo local. La población migrante deviene en actores que actualizan el ámbito local en diferentes espacios. Como señala Alejandro Garcés (2006), la experiencia migrante es de ruptura y desplazamiento en relación con su entorno de origen, lo que conlleva un permanente proceso de reespacialización en la ciudad de llegada (p. 11).
En esta línea, cobra sentido la perspectiva en relación con la desterritorialización que se hizo popular en los estudios culturales latinoamericanos, liderada por autores como Néstor García Canclini, Jesús Martín Barbero y Renato Ortiz. Por ejemplo, en relación con el análisis de los fenómenos migratorios, Renato Ortiz (1996) parte de la relación entre Estado y nación en el contexto de la globalización y lo que él llama mundialización de la cultura, la cual se caracteriza por su desplazamiento mediante los medios masivos de comunicación, que la lleva a traspasar las fronteras de la identidad nacional. En este sentido, la desterritorialización como concepto da cuenta de una relación de los sujetos con su espacio físico, vínculo que se ha modificado en el escenario actual de globalización y mundialización.
Por otra parte, Arjun Appadurai (2001) define la desterritorialización como un conjunto de transformaciones tecnológicas, migratorias, mediáticas y financieras (p. 21). Destaca el rol que en dicho proceso tienen los medios de comunicación y los procesos migratorios respecto de la sociedad tradicional, lo que ha llevado a nuevas formas de relación en donde desempeña un rol fundamental la imaginación en el marco de los procesos de desterritorialización de los grupos migrantes, entre los que sobresalen las prácticas culturales cotidianas. Al respecto, el autor señala la emergencia de los paisajes de la memoria, los que implican que “la construcción de una nueva cartografía, que supone la noción de desterritorialización y sus implicancias respecto de formas de organización político territorial, heredadas del siglo XIX, como el Estado-nación, no significa la eliminación de toda organización espacial” (Appadurai, 2001, p. 16).
En la misma línea Haesbaert destaca la dimensión política de la desterritorialización vinculada con la concepción del territorio como creación del Estado Moderno. Señala al respecto que la pérdida de soberanía del Estado se vincula con la pérdida de control sobre los flujos, mercancías, informaciones y personas a través del espacio, que lleva a la generación de una identidad cultural construida a partir del movimiento, la que da paso a la multiterritorialidad (Haesbaert, 2004, p. 185).
Biografías migratorias y mapas cognitivos en la configuración de la vida barrial de migrantes haitianos
La opción metodológica de este estudio se inscribe en el campo epistemológico de la perspectiva etnográfica a partir de la aplicación de las técnicas de biografías migratorias y mapas cognitivos, las cuales priorizan los sentidos y percepciones de los actores involucrados directamente con el territorio. El estudio se basó en una metodología de carácter cualitativo, sustentada en la aplicación de biografías migratorias y mapas cognitivos elaborados por migrantes haitianos de las comunas de Quilicura y Estación Central, que se inscriben tanto en el marco de una perspectiva etnocartográfica como en el de la cartografía crítica, entendida como un discurso espacial que tiene la capacidad de producir una imagen política del territorio (Montoya, 2007, p. 156).
En esta línea, las biografías migratorias complementan la cartografía crítica como técnica de representación visual dedicada a la producción de mapas, desempeñando ambas un importante rol en la producción del espacio. En su concepción tradicional, el mapa puede ser definido como “mapa-instrumento”, es decir, como dispositivo técnico de carácter informativo-práctico. Al respecto, Montoya (2007) destaca que el mapa en su versión crítica puede ser definido como “mapa imagen”, instrumento que incorpora un mayor nivel de abstracción a partir de la integración de la subjetividad como uno de sus elementos constitutivos (p. 157). Es en esta línea que los mapas cognitivos desempeñan un rol en la producción de la representación subjetiva del espacio migrante de Quilicura y Estación Central. Las biografías migratorias fueron realizadas a migrantes haitianos del sector Los Nogales en la comuna de Estación Central y del sector San Luis en Quilicura. Ambos sectores están compuestos por un conjunto de poblaciones en las que se concentra la población haitiana (Figura 1 y Figura 2).
En esta misma perspectiva teórico-epistemológico, Juan Manuel Diez y otros (2012) sostienen que la cartografía social constituye “‘un método de construcción de mapas –que intenta ser– colectivo, horizontal y participativo’. Esta particularidad, que a primera vista parece responder a la moda actual en los métodos de intervención e investigación, rescata los modos más antiguos de construcción de mapas: el colectivo” (p. 14). Es decir, el énfasis de un levantamiento cartográfico crítico-social se sustenta en un enfoque que cuestiona la mirada positivista en torno a la producción de mapas y la posibilidad de elaborar representaciones espaciales objetivas que no integran los procesos de significación y que, por tanto, no representan la realidad social. En esta línea, los mapas cognitivos constituyen una forma de representación cartográfica que recoge los sentidos, significados y percepciones de los propios migrantes en referencia a su relación con el entorno. Específicamente, en este artículo constituye una forma de representación que permite ahondar las distinciones percibidas por migrantes haitianos entre su vida barrial en Haití y en Chile, que complementa las narrativas elaboradas en las biografías migrantes.
En términos metodológicos, las implicancias de este enfoque crítico-social respecto de la representación etnocartográfica supone un modo particular de acercamiento a los fenómenos espaciales, que remite a un proceso de construcción del conocimiento de manera compartida. Para Diez et al. (2012), ello implica:
[un] fuerte intercambio de ideas, un debate sobre acciones, objetos, y conflictos; y finalmente un consenso. En ese momento, el mapa se transforma en un texto acabado que habla de un espacio compuesto por acciones y objetos en conflicto, pero escritos mediante un consenso. Esto es esencial, ya que el mapa tradicional carece de ese pasaje, siendo legitimado según quien lo construya, por un saber técnico-académico, gubernamental o militar. (pp. 14-15)
Casos de estudio y muestra
Cabe destacar que la investigación se llevó a cabo en dos sectores específicos de cada una de las comunas seleccionadas, correspondientes a aquellos en los que se concentra la mayor cantidad de población haitiana, tanto en Quilicura como en Estación Central. En el caso de la comuna de Quilicura, tal como se detalla en su Plan Regulador, la población haitiana se ubica principalmente en dos de sus macrosectores: Maestranza y San Luis. En este sentido, las biografías migratorias, así como los mapas cognitivos, fueron aplicados a residentes de San Luis (Figura 1). Por su parte, en el caso de la comuna de Estación Central, la población haitiana se emplaza mayoritariamente en las poblaciones Santiago I, Santiago II, La Palma y Los Nogales (Figura 2), que corresponden mayoritariamente al sector denominado genéricamente como Los Nogales, compuesto por un conjunto de poblaciones que se caracterizan por viviendas antiguas de fachada continua, las que han sido divididas en habitaciones que son arrendadas a familias haitianas; por tanto, corresponden a cités y conventillos. La macrozona San Luis de Quilicura, por su parte, está configurada por conjuntos de blocks de vivienda social que acogen a la población haitiana.
En relación con la selección de la muestra para la aplicación de las biografías migratorias y los mapas cognitivos, cabe mencionar que si bien originalmente se elaboró un criterio muestral que implicaba igual número de hombres y mujeres, dadas las dificultades asociadas a la barrera lingüística se consideró mayoritariamente a hombres haitianos. Al respecto, cabe mencionar que al momento en que se realizó la investigación muchos de los participantes del estudio llevaban pocos años en Chile, por lo que su manejo del español en esa época era bastante precario; por otro lado, las mujeres tienen mayor dificultad para el uso del español, dado que se quedan en casa al cuidado de los hijos, lo que limita las posibilidades de manejo de esta lengua.7 Las edades de las personas que participaron fluctuaban entre los 28 y 40 años a la fecha de la investigación.
De las personas seleccionadas para el estudio, se aplicaron nueve biografías migratorias, cinco en Quilicura y cuatro en Estación Central; y cinco mapas cognitivos, tres en Estación Central y dos en Quilicura, las que se detallan a continuación (Tabla 1).
Casa y barrio: diferencias entre la vida social de Chile y la de Haití
A partir de la aplicación de biografías migratorias a residentes de Quilicura y Estación Central, fue posible identificar un conjunto de elementos vinculados con el sentido de pertenencia, así como aquellos que permiten dar cuenta de características diferenciadoras entre Haití y Chile, definidas por los y las entrevistados/as. En un primer nivel de análisis, fue posible establecer ciertas características generales en relación con el contexto socioeconómico y político de ambos países. Estos elementos, si bien no hacen referencia directa a las prácticas barriales, permiten configurar un marco general en donde se inscriben las estrategias de reconocimiento y diferenciación que van dibujando la vida social en sus distintas dimensiones.
En este sentido, frente a la pregunta sobre la vida en Haití, Edmund, residente de Quilicura, señala como elemento diferenciador un aspecto relativo al modelo económico, destacando la presencia de una gran cantidad de “empresas” en Chile, a diferencia de los “negocios” característicos de la realidad haitiana. Estas “empresas” son percibidas negativamente frente a una suerte de romantización de los negocios haitianos, los que, si bien no generan ingresos altos, responden a una lógica económica libre de las restricciones del trabajo asalariado. Desde esta óptica, pese a que el modelo económico chileno se reconoce positivamente en función de las alternativas laborales que ofrece, al mismo tiempo se añora la vida en Haití. El ámbito laboral chileno se va configurando así desde una suerte de relato ambiguo en el cual se reconocen sus bondades a la vez que se identifican claramente sus restricciones.
Se vive distinto en Haití… Me gusta como se vive, porque no hay muchas empresas allá [transnacionales], porque la gente se financia con negocios, mucho negocio y además hay más negocios que empresas, y por eso… tú sabes que el negocio no se gana mucho… (Edmund François, 38 años, Quilicura)
En una perspectiva similar, pero con mayor énfasis en los aspectos negativos asociados al mundo laboral chileno, Voltaire, residente de Quilicura desde 2013, destaca las mayores exigencias que implica el trabajo en Chile, poniendo el acento en la compleja relación entre un sistema económico que, en comparación con la realidad laboral haitiana, permite obtener mejores ingresos, pero a la vez implica mayores exigencias en términos de la carga laboral.
Más o menos no me gusta el sistema de trabajo aquí en Chile, porque se trabaja más tiempo y más fuerte, es más pesado; el dinero está bien, pero yo trabajo mucho tiempo… (Voltaire Romulus, Quilicura)
La realidad socioeconómica se configura, por tanto, como un ámbito de diferenciación, que forma parte de las biografías migratorias de los entrevistados. Es posible, por tanto, establecer el impacto de las condiciones que se desprenden del trabajo asalariado sobre ámbitos de la vida práctica cotidiana, situaciones a las que se deben enfrentar los migrantes cuando llegan a Chile. Por otra parte, el ámbito laboral se ve tensionado en algunas de las biografías migratorias por la falta de posibilidades de ejercer la profesión original y tener que emplearse en labores o trabajos menos calificados, tal como destaca Sony, de Estación Central, respecto de su trayectoria laboral.
Ya yo tengo como más o menos tres años y medio… dos años y medio, y vengo acá en Chile, vengo a visitar primero, vengo a ver. Y cuando me quedo y después entra mi señora, y ahora tengo una hija... porque antes para llegar acá, yo tengo un cuñado acá, yo hablé con él, porque antes yo trabajaba allá en Haití, yo soy profesor de matemáticas y francés, sí. Yo me quedé acá, ahora estoy ayudando en un taller, tengo como dos años y medio también de trabajo y eso… nada. Y ahora ¡soy presidente del coro acá! de Chile. Sí. Y maestro también de escuela dominical de mi iglesia. (Sony Desalus, Estación Central)
Dentro de las biografías migratorias realizadas emergen relatos en los cuales tanto el tema de la obtención de la vivienda como su ubicación dentro del contexto de la ciudad de Santiago, se configuran como aspectos complejos que implican una serie de trámites legales y de recursos, ejemplos de algunas de las dificultades asociadas al proceso de migración. Estas complejidades denotan y tensionan realidades socioculturales con marcadas diferencias desde el punto de vista de la obtención de una vivienda.
Los migrantes que llegan a Chile, como Jocelyn o Edmund, deben responder a las disposiciones legales que rigen para ciudadanos y ciudadanas chilenas, lo que implica ajustarse a un conjunto de condiciones estructurales y materiales que van permeando las formas cotidianas a partir de las cuales se va perfilando un nuevo habitar. Un buen ejemplo son los requisitos exigidos para la obtención de arriendo en Chile: tanto Jocelyn como Edmund lograron instalarse en Quilicura; ambos reconocen las dificultades en la obtención de una vivienda, tanto desde la perspectiva de los papeles y requisitos solicitados (aval, contrato, etc.), como desde el punto de vista de la ubicación.
[…] yo arriendo una casa en trecientos cincuenta; tiene tres piezas, porque yo vivo con mi esposa, mi mamá y mi hijo. Todo haitiano que viene para acá no puede arrendar una casa porque necesitan papeles, necesitan aval chileno; si no tiene un aval chileno, un amigo o amiga, no puede arrendar. Debe tener liquidación y liquidación de la esposa, mucho papel. Si mi esposa no puede trabajar, no arriendo; con sueldo de doscientos cincuenta, aquí no puedes arrendar una casa, muy difícil. (Jocelyn, Quilicura)
El amigo mío vive en Quilicura, pero antes de llegar me dice que no puede recibirme en su casa, por eso tuve que conseguir un arriendo… Sí, encontré aquí en Quilicura, cerca, entonces por eso llegué a Quilicura… Pero no me gusta, es malo, es peligroso; no tengo conflictos, pero no me gusta… (Edmund François, Quilicura)
Como ilustra este caso, se desprende de muchas de las biografías migratorias una percepción negativa respecto de las comunas de llegada. En el relato de Edmund, Quilicura es percibido como un lugar inseguro y conflictivo. Estas características se asocian además a las dificultades desde el punto de vista de las relaciones interculturales entre chilenos y haitianos, las que son percibidas por Voltaire como un problema social relacionado con el racismo que deben enfrentar en el contexto barrial chileno.
La primera vez que yo vine estaba bien [visitando a su hermano]… Pero ahora no me gusta, ¿sabe por qué? Porque hay problemas con haitianos y chilenos, hay haitianos con mala formación y hay chilenos también con mala formación, hay un problema social… hay mucho racismo. Para mí no hay ni un problema, pero he visto... Mi hermano vive aquí, no conozco otra comuna para vivir. (Voltaire Romulus, Quilicura)
Lo anterior implica y explica –tal como destacan diversos estudios– que las posibilidades de arrendar se restrinjan a arriendos ilegales en espacios tugurizados en el centro de Santiago (Contreras & Palma, 2015; Torres & Hidalgo, 2009); o, como ha sido característico de la migración haitiana, a barrios periféricos: tal es el caso de Quilicura.
Prácticas y representaciones espaciales de apropiación del barrio. Adscripciones religiosas y vida sociocultural en el entorno barrial
Desde el punto de vista de las prácticas de apropiación barrial de migrantes en las comunas de Quilicura y Estación Central, ha sido posible identificar un conjunto de ellas, ligadas al ámbito religioso que se despliegan en el entorno barrial, lo que da cuenta de uno de los elementos fundamentales que permean el habitar migrante, en ambas comunas. En esta perspectiva, es relevante considerar la importancia de la institucionalidad religiosa para los colectivos haitianos que residen en la Región Metropolitana, contexto en el cual la comuna de Quilicura tiene un papel de articulador que permite vincular a agrupaciones religiosas de distintas comunas. Tal función colabora con potenciar espacios de encuentro que operan como instancias de integración, a pesar de los fenómenos de segregación y discriminación asociados con la migración (Cité, s.f.).
En esta perspectiva, los relatos de Voltaire y Edmund destacan, como una actividad relevante de su vida cotidiana, la asistencia a la iglesia los días domingo; en el caso de Edmund, además, él continúa asistiendo de manera virtual al culto religioso en Haití. Lo interesante es el modo como, en el marco de los procesos de desterritorialización y reterritorialización propios del proceso migratorio, las prácticas religiosas desempeñan una función relevante tanto a partir de las prácticas barriales que resignifican el entorno barrial, como desde el punto de vista de la vinculación virtual con el país de origen (Appadurai, 2001). Experiencias similares se dan en otros países, como es el caso de los vietnamitas en la ciudad de Londres. Han sido descritas por Annabelle Wilkins (2020), quien analiza los procesos de resignificación de los espacios habitados por migrantes desde las prácticas asociadas tanto a lo laboral como a lo religioso. Si bien su foco está en las resignificaciones del sentido de hogar, lo vincula de manera más amplia con el sentido de pertenencia al barrio, la ciudad y la nación (p. 4).
Voy a la iglesia, primera iglesia evangélica de Chile, es solo de haitianos… pero hay otras iglesias evangélicas de haitianos, hay más… (Voltaire Romulus, Quilicura)
Los domingos, voy a la iglesia y de ahí a la escuela… yo voy a mi iglesia allá en Haití por internet. (Edmund François, Quilicura)
De alguna manera, la identificación de estas prácticas religiosas opera como una suerte de puente que permite conectar con Haití, equilibrando el efecto provocado por las prácticas discontinuas definidas por Zapata (2020), entendidas como aquellos usos cotidianos que no son factibles de realizarse a causa de la distancia o las estrategias de ruptura y desplazamiento, argumentadas por Garcés (2006) en relación con las prácticas migrantes. Destaca la importancia y el peso de la religión en la configuración de la vida social del barrio de migrantes haitianos, ya sea como la espacialización de la apropiación del barrio domingo a domingo, o accediendo virtualmente al culto religioso en Haití, fenómeno que –en el caso particular de estas biografías migrantes que fueron realizadas entre los años 2016 y 2017– antecede a la actual masificación del uso de los medios digitales en la participación de encuentros o reuniones virtuales desde la crisis sociosanitaria consecuencia del Covid-19.
De este modo, la adscripción a la fe cristiana –ya sea a la religión católica o la evangélica– constituye una característica sociocultural de mucha relevancia que emerge en los relatos de las biografías migrantes y que puede ser definida como una de las claves de lectura a partir de las cuales es posible interpretar los usos y significados otorgados al espacio del barrio en distintos planos. En este sentido, desde esta adscripción e identificación con la religión, se puede interpretar la configuración de las relaciones sociales que se establecen con los vecinos, así como la relevancia otorgada a la presencia de iglesias en las inmediaciones del barrio y de vecinos que participan de la misma congregación religiosa.
Eh, ¡sí!, porque acá tengo todos mis compañeros, todos mis compañeros, no solamente mis compañeros de trabajo; tengo los compañeros de mi iglesia, que –como ves– si tú vives en otra comuna… Acá en Estación Central tengo el coro, soy presidente del coro. Y como que mi iglesia, tengo, yo enseño en mi iglesia, y por eso me gustó más. Si fue a un país lejos, comuna lejos, no se puede encontrar con ellos de tanto, porque pa’ mi casa siempre se vienen amigos para hablar conmigo, todos los días. (Josias Alusmat, Estación Central)
[…] eso que me gusta de Quilicura es que mi iglesia está cerca de mi casa. (Voltaire Romulus, Quilicura)
Por otra parte, tal como lo señalan las cifras respecto a la alta concentración de población migrante en las comunas de Quilicura y Estación Central, ambas son percibidas como territorios que facilitan el establecimiento de relaciones de cercanía con otras familias haitianas que habitan en el entorno, con las cuales se comparte la vida cotidiana y, en especial, la religiosidad barrial. Esta revalorización del espacio barrial a partir de lo religioso permite, de alguna manera, matizar la visión negativa con la que se vinculan ambas comunas en esos mismos relatos.
En el proceso señalado, las significaciones y asociaciones otorgadas al barrio van configurando relatos que combinan una perspectiva negativa desde el punto de vista de las características socioeconómicas y los conflictos entre haitianos y chilenos, con otra positiva nacida de la interrelación con compatriotas y la vinculación con espacios de culto. En el proceso de llegada a las comunas señaladas, se valora la presencia de las iglesias así como de familias haitianas vecinas, las que simbólicamente permiten atenuar el sentido de desarraigo y de pérdida inexorable de la cotidianidad del habitar en el contexto haitiano. En esta línea, los territorios estudiados se definen como un contexto barrial complejo con múltiples lecturas, en el cual coexisten diversas realidades sociales y en el que, además, se despliegan relaciones interculturales entre haitianos y familias chilenas que han habitado tradicionalmente estos barrios.
Sí, hay varios haitianos acá… Por mis vecinos acá hay una buena relación, porque donde vivo allá… después de esta cuadra… allá, más allá, yo vivo allá, y… donde vivo en la casa, puros haitianos, todos son mis amigos, y también al lado mío tengo un chileno, que es mi amigo también. Un día me vio: “Oye vecino ¿qué pasó no te veo?” Y dije “aquí está”. “Ah ya…”. Eso tengo… yo pregunto eso a Dios, en cualquier lugar mi paso, para darme un buen comprensión, para comprender todo, eso le pregunto a Dios. Y Dios me hace eso, porque en cualquier lugar mi paso, todo es mi amigo, porque hasta al hospital, me fui con mi señora, yo me hice amigo con los doctor, y dicen “Oye ¿cómo?”, mis amigos, porque me quiero atender mi señora bien… “ah, qué bueno”. (Josias Alusmat, Estación Central)
Estas relaciones entre vecinos haitianos y chilenos se diferencian de las formas a partir de las cuales los entrevistados dicen relacionarse en Haití, destacando en estas narrativas la mayor intensidad y cercanía entre vecinos que se da en su país de origen. En esta línea, se menciona un conjunto de prácticas de barrio ligadas a la vida cotidiana, que se diferencian de la cotidianidad con la que se encontraron en los barrios en los que habitan hoy. Estamos, por tanto –tal como señala Mayol (1999)–, frente a la conformación de un conjunto de convenciones sociales en torno a la vida barrial que entran en tensión respecto de aquellas que norman y regulan las relaciones vecinales de familias chilenas en Estación Central y Quilicura. Una de las convenciones sociales que regulan la vida barrial en la cultura haitiana tiene que ver con las prácticas culinarias, las que responden a una lógica comunitaria basada en la reciprocidad. Compartir los alimentos con los vecinos constituye una práctica social común en Haití. Tal como lo destaca Josias, de Estación Central, ofrecer un plato de comida a la familia vecina constituye un imperativo, un acto de reciprocidad incorporado en el quehacer cotidiano.
Si, por ejemplo, en Haití, si yo cocinando acá, yo tengo obligación para sacar comida aparte de vecina lo que ella está cocinando, yo saco un plato. “¡Vecino! Vecino, toma”. Cuando ella cocina también, la misma comida, ella me trae plato también. Si ella está llena de comida en mi casa, “trae un plato, vecino”, “toma vecino”. Si, cuando yo esté llena, yo no quiero más, yo guárdalo y una persona está pasando. “¿Tú tienes hambre? Ya tengo comida en mi casa, ven a comer”. Darse a otros… (Josias Alusmat, Estación Central)
Este acto de reciprocidad colectiva por sobre la individual configura un modo de entender y de practicar el entorno barrial que nos habla de una sociedad que coloca la sociabilidad recíproca en su centro, gesto que nos lleva a reflexionar críticamente sobre los mecanismos que van configurando las esferas públicas y privadas en distintos contextos socioculturales, a partir de diferentes formas de comprensión y sentido de lo social.
Sí es diferente, pero Haití funciona otro gracias a otro, otro gracias a otro, se comparte; aquí todo es privado. (Josias Alusmat, Estación Central)
El proceso migratorio y la sensación de desarraigo se expresan en estas biografías migrantes, las que dan cuenta de las condiciones de precariedad y las dificultades lingüísticas, que constituyen otra de las barreras que deben enfrentar los migrantes haitianos, junto con las diferencias culinarias. De igual manera, las prácticas festivas haitianas, como eventos claves en la sociabilidad familiar, van configurando una narrativa respecto de los sentidos y significaciones vinculados con las complejidades implicadas en la llegada a una realidad sociocultural distante/distinta en múltiples aspectos.
De repente también la vida de un haitiano acá es muy sacrificada, muy exigente, muy precaria, también vulnerable, porque tiene muchas barreras: el idioma, el entorno, la misma comida, nos produce un miedo, de no poder saber. Muy importancia reunirse, porque la familia, la gran mayoría no es muy unida (…) En Haití la gente se reúne casi cada año y cada primero de enero festejan o celebran la independencia de Haití, porque Haití tienen dos fechas de independencia –1 de enero y 18 de mayo– y ahí hacemos sopa de zapallo con carne, con todo (…) las familias, los tíos , las tías… Yo vivía en un lugar a 20 kilómetros… de que es como vivir acá en Estación Central y como ir a Las Condes; es tan tranquilo que se llama calle Silenciosa (…) no era muy seguro seguir viviendo allá, había la posibilidad de viajar y viajamos después del terremoto. (Miderson, Estación Central)
En esta lógica, las divergencias mencionadas en las formas de practicar y significar el barrio se articulan con las concepciones generales sobre las diferencias estructurales y económicas que destacamos inicialmente en las biografías migrantes entre Chile y Haití.
Representaciones visuales sobre el barrio y la casa en Haití y Chile: mapas cognitivos de Estación Central, Quilicura y Haití
Los mapas cognitivos elaborados por migrantes haitianos en Estación Central y Quilicura permiten aproximarnos a las valoraciones subjetivas desde las narrativas visuales que expresan la concepción respecto de la casa en que se habita y el entorno barrial, tanto en Chile como en Haití. Un primer elemento que podemos destacar en estas concepciones cartográficas tiene relación con la identificación de la forma de organización y distribución de las viviendas en el barrio. En esta perspectiva, una primera distinción que se destaca es la diferencia entre el entorno barrial de Quilicura y el de Estación Central.
En el caso del mapa cognitivo de Quilicura trazado por Amos (Figura 3), sobresalen la presencia de vegetación, a partir del dibujo de una hilera de árboles que parecen ser palmeras, así como de una suerte de rotonda. Destaca también una gran avenida que divide el barrio en el que se emplazan las casas y que da cuenta de la morfología propia del entorno de Quilicura, comuna caracterizada por la presencia de condominios cerrados. Esta representación contrasta con el mapa cognitivo realizado por Ludnick Zidor (Figura 4) sobre Estación Central, el que ilustra de manera muy clara la morfología de cuadrícula o damero propia de la configuración del centro de Santiago y que se distingue claramente de la representación elaborada por Amos del entorno barrial de Quilicura.
A estas distinciones entre Quilicura y Estación Central se suman las concepciones de los entornos barriales de Haití. En el caso del mapa cognitivo dibujado por Amos sobre su barrio en Haití (Figura 5), dicha representación expresa ciertas similitudes con Quilicura en términos de la distribución de las viviendas, las que aparecen agrupadas de un modo similar y divididas por una gran avenida central. Sin embargo, es posible reconocer en él un barrio con una mayor densidad habitacional, así como viviendas de menor tamaño en comparación con el mapa conceptual del barrio en Quilicura. En el caso del mapa cognitivo de su barrio en Haití elaborado por Ludnick Zidor (Figura 6), la distinción respecto del entorno de Estación Central es notoria, no solamente a partir de la diferencia morfológica, sino además por la configuración general que se plasma a través del uso de colores como el verde y el azul, que dan cuenta de un entorno inserto en un contexto cercano a la naturaleza. Las viviendas aparecen agrupadas de manera densa en medio del verde, de elementos que parecen representar árboles de una tupida vegetación, imagen que contrasta con el tono gris del barrio de Estación Central. Son colores que significan, denotan, dan sentido y expresan simbólicamente los elementos que forman parte de la adscripción y pertenencia tanto a los lugares de origen de los sujetos, como a los barrios a los que llegan a vivir a Chile.
Desde esta perspectiva, es interesante rescatar la propuesta de la cartografía crítica, dentro de la cual se inscribe la elaboración de estos mapas cognitivos. Y ello en la medida en que nos permiten acceder a las subjetividades que van configurando el modo de habitar migrante, sobre todo desde la posibilidad de comprender críticamente los sentidos asociados al barrio como entorno cotidiano.
Las biografías migrantes que describen las prácticas barriales en territorios de Quilicura respecto del rol desempeñado por la religión en la vida cotidiana de migrantes haitianos, es clarificador el mapa de Quilicura elaborado por Michel (Figura 7). En él, junto con representar las viviendas y, a un costado, lo que parece ser un conjunto de blocks de edificios de departamentos, se incorpora el dibujo de una iglesia en las inmediaciones del barrio, elemento clave de la adscripción barrial y que permite atenuar las dificultades propias del proceso de migración, como hemos argumentado. En el caso de la representación del barrio en Haití hecha por Michel, si bien no se diferencia sustancialmente de Quilicura en términos de organización y distribución espacial, así como del diseño de las viviendas, el color opera como elemento diferenciador, destacando el uso del verde, versus el color azul que corresponde a Quilicura.
Por último, en la representación de la casa y su papel en la configuración del entorno barrial, tanto de Haití como de Quilicura y Estación Central, cabe señalar, en el caso de Haití, la presencia de parientes cercanos en el entorno del barrio, lo que refuerza el énfasis en lo comunitario que ha sido destacado como clave de lectura de las adscripciones socioculturales que definen la vida social en Haití. Tal es el caso de la representación elaborada por Ludnick Zidor (Figura 8), quien incorpora en el dibujo de la casa la presencia de dos tías como vecinas, imagen que contrasta con la representación de la casa en Estación Central, donde no se identifica la presencia de familiares o amigos en el vecindario. En este sentido, estas cartografías de la casa no dan cuenta de lo señalado en las biografías migrantes, donde la presencia de haitianos en el entorno barrial constituye un elemento clave: la casa se presenta únicamente desde sus características espaciales y morfológicas y no desde la presencia de elementos vinculados con las prácticas sociales o de los sujetos que las habitan.
Otro elemento que destaca respecto de las representaciones de la casa y los elementos diferenciadores tiene que ver con la distribución del espacio. En el caso del mapa cognitivo elaborado por Crisnia (Figura 9), en la imagen correspondiente a Estación Central (Izq.) se reconoce una tipología que da cuenta de una casa de fachada continua, destacando la presencia del comedor, la cocina y el dormitorio, con otros recintos que no aparecen identificados y que aparentemente podrían ser utilizados por otras personas. Esto en contraposición a la casa en Haití (Der.); en esta representación se identifica cada uno de los recintos y que, al parecer, corresponde a una vivienda unifamiliar. En ninguna de estas representaciones se utilizaron colores, y no se representan visualmente prácticas o usos del contexto doméstico.
Reflexiones finales
A partir de este artículo se ha intentado dar cuenta de la realidad que experimentan migrantes haitianos en las comunas de Quilicura y Estación Central, las que representan las dos comunas que concentran actualmente la mayor cantidad de población haitiana en la Región Metropolitana. La perspectiva y el énfasis espacial del artículo propone la relevancia de abordar el proceso migratorio desde las prácticas de apropiación espacial desplegadas por habitantes haitianos, a partir de las cuales ha sido posible dar cuenta de un conjunto de elementos socioculturales que permiten dar sentido a los usos y significados del entorno barrial. En esta perspectiva, destaca el papel que desempeñan las estrategias de distinción social, así como las convenciones sociales que regulan las prácticas de barrio y su impacto sobre las relaciones interculturales.
En un primer nivel, el análisis de las biografías migrantes hizo posible dar cuenta de una serie de características distintivas entre Chile y Haití desde la perspectiva socioeconómica, y especialmente desde el punto de vista de las condiciones del mundo laboral. Los relatos expresan una cierta ambigüedad. Por un lado, destacan las bondades económicas de Chile en términos de las oportunidades laborales, que a la vez contrastan con una visión negativa respecto de las exigencias del trabajo, así como las dificultades que el modelo económico genera en otros ámbitos, por ejemplo en lo relativo al proceso de obtención de un arriendo. Este es un tema muy sensible y que al parecer constituye una de las mayores dificultades a las que se ven expuestos los migrantes que llegan a Chile, especialmente los requisitos para la obtención de una vivienda, tal como destacan diversos estudios que hemos referido a lo largo del artículo, que nos convocan a reflexionar críticamente respecto de la relación entre migración y el proceso de obtención de una vivienda digna. Por otro lado, los mismos relatos nos permiten aproximarnos a las complejidades de los procesos de movilidad y desterritorialización asociados con los flujos migratorios, en donde las transformaciones vinculadas con las condiciones laborales son percibidas y resignificadas como una de las expresiones del desarraigo del lugar de origen.
Junto con lo anterior, hemos destacado la multiplicidad de elementos que están en juego en el marco de la vida cotidiana en los barrios migrantes. En el caso de la migración haitiana, las biografías migrantes señalan la importancia que asumen las prácticas religiosas, entendidas tanto como la asistencia al culto los días domingo o como la presencia virtual al culto en Haití. El reconocimiento de la vida social comunitaria basada en la reciprocidad, expresada como una forma de sociabilidad entre vecinos, se configura como otra de las claves de lectura que nos permite ahondar en los elementos significativos que configuran las estrategias de distinción social. En la vida cotidiana, esto se perfila como la añoranza de un contexto sociocultural marcadamente distinto desde la perspectiva haitiana, y que nuevamente expresa la tensión entre desarraigo respecto del lugar de origen, por un lado, y apropiación/reterritorialización desde las prácticas barriales. Enfrentarse a una realidad diferente en el espacio del barrio sin duda constituye un desafío que debe ser analizado desde el punto de vista de estas diversas formas de entender el espacio público y privado, las que impactan sobre las formas de relación entre haitianos y chilenos.
En relación con lo anterior, resulta relevante contrastar y comparar los procesos de resignificación de los usos de los entornos barriales a partir de las prácticas del habitar migrante aquí descritas, con otros casos a nivel nacional y latinoamericano, en los términos propuestos por Brenda Canelo (2018, p. 12) en referencia a las resignificaciones de los usos de los espacios públicos de migrantes bolivianos a la ciudad de Buenos Aires. Esto sobre todo en lo que respecta a la tensión que se produce entre los usos apropiados-disciplinarios propuestos por el Estado, versus los usos alternativos-antidisciplinarios posibles de identificar en las apropiaciones cotidianas de los migrantes. Pensamos que esta es una línea sobre la cual se puede avanzar.
Por otra parte, la concentración de migrantes haitianos en las comunas de Quilicura y Estación Central constituye un factor que contribuye a atenuar la sensación de desarraigo que produce todo proceso migratorio, del mismo modo como lo hace la religión, fenómeno que hemos contrastado con lo que se ha denominado prácticas de discontinuidad, en referencia a las actividades que dejan de realizarse producto de la distancia.
Por último, respecto con las representaciones visuales en torno al barrio y la casa, es posible identificar un conjunto de elementos que significan y dan sentido al habitar migrante tanto en Chile como en Haití. Destaca especialmente la identificación de elementos distintivos en relación con la organización y distribución de los barrios, así como de aquellas características morfológicas que diferencian Quilicura y Estación Central. Por ejemplo, la presencia de una iglesia en las cercanías de la vivienda en uno de los mapas cognitivos de Quilicura refuerza el rol de la fe religiosa desde la perspectiva haitiana. Respecto de la casa y los mecanismos a partir de la que está representada por migrantes haitianos, sobresale la identificación tipológica distintiva entre Haití y Chile, así como la presencia de familiares en el entorno barrial haitiano.
A partir de todos estos elementos, es posible aportar en la comprensión del fenómeno migrante desde una perspectiva que coloca en el centro el rol de las subjetividades en la conformación de las prácticas de apropiación barrial, así como en la configuración de una mirada cartográfica, tal como la define la cartografía crítica, en que se valora el rol de los imaginarios sociales en la producción y reproducción de la vida social.
Por último, esperamos que aproximaciones de este tipo puedan ser incorporadas para analizar los procesos de discriminación y desarraigo implicados en el proceso migratorio, así como en estudios que busquen analizar las prácticas de apropiación espacial en contextos barriales migrantes, especialmente considerando el efecto que en ellos ha tenido la pandemia.
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Notas