Resumen: Las dinámicas de la globalización han concentrado la pobreza en determinadas zonas del contexto urbano, generando un desafío que debe abordarse por distintas disciplinas y enfoques. No obstante, las corrientes historiográficas tradicionales no han sido capaces de dar cuenta de la dinámica de las zonas más desfavorecidas de nuestras ciudades. Los métodos biográficos, aunque han sido aplicados para representar colectivos en exclusión, raramente han contemplado cuestiones urbanas relativas a ellos. En este sentido, la presente investigación se sustenta en el proceso de reconstrucción histórica del barrio Guadalquivir en Córdoba, España, a través de los relatos de vida de sus vecinas y vecinos, analizando el discurso biográfico de 28 personas clave. El análisis de los relatos de vida desde una mirada territorial muestra cómo la técnica permite generar procesos de construcción colectiva del conocimiento, así como desarrollar prácticas emancipatorias capaces de resignificar los territorios y transformar los entornos más vulnerables.
Palabras clave: marginalidad, historia urbana, desarrollo territorial.
Abstract: The dynamics of globalisation have concentrated poverty in certain areas of the urban context, generating a challenge that must be addressed from all disciplines and approaches. However, traditional historiographical currents have not been able to account for the dynamics of the most disadvantaged areas of our cities. Biographical methods, although they have been applied to represent excluded groups, have rarely contemplated urban issues related to them. In this sense, the present research is based on the process of historical reconstruction of the Guadalquivir neighbourhood in Córdoba, Spain through the life stories of its residents, analysing the biographical discourse of 28 key people. The analysis of the life stories from a territorial perspective shows how the technique allows us to generate processes of collective construction of knowledge, as well as to develop emancipatory practices capable of re-signifying the territories and transforming the most vulnerable environments.
Keywords: marginality, urban history, territorial development.
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Relatar la vida para resignificar el territorio. La reconstrucción histórica del barrio Guadalquivir
Recepción: 24 Abril 2023
Aprobación: 06 Junio 2023
Tradicionalmente, las corrientes historiográficas no han sido capaces de dar cuenta de la dinámica histórica de las zonas más desfavorecidas de nuestras ciudades (Ocampo López, 2009). Poco sabemos de cómo era la vida en los barrios más vulnerables décadas atrás, o cuál ha sido la contribución de sus habitantes en la conformación del espacio y la cultura de estos. De hecho, los relatos de las personas que viven en territorios desfavorecidos han sido acallados por el discurso de los poderes hegemónicos (Granados et al., 2016; Parada García, 2014). El modo utilizado por el sistema para mantener el orden mundial implica relegar a las personas más vulnerables de la sociedad y de la historia (Ferrarotti, 2007). En este sentido, la segregación urbana, y junto a ella la exclusión social, se describen hoy como algunos de los desafíos más crónicos para la justicia social y el desarrollo global (Fischer, 2018; Sianes & Vela-Jiménez, 2020).
Tímidos avances se produjeron en este campo a partir de los años sesenta del siglo pasado. Con la aparición de nuevos enfoques en historia, como la historia desde abajo o la microhistoria, se posibilitó que la cultura popular entrara a formar parte de la historiografía de muchos territorios (Ocampo López, 2009). Sin embargo, cuando se habla de historia urbana, se observa que esta no logra grandes progresos, y los intentos por precisar sus límites teóricos y metodológicos no han llegado a consolidarse (Parada García, 2014). Al atender a la aplicación del método biográfico en este campo, se advierte que, contrariamente al desarrollo que alcanzan los relatos de vida en ciencias sociales al permitir articular significados subjetivos de experiencias y prácticas sociales (Bruner, 1991; Cornejo et al., 2008; Nóvoa, 2003), raramente se utilizan para profundizar en la cuestión territorial.
El caso presentado en este estudio se fundamenta en el proyecto de recuperación histórica del barrio Guadalquivir a través de los relatos de vida de sus propios vecinos y vecinas. Este proyecto se enmarca en un proceso de investigación-acción-participativa más amplio, cuyo objetivo final es la transformación social del entorno por parte de sus habitantes (Delgado-Baena et al., 2022). Guadalquivir, situado al sur de la ciudad de Córdoba, es el séptimo barrio con menor renta por habitante de España (Instituto Nacional de Estadística, 2022). Esta investigación pretende, por un lado, reconstituir de forma vivencial la historia compartida de este barrio, haciendo emerger patrones comunes; y por otro, desvelar las competencias de los relatos de vida para conocer y resignificar territorios en exclusión, probándolos como una herramienta capaz de ilustrar procesos similares en otros territorios.
Para ello, la estructura de este artículo contempla cuatro grandes apartados. En primer lugar, se aborda la dimensión territorial de la exclusión social, así como las competencias de la técnica de los relatos de vida aplicada a estos contextos. En segundo lugar, se introducen brevemente los materiales y las herramientas de análisis utilizados en la investigación. En tercero, se exponen y discuten los resultados de aplicar la técnica al barrio Guadalquivir. Por último, el artículo cierra con un breve apartado de conclusiones, en que se intenta destacar las posibles implicaciones de esta investigación en los estudios sobre el territorio.
En la etapa actual de globalización neoliberal, la concepción del orden social como construcción hegemónica implica considerar la existencia de operaciones singulares de exclusión (Retamozo, 2010). Hoy día, pueden encontrarse heterogéneas formas de sometimiento que operan para producir y reproducir ordenamiento (Retamozo, 2010; Ruiz-Tagle, 2016; Tassin, 2012). En este sentido, la exclusión resultante ha de ser entendida de forma multidimensional y dinámica (Silver, 2007). Esto conlleva que, si bien es necesario considerarla en su faceta individual, es decir, en relación con los vínculos entre sujetos y sociedad, es igual de importante analizarla en lo concerniente a los territorios y los lugares que los conforman (Augé & Mizraji, 1998; Lunecke, 2012).
Al poner el foco en lo espacial se observa cómo las ciudades, respondiendo al modo de producción capitalista, se constituyen a partir de una distribución desigual del territorio, generando las denominadas zonas urbanas desfavorecidas (De Boeck, 2021; Harvey, 2013; Simone, 2020; Simone & Pieterse, 2017). Esta fragmentación espacial se traduce en barrios que, producto de la localización forzada, albergan a los colectivos más vulnerables de la ciudad (Marcuse & Van Kempen, 2000; Sassen, 2000). Las personas con bajos recursos económicos, como resultado de este urbanismo de excepción, terminan siendo expulsadas de determinados espacios urbanos y no tienen más opción que aglomerarse en las áreas más degradadas de la urbe (De Boeck, 2021; Lunecke, 2012; Murray, 2017; Simone, 2020).
Estos barrios no son solo un mero contenedor de población socialmente vulnerable, sino que en sí mismos son un factor que expone a estos colectivos a mayor riesgo social (Blanco & Subirats, 2011). Actualmente, junto a las carencias económicas que perpetúan la exclusión de ciertos grupos en estos entornos, encontramos procesos que impiden su pertenencia a la sociedad (Tezanos et al., 2013). Factores físicos, como la inadecuación del trazado urbano y su conectividad con el resto de la ciudad, la construcción de un parque de viviendas inadecuado o el deficiente mantenimiento de los servicios y equipamientos públicos; componentes socioeconómicos, como el bajo nivel educativo derivado del incontrolado fracaso escolar, servicios sanitarios incompetentes para abordar problemáticas derivadas de la situación en estos entornos o los procesos de estigmatización social vinculados a la presencia de actividades ilegales; y aspectos políticos, como la sensación de abandono por parte de las administraciones (Arias, 2000, 2005), generan una exclusión multidimensional que, a la vez que material, es moral e intelectual (Nolan & Whelan, 2010; Vela-Jiménez & Sianes, 2021).
Sin embargo, en la dialéctica de las ciudades, con sus imperfecciones y sus carencias, la ciudadanía excluida abre espacios de resistencia a las imposiciones externas, afirmándose por las solidaridades de y en los lugares (Oliveira & da Silva Neto, 2020). Estos lugares permiten enfrentar la adversidad a través de las relaciones de ayuda y cuidado mutuo, prácticas no mercantiles que devienen subversivas en cuanto desafían un orden social excluyente que estigmatiza la vulnerabilidad (Carbonero & Gómez, 2023). Deconstruir las ciudades como una configuración donde prima el valor del uso frente al valor de cambio no solo implica desvelar las asimetrías de la globalización neoliberal (Gutiérrez et al., 2016); también lleva a reconocer que es en los lugares donde el encuentro, la convivencia y el intercambio horizontal se hacen posibles.
Cualquier transformación en lo local ha de surgir de los espacios y los tiempos de la cotidianidad (Becher, 2014; Castro, 2000). Estos tiempos y espacios cotidianos propician intercambios a nivel simbólico que abren la posibilidad de emergencia de procesos de reconocimiento e identificaciones (Encinas et al., 2004), espacios en los cuales se hace posible la articulación de subjetividades colectivas (Retamozo, 2010), capaces de articular las luchas por la transformación social. Es ahí, en la participación en el tejido comunitario, donde las relaciones sociales estructuradas se significan de forma tal que permiten cuestionar las lógicas de subordinación, tomar conciencia de la opresión y construir alternativas viables (Benach, 2017). A través de la participación emergen nuevos lugares de enunciación que permiten resignificar las relaciones sociales que componen un orden social histórico, facilitando el desarrollo territorial desde lo colectivo (Retamozo, 2010).
A partir de este prisma, los procesos sociales cambian su finalidad desde la toma del poder al poder hacer con otros. Muestran que es posible hacer una política de otra manera, invirtiendo los procesos y haciendo protagonista a la ciudadanía de lo que afecta su vida (Thomas et al., 2004). Promueven acciones que, partiendo de lo cotidiano, son capaces de trascender ese ámbito, individual y colectivamente, para convertirse en una forma de apropiación de lo público, tanto a nivel simbólico como cultural y sociopolítico (Encinas et al., 2004). En definitiva, la recuperación de experiencias, la autogestión de vivencias y la reconstrucción de la propia memoria suponen un punto de partida para la resignificación de los barrios desfavorecidos. Y para contribuir a estos procesos, los relatos de vida tienen mucho que decir.
Los relatos de vida, inscritos en las amplias posibilidades que ofrece el método biográfico (López-Montero et al., 2022), son una forma de conocimiento que permite reconstruir los principales eventos del ciclo vital a partir de la memoria y el recuerdo que la persona percibe como tales (Granados et al., 2016; Puyana & Barreto, 1994). A través de los relatos de vida es posible conocer maneras de afrontar la vida, inaugurar complejos entramados de relaciones, descubrir lugares que han quedado en la memoria o acontecimientos que han supuesto puntos de inflexión (Muñiz Terra, 2018).
Es más, los relatos de vida no son solo fruto del recuerdo. Son, en sí mismos, un acto configurativo, una creación nueva que acontece cuando el sujeto es capaz de reinterpretar su historia, dando un nuevo sentido a aquello que sucedió (Granados et al., 2016). Relatar la vida no es vaciar una sucesión de acontecimientos vividos, sino hacer un esfuerzo para, en el presente, dar sentido al pasado y, así, a lo que este contiene de futuro (Puyana & Barreto, 1994). Los relatos de vida permiten al sujeto la apropiación subjetiva de su propia historia, movilizando, por la resignificación de su vida, el poder de transformarse (Cornejo et al., 2008; Passeggui, 2011; Sancho Gil, 2014).
Ahora bien, los relatos de vida son construcciones complejas que se configuran a partir de tramas densas en un ámbito sociohistórico en el que se negocia con otros (Granados et al., 2016). Las narrativas que los conforman no se dan tanto en el mundo íntimo de las personas, sino como formas sociales de significación, fruto de procesos intersubjetivos y dialógicos (Gergen, 1996). Al narrar, los sujetos se hacen partícipes de una historia común, de la que pueden tomar sentidos y significaciones (Delory-Momberger, 2015).
En este sentido, el trabajo sobre las experiencias de los sujetos es fundamental para la comprensión de procesos sociales más amplios que los individuos (Ferrarotti, 2007; Herrera & Garzón, 2011). El trabajo sobre las experiencias vitales permite establecer puntos de encuentro entre el testimonio de una persona y la expresión de una época, una cultura y unos valores compartidos por la comunidad de la cual el sujeto forma parte (Herrera & Garzón, 2011; Pujadas, 1992). Lo social tiene la peculiaridad de jugarse en la singularidad de cada relato, en la particularidad de cada narrador en el momento que narra, de un hablante que encarna las tensiones de un grupo humano en un determinado momento, en un determinado lugar (Bruno & Alemán, 2019; Cornejo et al., 2008). Los relatos de vida vistos desde esta perspectiva pueden configurarse como una contribución esencial a la memoria histórica y a la inteligencia del contexto (Ferrarotti, 2007).
A pesar de esta potencialidad, el uso de los relatos de vida para tales fines no ha sido suficientemente explorado. Volver al sujeto es recuperar a quienes han sido invisibilizados por los poderes hegemónicos que los han subordinado; pero hacerlo desde una dimensión comunitaria y territorial, adquiriendo así las narrativas una dimensión política, tiene la capacidad de abrir espacios democráticos donde los sujetos, en tanto ciudadanos, sean protagonistas de su propia historia (Granados et al., 2016; Sancho Gil, 2014). Los relatos de vida tienen, pues, capacidad para sumarse decididamente en el giro narrativo de la investigación social, en el interés renovado de hacer de lo biográfico una fuente privilegiada de conocimiento para la acción y la transformación social (Sancho Gil, 2014).
No obstante, el empleo de los relatos de vida en contextos urbanos obliga a tener en consideración un riesgo que, además, es bien conocido en los barrios especialmente desfavorecidos. La capacidad demostrada de los relatos de vida para generar procesos emancipatorios en sujetos puede conllevar el efecto involuntario de que el grupo empoderado abandone el territorio. Por ello, resulta esencial tener en cuenta la dimensión territorial en los procesos de emancipación que se pueden derivar de su aplicación, poniendo el acento en la capacidad de los relatos de vida para trabajar las formas de relación en los espacios y tiempos cotidianos (Ruiz, 2003), y con ello. las identificaciones y el sentimiento de pertenencia que se deriva de estas. Los relatos de vida en clave territorial deben contribuir a resignificar no solo las vidas personales y colectivas, sino los territorios donde estas acontecen.
La recuperación histórica del barrio Guadalquivir a través de los relatos de vida de los propios protagonistas es un proyecto surgido de un grupo de vecinos y vecinas que llevan años trabajando por el barrio. Estos, constituidos como equipo investigador y acompañados por el personal técnico de la Universidad Loyola Andalucía, decidieron poner en marcha este proceso, articulado en las etapas que a continuación se desglosan.
En primer lugar, se constituyó un equipo investigador con las personas mencionadas. Este grupo lideró todo el proceso y proporcionó acceso al territorio y a otros vecinos y vecinas. Igualmente, en este momento, con el objetivo de promover una investigación participativa que rompiera la distancia entre el investigador y el colectivo investigado (Melero Aguilar, 2011; Park, 1992), se acordó que serían los jóvenes del barrio quienes entrevistasen a los personajes clave (Figura 1). Estos jóvenes recibieron una formación por parte de la universidad, en la que se trabajó la cuestión territorial de la exclusión y se los capacitó para la labor de investigación. Esta primera etapa se reforzó con la recopilación de información a través de documentos escritos, fotografías y elementos audiovisuales para complementar la información aportada por los vecinos (Létourneau, 2007).
En la segunda etapa se organizó e implementó el trabajo de campo. Finalmente se recopilaron 28 relatos de vida (Tabla 1). Partiendo de los personajes clave identificados en la primera etapa, se reclutó al resto de los participantes mediante muestreo en bola de nieve (Biernacki & Waldorf, 1981; Ruiz-Tagle, 2016; Woodley & Lockard, 2016). En la determinación de esta muestra se incorporó la máxima variación posible de participantes, en el supuesto de que rendir cuenta de la exclusión requiere considerar las distintas dimensiones de la interseccionalidad (Lutz, 2015). Para ello, se tuvo en cuenta de manera cruzada cuestiones de género, edad, etnia, años de presencia en el barrio y lugar de residencia dentro del territorio.
En la tercera etapa se trabaja con la información obtenida a través de los relatos de vida. En primer lugar, los relatos son transcritos en su totalidad. Posteriormente, se analiza toda la información recogida. Esta fase implica la organización, clasificación y priorización de los datos obtenidos, que se describen en el siguiente apartado. Igualmente, lleva a formular explicaciones sobre los aspectos investigados que constituyen las conclusiones de este estudio.
La cuarta etapa está desarrollándose en la actualidad. Se está cerrando la producción de un documental y montando una exposición fotográfica en los muros del propio barrio. A través de estos productos se prevé la transferencia del conocimiento generado, no como momento final del proceso, sino como punto de inflexión para una nueva apertura (Caballero Fernández et al., 2019). A la vez, con ellos se quiere reforzar el proceso de trabajo por la transformación estructural de este barrio.
Para analizar los relatos de vida, al igual que las demás técnicas del enfoque biográfico, no existe un método único (Laine, 1998; Santander, 2011). La elección de este se lleva a cabo teniendo en consideración el fenómeno estudiado, los objetivos de la investigación, así como ciertas consideraciones epistemológicas y metodológicas acerca de la construcción de conocimiento científico (Berteaux, 2005; Kornblit & Beltramino, 2004; Legrand, 1993), lo cual posibilita diversas configuraciones analíticas (Cornejo et al., 2008). En esta investigación se han combinado las lógicas de análisis que se detallan a continuación.
En una primera fase, se ha privilegiado una lógica deductiva intercaso, que permite determinar ejes temáticos-analíticos relevantes para abordar el caso en estudio (Cornejo et al., 2008). A partir de dichos ejes, se analizan todas las historias desde la óptica de la transversalidad que las recorre en su conjunto. El método de trabajo en esta fase ha sido el análisis de discurso, enfocado en el objetivo de conocer la estructura de la narración en que se expresan los diferentes relatos. Conociendo en profundidad las posibilidades de los relatos de vida, y de acuerdo con el marco teórico expuesto, se han establecido tres ejes temático-analíticos con los que se han analizados todas las entrevistas: i) Las problemáticas que se enfrentan y cómo se manifiestan en las distintas historias; ii) El modo en que se resiste colectivamente a estas problemáticas; iii) La resignificación del barrio y su proyección futura desde una lógica de territorio.
En una segunda fase, se ha adoptado una lógica inductiva intracaso, en la que se analiza en profundidad cada relato. En este momento se prioriza la singularidad de cada historia, beneficiándose el proceso de las posibilidades que ofrece el enfoque biográfico. El método aplicado es el análisis de contenido del material discursivo, identificándose los campos semánticos presentes en el discurso, así como las palabras clave que dan cuenta del lenguaje social a partir del cual el sujeto informa su experiencia de vida (Herrera & Garzón, 2011). Una vez analizado el contenido de cada entrevista se establecen las categorías tratadas en cada una, a fin de detectar dónde coinciden con los demás relatos. Las categorías más comunes en cada uno de los ejes temático-analíticos han sido ordenadas en la Tabla 2.
En una tercera fase se triangula esta información, volviendo a analizarse todas las entrevistas. El objetivo perseguido es llegar a una historia comunitaria del barrio, reconstruida a partir del análisis de las historias individuales y de los principales hitos biográficos que constituyen la vida de cada narrador.
El barrio Guadalquivir (Figura 2) tiene una superficie aproximada de 397.41 km2, y se encuentra situado al sur del núcleo urbano. Delimitado perimetralmente por el río Guadalquivir y la autovía N-IV, queda aislado del resto de la ciudad. Actualmente su población es de 10.457 personas, las cuales habitan un parque de 2.930 viviendas, de las cuales 1.725 son de titularidad pública. Las tipologías edificatorias que conviven en el barrio son diversas, como resultado de procesos urbanísticos diferentes y de la pretensión de distintos objetivos residenciales. Actualmente se encuentran distribuidas en seis secciones censales. La mala calidad y el pésimo estado de conservación de muchas de estas viviendas, unido al estado de degradación del espacio urbano, causan la marginalidad de la zona. Deficiencias en la urbanización con barreras arquitectónicas graves, deterioro del mobiliario urbano, uso inadecuado de los espacios libres de edificación, o problemas de salubridad y limpieza, hacen que desde hace años se vengan desarrollando actuaciones en materia de vivienda, renovación urbana, e intervenciones sociales para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.
La historia de Guadalquivir es la historia de un barrio excluido. No es posible acercarse a ella sin tener en cuenta las carencias, la degradación, la precariedad y el estigma que viven sus habitantes. Sin embargo, dicho relato es igualmente la historia de lucha contra esa exclusión. En el barrio se articulan lugares de resistencia en los que se van tejiendo relaciones capaces de generar un nuevo discurso con potencialidad de cambiar la realidad.
El proceso de recuperación de la historia del barrio a través de los relatos de vida ha permitido a los habitantes del Guadalquivir tomar conciencia de las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales que ha enfrentado el territorio a lo largo de la historia. Al mismo tiempo, les ha posibilitado desvelar el modo en que dichas condiciones han limitado su capacidad tanto de ejercer sus derechos, como de hacer uso del conjunto de libertades que les permiten participar en la sociedad y reforzar su identidad individual y, sobre todo, colectiva (Coumans & Schmeets, 2015).
El barrio Guadalquivir tiene su origen en el Plan Parcial de Ordenación del Polígono Residencial del Guadalquivir aprobado en 1977. Este documento plantea ubicar en la periferia agrícola del margen izquierdo del río Guadalquivir un polígono residencial. Trazado sobre una retícula ortogonal de manzanas cerradas con grandes patios interiores, sigue el modelo de los barrios periféricos construidos durante el franquismo (Blanco & Subirats, 2011). A finales de 1983, estas viviendas comenzaron a habitarse con población procedente de otros barrios precarizados. De este modo, Guadalquivir se conformaba con personas con bajos recursos, lo cual responde a las dinámicas de un urbanismo de excepción que genera territorios de exclusión (De Boeck, 2021; Murray, 2017; Simone, 2020). Así lo evidencia el siguiente relato:
Yo vivía en la Magdalena, un barrio muy bonito, muy céntrico. Pero claro, era una casa de vecinos y se caía, no tenía cuarto de baño, tenía un lavabo con un cubo debajo, no tenía nada, nos teníamos que duchar a base de cubos. Entonces el administrador del dueño de la casa me dijo que echara los papeles para estos pisos que estaban ya hechos, porque allí se me estaba cayendo ya hasta el techo de la casa. Estos pisos llevarían un año o por ahí hechos ya, pero claro, todavía no habían entregado las llaves. Entonces eché los papeles, los entregué... y como estaba mi otra casa en ruinas, me lo dieron. (Isabel)
Desde la etapa fundacional, la población en Guadalquivir ha enfrentado la falta de infraestructuras y equipamientos. Los primeros vecinos relatan cómo muchos pisos no contaban con luz ni agua. Igualmente, el sistema de comunicación era ineficaz, los autobuses no llegaban a la zona y los taxis evitaban circular por sus calles, lo que desconectaba el barrio respecto de las áreas de centralidad metropolitana. Tampoco existían servicios sociosanitarios, culturales, educativos, ni acceso a una red de comercios donde adquirir productos básicos. Se han ido consiguiendo poco a poco, pero aun hoy el barrio muestra deficiencias en este sentido. Esta falta de recursos pone en evidencia la relación entre las dinámicas de degradación de los barrios desfavorecidos, su nefasto impacto sobre la población y la agencia de actores públicos y mercantiles que marginan estos barrios (Blanco & Subirats, 2011; Manski, 2000). Los relatos de los primeros pobladores lo ilustran del siguiente modo:
Nos vinimos aquí a vivir al barrio, que esto daba pena de verlo porque estaban nada más que de la manzana uno a la siete, que es esa de ahí enfrente, lo demás eran todos solares, llenos de hierba, sin tiendas, sin nada. Había muchos pisos sin luz cuando nos vinimos a vivir aquí. (Isabel M.)
Me acuerdo de que nos tiramos dos años en los que no entraba ni el autobús de Aucorsa, ni entraban los taxis, y poquito a poco se ha ido mejorando con el paso del tiempo. (Juan R.)
A esta falta de equipamiento se unen la inexistencia de oportunidades laborales en el territorio y los comportamientos marginadores del mercado laboral por el lugar de residencia (address effects) (Manski, 2000). Uno de los problemas que ha persistido a lo largo de la historia del barrio ha sido la carencia económica de la mayor parte de su población. Elevados índices de paro, desempleos de larga duración, empleos intermitentes o con malas condiciones hacen que muchas familias no puedan cubrir sus necesidades más básicas (Lunecke, 2012). Aunque la falta de recursos económicos no es suficiente para abordar la cuestión de la exclusión social (Nolan & Whelan, 2010), en el sistema capitalista actual sigue siendo determinante. El vínculo laboral constituye tanto una fuente de ingreso para los sujetos y sus familias, como un espacio de pertenencia social y una fuente de estatus (Sunkel, 2003). En el barrio Guadalquivir, actualmente, más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza. Muestra de ello da este sencillo relato:
Este barrio yo creo que impacta, en el sentido de que ves muchas realidades que a lo mejor otras personas que se han criado en otros barrios más desarrollados no ven […] Aquí ves realidades que te impactan, gente que está pasando necesidades, gente que necesita para comer. (María)
Estas condiciones están determinadas en gran parte por el nivel educacional (Lunecke, 2012). Altas tasas de absentismo escolar entre los más pequeños, abandono o fracaso entre los más mayores o la falta de recursos para los jóvenes son comunes en el barrio. La literatura especializada considera la familia, la escuela y el barrio como los principales sistemas sociales que deben integrar a los sujetos al resto de la sociedad. En condiciones de marginalidad, ni las familias ni las escuelas tienen capacidad de integrar a los sujetos, agudizándose la marginación y el aislamiento (Lunecke, 2012). El siguiente relato es elocuente al respecto.
El absentismo es que es uno de los grandes problemas que tenemos en esta barriada. Y la verdad que es una pena, porque hay muchos niños y niñas que tienen muchas posibilidades, muchísimas, pero es una lacra que tenemos en este barrio. (Pedro Pablo)
Otra de las problemáticas que ha determinado la historia de Guadalquivir ha sido la venta de drogas. Esta actividad está presente en el territorio desde sus inicios y, aunque se produce en localizaciones específicas, determina la vida en el barrio. Una importante implicancia de este fenómeno es el alto grado de estigmatización que enfrenta el lugar por su causa. El estigma genera una sensación de frustración en el imaginario social de quienes lo habitan (Lunecke, 2012). Los prejuicios resultantes se ven agravados cuando interseccionan con otras cuestiones generadoras de exclusión, como pueden ser la edad, el género o la etnia de determinadas personas del barrio. En los siguientes relatos, los vecinos evidencian los prejuicios que enfrentan los habitantes de Guadalquivir.
Tenemos muchos calificativos en distintas zonas de Córdoba. Porque principalmente no nos conocen desde dentro, nos conocen desde fuera y eso es un peligro potencial. (Fernando)
Por mucho que intentemos negarlo y que digamos que no existe la discriminación, sí la hay […] las mujeres gitanas para la sociedad somos invisibles. (María Jesús F.)
Los vecinos muestran cómo las problemáticas aquí expuestas no son tenidas en cuenta por las instituciones públicas y demás organizaciones que trabajan en el territorio. Para ellas, las necesidades y problemáticas de la población en estos barrios pasan inadvertidas y/o son excesivamente gravosas en tiempo y recursos para ser afrontadas (Subirats, 2006). Sus necesidades no son atendidas ni siquiera cuando las demandas son explícitas, lo cual obstaculiza la participación de los vecinos en el ámbito político, aunque las decisiones que en este se tomen afecten de manera directa su vida. Predomina así en el barrio la sensación de abandono por parte de las administraciones públicas (Blanco & Subirats, 2011). En palabras de un líder vecinal:
Hace nada tuvimos una reunión con los delegados llevando un montón de denuncias de cosas y casos y ya llevamos más de un mes y todavía no han contestado. Esto es un desastre por parte de AVRA,1 del Ministerio, de la Delegación, del Gobierno, del que sea... no sé quién es el que lo tiene que hacer. (Juan)
Los relatos de vida aplicados con lógica territorial permiten indagar y poner en valor las respuestas que las personas que habitan un territorio han dado ante la situación de opresión vivida en este, y cómo se han ido dando procesos de resistencia colectiva (Retamozo, 2010). Los relatos de vida que conforman la historia del barrio están mostrando el compromiso político de unas vidas que se articula en prácticas de gobernanza y transformación, más allá de las circunstancias y realidades individuales (Granados et al., 2016).
En este sentido, es necesario apuntar la importancia de las redes sociales que se tejen en los distintos lugares. Las redes familiares, de amistad y comunitarias actúan como elemento de apoyo e inserción social y son percibidas como elemento fundamental ante las carencias que dificultan la vida en estos entornos (Blanco & Subirats, 2011). El tejido social supone uno de los activos más importantes en cualquier comunidad, y especialmente en las comunidades pobres (Forni et al., 2004). Los problemas comunes, la confianza y la solidaridad constituyen los pilares básicos para el desarrollo de redes que dan soporte a la comunidad. Los habitantes de este barrio utilizan las relaciones para hacer frente a la situación de vulnerabilidad. Así lo muestra el relato de un vecino:
Pues mira que la gente es muy sencilla, que la gente precisamente por eso, por sentirse muy cerca unos de otros, [...] estamos dispuestos muchas veces, quizá no siempre, pero estamos dispuestos a ayudarnos unos a otros Fíjate un detalle… me paro porque me emociono un poco… un detalle de los primeros momentos cuando yo vine a vivir al barrio, en el pasaje Bujalance. Nos vinimos a vivir un compañero, otro compañero cura y yo. Aquella tarde estuvimos subiendo los muebles y todo eso. Y cuando llegó la hora de cenar, se presentó un chaval de la calle Bujalance, que su madre lo mandaba y él lo traía con una olla de sopa para que cenáramos. Y eran los primeros momentos que vivía yo en el barrio. Y sentí entonces cómo era la acogida en el barrio. (Luis)
Más allá de lo anterior, las historias de nuestros informantes muestran la existencia de relaciones que trascienden las redes informales. Aunque los procesos de individualización y la consecuente erosión de las pautas de reciprocidad interpersonal están provocando un debilitamiento del tejido comunitario (Wacquant & Wilson, 1989), en Guadalquivir son muchos los vecinos que dicen formar parte de asociaciones. Evidentemente, hoy sus reivindicaciones no son las mismas que fundamentaron su origen, pero sí su razón de existir: la vinculación a un territorio y todo lo que tiene que ver con él (Rodríguez-Villasante & Gutiérrez, 2001). La proliferación del mundo asociativo en este contexto ha generado una seña de identidad que, aun enfrentando un contexto global desfavorable, sigue siendo compartida por muchos. Un joven del barrio lo expresa así:
Es verdad que sí, que hay una situación socioeconómica baja, hay problemas de droga, de gente que se enreda con ese tema. ¡Claro que lo hay! Esa realidad está. Pero es que también está lo otro, de asociaciones que se mueven, que luchan, que bregan, que quieren cambiar todas estas realidades y problemas que hay en el barrio. Hay como diez asociaciones de estudiantes en el barrio que se mueven, que se ponen semanalmente a buscar soluciones a problemas que nos preocupan. (Darío)
En este sentido, son continuas las alusiones que se hacen a los actos de denuncia y las reivindicaciones que se han llevado a cabo a lo largo de la historia del barrio. La apertura del orden se vincula a procesos históricos en los cuales la articulación discursiva hegemónica comienza a evidenciar su indeleble cara contingente e histórica (Retamozo, 2010). Son especialmente significativas las referencias a las movilizaciones de los pobladores más antiguos, aquellos que pertenecieron al movimiento vecinal que se desarrolló en Andalucía en los años ochenta (Blanco & Subirats, 2011). Paralelamente, la lucha contra las nuevas condiciones de marginación social está teniendo un protagonismo de primera fila (Rodríguez-Villasante & Gutiérrez, 2001).
Para la primera cabina de teléfonos de aquí del barrio, tuvimos que hacer una manifestación desde aquí del barrio hasta las Tendillas,2 con una cabina que se hizo de cartón y un hombre metido y así fuimos hasta las Tendillas. Todo ha sido así, a fuerza de machacar. (Isabel)
Los relatos de vida ofrecen la posibilidad de deconstruir y reconstruir tramas y sentidos que favorecen la resignificación de los territorios y, con ello, una nueva mirada a las personas que los habitan (Mandariaga, 2014). Además, aplicados en contextos comunitarios, impulsan el desarrollo de prácticas intersubjetivas en las que los sujetos puedan desplegar lo que algunos autores han llamado la subjetividad política. En esos relatos, lo íntimo transita hacia lo público, desde una acción comprometida que trabaja por una vida digna y justa (Granados et al., 2016).
Hacia el final de las entrevistas, se observa cómo los relatos de todos los informantes transitan de un escenario problematizado a un posicionamiento positivo, esperanzado, generador de una nueva historia que permite dar otro sentido a los eventos vividos. El relato les permite la apropiación subjetiva de su historia, movilizando, por la resignificación de su vida, el poder de transformarse (Cornejo et al., 2008). En este momento el discurso no se enfoca en las carencias, sino en la capacidad de superarlas y en cuánto de valorable hay en la trayectoria de estas vidas, restituyendo un sentido global a una existencia de exclusión. El siguiente fragmento sitúa la importancia de tal fenómeno.
Es verdad que cuando viene la prensa te saca la manzana que está en frente de la residencia, que es la que peor está, y eso no puede ser, porque todo el barrio Guadalquivir no es así, no podemos sacar siempre lo peor del barrio. (Mariló)
En este sentido, en los relatos de vida aparece una proyección en positivo del territorio. Una valoración de lo propio, discurso en positivo de lo que somos y de lo realizado con eso que viene dado. Los vecinos han destacado como especialmente valorables aspectos relacionados con el urbanismo o con las buenas costumbres. Los relatos de vida muestran, de este modo, la capacidad de construir nuevas interpretaciones de los contextos adversos y de las respuestas posibles que todos podemos encontrar ante ellos (Granados et al., 2016). El relato de una joven lo expresa así:
Pero también es un barrio, que yo creo que es de los pocos barrios en los que se sigue juntando la gente en la calle, en los parques. No solo la gente joven, sino también la gente mayor; la gente se junta debajo de las casas con las sillas y todo eso. Es uno de los pocos barrios que siguen haciendo eso. (Nerea)
Hombre, yo el barrio lo considero un barrio bueno, un barrio amplio, porque esto es una envidia, una envidia de los barrios de Córdoba, porque tú dime a mí qué barrio tiene estas calles tan amplias, tiene estos aparcamientos… (Juan)
El proceso de recuperación histórica a través de los relatos de vida permite que aflore un proceso de apropiación del territorio. Es decir, un proceso por el cual las personas, a través de la acción y la identificación, generan apego hacia el espacio (Aramayona et al., 2019). Frente a la idea de tener que abandonar el barrio para conseguir un futuro mejor, los vecinos y vecinas manifiestan su deseo de permanencia. Aparece, así, un sentimiento de pertenencia y de orgullo entre la comunidad. A través de este proceso de apropiación y desde su capacidad de agencia, el sujeto puede cambiar y configurar el espacio. Y este, a su vez, deviene apropiado, lo que refuerza los procesos de identificación del sujeto y la comunidad sobre el entorno (Aramayona et al., 2019).
A mí me da igual que hablen mal del barrio, porque para mí es el mejor; yo aquí vivo muy bien […]. El barrio es estupendo, yo no me voy de aquí por nada del mundo. (Ani)
Del mismo modo, esta nueva concepción se proyecta al futuro, lo que permite que sea mirado con ilusión. Gracias al poder evocador y creativo de las narrativas, la comunidad no se queda anclada en su vulnerabilidad, sino que transita hacia algo nuevo. Se refiere esto a la búsqueda de sentido y significación que hace de la historia presente una oportunidad para reinventar el futuro con esperanza (Granados et al., 2016). El relato permite transitar del padecimiento y del dolor profundo al reconocimiento de entender que la vida es una promesa, donde es posible un nuevo nacimiento (González & Mora, 2006).
Vivo con esa esperanza […]. Que la gente joven luche por el barrio porque es un barrio que es hermoso, muy abierto, amplio, con muchas posibilidades de vida, de comunicación. Entonces, la verdad es que sí, que espero que tenga un futuro mejor, más abierto a la cultura, a la convivencia, no sé, que la sociedad sea un poquito más justa y equitativa con el barrio. (María Jesús)
Habitar un barrio es habitar una historia. En este sentido, el proceso de recuperación histórica del barrio Guadalquivir se hace inseparable de la historia personal de sus vecinas y vecinos. Se trata de historias diversas que juntas van construyendo la historia local, que da cuenta de las relaciones y situaciones que se entrelazan en distintos lugares, como una gran tela hecha de múltiples hilos. De esta manera, los relatos logran la reivindicación de una historia común; una historia que en la condición de lo elemental permite construir los nudos que la hacen compleja y, al mismo tiempo, representativa de las vidas de los demás; y que lo logra en cuanto reivindica las luchas, resistencias y supervivencias que se han compartido en el territorio (Betancurth Loaiza et al., 2022; Molano, 2019).
Abordar los relatos de vida aplicados al territorio ha permitido complejizar la mirada y dar cuenta de la pluralidad que albergan los barrios en nuestras ciudades (Herrera & Garzón, 2011; Puyana & Barreto, 1994). Desarrollar tal proceso de recuperación histórica a través de esta técnica ha hecho posible poner en diálogo discursos heterogéneos, constatando en su aplicación que lo social no anula lo individual, sino que, por el contrario, lo individual potencia lo social (Max-Neef, 1994). Estos espacios de comunicación han proporcionado a los participantes lugares donde interactuar, de manera crítica y constructiva, para definir la propia realidad, lo que ha potenciado la construcción colectiva del conocimiento (Luque & Encina, 2008) y, así, su emancipación de los discursos científicos dominantes (Binimelis Espinoza, 2010; Cortés, 2011).
Por otro lado, la técnica de los relatos de vida aplicados al territorio ha demostrado su capacidad para contribuir a la toma de conciencia y a la movilización de los participantes en aras de un proceso de desarrollo territorial. Ha posibilitado advertir que lo personal está profundamente vinculado a lo político, tanto en lo que se refiere las políticas de representación (visibilidad, invisibilidad, hegemonía, subordinación), como a la importancia que adquiere la reivindicación del ejercicio de una democracia radical en la que los sujetos-ciudadanos hacen oír su voz-autoría (Sancho Gil, 2014). Todo ello ha fomentado la generación de un sujeto colectivo con agencia y capacidad para adueñarse del espacio, incidir en la capacidad de acción desde el conocimiento y, lo más importante, resignificar el territorio, mirarlo de otro modo, dando una visión esperanzadora acerca de la posibilidad de cambio (Arias Vargas & González López, 2009).
En definitiva, en esta línea, la presente investigación muestra que los relatos de vida deben constituirse en una herramienta fundamental en el campo de los estudios urbanos, puesto que a la vez que permiten acceder a la complejidad que albergan los territorios, ofrecen la capacidad de resignificarlos, abriendo así la posibilidad de transformarlos.
Cabe señalar, sin embargo, que esta investigación ha encontrado también algunas limitaciones. Aunque a través de ella se ha logrado la participación vecinal, no ha sido posible acceder a ciertos colectivos ni a determinados lugares del barrio. Es así que este estudio apunta el reto de desarrollar futuras investigaciones que permitan incorporar una mirada más compleja, una perspectiva que incluya y pueda aportar la visión de los excluidos dentro de los excluidos: migrantes, grupos étnicos, minorías de todo tipo… (Checa & Arjona, 2005; Magliano & Perissinotti, 2020).