Resumen: El artículo analiza el concepto de estigmatización territorial con el objetivo de desarrollar un marco analítico para entender mejor este fenómeno desde una perspectiva latinoamericana. A pesar de la emergente producción empírica sobre estigmatización territorial en Latinoamérica, aún resulta incipiente, en comparación con la extensa literatura anglosajona. Por ello, este artículo responde a esta brecha en el conocimiento y brinda una revisión de los debates producidos en Latinoamérica durante las últimas dos décadas. Así, se desprenden dos premisas. Por un lado, se resalta la estigmatización territorial como una expresión de la marginalidad urbana bajo el neoliberalismo. Por el otro, a pesar del contexto de marginalidad, se propone que las subjetividades de los estigmatizados se volvieron congruentes con los principios neoliberales de la economía, generando fronteras simbólicas al interior de sus barrios.
Palabras clave: desigualdad social, marginalidad, teoría urbana.
Abstract: The article analyzes the concept of territorial stigmatization with the aim of developing an analytical framework to better understand this phenomenon from a Latin American perspective. Despite the emerging empirical research on territorial stigmatization in Latin America, it remains incipient when compared to the extensive Anglo-Saxon literature. Therefore, this article addresses this knowledge gap and provides a review of the debates that have taken place in Latin America over the last two decades. Two premises emerge from this analysis. On the one hand, territorial stigmatization is highlighted as an expression of urban marginality under neoliberalism. On the other hand, despite the context of marginalization, it is proposed that the subjectivities of the stigmatized have become congruent with the neoliberal principles of the economy, generating symbolic boundaries within their neighborhoods.
Keywords: social inequalities, marginality, urban theory.
Tribuna
Estigmatización territorial: Marginalidad urbana y fronteras simbólicas en Latinoamérica
Recepción: 20 Octubre 2023
Aprobación: 24 Enero 2024
Enfrentar las injusticias del capitalismo neoliberal radica en reconocer que sus prácticas son la base de un proyecto hegemónico que implica políticas, ideologías, racionalidades y valores (Brown, 2003). Por ello, las formas en que nos relacionamos y representamos a los “otros” tienen un papel importante para entender por qué “la desigualdad es socialmente aceptada, legitimada y naturalizada” (Bayón, 2021, p.282). La estigmatización territorial se pone en discusión al ser una representación simbólica socialmente construida y que condiciona el futuro de un lugar y sus residentes (Álvarez & Ruiz-Tagle, 2024).
El artículo desarrollará una visión común sobre la investigación en estigmatización territorial en las ciudades latinoamericanas. Para ello, se realiza una revisión exhaustiva de la literatura sobre este fenómeno. El objetivo es abordar un marco analítico para entender mejor la estigmatización territorial desde una perspectiva latinoamericana. Al reconocer el estigma territorial como una variable del neoliberalismo, se desprenden dos premisas. Primero, se posiciona este concepto en el debate sobre marginalidad urbana en el siglo XXI, recientemente retomado en los estudios de Ruiz-Tagle y su equipo (2021, 2023). Segundo, se propone que las subjetividades de los estigmatizados se volvieron congruentes con los principios neoliberales de la economía, generando fronteras simbólicas al interior de sus barrios (Lamont & Molnár, 2002). Así, al contrario de luchar contra el descrédito de sus espacios, estos profundizan su desigualdad.
Las investigaciones latinoamericanas sobre estigmatización territorial se han concentrado en el abordaje de las consecuencias subjetivas y materiales de los discursos denigrantes producidos por diversos agentes. Siguiendo a Wacquant et al. (2014), varios investigadores han corroborado las estrategias de los residentes de barrios desprestigiados para lidiar con el estigma (Bayón, 2012; Ducci, 2000; Elorza, 2018; Quiceno & Sanín, 2009; Ruiz-Tagle, 2017; Sabatini & Trebilcock, 2013; Salcedo, 2010; Santillán, 2017), como mentir sobre la dirección de residencia, huir de la esfera pública o mudarse. Así, la estigmatización territorial surge del reconocimiento de las diferencias que se muestran a nivel de las representaciones sociales, las cuales impactan en la capacidad de los excluidos para representarse a sí mismos (Cornejo, 2012). En este sentido, los jóvenes de los barrios estigmatizados son la población que sufre mayor sospecha y hostilidad por parte de la policía y de los adultos. Los discursos cotidianos los relacionan fácilmente con la violencia, las drogas y los conflictos entre bandas (Kessler & Dimarco, 2013; Zavaleta et al., 2016). Para Barreira (2009), la lógica de la dominación territorial del Estado es la base del relacionamiento entre los jóvenes y la policía. Los métodos de vigilancia y control social de esta institución llevan a los jóvenes a temer y desconfiar al transitar por el barrio y, en consecuencia, a crear una identidad diferente a la identidad estigmatizada y a la popular tradicional para enfrentar el estigma (Sabatini & Wormald, 2013; Sabatini et al., 2013).
Por otro lado, Álvarez y Ruiz-Tagle (2024) argumentan que la imagen denigrada de los territorios estigmatizados cala a través de los agentes externos. Esto lleva a la ausencia y al abandono de muchas instituciones, ya sea por miedo o por la baja solvencia económica de los residentes, o a que presten ineficazmente sus servicios en estos barrios o los deleguen en otras entidades, lo que genera problemas materiales. Entre estos, la desinversión en infraestructura (Ojima et al., 2010; Ruiz-Tagle et al., 2023), la mala calidad de la educación y la salud (Freidin et al., 2020; Kessler, 2012) o la ineficacia de los órganos de justicia (Ruiz, 2012). Tales consecuencias perpetúan el estigma y condicionan las oportunidades de mejora de estos espacios.
Otro aspecto relevante sobre la estigmatización territorial es su nexo con la gentrificación. Los ejemplos más representativos de estas dinámicas son las urbes brasileñas. En ellas, la histórica estigmatización de las favelas ha servido para justificar el despliegue de políticas de pacificación con el objetivo de mercantilizar los territorios en que se asientan. Al respecto, es interesante observar cómo las lógicas de desposesión del espacio urbano transforman los paisajes humanos, simbólicos y materiales en concordancia con los imperativos de ciudad globalizada y cosmopolita (Broudehoux & Carvalhaes, 2017; Comelli et al., 2018; Germany & Richmond, 2020; Labbé et al., 2016). El enfoque innovador radica en que la gentrificación no solo es observada como proceso económico-político. Al contrario, existen fuerzas simbólicas que cumplen una función para reorientar la imagen de la ciudad.
Asimismo, ahora los centros históricos son insertados en los circuitos de capital. Además de señalar la inversión en capital financiero en barrios patrimoniales, Cuberos-Gallardo (2022) afirma que hay inversión en capital cultural, relacional y simbólico por medio de discursos políticos y mediáticos que amparan su revalorización. Estas narrativas criminalizan la vida cotidiana de los residentes de estos espacios, a fin de implementar políticas de control social (Cuevas-Calderón & Vargas-Villafuerte, 2021; Quezada, 2018).
En Latinoamérica, se sabe menos de las causas del estigma territorial que de sus consecuencias. Por ello, para profundizar la comprensión de los mecanismos causantes de este fenómeno, es importante discutir el papel de los especialistas en producción cultural y simbólica: los medios de comunicación. Aunque en diversos estudios se realiza análisis crítico ya sea del discurso o del contenido de los reportajes de prensa, tales componentes no son parte central de las investigaciones. Por ello, se destacan los trabajos de Sibrian (2015) y Sibrian y Reyes (2019). En ambos se concluye que las representaciones simbólicas-espaciales se relacionan con la distribución socioeconómica de la ciudad (Sibrian & Reyes, 2019). Así, a pesar de que los medios tengan líneas editoriales antagónicas, la naturalización de la peligrosidad de ciertas zonas les es común (Sibrian, 2015). Estos análisis corroboran el hecho de que “el carácter soberano que imponen los medios se basa en el ocultamiento de las causas profundas de los problemas del barrio, mostrando como única prueba la peligrosidad atribuida” (Álvarez & Ruiz-Tagle, 2024, p. 17).
En términos metodológicos, si bien las investigaciones usan principalmente métodos cualitativos, resaltan los trabajos cuantitativos para analizar la estigmatización territorial o usarla como variable para tensionar el debate sobre la vida en la ciudad, ya sea para estimar los conflictos urbanos (Méndez & Otero, 2018), medir el estigma según las diferencias en la clase social (Otero et al., 2022) o analizar el bienestar psicológico (García et al., 2017).
Finalmente, es importante observar los debates en relación con la resistencia a la estigmatización mediante la acción colectiva orientada a resignificar el espacio o realizar demandas sobre el sistema político y económico. Diversos investigadores de las urbes brasileñas posicionan el derecho a la ciudad en medio de estos debates (Broudehoux & Carvalhaes, 2017; Cummings, 2015; Husseini & Batista, 2017). Adicionalmente, se expone que el uso de la violencia por el Estado está vinculado a la gobernanza empresarialista, una de cuyas estrategias es la estigmatización (Cummings, 2015; Germany & Richmond, 2020). Sin embargo, en contextos de marginalidad, Husseini y Batista (2017) reconocen que la resistencia puede fragmentarse y debilitarse a medida que los proyectos de urbanización liderados por el Estado avancen.
Para Angelcos y Méndez (2017), las diversas demandas deben ser comprendidas a partir del vínculo entre territorio y construcción identitaria. En las resistencias implícitas en tales demandas, el sentido de orgullo por el vecindario puede emerger a través de las redes de subsistencia, la participación y la amistad, para dar forma a la acción colectiva (Cuberos-Gallardo, 2022; Ruiz-Tagle, 2017). Estas acciones se materializan de diversas maneras, entre ellas el cambio de nombre al barrio (Elorza, 2012), reclamos al municipio para mejorar el espacio público (Freidin et al., 2019) o la organización comunitaria de actividades culturales (Cornejo, 2012).
Los estudios sobre estigma territorial señalados posicionan el concepto de “marginalidad urbana” para englobar diferentes características de los estigmatizados, como su pobreza, su informalidad laboral, la ubicación periférica de sus viviendas o el contexto de violencia en que se desenvuelven. Estos rasgos son las bases para territorializar representaciones negativas en el espacio urbano. A pesar de que diversas investigaciones hacen mención de este concepto, no actualizan su contenido teórico o lo abordan como paraguas teórico.
En Latinoamérica, desde los años noventa, se reapertura el debate en la academia sobre la teoría de la marginalidad (de la Rocha et al., 2004). Esta teoría, surgida en los sesenta, se usó para referirse a las condiciones habitacionales precarias de vastos sectores de la sociedad. El debate original discute, por un lado, la aplicabilidad de la noción de “marginalidad avanzada” desarrollada por Wacquant; y, por el otro lado, la revalorización de su perspectiva económica-estructural (Delfino, 2012).
Para Ruiz-Tagle et al. (2021), “el avance de la neoliberalización, y la consecuente proliferación de una variedad de desigualdades materiales y simbólicas, han extendido la idea de la Marginalidad Urbana más allá de las discusiones de los años 60 y 70” (p. 20). En Latinoamérica neoliberal, la acción del Estado se amplía para hacer una fuerte intervención en la vida de los pobres, quienes, a diferencia de aquellos en la marginalidad de décadas previas, ya no están en abandono (Ruiz-Tagle et al., 2023). En este nuevo contexto, Ward señala lo siguiente:
Hay evidencia creciente que si bien la marginalidad clásica puede haber carecido de veracidad en su iteración temprana, las condiciones económicas cambiantes que emergieron del ajuste estructural y la austeridad de los 80s, junto con la reestructuración neoliberal de los 90s, están creando hoy día las condiciones y construcciones culturales concebidas y predicadas por Nun, Quijano y Lewis en los 60s. (Ward en de la Rocha et al., 2004, p. 186)
En la marginalidad contemporánea, los pobres urbanos están expuestos a la acción de diversas instituciones, ya sea estatales, privadas o del tercer sector, portadoras de diferentes intereses. De acuerdo con Ruiz-Tagle et al. (2023), estas instituciones emplean la estigmatización para, explícita o implícitamente, condicionar las oportunidades o la correcta distribución de recursos hacia estos espacios, a modo de relacionamiento con sus poblaciones.
Con el objetivo de pensar el estigma territorial en el contexto del neoliberalismo latinoamericano, debemos procurar investigar cómo las instituciones en referencia dan forma a posiciones y creencias estigmatizantes para producir y reproducir la desigualdad. Esto debe ampliar nuestro marco de análisis, limitado a saber cómo experimentan la estigmatización los marginados de la ciudad. Este punto de partida raramente considera la “economía política de la estigmatización” y no indaga en las cuestiones del poder (Tyler & Slater, 2018). En consecuencia, las investigaciones latinoamericanas han ignorado preguntas más amplias como: ¿quién estigmatiza y cómo lo (re)produce?, ¿contra quién se estigmatiza y qué consecuencias conlleva tal conducta? y ¿qué intereses se persiguen?
Al igual que las desigualdades materiales, las simbólicas son producidas por estructuras político-económicas. Por ello, en concordancia con Álvarez y Ruiz-Tagle (2024), los problemas sociales pueden atribuirse a las instituciones que operan desde fuera y desde dentro de los barrios marginales. Así, dada su capacidad ilustrativa, la teoría de la marginalidad brinda novedosas luces para analizar esta nueva realidad (Delfino, 2012). La estigmatización territorial se presenta como una expresión de la marginalidad urbana que sufren las ciudades, y abordar sus causas y consecuencias requiere comprender los modelos de acumulación capitalista, la globalización económica y las consecuentes desigualdades socioterritoriales de este nuevo ciclo social.
Wacquant (2012) sugiere que “lo que es ‘neo’ en el neoliberalismo es la reingeniería y redistribución del Estado como la agencia central que establece las reglas y fabrica las subjetividades, las relaciones sociales y las representaciones colectivas” (p. 66). Esta racionalidad expresa “una profunda antipatía hacia las distintas formas de solidaridad social e institucional” (Peck et al., 2009, p. 51), a la vez que procura que los comportamientos de las personas sean consecuentes con los principios neoliberales de la economía: individualismo y competitividad.
Si bien los sectores más desfavorecidos son simbolizados como responsables de sus propias decadencias por los agentes externos, los estudios precedentes sobre estigmatización territorial muestran que tales señalamientos están presentes entre los mismos miembros de los barrios desfavorecidos. Esto mediante la generación de imaginarios y narrativas sociales para interpretar sus prácticas y sus espacios de una forma particular (Grimson & Segura, 2016). En contextos urbanos neoliberales, Méndez y Otero (2018) advierten que los ciudadanos intentan definir su identidad social y diferenciarse de sus pares a través del trabajo de límites simbólicos. En los barrios marginados, este proceso ha llevado a la desintegración de la comunidad (Freidin et. al, 2019; Sabatini & Wormald, 2013), a debilitar la autoestima (Bayón, 2012), a la pérdida del compromiso por el bien común (Cuevas-Calderón & Vargas-Villafuerte, 2021), a generar jerarquías en el territorio (Ruiz, 2022; Sabatini et al., 2013), entre otras consecuencias.
Siguiendo a Lamont y Molnar (2012), las fronteras simbólicas son elaboradas por actores sociales para categorizar y separar objetos, personas y prácticas, distinciones que se manifiestan en prohibiciones normativas, actitudes y patrones de gustos y disgustos (Lamont et al., 2015). Así, constituyéndose como un sistema de clasificación, definen jerarquías entre grupos y sirven para atribuir identidades a “otros” y definir como legítimos ciertos valores morales (Charles, 2008; Sayer, 2005; Small et al., 2010). Sin embargo, tales dinámicas se vuelven más problemáticas cuando las fronteras no son concebidas en términos de clase, etnia o nacionalidad y, al contrario, en ellas lo central es un equilibrio desigual de poder (Elias & Scotson, 2016).
Los estudios latinoamericanos exponen que estas fronteras se legitiman si el “otro” es considerado peligroso. Por ello, las nuevas políticas de tolerancia cero contra el crimen y los nuevos métodos discriminatorios de vigilancia y control social (Brenner & Theodore, 2002) para gobernar territorios, han servido para establecer relaciones de peligrosidad/no peligrosidad, superioridad/inferioridad e inclusión/exclusión en grupos sociales similares. Además, la desacreditación de las prácticas culturales del grupo que es más fácil de estigmatizar en el barrio, o sus “malas costumbres”, sirven de base para la construcción de límites. Es decir, estas distinciones se extienden a diferencias morales acerca de los comportamientos en el espacio. Algunos residentes de barrios estigmatizados reivindican para sí ciertas virtudes de las que los “otros” carecen.
En contextos de marginalidad donde la clase u otra variable no es la base de la diferenciación y la clasificación, las dimensiones simbólicas pueden reorientar y revitalizar los estudios de la desigualdad en Latinoamérica (Dammert-Guardia, 2018). A pesar de que la existencia de fronteras en el interior de barrios estigmatizados es evidente, en los estudios precedentes perdura un vacío en responder cómo se construyen y operan esas distinciones en las relaciones sociales para legitimar y profundizar la desigualdad. Si durante el siglo XX los movimientos urbanos construyeron una colectividad que brindaba a sus pares redes sociales y representación política, hoy estas poblaciones están ligadas con la gobernanza neoliberal, a través, por ejemplo, de estrategias intencionadas de estigma territorial.
Las investigaciones expuestas no ahondan en el rol de los discursos burocráticos y políticos o de los agentes privados en la construcción del estigma. Así, dado el ciclo social vigente, se requiere continuar investigando estas dinámicas, debido a que la estigmatización territorial se manifiesta en formas localmente específicas. Además, reconocen que la experiencia del estigma afecta el bienestar y la calidad de vida de los residentes de barrios desprestigiados. En este sentido, la profundización de esta experiencia, a través de las fronteras simbólicas, puede ofrecer nuevas luces para entender por qué la desigualdad se cristaliza bajo una (supuesta) diferencia entre unos y otros.
Así, la estigmatización territorial se establece como un campo de investigación para comprender el papel de las estructuras simbólicas en la (re)producción de la desigualdad urbana. Esto a través de las relaciones sociales en estos barrios, ya sea entre sus miembros, como también entre estos últimos y diversas instituciones. Este examen llevaría a una imagen amplia de las relaciones de poder, las tensiones y las jerarquías en el espacio.