Reseña
Los pobladores, una vez más: esfuerzo, dignidad y ciudadanía urbana
Los pobladores, una vez más: esfuerzo, dignidad y ciudadanía urbana
EURE, vol. 51, núm. 152, pp. 1-5, 2025
Pontificia Universidad Católica de Chile
![]() | Pérez Miguel. Casa y dignidad: el movimiento de pobladoras y pobladores en Chile. 2023. Ediciones Universidad Alberto Hurtado. 978-956-357-434-0 |
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El movimiento de pobladores fue, junto con el movimiento de los trabajadores, uno de los grandes protagonistas, durante la segunda mitad del siglo XX, de la movilización popular chilena: no solo atrajo diferentes proyectos políticos y sociales, sino que activó agendas de investigación influyentes en el debate público.
Las urbanizaciones populares –conocidas en Chile como “poblaciones”–, así como los sectores equivalentes en América Latina, se volvieron un escenario donde se expresaban territorialmente las grandes disputas del siglo. Los pobres urbanos gatillaron una imaginación política que movilizó temores y esperanzas, pero que coincidía en atribuirle un potencial transformador decisivo. En respuesta, desde la Iglesia católica, los partidos políticos y el Estado se elaboraron políticas destinadas a desactivar o potenciar la capacidad disruptiva de los pobladores. Esa atención contribuyó a su reconocimiento político como actor de la producción de la ciudad y de la política, siendo su principal repertorio de acción colectiva la toma de terrenos.
A finales del siglo XX, sin embargo, estos protagonistas de la urbanización popular y de la resistencia al régimen de Pinochet perdieron su centralidad. En efecto, una política ambiciosa de construcción de vivienda social en las periferias urbanas, la consolidación de las dinámicas especulativas en la distribución/concentración de suelo y la ausencia de los aliados institucionales que otrora contribuyeron a su fortaleza (Iglesia y partidos políticos), parecieron darles la razón a quienes diagnosticaban el fin del movimiento de pobladores.
La reducción del déficit de vivienda, emprendida mediante una gubernamentalidad neoliberal que buscaba la desmovilización de los pobladores a través de subsidios habitacionales que los desplazaban a donde hubiera suelo barato disponible, tuvo como efecto prácticamente la desaparición de las tomas de terrenos. Como en los análisis el movimiento era reducido a dicha estrategia, se creyó que había desaparecido o al menos había sido domesticado a través de los Comités de Vivienda.
El mérito del libro Casa y dignidad del antropólogo Miguel Pérez radica justamente en cuestionar las premisas anteriores y retratar un momento de reemergencia o, más bien, de metamorfosis del movimiento de pobladores. A contrapelo del diagnóstico que prevaleció durante un tiempo, una nueva generación de investigadores ha venido pesquisando una nueva generación de dicho movimiento, el cual ha renovado su repertorio y reinventado sus dinámicas, creando nuevas organizaciones e instrumentos políticos.
Como bien se señala en el libro, a mediados del 2010, la tendencia a la reducción del déficit de vivienda se rompió: aumentaron sostenidamente el valor del suelo, el allegamiento, el número de campamentos, así como la migración. La promesa del país de propietarios de sus casas no se había cumplido y este renovado movimiento se encargó de darle centralidad nuevamente al derecho a la vivienda, por ejemplo, en el debate constitucional.
Este libro, resultado de la tesis doctoral en antropología de Pérez y previamente publicado en inglés, es uno de los productos más acabados del ciclo reflexivo que ha acompañado este ciclo de movilización de los pobladores. Abarcando un periodo de campo que va desde el 2011 a 2014 (17 meses), con la realización de 80 entrevistas a participantes de organizaciones de la Federación Nacional de Pobladores (FENAPO), particularmente del Comité Don Bosco, de La Florida, este texto combina una exhaustiva revisión de archivos sobre el movimiento, discutiendo con la considerable literatura nacional sobre pobladores, incorporando una sólida y original discusión teórica y sacando a relucir todas las virtudes de la etnografía, para mostrar cómo los pobladores se constituyen y son reconocidos como sujetos ético-políticos, en un contexto marcado por los programas de vivienda subsidiada del Chile neoliberal.
Paradoja de la gubernamentalidad
Notablemente con la recuperación de la democracia, las políticas públicas de acceso a la vivienda priorizaron la acción individual por sobre la colectiva (voucher). Se buscó gobernar las conductas de los pobladores en tanto agentes económicos racionales y no sujetos de derecho. En pocas palabras, ciudadanos-consumidores o, más precisamente, ciudadanos en tanto consumidores.
Sin embargo, esta gubernamentalidad no produjo el efecto esperado de inhibición de la movilización de los pobladores, quienes mostraron una alta capacidad para resistir a la mercantilización de los derechos sociales. Esto a través de la reivindicación del derecho de vivir con dignidad, una forma de contestación de raíz moral, construida a partir de las experiencias cotidianas de vulnerabilidad.
Ser poblador hoy
Los pobladores se identificaban antes con una agencia derivada de la performance urbana de la toma y la autoconstrucción. Especialmente la autoconstrucción habría posibilitado la aparición de una subjetividad basada en el reconocimiento de los pobres como productores de la ciudad. Sin embargo, siendo que hoy ni las tomas ni la autoconstrucción son dominantes, lo que los caracterizaría sería su condición de beneficiarios de políticas y programas estatales. Sin embargo, ellos no experimentarían esa condición de manera pasiva, respecto de lo cual Pérez señala:
Los pobladores y pobladoras organizados en comités de allegados son capaces de resistir la naturaleza activamente excluyente de las políticas de vivienda, a pesar de que, en la configuración de sus demandas por derechos de ciudadanía, opera fuertemente una gramática moral neoliberal que imagina el esfuerzo y la responsabilidad individual como ejes centrales de la acción política. La disputa del carácter segregador de las políticas urbanas se logra mediante la inclusión de dos tipos de derechos exigidos por los pobladores: el derecho a la permanencia territorial [tipo de derecho a la ciudad en la que se autocomprenden como productores del espacio urbano] y el derecho a vivir con dignidad. Mientras el primero aparece como una contestación a las políticas habitacionales que buscan removerlos de sus barrios de origen, el segundo aflora como una forma de significar ética y políticamente su involucramiento con los programas estatales. (pp. 66-67)
De este modo, ser poblador supone una forma de interpelar al Estado, pero es también una habilitación. Según el testimonio de José recogido en el libro: “Los pobladores son los que luchan por su derecho a la vivienda, por su derecho a sentirse mejor, a tener una mejor comunidad. Es la gente que necesita salir adelante… Yo creo que un poblador es una persona que lucha por sus derechos” (p. 143). De este modo, un poblador no nace, se hace. Ser poblador es así una conquista que se adquiere a través del esfuerzo, la lucha y el sacrificio reconocido por los pares.
La condición de poblador también tendría un componente hereditario o intergeneracional, pues el pasado aparece como una fuente para la autoconstrucción de la identidad del poblador, la que sería consistente en el tiempo. Los pobladores estudiados se comprenden como herederos de los derechos que adquirieron sus padres y abuelos (permanencia territorial intergeneracional).
En este marco, la toma de terrenos retorna como una performance acotada; ya no como un medio para conquistar el derecho a la autoconstrucción, sino como estrategia de visibilidad, como lo fue la toma simbólica que sostuvo el movimiento en el río Mapocho (2014). La toma es un medio para demostrar que se sigue siendo un actor importante; es una forma de presión, pero no la vía más rápida para conquistar el techo.
Ciudadanía urbana y política del esfuerzo
La etnografía de Pérez muestra que el esfuerzo es una categoría moral que unifica la identidad, pero que, al mismo tiempo, permite distinguir entre personas que merecen o no el reconocimiento como pobladores. Se va consolidando una ciudadanía urbana vía “política del esfuerzo”, la cual también se construye en la demanda misma del derecho (la lucha). La capacidad de demandar derechos depende de compromisos individuales con la lucha colectiva por la vivienda.
El Estado administra la pobreza de un modo que cuestiona la dignidad de los pobres. Sin embargo, los pobladores se movilizan en la espera y se quejan permanentemente de ella. La espera, no obstante, en este caso no es excluyente con la movilización política. Al contrario, esta política del esfuerzo los empodera y, de hecho, cambia su relación con el Estado.
Hablamos de una espera activa que se manifiesta en performances públicas, a diferencia de otras experiencias (Auyero, 2011). En la investigación de Pérez “más que pacificarlos o desalentarlos, este estado de espera prolongada parecía estimular su compromiso con la lucha. Para ellos, el acto de esperar era un indicador de la incapacidad del Estado de cumplir sus promesas, hecho que los motivaba a reaccionar contra lo que consideraban una injusticia” (p. 110).
La etnografía retrata dos nociones de esfuerzo: como lucha y como compromiso. El esfuerzo como lucha se puede resumir en la frase “Solo los que luchan ganan”, pues solo los que luchan, merecen. Según un poblador: “todos deberíamos tener un lugar donde vivir… pero igual tenís que ganártela, porque no podís tener todo regalado” (p. 210). El esfuerzo como sacrificio implicaría condenar a los que no se han sacrificado lo suficiente para salir adelante. Según Pérez, las dinámicas derivadas de estas nociones, aunque cuestionan las lógicas subsidiarias del Estado, reproducirían una concepción de ciudadanía y de derechos basadas en una racionalidad y ética neoliberal, internalizando valores e ideologías del modelo. Si bien es cierto que estas dinámicas implicarían el paso de un tipo de competencia entre pobres para demostrar quién lo es más –típico de políticas focalizadas– a una competencia entre quienes se sacrifican más, cabe preguntar hasta qué punto estas manifestaciones se pueden clasificar como neoliberales. El libro no entrega suficientes elementos conceptuales para identificar lo neoliberal con estas concepciones del esfuerzo.
La demanda territorial
Un elemento central de este movimiento es la demanda territorial, que puede ser resumida en una frase reiterada por los pobladores: “Porque aquí nacimos y aquí crecimos, aquí nos vamos a quedar”. El derecho territorial se deriva del legado de la autoconstrucción como forma de adquisición de un derecho que permite la continuidad con las luchas de sus abuelos y padres.
Como ha señalado la geografía crítica (Porto-Gonçalves, 1999), el derecho a permanecer es un derecho a decidir sobre el lugar geográfico y social del propio grupo. Además, en este caso, la capacidad de decidir sobre la ciudad está íntimamente ligada al derecho de los pobladores a decidir sobre sus propias vidas. Alcanzar la vivienda les permite superar la restricción para actuar de manera soberana incluso en su espacio privado, en tanto allegados. Como lo resumió Rosa en uno de los testimonios del libro: “Yo quería poder hacer lo que quisiera sin que hubiera nadie preguntándome lo que hice o lo que no”. Hay un ida y vuelta entre lo público y lo privado. La privacidad es condición de la dignidad y se conquista con la casa propia; pero, a su vez, la dignidad se expresa en lo público a través de la lucha.
Este sentido de la lucha es especialmente notable entre las mujeres que componen las organizaciones, las que representan, según Pérez, el 87% de participantes del Comité Don Bosco, siendo un 62% madres solteras, la mayor parte además trabajadoras independientes e informales. El relato de “madres sacrificadas” reforzaría justamente esta “política del esfuerzo”.
Vida digna
El argumento del libro está centrado en el rol político de conceptos morales. Esto permite comprender el papel de la “dignidad” como “pasarela semántica” que articula en un lenguaje político el “yo” con una demanda colectiva por justicia. Es una politización del cotidiano que aspira a la construcción de una sociedad decente que no humille a las personas.
El Estado humilla a las personas al no garantizar el derecho a la vivienda y llevar a los pobladores a vivir con parientes sin privacidad, o al caracterizarlos como vulnerables con la Ficha de Protección Social. Para ser beneficiarios de políticas públicas, ellos tienen que someter su vida al escrutinio de la tecnología de gobierno. Su concepción de la clase popular es antagónica a la imaginación estatal sobre la pobreza. La lógica de beneficios los obliga a actuar de un modo que consideran poco digno. No obstante, el mercado también los humilla al segregarlos y empujarlos a romper sus vínculos comunitarios fuera de sus comunas de origen.
Estallido
El libro cierra con reflexiones respecto del denominado “estallido social” ocurrido en Chile en octubre de 2019. Efectivamente, los pobladores de este movimiento participaron activamente de esas movilizaciones, así como de la Mesa de Unidad Social, que articuló al movimientos sindical, feminista, estudiantil y de pobladores, entre otros, en plena efervescencia social.
Si bien el libro peca de un excesivo optimismo al comprender la conexión del movimiento de pobladores con el estallido social, el hecho de que haya sido la “dignidad” la principal clave narrativa de las movilizaciones chilenas en ese periodo revela la importancia de esta etnografía. Efectivamente, la idea de una “vida digna” adquirió un horizonte político activador del malestar cotidiano. Aunque hoy ese ciclo de contestación vive sus estertores y hay un esfuerzo intelectual y político de descalificarlo al intentar reducirlo a una expresión meramente delictual, las condiciones de desigualdad y exclusión humillantes de la sociedad chilena que lo originaron siguen latentes. Así, revisitar a los pobladores, como lo hace Pérez, es una forma indirecta de entender las fuerzas magmáticas que dieron origen a un estallido que todavía no terminamos de comprender.
Agradecimientos
Agradezco al Fondecyt Regular 1220332
Referencias bibliográficas
Auyero, J. (2011). Patients of the State: An ethnographic account of poor people’s waiting. Latin American Research Review, 46(1), 5-29. https://doi.org/10.1353/lar.2011.0014
Porto-Gonçalves, C.-W. (1999). A territorialidade seringueira. Geografia e movimento social. GEOgraphia, 2, 67-88. https://doi.org/10.22409/GEOgraphia1999.v1i2.a13352