Artículos

EL COMERCIO INFORMAL DE CALLE EN LAS COMUNAS SANTIAGO Y CONCEPCIÓN[1]

THE INFORMAL STREET TRADE IN THE SANTIAGO AND CONCEPCION CITIES

Mônica de Souza
Universidad del Desarrollo, Chile
Alexander Bustos
Universidad del Bío-Bío, Chile

EL COMERCIO INFORMAL DE CALLE EN LAS COMUNAS SANTIAGO Y CONCEPCIÓN[1]

Urbano, núm. 35, pp. 58-73, 2017

Universidad del Bío Bío

Recepción: 13 Diciembre 2016

Aprobación: 03 Mayo 2017

Resumen: El objetivo de este artículo es analizar los resultados de la investigación empírica sobre el comercio callejero de las comunas de Santiago y Concepción realizada entre marzo de 2015 y febrero de 2016. Dichos resultados fundamentaron la elaboración de un Mapa del comercio informal de calle y contribuyeron a la identificación de aspectos importantes de ese fenómeno, como su extensión sobre el territorio, el número de trabajadores involucrados, rasgos del comportamiento de dichos trabajadores y la relación de esa actividad con el espacio urbano.

Palabras clave: comercio callejero, espacio urbano, trabajo informal, mapa del trabajo informal.

Abstract: The objective of this article is to analyze the results of empirical research carried out between March of 2015 and February of 2016 on the street trade in Santiago and Concepción counties. The results were used as a base to create a Map of Informal Street Trade and aided in the identification of important aspects of this phenomenon, such as its spread throughout the territory, the number of workers involved, aspects of the workers’ behavior, and the relationship of this activity with urban space.

Keywords: street trade, urban space, informal work, informal work map.

INTRODUCCIÓN

El trabajo informal es un fenómeno antiguo que ha llegado al periodo contemporáneo con proporciones significativas en muchas ciudades de diferentes escalas en el mundo. En América Latina, éste se ha establecido mayormente en países donde las crisis e inestabilidades económicas son más recurrentes, o bien, ha potencializado su presencia en aquellos cuyo trabajo informal es parte de la tradición social y de la economía. En los últimos años, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y otros órganos vinculados, como el Programa Regional del Empleo para América Latina y El Caribe (PREALC), además de Organizaciones no Gubernamentales (OnGs), investigadores y gobiernos, han debatido sobre el tema trabajo informal, abarcando diferentes aspectos de su complejidad y llegando a variadas conclusiones, por ejemplo, acerca del impacto de su gran expansión en diversos sectores de la economía y formas de precarización.

Aunque el trabajo informal sea una realidad, en Chile, las informaciones sobre esta actividad ocupan poco espacio en los debates políticos y académicos, en comparación con otros países. No obstante, en la sede de Santiago de la Comisión para la Económica para América Latina y Caribe (CEPAL) fueron producidos los primeros debates y publicaciones sobre la situación de pobreza y trabajo en América Latina y El Caribe, incluyendo investigaciones e discusiones relevantes sobre esta situación en el país, lo que indica una paradoja sobre la manera en la cual el tema es tratado en la actualidad. En este contexto, la propuesta de este trabajo es presentar una fracción de una investigación empírica sobre el comercio informal de calle de las ciudades de Santiago y Concepción (Chile) con el objetivo de llevar a cabo una aproximación sobre la extensión de esta actividad en dos de las principales ciudades chilenas, las comunas de Santiago y Concepción. Para ello, la presente investigación se estructura de la siguiente forma: primero realiza un abordaje del trabajo informal en Chile, presentando específicamente el comercio informal de calle; luego, se ocupa de los conceptos vinculados a la temática y, finalmente, expone los resultados del trabajo empírico a través de un Mapa informal de comercio de calle, correspondiente a ambas ciudades, con la intención de suscitar una reflexión sobre tal actividad en el país.

EL COMERCIO INFORMAL DE CALLE EN CHILE[2]

Los vínculos entre el espacio urbano y el mercado son tan antiguos como la propia ciudad. En Latinoamérica, tal actividad se ha expandido en los años 70 y, considerablemente, desde mediados de los 80, como consecuencia de la “apertura” de las fronteras de exportación y de las crisis económicas. En las últimas tres décadas, el crecimiento del comercio callejero ha transformado el paisaje de las ciudades como parte de los conflictos entre la policía y los trabajadores, entre ellos y los usuarios. Esta situación ha aumentado las tensiones entre este comercio y los poderes locales. Pero sus formas de establecimiento y niveles de conflictos serán inherentes a cada país. En Brasil, Bolivia, Ecuador, México y Perú, por ejemplo, el comercio de calle es un tema que ha sido investigado y debatido, mientras que en Chile, el asunto es menos debatido, sobre todo, en lo que concierne a la relación entre este fenómeno y el espacio urbano. En ese escenario, Armando de Ramón resalta que la urbanización de Santiago presentaba hasta mediados del siglo XX una considerable tasa de urbanización incrementada por el movimiento migratorio de habitantes hacia la capital, lo que produjo paulatinamente contraste en la ocupación espacial, en la cual los arrabales y los barrios periféricos dejaron de ser un paisaje lejano para incorporarse a la ciudad (1992: 289).

A partir del contingente de migrantes que llegan a la capital, el aumento de la movilidad y de los nuevos patrones de consumo ha generado el ambiente propicio para el establecimiento del comercio de calle: ferias, mercados y ambulantes (De Soto, 1992: 3). Según los datos censitarios[3], el número de habitantes de Santiago pasó de 685.350, en los años 20, a 1.704.954, en 1950. En esta década[4] vivían en la provincia un total de 1.505.804 habitantes, gran parte de ellos en situación vulnerable. En este periodo, los pobres de Santiago se dividían entre los barrios periféricos y el centro de la ciudad, viviendo en condiciones precarias en conventillos, cités y casas modestas. Esta población iría a modificar las condiciones del hábitat tradicional a partir de sus necesidades de trabajo:

“[…] 1957, fue el período en que los pobres, sometidos a presión comenzaron a multiplicar no sólo los baratillos, sino también los boliches, paqueterías, bazares, boticas, chiribitiles, cantinas, garitos, puestos de frutas almacenes, emporios, expendios de bebidas alcohólicos y carretones de manos para venta directa en todas las poblaciones populares. Las calles fueron recorridas al mismo tiempo por una generación de regatones: heladores, vendedores de pavos, vendedores de pasto pa’ las gallinas, hojalateros, afiladores […], vendedores de agua de colonia; vendedores de mote con huesillo, chupallas, castañas cocidas, manzanas confitadas, de gallinas […]”. (Salazar, 2003: 68-69).

El mercado no fue organizado de manera tan orgánica y espontánea en la ciudad, sino que se instaura como una forma de recomponer algunos valores y afectos que se estaban perdiendo (De Soto, 1992: 4-5). Con ese fin, fue inevitable generar una red de relaciones productivas y comerciales (fueran familiares o no): una manera de socializar, en la cual las relaciones de poder fueran capaces de redefinir la producción y usos del espacio urbano. Para Salazar, las formas de socialización ofrecidas en el espacio, tanto del comercio de calle como de las ferias libres, son capaces de transformar el carácter cultural de un lugar. Así, paralelamente al establecimiento progresivo de estos “nuevos” habitantes, aumenta la preocupación de la sociedad tradicional y con ella las estrategias del gobierno frente al rechazo de ésta. No obstante, esta situación hostil entre sociedad civil y comercio no es sine qua non de todo el territorio chileno, pues en ciudades de menor escala la comunicación entre espacio urbano y rural es más estrecha, dado que los productos provenientes del campo tienen espacio garantizado en la ciudad.

Desde esa perspectiva, es interesante la obra de Torres, Ruz y Arias (2009) elaborada a través de los relatos y retratos del Mercado de Chillán[5], contada por sus personajes, visitantes y cronistas que describen algo peculiar del vínculo entre el mercado y la ciudad. En ella, las narraciones sobre su espacio y cotidiano surgen del imaginario, de las fotos, de la poesía, de los cuentos, de las recetas de las comidas preparadas allí, de las “picadas” y de los recuerdos cargados de símbolos y sentimientos, señalando, en efecto, una relación construida alejada del poder centralista de la capital y que se establece de manera más autónoma.

Para Witker (2009), el establecimiento del comercio ferial de Chillán resulta también del nexo entre la población con este lugar, comprendido este a partir de los niveles de vida y sociabilidad desarrollados en función de las necesidades y de los recursos del medio físico. De esta forma, la articulación entre ciudad y mercado es aquí bastante particular porque logra un protagonismo en el sector económico que se convierte, según el mismo Witker, en el “espejo y corazón” (37) de la ciudad. Por lo tanto, se comprende que tal correlación es elemento determinante y que el equilibrio social determinará el desarrollo de nuevos comportamientos y reacciones culturales[6]. En el análisis de Antonio Candido, “la obtención del equilibrio discurre de la necesidad de cada grupo y para alcanzarlo hay que ajustarlos de acuerdo con las carencias de él a partir de los descubrimientos de soluciones que permitan explorar el medio físico para obtener los recursos de sobrevivencia y el establecimiento de una organización compatible con ellas” (2010: 30).

Salazar, por su parte, observa que el tipo de organización utilizada por los comerciantes de calle para suplir sus carencias va más allá de que se trate solo de un trabajo familiar, que posibilita disminuir los costos operacionales con impuestos, funcionarios, tasas municipales y otros encargos; el comercio de calle constituye la continuación de una cultura familiar, de un modo de relacionarse con los otros ciudadanos. Este espacio público permite desarrollar identidad y vínculos, además de conformar, para muchos, una salida de la condición de pobreza (2003: 88-92). Para De Soto, la organización de los comerciantes de calle tiene como fin reclamar sus derechos como otros grupos formados por asociaciones, gremios, junta de vecinos, sindicatos; y lo hacen con el propósito de adquirir un papel preponderante frente al Estado (1992: 4-7). Por otra parte, si la organización del comercio de calle es influenciada por una variación en su estructura y dinámica de ocupación espacial de acuerdo con las leyes y control del poder público, es mantenida también gracias al objetivo de los trabajadores de salir de la pobreza o auto-emplearse.

La cuestión del comercio informal de calle es muy compleja y, en general, muestra apenas la punta del iceberg de una problemática mucho más profunda, fundada a partir de las estrategias de acumulación de capital y de la reorganización de la fuerza de trabajo, cuya raíz social está asociada a nuevas formas de trabajo y sus modalidades representan una variable de este mercado (Freire, 2011; Cabanes, 2011). En este contexto, esta investigación ha intentado: a partir de un estudio empírico (in situ), recolectar datos cuantitativos sobre el comercio informal de calle para producir un Mapa del comercio informal de calle en las comunas de Santiago y Concepción; traer a la luz el fenómeno del comercio de calle en Chile, es decir, “materializar” su existencia y desenvolvimiento en términos de ocupación urbana; reconocer las particularidades de su estructura, comportamientos y vínculos con la ciudad; y, finalmente, convertir el resultado de este trabajo en una herramienta para futuros análisis relacionados a esta actividad.

ASPECTOS DEL TRABAJO INFORMAL EN EL CONTEXTO CHILENO

Para una mejor interpretación del comercio informal de calle, se propone conocer su definición a partir del concepto que explica el trabajo informal[7] (mapa 6). Se podría decir que los estudios sobre el fenómeno empiezan en los años de 1960, cuando los intelectuales e investigadores de la Comisión Económica para América Latina y Caribe (CEPAL) y el Centro para el Desarrollo y Social de América Latina (DESAL) consideraron los problemas de la dualidad, marginalidad y desigualdad social como factores intrínsecos al fenómeno de pobreza urbana de las grandes ciudades[8]. En 1969, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) presenta un diagnóstico sobre las condiciones laborales y asignan los problemas de ese sector de empleo a los paradigmas de la economía moderna. En 1973, la OIT divulga los resultados de la investigación realizada en territorio africano, el Informal in come opportunities and urban employment in Ghana, en la cual se postulaba “un modelo dual de oportunidades de ingreso para la fuerza de trabajo urbana, basado principalmente en la distinción entre el empleo remunerado y el trabajo por cuenta propia” (Portes y Haller, 2004: 9). Este informe posibilitó la OIT interpretar los aspectos de la economía informal redefiniéndola como una actividad propia de la pobreza, particularmente, aquella engendrada en la “modalidad urbana” (ídem), creada para atender las demandas del capitalismo moderno.

A partir de dichos análisis, la OIT definió las actividades del trabajo formal como aquellas integradas a la estructura económica y a las diversas organizaciones productivas que cumplen los reglamentos laborales establecidos por el Estado; y el trabajo informal[9], como aquel que no se restringe solamente a las actividades que no cumplen las reglamentaciones laborales definidas por el Estado, sino también a todas aquellas que son referidas a las actividades precarias, en que los trabajadores no tienen contrato de trabajo, están excluidos de los beneficios de las leyes laborales del Estado, desarrollan sus actividades en condiciones mínimas de salubridad, están expuestos a las intemperies y sujetos a recibir remuneraciones abajo del salario mínimo. Así, el comercio de calle se encuadra dentro del grupo de actividades del trabajo informal a los cuales pertenecen los artistas ambulantes, cartoneros, artesanos, feriantes, entre otros. Es necesario subrayar que dentro de este grupo de trabajadores informales existen aquellos que tienen permiso, es decir, la autorización otorgada por la municipalidad[10] para ejercer su oficio; son los trabajadores informales legales. Los trabajadores informales ilegales[11] son, por su parte, aquellos que no tienen el permiso municipal para trabajar en la calle. La cantidad de trabajadores informales ha crecido al punto de que en muchas ciudades el fenómeno puede superar al trabajo formal. Según William Maloney, en América Latina el empleo por cuenta propia informal puede representar, en algunos países, cerca del 40% de la fuerza laboral (2011:35). De acuerdo con el autor, en México, el 60% del total de trabajadores informales dejaron su empleo formal y se incorporaron al sector de manera voluntaria con el objetivo de mejorar sus ingresos, tener flexibilidad e independencia y ser su propio jefe[12]. Otro motivo es la oportunidad ofrecida al trabajador poco capacitado, fuera del mercado de trabajo o desempleado, de incluirse en una actividad económica[13]. De acuerdo con los dados de la CEPAL (2006 y 2010), entre 1992 y 2008, el total de trabajadores informales pasa de un 59 a un 64% del empleo urbano, presentando gran diversidad en la región. Estos datos muestran que el porcentaje de trabajadores informales en Perú, Bolivia, Ecuador, Paraguay, El Salvador, Guatemala y Nicaragua sobrepasa el 68%. Ya Brasil, México y Argentina presentan un total que puede variar entre 55 y 66%; mientras Costa Rica, Uruguay, Panamá pertenecen al grupo de los países con 50%. Chile, en tanto, exhibe el menor porcentaje de trabajo informal urbano: cerca del 43% (Tokman, 2011:19-20)[14].

En Chile, el fenómeno de trabajadores ocupados en actividades informales se podría justificar a partir del “discurso oficial” que afirma que este es un país con altos niveles de formalidad y de protección,” cercano al pleno empleo y no presenta el problema fundamental de la economía latinoamericana a nivel del trabajo: la alta incidencia del sector informal”[15]. No obstante, la Fundación SOL (2011) revela que el “trabajo protegido” en realidad está en progresivo deterioro y precariedad[16] en razón del modelo económico neoliberal. Los estudios de la Fundación elaborados a partir de los datos de la Nueva Encuesta de Empleo Nacional (NENE), de 2013 (correspondiente al trimestre noviembre-enero), indican que el 27% corresponde a trabajadores por “cuenta propia”, de los cuales el 37% son mujeres. Asimismo, quedó de manifiesto que de los 233 mil trabajadores por “cuenta propia” existentes en el país, el 93% se desempeña como agricultores y artesanos, trabajadores no calificados, operarios y vendedores de comercio. Dicho número de trabajadores por cuenta propia se mantiene elevado también en los años siguientes, como revelan los estudios del Instituto Nacional de Estadística (INE), que registró, en el primer trimestre de 2016, un 58% de asalariados en el sector privado y 33,5% de trabajadores por cuenta propia, evidenciando una tendencia a la desaceleración del trabajo formal y al aumento de trabajos menos calificados y precarios.

Para Luciana Itikawa, la condición caótica del comercio de calle es herencia de las prácticas de la improvisación originadas en el periodo de la colonización (2006: 54)[17]. La misma idea es sostenida por Salazar, cuando asocia el establecimiento del comercio de calle y su situación de precariedad con la popularización del centro y el empobrecimiento de la población (2003: 56.). Así, tanto las evidencias de las investigaciones empíricas como los datos producidos por las instituciones del Estado apuntan a la pobreza urbana como uno de los factores determinantes para el crecimiento del trabajo informal. Por otra parte, la reestructuración de la economía y flexibilización de las relaciones de trabajo contribuyeron al despliegue de las formas de producción, la multiplicación de empresas de autogestión y de trabajadores autónomos. En este contexto, los comerciantes de calle fueron capaces de generar su propio lugar en el espacio urbano.

LA OCUPACIÓN DEL COMERCIO CALLEJERO EN SANTIAGO Y CONCEPCIÓN: MAPA DEL COMERCIO INFORMAL DE CALLE

La permanencia del comercio de calle en el centro es histórica, debido a su propia naturaleza: la aglomeración de personas, factor primordial para su desarrollo y continuidad. En este entorno, los datos recolectados in situ registran su presencia e identifican sus características; informaciones necesarias para la producción de un Mapa del comercio informal de calle (MCIC)[18] de Santiago y Concepción. Estos mapas hacen posible no sólo dimensionar el fenómeno, sino también comprender la manera en que se produce social y económicamente y, el modo en que se articula con la estructura urbanística.

Para este trabajo fueron registrados los siguientes datos: niveles de densidad, rubro, productos comercializados y servicios ofrecidos, estructura (elementos para exhibir las mercaderías: manteles, cajas, etc.) y ubicación, en la cual no se distinguió el grupo de comerciantes[19] formado por trabajadores informales legales (con autorización municipal) de los ilegales (sin permiso).

Particularmente, para la actividad de las ferias libres, sí se ha considerado tal diferenciación, por ser, en general, más factible la distinción entre los feriantes legales e ilegales. Se registró un número aproximado de puestos de trabajo dada su inherente variación: en un mismo puesto de trabajo cambia la cantidad de trabajadores, el trabajador puede mudar de ubicación de acuerdo con el periodo del día, especialmente, en los horarios punta y cuando se encuentra amenazado por la represión de la policía; o bien, el número de trabajadores y rubro puede cambiar de acuerdo con las estaciones del año y fechas conmemorativas. Además, la prohibición de esta actividad por la municipalidad es otro factor que influye directamente en términos de cantidad de trabajadores en el espacio público. Considerando estos aspectos, entre marzo de 2015 y febrero de 2016, se registró, en Santiago, la suma de 1.764 puestos de trabajo (vendedores, artistas) y, en Concepción, la de 703.

Conforme indican los ejemplos de los Mapas, en la capital, la investigación dio cuenta de la existencia del comercio de calle en diversos sectores, siendo el Centro Histórico el más masivo, en este sentido. Otros puntos de concentración son: avenida Alameda Bernardo O´Higgins en toda su extensión, variando de densidad ocupacional entre calle Matucana y Libertad; avenida Manuel Rodríguez y Miraflores, entre calle Lastarria y avenida Vicuña Mackenna. También están en los sectores culturales y de entretenimiento: Lastarria, San Borja, Cerro Santa Lucia y Parque. Ya las ferias libres se establecen en los barrios residenciales de: Bogotá, Viel, Matta (Sur), San Diego, Copiapó, San Eugenio, Balmaceda y Panamá (cerca del parque Los Reyes).

En Santiago, la concentración de trabajadores del comercio informal (mapa 1) en la calle indica un gran número de trabajadores informales cuyas actividades no son especificadas en las estadísticas de empleo y desempleo. Además, denota la tendencia del comercio a establecerse en el centro y en áreas más populares de la ciudad. Por otra parte, el Mapa de las Ferias Libres (mapa 2) muestra la concentración de este tipo de actividad especialmente en los sectores más periféricos de la ciudad, continuando una tendencia histórica de fijarse en barrios residenciales y periféricos. Por último, la concentración de gente en determinadas áreas del centro también es uno de los factores que atrae a los artistas callejeros (mapa 5) quienes obtienen una mayor tolerancia por parte de la policía.

Trabajo Informal de la comuna de Santiago, según localización y densidad de ocupación.
Mapa 1
Trabajo Informal de la comuna de Santiago, según localización y densidad de ocupación.
Elaboración de Mônica de Souza y Alexander Bustos.

Ferias Libres de la comuna de Santiago.
Mapa 2
Ferias Libres de la comuna de Santiago.
Elaboración de Mônica de Souza y Alexander Bustos.

Alimentos Preparados de la comuna de Santiago.
Mapa 3
Alimentos Preparados de la comuna de Santiago.
Elaboración de Mônica de Souza y Alexander Bustos.

Vestuario de la comuna de Santiago.
Mapa 4
Vestuario de la comuna de Santiago.
Elaboración de Mônica de Souza y Alexander Bustos.

Artistas de la comuna de Santiago.
Mapa 5
Artistas de la comuna de Santiago.
Elaboración de Mônica de Souza y Alexander Bustos.

Trabajo Informal de la comuna de Concepción, según localización y densidad de ocupación.
Mapa 6
Trabajo Informal de la comuna de Concepción, según localización y densidad de ocupación.
Elaboración de Mônica de Souza y Alexander Bustos.

Ferias Libres de la comuna de Concepción.
Mapa 7
Ferias Libres de la comuna de Concepción.
Elaboración de Mônica de Souza y Alexander Bustos.

Alimentos Preparados de la comuna de Concepción.
Mapa 8
Alimentos Preparados de la comuna de Concepción.
Elaboración de Mônica de Souza y Alexander Bustos.

Vestuario de la comuna de Concepción.
Mapa 9
Vestuario de la comuna de Concepción.
Elaboración de Mônica de Souza y Alexander Bustos.

Artistas de la comuna de Concepción.
Mapa 10
Artistas de la comuna de Concepción.
Elaboración de Mônica de Souza y Alexander Bustos.

De forma similar a lo ocurrido en Santiago, en Concepción el comercio callejero se establece mayormente en el centro: Plaza Independencia; paseo peatonal de Barros Arana, calle Freire y avenida Bernardo O´Higgins, entre las calles Orompello y Lincoyán; calle Aníbal Pinto entre Avenida San Martin y Maipú. La Diagonal Pedro Aguirre Cerda, entre O´Higgins y Plaza Perú, entorno de la Universidad de Concepción, registra la presencia del comercio de calle con menor intensidad en comparación con las calles alrededor de la Plaza Independencia, constatando que la incidencia de trabajadores de calle es mayor donde se concentra el comercio formal establecido y más popular, según lo demuestran las calles del centro antiguo de Santiago y del centro económico y comercial de Concepción. Las ferias libres, asimismo, están localizadas en los barrios residenciales más lejanos del centro de la ciudad, como ha sido tradicionalmente en ambas ciudades. Así como en Santiago, en Concepción es posible observar una mayor tolerancia policial respecto a los artistas callejeros. Los artistas sufren menos represión por parte de las autoridades locales y la policía, siendo frecuente que puedan permanecer en su actividad aun cuando los trabajadores informales e ilegales sean expulsados.

Los registros utilizados para este análisis evidencian sólo algunas de las innumerables facetas del comercio informal de calle. Efectivamente, el comportamiento de estos grupos va a depender de una combinación ilimitada de factores y coyunturas (políticas, económicas, culturales y sociales, clima, estación del año, fechas especiales) que influenciará, a su vez, sus prácticas. Se trata, por tanto, de una dinámica variable que generará situaciones e interpretaciones diferentes del fenómeno.

CARACTERIZACIÓN DE LOS PUESTOS DE TRABAJO Y PRODUCTOS COMERCIALIZADOS

La organización espacial del comercio de calle es bastante compleja, porque los puestos son configurados a partir de sus necesidades de desarrollar la actividad en un micro espacio y en un tiempo determinado del día. En Concepción, los trabajadores informales con permiso ocupan carritos para ventas de palomitas (Figura 7), frutas, ropas y material cuyo diseño es estándar. Los trabajadores sin permiso resuelven sus “puestos” de trabajo, no solamente de acuerdo con sus productos, más pensados a partir de su condición de vulnerabilidad en el espacio público. Frente a eso, los elementos del paisaje, la arquitectura de los edificios y el mobiliario urbano son frecuentemente adaptados por ellos acorde a sus necesidades de exponer mercaderías, protegerse de la intemperie, huir de la represión de la policía y moverse de un punto a otro, utilizando para eso carritos, manteles, bicicleta, cajas o el propio cuerpo (Figura 1). Tanto en Santiago como en Concepción, las alternativas de esa infraestructura indican el nivel de temporalidad y formalidad de la ocupación. Así, los diversos aparatos de trabajo son distinguidos según la situación de legalidad de los trabajadores, por ejemplo: Los exhibidores portátiles son utilizados por los vendedores de helado, caramelos y pequeños productos (lápices, agujas, agendas, flores, entre otros) que utilizan sus cuerpos para sujetar y exponer las mercaderías. Normalmente, estos trabajadores informales son ilegales, igualmente aquellos que utilizan manteles o cartones. Y, lo hacen porque ocupan el lugar momentáneamente, se mueven de un punto a otro, necesitan camuflarse entre los transeúntes o huir frente a la amenaza de represión de las autoridades. Los taburetes, carritos de feria, canastos y cajones, igualmente son usados por vendedores ilegales que comercializan frutas, verduras, comida preparada, y se concentran en determinadas horas punta en los lugares de mayor aglomeración de personas. El uso de triciclos, bicicletas, carritos de supermercado y carritos de mano (Figura 2) son otros instrumentos utilizados por esos trabajadores que necesitan desplazarse múltiples veces durante la jornada. La necesidad de movilidad no es una maniobra exclusiva de los exhibidores, sino también un recurso de los artistas.

Vendedor comercializa piña en una tabla improvisada, sobre un triciclo en calle Barros Arana (Concepción).
Figura 1
Vendedor comercializa piña en una tabla improvisada, sobre un triciclo en calle Barros Arana (Concepción).
Mônica de Souza.

El trabajador vende jugo de naranja en la esquina de calle Curicó con Lira (Santiago).
Figura 2
El trabajador vende jugo de naranja en la esquina de calle Curicó con Lira (Santiago).
Alexander Bustos.

En este tipo de comercio existe una mayor vulnerabilidad en comparación a los trabajadores con permiso municipal. Además, el niño sobre el asiento de la bicicleta en la figura 1 expone el problema social que enfrentan los trabajadores informales de calle, pues es común la presencia de hijos acompañando a sus padres durante la jornada de trabajo. La figura 2 muestra cómo el trabajador improvisa su puesto de trabajo sobre un carrito de supermercado. En ella es posible percibir la creatividad de los vendedores, en este caso, el aparato permite que el vendedor tenga mayor movilidad, trasladándose de lugar en busca de clientes potenciales. Por otra parte, la figura 3 representa un sector turístico de la ciudad y su diseño obedece a la propia lógica del lugar, atraer extranjeros, chilenos con mayor poder de compra y de clases sociales más ricas. Sin embargo, esos mismos trabajadores comercializan sus productos por precios inferiores a los de Lastarría en otros sectores de la ciudad. Por último, los vendedores de la Plaza del Perú (figura 4) enfrentan conflictos permanentes con la Junta de Vecinos y con los trabajadores informales ilegales. Aunque está feria sea de antigüedades y tradicional, no ha encontrado apoyo de la municipalidad respecto a una mejoría de los puestos de trabajo y promoción.

La Feria calle Lastarría (Santiago).
Figura 3
La Feria calle Lastarría (Santiago).
Alexander Bustos.

Feria Plaza Perú (Concepción).
Figura 4
Feria Plaza Perú (Concepción).
Mônica de Souza.

Feria 10 de Julio (Santiago)[20]
Figura 5
Feria 10 de Julio (Santiago)[20]

Feria de Collao, Comuna de Concepción.
Figura 6
Feria de Collao, Comuna de Concepción.
Alexander Bustos.

Carro estándar de palomitas, en calle Barros Arana, Concepción.
Figura 7
Carro estándar de palomitas, en calle Barros Arana, Concepción.
Mônica de Souza.

Normalmente, el tipo de puesto de trabajo va a indicar si existe o no la concesión municipal para el ejercicio de la actividad. Cuando no existe la concesión, la salida para solventar las dificultades será la formación de una “red de apoyo” generada a partir de las relaciones sociales entre los trabajadores, que es necesaria para organizar y mantener el trabajo callejero funcionando. Este soporte se muestra a través de la solidaridad y complicidad entre ellos, que crean códigos únicos de comunicación tanto de alerta para escapar de la represión y del peligro de incautación de la mercadería por carabineros e inminencia de la multa, como para pedir que les cuide del puesto mientras están ausentes por algún momento. Las ferias de arte y libres son partes de la tradición cultural y, por su carácter, funcionan en días concretos de la semana, por lo que su impacto urbano es menor en relación a los sectores donde las actividades son a diario.

En Santiago y Concepción es fácil identificar a los trabajadores informales con permiso. Ellos trabajan en puntos fijos, utilizan carritos de mano con diseño estandarizado que exhiben la patente municipal enmarcada y colgada en un lugar visible. Con la autorización en su poder, resulta frecuente que agreguen otras mercaderías, aumenten la superficie de exhibición y ocupen consecuentemente mayor espacio en la calle. Se puede observar (Figura 8) de igual modo, que la mayoría agrega otros productos con el objetivo de complementar la renta, conseguir un mayor atractivo y diversificar en la oferta. En este tipo de táctica se denota la necesidad del trabajador de estar atento a las posibilidades que la ciudad ofrece y resolver los conflictos inherentes al trabajo y al espacio público.

Carrito estándar con extensión para exhibir más productos. A su lado un vendedor sin permiso municipal utiliza cajas para mostrar los productos.
Figura 8
Carrito estándar con extensión para exhibir más productos. A su lado un vendedor sin permiso municipal utiliza cajas para mostrar los productos.
Mônica de Souza.

CONSIDERACIONES FINALES

El análisis del comercio informal de calle, a través del MCIC, permitió observar que existe un contraste en el espacio urbano moderado por procesos legales e ilegales de apropiación. Por otra parte, los trabajadores informales de calle producen micro espacios temporariamente privados en los espacios públicos. Las prácticas del cotidiano callejero son parte de la vida pública, espacio de múltiples relaciones sociales, donde son evidentes la vulnerabilidad, la individualidad y, al mismo tiempo, la capacidad de integrarse a la convivencia del grupo de trabajadores, y de ellos con los usuarios de la calle. En la ciudad, el nivel de solidaridad parece ser más patente ahí donde la incertidumbre de inserción en la actividad laboral formal es cada vez más lejana para la mayoría de la población de bajos ingresos. Entonces, su dura jornada laboral, de horas en pie, sin un baño, una sombra, abrigo o protección, que implica el traslado de volúmenes de mercaderías pesadas de un lado a otro, no impide que los trabajadores informales de calle sean estigmatizados. En este ambiente, la relación social entre los “con permiso” y los “sin permiso” es en general de solidaridad, para el “bienvivir”.

Sobrevivir en la calle significa tener la capacidad de observar e intuir, prácticas adquiridas con la experiencia, que de tan antiguas son trasmitidas a otros trabajadores. No es por azar que ellos están frente a los paraderos, hospitales, escuelas, universidades y frente a las grandes tiendas. Y ni por casualidad tampoco que existan muchas calles y sectores del comercio callejero en Santiago especializadas en determinados productos y rubros disímiles (galletas y ropas, por ejemplo).

La dinámica del centro, la multitud y las demandas de consumo son factores imprescindibles en el funcionamiento del mercado de calle y, a su vez, son de fácil adaptación a la geografía, al diseño arquitectónico y urbano. No obstante, está actividad puede ser considerada un problema cuando obstaculiza la calle al punto de dificultar la circulación del peatón. Pero, de manera contradictoria, fue posible observar que tanto en el centro de Santiago como en la calle Barros Arana de Concepción los peatones se adaptan a la gran aglomeración de trabajadores de calle, como por ejemplo en las fechas festivas, cuando el número de callejeros se puede triplicar.

Por último, es necesario destacar que, aunque el comercio de calle sea un problema para el espacio urbano, es necesario acercarse al problema e intentar comprender las razones que pueden estar por detrás del fenómeno. De ese modo será posible generar datos que puedan contribuir a la elaboración de proyectos urbanos y políticas públicas que beneficien no solamente el espacio público, sino también a los trabajadores de calle.

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Notas

[1] Proyecto de Investigación “Mapa del trabajo informal: Santiago y Concepción”, del Fondo Interno de Investigación de la Universidad del Desarrollo.
[2] Este estudio también es parte de la investigación del doctorado (en curso) de la Facultad de Arquitectura y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile, sobre las estrategias y tácticas espaciales del comercio de calle en la ciudad de Concepción, Chile.
[3] Véase: Instituto Nacional de Estadística – INE, Censo 1920, Censo 1950.
[4] Los dados del INE del Censo de 1950 apuntan otras dos ciudades con mayor número de habitantes: Valparaíso, la segunda ciudad en número poblacional totalizaba 488.254 ha., mientras Concepción, la tercera más poblada, sumaba 411.566 ha.
[5] El Mercado de Chillán es un antiguo e importante local comercial ubicado en el centro de la ciudad de Chillán, provincia perteneciente a la Región del Biobío.
[6] Antonio Candido (2010) utiliza la idea de cultural responses, de Malinowski, para explicar cómo la satisfacción de las necesidades influye en nuevos tipos de comportamientos de los grupos.
[7] Las investigaciones desarrolladas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) apuntan una relación estrecha entre pobreza urbana y aumento del trabajo informal, idea compartida entre autores como Salazar (2003), De Soto (1992), Cacciamali, (2000), Cabanes (2011), entre otros.
[8] Entre los factores que determinan esta condición están los bajos sueldos, la instabilidad de empleo, el desempleo, la habitación precaria, la migración y emigración, la baja calidad de vida en los barrios y asentamientos precarios.
[9] El concepto de trabajo informal presenta se también como: economía subterránea, economía popular, economía informal, sector informal, sector residual, trabajador por cuenta propia, entre otras expresiones.
[10] La cantidad de trabajadores con permiso y el lugar que podrán ocupar serán determinados por las administraciones públicas locales.
[11] La situación de igualdad entre todos los trabajadores informales se da básicamente por sus semejantes condiciones de trabajo: ambiente (espacio físico), condición de vulnerabilidad, ausencia de protección de las leyes laborales y de contrato formal de trabajo. La única diferencia entre informales legales e ilegales radica en que los primeros están autorizados para el ejercicio del trabajo en el espacio público y pagan la tasa municipal. De ese modo, el comercio de calle incluye trabajadores informales legales e ilegales.
[12] Maloney muestra que en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, un porcentaje entre 60 y 80% de los trabajadores por cuenta propia utilizaron argumentos similares a los mexicanos, como justificación la adhesión y permanencia en este sector (2011:35).
[13] Según Maria Cristina Cacciamalli, las evidencias muestran que el perfil del trabajador informal de los grandes centros urbanos está compuesto por personas mayores, jóvenes y mujeres (2000:167).
[14] Véase también el estudio de la Fundación SOL, publicado el 28/07/2011 y disponible en: http://www.fundacionsol.cl/2011/07/la-ironia-de-que-en-chile-el-trabajador-informal-sea-%E2%80%9Cemprendedor-yo-microempresario%E2%80%9D/
[15] Véase el estudio de la Fundación SOL sobre la precariedad del trabajo y los datos ocultos del empleo en Chile en la actualidad: http://www.fundacionsol.cl/wp-content/uploads/2011/12/Ideas-1-Tendencias-del-Trabajo2.pdf
[16] Julián Vejar define la precariedad laboral como un fenómeno emergente asociado al deterioro de las condiciones laborales (inestabilidad e inseguridad), una situación donde el trabajador se encuentra vulnerable y desprotegido de las leyes laborales (2014:150-151) que caracteriza a un asalariado convencional.
[17] Itikawa se refiere al modelo de ciudad desarrollado en el período de la colonización brasileña, a partir del pensamiento de Sergio Buarque de Holanda y su libro Raízes do Brasil (1995).
[18] Esta investigación elaboró para cada comuna un Mapa de: densidad ocupacional, ferias libres, alimentos frescos, alimentos preparados, vestuario, menaje, oficio, publicidad, juegos infantiles, librería y artistas. Para cada rubro fue creada una tabla, detallando los tipos de productos y su ubicación (mapas 3, 4, 7, 8, 9 y 10).
[19] Aquí, el comercio de calle involucra todos los trabajadores informales de calle: ambulantes, feriantes, artistas, artesanos y los prestadores de servicios.
[20] Los puestos de trabajo de esta feria (figura 5) son “aparentemente diferenciados” en términos de organización de los productos y orden espacial comparados con la Feria de Collao en Concepción (Figura 6). No obstante, no se sabe si eso es debido a la cultura del lugar, una regla de los propios comerciantes o una exigencia de la municipalidad.
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