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TIPOLOGÍAS HABITACIONALES, PERCEPCIONES BARRIALES Y VÍNCULOS SOCIALES VECINALES1. EXPLORACIONES SOBRE EL BARRIO DE MICHAIHUE, ÁREA METROPOLITANA DE CONCEPCIÓN, CHILE.

HOUSING TYPOLOGIES, NEIGHBORHOOD PERCEPTIONS, AND NEIGHBORHOOD SOCIAL TIES AN EXAMINATION OF THE MICHAIHUE NEIGHBORHOOD, METROPOLITAN AREA OF CONCEPCIÓN, CHILE.

Aarón Napadensky Pastene
Universidad del Bío-Bío, Chile
Felipe Link
Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile

TIPOLOGÍAS HABITACIONALES, PERCEPCIONES BARRIALES Y VÍNCULOS SOCIALES VECINALES1. EXPLORACIONES SOBRE EL BARRIO DE MICHAIHUE, ÁREA METROPOLITANA DE CONCEPCIÓN, CHILE.

Urbano, vol. 26, núm. 47, pp. 08-21, 2023

Universidad del Bío-Bío. Departamento de Planificación y Diseño Urbano

Recepción: 10 Febrero 2023

Aprobación: 08 Mayo 2023

RESUMEN: A partir del estudio de caso realizado sobre el barrio Michaihue, cuyo origen se produce por viviendas sociales progresivas en extensión y otras en altura, analizamos la posible incidencia que la tipología arquitectónica puede tener en la percepción declarada de preferencia y predilección barrial, entendiendo estos elementos como una base positiva para la generación de vínculos sociales vecinales. Metodológicamente, analizamos y contrastamos las respuestas de un CENSO de viviendas y hogares, además de un levantamiento de redes personales aplicado a vecinos propietarios de ambas tipologías. Nuestros hallazgos demuestran que, a igual contexto urbano y atributos individuales, la tipología habitacional marca diferencias al momento de expresar preferencia por vivir en su barrio y si optaría por quedarse o no en él. Sin embargo, la evidencia no nos permite afirmar si esto afectaría las dinámicas de producción de vínculos sociales vecinales. Finalmente, exponemos que una tipología arquitectónica “progresiva”, es decir, que permite la participación del propietario en su modificación-expansión, da mejores condiciones para una positiva percepción del barrio, lo que por sí solo no necesariamente altera las dinámicas de creación y rubrica de redes sociales vecinales.

Palabras clave: Vivienda progresiva, apego barrial, redes sociales vecinales.

ABSTRACT: Using a case study conducted in the Michaihue neighborhood, the result of progressive large-scale and high-rise social housing, the possible impact that architectural typology can have on the declared perception of neighborhood preference and predilection is analyzed, understanding these elements as a positive basis to generate neighborhood social ties. Methodologically, the responses to the dwellings and households’ CENSUS were analyzed and compared, alongside a review of personal networks applied to neighbors who own both housing typologies. The findings show that, given the same urban context and individual attributes, the housing typology marks a difference when expressing a preference for living in their neighborhood and whether or not they would choose to stay in it. However, the evidence does not allow stating whether this would affect the dynamics of neighborhood social ties production. Finally, a “progressive” architectural typology is presented, that allows the owner to participate in its modification-extension, providing better conditions for a positive perception of the neighborhood, which in itself does not necessarily alter the dynamics behind the creation and outline of neighborhood social networks.

Keywords: Progressive housing, neighborhood attachment, neighborhood social networks.

INTRODUCCIÓN

En las últimas décadas se ha observado la importancia del espacio en la formación de vínculos sociales (Talen, 1999; Houghton, 2005; Adger et al., 2011; Bott, Ankel & Braun, 2019; Small & Adler, 2019) y, particularmente, en la relevancia de vínculos fuertes a escala local, consolidando una idea específica de comunidad (Wellman & Leigthon, 1979). Sin embargo, recientemente se ha dado importancia a las características del entorno construido como generador de un escenario relacional (Blokland, 2017) que puede enmarcar las prácticas sociales (Dovey & Wood, 2015) y configurar vínculos de diferente intensidad (Valentine, 2008). Lo anterior permite, además, construir una idea de comunidad a partir de las propias prácticas urbanas entre vecinos y conocidos a escala barrial (Blokland, 2017). Este tipo de vínculos pueden ser más débiles, pero de igual forma constituyen prácticas y encuentros cotidianos de reconocimiento que contribuyen al sentido de pertenencia, a la cohesión barrial y que están en relación con las características del entorno construido (Señoret & Link, 2019; Link et al., 2022a). En este sentido, existe relativo consenso en que la configuración, composición y distancia espacial, en diferentes escalas, son elementos necesarios a considerar para la comprensión de las dinámicas sociales y prácticas urbanas contemporáneas (Small & Adler, 2019).

Si bien la discusión se ha centrado de manera importante en la escala barrial, ha sido poco lo que se ha avanzado en dimensionar el alcance que las tipologías arquitectónicas pueden tener sobre determinadas percepciones sobre el barrio, las que, a su vez, pueden afectar la predisposición a las relaciones vecinales. De aquí nuestras preguntas de investigación: ¿La tipología arquitectónica incide en la percepción declarada de predilección por vivir en el barrio y de quedarse o irse de este? y esto, ¿puede afectar la generación de vínculos sociales vecinales?

Nuestra hipótesis es que no solo las condiciones sociomateriales del barrio pueden mediar en el apego barrial y la probabilidad de interacción social vecinal, sino que también las tipologías arquitectónicas que conforman el barrio, las que, al incidir en una buena o mala percepción barrial, pueden estimular o inhibir la formación de vínculos y prácticas de encuentro y reconocimiento. En este sentido, planteamos que, en el contexto de barrios producidos por la política habitacional, donde los residentes no eligen el barrio, a iguales condiciones urbanas y sociales, las tipologías residenciales progresivas, es decir, que permiten modificación o ampliación por parte de sus propietarios, generarían, en relación a aquellos propietarios de tipologías “terminadas”, una mayor percepción declarada de preferencia por vivir y quedarse en el barrio, y con ello un esperable mayor apego barrial y predisposición a capitalizar vínculos sociales vecinales.

En cuanto a la metodología, esta implicó dos tipos de levantamiento de datos. El primero en base a un Censo2 domiciliario estandarizado del que se analizaron dos preguntas claves, (i) ¿Le gusta vivir en este conjunto habitacional?, y (ii) ¿se iría o se quedaría viviendo en este conjunto habitacional? El segundo levantamiento, mucho más acotado, selectivo y exploratorio, correspondió a entrevistas a redes personales realizadas a vecinos residentes de ambas tipologías, y cuyas percepciones sobre la preferencia y predilección barrial eran distintas. Con los datos levantados, y entendiendo que el barrio comparte los mismos problemas y características estructurales de segregación, carencia de amenidades urbanas, obsolescencia edilicia, estigmatización, entre otros, cotejamos las respuestas a las preguntas con los atributos de los encuestados y tipologías residenciales.

A partir de los hallazgos de este trabajo, y en línea con lo encontrado por Link et al. (2022), planteamos que las tipologías arquitectónicas “progresivas”, es decir, abiertas a su modificación y adaptación por parte de cada propietario, pueden constituir un recurso espacial que, en complemento con otras estrategias sociales y urbanas, ayudarían a propiciar percepciones positivas respecto de la preferencia y predilección por vivir y quedarse en el barrio. A partir de esto, se pueden producir mejores condiciones para capitalizar las oportunidades que el entorno construido genera para la construcción de vínculos sociales vecinales, lo cual promueve entornos barriales más cohesionados, activos y resilientes frente a los problemas sociales que suelen enfrentar.

MARCO TEÓRICO

El capital social es un concepto con un fuerte componente espacial y geográfico, ya que las interacciones sociales están fuertemente determinadas por su tiempo y lugar (Adger et al., 2003). Además, la forma del capital social, en su interacción con otros capitales (Bourdieu, 1986), se relaciona con el espacio de manera interdependiente (Bourdieu, 1999). Específicamente, la investigación empírica sugiere que el capital social es crucial cuando otras formas de capital, como el financiero, físico, humano y simbólico, están limitados o restringidos (Braun & Aßheuer, 2011).

Lo anterior ha implicado un amplio esfuerzo por entender la forma en que el espacio encuadra o enmarca las prácticas sociales, en las que las divisiones sociales y jerarquías del habitus se evidencian en la forma en que el espacio se fracciona, propiciando o inhibiendo con ello las formas del encuentro (Dovey & Wood, 2015). Tal articulación, comprensiva y dialéctica, entre el espacio físico y el espacio social es un desafío para comprender el rol del entorno urbano construido en la configuración de biografías, redes personales y comunidades urbanas. Tal como plantea Soja (2009), es necesaria una mirada multiescalar del espacio geográfico donde poder situar estos fenómenos y procesos socioespacialmente generados.

Esta necesidad de comprender el rol del espacio físico en la formación de vínculos sociales y en las prácticas de sociabilidad en diferentes escalas ha centrado su foco en la configuración del espacio, su composición y proximidades (Small & Adler, 2019), especialmente en contextos urbanos metropolitanos. En estos, dichos vínculos se tienden a diversificar, expandir y deslocalizar, lo que configura nuevas formas de interdependencia y solidaridad (Wellman & Leigthon, 1979; Ascher, 2004; Simmel, 2014 (1908).

En este contexto, se ha establecido cierto consenso en reconocer la relevancia que las formas urbanas y estructuras espaciales tienen en la generación o inhibición de oportunidades de copresencia, contacto social y configuración de redes sociales locales (Houghton, 2005; Adger et al., 2011). De este modo, la diversidad, cantidad, variedad y configuración espacial de los usos de suelo (Wickes, et al., 2018) y espacios públicos (Lelévrier, 2013) dan lugar al encuentro e intercambio de experiencias a través de la comunicación cara a cara (Leitner & Sheppard, 2018). Small y Adler (2019) destacan este rol del espacio en la formación de vínculos a partir de tres dimensiones en diferentes escalas: la configuración espacial, la composición del espacio y las distancias respecto a las diferentes actividades cotidianas. Así, el espacio tiene un rol en las formas de la comunidad, entendida a través de los vínculos sociales entre sus residentes (Wellman & Leigthon, 1979).

PERCEPCIÓN BARRIAL: PREFERENCIA Y PREDILECCIÓN

La formación de vínculos sociales locales y la cohesión social a escala barrial también es influenciada por el apego al lugar y las relaciones locales que en él se construyen (Wood & Giles-Corti, 2008; Mount & Cabras, 2015; Wickes et al., 2018; Otero et al., 2021; Link et al., 2022b). En este sentido, se distinguen dimensiones prácticas y simbólicas de la cohesión social vecinal, donde las primeras están asociadas a comunidades locales de vínculos fuertes y prácticas cotidianas, mientras que la segunda tiene relación con la reputación, privilegio y elección residencial (Méndez et al., 2020). Ambas formas de la cohesión barrial tienen relación con las características del entorno construido, el diseño y configuración del vecindario (Hipp, 2010; Greene et al., 2014; Link et al, 2015; Wang & Vermeulen, 2021).

La evidencia acumulada es fuerte en relacionar dimensiones sociales y físicas de los barrios con la generación de apego al lugar (Lin & Lockwood, 2014). De esta manera, el apego al lugar puede detonar sentido de comunidad, confianza social, solidaridad y autoeficacia, propiciando residentes activos tanto en defender o gestionar el cambio de sus barrios (Drury & Reicher, 2005), como en buscar soluciones adaptativas in situ frente a problemas comunes (Marshall et al., 2012; Fong et al, 2019). Así, las dimensiones sociales y físicas de los barrios afectan la producción de vínculos sociales locales y la cohesión vecinal (Peters et al., 2010; Dai, 2011; Zhu et al., 2012; Krellenberg et al, 2014), dando pie a una sostenida atención al desarrollo de intervenciones, planificaciones y políticas urbanas centradas en constituir, promover y transformar estas dimensiones barriales (Hartig et al., 2014; Kelly et al, 2022; Akers et al., 2019; Cooke, 2020; Ulmer et al., 2016). Por lo tanto, el apego aumenta la predisposición a residir en el barrio y viceversa (Lu et al., 2018), denotando una relación positiva y percepción subjetiva de conexión de los residentes con sus lugares de vida (Marshall et al, 2012; Lu et al., 2018).

ESTUDIO DE CASO

El Área Metropolitana de Concepción, o también conocida como Gran Concepción, es un sistema urbano compuesto por 12 comunas, las que en su conjunto aglomeran más de un millón de personas. El barrio objeto del estudio se ubica en una de estas comunas que es San Pedro de la Paz. Este barrio se ha conformado de manera planificada y se ha consolidado como un área no favorecida, habitado por poblaciones principalmente pobres y vulnerables producto de la concentración de soluciones habitacionales de la política habitacional (Figura 1).

Ubicación y localización Barrio Michaihue, Área Metropolitana de Concepción.
Figura 1:
Ubicación y localización Barrio Michaihue, Área Metropolitana de Concepción.
Fuente: Elaboración de los autores.

El polígono de estudio abarca un conjunto habitacional de altura llamado Michaihue 716, y la Población La Estrella. Ambos fueron soluciones habitacionales generadas a partir de una política pública que se caracterizó por la vivienda en extensión y progresiva, donde se entregaba solo cocina y un dormitorio, dejando lo demás para las posibilidades de cada vecino. El polígono también abarca una tercera zona, la cual corresponde a lo que fue la población de Michaihue 600, hoy en proceso de demolición y sin ocupantes regulares, pero tomado por ocupantes informales y percibida como un sitio eriazo y problemático.

En el año 1995 comenzó el poblamiento oficial en el sector, lo cual se inició con la construcción de las viviendas de población La Estrella, impulsada por la fundación San José de la Dehesa. Originalmente, se construyeron 3 tipologías de vivienda, con una superficie de 24 m2; 36m2 y 48 m2, de materialidad madera y en su mayoría no incorporaba el baño dentro del programa arquitectónico. Las últimas viviendas edificadas en La Estrella fueron construidas a través del subsidio DFL 2 y las entregadas en el año 2005. Estas se destinaron para familias provenientes de Candelaria, Michaihue histórico, Boca Sur (todas pertenecientes al comité de allegados). El total de viviendas en el sector La Estrella es de 261.

A finales de la década del ‘90 se construyeron los bloques de Michaihue 716, que es un conjunto de condominios que abarca en total 44 bloques de edificios y que cuenta con 716 departamentos, cada uno de ellos con 45 m2 de superficie (Figura 2 y Figura 3). La construcción de estos departamentos tuvo como estructura albañilería armada, confinada y envigado de Hormigón, las losas de entrepisos se componen de una losa de hormigón y el núcleo de escaleras está conformado por una loseta de hormigón y estructura Metálica, tanto en elementos estructurales como no estructurales.

Fotografía aérea y cartografía del barrio intervenido, Sector San Pedro de la Costa.
Figura 2:
Fotografía aérea y cartografía del barrio intervenido, Sector San Pedro de la Costa.
Fuente: Google Earth y elaboración de los autores.

Izquierda, censista y visita al barrio La Estrella. Derecha, conjuntos Michaihue 716 (al fondo) y La estrella (delante ambos lados de la calle).
Figura 3:
Izquierda, censista y visita al barrio La Estrella. Derecha, conjuntos Michaihue 716 (al fondo) y La estrella (delante ambos lados de la calle).
Fuente: de los autores.

Del total de habitantes del conjunto o polígono, se aprecia que el 56% corresponde a mujeres y el 43% a hombres. Al comparar los datos comunales proporcionados por el Censo de Población y Vivienda de 2017, se deja ver una diferencia significativa, por cuanto el índice de Masculinidad es de 91,4 para la comuna de San Pedro de la Paz, mientras que para el polígono es de 77,4.

Respecto la edad, el mayor número de personas se encuentra en el tramo de 15 a 29 años con un 29% y el menor porcentaje se muestra en los adultos mayores de 65 años, representando el 7,21%. Al comparar la información con los datos comunales, la distribución por edad presenta en general homogeneidad, pero se destacan diferencias en los tramos de 15 a 29 años, en donde la población del polígono cuenta con el 29,37% y la comunal con el 22,77%. Por su parte, el tramo de 30 a 44 años representa el 16,67% y a nivel comunal se encuentra en el 23,06% Fuente Censos de Vivienda & Población 2002, INE; Vivienda & Población 2017, INE).

El nivel de ingresos del grupo de estudio es bajo, pues el 79,1% de las personas percibe menos del Ingreso Mínimo. Por otra parte, todo el sector presenta un avanzado deterioro de las edificaciones, sus estructuras, terminaciones e instalaciones. Los espacios públicos son deficientes, mal mantenidos, mal iluminados, y prominentemente evitados por los residentes.

METODOLOGÍA

Esta investigación se constituyó a partir de dos tipos de levantamiento de datos desde fuentes primarias. El primero, en base a un Censo domiciliario estandarizado, realizado durante el 2020, que cubrió un 80% de las 990 residencias del barrio (716 Deptos., y 274 viviendas), es decir, 792 unidades, todos propietarios. De este se analizaron dos preguntas, i) ¿le gusta vivir en este conjunto habitacional? y (ii) Si pudiera elegir ¿se iría o se quedaría? El segundo levantamiento, mucho más acotado y selectivo, correspondió a diez entrevistas realizadas a vecinos residentes de ambas tipologías y con distintas percepciones declaradas, permitiéndonos construir y analizar sus redes personales vecinales.

Finalmente, ambos levantamientos, pero especialmente el primero, se analizaron según los atributos individuales de edad, antigüedad de residencia, género y tipología arquitectónica de residencia, diferenciando entre viviendas progresivas en extensión y viviendas en altura.

RESULTADOS

En términos concretos, el 98,7% de los casos declara estar a menos de cuatro cuadras de servicios de paraderos de locomoción colectiva (o estaciones de biotren). Lo mismo ocurre con el 94,3% de los casos para servicios de comercio menor (negocios, peluquerías, panaderías). Sin embargo, un 82% declaró inseguro el transitar de noche y un 85,1% declara cotidiano el consumo de alcohol y drogas en los espacios públicos del barrio.

La composición social del barrio es bastante homogénea y los niveles de confianza y control social tienden a ser altos, lo que se evidencia en que alrededor del 82% de los encuestados cree que sus vecinos son honestos y dignos de confianza. Además, el 81% de los encuestados valora como alto el índice de participación en organizaciones del barrio.

Ante la primera pregunta, “¿Le gusta vivir en este conjunto habitacional?”, las respuestas se dividieron en un 50,4%, NO, y un 49,6% SÍ (Figura 4). Sin embargo, al desagregar por tipología, en Michaihue 716 (tipología en altura), la percepción fue menos favorable en comparación con La Estrella (tipología en extensión progresiva). Las primeras, con un total de 573 residencias encuestadas, se obtuvo que a 319 casos, es decir, el 55,7%, no le gusta vivir en el sector. En cuanto a las residencias de La Estrella, el 63,1% de los censados (137) manifiesta que sí le gusta vivir en el lugar. (Figura 5).

Porcentajes de respuestas positivas y negativas a las preguntas ¿le gusta vivir en este conjunto habitacional? Y si usted pudiera elegir ¿se iría o se quedaría viviendo en este conjunto habitacional?.
Figura 4:
Porcentajes de respuestas positivas y negativas a las preguntas ¿le gusta vivir en este conjunto habitacional? Y si usted pudiera elegir ¿se iría o se quedaría viviendo en este conjunto habitacional?.
Fuente: Elaboración propia, con base en datos del CENSO de Diagnóstico Habitacional y Estructura de la Vivienda, Ministerio de Vivienda y Urbanismo, 2021.

Porcentajes de respuestas positivas y negativas desagregadas por género, edad, antigüedad, tipología habitacional y participación en organizaciones sociales locales.
Figura 5:
Porcentajes de respuestas positivas y negativas desagregadas por género, edad, antigüedad, tipología habitacional y participación en organizaciones sociales locales.
Fuente: Elaboración del autor, con base en datos del CENSO de Diagnóstico Habitacional y Estructura de la Vivienda, Ministerio de Vivienda y Urbanismo, 2021.

Por su parte, en la segunda pregunta, “Si usted pudiera elegir, ¿se iría o se quedaría viviendo en este conjunto habitacional?”, la brecha fue mucho más marcada. Un 73,2% de las residencias encuestadas se iría y solo un 23,1% se quedaría. Al desagregar por tipología, los residentes de La Estrella que quisieran quedarse corresponde a un 43%, y en Michaihue 716, a un 17%. (Figura 4 y Figura 5).

Cuando cruzamos los resultados del Censo y estas dos preguntas clave con los atributos individuales -etarios, de género y antigüedad de residencia- los resultados dan cuenta de una esperable relación entre ambas preguntas, pero también de importantes diferencias que se acentúan dependiendo de los atributos de los entrevistados. Sin embargo, los cambios que consideramos más significativos están dados por la tipología de residencia del propietario censado (Figura 5 y Figura 6).

Porcentajes de respuestas positivas y negativas desagregadas por tipologias habitacionales de residencia de los censados.
Figura 6:
Porcentajes de respuestas positivas y negativas desagregadas por tipologias habitacionales de residencia de los censados.
Fuente: Elaboración de los autores basado en datos del CENSO de Diagnóstico Habitacional y Estructura de la Vivienda, Ministerio de Vivienda y Urbanismo, 2021.

Frente a la pregunta “¿le gusta vivir en este conjunto habitacional?”, un 56% de los propietarios respondió SÍ y un 44%, NO. En las propietarias esto cambia levemente, con un 52% SÍ y un 48% NO. En los rangos etarios se genera mayor diferencia, pues un 62% de los propietarios jóvenes responden negativamente, los adultos un 50%, y los adultos mayores un 42%.

Lo anterior podría explicarse por la antigüedad de residencia, pero al desagregar por este factor, no se aprecian diferencias significativas entre los tramos analizados (antigüedad alta, 1949-1984, media 1985-1997, baja 1998-2020), rondando siempre el 50% de desaprobación. Tampoco parece afectar si el encuestado participa o no en organizaciones sociales locales, ya que en ambos casos la desaprobación se mantiene en el 50%. Donde sí hay una diferenciación significativa es la tipología residencial del encuestado. La respuesta positiva de los propietarios de tipologías en extensión progresiva llega a un 62%, mientras que las respuestas de los propietarios de tipologías en altura baja a un 42%. Cabe destacar que casi todos los que declaran que si pudieran elegir si se quedarían o irían del barrio, respondieron que sí les gusta vivir ahí (Figura 5).

En cuanto a las razones por las cuales no les gusta vivir en este conjunto habitacional, estas fueron, principalmente, la inseguridad, delincuencia, tráfico, consumo de drogas y peleas callejeras, con el 19,5%. En segundo lugar, mucho más atrás, se indican los conflictos con los vecinos (8,8%), y en tercer y cuarto lugar se expone la lejanía con el lugar de trabajo, con los establecimientos educacionales de sus hijos y con una local red de apoyo familiar insuficiente o nula.

En la segunda pregunta, “Si usted pudiera elegir ¿se iría o se quedaría viviendo en este conjunto habitacional?”, el irse es un 10% más alto en el género femenino que en el masculino, llegando a un 80% vs 70% respectivamente. Por edad, el deseo de irse es alto en jóvenes (hasta 24 años), con 86%. En adultos, este índice baja a 78% (más de 24 y menos de 65 años) y a 64% en adultos mayores (más de 65 años). Por antigüedad de residencia, la opción de irse siempre está sobre el 70%. En cuanto a tipología, en altura la opción irse llega a un 82%, mientras que en la extensión progresiva baja al 58%. En cuanto a la participación en organizaciones sociales locales, en quienes participan, el deseo de irse cae un 10% (70%) en relación con los que no participan (80%). Finalmente, del 100% de quienes respondieron que sí les gusta el barrio, solo un 48% declara que si pudiera elegir se quedarían.

Al desagregar las respuestas por tipología residencial, esta explica un aumento del 20% en la percepción de predilección por vivir en el barrio en los propietarios de tipologías progresivas. Sin embargo, este aumento no evidencia cambios significativos según género del propietario (Figura 6).

Desde el punto de vista de la edad, este aumento del 20% significó pasar del 36% al 58% en jóvenes, del 46% al 60% en adultos, y del 48% al 70% en adultos mayores. En cuanto a antigüedad, los propietarios de viviendas en extensión progresiva marcan un aumento en relación con los propietarios de tipologías en altura, pasando de un 52% a un 60% en los de antigüedad baja, de un 40% a un 70% en los de antigüedad media, y de un 42% a 62% los de antigüedad alta. La misma tendencia se evidencia en los que participan en organización sociales locales, que pasan de una preferencia positiva del 40% entre los de tipología en altura a una del 68% en los de extensión progresiva, y entre quienes no participan, de un 46% a un 60% (Figura 6).

En la segunda pregunta, en el caso de los propietarios de tipologías en altura, resultan casi irrelevantes los atributos personales. La opción de irse frente al quedarse nunca baja del 78%. Sin embargo, en la tipología en extensión progresiva se aprecian cambios significativos, como es el caso de los propietarios masculinos, adultos mayores y aquellos que participan en organizaciones sociales locales, donde primó la opción quedarse. Los puntos más altos respecto de la opción irse se mantienen entre las propietarias, los adultos, y aquellos de antigüedad media y baja. Aquí también se aprecia mayor relación entre la preferencia por vivir y la opción quedarse.

Una vez analizado el Censo, realizamos un ejercicio exploratorio entrevistando a vecinos residentes en altura (Michaihue 716) y en extensión progresiva (La Estrella) y, en cada caso, con percepciones declaradas, tanto positivas como negativas, de preferencia y predilección por el barrio. Con estas entrevistas levantamos y analizamos sus redes personales. En términos generales, del total de contactos informados por los vecinos (400), un 37% fueron familiares, 20% amigos, 18% vecinos, 10% compañeros de trabajo, 7% miembro de algún grupo al que pertenece, 3% un miembro del hogar y 2,5% compañeros de estudio.

De los contactos declarados, 38,3% viven en el mismo barrio, de estos, un 43% tiene comunicación al menos una vez a la semana, 30% tiene comunicación todos los días, 19% se comunica al menos una vez al mes, 5% menos de una vez al año y 4% nunca. Otro dato importante es que de los lugares de encuentro declarados por los vecinos, un 59% de los contactos suele conversar en su residencia, 16% en los espacios públicos del barrio, 11% en el lugar de trabajo o estudio, 10% en otro tipo de lugar, 4% en la casa de otra persona y 1% en un bar, café, restaurant o centro comercial. Y del total de contactos con los cuales se frecuenta en el espacio público barrial, un 75% son vecinos/ as, 13% son miembros de un grupo al cual se pertenece, 6% son amigos/as, 5% son familiares y 2% son compañeros de estudio.

Del total de contactos que son vecinos/as, un 46% son consideradas relaciones poco importantes, 42% son consideradas importantes, 7% nada importantes y 5% muy importantes. Del total de contactos que son vecinos/as, un 52% tiene contacto al menos una vez a la semana, un 34% todos los días, un 7% al menos una vez al mes, un 4% nunca y un 3% una vez al año. Versus familiares: 37% una vez a la semana, 33% todos los días, 21% al menos una vez al mes. Versus amigos: 42% una vez a la semana, 17% todos los días, 30% al menos una vez al mes. (Tabla 1).

Tabla 1:
Síntesis resultados estadísticos del análisis Redes sociales.
Síntesis resultados estadísticos del análisis Redes sociales.
Fuente: Elaboración de los autores, con base entrevistas realizadas a vecinos del barrio, 2021.

Finalmente, las dos redes más densas (>0,8) son las con mayor proporción de vecinos y también con mayor proporción de contactos de un grupo al cual se pertenece. Ambas informantes fueron mujeres, entre 45 y 57 años, las dos con nivel educativo de enseñanza básica y participantes en organizaciones sociales locales, con similares percepciones declaradas de preferencia y predilección barrial, pero propietarias de tipologías residenciales distintas. En las dos redes menos densas (0,3>), es similar, aquí llama la atención el nivel educativo más alto en relación con la media del sector y la no adscripción a organizaciones sociales locales, pero nuevamente estos pertenecían a tipologías residenciales distintas (Figura 7). A pesar de que la muestra no es estadísticamente significativa, sus resultados son coherentes con una configuración de redes personales fuertemente determinada por aspectos individuales estructurales, como el nivel educativo, relativizando el peso de los atributos espaciales del barrio y al parecer también de lo que puede incidir la escala tipológica arquitectónica.

Análisis Redes sociales, ejemplo redes más y menos densa. Vecinos de La Estrella (columna) izquierda y de Michaihue 716.
Figura 7:
Análisis Redes sociales, ejemplo redes más y menos densa. Vecinos de La Estrella (columna) izquierda y de Michaihue 716.
Fuente: Elaboración de los autores, con base entrevistas realizadas a vecinos del barrio, 2021.

Cuando diferenciamos los resultados por tipología residencial, preferencia y predilección barrial, no apreciamos diferencias notables en la participación de vecinos en las redes sociales levantadas. Así, y aun cuando quedan varias cuestiones por profundizar, estos resultados limitan o al menos dejan en entredicho la expansión de los hallazgos encontrados en la primera parte. Es decir, si bien los resultados de la primera parte dan cuenta de que la tipología arquitectónica afectaría la percepción declarada de preferencia y predilección por el barrio, suponiendo con ello un mayor apego al lugar, habrá que profundizar en la relación que esto tiene en la construcción de redes sociales barriales y cohesión vecinal, más allá de lo impuesto por las condiciones personales de los residentes y socio-materiales del barrio.

DISCUSIONES

El apego al lugar y vínculos vecinales son cruciales para fortalecer las acciones de respuesta colectiva frente a adversidades (Marshall et al., 2012; Bott et al, 2019; Bonaiuto et al., 2016; Clarke et al., 2018; Waters & Adger, 2017) y ambas están reconocidamente mediadas tanto por el barrio, su configuración espacial, composición social y funcional (Wellman & Leigthon, 1979; Bashar & Bramley, 2019; Small & Adler, 2019; Pinchak et al., 2021), como por los atributos personales de sus residentes (Small & Adler, 2019). Sin embargo, nuestros hallazgos empíricos sugieren que la tipología arquitectónico-residencial también tendría una incidencia, al menos en términos de percepciones declaradas, tanto de preferencia por vivir en el conjunto, como de predilección por quedarse en este, y con ello, un esperable aumento en el sentido de apego al barrio.

Particularmente encontramos que aquellos vecinos propietarios de tipologías arquitectónicas cuyas soluciones habitacionales eran viviendas progresivas, y en la que estos habían participado en su ampliación y transformación, mostraron una mayor y más interrelacionada percepción declarada de preferencia por vivir en el barrio y elegir quedarse en él, esto en relación a aquellos propietarios de tipologías arquitectónicas cuyo diseño y espacios eran invariables. Esta mayor preferencia y predilección nos permitió suponer un mayor apego al lugar y disposición a colaborar colectivamente en problemas comunes. Sin embargo, aún no podemos decir que esto necesariamente genere una mayor predisposición a hacer de la copresencia, del cara a cara cotidiano, una dinámica distinta frente a la formación de capital social vecinal y cohesión barrial, es decir, que escape a las condiciones y limitantes definidas por los atributos personales y socio territoriales del barrio.

Los hallazgos tampoco escapan a diferenciaciones históricas en los enfoques de vivienda social en Chile y sus consecuencias sobre las posibilidades de interacción y reconocimiento en el espacio barrial (Link et al., 2022a; Link et al., 2015). Tampoco pueden soslayar el impacto que ha tenido el difícil entendimiento de las normas que regulan la administración de bienes comunes sobre las tipologías de conjuntos en altura, desencadenado complejas convivencias vecinales (Bustos-Peñafiel, 2020). Ambas condiciones efectivamente pudieron afectar la percepción declarada de preferencia y predilección por quedarse o irse del barrio, aunque como expusimos, el caso que nos convocó presentó una generalizada percepción positiva respecto de los vecinos, pero también una generalizada percepción de inseguridad de sus espacios públicos.

Así, las diferencias de tipologías arquitectónicas en general y las progresivas en particular, por si solas no necesariamente cambiarían la influencia de las condiciones y limitantes que imponen los atributos personales de sus propietarios, ni las sociales y urbanas del barrio, como tampoco las desigualdades estructurales de su medio, en relación con las dinámicas de generación y densidad de vínculos sociales vecinales. No obstante lo anterior, nuestros hallazgos sí nos permiten decir que, en conjunto con otras intervenciones, la escala arquitectónica y tipología residencial, pueden aportar a la configuración de entornos relacionales que motiven el apego al lugar, y con ello, reforzar la predisposición positiva a producir vínculos sociales vecinales.

CONCLUSIONES

Nuestro trabajo se introduce en una discusión principalmente afincada en las escalas de la ciudad y el barrio, planteando que la escala arquitectónica es también significativa, particularmente relevante sería la elección de soluciones habitacionales basadas en tipologías de carácter progresivo y adaptativo, en las cuales el propietario fuese un constante y activo participante, cuestión que como aquí expusimos, influenciaría sus percepciones declaradas de preferencia y predilección por el barrio y con ello un esperable mayor apego a este, dando una mejor predisposición para salvar los obstáculos y capitalizar las oportunidades que da el barrio para construir vínculos sociales vecinales.

Lo anterior es especialmente importante en un contexto marcado por una política habitacional donde es prácticamente nula la participación en la elección residencial, locacional y tipológica del barrio, la vivienda y sus características. Sin embargo, deberemos seguir profundizando si esta potencial predisposición distinta a capitalizar redes personales barriales y generación de cohesión vecinal, puede ir más allá de las condiciones sociomateriales del barrio en cuestión. Las encuestas domiciliarias y el mapeo de redes personales apoyan parte importante de la hipótesis y corroboran cómo la tipología arquitectónica puede incidir en las percepciones declaradas como favorables, en términos de preferencia por vivir en el barrio y predilección por quedarse en él, dando cuenta de un mayor apego por él mismo, sin por ello necesariamente escapar a las condiciones urbanas estructurales del barrio. De todas maneras, la evidencia aquí reportada sigue haciendo plausible la idea de que, junto con la escala del barrio, el uso de una tipología progresiva, en el corto y mediano plazo, podría apoyar otro tipo de intervenciones y favorecer la generación de vínculos sociales vecinales, mejorando las capacidades de respuesta locales frente a problemas comunes.

A la luz de los hallazgos, es posible sugerir que la política habitacional debe prestar atención a las condiciones urbanas estructurales del barrio, como localización y composición social. Asimismo, debe incorporar también la cuestión de la tipología de vivienda, no solo en términos de superficie, densidad y diversidad, sino también en su capacidad de ser modificada, ampliada, adaptada y apropiada por sus propietarios, alejándonos con ello de la invariabilidad y ampliaciones estandarizadas. Este es un desafío mayor si se piensa que la política pública de vivienda social tiende fuertemente a la densificación y tipologías arquitectónicas en altura.

Finalmente, debemos reconocer y consignar que, frente a la imposibilidad de comprender empíricamente todos los aspectos de las prácticas socioespaciales en una ciudad determinada, este estudio de caso, más acotado y circunscrito, toma relevancia especialmente en cuanto a la influencia que puede llegar a tener la escala tipológica de la arquitectura en las percepciones del barrio y predisposiciones personales para capitalizar o no las oportunidades que este puede generar para la construcción de vínculos sociales vecinales, particularmente en un barrio urbano socialmente desfavorecido del sur de Chile.

AGRADECIMIENTOS

Agradecemos al ayudante de investigación Williams Jara Correa, a la Secretaría Ministerial de Vivienda y Urbanismo de la Región del Biobío, a la UNIVERSIDAD DEL BIOBÍO - PROYECTO DE INVESTIGACIÓN REGULAR COD/2110239 IF/R, al Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social - COES, ANID/ FONDAP/15130009, al Centro de Desarrollo Urbano Sustentable ANID/FONDAP/1522A000 y al Laboratorio de Estudios Urbanos de la Universidad del Biobío.

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Notas

1 Proyecto de investigación Regular Universidad del Bío-Bío UBB 2110239 IF/R, Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social - COES, ANID/FONDAP/15130009 y Centro de Desarrollo Urbano Sustentable ANID/FONDAP/1522A0002
2 CENSO de Diagnóstico Habitacional y Estructura de la Vivienda, Ministerio de Vivienda y Urbanismo, 2021.
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