Editorial
UNA ESTRATEGIA DE SISTEMAS METROPOLITANOS PARA EL ÁREA METROPOLITANA DE CONCEPCIÓN (ESAL25)
La planificación alimentaria y territorial se ha planteado en la última década en ciudades europeas, norteamericanas y latinoamericanas como una herramienta útil para promover la salud y la seguridad alimentaria y nutricional de la ciudadanía, fomentar la sostenibilidad del agroecosistema metropolitano y regenerar vínculos resilientes y saludables entre la ciudad y los territorios agrícolas y rurales de proximidad frente a diversos fenómenos de escala global y local.
En el contexto actual, la producción de alimentos y su acceso se ha vuelto un desafío en el medio y largo plazo a escala global. La crisis climática se ha agravado aceleradamente en los últimos años y sus consecuencias se vinculan con un potencial aumento del precio de los alimentos del 80%. Este escenario se torna aún más crítico si se considera que el crecimiento poblacional, principalmente urbano, será tal que para el año 2050 se requerirá aumentar la producción de alimentos en un 70%. Complementariamente, fenómenos como el acaparamiento de tierras, la deforestación o la producción industrial y mercantilización de los alimentos, dificulta aún más dar respuestas abordar este desafío. Las repercusiones de este modelo de producción global impactan tanto en la salud de las personas como en la salud territorial y de los ecosistemas.
En Chile, el modelo productivo agrícola se ha polarizado orientándose, por una parte, hacia un modelo industrial enfocado a la exportación, con una alta tecnificación y una importante inversión extranjera y, por otra parte, hacia un modelo agrícola de pequeña escala, orientado al abastecimiento local y nacional, con baja tecnificación y basado en la agricultura familiar campesina e indígena.
En paralelo, la política agraria nacional se ha centrado en posicionar a Chile como potencia agroalimentaria de contraestación a escala mundial, mientras que en la microescala se ha enfocado en apoyar la comercialización de la producción local. Sin embargo, estas acciones de apoyo a local no se han realizado bajo una planificación alimentaria y territorial integral que pueda resolver los problemas existentes en el ámbito urbano, mientras se fortalece su vínculo con lo rural.
Complementariamente, la inseguridad alimentaria y nutricional en Chile, entendida como la falta de acceso físico y económico a alimentos saludables para su consumo de forma permanente, se ha reposicionado en los últimos años en la agenda pública tras algunas décadas en las que se consideraba que el país se encontraba alejado de esta amenaza. Según el reporte del Estado de la Inseguridad Alimentaria (SOFI 2020) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), un 15% de la población chilena (2,9 millones de personas) presenta algún tipo de inseguridad alimentaria de nivel moderada a severa, lo cual implica que no hay garantía respecto al acceso a una alimentación nutritiva, variada, balanceada y permanente. Además, los hogares con presencia de personas vulnerables (menores de 18 años y adultos mayores) son los que no tienen acceso a alimentos en cantidad suficiente para cubrir sus necesidades. Reflejo de esta problemática es la malnutrición de la población chilena, donde 31,2% de la población padece de obesidad, 39,8% de sobrepeso y 12,3% tiene sospecha de diabetes.
Por otra parte, Chile se ha encontrado expuesto a diferentes crisis y emergencias naturales, socio-políticas y sanitarias en la última década que han puesto en evidencia la necesidad de fortalecer la resiliencia alimentaria de nuestras ciudades y territorios mediante la diversificación del sistema alimentario urbano y el fortalecimiento de los sistemas alimentarios locales para asegurar un abastecimiento estratégico y sostenible.
En la Región del Biobío el 35,5% de la población padece obesidad, estando por encima del promedio nacional. Para contrarrestar esto, casi la totalidad de las comunas cuentan con instrumentos municipales dedicados exclusivamente a la mejora del estado nutricional de sus habitantes. Sin embargo, ninguna de ellas es resultado de una política comunal que aborde la alimentación como un sistema integral desde la producción hasta el acceso a alimentos saludables, primordial para reducir la obesidad y sobrepeso en la región.
La producción agrícola regional de pequeña escala, además de los problemas propios del sector agrícola, enfrenta graves conflictos territoriales relacionados con el agua, la degradación del suelo y la pérdida de biodiversidad. Respecto al agua, al igual que gran parte del territorio nacional, la región se encuentra con una importante escasez hídrica que deviene de un largo periodo de sequía explicada por causas antrópicas, por una histórica regulación del agua que ha permitido la privatización de su acceso y por la agresividad de las extensiones de monocultivos forestales. La presencia de la industria forestal está altamente extendida en la Región del Biobío, lo que implica que más de la mitad de la superficie regional está cubierta por monocultivos de especies exóticas. El modelo productivo de esta industria ha tenido fuertes impactos en los usos del suelo generando consecuencias directas e indirectas en la producción local de alimentos. Respecto a la degradación de los suelos, esta ha derivado en que un tercio de las comunas se encuentran en un estado de desertificación entre moderado y grave. A su vez, vinculado con la extensión de monocultivos (tanto agrícolas como forestales) el uso de agroquímicos y la tala de bosques, ha contribuido a la pérdida de la biodiversidad de la flora y fauna regional, alterando la salud de los ecosistemas.
A pesar de contar con un escenario crítico, estudios recientes han evidenciado que durante la última década se ha producido una regeneración de sistemas alimentarios locales presentes en el AMC que lo conectan con el ámbito regional. Estos sistemas están contribuyendo a transitar a una producción más sostenible, mejorar el acceso a alimentación saludable y nutritiva, sostenible, justa y de proximidad y a diversificar el sistema alimentario urbano. Este impulso se basa en múltiples esfuerzos desplegados por actores territoriales del ámbito regional. Estas propuestas a día de hoy requieren ser visibilizadas y conectadas en una red de colaboración más amplia para acrecentar su impacto. Su fortalecimiento apuntaría a una mejora de la salud de la ciudadanía y territorial del AMC.
En el actual contexto, la Estrategia de sistemas alimentarios locales del Ámbito Metropolitano de Concepción (ESAL25), como proyecto de vinculación con el medio de la Universidad del Bío-Bío (UBB2195), está trabajando con los actores relevantes del sistema en el posicionamiento de la alimentación como eje transversal en la agenda política local y en el desarrollo de un modelo de gobernanza que apunte a su visibilización y fortalecimiento. Esto implica reflexionar en conjunto sobre cómo producir, distribuir, comercializar, acceder y consumir alimentos saludables, sostenibles, próximos y justos, pero también sobre cómo ordenamos, protegemos y planificamos nuestro territorio.
El objetivo final de la ESAL25 es el de visibilizar, promover y regenerar los sistemas alimentarios locales que abastecen el Área Metropolitana de Concepción (AMC), desde el ámbito regional, de manera que contribuyan a:
• Mejorar la salud y la seguridad alimentaria y nutricional de la población.
• Fomentar la sostenibilidad del agroecosistema metropolitano: la ambiental, la social y la económica.
• (Re)generar vínculos resilientes y saludables entre la ciudad y los territorios agrícolas y rurales de proximidad.
El mayor desafío de esta estrategia a escala metropolitana, no es su propio desarrollo que implica un intenso diagnóstico del funcionamiento de cada sistema alimentario local para encontrar sus fortalezas, debilidades, amenazas y oportunidades, y en base a ellas levantar propuestas que permitan su fortalecimiento y su visibilización. El mayor desafío de la ESAL25 es generar un modelo de gobernanza sólido que le permita dar una continuidad en el tiempo. Este modelo debe ser liderado por un ente institucional capaz de darle esa sustentabilidad, debe ser asumido y promovido por sociedad civil, empresas del sector y los agentes institucionales de todas las escalas y debe conseguir permear a la política pública comunal de forma que cada municipio desarrolle sus propias estrategias alimentarias intersectoriales, en base a los lineamientos generales, pero adaptadas a las realidades específicas de cada comuna.
CARTA AGROALIMENTARIA DEL ÁREA METROPOLITANA DE CONCEPCIÓN Y DE LA REGIÓN DEL BÍOBÍO