Resumen: Análisis de la película del director venezolano Alfredo Anzola, “1888 El extraordinario viaje de la santa Isabel”, versión actualizada de la obra del literato francés.
Palabras clave:Alfredo AnzolaAlfredo Anzola, Jules Verne Jules Verne, “Le Superbe Orénoque” “Le Superbe Orénoque”, Jean Chaffanjon Jean Chaffanjon, Auguste Morisot Auguste Morisot.
Abstract: Analysis of the movie of the Venezuelan director Alfredo Anzola, "1888 El extraordinario viaje de la Santa Isabel", version updated of the book of the French writer.
Keywords: Alfredo Anzola, Jules Verne, “Le Superbe Orénoque”, Jean Chaffanjon, Auguste Morisot.
“Le superbe Orénoque” de Jules Verne reinterpretado por el cine.
“Le Supe rbe Orénoque” of Jules Verne reinterpreted by the cinema
Recepción: 01 Octubre Diciembre 2016
Pretendemos ofrecer en las siguientes páginas una serie de refle xiones sobre las siempre interesantes relaciones entre la Literatura y el Cine. Para ello hemos fijado nuestro interés en una obra poco conocida del genial escritor Julio Verne, titulada “El Soberbio Orinoco”, y la interpretación que de ella se ha hecho en el cine. La adaptación de las obras literarias a la gran pantalla, (sus posibilidades y limitaciones, el papel reservado al autor y al guionista, las parcelas que les corresponden y sus límites, el lenguaje literario y el lenguaje fílmico, y sus particularidades…, etc.) ha sido objeto de estudio desde muy diferentes ángulos1.
Alfredo Anzola nos presenta en su “1888 El extraordinario viaje de la Santa Isabel” una recreación fílmica de la obra de Verne. Es una obra arriesgada, creativa y personal, pero al mismo tiempo muy respetuosa con el espíritu y el mensaje que, seguramente, pretendía transmitir Julio Verne en su libro.
Nacido en Caracas en 1946, Anzola cursó estudios de Sociología en la Universidad Central de Venezuela, llegando a dictar clases como profesor durante un buen número de años. De manera simultánea desempeñó esta labor docente con la dirección de documentales y películas. Se ha dicho del cineasta, por este motivo, que la mirada de sociólogo se hace notar en sus realizaciones fílmicas.
Director de larga trayectoria, tiene en su haber diversos premios y distinciones; quizá uno de los más importantes sea el Premio Nacional de Cine, de 1993, que le fue otorgado en reconocimiento, precisamente, de su veteranía y brillante trayectoria. En fecha relativamente reciente, 2002, fue galardonado en el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana con el tercer premio coral, por la realización de una película de animación (“El mundo de los Onqui Tonqui”).
No es fácil definir su obra en pocas palabras. Dio sus primeros pasos (y continúa) realizando documentales. En 1969 dirigió “Santa Teresa”, documental que a pesar de ser uno de los primeros de la lista ya consiguió algunos premios (fue galardonado en el Festival de cortometrajes de Oberhausen). El más reciente fue en 2014 y lleva por título “Cecilia Bergman Chaves”. Se trata de una obra con el sello personal de Anzola, sin dejar de lado su objetivo de dar testimonio de unos determinados años de la vida de Caracas y de sus protagonistas, tiene mucho de obra de creación.
Entre sus largometrajes más conocidos (y premiados en Festivales nacionales e internacionales) se podrían citar: “Se solicita muchacha de buena presencia y motorizado con moto propia” (1977), “Manuel” (1979), “Pequeña revancha” (1985), “De cómo Anita Camacho quiso levantarse a Marino Méndez” (1986) o “El misterio de los ojos escarlata” (1993).
Nota común a todos ellos es el interés de nuestro director por las vicisitudes de la gente corriente. El cine de Alfredo Anzola trata, así, de reflejar la vida cotidiana de los venezolanos con cierta dosis de humor. Presenta al espectador, en este sentido, pequeñas historias que tienen de protagonista al ciudadano de a pie. Se ha llegado a tildar de comedias a sus películas, por esta razón, aunque Anzola no parece estar totalmente de acuerdo con esa etiqueta. El largometraje que nos hemos propuesto estudiar, “1888, el extraordinario viaje de la Santa Isabel”, rompe hasta cierto punto con esa trayectoria del director, pues los protagonistas de la historia que se narra se corresponden con un tipo de científico e intelectual del siglo XIX.
Señalaríamos como consustancial a su cine, su carácter creativo e independiente. Alfredo Anzola realiza las películas que desea hacer, no guiándose necesariamente por las demandas del mercado. Ello en parte es posible gracias a la existencia de Cine Seis Ocho, una productora cinematográfica que ha avalado la mayoría de sus películas y que cuenta entre sus principales directivos al propio Alfredo Anzola2.
Son declaraciones del propio director Alfredo Anzola la principal fuente de información sobre las circunstancias que rodearon la realización de la película. Refería que deseaba trabajar en argumentos diferentes, donde la ciencia y la historia se dieran la mano, aunque sin renunciar a su forma de concebir el cine y de contar historias. En su nuevo largometraje pensó en hacer realidad sueños y añoranzas de tiempos ya lejanos.
Volvieron a la luz entonces los recuerdos de una infancia, casi olvidada, en la que leía en la casa paterna los libros de Julio Verne. De hecho, en el mismo título de la película (“1888, El extraordinario viaje de la santa Isabel”) se propuso rendir homenaje al literato francés y a su colección de “Voyages Extraordinaires ”. Anzola se decidió a llevar a la pantalla una de las obras de Verne relacionada con Venezuela, “Le Superbe Orénoque”, quizá muy poco conocida fuera de las fronteras de Venezuela3
En la película que realiza Anzola, el peso recae en tres personajes: el propio autor Julio Verne, interpretado por Marco Villarrubia; el geógrafo italiano Ermanno Stradelli al que da vida Ronnie Nordenflicht y, por último, Juana de Kermor, papel con el que debutó la actriz Kristin Pardo4.
Para el rodaje, tenemos noticia de que todo el equipo se desplazó al Estado Amazonas donde estuvieron durante más de dos meses aislados en el Orinoco, en condiciones a veces bastante incómodas por el calor y los mosquitos.
Se estrenó en las pantallas venezolanas en el año 2005. La acogida que recibió del público y de la crítica fue buena, hasta el punto de que se barajó la posibilidad de que representara a Venezuela en los Oscar, si bien en última instancia fue otra película la seleccionada (“Secuestro Express”, de Jonathan Jakubowicz). No obstante, sí tuvo la oportunidad de concurrir a los Goya españoles en la vigésima edición correspondiente al año 2006, aunque no se vio agraciada con ningún galardón. Los únicos premios cosechados fueron nacionales, aunque muy valorados por Anzola; en este sentido, la Municipalidad de Caracas premió la escenografía, música y fotografía del largometraje5.
Alfredo Anzola presenta al espectador una historia, aparentemente, no demasiado compleja donde unos pocos personajes navegan a finales del siglo XIX por las aguas del Orinoco en busca de sus orígenes, en busca de las fuentes de este gran río.
Nuestro director se propuso llevar a la gran pantalla una versión del “El Soberbio Orinoco” de su admirado Verne (1828-1905), acorde con los nuevos tiempos y atractiva para el público6.
“El Soberbio Orinoco” que había escrito Verne apareció publicado por entregas a lo largo de 1898 en el Magasin d´Éducation et de Récreation y como libro en un formato doble, a finales de ese mismo año; iba destinado, principalmente, a un público juvenil pues su meta no era otra que didáctica7. Es de las pocas obras enmarcadas en la serie de “Viajes Extraordinarios” que el autor francés ambientó en América8.
Julio Verne, gran divulgador científico, recogía en este libro interesantes reflexiones de las exploraciones que viajeros europeos de distintas nacionalidades habían llevado a cabo en el río Orinoco. Son diversas las alusiones, en concreto, a exploradores franceses como Jean Chaffanjon (1854-1913), personaje con el que llegaría a emparentar uno de los nietos del propio Verne9.
Chaffanjon navegó en dos ocasiones por el gigantesco curso fluvial (1884- 1885 y 1886-1887); el último viaje lo realizó en compañía de Auguste Morisot (1857- 1951), un dibujante igualmente de nacionalidad francesa10. Aunque Chaffanjon y Morisot compartieron situaciones extremadamente duras, pues las fiebres, el hambre y las constantes lluvias llegaron a ser una amenaza para sus propias vidas, una vez de regreso en Francia, se produjo un marcado distanciamiento entre los dos exploradores, hasta el punto de que Chaffanjon monopolizó todas las glorias del viaje11 y decidió sacar a la luz en solitario un relación escrita, aunque originariamente la intención había sido otra. Se tituló, finalmente, la obra de Chaffanjon “El Orinoco y el Caura ”. Salió de la imprenta en 1889 y no incluía las ilustraciones originales de Morisot. Por su parte, éste último fue autor de un “Diario”, que durante muchos años permaneció inédito. De hecho, la edición consultada de 2002 es la primera que se ha realizado del manuscrito.
Son dos obras muy interesantes y, en gran medida, complementarias pues desde puntos de vista bien distintos, relatan la expedición. Auguste Morisot emplea un tono más personal, anotando cada día lo que consideraba más destacado; son apreciaciones desde adentro; se detienen, esencialmente, en las circunstancias de la navegación12, en la disponibilidad o no de los hombres para el servicio13, en la comida (o en aquello que se veían obligados a comer), en las incomodidades de todo tipo que sufrían a la hora de dormir, en los mosquitos y otros extraños insectos…etc.14
En Chaffanjon, por el contrario, no se encuentra una descripción tan detallada y no hay alusiones explícitas y pormenorizadas de las carencias que experimentaron los franceses. El interés se dirige a lo que tuvieron ocasión de observar en el transcurso de su periplo15, fijándose en las características, aspecto físico y costumbres de aquellas poblaciones originarias con las que consiguieron tomar contacto, cuestiones que Morizot apenas esbozaba en su Diario16.
Estas fuentes, tan necesarias la una de la otra para comprender el viaje, son además enormemente valiosas porque incluyen dibujos de los momentos más significativos vividos por los expedicionarios.
Julio Verne trató de recrear de forma novelada en “El Soberbio Orinoco” las experiencias de Chaffanjon y Morisot en el Orinoco, cuyos manuscritos, casi con toda seguridad, tuvo en sus manos17. También preocupó a Verne mostrar plásticamente a su público juvenil la aventura por el Soberbio Orinoco de sus personajes de ficción.
Aunque, en líneas generales, se puede trazar un paralelismo entre la obra de Verne y la película de Anzola, el director ha hecho una lectura muy personal del libro, reduciendo a lo esencial la trama del argumento, actualizando alguno de sus episodios para hacerlos más verosímiles y, sobre todo, creando e incorporando elementos nuevos, como es normal encontrar en el cine de Alfredo Anzola.
En primer lugar, nuestro director procede a una síntesis de El Soberbio Orinoco. Prescinde, así, de algunos personajes. Mientras en el libro de Verne siete personas navegan por el gran río, guiadas por una abundante tripulación y en unas piraguas relativamente espaciosas y parcialmente cubiertas (llamadas falcas)18; en la película, son los propios viajeros, reducidos aquí a tres, los que hacen las veces de marineros. Su embarcación, por otro lado, aunque del mismo tipo, es de reducidas dimensiones.
En la novela se puede hablar de una relativa vida social. Las falcas hacen diferentes escalas a lo largo de su viaje donde tienen la oportunidad de contactar con las autoridades locales19. La película de Anzola, por el contrario, contempla todos esos aditamentos superfluos y sólo en excepcionales ocasiones aparecen personajes distintos a los tres protagonistas.
Por otra parte, la mirada del director solo se fija en los aspectos más destacados del argumento de Julio Verne. Prescinde, por considerarlos accesorios, de pasajes donde la brillante imaginación del escritor francés sale a la luz, como aquella avalancha de tortugas relatada en el capítulo octavo20.
En ocasiones, nuestro cineasta sí rueda secuencias que guardan similitud con lo narrado por Julio Verne, si bien el tratamiento no es idéntico. El capítulo catorce lo destina el escritor a describir una espectacular tempestad en el río, a consecuencia de la cual Juan de Kermor cae en sus agitadas aguas, poniendo en peligro la vida21. En el largometraje, también este personaje cae de la piragua, aunque se ha modificado el contexto; la causa no es ninguna tempestad sino su propia torpeza y no implica peligro alguno. No hay, pues, dramatismo en la escena. Tampoco es el propósito.
En segundo término, el director venezolano ofrece al público una versión actualizada del Soberbio Orinoco. En el capítulo quince, por ejemplo, Verne descubre la auténtica identidad de Juan de Kermor, que en realidad es una mujer disfrazada de varón, estrategia inventada para protegerse en tan arriesgado viaje. En la película, también inicialmente este personaje asume otro rol, si bien las circunstancias en que se desvela el misterio son distintas. En el Soberbio Orinoco, uno de los exploradores franceses intuye el secreto de Juan, o mejor, de Juana de Kermor22. En la película, es mucho más explícito: la protagonista se quita toda su ropa para darse un baño y es sorprendida por uno de los compañeros de viaje.
Este personaje femenino es tratado de forma distinta en un caso y en otro. En la novela de Verne, vive de acuerdo a su tiempo y sus valores. En la película, se asemeja, a veces, a una mujer del siglo XXI: exhibe su cuerpo con toda naturalidad, una vez conocida su verdadera identidad, y no pone impedimento en mantener relaciones íntimas. Y es que el destinatario de la película de Anzola es distinto del de la novela : no se dirige a un espectador juvenil ni su fin es instruirlo.
En esa voluntad de Anzola de hacer más atractivo El Soberbio Orinoco, prescinde de determinadas reflexiones de su autor que puedan parecer en la actualidad anacrónicas. No conviene olvidar que su mundo, su realidad y, por supuesto, sus convicciones pertenecen al siglo XIX. Quizá por este motivo carece de sentido enjuiciar desde nuestro tiempo a este, indiscutiblemente, gran escritor.
En el capítulo veinticinco del libro (aunque este tipo de reflexiones de Verne se pueden leer a lo largo del texto) se habla con tono paternalista e indudablemente discriminatorio de los indígenas acogidos en una misión, mientras que en el largometraje cuestiones de este tipo son obviadas:
“Por el contrario, marchar hacia Santa Juana presentaba algunas ventajas. En primer lugar, se conservaría la protección del río Torrida mientras no fuera vadeable, y ya se informarían por Gomo de esto. Además se aproximarían a su objeto, que contaba varios centenares de guaharibos, y estos indios, convertidos en hombres por la abnegación de un misionero. Santa Juana ofrecía refugio seguro contra toda tentativa de Alfaniz”23
Alfredo Anzola ha reinterpretado pues el Soberbio Orinoco. Ha realizado el largometraje pensando en un público adulto y contemporáneo, que tiene poco que ver con los jóvenes lectores de los Viajes Extraordinarios.
El argumento del libro de Verne es objeto de algunas modificaciones importantes. La que afecta a los protagonistas puede servir de ejemplo. En “El Soberbio Orinoco”, el grupo de científicos y viajeros gira en torno al enigmático personaje de Juan de Kermor; en la película de Anzola se opera una curiosa mezcla de personajes procedentes del mundo de la ficción al lado de otros reales. El director, de esta forma, sigue pensando en Juan de Kermor como eje de la película, si bien a su lado sitúa al mismísimo Julio Verne, el escritor del Soberbio Orinoco y, por tanto, su creador.
El tercer y último protagonista de nuestro largometraje es otro hombre concreto, real, un conocido geógrafo italiano que estudió durante mucho tiempo los grandes ríos sudamericanos y que tuvo ocasión de conocer al citado, en diferentes ocasiones, Jean Chaffanjon; se trata de Ermanno Stradelli24.
Estos tres personajes navegarán por el Orinoco persiguiendo metas similares a los creados por Verne. En la película hay dosis de ciencia, de búsqueda de raíces y, por tanto, de identidad, sin olvidar parcelas destinadas a las relaciones amorosas… en definitiva, están presentes muchas de las inquietudes que llevaron al escritor francés a concebir su obra.
Hemos tratado de analizar o, mejor quizá, de contextualizar la película de Alfredo Anzola. En ella queda brillantemente reflejada su admiración por Julio Verne. Tal vez por esa razón, ha sentido la necesidad de actualizar su mensaje para que pueda ser asimilado mejor por el público que llena las salas de cine.
Se ha intentado ofrecer un estudio comparativo, marcando las posibles similitudes y diferencias que se observan entre el largometraje y “El Soberbio Orinoco”.
Pero también se ha considerado de interés subrayar la significación de las obras que inspiraron a Julio Verne, los relatos de los exploradores y rivales Jean Chaffanjon y Auguste Morisot.
“1888 El extraordinario viaje de la santa Isabel” está a medio camino de muchas cosas. Por un lado, es una versión cinematográfica de la obra de un literato; de otro, sin duda, es una obra de creación con el sello inconfundible del cineasta venezolano.
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En 1905, año del fallec imiento de Verne, su hijo concluyó la edición de “Le phare du bout du monde”, cuya acción transcurría en Patagonia. En internet puede consultarse en:
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