El ciudadano Sócrates *

Recepción: 15 Mayo 2020
Aprobación: 15 Julio 2020
Resumen: Ya desde los primeros comentaristas alejandrinos, el problema de la diferenciación entre el Sócrates histórico y el héroe filosófico de los diálogos platónicos fue de primera importancia tanto para los historiadores de la antigüedad como para los historiadores de la filosofía. Este trabajo busca dar una breve cuenta de las diferentes posiciones que han surgido al respecto en el seno de la filología moderna, situando al Sócrates histórico en el contexto de la polis ateniense durante los complejos años de su vida (470-399 a.C.).
Palabras clave: Sócrates, Atenas, Historia antigua.
Abstract: Already from the first Alexandrian scholars, the problem of the differentiation between the historical Socrates and the philosophical hero of the Platonic dialogues was of first importance both for the historians of antiquity and for the historians of philosophy. This work seeks to give a brief account of the different positions that have arisen in this regard within modern philology, placing the historical Socrates in the context of the Athenian polis during the complex years of his life (470-399 B.C.).
Keywords: Socrates, Athens, Ancient History.
…pero ya es hora de marcharnos, yo a morir y ustedes a vivir.
Quién se dirige a una situación mejor es cosa oculta para todos,
excepto para el dios.
Apol. 42 a
Introducción
Sin duda, uno de los problemas más importantes que plantea la historia del pensamiento antiguo es el de identificar a Sócrates, el hombre, el pensador y el ciudadano rodeado de unas circunstancias históricas concretas (y no nos referimos solo a la historia política y militar, sino, y sobre todo, a la historia de la cultura y de las ideas), y separarlo con la nitidez que sea posible de las múltiples lecturas y manipulaciones que hicieron de su pensamiento las diferentes tendencias derivadas de su pensamiento, las llamadas escuelas socráticas. Generalmente, el retrato de un personaje histórico se dificulta por la falta de fuentes verificables y necesarias. En el caso de Sócrates, por el contrario, las diferentes escuelas fundadas por sus discípulos dieron cada una, versiones diferentes de lo que se suponía era la “verdadera” doctrina socrática. Así, Platón y Jenofonte, los comediógrafos y los filósofos cínicos, por ejemplo, se arrogaron para sí su “verdadero” Sócrates, empañando, lejos de aclarar, su verdadera imagen histórica, y enturbiándola tras el polvo de la anécdota y la leyenda.
Una de estas curiosas anécdotas se atribuye a un tal François Fénelon, teólogo, obispo y poeta francés que vivió entre los siglos XVII y XVIII, y éste quién sabe de dónde la sacó, porque no aparece en ninguna fuente antigua. Aun así, luce posible. A Sócrates no le gustaba asistir a espectáculos públicos. Sin embargo, éste era uno muy especial, al menos para él. En el Gran Teatro de Dionisos se representaba las Nubes de Aristófanes, y él mismo era, nada menos, uno de los principales personajes de la comedia. Confundido entre el público, Sócrates comenta a alguien sentado a su lado que se sentía como si fuera objeto de una broma. Cuando el espectador le pregunta quién es, Sócrates se levanta para que los asistentes puedan verlo y comparar con el actor que, disfrazado de él, se encuentra en el escenario 1. Entonces todos echan a reír.
El personaje literario
El argumento de las Nubes es de los más interesantes de la comedia antigua. Allí Sócrates es presentado como un sofista y un embaucador que cobra altas sumas de dinero por enseñar a los niños bien de Atenas a engañar mediante las malas artes de la retórica 2. Su escuela, llamada “El Pensadero” (Phrontistêrion), se encuentra flotando entre las nubes, pero no es más que un nido de pícaros y de bellacos. En realidad, la comedia, cuya primera versión fue estrenada en el año 423 a.C., no hace sino reflejar una discusión que por el momento tiene muy interesada a la sociedad ateniense: cuál es la mejor educación, la tradicional o la “moderna”, representada ésta por las nuevas ideas de los sofistas.
En todo caso, la imagen de Sócrates no sale nada favorecida y sí muy ridiculizada. Cabría preguntarnos si acaso no se corresponde con la que guardan de él algunos de sus conciudadanos, personas comunes a las que resultan muy ajenas las sutiles diferencias entre los métodos y fines de la sofística y de la filosofía socrática 3.
Siete años más tarde, en el 416, Platón juntará de nuevo a Sócrates y Aristófanes en el Simposio 4. Los presenta departiendo amablemente, demostrando el afecto y simpatía que mutuamente se guardaban. La conversación que transcurre en el diálogo es fundamental para entender el papel de Sócrates en las Nubes. Al final de la fiesta, Sócrates, que no bebía, y Aristófanes son casi los únicos que permanecen despiertos y sobrios 5. Aristófanes explica a Sócrates que uno de los resortes de lo cómico consiste en ridiculizar a personajes que son admirados. Independientemente de la credibilidad de la teoría aristofánica, la anécdota sirve para demostrar que Sócrates era ya ampliamente conocido entre los intelectuales de Atenas 6.
Así lo recuerda Jenofonte: “Sócrates siempre estaba en público. Muy de mañana iba a los paseos y gimnasios, y cuando la plaza estaba llena 7, allí se le veía, y el resto del día siempre estaba donde pudiera encontrarse con más gente. Por lo general, hablaba, y los que querían podían escucharle” 8. Y en otro lugar: “Sócrates (…) era evidentemente un hombre popular y amigable, pues a pesar de tener numerosos discípulos, extranjeros y ciudadanos, nunca sacó dinero de este trato, sino que a todos les hacía partícipes de sus bienes con prodigalidad” 9.
No será, pues, en los diálogos de Platón el único lugar donde Sócrates aparezca como personaje literario. En realidad, además de las Nubes 10, las grandes fuentes antiguas que han llegado hasta nosotros acerca de Sócrates son, pues, los diálogos de Platón 11, los escritos socráticos de Jenofonte 12 y algunos datos que proporciona Aristóteles 13. El problema es que muchas veces estas fuentes no coinciden entre sí 14. Aristóteles no lo conoció personalmente. Platón, por su parte, no era historiador. Jenofonte sí. Los textos de Jenofonte contienen expresiones del tipo “como yo lo escuchaba decir” 15, lo que los convierte en una fuente importantísima. Platón, en cambio, lo “idealiza y sublima” 16. No obstante, la mayoría de los especialistas coinciden en que Platón es la fuente por excelencia para acceder al pensamiento y el carácter de Sócrates 17. L.-A. Dorion concluye al respecto en que “la originalidad de Platón no consiste en hacer de Sócrates el personaje central de sus diálogos, sino en describirlo de una manera que le es particular, mientras que la comparación con el Sócrates de Jenofonte nos permite juzgar” 18.
El “Sócrates histórico”
Así las cosas, no debe extrañarnos el que en torno al “Sócrates histórico” hayan corrido, como se dice, ríos de tinta. Algunos como E. Dupréel han llegado a afirmar que Sócrates “era una mera ficción literaria del nacionalismo ateniense de Platón y de los llamados socráticos” 19. Otros como O. Gigon, admiten la existencia de “un tal Sócrates”, en torno al cual Platón, Jenofonte y otros tejieron la leyenda acerca de un “sabio”, “sin preocuparse en lo absoluto por la fidelidad histórica” 20. En el otro lado de la balanza se encuentra la obra de E. De Strycker, quien se dio a la tarea de documentar la existencia histórica de nuestro filósofo tal y como lo describen las fuentes principales 21. El asunto, conocido entre los filólogos como “la cuestión socrática”, parece haberse saldado finalmente con un completo estudio de Louis-André Dorion, “The Rise and Fall of the Socratic Question”, donde trata de identificar los elementos esenciales que conforman los llamados lógoi sokratikoi 22.
Se debe, sin embargo, a Giovanni Reale un estudio detallado de las fuentes socráticas 23. Mientras que para Alfred Taylor, no hay otra forma de conocer al Sócrates histórico que fiándonos de lo dicho por Platón en demérito de los datos aportados por Jenofonte 24, Brickhouse y Smith valoran la filosofía de ambos, Sócrates y Platón, como una sola, sin diferenciación alguna 25, tesis que comparte Antonio Gómez Robledo 26.
En este contexto contrasta la posición de Gregory Vlastos, quien sostiene que existen “al menos dos Sócrates” en la obra platónica, y que la atribución de una u otra doctrina al maestro depende de la conveniencia de acuerdo al tema y la arquitectura de cada diálogo 27. Esta opinión es compartida por M. Schofield 28 y F. M. Cornford, quien afirma que, en relación al tratamiento de Sócrates, pueden distinguirse tres grupos de diálogos platónicos, y que solo los primeros cronológicamente (Apología, Critón, Laques, Lisis, Cármidesy el Eutifrón), en todo caso anteriores a la República, responden a una defensa directa y se corresponden de una manera más fiel a las doctrinas del maestro 29. En este respecto, Werner Jaeger no deja de notar que “la figura de Sócrates, después de haber sido relegada a papeles menores desde el Sofista en adelante, acaba por ser abandonada en las Leyes” 30.
Nos parece pertinente en este respecto la observación que hace Taylor acerca del interés que reviste la relación entre Platón y el personaje Sócrates para los estudios literarios 31, y no podríamos dejar de mencionar al respecto la posición de Thomas Szlezák, para quien el personaje Sócrates “está individualmente caracterizado (…) desde el principio con una cierta tendencia al encumbramiento idealizado” 32. Dorion resalta la originalidad en el trato que tiene Platón hacia la figura de su maestro y Pierre Pachet, por su parte, añade que el caso de los diálogos platónicos, “una mezcla de narración y drama”, es común en la literatura, “pero único en la filosofía” 33. En este sentido, vale la pena recordar la deuda que, como señala M. Nussbaum, guarda el diálogo platónico con la tragedia ateniense, al que califica de “diálogo antitrágico” 34.
En busca del Sócrates histórico
En todo caso, y en esto nos mostramos de acuerdo con el padre Festugière, cualquier intento de compresión de la vida y el pensamiento de Sócrates (histórico y literario) pasa por la evolución de Atenas durante los setenta años que duró su vida 35. Se trata de un período complejo, el que va del año 470 al 399 a.C. De nuevo es Taylor, coherente con su posición acerca de las fuentes socráticas, quien se dispone a reconstruir la biografía de Sócrates a partir de los diálogos platónicos 36. No es lugar aquí para entrar en los detalles sobre la vida de nuestro personaje, pero sí hay algunos puntos de su biografía intelectual que nos son de interés. El primero tiene que ver con la existencia de un joven Sócrates más interesado en las matemáticas, la cosmología y los estudios físicos 37 que en la ética y la política, tal y como nos lo muestra Aristófanes en las Nubes 38.
En el Banquete, Jenofonte recuerda que Sócrates tenía “fama de pensador de las cosas de arriba” 39. De hecho, Strauss, basándose en este pasaje, llega a hablar, en este sentido, de un “Sócrates presocrático”. En el libro II de sus Vidas de filósofos ilustres, Diógenes Laercio refiere lo que cuenta Ión en sus Memorias, acerca de que Sócrates visitó Samos junto a Arquelao, el sucesor de Anaxágoras 40. Esta visita supone un primer contacto con la filosofía jonia, que se ocupaba de la física. Anaxágoras mismo, lo sabemos, era de origen jonio, de Clazomene, y se dedicaba a especulaciones de orden físico.
Esto conecta directamente con otro de los elementos platónicos que pueden ayudarnos a entender la biografía de Sócrates, y es el mito acerca de su pobreza. Durante el juicio, Platón hace declarar a Sócrates que solo podría pagar de su peculio una mina de plata 41. Jenofonte, por su parte, estima en cinco minas la suma total de sus bienes 42. Nacido en el demo de Alopece, un poco al sur, en los extramuros de Atenas, de padre escultor, Sofronisco, y madre comadrona, Fenarete 43, resulta interesante el hecho de que fuera aceptado sin ningún problema en los círculos intelectuales más selectos, tanto del grupo de los oligarcas como del de los demócratas. Gorgias, Eurípides 44, Tucídides y Anaxágoras se contaban entre sus amigos. Bienvenido en casa de Pirilampo, el aristocrático padrastro de Platón, pero también habitué del exquisito círculo de Aspasia, la culta compañera del demócrata Pericles, Platón nos lo presenta rodeado siempre de un selecto círculo de jóvenes procedentes de las más notables familias, destinados inexorablemente a jugar un papel protagónico en la política y la cultura ateniense.
A partir del Fedón podemos reconstruir someramente la lista, casi toda conformada por nombres de orientación oligárquica 45: Fedón, que llegará a ser filósofo académico; Antístenes, futuro fundador de la escuela cínica; Aristipo, que será fundador de la escuela cirenaica; el poeta Agatón; el eupátrida Calias; Glaucón, filósofo también, hermano de Platón; Cármides, descendiente nada menos que de Solón; Alcibíades, militar y político de tan escandalosa como controversial figura; Critón, rico agricultor; el escultor Apolodoro de Falero y el futuro tirano Critias, tío de Platón 46. Más tarde se sumarán a la notable nómina los jovencísimos Jenofonte y el propio Platón. Como nota A. Alegre, de todos ellos, sólo Querefonte era demócrata 47. Jenofonte, por su parte, hace una diferenciación interesante: dice que, de sus discípulos, Critias y Alcibíades buscaron a Sócrates por interés de aprender para dedicarse a la política. Otros lo siguieron porque sinceramente buscaban el bien:
Todo el tiempo que alternaron con él, Critias y Alcibíades no tuvieron relaciones con Sócrates porque Sócrates les agradara, sino que desde el mismo principio toda su ambición iba dirigida al gobierno de la ciudad, y mientras estaban con él, solo intentaban conversar con los más destacados políticos (…) Se dedicaron a la política, que era la razón por la que habían acudido a Sócrates. En cambio, Critón era un compañero de Sócrates, como Querefonte, Querécrates, Hermógenes, Simias, Cebes, Fedondas y otros que se reunían con él, no para convertirse en oradores de la asamblea o judiciales, sino para llegar a ser hombres de bien y poder tener una buena relación con su familia, con el servicio, sus parientes y amigos, con la ciudad y sus conciudadanos. Y ninguno de ellos, ni de joven ni de mayor, hizo mal alguno ni incurrió en ninguna acusación 48.
Sócrates y Atenas
Esto nos lleva al siguiente punto, y es el referente a la fama que el filósofo tenía en la ciudad. Es aquí también la Apología la fuente principal. Hacia el año 431, cuando ocurre el famoso oráculo de Delfos a Querefonte 49 que lo declara el hombre más sabio de Atenas (sophótatos), Sócrates debe rondar los cuarenta años. Taylor sugiere que, por esta razón, a partir del 430 aproximadamente Sócrates era comúnmente conocido con el mote de “pensador” (phrontistés) 50, lo cual sugiere que el hecho de que su escuela haya sido llamada “pensadero” (phontistêrion) en las Nubes tal vez haya sido algo más que un chiste de Aristófanes 51. Todo esto nos habla de un hombre que en la segunda mitad de su vida ha ganado, pese a su condición humilde, una reputación intelectual que le permite formar parte activa de la alta cultura ilustrada ateniense, pero también el ser reconocido como tal entre el dêmos, especialmente por los jóvenes, néoi52.
Gracias de nuevo a la Apología, tenida por Gómez Robledo como “la más histórica” de las fuentes platónicas 53, tenemos también acceso a los episodios más resaltables de la vida política de Sócrates. Sabemos que tomó las armas en tres oportunidades para defender a la ciudad: cuando la expedición contra Potidea en el 432 a.C., en la batalla de Delion (424) y en la de Anfípolis (422). En todas ellas mostró un valor y una temperancia excepcionales, salvando a algunos de sus compañeros y poniendo su vida en peligro, como muestran las fuentes 54. También sabemos que, en una oportunidad, cuando se restaura la democracia en el 410, ejerció el pritaneo, es decir, fue miembro del llamado Consejo de los Quinientos, encargado de supervisar las decisiones de la asamblea de ciudadanos, magistratura que era asignada por sorteo.
En esa oportunidad se niega a tomar represalias ilegales contra los generales que abandonaron a sus soldados en la batalla de las Arginusas (406), despertando la ira general en la asamblea 55. Finalmente sabemos también que cuando los Treinta Tiranos (404) recibió la orden de capturar al ciudadano León de Salamina para darle muerte, orden que tenía por objeto vincular al filósofo a las acciones del gobierno tiránico 56. A ello se negó rotundamente también, y solo la caída de la tiranía le salvaría de una muerte segura. Todas estas historias destruyen el mito de un Sócrates desentendido de la política, y muestran más bien a un ciudadano intachablemente comprometido con la legalidad, más allá de los partidos.
La Atenas de Sócrates
Ahora bien, ¿cómo es la ciudad donde vive y muere nuestro personaje? La Atenas del siglo V es ante todo una ciudad transida por el conflicto entre los oligarcas, áristoi, y el pueblo, dêmos57. Sin embargo, los años de la infancia y juventud de Sócrates son los posteriores a las victorias de Maratón y Salamina, que verán el mayor esplendor de la ciudad. Son tiempos del auge de Pericles y del partido democrático, que conlleva el traslado del tesoro federal de Delos a Atenas. También son tiempos de franca prosperidad, como nota R. Mondolfo: “La economía agrícola feudal ya se había transformado en economía industrial y comercial; nuevas clases –de mercaderes, artesanos, marineros- participan en el gobierno del estado” 58.
Esto atrae cantidad de esclavos y emigrantes, los metecos, que jugarán importante papel en el desarrollo de la cultura y la economía de la ciudad. En el 451 el gobierno promulga una ley con la que restringe la ciudadanía 59 a los nacidos de padre y madre atenienses. N. Bilbeny nota que cuando Sócrates tiene veinte años, “Eurípides ha estrenado sus primeras tragedias, se inician las obras del Partenón y Fidias trabaja en el Zeus de Olimpia” 60. Todo este progreso se desarrolla bajo un verdadero ambiente internacional, en el que Atenas se convierte en una capital abierta, multicultural, multiétnica y multilingüe 61.
Este clima de paz y prosperidad se interrumpirá abruptamente con el inicio de la Guerra del Peloponeso en 431, el mismo año del oráculo a Querefonte. Sócrates, lo hemos dicho, ronda los cuarenta años. En adelante, la decadencia, la inestabilidad política y los sucesos adversos continuarán sin cesar hasta la caída definitiva de la ciudad, tres décadas después. En el 429 se declara la mortal epidemia que acabará con la vida del mismo Pericles, y posteriormente una serie de revueltas de sus antiguos aliados destruye la hegemonía ateniense sobre el Egeo. La más sangrienta de ellas será la de Mitilene, en el 428.
En 411, un golpe de Estado da el poder a la oligarquía, pero la democracia es restaurada al año siguiente. Esto no consigue, sin embargo, evitar la derrota final ante Esparta, que desbarata la armada ateniense en Egospótamos en el 405. Atenas se rinde y es gobernada por el gobierno títere y filoespartano de los Treinta Tiranos (404). Al año siguiente se restaura de nuevo la democracia bajo Trasíbulo y Trásilo, aunque se trata de un gobierno mediocre y precario que solo buscará vengarse de los que considera responsables del desastre que ha postrado a la ciudad. Se trata del mismo gobierno democrático y “moderado” 62 que juzgará, condenará y ejecutará a Sócrates cuatro años después, en el 399.
Pasión y muerte del ciudadano Sócrates
No corresponde a este lugar ahondar en los detalles y las interpretaciones de la condena y ejecución de Sócrates 63. Los mismos están narrados en todo su dramatismo en la Apología y el Critón64, mientras que profundas indagaciones han sido decisivamente concluidas al respecto 65. Solo notar que, con su muerte, los atenienses se libraban de mucho más que un fastidioso viejo preguntón. Aquí nos interesa más hacer algunas consideraciones acerca del mito de Sócrates y sus relaciones con la ciudad, vale decir, con el poder. Diógenes Laercio hace una nada inocente asociación, cuando señala el hecho de que Sócrates “fue el primero en dialogar sobre la manera de vivir, y el primero de los filósofos en morir condenado en un juicio” 66.
Aun cuando en sus inicios como filósofo el joven Sócrates continúa la tradición jonia de la especulación natural, el giro hacia el pensamiento político y ético implicó necesariamente una reflexión en torno al fenómeno de las relaciones entre el individuo y el colectivo. Allí se encuentra el origen del llamado individualismo socrático, que algunos relacionan con la máxima pítica del gnôthi seautón, “conócete a ti mismo”, y que Bilbeny sitúa en las raíces mismas del pensamiento liberal contemporáneo 67. Cornford, por su parte, entiende este aspecto del pensamiento socrático como una “filosofía de la autoafirmación individual” 68.
Sin embargo, como señala T. Calvo, un tal individualismo no está reñido con la idea del imperio de la ley, la llamada isonomía. Antes bien, ambos conceptos se complementan 69. Y se complementan a través del “legalismo” que define no solo al pensamiento sino también a las acciones de Sócrates, como hemos visto. En un hermoso pasaje del Critón,Sócrates es informado de que todo está listo para su fuga. Sin embargo, el filósofo rehúsa huir. Prefiere morir en cumplimiento de las leyes de la ciudad antes que quebrantarlas 70. En este sentido, como nota A. Alegre, “Sócrates empalma con una antiquísima tradición legalista-constitucionalista que se remonta a Solón” 71. Individuo y colectivo relacionados a través de la ley, el viejo nómos de los sofistas.
Sócrates también es fundador, como vemos, de otras preclaras tradiciones. Una de ellas tiene que ver con el fenómeno del hombre pensante y sus relaciones el poder. Relación compleja y de incierta ubicuidad, por demás incómoda, encarna en el individuo que desde adentro procura una posición en perspectiva con el colectivo, para convertirlo en abstracción y concepto, en objeto de su lógos crítico. Estar adentro y afuera a la vez es la incómoda paradoja del intelectual. Virtualización de la polis y abstracción del poder se encuentran en las raíces de su impostura, su inveterado desacomodo frente a los esquemas establecidos. Algunos como Sócrates lo pagaron con su propia vida.
En una ladera de la colina de Filopappos, justo mirando hacia la Acrópolis, hay una pequeña cueva que, según la leyenda, sirvió de prisión a Sócrates, donde aguardó por un mes hasta la llegada de la nave Salaminia, pues según la tradición nadie podía ser ejecutado mientras la barca sagrada no estuviera amarrada a puerto. Sin embargo, las excavaciones demostraron que no fue allí donde el filósofo pasó sus últimos días, sino en la cárcel de la ciudad, cuyos restos pueden encontrarse al suroeste del ágora, a unos cien pasos del Pórtico de Zeus y el templo de Hefesto, en la vía que conduce al viejo barrio de Melite. Allí, de hecho, fueron encontradas unas estatuillas, especie de exvotos en honor al maestro. ¿Cuál es, a la luz de la literatura, más real: el lugar histórico o aquel donde quiere la leyenda? ¿A quién le importa? Actualmente, las ruinas de la vieja cárcel son visitadas por cientos de peregrinos que acuden todos los días a recordar al fundador de la política; pero en la entrada de la vieja gruta tampoco falta nunca un ramito de claveles frescos.
REFERENCIAS. FUENTES ANTIGUAS.
DIÓGENES LAERCIO. Vidas de los filósofos ilustres. Traducción, introducción y notas por Carlos García Gual. 2007. Madrid: Alianza Editorial.
JENOFONTE. Recuerdos de Sócrates-Económico-Banquete-Apología de Sócrates. Traducción, introducciones y notas de Juan Zaragoza. Madrid: Editorial Gredos.
PLATÓN. Diálogos I. Apología-Critón-Eutifrón-Ión-Lisis-Cármides-Hipias Menor-Hipias Mayor-Laques-Protágoras. Introducción general de Francisco Lisi, traducción y notas de J Calonge Ruiz, E. Lledó Íñigo y C. García Gual. Madrid: Editorial Gredos.
ESTUDIOS CRÍTICOS
ALEGRE, A. 1986. La sofística y Sócrates. Ascenso y caída de la polis. Barcelona: Montesinos Editor.
BILBENY, N. 1997. El protocolo socrático del liberalismo político. Madrid: Editorial Tecnos.
1998. Sócrates. El saber como ética. Barcelona: Ediciones Península.
BRICKHOUSE, T. and SMITH, N. 1994. Plato’sSocrates, Oxford: Oxford University Press.
CALVO, T. 1995. De los sofistas a Platón: política y pensamiento. Madrid: Ediciones Pedagógicas.
CAMPOS DAROCA, F. J. 2016. “Plato Socraticus – Socrates Platonicus. Notas sobre Platón y el estilo simple en época imperial”, en: MONTES CALA, J. G.; GALLÉ CEJUDO, R. J.; SÁNCHEZ ORTIZ DE LANDALUCE, M. y SILVA SÁNCHEZ, T. (editores). Fronteras entre el verso y la prosa en la literatura helenística y helenístico-romana. Bari: Levante Editori.
CANFORA, L. 2000. Une prefession dangereuse. Les penseurs grecs dans la cité, traduit de l’italien par Isabelle Abramé-Battesti. Paris: Éditions Desjonquères.
CORNFORD, F. M. 1981. Antes y después de Sócrates, traducción de Antonio Pérez Ramos. Barcelona: Editorial Ariel.
DORION, L.-A. 2006. “La figure paradoxale de Socrate dans les dialogues de Platon”, en: BRISSON, L. et FRONTEROTTA, F. LirePlaton. Paris: Presses Universitaires de France.
2011. “The Rise and Fall of the Socratic Question”, en MORRISON, D. R. (edited by). The Cambridge Companion to Socrates. Cambridge: Cambridge University Press.
FESTUGIÈRE, A. J. 2001. Socrate.Paris: La Table Ronde.
GÓMEZ ROBLEDO, A. 1988. Sócrates y el socratismo. México: Fondo de Cultura Económica.
JAEGER, W. 1992. Aristóteles. Traducción de José Gaos. México: Fondo de Cultura Económica.
KONSTAN, D. 2011. “Socrates in Aristophane’s Clouds”, en D. R. MORRISON [edited by]. TheCambridge Companion to Socrates.Cambridge: Cambridge University Press.
LANG, M. 2008. TheAthenian Citizen. Democracy in the Athenian Agora. Athens: American School of Clasical Studies at Athens.
MONDOLFO, R. 1976. Sócrates. Buenos Aires: Eudeba.
NAVA CONTRERAS, M. 2016. “Sócrates”, en: GONZÁLEZ VÁZQUEZ, C. (Dir.). Diccionario de personajes de la comedia antigua. Zaragoza: Libros Pórtico.
NUÑO, J. 1963. El pensamiento de Platón. Caracas: Universidad Central de Venezuela.
NUSSBAUM, M. 1995. La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega, traducción de Antonio Ballesteros. Barcelona: Visor.
PACHET, P. 2013. “Platon pense que, Platon dit que”, en: AA.VV., Socrate.Paris: Le Magazine Littéraire. pp. 35-40.
REALE, G. 2000. Socrate. Alla scoperta della sapienza umana. Milano: Rizzoli.
SCHOFIELD, M. 2006. Plato. Oxford: Oxford University Press.
SZLEZÁK, T. 1997. Leer a Platón. Versión española de José Luís García Rúa. Madrid: Editorial Alianza.
STRAUSS, L. 1980. Socratesand Aristophanes. Chicago: The University of Chicago Press.
TAYLOR, A. 1990. “Biografía platónica de Sócrates”, en: BURNET, J. – TAYLOR, A. E., Varia socrática. México: Universidad Nacional Autónoma de México.
__________1961. El pensamiento de Sócrates. Traducción de Mateo Hernández Barroso. México: Fondo de Cultura Económica.
VLASTOS, G. 1991. Socrates.Cornell: Cornell University Press.
ZARAGOZA, J. 1993. “Introducción”, en: Jenofonte. Recuerdos de Sócrates, Económico, Banquete, Apología de Sócrates. Madrid: Gredos.
Notas
[marianonava@gmail.com] Miembro correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua. Departamento de Lenguas y Literaturas Clásicas Facultad de Humanidades y EducaciónUniversidad de Los Andes, ULA Mérida, Venezuela