El ciudadano Sócrates *

Mariano Nava Contreras
Universidad de Los Andes, Venezuela

El ciudadano Sócrates *

Procesos Históricos, núm. 38, pp. 143-155, 2020

Universidad de los Andes

Recepción: 15 Mayo 2020

Aprobación: 15 Julio 2020

Resumen: Ya desde los primeros comentaristas alejandrinos, el problema de la diferenciación entre el Sócrates histórico y el héroe filosófico de los diálogos platónicos fue de primera importancia tanto para los historiadores de la antigüedad como para los historiadores de la filosofía. Este trabajo busca dar una breve cuenta de las diferentes posiciones que han surgido al respecto en el seno de la filología moderna, situando al Sócrates histórico en el contexto de la polis ateniense durante los complejos años de su vida (470-399 a.C.).

Palabras clave: Sócrates, Atenas, Historia antigua.

Abstract: Already from the first Alexandrian scholars, the problem of the differentiation between the historical Socrates and the philosophical hero of the Platonic dialogues was of first importance both for the historians of antiquity and for the historians of philosophy. This work seeks to give a brief account of the different positions that have arisen in this regard within modern philology, placing the historical Socrates in the context of the Athenian polis during the complex years of his life (470-399 B.C.).

Keywords: Socrates, Athens, Ancient History.

…pero ya es hora de marcharnos, yo a morir y ustedes a vivir.

Quién se dirige a una situación mejor es cosa oculta para todos,

excepto para el dios.

Apol. 42 a

Introducción

Sin duda, uno de los problemas más importantes que plantea la historia del pensamiento antiguo es el de identificar a Sócrates, el hombre, el pensador y el ciudadano rodeado de unas circunstancias históricas concretas (y no nos referimos solo a la historia política y militar, sino, y sobre todo, a la historia de la cultura y de las ideas), y separarlo con la nitidez que sea posible de las múltiples lecturas y manipulaciones que hicieron de su pensamiento las diferentes tendencias derivadas de su pensamiento, las llamadas escuelas socráticas. Generalmente, el retrato de un personaje histórico se dificulta por la falta de fuentes verificables y necesarias. En el caso de Sócrates, por el contrario, las diferentes escuelas fundadas por sus discípulos dieron cada una, versiones diferentes de lo que se suponía era la “verdadera” doctrina socrática. Así, Platón y Jenofonte, los comediógrafos y los filósofos cínicos, por ejemplo, se arrogaron para sí su “verdadero” Sócrates, empañando, lejos de aclarar, su verdadera imagen histórica, y enturbiándola tras el polvo de la anécdota y la leyenda.

Una de estas curiosas anécdotas se atribuye a un tal François Fénelon, teólogo, obispo y poeta francés que vivió entre los siglos XVII y XVIII, y éste quién sabe de dónde la sacó, porque no aparece en ninguna fuente antigua. Aun así, luce posible. A Sócrates no le gustaba asistir a espectáculos públicos. Sin embargo, éste era uno muy especial, al menos para él. En el Gran Teatro de Dionisos se representaba las Nubes de Aristófanes, y él mismo era, nada menos, uno de los principales personajes de la comedia. Confundido entre el público, Sócrates comenta a alguien sentado a su lado que se sentía como si fuera objeto de una broma. Cuando el espectador le pregunta quién es, Sócrates se levanta para que los asistentes puedan verlo y comparar con el actor que, disfrazado de él, se encuentra en el escenario 1. Entonces todos echan a reír.

El personaje literario

El argumento de las Nubes es de los más interesantes de la comedia antigua. Allí Sócrates es presentado como un sofista y un embaucador que cobra altas sumas de dinero por enseñar a los niños bien de Atenas a engañar mediante las malas artes de la retórica 2. Su escuela, llamada “El Pensadero” (Phrontistêrion), se encuentra flotando entre las nubes, pero no es más que un nido de pícaros y de bellacos. En realidad, la comedia, cuya primera versión fue estrenada en el año 423 a.C., no hace sino reflejar una discusión que por el momento tiene muy interesada a la sociedad ateniense: cuál es la mejor educación, la tradicional o la “moderna”, representada ésta por las nuevas ideas de los sofistas.

En todo caso, la imagen de Sócrates no sale nada favorecida y sí muy ridiculizada. Cabría preguntarnos si acaso no se corresponde con la que guardan de él algunos de sus conciudadanos, personas comunes a las que resultan muy ajenas las sutiles diferencias entre los métodos y fines de la sofística y de la filosofía socrática 3.

Siete años más tarde, en el 416, Platón juntará de nuevo a Sócrates y Aristófanes en el Simposio 4. Los presenta departiendo amablemente, demostrando el afecto y simpatía que mutuamente se guardaban. La conversación que transcurre en el diálogo es fundamental para entender el papel de Sócrates en las Nubes. Al final de la fiesta, Sócrates, que no bebía, y Aristófanes son casi los únicos que permanecen despiertos y sobrios 5. Aristófanes explica a Sócrates que uno de los resortes de lo cómico consiste en ridiculizar a personajes que son admirados. Independientemente de la credibilidad de la teoría aristofánica, la anécdota sirve para demostrar que Sócrates era ya ampliamente conocido entre los intelectuales de Atenas 6.

Así lo recuerda Jenofonte: “Sócrates siempre estaba en público. Muy de mañana iba a los paseos y gimnasios, y cuando la plaza estaba llena 7, allí se le veía, y el resto del día siempre estaba donde pudiera encontrarse con más gente. Por lo general, hablaba, y los que querían podían escucharle” 8. Y en otro lugar: “Sócrates (…) era evidentemente un hombre popular y amigable, pues a pesar de tener numerosos discípulos, extranjeros y ciudadanos, nunca sacó dinero de este trato, sino que a todos les hacía partícipes de sus bienes con prodigalidad” 9.

No será, pues, en los diálogos de Platón el único lugar donde Sócrates aparezca como personaje literario. En realidad, además de las Nubes 10, las grandes fuentes antiguas que han llegado hasta nosotros acerca de Sócrates son, pues, los diálogos de Platón 11, los escritos socráticos de Jenofonte 12 y algunos datos que proporciona Aristóteles 13. El problema es que muchas veces estas fuentes no coinciden entre sí 14. Aristóteles no lo conoció personalmente. Platón, por su parte, no era historiador. Jenofonte sí. Los textos de Jenofonte contienen expresiones del tipo “como yo lo escuchaba decir” 15, lo que los convierte en una fuente importantísima. Platón, en cambio, lo “idealiza y sublima” 16. No obstante, la mayoría de los especialistas coinciden en que Platón es la fuente por excelencia para acceder al pensamiento y el carácter de Sócrates 17. L.-A. Dorion concluye al respecto en que “la originalidad de Platón no consiste en hacer de Sócrates el personaje central de sus diálogos, sino en describirlo de una manera que le es particular, mientras que la comparación con el Sócrates de Jenofonte nos permite juzgar” 18.

El “Sócrates histórico”

Así las cosas, no debe extrañarnos el que en torno al “Sócrates histórico” hayan corrido, como se dice, ríos de tinta. Algunos como E. Dupréel han llegado a afirmar que Sócrates “era una mera ficción literaria del nacionalismo ateniense de Platón y de los llamados socráticos” 19. Otros como O. Gigon, admiten la existencia de “un tal Sócrates”, en torno al cual Platón, Jenofonte y otros tejieron la leyenda acerca de un “sabio”, “sin preocuparse en lo absoluto por la fidelidad histórica” 20. En el otro lado de la balanza se encuentra la obra de E. De Strycker, quien se dio a la tarea de documentar la existencia histórica de nuestro filósofo tal y como lo describen las fuentes principales 21. El asunto, conocido entre los filólogos como “la cuestión socrática”, parece haberse saldado finalmente con un completo estudio de Louis-André Dorion, “The Rise and Fall of the Socratic Question”, donde trata de identificar los elementos esenciales que conforman los llamados lógoi sokratikoi 22.

Se debe, sin embargo, a Giovanni Reale un estudio detallado de las fuentes socráticas 23. Mientras que para Alfred Taylor, no hay otra forma de conocer al Sócrates histórico que fiándonos de lo dicho por Platón en demérito de los datos aportados por Jenofonte 24, Brickhouse y Smith valoran la filosofía de ambos, Sócrates y Platón, como una sola, sin diferenciación alguna 25, tesis que comparte Antonio Gómez Robledo 26.

En este contexto contrasta la posición de Gregory Vlastos, quien sostiene que existen “al menos dos Sócrates” en la obra platónica, y que la atribución de una u otra doctrina al maestro depende de la conveniencia de acuerdo al tema y la arquitectura de cada diálogo 27. Esta opinión es compartida por M. Schofield 28 y F. M. Cornford, quien afirma que, en relación al tratamiento de Sócrates, pueden distinguirse tres grupos de diálogos platónicos, y que solo los primeros cronológicamente (Apología, Critón, Laques, Lisis, Cármidesy el Eutifrón), en todo caso anteriores a la República, responden a una defensa directa y se corresponden de una manera más fiel a las doctrinas del maestro 29. En este respecto, Werner Jaeger no deja de notar que “la figura de Sócrates, después de haber sido relegada a papeles menores desde el Sofista en adelante, acaba por ser abandonada en las Leyes 30.

Nos parece pertinente en este respecto la observación que hace Taylor acerca del interés que reviste la relación entre Platón y el personaje Sócrates para los estudios literarios 31, y no podríamos dejar de mencionar al respecto la posición de Thomas Szlezák, para quien el personaje Sócrates “está individualmente caracterizado (…) desde el principio con una cierta tendencia al encumbramiento idealizado” 32. Dorion resalta la originalidad en el trato que tiene Platón hacia la figura de su maestro y Pierre Pachet, por su parte, añade que el caso de los diálogos platónicos, “una mezcla de narración y drama”, es común en la literatura, “pero único en la filosofía” 33. En este sentido, vale la pena recordar la deuda que, como señala M. Nussbaum, guarda el diálogo platónico con la tragedia ateniense, al que califica de “diálogo antitrágico” 34.

En busca del Sócrates histórico

En todo caso, y en esto nos mostramos de acuerdo con el padre Festugière, cualquier intento de compresión de la vida y el pensamiento de Sócrates (histórico y literario) pasa por la evolución de Atenas durante los setenta años que duró su vida 35. Se trata de un período complejo, el que va del año 470 al 399 a.C. De nuevo es Taylor, coherente con su posición acerca de las fuentes socráticas, quien se dispone a reconstruir la biografía de Sócrates a partir de los diálogos platónicos 36. No es lugar aquí para entrar en los detalles sobre la vida de nuestro personaje, pero sí hay algunos puntos de su biografía intelectual que nos son de interés. El primero tiene que ver con la existencia de un joven Sócrates más interesado en las matemáticas, la cosmología y los estudios físicos 37 que en la ética y la política, tal y como nos lo muestra Aristófanes en las Nubes 38.

En el Banquete, Jenofonte recuerda que Sócrates tenía “fama de pensador de las cosas de arriba” 39. De hecho, Strauss, basándose en este pasaje, llega a hablar, en este sentido, de un “Sócrates presocrático”. En el libro II de sus Vidas de filósofos ilustres, Diógenes Laercio refiere lo que cuenta Ión en sus Memorias, acerca de que Sócrates visitó Samos junto a Arquelao, el sucesor de Anaxágoras 40. Esta visita supone un primer contacto con la filosofía jonia, que se ocupaba de la física. Anaxágoras mismo, lo sabemos, era de origen jonio, de Clazomene, y se dedicaba a especulaciones de orden físico.

Esto conecta directamente con otro de los elementos platónicos que pueden ayudarnos a entender la biografía de Sócrates, y es el mito acerca de su pobreza. Durante el juicio, Platón hace declarar a Sócrates que solo podría pagar de su peculio una mina de plata 41. Jenofonte, por su parte, estima en cinco minas la suma total de sus bienes 42. Nacido en el demo de Alopece, un poco al sur, en los extramuros de Atenas, de padre escultor, Sofronisco, y madre comadrona, Fenarete 43, resulta interesante el hecho de que fuera aceptado sin ningún problema en los círculos intelectuales más selectos, tanto del grupo de los oligarcas como del de los demócratas. Gorgias, Eurípides 44, Tucídides y Anaxágoras se contaban entre sus amigos. Bienvenido en casa de Pirilampo, el aristocrático padrastro de Platón, pero también habitué del exquisito círculo de Aspasia, la culta compañera del demócrata Pericles, Platón nos lo presenta rodeado siempre de un selecto círculo de jóvenes procedentes de las más notables familias, destinados inexorablemente a jugar un papel protagónico en la política y la cultura ateniense.

A partir del Fedón podemos reconstruir someramente la lista, casi toda conformada por nombres de orientación oligárquica 45: Fedón, que llegará a ser filósofo académico; Antístenes, futuro fundador de la escuela cínica; Aristipo, que será fundador de la escuela cirenaica; el poeta Agatón; el eupátrida Calias; Glaucón, filósofo también, hermano de Platón; Cármides, descendiente nada menos que de Solón; Alcibíades, militar y político de tan escandalosa como controversial figura; Critón, rico agricultor; el escultor Apolodoro de Falero y el futuro tirano Critias, tío de Platón 46. Más tarde se sumarán a la notable nómina los jovencísimos Jenofonte y el propio Platón. Como nota A. Alegre, de todos ellos, sólo Querefonte era demócrata 47. Jenofonte, por su parte, hace una diferenciación interesante: dice que, de sus discípulos, Critias y Alcibíades buscaron a Sócrates por interés de aprender para dedicarse a la política. Otros lo siguieron porque sinceramente buscaban el bien:

Todo el tiempo que alternaron con él, Critias y Alcibíades no tuvieron relaciones con Sócrates porque Sócrates les agradara, sino que desde el mismo principio toda su ambición iba dirigida al gobierno de la ciudad, y mientras estaban con él, solo intentaban conversar con los más destacados políticos (…) Se dedicaron a la política, que era la razón por la que habían acudido a Sócrates. En cambio, Critón era un compañero de Sócrates, como Querefonte, Querécrates, Hermógenes, Simias, Cebes, Fedondas y otros que se reunían con él, no para convertirse en oradores de la asamblea o judiciales, sino para llegar a ser hombres de bien y poder tener una buena relación con su familia, con el servicio, sus parientes y amigos, con la ciudad y sus conciudadanos. Y ninguno de ellos, ni de joven ni de mayor, hizo mal alguno ni incurrió en ninguna acusación 48.

Sócrates y Atenas

Esto nos lleva al siguiente punto, y es el referente a la fama que el filósofo tenía en la ciudad. Es aquí también la Apología la fuente principal. Hacia el año 431, cuando ocurre el famoso oráculo de Delfos a Querefonte 49 que lo declara el hombre más sabio de Atenas (sophótatos), Sócrates debe rondar los cuarenta años. Taylor sugiere que, por esta razón, a partir del 430 aproximadamente Sócrates era comúnmente conocido con el mote de “pensador” (phrontistés) 50, lo cual sugiere que el hecho de que su escuela haya sido llamada “pensadero” (phontistêrion) en las Nubes tal vez haya sido algo más que un chiste de Aristófanes 51. Todo esto nos habla de un hombre que en la segunda mitad de su vida ha ganado, pese a su condición humilde, una reputación intelectual que le permite formar parte activa de la alta cultura ilustrada ateniense, pero también el ser reconocido como tal entre el dêmos, especialmente por los jóvenes, néoi52.

Gracias de nuevo a la Apología, tenida por Gómez Robledo como “la más histórica” de las fuentes platónicas 53, tenemos también acceso a los episodios más resaltables de la vida política de Sócrates. Sabemos que tomó las armas en tres oportunidades para defender a la ciudad: cuando la expedición contra Potidea en el 432 a.C., en la batalla de Delion (424) y en la de Anfípolis (422). En todas ellas mostró un valor y una temperancia excepcionales, salvando a algunos de sus compañeros y poniendo su vida en peligro, como muestran las fuentes 54. También sabemos que, en una oportunidad, cuando se restaura la democracia en el 410, ejerció el pritaneo, es decir, fue miembro del llamado Consejo de los Quinientos, encargado de supervisar las decisiones de la asamblea de ciudadanos, magistratura que era asignada por sorteo.

En esa oportunidad se niega a tomar represalias ilegales contra los generales que abandonaron a sus soldados en la batalla de las Arginusas (406), despertando la ira general en la asamblea 55. Finalmente sabemos también que cuando los Treinta Tiranos (404) recibió la orden de capturar al ciudadano León de Salamina para darle muerte, orden que tenía por objeto vincular al filósofo a las acciones del gobierno tiránico 56. A ello se negó rotundamente también, y solo la caída de la tiranía le salvaría de una muerte segura. Todas estas historias destruyen el mito de un Sócrates desentendido de la política, y muestran más bien a un ciudadano intachablemente comprometido con la legalidad, más allá de los partidos.

La Atenas de Sócrates

Ahora bien, ¿cómo es la ciudad donde vive y muere nuestro personaje? La Atenas del siglo V es ante todo una ciudad transida por el conflicto entre los oligarcas, áristoi, y el pueblo, dêmos57. Sin embargo, los años de la infancia y juventud de Sócrates son los posteriores a las victorias de Maratón y Salamina, que verán el mayor esplendor de la ciudad. Son tiempos del auge de Pericles y del partido democrático, que conlleva el traslado del tesoro federal de Delos a Atenas. También son tiempos de franca prosperidad, como nota R. Mondolfo: “La economía agrícola feudal ya se había transformado en economía industrial y comercial; nuevas clases –de mercaderes, artesanos, marineros- participan en el gobierno del estado” 58.

Esto atrae cantidad de esclavos y emigrantes, los metecos, que jugarán importante papel en el desarrollo de la cultura y la economía de la ciudad. En el 451 el gobierno promulga una ley con la que restringe la ciudadanía 59 a los nacidos de padre y madre atenienses. N. Bilbeny nota que cuando Sócrates tiene veinte años, “Eurípides ha estrenado sus primeras tragedias, se inician las obras del Partenón y Fidias trabaja en el Zeus de Olimpia” 60. Todo este progreso se desarrolla bajo un verdadero ambiente internacional, en el que Atenas se convierte en una capital abierta, multicultural, multiétnica y multilingüe 61.

Este clima de paz y prosperidad se interrumpirá abruptamente con el inicio de la Guerra del Peloponeso en 431, el mismo año del oráculo a Querefonte. Sócrates, lo hemos dicho, ronda los cuarenta años. En adelante, la decadencia, la inestabilidad política y los sucesos adversos continuarán sin cesar hasta la caída definitiva de la ciudad, tres décadas después. En el 429 se declara la mortal epidemia que acabará con la vida del mismo Pericles, y posteriormente una serie de revueltas de sus antiguos aliados destruye la hegemonía ateniense sobre el Egeo. La más sangrienta de ellas será la de Mitilene, en el 428.

En 411, un golpe de Estado da el poder a la oligarquía, pero la democracia es restaurada al año siguiente. Esto no consigue, sin embargo, evitar la derrota final ante Esparta, que desbarata la armada ateniense en Egospótamos en el 405. Atenas se rinde y es gobernada por el gobierno títere y filoespartano de los Treinta Tiranos (404). Al año siguiente se restaura de nuevo la democracia bajo Trasíbulo y Trásilo, aunque se trata de un gobierno mediocre y precario que solo buscará vengarse de los que considera responsables del desastre que ha postrado a la ciudad. Se trata del mismo gobierno democrático y “moderado” 62 que juzgará, condenará y ejecutará a Sócrates cuatro años después, en el 399.

Pasión y muerte del ciudadano Sócrates

No corresponde a este lugar ahondar en los detalles y las interpretaciones de la condena y ejecución de Sócrates 63. Los mismos están narrados en todo su dramatismo en la Apología y el Critón64, mientras que profundas indagaciones han sido decisivamente concluidas al respecto 65. Solo notar que, con su muerte, los atenienses se libraban de mucho más que un fastidioso viejo preguntón. Aquí nos interesa más hacer algunas consideraciones acerca del mito de Sócrates y sus relaciones con la ciudad, vale decir, con el poder. Diógenes Laercio hace una nada inocente asociación, cuando señala el hecho de que Sócrates “fue el primero en dialogar sobre la manera de vivir, y el primero de los filósofos en morir condenado en un juicio” 66.

Aun cuando en sus inicios como filósofo el joven Sócrates continúa la tradición jonia de la especulación natural, el giro hacia el pensamiento político y ético implicó necesariamente una reflexión en torno al fenómeno de las relaciones entre el individuo y el colectivo. Allí se encuentra el origen del llamado individualismo socrático, que algunos relacionan con la máxima pítica del gnôthi seautón, “conócete a ti mismo”, y que Bilbeny sitúa en las raíces mismas del pensamiento liberal contemporáneo 67. Cornford, por su parte, entiende este aspecto del pensamiento socrático como una “filosofía de la autoafirmación individual” 68.

Sin embargo, como señala T. Calvo, un tal individualismo no está reñido con la idea del imperio de la ley, la llamada isonomía. Antes bien, ambos conceptos se complementan 69. Y se complementan a través del “legalismo” que define no solo al pensamiento sino también a las acciones de Sócrates, como hemos visto. En un hermoso pasaje del Critón,Sócrates es informado de que todo está listo para su fuga. Sin embargo, el filósofo rehúsa huir. Prefiere morir en cumplimiento de las leyes de la ciudad antes que quebrantarlas 70. En este sentido, como nota A. Alegre, “Sócrates empalma con una antiquísima tradición legalista-constitucionalista que se remonta a Solón” 71. Individuo y colectivo relacionados a través de la ley, el viejo nómos de los sofistas.

Sócrates también es fundador, como vemos, de otras preclaras tradiciones. Una de ellas tiene que ver con el fenómeno del hombre pensante y sus relaciones el poder. Relación compleja y de incierta ubicuidad, por demás incómoda, encarna en el individuo que desde adentro procura una posición en perspectiva con el colectivo, para convertirlo en abstracción y concepto, en objeto de su lógos crítico. Estar adentro y afuera a la vez es la incómoda paradoja del intelectual. Virtualización de la polis y abstracción del poder se encuentran en las raíces de su impostura, su inveterado desacomodo frente a los esquemas establecidos. Algunos como Sócrates lo pagaron con su propia vida.

En una ladera de la colina de Filopappos, justo mirando hacia la Acrópolis, hay una pequeña cueva que, según la leyenda, sirvió de prisión a Sócrates, donde aguardó por un mes hasta la llegada de la nave Salaminia, pues según la tradición nadie podía ser ejecutado mientras la barca sagrada no estuviera amarrada a puerto. Sin embargo, las excavaciones demostraron que no fue allí donde el filósofo pasó sus últimos días, sino en la cárcel de la ciudad, cuyos restos pueden encontrarse al suroeste del ágora, a unos cien pasos del Pórtico de Zeus y el templo de Hefesto, en la vía que conduce al viejo barrio de Melite. Allí, de hecho, fueron encontradas unas estatuillas, especie de exvotos en honor al maestro. ¿Cuál es, a la luz de la literatura, más real: el lugar histórico o aquel donde quiere la leyenda? ¿A quién le importa? Actualmente, las ruinas de la vieja cárcel son visitadas por cientos de peregrinos que acuden todos los días a recordar al fundador de la política; pero en la entrada de la vieja gruta tampoco falta nunca un ramito de claveles frescos.

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Notas

1 Platón (Symp. 215 a-b) y Jenofonte (Banquete IV 19) coinciden en que el aspecto de Sócrates era muy parecido a como comúnmente se imaginaba que eran los Silenos.
2 Cf. M. NAVA CONTRERAS. 2016. “Sócrates”, en: C. GONZÁLEZ VÁZQUEZ (Dir.). Diccionario de personajes de la comedia antigua. Zaragoza: Libros Pórtico, pp. 451-452.
3 Para D. KONSTAN (2011. “Socrates in Aristophane’s Clouds”, en D. R. MORRISON [edited by]. The Cambridge Companion to Socrates. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 75-90), en todo caso, Sócrates proveyó al ateniense común de suficientes elementos para que le confundieran con un sofista.
4 La fecha convencional de la composición del Simposio es el 423 a.C. Cf. A. TAYLOR. 1990. “Biografía platónica de Sócrates”, en J. BURNET – A. E. TAYLOR, Varia socratica, México: Universidad Nacional autónoma de México, p. 99. La intervención de Aristófanes, conocida como “el discurso de Aristófanes” se desarrolla en Symp. 189 c-193 d.
5 Symp. 223 c: “Al abrir los ojos [Aristodemo] vio que, de los demás, unos seguían durmiendo y otros se habían ido, mientras que Agatón, Aristófanes y Sócrates eran los únicos que todavía seguían despiertos y bebían de una gran copa de izquierda a derecha. Sócrates, naturalmente, conversaba con ellos” (trad. de M. Martínez Hernández, Madrid, 2000).
6 Por eso, para Leo Strauss, las Nubes es la comedia “más sabia” de Aristófanes. Ningún otro personaje puede ser comparado con su Sócrates. Cf. L. STRAUSS. 1980. Socrates and Aristophanes. Chicago: The University of Chicago Press, p. 5.
7 Esto es, al final de la mañana.
8 JEN. Recuerdos de Sócrates I 10. En adelante, sigo la traducción de Juan Zaragoza, Madrid, 1993. 9 Ibid. I 59-60.
9 Ibid. I 59-60.
10 Sócrates aparece también en otras comedias aristofánicas, como Las aves (414 a.C.) y Las ranas (405 a.C.). Otras comedias se representaron en vida de Sócrates en las que aparece como personaje vinculado a Eurípides o los sofistas, y que sirven también como fuente histórica a pesar de haberse conservado muy fragmentariamente, como Los aduladores de Éupolis (421 a.C.) y el Connos de Amipsias (423 a.C.). Cf. R. MONDOLFO. 1976. Sócrates. Buenos Aires: Eudeba, p. 18.
11 Es sabido que el primero en escribir diálogos “socráticos” no fue Platón, ni tampoco Jenofonte, sino Antístenes, quizás la mayor inteligencia entre los discípulos de Sócrates, después de Platón, quien siguió al maestro después de haber escuchado a Gorgias, Hipias y Pródico. Cf. J. ZARAGOZA. 1993. “Introducción”, en: Jenofonte. Recuerdos de Sócrates, Económico, Banquete, Apología de Sócrates. Madrid: Gredos, p. 11: “La literatura socrática creció rápidamente en volumen: Antístenes fue el primero en escribir diálogos socráticos; le siguió Platón, mucho más joven y en abierta oposición al cínico, y hacia el 385, Jenofonte, que tal vez había leído lo publicado por Platón y conocía a Antístenes, decidió componer una serie de recuerdos, diálogos e ilustraciones de su «Defensa de Sócrates»”. Diógenes Laercio, quien en sus Vidas de los filósofos ilustres transmite una lista de los títulos de las obras de Antístenes (VI 15-18). Por otra parte, la Vida de Sócrates que forma parte del libro II (18-47), constituye apenas una exigua colección de apotegmas y dóxai,nos reenvía constantemente a la Apología y a otros diálogos de Platón, así como a fragmentos de poetas cómicos. Finalmente A. E. TAYLOR (1961. El pensamiento de Sócrates, pp. 10-11) menciona también a “un tercer contemporáneo”, Esquines de Esfeto, apodado también “el socrático” para diferenciarlo del orador. En efecto, Platón lo menciona en el Fedón (59 b) como uno de los que estuvo presente a la hora de la muerte del maestro. Diógenes Laercio (II 61) recoge los títulos de siete diálogos socráticos escritos por este Esquines, de los que se conservan “unas cuantas páginas”. Taylor, quien no dice nada respecto de Antístenes, al respecto advierte: “Es importante recordar que los tres autores eran muchos años más jóvenes que su héroe. Platón era cuarenta y tres años menor que Sócrates; Jenofonte casi seguramente algunos años más joven aún, y aunque no tenemos fecha exacta acerca de Esquines, debió ser poco más o menos contemporáneo de aquellos”.
12 Estrictamente, los Recuerdos de Sócrates, el Banquete,el Económico y la Defensa de Sócrates.
13 Cf. DEMAN, TH. 1942. Le témoignage d’Aristote sur Socrate. Paris: Les Belles Lettres. Habría que agregar aquí al peripatético Aristóxeno de Tarento (354-300 a.C.), a quien se atribuye una Vida de Sócrates, inspirada en los recuerdos de su padre, Espíntaro, que fue discípulo de Socrates. Los fragmentos de la obra de Aristóxeno se encuentran recogidos por K. MUELLER en los Fragm. Hist. Graecorum.1841-1883. Paris, t. II pp. 280 ss.
14 STRAUSS, op. cit., p. 3.
15 JEN. Recuerdos de Sócrates I 3, 1: “Y ahora, como Sócrates me parecía que ayudaba a sus discípulos, unas veces mediante acciones que mostraban su manera de ser y otras dialogando con ellos, voy a presentar por escrito todos los ejemplos que recuerdo de ello”. I 4, 2: “En primer lugar, contaré la conversación que le oí mantener un día acerca de la divinidad con Aristodemo”. II 4, 1: “En cierta ocasión, hablando de los amigos, le oí expresarse en términos tales que podría sacarse de ellos el mayor provecho tanto para conseguir amigos como para saber utilizarlos”. II 5, 1: “En otra ocasión, le oí un razonamiento que en mi opinión inducía al oyente a examinarse a sí mismo para preguntarse hasta qué punto era digno de sus amigos”. Banquete I 1: “En mi opinión, no solo son dignas de recuerdo las acciones serias de los hombres de bien, sino también lo que hacían cuando estaban de broma. Por haber sido testigo de ello lo sé y quiero darlo a conocer ahora” (en adelante, para todas las citas del Banquete seguimos la traducción de Juan Zaragoza, Madrid, 1993).
16 L. CANFORA. 2000. Une profession dangereuse, Paris: Éditions Desjonquères, p. 12.
17 Como es sabido, Sócrates no escribió nada, a excepción, si hemos de creer a lo que afirma Platón en el Fedón (60 d y 61 b), de unos pocos versos compuestos en sus últimos días en prisión. Por su parte, J. NUÑO (1963. El pensamiento de Platón. Caracas: Universidad Central de Venezuela, p. 157) identifica los siguientes pasajes de la obra platónica para la reconstrucción de la imagen de Sócrates: 1) Autobiografía: Carta VII, Fedón95 e-99 d; 2) Imagen de Sócrates: 2.a) El juicio: Apología, Carta VII 324 e-325 c; 2.b) La muerte: Fedón 57 a-60 a, 116 a-118 a: 2.c) La doctrina: fundamento: Critón 45 b-49 e; Autoconocimiento: Alcibíades I 127 e-135 e, Cármides 164 c-166 e; Mayéutica: Teeteto 148 e-151 d.
18 L.-A. DORION. 2006. “La figure paradoxale de Socrate dans les dialogues de Platon”, en: L. BRISSON et F. FRONTEROTTA. Lire Platon. Paris: Presses Universitaires de France, pp. 23-24.
19 E. DUPRÉEL. 1922. La légende socratique et les sources de Platon, Bruxelles. Cf. R. MONDOLFO. op. cit., p. 17.
20 O. GIGON. 1947. Sokrates. Sein Bild in Dichtung und Geschichte. Bern. Cf. MONDOLFO, ibid., pp. 17-18.
21 Principalmente en E. DE STRYCKER. 1950. “Les témoignages historiques sur Socrate”. Anuaire de l’Institut de philologie et d’histoire orientales et slaves, pp. 199-230. Cf. MONDOLFO, ibid., p. 18.
22 L.-A. DORION. 2011. “The Rise and Fall of the Socratic Question”, en D. R. MORRISON (edited by). The Cambridge Companion to Socrates. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 1-23. Acerca de las connotaciones estilísticas y el impacto del lógossokratokós en la tradición crítica, cf. F. J. CAMPOS DAROCA. 2016. “Plato Socraticus – Socrates Platonicus. Notas sobre Platón y el estilo simple en época imperial”, en: J. G. MONTES CALA, R. J. GALLÉ CEJUDO, M. SÁNCHEZ ORTIZ DE LANDALUCE y T. SILVA SÁNCHEZ (editores). Fronteras entre el verso y la prosa en la literatura helenística y helenístico-romana. Bari: Levante Editori, pp. 319-328.
23 G. REALE. 2000. Socrate, Milano: Rizzoli.
24 TAYLOR, op. cit., p. 103.
25 T. BRICKHOUSE and N. SMITH. 1994. Plato’sSocrates. Oxford: Oxford University Press.
26 A. GÓMEZ ROBLEDO. 1988. Sócrates y el socratismo, México: Fondo de Cultura Económica, p. 242: “Para mí, y después de darle muchas vueltas, los discursos socráticos (sokratikoí lógoi) no son, en modo alguno, reproducciones textuales de las palabras del personaje, pero sí reproducción fiel de su personalidad y su carácter y a fuer de tal, eco fidedigno del Sócrates histórico”.
27 G. VLASTOS. 1991. Socrates, Cornell: Cornell University Press, pp. 46-47. De la posición de Vlastos se hace eco asimismo L.-A. DORION. 2006.” LA figure paradoxale de Socrate dans les dialogues de Platon”, op. cit., pp. 32-35, diciendo, en este sentido, que la imagen de Sócrates en Platón es “múltiple”.
28 Cf. M. SCHOFIELD. 2006. Plato. Oxford: Oxford University Press, pp. 20-21: “¿Son la Apología y el Critón historia o ficción? Si bien Platón pudo haber puesto bastante de su propio pensamiento en sus primeras representaciones ficticias de la dialéctica socrática (como por ejemplo en el Ión o el Hipias Menor), los estudiosos a menudo han querido rescatar para la Apología y el Critón una mayor historicidad, o al menos la intención de producir una fuerte impresión (bastante ausente en el Ión o el Hipias) de realismo histórico”.
29 F. M. CORNFORD. 1981. Antes y después de Sócrates, Barcelona: Editorial Ariel, p. 187.
30 W. JAEGER. 1992. Aristóteles. México: Fondo de Cultura Económica, p. 38.
31 TAYLOR, op. cit., p. 53.
32 T. SZLEZÁK. 1997. Leer a Platón. Madrid: Editorial Alianza, p. 37.
33 P. PACHET. 2013. “Platon pense que, Platon dit que”, en AA.VV. Socrate.Paris: Le Magazine Littèraire, pp. 36-37.
34 M. NUSSBAUM. 1995. La fragilidad del bien, Barcelona: Visor, pp. 177 ss.
35 A. J. FESTUGIÈRE, Socrate, Paris: La Table Ronde, p. 9.
36 TAYLOR, op. cit. Se trata de una conferencia pronunciada ante la Academia Británica y recogida posteriormente: Plato’s Biography of Socrates, Transactions of the British Academy, 8 (1917). Cf. asimismo A. E. TAYLOR. 1951. Socrates, Boston. Está traducido al español El pensamiento de Sócrates, México, 1961. 37 Ibid., p. 60.
37 Ibid., p. 60.
38 Jenofonte (Recuerdos de Sócrates I 11) niega sin embargo esta versión: “Tampoco hablaba, como la mayoría de los demás oradores, sobre la naturaleza del universo, examinando en qué consiste lo que los sofistas llaman kósmos y por qué leyes necesarias se rige cada uno de los fenómenos celestes, sino que presentaba como necios a quienes se preocupaban por tales cuestiones”.
39 JEN. Banquete VI 6. Sin embargo, en los Recuerdos de Sócrates (I 1, 16) dirá: “él siempre conversaba sobre temas humanos, examinando qué es piadoso, qué es impío, qué es bello, qué es justo, qué es injusto, qué es la sensatez, qué cosa es la locura, qué es valor, qué cobardía, qué es ciudad, qué es hombre de Estado, qué es gobierno de hombres y qué un gobernante, y sobre cosas de ese tipo, considerando hombres de bien a quienes las conocían, mientras que a los ignorantes creía que con razón se les debe llamar esclavos”.
40 D.L. II 22, PLAT. Apol. 27 d.
41 PLAT. Apol. 38 b.
42 JEN. Econ. II 3.
43 PLAT. Teet. 149 a.
44 Diógenes Laercio recoge algunos testimonios según los cuales Sócrates llegó a colaborar con las tragedias de Eurípides, como unos versos de Mnesímaco (fr. I 218 Kock), donde dice que Sócrates aportó “sus virutas” (trad. Carlos García Gual, Madrid, 2007. En adelante, todas las citas de Diógenes Laercio están tomadas de esta traducción); o unos versos atribuidos erróneamente por nuestro doxógrafo a Aristófanes en Las nubes (en realidad, fr. I 490 Kock), donde llega a decir: “El que le compone las tragedias a Eurípides, las parlanchinas e ingeniosas, es éste”.
45 PLAT. Apol. 23 c: “los jóvenes que me acompañan espontáneamente, -los que disponen de más tiempo, los hijos de los más ricos” (en adelante, seguimos la traducción de J. Calonge, Madrid, 2000). Cf. BRICKHOUSE & SMITH, op. cit., p. 167.
46 TAYLOR, op. cit., p. 110. El autor llega a sugerir que éstos pudieran constituir una secta a la manera pitagórica, lo cual se contradice con la tradición del racionalismo socrático. Cf. Ibid., pp. 94-95.
47 PLAT. Apol. 20 d: “En efecto, ustedes conocieron sin duda a Querefonte. Éste era amigo mío desde la juventud y adepto al partido democrático, fue al destierro y regresó con ustedes”. Cf. A. ALEGRE, La sofística y Sócrates, Barcelona, 1986, p. 93.
48 JEN. Recuerdos de Sócrates I 39 y 48-49. “Los hermanos Querefonte y Querécrates aparecen también en II 3, III 3 y 47, y Querefonte en la Apología 14. Hermógenes aparece también en Apología . Banquete.Todos ellos, menos Querefonte, muerto con anterioridad, son conocidos por su lealtad a Sócrates en los días de su muerte” (JEN. ibid.p. 36, nota 28). Jenofonte en ningún momento nombra a Platón.
49 PLAT. Apol. 21 a: “Ya saben cómo era Querefonte, qué vehemente era para lo que emprendía. Pues bien, una vez fue a Delfos y tuvo la audacia de preguntar al oráculo esto –pero no protesten, atenienses-, preguntó si había alguien más sabio que yo. La Pitia le respondió que nadie era más sabio”.
50 JEN. Banquete VI 6: “Mientras se estaban desarrollando estas discusiones, al ver el siracusano que la gente no prestaba atención a sus exhibiciones, sino que se entretenían entre ellos, le dijo con despecho a Sócrates: ¿Eres tú, Sócrates, el que llaman el pensador?”
51 TAYLOR, op. cit., p. 87. 52 Carm. 153 d.
52 Carm. 153 d.
53 GÓMEZ ROBLEDO, op. cit., pp. 243-244. L. CANFORA, Une profession dangereuse, op. cit., p. 23, dice que “con toda probabilidad, la Apología refleja lo que realmente dijo Sócrates”.
54 Apol. 28 d: “…en Potidea, en Anfípolis y en Delion decidí permanecer como otro cualquier allí donde ellos me colocaron y corrí, entonces, el riesgo de morir”. TAYLOR (op. cit., p. 88) se lamenta de que Jenofonte no mencione en absoluto las anécdotas militares de Sócrates.
55 Apol. 32 b: “…fui miembro del Consejo. Casualmente ejercía la pritanía nuestra tribu, la Antióquide, cuando ustedes decidieron, injustamente, como todos después reconocieron, juzgar en un solo juicio a los diez generales que no habían recogido a los náufragos del combate naval”.
56 Apol. 32 c: “Pero cuando vino la oligarquía, los Treinta me hicieron llamar al Tolo, junto con otros cuatro, y me ordenaron traer de Salamina a León el Salaminio para darle muerte; pues ellos ordenaban muchas cosas de este tipo también a otras personas, porque querían cargar de culpas al mayor número posible”.
57 FESTUGIÈRE, op. cit., p. 9.
58 MONDOLFO, op. cit., p. 11.
59 Para la participación ciudadana en la democracia ateniense, cf. M. LANG. 2008. The Athenian Citizen. Democracy in the Athenian Agora, Athens.
60 N. BILBENY. 1998. Sócrates. El saber como ética, Barcelona: Ediciones Península, p. 11. Seguimos la reconstrucción de la historia política y el clima intelectual de la Atenas de Sócrates en este estudio. 61 Ibid., p. 17. De lo que Pericles se siente sumamente orgulloso. Cf. TUC. II 34 ss.
61 Ibid., p. 17. De lo que Pericles se siente sumamente orgulloso. Cf. TUC. II 34 ss.
62 PLAT. Ep. VII 325 b.
63 Para MONDOLFO (op. cit., p. 7), la muerte de Sócrates cierra el ciclo del auge y caída de Atenas: “La parábola de ascensión y derrumbamiento de la grandeza imperial de Atenas, que habíase desarrollado durante el siglo V, desemboca así, al principio del siglo IV (399), en el proceso y la condena de Sócrates”.
64 TAYLOR, op. cit., p. 103, menciona además al Eutifrón, el Fedón, el Teetetes,el Sofista y el Político, como diálogos relacionados con el proceso y muerte de Sócrates.
65 La bibliografía al respecto es inabarcable. Nos contentamos con el preciso y agudo resumen que ofrece A. ALEGRE, op. cit., pp. 94-97.
66 D.L. II 20.
67 N. BILBENY: 1997. El protocolo socrático del liberalismo político. Madrid: Tecnos.
68 CORNFORD, op. cit., p. 39.
69 T. CALVO. 1995. De los sofistas a Platón: política y pensamiento. Madrid: Ediciones Pedagógicas, p. 109.
70 Crit. 50 a ss.
71 A. ALEGRE, op. cit., p. 99.
(*) La presente es una versión aumentada de la ponencia leída en el XIV Encuentro Transdisciplinario de Investigadores de la Literatura Venezolana y Latinoamericana “Intelectuales y Poder”, que tuvo lugar los días 7 y 8 de octubre de 2019 en la Universidad de Los Andes, en Mérida, Venezuela.
Mariano Nava Contreras** Doctor en Filología Clásica, Universidad de Granada, España. Profesor de la Facultad de Humanidades y Educación. Departamento de Lenguas y Literaturas Clásicas, Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela.

[marianonava@gmail.com] Miembro correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua. Departamento de Lenguas y Literaturas Clásicas Facultad de Humanidades y EducaciónUniversidad de Los Andes, ULA Mérida, Venezuela

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