In memoriam
Recepción: 28 Agosto 2023
Aprobación: 27 Octubre 2023
Publicación: 18 Abril 2024
A Marcela
In extremis, como suele hacerlo, mi colega Emiliano Zolla me pidió una nota en memoria de Leif Korsbaek, a lo que accedo sabiendo que entre Leif y yo hubo, a lo largo de casi veinte años, muchos momentos personalísimos que explican mi propio luto. Sé que hay colegas que destacarán, en otros espacios y con justicia, a Leif en cuanto académico “puro”. Por supuesto que no es menor el hecho de que, hasta el final de su vida, se empeñó en publicar y traducir obras verdaderamente relevantes de la más clásica antropología británica, puestas en castellano para los lectores, entre los cuales Leif ponderaba sobre todo a las y los estudiantes, a los propios y a los ajenos. Pero a Leif se le deben no sólo colosales empeños académicos en el ámbito de las publicaciones, sino también (y, sobre todo) en esa extraña región de la academia que es la docencia, tarea que, por cotidiana, no siempre reviste el carácter casi sacro del autor que se convierte en autoridad.
Pero, cuidado: tal vez nadie haya estado más lejos que Leif del sesgo tragicómico de “vaca sagrada”. Quienes lo recordamos —que somos muchos, muchas— podemos dar fe de que buscábamos su compañía y magisterio porque sabíamos que su desparpajo latinoamericano, combinado con su fino y negro humor danés y expresado en su propio idiolecto (una mezcla de español, checo, ruso e inglés, con adjetivos en matlatzinca de Oxtotilpan u otomí de Acambay), hacían de él alguien confiable, dispuesto a sugerir antes que imponer, y siempre dispuesto a escuchar un proyecto sin prejuzgarlo.
Cuando aterrizó en la ENAH a principios de la década de 1990, Leif cargaba en sus hombros una profunda experiencia en los Altos de Chiapas y Guatemala, en donde conoció en primera persona la obra de Frank Cancian sobre la estructura social y los sistemas de cargos, temas que a lo largo de varias décadas lo vincularon con varios colegas dentro y fuera de México, entre los que se encontraban Carlos Garma, Hilario Topete, Pedro Carrasco, James Dow, Felipe González Ortíz y Reyes Luciano Álvarez Fabela; estos dos últimos grandes aliados de Leif en su etapa como investigador en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex), espacio que ocupó antes de ganar su plaza como profesor en el posgrado en Antropología Social de la ENAH.
El Estado de México fue un espacio donde Leif mejor sembró ideas y cosechó proyectos etnográficos siempre de la mano de sus estudiantes. Si en Zinacantán se encontró con la obra de Cancian, fue entre los matlatzincas al sur y los otomíes del norte del Estado de México donde construyó su propio modelo analítico, el cual mantuvo siempre abierto a recibir críticas y aportes. En esta tarea, la organización de los cinco Congresos Internacionales de Organización Social Tradicional (celebrados a lo largo del tiempo en Toluca, Cuicuilco y San Felipe del Progreso) fue un detonante que permitió a los interesados en los estudios sobre los sistemas de cargos encontrarse para, en palabras de Leif, “darse en la madre a gusto”.
Su paso desde la UAEMex hacia la ENAH le permitió, en mi opinión, ejercer a plenitud su vocación de etnógrafo incorruptible y de crítico de un indigenismo universitario y oficialista (es decir, priista) del cual siempre hizo mofa. Si bien nunca dudó en apoyar iniciativas como la creación de la Universidad Intercultural del Estado de México (cuyo primer rector fue un buen compañero e interlocutor de Leif), siempre opinó que el proyecto sería viable si esta universidad no reproducía la opresión mestiza en el interior de las aulas. Esta apelación a la observación de la desigualdad se aprecia en las últimas tesis que dirigió, especialmente en la de Mario Paz sobre Huixquilucan, en donde el autor respetó la exigencia ética de no romantizar a las comunidades. Leif pedía a sus alumnos hacer una apuesta por no dejar “títere con cabeza” en la observación etnográfica: para Leif no existía “el sistema de cargos” o “la mayordomía” en abstracto; era fundamental entender los contextos de la pobreza, la violencia, la migración, el sistema económico, sin olvidar que el ojo del investigador no es inocente ni neutral.
He dicho que la mejor herencia que tengo de Leif son mis recuerdos. Uno muy formal evoca mi examen de maestría en la ENAH, cuando el momento más animado se dio no en mi exposición, sino cuando, aprovechando el campo neutral, él y Saúl Millán se recordaron mutuamente viejas y ya superadas (pero no olvidadas) críticas que felizmente terminaron ahogadas con el vino del brindis de celebración. Pero el más personal había sucedido unos años antes: sabiendo Leif que en aquel tiempo desempeñaba yo algún puesto en un municipio en el Estado de México, me marcó una noche para pedirme auxilio para un tema delicadísimo: “Quiero casarme con Marcela, pero hay un problema”, escuché del otro lado de la bocina. El problema era que el Registro Civil de la ciudad exigía algún documento que sólo se encontraba en algún archivo de su natal y remota Dinamarca. Esta minucia fue resuelta sin mayor trámite para dar paso a una boda civil legitimada con un pozole michoacano que le preparamos en familia (y que ni él ni la feliz novia esperaban). Al final de la comida, Leif agradeció la música, la comida y el amor, y tomando la palabra nos dijo: “¡Gracias por todo: por el trámite, por la boda y la comida, pero no piensen que quiero quedarme a vivir en este pueblo; Marcela, vámonos!”, provocando la risa de todos.
Leif se equivocaba: sí se quedó en aquél y en otros muchos pueblos; se quedó en la ENAH y otras escuelas, en múltiples espacios académicos o informales. Por ahora, dejo a otros y otras colegas la tarea de evocar al antropólogo plurilingüe, polígrafo y creativo; reivindico para mí al vikingo mexiquense y universal que en más de una ocasión supo ponerme a mí y a otros como yo a su propia altura, justamente enseñando de palabra y obra que, en este oficio, no hay nadie arriba de nadie y que quien así lo crea no vale —como dijera Sancho Panza— “dos habas”.
¡Leif vive; la antropología sigue!
Cuicuilco, 11 de agosto de 2023.
Notas de autor