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Atmósferas, figuras, acciones: configuraciones del miedo en la pandemia
Atmospheres, Figures, Actions: Configurations of Fear in the Pandemic
Iberoforum. Revista de Ciencias Sociales, vol. 3, núm. 2, pp. 1-35, 2023
Universidad Iberoamericana, Ciudad de México

Dossier



Recepción: 21 Abril 2023

Aprobación: 13 Octubre 2023

Publicación: 31 Diciembre 2023

DOI: https://doi.org/10.48102/if.2023.v3.n2.289

Resumen: Las emociones y los sentimientos aúnan sensaciones, relaciones, intenciones, direcciones y acciones. Las emociones son construcciones psíquicas y sociales, vínculos y movimientos entre individuos y sociedades. Este texto se inspira en la configuración social del miedo desde Rossana Reguillo, Sara Ahmed y Martha Nussbaum; tres mujeres que han estudiado las emociones y en concreto la que se subraya en estas páginas.

Dicho sentimiento se contextualiza en tiempos de pandemia en México, con objeto de realizar un acercamiento e interpretación a los miedos biológicos y sociales, cognitivos y relacionales, vividos. En concreto, cómo se construye el miedo, a qué y a quién, qué hace y en dónde circula, a través de atmósferas, figuras y acciones. Para ello, se cuenta con entrevistas aplicadas a la población de la Ciudad de México en los años 2020, 2021 y 2022 sobre las emociones.

Entre los hallazgos encontrados, se observan miedos en plural, sentidos en la mente, el cuerpo y como clima emocional en la sociedad, que paraliza a los humanos y a los colectivos sociales. Miedos relacionales, intencionales que circulan, distancian, separan y aíslan. Miedos que enjuician y condenan, y que, lejos de proteger, dividen, enfrentan y debilitan.

Palabras clave: Miedo, atmósferas, figuras, circulación, pandemia.

Abstract: Emotions and feelings combine sensations, relationships, intentions, directions and actions. Emotions are psychic and social constructions, links and movements, between individuals and societies. This text is inspired by the social configuration of fear from Rossana Reguillo, Sara Ahmed and Martha Nussbaum; three women who have studied emotions and specifically the one highlighted in these pages.

This feeling is contextualized in times of pandemic and in Mexico to approach and interpret the biological and social, cognitive and relational fears experienced. Specifically, how fear is built, what and who, what it does and where it circulates, through atmospheres, figures and actions. For this, there are interviews applied to the population of Mexico City in the years 2020, 2021 and 2022 about emotions that illustrate the fears felt.

Among the findings discovered, fears are observed in plural, felt in the mind, the body and as an emotional climate in society, which paralyzes humans and social groups. Relational, intentional fears that circulate, distance, separate, isolate. Fears that judge and condemn, and that, far from protecting, divide, confront and weaken.

Mots clés: Fear, atmospheres, figures, circulation, pandemic

Introducción

“Las emociones conforman el paisaje de nuestra vida mental y social”, afirma Martha Nussbaum (2012, p. 21). Sara Ahmed (2015), por su parte, sugiere “que las emociones son cruciales para la constitución de lo psíquico y lo social como objetos” (p. 34). Forman parte de la vida cotidiana y de momentos o coyunturas que por algún motivo son especiales. Este artículo tiene por objetivo realizar una revisión general sobre ellas según los enfoques de Nussbaum (2006, 2012, 2014, 2018 y 2019) y Ahmed (2015), para luego centrarse en el miedo a través de estas autoras y de Rossana Reguillo (1998, 2000, 2007 y 2008). Se realiza también un acercamiento al miedo durante el tiempo de la pandemia como sentimiento social presente que orienta cognitivamente, evalúa y juzga, bloquea y aísla; circula entre cuerpos humanos y en el cuerpo social; amenaza, somete, separa. Un miedo invisible que erosiona la vida pública y la existencia personal; de hecho, sería mejor hablar de miedos en plural porque, como dice Zygmunt Bauman (2007), al final se trata del primigenio miedo a la muerte y el miedo a pérdidas que amenazan los cuerpos, las propiedades, que amenazan con enfermedades y desempleo, así como definir el lugar de la persona en el mundo.

Además del miedo a la muerte física, está el miedo a la muerte social como metáfora de la exclusión. Hay un miedo en la actualidad difuso y disperso, parte de lo que este autor denomina “globalización negativa” —en la que incluye el desproveer de seguridad a los libres y ofrecer seguridad a cambio de libertad—, que contiene el miedo de segundo grado o derivativo con sensación de inseguridad y vulnerabilidad, que crea la percepción del mundo y orienta los comportamientos sociales, como se verá en este artículo.

Para ello, además de la revisión de las tres autoras citadas y otras fuentes bibliográficas sobre el tema, se trabajó información primaria sobre emociones en los años de pandemia a través de entrevistas a la población de la Ciudad de México. Así, es posible configurar el panorama del miedo, qué es, cómo operó en la pandemia, qué hace y cómo se construye.

Se cuenta con 60 entrevistas,1 aplicadas en diciembre de 2020 a población de la Ciudad de México sobre diversos aspectos relacionados con la pandemia y algunas interrogantes alrededor de las emociones. Se entrevistaron a 30 mujeres y 30 hombres, quienes tienen diferentes ocupaciones, pertenecen a diversos sectores sociales de varias colonias de la ciudad y cuyas edades van de los 18 a los 68 años. La mayoría de las entrevistas se aplicaron virtualmente.2

En noviembre y diciembre de 2021, se realizaron nuevas entrevistas —la mayoría de manera presencial— a 83 personas, también de ocupaciones y grupos sociales diversos, cuyas edades oscilaban entre los 18 y los 71 años; fueron 41 mujeres y 42 hombres, residentes en la urbe en diversas alcaldías; también se trataron temas relacionados con la pandemia, entre ellos las emociones.3

En marzo y abril de 2022 se aplicó de forma presencial otra entrevista —sobre la pandemia y sus aspectos emocionales— a población de distintas alcaldías de la ciudad, de diferentes sectores y ocupaciones; participaron 88 personas, 50 % hombres y 50 % mujeres, de 18 a 66 años de edad.4 Al retomar los testimonios, presentarlos y analizarlos se tiene en cuenta el contenido más que la fecha de aplicación, siguiendo una lógica temática de exposición.

Hay que aclarar que la mayoría de las veces se habla en este trabajo de “emociones” porque así se emplea comúnmente el término que designa a lo que en ocasiones son emociones y la mayoría de las veces se trata de sentimientos. Según Damásio (2006), la emoción es “la combinación de un proceso evaluador mental, simple o complejo, con respuestas disposicionales a dicho proceso, la mayoría dirigidas hacia el cuerpo propiamente dicho, que producen un estado corporal emocional, pero también hacia el cerebro (núcleos neurotransmisores en el tallo cerebral), que producen cambios mentales adicionales” (p. 167).

Algunos sentimientos provienen de emociones, pero

depende de la yuxtaposición de una imagen del cuerpo a una imagen de algo más, como la imagen visual de una cara o la imagen auditiva de una melodía. El sustrato de un sentimiento se completa con los cambios en los procesos cognitivos que son inducidos simultáneamente por sustancias neuroquímicas (por ejemplo, por neurotransmisores en varios lugares neurales, que resultan de la activación en los núcleos neurotransmisores de lo que era parte de la respuesta emocional inicial). (Damásio, 2006, p. 175)

En resumen, según este enfoque y lo dicho con anterioridad, “Las emociones y las reacciones emocionales están alineadas con el cuerpo, los sentimientos con la mente […] los pensamientos desencadenan emociones […] las emociones corporales se transforman en el tipo de pensamientos que denominamos sentimientos” (Damásio, 2005, p. 13). Por lo que lo estudiado en estas páginas sobre el miedo tiene que ver con emociones y sentimientos, pero más con los segundos que con las primeras.

Finalmente, los conceptos que dan título al trabajo se toman de Reguillo (2008), en el caso de “figuras” y “atmósferas”; así como la “acción” y “hacer emocional” provienen de Ahmed (2015); todo ello en el sentido de clima emocional del miedo, cómo se construye, qué hace, cómo circula, quién tiene miedo a qué y a quién, el miedo al otro y el comportamiento social; temas que irán expresándose y desarrollándose a lo largo de estas páginas.

Enfoques emocionales y el miedo5

Martha Nussbaum

Nussbaum presenta un enfoque cognitivo y remarca las emociones sociales y políticas, su significado y su empleo en los regímenes políticos y la sociedad en general. Además, subraya el uso político del miedo.

¿Qué son y qué hacen las emociones? Nussbaum (2012) concibe “las emociones como elementos esenciales de la inteligencia humana” y “sin desarrollo emocional, una parte de nuestra capacidad de razonar como criaturas políticas desaparecería” (pp. 23-24). Su contenido cognitivo intencional conforma el pensamiento evaluativo; “comportan juicios relativos a cosas importantes, evaluaciones en las que, atribuyendo a un objeto externo relevancia para nuestro bienestar, reconocemos nuestra naturaleza necesitada e incompleta frente a porciones del mundo que no controlamos plenamente” (Nussbaum, 2012, p. 41). Las emociones contribuyen a la recepción y procesamiento de la información como evaluativas que son; asimismo, constituyen juicios de valor que se atribuyen a cosas o a personas.

La autora subraya las emociones políticas y el necesario sentimiento de socialidad para el buen ciudadano ya que:

Todas las sociedades están llenas de emociones. Las democracias liberales no son ninguna excepción. El relato de cualquier jornada o de cualquier semana en la vida de una democracia […] estaría salpicado de un buen ramillete de emociones: ira, miedo, simpatía, asco, envidia, culpa, aflicción y múltiples formas de amor. (Nussbaum, 2014, p. 13-14)

Siguiendo a varios autores filósofos y sociólogos, defiende el cultivo de las emociones políticas en la cultura pública para la justicia, la igualdad, la inclusión y el respeto; emociones que motiven y que configuren instituciones justas y fomenten el florecimiento personal y social.

En su obra La monarquía del miedo señala que en dichos regímenes políticos los monarcas se alimentan del miedo de sus súbditos; sin embargo, en las democracias hay una confianza horizontal entre los ciudadanos: “El miedo tiende con demasiada frecuencia a bloquear la deliberación racional, envenena la esperanza e impide la cooperación constructiva en pos de un futuro mejor” (Nussbaum, 2019, p. 23). El pánico también es un problema social, en el sentido que desarrolla la culpabilización y “alterización” hacia grupos diferentes, minorías, y se señala y apunta hacia los otros: hacia los de al lado —“ellos nos quitan”— o hacia arriba —la “élite nos roba”—; el “nosotros” y el “ellos” se enfrentan y a veces la agresividad surge. En palabras textuales: “Ellos/as nos han quitado nuestros trabajos. O, si no: la élite opulenta nos ha robado nuestro país” (Nussbaum, 2019, p. 24). El pánico exagera los peligros y las emociones lo invaden todo. Se crea el fenómeno del chivo expiatorio:

Cuando las personas se temen unas a otras, y temen lo que les depara un futuro desconocido, el miedo las lleva fácilmente a culpar a unos chivos expiatorios, a fantasear con venganzas y a que cunda una tóxica envidia de la suerte de los afortunados. (Nussbaum, 2019, p. 26)

Y es que, prosigue, “tenemos la mala costumbre de señalar como chivos expiatorios a las personas o los grupos impopulares en los momentos de tensión nacional, y de recortar sus derechos por vías que, pasado el tiempo, nos parecen profundamente equivocadas” (Nussbaum, 2019, p. 28). El miedo va antes que el pensamiento reflexivo, por lo que “esa estampida que nos empuja a actuar precipitadamente, provocada por la inseguridad […] socava la fraternidad, envenena la cooperación y nos lleva a hacer cosas de las que nos avergonzamos profundamente más adelante” (Nussbaum, 2019, p. 29).

Hay, eso sí, un miedo biológico primitivo y uno social en la política. Nussbaum centra su reflexión en el segundo. De hecho, desde la retórica clásica, a través del miedo, se puede persuadir a las personas de hacer lo que se quiere. En concreto, ya en las sociedades democráticas hay una propensión básica al miedo, lo que hace que “sean altamente vulnerables a la manipulación” (Nussbaum, 2019, p. 69). Miedo a través de informaciones ciertas o falsas, de reacciones apropiadas o inapropiadas. Incluso esta autora designa las leyes del miedo como la “heurística de la disponibilidad”; menciona que cuando un problema está muy presente se sobrevalora su importancia y no se ven alternativas; también señala la “cascada”, que es la respuesta de una persona al comportamiento de otras, sumándose al mismo, sigue la cascada informativa y lo que ésta genera.

Además, está la continua amenaza al “espíritu de la discrepancia” (Nussbaum, 2019, p. 74) y hay una suerte de sumisión a la presión del grupo a pesar de la falsedad de sus actitudes. De ahí la facilidad relativa con la que los dirigentes pueden manipular a través del miedo. Sin olvidar el ambiente facilitador, como problemáticas sociales y económicas que influyen en que “Los ciudadanos pueden volverse entonces indiferentes a la verdad y optar por la comodidad de un grupo de iguales en el que aislarse y en el que repetirse falsedades unos a otros. Puede que comiencen a temer dar su opinión y prefieran el consuelo de un líder que les proporcione una sensación de protección como la del interior del seno materno” (Nussbaum, 2019, p. 87).

Sara Ahmed

Esta autora recuerda la función de las emociones; en especial su intencionalidad y circulación, el qué hacen sobre lo que son, combinando lo psíquico y lo social. Si bien su desarrollo del miedo es incipiente, su perspectiva de las emociones en general puede ser aplicada a éste de forma cabal.

¿Qué hacen y cómo funcionan? Hacen cosas, moldean cuerpos de individuos y colectivos, y circulan; por lo tanto, lo importante es el “rastreo de la manera en que circulan las emociones entre cuerpos, analizando cómo se “pegan” y cómo se mueven” (Ahmed, 2015, p. 24). Las emociones, esgrime Ahmed citando diversas fuentes, son intencionales “en el sentido de que tratan ‘acerca de’ algo: involucran una dirección u orientación hacia un objeto” (Ahmed, 2015, p. 28). Son relacionales: “involucran (re)acciones o relaciones de ‘acercamiento’ o ‘alejamiento’ con respecto a dichos objetos” (Ahmed, 2015, p. 30). Hay socialidad en la emoción, esto es, no sólo está el modelo psicológico “yo tengo sentimientos y son míos”, sino que éstos se mueven hacia afuera, hacia un objeto o los otros y “pueden retornar”, ya que son también “prácticas culturales y sociales” (Ahmed, 2015, p. 32).

La autora establece dos modelos: de “adentro hacia afuera” y de “afuera hacia adentro”, el de la “psicología” y el de la “psicología de las multitudes” (Ahmed, 2015, pp. 32-33). Sobre el segundo tipo, explica que “la multitud tiene sentimientos, y que el individuo es absorbido por la masa al sentir los sentimientos de ésta como propios” (Ahmed, 2015, p. 33). Así, las emociones se construyen en lo psíquico y lo social, no están en lo individual ni en lo social, se mueven, circulan, vinculan, relacionan, conmueven. Las emociones y el miedo se actúan y hacen actuar. Finalmente, señala que las emociones importan en la política porque el poder moldea cuerpos.

Su acercamiento al miedo gira en torno a las preguntas ¿qué nos asusta? y ¿quién se asusta de quién? Fiel a su perspectiva de la circulación, responde: “el miedo no sólo proviene de adentro y de ahí se mueve hacia fuera, hacia los objetos y los otros […]; en vez de ello, el miedo funciona para asegurar la relación entre los cuerpos; los reúne y los separa mediante los estremecimientos que se sienten en la piel, en la superficie que emerge a través del encuentro” (Ahmed, 2015, p. 106). Sobre lo que hace, escribe: “restablece la distancia entre cuerpos” (Ahmed, 2015, p. 107), la “separatividad”. Apunta también el miedo como historia de pérdida, experiencia corporizada, cuerpos vulnerables, encogidos, con movilidad restringida; además, mientras más desconocemos el objeto del miedo, más terrible se vuelve el mundo: “El miedo al ‘mundo’ como el escenario de un daño futuro funciona como una forma de violencia en el presente, que encoge los cuerpos y los coloca en un estado de temerosidad, un encogimiento que puede involucrar una negativa a salir de los espacios acotados de la casa o una negativa a habitar lo que está afuera de maneras de anticipar el daño” (Ahmed, 2015, p. 117).

Ya en el terreno político, “el miedo funciona para asegurar las formas de gobierno”; es “crucial para la formación de colectivos” (Ahmed, 2015, p. 118). Inspirada en autores clásicos, lo considera instrumento de poder, consentimiento, sometimiento: “el miedo funciona como factor crucial para la formación del gobierno: el miedo sería el ‘costo’ de la anarquía y la promesa de la sociedad civil es la eliminación del miedo. Como tal, los sujetos consienten en ser gobernados: renuncian a la libertad con el fin de estar libres del miedo” (Ahmed, 2015, p. 119).

También concuerda con pensadores actuales al argumentar que hoy se habita la “cultura del miedo” y la “edad de la angustia”, en el sentido de que se exageran riesgos y la solidaridad se funda en la inseguridad. Hay economías globales del miedo, como el terrorismo, que requieren seguridad y para ello los ciudadanos se convierten en vigilantes y policías. Existe un miedo también a la degeneración, declive, desintegración, una suerte de mecanismo para preservar “lo que es”; en este sentido, “La amenaza a las formas sociales (que son la materialización de las normas) representada por esos otros se percibe como la amenaza de que se trastoquen y se rechacen los valores que garantizarán la sobrevivencia” (Ahmed, 2015, p. 130).

Rossana Reguillo

En el caso de los trabajos de Reguillo, el miedo es central: señala las narrativas que se producen y circulan en la esfera pública como formas de gestión y control social, especialmente el dilema entre inseguridad y seguridad, y el señalamiento a ciertos grupos como “otros”, productores del miedo —narcos, migrantes, jóvenes—. Parte de la concepción de que el miedo se construye a través de creencias y de los medios; esto tiene como consecuencia un repliegue de la vida a lo privado y comunitario, con la consecuente erosión de la vida pública, el declive de metadiscursos totales, el deterioro objetivo de la calidad de vida y el incremento de la violencia (Reguillo, 1998). Tiene lugar un sentimiento de indefensión y crisis debido al agotamiento institucional —el Estado no puede hacerse cargo de la población—, crisis del orden de inclusión —miedo a quedar fuera del mercado—, inseguridad creciente —a la delincuencia y crimen organizado—. La incertidumbre es una experiencia social por el vaciamiento institucional, las pocas certezas en el orden social y la ausencia de estrategias contra la violencia (Reguillo, 2007). Como se observa, la autora formula un miedo global y local, un miedo político y social, que va de las narrativas a los hechos, del deterioro institucional a la violencia.

En uno de sus trabajos, afirma, junto con otros autores, que la gente “muere de miedo” y se interroga si las “civilizaciones pueden morir de miedo”. Lo define como “experiencia individualmente experimentada, socialmente construida y culturalmente compartida”, puesto que

son las personas concretas las que experimentan miedos, como formas de respuesta, se trata del plano de lo individual; sin embargo, es la sociedad la que construye las nociones de riesgo, amenaza, peligro y genera unos modos de respuesta estandarizada, reactualizando ambos, nociones y modos de respuesta, según los diferentes periodos históricos. Lo que significa que la sociedad contemporánea, además de enfrentar sus propios demonios, lleva a cuestas la carga de los demonios heredados del pasado. Pero es en los territorios de la cultura, donde las nociones y los modos de respuesta, se modaliza, es decir, adquieren su especificidad por la mediación de la cultura. (Reguillo, 2000, p. 3)

Así es como

el actor social aprende a tener miedo y en el transcurso de la “culturización”, aprende a dotar de contenidos específicos ese miedo y a responder de acuerdo con lo que se espera culturalmente de él, a veces en total armonía con el discurso social común, a veces en negociación y a veces, en franco conflicto, según la posición que ocupe la cultura de referencia en el marco general de la sociedad. (Reguillo, 2000, p. 4)

Hay, eso sí, miedos “invisibles”:

a la crisis sistémica, a la desconfianza en las instituciones, a la percepción difusa de las fuentes de amenaza, la sociedad responde con la construcción de figuras, relatos y personajes que son transformados en los verdugos de la sociedad. Mecanismo histórico, que hoy se amplifica con la presencia, ubicuidad y velocidad de las tecnologías de la información. (Reguillo, 2000, p. 5)

Existe, también, el “miedo al otro”, a

un otro construido a imagen y semejanza del miedo. Hay un otro al que se puede culpar de los miedos provocados por la biogenética, otro al que puede culparse del deterioro ambiental; unos otros, responsables de la inseguridad y de la violencia creciente en la sociedad; otro a quién atribuirle la culpa por la “pérdida de valores” y por el deterioro moral de las sociedades. (Reguillo, 2000, p. 7-8)

Y añade el “temor al otro” como “uno de los principales dispositivos instituidos para encauzar el miedo, que, así visto, se transforma en otra pasión, odio. Se odia lo que nos amenaza. El miedo es capaz entonces de movilizar fuerzas afectivas” (Reguillo, 2000, p. 8). Con lo cual realiza una completa exposición en torno a esta emoción y sentimiento.

Ahondando en el miedo, en concreto en las ciudades, hay figuras y atmósferas del miedo. Sobre las primeras, éste se antropomorfiza; en cuanto a las segundas, los medios, valores, conversaciones públicas, historias, leyendas crean y recrean un ambiente de miedo que los actores perciben como realidad. En un sentido similar, la autora señala la expansión de la inseguridad tanto objetiva como subjetiva percibida. La inseguridad en la socialidad, a veces fincada en la mitología de la diferencia amenazante y sus representaciones en sociedades como una democracia con pacto incluyente. Además, señala la interfase entre el dato objetivo de inseguridad y el programa de respuesta objetivamente ajustada y culturalmente compartida.

En su análisis sociocultural de los dominios del miedo en el contexto de globalización, apunta a la proximidad y a la imbricación. La proximidad es el elemento detonante en el espacio tiempo, con la globalización tecnológica se acerca lo lejano y afecta por el efecto de verisimilitud. En cuanto a la idea de daño, es pérdida, perjuicio material o dolor físico o moral, en el cuerpo o como exclusión, la sociedad del riesgo, el desdibujamiento institucional, las violencias. Sobre la imbricación, ésta se refiere a la existencia efectiva y real del miedo; también a la representatividad o lo aparente del mismo. Finalmente, afirma que hay una percepción generalizada de la crisis como representación expandida de una sociedad que se desintegra, como miedo al desorden, a la desestructuración de lo conocido, al otro distinto, a la contaminación cultural, a la pérdida de tradiciones y una búsqueda de chivos expiatorios: “Tenemos miedo y alguien debe pagar los platos rotos” (Reguillo, 2008, p. 70).

Realidades emocionales y miedos en la pandemia

Derivado de las ideas anteriores, además de las propuestas de otras obras y autores —que serán citados en su momento—, y sobre el miedo en tiempos de pandemia, se presentan una serie de interrogantes principales a las cuales se va a ir dando respuesta a lo largo de estas páginas: ¿qué es el miedo?, ¿cómo se construye?, ¿qué hace?, ¿cómo circula?, ¿quién tiene miedo de quién? Estas preguntas atraviesan la construcción del texto y serán retomadas a continuación a la luz del análisis de los datos recopilados.

Las preguntas y la estructuración de apartados son a modo de análisis, ya que la investigación y la vida constituyen una totalidad físico-bio-antropo-socio-culturo-histórica, como recuerda Morin (1999), sin obviar las condiciones sistémicas, lingüísticas y paradigmáticas en la producción y organización del conocimiento. De ahí que, al estudiar el miedo se señala la biología y la sociedad, los orígenes y las consecuencias; se esboza la atmósfera y se dibujan las figuras, así como la circulación o dirección, cuando esto forma parte de un todo holístico e íntimamente entrelazado en la realidad.

¿Qué es el miedo para la ciudadanía?

En las entrevistas de 2022, se preguntó directamente sobre el miedo con objeto de ir más allá de las definiciones y explicaciones teóricas y prácticas de las personas estudiosas del tema; así, la ciudadanía expresó su pensar y su sentir al respecto. El resultado no sólo se aproximó en conceptos y descripciones a autores y autoras, sino que a través de sus palabras es posible reconstruir la idea, orígenes, definición, emociones afines y consecuencias del mismo; toda una caracterización a modo de radiografía general. De ahí que, para la primera pregunta presentada en estas páginas, la lógica es más temática que temporal, ya que no se trata de comparar sino de ahondar en la riqueza testimonial de los diferentes asuntos abordados que van configurando el miedo según la población, entretejiendo voces y ecos, gritos y susurros.

Para iniciar, la causa del miedo es una amenaza —alarma o alerta—, riesgo o peligro, que comporta ataque o daño, perjuicio o pérdida, así como impedimento y falta de control. Tiene que ver con no saber, con lo desconocido y con lo extraño. Conceptos que aparecen en las autoras revisadas y muy especialmente en las descripciones de Reguillo (2008).

“Es una alarma biológica cuando nos sentimos amenazados por algo” (h 28, 2022).

“Un mecanismo de alerta el cual sirve para protegernos de algún peligro y un mecanismo de defensa” (h 35, 2022).

“Sentirme amenazado por algo o por alguien” (h 50, 2022).

“Una emoción ante una amenaza inminente, el no tener el control sobre lo que está sucediendo” (h 24, 2022).

“Es una sensación de peligro” (h 18, 2022).

“Sensación o emoción que tenemos cuando nos enfrentamos con una amenaza, ya sea por algo que nos es conocido o porque no nos sentimos seguros de nosotros mismos” (m 25, 2022).

“Un sentimiento que se presenta ante el peligro” (m 25, 2022).

“Perder lo que tengo” (m 36, 2022).

“La sensación de perder algo, de no controlar el tiempo y el espacio, las acciones o personas” (h 34, 2022).

“Una reacción que se tiene ante lo desconocido o ante algo que sabemos que puede hacernos daño” (m 34, 2022).

Con objeto de continuar la definición de qué es el miedo, notamos que pasa por la sensación, el instinto, la supervivencia, la reacción, la emoción, el sentimiento, el estado de ánimo. Se trata de una idea y se encuentra en el cerebro y en el cuerpo. Además de poder ser real o irreal, incluso irracional, también se aprende. Recordemos la definición anteriormente presentada de Damásio (2006) sobre emociones y sentimientos, y sobre todo lo señalado por Reguillo (2008), en el sentido de que se aprende, tiene que ver con lo objetivo y también la percepción subjetiva, lo real y su representatividad.

“Un instinto que tenemos contra la adversidad” (m 61, 2022).

“Instinto innato para estar prevenidos de cosas desconocidas, aunque a veces el miedo pueda ser irracional” (m 36, 2022).

“Una emoción que se genera a partir de un peligro o un riesgo” (h 23, 2022).

“Es un sentimiento que nos permite la supervivencia humana” (h 26, 2022).

“Una reacción de algo que no conocemos” (m 19, 2022).

“Representa para mí una respuesta biológica ante una situación de peligro o amenaza” (h 26, 2022).

“Un estado de ánimo para enfrentar algo que puede dañarme” (h 63, 2022).

“Es algo que te inculcan desde pequeño” (h 39, 2022).

“Una idea que genera nuestra mente para prohibirnos hacer algo que no queramos o es algo arriesgado” (m 21, 2022).

“Es una idea en una circunstancia desfavorable, puede ser tan realista o irreal como lo permita nuestro cerebro, puede alentarnos a tomar decisiones para evitar resultados desfavorables” (h 63, 2022).

Asimismo, hay otros conceptos afines, como susto, crisis, estrés, angustia, preocupación, incertidumbre, inseguridad, impotencia, temor y terror. Además de sentir desconfianza y vulnerabilidad, los cuales aparecen también en las obras de Nussbaum (2019), Ahmed (2015) y Reguillo (2000, 2008).

“Una emoción que se genera en una situación de crisis que se incrementa cuando se desconoce algo” (m 31, 2022).

“Asustarte por algo que no sabemos que pasará” (m 42, 2022).

“Una sensación cuando estamos en alerta ante una situación de pánico de estrés” (m 24, 2022).

“Angustia de no saber qué es lo que pasará” (h 20, 2022).

“Una emoción de incertidumbre y de inseguridad” (m 28, 2022).

“Inseguridad de algo que no se puede controlar o que algo malo pasará” (m 26, 2022).

“Algo que me causa temor y no quiero que me suceda” (m 24, 2022).

“Un sentimiento de desconfianza que sentimos cuando algo amenaza nuestra vida y nuestra seguridad” (m 27, 2022).

“Una sensación de preocupación ante algo que nos provoca desconfianza” (m 24, 2022).

“Una sensación de impotencia de saber ante una situación que no tenemos capacidad de reaccionar de la mejor manera y que somos vulnerables” (m 20, 2022).

“Estuvimos en pandemia y nuestra vida se ha hecho demasiado frágil” (h 21, 2021).

Como consecuencia, el miedo lleva a la acción de defender, proteger, alejar, evitar o enfrentar, a acciones y decisiones, así como a no hacer, no poder, no reaccionar, no avanzar, algo así como una parálisis, un movimiento que paraliza, por decirlo de alguna manera. Lo cual recuerda el bloqueo, la sumisión, incluso la indiferencia que señala Nussbaum (2019); también el encogimiento, la distancia y la separatividad (Nussbaum, 2015); así como el repliegue mencionado por Reguillo (1998), entre otras cosas.

“Una defensa para prevenir que tengamos accidentes” (m 27, 2022).

“Una sensación que nos permite alejarnos de alguna cosa que nos puede hacer daño” (m 28, 2022).

“Cuando no quieres que te pase algo y haces todo lo posible para que no suceda” (m 48, 2022).

“Es algo que nos ayuda a enfrentar cierto tipo de cosas” (h 36, 2022).

“Algo que nos impide reaccionar, es lo desconocido, lo que no podemos saber con claridad” (m 33, 2022).

“No poder hacer lo que me gusta” (h 31, 2022).

“Inseguridad de no estar a la altura de los desafíos” (h 63, 2022).

“Sentir que no puedo con un problema” (h 42, 2022).

“No poder avanzar en ciertas situaciones” (m 53, 2022).

En resumen, según los testimonios recabados, el miedo es causado por una amenaza o peligro; es sensación, reacción o sentimiento; se relaciona con incertidumbre e inseguridad; provoca movimientos como tratar de prevenir, evitar, y también sensaciones como no poder y sentir parálisis. Así, si las emociones son movimiento, como su etimología indica —“movere”—, en el caso del miedo, el mismo va del evitar al no poder reaccionar ni avanzar. A continuación, se presenta una revisión en torno al miedo sentido en la pandemia a través de los testimonios recabados sobre el tema.

¿Miedo a qué? y ¿qué hace el miedo?

Sara Ahmed (2015) se pregunta qué hacen las emociones; en el caso del miedo, se responde que encoge el cuerpo y restringe la movilidad, dentro de su concepción de la construcción psíquica y social del miedo, justo lo que parece que aconteció en la pandemia. Además del miedo a la pérdida y cómo vuelve vulnerables a los cuerpos. Se sintió el miedo en el cuerpo con sus consecuencias físicas y mentales; también tuvo lugar la llamada distancia social y el confinamiento, esto es, se restringió la movilidad, no sólo por el miedo, sino como consecuencia de las medidas sociosanitarias. Nussbaum (2019) dice que bloquea y Ahmed (2015) añade que separa y aleja; por su parte, Reguillo (2000) subraya la adquisición del miedo por socialización, desde el miedo a qué —los contenidos— hasta la respuesta cultural que de la sociedad se espera, como construcción social según esta autora.

Reacción biológica: emoción de miedo reactivo al virus y sobrevivencia física

1. Miedo primario sanitario; pérdida de la salud y pérdida de la vida —propia, familia, entorno—, al virus, contagio, enfermedad, muerte, cuerpo.

2. Miedo primario; material, pérdida de formas materiales de nivel de vida, sustento, empleo, propiedades, sobrevivencia, se asimila en el sentir a la muerte física.

El miedo, como toda emoción, está en la mente, el cuerpo físico y el cuerpo social (Nussbaum, 2012; Ahmed, 2015). Es posible hablar de las emociones como reacción emocional o como reacción de supervivencia, y los sentimientos cuando aquellas están culturalmente codificadas, duran en el tiempo, se nombran y entran en la mente (Damásio, 2006). Así tiene lugar el miedo instintivo, por ejemplo, por la amenaza de un virus con la alerta de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que los gobiernos y medios reiteraron; es un miedo primario, innato, básico, reactivo. En primer lugar, por la posible enfermedad, incluso muerte, propia o de un ser querido; en segundo lugar, por la asociación de la pérdida de medios materiales y esto también se asimila con la muerte física en el sentir biológico y ancestral del humano (Daillie, 2014).

El miedo del tronco cerebral, de supervivencia, lucha, huida, parálisis, sometimiento. El miedo como emoción visceral y primitiva del cerebro biológico arcaico, y también en comunicación con los ancestros (Daillie, 2014). La respuesta rápida del circuito defensivo de sobrevivencia en el cerebro reptil (Le Doux, 1999).6 El programa de acción para sobrevivir y adaptarse como emoción primaria (Damásio, 2006).7 Esta reacción es ante un peligro real o uno imaginado (Manes y Niro, 2014). Como Reguillo (2008) recuerda, la inseguridad puede ser objetiva o subjetivamente percibida, y existe una imbricación entre la existencia afectiva real de un daño y su representación aparente. Bauman (2007) apunta en el mismo sentido que, no importa si la amenaza es real o ficticia, la reacción efecto y consecuencias cobran realidad de igual manera.

En general, las personas confiesan tener miedo o mucho miedo al contagio:8

“El fundamental es a contagiarme” (m 29, 2021).

“Aterrada, creía que el virus estaba en todas partes y temía que de un día para otro alguien de mi familia se contagiara” (m 22, 2020).

“Miedo al contagio, y desesperado porque mis mejores años se están yendo en la pandemia” (h 22, 2021).

“Sigo con mucho, mucho miedo, porque estoy expuesto a mucha gente” (h 35, 2022).

“Porque estoy expuesto al contagio al tener que salir de casa” (h 55, 2021).

“Mucho miedo, estoy expuesto porque mi trabajo es andar en la calle” (h 23, 2021).

“Mucho porque he tratado con pacientes y casos COVID-19” (h 46, 2022).

“Pues temo contagiarme porque no sé cómo reaccione mi organismo ni el de mis familiares ante estos virus, aunque ya estemos todos vacunados” (m 31, 2022).

También miedo a la enfermedad:

“Miedo a la enfermedad, pues no sé cómo reaccionará con el virus mi cuerpo” (m 18, 2021).

“Mucho miedo a enfermar y a morir, y pues algunos días tuve ataques de ansiedad” (h 24, 2020).

Y miedo a la muerte:9

“No me quiero morir aún” (m 20, 2021).

“Nadie está preparado para morir” (h 23, 2022).

“Siempre me ha dado miedo la muerte” (m 36, 2022).

“Me da miedo de morirme, no estoy lista para eso” (m 56, 2022).

“Por no saber qué pasará más allá” (h 20, 2021).

“Mucho porque mi tío recientemente falleció de COVID-19” (h 18, 2022).

“Porque dos familiares murieron el año pasado por COVID-19” (h 25, 2022).

Enfermedad y muerte que puede ser la propia, en primer lugar, así como de la familia y los seres queridos en general, a veces porque están en un grupo de riesgo y pueden ser vulnerables, e incluso por los que no creen en los riesgos de la pandemia:10

“Siempre miedo que alguien de la familia tenga coronavirus, incluso después que ya convivimos un poco con él, siempre es impactante” (h 22, 2022).

“Miedo siempre por pensar que quizás no saber llevar una situación de contagio o cómo tener las atenciones necesarias tanto para mí como para mi familia y desde luego el poder propagar el virus” (h 22, 2020).

“Miedo de perder a la gente que quiero” (h 50, 2020).

“Mucho, no quisiera que mi familia pasara por algo doloroso” (h 18, 2021).

“Sobre todo que se enferme alguien de mi familia que esté en algún grupo vulnerable, más bien eso” (h 21, 2022).

“Mucho miedo al contagio, sobre todo por mi abuelo, mis padres, ellos podrían ser vulnerables y estar en riesgo” (m 20, 2022).

“Mi abuelito, a que se contagie, es una persona grande y podría ser mortal, aunque ya tiene las vacunas” (m 20, 2022).

“Para los familiares de edad avanzada, no se descarta la posibilidad de complicaciones, hospitalización y fallecimiento” (m 28, 2022).

“Pues mucho miedo a la muerte de familiares, mi papá tiene la enfermedad de diabetes e hipertensión y puede agravar su situación” (h 20, 2022).

“Sobre todo el miedo por mi familia, no poder verlos antes de que se mueran y despedirme” (m 25, 2022).

“Pues por los familiares que no creyeron en esta pandemia” (h 66, 2022).

También se manifestó el miedo a la sobrevivencia económica, perder el trabajo, disminuir o no tener ingreso, ya que dependen de ello; esto, para la vivencia visceral del humano, puede equipararse al miedo primario a la muerte (Daillie, 2014).

“Miedo por mi trabajo, pues ya no gano lo mismo” (h 68, 2020).

“Pues a que no me alcance el dinero es mi gran miedo” (m 34, 2021).

“No puedo dar el cien por cien que mi familia requiere y me pesa mucho” (h 35, 2022).

“Pues es que trabajamos más por menos y la economía va de mal en peor” (h 35, 2022).

Algunas personas consideran no tener tanto miedo como al inicio o tener poco miedo a enfermar por varias razones, como haber pasado la enfermedad, el haberse vacunado, la disminución de cifras y muertes que aparecen en las noticias, entre otras; esto se observa en las entrevistas de 2021 y de 2022, a un año y medio y dos años del inicio de la pandemia. Así, es posible afirmar que, en algunos casos, se dice que disminuye el miedo; sin embargo, en otros muchos se ha visto que se mantiene.

“Poco porque yo ya me enfermé de COVID-19” (h 18, 2021).

“Poco porque ya me vacuné” (h 20, 2021).

“Poco porque ya parte de la población ya estuvo enferma y porque tengo confianza en la vacuna aplicada” (h 46, 2021).

“Poco, ya hay muchos contagios y menos muertes, el número ha disminuido” (h 46, 2021).

“Ya no mucho, pues más o menos, yo ya sé cómo es la enfermedad, ya la tuve… sólo por la familia que tienen enfermedades crónicas y eso” (h 20, 2022).

“Algo de miedo, porque depende de la variante y el estado de salud previo” (h 62, 2022).

“Menos miedo ya toda mi familia se contagió, ya tuvimos COVID-19 y no nos fue mal, afortunadamente” (h 25, 2022).

“Poco, con las vacunas nos pegaría mucho menos el bicho” (h 25, 2022).

“Ya poco, sobre todo desde que estamos vacunados yo y mi familia, y confío mucho en la vacuna” (h 45, 2022).

“Menos por la vacuna, ya que se está protegido y los efectos son menores” (h 51, 2022).

“Pues poco, en primera porque ya lo tuve y porque ya me vacunaron” (m 42, 2022).

“Ya no mucho, porque a menos que estén en el sector de riesgo como la tercera edad y niños, no es común que se agrave” (h 26, 2022).

A veces, más que miedo, existe otra emoción similar, como preocupación, que contiene también el temor de que se perpetuará el problema en el futuro:

“Más que miedo, preocupado porque en cualquier momento puede llegar otro virus” (h 22, 2021).

“Preocupación a que se desarrollen más variantes y que las vacunas no sean suficientes y que esto continúe” (m 56, 2021).

También se registró el miedo al otro como miedo social, pues se considera como portador del virus. A la vez, puede haber miedo por no seguir o por errar en alguna de las normas o medidas sociosanitarias, lo que puede derivar en ser señalado por ello e incluso perder ciertas libertades en consecuencia de las medidas dictadas.

Comportamiento social: sentimiento de miedo social, al otro y sobrevivencia social

3. Miedo social; señalamiento, sanción, abandono, muerte social, presentes excluidos.

4. Miedo social; pérdida de derechos y libertades, muerte social, futuros totalitarios.

Como se dijo, además del miedo primigenio y último a la muerte física, existe uno secundario y derivativo en la muerte social, metáfora de abandono o exclusión según Bauman (2007). Por encima de la emoción visceral de supervivencia, hay otros miedos, no menos primitivos, que tienen que ver con el otro y su posible sanción, el rechazo o la violencia. El miedo a uno mismo ante la posible culpa o vergüenza. El miedo a los otros para evitar castigo o abandono (Daillie, 2016).

“A veces se me olvida el cubrebocas y al ver a los demás me siento extraña de no usarlo y corro por él” (m 38, 2021).

Cuando se congrega biología y sociedad, el miedo no moviliza; en ciertas circunstancias, más bien paraliza, incluso somete socialmente.

Ahmed (2015) reconoce que el miedo encoje, restringe, separa y aleja. En este sentido, Nussbaum (2019) señala cómo el miedo bloquea la deliberación racional, envenena la esperanza e impide la cooperación constructiva. El miedo en cada uno paraliza y debilita, física y mentalmente, toda vez que atomiza socialmente. Además, cuando se convierte en terror, puede dar lugar a sistemas totalitarios (Manes y Niro, 2014). En palabras de Agamben (2021), es mal consejero y la vida se desnuda y se reduce a la biología, se pierde la dimensión social, política, afectiva e incluso humana. El miedo, ya como sentimiento social, entra en la cultura, la historia y la política. Los miedos salvan, asustan, estresan, matan, secuestran mentes, roban libertades en la escena pública (Hobbes, 1980; André, 2005; Robin, 2009).

“Miedo de salir a la calle y que me contagien” (m 22, 2020).

“Yo trato de no tener contacto con quien no usa cubrebocas” (m 44, 2021).

“Yo no sé si toda mi familia ya estén vacunados y eso me impide visitar a mis familiares” (m 33, 2022).

De ahí que, si el miedo se mantiene en el tiempo como sentimiento y se cronifica, por decirlo de algún modo, motiva ciertas formas de comportamiento social. Si el miedo se comparte, los sentimientos crecen y se potencian en masa (Le Breton, 1999). De ahí la psicología de masas de Le Bon (2005), a la que en algún momento hace referencia Ahmed (2015) cuando menciona la psicología de las multitudes. De ahí, también, el pensamiento de grupo, la conformidad social y la obediencia a la autoridad (Tajfel, 1984; Levine y Pavelchack, 2008). El miedo une a unos y separa de otros; los rebaños o manadas que se necesitan para sobrevivir (Daillie, 2016), real o imaginariamente, han de pensar, sentir y actuar de manera idéntica. El miedo a ser diferente y la consecuencia de exclusión. El miedo a lo diferente y la posibilidad de desestructuración social. El miedo a ser igual y también su consecuencia de desaparición en la segura sumisión. En la mayoría de los relatos, aparece claramente el miedo al otro, al que no se cuida y no cumple, al diferente que, como se verá más adelante, carece de responsabilidad y conciencia, según los testimonios recabados.

“Miedo porque la gente anda como si no hubiese pasado nada y no se cuidan” (h 38, 2021).

“Sí tengo miedo a los otros porque no sé cómo está la gente de salud” (h 24, 2021).

“Miedo porque una nunca sabe quién va a traer el virus” (m 32, 2021).

“Hay mucha gente que no sigue las medidas sanitarias” (h 35, 2021).

“La gente no tiene conciencia de cuidarse” (h 50, 2021).

Es el miedo social, en el sentido de estar en concordancia con lo que siente el colectivo, lo que se debe pensar y hacer o está bien visto sentir; la atmósfera cultural (Reguillo, 2008). El miedo al otro —y la necesidad de gustarle o, por lo menos, de no disgustarle (Daillie, 2016)—, ya sea como autoridad que puede sancionar, ya como el de al lado que puede excluir o incluso denunciar si no se sigue al grupo (Ahmed, 2015) o el miedo de cada uno a autoexcluirse. El miedo derivativo de segundo grado de Bauman (2007), que orienta la conducta cual fotograma fijo en la mente, con amenaza o sin ella; la sensación de inseguridad y vulnerabilidad presente y constante que sólo se evade con la seguridad de la obediencia y la conformidad social, ya mencionadas.

De ahí que Nussbaum (2019) señale el miedo convertido en pánico cuando ya se construye la “alterización” y se culpa a grupos diferentes y minorías, los de al lado en el sentido de “ellos nos quitan” o los de arriba en el sentido de “las élites nos roban”. Así se crea la figura del chivo expiatorio y se culpa a personas o grupos impopulares. Parte de este proceso tiene lugar con lo que llama la “heurística de disponibilidad”, esto es, el problema está muy presente, se sobrevalora su importancia y no se ven alternativas. También opera el efecto “cascada”, que es cuando las personas responden al comportamiento de otras, las siguen, el espíritu de discrepancia parece amenaza, la sumisión al grupo prima, la indiferencia a la verdad y la comodidad imperan, afirma esta autora. Todo en concordancia con la obediencia y la conformidad ante el miedo (Levine y Pavelchack, 2008).

“Sí, una vez no me tomé la temperatura en el centro comercial y me regañaron por no hacerlo” (h 43, 2021).

“Recuerdo que no me dejaron pasar a un restaurante por no portar el cubrebocas” (h 61, 2021).

En este sentido, ante la percepción de una amenaza, se desarrolla el control social. Se construye al otro para culpar a alguien del miedo (Reguillo, 2000). Dentro de esto, es posible pensar en la exageración de los riesgos y el debilitamiento institucional que también señala Ahmed (2015) y cómo el miedo en la política es instrumento de poder (Hobbes, 1980) y se renuncia a la libertad para estar precisamente libres del miedo.11 Añade que, en la economía de miedos globales —como la seguridad ante el terrorismo—, los ciudadanos se convierten en vigilantes y policías sociales. Todo lo cual tiene que ver con varios sesgos cognitivos que señala la neurociencia (Bermejo, 2015) y también con los comportamientos de conformidad social u obediencia a la autoridad según los experimentos de Asch (1951), Milgram (2016) y Zimbardo (2007), entre otros, por no mencionar los estudios de la historia real sobre el totalitarismo (Arendt, 2003, 2006), así como las atmósferas y figuras del miedo (Reguillo, 2008), que más adelante se desarrollan.

Algunas personas confesaron su incomodidad al sentirse miradas y juzgadas:

“Sí tengo miedo a la crítica y a otras personas, porque a veces me quito el cubrebocas y al sentir las miradas me lo vuelvo a poner” (h 22, 2021).

“A veces las demás personas te hacen sentir mal” (m 21, 2021).

Incluso están las que han tenido problemas en sus puestos de trabajo y negocios por alguna medida o reportes de ciudadanos:

“Si no las cumplo mi negocio se vería afectado” (m 35, 2021).

“Sí porque luego te reportan a salubridad y es mejor estar en orden” (m 25, 2021).

El miedo biológico y social que se entrelaza ineludiblemente en la práctica cotidiana y que se plasma en el ambiente y las relaciones sociales, como se verá a continuación.

¿Cómo se construye? Atmósferas y figuras

Rossana Reguillo (1998) subraya las creencias y los medios como algo básico en la construcción social del miedo; el actor aprende a sentir el miedo. Dos de sus consideraciones, la creación de atmósferas y el señalamiento de figuras, son muy importantes en la socialidad de los miedos (2008). También Nussbaum (2019) y Ahmed (2015) admiten y subrayan este aspecto de socialidad emocional.

Atmósferas del miedo

Varios autores desde las ciencias sociales han apuntado los problemas de lo que se ha llamado “globalización negativa”, que, según Bauman (2007), se trata de un “nuevo desorden mundial”, donde, ante los “terrores de lo global”, afloran los “fantasmas de la vulnerabilidad” (p. 125). “Ser local en un mundo localizado es una señal de penuria y degradación social”, ya que “los procesos de globalización incluyen una segregación, separación y marginación social progresiva” (Bauman, 2017, p. 8), además de que

causa especial preocupación la interrupción progresiva de las comunicaciones entre las élites cada vez más globales y extraterritoriales y el resto de la población que está “localizada”. En la actualidad, los centros de producción de significados y valores son extraterritoriales, están emancipados de las restricciones locales; no obstante, esto no se aplica a la condición humana que esos valores y significados deben ilustrar y desentrañar. (Bauman, 2017, pp. 8-9)

Se habita en una sociedad, como señala Reguillo (2007), con cierto agotamiento; el Estado institucional no puede hacerse cargo de los problemas; con una crisis del orden de inclusión y el temor de quedarse fuera del mercado; con una creciente inseguridad por delincuencia y violencia; el deterioro de la calidad de vida y la erosión de la vida pública. A lo que se suma el sentimiento de indefensión y vulnerabilidad humana y la percepción de la desintegración social. Así, a la inseguridad objetiva se añade lo subjetivamente percibido y tiene lugar una interfase entre el dato objetivo y la respuesta programada, objetivamente ajustada y culturalmente compartida, todo lo cual crea un clima de inseguridad. En este contexto, se crean y recrean las atmósferas o ambientes de miedo a través de historias y leyendas, conversaciones públicas; fundamentalmente, los medios de comunicación reiteran, intensifican y amplifican los mensajes (Bericat, 2005). Las personas aprenden así a percibir y sentir miedo en sintonía cultural con el miedo del colectivo social que a la vez remite al biológico, arcaico o ancestral (Daillie, 2016). Miedos sociales de no comprensión, incertidumbres generalizadas de cambios, atmósferas inseguras.

“Miedo por los cambios en todo y que han sido bastante rápidos” (m 23, 2020).

“No puede ser que haya tanta tecnología y que no haya una vacuna eficaz para este virus” (m 50, 2021).

En las entrevistas, se preguntó a veces por emociones en general; otras, por diversos miedos, y, en ocasiones, ya en concreto por el miedo al virus y la pandemia.

En cuanto a las emociones en general, surgieron varias, como tristeza y enojo —básicamente— en la de 2021, así como tristeza y tranquilidad —mayoritariamente— en la de 2022. Además, en esta segunda fecha, el miedo se diversificó en preocupación, ansiedad y estrés como vocablos afines o relacionados con éste. Parece importante destacar que, en cuanto a la atmósfera, hay varios miedos que aparecen en las dos entrevistas12 —además del miedo a contraer la enfermedad—: el miedo por la afectación económica y el de ser víctimas de la delincuencia.13 Todo lo ya expuesto sobre el miedo por Bauman (2007) y particularmente por Reguillo (2000, 2008).

Miedo a contraer la enfermedad:

“Me aterra enfermarme gravemente y enfermar a mi familia” (m 32, 2021).

“Me da miedo perder a un ser querido” (h 18, 2021).

“Mucho miedo a enfermar porque necesito trabajo diario para mantenerme y mantener a mi familia” (h 41, 2021).

“Estamos expuestos a la demás gente y no toda se puso las vacunas y están saliendo variantes” (h 31, 2022).

“La enfermedad me preocupa más, nadie nos asegura que los demás estén vacunados, sobre todo por otros miembros de la familia mayores y no saludables, y con mayor riesgo” (h 42).

“Las otras cosas tienen solución, pero de la enfermedad te puedes morir” (h 26, 2022).

Miedo a ser víctima de un delito:

“Mi miedo mayor es a ser víctima de un delito porque con la pandemia hay mucha necesidad de la gente” (h 61, 2021).

“El aumento de la delincuencia porque hay mucho desempleo” (h 46, 2021).

“Pues de los delincuentes, le temo más a los vivos” (h 63, 2021).

“Porque ya he sido víctima de uno y nada comparado con el COVID que también tuve” (m 33, 2022).

“Porque ya me han asaltado y vivimos en un país un tanto inseguro, y un asalto es común en esta ciudad” (m 26, 2022).

“Muchas personas se quedaron sin empleo y puede aumentar la delincuencia” (h 21, 2022)

“Hay mucha gente que le gusta la vida fácil y que no tiene empleo” (h, 54, 2022).

Miedo a la afectación económica:

“Pues por la pandemia me quedé sin trabajo y económicamente no me ha ido muy bien” (h 18, 2021).

“Mi miedo más grande es la afectación económica, porque bajaron las ventas de mis productos” (h 39, 2021).

“Por la pandemia perdí mi empleo y ahora tengo que hacerla de empacador en una tienda” (h 63, 2021).

“Los precios han subido, el futuro económico es incierto y con el surgimiento de la nueva variante aún más” (m 22, 2021).

“Durante la pandemia estuvimos muy golpeados económicamente, hubo mucho desempleo, empresas cerraron” (m 51, 2022).

“Todos los precios se disparan, se puede perder el empleo y sin dinero no se puede comprar para vivir” (h 57, 2022).

“Pues debido a que ya tuvimos en la familia el virus, y afortunadamente salimos todos bien… más que la enfermedad era la situación económica que no sabíamos qué iba a pasar” (h 22, 2022).

Desde el análisis sociocultural, no sólo hay miedo de contagio grupal por la proximidad (Le Breton, 1999), sino que la globalización tecnológica acerca lo lejano con efectos de verisimilitud (Reguillo, 2008). A ello hay que añadir el discurso del riesgo (Beck, 2002, 2004), la cultura del miedo (Furedi, 2018), las reglas del sentir en cada cultura (Hochschild, 1979) y, especialmente, la creación y recreación del clima de miedo, la percepción emocional con relación a la coyuntura sociopolítica. “El clima es influido por la situación social, económica y política, y por cómo los líderes políticos y los diferentes agentes sociales estructuran esta situación” (Conejero et al., 2004, p. 300). La sociedad se centra en un hecho —real o imaginario— y se configuran expectativas sobre lo que se debe sentir y cómo hay que comportarse, normas sociales, valores culturales y mensajes morales proliferan (Nussbaum, 2012). No hay que olvidar tampoco el horror en los medios actuales (Bericat, 2005) ni cómo el pánico colectivo es imitativo (Bericat, 2002): un miedo que es considerado importante, que está en todos lados y del cual se habla continuamente.

“Para mí la emoción más importante es el miedo, porque en todos lados se habla de lo mismo, de la pandemia, una y otra vez” (h, 24, 2020).

Un discurso omnipresente que rodea, envuelve y, como dice el testimonio, está en todas partes y llega a todo mundo.

Circulación

Según Ahmed (2015), el miedo social y colectivo circula de afuera hacia adentro y, una vez adentro, vuelve a salir en una suerte de bucle interminable, se añade aquí. En todo caso, el miedo en la pandemia es un miedo que viene de un discurso global de la OMS, gobiernos y medios, y que se enlaza con creencias previas (Reguillo, 1998), remite a lo biológico visceral personal (Daillie, 2014) y entronca con el miedo biológico y social al otro (Daillie, 2016). Un miedo sobre una amenaza invisible —un virus— que enferma y mata, y al que, con el tiempo, se suma la experiencia de cada uno: si tiene personas cercanas diagnosticadas o enfermas, o si la persona misma se vio afectada.

La percepción es, en este punto, fundamental: el miedo se aprende, como afirma Reguillo (2000), se contagia e imita (Le Breton, 1999). Luego, ya circulando entre la población, el miedo inhibe, paraliza o bloquea a cada uno; distancia y separa del otro (Ahmed, 2015; Nussbaum, 2019); incluso, culpa al otro —ya sea al virus malvado que causa la enfermedad según la mayoría de la población, ya sea al otro portador del mismo y causante de la propagación y no finalización de la pandemia—. Así, son dos las causas de la enfermedad y el miedo mayoritario: el virus y el otro que lo porta y trasmite. El otro cobra forma y emerge en el contexto socio sanitario y en el clima y la atmósfera de miedo, con vida y nombre propio, configurándose como las figuras del miedo.

“Yo todo el tiempo sigo las medidas y lo hago por presión social” (m 34, 2021).

“Creo que las personas actuamos de acuerdo a cómo quiere la sociedad que lo hagamos” (m 38, 2021).

“A veces cuando no las cumplo, me siento mal por no hacerlo y termino cumpliendo” (h 36, 2021).

El miedo circula, reitera Ahmed (2015) en su obra, y lo hace en varias direcciones, diversos objetos e intensidades diferentes: socialmente de abajo hacia arriba y viceversa, y en horizontal hacia el otro incluso de forma bidireccional, esto también según Nussbaum (2019). Sería bueno pensar y observarlo circular, de manera dinámica e interactiva —dirección, tipo, magnitud—. Por ejemplo, el miedo a enfermar y morir de la mayoría de la población, generado en el discurso de autoridades internacionales y medios, luego de experiencias personales también, o el miedo que genera obediencia a las medidas, no por la enfermedad, sino porque significa sanción o castigo. El miedo de la autoridad a que no se cumplan las medidas y se genere más enfermedad y sobre todo caos social. El miedo de la población en general hacia el otro, además del miedo a quien no cree o no cumple, siendo fuente no sólo de contagio biológico sino de contagio social, pues disienten del pensar y actuar del conjunto social con ideas y propuestas diferentes que pueden desestructurar la sociedad, con lo que aparece nuevamente la posibilidad de caos social.

El miedo de personas con ideas diferentes en el sentido de pérdida de salud por unas medidas consideradas inapropiadas y, lo más importante, quizás, el miedo a su exclusión social presente por los de al lado y a la pérdida de derechos y libertades desde la autoridad prevé tendencias políticas autoritarias hacia el futuro (Agamben, 2021; Han, 2021). Por lo que, en este circular, y más allá del miedo biológico, se trata del miedo social y político, el temor al caos o al totalitarismo, de unos y otros, y al caos no sólo social, sino también mental, en el sentido de desestructuración de las creencias, lo cual implica un imaginario social hegemónico y consensuado que tiene fisuras y que se quiebra, y la consiguiente complejidad y miedo al cambio, con toda la afectación emocional que ello conlleva. Aquí se deja esta disquisición y panorama circulatorio del miedo de unos frente a otros y hacia el cambio, y se focaliza en las figuras del miedo, las cuales se configuran por el discurso oficial y la mayoría de la población como chivo expiatorio de la pandemia.

Figuras del miedo

Reguillo (2000) señala el miedo al otro o el otro construido “a imagen y semejanza del miedo” (p. 7), del otro a quien culpar, pues “alguien debe pagar los platos rotos” (Reguillo, 2008, p. 73). Así, el miedo se antropomorfiza en cada contexto y busca chivos expiatorios. En el caso de la pandemia, es posible observar que el otro, la construcción de la alteridad como parte de exclusión negativa (Jodelet, 2006), sería grosso modo lo que nos puede contagiar. La “alterización”, ya señalada de Nussbaum (2019), que culpa a grupos y señala cual chivos expiatorios a personas o sectores impopulares. La vigilancia del buen ciudadano de Ahmed (2015) contribuye a ello. Aquí es posible también observar cómo el miedo evalúa y emite juicios de valor (Nussbaum, 2012), y también cómo circula con intención y dirección; es posible también ver quién asusta a quién (Ahmed, 2015).

“Hay personas que ya están haciendo su vida cotidiana y no tienen protección” (m 48, 2022).

“El miedo es porque en primera estas vacunas no te aseguran la vida, y otra es que hay gente que sigue su vida igual, que no entiende que hay que cuidarse” (h 54, 2022).

Lo dicho con anterioridad sobre el miedo social y la conducta de él se aterriza aquí con las figuras del miedo. ¿Qué consecuencias tienen en el comportamiento social? Si el miedo paraliza, bloquea y aísla a personas y colectivos, el miedo también motiva a comportamientos defensivos o agresivos, desde el asco y la repugnancia (Ahmed, 2015; Nussbaum, 2006) hasta la ira y el odio social (Ahmed, 2015; Nussbaum, 2006), pasando por lo ya señalado del pensamiento de grupo, la obediencia y la conformidad (Tajfel, 1984; Arendt, 2006; Asch, 1951; Zimbardo, 2007; Milgram, 2016). A continuación, una muestra de lo dicho con anterioridad:

“Si no cumples, sienten que uno está infectado y se alejan” (m 45, 2021).

“Tuve peleas con familiares, por su forma de pensar muy distinta y estaban en contra de todas las medidas sanitarias” (m 34, 2021).

“Sí las cumplo, las medidas, porque si no, me siento excluida” (m 22, 2021).

¿A quién se teme y quién asusta a quién?, se pregunta Ahmed (2015) en su obra. Aquí se responde según lo observado en los tiempos del coronavirus: personas con rasgos que se consideran fenotípicamente “orientales”; personas conocidas que hayan enfermado; personal sanitario; personas que no acatan las medidas sanitarias y que no se han vacunado. Reguillo (2008) apunta al daño como pérdida material, y también al dolor físico del cuerpo, además de dolor moral, por la exclusión. Esto es: lo que amenaza la salud y la vida del cuerpo, y lo que pone en peligro el orden social establecido —desde paradigmas hasta instituciones—. Para el último grupo —quienes no comparten la explicación sobre la enfermedad y medidas, y no se vacunan—, el miedo es la pérdida de la salud mental, la sanción social, la separación y especialmente la pérdida de derechos y de libertades; también un posible cambio de orden social, pero no hacia la seguridad consensuada y aplaudida de las mayorías sociales, sino hacia el autoritarismo político global.

“Los que no cumplen, que seguramente se han de querer morir pronto” (h 18, 2021).

“Pues son muy tontos porque se contagian” (h 35, 2021).

“Es su decisión el no vacunarse, pero yo considero que por eso no terminamos de esta situación” (h 24, 2021).

“La gente es muy inconsciente, ya que la pandemia no se puede frenar debido a eso, no cumplen con lo solicitado y esto sigue mutando y empeorando” (h 20, 2021).

“Yo siento coraje y trato de alejarme de ese tipo de personas, coraje de ver tanta irresponsabilidad” (h 23, 2021).

“Preocupación y ansiedad, porque no quiero contagiarme de esas personas que no siguen las normas” (m 20, 2021).

En todo caso, queda claro el miedo al otro que no concuerda con las opiniones y conductas del grupo (Daillie, 2016) y las consecuencias que de esto derivan en cuanto a actitudes y acciones (Tajfel, 1984), incluso los cambios en otras emociones que acompañan o cubren al miedo y motivan diversos comportamientos sociales, como se ha visto en esta investigación.

Conclusiones

En otro apartado se citó a Morin (1999) para hablar sobre el conocimiento; aquí se retoma para recalcar la reflexividad entre ciencia y filosofía, cerebro y espíritu, en su afán de integrar el conocimiento, además de la “conscienciación” inseparable del pensamiento y el lenguaje. Una conciencia que es reflexión y comunicación, que permite introspección y autoanálisis, la integración de observador, conceptos e investigación, y que puede actuar sobre el espíritu y reformarlo para que sea él mismo.

La reflexión es muy importante en cuestiones que parecen un tanto lejanas, poco conocidas, como es el caso de las emociones. Como señala Nussbaum (2012), éstas son parte de la inteligencia y contribuyen a la capacidad de razonar, todo en el mismo sentido de Damásio (2006). Las emociones son guías e informan; no obstante, si no parten de una realidad o se distorsionan por algún motivo, también pueden ser perjudiciales, como el caso del miedo, tanto exagerado como disminuido (Muñoz, 2009).

Aquí se ha pasado revista al miedo según algunas autoras que, incluso con perspectivas diferentes, coinciden en destacar el miedo social, su construcción y circulación, así como lo que el miedo hace. En este último punto concuerdan en que encoge el cuerpo y restringe la movilidad, bloquea, separa, aleja (Ahmed, 2015; Nussbaum, 2019). Cuestiones éstas que tuvieron lugar durante la pandemia, como se ha mostrado en estas páginas con los testimonios presentados. Al respecto, se concluye que hubo miedo, mucho miedo. Miedo biológico al contagio, la enfermedad y la muerte; miedo biológico y social a la pérdida de las fuentes y recursos de vida y la supervivencia; miedo a ser víctima de la delincuencia, y miedo social ante una posible sanción, sobre todo al señalamiento y exclusión si no se seguían las normativas establecidas o se cometía algún error al hacerlo.

Así, se observan varios tipos de miedo, orígenes y consecuencias. Desde el miedo primigenio a la muerte física hasta el temor a la muerte social o exclusión; desde el miedo a la enfermedad propia a temer por la salud de algún ser querido; desde el miedo a la pérdida material hasta incluso la muerte social cual metáfora de abandono (Bauman, 2007). El miedo por uno y por el otro; el miedo protector hacia un familiar o el miedo defensivo por la cercanía de una persona que se sospeche contagiada, incluso que se piense acusador o castigador (Daillie, 2016). El miedo físico por el cuerpo y la supervivencia material, arcaico y ancestral. El miedo al castigo o la exclusión social también ligado a lo anterior cual temor primigenio. El miedo social a la sumisión política; si bien este último no se menciona, al parecer hay más miedo a la libertad que a su carencia, y se reitera la seguridad de obedecer y seguir al grupo para liberarse del miedo (Fromm, 2005).

Con todo ello, desde enfoques teóricos, se dio respuesta a cómo se construye el miedo, el miedo a qué, a quién, qué hace, dónde circula, cuáles son sus atmósferas, figuras y acciones. Se interrogó a la sociedad con afán investigativo y esclarecedor, y, sobre todo, se abordó y desarrolló con las miradas, voces y testimonios de la ciudadanía, que en este trabajo cobran un relevante valor.

Fue posible esbozar así las atmósferas del miedo y sus figuras, la configuración social del miedo colectivo y compartido cuando la educación y la cultura aparecen con igual o mayor peso que el miedo del instinto de conservación y lo secuestran o suplantan, lo crean o incentivan, y cuando las sombras de las figuras del miedo se alargan y dibujan cual chivos expiatorios, como Nussbaum (2019) y Reguillo (2008) nos recuerdan en sus obras. Un miedo que, como afirma esta última (2000) de forma concisa y exquisita, se experimenta individualmente, se construye socialmente y se comparte culturalmente.

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Notas

1 Se trata de entrevistas en profundidad alrededor de la pandemia; las preguntas que aquí se eligen son en torno a las emociones, en concreto, el miedo. La selección de las personas entrevistadas en cada ocasión tuvo en cuenta la variedad de sexo y edad, así como colonia y alcaldía de residencia, y sobre todo la diversidad a nivel socioeconómico, grado educativo y ocupación. Ello con objeto de obtener una muestra diversa en cuanto a características demográficas, socioeconómicas y culturales. Hubo diversidad, si bien lo que interesa es la riqueza de significado de los testimonios, en concreto sobre el miedo y su aprehensión personal y sobre todo construcción social. Aquí se expone la representación de una polifonía de voces que tejen las metáforas y ecos de temores y pánicos existentes en esos momentos, y se ahonda en la configuración del miedo en todo momento.
2 Para esta entrevista se emplearon las preguntas: ¿qué emoción o sentimiento ha sido más importante en su vida en estos días de pandemia?, ¿cómo ha afectado su vida en general o en algo en específico?, ¿ha sentido miedo durante la pandemia?
3 Las interrogantes aquí utilizadas fueron: ¿hoy, a año y medio de la alerta sanitaria, usted a qué le teme más: a contraer la enfermedad, ser víctima de un delito o la afectación económica?, ¿hoy tiene miedo a enfermar usted o a que lo haga un familiar?, ¿hoy tiene miedo a morir usted o a que lo haga un familiar? Hoy, a año y medio de la alerta sanitaria, ¿qué emociones siente con relación a la pandemia y el coronavirus?, ¿hoy tiene miedo a que otras personas lo contagien?, ¿hoy tiene miedo o le preocupa la crítica de otras personas en caso de que no cumpla alguna medida?, ¿hoy en algún momento se ha visto excluido o señalado por no estar de acuerdo con algo relativo a la pandemia y las medidas?, ¿hoy qué opina y qué siente con las personas que no cumplen las medidas?
4 Las respuestas aquí recogidas son sobre: ¿para usted qué es el miedo?, ¿hoy, a dos años de la alerta sanitaria, usted a qué le teme más: a contraer la enfermedad, ser víctima de un delito o la afectación económica?, ¿hoy tiene miedo a enfermar usted o a que lo haga un familiar?, ¿hoy tiene miedo a morir usted o a que lo haga un familiar? Hoy, a dos años y medio de la alerta sanitaria, ¿qué emociones siente con relación a la pandemia y el coronavirus?
5 Estas autoras, con sus perspectivas, también poseen sesgos políticos —como Nussbaum— o ideológicos —como Ahmed—, por lo que aquí sólo se toma la parte del enfoque teórico, que es la que nos interesa.
6 Le Doux señala los circuitos de sobrevivencia, respuestas automáticas al detectar un posible riesgo (1999).
7 Damásio (2006) habla del marcador somático, memoria emocional cerebro/cuerpo que asocia emoción con situación.
8 El miedo es a una amenaza, en cierto contexto, de algo potencialmente perjudicial, y el miedo es ante su posibilidad que acecha en el futuro (Heidegger, 2010).
9 Como curiosidad, algunas personas contestaron, sobre el miedo a la muerte, que: “nada, la muerte es segura de cualquier manera” (h 42, 2022), “poco porque de una u otra forma tengo que morir” (h 39, 2022)
10 Lo cual recuerda cómo Heidegger (2010) afirma que el por qué del miedo es por uno mismo, por la existencia, porque el humano siempre se está haciendo y tiene una historia por vivir y el miedo es a truncar ese camino; se teme también por los otros, que es temer por uno mismo, al ser la vida colectiva: se teme por los demás que conforman la vida de uno; además se teme por el otro sobre todo si éste no teme por sí mismo.
11 Nótese la contradicción: para liberarse del miedo, se renuncia a la libertad. Lo que nos recuerda a Fromm (2005) y su obra El miedo a la libertad; a lo reiterado por Bauman (2007) en su obra Miedo líquido, en el sentido de cambiar libertad por seguridad; así como a la propuesta de Hobbes (1980) en Leviatán, representación del orden político moderno, cuando el Estado regula comportamientos y la obediencia a través del miedo, a cambio de garantizar paz y seguridad. Algo también señalado más recientemente por los filósofos Agamben (2021) y Han (2021), para la coyuntura y sociedad actual.
12 Hay que comentar que, si se cuantificaran, en las entrevistas de 2021, en primer lugar, está el miedo a contraer la enfermedad, con 34 respuestas en dicho sentido; mientras que 24 señalaron a ser víctima de un delito y 23 a la afectación económica. En cuanto a las de 2022, primero estuvo ser víctima de un delito (32), luego la problemática económica (29) y, en tercer lugar, enfermarse (27). Esto sólo para contextualizar la atmósfera social y la diversidad de los miedos. Resulta curiosa esta distribución, según la cual es posible afirmar que hubo distintos tipos de miedo en el sentido de su origen y todos ellos de considerable importancia a juzgar por las narraciones de las entrevistas. Todos ellos resultado de la pandemia o consecuencia de las medidas aplicadas.
13 Lo cual es importante subrayar con el objeto de no quedarse sólo en el miedo sanitario y reconocer la diversidad de miedos sociales que tienen lugar en dicha coyuntura, que son sentidos y expresados por la población, que configuran el clima emocional del momento.

Notas de autor

* Doctora en Antropología por la Universidad de Barcelona; profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco; miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y del Sistema Nacional de Investigadores. Sus líneas de investigación son la participación y cultura política, y la cultura popular.


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