Investigación
Representaciones sociales del género masculino. Un estudio entre jóvenes bachilleres de Tepatitlán, Jalisco
Social representations of the male gender. A study among young graduates of Tepatitlán, Jalisco
Representaciones sociales del género masculino. Un estudio entre jóvenes bachilleres de Tepatitlán, Jalisco
Revista de estudios y experiencias en educación, vol. 21, núm. 46, pp. 227-238, 2022
Universidad Católica de la Santísima Concepción. Facultad de Educación
Recepción: 27 Abril 2021
Recibido del documento revisado: 25 Junio 2021
Aprobación: 05 Julio 2021
Resumen: El presente trabajo tuvo por objetivo reconocer la estructura de las representaciones sociales en torno al género masculino por parte de hombres jóvenes. La muestra quedó conformada por 177 bachilleres, todos ellos habitantes de la localidad de Tepatitlán de Morelos, Jalisco (México) y con una edad promedio de 16.74 años. Se aplicó un cuestionario de asociación libre en el que se pidió a los participantes evocar una lista de cognemas asociados a la palabra hombre para posteriormente jerarquizarlos en orden de importancia en relación con la palabra estímulo. Se realizó un análisis prototípico de importancia-frecuencia. Se encontró que los hombres representan a su propio género con representaciones favorables y positivas dadas a través de los cognemas trabajador, honesto, responsable, amable e inteligente; también se encontraron elementos que hacen referencia a la incorporación del discurso moderno de la equidad. No obstante, de igual manera fueron evidentes las representaciones que refieren a los estereotipos típicos del género masculino, reflejados a través de los cognemas trabajador, responsable, machista, caballeroso y fuerte.
Palabras clave: Representaciones sociales, género, hombre, jóvenes, bachilleres.
Abstract: This qualitative study aimed to recognize the structure of social representations around the male gender by young men. The sample was made up of 177 high school students, all of them from the town of Tepatitlán, Jalisco (Mexico), and with an average age of 16.74 years. A free association questionnaire was administered in which the participants were asked to evoke a list of cognemas associated with the word "man" and subsequently rank them in order of importance in relation to the word stimulus. A prototypical analysis of importance-frequency was performed. It was found that men represent their own gender with favorable and positive representations through the cognemas of hardworking, honest, responsible, kind, and intelligent; there were also elements that refer to the incorporation of the modern discourse of equity. However, the representations that refer to typical stereotypes of the male gender were also evidently reflected through the cognemas of hardworking, responsible, male chauvinist, gentlemanly, and strong.
Keywords: Social representations, gender, men, young, students.
1. Planteamiento del problema
El concepto género ha existido desde hace mucho tiempo; se remite su aparición al siglo XV, junto al concepto de trabajo, como parte del desarrollo que impulsó el inicio del capitalismo y la diferenciación sexual que este implicó (Herrera y Pineda, 2010). No obstante, es hasta finales del siglo XX que comienza a ser empleado en las ciencias sociales como categoría con un significado determinado (Lamas, 1986).
El uso del género como categoría surgió en el ámbito científico anglosajón al ser impulsado por feministas académicas para lograr diferenciar entre las construcciones socioculturales que giran en torno al sexo, de las características intrínsecamente biológicas; también buscaron referenciar la organización social entre los sexos. Así pues, se tenía la intención de dilucidar cómo las características que se consideraban femeninas eran adquiridas y no derivan naturalmente del sexo, denotando repudio hacia el determinismo biológico. En consecuencia, se nutrió un objetivo político al forjar una base argumentativa a favor de la igualdad (Lamas, 1986; Lamas, 1995; Scott, 1996).
No obstante, al ser un término de origen anglosajón, la traducción de la palabra gender supone una dificultad para su uso en español ya que tiene diversos significados. Además, Lamas (1995) ha diferenciado dos usos básicos de la palabra género en el ámbito científico: su uso equivalente a un sinónimo de mujeres que se relaciona con la acepción política del tema y el logro de la legitimidad académica anhelada por las feministas de la década de los ochenta (Scott, 1996) y aquel que alude a la diferencia sexual construida culturalmente.
En este último sentido y con base en la antropología, Lamas (1995) define el género como el conjunto de aspectos simbólicos con los cuales una cultura diferencia los sexos; dicha simbolización converge en prácticas, discursos e ideas. Es todo un sistema ideológico y estructural que incluye el sexo pero no está directamente determinado por él (Scott, 1996).
Específicamente, las ideas que definen al género se conforman de forma colectiva por una sociedad a partir de lo que constituye su orden simbólico (Lamas, 1995). Dichas definiciones se distribuyen mediante la socialización para posteriormente forjar pautas comportamentales en las y los individuos pertenecientes a cada categoría (Bruel et al., 2013). En efecto, sucede una introyección de las diferencias establecidas para cada género, formando así una identidad en las y los individuos con una adhesión durable e inconsciente (Lamas, 1995). Con base en la distinción que se realiza entre sexos, el género influye en las relaciones sociales que se basan en dicha distinción y representa una forma básica de articulación de poder (Scott, 1996).
Partiendo de los supuestos anteriores, el género es lo que la cultura define como propio para cada sexo, por lo tanto varía al estar sometido al orden simbólico asignado culturalmente. Es importante destacar que al hablar de la categoría género no se niegan las diferencias biológicas entre los sexos; simplemente reconoce que lo que se articula como distinción primordial entre hombre y mujer es mera construcción cultural. De esta manera, para la presente investigación se conceptualiza el género como el conjunto de aspectos simbólicos con los cuales una cultura diferencia los sexos (Lamas, 1986, 1995).
Por su parte, las representaciones sociales son entendidas como reflejos de un objeto, un acto, o una situación, que se proyectan tanto en la conciencia individual como en la colectiva. Implican la conformación de imágenes y lenguaje para simbolizar aquello de lo que procede, integrando así un conjunto de conocimientos. No obstante, van más allá de la mera conformación de conocimientos; tienen un papel activo, pues dan forma a la realidad a través de la interacción social. Se inmiscuyen en el plano psicosocial de la persona y del grupo. Por lo tanto, configuran comportamientos al caracterizar los estímulos del entorno y significar las respuestas que se deben emitir (Moscovici, 1979).
Dentro de este orden de ideas, la denominada Teoría de las Representaciones Sociales, propuesta por Moscovici (1979), resulta ser de gran relevancia para abordar el conocimiento del sentido común, los significados y la construcción de la realidad. Permite analizar la relación dada entre los procesos simbólicos y el comportamiento, por lo cual es de gran utilidad en diversos campos de estudio (Jodelet, 1986, 2000).
Especialmente, el estudio del pensamiento del sentido común, mediante las representaciones sociales, permite dilucidar los elementos que determinan las prácticas sociales y las dinámicas de las interacciones cotidianas (Abric, 2001). El abordaje de dicho constructo es de vital importancia para comprender los procesos psicosociales del conocer, al mismo tiempo que permiten evidenciar el vínculo existente entre conocimiento y contexto social a través del análisis de las particularidades de las representaciones en distintos contextos (Jovchelovitch, 2007).
En otras palabras, las representaciones sociales son definidas como una forma de conocimiento que surge del intercambio diario en un grupo social, funciona como moldeador del comportamiento y la comunicación entre las personas, haciendo entendible la realidad (Abric, 2001; Jodelet, 1986; Moscovici, 1979). Por lo tanto, dicha forma de conocimiento es compartida por las y los integrantes de un grupo social homogéneo (Flament, 2001). Las representaciones sociales motivan expectativas y acciones anticipadas, pues integran procesos de decodificación previos (Abric, 2001).
De acuerdo con Jodelet (1986), las representaciones sociales se forman gracias a dos conceptos primordiales: la objetivación y el anclaje. Mediante el primero, los fenómenos sociales novedosos se acoplan a las estructuras de significación preestablecidas; el segundo implica la selección de ciertos elementos de dichos fenómenos, para formar un núcleo de significación (Castorina y Barreiro, 2012). Dicho núcleo, representa la parte más estable de una representación (Barberena, 2008).
Específicamente, Abric (2001) retoma el interés por el denominado núcleo figurativo y con base en ello, establece que un adecuado análisis de las representaciones sociales requiere la identificación de su contenido y de su estructura; las partes que conforman al constructo de interés, son ordenadas y significadas, por lo cual tienen una posición específica en el sistema representacional. Dichos elementos giran en torno a un núcleo central de significación que da sentido, modifica y organiza a la representación. Cabe señalar que las premisas anteriores forman parte de la Teoría del Núcleo Central, misma que funge como motor de la escuela estructural o de Aix-en-Provence (Perera, 2005).
Debido a tales características el estudio de las representaciones sociales requiere una metodología específica de recolección y análisis de información, que cumpla dos funciones: primero, dilucidar los elementos que conforman su contenido y segundo, acceder a la organización de dichos elementos. Esto es posible a través de técnicas que soliciten al propio participante que analice, compare y ordene su propia producción (Abric, 2001). Cabe señalar que, el denominado análisis prototípico de importancia-frecuencia (Dany et al., 2015) permite la elaboración de dicha tarea.
Se ha verificado que la teoría de las representaciones sociales resulta ser una postura conveniente para el abordaje de diversas construcciones sociales como lo es el género. En especial, es pertinente para comprender su acepción particular de distintos entornos culturales.
Por su parte, en relación con los referentes empíricos en donde se abordan percepciones, cogniciones o representaciones sociales de los géneros por parte de los y las jóvenes, se ha advertido la persistencia de estereotipos típicos (por ejemplo: el rol de proveedor es para los hombres, mientras que las labores domésticas son propias de las mujeres) (Álvarez et al., 2014; Pacheco et al., 2014), sin embargo, también se ha encontrado que dichos esquemas tienden a flexibilizarse conforme van creciendo los y las jóvenes (Arenas, 2013). Además, diversas indagatorias sostienen que los y las adolescentes continúan definiéndose acorde a estereotipos tradicionales (por ejemplo: la belleza y la pasividad es propia de las mujeres, mientras que la fuerza es de los varones) no obstante, también presentan elementos que aluden a una reconfiguración del deber ser de cada género y una menor diferenciación (Oberst et al., 2016; Tortajada et al., 2013).
En general, se ha encontrado que la falta de autonomía, los aspectos biológicos, como el ser madre y los modelos normativos de belleza, son parte de las representaciones sociales del género femenino en los y las adolescentes (Bruel et al., 2013) También se ha concluido que existe una tendencia a percibir a las mujeres como aquellas que deben encargarse de las labores domésticas y son vistas como la parte de la pareja que estabiliza la relación (Pacheco et al., 2014).
Sobre estos aspectos vale la pena referir que las apreciaciones sobre los roles de las mujeres y hombres son similares independientemente del entorno (educativo o no) en que estos estudios se desarrollen (Arenas, 2013).
Otros trabajos han concluido que al género masculino se le atribuyen características directivas como el liderazgo, la disciplina, el autoritarismo, la habilidad para trabajar bajo presión, para la resolución de problemas (Pacheco et al., 2014); así como la habilidad innata para trabajar con maquinaría y tecnología (Álvarez et al., 2014).
Diferentes estudios concluyeron que las mujeres jóvenes se representan a sí mismas de manera más positiva; no obstante, mantienen vinculación con la concepción típica de lo femenino en cuanto a características como lo es la belleza y la respuesta a las necesidades de las y los demás (Bruel et al., 2013). Entre las mujeres persiste la idea de que las labores domésticas son propias de su género (Álvarez et al., 2014; Arenas, 2013; Pacheco et al., 2014). Especialmente en las redes sociales las mujeres se autorrepresentan tomando aspectos sobre los estándares femeninos que aparecen en la publicidad: demostrando belleza, intimidad y pasividad (Tortajada et al., 2013). Sin embargo, también han caracterizado dicho género con aspectos novedosos alejados del estereotipo social y que implican un mayor involucramiento en entornos comúnmente atribuidos a los hombres (económico, político y social) (Bruel et al., 2013). Incluso, se ha reportado que las mujeres tienen una visión de sí mismas poco diferenciada de los hombres (Oberst et al., 2016); lo anterior también es indicador de un alejamiento del estereotipo de marcada diferenciación entre los sexos.
Asimismo, algunas investigaciones refieren que el género femenino es representado por los hombres jóvenes de forma desvalorizada y estereotipada (Arenas, 2013; Bruel et al., 2013), sin habilidades para desempeñarse en puestos directivos ni en labores relacionadas con la ingeniería (Álvarez et al., 2014) y les siguen atribuyendo las labores domésticas (Pacheco et al., 2014).
También se ha encontrado que el género masculino es representado por los hombres en una posición más elevada que la mujer, haciendo énfasis en la virilidad, el trabajo y la fuerza y como aquel encargado de brindar protección (Bruel et al., 2013). En redes sociales, se autodefinen con poses activas y denotando fuerza, aspectos acordes a los patrones de género (Tortajada et al., 2013). También se ha encontrado que en los hombres persiste la autoatribución de proveedor (Pacheco et al., 2014).
De igual manera, se ha encontrado que el género masculino es representado por las mujeres jóvenes de forma estereotipada, considerando a los hombres como machistas, mujeriegos, futbolistas e insensibles (Bruel et al., 2013).
Finalmente, otros estudios se han realizado en población de mayor edad y han abordado los factores de la personalidad y las actividades cotidianas que se asocian con cada género (Mollo et al., 2014). Especialmente han estudiado los estereotipos que motivan la desigualdad de género en el entorno laboral (Olivares y Olivares, 2013); los estereotipos en torno al liderazgo y la influencia de los medios de comunicación (García, 2014); y la relación que existe entre el comportamiento sexual y el deber de cada género (Hernández y González, 2016). Dichos estudios concluyeron que existe un arraigo en los estereotipos típicos; no obstante, también se han encontrado cambios paulatinos mediados por las representaciones tradicionales de género y el discurso moderno de la equidad (Hernández y González, 2016).
2. Objetivo
En el presente trabajo se planteó como objetivo primordial reconocer la estructura de las representaciones sociales en torno al género masculino por parte de jóvenes (hombres) bachilleres, habitantes de la localidad de Tepatitlán de Morelos, Jalisco (México). Tal propósito, además de generar mayores referentes empíricos sobre el tema, pretende abonar a la comprensión psicosocial de los adolescentes y especialmente a entender, e idealmente modificar, construcciones sociales que aún reproducen actitudes y conductas que se fincan en una supuesta superioridad de los hombres sobre las mujeres.
3. Método
3.1 Diseño
El estudio se desarrolló bajo el enfoque cualitativo de investigación, mediante un diseño fenomenológico (Creswell, 2007) y tomando el enfoque estructural de las representaciones sociales (Perera, 2005).
3.2 Participantes
La muestra quedó conformada por 177 estudiantes de nivel medio superior (de tipo técnico) de una institución de educación pública del municipio de Tepatitlán de Morelos, Jalisco, todos ellos hombres, con una edad promedio de 16.74 años. El muestreo fue probabilístico, con un método de selección estratificado de acuerdo a la carrera técnica en curso (Teddlie y Yu, 2007).
3.3 Contexto de Investigación
El Municipio de Tepatitlán de Morelos, presenta rasgos socioeconómicos y culturales propios de una ciudad mediana del estado de Jalisco (México). De acuerdo con Zamora (2019), tal situación se debe a que:
dicha comunidad está experimentando cambios de gran envergadura, a saber, una acelerada transición que va de una dinámica de carácter propiamente rural a otra con condiciones más urbanizadas y de condiciones de vida que podrían llamarse de tradicionales y conservadoras a globalizadas (p. 33).
3.4 Instrumentos
Para la obtención de los datos se utilizó un cuestionario de asociación libre (Abric, 2001). En un primer momento, se le pidió a los respondientes evocar una lista de cognemas asociados a la palabra hombre. Posteriormente, se pidió que los mismos fueran jerarquizados de acuerdo a la importancia o cercanía con la palabra estímulo, de la más relacionada a la menos relacionada
3.5 Procedimiento
Antes de comenzar con el trabajo de campo, se solicitó la autorización de parte de la institución y de los padres y las madres de familia a través de un consentimiento informado. Una vez obtenida la anuencia, se procedió a administrar el cuestionario directamente en los salones de los alumnos seleccionados. Solo participaron los estudiantes que entregaron el consentimiento informado firmado por sus padres o tutores.
3.6 Análisis de datos
Se realizó un análisis prototípico de importancia-frecuencia (Dany et al., 2015) para colocar los conceptos evocados en cuatro distintos cuadrantes. Para determinar la posición de los cognemas, se establece un punto de corte en la frecuencia (cantidad de veces que es nombrada cada palabra: f) y la importancia (promedio de orden en la jerarquización: Mim). El primer cuadrante (superior izquierdo), integra tentativamente los elementos que conforman el núcleo central, los cuales fueron nombrados en mayor medida y mantiene un alto nivel de importancia (menor promedio indica una mayor importancia). El segundo (inferior izquierdo), agrupa los elementos de contraste, los cuales fueron nombrados en pocas ocasiones (baja frecuencia), pero con mucha importancia. El tercero (superior derecho), llamado primera periferia, integra los cognemas que tienen alta frecuencia, pero poca importancia. Por último, la segunda periferia (inferior derecho), contiene los cognemas con baja frecuencia y poca importancia. El análisis prototípico fue ejecutado mediante el software IraMuTeQAlpha 2.
4. Resultados
Una vez realizado el análisis prototípico del proceso de asociación libre, se encontraron diversos cognemas que conforman la estructura de las representaciones sociales que giran en torno al género masculino en hombres jóvenes y estudiantes de bachillerato de Tepatitlán, México.
Iniciando con la zona del núcleo central de la representación; estuvieron presentes los cognemas trabajador (f=115, Mim=1.9), honesto (f=38, Mim=2.7), alto (f =31, Mim=2.6) y responsable (f =30, Mim=2.8). Los anteriores cognemas se ubican en el primer cuadrante o celda 1 de la Tabla 1.
En la celda 2 de la Tabla 1, donde se ubican los elementos importantes pero poco frecuentes, se encontraron los siguientes cognemas: amable (f=20, Mim=2.8), machista (f=16, Mim=2.6), engreído (f=44, Mim=2.8), blanco (f =11, Mim=2.6), grosero (f =11, Mim=2.8), caballeroso (f =10, Mim=2.3) y cholo (f =8, Mim=2.5).
Los elementos de la zona de contraste, mismos que se ubican en la celda 3 de la Tabla 1 y representan aquellos cognemas enunciados de manera frecuente pero considerados como poco importantes, fueron atractivo (f =44, Mim=2.9), alcohólico (f=28, Mim=3.3), fuerte (f=23, Mim=3.7) e inteligente (f =22, Mim=3.7).
Por último, en la celda 4 de la Tabla 1 se encuentran los elementos poco frecuentes y poco importantes, tales como fiestero (f=21, Mim=3.6), agradable (f =17, Mim=3.3), respetuoso (f=17, Mim=3.2), infiel (f=16, Mim=3.2), drogadicto (f=14, Mim=3.4), amigable (f=11, Mim=3.7), honrado (f=10, Mim=3.5), holgazán (f=9, Mim=3.7), estudioso (f=9, Mim=3.4), deportista (f=8, Mim=3.1), feo (f =8, Mim =3.2) y presumido (f =8, Mim=3.4).
5. Discusión
El género es definido como aquellos elementos de orden simbólico con los cuales una cultura determina las diferencias entre los sexos. Las características y atribuciones de cada género surge a partir de la construcción colectiva (Lamas, 1995); el contenido de dichas construcciones se distribuye a través de la socialización y va forjando pautas comportamentales (Bruel et al., 2013). Los esquemas y representaciones centradas en los estereotipos en torno al constructo de interés, forjan comportamientos violentos en la adultez; es en la adolescencia donde aparecen los primeros indicios de violencia de género (Arenas, 2013).
A través del estudio de las representaciones sociales, se puede acceder al conocimiento del sentido común y analizar la relación entre los aspectos simbólicos y el comportamiento (Jodelet, 1986). De igual forma, permite analizar los elementos que dan forma a las prácticas y dinámicas sociales en su interacción cotidiana (Abric, 2001). De esta forma, se considera que las representaciones sociales brindan un abordaje adecuado para acceder a los contenidos simbólicos que conforman al género y cómo esto determina comportamientos y prácticas determinadas.
Desde la perspectiva de la teoría del núcleo central de Abric (2001), se entiende que las representaciones sociales tienen una estructura donde se pueden identificar elementos jerarquizados con una posición específica en el sistema representacional; existen elementos periféricos y centrales, estos últimos ordenan y dan sentido a los primeros. Es a través de la técnica de asociación libre, bajo el método de importancia-frecuencia, la forma a través de la cual se puede acceder a los elementos centrales y periféricos de las representaciones sociales en torno a un objeto específico (Dany et al., 2015).
De acuerdo con los resultados, se encontraron como elementos centrales de las representaciones sociales de los hombres jóvenes sobre el hombre los siguientes: trabajador, honesto, alto, y responsable. Por otra parte, dentro de la primera periferia, que son aquellos elementos representacionales importantes, pero con baja frecuencia, se encontraron cognemas como amable, machista, engreído, blanco, grosero, caballeroso y cholo. Las palabras como trabajador, honesto, responsable, amable y caballeroso, permiten apreciar la presencia de una referencia general a una representación positiva y favorable, desde los hombres adolescentes hacia su propio género. Elementos similares fueron encontrados en la zona de contraste, donde se aprecian palabras y características positivas tales como fuerte e inteligente, y en segunda periferia con elementos como agradable, respetuoso, amigable y estudioso. Se hace énfasis en el trabajo como eje central de la vida del hombre, así como la honestidad y la responsabilidad como principales cualidades. Esto coincide con estudios realizados en el contexto español, donde se reportó el énfasis de aspectos positivos por sobre la valoración del género masculino (Tortajada et al., 2013). Otros estudios encontraron hallazgos similares, tales como el énfasis en la fuerza y la virilidad (Bruel et al., 2013) y la atribución de características relacionadas con la inteligencia, como lo es la resolución de problemas (Pacheco et al., 2014) así como la habilidad con la maquinaría y la tecnología (Álvarez et al., 2014).
Es relevante la presencia de cognemas como trabajador y responsable, las cuales hacen referencia al rol de proveedor que a su vez está relacionado con un estereotipo típico del género masculino; palabras como machista, caballeroso y fuerte también reflejan la permanencia de dichos estereotipos. Hallazgos similares se han reportado en otras investigaciones realizadas en el contexto español (Álvarez et al., 2014), cubano (Pacheco et al., 2014) y mexicano (Hernández y González, 2016); en el estudio realizado en Cuba se documentó la tendencia de los hombres adolescentes a atribuirse a sí mismos el rol de proveedor y características que se relacionan con la caballerosidad, como lo es el hecho de pagar las salidas a la pareja (Pacheco et al., 2014). El haber encontrado elementos que refieren a los estereotipos típicos de género demuestra que la formación académica no exime a los adolescentes de la socialización de dichos estereotipos; tal y como Arenas (2013) concluye, los esquemas tradicionales de género trascienden al contexto educativo.
No obstante, la palabra machista encontrada dentro de la primera periferia, implica una conciencia sobre los aspectos comportamentales asociados a los estereotipos típicos del género masculino. Lo anterior podría aludir a la mezcla de aspectos tradicionales y la incorporación de un discurso moderno de la equidad. Hernández y González (2016) reportan una transición similar en su estudio realizado en Coahuila, un Estado del norte de México. Otros estudios reportan hallazgos similares en el contexto internacional (Oberst et al., 2016).
También se encontraron aspectos relacionados con características que se asocian con estereotipos de belleza propios de los tepatitlenses; lo anterior se puede constatar con los cognemas alto y blanco. Tepatitlán de Morelos se ubica en la región Altos Sur de Jalisco. Una parte de la población de dicha región, se caracteriza por presentar rasgos de tez clara, ojos azules, entre otros, los cuales han motivado una serie de mitos asociados a la posibilidad de una herencia europea directa (Gilbert, 2013). La presencia de elementos que aluden a estos rasgos, dentro de las representaciones sociales del hombre en jóvenes tepatitlenses, podría deberse a la apropiación del ideal de belleza del hombre alteño, nutrido por el sentido de reconocimiento de ascendencia europea.
Por último, la presencia de los cognemas engreído y grosero podría deberse a la introyección de las representaciones sociales de las mujeres sobre los hombres. De acuerdo con Bruel et al. (2013), las mujeres representan al género masculino de forma estereotipada, con elementos que aluden a la insensibilidad. De manera hipotética, el ser engreído y grosero podría ser parte de lo que las mujeres consideran es parte del hombre, y a través de la socialización, los mismos hombres lo apropian como parte de sus representaciones sociales.
6. Conclusión
En este estudio se encontró que los hombres jóvenes de Tepatitlán representan al hombre con representaciones favorables y positivas, demostraron elementos que aluden a la incorporación del discurso moderno de la equidad, pero sin dejar de evidenciar representaciones que refieren a los estereotipos típicos que giran en torno a los hombres.
A parir de dichos hallazgos se sugiere aplicar estrategias de intervención para modificar las representaciones sociales del deber ser de los hombres en los entornos educativos, sobre todo en el nivel medio superior o bachillerato. Ello debido a que es en la adolescencia donde se manifiestan los esquemas y representaciones estereotipadas de cada género que pueden ser raíz de conductas violentas y/o prejuiciosas; no obstante, también es en este mismo periodo del desarrollo donde existe una mayor sensibilidad hacia dichos estereotipos (Arenas, 2013). En especial, dichas intervenciones, aunque pueden ser en momentos específicos de la formación de educativa de los jóvenes (por ejemplo vía talleres, conferencias, entre otras posibilidades) idealmente debieran ser ejecutadas a lo largo de toda su formación académica, esto es, formar parte de los objetivos curriculares de los distintos niveles educativos, del quehacer cotidiano del profesorado y de las distintas políticas institucionales. En pocas palabras, implica introducir y promover en todos los actores del proceso educativo, la cultura de la equidad entre los géneros.
De la misma manera se sugiere aplicar la técnica de la asociación libre a través del método de importancia-frecuencia en el abordaje de las representaciones sociales de otros objetos de estudio, puesto que brinda una estrategia adecuada para su aproximación desde la teoría del núcleo central. Por último, se considera pertinente continuar con el estudio de las representaciones sociales de los hombres y del género en general, tanto desde la perspectiva de la teoría del núcleo central como desde otros enfoques, para obtener un mayor panorama de este constructo y lograr así una mejor intervención que repercuta en el desarrollo de representaciones de género más flexibles.
Finalmente, como parte de esta conclusión, resulta pertinente manifestar las limitaciones del presente estudio. En primer lugar, en cuanto a la metodología utilizada, se tiene la posibilidad de haber obtenido respuestas sesgadas por la deseabilidad social; de igual forma, en algunas ocasiones los participantes brindaron respuestas que eran incompatibles con el proceso de análisis, como el uso de frases, lo cual supuso datos que no se pudieron analizar desde la técnica de asociación libre. En segundo lugar, otra limitación que atañe a esta investigación, está relacionada con la perspectiva teórica que la sustenta; la teoría del núcleo central no explica el origen de las representaciones sociales, solamente su estructura, lo cual limita su comprensión al no abordar el proceso de conformación.
Referencias
Abric, J. (2001). Prácticas y representaciones sociales. México: Ediciones Coyoacán.
Álvarez, F., Arias, A., Serrallé, F., y Varela, M. (2014). Eleccción de estudios de ingeniería: Influencia de la educación científica y de los estereotipos de género ben la autoestima de las alumnas. Revista de Investigación en Educación, 12(1), 54-72. http://webs.uvigo.es/reined/.
Arenas, L. (2013). Sexismo en adolescentes y su implicación en la violencia de género. Boletín Criminológico (144), 1-5. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4371686.
Barberena, D. (2008). Las representaciones sociales de sexto semestre sobre las carreras de Técnico Superior Universitario en la Universidad Tecnológica de Tulancingo y su repercusión en la matrícula. (Tesis de Doctorado en Ciencias de la Educación). Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Hidalgo. http://dgsa.uaeh.edu.mx:8080/bibliotecadigital/ handle/231104/76.
Bruel, T., Scarparo, H., Calvo, A., Sebastián, J., y Blanco, A. (2013). Estudio psicosocial sobre las representaciones sociales de género. Revista Diversitas: Perspectivas en Psicología, 9(2), 243-255. http://www.scielo.org.co/pdf/dpp/v9n2/v9n2a02.pdf.
Castorina, J., y Barreiro, A. (2012). Los usos de las representaciones sociales en la investigación educativa. Educación, Lenguaje y Sociedad, 9(9), 15-40.
Creswell, J. (2007). Qualitative inquiry and research design. Choosing among five approaches. Second edition. SAGE, Publications, Inc.: Estados Unidos.
Dany, L., Urdapilleta, I., y Lo Monaco, G. (2015). Free associations and social representations: some reflections on rank-frequency and importance-frequency methods. Quality and Quantity, 49(2), 489-507. https://doi.org/10.1007/s11135-014-0005-z.
Flament, C. (2001). Estructura, dinámica y transformación de representaciones. En J.-C. Abric (coord.), Prácticas sociales y representaciones. (pp.33-52). México: Ediciones Coyoacán .
García, V. (2014). Influencia de la televisión en la creación de estereotipos de género y en la percepción social del liderazgo femenino. La importancia de la táctica de reencuadre para el cambio social. Ciencia Política, 9(18), 47-66. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5157141.
Gilbert, C. (2013). El Alteño Global Reloaded: una caracterización de Los Altos de Jalisco. En Reynoso, A. (coord.), Los Altos Sur de Jalisco. (pp. 9-21). México: Universidad de Guadalajara.
Hernández, A., y González, J. (2016). Los roles y estereotipos de género en los comportamientos sexuales de jóvenes de Coahuila, México: aproximación desde la Teoría Fundamentada. Ciencia Ergo Sum, 23(2), 112-120. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=10446094003.
Herrera, C., y Pineda, L. (2010). Las representaciones sociales de género en la configuración de las subjetividades políticas en jóvenes escolares. (Tesis de Magíster en Desarrollo Educativo y Social). Universidad Pedagógica Nacional, Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano, Bogotá. https://repository.cinde.org.co/handle/20.500.11907/1627.
Jodelet, D. (1986). La representación social: fenómenos, conceptos y teoría. En S. Moscovici (ed.), Psicología Social II. (pp. 469-494). Barcelona: Paidós.
Jodelet, D. (2000). Representaciones sociales: contribución a un saber sociocultural sin fronteras. En D. Jodelet, y T. Guerrero (coords.), Develando la cultura. (pp. 7-30). México: Universidad Nacional Autónoma de México.
Jovchelovitch, S. (2007). Knowledge in Context: representations, community and culture. Londres: Routledge.
Lamas, M. (1986). La antropología feminista y la categoría "género". Nueva Antropología, 8, 173-198. http://www.redalyc.org/pdf/159/15903009.pdf.
Lamas, M. (1995). Usos, dificultades y posibilidades de la categoría género. Revista de estudios de género, La ventana, 1, 9-61. http://www.revistalaventana.cucsh.udg.mx/index.php/LV/ article/view/2684/2437.
Mollo, G., De la Vega, S., Blanco, D., y Solari, E. (2014). Estereotipos de género. Un análisis desde los 16 factores de la personalidad. VIII Jornadas de Sociología de la UNLP, (pp. 1-16). Ensenada. http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.4761/ev.4761.pdf.
Moscovici, S. (1979). La psychanalyse son image et son public. (N. Finetti, Trad.) Argentina: Huemul.
Oberst, U., Chamarro, A., y Renau, V. (2016). Estereotipos de género 2.0: Auto-representaciones de adolescentes en Facebook. Comunicar, 24(48), 81-90. https://doi.org/10.3916/ C48-2016-08.
Olivares, M., y Olivares, C. (2013). Impacto de los estereotipos de género en la construcción de la identidad profesional de estudiantes universitarios. Revista Española de Orientación y Psicopedagogía, 24(1), 121-131. https://doi.org/10.4067/S0717-73482008000300001.
Pacheco, C., Cabrera, J., Hernández, M., González, I., y Bosque, M. (2014). Estereotipos de género sexistas. Un estudio en jóvenes universitarios cubanos de medicina. Revista de Ciencias Médicas, 18(5), 853-867. http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1561-31942014000500015.
Perera, M. (2005). Sistematización crítica de la teoría de las Representaciones Sociales. (Tesis de Doctorado en Ciencias Psicológicas). Universidad de la Habana, Habana.
Scott, J. (1996). El género: una categoría útil para el análisis histórico. En M. Lamas (comp.), El género: la construcción cultural de la diferencia sexual (pp. 265-302). México: PUEG. https://www.fundacionhenrydunant.org/images/stories/biblioteca/derechos_economicos_sociales_culturales_genero/El%20Genero%20Una%20Categoria%20Util%20para%20 el%20Analisis%20Historico.pdf.
Teddlie, C., y Yu, F. (2007). Mixed Methods Sampling: A Typology With Examples. Journal of Mixed Methods Research, 1(1), 77-100. https://doi.org/ 10.1177/2345678906292430.
Tortajada, I., Araüna, N., y Martínez, I. (2013). Estereotipos publicitarios y representaciones de género en las redes sociales. Comunicar, 21(41), 177-186. https://doi.org/10.3916/ C41-2013-17.
Zamora, M. (2019). Representaciones sociales de la educación superior, una mirada de jóvenes tepatitlenses. (Tesis de Doctorado Iterinstitucional en Educación). Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, Jalisco. https://rei.iteso.mx/handle/11117/5821.
Notas de autor
*Correspondencia: María del Rosario Zamora Betancourt. Correo electrónico: delrosario.zamora@academicos.udg.mx