Dossier
Ensamblajes de las memorias generizadas en la rearticulación del movimiento de pobladores/as de Chile
Assemblages of Gendered Memories in the Rearticulation of Pobladores/as Movement in Chile
Ensamblajes de las memorias generizadas en la rearticulación del movimiento de pobladores/as de Chile
Revista INVI, vol. 38, núm. 108, pp. 54-74, 2023
Universidad de Chile. Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Instituto de la Vivienda
Recepción: 01 Marzo 2023
Aprobación: 27 Junio 2023
Resumen: La rearticulación del Movimiento de Pobladores/as en Chile se identifica como un fenómeno de resistencia a las formas de producción neoliberal de las ciudades. Las movilizaciones contemporáneas por la vivienda y la ciudad han llevado al análisis de las rupturas y las continuidades que expresan y los repertorios que les conectan con el pasado de este movimiento, pero poco se ha discutido sobre cómo estas rupturas y continuidades son tejidas por las memorias de las mujeres participantes, quienes conforman la mayoría de este movimiento. A partir de una investigación etnográfica con el Movimiento Ukamau (Santiago, Chile), se discute la construcción de las memorias intergeneracionales y generizadas de las mujeres participantes y cómo las significaciones de experiencias pasadas y presentes se articulan con sus procesos de subjetivación política mediante ensamblajes de las memorias. Se concluye que en estas elaboraciones se afirma y moviliza un conocimiento cultural generizado que posibilita a las participantes, desde el pasado, recrear expectativas de futuro sobre su papel en la producción de la ciudad.
Palabras clave: Memorias generizadas, memorias intergeneracionales, movimiento de pobladores, políticas habitacionales.
Abstract: The rearticulation of the Pobladores/as movement in Chile has been identified as a phenomenon of resistance to the neo-liberal forms of production of cities. While contemporary mobilizations for urban housing and the city have led to the analysis of ruptures and continuities expressed by the demands, and the kinds of repertoires that connect them to the historical past of this movement, less has been discussed about how these ruptures and continuities are woven by the recollections of the female participants, who make up most of this movement. Based on ethnographic research work with the Ukamau Movement (Santiago, Chile), we discuss the construction of intergenerational and gendered memories of the female participants and how the meanings of past and present experiences are articulated with their processes of political subjectivation as settlers through assemblages of memories. We conclude that in developing these assemblages, gendered cultural knowledge is asserted and mobilized that enables the female participants, drawing from the past, to re-create future expectations regarding their role in the production of the city.
Keywords: Gendered memories, housing policies, intergenerational memories, pobladores movement.
Introducción
Las políticas habitacionales de corte neoliberal implementadas desde finales de los años setenta en Chile han servido a la configuración de ciudades altamente segregadas social y económicamente, especialmente en el Gran Santiago. Numerosos estudios han develado los efectos negativos del modelo focalizado en la demanda y la atención numérica del déficit habitacional, tales como su contribución a procesos de guetización (Ducci, 1997), reducción de oportunidades (Sabatini y Wormald, 2013), segregación simbólica (Capron, 2021), desarticulación social (Saavedra y Giannotti, 2021), las condiciones inadecuadas y la baja calidad de las viviendas (Ducci, 1997; Rodríguez y Sugranyes, 2005) y su uso político, al implantar una relación entre individuos y Estado en la gestión de la vivienda (Imilan, 2016; Murphy, 2015). Pero esta producción neoliberal de la ciudad enfrenta resistencias que se expresan en diversas organizaciones que se movilizan en torno a consignas que enlazan la vivienda con el derecho a la ciudad, la vida digna y la vida buena y que, en su mayoría, se encarnan en los cuerpos de las mujeres.
Las luchas actuales evocan el protagonismo del movimiento de pobladores/as1 en la escena política chilena durante los años sesenta y principios de los setenta, el cual, posteriormente, presenta periodos de desactivación como sujeto político urbano en el espacio público. La represión y las políticas habitacionales de carácter neoliberal fueron utilizadas como herramientas de desmovilización (Murphy, 2015; Paulsen et al., 2019). No obstante, desde el preámbulo del nuevo milenio a la actualidad, las ciudades testimonian la reaparición y multiplicación de movilizaciones de protesta que se adscriben al histórico movimiento de pobladores, aunque no utilicen las tomas de terreno como su principal estrategia, lo que les distancia del repertorio que les dio origen. Diversos estudios han identificado en estas movilizaciones la “rearticulación” del movimiento de pobladores/as al comprender que las rupturas y continuidades en los repertorios de movilización y la subjetivación política en clave de pobladores/as obedecen a procesos históricos de auge y crisis del movimiento social (Angelcos y Pérez, 2017; Cortés, 2014; Romero, 2018).
Los estudios de esta rearticulación se han focalizado en caracterizar históricamente el movimiento, identificar los nuevos horizontes ético-políticos que sostienen sus demandas, describir los repertorios de acción colectiva utilizados y analizar los conflictos que estimulan su integración al movimiento. En un segundo orden, indagan por las formas en que se constituyen las subjetividades políticas que se vinculan a las luchas actuales por la vivienda y la ciudad en relación con la categoría de pobladores/as. Y si bien en esta segunda línea se identifican contribuciones que analizan las maneras cómo se apropia el pasado en la construcción de una subjetivación política en clave de pobladores/as (Pérez, 2022), la manera en que el género y las posiciones intergeneracionales intervienen en las significaciones producidas a partir de esta apropiación del pasado en el presente, no han sido abordadas. Lo cual es central, ya que las organizaciones que alimentan el movimiento están conformadas mayoritariamente por mujeres (Castillo, 2014; Murphy, 2015). De esta forma, este artículo se pregunta por el lugar que tiene la construcción de las memorias, desde posiciones generizadas e intergeneracionales, en la rearticulación de la subjetividad política que se actualiza en las movilizaciones contemporáneas por la vivienda y la ciudad. Cuestiona la manera en que son significadas en los trabajos de la memoria (Jelin, 2002), las experiencias de los pasados previos a la dictadura (1973), los de la instalación y consolidación de las políticas habitacionales neoliberales desde finales de la década del setenta y aquellas nuevas memorias derivadas de las luchas contemporáneas. Finalmente, desde ese horizonte, se indaga cómo las rupturas y discontinuidades que expresan son ensambladas por medio de la acción política.
Hay una amplia literatura de los movimientos sociales por la recuperación de las memorias (Seydel, 2014) y, dentro de ésta, de movimientos por la memoria liderados por mujeres (Dietrich, 2014; Jelin, 2002). Por su parte, en Latinoamérica, un buen número de estudios se han enfocado en los periodos de dictadura y violación de derechos humanos (Basile y González, 2022; Reyes et al., 2014) y, con un menor desarrollo, en la memoria local y de los sectores populares (Garcés et al., 2015) que, de manera reciente, integran enfoques de género y feministas (Aguilera et al., 2020; Hiner, 2021; Toro, 2018). No obstante, ha habido una desconexión entre los estudios de la memoria y los de la acción colectiva (Berger et al., 2021; della Porta et al., 2018; Iglesias, 2020; Zamponi, 2018). Mientras tanto, las memorias de las mujeres militantes y participantes de los movimientos sociales continúan siendo escasas (Hiner, 2021; Troncoso, 2020).
El artículo se apoya en relatos biográficos y otra información producida por una etnografía llevada a cabo durante 18 meses (2021-2022) con el Movimiento Ukamau. El movimiento está conformado por un 90% de mujeres, y comienza su movilización por la vivienda y la ciudad bajo la consigna de la conquista de la vida buena en el 2011, en la comuna de Estación Central. Es una de las organizaciones más representativas en la rearticulación contemporánea del movimiento de pobladores (Paulsen et al., 2019; Romero, 2018), dados los logros obtenidos con el proyecto habitacional construido para 424 familias La Maestranza San Eugenio, ubicada en la comuna de Estación Central, en tanto este conjunto habitacional desafió las características de la vivienda social contemplada por la política pública: mayor metraje por unidad habitacional, amplias y diversas zonas comunes, participación de las integrantes en la realización de los diseños arquitectónicos, estacionamientos y localización en una comuna pericentral. Además de esta primera generación, el movimiento articula otros comités con los que se proyecta la construcción de una segunda y tercera etapa de conjuntos habitacionales que conserven las características mencionadas.
Feminización y rearticulación del movimiento de pobladores/as de Chile en la ciudad neoliberal
El denominado “Movimiento de Pobladores” ha sido uno de los actores históricos centrales en la demanda de derechos urbanos en Chile. Su constitución como actor y su protagonismo en la disputa política por el poder desde comienzos de la segunda mitad del siglo XX fue ampliamente discutido por las ciencias sociales (Castells, 1973; Espinoza, 1988; Touraine, 1987); asimismo, analizada su participación en la producción del espacio urbano con las tomas de terreno, la autoconstrucción de viviendas y el aprovisionamiento de bienes y servicios comunitarios de escala barrial durante los años sesenta e inicios de los setenta. Y si bien las mujeres han sido sujetos clave en la constitución del movimiento, como se ha referenciado recientemente en trabajos de recuperación de las memorias de numerosas poblaciones (Aguilera et al., 2020; Garcés, 2002), los análisis que lo han tenido como objeto han solido sustentar sus discusiones en un sujeto neutro que, tal como ha sido expuesto por los estudios feministas, se ancla a representaciones abstractas, descorporeizadas y masculinizadas (Schild, 1994; Scott, 2008).
El desarrollo de un modelo habitacional de corte neoliberal ha generado afectaciones diferenciales de género y clase. Provocó la desintegración de redes familiares y vecinales que ayudaban a sostener las demandas de cuidado designadas a las mujeres, mientras que, por otro lado, la ciudad de Santiago profundizó las distancias entre la oferta de empleo remunerado y los espacios residenciales, en línea con una división sexual del espacio urbano sustentada en la dicotomía cultural reproductivo-productivo. De esta forma, la periferización y la segregación se ha traducido en falta de oportunidades de acceso a trabajos remunerados para las mujeres de los sectores populares y, por lo tanto, en la perpetuación de condiciones de precariedad y subordinación (Ducci, 1994, 2008; Godoy, 2016), lo cual, a su vez, se ha asociado con un mayor deterioro de la salud mental y la depresión (Ducci, 2008), y sufrimiento de violencia intrafamiliar por razones de género (Ducci, 1994; Ossul, 2018). Así, las políticas de vivienda se armonizan con el paquete de reformas neoliberales que desmontan los programas de bienestar y con unos valores conservadores de la familia promovidos desde la dictadura que, en su conjunto, repliegan a las mujeres hacia el espacio privado (Lamadrid, 2019; Ruiz y Miranda, 2018).
Asimismo, la dictadura y la implementación de las políticas neoliberales han marcado los ciclos de movilización del movimiento de pobladores/as (Angelcos y Pérez, 2017; Cortés, 2014; Pérez, 2022). A pesar del control social del gobierno militar en las poblaciones, las crisis económicas vividas en los ochenta desatarían una serie de movilizaciones contenciosas y la emergencia y la revitalización organizativa que mostraban la recomposición del movimiento de pobladores/as (Angelcos y Pérez, 2017; Cortés, 2014; Pérez, 2022). Las ollas comunes, el comprando juntos y otras formas de economía popular constituyeron repertorios novedosos de la organización popular desplegados casi en su totalidad por mujeres (Schild, 1994; Valdés y Weinstein, 1993). Experiencias que en muchos casos se articularon y derivaron en formas de resistencia al régimen dictatorial, además de haberse constituido en espacios de aprendizaje democrático y la expresión de formas otras de lo político, que ponían en el centro la reproducción de la vida (Baldez; 2002; Schild, 1994). No obstante, con los gobiernos de la Concertación en el regreso a la democracia se viviría un nuevo periodo de desactivación del movimiento durante los años noventa con la casi desaparición de las tomas de terreno2 y la creciente institucionalización de la organización social (Paley, 2001).
Pero luego de su repliegue en los noventa, con los 2000 se da paso a múltiples repertorios de protesta en el espacio público que reivindican el derecho a la vivienda en condiciones de dignidad y en integración a la ciudad, dando paso a una nueva rearticulación del movimiento de pobladores/as (Angelcos y Pérez, 2017; Cortés, 2014; Pérez, 2017; Romero, 2018). En resonancia con los anteriores ciclos de movilización, son las mujeres quienes los conforman en un 80% - 90% (Cáceres, 2020; Castillo, 2014). Entre otros, reivindican una política de vivienda que garantice localizaciones que no obliguen a perder los lazos familiares y simbólicos territoriales, mayor calidad y tamaño de las viviendas, la participación en los procesos de gestión y ejecución de los proyectos habitacionales, y la articulación entre vivienda, barrio y ciudad (Imilan, 2016; Romero, 2018).
Analíticamente, es posible identificar una continuidad histórica del movimiento y de sus formas de subjetivación política en clave de poblador (Angelcos y Pérez, 2017; Pérez, 2022). Esto, a pesar de las diferencias en las características de las movilizaciones contemporáneas por la vivienda y la ciudad respecto a aquellas ocurridas desde mediados del siglo XX hasta la dictadura y a comienzos de los ochenta. De acuerdo con Pérez (2022) y su estudio etnográfico, la categoría de pobladores ha permitido a aquellos/as que se movilizan por la vivienda, y que están integrados/as a comités regulados por el Estado, formar su agencia política y diferenciarse moralmente de otros habitantes que no luchan por cambiar sus condiciones de vida. El autor encuentra que la palabra poblador funciona como una categoría política que dota de poder performativo a los sujetos que se articulan en la lucha por la vivienda en la actualidad, en referencia a un legado de las generaciones pasadas. Y, teniendo en cuenta que el protagonismo femenino en el movimiento no ha sido siempre visibilizado, se requiere hilar las performatividades y lugares de las voces de las mujeres para estudiar la manera en que estos legados amplían el marco histórico de las movilizaciones actuales.
Apuntes teóricos. Colectivización y ensambles políticos de las memorias generizadas
La memoria como presente del pasado (Ricoeur, 1999) se hace al recordar, conocer e interpretar -en interacción con otros- eventos, situaciones, emociones, actores, espacios y circunstancias encarnadas en las biografías de los sujetos. Su construcción es objeto de relaciones de poder y disputas (Galaz et al., 2019; Jelin, 2002), pues en ella se expresan de manera plural las jerarquías y las posiciones sociales que permiten la emergencia de las voces y la presencia de los silencios, a partir de los cuales producen sentidos y se legitiman por ciertos grupos y épocas. De tal forma que hacer memoria es una práctica situada. Parte de las posiciones de enunciación de los sujetos, las cuales están atravesadas por el género, la raza, la clase y la generación, entre otros, y los lugares en los que se sitúa este hacer geográfica e históricamente.
Según Jelin (2021), la socialización de género tiene una implicancia en la manera en que las mujeres y hombres participan en los procesos de construcción de memorias, en tanto los roles desempeñados por unas y otros hacen que se focalicen ciertos campos sociales y culturales. Así, hacer memoria es una práctica generizada y generizante, pues hay una mutua constitución entre el género y la memoria (Jacobs, 2008; Troncoso, 2020; Troncoso y Piper, 2015). La manera en que se trae el pasado al presente se inscribe en los tejidos de sentido sobre los que interpretamos lo que somos, mientras que al recordar actualizamos esos sentidos de diferencia y pertenencia que alimentan el constante proceso de construcción de nuestras identidades e interacción con el mundo.
Las experiencias son la base de las memorias, pero ello no hace que se contengan en un nivel individual. Al contrario, las experiencias son un producto colectivo (Troncoso, 2020; Troncoso y Piper, 2015). Los acontecimientos y vivencias individuales se convierten en experiencias al dotarlas de sentido discursivamente según referentes culturales y los marcos sociales de los sujetos (Halbwachs, 1968). De esta forma, las memorias tienen la capacidad de generar historias de vida de los grupos y otorgarles en ella un lugar como actores (Jodelet, 1998). Los ejercicios de la memoria se entrelazan con prácticas de identificación y la producción de sujetos, pues a través del recuerdo se rememora y forjan comunidades de pertenencia, lo que se conecta con una interpretación de quiénes somos (Jelin, 2002; Ramos, 2011). Pero es este mismo carácter colectivo el que hace que en su práctica participen diferentes posiciones de sujeto. En efecto, la construcción de memorias y su transmisión, como parte de ésta, supone la convivencia y tensión de contradicciones, conflictos y convergencias; continuidades y rupturas (Jelin, 2002).
El abordaje analítico de la experiencia ha sido clave en la teoría y epistemología feminista (Brooks, 2007). Pero más que existir una memoria femenina que se vincula a una experiencia común de las mujeres, narrar los sentidos del pasado es una oportunidad de construir y significar experiencias que traen al presente espacios feminizados por órdenes de género que han sido invisibilizados de las historias hegemónicas, siendo así desconocidas y minimizadas en su potencia (Troncoso, 2020; Troncoso y Piper, 2015). “Lo personal es político” es así una consigna que aparece también en los trabajos de la memoria (Jelin, 2002) desde una perspectiva feminista, permitiendo que se hagan experiencia en el relato historias silenciadas de la vida cotidiana que, por ejemplo, en el estudio de los movimientos sociales, han sido eclipsadas por las memorias de los repertorios violentos o los desplegados en el espacio público, para así desconocer otros ámbitos en los que ocurre la conflictividad social y otras formas de lo político.
La manera intergeneracional en que se transmiten y construyen las memorias es un aspecto clave, aunque reciente, para los estudios de la memoria y el análisis que ofrece este artículo. Reyes et al. (2014) afirman que los ejercicios de la memoria no se constituyen sobre propiedades transferibles, sino a partir de procesos intersubjetivos de los que participan diversas generaciones. De esta manera, proponen la noción de dialogía intergeneracional con el fin de resaltar el carácter relacional y las diversas posiciones que se desenvuelven en las construcciones de la memoria. En esta línea, Olivari (2020) refiere a las tramas de las memorias locales, resaltando el lugar de los espacios cotidianos en la transmisión y construcción intergeneracional de las memorias y el papel que en ello tienen los conflictos, las mediaciones y las negociaciones.
De esta forma, la heterogeneidad, los conflictos y disputas en los ejercicios de la memoria le convierten en arena política. Pero su potencia política no concluye en la manera en que ordena el pasado, sino en su carácter constituyente (Manero y Soto, 2005). Así, si bien los discursos hegemónicos estabilizan ciertos sentidos de la memoria a través de un campo representacional dominante, estos son susceptibles de fisurarse, controvertirse o relativizarse. Otras experiencias y sus bemoles pueden narrarse y articularse desde lugares no hegemónicos para desestabilizar lo constituido y crear utopías de futuro. De esta forma, las políticas de la memoria no provienen sólo desde los actores de poder institucional, sino también de la acción colectiva promovida por grupos que estratégicamente apelan al pasado (Vélez et al., 2021).
Al tener en cuenta el carácter relacional, conflictivo y político en el hacer de las memorias, acudimos al concepto de ensamblaje propuesto por Deleuze y Guattari (1987) para analizar la manera en que en ello se articulan las voces de las distintas posiciones del sujeto. Para estos autores los ensamblajes se crean a partir de las relaciones entre las partes. Dentro del amplio desarrollo teórico que cobija, nos interesa resaltar tres ejes de esta relacionalidad. En primer lugar, la no totalización o síntesis lógica (Escobar y Osterweil, 2009); en segundo lugar, la capacidad generativa de las interacciones entre las partes; y, finalmente, el reconocimiento de una agencia en y a través del ensamblaje (Conway et al., 2018). Este concepto nos permite discurrir por la heterogeneidad de las construcciones de los sentidos de las memorias según ciertas posiciones de sujeto y contextos, sin anular su discontinuidad o diferencia. Finalmente, también nos permite advertir la agencia política que se ejerce al relacionar las distintas memorias y su carácter generativo, como la propia agencia de los relatos de las memorias que comparten las participantes de acuerdo con sus posiciones generizadas y las genealogías asociadas a los ciclos de protesta del movimiento de pobladores.
Metodología
Los materiales discutidos en este artículo hacen parte de un trabajo de campo etnográfico realizado durante 18 meses entre 2021 y 2022. En el método etnográfico el sujeto que investiga participa en la vida cotidiana de las personas durante un periodo de tiempo y en las reflexibilidades que se generan en esta interacción. Integra amplias y variadas técnicas y actividades (observación participante, entrevista etnográfica e historias de vida, entre otras) mediante las cuales registra evidencia que permite la descripción de palabras y prácticas que dan sentido a la vida y al devenir de los sujetos de estudio (Guber, 2011).
La etnografía realizada con el Movimiento Ukamau comprendió la observación participante de movilizaciones, actividades políticas y organizativas del movimiento, tanto internas como externas. Adicionalmente, se llevaron a cabo 19 entrevistas en profundidad y cuatro historias de vida. Las entrevistas consideraron un encuadre biográfico que permitió contextualizar e indagar por los antecedentes de madres, padres y familiares y su relación con el movimiento de pobladores/as. Respecto al enfoque biográfico, se resalta lo señalado por Feixa y Andrade (2020) acerca de su capacidad de articular una síntesis vertical vinculada a la historia y una síntesis horizontal vinculada a la estructura social. En esta línea, los relatos biográficos de las mujeres entrevistadas -entendidos como las narraciones que los sujetos hacen de su vida o fragmentos de ésta (Moriño, 2017)- permiten visualizar los vértices de mutua afectación entre situaciones históricas y posiciones en la estructura social, como lo son el género y las generaciones a las que se adscriben.
Según caracterizaciones internas realizadas por el movimiento, el 90% de las participantes se identifica como mujeres; alrededor del 68% declaran liderar familias monoparentales; y ocho de cada 10 vive ―o vivió antes de obtener su vivienda con el movimiento― en situación de allegamiento en la casa de un familiar. Estas caracterizaciones se realizaron a las 424 familias que conformaron los comités que obtuvieron su vivienda en el 2020 y otras 200 familias que están en el proceso de demanda. Siguiendo a Pujadas (2010), las entrevistas realizadas buscaron la variabilidad de las/os participantes a partir de la consideración de criterios tales como género (19 mujeres - cuatro hombres), rangos de edad (ocho de 25 a 35 años, nueve de 36 a 45 años y seis de más de 50 años) y niveles de liderazgo según responsabilidades de gestión y organización política (siete socias/os, 14 con un liderazgo medio y dos directivas).
En este artículo se tejen las voces de las participantes del movimiento. Pone en diálogo sus relatos biográficos y los discursos enunciados por una las de las dirigentas, la cual opera un rol de mediación o incluso de “emprendedora de la memoria” (Jelin, 2002), dada su gestión en el legado de los sentidos del pasado. A partir de un análisis de contenido del corpus generado por estos relatos y discursos, se construye una tipología de memorias ejemplares, memorias de desmovilización y nuevas memorias, las cuales emergen como parte de los ejercicios de ensamblaje de las memorias jalonados por la acción colectiva.
Resultados
Memorias ejemplares
Vilma3 es una mujer de 58 años. Desde el 2020 vive en el Barrio Maestranza en un departamento que obtuvo como resultado de su lucha durante nueve años junto al Movimiento Ukamau. En el relato de su historia espejea especialmente lo que considera le fue transmitido por su madre. Su padre y madre participaron de una toma en Los Nogales, por lo que se reconocían como pobladores. Al cuarto año de vivir en el campamento, en el gobierno de Allende, les fue entregado un departamento de 72 metros cuadrados y tres habitaciones. Cuenta que su mamá siempre participó de espacios organizativos: primero en la toma y luego como presidenta de la junta de vecinos de los departamentos. La recuerda como una mujer aguerrida que “nunca se achicaba” y, afirma, “en esa parte yo me veo así, como muy, muy similar a mi mami. Noo, mi mami no se daba por vencida tampoco” (Entrevista personal, septiembre de 2021).
En resonancia con el testimonio de Vilma, Gloria, de 42 años, en un comienzo consideraba que al integrarse a un comité de vivienda perdería el tiempo y al final no pasaría nada. Un esfuerzo “sin ningún brillo” para su vida. Pero su mamá, “que era súper inteligente”, le sugirió que era necesario organizarse, así como ella lo había hecho en su juventud:
Mi mamá viene también del campamento, del campamento de Lo Hermida, entonces, ella está acostumbrada como … o lo ha visto, como la organización, la dirigencia, lo ha visto ya, ya sabe cómo es (Entrevista personal, octubre de 2022).
Asimismo, María, de 53 años afirma que nació en Los Nogales:
Fundadores de allá mis abuelos … Yo nací en organización. Yo no me hice en el tiempo una persona que le gustaba lo que es social, sino que yo nací así. Tengo en el ADN mío, en mis venas corre lo social (Entrevista personal, septiembre de 2021).
En los relatos de estas participantes del movimiento, y ahora vecinas del Barrio Maestranza, sus experiencias de lucha se conectan con las memorias de lucha de sus madres y abuelos. Evocan lo que estos últimos vivieron durante la década de los sesenta y comienzos del setenta cuando las tomas y la construcción de campamentos se multiplicaron de manera exponencial en varias regiones del país y se convirtieron en el repertorio de acción colectiva que permitiera referenciarles como movimiento de pobladores/as (Angelcos y Pérez, 2017; Garcés, 2002). No vivieron las tomas ni la entrega de un apartamento por Allende, pero aludir a las experiencias de otras generaciones se hace parte de su relato biográfico; les permite contrastar las condiciones de su presente y convertirse en un referente de lo posible, motivando su movilización.
La intensidad de la demanda organizativa desafía los regímenes de la división sexual del trabajo, lo que se materializa en limitaciones de participación. De manera común son referenciados casos de compañeras que fracasan en su esfuerzo de responder a los compromisos organizativos, dados los conflictos que esto les genera en el hogar, especialmente por las confrontaciones con sus parejas. De acuerdo con Vilma:
Los hombres siempre decían andan puro hueviando, van a puro hueviar, a perder el tiempo. Deja a los cabros chicos solos, y cuestiones … Me daba rabia cuando decían ‘no, no, es que no voy a poder venir a más reuniones’ (Entrevista personal, septiembre de 2021).
Así, organizarse implica articular y buscar formas de compaginar las tareas cotidianas determinadas por los roles de género, el trabajo remunerado -cuando se tiene- y las distintas actividades que demanda la organización: reuniones, acciones de protesta y encuentros. Esto configura el poder desenvolverse en una triple jornada (Zibecchi, 2014). De allí que sea posible afirmar que buena parte de la lucha se da en casa y en los tiempos cotidianos, por lo que acudir y darles sentido afirmativo a otras experiencias del pasado en este plano potencia la agencia de las mujeres en su propósito de participar de las acciones colectivas. En esta línea, Vilma menciona que “yo me encuentro así como muy como era mi mami. Mi mami no paraba. Para arriba, abajo todo el día” (Entrevista personal, septiembre de 2021), mientras que Gloria alude al “saber organizarse” que le comparte su madre de su experiencia pasada.
De esta forma, estas participantes del movimiento de pobladores/as contemporáneo, evocan y apoyan su lucha en las memorias familiares de pobladores/as históricos, en las que se destacan las experiencias de sus madres. Son memorias que estimulan su movilización. Se nombran “ejemplares” en tanto apelan a la representación heroica del pobre urbano que produce la ciudad en un contexto de adversidad, lo cual tiene otros correlatos latinoamericanos (Cortés, 2013), pero también un saber cultural, a partir de posiciones generizadas, que se activa a través de los tejidos de las memorias y que estimula su participación, a pesar de las restricciones que les imponen los órdenes de género (Jelin, 2002).
Memorias de la desmovilización
Cuando Macarena de 32 años se vinculó a Ukamau en el 2011 afirma que no tenía información de nada. No sabía nada de la política de vivienda, ni lo que implicaba organizarse con el propósito de obtener una vivienda social, especialmente en un movimiento que se declaraba abiertamente “político”. Hasta ese momento su mayor cercanía experiencial se vinculaba a la memoria del proceso vivido por sus padres, quienes habían obtenido una vivienda social en Maipú en 1996. En la misma línea, Sofía, de 37 años, sostiene que con su padre, madre y hermanos vivió siempre como allegada en casa de sus abuelos, hasta que pudo obtener su vivienda en el barrio Maestranza. Ni a sus padres ni a ella le eran familiares las movilizaciones por la vivienda. Mientras que Melanie, una mujer de 36 años y que al momento de la entrevista vivía como allegada en la vivienda social que adquirió su mamá en el 2000 en Maipú, señalaba que su mamá había obtenido el subsidio, pero que ella no sabía nada porque nunca se movilizó o se interesó por algo político.
Al contrario de las memorias que traen al presente el heroísmo de antepasados que se tomaron la ciudad para hacer sus barrios, las memorias de lo vivido por las madres de Macarena, Sofía y Melanie no integran experiencias de procesos organizativos. De allí que se cuestione el compromiso temporal y emocional que implica la organización y cómo compite con otras responsabilidades e intereses. Un compromiso que no sólo les permite conservar su estatus como socias, sino además interpretar la propia subjetividad política. De hecho, los cuestionamientos a las formas en que se realiza la demanda por la vivienda interpelan su carácter “político” y colectivo. Así, la manera que desplazan los mandatos de género, la movilización pública y la utopía de construir un buen barrio contradice las experiencias que se transmiten en las memorias de madres y familiares:
No tenía información de nada, porque además que cuando yo me integro al Ukamau está por detrás mi mamá, que también había estado en un comité que también había obtenido su primera vivienda junto con mi papá, a trabajo en un comité. Así como, ¡es que nosotros no nos juntábamos tanto. Es que nosotros no teníamos que ir a cortar la Alameda. ¡Es que nosotros no teníamos que hacer esto, es que por qué! Y empiezan todos esos temas, así como ¡pero por qué tú haces esto si yo postulé de la misma forma y no tuve que hacer esas cosas! (Macarena, entrevista personal, enero de 2022).
Mientras que Melanie señala:
Mi mamá es súper ignorante. Yo trato de hablarle, de contarle. Igual ella sabe del Ukamau y todo, pero en cosas de política … le cargaba que hablara. Ay, ay, ya. Me da lo mismo (Entrevista personal, enero de 2022).
No obstante, las resistencias y los cuestionamientos frente al componente político de sus actuaciones se convierten para estas participantes del movimiento en una base para situarse como parte de un grupo que demanda al Estado soluciones habitacionales. Les permite ubicarse a partir de una concepción de vivienda y el propio alcance de lo que se demanda. Así, para Macarena, el departamento que obtuvieron sus papás por medio de un comité en la década del noventa era uno de los tantos proyectos habitacionales de vivienda social entregados en la época, los cuales no ofrecían las condiciones que ella deseaba tener, pues se trataban de:
Un bloque aquí, un bloque acá y las escaleras cruzadas entre medio. En esa ... en ese tipo de vivienda vivíamos nosotros … Nunca se consideró el tema de -o la importancia- en el fondo que tenía la recreación en general, no solo de los niños, sino que de todo el núcleo familiar nunca fue considerada en un proyecto de vivienda anteriormente. Entonces, esa era para mí una diferencia súper importante, porque yo ya había vivido en ese tipo de departamentos y no era algo que yo le quisiera brindar a mis hijas (Entrevista personal, enero de 2022).
Por su parte, para la madre de Sofía:
Mi mamá tenía como, a ver cómo te explico, como ese pensamiento de todas las personas, que llegó como la gente mala de todos lados y que se unió en las viviendas sociales, que es la típica que todos piensan acá en Chile (Entrevista personal, septiembre de 2022).
El ajuste a los procedimientos establecidos por la política de vivienda desde un modelo neoliberal en los años noventa y 2000 por parte de las madres de Macarena y Melanie, pero también la imposibilidad de acceder a un subsidio por parte de la madre de Sofía, hace que emerja una memoria que desconoce y cuestiona las prácticas y los sentidos que sostienen lo que considera es la misma demanda por vivienda que realizan ahora sus hijas. Característica que atiende a los procesos de desmovilización política de los sectores populares conducidos por la dictadura y la Concertación (Murphy, 2015). Estos cuestionamientos se traducen en condicionantes para las participantes, quienes deben argumentar y resistir los reclamos por sus constantes ausencias frente a los roles de género asignados, dándole un sentido y una distinción a su participación: luchar por algo más que una vivienda y ser parte del proyecto político que construye Ukamau. Así, la distancia o ruptura que se expresa entre unas y otras memorias son inteligibles y conectadas a partir de la acción colectiva y los marcos de expectativa que construye; es decir, el movimiento posibilita un proceso dialógico de construcción de las memorias en el que se hacen presentes posiciones generacionales que se vinculan a diferentes momentos de la política de vivienda y ciclos del movimiento de pobladores.
Nuevas construcciones y ensamblajes de las memorias en los discursos de lucha del movimiento por la vivienda y la ciudad
En los discursos presentados por la vocería o la dirigencia del movimiento Ukamau en encuentros formativos, asambleas y entrevistas, se hacen contantes referencias a las conexiones con un pasado histórico como pobladores/as. Se articulan relatos de las experiencias de abuelas/os y padres/madres en la fundación de las poblaciones de la ciudad de Santiago a partir de tomas de terrenos, las memorias más recientes como hijas/os de aquellos que fueron beneficiarios de las políticas habitacionales de factura neoliberal de los años ochenta, noventa y 2000, y aquellas nuevas memorias que construyen a través de la movilización contemporánea por el acceso a la vivienda y la ciudad. Una articulación que significa y dota de legitimidad las reivindicaciones que protagonizan en el presente y la concepción de un “nosotras” como sujetos políticos que disputan la ciudad, de allí que sea posible identificar la realización de ensamblajes de la memoria como una práctica colectiva de interés político.
En los trazos de la memoria de los primeros habitantes de los barrios, se rememora una experiencia familiar. Historias fundantes y ejemplares describen los contextos de lucha por la ciudad, pero especialmente la constitución del sujeto político que todavía encarnan como descendientes: “somos parte de aquellos, y nosotros siempre lo decimos: somos bisnietas y nietas de aquellos que llegaron a poblar este lugar” (Diana, intervención en proceso formativo Ukamau, abril de 2022). Aludir a esta herencia expresa una apropiación simbólica de la ciudad que reclaman en el presente, conectada a las significaciones territoriales, las relaciones comunitarias y habitabilidades de calidad:
La población, Los Nogales, … que fue a partir de una toma que se auto construyó … Todavía sus viviendas están de pie y eso las mismas pobladoras, los pobladores, fueron quienes planificaron en compañía del Estado (Diana, intervención en proceso formativo, abril de 2022).
En contraste, las memorias ejemplares se ensamblan con memorias de los agravios operados por las políticas habitacionales neoliberales que comienzan a implementarse a finales de la década de los setenta. Así, son aludidos en los discursos memorias que les ubican como afectados directos de estas políticas en su calidad de hijos e hijas de los beneficiarios, y con ello, la exclusión hacia la periferia de la malla urbana, la mala calidad de las viviendas, el rompimiento de lazos comunitarios y la ausencia de participación en la definición de sus propios proyectos:
De hecho, en lo personal, yo crecí en un barrio. A los aproximadamente 13 años mi madre recibió su vivienda, y en realidad era un baño y una cocina y no había nada más … No es lo mismo tener que movernos por la ciudad dos o tres horas o cuatro horas diarias para llegar a nuestras fuentes de trabajo, para llegar a nuestro centro educacional. No es lo mismo salir de nuestra casa y lo único que ver son espacios grises, microbasurales y no es lo mismo, y aquí hago una comparación porque mi mamá, que trabaja de empleada particular … Yo siempre veía la diferencia cuando me tocaba ir con ella a trabajar. No me tenía con quién dejar, entonces me iba a trabajar y yo miraba los barrios donde ella trabajaba, y decía ¡qué es bonito aquí!, pucha, a mí me gustaría vivir aquí (Diana, intervención en proceso formativo, abril de 2022).
Como puede leerse en el fragmento, nombrar el malestar que produce en el día a día una ciudad desigual, se teje con relatos de la memoria que sitúan subjetivamente las experiencias vividas por la madre y la dirigenta. Se expresa un sentido crítico que se conecta a lo vivido por otros. Las partes son conectadas, a partir de lo cual se perfila un sentido de alteridad y, en esta línea, un nosotros. Ese nosotros es historizado a partir de la propia ampliación o sustrato colectivo de la memoria: Entonces, “¿por qué nosotros no tenemos derecho a tener espacios como esos en nuestros barrios y nuestras poblaciones?”. Para luego agregar en otras líneas:
Ahí, particularmente creo que es como Ukamau, y reconociendo toda esta historia anterior. Toda esta, esta falta de construcción de ciudad, de una política pública adecuada, es que planteamos el desafío de que las organizaciones y en este caso los habitantes y las habitantes, son quienes tienen que tener el protagonismo necesario en este momento (Diana, intervención en proceso formativo, abril de 2022).
Des-neutralizar el sujeto político poblador es otro asunto clave en los ensamblajes de las memorias que promueven los discursos enunciados por las vocerías y las dirigencias del movimiento: “nosotras históricamente hemos sido parte de las organizaciones y de los movimientos de pobladores, pero no siempre éramos nosotras quienes teníamos el protagonismo” (Diana, intervención en proceso formativo, abril de 2022). Esta generización está asociada a un conocimiento que se manifiesta en las nuevas memorias de rearticulación como movimiento de pobladores/as:
Después de todo ese trayecto … ahí adentro a las chiquillas les dicen cada vez que entran, les dicen ya po’ pues, entra, si andaba puro hueviando, mira, viste a donde estoy ahora, mira la tremenda casa que tenís. Mira el tremendo barrio que construí, gracias a mí, gracias a mi lucha, gracias a que persistí, aprendí y porque una de las cosas más importantes en todo esto y que las compañeras constantemente nos dicen, es que lo aprendido y que en algún momento también lo dijeron, es como capaz que yo no tenga la casa. Capaz que no lo consiga. Pero todo lo que he aprendido en este proceso nunca nadie me lo va a quitar (Diana, intervención en proceso formativo, abril de 2022).
De esta forma, el sujeto político “poblador” que se referencia y construye a través de los relatos advierte un rol generizado. Des-neutralizar este sujeto político se produce como una acción discursiva apoyada en la revisión y el acercamiento a las diferentes memorias que se comparten en el movimiento. Así, las abuelas, madres e hijas tejen sus voces en estos ensamblajes de las memorias, conectando sus experiencias en un saber hacer que tiene lugar en la rearticulación del movimiento de pobladores/as.
Aludir a las memorias de experiencias vividas por otras generaciones, no sólo hace manifiesta una apropiación del pasado, sino la posibilidad de interpretar el presente y, en el caso del movimiento, crear nuevas memorias. De esta forma, se construyen nuevos relatos a partir de las conquistas que se derivan de su movilización actual como pobladoras que se disputan la ciudad, ya no a través de tomas y campamentos, pero tampoco ajustados al modelo ofrecido de la política habitacional neoliberal. Las nuevas memorias se apoyan en las conquistas logradas: “El Barrio Maestranza, disculpen lo autorreferente en esto, pero efectivamente muestra un camino distinto de cómo pensar la ciudad con sus habitantes” (Diana, intervención en proceso formativo, abril de 2022), un relato que se acompaña de haber logrado quedarse en el lugar que fundaron sus abuelas y abuelos, que tiene tamaños adecuados para la vida familiar y zonas verdes y comunes que estimulan la vida colectiva, entre otras características excepcionales con respecto a la generalidad de los proyectos de vivienda social.
La heroicidad de estas nuevas memorias articula el reconocimiento del poblador/a como sujeto político, aquel transmitido por las memorias de las generaciones que dieron origen a su constitución a través de las tomas de terreno y que parece diluirse en esas otras memorias de una generación beneficiaria de subsidios. No obstante, en el ensamblaje, los sentidos de las memorias de desmovilización que se relacionan con las décadas del ochenta, noventa y 2000, no hablarían de una incapacidad política de los sectores populares, sino de un engaño, del incumplimiento hecho a esta generación de forjar mejores condiciones de vida, pues los convirtieron en propietarios de media aguas, departamentos en mal estado y alejados de la circulación de los bienes y servicios que ofrece la ciudad. Finalmente, esto se relaciona de manera directa a identificar “que la desafección de la política es la herramienta que tienen para dominar” (Diana, intervención en proceso formativo, abril de 2022), lo cual nos acerca a la comprensión de la política de vivienda de carácter neoliberal como una tecnología de despolitización (Paulsen et al., 2019) con implicaciones de género.
Conclusiones
La rearticulación de la subjetivación política en clave de poblador en un presente neoliberal no ocurre en un sujeto neutro. Movilizarse requiere esfuerzos organizativos que lidian con la vida cotidiana de las mujeres que conforman la mayoría de las organizaciones de pobladores/as. La demanda organizativa se da tanto afuera como adentro del hogar, lo que desvirtúa las líneas divisorias entre lo público y lo privado, como lo señalan los enfoques feministas. La capacidad de lucha a la que se alude requiere de una disponibilidad y disposición para protestar en las calles, reunirse para preparar las actuaciones colectivas, ser parte de procesos formativos y otras tantas gestiones necesarias para acceder y ampliar los márgenes de la política habitacional. Como se expresa en los relatos aquí presentados, no todas logran responder a esta intensidad organizativa, se requieren apoyos familiares y comunitarios que permitan responder a las jornadas de trabajo remunerado, no remunerado y comunitario, lo que desafía sus posiciones y roles de género, llegando incluso a ser desestimulada su acción política en la ciudad, como ha sido demostrado por otros estudios (Sabatini, 1995; Zibecchi, 2014). En los relatos citados, la manera en que se ensamblan las memorias no sólo remite a unos periodos generacionales, sino a los sentidos otorgados a las formas de actuar con respecto a las condiciones que imponen esos periodos que se traen al presente, de tal forma que en la transmisión de estos sentidos se configura como conocimiento cultural generizado, ampliando así lo expuesto por Jelin (2002).
En línea con Koselleck (1979), destacamos cómo estos ensamblajes de las memorias entre las formas de lucha o desmovilización, según sea el caso, se vinculan con unas expectativas de futuro, en tanto en ellas se interpretan unas genealogías de lo posible como pobladoras. De allí que sea posible reconocer en el movimiento un agente que promueve políticas de la memoria (Vélez et al., 2021) en clave de género. Las experiencias de las mujeres participantes del movimiento de pobladores/as en otras generaciones, las de aquellas que no se movilizaron y las que participan del nuevo ciclo de movilizaciones adquieren un sentido relacional que apela a un nosotras que puede y sabe luchar en y por el espacio urbano, tanto en el pasado como en el presente. De tal forma, los periodos de desmovilización también son reinterpretados y codificados en los ensamblajes que operan en los discursos de lucha y en las prácticas cotidianas implicadas en la organización de las participantes.
Para terminar, los resultados presentados muestran cómo se historiza el protagonismo femenino en el movimiento de pobladores a partir de los ejercicios de la memoria. De ello sacamos dos reflexiones finales. Por un lado, el reconocimiento de la agencia y un ejercicio de posicionamiento de las mujeres en la producción de la ciudad, lo cual no desconoce las relaciones de poder de los órdenes de género y clase y su mutua constitución con el espacio urbano, sino la capacidad de desestabilizarlos en los ejercicios de construcción colectiva de la memoria, su fuerza simbólica en la producción de sujetos y potencia generizante (Troncoso, 2020; Troncoso y Piper; 2015); por otro lado, la manera en que tensionan y disputan sentidos frente a las trayectorias de la política de vivienda en Chile. Especialmente, mediante cuestionamientos que erosionan el éxito de la masificación de la vivienda social basada en principios neoliberales del individuo y el mercado. La periferización, la segregación y las calidades de la vivienda social que se encarnan en las vidas y las historias de los sujetos son resignificadas colectivamente y en atención a posiciones generizadas. Y, de esta forma, son des-privatizadas las afectaciones y malestares que producen las formas de la ciudad neoliberal, al mismo tiempo que otros referentes de hacer ciudad, que consideren las continuidades entre lo productivo y lo reproductivo, se instalan en la voz de las nuevas memorias.
Agradecimientos
El presente artículo es parte de los resultados de una investigación doctoral que contó con el financiamiento del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Colombia a través del programa Doctorados en el Exterior. La autora además hace parte del grupo RERDSA de la Universidad de Antioquia.
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Notas