Entrevista

Memorias urbanas del Movimiento Feminista durante la dictadura cívico-militar en Chile (1983-1990)

Urban Memories of the Feminist Movement during the Civic-Military Dictatorship in Chile (1983-1990)

Paulina Gatica-Araya
Universidad Católica Silva Henríquez, Chile
Luciana Pastor Martínez
Universidad de Chile, Chile

Memorias urbanas del Movimiento Feminista durante la dictadura cívico-militar en Chile (1983-1990)

Revista INVI, vol. 38, núm. 108, pp. 299-312, 2023

Universidad de Chile. Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Instituto de la Vivienda

Financiamiento

Fuente: FONDART Nacional 2022

Nº de contrato: Folio 636701

Descripción del financiamiento: FONDART Nacional 2022, Folio 636701, “Memoria Urbana Feminista: espacios simbólicos de la conquista de ciudadanía de las mujeres”. Investigador responsable: Fundación Vértice Urbano.

Durante la década de 1980, el Movimiento Feminista chileno retornó con fuerza para enfrentar a la dictadura cívico-militar, instaurada en 1973 por la Junta Militar dirigida por Augusto Pinochet. Este régimen dictatorial estuvo marcado por la violación sistemática de los derechos humanos (Berardi, 2017; Lira, 2013), la detención y desaparición de personas (Solís Álvarez, 2023) y la instauración del modelo económico neoliberal (Madariaga, 2019). También implicó la negación del proceso democrático y la reafirmación inmovilista-autoritaria del régimen, caracterizada por la negación de la participación social y política en general y, en el caso particular de las mujeres, por políticas concretas de ideologización y socialización marcadas por la redefinición de un modelo tradicional de dominación, donde se les asignó dos roles fundamentales: ser agentes esenciales del consumo, y ser reproductoras y mantenedoras de la fuerza de trabajo (Kirkwood, 2010).

En el mes de mayo de 1983, irrumpieron las Jornadas Nacionales de Protesta en el espacio público y sorprendieron a la sociedad chilena tras diez años de represión y censura (Bravo, 2019). En estas movilizaciones participaron diversas organizaciones sociales y políticas que comenzaron un ciclo de rebelión popular contra el régimen que se mantuvo hasta el retorno a la democracia. En este contexto, el movimiento feminista hace su primera aparición pública.

En agosto de 1983, el Movimiento Feminista realizó un mitin en la escalinata de la Biblioteca Nacional reclamando democracia. Gaviola et al. señalan que

fue una discusión tremenda, de meses, el decidir si salir o no como Movimiento Feminista, pero dijimos ‘hay que hacerlo visible porque nadie lo va a conocer, ni va a saber que existe, si no hay un grupo de mujeres que salga a la calle y diga que somos el Movimiento Feminista’ (Gaviola et al., 1994, pp. 127-128).

Esta primera aparición pública del Movimiento Feminista marca el inicio de movilizaciones de carácter político-feminista que se mantuvieron hasta 1990, solicitando democracia en el país y en la casa.

Para ahondar en los acontecimientos mencionados anteriormente, se realizó la entrevista que se presenta a continuación, con el propósito de comprender por qué, cómo y dónde, se desarrollaron los sucesos que definieron al Movimiento Feminista en dictadura, a partir del relato de vida de una de sus protagonistas: Verónica Matus.

Verónica Matus (Figura 1), es una destacada abogada de la Universidad de Chile, que ha desarrollado su carrera en torno a la defensa de los Derechos Humanos y de las mujeres. Trabajó en el Comité de Cooperación para la Paz y en la Vicaría de la Solidaridad, para luego integrarse en el año 1986 a “La Morada”. Entre sus trabajos se destaca su participación como coautora de “El derecho. Trama y conjura patriarcal” (1999), “Derechos humanos de las mujeres y las niñas” (1997), y es autora de cinco publicaciones del Programa Mujeres de la Comisión Chilena de Derechos Humanos (1993-1994).

Verónica Matus durante la entrevista (6 de julio de 2023).
Figura 1
Verónica Matus durante la entrevista (6 de julio de 2023).
Fuente: autoras.

Actualmente es integrante de Corporación La Morada, asociación feminista, autónoma, sin fines de lucro, creada en 1983. La Morada ha sido parte de la fuerza política y social del movimiento feminista chileno y latinoamericano. Surgió durante la dictadura cívico militar y en su actuar conjuga resistencias y rebeldías de mujeres, con deseos de libertad y autonomía negadas por un orden patriarcal. Con el lema “democracia en el país y en la casa” otorgó un domicilio a las prácticas personales y colectivas de las feministas, ligando el accionar del Movimiento Feminista y de mujeres de la década de 1980, con la recuperación democrática.

La entrevista se realizó bajo el alero del proyecto FONDART Nacional, Folio 636701, “Memoria Urbana Feminista: espacios simbólicos de la conquista de ciudadanía de las mujeres”, cuyo objetivo es estudiar los espacios urbanos simbólicos de la conquista feminista de ciudadanía durante el siglo XX en Santiago de Chile, para reconocer y comprender su relevancia en la construcción de una memoria urbano-espacial colectiva que reivindique a las mujeres como sujetos fundamentales de nuestra historia social y política.

Mediante una entrevista de tipo semiestructurada se buscó explorar en las memorias de la entrevistada, abordando su vida, su participación en el Movimiento Feminista, su llegada a “La Morada”, sus recuerdos sobre la primera aparición pública del Movimiento Feminista y cómo este se desplegó en el espacio público de Santiago, reconociendo lugares que marcaron la historia del movimiento y forman parte de la memoria urbana feminista. La entrevista fue realizada por Paulina Gatica Araya y Luciana Pastor Martínez, co-investigadoras del proyecto señalado, el 6 de julio de 2023, a las 18.00 horas, en la sede de la Corporación La Morada, Providencia, Santiago, Chile.

El Movimiento Feminista en dictadura

Paulina Gatica Araya (PGA). ¿Cuál fue tu vinculación con el Movimiento Feminista en la dictadura cívico militar ocurrida entre 1973 y 1990?

Verónica Matus (VM). Bueno, yo trabajaba en la Vicaría de la Solidaridad. Imagínense ustedes que empecé a ser parte del Comité de Cooperación para la Paz en septiembre del año 1973. En ese tiempo, trabajar ahí y al alero de la Iglesia implicaba un rol muy importante. Se creó la Academia de Humanismo Cristiano donde se generaron círculos con profesionales exonerados con la idea de mantener el pensamiento y la reflexión. En este contexto, el año 1979 un grupo de catorce mujeres creó el Círculo de Estudios de la Mujer, donde se realizaban diferentes actividades dirigidas a mujeres. Recuerdo haber ido a los primeros talleres, era muy bonito.

En ese entonces empezamos a convocarnos un montón de mujeres, para pensar sobre nuestra condición. Julieta Kirkwood, que trabajaba en FLACSO, fue quien hizo un primer curso de feminismo, el cual está publicado en el libro Feminarios. Fui a ese curso con una compañera de la Vicaría de la Solidaridad, recuerdo que no éramos más de ocho mujeres. En la tercera sesión, Julieta preguntó quién era feminista, y yo levanté la mano.

Además, hay que recordar algo que no siempre se menciona y es que las mujeres salieron el día uno después del golpe a buscar a los maridos, parientes, hijos, qué sé yo, y salieron de una manera muy valiente. Yo recuerdo los primeros encadenamientos de las mujeres afuera del Congreso Nacional. Una de ellas fue la madre de mi amiga Chechi, quien desapareció cuando tenía 21 o 22 años.

Es entonces, en este contexto, que yo llego al feminismo por un camino natural. En ese tiempo tú no podías vivir aislada y descubrí que la experiencia de ser mujer se podía compartir, que compartíamos la misma condición. Es una maravilla saber que formas parte de un colectivo donde hablas de la vida concreta, que queríamos vivir mejor, pasarlo bien. Esa mirada sobre la política y lo político que el feminismo abre, creo que es muy movilizadora. El año 1983 el Círculo de Estudios de la Mujer es expulsado de la Academia de Humanismo Cristiano, porque tenía un boletín que hablaba de divorcio, sexualidad y aborto (Figura 2). ¡Imagínate qué temas para la iglesia! Luego del cierre del Círculo de Estudios de la Mujer, se conforma el Centro de Estudios de la Mujer, con un enfoque en la investigación, y la Corporación La Morada, enfocada en el movimiento social y político feminista. Julieta Kirkwood fue una líder excepcional. Ella se quedó en La Morada, era académica y, desde esa condición, busca incorporar todo ese saber que da la práctica del feminismo.

Boletín nro. 12, Círculo de Estudios de la Mujer (1983).
Figura 2
Boletín nro. 12, Círculo de Estudios de la Mujer (1983).
Fuente: archivo propio.

Entre los trabajos con La Morada hicimos, por ejemplo, una escuela de mujeres en la Vicaría Oriente, en la que invitamos a mujeres de las ollas comunes, de los grupos de salud, a todas las organizaciones solidarias o de resistencia que tenían las mujeres de diferentes poblaciones. Julieta [Kirkwood] veía la historia del movimiento de mujeres, Eliana Betancourt se encargaba de desarrollo personal y autoestima, yo hablaba sobre ciudadanía y derechos humanos, Carmencita Vivanco hizo una unidad sobre vida cotidiana. Fue una experiencia increíble. Hasta el día de hoy hay mujeres que me llaman y que recuerdan eso. Yo creo que los caminos al feminismo se hacen entre mujeres.

Luciana Pastor Martínez (LPM). Nos hablaste sobre cómo se gestó La Morada, ¿podrías ahondar en cuál fue su función durante la dictadura?

VM. La Morada se crea el año 1983, como una casa abierta para las mujeres, donde se hacían distintos talleres en los cuales todas ofrecíamos nuestros saberes sobre temas como la sexualidad y el feminismo, fomentando la conversación entre mujeres. En estos talleres se genera un grupo alrededor de estas iniciativas, y al mismo tiempo, estaban pasando cosas afuera, en la calle, particularmente, todo el movimiento de protestas de 1983.

Entonces en ese momento tuvimos que pensar: “bueno, salgamos a la calle como mujeres que somos”. Margarita Pisano, arquitecta, hacía los lienzos y los pintaba. De forma paralela las mujeres que hacían los talleres que mencioné, empezaron a hacer encuentros. El primero fue en un Centro Cultural en el barrio Lastarria. Estaba repleto.

Así se empezó a gestar una relación con otras mujeres, entre las que llegaban a la casa de La Morada y las que salíamos a distintos lugares a realizar encuentros, talleres y capacitaciones. De esta manera, La Morada se empieza a conformar, y en ese tiempo, no podíamos ser corporación porque el Ministerio de Justicia daba las autorizaciones. Comprenderás que no nos iban a dar la autorización, por ello se constituyó como una sociedad de profesionales, ya que eso permitía manejar los recursos.

Posteriormente, comenzó todo el trabajo sobre violencia en contra de las mujeres, que era un tema que ayudaron a hacerlo muy visible quienes volvían del exilio y habían estado en casas de acogida en distintos países. En Chile todavía eso no tenía nombre y era una práctica de La Morada salir a recoger otras experiencias, sobre todo entre mujeres. Empezamos a hablar entre mujeres de derechos, en plena Dictadura, con una mirada de transformación cultural potente.

La Morada tuvo feminismos bien plurales, no éramos así como las del feminismo de la diferencia solamente, ni tampoco solo el de la igualdad, sino que éramos de un feminismo de buscar y de buscar juntas, aprovechando el inmenso conocimiento que hay en los movimientos de aquí y de otros lados.

PGA. ¿Qué nos podrías comentar sobre la intervención en las escalinatas de la Biblioteca Nacional, conocida como la primera actividad del movimiento en 1983?

VM. La primera manifestación en la Biblioteca Nacional fue muy bonita (Figura 3). Yo me acuerdo que nos reíamos porque en las manifestaciones, y en esas salidas que hacíamos con los lienzos, éramos alrededor de 17, no más que eso.

Eran las primeras salidas a la calle, entonces tenían que ser muy rápidas, no sabíamos lo que iba a pasar, con la gente mirándonos y el miedo que eso conllevaba. Recuerdo también, que hicimos una manifestación en el Museo de Bellas Artes. En la medida en que la gente nos miraba veíamos que nuestra acción tenía acogida y como que nos entusiasmábamos.

Salíamos con el lienzo para todos lados. No eran tremendas manifestaciones, pero salir era algo importante. Fue una tremenda afirmación para nosotras mismas, porque estábamos ahí, porque puedes ver las cosas con el tiempo, pero es otra cosa estar ahí mismo, ¿me entiendes? Además, yo creo que fue una afirmación del movimiento y ya después repartimos panfletos “democracia en el país en la casa” (Figura 4), incluso en la zona norte. ¡O sea, olvídate, no había celulares, no había Google, no había nada! Te perdías porque era imposible conocer todo Santiago, pero ahí estábamos.

Yo creo que el activismo feminista es una manera de estar en el mundo y es imposible acercarme a la otra sin activismo, o sea, ¿cómo conozco a las otras?, ¿cómo le cuento mi historia? ¿cómo hacemos cosas juntas? Entonces activismo significaba panfleto, significaba lienzo.

Movimiento Feminista, 1983.
Figura 3
Movimiento Feminista, 1983.
Fuente: Museo Histórico Nacional. Copyright© Colección Museo Histórico Nacional. Fotógrafa: Kena Lorenzini.

Panfleto 3º Protesta Nacional del Movimiento Feminista, 12 de julio de 1983.
Figura 4
Panfleto 3º Protesta Nacional del Movimiento Feminista, 12 de julio de 1983.
Fuente: Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile.

PGA. Respecto al uso del espacio público en la década de 1980 ¿qué lugares de la ciudad fueron significativos para el movimiento feminista?

VM. Bueno, de partida nuestras casas, como La Morada, eran lugares de libertad, de encuentro, de crecimiento y desarrollo. Creo que la Biblioteca Nacional fue muy importante, salimos varias veces a plazas, también. Recuerdo particularmente la plaza Camilo Mori, en Bellavista.

Yo creo que el uso del espacio público, o las salidas de estos colectivos, eran casi un motivo de celebración, era como que habíamos logrado hacer esto, habíamos logrado existir. Yo creo que esas salidas fueron super importantes y marcadoras de lo que era la acción política feminista. Era precisamente poner afuera esos procesos que teníamos entre nosotras de desarrollo del feminismo, y también como algo político, al ver en estos espacios donde no sólo tú circulas, sino donde todas las personas circulan. Conexión de unas con otras.

Las fotos del movimiento feminista en la calle son parte del legado, son historias que se historizaron. Sin embargo, no se hace historia de la foto pelando papas en una cocina, en el marco de las ollas comunes en dictadura. Ha sido muy lento, por ejemplo, reconocer que eso también es parte de una acción política.

El espacio de lo público es lo que te da el lugar en el mundo, y en ese punto, soy fanática de Hannah Arendt. Me encanta cuando dice que hay que tener un lugar en el mundo y esa es la existencia. Las mujeres se muestran de distintas maneras y van poniendo en lo público cosas nuevas.

LPM. Además de la Biblioteca Nacional, mencionaste también el Museo de Bellas Artes y la Plaza Camilo Mori. ¿Recuerdas otro lugar que haya sido importante o significativo para el movimiento feminista en dictadura?

VM. Recuerdo una de las últimas manifestaciones previas al plebiscito en el Parque O’Higgins, donde llegamos caminando por largo rato por Avenida Matta. Había mucha creatividad en la manifestación. Me acuerdo que una gritaba “Manolo, Manolo, plánchate las camisas solo”. La gente miraba sorprendida a estas mujeres que gritaban cosas muy entretenidas. La recuerdo como una fiesta, en medio de otras mujeres del movimiento, con mucho orgullo y felicidad.

Otra cosa que recuerdo y que mencioné anteriormente, fueron los primeros encadenamientos de las mujeres por los detenidos desaparecidos. Las mujeres salieron tempranamente al espacio público como forma de manifestación. También había muchas manifestaciones en Tribunales, por ejemplo, cuando se iba a presentar un recurso de amparo. Allí, las mujeres acompañaban gritando u ocupando los espacios.

La marcha “Somos Más” (Figura 5) fue preciosa, súper bien organizada. Recuerdo que una columna salió de Tobalaba con Providencia, había otra desde Carlos Antúnez. Después hubo una [marcha] que organizó Mujeres por la Vida, con las siluetas de los detenidos desaparecidos, en el Paseo Ahumada, si no me equivoco. Recuerdo haber salido de la Vicaría de la Solidaridad, que estaba más arriba, y estaban las figuras en negro. Fue muy importante ese despliegue de denuncia en el espacio público, ya que era una forma nueva de captar la atención. Tienes que pensar que en ese tiempo no era usual que las mujeres salieran a la calle juntas.

Panfleto Día Internacional de la Mujer “Somos +”, 8 de marzo de 1988.
Figura 5
Panfleto Día Internacional de la Mujer “Somos +”, 8 de marzo de 1988.
Fuente: Fondo La Morada, Archivo Mujeres y Géneros, Archivo Nacional de Chile.

LPM. ¿Qué importancia tuvo la intervención del movimiento feminista en las escalinatas de la Biblioteca Nacional para la construcción de una memoria urbana feminista?

VM. Bueno, yo creo que hay una cosa muy importante ahí y es la conexión de la biblioteca con el saber. Julieta Kirkwood plantea los nudos de la sabiduría feminista, y la elección de la biblioteca no es casual en ese sentido. Tal vez en ese minuto, habíamos algunas que no teníamos tanta conciencia de ello. Las mujeres en su primera salida exigiendo democracia en las escalinatas de la Biblioteca Nacional, es algo muy potente.

El saber para las mujeres era algo que estaba cerrado. Marta Cruz-Coke fue la primera directora de la Biblioteca Nacional después del 90’. No había baños de mujeres. La biblioteca era una construcción masculina, porque el saber era para ellos. Por eso, esa conexión de la biblioteca con el saber y el estar afuera de ella demandando democracia, representa algo muy lindo y subversivo. Todo lo que se hizo en ese periodo, fue tremendo como resistencia y de querer visibilizar lo invisibilizado. De querer derribar esas estructuras.

PGA. Para finalizar la entrevista ¿hay alguna reflexión que quieras agregar a partir de lo que hemos conversado?

VM. La inmensa tranquilidad de que están ustedes. La certeza del legado es una cosa súper importante, y eso, no es solamente, un tema de las viejas con las jóvenes, también, debe ser un tema de las jóvenes con las viejas.

El movimiento feminista, por tratarse de un movimiento emancipador, requiere saber cuáles fueron los caminos que se abrieron antes, sobre todo, considerando que los caminos de las mujeres se abren y se cierran con una facilidad increíble.

Reflexiones finales

El Movimiento Feminista tuvo un importante y valiente rol en la búsqueda de democracia y justicia durante la década de 1980, además del empoderamiento de las mujeres a partir de la generación de instancias colectivas para compartir saberes y demandas, reivindicando la lucha feminista en el país.

En términos urbanos, el Movimiento Feminista consideraba dentro de sus acciones políticas, el uso colectivo del espacio público para interrumpir la cotidianidad de la ciudad y demandar “democracia en el país y en la casa”. Esta fue una práctica fundamental de activismo político del feminismo, la cual puede evidenciarse hasta el día de hoy en las actuales manifestaciones públicas del movimiento feminista.

La memoria de las mujeres feministas, tal como queda plasmado en esta entrevista, se vincula estrechamente con lo acontecido en el espacio urbano. En este sentido, la identificación de los lugares que fueron ocupados e intervenidos por el feminismo nos permite rememorar la historia política y social de este movimiento. Tal es el caso de las escalinatas de la Biblioteca Nacional de Santiago, lugar donde ocurrió uno de los hitos fundacionales del Movimiento Feminista en dictadura. Avanzar hacia su reconocimiento en la ciudad, nos posibilitará construir una memoria urbana que reivindique el protagonismo de las mujeres en la lucha por la recuperación democrática de nuestro país.

Agradecimientos

Nuestros sinceros agradecimientos a Verónica Matus, por abrirnos las puertas de su vida y de La Morada, para compartir de manera desinteresada sus conocimientos y experiencias, inspirándonos a seguir con la lucha feminista. A Francisca Mieres y Valentina Saavedra, compañeras de Vértice Urbano, por su apoyo en la transcripción y gestiones. A Camila Vicencio por su detallada recopilación de archivos. A Luis Campos por la invitación a compartir esta valiosa entrevista.

Referencias

Berardi, L. (2017). Violación de derechos humanos durante la dictadura cívico-militar de Pinochet y los gobiernos de la post dictadura en Chile. Discurso & Sociedad, 11(3), 458-484.

Bravo, V. (2019). Etnografía histórica de la protesta urbana: las jornadas nacionales contra la dictadura, Santiago de Chile, 1983-1986. Antropologías del Sur, 6(12), 129-149. https://doi.org/10.25074/rantros.v6i12.1547

Gaviola, E., Largo, E., y Palestro, S. (1994). Una historia necesaria. Mujeres en Chile: 1973-1990. s. n.

Kirkwood, J. (2010). Ser política en Chile. Las feministas y los partidos. LOM.

Lira, E. (2013). Algunas reflexiones a propósito de los 40 Años del Golpe Militar en Chile y las condiciones de la reconciliación política. Psykhe (Santiago), 22(2), 5-18. https://doi.org/10.7764/psykhe.22.2.676

Madariaga, A. (2019). La continuidad del neoliberalismo en Chile: ideas, instituciones e intereses. Revista de Estudos e Pesquisas Sobre as Américas, 13(2), 81-113. https://doi.org/10.21057/10.21057/repamv13n2.2019.23217

Solís Álvarez, E. M. (2023). Violaciones a los derechos humanos durante la dictadura cívico militar chilena y las denuncias desde la prensa de oposición entre los años 1983-1988. Rumbos TS, 18(29), 69-88. https://doi.org/10.51188/rrts.num29.724

Financiamiento

FONDART Nacional 2022, Folio 636701, “Memoria Urbana Feminista: espacios simbólicos de la conquista de ciudadanía de las mujeres”. Investigador responsable: Fundación Vértice Urbano.
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