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Recepción: 21 Mayo 2015
Aprobación: 31 Mayo 2016
Resumen: La noción de libertad representa uno de los puntos capitales de toda la obra de Cornelio Fabro. En el presente escrito se desarrollan algunas de sus tesis principales con el propósito de examinar la singular interpretación que ofrece el filósofo italiano sobre este asunto. Se destacan particularmente dos aspectos, a saber, la estrecha relación que se establece entre el concepto de ser y el concepto de libertad, y los distintos planos intencionales que revelan la energía originaria de la conciencia, la libertad radical.
Palabras clave: Libertad, Ser, Sensibilidad, Intelecto, Razón.
Abstract: The notion of freedom represents one of the main points of the entire work of Cornelio Fabro. In this paper, some of its main thesis will be developed with the purpose of examining the singular interpretation offered by the Italian philosopher on this subject. Two aspects will be particularly highlighted; namely, the close relationship that exists between the concept of being and the concept of freedom, and the various intentional planes that reveal the originary energy of consciousness, the radical freedom.
Keywords: Freedom, Being, Sensibility, Intellect, Reason.
Resumo: A noção de liberdade representa um dos pontos capitais de toda a obra de Cornelio Fabro. No presente trabalho se apresentarão algumas de suas principais teses com o propósito de examinar a interpretação singular que o filósofo italiano oferece sobre este assunto. Se destacarão principalmente dois aspectos, a saber, a estreita relação que se estabelece entre o conceito de ser e o conceito de liberdade, e os distintos planos intencionais que revelam a energia originaria da consciência, a liberdade radical.
Palavras-chave: Liberdade, Ser, Sensibilidade, Intelecto, Razão.
Introducción
La obra de Cornelio Fabro es conocida principalmente en los círculos tomistas por sus voluminosos trabajos sobre el pensamiento de Tomás de Aquino.1 En efecto, el filósofo italiano ha procurado en sus escritos recuperar aquellos principios metafísicos del Aquinate que la escolástica posterior ha descuidado o desvirtuado en algunos casos. A este respecto comenta uno de sus estudiosos:
Que Cornelio Fabro haya sido y siga siendo una de las voces más ilustres del pensamiento tomista se confirma no solo por el número de las obras publicadas, sino también por el prestigio del que ha gozado durante el itinerario entero de su actividad especulativa de hombre y de pensador.2
Para muchos, Fabro se eleva como uno de los más autorizados y representativos intérpretes del doctor medieval del siglo pasado, como señala Di Stefano:
La metafísica tomista en el siglo xx encuentra en Cornelio Fabro su figura más expresiva. En diálogo con los más importantes filósofos del pensamiento occidental, y a través de un riguroso itinerario, Fabro recuperó la originalidad del pensamiento de Santo Tomás, a pesar de las sombras proyectadas a lo largo de la historia del tomismo, especialmente en su propia escuela. Esta originalidad consistió en concebir el ser (esse) como acto emergente en relación con todos los actos, de modo diferente a la fuente aristotélica. El ser se manifiesta así como fundamento del obrar y del pensar, abriendo nuevas perspectivas para uno de los temas centrales de la filosofía contemporánea: la cuestión de la libertad.3
No obstante lo indicado, la labor del filósofo italiano no se limita a la exégesis de Tomás de Aquino, sino que también se extiende a otros filósofos del mundo moderno y contemporáneo como Immanuel Kant, Georg W. F. Hegel, Søren Kierkegaard y Martin Heidegger, entre otros.4 Es menester advertir, en este sentido, que los temas que trabaja, los autores que examina, y el modo peculiar con el que articula tales temas y autores, tornan muy difícil hacer una clasificación o una categorización de su pensamiento.5 La afirmación de Giuseppe Pizzuti, en relación con este asunto, resulta pertinente:
Fabro no puede ser reconducido bajo ninguna etiqueta, ni siquiera bajo aquella de tomista, aún siendo uno de los máximos estudiosos e intérpretes que el Aquinate haya tenido en el Novecientos.6
Algunos especialistas resumen en diferentes puntos las líneas principales de investigación de toda la actividad científica del filósofo italiano.7 Tal es el caso de Jörgen Vijgen, quien recoge, a partir de las investigaciones realizadas por los integrantes del Progetto Culturale Cornelio Fabro, algunos de los leitmotivs que se exponen a continuación:
1) La centralidad de la metafísica de la participación; 2) la importancia ontológica del actus essendi; 3) su crítica a todo tipo de formalismo esencialista; 4) el diálogo y confrontación con la filosofía moderna; 5) la importancia de una epistemología tomística; 6) el “principio de inmanencia” que yace en el corazón del ateísmo moderno y de la teología liberal; 7) su recuperación de Kierkegaard;8) la contribución del tomismo para una genuina comprensión de la libertad; 9) su insistencia en un retorno a la metafísica.8
Pues bien, en este trabajo se aborda solo uno de los principales ejes temáticos de la obra del filósofo italiano: el problema de la libertad,9 con la intención de desarrollar concisamente algunos principios de su pensamiento, poco estudiados hasta el momento, y que manifiestan un novedoso planteo especulativo.
Ser y libertad
Desde un punto de vista analítico, es posible afirmar en el plano existencial la interacción o conjunción dialéctica de dos campos, a saber, el campo de la objetividad y el campo de la subjetividad. El primero hace referencia a la esfera del ser, esto es, al abrirse del ser de frente a la conciencia; el segundo hace referencia a la esfera de la libertad, es decir, a la actuación trascendental de las virtualidades del espíritu humano.
La primera esfera, aquella de la objetividad, no designa el esse ut actus de Tomás de Aquino sobre el que tanto reflexiona Fabro, es decir, no indica el ser originario que es propio del plano metafísico, sino que indica el exponerse, el ofrecerse o bien el darse fenomenológico de la naturaleza, de la técnica, etc., que deriva de la sinteticidad absoluta del esse.10 En otras palabras, el ser del que se hace mención en relación con la objetividad es aquel sobre el cual se pronuncian las distintas disciplinas científicas, la “presencia del presente” y no la actualidad última del actus essendi que es precisamente, para Fabro, el acto que hace posible la presencialidad efectiva de todo lo presente.11
Pues bien, de acuerdo con la reflexión del filósofo italiano, ser y libertad no son dos cosas distintas, sino que tienen entre sí una íntima correspondencia, una concordancia intrínseca:
“Ser” y “libertad” no son sinónimos ni tampoco son dos temas o dos búsquedas diversas o heterogéneas, sino que se pertenecen recíprocamente: una conduce a la otra, son —si se puede decir— como el cóncavo y el convexo, el fondo y el fundamento, el contenido y el acto, constituyen pues aquella dupla dialéctica dentro de la cual surge, se desenvuelve y debería cumplirse la actuación del ser del hombre.12
Se trata pues de una verdadera appartenenza según el sentido fuerte que tiene este término en la posición especulativa de Cornelio Fabro. El problema filosófico del ser tiene su cumplimiento, su punto culmen, en la noción misma de libertad:
Se comienza por el ser para alcanzar la libertad, empero el mismo sentido del ser y su expansión en el interior del hombre concierne, se refiere y no tiene sentido más que respecto de la libertad.13
Lejos de toda contraposición, ser y libertad se comportan como lo externo y lo interno de una misma realidad. Adentrarse en el fondo de la objetividad es de algún modo entrever el principio y origen de la subjetividad. Penetrar el fondo de la subjetividad en cierta medida es vislumbrar el principio y el origen de la objetividad. Se trata, pues, de una especie de “incidencia esencial” de la objetividad en la subjetividad y de la subjetividad en la objetividad.
La libertad revela así la trascendentalidad del ser humano.14 Ella, según entiende Fabro, coincide con la personalidad y por consiguiente con la esencia misma del hombre. La libertad no es algo que se posea, una simple “propiedad” de la naturaleza humana, ni tampoco un principio al cual se llegue o reconozca por deducción.15 La libertad es aquel inicio absoluto y radical del cual emergen y convergen —como su primer núcleo y su fondo último— todas las actividades humanas. Sin la libertad los actos del hombre carecerían de figura, fisonomía, significado y valor.
Ahora bien, es menester advertir, de acuerdo con lo apuntado, que el ser representa el fundamento, en tanto que la libertad constituye el fondo de ese fundamento.16 El ser es, pues, el primero y el último paso del espíritu, la proyección y la exploración de sí, la surgente, el principio, la luz de aquel camino de la conciencia que busca el sentido de su libertad.
Siendo aquello primero en sí y por sí, el ser no solo es el huésped del espíritu, sino también el único principio capaz de poner en acto al espíritu mismo, de actuar, en tanto fundamento, el fondo de la libertad que es el ser originario del hombre. La libertad es el principio del hacer, del buscar y del encontrar, del obrar y del conocer, del refugiar y del abandonar. En este sentido, el auténtico ser (essere) del hombre es el hacerse (farsi), es decir, el dar cumplimiento del propio ser, el devenir por medio de la libertad que es el acaecer al modo de un “segundo ser”.17
La libertad es, pues, un acoger la propia forma de ser que se ha elegido ser. Puede decirse que es una “cualidad nueva del ser”, un principio original, el único que en cierto modo emerge por encima de la misma naturaleza que lo establece. He aquí entonces lo más propio de la libertad humana en el ámbito existencial, a saber, el dominio sobre el ser18 de acuerdo con el señorío de su propio ser:
La libertad es, precisamente, aquella capacidad del hombre, y del hombre solamente, “mediante” la cual algo puede ser lo que de otro modo no sería y algo no puede ser lo que de otro modo podría ser.19
La determinación de la libertad coincide con la determinación del ser. Es verdad que la libertad es determinada por el ser como lo es el fondo respecto del fundamento, pero la libertad determina al ser como el centro mismo originario de determinación del fundamento que está contenido en el fondo. La esfera del ser en cierta medida es el presentarse de lo real en tanto imposición. En efecto, no es posible alterar sus caracteres, es decir, no se puede hacer presente cuando está ausente ni puede hacerse ausente cuando está presente. La libertad, en cambio, tiene el poder de hacer que el ser que podría no ser sea, y que el ser que podría ser no sea.20 La libertad es, pues, vecina a la creación.21
Esta doble impronta, a saber, la de sujeción de la libertad al ser y la de superioridad de la libertad sobre el ser, es expresada con particular talante existencial en la siguiente cita de Fabro:
a) El hombre se busca en el ser…; el cielo mismo de la conciencia antes de toda presencia se ilumina por la iluminación del ser, se oscurece por el oscurecimiento del ser. Ser prisioneros del ser es la libertad. b) El ser se ilumina en el hombre: el ser mismo que es luz se ilumina mediante la libertad. Bajo un cierto aspecto el hombre es más grande que el ser, porque el hombre es más profundo que el ser, es más inagotable que el ser, porque el hombre ¡es libre!22
Ser y libertad, fundamento y fondo, se presentan por consiguiente como una realidad inescindible: el yo es libre porque es en el ser, asimismo, el yo se mueve en el ser porque es libre.23
La libertad radical
La libertad puede ser entendida de muchas maneras. Una de las interpretaciones más corrientes que surge es aquella de sentido negativo que denuncia la multiplicidad de obstáculos que se le presentan a la libertad por parte de la naturaleza, la sociedad e incluso el mismo yo considerado “psicológicamente”.24 De acuerdo con esta consideración, la libertad no es otra cosa que el poder de ejercitar, sin restricciones ni ataduras, las virtudes y derechos que le son propios.
Dicha concepción, no obstante, se muestra en la reflexión filosófica todavía pobre. Puede decirse que se trata de libertades “ónticas”, “regionales”, como declara Husserl, o bien de libertades “aplicadas” como afirma Heidegger. Tales “libertades”, circunscriptas a la sola esfera del ente y de lo múltiple, tienen su desenvolvimiento, por ejemplo, en el campo de las ciencias, de la técnica, del arte, de la religión, de la cultura, de la política, etc.25
Pues bien, anterior a la existencia de estas libertades se halla de raíz una libertad constitutiva, originaria. Esta libertad no conlleva el simple hecho de comportarse “así” o “de este otro modo”, sino que comprende de forma absolutamente positiva y radical el ser y el hacer de sí, aquello que precisamente configura y constituye la “subjetividad trascendental” del ser humano.26 Esta libertad, según el filósofo italiano, puede ser considerada en el interior mismo de la conciencia según el ritmo de los variados planos intencionales que se descubren en ella. Estos planos u horizontes de la conciencia humana son básicamente tres: la sensibilidad, el intelecto y la razón.
En lo que respecta al plano de la sensibilidad, deben tenerse en cuenta en primer lugar los sentidos externos que son los que permiten al hombre su contacto directo e inmediato con el mundo circundante. Esta sensibilidad externa es de capital importancia, ya que sin ella el hombre no podría percibir nada, ni siquiera su propio yo. Efectivamente, el surgir mismo del espíritu y de las cosas, la advertencia del propio yo y de lo real, depende de esta sensibilidad que introduce y posiciona a sí mismo en el mundo y frente al mundo.27
De acuerdo con lo señalado, el mundo no se muestra al hombre simplemente como aquello que lo reviste externamente, sino también y de manera especial como aquello que lo penetra, que lo individúa, y que le indica que su ser es un “ser en el mundo”. Ahora bien, en este momento la libertad se muestra exterior puesto que tal mundo, es decir, el mundo de los sentidos externos, desvela el campo de acción en el que opera el sujeto.28
A modo de extensión o continuación de la sensibilidad externa, viene la sensibilidad interna (imágenes, recuerdos, etc.), en donde se produce aquel mundo interior que se relaciona, se conecta, se alimenta y en parte también se contrapone al mundo exterior, como una determinación nueva y original de algo que pertenece en última instancia al propio sujeto.29
Un mismo espectáculo de la naturaleza, explica Fabro, puede repercutir de forma distinta en cada sujeto, aunque el acontecimiento contemplado sea exactamente el mismo. Sucede que la sensibilidad interior trasciende en cierta medida la sensibilidad exterior, va más allá de las impresiones que provocan su movimiento. Se da una especie de contacto profundo con lo profundo de las cosas. El hombre, en efecto, ya no se comporta como un simple espectador de la naturaleza, sino como la surgente cercana a la surgente, como el principio cercano al principio.30 De esta forma, se toca de modo todavía confuso la “creatividad originaria” del sujeto, aquello que se avecina propiamente a la problemática de la libertad.
En el plano del intelecto, por su parte, se manifiesta estrictamente la espiritualidad. En esta esfera, observa el filósofo italiano, aparece el cono- cimiento de lo “claro y distinto”, es decir, el conocimiento de los primeros principios como así también el conocimiento de los objetos que corresponden a las diversas ciencias y artes. Frente al intelecto, la libertad se muestra limitada, pues no se refiere más que a los “objetos” y “contenidos” que la encaminan a una acción particular de sí misma en un otro que sí misma.31
De manera similar al plano de la sensibilidad en el que la libertad se encuentra ligada primero a los objetos de los sentidos externos y luego a una sensibilidad más profunda, a un “sentir radical”, el intelecto se remite a una instancia más honda, a un “inteligir radical”, pues aunque el intelecto técnico u operativo sea distintivo, se halla también presente un intelecto “indistinto”, profundo, que hace posible la luz primordial del entender.
Este intelecto tiene la propiedad de aferrar, antes que las otras cosas, a sí mismo. Es aquel entender que previo a toda idea o a toda palabra que pueda designar lo real, nota la “presencia” originaria de las cosas.32 Se trata pues de aquella inmersión inefable del entender en el “todo”, de aquella vibración de la presencia de las cosas que antecede toda explicación y significación de la inteligencia sobre las mismas.
Finalmente, se encuentra el plano de la razón en el cual aparece la capacidad del discurso, la capacidad del “pasar” de un concepto a otro. En lo que respecta al comportamiento, señala el filósofo italiano, el plano de la razón se asemeja al de la libertad más que las otras esferas de la conciencia. En efecto, así como la libertad tiene una disponibilidad o apertura permanente que permite el movimiento de elección y decisión continua, la razón —a diferencia del intelecto— avanza desde una cosa hacia la otra, discurre de lo conocido a lo desconocido, y por ende, construye y progresa como construye y progresa la misma libertad.
Una y otra son, pues, contrarias a la forma de fijación del acto en un solo objeto. Con todo, no es posible afirmar que razón y libertad coincidan,33 pues la primera, como insiste Fabro, conduce a un principio más profundo, es decir, reclama la libertad como el verdadero y último principio de la conciencia:
Si la libertad fuese ella misma condicionada por la razón, la libertad debería seguir a la razón en su moverse y en su dispersarse […], pues la libertad sería una consecuencia o una propiedad de la razón, del intelecto y de la sensibilidad: sería su “fin” y “resultado” ¡Sin embargo no! La libertad es ella misma el principio y la razón de todo: la razón puede mover, discutir, examinar, discurrir…, porque atiende a este “movimiento originario” que es la libertad misma, a esta capacidad que es “centro” primero y último de la subjetividad, el cual no es solamente el moverse a “esto” o “aquello”, por “esto” o por “aquello”, sino que es la capacidad del mover el moverse mismo, del moverse a sí mismo, del querer querer, del liberarse a libertad.34
Es verdad que la libertad presupone en toda elección particular tanto el sentir como el entender y el razonar. Sin embargo, no se halla determinada por ninguno de estos actos, pues previo a toda dinámica de la conciencia sobreviene el movimiento del movimiento, la elección de la elección, aquello que Fabro caracteriza con el nombre de “libertad radical”.
Cada una de las esferas mencionadas, a saber, la sensibilidad, el intelecto y la razón, son como ramas del espíritu que nacen simultáneamente y revelan —según su propio horizonte intencional— un aspecto del mundo, un contenido de la verdad, una exigencia de la propia libertad. Se trata de tres modos o “círculos” dentro de los cuales gira la corriente de la conciencia. La libertad radical se descubre así como aquella fuente a la cual se remiten todos los planos de la conciencia, como aquella “energía originaria” sobre la que se sustentan todas las libertades aplicadas, pragmáticas, históricas y de índole semejante.35
Consideraciones finales
En el ápice del espíritu, ser y libertad convergen, pues el ser se manifiesta en la libertad y la libertad se manifiesta en el ser.36 Se trata de conceptos que se reclaman mutuamente, que se corresponden, que coinciden. El ser es el presentarse de la realidad, el donarse de lo real. El ser es el irrumpir de la presencia, aquello que derriba la pared de lo puramente posible, que rompe las neblinas de la nada. El ser se opone a todo lo que no es y jamás será y lo hace mediante la libertad, que justamente es aquello que mueve, que transforma, que impulsa, que troca la posibilidad en realidad.37
Para Fabro, el espíritu humano es esencialmente libre, o mejor dicho, su mismo espíritu es libertad. El hombre, en efecto, no es simplemente un ser natural, un ser dado o inmediato, sino que es reflexión, reduplicación, recuperación de sí. Es verdad que la libertad tiene una energía natural, una cierta pulsión instintiva. No obstante, la libertad que el filósofo italiano llama constitutiva, radical, a pesar de suponer la espontaneidad, propiamente es retorno, vuelta circular del espíritu sobre sí mismo.38
La libertad, en concordancia con lo desarrollado, es la afirmación del singular en su íntima e incomunicable individualidad, es la sustancia del espíritu que conforma la subjetividad propia del yo.39 Si se atiende a la misma desde el campo de la sensibilidad, se descubre que la libertad depende del objeto más que del sujeto. Lo mismo debe decirse respecto de la inteligencia, pues ella está ordenada y delimitada por la presencia de lo real; su meta, por decirlo de algún modo, es penetrar la naturaleza de las cosas. Por el contrario, la libertad, considerada en sí misma, es el principio de todos los otros principios, la fuente de la que manan todos los actos de la persona.40
La libertad define todas las cosas sin ser definida por nada, funda las demás actividades sin tener otro fundamento más que sí mismo. Es verdad que el ejercicio de la libertad supone el pensamiento, sin embargo, el pensamiento no es causa de la libertad, sino solamente su condición. En efecto, la libertad no se mueve más que por sí misma, ella es su propia causa. La razón del obrar y del no obrar, en última instancia, depende únicamente de la libertad, del influjo de la voluntad que está en su mismo inicio.41
En opinión del filósofo italiano, el hombre no solo se caracteriza por su capacidad de orientarse en el mundo en el que vive, sino también y especialmente, por decidir y orientar su propia forma de vida. En razón de esta forma de vida, libremente elegida, advienen y se sujetan las posteriores elecciones particulares.42 La libertad manifiesta así una doble estructura trascendental: en primer lugar respecto del objeto, pues este se muestra indeterminado, en el sentido de que puede elegir esto o aquello; en segundo lugar respecto del acto, pues este puede o no acaecer. En esta doble dimensión, más allá de toda delimitación por parte de los sentidos, la inteligencia y la razón, se mueve, como origen y resultado mismo del yo, la libertad radical.43
Referencias
Cf. E. Fontana, “Gli esordi di un gran pensatore”, en Neotomismo e Suarezismo. Il confronto di Cornelio Fabro, ed. Jesús Villagrasa (Roma: APRA, 2006), 11.
Cf. A. Dalledonne, “Cenni sul pensiero e sull’opera del padre Cornelio Fabro”, en Cornelio Fabro, pensatore universale, eds. Rosa Goglia yAandrea Dalledonne (Frosinone: Bianchini, 1996), 19.
Cf. ibíd., 168.
Notas
Enlace alternativo
http://publicaciones.uap.edu.ar/index.php/revistaenfoques/article/view/463 (pdf)