Críticas de Libros
El prejuicio psiquiátrico
Psychiatric Prejudice
Antonucci Giorgio. El prejuicio psiquiátrico.. 2018. Iru. Katakrak. 272pp.. 978-84-16946-23- |
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EL LIBRO EL PREJUICIO PSIQUIÁTRICO, de Giorgio Antonucci, es una obra provocadora que ilumina una de las cuestiones más cruciales y polémicas de la sociedad moderna: el poder psiquiátrico. En sus páginas, se desafían las nociones tradicionales en que los profesionales de la salud mental suelen abordar los fenómenos que configuran este campo.
El libro es una notable síntesis de la trayectoria profesional de Antonucci (Lucca, 1933 – Firenze, 2017), médico y psicoanalista italiano que desde los años 60 colaboró y trabajó en varias ciudades italianas. En 1968, fue contactado por Edelweiss Cotti[1] y colaboraron juntos en el Hospital Civil de Cividale; ambos adoptaron un enfoque que desafiaba la jerarquía tradicional en la atención psiquiátrica. En 1969 Antonucci colaboró en Gorizia con Franco Basaglia[2]. Posteriormente, entre 1970 y 1972, dirigió un centro de higiene mental en Reggio Emilia en el hospital San Lazzaro. Luego, desde 1973 hasta 1996, estuvo en Imola, donde continuó su lucha por la reforma psiquiátrica y trabajó, primero en la institución psiquiátrica Osservanza[3] y luego en Autogestito[4].
A pesar de ser un referente de la antipsiquiatría, Antonucci es relativamente desconocido en el ámbito académico de su país natal, así como en la mayoría de los círculos de pensamiento crítico en salud mental. Fue uno de los pocos que en el contexto de la lucha antimanicomial italiana no solo estuvo a favor del cierre de los hospitales psiquiátricos, al igual que su colega Franco Basaglia (cuya obra se conoce muchísimo más), sino que también se opuso férreamente al electroshock, los internamientos involuntarios y el tratamiento psiquiátrico forzoso, así como al consumo de psicofármacos, prácticas que actualmente han sido aceptadas y naturalizadas por la mayoría de los seguidores de la obra de Basaglia a nivel global.
Esta primera obra traducida al castellano pone en tela de juicio los fundamentos de la psiquiatría, revelando con contundencia la falta de una base científica sólida en esta y destacando su papel como una herramienta represiva que a menudo beneficia a quienes detentan el poder. En la época en la que se sitúa el libro, sus ideas, junto con las de Cotti, se consideraron innovadoras, a pesar de que su formación se produjo en un entorno en que no era habitual desafiar las premisas de la psiquiatría y los métodos coercitivos eran la normalidad en la disciplina.
Antonucci no solo estaba de acuerdo con cuestionar la realidad manicomial, sino los fundamentos mismos de la psiquiatría bajo los cuales el manicomio ha tenido existencia y sentido. Su idea principal es que los manicomios apoyan la violencia en la sociedad y que la psiquiatría no tiene razón de ser y existir. Antonucci aborda el concepto del “prejuicio psiquiátrico”, y una de sus ideas más poderosas es que la psiquiatría patologiza comportamientos normales y falla en reconocer la diversidad de las experiencias humanas. En ese sentido, el médico italiano cuestiona las prácticas convencionales de la psiquiatría y aboga por un enfoque más humano y comprensivo, enfatizando la necesidad de eliminar el estigma que a menudo rodea a las personas, sobre todo las más marginadas y excluidas.
La tesis central de El prejuicio psiquiátrico es que la enfermedad mental no es una enfermedad y que la psiquiatría no es una ciencia. Antonucci argumenta que, si no existiera la psiquiatría, las enfermedades mentales no serían conceptualizadas y tratadas de la misma manera. Esto nos lleva a considerar la psiquiatría como la piedra angular en el abordaje de los trastornos psicológicos. De esta manera, Antonucci enfatiza la importancia de atacar no solo los manicomios, sino también la psiquiatría. Su enfoque cuestiona la validez de la disciplina y sostiene la necesidad de debatir y cambiar el paradigma teórico. Nos plantea cuánto realmente el psiquiatra es solo un guardián represor.
Sus inquietantes afirmaciones hoy en día tienen plena vigencia y vitalidad para enfrentar al “pulpo psiquiátrico”, como él lo denomina, poderosamente financiado por la industria farmacéutica. A pesar de su radicalidad, este posicionamiento no es una voluntad aislada en el campo de la salud mental. Diversos investigadores e investigadoras militantes y activistas en primera persona han estado y están de acuerdo con esta afirmación y han trabajado y trabajan persistentemente por la abolición de la psiquiatría. A diferencia de otras perspectivas, que podemos englobar como “críticas”, este posicionamiento radical no se ha mostrado a favor de las reformas parciales de la psiquiatría que han limitado su función represiva y han permitido reconfigurar su rol profesional bajo nuevas prácticas, como han sido la psiquiatría social y la denominada psiquiatría “comunitaria”. Para Antonucci, “la psiquiatría es en su esencia una ideología de la discriminación, y todos sus conceptos son científicamente no concluyentes, carecen de fundamento y son en la práctica dañinos” (p. 52), por estos motivos es una disciplina que debe ser eliminada.
Su revolución no parte de un trabajo entre profesionales de la salud que se reúnen en mesas redondas, sus ideas parten del contacto más humano y profundo con las personas que han sido víctimas de los manicomios, y sus vidas se encuentran en este libro, donde nos presenta sus historiales médicos. Nos expone documentos que demuestran con hechos reales la función represiva de la psiquiatría. Y es cierto, la lectura atenta de estos historiales en los que se describen detalladamente todos los procedimientos a los cuales fueron sometidos durante décadas las personas internas expresa de forma clara en qué medida los hospitales psiquiátricos fueron tomados como modelo para crear los campos de concentración. Había una diferencia enorme entre el sufrimiento de estas personas y la terminología utilizada por sus médicos en las fichas clínicas, donde aplicaban un lenguaje de superioridad, denigrante, que no reconocía la dignidad del ser humano.
Ejemplar es el trabajo que realizó en Imola. Se encontró con el desafío del Padiglione 14, donde 44 mujeres estaban atadas. Eran las mujeres agitadas, las más peligrosas y que sufrieron barbaridades por parte del personal. Antonucci tomó medidas valientes y, en tan solo un mes, logró liberarlas a todas. Uno de los casos más memorables e impactantes fue el de una mujer campesina, llamada Teresa B., que, después de dar a luz, se enfrentó a diversos problemas y fue internada allí. Era considerada la más peligrosa y la llamaban el “monstruo de Imola”. Estaba atada y tenía una máscara que solo permitía ver los ojos, solo podía darse cuenta del paso del tiempo a través de la observación de sus propias manos a medida que envejecían. El trabajo de Antonucci no solo se centró en la liberación física de los pacientes, sino también en la transformación de las instituciones psiquiátricas en lugares de comprensión y humanidad. Antonucci comenzó un proceso de recuperación de la dignidad humana, introduciendo, por ejemplo, espejos en el hospital. Además, al eliminar las jerarquías y devolver el poder a los expacientes, los lugares que antes habían sido prisiones se convirtieron en hogares. No había un orden preestablecido; los expacientes tenían las llaves, y la dinámica de poder desapareció.
Finalmente, Antonucci focaliza sus críticas en la hospitalización forzosa y la muerte civil (interdicción civil) que a su juicio constituyen los instrumentos privilegiados de la psiquiatría como estrategia de control social con base en la restricción de la libertad y la negación de la autonomía. Estas prácticas constituyen actualmente el principal eje de cuestionamiento desde un enfoque de derechos humanos, que manifiesta la importancia de su erradicación a nivel global.
En definitiva, este libro permite aproximarse a la historia de los horrores de la psiquiatría y a la inquietante actualidad de sus prácticas abusivas. Su lectura puede constituir un relevante estímulo para las personas que actualmente se desempeñan o se están formando en salud mental en la medida en que la obra de Antonucci constituye, sobre todo, una reflexión ética y política sobre el ejercicio profesional. Nos abre cuestiones y preguntas sobre nuestro rol y sobre la sociedad en general: ¿Cuál es la historia de la marginación y la explotación, y cuál es la historia familiar y afectiva detrás de un diagnóstico? ¿Quién define qué es la locura?
Giorgio Antonucci fue objeto de controversia y debate entre sus colegas en el campo de la psiquiatría, pero su legado sigue siendo un recordatorio de la importancia de cuestionar y reformar las prácticas en la atención a la salud mental. Su libro El prejuicio psiquiátrico permite problematizar en qué medida las acciones que se realizan en el interior de las instituciones de salud mental no respetan los derechos humanos y sus páginas representan una interpelación directa a impulsar cambios urgentes y necesarios. Liberar a la sociedad de la psiquiatría constituye el horizonte político bajo el cual se inscribe esta obra y con su lectura es posible enriquecer las luchas colectivas que hoy impulsan esta perspectiva.