La reconversión productiva en el campo

Diversificación productiva y migración jornalera en México

María Antonieta Barrón Pérez
UNAM, México
José Manuel Hernández Trujillo
UAM-Azcaptzalco, México

Diversificación productiva y migración jornalera en México

Política y Cultura, núm. 52, pp. 61-85, 2019

Universidad Autónoma Metropolitana

Recepción: 06 Mayo 2019

Aprobación: 15 Octubre 2019

Resumen: En este trabajo se analizan las principales modificaciones de la estructura productiva de cultivos hortofrutícolas en México, para identificar sus impactos en los jornaleros agrícolas. Hacemos uso de un método cuantitativo. Al realizar el análisis de la estructura de cultivos se identifica un crecimiento de la superficie de hortalizas, acompañada de la diversificación de cultivos, un desplazamiento de cultivos industriales y básicos, y un crecimiento importante de frutales. Se aprecia un incremento de la temporada de empleo en regiones hortaliceras, lo que favorece el asentamiento de jornaleros agrícolas. Se advierte que, como parte de la estrategia de los productores, se opera también una diversificación en las regiones de aprovisionamiento de jornaleros y esto tiene efectos en un incremento de la desocupación.

Palabras clave: jornaleros agrícolas, migraciones internas, producción agrícola, mercados de trabajo rurales.

Abstract: This paper analyzes the main changes in the productive structure of fruit and vegetable crops in Mexico, to identify their impacts on agricultural farm worker. We make use of a quantitative method. The analysis of crop structure identifies a growth in the area of vegetables, accompanied by crop diversification, displacement of industrial and basic crops, and significant growth of fruit trees. There is an increase in the employment season in horticultural regions, which favors the settlement of agricultural farm worker. It is noted that as part of the producers’ strategy, diversification is also being operated in the laborers supply regions and this has an effect on an increase in unemployment.

Keywords: farm worker, internal migration, agricultural production, rural labour markets.

introducción

Desde finales de la década de 1980 y principios de la de 1990 se produjeron un conjunto de medidas que afectaron a los campesinos minifundistas. Las medidas de cambio estructural se expresaron con la eliminación de los subsidios a la agricultura, la liberación de los precios de garantía, aunado al cumplimiento de los plazos de los acuerdos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de liberar los productos agrícolas, provocó que los campesinos no resistieran estos embates y se vieron obligados a incorporarse a relaciones salariales, la mayoría a los mercados de trabajo agrícolas o migraron a los Estados Unidos. Los casos más dramáticos se presentaron en las regiones de elevada pobreza, ya que con la disminución de la producción, se redujeron y agravaron las condiciones de ocupación y de vida, obligando a numerosos grupos a buscar nuevas alternativas de sobrevivencia en el trabajo temporal en otras regiones, ya sea urbanas o en los mercados de trabajo rurales, que ofrecen mejores posibilidades de ocupación.

El propósito de este trabajo es analizar el comportamiento de los jornaleros agrícolas, sus orígenes, perfil y flujos migratorios tomando como referente dos factores, el aumento de la pobreza en el campo y el comportamiento de la producción de hortalizas en tanto éstas han sido determinantes en la absorción de jornaleros.

En el primer apartado se señalan algunos problemas que presenta la información de la Encuesta Nacional de Jornaleros Agrícolas 2009 (Enjo 2009), misma que da lugar a errores debido a la manera en que fueron formuladas las preguntas clave para el análisis de los procesos migratorios y el origen étnico de los jornaleros agrícolas. También se señala el tipo de información y la forma en que fue insertada, con el propósito de que este manejo no distorsione los resultados. En el segundo apartado se señalan algunas estimaciones, a partir de la Enjo 2009, que nos permiten dimensionar la población jornalera, su importancia en la población nacional y su comportamiento. En el tercero, a partir de la incorporación de información a la base de datos de jornaleros de la Enjo, sobre información censal de las localidades de cada jornalero, se amplía la base original, lo que permite señalar características de la condición educativa de los jornaleros y su condición migratoria. En este apartado se señalan las diferencias existentes en el aprovisionamiento de trabajadores por grupos de cultivos. En el cuarto se analizan las modificaciones en el patrón de cultivos, destacando particularmente el de las hortalizas, así como la diversificación productiva que se genera en los últimos 20 años, y la forma en que un subgrupo de 18 hortalizas tiene el comportamiento más dinámico.

Además, se estudia el impacto de los procesos de diversificación productiva de hortalizas en la ampliación de los periodos de demanda de trabajadores, y cómo dicha ampliación influye en los procesos de asentamiento de los jornaleros en las entidades más significativas.

Los principales hallazgos consisten en determinar con mayor proporción a la población indígena, identificar con mayor precisión las características de tamaño de la localidad de origen, la diversificación productiva de las entidades de atracción de jornaleros, su diversificación en los procesos de enganche y atracción de jornaleros y la estimación de los procesos de asentamiento, así como la identificación de procesos de saturación de mercados de trabajo y sus efectos sobre el empleo.

Existen algunos estudios que analizan el problema de los jornaleros agrícolas asentados en los lugares de atracción de migrantes, como el de Laura Velasco et al.,1 y el de Adriana Saldaña.2 En el primero se hace un detallado análisis de la forma en que los migrantes se asientan; además, se estudian múltiples aspectos, incluidos los efectos de la migración en el proceso educativo de los niños, la forma en que actúan los hogares como un punto intermedio en procesos de migración internacional. Mientras que en el segundo, se analiza la comunidad como un vínculo entre las regiones de origen de los jornaleros (Guerrero), con los mercados de trabajo del norte del país; pero en general se trata de estudios de caso, no con el propósito de dimensionar el fenómeno a escala nacional, ni la forma como impactan en los mercados de trabajo.

En este caso, tratamos de identificar procesos nacionales; no se pueden extrapolar los resultados. Se encontró que para analizar ciertos procesos, la Enjo 2009 –por la forma en que se hacen las preguntas– presenta errores; por ejemplo, para identificar a los indígenas se les pregunta si hablan una lengua indígena; para identificar si son migrantes, se les pregunta si migran para trabajar. Como las preguntas se encuentran mal formuladas, los resultados que se obtienen son muy imprecisos y, por lo regular, lo que se obtiene no es un dato cercano a la realidad, sino el piso de la misma (tiende a subvalorar el dato), por esas razones vimos necesario recalcular e incorporar elementos a la base de datos Enjo 2009.

El estudio se basa en el manejo de dos bases de datos fundamentales, el Sistema de Información Agroalimentaria de Consulta (Siacon NG), con el que se elaboraron los cuadros de comportamiento de la producción agrícola, y la Enjo 2009. Esta última fue enriquecida, incorporando a cada uno de sus registros, información de los Índices de marginalidad por localidad 2010, del Consejo Nacional de Población (Conapo), sobre tamaño de localidad, condición de ingresos por localidad y condición educativa, generando nuevas variables para desarrollar un análisis más fino de la población indígena, migrante, y los niveles educativos de la misma.

Así, para detectar si la población que se denomina local proviene de otras entidades, construimos una variable utilizando el concepto censal del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), que señala que migrante es la población que cambió su lugar de residencia habitual desde un municipio o delegación, entidad federativa o país de origen, a otro de destino.3 Debido a que en este trabajo nos interesa el asentamiento de la población, se distinguieron cuatro tipos: quienes trabajan en el municipio y nacieron en él –trabajadores locales–; quienes nacieron en otro municipio de la misma entidad –trabajadores de la entidad–; quienes nacieron en otra entidad –trabajador migrante nacional–; quienes nacieron en otro país –trabajador migrante internacional.

Con el propósito de identificar con mayor precisión a la población indígena, se incorporó a cada registro el dato de la base de datos de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, en el que se considera como indígenas a las personas que viven en localidades con 40% o más de población hablante de lengua indígena (HLI).4 Con el primer criterio, la estimación registra una participación de 18.1%, mientras que, en nuestra estimación, esta población representa 38.3 por ciento.

En el trabajo de campo se utilizó una combinación de metodología cualitativa y cuantitativa que permitiera la cuantificación de variables demográficas y de condiciones de trabajo, así como preguntas abiertas para identificar los problemas cotidianos de las relaciones de trabajo. En los tres trabajos de campo se aplicó la misma encuesta. Se identificaron condiciones de trabajo y salarios, además del registro de variables demográficas básicas.

Según el Programa de Apoyo a Trabajadores Jornaleros Agrícolas (PAJA),5 en su última encuesta (Enjo 2009)6 señala que hay 2 044 414 jornaleros agrícolas, de los cuales 38.3% son indígenas; el resto son mestizos. Una elevada proporción de los jornaleros migrantes provienen de los estados más pobres del país.

Aun cuando la información de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) no es exactamente igual a la población calculada por la Enjo, es una buena aproximación porque, si bien la ENOE estima la población del sector primario, su comportamiento es un buen referente, ya que los trabajadores agrícolas la explican en gran proporción.

El aumento pequeño pero constante de los asalariados del campo muestra la combinación de dos procesos: por una parte, el incremento de la superficie cosechada de productos comerciales (frutas y hortalizas); por otra, la pérdida de competitividad de los productores de granos básicos, que los obliga a buscar alternativas ocupacionales fuera de su predio, o en algunos casos a abandonar las actividades agrícolas, convirtiéndose en jornaleros migrantes.

La crisis de 2008-2009 también afectó a los mercados de trabajo agrícolas. En esos años se redujo el número de mujeres jornaleras agrícolas; la cantidad de hombres, aunque baja entre 2006 y 2007, sostiene su crecimiento el resto del periodo, incluyendo el de la crisis.


Entre 2010 y 2018 la participación de mujeres asalariadas fue en aumento; mientras que en 2010 representó 9.4% del total de jornaleros, para el segundo trimestre de 2018 había aumentado al 12.3%. Este aumento de la participación de las mujeres seguramente está asociado con el aumento en la producción de berries, sobre todo fresas y zarzamora: “este cultivo emplea en su mayoría la mano de obra femenina, porque tratan con más delicadeza la fruta al momento de cortarla y son más responsables en sus labores”.7

De acuerdo con estimaciones del PAJA, las familias jornaleras se integran por un promedio de 4.69 miembros; según estos registros, para 2009 había 9 206 429 personas que dependían de dos millones de asalariados, en las nuevas estimaciones, la familia jornalera se compone de cuatro miembros, por lo que la población que depende del trabajo de los jornaleros agrícolas es de 11 989 408 personas. Si consideramos que de ellos 46.3% es migrante, entonces la población asociada con los jornaleros migrantes internos son casi seis millones de personas.

entornos de pobreza y agricultura comercial

Las regiones de agricultura comercial orientadas a la exportación se han abastecido de trabajadores de zonas remotas en las que prevalecen condiciones de elevada marginalidad y las alternativas laborales son reducidas. Según los registros de la ENJO 2009, 21.3% de los jornaleros migrantes proviene de las entidades más pobres del país: Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Chiapas, Puebla e Hidalgo.

En Chiapas, 48.5% de la población tiene ingresos por debajo de la línea de bienestar;8 en Guerrero, 35.6%; en Oaxaca, 42.5%, y en Veracruz, 29.2%. La situación más lacerante se encuentra en Chiapas y Oaxaca, de ahí que sean las entidades que más expulsan población.

En estudios pioneros como el de Astorga Lira,9 se habla de los sistemas de enganche y de aprovisionamiento de trabajadores de regiones de economía campesina; en la actualidad, al hacer una relación entre las comunidades de origen de los jornaleros agrícolas y los índices de marginalidad por localidad, se logra determinar que 64% de los jornaleros agrícolas proviene de localidades de entre 100 y 2 500 habitantes, y que la mayoría de estas localidades son de alta marginalidad, como puede verse en el Cuadro 2


Otra característica importante es que estas localidades, en su mayoría, presentan limitadas oportunidades productivas, con un reducido periodo de demanda de trabajo, y una estacionalidad en la agricultura fuertemente concentrada.

Por otra parte, los empleos que se realizan en estas localidades se encuentran ligados a una experiencia laboral en la que el trabajo se realiza por tareas (no por jornadas o a destajo), y el ingreso se relaciona con la magnitud del esfuerzo. Así, la oferta de trabajo, además de ser estacional, es intermitente, se realiza con múltiples empleadores en una sola temporada laboral, donde estos empleadores frecuentemente son sus propios vecinos, que –por su pobreza y reducidos recursos– se encuentran impedidos económicamente para establecer relaciones laborales formales, lo que marca el piso de las relaciones laborales que están dispuestos a enfrentar.

Debido a las grandes carencias que enfrentan en sus localidades de origen, las familias jornaleras se encuentran inmersas en procesos de reproducción, en los que la familia es un todo, y donde cada uno de sus miembros en condiciones de realizar una actividad de apoyo –ya sea para generar satisfactores, para reducir los gastos de la familia, o para generar ingresos monetarios– lo hace. La familia centra sus esfuerzos en su reproducción, donde el principal reto es la atención de sus necesidades alimentarias, y la participación de cada uno de sus miembros es fundamental en el proceso de sobrevivencia.

Como se observa en el Cuadro 3, una elevada proporción de jornaleros no tiene ningún grado de estudios (16.2%), mientras que otro núcleo importante no tiene la primaria terminada (29.6%), y sólo 24.9% tiene estudios concluidos de secundaria o estudios superiores.

Además de lo anterior, en el entorno de sus comunidades la oferta educativa es insuficiente y limitada, con lo que su situación empeora; al mismo tiempo, en su tránsito por las entidades de atracción, aun cuando exista una infraestructura para su atención educativa, enfrentan muchas dificultades para incorporarse y para lograr continuidad en sus estudios,10 lo que se refleja en una elevada reprobación y en un bajo aprovechamiento, factores que terminarán por provocar el abandono escolar, y su incorporación temprana al trabajo.11


Si a esto añadimos su falta de vínculos y de redes para el tránsito al trabajo en zonas urbanas, así como a la falta de documentos de identidad, entendemos las condiciones por las cuales son excluidos de toda posibilidad de transitar a empleos formales y los reducen contra su voluntad, a la vida en los mercados de trabajo rurales.12

Existen otros núcleos de trabajadores que reducen sus vínculos con sus comunidades de origen al mínimo, donde el único propósito de su proceso migratorio es garantizar su propia sobrevivencia.13 En este núcleo de trabajadores itinerantes y sin residencia fija, la migración no sólo es fundamental en su propia sobrevivencia, es el único recurso del que dispone como fuerza de trabajo, para sobrevivir.14

Los jornaleros agrícolas tienden a migrar a dos o tres lugares, con el fin de mantenerse empleados la mayor parte del año, por lo que las regiones de atracción, en su mayoría, son regiones que brindan empleo durante más de un mes, siendo una proporción notable las que lo ofrecen de tres a seis meses.


Como se observa en el Cuadro 4, los jornaleros tienden a ser contratados en su propia localidad: 54.4% del total así lo hace. En segundo lugar, los empleadores buscan contratar personas de localidades cercanas a su localidad de origen, y en tercera instancia se prefiere la contratación de migrantes, ya que esto trae aparejados costos importantes de su traslado, así como de las condiciones para retenerlos. Pero, además, la periodicidad de la cosecha de los cultivos industriales y frutas, de alguna forma regula la demanda de mano de obra, de ahí que la contratación de migrantes sea significativamente menor a la que se observa en hortalizas.

En mercados de trabajo como los de Sinaloa y Baja California, así como los de Sonora, donde predomina la producción de hortalizas, han enfrentado problemas para el abastecimiento de jornaleros desde sus inicios, ya que los trabajadores locales no aceptaban las condiciones de contratación, ni los salarios que ofrecían las explotaciones agrícolas y los que aceptan las condiciones de trabajo son insuficientes para satisfacer la demanda de mano de obra.

En la actualidad, debido al proceso de asentamiento de los jornaleros, la población local es importante, pero en su mayoría son los mismos trabajadores que mantienen ciclos migratorios y se asentaron dadas las condiciones de una oferta más o menos constante de trabajo (en periodos de tres a seis y hasta diez meses, como en Baja California) y a las mejores condiciones de empleabilidad respecto a su origen (como señalan Velasco15 y Saldaña).16

El asentamiento se ha desarrollado fundamentalmente en las regiones de horticultura y en la producción de cítricos, ya que las primeras lo han logrado por la diversificación de cultivos, lo que permite brindar empleos en diferentes cultivos y en diferentes actividades culturales a lo largo del año,17 mientras que en las regiones citrícolas se ha favorecido por la continuidad que requieren tanto las actividades culturales como las de cosecha del producto, lo que amplía el periodo de contratación.

Como se puede observar en el Cuadro 4, en las regiones de producción hortícola la población migrante nacional tiene una gran importancia, pues representa 34.6% del total. Los trabajadores locales corresponden al 48.2%. De acuerdo con datos censales, más de 50% de la población de las localidades cercanas a las zonas de explotación o contiguas, en Baja California, proviene de otras entidades, y tiene la característica de ser, en una gran proporción, indígena; lo que indica que se trata de población migrante con propósitos de trabajo: que se asienta, dadas las mejores oportunidades de emplearse.

En las regiones frutícolas la situación es diferente, pues éstas se han desarrollado en función de una importante oferta de población local empobrecida, que encuentra en los cultivos de plantación una importante oportunidad para emplearse, por lo que acude por su cuenta y, en muchos casos, se establece en las localidades donde se contratan.18

Con los factores anteriormente señalados, y a pesar de que la mayor parte de los pobladores de las ciudades receptoras de fuerza de trabajo reconocen que el empleo en las actividades rurales presenta condiciones laborales y de vida infrahumanas, para la población migrante estas regiones brindan mejores condiciones de vida que sus localidades de origen.

En primer lugar, porque los ingresos que obtienen son mucho más elevados que los que ofrecen los empleos alternativos en sus localidades de origen. Además, los jornaleros cuentan con trabajo de manera ininterrumpida, lo que les permite tener ingresos superiores a sus necesidades de consumo, y esto les brinda la posibilidad de ahorrar para el retorno a sus comunidades, o el desplazamiento a otras regiones donde se ocuparán.

Desde principios de la década de 1990, como resultado de las acciones del Estado, y de la expansión del sistema de tiendas departamentales, se han operado modificaciones importantes en la producción y el suministro de bienes a las cadenas minoristas, lo que ha provocado modificaciones en la estructura y desarrollo de los sistemas de producción de frutas y hortalizas en México.

Uno de los cambios más importantes ha sido la necesidad de mantener un abasto suficiente y en condiciones donde la variabilidad de los precios al menudeo sea menor, para soportar el proceso de suministro de las tiendas departamentales del sistema y adecuarse a sus formas de operación y sus sistemas de pago. Esto ha exigido de los productores, modificar y ampliar su cadena de producción, para mejorar el suministro y mantenerlo, sobre todo de aquellos bienes que son demandados todo el año, tales como el limón, plátano, papaya, jitomate, cebolla, tomate verde, chile, calabacita, papa, lechuga, zanahoria, entre otros. Ello los ha obligado a desarrollar el cultivo de las diferentes hortalizas que tienen la posibilidad de ser sembradas y cosechadas en diferentes regiones, de tal forma que permitan enlazar los diferentes periodos de cosecha a lo largo del año. Esto ha traído consigo un proceso de descentralización de la actividad productiva, y otro de mayor diversificación de cada entidad. También ha traído consigo un aumento en el periodo de demanda de trabajo de cada una de las regiones hortaliceras, con lo que se desestacionaliza la demanda de trabajo.


Desde principios de la década de 1990, como resultado de las acciones del Estado, y de la expansión del sistema de tiendas departamentales, se han operado modificaciones importantes en la producción y el suministro de bienes a las cadenas minoristas, lo que ha provocado modificaciones en la estructura y desarrollo de los sistemas de producción de frutas y hortalizas en México.

Uno de los cambios más importantes ha sido la necesidad de mantener un abasto suficiente y en condiciones donde la variabilidad de los precios al menudeo sea menor, para soportar el proceso de suministro de las tiendas departamentales del sistema y adecuarse a sus formas de operación y sus sistemas de pago. Esto ha exigido de los productores, modificar y ampliar su cadena de producción, para mejorar el suministro y mantenerlo, sobre todo de aquellos bienes que son demandados todo el año, tales como el limón, plátano, papaya, jitomate, cebolla, tomate verde, chile, calabacita, papa, lechuga, zanahoria, entre otros. Ello los ha obligado a desarrollar el cultivo de las diferentes hortalizas que tienen la posibilidad de ser sembradas y cosechadas en diferentes regiones, de tal forma que permitan enlazar los diferentes periodos de cosecha a lo largo del año. Esto ha traído consigo un proceso de descentralización de la actividad productiva, y otro de mayor diversificación de cada entidad. También ha traído consigo un aumento en el periodo de demanda de trabajo de cada una de las regiones hortaliceras, con lo que se desestacionaliza la demanda de trabajo.

En el periodo analizado se presentan cambios importantes en la estructura de cultivos intensivos en fuerza de trabajo. El primero es que la superficie bajo cultivo tuvo un crecimiento de 30.2% entre 1980 y 2014, pero entre 2014 y 2017 se reduce la superficie cosechada de cultivos industriales y frutales y sólo las hortalizas mantienen su ritmo de crecimiento; al final del periodo tienen saldo positivo los frutales (515.8 mil hectáreas) y las hortalizas (224.1 mil hectáreas). Estos cambios son importantes, ya que se trata de áreas cultivables, donde la generación de empleos es hasta 20 veces superior a la que se observa en la producción de granos y oleaginosas, donde los promedios nacionales son aproximadamente de cinco jornales por hectárea.

Los cambios que se pueden apreciar en el entorno de la agricultura comercial mexicana son varios. En el caso de los cultivos industriales,19 si bien entre 1980 y 2017 la superficie cosechada aumentó 210 mil hectáreas más, cacao y copra se reducen en casi 10 mil hectáreas, pero el henequén casi desaparece, de 146 mil hectáreas que se cosechaban en 1980, para 2017 sólo se explotaban 6 462 hectáreas; el crecimiento de los cultivos industriales se explica por el aumento en la superficie de café y caña de azúcar –este grupo prácticamente no presenta relocalización–; entre 1980 y 2017 Chiapas ocupa el primer lugar en café y Veracruz en caña de azúcar.

Las regiones frutícolas muestran un comportamiento en cierta forma similar, ya que su expansión se presenta sobre la base de la transformación de las regiones productoras de granos básicos de mejor calidad, en regiones para la expansión frutícola. De una muestra de los 11 frutales perennes de mayor importancia en superficie cultivada, compuesta por naranja, aguacate, mango, limón, nuez, plátano, manzana, tuna, uva, durazno y guayaba, se observa que en el núcleo más dinámico (aguacate, limón, mango y naranja) la mayor parte del crecimiento se desarrolla en tierras de buen temporal (64.9%), mientras que 35.1% se ubicó en tierras de riego. Otra característica de este grupo de frutales es que su expansión se desarrolla en regiones donde existen importantes concentraciones de población rural empobrecida.

Para el análisis del comportamiento de la producción de hortalizas, se seleccionó un grupo de 32 (se incluyen fresas, zarzamoras, así como papa y otros cultivos que Sagarpa clasifica en hortalizas, y además se desarrollan en mercados de productos similares). En este grupo hay un subgrupo de 17 hortalizas20 que en el periodo de 1980 a 2017, ha tenido un crecimiento acelerado. Estos cultivos, en 1980 ocupaban 384 991 hectáreas, representaban 89.4% de la superficie cosechada de las hortalizas seleccionadas. Para 1990, la superficie había crecido a 520 955 hectáreas y representaba 89.1% de la muestra; para 2017 llegó a una superficie de 615 649 hectáreas y representó 87% del total. La superficie total de los 32 cultivos seleccionados, en 1980, era de 429 274 hectáreas; y para 2017, sumó 695 349.

Así, tenemos que el crecimiento de la superficie de los 18 cultivos con mayor dinamismo representó 77.47% del crecimiento de la superficie de los 32 cultivos seleccionados. La producción de hortalizas tuvo cambios significativos en este periodo.


Como puede verse en el Cuadro 6, si bien algunas hortalizas mantienen su importancia absoluta y relativa, como el chile verde, papa, cebolla y tomate rojo, algunos no son de los 18 principales, otros no existen y otros experimentan un crecimiento significativo. El melón de 27 mil hectáreas cosechadas en 1980, se redujo a 19.5 mil hectáreas, el brócoli que no figuraba en 1980, en 2017 ocupa el octavo lugar; espárrago, lechuga y zarzamora crecieron en este periodo de forma espectacular, este último aparece hasta el 2000 con 1 153 hectáreas y para 2017 ya se cosechaban 12 561 hectáreas. El tomate rojo reduce la superficie cosechada, pero ésta se compensa con un aumento más que proporcional en el rendimiento medio por hectárea, mientras en 1980 era de 19 toneladas por hectárea, para 2017 fue de 69.1 toneladas por hectárea. El aumento de la superficie cosechada y la reubicación de algunas hortalizas, explica el cambio e importancia de la población jornalera en algunas entidades


El primer impacto que genera este crecimiento neto de la superficie agrícola dedicada a la producción de hortalizas y frutillas de exportación, es que tiende a diversificar la actividad productiva de las regiones en que se asienta, ya sea en las regiones que tradicionalmente producen hortalizas, como en Sinaloa, Baja California, Baja California Sur, Sonora, Jalisco y San Luis Potosí, como en las nuevas regiones de Guanajuato, Michoacán, Puebla y Chihuahua, y el resto de las entidades, ya que introduce cultivos que amplían el periodo de demanda de trabajadores, ya sea para las actividades de plantación, como de las de corte y empaque.

El Cuadro 7 muestra que sólo tres entidades reducen la superficie cosechada de hortalizas, y no las más importantes; el resto, sobre todo las que tradicionalmente son las más importantes, excepto Sinaloa, muestran crecimientos significativos.

Esta ampliación de la superficie cultivada y la ampliación de los periodos de contratación de trabajadores, son un estímulo para el asentamiento de los trabajadores migrantes, pero también son una fuente de trabajo segura para la población rural local, quienes tienden a competir por los puestos de trabajo, sobre todo en los mercados de trabajo que se conforman fuera de los campamentos agrícolas.

El proceso de asentamiento es la causa de que en entidades que tradicionalmente se nutrieron de trabajadores enganchados, en la actualidad tengan una participación muy importante, el empleo de la población local.


En entidades que fincaron su desarrollo como regiones hortícolas, en el enganche de trabajadores de los estados de Oaxaca y Guerrero, en la actualidad en Baja California 12% corresponde a población local, y en Baja California Sur representan 12.5%. Estos núcleos de población, por lo regular, corresponden a los hijos de trabajadores asentados en la región. La población migrante de origen nacional representa más del 80%, aun cuando una gran proporción de la misma (aproximadamente la mitad) proviene de otras entidades, ya tiene una residencia fija en la localidad donde se ocupa.

En el estado de Sinaloa, la población de origen local es más importante, ya que representa 42.2% del total; y en Sonora, 29.2%. Sin embargo, como se observa, en las cuatro entidades del noroeste la población trabajadora que proviene de entidades diferentes, representa una importante proporción de la población total, y gran parte de éstos vienen enganchados por los grandes productores.

En las regiones de producción frutícola de plantas y cultivos industriales que no requieren de trabajos culturales continuos, no existe una tendencia al asentamiento como en las regiones hortaliceras, estas regiones se desarrollan en zonas donde pueden abastecerse de población rural empobrecida.21

Otra característica que es común en las regiones orientadas a la producción de hortalizas para la exportación, es que han diversificado sus fuentes de aprovisionamiento de trabajadores. Baja California atrae jornaleros de 14 entidades, entre las más importantes, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Sinaloa y Veracruz; mientras que Baja California Sur atrae población de siete entidades entre las que se encuentran Oaxaca, Guerrero, Sinaloa y Veracruz.

El empleo en la producción hortofrutícola se concentra en 13 hortalizas y 16 frutas, ya que en esos cultivos se generan aproximadamente 90% de los empleos de cada grupo. En el grupo de hortalizas, 77% del empleo se concentra en los cultivos de chile verde, jitomate, tomate verde, cebolla, calabacita, sandía y elote. Los principales cambios que podemos ver son los siguientes: primero, el jitomate pierde su lugar por superficie cosechada y su lugar lo ocupa el chile verde, después de la papa; el tercer lugar lo ocupa la cebolla, que crece más que proporcionalmente que los dos cultivos anteriores. En el periodo, crece el cultivo de elote para su consumo como hortaliza, pasando del decimosexto lugar en importancia, al segundo; la lechuga incrementa su superficie cultivada y pasa del vigésimo lugar, al décimo cuarto, el incremento es de 18 mil hectáreas más.

Como se señaló, en la mayoría de los estados productores de hortalizas se opera una diversificación de cultivos, por lo que aumenta el número de éstos en cada estado, aproximadamente 30%. Se incrementa sustancialmente la superficie cultivada y con ello el número de jornales que cada región productora genera en un año, lo que amplía el periodo de oferta de trabajo de cada región. Este factor genera dos procesos alternos: el primero es que fomenta el establecimiento de la población migrante en los lugares de atracción de trabajadores; el otro es que reduce el número de desplazamientos que deben realizar las personas y las familias migrantes, para tener trabajo durante la mayor parte del año, a dos o tres migraciones como máximo.


La reducción de jornaleros en la producción de tomate rojo es engañosa, pues si bien se redujo la superficie cosechada, el rendimiento medio por hectárea aumentó sustancialmente, ya que entre 1990 y 2017, el rendimiento nacional medio pasó de 23 toneladas por hectárea a 69.1; mientras que en Sinaloa pasó de 28 toneladas a 65 en el mismo periodo. Esto trajo consigo un aumento sustancial de la absorción de trabajo por hectárea y, a la vez, una intensificación de la jornada de trabajo. Según registros de campo, a principios de la década de 1990 la cuota diaria mínima era de 35 botes de 20 kilogramos de tomate y los jornaleros llegaban a cortar entre 50 y 70 botes, mientras que en 2018, la cuota subió a 50 botes y el corte llegó a ser de hasta 100 cubetas.22

En frutales, al igual que en hortalizas, existe una gran concentración del empleo en unos cuantos cultivos, ya que ocho cultivos concentran 88.3% del total: naranja, limón, aguacate, mango, fresa, durazno, nuez y piña. En frutales existen algunas diferencias en el empleo; la primera es que las regiones se especializan con el tiempo en la producción de un tipo de frutal, pero sus superficies no pueden ser reorientadas a otro cultivo fácilmente, por lo que no son tan dinámicas en su relocalización, como las hortalizas. Así, el crecimiento se presenta como un proceso de ampliación del tamaño de las regiones productoras. Por ejemplo, el aguacate crece más aceleradamente en Michoacán, Jalisco, Estado de México y Nayarit.

La producción de limón se concentra en los estados de Colima, Michoacán, Oaxaca, Tamaulipas y Veracruz. En Colima desciende, mientras que en Oaxaca, Michoacán, Veracruz y Tamaulipas crece aceleradamente, desplazando en importancia a Colima, en términos de generación de empleos.23

La producción y el empleo de mango se concentra en los estados de Sinaloa, Chiapas, Nayarit, Michoacán, Oaxaca y Veracruz. Como se observa, su producción se encuentra diseminada en muy diferentes condiciones climáticas, lo que lo convierte en un producto con disponibilidad de anaquel de aproximadamente siete meses. Así, la diversificación geográfica, por medio de la oferta de diversas variedades, desestacionaliza la oferta del producto, lo que obliga a los distribuidores a diversificar sus fuentes de aprovisionamiento, para fortalecer su presencia en el mercado. Las entidades con un crecimiento más acelerado de la producción, son Chiapas y Sinaloa.

En fresa y zarzamora el comportamiento de la producción es inusual: en 1990 Michoacán absorbía 65% de la producción nacional de fresa y Baja California 7.1%, en 1980 su producción era inexistente; para 2017, Michoacán mantuvo el primer lugar pero ahora controla 74% de la producción con 10 119 hectáreas y 484.9 mil toneladas de fresa al año; Baja California se convierte en el segundo estado con mayor superficie cosechada y absorbe 13% de la producción con 1 869 hectáreas y 99.6 mil toneladas al año.


Si bien las jornadas de trabajo que concentran las hortalizas y frutas son importantes en el empleo de la agricultura, la importancia que adquiere la fuerza de trabajo en mercados específicos depende del grado de concentración de la producción.

En el caso de la zarzamora, ésta no se explotaba en 1980 ni en 1990, y en el 2000 apenas se cosechaban 1 153 hectáreas; para 2010 ya se cosechaban

6 392 hectáreas y para 2017 ascendía a 12 561; Michoacán absorbía 96.2% de la superficie nacional. Sólo la zarzamora presenta ese grado de concentración, en el resto de cultivos importantes de frutas y hortalizas se produce cierta concentración, pero no de la misma magnitud.

Para 2017, en cultivos industriales, 36.4% de la superficie de café se concentra en Chiapas, y 38.1% de la caña de azúcar en Veracruz; en hortalizas, 29% de la superficie cosechada de tomate rojo, 23% del pepino, 28.6% del chile verde y 19.2% del tomate verde se concentran en Sinaloa.

En cebolla, Chihuahua ocupa el primer lugar en la producción y absorbe 19% de la superficie, desbancó a Guanajuato que ocupaba el primer lugar en 1990; en brócoli, Guanajuato mantiene el liderazgo, en 2017 absorbía 67% de la superficie; también es líder en la producción de lechuga con 33.5% de la superficie; en el caso del espárrago, un cultivo de baja producción, apenas cosecha 26 100 hectáreas; Sonora concentra 56.5% de la superficie y 59% de la producción cuyo principal destino es la exportación, ocupa el segundo lugar en el mercado internacional, después de Turquía.24

Entre los principales cambios que podemos observar en la estructura de los cultivos con mayor demanda de trabajo por hectárea, es que tanto en frutales como en hortalizas se incrementa sustancialmente la superficie bajo cultivo y, por tanto, el empleo.

En la producción de hortalizas se observa una reducción de la superficie cultivada de jitomate; sin embargo, esto se vio más que compensado por el incremento de los rendimientos, por lo que la modificación permitió liberar superficie, sin afectar el abasto, y con reducidos efectos en el empleo, ya que si bien se intensifica el trabajo, los procesos de selección y empaque tienden a homologarse,25 incorporando un mayor número de procesos de trabajo manual.

Por otra parte, se observa un crecimiento de la superficie de chile verde, tomate verde (equivalente a la perdida de superficie de jitomate), cebolla y un aumento notable de elote. Todas las modificaciones de la superficie generaron un crecimiento neto de los jornales, equivalentes a 131 580 empleos de 150 días por persona ocupada al año. La estructura de cultivos de frutales se incrementó 629 446 hectáreas en el periodo 1980-2014, el único cultivo que vio disminuida su superficie fue la uva. La mayor parte de la superficie incorporada al cultivo se realizó en cinco cultivos (naranja, mango, aguacate, limón y nuez), ya que concentraron 562 102 hectáreas. También se observó un crecimiento notable del empleo, en 55 millones de jornales, equivalentes a 343 543 empleos de 150 días por trabajador al año.

Otra modificación de las regiones hortaliceras, es que se incrementa el número de cultivos por entidad, incorporando nuevos cultivos, y diversificándose las regiones productoras de los existentes, con el propósito de mantener una oferta constante de productos a lo largo del año. La combinación de incremento en la superficie de cultivo y la diversificación productiva, incrementan el empleo y los días trabajados, con lo que poco a poco se desestacionaliza la demanda de trabajadores y se generan expectativas para el asentamiento de los trabajadores y sus familias.

El incremento en la demanda de trabajadores obliga a los empresarios agrícolas que tienen predios medianos y grandes, a diversificar también las zonas de abastecimiento de trabajadores.

En la década de 1970, las corrientes migratorias más destacadas eran de Oaxaca, Guerrero y otras entidades de menor importancia, hacia Sonora al corte de algodón y un poco de jitomate y de sandía. Posteriormente, los jornaleros se dirigían al corte de jitomate, melón y sandía a Sinaloa y regresaban a su pueblo.26

Así, mientras que en la década de 1980 el aprovisionamiento de trabajadores era básicamente de Oaxaca y de Guerrero, en la Enjo 2009 se observa que en las principales entidades de atracción (Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Jalisco, Sinaloa y Sonora), 14% de los trabajadores migrantes proviene de Chiapas y sus destinos principales son Baja California y Jalisco; mientras que los que provienen de Veracruz tienen presencia en Sonora, Sinaloa, Baja California y Baja California Sur, y representan 23.9% de los jornaleros migrantes de las entidades seleccionadas.


La estrategia de los empleadores, de enganchar jornaleros desde sus comunidades de origen y el proceso de asentamiento de la población en las regiones hortaliceras, son factores que influyen en una disminución de los días laborados por trabajador, sobre todo de los trabajadores que, al no venir “enganchados” por los empleadores, tienen que acudir a conseguir trabajo a los lugares donde se les contrata.

La insuficiencia de demanda de mano de obra en la agricultura de exportación se puede medir por los días trabajados en la semana. Tomando como ejemplo los resultados de la Enjo 2009 y tres estudios de caso, realizados entre 2017 y 2018,27 pueden medir los excedentes de mano de obra.

Aunque sólo son comparables los estudios de caso de San Quintín, Baja California; Valle de Hermosillo, Sonora; y Valle de Culiacán, Sinaloa, con la Enjo 2009 por el tamaño de la población entrevistada, resultan un buen referente de los ajustes del mercado.

En los tres mercados de trabajo analizados en San Quintín, Baja California, y Costa de Hermosillo, Sonora, son altos los desequilibrios oferta-demanda de jornaleros.


Si el excedente de mano de obra significa que los jornaleros no lograron encontrar trabajo los siete días de la semana y tres o cuatro días es insuficiente cuando se trabaja en la época de mayor demanda, entonces encontramos una sobreoferta de mano de obra en los tres mercados analizados, pero sobre todo en San Quintín, donde 37.2% de los jornaleros logró trabajar sólo cuatro días. Hay una sobreoferta porque si bien la demanda de mano de obra es alta, el conocimiento de su existencia hace que migre más gente, lo que provoca una saturación del mercado.

Sinaloa es la entidad productora de hortalizas más diversificada (tomate rojo, tomate verde, chile verde, pepino, cebolla, berenjena), de ahí que la mano de obra que se oferta casi siempre encuentre trabajo.

Sonora está poco diversificada, aunque es primer productor de uva y de espárrago, explota otros cultivos intensivos de menor importancia que no son suficientes para absorber los excedentes de mano de obra en la entidad. Como fuerza de trabajo y no como mercado de trabajo, la Encuesta Nacional de Jornaleros Agrícolas evidencia que 16.7% de los jornaleros no logran trabajar toda la semana.

conclusiones

La reducida capacidad de las regiones de origen de los jornaleros para ofrecer empleo, es un factor, entre otros, que impulsa a la población a migrar por su cuenta para buscarlo en otras regiones; y dadas sus limitadas condiciones para incorporarse a otros mercados de trabajo en los que se requiere de un nivel básico de educación, se ven irremediablemente atrapados en el mercado de trabajo rural. La estrategia de los empleadores de las regiones hortaliceras y de otras actividades como el corte de caña, y de manzana, han generado flujos y procesos migratorios desde las entidades expulsoras hacia las zonas de atracción.

La combinación de estos dos procesos genera frecuentemente saturación de los mercados, lo que impacta negativamente en el número de días trabajados a la semana, y por tanto en los ingresos de los trabajadores.

El crecimiento de la superficie de producción tanto de frutas como de hortalizas en estos mercados de trabajo, así como la diversificación productiva generada, trajo como consecuencia que los periodos de oferta de trabajo de las regiones de atracción se amplíen, con lo que éstas –al llegar a ofrecer empleo por periodos de seis y hasta nueve meses– promueven el proceso de asentamiento de la población migrante, misma que se incorpora a los mercados de trabajo de los empresarios agrícolas que se proveen de jornaleros en la misma región.

Por otra parte, la estrategia de los grandes empleadores para asegurar la mano de obra para sus predios, es mantener los procesos de enganche de trabajadores y buscan otros en regiones cada vez más distantes y en condiciones de elevada pobreza, con lo que se desarrolla un proceso de diversificación de las regiones proveedoras de trabajadores.

La intensificación de los procesos de trabajo ha provocado a su vez una superexplotación de la fuerza de trabajo, ya que se ha incrementado sustancialmente la tarea, pues en el caso del jitomate se incrementó de 35 a 50 botes de producto cortado al día, esto como resultado de que los trabajadores han mostrado capacidad para lograr mayores volúmenes de producto cortado.

A final de cuentas, el aumento de la productividad en la agricultura intensiva podrá abrir una puerta a la oferta de mano de obra asalariada en la agricultura pero el factor más significativo para reducir los desajustes entre oferta y demanda de mano de obra en los mercados de trabajo agrícolas será el combate a la pobreza.

Referencias

Laura Velasco, Chistian Zlolinski y Marie-Laure Coubes, De jornaleros a colonos: residencia, trabajo e identidad en el Valle de San Quintín, México, El Colegio de la Frontera Norte, 2014.

Adriana Saldaña Ramírez, “Intermediarios laborales en Morelos: abasto de jornaleros agrícolas en el centro y noroeste de México”, Estudios Sociales, vol. XXII, núm. 43, 2014, pp. 139-158.

https://www.inegi.org.mx/temas/migracion/

Diario Oficial de la Federación, 1 de marzo de 2019.

Programa que desapareció en la nueva administración.

Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), Programa de Apoyo a Trabajadores Jornaleros Agrícolas (PAJA). Encuesta Nacional de Jornaleros Agrícolas 2009. Documento de circulación interna, 2010 [http://www.cipet.gob.mx/jornaleros/], fecha de consulta, 6 de julio de 2012.

Anilú Salazar Mejía, “700 mujeres trabajan en cultivo de zarzamora”, El Noticiero de Colima, 30 de abril de 2015 [https://elnoticieroenlinea.com/700-mujeres-trabajan-en-cultivo-de-zarzamora/], fecha de consulta: 6 de febrero de 2019.

Coneval, Medición de la pobreza. Pobreza por entidad federativa, 2008 [https://www.coneval.org.mx/Medicion/Paginas/Cuadros-pobreza-multidimensional.aspx], fecha de consulta: febrero de 2019

Enrique Astorga Lira, Mercado de trabajo rural en México (la mercancía humana), México, ERA, 1985.

Laura Velasco Ortiz, “Escuela y reproducción social de familias migrantes: hijos e hijas de jornaleros agrícolas en el noroeste mexicano”, Estudios Demográficos y Urbanos, vol. 28, núm. 1, El Colegio de México, 2013

Teresa Rojas Rangel, “Exclusión social e inequidad educativa en los jornaleros agrícolas migrantes en México”, Decisio, núm. 18, 2007, p. 54.

José Manuel Hernández Trujillo y María Antonieta Barrón Pérez, Trabajando para vivir, entre la pobreza y la miseria. El caso de los jornaleros agrícolas en México, Ciudad de México, UAM, 2016.

Sara María Lara Flores, “Control del espacio y territorialidad en las migraciones rurales. Un ejemplo en el caso de México”, VII Congreso Latinoamericano de Sociología Rural, Quito, Ecuador, noviembre de 2006.

José M. Hernández y María A. Barrón, Trabajando para vivir..., op. cit., p. 141.

Ibid., p. 195.

Adriana Saldaña Ramírez, “Territorio, asentamientos residenciales y migración: el caso de jornaleros indígenas de la montaña de Guerrero en Morelos”, Nueva Antropología, vol. XXX, núm. 86, 2017, pp. 120-188.

La posibilidad de obtener empleo en el mercado local sin ser enganchado, se debe a que los grandes productores traen trabajadores enganchados, mientras que los pequeños empleadores se proveen de trabajadores en el mercado local, en las concentraciones de trabajadores que se generan cada mañana.

José Manuel Hernández Trujillo y Jaime Botello Triana, “El papel del entorno en las modificaciones de la estructura regional de la producción de limón y de naranja en México”, Análisis Económico, XXXII(80), 2017, pp. 93-118.

Los cultivos industriales son: café, cacao, caña de azúcar, henequén, copra y tabaco.

Tomate verde, chile verde, papa, cebolla, sandía, elote, pepino, nopales, tomate verde, fresa, melón, brócoli, calabacita, lechuga, zanahoria, zarzamora, espárrago y col.

José Manuel Hernández Trujillo y Jaime Botello Triana, “El papel del entorno en las modificaciones de la estructura regional...”, op. cit.

María Antonieta Barrón, “Migración y salarios, efectos contradictorios entre los jornaleros agrícolas de San Quintín, Baja California”, Revista Textual, en prensa, 2019.

José Manuel Hernández Trujillo y Jaime Botello Triana, “El papel del entorno en las modificaciones de la estructura regional...”, op. cit.

Base de datos estadísticos corporativos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAOSTAT, 2016).

Cuando la producción se orienta a los mercados nacionales, presenta un proceso de selección menor, pues sólo se contratan empacadores, lo que reduce sustancialmente el uso de fuerza de trabajo; mientras que cuando se orienta al exterior, lo aumenta, pues en la línea de empaque se contratan seleccionadoras, rezagadoras y empacadoras. Véase María Antonieta Barrón, Empleo en la agricultura de exportación en México, México, Facultad de Economía, UNAM/Juan Pablos Editor, 1997.

Tomado de la encuesta a jornaleros agrícolas de Sonora y Sinaloa, financiada por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y dirigida por la licenciada Lucinda Díaz Roner. Publicación que se mantuvo inédita hasta 1992.

Se trata de tres proyectos de investigación financiados por el Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT, UNAM) en 2016, 2017 y 2018 a la doctora María Antonieta Barrón, en los que se tenía como objetivo analizar hasta dónde el intento de organización de los jornaleros de San Quintín en marzo de 2015, impactó en el salario y las condiciones de vida no sólo en la región sino en dos principales mercados de trabajo relacionados, Sinaloa y Sonora. Para ello se llevaron a cabo tres estudios de caso en San Quintín, Baja California, en 2018; Valle de Hermosillo, en Sonora, en 2017; y Valle de Culiacán, en Sinaloa, en 2016 y 2017.

HTML generado a partir de XML-JATS4R por