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Esclavitud africana en la fundación de Nueva España*
Política y Cultura, núm. 56, pp. 155-161, 2021
Universidad Autónoma Metropolitana

Diversa. Reseña de libros



El año emblemático de 2021 será recordado, entre otros asuntos, por ser el segundo de la pandemia mundial, pero también por conmemorarse el quinto centenario de la resistencia de México Tenochtitlán, la fundación de la Ciudad de México y el surgimiento del virreinato de la Nueva España.

Es digno de celebración la publicación de una colección que reúne múltiples especialistas en la materia y tópicos diversos, provocativos y que atañen a la construcción de la historia de nuestro país. La Universidad Nacional Autónoma de México, por medio del Instituto de Investigaciones Históricas, confirma su compromiso con la nación, al publicar en medio de una emergencia sanitaria global todo un conjunto de volúmenes dirigidos al público en general, y que conmemora con variados temas y en muchos sentidos a México.

El volumen número doce de la Colección México 500, está dedicado a la cuestión de la presencia de personas africanas esclavizadas en territorio novohispano; asunto de suprema y sensible importancia, en una fecha en la cual se centra la atención exclusivamente en dos de los componentes –si bien de notable relevancia– como constructores de la esencia de lo que posteriormente será reconocido como lo mexicano, pero que en la mayoría de los eventos oficiales conmemorativos y oferta cultural y editorial, dejan de lado a la tercera raíz: el elemento africano.

El esfuerzo realizado por Rafael Castañeda al presentar de manera clara, directa y con múltiples y reveladores casos históricos la dinámica del fenómeno de la esclavitud de africanos y sus descendientes en el virreinato de la Nueva España, es digno de reconocimiento; pues es un ejercicio bien logrado para acercar a un amplio y variado público de lectores a un tema del que generalmente se habla poco fuera de la esfera de africanistas novohispanos, y que además es visto como una especie de “monolito”, al entender a la esclavitud como un solo suceso, y no como una multiplicidad de fenómenos que variaron a lo largo del tiempo, de las regiones geográficas y de la “calidad” y tipos de las personas que fueron reducidas a la esclavitud.

El texto se centra en la investigación del periodo comprendido entre 1521 y 1640, en el cual la Nueva España fue el más grande importador y consumidor de mano de obra forzada, en parte gracias a la impetuosa y continua solicitud de incesante envío de africanos realizada por oficiales reales, ministros de la Iglesia católica y pobladores interesados en aumentar su productividad y riqueza económica.

Castañeda señala dos acontecimientos históricos que resultaron fundamentales para que el envío de africanos fuera muy temprano y constante en el periodo novohispano por más de cien años: la catástrofe demográfica de los pueblos mesoamericanos a causa principalmente de las enfermedades europeas, y el descubrimiento de minas de metales preciosos a lo largo del territorio virreinal. La paulatina recuperación de la población nativa hacia 1640 propició la reducción de la llegada de africanos a la Nueva España, redireccionándolos hacia otros puntos del continente americano, principalmente a Brasil, Jamaica y las Trece Colonias.

Uno de los puntos más acertados de la obra es la atención por acercar al lector a la diversidad étnica, lingüística y geográfica de los orígenes de aquellas personas que fueron secuestradas y vendidas en el África Central para ser sometidas al brutal sistema esclavista en América. Generalmente se habla de “africanos”, sin considerar su diversidad y cómo ésta, desde el principio, fue importante para categorizarlos a partir de su origen étnico, lugar de nacimiento y cualidades específicas.

El texto introduce a la audiencia en los orígenes del comercio de africanos secuestrados iniciado por los portugueses en el siglo XV, como una de las consecuencias más importantes de la era de los descubrimientos y la expansión imperialista de ultramar, que contó, además, con la venia del papa Nicolás V. La idea es presentar al lector el contexto histórico y las circunstancias en las cuales la esclavitud se inició como el gran negocio internacional y que duraría –dependiendo el espacio geográfico– incluso hasta el siglo XIX en América y donde también estuvieron involucrados países como España, Inglaterra y Holanda; destacando las estadísticas del horror, en las cuales los expertos han calculado que entre los siglos XV-XIX cerca de doce y medio millones de seres humanos fueron secuestrados, vendidos como mercancías y reducidos a la esclavitud a lo largo del continente1 y distribuidos principalmente por dos puertos: Veracruz y Cartagena de Indias, aunque el autor destaca el papel importante de Campeche como un punto de venta de contrabando, no sólo de seres humanos sino también de diversos artículos.

En el caso particular de la Nueva España durante el periodo 1521-1640, los cálculos giran en torno a los 50 mil individuos procedentes de Guinea, Cabo Verde y la Península Ibérica principalmente; arribando tras padecer una brutal travesía que podía durar tres o cuatro meses, en los cuales entre 15 y 33% de las personas morían antes de tocar tierra.

El libro está organizado en cinco apartados y un epílogo. Es de destacar cómo, a partir de esta distribución temática, Rafael Castañeda nos lleva de la mano por el diverso y complejo mundo de la esclavitud africana de la Nueva España, exponiendo sus características particulares y enriqueciendo la información con diversos ejemplos de la cotidianidad de los africanos y sus descendientes.

El primer capítulo, titulado “La Iglesia y la esclavitud”, se enfoca justamente en la compleja relación que existió entre la institución católica y estas personas a quienes nunca reconoció plenamente como cristianos, pues al ser considerados “enemigos de la fe”, podían ser sometidos a la esclavitud y, además, nunca se manifestó en contra de este tipo de explotación; más bien fue activa partícipe al someter una cantidad significativa de seres humanos a este estado. No obstante, el autor expone que las condiciones de vida de los esclavizados eran hasta cierto punto menos brutales en las fincas propiedad de la Iglesia en comparación con las de los laicos; pero también destaca los problemas a los que se enfrentaron los evangelizadores, pues en primera instancia, la barrera lingüística dificultó la conversión; de igual manera se deben considerar cuestiones tales como el sentimiento de desarraigo y la violencia sistematizada de la que fueron objeto en el contexto de la esclavitud, que hizo difícil la plena aculturación y, en palabras de Castañeda, “un catolicismo de fachada”.2 Sin embargo, es de resaltar que las cofradías creadas ex profeso para las comunidades negras libres, fueron el único espacio donde tuvieron ciertas libertades, que fuera de ahí habría resultado imposible, tales como reunirse y organizarse los dos sexos y sentirse un poco menos marginados.

El segundo apartado, denominado “Los centros mineros”, se enfoca en la que resulta ser probablemente la actividad económica –junto con la producción azucarera– más asociada históricamente a los africanos y sus descendientes: las minas de metales preciosos, a las cuales fueron llevados en su mayoría varones, para realizar el trabajo que por decreto real exentaba a los indígenas, al ser considerado peligroso para la salud, pero que resultaba conveniente para los africanos y afrodescendientes. De esta manera, poblados como Taxco, Zacatecas, Guanajuato, Pachuca y Sultepec pronto se convirtieron en sitios con una fuerte presencia africana, y lo mismo ocurrió en los centros productivos que se fundaron en torno a las minas para abastecerlas de alimentos y productos diversos, pues se requería de mano de obra para las arduas tareas económicas.

La tercera sección del libro, “Esclavitud urbana”, versa sobre la diversa y compleja red de relaciones entre esclavizados y sus propietarios. En primera instancia, su compraventa se dio a lo largo de muchas ciudades novohispanas para abastecer mercados regionales y locales alejados de Veracruz o la Ciudad de México, como Oaxaca, Toluca, Guadalajara y Puebla, de modo que la presencia de personas de color fue constante y sobresaliente en el periodo estudiado. Es interesante el seguimiento que Rafael Castañeda hizo para descubrir la lógica y la dinámica del comercio de esclavizados, y nos proporciona cifras comparativas, para que el lector pueda apreciar el valor que podía llegar a tener una persona en edad productiva, sana, con habilidades específicas y dependiendo de la región geográfica de origen, y que en algunos casos su precio podía superar, incluso, el de una casa;3 esto significa que eran vistos como instrumentos de trabajo y que valían lo que eran capaces de producir; incluso también se comenta el subarrendamiento con una tercera persona, para realizar generalmente actividades agrícolas o artesanales, obteniendo el dueño mucho mayor provecho.

La aparición de obrajes textiles en las ciudades de México, Puebla y Tlaxcala hacia mediados del siglo XVI, introdujo a los africanos y afrodescendientes a un espacio laboral con condiciones violentas, muy duras e insalubres, reservado originalmente por su precariedad a los criminales y deudores, y que ante la falta de mano de obra, nuevamente hicieron uso de los esclavizados para sacar adelante la producción.

Por otra parte, se encontraba la esclavitud doméstica, donde se insertaban en el corazón de las familias acomodadas desempeñando las más diversas tareas que iban desde la lactancia y crianza de los más pequeños de la casa o incluso convertirse en amantes, hasta servidumbre y ornato para detentar el alto estatus social de los propietarios. También algunas mujeres vivieron como criadas de españolas y criollas al interior de los conventos, gracias a las cuales éstos tuvieron un buen funcionamiento.

La cotidianidad hizo propicia la aparición de verdaderos y sinceros lazos de afecto y lealtad de los esclavizados hacia sus amos, quienes en algunos casos de manera voluntaria les ayudaron a cometer delitos y crímenes. Este fue el espacio menos brutal para los africanos y afro-descendientes; vivieron con cierta comodidad y su esperanza de vida fue mayor, en contraste con los trabajadores de minas, fincas agrícolas y obrajes donde no superaban los diez años de trabajo.

En cuando al cuarto apartado, “Esclavitud rural”, expone la vida en las propiedades agrícolas y ganaderas, tanto de órdenes religiosas como de particulares, dispersas a lo largo de todo el territorio virreinal. En el caso de la producción azucarera, la presencia de personas de color fue la más numerosa, superando a los indígenas y a los españoles, e incorporó mano de obra femenina e infantil. Lo aislado de la geografía favoreció dos fenómenos interesantes: los constantes intentos de fuga por parte de los esclavizados, que en algunos casos resultaron exitosos y fueron denominados como “cimarrones” por huir y establecerse en las montañas; y la absoluta autoridad sin restricciones por parte del propietario hacia sus trabajadores, donde su voluntad era la única ley, donde la brutalidad en todo ámbito era lo habitual, ante lo cual los africanos y sus descendientes respondieron con una resistencia, también cotidiana para trabajar, que fue siempre “corregida” con mayor violencia.

Finalmente, el último capítulo, denominado “Rebeliones y revueltas”, explica y desarrolla un tema poco conocido sobre la reacción plena y organizada de los esclavizados ante su cotidiana situación de desventaja. Es decir, generalmente se aprecia a la esclavitud como fenómeno, en el cual hay sólo pasivos violentados y amos agresivos; donde pareciera que los africanos y afrodescendientes aceptan con mansa resignación su destino; por el contrario, Castañeda nos cuenta de diversos intentos –algunos no comprobados por las autoridades en turno y otros sí– de supuestas rebeliones organizadas por personas de color, con la asignación de destruir al sistema colonial y esclavista desde la raíz, al eliminar a todo aquel que lo simbolizara, y esto incluso muy tempranamente en el siglo XVI. Lo cierto de estos rumores y hechos sobre tentativas de insurrección demuestran un temor –desde luego bien fundamentado– por parte principalmente del sector europeo, pero también –aunque en menor medida– de los indígenas y mestizos ante posibles purgas por parte de los africanos, que al menos durante las primeras décadas de la época novohispana llegaron a ser, por mucho, el grupo poblacional más numeroso en ciudades como la de México, y que al ser objeto de violencia inimaginable y sistemática, no era del todo descabellado considerar una venganza. Sin embargo, todos los supuestos intentos de levantamientos fueron erradicados, pero siempre se mantuvo la sospecha y el temor ante una probable rebelión.

Otro tópico significativo resulta ser la no aceptación con docilidad de su estado, como hemos visto, la resistencia al trabajo y los intentos de fuga fueron una constante. En los casos donde se logró un escape exitoso, se fundaron pequeñas poblaciones denominadas palenques, donde vivieron personas de color huidas y en algunos casos con colaboración e incluso formación de nuevas familias con indígenas de la región. El texto destaca el famoso caso de Yanga, un hombre nacido en África y el que supuestamente fue el primero en fugarse con éxito en la Nueva España. Castañeda presenta un relato pormenorizado de cómo Yanga y los suyos vencieron a la autoridad virreinal y, a cambio de un acuerdo, lograron el reconocimiento y establecimiento del primer pueblo de negros libres entre 1619-1641, todo un acontecimiento en la América Iberoamericana.

El libro cierra con una reflexión sugerente en el “Epílogo”, pues Rafael Castañeda invita a considerar sobre la trascendencia histórica y actual de la tercera raíz para la historia y devenir nacional, y confirma la relevancia de esta obra.

Para concluir, me gustaría destacar la importancia y pertinencia de Esclavitud africana en la fundación de Nueva España de Rafael Castañeda. En primera instancia es un ejemplo bien realizado de historia desde abajo, pero desde luego también expone otros elementos de la historia sociocultural, como por ejemplo la vida privada-cotidiana, las mentalidades y la familia, entre otros; expone a sujetos históricos que resultan ser hasta hoy los más olvidados dentro de la historiografía en general y también por parte del Estado mexicano, de modo que la obra es un ejercicio de justicia y reivindicación, al visibilizarlos y exhibir las terribles condiciones de desigualdad a las que fueron sometidos, pero también describe la inteligencia y las diversas estrategias que desarrollaron para resistir ante la adversidad, como la fuga, el negarse a laborar e incluso la seducción. Considero un gran acierto exponer cómo fue la llegada de los primeros africanos a la Nueva España con fines de explotación desde 1521 y hasta 1640, y cómo a partir de esta última fecha se detuvo la renovación de la población africana y se aceleró el proceso de mestizaje al reproducirse con blancos, nativos, asiáticos y mestizos; la mezcla fue paulatinamente un mecanismo que los alejó de la esclavitud, pero también propició que los rasgos físicos africanos se fueran diluyendo a lo largo de las generaciones, a tal grado que la población afromexicana es hoy un grupo minoritario, reducido a espacios geográficos aislados y específicos y que continúa siendo el grupo étnico con mayores índices de marginalidad y pobreza extrema, apenas reconocidos por el gobierno mexicano en 2019.

Referencias

Rafael Castañeda, Esclavitud africana en la fundación de Nueva España,op. cit., p. 17.

Notas

2 Ibid., p. 26.
3 Ibid., p. 42.

Información adicional

* Reseña de la obra de Rafael Castañeda, Esclavitud africana en la fundación de Nueva España, México, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, 2021 (Serie: Colección México 500, volumen 12).: *



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