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Experiencia afectiva de las parejas de migrantes durante el período ausencia-espera en la comunidad de Caxuxi, Hidalgo, México
Eloy Maya Pérez; Edgar C. Jarillo Soto
Eloy Maya Pérez; Edgar C. Jarillo Soto
Experiencia afectiva de las parejas de migrantes durante el período ausencia-espera en la comunidad de Caxuxi, Hidalgo, México
Affective experience of migrant couples during the period of absence-waiting in the community of Caxuxi, Hidalgo, Mexico
Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad, vol. 10, núm. 26, pp. 22-33, 2018
Universidad Nacional de Córdoba
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Resumen: El presente trabajo se centra en la dimensión emocional de la migración. Se trata de una investigación cualitativa realizada con mujeres parejas de migrantes residentes en la comunidad de Caxuxi, municipio de San Salvador, Hidalgo. El objetivo fue conocer desde su propia perspectiva el impacto en las emociones experimentado durante la ausencia- espera de quien migró. Se ubicaron 27 informantes y se realizó a cada una entrevista a profundidad. Los testimonios permitieron identificar las emociones y se clasificaron por la frecuencia señalada por las participantes, se organizaron bajo dos premisas: sensación de abandono y sensación de progreso. Los resultados muestran que las emociones de corte negativo tienen mayor presencia en la experiencia de las parejas de migrantes y parecen dominar la experiencia vivida, ya que predominan en el imaginario social y en los discursos de protección de la familia propia o de la pareja. Se analizan en tres dimensiones: a) el abandono y el progreso, b) el cuerpo y el sufrimiento, y c) el permiso, el encargo y la salud mental; para situar la materialización del biopoder ejercido por la migración como mecanismo del sistema sobre las personas involucradas y al mismo tiempo condiciona la vida cotidiana incluso el proceso salud-enfermedad.

Palabras clave:EmociónEmoción,TransnacionalidadTransnacionalidad,Parejas de migrantesParejas de migrantes,Ausencia-esperaAusencia-espera,BiopoderBiopoder.

Abstract: This work focuses on the emotional dimension of migration. This is a qualitative research with women couple’s migrants living in the community Caxuxi, municipality of San Salvador, Hidalgo. The aim was to learn from their own perspective the impact on emotions experienced during the absence-waiting who migrated. 27 informants were located and was performed at each depth interviews. The testimonies helped identify emotions and classified by the frequency indicated by the participants, were organized under two premises: sense of abandonment and feeling of progress. The results show that negative emotions have a greater presence in cutting the experience of migrants and couples seem to dominate the experience, and that predominate in the social imaginary and in the speeches of protection of own family or couple. They are analyzed in three dimensions: a) abandonment and progress, b) the body and suffering, and c) the permit, the commission and mental health; to place the materialization of biopower exerted by migration as a mechanism system on the people involved and at the same time everyday conditions including health-disease process.

Keywords: Emotion, Transnationality, Migrates partners, Bio-power, Absence-waiting.

Carátula del artículo

Artículos

Experiencia afectiva de las parejas de migrantes durante el período ausencia-espera en la comunidad de Caxuxi, Hidalgo, México

Affective experience of migrant couples during the period of absence-waiting in the community of Caxuxi, Hidalgo, Mexico

Eloy Maya Pérez
Universidad de Guanajuato, México
Edgar C. Jarillo Soto
Universidad Autónoma de México-Xochimilco, México
Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad, vol. 10, núm. 26, pp. 22-33, 2018
Universidad Nacional de Córdoba

Recepción: 31 Mayo 2017

Aprobación: 01 Febrero 2018

Introducción

El objetivo fue reconocer las emociones presentes en las mujeres parejas de migrantes provocadas durante el período de ausencia-espera, para ello se buscó entender los significados otorgados a la experiencia emocional, el sentido de esas emociones y la forma como se alteró y reorganizó la vida cotidiana. Lo específico de esta relación fue la forma como las parejas mujeres se enfrentaron a las disposiciones culturalmente impuestas que regulan su participación social, sus formas de sentir, actuar y relacionarse con otros miembros de la comunidad. Se propuso mirar a la migración instalada mediante un control ejercido en el cuerpo y la subjetividad de las mujeres en su vida en comunidad con consecuencias en el control emocional que impide el ejercicio pleno y satisfactorio de las propias emociones.

De los 11.4 millones de mexicanos que se estima residen actualmente en Estados Unidos, 2% son originarios del estado de Hidalgo. A partir de la década de los 90 el estado de Hidalgo pasó a formar parte de la región migratoria emergente (Escala, 2005; Vega y Huerta, 2008), caracterizada por una creciente expulsión de mano de obra indocumentada hacia los Estados Unidos (De Alba, 2000, citado en Quezada y Franco, 2010). De acuerdo con datos del Consejo Estatal de Población, para el año 2010 el estado de Hidalgo presentaba un índice de intensidad migratoria equivalente a 0.8821 con respecto de la media nacional, ubicándose en un alto nivel de expulsión de connacionales hacia los Estados Unidos. El 48.6% de los migrantes hidalguenses que radican en los Estados Unidos salieron de los municipios que integran el Valle del Mezquital (INEGI, 2010).

La ausencia-espera se definió como una unidad de tiempo en la que el proyecto migratorio se concreta según fue planeado por las familias. Quienes se quedan, experimentan emociones relativas a la ausencia-espera del migrante; mismas que alteran y reorganizan la vida cotidiana. El sustento teórico de este trabajo, parte de un enfoque cualitativo destacando categorías como la ausencia-espera, para comprender los procesos emocionales involucrados en esa unidad de tiempo y las afecciones emocionales de la pareja del migrante y su familia.

Respecto de la emoción

Para Bastide (1967), la mirada social de la salud no examinará la psicosis o la neurosis, sino la medida en que constituyen un problema social. En este enfoque se articula la noción de determinantes sociales como un eje para explicar por qué las afectaciones psicológicas no son consecuencia exclusiva de factores físicos o individuales, pues la base de dichos trastornos tiene su origen en la alineación capitalista provocada por la influencia ideológica, las condiciones de vida, el culto al trabajo y la funcionalidad, las brechas sociales que provocan la desigualdad, el desigual acceso a los servicios públicos, la violencia, el conservadurismo ideológico, la pobreza en general. Todos estos elementos aparecen como realidades complejas que se sufren e inundan las esferas más íntimas de la vida cotidiana.

La emoción está determinada por las circunstancias donde se experimenta; por tanto, a través de ella se podrá entender el tipo de interacción social que produce, además de indicar la importancia que adquiere en la vida cotidiana y, en cierta forma, permite entender el sentimiento o la normatividad para el sentir de la persona. En este sentido, Hochschild (1975, citada en Bericat, 2000), señala que las emociones están ancladas en contextos socio-históricos específicos, en cuyas dimensiones se encuentra la normativa política, lo que implica la existencia de normas emocionales (feeling rules) que ejercen control social y definen cuál es el sentimiento apropiado y deseable para cada caso.

Bericat (2000), señala que la emoción está instituida en los cuerpos desde la cultura donde se vive. Considerar las emociones desde una mirada sociológica de la realidad implica no solo entender los procesos psicológicos generales con efectos en la salud de los individuos y colectivos, sino evidencia su participación en la acción y en la estructura social.

Las emociones constituyen una dimensión para explicar procesos sociales que de otra forma no logran dar cuenta en forma acabada del porqué de las prácticas de los sujetos (Vergara, 2003), pues han tenido una función ideológica en las relaciones de poder; así como la clase, la etnia y el género se concibieron como ejes de estructuración social por antonomasia, la emoción también debe ser considerada como una categoría cultural capaz de permitir la comprensión y explicación de diversos fenómenos sociales, políticos, económicos y culturales, además de los psicosociales (López y Ramírez, 2011).

Pero la emoción provocada no aparece sola. El carácter holista de los estados mentales dificulta su visión aislada, por lo que mirarlas significa comprender un conjunto de ellas y su contenido dependerá del lugar que ocupa el conjunto (Hansberg, 2001); esto es, ante una situación dada, en la persona no solo se presenta una emoción en específico, sino que viene acompañada de estados mentales igualmente complejos, como creencias, simbolizaciones, conceptos, actitudes.

Parejas de migrantes

Sinquin (2004) afirma que el flujo migratorio provoca una serie de traumas afectivos en mujeres cuya felicidad y autoestima dependían precisamente de la construcción de una familia unida, la soledad generada por la ausencia de uno de los miembros de la familia, la irregularidad de la comunicación entre el migrante y la familia, todo ello trastoca el núcleo familiar y especialmente el de las mujeres (Zapata, et al, 2011). Salgado y Maldonado (1993) en un estudio pionero sobre el tema del funcionamiento psicosocial de las esposas de migrantes, señalan que uno de los recursos más característicos de estas mujeres para enfrentarse a la vida cotidiana es su propia autoestima. El concepto parejas de migrantes es de enorme complejidad. Por ello, concepciones involucradas en este estudio como mujer o migrantes no se asumieron como algo socialmente dado que forma parte del imaginario o de una noción colectiva, sino expresadas como categorías de análisis contextualizadas en función de los determinantes y condiciones sociales en los que existe. Al hacer referencia a las parejas de migrantes se trata de las mujeres quienes –en su calidad de esposa/madre– se quedan para cumplir con la parte del proyecto migratorio, el cual se funda en la idea del desarrollo, si bien en un principio la movilidad se justifica por la desigualdad económica y social, posteriormente se trata del desarrollo estructural para compensar las desigualdades y reubicar en un estatus diferente al migrante y su familia por las posesiones materiales logradas y al crecimiento estructural de sus bienes. El concepto de parejas de migrantes identifica a estas mujeres que esperan, evidenciando tanto las afecciones emocionales como las condiciones de vulnerabilidad producidas ante la ausencia de la pareja migrante, compatible con la noción de la triple inequidad --clase, etnia y género– propia de sociedades organizadas con base en una distribución desigual de la riqueza y del poder (Breilh, 2003).

Al utilizar el concepto de parejas de migrantes se excluye la visión prejuiciada y desvalorizadora otorgada a las mujeres vinculadas con la migración, pasando de ser sujetos atados a su rol para convertirlos en actores políticos afectados a nivel psicológico por la migración; al conceptualizarlas de esta forma se supera un problema teórico dejando de concebirlas como una entidad homogénea. Así por ejemplo, con la migración se presentan tensiones por la ausencia del jefe de familia y al asumir las parejas de migrantes la figura ausente del migrante, experimentan ansiedad porque deben sustituir temporalmente a sus esposos, lo mismo con la realización del trabajo extradoméstico, como administradoras del patrimonio familiar y como educadoras, especialmente cuando se trata de enfrentar la disciplina de hijos adolescentes (Zapata, et al, 2011).

Después de la partida de la pareja, es la mujer la encargada de realizar los trámites necesarios para acceder a los programas gubernamentales, sean de combate a la pobreza o con fines productivos. En todo caso son actividades que la obligan a salir de casa, negociar y participar en el espacio público. Ante la ausencia física del proveedor, se originan cambios sobre quién toma las decisiones en la administración de los hogares, es decir, en el uso y control de los ingresos y del gasto (Lutz, et al, 2007).

La ansiedad es atribuible a la sustitución temporal y a veces indefinida de sus parejas, lo mismo con la realización del trabajo extradoméstico, como administradoras del patrimonio familiar y como educadoras, es lo que Correa (2006) llama derechos de facto, y argumenta que éstos derechos –asumidos culturalmente más que otorgados jurídicamente por su condición de compañera– están sustentados tanto por el matrimonio como por la maternidad, situación que les otorga los derechos de acceder a las remesas, al reconocerse como esposa y madre; esta posición las enviste con derechos en el grupo doméstico y en la comunidad donde viven.

Ausencia-espera

Las fases de ausencia y espera, entendidas como unidad de tiempo cuando el proyecto migratorio se concreta de acuerdo a cómo fue planeado por las familias, implica que quienes se quedan experimentan emociones relativas a la ausencia-espera de la persona migrante; las cuales alteran y reorganizan la vida cotidiana, entre otros aspectos igualmente relevantes como los procesos de salud. De acuerdo con Salas (2009), la ausencia se manifiesta al interior de las familias del migrante en distintos aspectos como las penurias para la compra de alimentos, la enfermedad de algún miembro, o situaciones imprevistas que implican algún gasto extra; todo lo cual pone en riesgo la estabilidad familiar durante la espera si la madre –quien generalmente asume el cargo de la familia– no actúa como protector de la familia y del propio proyecto migratorio y si no fomenta la estabilidad al interior de la familia y en la convivencia social. Durante esta temporalidad adquiere relevancia identificar las formas de control instauradas en los cuerpos y las subjetividades de las parejas de migrantes mientras la ausencia-espera ocurre. La idea de la espera reconfiguró la metáfora de las Penélopes de Rancho utilizada por López (2007) para aludir a la esposa que espera al marido ausente quien migró por un tiempo indefinido con la promesa de regresar, durante esta espera se presentan afecciones en el plano emocional asociados a síntomas físicos.

Las parejas de los migrantes son responsables de mantener cierta estabilidad para que la vida transcurriera en condiciones de resguardo para la protección de los miembros de la familia y de ella misma tras la ausencia y la espera de quien migró; ya que, como señala Sinquin (2004): “La separación del grupo doméstico, la soledad generada por la ausencia de uno de los miembros de la familia, la irregularidad de la comunicación trastocan el núcleo familiar y especialmente a las mujeres” (p.426).

Metodología

Las informantes fueron mujeres auto- reportadas como esposas de migrantes residentes en la comunidad de Caxuxi, Municipio de San Salvador, estado de Hidalgo. Se definió una muestra no probabilística e intencional al solicitar la participación voluntaria de las informantes. Inicialmente fueron 27 participantes, quienes señalaron sostener una relación mínimamente con su pareja por más de un año, la de mayor tiempo fue de 24 años. La edad de las participantes osciló entre los 21 y los 44 años. La totalidad señaló tener hijos con sus parejas.

Los criterios de inclusión fueron: estar casada por lo menos durante dos años y que su esposo haya sido o fuera en el momento de la entrevista migrante; residir en la comunidad. Independientemente de la frecuencia y calidad del contacto que se tuvo o se tenía con el esposo fue importante determinar la existencia de un nivel de relación continua entre ambos. Las participantes se ubicaron con la técnica “bola de nieve”.

Se eligió la entrevista por la flexibilidad para explorar espacios de intimidad en temas específicos de la vida de las personas, y porque permite la integración dialéctica sujeto-objeto, donde las entrevistadas expusieron con espontaneidad y narraron con fluidez y profundidad las vivencias y recuerdos, para captar la riqueza de los diversos significados compartidos en el discurso. Durante la entrevista se enfatizó en la trascendencia de las emociones en la vida cotidiana de las parejas de migrantes.

A las entrevistadas se les informó el objetivo del estudio, y se les aseguró la confidencialidad y anonimato de la información compartida. Se efectuaron de dos a tres sesiones de entrevista en diferentes momentos programados por las propias informantes. La primera sesión comprendió dos segmentos: el primero sobre datos generales de las familias, el segundo sobre la primera etapa de la migración de la pareja en relación al tiempo de migración, frecuencia, si la migración fue indocumentada o bajo qué circunstancias ocurrió, etc.

La segunda sesión y la tercera se concentró en la identificación de las emociones ocurridas durante las ausencias posteriores, el establecimiento de la vida de pareja y la etapa marital, la llegada de los hijos, los antecedentes respecto al noviazgo, la iniciativa y desarrollo del proyecto migratorio y, especialmente, la dinámica conyugal establecida a partir de la inserción de la pareja en los procesos migratorios.

Resultados

Los datos recolectados en la fase de entrevista se articularon para dar respuesta a algunos planteamientos sustanciales del problema de investigación, entre ellos: ¿Cómo entender a la migración desde una perspectiva de la salud colectiva?, ¿Qué papel juegan las emociones en el estudio de los fenómenos relacionados con la salud mental?, ¿Qué mecanismos de control operan sobre la emoción, cuerpo y subjetividad en los contextos migratorios?

Los fragmentos de las entrevistas, identificados con un seudónimo, se articulan con reflexiones sobre los significados otorgados a la experiencia emocional. Los hallazgos se articulan en tres dimensiones de análisis: a) el abandono y el progreso, b) el cuerpo y el sufrimiento, y c) el permiso, el encargo y la salud mental.

Estas dimensiones comprenden la migración de la pareja, la educación y crianza de los hijos, el manejo de las remesas, las afecciones a la salud física, las representaciones y concepciones del cuerpo, nociones sobre sexualidad, resguardo y vigilancia del cuerpo, el crecimiento y cuidado de los bienes materiales, el asumir la dinámica colectiva que ordena y reorganiza la vida en la comunidad, las nuevas obligaciones y necesidades producto de la ausencia, las problemáticas comunes respecto de la familia propia y política. A nivel interpretativo se buscó comprender el orden de las interacciones entre la pareja del migrante y su entorno a través de las emociones; destacando los procesos normativos y regulatorios inscritos en la subjetividad y materializados en prácticas sociales que articulan la reorganización familiar por la ausencia de la pareja migrante.

Cabe mencionar algunas características comunes entre las familias: bajo nivel económico, casa propia con servicios básicos, bajo nivel de escolaridad tanto de hijos como padres –una sola entrevistada cursó estudios universitarios sin concluir la licenciatura–, la presencia de la migración había sido constante en la familia nuclear y extensa, la totalidad de las entrevistadas son oriundas de la comunidad y a diferencia de su pareja nunca habían migrado a los Estados Unidos.

El abandono y el progreso

Fue posible percibir una dualidad emotiva a través de las narraciones de las entrevistadas, la mayoría de participantes juzgaban como positiva a la migración cuando la comunicación fue continua con la pareja y los ingresos constantes, hecho que significó el funcionamiento correcto del proyecto migratorio; también hubo expresiones negativas vinculadas con sensaciones de malestar que impactaban en la seguridad o la integridad moral, incredulidad, dudas sobre la fidelidad, desconfianza y recelo, entre otras.

…si me mandaba dinero, así como me había dicho, pues estaba bien. Pero en cuanto se atrasaba o no me mandaba un mes […], una vez, no me mandó en 3 meses y yo ya no hallaba qué hacer, pues su mamá ni me ayudaba ni nada. Yo ya empezaba a darle vueltas a mi cabeza y pensaba y pensaba por qué, si ya tenía otra familia, otra mujer, si se había enfermado y no me quería decir, y yo le preguntaba cuando me hablaba y él nomás me decía: espérame que me bajó el trabajo y pos la cosa está dura acá. Yo hasta me sentía mal y decía: qué hago Dios mío, qué hago. Me voy para ayudarlo o saber de él y dejo a mis hijos con mi suegra. Me meto a trabajar o qué… (Rosa).

La presencia de emociones de carácter negativo como ira, inseguridad ansiedad, nervios y tristeza se reconocieron como reacciones ante situaciones específicas; como la etapa de la partida de la pareja, la falta de contacto continuo, la seguridad en el empleo, preocupaciones sobre la seguridad de la persona que migró.


Figura 1
Percepciones emocionales negativas y positivas respecto del abandono y progreso durante la ausencia- espera
Fuente: Elaboración propia

En la figura 1 se presenta la ambigüedad emocional captada en los relatos de las informantes, a partir de sus narraciones donde reflejaron la manera de percibirse. Esto evidencia varios aspectos con significación profunda, condicionantes de la vida emocional dentro de la relación conyugal transnacional y también a nivel individual, entre ellos: la calidad y frecuencia del contacto, el éxito o fracaso de la migración evaluado a través de obtención de las remesas.

…una no sabe si lo que siente está bien o no, si está bien que me deba de dar coraje o si de verdad tenga que aguantármelo, lo que si no está bien es que le digan a una que no debe de sentir esto o lo otro, que debe de pensar cosas buenas y no desconfiar. Que me esté tranquila, que ya cuando se regrese todo va a cambiar. Cómo se va a estar una tranquila si tiene que seguir esperando y aguantándose, (Laura).


Figura 2
Percepciones positivas y negativas y reacciones afectivas
Fuente: Elaboración propia

Las participantes señalaron haber tenido sentimientos de culpa y tristeza además de haber vivido fuertes sensaciones de inseguridad y de melancolía, asociadas con experiencias de insatisfacción al percibirse incapaces de controlar sus emociones, así como ataques de ira. La ira se entiende como una de las experiencias emocionales exclusivas de la persona, en este caso, formaba parte de las expresiones de un rechazo a la forma como eran/fueron tratadas.

La narración de las situaciones y experiencias de vida permitió a las participantes reconocer, aceptar o rechazar emociones a través del relato de las condiciones donde estuvieron inmersas al presentarse como sentimientos comunes vividos en el plano individual. El expresar estas emociones les permitió darse cuenta de que sentirlo estaba bien, expresarlo fue tolerable, desear la venganza y agresión eran comprendidos y evaluados como normales, pero atreverse a sobrepasar la ira no les estaba permitido – como señala Bourdieu (1995) el orden de las cosas es implacable–, al ser un regulador externo internalizado creado culturalmente mediante patrones para que las personas actúen con base en los aprendizajes propios del género, las mujeres habrían de cumplir el recato en silencio: asumir su condición, criar a los hijos, aceptar pasivamente vivir en las condiciones que las dejaron sus parejas y esperar su retorno.

La ira estaba acompañada del deseo de castigar a la pareja ausente, desataba cuadros de violencia física y psicológica hacia los miembros de la familia y presentaba pensamientos recurrentes como el deseo de venganza o de que algo malo le pasara por allá. En este caso la violencia hacia los hijos fue una situación común para las participantes; para ellas el comportamiento de los hijos era fundamental para mantener el control, si había reportes o problemas en la escuela solían agredirlos físicamente.

El problema no era que estuviera yo enojada, yo sabía que en el fondo yo estaba bien, aunque me decía mi suegra que ya… que su hijo siempre había sido así bien irresponsable pero que no era malo. Y eso me hacía enojar más, yo quería como verlo pa reclamarle todo: qué porque andaba de cuzco, de cochino, en más de cuatro años no teníamos nada, que por qué hacía eso si yo sí había cumplido mi promesa de esperarlo, yo quería decirle que tenía odio de haberme ido a su casa, no tenía libertad de nada y tenía más coraje no me había cumplido ni una de sus promesas, (Eustolia).

El cuerpo y el sufrimiento

Un estudio sobre el cuerpo dentro de los contextos migratorios daría oportunidad de incursionar en análisis profundos y enriquecedores sobre la masculinidad y la feminidad –entre otros aspectos– representadas en la vida cotidiana; sin embargo, por no ser objeto de esta investigación solo se retoman algunas ideas para presentar un panorama más amplío sobre los procesos cuerpo- subjetividad-emoción de las parejas de migrantes. De esta forma, se retoman las percepciones del cuerpo para concretar el esquema planteado sobre las alteraciones a la vida cotidiana tras la ausencia- espera. Con lo que pudieron identificarse dos líneas en el discurso del cuerpo: a) autopercepción corporal b) administración y regulación del cuerpo.

Con la información aportada por las participantes puede rescatarse que tanto la imagen corporal como la autopercepción gira en torno a la calidad de la relación sostenida con la pareja, temas como el amor, el respeto y compromiso con la relación, las muestras de afecto expresadas a través de regalos, frases o conversaciones continuas, el reconocimiento del esfuerzo, la inversión adecuada de las remesas, entre otros factores, se convirtieron en indicadores de una percepción positiva de sí mismas. A través de los cuerpos se exploran las fronteras de lo natural con lo artificial (Tejeda, 2012), así pues, el cuidado de la imagen corporal, es decir, no perder los atributos físicos o no subir de peso, por ejemplo, fueron estrategias utilizadas para no ser abandonadas y conservar el interés de la pareja.

Yo le mandaba muchas fotos de nosotros por correo y muchas mías y le decía que para que me siguiera queriendo y no se me fuera a ir con una gringa. Mi marido me decía que no, que no fuera yo a andar pensando en eso que él se había ido para podernos dar algo mejor y siempre que podía me mandaba ropa y cosas para mí, que para que yo me viera como a él le gustaba. Cuando me escribía diciéndome eso pues me sentía querida, me sentía bien y procuraba arreglarme para cuando nos llegábamos a conectar me viera guapa y a los niños también, la verdad yo sí tenía miedo de que me fuera a dejar […] por eso siempre trataba de que me viera bien y contenta, para que cuando viniera quisiera estar conmigo, con su familia y no quisiera salirse con sus amigos a tomar, (Araceli).

La percepción de sí mismas se manifiesta a partir de la valoración positiva expresada por la pareja sobre ellas desde la distancia, lo que significa identificarse como mujeres plenas ya que sus expectativas de pareja se cumplían afectivamente al saberse atractivas, situación que les produjo una sensación de crecimiento familiar y estabilidad en el matrimonio.

Por otra parte, es importante destacar que el cuerpo fue el primer objeto de vigilancia y sobre él se establecen mecanismos de control para impedir la existencia de infidelidades. Pero no en exclusiva se trata de la presencia de infidelidades por la ausencia del marido o como recurso de la espera, sino también incluye situaciones de vigilancia sobre las formas de representar el cuerpo dentro de la comunidad, básicamente asociados con el recato obligado. Atendiendo a la paradoja descrita por Zizek (2008) en el sentido de que prohibir lo imposible alcanza su paroxismo dentro las relaciones conservadoras. Puede señalarse con relación al cuerpo femenino que ha sido reglamentado en sus tiempos, sus formas, el deseo sexual y las posibles búsquedas de satisfacción y en esto, de una u otra forma, aparece la represión. Desde las narraciones de las mujeres entrevistadas pueden identificarse subjetividades vigiladas, creadas para proteger el cuerpo como si fuera una propiedad perteneciente a la mirada colectiva. Es posible extrapolar la sociedad disciplinaria creando cuerpos disciplinados en los contextos migratorios.

A mí sí definitivamente me prohibió que me hablará con otros señores. Desde siempre había sido muy celoso y yo ya sabía que cuando se fuera para allá íbamos a tener muchos problemas […] me imaginaba que me iba a decir que no me juntara con mis primos y la verdad a mí siempre me gustó echar mucho relajo con ellos porque fueron como mis hermanos y pensaba que no tenía nada de malo frecuentarlos o que me vinieran a visitar porque la verdad yo sí reconozco que me iba a hacer falta compañía de la gente que quería de mi familia. Sí lo pensaba mucho porque mi familia lo había apoyado a él para irse y mis primos le estuvieron dando consejo […] de tanto pensar en que se iba a enterar que yo iba a casa de mi mamá o casa de mis tías o de otros parientes me enfermé de los nervios ya no estaba tranquila porque decía yo: si cuando estaba aquí me llegó a pegar por cosas que ni eran ciertas o por peleas, porque la verdad él si era bien violento, que iba a ser de mí y de mis hijos si se enojaba porque lo desobedeciera, (Magda).

¿Cómo se controla el cuerpo a partir de la ausencia-espera? La relación conyugal transnacional sirve de mecanismo de control debido al respeto exigido por la ausencia del migrante, y el cuerpo de las mujeres se convierte en un cuerpo que espera, en el cual la idea de la vida sexual ajena al matrimonio no solo está prohibida, sino también está reglamentado el contacto afectivo para no atentar contra formas instauradas de recato y sumisión. Si la sexualidad solo se presenta ante la presencia del marido, la afectividad corre una suerte similar. La conyugalidad transnacional se convierte en una forma de control, la no presencia es el regulador ante la ausencia del migrante.

Esta vigilancia corporal trae consigo otro tipo de consecuencias mientras la ausencia se prolonga; por ejemplo, el no deseo sexual hacia el marido seguida de actos de violencia sexual. Por lo cual el cuerpo había sido castigado vigilando al alma (Foucault, 2009) a través del disciplinamiento “recato-obediencia-abstinencia” inducido por la espera, el interés sexual en el marido disminuye conforme la edad avanza y se atraviesan situaciones críticas generadas por la separación, por ejemplo: conflictos con los hijos atenuadores de la ira hacia la pareja ausente, crisis por falta de apoyo económico, enfermedades, cambios físicos relacionados con el envejecimiento, entre otros.

La vez que me hicieron el examen ahí en la clínica resultó que tenía una infección bien fuerte y tardé mucho tiempo para que se me quitara. Eso me pasó después de que el papá de mis hijos vino y fue la última vez que lo dejé quedarse en la casa […] ya después de ahí ya no quise vivir con él porque pues me había contagiado por andar de puerco metiéndose con quien sabe qué viejas.

[…] me costó mucho trabajo ir a la doctora y pasé como dos meses con comezón y pues no me sentía bien hasta que, con pena y todo, le dije a mi hija para que me llevará pero la verdad es que me daba mucha vergüenza que ella fuera a pensar que me andaba yo metiendo con otro señor porque como fuera le tenía mucho respeto a su padre, (Eustolia).

El permiso y el encargo

El biopoder cobra cuerpo en la experiencia emocional de las personas, lo que Foucault (2009) define como una relación de fuerzas1, en el que existen conjuntamente la disciplina, el control y la gestión de elementos mediante los cuales el dominio sobre la vida sucede. Se entiende la existencia de un ejercicio de dominación que controla la emocionalidad desde la presión externa ejercida por las familias, los grupos de iguales, las propias parejas migrantes y por otra parte aparece lo que la propia migración suscita emocionalmente en las mujeres que esperan.

Los costos emocionales de las mujeres que se quedan en las comunidades de origen son una expresión de las condiciones de dominación ejercidos a través de diversos mecanismos de control, entre ellos está el encargo y éste hace referencia a la vigilancia de la esposa por parte de la familia del marido mientras existe la ausencia, obviamente este vigilar tiene una intención concreta: evitar la traición, el abandono o el engaño por parte de la esposa. Permiso y control son unidades que también pertenecen a este conjunto.

Riveramar (2002), relata que, en el suroeste de Puebla, los hombres se inician en la vida migratoria al cumplir los 15 años o al terminar la secundaria y se casan con una joven de su comunidad entre los 19 y los 24. Las jovencitas viven con sus maridos hasta que sus hijos comienzan a crecer y es cuando quedan depositadas con sus suegros. La experiencia de las informantes fue similar. Algunas de ellas relatan que se casaron muy jóvenes –antes de los veinte años– y que la primera etapa de su vida marital la vivieron en casa de los suegros o de sus padres. Esta primera etapa de la vida matrimonial estuvo marcada por patrones específicos en casi la totalidad de los casos: los conflictos por co-habitar en casa ajena, las presiones económicas por los bajos ingresos, crianza compartida de los hijos, la limitación para hacer uso de los espacios comunes, el obligado cambio de hábitos, además de muchos otros factores que llevaban a tomar una decisión común: la necesidad de un espacio propio para la vida familiar.

… de ahí todavía fueron como 6-7 meses para que se fuera, porque primero que no juntábamos y pues ya al final mi primo les prestó a él y a mi hermano el chico para que se fueran juntos […] y yo ya tenía planeado que me iba a regresar con mis papás pero al final… ya cuando hablamos de todo y que me dijo cómo iba a estar el plan y lo que tenía yo que hacer con ese dinero […] me dijo que pues me iba yo a quedar con sus papás en lo que construíamos la casa… (Carmen).

Riveramar (2002) describe a las esposas de los migrantes en esta condición como nueras subordinadas, refiriéndose al hecho de que no vivan en casa propia sino con sus suegros y en todo momento son vigiladas, situación en la que Marroni (2010) evidencia disputas por el control de los ingresos y por el ejercicio de control de la sexualidad. Al respecto, en esta investigación se logró evidenciar tres situaciones conflictivas y comunes a las entrevistadas: el envío de remesas a los suegros y no a ellas; la crianza compartida de los hijos y la vigilancia establecida por el dominio patriarcal por parte de los suegros.

Cuando Rafael se fue para allá, le dije pues yo nomás te espero aquí con tus papás uno o dos años cuando mucho, así que si me quieres tanto como dices pues apúrate a construir la casa y él sí trabajó duro y empezó a mandar dinero. Lo mandaba a nombre de su mamá que porque ella sí tenía cuenta en el banco y para que yo no hiciera de esos trámites y me fueran a robar o algo […] yo me di cuenta como dos años después de que no necesitaba tener papeles en el banco para recibir el dinero.

Cuando hablé con mi marido para reclamarle, porque la verdad si se me hacía justo decirle, en su familia me empezaron a decir que yo era una ambiciosa, una interesada que no valoraba lo que hacía él por mí […] de ahí hasta que me fui a la casa que había construido mi marido pasaron como dos casi tres años y la verdad nunca fueron igual las cosas con su familia… (Marta).

Un factor que generó conflictos severos mientras se vivía en casa de los suegros era la crianza de los hijos, ya que de ésta participaban quienes allí vivían, lo que provocaba problemas con los miembros de la familia respecto del establecimiento de límites en la educación de los hijos, situación que desencadenaba otra serie de conflictos al interior del grupo familiar: los hijos no reconocían a la madre como figura de autoridad. La combinación de la autoridad compartida de los hijos con los episodios depresivos tuvo desenlaces poco gratos que las informantes recuerdan, por ejemplo, castigos, golpes y regaños constantes contra los hijos como consecuencia de la desobediencia, como resultado de ello la familia política actuaba protegiendo a los hijos y sobrepasando la autoridad de la madre lo que desataba conflictos entre ellas y los suegros o cuñados, situación que para el caso de algunas de las informantes marcó una etapa trágica.

…yo creo que el responsable de que mi hijo se fuera para allá (a los Estados Unidos) fue su padre, él nunca supo darle orientación, ni una palabra ni hablaba con él. Cuando se enteraba de que su hijo no me hacía caso y ya ni quería ir a la escuela solo lo regañaba por teléfono y mi hijo le torcía la boca, pero nunca le explicó, ni le dijo que me hiciera caso a mí […] él fue el responsable de que fuera tan rebelde. Él y su mamá [abuela] que era bien solapadora, (Regina).

La limitación en cuanto a salidas, el regular el contacto y las visitas con sus propios familiares, el normar el contacto con amistades (hombres y mujeres), el no participar abiertamente de las actividades de la comunidad o eventos públicos, entre otros aspectos, fueron formas específicas de control que permeaban en la vida emocional convirtiéndose en dispositivos de vigilancia que ejercían presión sobre el cuerpo y la subjetividad. Al ser reconocidos como un evento común en la vida de las participantes se reconoce como un mecanismo que condicionó la conyugalidad transnacional, convirtiéndose en un juego de doble intención: en principio por ser la opción más viable para mantener a resguardo a la familia pese a las condiciones en que la vida se desarrollaría y en un segundo momento porque esta misma situación de vida y básicamente por la intensidad de las crisis experimentadas orillaba a que las casas se construyeran para poder salir del hogar de los suegros y librar su vigilancia.

Aunado a las descripciones anteriores, aparece el permiso como un ejercicio cotidiano dentro de las relaciones familiares en las que vivieron las entrevistadas durante la ausencia-espera. El permiso significaba que tanto los suegros como el marido aceptaban que la esposa podía salir por ejemplo a pasear con los hijos, participar de las actividades de la fiesta patronal, asistir a misa o ir a visitar a sus familiares, sin embargo, esta concesión no desliga el ejercicio de la vigilancia sobre ella, su comportamiento social, el saber o mediar con quién se relacionaba además de que se establecían medidas de tiempo justificadas por la salud, las actividades o la escuela de los hijos.

…para mayo, mi esposo ya se había ido y pues yo siempre iba con mis hermanos a la fiesta de la virgen y le cantábamos las mañanitas […] pero ya ese año que él se fue yo ya no puede ir, porque mi suegra me decía que más tarde íbamos que para qué iba yo a sacar a la niña tan temprano que me esperara y ya luego me acompañaba para ayudarme con ella. Desde ese año ya no fui a cantarle sus mañanitas […] y luego que iba en la tarde ya no era lo mismo a mí me gustaba pues era participar, (María E.).

El permiso también se presentaba en situaciones de crisis, por ejemplo, cuando el trabajo escaseaba, había recortes o redadas de la migra2 –algunas de las informantes señalaron que en el período 2004 a 2011 las condiciones laborales se recrudecieron para los inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos, situación que coincide con la crisis económica de los Estados Unidos en el 2008– la esposa tuvo que salir a buscar trabajo para mantener el nivel de vida de la familia. Según relataron las entrevistadas, también estaban controladas pues el hecho de buscar trabajo tenía que ser dentro la localidad, en maquiladoras, tortillerías, haciendo limpieza en casas, como dependientes de locales o cualquier empleo similar.

Él al principio no quería, me decía que me esperara que si me organizaba con eso que me mandaba nos iba a alcanzar para que yo me dedicara a la niña, pero esa idea nunca me gusto pues sentía que me limitaba, yo quería estudiar y salir adelante para poderlo ayudar con los gastos y terminar la casa porque para ese entonces el terreno ya estaba […], finalmente accedió. Sentí que le tuve que pedir permiso y mi suegra me dijo que me cuidaba a mi hija pero solo hasta como a las 4. Entonces encontré trabajo con un abogado que había sido mi maestro en la universidad y me dejaba salir más o menos temprano y ahí venía yo corre y corre para llegar a tiempo […], se me complicaba más cuando por cualquier cosa tenía que esperarlo hasta más tarde o acompañarlo a los juzgados, entonces sí se enojaba mi marido y mi suegra me dejaba de hablar. Una vez llegué a las 8 y me estaban llamé y llamé, pero yo estaba trabajando, cuando ya por fin llegué a la casa de mi suegra que me empieza reclamar que porque la niña estaba mala de la panza, luego enseguida me marcó él y me dijo lo mismo. Como a la semana me salí del despacho, (Carla).

El permiso como estrategia vertical de control indudablemente repercutió en la vida psíquica como en las relaciones de pareja a nivel de comunicación, específicamente generando continuos enfrentamientos, los cuales, generalmente, se centraban en el tema de la vigilancia y la exigencia para dejar ser controladas por la familia política. Al mismo tiempo los enfrentamientos fueron motivados por los maridos y abarcaban temas como los celos, la desconfianza, el temor a la emancipación, la sospecha de un posible abandono de la casa de los suegros, entre otros factores emotivos que evidenciaban que ante la inseguridad generada por la ausencia se debían buscar mecanismos regulatorios como no permitir que las esposas salieran a trabajar o extremar la vigilancia. De esta forma, se entiende que el marido asume como su responsabilidad la vida de la esposa, sobrepasando los proyectos o anhelos que ésta tuviera.

Como se ha reiterado en la exposición anterior la vigilancia ejercida por los padres era establecida de forma continua y ejecutada para entregar buenas cuentas al hijo migrante, ese dominio que en principio parecía una estrategia que permitiría cuidar el gasto familiar mediante el ahorro para la construcción de la casa de la familia nuclear resultó ser una ejercicio que limitaba la expresión de la vida argumentando que todos aquellos que habían logrado el sueño americano habían transitado por senderos similares donde la cautela había estado presente obligando a la esposa a la mesura y cierta obediencia en pro del éxito del proyecto migratorio.

Señala Foucault (2009) que donde hay poder hay, indudablemente, resistencia al poder. Los procesos de dominación existentes en los contextos migratorios, sostenidos por reglas específicas del sentir, pautas de comportamiento al interior de la comunidad, la participación de otros actores que tienen el encargo moral de ser cuidadores y al mismo tiempo centinelas, la vigilancia antes de que la infracción sea cometida toma forma a través del encargo y los permisos que constituyen, en alguna forma, aquello contra lo que se lucha para contrarrestar los efectos del poder.

A partir de este asumir roles los malestares emocionales también cobraron otra dimensión, aparecieron sensaciones de desesperanza marcadas por la falta de respuesta para enfrentar la vida desde esta nueva experiencia o bien el hecho de vivir bajo una presión continua en tanto que debían cumplir con las normas establecidas culturalmente que guiaban su autopercepción, además de conducir su comportamiento y la manera de percibir como debería de vivirse mientras se esperaba el retorno. De cierta forma, el conseguir trabajo e independizarse de la familia extensa en principio se concebía como un acto de desobediencia ante las formas de poder que la familia, la comunidad y la relación conyugal con un migrante establecían, este poder con su capacidad de regular los cuerpos y la subjetividad invadía esferas de la intimidad, por ejemplo la salud, los proyectos de vida e incluso la muerte; la forma de contrarrestar el control se logró a través de la protesta misma que se convirtió en el catalizador hacia la autonomía pero al mismo tiempo evidenciaba la presencia de malestares continuos como el estrés.

Conclusiones

A partir de la propuesta de Marroni (2010): “La migración indocumentada es el factor determinante de los costos psicosociales y emocionales que enfrentan las familias” (p. 141), en esta investigación puede afirmarse que la migración de mexicanos hacia los Estados Unidos como un proceso socio histórico en el cual está inmersa la ideología, percepciones y prácticas sociales que dan sentido a la vida alrededor de la migración.

El análisis de la vida cotidiana reportada durante la ausencia-espera permitió dar cuenta de las estrategias de afrontamiento utilizadas para contrarrestar los efectos negativos de la migración en la vida emocional, así como de las relaciones de poder establecidas a través de los aprendizajes colectivos y reproducidas horizontal y verticalmente. Esos efectos negativos de la migración fueron el punto de partida para conocer las emociones asociadas con la ausencia- espera y su relevancia de quienes viven en contextos migratorios, así como el impacto provocado por la ausencia en quienes esperan ya que la no presencia del migrante pone de manifiesto dispositivos de control específicos que actúan sobre la subjetividad controlando cuerpo y emociones.

Con base al conjunto de elementos identificados, es posible entender a la migración como un ejercicio político que funciona como un gobierno de la vida, es decir, se convierte en el todo que somete a quienes viven de ella. Un gobierno de la vida que, en este caso, se instituye en la subjetividad de las personas dentro de los contextos migratorios amenazando la salud y dando sentido a la cotidianidad.

Las emociones adquieren existencia como formas de expresión colectiva, por ejemplo, los testimonios de las esposas de migrantes articulan las experiencias emocionales en la dinámica colectiva del espacio social donde viven la espera. Así, la nostalgia por la ausencia se encarna de formas distintas de acuerdo al motivo, si se trata de una ausencia por muerte entonces implicará un duelo y exigirá adecuarse a condiciones particulares para aceptar la pérdida, en cambio al tratarse de la ausencia del esposo migrante, la motivación central es la espera, la cual matiza las diferentes formas como opera la nostalgia en la cotidianidad condicionando aspectos fundamentales de las relaciones de pareja como la comunicación, el amor, la lealtad, la sexualidad; de manera tal que las personas expresan individualmente las formas colectivas del sentir asumiendo los cambios como parte del proceso normal de la ausencia.

La psicología de la liberación considera al sistema capitalista y la estructura de clase derivada de éste como la base de los problemas psicosociales y de salud mental debidos a la opresión generada. Es evidente la necesidad de una liberación personal a la opresión, a través de la transformación social donde se enaltezca la dignidad, igualdad, equidad y salud mental. Finalmente, a manera de reflexión queda el interrogante ¿Qué debería hacer el Estado para brindar servicios de seguridad social en salud y salud mental hacia las poblaciones vulneradas por la migración?

Material suplementario
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Notas
Notas
1 Esencialmente Foucault hace referencia a las relaciones que se dan en diferentes campos, instituciones, burocracias u otros campos dentro del Estado, mismos que tienen la misión de reproducir las condiciones de la vida. El biopoder sucede en la sujeción de los cuerpos a través de técnicas que tienen el fin de lograr su sometimiento
2 La “migra” es un anglicismo con el que se identifica a la policía de inmigración de los Estados Unidos por parte de los mexicanos que radican en ese país.

Figura 1
Percepciones emocionales negativas y positivas respecto del abandono y progreso durante la ausencia- espera
Fuente: Elaboración propia

Figura 2
Percepciones positivas y negativas y reacciones afectivas
Fuente: Elaboración propia
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