Artículos de Revisión de Tema
Aproximaciones al estudio de la conciencia Un abordaje más allá de los correlatos anatomo funcionales de la perspectiva neurológica convencional, hacia posturas emergentes que reconocen la existencia de diferentes estados de la mente. Una perspectiva fenomenológica.
Aproximaciones al estudio de la conciencia Un abordaje más allá de los correlatos anatomo funcionales de la perspectiva neurológica convencional, hacia posturas emergentes que reconocen la existencia de diferentes estados de la mente. Una perspectiva fenomenológica.
Archivos de Medicina (Col), vol. 16, núm. 2, pp. 485-494, 2016
Universidad de Manizales
Resumen: Objetivo: el presente artículo corresponde a una revisión de tema en torno al estudio de la conciencia humana a partir de algunas de las ciencias cognitivas, en este sentido, tuvo como objetivo la presentación de un análisis teórico a la relación interdisciplinar que se establece en el estudio de la conciencia desde áreas como la Medicina, la Neurología, la Psicología y la Filosofía. Discusión: se analizan diferentes posturas al problema de la conciencia para analizar desde la fenomenología, el carácter integrador que representa el modelo de Damasio, en el que se reconoce que el proto si mismo hace referencia a los sentimientos primordiales, el sí mismo central al reconocimiento de la existencia de un sujeto orientado a la acción, y el sí mismo autobiográfico, a un sí mismo consciente, que se da cuenta, capaz de construir una dimensión social y espiritual. Conclusiones: desde el modelo médico y neuropsicológico analizado, bien podríamos decir que la conciencia es una función neurocognitiva transversal, a todos los procesos mentales superiores, mediante la cual, estructuramos el ego, el auto concepto, la auto imagen y el si mismo auto biográfico. Sin embargo, aún no se ha dicho la última palabra, en el campo propedéutico del estudio de la conciencia.
Palabras clave: neurociencias, psicofisiología, filosofía, función ejecutiva, conciencia.
Abstract: Objetive: this article is a review about human consciousness from the cognitive sciences point of view. We present a theoretical analysis about the relationship between medicine, neurology, psychology and philosophy when studying consciousness. Discussion: we analyze different points of view about the concept of consciousness from phenomenology, well explained by Damasio, where he identifies the self which acknowledges the presence of a subject oriented to action and the autobiographic self, a conscious self, which understands, capable of building a social and spiritual dimension. Conclusions: from the neuropsychological and medical model, we could say that consciousness is a transversal neurocognitive function to every single higher mental process, so that the subject can structure the self, self-concept, and the autobiographic self. However, there is still a great need to keep up with the studies concerning consciousness.
Keywords: neurosciences, psychophysiology, philosophy, executive function, conscience.
Archivos de Medicina (Manizales), Volumen 16 N° 2, Julio-Diciembre 2016, ISSN versión impresa 1657-320X, ISSN versión en línea 2339-3874. Montoya Londoño D.M.; Vanegas García J.H.; De la Portilla Maya S.
Montoya-Londoño DM, Vanegas-García JH, De-la-Portilla-Maya S. Aproximaciones al estudio de la conciencia. Arch Med (Manizales) 2016; 16(2):485-4.
El estudio de la relación entre fenomenología y neurociencias, implica reconocer en un primer sentido que la fenomenología se comprende a sí misma como investigación eidética de una experiencia trascendental [1.2], que implica la comparación de varios objetos intencionales para destacar una esencia común, a fin de lograr o de acceder a la denominada Epojé – trascendental, que permite acceder a la subjetividad trascendental o conciencia pura, mediante una serie de pasos o resoluciones [1]. Es en este sentido, que para cumplir el objetivo del programa de investigación que representa la fenomenología, desde el cual se busca describir el sentido que el mundo tiene para las personas [3], puede señalarse que se precisa en un segundo sentido, del aporte metacognitivo que en dicha comprensión brindan los actuales desarrollos de las neurociencias, desde sus planteamientos acerca de cómo funciona el cerebro como órgano de la conciencia.
En este orden de ideas, la intencionalidad fenomenológica [1.2], que como propiedad de la vivencia está referida a algo [4], podría bien estar referida a la vida de conciencia sobre el propio funcionamiento cerebral al estar consciente, así todas las vivencias del ser humano, se refieren necesariamente a objetos, y el cerebro como órgano de la mente y de la conciencia es probablemente el objeto intencional que representa un mayor desafío filosófico para las neurociencias actuales, en la medida en que “La investigación sobre el cerebro humano se complica, por el hecho de que éste, se esfuerza por comprenderse, así mismo. Dicho órgano de 1.5 kg, es tal vez, la única materia del universo, que se observa así misma, se auto-interroga, se analiza, e intenta adquirir un mayor control sobre sus capacidades” [5].
Así, el interés de algunos investigadores por el problema de la conciencia, deviene en un abordaje interdisciplinar, que desde diferentes perspectivas, pretende dar respuesta a las relaciones entre la mente y el cerebro o al problema de la conciencia humana. Es desde esta búsqueda que se plantea la dialéctica existente entre monistas, dualistas y emergentistas en el estudio de la relación entre cerebro y cognición [6,7,8], así como también, desde lo que ha sido considerado por algunos autores, como la solución al problema fácil o difícil en el estudio del concepto de mente, y más allá, de mente consciente.
Desde el método de investigación propuesto por la denominada Escuela Rusa, la neurología convencional clásica y clínica, propone en la explicación de la conciencia una teoría fundamental, denominada teoría de los Sistemas funcionales de Alexander Luria [9], perspectiva reconocida actualmente como la teoría más influyente en la explicación sobre el funcionamiento actual del cerebro humano. A partir del reconocimiento de los correlatos anatomo-funcionales de la cognición, se considero en primera instancia, que el problema de la mente y de la conciencia, era la suma de los procesos cognitivos, o de las denominadas funciones psíquicas superiores conscientes e inconscientes en el individuo, entendiendo en dicha postura el problema de la conciencia, como un problema referido a la primera unidad funcional de Luria.
En este contexto, para las perspectivas monistas entre las que se inscriben las posturas de Piaget [6], Luria [10], y Vigostky [11], autores que entienden la cognición como un subproducto de la actividad cerebral, el problema de la conciencia está directamente relacionado con la naturaleza estructural y funcional de la primera unidad funcional de Luria, entendida como la unidad para regular el tono, la vigilia y los estados mentales, visto así el problema de la mente consciente, es un problema de estar despierto. Desde esta perspectiva el problema de la mente consciente, se sintetiza en reconocer que para que los procesos mentales humanos sigan su curso, es esencial que el cerebro se encuentre en estado de vigilia. Sin vigilia, no puede haber conciencia.
De esta forma, en la postura monista, se considera que “sólo bajo condiciones óptimas de vigilia, es posible que el hombre reciba y analice la información, que los necesarios sistemas selectivos de conexiones puedan ser llamados a la mente, que su actividad sea programada, y comprobado el curso de sus procesos mentales, corregidos sus errores, y mantenida su actividad por el curso debido” [10]. Esto es, lo que corresponde a la conciencia. “En cuanto es bien sabido que esta precisa regulación de los procesos mentales es imposible durante el sueño, el curso de reminiscencias y asociaciones que se desarrollan es desorganizado en su carácter y la actividad mental propiamente dicha es imposible” [10].
Las posturas que asumen la mente consciente, como un problema referido al reconocimiento de los correlatos anatomo funcionales, han sido integradas por algunos teóricos, bajo la denominación de investigaciones referidas al problema fácil de la cognición, en cuanto diversos autores [12,13,8], consideran que hallar las estructuras, o los sistemas funcionales implicados en la producción de un proceso cognitivo, no explica, como uno, “su sí mismo autobiográfico”, nuestro verdadero sentido de existencia e identidad, termina siendo producto de la actividad fisiológica, eléctrica y química de su cerebro, esto es lo que ha sido comprendido por muchos autores como el problema difícil de la cognición humana, que pretende tratar de explicar cómo emerge la conciencia del cerebro. Tal y como lo señala Crick, F., al postular el problema fácil en el estudio de la conciencia desde su referencia a que: “La hipótesis asombrosa es que uno, sus gozos, y sus tristezas, sus recuerdos, y sus ambiciones, su sentido de identidad personal y libre albeldrío, en efecto, no son más que el comportamiento de una gran congregación de células nerviosas y sus moléculas asociadas” [12]. Así entendido, el problema de la conciencia estaría solamente referido a encontrar ¿cuáles regiones o procesos del cerebro se correlacionan con la conciencia? y describir ¿dónde se localizan, en un sentido, contrario y más integrador y comprensivo, las estructuras, módulos o los sistemas funcionales encargados de la actividad consciente?
Dicha perspectiva, es contraria a la de otros teóricos que intentan explicar la mente consciente, desde el reconocimiento del problema difícil. Entre estos autores se encuentran Searle [13], Llinas [7], Solms [8], y Damasio [14,15,16,17], quienes intentan explicar en cambio, de qué manera la fisiología, la anatomía y la química, se convirtieron en un asunto mental. Si se toma como ejemplo la experiencia del dolor, el problema difícil de la mente consciente estaría referido al intento de algunos teóricos por explicar ¿cómo hace el cerebro para superar la fase más difícil, pasando por la electroquímica a la sensación? En otras palabras, estos autores intentan explicar cómo surge la vida mental a partir de eventos fisiológicos, desde el reconocimiento de diversos estados de la mente, hasta llegar al nivel de la mente consciente.
Desde esta perspectiva, la conciencia es un estado mental en el que se tiene conocimiento de la propia existencia y de la existencia del entorno. Lo que equivale a decir que si no hay mente, no hay conciencia. Esta, representa un estado mental particular, enriquecido con una percepción del organismo en el que funciona la mente, y ese estado mental incluye el conocimiento de la ubicación en el espacio, del reconocimiento de objetos y acontecimientos circundantes, entre otros. En suma, la conciencia es un estado mental al que se le ha añadido un proceso en el que uno se siente a sí mismo [17].
Es probable que algunos teóricos de la fenomenología, al proponer la “Epojé” como un estado mental de suspensión del juicio, en el que ni se niega, ni se afirma nada (estado en el que se pone entre paréntesis no sólo las doctrinas sobre la realidad, sino la realidad misma) proporcionen un método de reducción fenomenológica para avanzar en el conocimiento metacognitivo de lo que significa estar consciente o de lo que implica la conciencia como proceso cognitivo que bien pudiera entenderse como una de las funciones ejecutivas más importantes, sino la más importante del ser humano, a partir de “ir a las cosas”, al cerebro en su estructura y funcionamiento más neurológico y material, a partir del cual el ser humano es capaz de darse cuenta, de ser consciente de sus propios procesos de pensamiento.
Para ello, la fenomenología como ciencia propone un método que integra tres elementos de investigación: la variación eidéitica, la mereología o la teoría de los todos y las partes, y la teoría del cumplimiento de las vivencias intencionales (evidencias).
En tal sentido, la variación eidéitica, supone la comparación de varios objetos intencionales para destacar una esencia común, que bien pudiera ser comparable con el tipo de desarrollos en el estudio del cerebro consciente que se derivan de las investigaciones de caso único y de constelación de síntomas propuestos desde campos de estudio como la neuropsicología cognitiva, disciplina que busca comprender desde el desarrollo de modelos teóricos acerca de los procesos cognitivos el funcionamiento de la mente consciente, en casos de normalidad a partir del estudio de la patología cerebral [18]. En otro sentido, la mereología se constituye en un elemento a partir del cual se diferencian las partes independientes y las no independientes de la esencia de los objetos intencionales, que bien podría ser comparada, con los aportes derivados de las nuevas técnicas implementadas desde la neurofisiología en el estudio del cerebro, en especial, desde los más recientes desarrollos de las imágenes funcionales para el estudio del cerebro humano en vivo, técnicas entre las cuales se destaca actualmente los aportes de la tractografía que incorpora los desarrollos de las imágenes funcionales con estudios de radiología para la exploración especialmente de las conexiones subcorticales entre las que se encuentra el estudio estructural y funcional del cuerpo calloso y el fascículo arqueado entre otras. Esta técnica es de las más modernas en el estudio del cerebro y permite trazar las vías cerebrales usando la difusión, para la determinación del tracto nervioso subyacente [19].
Por último, en el contexto de la teoría de la evidencia, surge la pregunta por el sentido intencional que se responde a partir de las vivencias perceptivas en las que se captan objetos reales o ideales [4]. Así los objetos son inconcebibles, sin su referencia a las vivencias en las que se muestran, sin referencia a un contexto de sentido, social e histórico que las constituye, fundamento de los nuevos desarrollos neurobiológicos en el estudio de la conciencia en el que esta es vista, como un estado mental, derivado de la actividad cerebral, que emerge de la interacción entre un órgano que es el cerebro y la actividad cognitiva derivada de la interacción en el contexto.
En la postura neurológica de Damasio por ejemplo, el problema de la conciencia, visto como problema difícil, es el resultado de la evolución filogenética de la especie, así entendido el si mismo se forma de manera escalonada, desde el reconocimiento de la construcción de la mente consciente a partir del transito por diversos niveles que van desde el proto – si mismo, el si mismo central, hasta el reconocimiento de un si mismo auto biográfico.
El proto si mismo, se constituye en el nivel más básico y fisiológico de la conciencia, que surge desde la condición inicial de tener una mente despierta. El proto si mismo, surge de la región del encéfalo que representa al organismo, y que consiste en una recopilación de imágenes que describen aspectos relativamente estables del cuerpo y generan sensaciones espontaneas del cuerpo vivo, denotando sentimientos primordiales, visto así el proto si mismo, solo surge cuando el estado de vigilia se constituye en una operación cerebral.
Lo esencial del proto si mismo, radica en que este nivel se trata de una colección integrada de diferentes configuraciones neuronales que, un instante tras otro, registran en mapas los aspectos más estables de la estructura física del organismo. Los mapas que el proto si mismo elabora (maestros interoceptivos, mapas maestros del organismo, y mapas de los portales sensoriales dirigidos hacia el exterior), se distinguen porque no generan sólo imágenes del cuerpo sino más bien imágenes corporales sentidas. Se trata de sentimientos primordiales del cuerpo, y se hallan presentes en el cerebro despierto normal [17]. Desde esta perspectiva el proto si mismo o proto self, es una colección coherente de patrones neurales que cartografía, momento a momento, el estado de la estructura física del organismo en sus múltiples dimensiones. Está perpetua colección de patrones neurales de primer orden ocurre en muchos lugares del cerebro, no en uno, y en una multiplicidad de niveles, desde el tronco del encéfalo hasta la corteza cerebral, en estructuras conectadas por tractos neurales. Núcleos del tronco del éncefalo (cordones de la médula espinal, el nervio trigémino, el complejo del vago, el área postrema), núcleos reticulares, el hipotálamo, la corteza insular, las cortezas conocidas como S2, y las cortezas mediales parietales [15].
El segundo nivel en la construcción y el acceso a la mente consciente, resulta de establecer una relación entre el organismo como el proto si mismo lo representa, y cualquier parte del encéfalo que representa un objeto a conocer, este nivel es lo que ha sido llamado como el sí mismo central, esto es, el nivel donde el cerebro reconoce a un protagonista. Desde esta perspectiva, “una vez dispone de un protagonista en medio de los demás contenidos de la mente, y una vez, que el protagonista se halla coherentemente vinculado a algunos de los contenidos actuales de la mente, la subjetividad empieza a ser algo inherente al proceso. Los cambios en el proto si mismo, inauguran la creación pasajera del sí mismo central y dan inicio a una cadena de acontecimientos. El primer acontecimiento es una trasformación en el sentimiento primordial, que da como resultado un sentimiento de conocer al objeto. El segundo acontecimiento es una consecuencia del sentimiento del conocer y es que se genera, prominencia (atención) para el objeto con el que se interactúa. Las estructuras encefálicas implicadas son los Núcleos del tronco del encéfalo (cordones de la médula espinal), el nervio trigémino, el complejo del vago, el área postrema, núcleos reticulares, el hipotálamo, la corteza insular, las cortezas conocidas como S2, y las cortezas mediales parietales.
El sí mismo central, por tanto se crea al enlazar el proto sí mismo modificado con el objeto causante de la modificación, un objeto que entonces aparece marcado con el sello distintivo del sentimiento y realzado por la atención” [15,17].
El reconocimiento del mi mismo material, sienta las bases de la existencia del si mismo central, desde el cual el cerebro reconoce que existe un protagonista al que le están ocurriendo los acontecimientos, el agregado de imágenes, así entendido, es lo que empieza a producir una mente consciente. Visto así, el sí mismo entra en la mente en forma de imágenes, “contando incesantemente una historia de tales encuentros e interacciones” [16,17].
Finalmente puede señalarse que reconocer la existencia de un si mismo autobiográfico, como un nivel superior en el estudio y reconocimiento de la mente consciente, implica tener claro la estrategia que el cerebro emplea para construirlo. En primer lugar al parecer, “conjuntos sustanciosos de recuerdos biográficos definitorios tienen que agruparse de tal modo que cada uno pueda ser tratado como un objeto individual. Cada uno de estos objetos puede modificar el proto si mismo y producir su pulso del si mismo central, con los respectivos sentimientos del conocer, y la consiguiente prominencia del objeto que lleva consigo a remolque. En segundo lugar, dado que los objetos de nuestras biografías son tan numerosos, el cerebro necesita dispositivos capaces de coordinar la evocación de recuerdos, entregarlos al proto sí mismo para la necesaria interacción y retener los resultados de la interacción en un patrón coherente relacionado con los objetos causantes” [17].
Construir un si mismo autobiográfico al parecer depende de dos mecanismos esenciales, el primero es subsidiario del mecanismo del sí mismo central y garantiza que cada conjunto biográfico de recuerdos sea tratado como un objeto, y se haga consciente en un pulso del si mismo central. El segundo lleva a cabo una operación de coordinación que incluye los siguientes pasos: en principio, ciertos contenidos son evocados a partir de la memoria y presentados como imágenes. Seguidamente, las imágenes pueden interactuar de una manera ordenada con otro sistema en algún otro lugar del cerebro, a saber el proto sí mismo. Luego, los resultados de la interacción se mantienen coherentemente durante una determinada ventana en el tiempo. Cabe señalar que las estructuras que intervienen en la construcción del si mismo autobiográfico incluyen todas aquellas que son precisas para el si mismo central, en el tronco cerebral, el tálamo, y la corteza cerebral, y además de las estructuras que intervienen en los mecanismos de coordinación: cortezas de asociación, cortezas polar y medial del lóbulo temporal, las cortezas mediales frontales, las confluencias temporo parietales y las cortezas posteromediales [17].
A manera de aproximación a ciertas conclusiones, podría señalarse que desde la revisión de la postura teórica de algunos de los autores, que intentan ofrecer en sus modelos neuropsicológicos o neurofisiológicos acerca de la función cerebral, una explicación en torno a la neurología de las emociones o al establecimiento de una mente consciente, sin duda puede señalarse que la mayoría de teóricos coinciden en avanzar en el desarrollo de postulados, hipótesis de trabajo y modelos teóricos que trascienden las explicaciones de los correlatos anatomo funcionales del cerebro y la cognición humana, para centrarse en explicar el problema difícil de la mente, aquel que pretende proponer que nos hace específicamente humanos en nuestra condición de especie, y cómo se resuelve neurológica y psicológicamente el asunto acerca de ¿cómo la actividad neurológica, química y eléctrica del cerebro, se convierte en un si mismo, en un sí mismo autobiográfico? [15,17] máxima expresión de la mente consciente en su reconocimiento del nivel de conciencia que proporciona la identidad o la reescritura de nuestra propia historia.
En este mismo sentido, diferentes autores coinciden con Damasio [17] en señalar algunas de las siguientes expresiones de nuestra propia humanidad y del sentido de ser un mismo material, como características cerebrales que nos hacen específicamente humanos, entre las que se destaca la presencia de lenguaje articulado, así como el desarrollo evolucionado de los lóbulos frontales. Desde esta perspectiva, se destaca la aparición en el ser humano del área de Broca que posibilita la existencia de lenguaje articulado inteligente, así como la máxima maduración a nivel estructural y funcional de los lóbulos frontales que hacen posible la autorregulación y planificación de la conducta, y de la vida característicos de nuestra especie; condición que ha permitido el desarrollo y evolución de las funciones ejecutivas.
Así mismo, se reconocen como características neuropsicológicas del sí mismo central, y del si mismo autobiográfico, la relación entre la cognición y el movimiento organizado, la importancia dada a la generación de imágenes sensoriomotoras y la capacidad de predicción o anticipación como uno de los principales fundamentos de la existencia del yo, así como la importancia dada a la creación de mapas mentales y a las emociones en la definición del sí mismo en los diferentes niveles y estados de la conciencia: proto sí mismo, si mismo central y si mismo autobiográfico [20,21,9,7,8,15,17].
Cabe resaltar que Damasio [17], ve al ser humano, como sujeto material entendido como una colección dinámica de procesos neuronales, centrados en la representación del cuerpo vivo, que hallan expresión en una colección dinámica de procesos mentales integrados.
El modelo teórico de Damasio [17], para explicar la mente consciente postula que esta se construye desde la interrelación entre el estado de vigilia, la mente y el sí mismo, en la que intervienen a nivel estructural tres divisiones anatómicas: el tronco encefálico, el tálamo y la corteza cerebral. Desde dicho modelo teórico se establece que la conciencia surge cuando a un proceso básico de la mente como el estar despierto, se le añade un proceso como el si mismo (si mismo material y el si mismo autobiográfico). Así entendido: en el modelo de Damasio [17], el proto si mismo hace referencia a los sentimientos primordiales, el sí mismo central al reconocimiento de la existencia de un sujeto orientado a la acción, y el sí mismo autobiográfico, a un sí mismo consciente, que se da cuenta, capaz de construir una dimensión social y espiritual.
En este sentido, el sujeto en perspectiva fenomenológica, puede acceder a una reducción trascedente (desconexión o puesta entre paréntesis) de la creencia en la realidad del mundo. Quien ejecuta esta reducción descubre de manera radical el mundo, en tanto que mundo vivido por él, en la medida en que con la desconexión de la creencia en la realidad del mundo, la persona se encuentra con el campo de la vida y de la conciencia, en la que esta aparece y adquiere incluso su carácter de realidad, y adquiere un sentido, que bien podría considerarse como proceso cognitivo ejecutivo de carácter muy superior.
Dicho proceso reflexivo en torno a la propia experiencia de estar consciente, remite al paradigma activo del conocimiento, en el que se reconoce la acción como el proceso de designar la interacción circular que hace emerger tanto la identidad cognitiva del sujeto como la configuración de su mundo [22,23].
Así entendido, el cerebro empieza a construir la mente consciente en el tronco encefálico, desde el establecimiento de los sentimientos primordiales entendidos como las primeras imágenes que el cerebro genera desde su capacidad para recibir estímulos (fundamento del proto si mismo), así la mente consciente empieza cuando el cerebro añade el proceso cognitivo que es el sí mismo (el sujeto protagonista), a la mezcla que es la mente, desde donde surgen las sensaciones más elementales de la existencia, seguidas del surgimiento del sí mismo central, que es quien se ocupa de la acción, de la relación del organismo con los objetos, así entendido, el sí mismo central se despliega en una secuencia de imágenes que atraen la atención del proto sí mismo y lo modifican, para llegar al nivel que considera como si mismo autobiográfico [17], el cual está representado por un sí mismo estructurado desde el conocimiento biográfico que implica el pasado, y la capacidad de planificación y anticipación del futuro.
A pesar de que en el momento actual se conoce relativamente poco acerca de la capacidad del cerebro humano respecto a su complejidad, al punto que Damasio [17], plantea que la comprensión que tenemos del cerebro humano es considerablemente incompleta, desde su postura se infiere que los estudios y futuras investigaciones de las neurociencias centradas en los desarrollos de la neurofisiología moderna, y biología celular, en perspectiva interdisciplinar con otros campos del conocimiento, como lo serian la filosofía y la inteligencia artificial, han de centrarse más que en el abordaje de los aspectos estructurales del cerebro humano, en sus aspectos funcionales. Al decir de Searle [13], parece que la mente, es en mucho, más que el subproducto de la actividad neuronal, así como el agua, que existe, a partir de la suma de moléculas de hidrogeno y oxigeno, y es un elemento distinto a los elementos que la constituyen, es un elemento nuevo que surge de la unión de dos componentes. Damasio [17], parece dejar formulada una invitación permanente a continuar investigando el asunto de la mente consciente, al asumirla como mucho más que actividad cerebral, visto en términos del problema difícil, al señalar que:
“Las propiedades de la mente consciente parecen ser tan radicalmente distintas a las propiedades de la materia viva visible, que los más juiciosos se preguntan ¿de qué modo un proceso (las mentes conscientes) se combina con el otro proceso (las células físicas que conviven en agregados llamados tejidos)?. Decir que las mentes conscientes son un misterio, es algo diferente de afirmar que ese misterio es irresoluble, o que nunca seremos capaces de comprender de qué modo un organismo vivo dotado de un cerebro elabora una mente consciente” [17].
Desde el modelo médico y neuropsicológico, bien podríamos decir que la conciencia es una función neurocognitiva transversal, a todos los procesos mentales superiores, mediante la cual, estructuramos el ego, el auto concepto, la auto imagen y el “si mismo auto biográfico” [17], síntesis del pasado, el presente y el futuro proyectado. Autores destacados en el estudio de la conciencia, como Duque Parra [24], describen la “conciencia plena”, como resultante de varias sub categorías de la conciencia, por ejemplo la visual, la auditiva, la sinestésica.
Se atribuye igualmente a la conciencia, el proceso reflexivo que motiva un cambio, mediante la conexión entre emoción, comprensión y conducta [25].
Su complejidad invita a correlacionarla con otros procesos mentales fundamentales, como el “insigth”, concepto que tiene varias acepciones. Desde la psiquiatría fenomenológica, que estudia los fenómenos psíquicos anormales o morbosos, corresponderían al entendimiento de la manera como el paciente comprende y juzga el mundo propio y circundante. Así, el insight, como proceso de auto conciencia, permitirá implícitamente, dar sentido a la experiencia [26,27].
En el campo de la psiquiatría psicodinámica, dicho insight, representa el proceso de auto observación de sí mismo y la conciencia del sujeto respecto a sus propios conflictos psicológicos [25]. Mientras que la psicopatología clínica, asume el concepto en términos más amplios respecto al reconocimiento de su propio estado de salud o enfermedad mental. La falta de conciencia de padecer enfermedad mental, o síntomas de la enfermedad, alerta condiciones patológicas de gravedad, tal como en el caso de los pacientes psicóticos o con ciertos trastornos neurológicos [28.29], justificando la búsqueda de correlación funcional o localización estructural del daño que ocasiona tal fenómeno.
Otros autores [30] describen dos componentes psicológicos de la conciencia: uno primario, que daría cuenta de la senso-percepcion y la atención, y otro secundario, referido a la autoconciencia propiamente dicha, en conexión estrecha con la memoria (autobiográfica) las emociones y el lenguaje. Seguramente dicha mirada va en concordancia, con uno de los estadíos de la conciencia postulado por Damasio como el “si mismo autobiográfico” [17].
Se deduce, por lo tanto, que el insigth podría catalogarse como una función mental superior que requiere de varios grados de conciencia: desde la toma de conciencia de aquello que se ignora, o atribuirle un sentido correcto, hasta generar un proceso reflexivo, que conlleve un cambio e incluso una redefinición personal acorde a la experiencia, conectando de esta forma, la emoción- comprensión y la conducta.
En suma, aún no se ha dicho la última palabra, en el campo propedéutico del estudio de la conciencia.
Conflictos de interés:
los autores declaran no tener conflictos de interés con la publicación de este artículo.
Fuentes de financiación:
Universidad de Manizales, Universidad de Caldas, Universidad Autónoma de Manizales.
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