Arqueología
El establecimiento hispano africano de Santa Cruz de Mar Pequeña y su aparición en la cartografía náutica portuguesa de finales del siglo XV
The african hispanic establisment of Santa Cruz de Mar Pequeña and itss appearance in the portuguese nautical cartography of the end of the 15th Century
El establecimiento hispano africano de Santa Cruz de Mar Pequeña y su aparición en la cartografía náutica portuguesa de finales del siglo XV
Anuario de Estudios Atlánticos, vol. AEA, núm. 64, pp. 1-15, 2018
Cabildo de Gran Canaria

Recepción: 19 Mayo 2017
Aprobación: 17 Julio 2017
Resumen: En el presente trabajo hacemos un repaso de la evolución histórica de la antigua torre de Santa Cruz de Mar Pequeña, desde su fundación en el siglo XV hasta la problemática en torno a su ubicación que se mantuvo a finales del siglo XIX, y mostramos las primeras apariciones de su topónimo en la cartografía del siglo XV, concretamente en los tres ejemplares más antiguos de cartas náuticas portuguesas que se conocen en la actualidad.
Palabras clave: África noroccidental, Sáhara atlántico, Berbería de poniente, portulano, carta náutica.
Abstract: In the present work we make a review of the historical evolution of the old tower of Santa Cruz de Mar Pequeña, from its foundation in the 15th century to the problematic around its location that was maintained at the end of the 19th century, and we show the first appearances of its place name in the cartography of the 15th century, specifically in the three oldest examples of Portuguese nautical charts that are known today.
Keywords: Northwestern Africa, Atlantic Sahara, Western Barbary, portolan, nautical chart.
Cómo citar este artículo/Citation: Blanco Vázquez, L. (2018). El establecimiento Hispano Africano de Santa Cruz de Mar Pequeña y su aparición en la cartografía náutica portuguesa de finales del siglo XV. Anuario de Estudios Atlánticos, nº 64: 064-000. http://anuariosatlanticos.casadecolon.com/index.php/aea/article/view /10172
Situación y estado actual de conservación
Los restos de la antigua torre de Santa Cruz de Mar Pequeña se localizan en la costa atlántica de la zona sahariana de Tarfaya, territorio ubicado al sur de Marruecos y al norte del Sáhara Occidental, frente a la isla canaria de Fuerteventura. Se sitúa dentro de los límites del parque nacional de Khnifis, en la orilla oriental de la laguna de Naila (Puerto Cansado en los siglos XVIII, XIX y XX y antigua Mar Pequeña en época medieval y moderna), mar interior que recibe las aguas del océano a través de la abertura de Foum Agouitir, un entorno natural protegido marcado por la influencia del mar y el desierto (Fig. 1). El acceso se realiza a través de la carretera N1 (en su tramo Tan Tan-El Aaiún, a unos 20 km al suroeste de la población de Sidi Akhfennir), que bordea el parque nacional y en donde una pista asfaltada conduce hasta los acantilados sobre el borde sur de la laguna. A partir de ese punto, se hace necesario continuar a pie o en barca durante unos 2 km en dirección noreste hasta las ruinas de la torre, conocida en la zona con el nombre de «Agouitir» (Fig. 2).


Los restos (con coordenadas WGS84 de 2016: latitud: 28º 02’ 16,69’’ y longitud: 12º 13’ 25,84’’) se encuentran en la actualidad prácticamente cubiertos por la arena, de los que es perceptible únicamente la parte superficial de la esquina noreste (unos 4 m por lado). El resto de la estructura, de planta cuadrada de 8 m de lado, está completamente soterrada.
Durante el siglo XX aún eran visibles sus muros durante la marea baja, quedando al descubierto con la marea alta la última hilada de piedras, fenómeno del que podemos citar como ejemplos las fotografías de Paul Pascon[1], Maximilien Bruggmann[2] y Francisco García-Talavera[3]. Sin embargo, en la actualidad la situación ha cambiado, ya que la arena de las dunas que rodean este enclave, impulsadas por la acción del «irifi» o viento del interior del desierto, ha cubierto la práctica totalidad de la torre y ha invadido la orilla de la bahía, por lo que las mareas ya no influyen sobre los restos pétreos al quedar la marea alta a varios metros de distancia de la antigua edificación[4]. Este hecho posibilitó que en 2011 las autoridades de Sidi Akhfennir realizaran labores de extracción de la arena que rodeaba la torre, dejando al descubierto los muros (en alzados de algo más de 1,5 m) y reconstruyendo toscamente la parte superior con los bloques pétreos que permanecían soterrados[5]. No obstante, las arenas del desierto volvieron a recubrir los restos al poco tiempo (Fig. 3).

Reseña histórica y problemática sobre su localización
Desde finales del siglo XIV, y ya plenamente en el siglo XV, la Corona de Castilla, en constante litigio con Portugal, reivindica como propios los derechos de conquista sobre las islas Canarias y la costa africana próxima a ellas, el territorio situado entre los cabos Aguer, al noreste, y Bojador, al suroeste, aduciendo que era legítima heredera de la monarquía goda y, por ello, tenía preferencia sobre los territorios que le habían pertenecido, como era el caso de la zona noroccidental de África, la Mauritania Tingitana de la Antigüedad[6]. Sin embargo, los monarcas castellanos de la segunda mitad del siglo XV, Enrique IV y los Reyes Católicos, no podían asumir directamente la conquista de estos territorios hasta que finalizasen los conflictos bélicos que mantenían con los otros reinos de la península ibérica, la Guerra de Sucesión con Portugal y la Guerra de Granada con el reino nazarí. Por ello, son personajes vinculados a casas nobiliarias castellanas, como Juan de Guzmán (duque de Medina Sidonia), Diego García de Herrera, Alonso Fajardo y Alonso Fernández de Lugo los que, primero a título propio y posteriormente en representación de la Corona, afrontan la tarea de poner bajo dominio castellano los espacios atlántico-africanos citados[7].
Es en este contexto en el que hay que situar la fundación en torno a 1478 de la torre de Santa Cruz por parte de Diego García de Herrera, señor de las Canarias Menores, en un islote arenoso de la pequeña bahía o mar interior de la costa africana frente a ellas conocida con anterioridad por los marinos europeos como el «río de la Mar Pequeña»[8]. Tras la muerte del fundador García de Herrera en 1485, la torre será paulatinamente abandonada por sus herederos ante lo gravoso de su mantenimiento. Con posterioridad, y ya por deseo expreso de los Reyes Católicos, será reconstruida con carácter de realengo en 1496 por Alonso Fajardo[9], gobernador de la isla de Gran Canaria, considerándose, por tanto, como el primer establecimiento español en el África continental. Su existencia, cuyo carácter defensivo y comercial le atribuía funciones de factoría fortificada, fue relativamente breve, ya que tras sufrir varios asedios a lo largo de los años se abandonó definitivamente hacia 1527[10], razón por la que, con el paso de los siglos, tanto su ubicación como su nombre sufrieron numerosas evoluciones debido a la pérdida de las referencias históricas, hecho reflejado con claridad en la cartografía náutica de las épocas moderna y contemporánea[11].
En la segunda mitad del siglo XVIII, concretamente en 1764, aparece la figura del británico George Glas, quien intentó establecer una factoría comercial, a la que llamó «Port Hillsborough» en agradecimiento al vizconde de Hillsborough por el apoyo que este prestó a su proyecto en la laguna de la antigua Mar Pequeña, aduciendo que España había abandonado aquellas tierras en el siglo XVI y que Marruecos no ejercía influencia allí[12]. Durante su estancia, Glas elaboró un plano del entorno en el que se señalan con nombres ingleses los principales accidentes geográficos que formaban la bahía[13], mostrándose en su interior un pequeño islote en el que se muestra claramente una construcción cuadrada (Fig. 4), hecho que puede atribuirse a la presencia allí, más de dos siglos después, de los restos de la antigua torre de García de Herrera[14]. El establecimiento de Glas tuvo una vida fugaz, puesto que Carlos III, amparado por los derechos históricos de España sobre la costa africana frente a las islas Canarias, ordenó su detención y, con ello, puso fin a su aventura.

En recuadro rojo, el islote con la construcción cuadrada.
(AGS)A partir de este momento, la torre de Mar Pequeña volverá a permanecer en el olvido durante casi un siglo, hasta que en 1860, y como consecuencia del Tratado de Paz de Wad-Ras (entre la reina Isabel II y el Sultán Sidi Mohamed IV tras la victoria hispana en la Guerra de África que tuvo como escenario la región marroquí de Yebala, situada entre Ceuta y Tetuán), vuelva a cobrar protagonismo. Se establecía en este tratado, en su artículo 8º, que:
S. M. Marroquí se obliga a conceder a perpetuidad a S. M. Católica, en la costa del Océano, junto a Santa Cruz la Pequeña, el territorio suficiente para la formación de un establecimiento de pesquería como el que España tuvo allí antiguamente.
Para llevar a efecto lo convenido en este artículo, se pondrán previamente de acuerdo los Gobiernos de S. M. Católica y S. M. Marroquí, los cuales deberán nombrar comisionados por una y por otra parte para señalar el terreno y los límites que deba tener el referido establecimiento[15].
Este hecho hizo que se constituyesen varias comisiones hispano-marroquíes con el fin de clarificar la ubicación exacta de la antigua Santa Cruz de Mar Pequeña, ya que tras su abandono en la primera mitad del siglo XVI se habían perdido sus referencias toponímicas y geográficas exactas.
La más importante, por las implicaciones que tuvo a posteriori, fue la encabezada por el marino Cesáreo Fernández Duro quien, a bordo del buque Blasco de Garay, recorrió la costa noroccidental africana en 1878, concluyendo que era en la desembocadura del ued (río) Ifni, en donde pudo haber estado la antigua torre de Mar Pequeña[16]. Sin embargo, hubo otros autores que rebatieron las conclusiones de Fernández Duro, como Pelayo Alcalá Galiano, que apostaba por la desembocadura del ued Chebeika[17], Francisco Coello, que señalaba previamente como lugar idóneo la desembocadura del ued Draa[18] y posteriormente, siguiendo a Joaquín Gatell[19], la del ued Asaka o Nun[20], y, sobre todo, el canario Antonio María Manrique, quien tras visitar la bahía de Puerto Cansado en 1882 reconoció como pertenecientes a la antigua torre de Santa Cruz las ruinas allí existentes (Fig. 5). El propio Manrique describió este histórico lugar como sigue:
Sitúase éste a los 28º 5’ de latitud Norte, y 6º longitud del meridiano de S. Fernando. De boca estrecha, tiene la forma de una herradura, o mejor dicho, es ovalada. La torre de Santa Cruz, cuyos vestigios hemos reconocido en Octubre de 1882, se situaba hacia la parte oriental, sobre la orilla de la inmensa bahía. Por el sur hay un cerro escarpado que se levanta desde el mar, y esta torre medía una superficie absoluta de 70’56 metros[21].

En este sentido, hay que decir que la localización de Mar Pequeña en Puerto Cansado había sido apuntada con anterioridad por el francés Émilien Renou[22], y que había sido también la posición sostenida por las autoridades marroquíes, como el ministro de Asuntos Exteriores, Si Mohammed Bargach, que en 1883 negaba la opción de Ifni y se mostraba favorable a la ubicación en Guider Erredchila[23], uno de los nombres locales de Puerto Cansado en esas fechas.
Diversos avatares llevaron al gobierno español a elegir finalmente la opción de Fernández Duro, lo que provocó años después la reivindicación y posterior ocupación del territorio de Ifni en 1934, a pesar de que existían razones suficientes para pensar que la opción más acorde con los hechos históricos era la de Manrique. En este punto, se hace necesario decir que por aquellas fechas, y tras tener noticias de los resultados de la expedición del investigador canario, las autoridades españolas empezaron a considerar a Puerto Cansado como el lugar en el que estuvo el antiguo establecimiento español, como era el caso del entonces capitán general de Canarias, Valeriano Weyler, pero para los intereses de España era más conveniente, según el ministro de Estado Marqués de la Vega de Armijo, lograr primero la posesión de Ifni, ya que Puerto Cansado se podría ocupar más tarde[24]. A pesar de las reticencias de las autoridades marroquíes y ante la insistencia de las españolas, finalmente accedieron en 1883, para mantener las relaciones amistosas con España, a que se estableciese en Ifni la antigua pesquería de la que hablaba el artículo 8º del Tratado de Paz de Wad Ras[25].
Ya en el siglo XX, fueron varios los autores franceses y franco-marroquíes que se decantaron por establecer la ubicación de la antigua torre de Santa Cruz en Puerto Cansado o Khnifis, de los que podemos citar para el primero de los casos a Pierre de Cenival, Frédéric de La Chapelle y a Théodore Monod, y para el segundo, a Paul Pascon[26].
Asimismo, autores españoles como el profesor Antonio Rumeu de Armas, en otro tiempo partidario de la ubicación en la desembocadura del ued Chebeika, acabaron por sumarse a los que identificaban Puerto Cansado con la antigua Mar Pequeña[27].
En la actualidad, los restos de la antigua torre, como hemos apuntado con anterioridad, se encuentran prácticamente cubiertos por las arenas, lo que unido al hecho de que las mareas de la laguna ya no le afecten ofrece el dato positivo de su conservación permanente y permite plantear futuros proyectos arqueológicos para profundizar en su conocimiento[28].
Mar Pequeña en la cartografía náutica portuguesa de finales del siglo XV
La evolución del nombre y la ubicación de Mar Pequeña desde el siglo XV es un hecho bien representado en la cartografía histórica (portulanos, cartas náuticas, mapas y planos). Respecto al nombre, varios son los topónimos europeos que aparecen según la época, empezando por Mar Pequeña y sus variantes (Marpequeno, marpequeñ, marpechigne, marquepeno, Marpeiveno, Marpiveno, Marpeveno, etc.)[29], continuando por el fugaz Port Hillsborough, y finalizando por el más reciente de Puerto Cansado, también conocido por los pescadores canarios como «Boca del Río»[30]. Conviene apuntar, asimismo, la evolución del nombre con el que las tribus del desierto denominaban el lugar: así, tenemos los topónimos de Guader, Guider Erredchila, Rgueala, Argila, Eryila, Al Ued Nahila y Ain Najla entre otros[31], apareciendo en los mapas actuales como Khnifis, Foum Agouitir, Er-Rjeila y Najla. En cuanto a la ubicación, esta ha sufrido algunas variaciones con el transcurrir de los siglos, si bien apareciendo en la mayoría de los casos al suroeste del cabo Nun, hecho que confirmaría lo erróneo de las conclusiones de la comisión de Fernández Duro, ya que Ifni se sitúa al noreste del citado cabo.
En este trabajo nos referiremos a las primeras apariciones del topónimo Mar Pequeña y sus variantes en la cartografía, concretamente en la portuguesa de finales del siglo XV a tenor de los documentos conservados en la actualidad.
Los inicios de la cartografía náutica portuguesa se han situado históricamente durante la primera mitad del siglo XV, momento a partir del que se desarrollaron las expediciones y descubrimientos portugueses en el ámbito atlántico africano, cuyo impulsor, el infante D. Henrique (conocido como El Navegante), habría creado un centro científico para la instrucción de marinos y cartógrafos, llamado por la historiografía Escuela de Sagres y en donde habría ejercido un papel fundamental el cartógrafo Jácome de Maiorca, al que se ha venido identificando con el judío mallorquín Jefudá Cresques (o Jaume Ribes una vez cristianizado)[32], hijo del cartógrafo Abraham Cresques (o Cresques Abraham), autor del famoso Atlas Catalán de 1375 (conservado en la Bibliothèque Nationale de Francia, en adelante BNF). Sin embargo, en la actualidad muchos de estos supuestos históricos se están poniendo en duda o, cuanto menos, en la categoría de mitos. La leyenda de la figura de D. Henrique y la existencia de la pretendida Escuela de Sagres se habrían creado en época moderna por razones de política nacionalista-romántica portuguesa, y ya en el siglo XIX por los historiadores británicos de la época victoriana, que habrían ensalzado a D. Henrique, denominándolo El Navegante, por tener orígenes ingleses[33]. Asimismo, se considera probado que Jácome de Maiorca y Jefudá Cresques o Jaume Ribes no fueron la misma persona, puesto que el primero trabajó en Portugal en la década de 1420 y el segundo ya habría fallecido en 1410[34].
Actualmente se considera que la cartografía náutica portuguesa del siglo XV que se conserva está formada únicamente por tres ejemplares[35], y todos ellos de finales del siglo: la Carta portuguesa anónima de la Biblioteca Estense Universitaria de Módena, Italia, fechada hacia 1471; la Carta portulana de Jorge de Aguiar de la Beinecke Rare Book and Manuscript Library, Universidad de Yale, EE.UU., con fecha de 1492; y el Portulano de Pedro Reinel de los Archives Departamentales de la Gironde, Burdeos, Francia, datado actualmente entre 1492-1504. No obstante, esto no quiere decir que no hubiesen existido otras cartas anteriores, ya que varios textos de mediados de siglo hacen mención a la realización de «cartas de marear»[36], si bien desaparecidas y que habrían influido en los cartógrafos europeos anteriores a 1490 al representar la costa occidental africana con los topónimos portugueses[37]. El hecho de que sólo se conserven las tres citadas podría deberse a varios factores, como el terremoto que destruyó en 1755 los Armazéns da Casa da Índia, la política de sigilo de Juan II y, sobre todo, a causas naturales, ya que la mayoría de las cartas que fueron hechas en el siglo XV se concibieron para ser utilizadas en los viajes marinos, lo que conllevó un alto grado de degradación, a diferencia de muchas de las de siglos posteriores que, debido a su belleza y valor, no se destinaron a la navegación[38].
El topónimo relativo a Mar Pequeña comienza a aparecer en las cartas náuticas portuguesas de finales del siglo XV. Hasta ese momento, y en su situación geográfica, el topónimo reflejado en la cartografía mallorquina e italiana que representaba la costa noroccidental de África era «aluet nul» (en tinta negra) y sus diversas variantes desde el siglo XIV[39]. Así, podemos citar, a modo de ejemplo, «aluet nul» en la Carta de Angelino Dulcert de 1339 (BNF), en la Carta de Pizzigani de 1367 (Biblioteca Palatina de Parma, Italia) y en la Carta de Maciá de Viladestes de 1413 (BNF), «alluet null» en el Atlas Catalán de los Cresques de 1375 (BNF), «alluet nul» en la Carta Portulana de Guillem Soler de 1380 (BNF), «albet nul» en la Carta de Bartolomeo Pareto de 1455 (Biblioteca Nazionale Centrale de Roma, Italia), en el Atlas de Grazioso Benincasa de 1467 (BNF) y en la Carta Anónima italiana de hacia 1470 (BNF), «alber mil» en la Carta Portulana de Francischus Becharius de 1403 (Beinecke Rare Book and Manuscript Library, Universidad de Yale, EE.UU.), y «albet mill» en la Carta Portulana de Albino di Canepa de 1489 (James Ford Bell Library, Universidad de Minnesota, EE.UU.). También, se pueden citar dos Cartas de Petrus Roselli de 1462 y 1466 (BNF), en las que aparece el topónimo «flumena». En todos los casos estos topónimos se sitúan al suroeste del cabo Nun (Cap de non, Cauo de no, Cauo de non, Cabo de no, Cabo de non) y próximo por el noreste al cabo Juby (Cauo de Sabiun, Cauo de Sable, Cauo de Sabre, Cauo de Sabro, Cauo de Sabiom, Cauo de Sabium, Cabo de Sablin) (Fig. 6), es decir, la situación en la que se encuentra Mar Pequeña-Puerto Cansado-Naila Khnifis.

En óvalo rojo, los topónimos «aluet nul» y «flumena».
(BNF)El topónimo «aluet» podría ser una corrupción del árabe «al ued» (el río), como así pensaban a finales del siglo XIX Alcalá Galiano y Manrique, aunque el primero lo asociaba con el ued Chebeika y el segundo, con Puerto Cansado[40]. El mismo significado de río o ríos tiene el topónimo «flumena». En este sentido, Manrique consideraba que la expresión «aluet nul» era una variación de «Al Ued Nahila» o «Naila» (el río de la laguna), nombre con el que las poblaciones locales conocían Puerto Cansado en el siglo XIX[41], a la vez que, como se ha dicho anteriormente, los pescadores canarios se referían a este lugar como «Boca del Río»[42], o más antiguamente, a mediados del siglo XV, como el «río de la Mar Pequeña»[43].
Primeras apariciones de Mar Pequeña a finales del siglo XV en las tres cartas náuticas portuguesas más antiguas
Hasta fechas recientes, se pensaba que la primera aparición de Mar Pequeña en la cartografía se daba, según el profesor Rumeu de Armas, con el topónimo «marpequeno» en la llamada Carta del descubrimiento de Arguín o Carta anónima de hacia 1460 (Veneranda Biblioteca Ambrosiana de Milán, Italia)[44]. Sin embargo, las investigaciones de Juan Tous Meliá sobre la representación de las Canarias en la cartografía histórica han hecho que haya que replantearse la datación de dicha carta, puesto que la documentación que posee la biblioteca milanesa remite a un portulano datado en la primera mitad del siglo XVI (1530-1550) (signatura S.P.II.36), quizá obra del cartógrafo Mateo Prunes según la biblioteca, o de Bartolomé Olives o Jaume Olives según Tous[45]. Por ello, y según los datos de los que disponemos actualmente, consideramos que la primera representación de Mar Pequeña se produce en los tres ejemplares que se conservan de la cartografía náutica portuguesa de finales del siglo XV, concretamente en la Carta portuguesa anónima de la Biblioteca Estense Universitaria de Módena, Italia, fechada hacia 1471.
Carta portuguesa anónima o Carta náutica de las costas atlánticas de Europa y África, datada hacia 1471 (Biblioteca Estense Universitaria de Módena, Italia, con signatura C.G.A.5.c. Pergamino de 61 x 73 cm)[46]. Se trata de una verdadera carta náutica que pudo haber sido diseñada para su uso en los viajes marinos[47]. Representa las costas atlánticas de Europa y África, desde el Sena hasta el «Río Primeiro», en el golfo de Guinea junto al «Rio do Lago», y muestra los descubrimientos africanos portugueses hasta 1471. Descrita por primera vez por Roberto Almagià en 1926, está considerada como la más antigua carta náutica portuguesa que ha llegado a nuestros días, si bien no consta autoría ni datación concreta. Alfredo Pinheiro Marques considera que podría haber sido realizada en el periodo 1471-1482 al hacer mención a «a mina do ouro» y no al «Castelo da Mina» (que comenzó a construirse en 1482)[48], e incluso a inicios del siglo XVI[49]. Su atribución a una autoría anónima portuguesa se debe, en gran parte, a la utilización de numerosos topónimos en esa lengua.
Ateniéndonos a las dataciones establecidas hasta la fecha, podemos considerar esta carta como la primera en la que se representa Mar Pequeña, entre el cabo Nun (C denom) al noreste y el cabo Bojador (C debojador) al suroeste, utilizando el topónimo portugués «MARPEQUENA» en rojo, junto a una ensenada marcada con una x en el centro, que puede hacer referencia a la existencia de un islote y a la que parece llegar lo que podría ser un río, aunque sólo se dibuja el tramo final. Debemos hacer notar que, pese a la mayoría de topónimos portugueses, aparece uno en español, «playas», junto a «marpequena». El hecho de aparecer el topónimo en color rojo, lo que podría significar, quizá, una mayor importancia respecto de su entorno[50], nos lleva a plantear la hipótesis de que esta carta náutica pudo haberse realizado con posterioridad a 1478, fecha de la posible fundación de la torre de Santa Cruz de Mar Pequeña por parte de Diego García de Herrera (Fig. 7).


Carta Portulana de Jorge de Aguiar, con fecha de 1492 (Beinecke Rare Book and Manuscript Library, Universidad de Yale, EE.UU., con número 30cea/1492. Pergamino de 114,3 x 88,9 cm)[51]. Al igual que la anterior, representa las costas atlánticas de Europa y África, aunque en este caso desde las islas británicas y el río Danubio hasta «o castello Amina». Fue dada a conocer en 1968 en la Reunión Internacional de Historia de la Náutica celebrada en Coimbra[52], y está considerada como la primera carta portuguesa firmada y datada («Jorge daguiar Me fezem, lixboa no anno... de 1492»), por lo que no resulta una carta problemática. Muestra la costa de África dividida en dos secciones, y por sus aspectos ornamentales y decorativos parece tener influencias de la cartografía catalano-mallorquina[53].
Se representa Mar Pequeña entre el cabo Nun (C de nam) y el cabo Bojador (C de bojador), y muy próximo por el noreste al cabo Juby (C de sabreira), con el topónimo portugués «MAAR PEQUENO» en rojo (la doble «a» podría deberse a un error durante el diseño) junto a una ensenada a la que llega desde el interior un río de largo y ondulado trazo[54]. Inmediatamente por el noreste, se mantiene el antiguo topónimo con la variante de «albermin» (Fig. 8).
Portulano de Pedro Reinel, datado actualmente entre 1492-1504 (Archives Departamentales de la Gironde, Burdeos, Francia, con signatura 2 Fi 1582bis. Pergamino de 95 x 71 cm)[55]. Representa las costas atlánticas de Europa y África, desde las islas británicas al «Río do Padrom» (Congo), en el que aparece la costa africana separada en dos secciones. Se dio a conocer en 1960 en el V Coloquio Internacional de Historia Marítima de Portugal[56]. Está firmada pero no datada («Pedro Reinel me fez»), lo que ha provocado desde su descubrimiento que se hayan propuesto varias fechas aproximadas, hasta que en 1995 Joaquim Ferreira do Amaral estimase que este portulano se debió de realizar en dos momentos cronológicos, uno hacia 1492, representado en la sección de la costa de África hasta «o castello Amina», y otro hacia 1504, en la sección interior hasta el «Río do Padrom». La dualidad se debería a las políticas portuguesas de finales del siglo XV y principios del XVI de no autorizar la representación cartográfica de los sucesivos descubrimientos, para no facilitar a sus rivales europeos la navegación marítima hacia el sur de África y la India[57].
Mar Pequeña aparece representada en la primera sección (hacia 1492), y de igual manera que en los ejemplares anteriores, entre el cabo Nun (C denam) y el cabo Bojador (C de bojador), y junto al cabo Juby (cabo da sabreira) por el noreste, con el topónimo portugués «MAR PEQUENNO» en rojo (la doble «n» podría deberse, también, a un error durante su diseño). En este caso, y en vez de la ensenada, se representa una abertura estrecha hacia el océano con un pequeño recorrido hacia el interior. Asimismo, se mantiene el antiguo topónimo con la variante de «alberne» (Fig. 9).

Conclusiones
La torre de Santa Cruz de Mar Pequeña, fundada supuestamente hacia 1478 por Diego García de Herrera y reconstruida en 1496 por Alonso Fajardo, hecho que la convierte en el primer establecimiento español en África continental, se encuentra en la actualidad prácticamente cubierta, y próxima a desaparecer, bajo las arenas de las dunas que rodean la laguna de Naila, en el parque nacional de Khnifis, lo que conlleva, sin embargo, que su conservación se convierta en permanente y efectiva, permitiendo así plantear proyectos arqueológicos que ayuden a profundizar en su conocimiento. Algo más de cinco siglos han permanecido sus muros expuestos a los vientos alisios, al «irifi» del interior, a las mareas del Atlántico y a los diferentes avatares de las relaciones exteriores de España, cuyo recuerdo histórico había ejercido desde la segunda mitad del siglo XIX una decisiva influencia en el diseño de la política colonial española en el noroeste de África. El enclave fue primero reivindicado, luego se fundó y conquistó, después se abandonó, se mantuvo en el olvido durante varios siglos, más tarde se utilizó para reclamar el territorio de Ifni y, por último, ya en el siglo XX, fue incorporado a la zona sur del protectorado español de Marruecos al formar parte del conocido como territorio de Cabo Juby.
El establecimiento de Mar Pequeña tuvo su reflejo en la cartografía histórica durante siglos, aunque sus primeras representaciones aparecen, a tenor de los datos de los que disponemos actualmente, en las cartas náuticas portuguesas de finales del siglo XV, coincidiendo con sus primeros años de existencia, por lo que los topónimos iniciales no son en español, sino en portugués. Hasta ese momento, la cartografía mediterránea utilizaba en su lugar geográfico el topónimo «aluet nul» y sus variantes siempre en tinta negra. Con las cartas portuguesas, y a partir de ellas, se representará el nombre de Mar Pequeña y sus variantes en color rojo, mostrando de este modo la importancia que tuvo con respecto a su entorno.
Las tres cartas náuticas portuguesas que hemos referido fueron dadas a conocer durante el siglo XX, por lo que resultaron totalmente desconocidas para los estudiosos que dirimieron en el último cuarto del siglo XIX la problemática de la situación de Santa Cruz de Mar Pequeña y que a la luz de los datos prácticamente exactos que ofrecen, habrían ayudado a despejar gran parte de las dudas que la motivaron.
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Notas