Ideología y utopía. Cambio social y proyecto moderno en Florestan Fernandes1
Ideology and Utopia. Social change and modern project in Florestan Fernandes
Ideología y utopía. Cambio social y proyecto moderno en Florestan Fernandes1
Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 21, núm. 75, pp. 47-58, 2016
Universidad del Zulia
Recepción: 29/05/16
Aprobación: 20/08/16
Resumen: El trabajo se propone revisar las ideas centrales de Florestan Fernandes sobre el cambio social y su interpretación de Brasil, con el fin de reflexionar sobre el modelo de sociedad moderna a alcanzar que se perfila en su obra. Se plantea que esta concepción está atravesada tanto por elementos ideológicos como utópicos producto de las expectativas abiertas por el contexto histórico en el que se sientan las bases de su pensamiento sociológico. Palabras clave: Cambio social; ideología; sociedad moderna, utopía.
Palabras clave: Cambio social, ideología, sociedad moderna, utopía .
Abstract: This paper will delve into the ideas of FlorestanFernandes about social change and his interpretation of Brazil in an effort to theorize about the model of modern society his works present. This paper will state that his idea of society is crossed by ideological and utopian elements because of the expectations created by the historical context in which his sociological ideas bloom.
Keywords: Social change, ideology, modern society, utopia.
Durante mucho tiempo la llamada “sociología de la modernización” fue objeto de fuertes críticas sobre las implicaciones políticas de su concepción de la ciencia y el cambio social. Se la acusó de promover la imitación de la trayectoria de los países centrales y de desconocer la realidad específica de nuestros países. Se le imputó una ideología procapitalista, conservadora, amparada por un discurso cientificista2.Estos señalamientos, que se suelen aceptar con más comodidad cuando se dirigen a otros miembros de la generación, son más difíciles de conceder cuando se trata de un autor como Florestan Fernandes quien fue un destacado exponente de esta sociología al mismo tiempo que un militante socialista. ¿Cómo comprender esta peculiar combinación entre concepción teórica y posición política?
Parte de la explicación puede encontrarse el contexto epocal. Entre las décadas del 30 al 60, el quiebre del orden oligárquico y los cambios internacionales abren un horizonte de expectativas para los países latinoamericanos −sintetizado en la consigna del desarrollo− que tiene un efecto fundamental en la producción intelectual del momento. La expansión industrial, la incorporación de vastos sectores populares a la vida política y el incipiente desarrollo científico crean una breve pero muy poderosa esperanza sobre las posibilidades de una transformación en el sentido de la realización del proyecto moderno. Ahora bien, es importante analizar cómo este horizonte se manifestó en una propuesta particular de interpretación de la realidad y cuál es el proyecto de sociedad que se vislumbra desde sus planteamientos.
La idea que desarrollamos en este trabajo es que la interpretación del cambio y el modelo de sociedad moderna a alcanzar, formulados por Florestan Fernandes alrededor de la década del 50, están atravesados por una serie de tensiones en las que se revelan tanto elementos ideológicos como utópicos vinculados a las condiciones históricas en las que esta interpretación se gesta3.
Ahora bien, es necesario hacer unas breves precisiones sobre el uso de los términos. En primer lugar, ideología y utopía no son consideradas en su carácter narrativo −como falsa representación en un caso, como imagen idealizada o irreal en elotro− sino como dimensiones de todo producto cultural –incluido el discurso científico− que ejercen determinada funciónen el imaginario social. En el caso de la ideología, la justificación y legitimación del orden dado, real; en el caso de la utopía, la críticadenuncia de lo real mediante la identificación de alternativas o potencialidades no realizadas en las condiciones existentes, es decir, aquello que todavía no ha llegado a ser. En segundo lugar, existe una vinculación, un entrelazamiento entre ambas dimensiones. Ernst Bloch ha señalado, por una parte, que la ideología contiene siempre un excedente que trasciende la mera falsa conciencia y la apología de una sociedad (clasista) y que constituye una herencia cultural que puede ser recuperada en un sentido liberador. Este excedente es creado por la influencia de la función utópica, siempre presente en las construcciones ideológicas4. Por su parte, Paul Ricoeur, ha observado que la utopía, cuando se desentiende del problema de la praxis (política) en la vida real, corre el riesgo de propiciar una patología inversa a la ideología como falsa conciencia: hacer “desvanecer la realidad misma en pos de esquemas perfeccionistas, en última instancia irrealizables”5. Desde este punto de vista, ideología y utopía expresan una tensión constitutiva del imaginario social entre la función de integración y la función de subversión del orden, entre imaginación reproductora e imaginación productora, entre el campo de experiencia y el horizonte de expectativas.
En las páginas que siguen recogemos los planteamientos fundamentales sobre el cambio social de Florestan Fernandes, revisamos cómo los aplica a la interpretación del Brasil y reflexionamos sobre el proyecto de sociedad que esboza con el fin de evidenciar cómo se articulan en él ideología y utopía.
EL CAMBIO SOCIAL: DESINTEGRACIÓN Y REITEGRACIÓN DEL ORDEN SOCIAL
Para Florestan Fernandes el “desarrollo”6 en las sociedades latinoamericanas es comprendido como el proceso de desintegración estructural de un tipo social –el patrón de la sociedad tradicional− y su reintegración en otro −la “moderna sociedad de clases” o la “civilización moderna occidental”−; esquema que remite al dualismo característico de la sociología de la modernización7 pero que tiene más larga data en el continente. Este proceso se da a partir de una relación recíproca entre una base psicosocial compuesta por valores, motivaciones, aspiraciones −es decir, modos subjetivos de ser, pensar y actuar−, y condiciones externas, objetivas, de la acción y puede encararse desde el punto de vista sincrónico, a través del estudio de los diferentes estados de la moderna sociedad de clases en su forma típicoideal, y desde el punto de vista diacrónico, a través del estudio de las tendencias de desagregación y reintegración de la moderna sociedad de clases8.
En el caso del análisis sincrónico, Florestan Fernandes asume explícitamente las ideas de Weber. Al describir la conexión entre actitudes y motivaciones y desarrollo en las diferentes fases de diferenciación del orden social moderno, Fernandes sostiene:
No ‘ponto zero’ da formação e emergencia dessaordem social, como nos demonstram principalmente as análises de Weber, houve uma autêntica revolução no horizonte cultural do homem médio. Essa revolução possui dois planos distintos, nem sempre debidamente reconhecidos. De um lado, surgiram tendências inconformistas na avaliação dos comportamentos rotineiros e tradicionais, das instituções e dos valores ‘sagrados’ ou intangíveis, que conformavam o presente pelo passado e impediam a renovação econômica, cultural e social das condições de vida. De outro, está o surto de uma mentalidade prática, que levou o homem a refletir sobre os elementos e as forças do meio social ambiente segundo criterios utilitários de teor crescentemente racional9.
Más adelante, Fernandes sintetiza los que considera como componentes-requisitos básicos del nuevo orden social, inalterables en sus distintas fases de emergencia, expansión y apogeo: a) La inclusión de los elementos estáticos y dinámicos fundamentales del orden social en las esferas de conciencia social, lo que produjo −antes de la aparición de la ciencia y la tecnología científica− una sustancial alteración en la percepción y en el conocimiento del medio social ambiente por el hombre; b) La formación de ideales de vida y de seguridad social que crearon aspiraciones activas de intervención del hombre en la organización de las condiciones de existencia social, susceptibles de alguna forma de control deliberado; c) La elección de la eficacia (o del rendimiento práctico efectivo) como criterio de evaluación y de perfeccionamiento gradual de las normas, instituciones y técnicas de control sociales, lo que confería a la experiencia el carácter de principal fuente, tanto de la producción de saber como de la verificación de la validez de su contenido o de la consistencia de sus aplicaciones. En la sociedad moderna, estas disposiciones penetran simultáneamente en todas las esferas del mundo social: en las formas de interacción individual, en la esfera política, en la esfera del conocimiento, en la esfera económica10.
Asimismo, este proceso implica la institucionalización del cambio, “como patrón de equilibrio, inestable y conflictivo”, de funcionamiento del orden. Para Fernandes la sociedad moderna implica “um tipo de ordem social no qual a mudanza faz parte do cuadro rotineirio da existência humana e constitue uma peça fundamental para o equilibrio ou a continuidade das condições normais da vida”11. Este cambio puede ser controlado y dirigido racionalmente según el grado de dominio activo alcanzado por el hombre sobre las condiciones sociales de existencia.
Ahora bien, en el caso del análisis diacrónico, esto es, del proceso mismo de desintegración y reintegración, Fernandes asume la perspectiva marxista pero la complementa con aportes de Mannheim y Freyer. Como se mencionó más arriba, el orden social moderno se caracteriza por un patrón inestable y conflictivo de funcionamiento. ¿En qué consiste esta inestabilidad? Fernandes plantea tres puntos fundamentales. En primer lugar, la inestabilidad de la sociedad de clases reposa en las incongruencias existentes entre los fundamentos morales y la organización de la vida humana en ella imperantes. En segundo lugar, la desigualdad económica, social y política impide la percepción, la explicación y la valoración homogéneas de esas incongruencias, pero favorece la emergencia de mecanismos de reintegración del orden social, mediante los cuales las diferentes clases sociales intentan mantener o alterar el orden establecido a través de movimientos sociales. En tercer lugar, las reacciones de clase social a las incongruencias obedecen a actitudes y motivaciones basadas en sus propios intereses en la coyuntura histórico-social, pero las influencias dinámicas de ellas resultantes tienden a reflejarse positivamente en el grado de ligazón entre los fundamentos morales y la organización social de la vida12.
Fernandes parte de que en el orden social de clases impera una distribución desigual de la renta, del poder y del prestigio. Esta desigualdad es una importante fuente de inconsistencia entre los fundamentos morales del orden (basados en el progreso material, social y moral del ser humano) y la organización efectiva de las sociedades (desigualdad, dominación). Los cambios orientados a preservar o a alterar el patrón de equilibrio del orden social dependen entonces de la capacidad de las clases de utilizar en su provecho, a través de comportamientos conscientes e inteligentes, las garantías y derechos asegurados por la sociedad. Para Fernandes, la principal contribución de Marx, Mannheim y Freyer residiría en la siguiente idea: “não é a sociedade que se tranforma; são os homems que transformam a sociedade em que vivem, atuando de forma socialmente organizada sobre suas condições materiais e morais de existencia coletiva”13.
Dentro de este marco general, el aporte que recoge Fernandes de Marx es la teoría del conflicto como factor de cambio histórico social en la sociedad de clases. Fernandes buscar argumentar que, en la teoría marxista, el conflicto es entendido como fuerza social constructiva:
(…) o conflito só se manifesta como força disruptiva y desagregadora em situações histórico-culturales nas quaies ele não possa ser regulado socialmente. Onde el se manifesta ordenadamente, o conflito se inclui entre os fatores dinâmicos da ordem social e pode operar construtivamente, tanto na diferenciação da estrutura social, quanto na reintegração do sistema organizatório da sociedade14.
Y agrega más adelante “A questão consistirá em saber se a sociedade de classes cae nessa alternativa e como isso se dá”.
Si los aportes de Marx se encuentran ligados al contexto del capitalismo en el siglo XIX, esto es, en la fase expansión de la sociedad de clases, los aportes de Mannheim y Freyer se ligan específicamente al análisis momento actual, de crisis del capitalismo. Fernandes recoge de Mannheim el diagnóstico sobre la crisis y reconstrucción de la sociedad moderna. En el contexto de las guerras mundiales, la segunda revolución industrial y la emergencia de la sociedad de masas, nuevas técnicas de control en el área de la propaganda y de la coerción policial han abierto perspectivas de manipulación y conformación de la voluntad de individuos y grupos generando formas novedosas de autoritarismo. Frente a estas nuevas técnicas, las clases subordinadas, en particular, las clases medias, dejaron de defender con autonomía y tenacidad las tendencias más profundas de democratización y asumieron comportamientos conformistas asociados a fuerzas conservadoras. Aunque esta situación no abolió la presencia y la necesidad del conflicto social como fuerza constructiva, en todo caso la volvió más difícil y peligrosa. Ante este panorama, la propuesta de Mannheim es la modificación de las propias técnicas sociales de control a través del recurso creciente a la planificación, entendida como la utilización del cambio social provocado y dirigido deliberadamente, lo que permitiría disminuir el conflicto:
(…) a planificação envolve um estilo específico de tratamento e controle prático das condições e fatores do ambiente social. Onde ela se introduz com êxito, os arranjos construtivos podem ser obtidos através de elementos e de forzas controláveis, independentemente do recurso sistemático ao conflito. Por isso, ela nã osó acarreta maior consciência da natureza, dos alvos, dos meios e dos efeitos da mudanza social progressiva. A planificação confere caráter positivo e maior eficacia às tentativas de utilização deliberada da mudança social. A luta do homem pelo domínio de condições e fatores inestáveis do meio social deixa de ser cega ou parcialmente inteligente, iluminando-se, em todas as suas fases, por intenções e manipulações calcadas em conhecimentos objetivos técnicos ou científicos”15.
Y más adelante:
“(…) atitudes e motivações de conteúdo estritamente racional deveriam ter decidida predominancia numa era em que a mudanza social espontânea tende a ser sustituída, em várias esferas da vida, pela mudanza cultural provocada e dirigida. (…) E é improvável que isso venha a acontecer independentemente de duas coisas: a) mayor expansão da ciencia no mundo moderno, que permita entrosar orgánicamente o ‘progresso material’ ao ‘progresso moral’ do homem; b) eliminação das inconsistências existentes entre os critérios de estratificação social e os fundamentos morais da vida humana na sociedade de classes”16.
En este esquema general pueden destacarse varias tensiones. La reintegración de orden social se concibe como un proceso de creciente racionalización en todas las esferas. Pero ¿de qué tipo de racionalidad se trata? Si tomamos en cuenta el énfasis en la eficacia de las técnicas podríamos pensar que se trata de una racionalidad formal, instrumental que opera de manera más o menos espontánea, autónoma. Pero si tomamos en cuenta el énfasis en el aumento de la conciencia social, la existencia de fundamentos morales, la identificación de intereses conflictivos (de clase) y la posibilidad de intervención deliberada del hombre en sus propias condiciones de existencia, parecería que estamos ante otro tipo de racionalidad, sustantiva. Pero ¿qué relación se establece entre ambas?
Ahora bien, en su concepción del conflicto como fuerza constructiva de la sociedad de clases Fernandes se pregunta si éste puede ser regulado socialmente de suerte que no llegue a convertirse en fuerza disruptiva del orden social, sin embargo no explora a fondo una respuesta negativa a este interrogante. Por el contrario, argumenta que en Marx el conflicto incentiva “tendencias a la democratización del saber, de las garantías sociales y del poder en la sociedad de clases”. Sin duda, esta interpretación de Marx presenta dificultades en tanto parece plantearse una versión limitada del conflicto −como conflicto “dentro del orden”−, así como la posibilidad de una racionalización del conflicto de clases.
Por otra parte, ante las tendencias contemporáneas al autoritarismo surgidas en las sociedades modernas contemporáneas, Fernandes apela, con Mannheim, a la planificación como una especie de sustituto −incluso más eficaz− del conflicto de clases comomotor del cambio social. Pero ¿quiénes serían los planificadores? y ¿desde qué racionalidad se plantea esta planificación?
LOS DESAFÍOS DE LA SOCIEDAD BRASILEÑA Y EL PAPEL DE LOS INTELECTUALES
Según la concepción general del cambio social esbozada en el apartado anterior y en consonancia con las tesis generales de una modernización incompleta en América Latina encontramos la caracterización de Brasil como una sociedad en transición atravesada por una serie de desfases y dilemas17. El grado insuficiente de disgregación interna del orden tradicionalista obstaculiza la reintegración del orden en términos del modelo del orden social de clases.
En el prefacio al libro Mudanças sociais no Brasil, el autor sintetiza la situación histórico-social del Brasil de la siguiente manera:
O ‘antigo regime’ ainda não desapareceu; a nova orden social está em plena emergencia e formação. As lealdades morais e as preferências ideológicas prendem-se, confusa e dramaticamente, a forzas sociais vivas, que tentam prolongar o pasado ou procuran construir o futuro sem se definirem, plenamente, em torno de albos coletivos explícitos, consistentes e ordenados. Em conseqüencia, o símile brasilero do ‘homem de ação’ europeo ou norte-americano não conta com um conhecimento de senso comum capaz de orientá-lo, na atuação prática, de modo unívoco e integrado. Incapaz de ter uma visão coerente da situação total e da significación dinâmica de seus proprios interesses e valores sociais imediatos dentro dela, apela para avaliações egoísticas e oportunistas, nas quais se mesclan, extranhamente, identificações com o ‘antigo regime’ e solicitações mais o menos fortes da economia de mercado, da orden de clases sociais e da democracia18.
Ahora bien, la sociedad moderna implica en sí misma un patrón de funcionamiento inestable y conflictivo. Existe siempre, por tanto, un nivel de desajuste entre modelos ideales y manifestaciones concretas. En este sentido, indica Fernandes, “todos os países, cujo sistema social se organize segundo os padrões estruturais e funcionais da sociedade de classes, enfrentam problemas sociais na área do desenvolvimento social”19. En el caso específico de Brasil, los desfases están relacionados con las condiciones históricas específicas en que opera la implantación-transplante de la civilización moderna occidental en regiones subdesarrolladas: por una parte, encontramos una gran permeabilidad y resistencia del “orden tradicionalista”. Esta persistencia se manifiesta como discontinuidad en los ritmos del cambio entre las diversas esferas y como incongruencias entre valores declarados y comportamientos efectivos dentro de cada esfera particular; por otra parte, encontramos el carácter “heteronómico” de nuestros países. La implantación del orden social moderno constituye un proceso vinculado culturalmente a la importación de valores, instituciones y técnicas europeas y norteamericanas, por tanto, se trata más bien de un “trasplante” de valores por difusión e imitación. Este trasplante no se da en el vacío sino en el contexto de determinada estructura y dinámica del sistema social.
Este marco analítico está en la base de sus análisis sobre Brasil. Un caso emblemático de esta concepción, por la continuidad de este tema a lo largo de su trayectoria, son las investigaciones en torno al “dilema racial brasilero”20. Estos trabajos se concentran en analizar los modos de integración del negro y el mulato en la formación y consolidación de la sociedad de clases. Se trata de explorar en qué medida la transformación de sus valores y orientaciones de acción se ajustan a las circunstancias objetivas que establece el capitalismo y bajo qué circunstancias el negro se puede convertir en agente activo de su propia historia. Este sentido Fernandes describe la experiencia del negro como un verdadero drama. Para empezar, el negro no es el protagonista de la abolición de la esclavitud. Las potencialidades revolucionarias del orden que esta abolición contiene son tempranamente neutralizadas por la naciente burguesía quien se apropia del movimiento abolicionista para reorientarlo en favor de sus intereses económicos. Así, a pesar de la nueva condición jurídica de ciudadano que adquiere con la abolición, el negro se inserta en el nuevo orden sin un proceso de resocialización que tenga bases firmes en la organización social21. Esta situación retarda considerablemente su integración a la sociedad nacional. Tímidamente, hacia los años 25-30 el negro se afirma como brasilero y comienza a identificarse y adoptar los valores, tradiciones y estilos de vida del blanco. Recién hacia los años 50 se incorpora a la sociedad de clases, a las posiciones más bajas, medio siglo más tarde que el inmigrante. No obstante, esta integración se realiza bajo el signo de un gran individualismo y de la ausencia de formas de solidaridad étnica y social22.
Florestan Fernandes destaca los conflictos que atraviesan su personalidad y condicionan su comportamiento social. Se trata de un ser humano dividido entre su ser físico y su ser espiritual. Socializado en una sociedad dominada por blancos, adquiere los valores e ideales de esta sociedad, pero éstos corresponden a una imagen que no es la suya, por tanto, su afirmación desde el mundo de los blancos es al mismo tiempo una forma de autonegación: “él debería ser una cosa y es otra”, busca constantemente “limpiar su sangre”. Esta falta de una imagen propia y coherente de sí mismo y de las relaciones raciales conducen con regularidad a estados de anomia, inercia y apatía que impiden la formación de una conciencia de clase en el negro y contribuyen al mantenimiento de un statu quo constituido por una doble dimensión estructural: racial y social23.
En el otro polo, algo similar ocurre con el empresario. En la primera mitad de los 60, Fernandes realiza una investigación junto con sus discípulos Fernando H. Cardoso y Octavio Ianni que se propone valorar la capacidad real del empresariado industrial, de los trabajadores y de la intervención estatal para liderar en Brasil un proceso de desarrollo incluyente, democrático y autosostenido. También aquí se hace sentir de manera marcada la huella de un orden tradicional que se resiste a la desintegración. Ya sea por la herencia señorial y/o por la recurrencia a formas predatorias de acumulación capitalista24, los empresarios industriales mantienen en su conducta económica y social una racionalidad desviada del grado necesario para dar el “salto histórico” hacia el capitalismo maduro. No se trata, como otros autores han planteado, de una falta de racionalidad debida a la ausencia de ciertos valores25, sino de una racionalidad adaptativa, producto de las condiciones en que se desarrolla el proceso. El comportamiento del empresario se caracteriza por el desperdicio de recursos, la especulación y el logro de ganancias a corto plazo, la transferencia sistemática de riesgos y costos hacia el conjunto de la sociedad y el temor a la participación de las masas, cuestiones todas que afectan su capacidad para liderar un proyecto de transformación. Se propone entonces una resocialización del empresario.
Ahora bien, en estos trabajos el orden social moderno encuentra dificultades para expandirse pero es esperable que el sistema de clases, con sus dinamismos y sus conflictos, logre implantarse completamente. Pero ¿hasta qué punto se pueden distinguir los obstáculos impuestos por la permeabilidad del orden tradicional y la dinámica constitutiva del capitalismo?
Como señalamos, para Florestan Fernandes el cambio social espontáneo no logrará, por sí mismo, eliminar las desigualdades. En este proceso de reintegración del orden la intervención racional y consciente de los hombres se vuelve el elemento clave para la aceleración de las transformaciones y, por tanto, del desarrollo. Sin embargo hemos visto que la propia actuación de los sujetos sociales está sometida a los desfases propios de una sociedad en transición. El crecimiento económico que es producto del avance del capitalismo “abre oportunidades”, reubica a los sujetos en nuevas circunstancias, pero estas circunstancias son aprovechadas de modo diferente por los distintos sujetos y clases, en función de su pasado y su situación actual, de sus percepciones y valores. En la descripción de esta dinámica todos los sujetos (las clases) parecen estar inmersos en una especie de anomia. Entonces, ¿en quién recae esta intervención racional y consciente?
Aparece aquí el papel de los científicos sociales. Los intelectuales parecen ser los sujetos que pueden escapar al estado de desorientación de las demás clases que no terminan de conformarse objetiva y subjetivamente como tales y, por tanto, no cumplen su papel histórico, producto del impasse o transición. De ahí la reflexión constante sobre el sociólogo como científico y como ciudadano y la indisoluble unidad de estos dos papeles. Para Fernandes esta relación se vuelve más estrecha en los países que viven en situaciones de heteronomía como las sociedades latinoamericanas: “nos ‘países subdesenvolvidos’ ainda prevalece a fórmula segundo a qual ‘sóvê algo sociológicamente quem quer algo socialmente’. A situação coletiva de existencia entrelaça o ‘querer comum’e ‘análise sociológica’, convertida em instrumento de autoconsciência da realidade”26.
Esta visión sobre los intelectuales, ligada estrechamente a su propuesta sobre la planificación social, está enraizada en la lectura de Mannheim. Se otorga un lugar privilegiado a la ciencia (en particular a los sociólogos) y a los intelectuales en tanto elite creativa, esclarecedora que debe guiar a políticos, planificadores y ciudadanos. Pero, ¿qué garantiza que este “querer social” de los cientistas sociales se oriente por valores democráticos? En la medida en que queda abierto el problema sobre el tipo de racionalidad que predomina y el eventual conflicto de racionalidades, el papel político de los intelectuales oscila entre ser catalizadores del diálogo social y político en una sociedad democrática y erigirse como detentadores de un supraconocimiento o supraentendimiento que, en nombre de la técnica, invisibiliza el conflicto social en torno a proyectos distintos de sociedad.
QUÉ ORDEN MODERNO? IDEOLOGÍA Y UTOPÍA
Consideramos que existen tres interpretaciones posibles sobre el modelo de sociedad moderna a alcanzar que se derivan de la lectura de su obra y se entrelazan generando puntos oscuros pero también proyecciones utópicas.
1) El modelo deriva de la experiencia fáctica de los países capitalistas avanzados. En muchos pasajes encontramos una idealización de la experiencia histórica tal cual se dio en estos países, porque en ellos se originó-despegó históricamente el modelo y/o porque en ellos encontró condiciones propicias para su desarrollo:
Lo que está en juego en las naciones subdesarrolladas que pugnan por la ‘aceleración’ del desarrollo, es la manera por la cual se pretende intervenir en el sistema social para reorganizarlo, en grados de aproximación posibles, según los modelos proporcionados por sociedades plenamente desarrolladas, que encarnarían de modo más perfecto y completo determinado tipo social27.
Este tipo de afirmaciones parece justificar la interpretación de los críticos que han señalado una apología del sistema vigente en los representantes de la sociología científica. Desde la noción de “desfase” las sociedades latinoamericanas se juzgan a partir de la carencia de ciertos rasgos básicos de una experiencia considerada más “perfecta y completa”. De esta forma se invisibiliza la relación histórica constitutiva −de dominación y explotación− que existe entre ambas realidades así como los conflictos disruptivos que caracterizan a las sociedades capitalistas. Se manifiesta aquí la dimensión ideológica que subyace a sus planteamientos sobre el desarrollo.
2) El modelo de cambio es pensado como un tipo ideal, en sentido de una abstracción construida teóricamente y a partir de la cual se pueden analizar y contrastar las diversas experiencias históricasconcretas. En cierto sentido −manifiesto ya en la cita precedente− es una variante de la primera interpretación: el tipo construido con base en la experiencia de los países desarrollados se convierte en ideal desde el cual es posible juzgar los tipos reales que se encuentran en América Latina28.
Aunque no son pocas las ocasiones en que Fernandes encara de este modo el modelo de sociedad moderna, también advierte que el camino del desarrollo en las sociedades latinoamericanas no puede ni debe repetir las etapas del capitalismo clásico; en parte, por las diferencias de contexto histórico en las fases de su desarrollo y por la situación de heteronomía propia de las sociedades de América Latina; en parte, por las propias debilidades y errores de la experiencia fáctica de los países desarrollados. Veamos las siguientes líneas:
Em suas análises, Durkheim toma, como ponto de referência para a caracterização do ‘estado normal’ das sociedades modernas, os requisitos da ordem social capitalista. Outros especialistas, como Mannheim e Fromm, por sua vez, partem de caracteres e tendências que nascem do colapso e reconstrução dessa ordem social. Nessas circunstâncias, impõe-se ao sociólogo indagar qual seria o procedimento mais produtivo e correto […] Mas resta a pergunta, que nos parece crucial: o sociólogo deve aceitar, passivamente, a condição de apologista das ‘tendências de desenvolvimento’ que, no fundo, asseguram vantagens certas apenas ás camadas que se beneficiam diretamente da ordem social existente? [...] Sem identificar-se com semelhantes ideologias, o sociólogo não pode admitir, de antemão, que seja pacífico e universalmente defensável o ideal de reproduzir, nas nações subdesenvolvidas do presente, o passado mais ou menos longínquo dos pises adiantados da atualidade. A sociedade, ao contrário do que se supunha em relação à natureza, pode ‘dar saltos’. Por tanto a segunda alternativa pode ter pleno sentido, devendo os especialistas resguardar as possibilidades de opção autônoma29.
A partir este planteamiento, difícilmente se puede reprochar a Fernandes una defensa acrítica del orden capitalista o un desconocimiento de las situaciones de dominación prevalecientes. En todo caso, como afirman Solari, Franco y Jutkowitz, “el capitalismo tal como se da efectivamente en las sociedades desarrolladas proporciona a la orientación científica, tanto el modelo a adoptar, como el muestrario de los errores a superar”30.
Ahora bien, esta cita nos parece reveladora porque abre una brecha para pensar la relación entre sociedad moderna y capitalismo. Si por una parte el capitalismo aparece asociado históricamente a la modernidad, esta última parece no agotarse en él. El capitalismo sería una de las vías posibles de realización de la sociedad moderna. Otra, por ejemplo, sería la vía de los países socialistas e incluso habría posibilidades de una “opción autónoma” para los países latinoamericanos. En su intento recurrente por evidenciar y superar las incongruencias entre los fundamentos morales del orden moderno y la organización social efectiva emerge la función utópica que posibilita la crítica a lo real y la identificación de alternativas a las condiciones sociales existentes.
3) El modelo está planteado en la línea propuesta por Karl Mannheim: una sociedad democrática planificada con alta participación social, igualdad y cambios constantes en todas las esferas, no sólo económica. Este ideal no sólo no coincide con la experiencia histórica previa de las sociedades capitalistas avanzadas sino que surge según Fernandes de su colapso y reconstrucción. Dos rasgos básicos caracterizan a este modelo: a) otorga una gran centralidad a la ciencia y a la tecnología como motores de la modernización y el desarrollo, b) confía al Estado la misión de impulsar la ciencia y la tecnología en sectores estratégicos.
Ahora bien, el gran dilema que plantea la obra de Mannheim y que es recuperado por Florestan Fernandes es el de la conciliación entre planificación y democracia. Para el autor, la única manera de conservar la libertad en las sociedades industriales es la planificación de la libertad. Se trata de la creación de disposiciones colectivas favorables al cambio progresivo y la adaptación de las viejas instituciones a nuevos objetivos:
A expansão da ordem social democrática constitui o requisito sine qua non de qualquer alteração estrutural ou organizatória da sociedade brasileira. Se não conseguirmos fortalecer a ordem social democrática, eliminando os principias fatores de suas inconsistências econômicas, morais e políticas, não conquistaremos nenhum êxito apreciável no crescimento econômico, no desenvolvimento social e no progresso cultural. Estaremos, como agora, camuflando pura e simplesmente uma realidade triste, que faz da insegurança social, da miséria material e da degradação moral o estado normal de existência de três quintos, aproximadamente, da população brasileira31.
Fernandes plantea que para planificar el desarrollo es condición necesaria una sociedad democrática, sin la cual los cambios solo benefician a los grupos dominantes. Pero aparece aquí una tensión entre lo factible y lo deseable: se admite que puede darse la planificación de modo autoritario (que era la percepción dominante sobre el tema sobre todo en países centrales), no obstante, se señala que el tipo de sociedad a la que se dirige la reconstrucción, la sociedad de clases, incluye entre sus “requisitos normales de funcionamiento” la expansión de patrones democráticos de comportamiento social. Parece postularse una identificación entre capitalismo, democracia y racionalidad que supone una idealización del modelo, más allá de que se identifique o no con la experiencia real de las sociedades avanzadas. En este sentido, Solari, Franco y Jutkowitz han señalado que en la preocupación sobre la expansión de la racionalidad en la orientación científica de la sociología latinoamericana hay una tendencia a imputar la racionalidad capitalista a la sociedad global, lo que es a la vez consecuencia y causa de que se la imputen en definitiva al Estado −y agregaríamos nosotros a la ciencia− como gran conciliador de los intereses y racionalidades particulares32.
Ahora bien, a pesar de la expresión “sociedad de clases”, en los escritos de esta etapa Fernandes refiere a la “civilización moderna” sin reducirla del todo al capitalismo (como hace cada vez más en sus obras posteriores) porque hay una expectativa de que puedan plasmarse otras alternativas, una alternativa propia, de realización de los fundamentos culturales básicos de aquella civilización. De aquí la importancia de la exploración de posibilidades abiertas por el momento histórico. La sociedad democrática planificada parece encarnar esa alternativa.
O que nos debe atrair, na experiência dos outros povos do mesmo círculo civilizatório, não são os processos históricos transcurridos, mas os procesos potenciais, que não chegaram a se transformar em ‘historia’. Ou seja, em palavras diferentes, o Brasil (como as demais nações subdesenvolvidas) não deve se propor, como ideal, reproducir no presente o passado de outros povos, por mais opulento e fascinante que ele possa parecer. O que nos debemos propor a explorar, pois, são as potencialidades de desenvolvimiento, em sua mayoría apenas parcialmente alcanzadas pelas ‘nações plenamente desenvolvidas’33.
Como señalamos al comienzo, varios de los aspectos no resueltos que hemos observado pueden explicarse por el marcado optimismo sobre la posibilidad de completar una “revolución dentro del orden” que se concibe como en curso en Brasil desde la década del 30. A partir de 1964, la frustración de esta expectativa y la llegada de la dictadura llevarán al autor a plantear la posibilidad de una “revolución contra el orden” lo que impactará en sus categorías de análisis, sin que llegue a abandonar del todo el esquema aquí esbozado.
¿Qué podemos recuperar entonces de los dilemas y las propuestas que planteó Florestan Fernandes en aquellas décadas? En primer lugar, una concepción abierta y crítica del proyecto moderno como conjunto de potencialidades no realizadas pero susceptibles de identificar y reconstruir de forma autónoma a partir de la experiencia histórica de nuestros países. En segundo lugar, la búsqueda por conciliar racionalidad sustantiva (valores y fundamentos morales) y racionalidad instrumental (cálculo de medios-fines) a través del recurso a la planificación con democracia, desafío que vuelve a plantearse ante el fracaso de la ideología neoliberal. Finalmente, el papel de los sujetos como constructores activos de la historia, dotados de conciencia y voluntad ante sus circunstancias históricas. En este sentido, destaca el compromiso irrenunciable de los intelectuales con la transformación de la sociedad y su rol en la identificación de alternativas emancipatorias. La trayectoria del propio Florestan Fernandes ilustra claramente los avatares de quien se asumió toda la vida como académico y militante.
Notas