Notas y Debates de Actualidad

14 Visiones sobre la Teoría Social en América Latina

14 Visions on Social Theory in Latin America

Esteban TORRES
CONICET, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
Aldo MASCAREÑO
Centro de Estudios Públicos, Universidad Adolfo Ibañez, Chile

14 Visiones sobre la Teoría Social en América Latina

Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 24, núm. 85, pp. 261-274, 2019

Universidad del Zulia

Recepción: 15 Marzo 2019

Aprobación: 06 Junio 2019

Resumen: El presente texto reúne 14 intervenciones de científicos sociales de distintos países de América Latina. Se trata de un ejercicio de reflexión colectiva en el cual cada autor expone de manera condensada lo central de su visión sobre la teoría social y sobre los desafíos que ésta conlleva para el desarrollo de las ciencias sociales en el contexto latinoamericano contemporáneo. El objetivo del ejercicio es mostrar un panorama general del desarrollo de teoría social en la región, así como intentar recuperar dinámicas de reconocimiento y de producción colectivas como formas de resistencia propositivas a los procesos de fragmentación dominantes en la academia actual. Una impresión compartida por los autores es que el resultado de esta experiencia de diálogo hace evidente la vitalidad y variedad de la producción sociológica en la región, así como la necesidad de avanzar en la construcción de una agenda común de investigación.

Palabras clave: teoría social, América Latina, sociología, política.

Abstract: This text brings together 14 interventions by social scientists from different countries in Latin America. It is an exercise of collective reflection in which each author exposes in a condensed way the centrality of his vision on social theory and on the challenges that this entails for the development of social sciences in the contemporary Latin American context. The purpuse of the exercise is to show a general view of the development of social theory in the region, as well as to try to recover dynamics of collective recognition and production as forms of proactive resistance to the dominant fragmentation processes in the current academy. An impression shared by the authors is that the result of this dialogue experience makes evident the vitality and variety of sociological production in the region, as well as the need to advance in the construction of a common research agenda.

Keywords: social theory, Latinamerica, sociology, politics.

ONCE PREGUNTAS SOBRE LA TEORÍA SOCIAL EN AMÉRICA LATINA

Gabriel Abend

New York University, Estados Unidos

EMPEZAR POR EL PRINCIPIO: LAS TAREAS DE LA TEORÍA SOCIAL EN AMÉRICA LATINA

Kathya Araujo

Universidad de Santiago de Chile, Chile

Desde mi perspectiva, la teoría social es principalmente una fuente de herramientas para desarrollar la labor que, en cuanto científicos sociales, nos compete: aportar a la comprensión de la vida social. Una comprensión que participe críticamente en las formas que esta vida social toma y sirva a los individuos, colectiva o personalmente, para sostenerse ya sea adaptativa o transformativamente en ella. Entiendo, al mismo tiempo, que la teoría social no es sino el resultado de una elaboración a un alto nivel de abstracción y con grados de generalización variables que parte del trabajo básico de sistematización del conjunto de informaciones, evidencias, observaciones, experiencias controladas o no acerca de las formas de organización, modos de vida y producción de sentidos que se desarrollan en un espacio y un tiempo específico. Una forma de entenderla que implica adherir a un modelo de producción teórica “desde la base”.

Así, la teoría social, su validez y pertinencia, debe ser juzgada, a mi juicio, no solo a partir de su coherencia, sino por su capacidad para permitir o no entender los fenómenos a los que nos vemos enfrentados como científicos sociales. Su valor pende de la potencia de las herramientas de las que nos provee para generar conocimientos con altos grados de acuidad respecto de nuestros objetos científicos.

¿Qué significa lo anterior para América Latina y las ciencias sociales en ella? Que si bien es importante el reconocimiento del tutelaje teórico por parte de los países centrales –lo que se ha dado en llamar la geopolítica del conocimiento– es necesario dar un paso más allá. Que el problema no es la modernidad. Insistir en hacerla el centro de las discusiones y estudios es seguir manteniéndola como el eje referencial de nuestras lecturas. Lo que resulta indispensable es poner en cuestión los conceptos vertebrales de la teoría social, sociológica más propiamente en mi caso (individuo, diferenciación, racionalización, entre otros), a partir de investigaciones empíricas, y no solo principalmente desde la sociología histórica, sino especialmente desde una perspectiva sincrónica/diacrónica.

¿Por qué por medio de investigación empírica? Porque esos conceptos vertebrales que aún siguen alimentando las lecturas de nuestros datos, y con mucha frecuencia tergiversando la interpretación (produciéndonos como la región deficitaria: individuos transgresores, estado débil, ley inefectiva, etc.), fueron construidos a partir del hummus proveniente de realidades sociales específicas que enfrentaron esos clásicos respecto de los cuales la teoría ha seguido orientado, en buena medida, su discusión. Teorizar desde América Latina requiere construir programas de investigación empíricos inductivos, exploratorios, fuertemente informados teóricamente. Programas orientados, en última instancia, a contrastar la capacidad de las nociones teóricas vertebrales hegemónicas para dar cuenta de las realidades en estudio, pero, sobre todo, a aportar a una reconstrucción teórica de esas nociones vertebrales en una conversación que no puede sino ir más allá de nuestra región.

HACIA LA CONQUISTA DE LA AUTORIDAD ENUNCIATIVA

Carlos Belvedere

Universidad de Buenos Aires / CONICET, Argentina

El principal obstáculo que enfrenta, a mi entender, la producción de la teoría social en América latina es el de la falta de autoridad enunciativa. Ejemplo de ello, los hay muchos.

Consideremos el requerimiento de la cita textual. Tal como es de uso en nuestras latitudes, funciona, muchas veces, como dispositivo de colonización intelectual accesorio a la denegación de la palabra. Si uno lee los textos de autores europeos consagrados, verá que a menudo las citas son escasas, incluso inexistentes. Son pensadores con voz propia, a quienes se les permite expresarse en primera persona, y autorizados a referirse a otros autores consagrados desde su leal saber y entender sin tener que justificar a cada renglón lo que escriben. Los autores latinoamericanos, en cambio, estamos obligados a citar; es decir, a justificar lo que decimos remitiéndonos, en última instancia, a una “fuente” autorizada (principalmente, a autores europeos).

No es que Europa tenga mayor interés en lo que escribimos, sino que nosotros mismos nos juzgamos con esos parámetros. Si no lo hiciéramos (mejor dicho, aquellos que en ocasiones no lo hicimos), tendríamos (como hemos tenido) severos problemas.

Con lo dicho, no estoy argumentando que el mundo esté preparado para escuchar nuestra palabra y nosotros, por una limitación interna, no nos lo permitimos. Estoy diciendo que, como presumimos que es así, nos inhibimos de desafiar el pensamiento eurocéntrico hegemónico y muchas veces preferimos jugar su juego con la pequeña expectativa de que, en algún momento, algo de su legitimidad nos roce.

Para bien o para mal, nadie puede autorizarnos a hablar por nosotros mismos. Será menester, entonces, osar no solo pensar, sino sobre todo escribir por nosotros mismos, asumiendo (con perdón del colonialismo mental de quien escribe) esa mayoría de edad que nos exigía Kant; o, más bien, que les exigía a sus interlocutores europeos y que nosotros hemos de hacer propia por asalto.

¿ES POSIBLE HACER TEORÍA GENERAL EN AMÉRICA LATINA?

Viviane Brachet-Márquez

El Colegio de México, México

Opino que la teoría social que generamos y debatimos los científicos sociales de América Latina puede ser general en la medida que evitemos centrarla implícitamente en las experiencias de una región en particular, y la validemos en una variedad de contextos espacio-históricos.

Tomemos, por ejemplo, el concepto de Estado. Convencionalmente, este término ha designado una entidad dotada, por definición, de una suma de atributos que conjuntamente constituyen la “estadidad”. En su versión weberiana, dicha “estadidad” ha sido vista como fundada en el dominio que tienen las élites estatales sobre un territorio dado, basado en su monopolio del uso de la violencia legítima, entendida ésta como derivada de reglas reconocidas por la población de dicho territorio. Esta visión está implícitamente referida a una versión idealizada de un grupo muy restringido de Estados modernos noroccidentales, y por tanto es regionalmente específica. También es históricamente excepcional, porque se limita a caracterizar una relativa estabilidad en la relación de dominación entre Estado y sociedad que puede reflejar un momento dado, pero poco tiene que ver, por ejemplo, con la historia de Inglaterra que conquistó Escocia, el país galés e Irlanda a sangre y fuego desde fines de la Guerra de los Cien Años hasta, en el caso de Irlanda, fines del siglo XX. Tampoco corresponde a la historia del Estado francés que también utilizó la violencia bélica, y no los principios legítimos, para definir su territorio y asegurar su soberanía en él. Finalmente, no corresponde a la historia de Prusia que intentó, de 1939 a 1945, establecer un tercer imperio por la violencia; o la de Rusia, que dominó por la coerción pura a sus conquistas coloniales de Asia hasta finales del siglo XX. Sobra decir que dicha concepción del Estado tiene poco que ver con el Estado tal como se ha desarrollado en América Latina, pero se ha utilizado para argumentar que a los Estados de América Latina les falta mucha “estadidad”, en comparación con estos Estados universales imaginados.

Entonces, ¿en qué puede la teoría social latinoamericana para remediar esta situación? En lo personal, yo me aboco a una concepción del Estado que no está fija en el tiempo o el espacio, y puede ser históricamente y regionalmente validada. Propongo que los Estados sean vistos como: 1) órdenes institucionales dinámicos, 2) generados por las relaciones en el tiempo que emprenden sus elites con distintos actores, y 3) que se esfuerzan por inculcar reglas, normas de conducta y representaciones de la realidad sobre un territorio a menudo disputado y transformado. Esta perspectiva nos obliga a poner atención en los adversarios (internos o externos) que éstos deben enfrentar en el transcurso de su historia; las estrategias que adoptan para lograr neutralizarlos o dejarse penetrar por ellos; las consecuencias de éstas; y las rupturas históricas que se dan en momentos decisivos que transforman las relaciones entre los elementos que constituyen este proceso dinámico, dando nacimiento a nuevas lógicas institucionales y formas de poder entre Estado y sociedad.

Con estos elementos ontológicos y metodológicos podemos construir bases teóricas generales para analizar los procesos de conformación de los Estados latinoamericanos sin repetir los errores de sesgo regional e histórico de antaño.

LOS FANTASMAS DE LA TEORÍA SOCIAL CRÍTICA EN/DESDE AMÉRICA LATINA

Breno Bringel

Universidad del Estado de Río de Janeiro, Brasil

La teoría social en América Latina, principalmente aquella de corte crítico, ha estado desde sus inicios marcada por tres fantasmas principales: el eurocentrismo, la posibilidad de generar conceptos propios y el compromiso político-intelectual. En lo que se refiere al primer aspecto, se podría destacar un importante esfuerzo en la región por pensar la teoría epistemológica y geopolíticamente. Esto se ha hecho no sólo denunciando el eurocentrismo, el colonialismo intelectual y las diversas manifestaciones de subalternización, sino también deconstruyendo sus bases y reconstruyendo su proceso de formación histórica y sus impactos en los modos en que se piensa (y se puede pensar) la teoría y la división internacional del trabajo académico.

Sin embargo, pensar la teoría desde América Latina muchas veces se confundió con concebir una teoría latinoamericana, fortaleciendo un sesgo identitario incluso entre aquellos que realizaron las operaciones teóricas más abstractas y sofisticadas. Destapamos así el segundo fantasma: la teoría marcada por el identitarismo latinoamericano. ¿Sería posible hablar de una teoría latinoamericana? ¿O la teoría sería, más bien, una proposición siempre amplia que trasciende las fronteras –sean estas geográficas o epistémicas– por más que posea anclajes territoriales diversos? Vino nuevo en odres viejos para los cuales las críticas a las sociedades duales o a la modernización acabaron generando teorías (como la del colonialismo interno o de la dependencia) y conceptos que permitieron avanzar de forma original en la combinación de una teoría empíricamente orientada (que se apartaba así del ámbito del “pensamiento”) y críticamente situada (que observaba nuestros problemas y dilemas como sociedades), pero suficientemente amplia (pensada globalmente para evitar el riesgo del parroquialismo o del provincianismo).

El tercer fantasma: un deseo no sólo de analizar nuestra realidad, sino también de contribuir a transformarla. Presupuesto básico de la teoría crítica, ese horizonte transitó por momentos, formatos y espacios diversos de experimentación sociopolítica y producción de conocimiento orientado a la acción transformadora y a la retroalimentación entre teoría y práctica. Aquí, la región también aportó mucho al mundo: por ejemplo, la puesta en marcha de la investigación militante y de la investigación-acción-participativa no sólo como método, sino como concepción basada en la transitoriedad/historicidad de las ideas, en el conocimiento concreto de las situaciones de las clases y las colectividades, en la praxis y en la generación de teorizaciones provenientes no de la iluminación de un “teórico”, sino de la procesualidad y de la sistematizaciones colectivas.

Esos tres fantasmas siguen recorriendo América Latina, pero las circunstancias son distintas hoy a las de décadas previas. El debate sobre la teoría y la geopolítica del conocimiento es, en general, más pobre, inundado de modismos postmodernos y marcado más por la denuncia que por la construcción de alternativas. Por otro lado, la ultraespecialización académica, el avance de la lógica mercantil y productivista en las universidades y el desmantelamiento de muchos de los circuitos regionales integrativos más relevantes han llevado, a nuestra diversa, pero unificada realidad latinoamericana, a la pérdida de la teorización robusta sobre temas relevantes y transversales. Finalmente, aunque ha habido un crecimiento significativo de los espacios de producción de conocimiento de(sde) los movimientos sociales, la investigación y la acción han tendido a seguir por veredas separadas, aislando cada vez más espacios y reflexiones. Urge, por lo tanto, rescatar las mejores bases y herencias de la tradición latinoamericana, no para idolatrar los momentos de oro de la producción teórica crítica en la región, sino para actualizarla y confrontarla con los desafíos de nuestro tiempo y para que la teoría no sea una tarea individual y de laboratorio, sino para que sirva en la construcción de una respuesta crítica y no dogmática a las exigencias de la historia.

SOCIOLOGÍA FILOSÓFICA

Daniel Chernilo

Universidad Diego Portales, Chile

El punto de partida de la sociología filosófica es la renovación de la pretensión universalista que caracteriza lo mejor de la tradición sociológica. Esta pretensión universalista entiende el desarrollo histórico de la modernidad como un fenómeno global, la constitución de lo social como un fenómeno antropológico general, y los valores normativos como anclados en el reconocimiento de la igualdad fundamental de todos los seres humanos.

La sociología filosófica postula que las mejores preguntas sociológicas, aquellas que refieren a los problemas últimos sobre la vida en común, son también preguntas filosóficas sobre aquello que nos constituye como seres humanos. En otras palabras, en la medida que las teorías sociológicas iluminan dimensiones fundamentales de fenómenos como el poder, la identidad o la competencia, esas teorías se basan en concepciones de lo humano que tienden a mantenerse implícitas. La sociología filosófica sostiene que el contenido último de las ideas normativas no es aleatorio o contingente, sino que depende del tipo de propiedades y cualidades que se le atribuyen a los seres humanos. Pongo un ejemplo: si se sostiene que el mercado es una relación social que genera progreso social, es decir, si la competencia es vista como un valor, ello es así porque atribuimos que los seres humanos poseen un conjunto de cualidades (por ejemplo, la creatividad) y motivaciones (por ejemplo, el deseo de ganancia) que se ven potenciadas por relaciones sociales de competencia. Las ideas normativas son tales porque se corresponden con lo que suponemos son las propiedades virtuosas que nos constituyen como seres humanos y a partir de las cuales establecemos relaciones mutuas.

Los debates normativos en la sociedad –desde el aborto a la eutanasia, pasando por las reformas migratorias y al Estado de bienestar– están basados en ideas de lo humano que nunca quedan articuladas completamente. Las sociedades tienen una pluralidad de ideas normativas y la mayoría de los sociólogos acepta que una buena investigación de la vida social tendrá que ser capaz de decir algo significativo sobre cómo se actualizan estas ideas en prácticas e instituciones sociales: cómo y por qué algunas se prefieren por sobre las demás. Develar estas ideas de lo humano es importante porque los debates normativos están siempre conectados a aquello que los mismos seres humanos consideran bueno o malo, justo o injusto. En las sociedades en que vivimos, los humanos nos hemos convertido en los árbitros últimos de la normatividad social.

LA TEORÍA SOCIAL QUE NECESITA AMÉRICA LATINA

Enrique de la Garza Toledo

Universidad Autónoma Metropolitana, México

América Latina es un continente extraviado en cuanto a direccionalidad económica, política, cultural, social e histórica. No podemos esperar a que el “sistema” o la “estructura” tiendan al equilibrio, ni tan siquiera por homeóstasis. Es necesaria la constitución de sujetos sociales con capacidades intelectuales y morales que emprendan acciones viables que nos saquen del pantano en que nos ha sumergido el neoliberalismo. Para esto la teoría social que requerimos –lo cual no significa que sea la única posible – es aquella que dé un papel a los sujetos voluntarios para redireccionar el cambio histórico en la coyuntura. En esta medida, no nos sirven teorías sociales que vean a los sujetos sociales como autómatas de las estructuras, sean estas económicas, políticas o culturales. Tampoco aquellas que piensan a la sociedad sin sujetos, asumiendo que los sistemas se autocontrolan y tienden espontáneamente al equilibrio. Es decir, nos parece básico tener teorías que, además de la acción colectiva, incorporen la subjetividad de los sujetos sociales. Pero estas tampoco pueden ser aquellas teorías que reducen la realidad social a la subjetividad. Ni tampoco las que, buscando escapar del positivismo caen en el relativismo, de tal manera que la teoría social solo diría del propio pensamiento de los sujetos.

Lo anterior no significa reivindicar teorías basadas en el positivismo. Por el contrario, habría que desmarcarse del mismo y ver a las legalidades sociales solo como tendencias, y que lo concreto no debe excluir las prácticas de los sujetos sociales. En esta medida, las teorías que requerimos valdrían más por su carácter heurístico que como relaciones causales desubjetivadas. Teorías que reconocieran la existencia de estructuras de varios niveles, resultado de objetivaciones de las prácticas cotidianas o extraordinarias, pero estas estructuras no determinan a los sujetos sino que acotan su acción viable en la coyuntura. Teorías que incorporen no solo estructuras, sino a la propia subjetividad como un ámbito más de la realidad social. Teorías que no solo contemplen la realidad, sino que se atrevan a contribuir a su cambio. Bajo el supuesto de que estas teorías podrían llegar a incorporarse a las propias subjetividades de los sujetos, en un encuentro entre el “pensar” y el “sentir”, o mejor dicho entre un pensar teórico y otro cotidiano, en donde uno no excluya al otro, pero tampoco reduzca los dos a lo cotidiano. Es decir, en un planteamiento en el que habría un papel para las teorías científicas, pero sin pretender que haya criterios de demarcación tajantes entre ciencia y no ciencia. Lo cual tampoco debería implicar igualarlas.

Para esto, la intelectualidad latinoamericana tendría que romper con modas neocoloniales y con criterios de cientificidad impuestos institucional o financieramente. Deberíamos atrevernos a pensar a contracorriente y, sobre todo, a tener un compromiso intelectual y moral con las clases subalternas. Atrevernos a luchar en el terreno de las ideas en contra de las teorías ideológicamente dominantes, pero también a restablecer una relación con los movimientos sociales que hace años caracterizó a la academia en América Latina.

TEORÍA SOCIOLÓGICA LATINOAMERICANA

José Maurício Domingues

Universidad del Estado de Río de Janeiro, Brasil

¿Qué se puede todavía decir sobre producir teoría en América Latina, que es de hecho una de las maneras de producir teoría fuera de los centros académicos (centros en el sentido de la teoría de la dependencia o algo por el estilo)? Es lo que me preguntaba y me impedía empezar a escribir esta pieza. Ya se dijo de todo: que es lo mismo, que la geopolítica del conocimiento importa, que hay que desechar las teorías y conceptos occidentales o del centro, que hay distintas epistemologías, etc., etc. Yo mismo en varias ocasiones escribí sobre el tema, desde los años 1990. De modo que no sabía que decir, que no fuera repetirme y repetir a otros. Es decir, que teoría sociológica es teoría sociológica, que hay temas y estilos distintos, que las epistemologías de la modernidad no deben ser tratadas como se fueran homogéneas pero que hay un abordaje que caracteriza la sociología en tanto tal, insertas globalmente en la periferia y la periferia en maneras particulares en la producción y circulación global del conocimiento, etc., etc.

Estos días leo los diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia, su doble de autor-personaje, mediante el cual trata de reflexionar sobre variados temas –su vida en relación a la literatura– pero en particular sobre que es hacer literatura, con todos los ángulos que tal faena comporta. ¡Quizás en este corto espacio pudiera hacer lo mismo! Pero no escribo como Piglia ni tampoco sería tan sencillo escribir sobre este tema, de improviso y en un espacio tan corto. ¿Cómo juntar las influencias políticas –de donde vengo como científico social–, los años de estudio y trabajo en Brasil y en el exterior, la lectura de los latinoamericanos, la circulación global, que incluye Asia y África, física e intelectualmente, la trayectoria profesional, además de los dramas personales, las angustias de la escritura, las posibilidades y dificultades de publicación, las certezas y dudas sobre la relevancia o no de lo que uno escribe, la relación siempre problemática, sin embargo enriquecedora, con los compañeros “gringos” (“del norte”, se diría con más elegancia en estos días)? ¿Qué importancia intelectual y política, en el corto y el largo plazo, puede tener la obra de un académico, profesor, en un mundo en el cual miles, y tal vez incluso millones, escriben sobre los mismos temas? Puede que por timidez o por no saber cómo, igual sería un proyecto interesante para alguien con un talento específico, aunque el riesgo de que se vuelva algo tremendamente aburrido esté presente.

Eso de todos modos no cambiaría el hecho de que la teoría social, y más específicamente la teoría sociológica, tienen derecho de ciudadanía en América Latina, prácticamente desde hace rato. Que es necesario mantenerse siempre vigilante para no reproducir simplemente, sobre todo cuando hacemos mediaciones más directas con nuestra realidad subcontinental o nacional, o lo que sea, los conceptos adoptados desde afuera de manera mecánica. Qué no hay separaciones absolutas, epistemológicas o de otro tipo entre lo que se hace en América Latina y en otros lugares, en Europa y Estados Unidos, o en otras regiones. Tampoco nos hace olvidar nuestra posición en la geopolítica del conocimiento, en que estamos en posición subordinada, aunque como parte de un diálogo cada vez más global, aunque a los compañeros del centro eso se plantee de una manera, para decir lo mínimo, parcial. Estar en una posición (semi)periférica de hecho causa problemas de varios tipos, pero talvez nos pueda dar un poco más de libertad de creación, sin perder jamás el rigor. He ahí un reto que, con un poco de retraso, una vez que no se autoriza de hecho la producción de teoría fuera de los centros centrales, se nos plantea enfrentar.

TEORÍA SOCIAL PARA SOCIEDADES DESPISTADAS

Alfredo Falero

Universidad de la República, Uruguay

No faltan razones para caracterizar de despistadas a las sociedades contemporáneas en América Latina. En cuanto a los sobrevivientes sectores sociales críticos más o menos informados, ese despiste asoma entre la contemplación del eterno lugar subordinado en la economía-mundo capitalista y la emergente discusión sobre los profundos cambios que implican para clases y sectores de la región entrar en rápidas transformaciones científico-técnicas de vasto alcance. En cuanto a la sociedad en general, el despiste se observa entre comportamientos sociales signados por un pragmatismo expandido y una compulsión instrumental y de corto alcance y las huídas a las autoayudas más diversas y el consumo cuando ello es posible; entre la visualización de futuros alternativos pensados en el refugio local, territorial, de defensa y el desesperado abrazo al posibilismo sociopolítico más ramplón disfrazado de rigurosidad académica. En fin, la lista podría seguir y cada uno tendrá sus preferencias de ordenamiento y de inclusión y exclusión.

En este contexto, el desafío para la construcción de teoría social en y desde la región es enorme. Y necesario, más allá del fantasma de inutilidad que puede rodear tal desafío si se piensa en su capacidad de abrir campos de observación, su potencialidad de construir conceptos y categorías como herramientas para la investigación, su necesidad intrínseca de reproblematización constante a partir de los hallazgos que emergen de la investigación social y su potencialidad para pensar y abrir futuros posibles de transformación.

De hecho, aquí se puede establecer un primer gran desafío: la reconexión entre teoría, capacidad de crítica social y proyección de horizontes alternativos es sustantiva para evitar el análisis superficial o periférico de acontecimientos donde la coyuntura se sobreimpone a la idea de proceso sociohistórico. Pero la construcción de andamiajes conceptuales considerando elementos como los esbozados, requiere tanto la conciencia de proporcionar guías para la investigación como la de estar conectado de alguna forma con prácticas sociales alternativas y no quedar replegado al lugar testimonial y marginal de la denuncia social lejana.

Otro de los desafíos que se abre es asumir la vocación interdisciplinaria de la teoría social latinoamericana. Esto también permitiría salir de límites y clasificaciones disciplinarias (frecuentemente de raíz eurocéntrica) que muchas veces se imponen en función de lógicas de poder institucionales. Por ejemplo, los límites de pensar y explicar lo social solo por lo social -lo mismo pasa con la política y con la economía- lleva al confinamiento cognitivo y la incapacidad de identificar problemáticas convergentes. En suma, la necesidad de replantear desde la región una teoría social interdisciplinaria y con vocación transversalizante, con capacidad de promover la investigación de lo social más allá de las necesidades prácticas inmediatas, debe constituir un centro de atención.

Finalmente, y siempre esbozado en términos de titulares, hay un desafío que es preciso replantear con fuerza y es la exigencia de construir otras condiciones de producción de conocimiento que sean acordes con lo anteriormente establecido. Las condiciones actuales son proclives a reproducir la autocensura, a sacrificar la creatividad ante la exigencia cuantitativa de producción y de entrar en rankings diversos y, en suma, a reproducir la dependencia académica. Es decir, una base muy reducida para la construcción necesaria.

EL REGRESO DEL TRABAJO EN LA TEORÍA SOCIAL

Guilherme Leite Gonçalves

Universidad del Estado de Rio de Janeiro, Brasil

¿Cuáles son las posibilidades de la teoría social en Latinoamérica después de la crisis financiera del 2007 y el colapso del modelo económico basado en la exportación de materias primas? Es difícil pensar hoy en un programa teórico sin hablar de la vuelta del capitalismo como categoría analítica y del regreso de la crítica en la propia sociología. Eso, por su parte, requiere de la reanudación y la extensión del concepto de trabajo. Se trata de un programa de reanimación de la sociología crítica que no puede ser rechazado por el ejercicio de autorreflexión de la disciplina en la medida en que la retirada de la crítica del capitalismo es irreconciliable con la autocomprensión de la sociología como una ciencia crítica de lo social.

La razón principal de la desaparición de la crítica al capitalismo en la sociología se asocia al triunfo poscomunista del liberalismo de mercado y su relación con el “agotamiento de las energías utópicas” en el contexto de las ciencias sociales. A ello se puede añadir una causa teórica adicional: la reducción de la capacidad analítica del concepto de trabajo y la sustitución de una parte de su fuerza explicativa por el concepto de “interacción simbólica”, que el pensamiento crítico alemán produjo a fines de la década de 1970 y que tuvo un alto grado de recepción en América Latina en las décadas siguientes.

El esquema dicotómico habermasiano trabajo/interacción no sólo ha borrado el estudio de la relación mutua entre fuerzas productivas y relaciones de producción, sino que también ha consolidado una comprensión binaria en la teoría crítica según la cual tanto la forma política como el marco normativo-comunicativo se separan de la producción económica. Los problemas centrales de este esquema son el reduccionismo del concepto trabajo (que estaría limitado a la actividad productiva y técnica, ocultando por lo tanto sus dimensiones sociales) y el reduccionismo de la economía política a una mera teoría positivista de la ciencia. El resultado de ese giro es bien conocido: los diagnósticos empíricos de la dinámica del capitalismo son suprimidos de la teoría crítica y la sociología es absorbida por una sociología dominante de corte cuantitativista.

Ante este contexto surge la pregunta de cómo se puede extender el concepto de trabajo de modo que éste pueda orientar de nuevo el conocimiento crítico y sociológico para los análisis del capitalismo. Para esto es fundamental revitalizar las tradiciones materialistas de América Latina. Estas tradiciones se han visto obligadas a comprender la posición de América Latina en la sociedad moderna y, con eso, han profundizado la idea de un capitalismo global. Aquí se piensa principalmente en la teoría de la dependencia y la crítica a la razón dualista, las cuales comparten una visión común del desarrollo del capitalismo, es decir, la idea del capitalismo como una integración dialéctica en la que los sectores atrasados o no capitalistas son parte de la misma expansión capitalista.

La expansión del concepto de trabajo implica integrar la idea del trabajador subalterno y el teorema de acumulación primitiva. El primero proviene del concepto dependentista de sobreexplotación y supone que la categoría de trabajador adopta muchas formas, ya que la compra y venta de fuerza de trabajo no se reduce a la forma salarial. Esto redefine el rol de los trabajadores asalariados, del trabajo autónomo, de los esclavos y del subproletariado en sus diversas relaciones laborales, así como identifica nuevas formas intermedias de trabajo. Desde esta perspectiva, la clase trabajadora es caracterizada como una diversidad de trabajadores subalternos. El segundo se refiere a la contribución de la teoría de la “repetición de la acumulación primitiva”. Para tal perspectiva, los sectores no capitalistas no se ven como modos de producción tradicionales o atrasados preexistentes, sino como un producto del propio capitalismo que facilita su expansión.

A nivel internacional, la reivindicación de una sociología crítica requiere cada vez más de mecanismos analíticos que enfaticen la (inter)dependencia, la relación mutua y la integración dialéctica en detrimento de los esquemas dicotómicos o razones dualistas. No obstante, hay pocas referencias a las teorías sociales materialistas latinoamericanas. Ello es debido a nuestra posición periférica en la geopolítica de la ciencia: nosotros mismos abolimos tal tradición cuando creímos de modo acrítico en la crisis eurocéntrica de la sociedad del trabajo. Pero hoy Europa tampoco puede creerlo ¿Y nosotros?

LIMITACIONES EN LA COMPRENSIÓN DE LA TEORÍA GENERAL EN AMÉRICA LATINA

Juan Pablo Gonnet

Universidad Nacional de Córdoba / CONICET, Argentina

Frecuentemente, al hablar de teoría social general en América Latina se suele pensar de modo casi automático en una reflexión orientada a la comprensión de las configuraciones regionales de nuestras sociedades en contextos temporales y espaciales cuyos límites pueden ser más o menos amplios. Así, la conceptualización de la sociedad latinoamericana parece agotarse en la pretensión por explicar la especificidad de su trayectoria moderna o su lugar en el marco del capitalismo global. En este sentido, se detecta una equivalencia, una identificación o una asimilación entre lo que se entiende por teoría general y lo que podríamos denominar como teoría de la sociedad latinoamericana.

De un modo preliminar, advierto que esta premisa esconde un reduccionismo que limita el campo de las discusiones en las que una perspectiva teórica situada en nuestro horizonte socio-histórico podría intervenir. Dicho reduccionismo remite al olvido de problemáticas conceptuales más abstractas que permanecen desatendidas cuando el fenómeno de mayor alcance que contemplamos es el de la sociedad regional. Frente a esto, considero que un programa de investigación que tome como objeto de indagación a América Latina no debería prescindir del desarrollo simultáneo de análisis en torno a la teoría de la sociedad moderna, su especificidad y su constitución; de reflexiones en relación a la teoría de la sociedad y sus condiciones de posibilidad; y, finalmente, de indagaciones en torno a la constitución de lo social y su ordenamiento.

De ninguna manera se debería entender a estos niveles como compartimentos desvinculados y ajenos a la pregunta por la comprensión de la especificidad de la sociedad latinoamericana. Por el contrario, entiendo que son niveles interdependientes que deben retroalimentarse mutuamente. Sería metodológicamente inadecuado separar los desarrollos propios de los distintos planos. En esta dirección, las temáticas más generales debieran ser nutridas y estimuladas por los análisis de la sociedad latinoamericana, a la vez que debieran contribuir al desarrollo de éstos últimos. Considero que un desafío para la práctica teórico-social en América Latina es lograr que los diagnósticos en torno a la configuración histórica de nuestra región se conviertan en insumos para la interpelación y problematización de las conceptualizaciones más sistemáticas de la sociología y de las ciencias sociales. De lo contrario, nos mantendremos en teorizaciones de alcance medio que mantendrán incuestionados los supuestos en los que se fundamentan.

SOCIOLOGÍA DE LA CONTINGENCIA

Aldo Mascareño

Universidad Adolfo Ibáñez, Chile

La teoría sociológica es teoría de la sociedad, y la sociedad es una organización contingente que emerge desde un continuum de contingencia.

Este postulado fundamental sintetiza mi aproximación. Este indica, primero, que la teoría sociológica no se construye únicamente en discusión con otras teorías, sino en referencia a, con la, y en la sociedad. La teoría es empírica; es una operación de sentido sobre operaciones sociales. Segundo, la teoría explora cómo la sociedad llega a ser lo que es y cómo, lo que es, se descompone y recombina en variantes de sociedad. Siendo una operación de la sociedad, la teoría tiene que lograr una suficiente inestabilidad para captar la inestabilidad del mundo, y tiene que ser adecuadamente (in)consistente para moverse con ella. Tercero, si lo anterior es plausible, entonces la sociedad no puede comprenderse como realización de lo que debió ser, sino como un resultado contingente de selecciones previas, que pudieron ser otras y que podrían ser otras. No hay destino catastrófico ni potencial de perfección que conduzca a la sociedad hacia una finalidad. Las finalidades, normativas o cognitivas, son múltiples y tensionan el mundo en direcciones ortogonales. Cuarto, la sociedad es un punto de observación desde el que las operaciones sociales observan. No solo ella es contingente, sino también el landscape en el que su contingencia se expresa y resuelve, provisoriamente, en interacciones, organizaciones, sistemas, redes. Por ello, el orden biológico, físico y tecnológico son objeto de socialización, así como la sociedad es objeto de biologización, fisicalización y tecnificación. Los límites entre esos ámbitos son una praxis. Para entender su dinámica, la sociología debe procurar una fuerte apertura interdisciplinar.

Una teoría sociología entendida de este modo tiene, ante todo, un compromiso con la sociedad, que no es primeramente moral, político o regional (latinoamericano, europeo, africano), sino universalmente práctico: para mostrar posibilidades alternativas de sociedad y des-encubrir cegueras, la sociología tiene que ilustrarnos cómo la sociedad recrea su contingencia y cómo la oculta de sí misma haciendo parecer imposible o necesario algo que, en realidad, puede ser distinto.

En estos términos, una sociología de América Latina no es una sociología latinoamericana. Es, más bien, una sociología de la contingente sociedad mundial, que nos muestra cómo se crean identidades, sistemas e instituciones, pero que a la vez nos dice que no hay identidad tan densa, sistema tan estable o instituciones tan absolutas como para que las cosas no puedan ser de otro modo.

LA CONSTRUCCIÓN PROBLEMÁTICA DE UN OBJETO REGIONAL EN UNA SOCIEDAD MUNDIAL Y LA SOSPECHA HEURÍSTICA ACERCA DE LOS LÍMITES SOCIALES

Sergio Pignuoli Ocampo

Universidad de Buenos Aires / CONICET, Argentina

El horizonte de la sociedad mundial no es nuevo para las elaboraciones conceptuales sobre América Latina. Sucede que la realidad latinoamericana solo de manera esporádica fue planteada por las ciencias sociales de nuestra región como un objeto aislado. Esto genera una ventaja comparativa para nuestro punto de partida, ya que lo sitúa más allá de sermones telúricos y tesis de excepción circulantes en otros campos. Desde las ciencias sociales América Latina siempre fue un objeto dentro de otro, un objeto sin perfect continence debido al imperialismo, a la dependencia, al neoliberalismo, al extractivismo. Más aún, en el horizonte interno de “América Latina” aparece el mundo como una miríada insondable de relaciones sociales que dispone límites, organiza espacios y distribuye recursos asimétrica e inequitativamente en su perjuicio. Así la mejor investigación social forjada en nuestra región, desde la original heterodoxia económica cepalina hasta la teoría crítica de la colonialidad, pasando por el poderoso dependentismo y la teoría de las transiciones democráticas, circulan bajo ese horizonte, convergen en premisas históricas y modulan sus divergencias en la naturaleza, los actores y las salidas a esta imperfect continence.

Nuestra invitación, nuestra propuesta, es radicalmente exploratoria. Advertimos en ella un principio heurístico inestable, y en su desarrollo, esfuerzos titánicos, que no tienen asegurado dar con más soluciones que problemas. Invitamos a preguntarnos teórica y latinoamericanamente por el límite, es decir, invitamos a interrogarnos por el factor condicionante y a la vez resultante de la imperfect continence. Invitamos a convertir, blandiendo esta pregunta, las posibilidades abiertas de nuestro horizonte regional en posibilidades problemáticas. La norma de etiqueta de la invitación es no renunciar ni dar por sentada la emergencia o la extinción de ninguna unidad social, sea un barrio del conurbano bonaerense, sea un organismo multilateral regional, sea una sociedad mundial.

Esta norma supone una tradición, y una razón. La tradición hila notables concepciones como la idea de Dios de Nicolás de Cusa y la idea de información de John von Neumann, y consiste en sostener la falsedad de un dilema, demostrando la inexistencia de contradicción entre dos términos tenidos por irreconciliables. Es el movimiento inverso al de la aporía. La razón es que toda unidad social supone límites, incluida la sociedad mundial claro está, y el acento sobre el límite permite presentar a los términos en igualdad de condiciones. Al observar el límite aunamos en una única mirada a América Latina y a la sociedad mundial, sin eliminar las especificidades de cada término, sin renunciar a uno en nombre del otro.

Invitamos a asumir problemáticamente la unidad de una imperfect continence. Sería tan descortés esgrimir presuntas difuminaciones o licuefacciones como contentarse con supresiones o superaciones. Así planteada, en conexión con problemas teóricos y regionales, la pregunta por los límites nos invita a mudar la pregunta base, nos invita a subordinar la pregunta por “¿qué es lo latinoamericano?” a esta otra pregunta: “¿cómo es el proceso social en que se construyen al mismo tiempo lo latinoamericano y lo mundial?”.

LA TEORÍA SOCIAL COMO CAJA DE HERRAMIENTAS Y DISPOSITIVO DE PODER: HACIA UNA REINVENCIÓN RACIONALISTA EN AMÉRICA LATINA

Esteban Torres

Universidad Nacional de Córdoba / CONICET, Argentina

A partir de la segunda década de este nuevo siglo, ya anoticiados e intelectualmente afectados por la sucesión de eventos desatados a partir de la crisis económica global de 2008, por primera vez estamos en condiciones de avanzar en la elaboración de una fórmula teórica moderna de nuevo cuño. Intuyo con cierto optimismo que transitamos un momento inaugural, ya que recién por estos tiempos estamos logrando superar con éxito el giro lingüístico y la incisiva crítica post-estructuralista que hegemonizaron las posiciones rebeldes en las ciencias sociales regionales y globales a partir de la caída en desgracia de la izquierda a principios de la década de 1980 y una vez que la vociferada crisis del marxismo se convirtió en un sentido común compacto, escéptico y a todas luces persistente. Los avances de las discusiones contemporáneas, el proceso de reconfiguración académica de las ciencias sociales, así como el nuevo escenario de expansión neoliberal en la región, invitan a repensar conjuntamente lo que entendemos por una teoría social y nuestro compromiso como intelectuales. A tal efecto, propongo definir la teoría social simultáneamente como una caja de herramientas y un dispositivo de poder. Aquí no podré más que presentar muy sintéticamente el núcleo de esta nueva definición.

Sostengo que en tanto caja de herramientas la teoría social se nos ofrece como un aparato abstracto de intelección orientado por una lógica de esclarecimiento e interesado en la búsqueda de una nueva verdad. En esta función, la práctica teórico-social guarda expectativas de descubrimiento de lo real-concreto, que se consuman o no en el proceso de investigación social como un todo. Es la faceta de la positividad científica y del reclamo para sí de un principio de objetividad más o menos explícito y asumido como tal. Llamaré también a este componente instrumentalista el engranaje compteano de la teoría, componente en el cual prima el elemento racional-metódico. Se trata de la función de máximo distanciamiento de la práctica teórica. En tanto caja de herramienta para la investigación social, la teoría social se rige por un parámetro verdadero/falso.

Ahora bien, en tanto dispositivo de poder, la teoría social adopta la forma de un aparato de interpelación orientado por una lógica de persuasión e interesado en la búsqueda de un efecto determinado. En este punto, la práctica teórico-social guarda expectativas de conducción intelectual y eventualmente moral, no reducibles a una práctica política ni a la búsqueda de dominación como un fin en sí mismo. Este es el momento de la politicidad de la teoría y del reclamo para sí de un principio de subjetividad colectiva. En tanto dispositivo de poder, la práctica teórica se orienta en relación a terceros teóricos por un parámetro de concesión/no concesión. Estamos frente a lo que llamo el engranaje público de la teoría, en el cual suele primar la interpelación emocional del lector. Este es un punto de observación central para entender qué es una teoría.

Al proponer que la teoría social se podría repensar como una caja de herramientas y un dispositivo de poder presupongo que entre ambos atributos se fija una relación de inmanencia y luego que son irreductibles uno al otro. Si en cambio se define la teoría exclusivamente a partir de uno de dichos elementos, se cae en los reduccionismos del pasado. La historia dominante de las ciencias sociales se puede leer como la historia de la sucesión de dos maniqueísmos, siendo el segundo una reacción no necesaria al primero. La modernidad se propala a partir de un maniqueísmo cientificista que impuso una idea de teoría exclusivamente como caja de herramientas, técnicamente dotada para develar los secretos del mundo desde una posición neutral. Esta visión, que esconde los intereses de apropiación de los teóricos sociales, podría ser vista como el núcleo del racionalismo otrora dominante. Desde la década de 1980 se extiende un segundo maniqueísmo, más preocupante que el primero. Me refiero a un maniqueísmo liberal que impuso la idea de que toda teoría moderna es exclusivamente un dispositivo de poder al servicio de los intereses de dominación de los teóricos sociales y sus organizaciones de referencia. Esta visión anti-moderna, que niega las posibilidades de esclarecimiento sociológico y político de la teoría, es el núcleo del irracionalismo dominante en la actualidad en América Latina. Esta es grosso modo la visión que promueven Foucault, Bourdieu y Latour, y que sus seguidores introducen con un entusiasmo muchas veces inocente en nuestra academia.

Desde un compromiso de izquierdas, el primer desafío que tenemos por delante en América Latina consiste en recuperar y poner a punto el motor científico-moderno de la teoría con toda su pretensión de verdad y de previsión, a la vez que construir un tipo de poder que simultáneamente ensanche nuestros horizontes de conocimiento social y de imaginación política.

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