Artículos

Los otros significativos en la construcción del sí mismo

The Significant Others in the Construction of the Self

Samuel Alejandro PORTILLO PEÑUELAS
Instituto Tecnológico de Sonora, México

Los otros significativos en la construcción del sí mismo

Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 25, núm. Esp.4, pp. 152-161, 2020

Universidad del Zulia

Recepción: 01 Mayo 2020

Aprobación: 24 Junio 2020

Resumen: El presente artículo aborda la construcción del sí mismo desde la mirada de los Otros significativos del sujeto. Se agrega la valoración exterior en los procesos de socialización y se acude al interaccionismo simbólico como referente teórico. El análisis se desarrolla desde cuatro ejes: la metáfora del Yo, modos de participación individualizada y colectiva, el sí mismo reflejado y el papel del juego en el establecimiento de roles. Se destaca la importancia de los grupos primarios en la configuración del sí mismo y la inserción de bases para la comprensión de los Otros en el reconocimiento de uno mismo.

Palabras clave: Autoconcepto, Interaccionismo simbólico, Otros significativos, Sí mismo..

Abstract: This article addresses the construction of the self from the perspective of the significant Others of the subject. External valuation is added in socialization processes and symbolic interactionism is used as a theoretical reference. The analysis is developed from four axes: the metaphor of the Ego, modes of individualized and collective participation, the reflected self and the play role established. The importance of the primary groups in the configuration of the self and the insertion of bases for the understanding of the Others in the recognition of oneself is highlighted.

Keywords: Self-concept, Symbolic interactions, Other significant, Self..

INTRODUCCIÓN

Las teorías del sí mismo han considerado la naturaleza social de la existencia humana y otorgan al mismo tiempo un importante papel al Otro en su proceso de configuración, resultando su presencia condición necesaria (Montero: 2002). La literatura científica ha trabajado en la búsqueda y comprensión del Yo, en mayor medida, hacia la comprensión del autoconcepto como la línea que presenta mayor relación. No obstante, se debe ampliar la mirada de la persona que se visualiza de manera interiorizada hacia lo que le configura y construye dicha imagen como tal. En este sentido, se agrega la idea del Otro como la “organización de las actitudes -de otros sujetos- que están involucradas en el mismo proceso” (Mead: 1999, p.140).

Si bien, “hay que considerar el sí mismo como parte individual y el Otro como diferente a uno mismo” (Joaqui y Ortiz: 2017, p.200) habrá que reconocer que el “individuo está significativamente influido por lo que los otros individuos piensan de él (González y Tourón: 1992, p. 41). De manera que la búsqueda del sí mismo denota contrastes de realidad y ficción en la manera en que se describen a sí mismos los sujetos, tomando como base elementos externos (García: 2015). Por tanto, la conciencia del propio Yo en relación con los Otros habrá de moldearse en los grupos primarios para el establecimiento de un Yo social (Rodrigo del Blanco: 2004), seguido de un Yo reflejo como producto del proceso de socialización e interacción.

El objetivo, es repensar la idea del sí mismo, pero poniéndose en el lugar del Otro, viéndose a sí mismo desde el punto de vista de los Otros significativos considerados como “aquellas personas con las que el individuo está ligado afectivamente y a las que valora (padres, amigos, compañeros)” (González y Tourón: 1992, p.42), siendo éstas las que le configuran y dotan de una imagen con significado para sí mismo. Por tanto, “la comprensión psicológica del sí mismo incluye necesariamente al otro, ya que para ser necesitamos internalizar las formas en que los otros nos ven” (Montero: 2002, p. 45).

Cabe mencionar que la mirada de gran parte de las investigaciones hasta nuestros días ha sido“determinar si el autoconcepto es un puro reflejo de las valoraciones de los otros, o si el sujeto juega un papel activo en la construcción del mismo” (González y Tourón: 1992, p.48) situación por la cual se realiza el abordaje desde el interaccionismo simbólico, “postura donde el individuo adquiere funcionalidad en la sociedad mediante la interacción social” (Lucas: 1986, p.359). Por tanto, se parte de la idea que “cada uno construye así, una representación que surge de la percepción que se tiene del otro pero que es construida por uno mismo” (Joaqui y Ortiz: 2017, p.200) destacando “uno de los elementos más característicos del individuo en Goffman: su carácter proyectado y situacional, creado por la implicación en la interacción con otros” (Garcia, 2019: p.9).

Al hablar sobre la idea del Otro, se debe hacer alusión a “George Mead como el primero en pensar a fondo el modelo intersubjetivo del Yo producido socialmente” (Habermas: 1990, p.209). Tal idea, resulta de las reacciones a las actitudes que los demás, o el llamado “otro generalizado” plantean a los individuos (Rendon: 2012, p.92). Por tanto, en palabras de Montero (2002) “el otro que el uno puede imaginar es siempre producto de una multiplicidad de relaciones… viene a nuestra experiencia desde nuestra historia… y expresalo que amamos u odiamos, necesitamos o rechazamos” (p.51)

En este contexto, se “plantea la necesidad de explorar cómo se obtiene una visión de sí mismo… y cómoa lo largo del tiempo, esas visiones se añaden, se borran o se crean” (García: 2015, p.214), así como visualizar que los Otros significativos también poseen “su carácter de actores y constructores sociales, propietarios de un saber, poseedores de un carácter histórico” (Montero: 2002, p.43), los cuales podemos encontrar “a través de los grupos primarios y, dentro de ellos, especialmente a través de la familia y el vecindario o grupo local de mayores” (Rodrigo del Blanco: 2004, p.49)..

EL YO COMO METÁFORA

Desde la Grecia clásica (siglos V y IV a. C.), se planteaba la metáfora del sí mismo con una visión esencialista que aludía al ser interior (Hermans: 1996). La búsqueda dialógica del sujeto giraba en torno al cuerpo como elemento exterior y el alma como sustancia interior (Sola: 2018). En este sentido, se ha generalizado la noción del Yo hacia la interpretación de que “el ser reside en sí mismo” (Montero: 2002 p. 43). No obstante, aunque existe una tendencia de volver la mirada hacia el interior del individuo, hay quienes dirigen su mirada hacia su condición social y proyectan una “visión existencialista (externa; hacia afuera) que cobra relevancia en factores espacio-temporales y las relaciones con otros individuos” (Sola: 2018, p.23). Es decir, se debe considerar el componente social en los sujetos para la comprensión, identificación y diferenciación de los Otros. En este sentido, responder la pregunta ¿Quién soy? representa la búsqueda de significados del Yo que implica considerar al “Otro que, en consecuencia, se vuelve subjetivamente significativo para mí” (Lucas: 1986, p.359). Por tanto, “el ser que se mira a sí mismo, se reconoce e interioriza en el ámbito de su vida y a la vez delimita al mundo señalando lo que se encuentra adentro y afuera” (Montero: 2002, p.43).

Ricoeur (1996) en el texto El sí mismo como Otro aborda la relación dialógica entre ser-si y ser-con, aludiendo a que el sí mismo opera ante el contexto de las circunstancias y con quien se convive (Otros). De la misma manera Durkheim (1975) distingue la existencia de dos seres inseparables existentes en uno mismo. El uno, constituido por todos los estados mentales provenientes de la vida privada: el denominado ser individual. El Otro, considerado un sistema de ideas, sentimientos y costumbres que expresan en nosotros, no la personalidad, sino el grupo o los grupos diferentes en los que estamos integrados (Familia, amigos, política, religión, profesión, entre otros) que en conjunto expresan: el denominado ser social. De estamanera, el sí mismo se muestra como metáfora al presentar elementos de ficción y de realidad. Es decir, se puede identificar y diferenciar al Otro, pero difícilmente puede comprendérsele de manera inmediata, ello supone de manera subjetiva la búsqueda de significados basados en la interacción. Por lo tanto “elfundamento del ser ya no es el Yo, sino el Otro —que viene del exterior— que es el que cosifica y otorga significación” (Sola: 2018, p.23) dotando de complejidad su comprensión e identificando tres modos de serlo:

Como complemento del uno, que llena donde falta, que restaura la unidad, que junta las partes, que cierra la cisura; Como negación del uno, de todo lo expulsado del uno, de todo lo temido por el uno; Como ajeno del uno, que se reconoce como incompleto o como negativo ante un nosotros donde no tiene cabida confortable, pero de los cuales se sabe parte (Montero: 2002, p.44).

La idea de representar al Otro para comprenderse a uno mismo, es relevante en el sentido de que “Otro es lo que responde a aquello que uno no es, a aquello que es anterior a uno mismo y gracias a lo cual, una persona es quien es” (Joaqui y Ortiz: 2017, p.198). Ello, alude a la idea del Yo reflejo que “sintetiza la idea de que nuestra autoimagen es producto de la imagen que de nosotros tienen los demás” (González y Tourón: 1992, p.41). Por tanto, la noción del sí mismo, no sólo depende del ser individual, sino de la valoración reflejada de los Otros significativos (González y Tourón: 1992, p.43)

En síntesis, “la construcción del sí mismo, depende de la imagen social de nosotros mismos, a cómocreemos que somos vistos por los demás” (Rodrigo del Blanco: 2004, p.31) situación que remite al proceso de socialización primaria, específicamente aludiendo a los grupos primarios (Familia, grupo infantil de juegos, vecindario, comunidad local o de mayores) señalados como las esferas más importantes (Ibid).

PARTICIPACIÓN INDIVIDUALIZADA Y COLECTIVA

Lo que conocemos de la teoría del sí mismo, cotidianamente se asocia a la autovaloración y autodescripción de los sujetos como personas. Sin embargo, lo que conocemos como “el Yo, es algo que no está separado de la vida general, sino que es la parte más interesante de esa vida, y cuyo interés surge del hecho de que es a la vez general e individual” (Cooley, 2005: p.23)

En vista de que la búsqueda de uno mismo, no depende sólo de la valoración individual, se debe considerar la construcción colectiva del ser a través de sus formas de vida “mediado por las relaciones y la comunicación entre personas y costumbres” (Alarcón y Gómez: 2009, p.70). En este sentido, Rodrigo del Blanco (2004) menciona:

La naturaleza humana no es algo que exista aparte del individuo sino que es esa naturaleza grupal o primaria; es una fase de la sociedad, una condición general, y relativamente simple, de la mentalidad social. De ello se puede deducir claramente que el hombre, propiamente, no la tiene al nacer, no es innata, sino adquirida; y que el modo de adquisición no puede prescindir de los compañeros, de los semejantes, de los otros con los que el Yo entra a formar parte de un nosotros (p.47).

Conforme se desprende la visión individualizada del Yo hacia una perspectiva de construcción colectiva, se incorpora la noción nosotros para hacer notar que la configuración del sí mismo asume actitudes de los Otros con quienes se relaciona y se encuentra involucrado. Se trata así de un proceso continuo de interacción (Joaqui y Ortiz: 2017) donde “la comunidad o grupo social organizados, proporcionan al individuo su unidad de persona constituyéndose como el Otro generalizado” (Mead: 1999, p.140). Bien lo expresa Durkheim (1996) en formas primitivas de clasificación, “el sujeto forma parte de la sociedad y es su lugar en la sociedad el que determina su lugar en la naturaleza” (p.98). Es decir, “aunque el individuo posee una persona sólo en relación con las personas de los otros miembros de su grupo social; la estructura de su persona expresa o refleja la pauta general de conducta del grupo social al cual pertenece” (Mead: 1999, p.147). De tal forma que:

No podemos lograr la experiencia de nosotros como sí mismos, excepto en la medida en que tomemos la actitud del otro y nos miremos desde ese punto de vista… Tenemos que comprendernos a nosotros mismos adoptando el lugar del otro, desempeñando su papel, adoptando la actitud de la comunidad hacia nosotros, viéndonos continuamente como nos ven los otros, mirándonos desde el punto de vista de aquellos que nos rodean… Es el reconocimiento certero de nuestra propia posición, de nuestras relaciones sociales, proveniente de la capacidad de adoptar la actitud de los demás hacia nosotros (Mead: 2009, p.222).

No obstante, la condición individual del sí mismo se mantiene dentro del grupo al cual se pertenece cuando el individuo busca sobresalir o bien manifiesta superioridad del resto del grupo. Ello, resulta evidente cuando se caracteriza a cierto grupo por su condición social, nacionalidad, religión o prácticas sociales, pero de manera específica se alude a exponentes individuales por sus expresiones, valores personales o actitudes manifiestas. Por lo tanto, “no sólo la forma exterior de las clases, sino también las relaciones que las unen entre sí, son de origen social” (Durkheim y Mauss: 1996, p.98) pero dependerá de cada individuo adaptarse al medio o intentar cambiarlo para estar en armonía con él, o bien, cambiar para sí mismo para lograr el mismo fin (Durkheim: 1986).

Lo anterior, es observable tanto en el plano positivo como negativo. Ejemplo de participación individualizada y colectiva en plano positivo, es cuando dentro de una organización deportiva se cuenta con un jugador considerado como una estrella o elemento brillante dentro del equipo y se contribuye de manera recíproca equipo-jugador a sobresalir ambos a nivel general durante la liga. Caso contrario, sucede cuando un colaborador perteneciente a un equipo de voluntariado de beneficencia con trayectoria reconocida, actúa de manera contraria a los principios que le han hecho formar parte del mismo, lo que proyecta una conductaindividualizada más no una pauta general del grupo al que pertenece.

Así pues, la representación del sí mismo presenta un carácter individualizado que permite al sujeto expresarse y realizar conductas personales, así como otro de tipo colectivo que incorpora la idea de comportarse según al grupo al que se pertenece. Mead (1999) expresa cómo el sujeto adopta dichas actitudes e identifica las etapas de desarrollo del Yo individualizado y colectivo:

En política, por ejemplo, el individuo se identifica con todo un partido político y adopta las actitudes organizadas de todo ese partido hacia el resto de la comunidad social dada y hacia los problemas a que tiene que hacer frente el partido dentro, de la situación social dada; y, en consecuencia, reacciona en términos de las actitudes organizadas del partido como un todo (p.142).

Y continúa:

Existen dos etapas generales en el pleno desarrollo de la persona. En la primera, la persona individual está constituida simplemente por una organización de, las actitudes particulares de otros individuos hacia el individuo y de las actitudes de los unos hacia los otros, en los actos sociales específicos en que aquél participa con ellos. En la segunda etapa, la persona está constituida, no sólo por una organización de las actitudes de esos individuos particulares, sino también por una organización de las actitudes sociales del otro generalizado, o grupo social como un todo, al cual pertenece (p.143).

Entonces, “lo que constituye a la conciencia de sí es la adopción de actitudes de los Otros en términos de un estimularse a adoptar hacia sí mismo las actitudes del otro” (Rendón: 2012, p.103) las cuales poseen un carácter generacional (Ricoeur: 1996).

EL JUEGO Y LOS ROLES

En la conformación del sí mismo, no todos los estímulos externos son igual de influyentes e importantes. “La importancia de los Otros está en función directa de la frecuencia de la interacción” (González y Tourón: 1992, p.48) por tal motivo resulta necesario desarrollar la condición operativa del sí mismo, la cual incorpora experiencias de los Otros y diferencia actitudes y comportamientos según la situación o contexto. En este sentido, “el Yo tiene la posibilidad de moverse, como en el espacio, de una posición a otra de acuerdo con los cambios en la situación y en el tiempo (Hermans: 1996, p.214).

El sujeto representa diferentes papeles según los escenarios en que actúa, manejando de este modo las impresiones que da a los otros acerca de sí mismo (Haciendo referencia al enfoque dramatúrgico y de tomar un papel en cada escena de Goffman) (González y Tourón: 1992). En este sentido, la producción del individuo en el mundo de la vida cotidiana que pretendamos estudiar puede comprenderse atendiendo al interjuego de elementos en escena (Garcia: 2019, p.21). Por tanto, se mantiene la idea que los sujetos durante su maduración:

Desarrollan la habilidad de tomar el rol, o adoptar el punto de vista, no sólo de personas específicas, sino del grupo social en su conjunto, que corresponde a la representación de la sociedad dentro del individuo. Este otro generalizado desde el que el sujeto se contempla, señala cómo desea la sociedad que se comporte, y el sujeto entonces analiza su conducta y se ve a sí mismo desde esa perspectiva (González y Tourón: 1992, p.43)

Es así como surge “la necesidad de reconocimiento donde los individuos asumen, recíprocamente, las obligaciones que se siguen del hecho mismo de ser reconocido —obligaciones que no son otras que el obrar, frente a otro, en conformidad con el concepto de su libertad” (Rendón: 2012, p.99). Ejemplo de ello, corresponde a un grupo de personas comprometidas con una misma actividad, donde todos realizan lo que les corresponde para lograr un objetivo común (A manera de ejemplo, un jugador de futbol que distinguecuando participar en la ofensiva y en la defensiva del equipo, un cocinero que prepara un platillo para otros comensales o que cocina para sí mismo, un cumpleañero que participa como festejado y a la vez como organizador de su propio evento).

En este sentido, surge la idea de “autorrealización del individuo, en la significación fundamental de unYo, en o a través de Otro” (Rendón: 2012, p.108) –el futbolista refleja la victoria en el trabajo colectivo del equipo y de su propio desempeño individual, el cocinero refleja su buen gusto en la cocina con el deleite del comensal que disfruta un platillo y compartir dicho goce en su propia experiencia, por su parte el cumpleañero se festeja a sí mismo y se refleja en la alegría de sus invitados- donde quizá el Yo no se parezca al ideal de los Otros significativos, pero los demás si se encuentran en el ideal personal (Saúl, López-González, Rubio- Garay y González-Brignardello: 2012). Por tanto, “el individuo al optar por la sociedad, opta por sí mismo” (Durkheim: 1975, p.60) ya que en su actuar siempre existirá una presión ejercida por el grupo social a cada uno de sus miembros que no permite a los individuos juzgar en libertad nociones que la propia sociedad ha elaborado y en las que ha depositado algo de su personalidad (Durkheim y Mauss: 1996).

EL SÍ MISMO REFLEJADO

Hasta el momento, se ha mencionado la necesidad del sujeto de ser reconocido por los demás para la constitución de su propia persona. En este proceso, unos inician en “la elaboración de la conciencia individual y tienden después a exteriorizarse y los Otros son primero exteriores al individuo, al que tienden después a moldear desde fuera” (Durhkeim: 1986, p.154). En este sentido, Lucas (1986) hace referencia a Cooley para explicar cómo los individuos aprenden a juzgarse a sí mismos, con base al modo en que los demás lo juzgan. Expresiones como “eres muy bueno en el estudio” “eres una persona mal educada” “eres muy alegre” entre otras, constituyen el reflejo de la persona para los otros, quienes son significativos de la misma. En esta línea, donde los juicios de valor son de suma importancia en la configuración del Yo como persona. Rodrigo del Blanco (2004) se remite los grupos primarios, quienes juegan un papel determinante y representan el espacio donde:

Todos los integrantes son considerados como algo valioso en sí mismos y son valorados y apreciados por ello; y es en ese grupo donde el propio sí mismo es más urgente, reclama siempre más; es un reflejo, en sentido amplio, de la mentalidad de los otros, porque no sería nadie sin ellos, ni viceversa (p.54).

Se ha mencionado anteriormente que la familia, el grupo infantil de juegos y el vecindario, comunidad local o de mayores se constituyen como los grupos primarios más importantes de los sujetos en la construcción del sí mismo, dado el nivel de interacción y frecuencia en las relaciones que se mantienen con los mismos. Rodrigo del Blanco (2004) los describe de la siguiente manera:

La familia. Los miembros emergen en un todo. Cada uno está en contacto imaginativo con los otros y busca la morada de su Yo social, de sus afectos, sus ambiciones, sus resentimientos y sus modelos de lo que está bien o mal.El grupo de juego de niños. Entre los jugadores de un mismo equipo puede haber rivalidades personales, quizás por ocupar un determinado puesto en él; pero ellas parecen olvidarse cuando se salta al terreno de juego: lo que importa es que el equipo, mi equipo, gane, el nosotros y no el yo particular que en este caso importa bien poco.Comunidad local o de mayores. Conocido como grupo de vecinos, representa la principal esfera de simpatía y ayuda mutua para los otros. Muestran la vida ordinaria común y podemos siemprereconocernos en ellos.

En este sentido, la construcción del sí mismo considerando a los Otros significativos implica comprender cuatro ideas fundamentales en el proceso de interacción y socialización (Lucas: 1986, p.359):

  1. 1. El sí mismo tiene un carácter social.
  2. 2. La visión de los sujetos se relaciona progresivamente con los demás mediante símbolos, sobre todo el lenguaje. El individuo distingue enseguida que existen Otros significativos que le van indicando las pautas de conducta y va tomando conciencia de que existe Otro generalizado, que le señala como desea la sociedad que se comporte.
  3. 3. Distinción del yo (parte espontánea, activa e independiente) y el mí, conformado por la sociedad.
  4. 4. Juego de roles que permiten al sujeto desempeñar los papeles prescritos (Representando el papel de otra persona: jugar a ser papá o a ser mamá; práctica de un deporte donde se deben desempeñar varios papeles: defensor y atacante).

Con base a lo anterior, se destaca la idea que la conformación del sí mismo es un reflejo de los demás. En palabras de Cooley (2005):

El hombre es una cosa y las diversas ideas en torno a él son otra, pero la idea personal es una realidad social inmediata, es el objeto por el cual existe un hombre para el otro, e influye directamente en nuestras vidas (p.19).

Y continúa:

…la caridad, por ejemplo, no se entenderá si no tenemos en mente la idea que el receptor y el dador tienen cada uno del otro; para entender el homicidio debemos concebir lo que el ofensor piensa de su víctima y de los administradores de la ley; la relación entre trabajador y empresa es cuestión sobre todo de la actitud personal que debemos intentar captar con simpatía para ambas partes, y así sucesivamente (p.19).

Lo anterior, implica realizar un proceso de reflexión hacia para poder distinguir características del Otro que se reflejan para sí mismo. Dicho ejercicio, los constituye a ambos y es recíproco, por lo que “el sí mismo integra la unidad cognoscente identificada como quien conoce” (Montero: 2002, p.44). Es decir, para que pueda existir un Yo reflejo se exige la necesidad de que los Otros significativos del sujeto se encuentren conscientes de su existencia y sea valorado por las otras personas. Una analogía ello es la siguiente:

Ni siquiera el avaro regodeándose ante su oro escondido puede sentir ese mío si no fuera al tiempo consciente del mundo humano sobre el cual tiene él un poder secreto, y el caso es similar para todo tipo de tesoro oculto. Muchos pintores, escultores y escritores han deseado mantener su trabajo alejado del mundo, recluyéndolo en aislamiento hasta haberlo terminado completamente, pero la delicia en ese, como en todos los secretos, depende del sentido del valor de lo que se esconde (Cooley: 2005, p.24).

En este sentido, el reconocimiento del Otro en ocasiones implica un diálogo con uno mismo. Tal como lo explica Hermans (1996):

Nos encontramos a nosotros mismos comunicándonos con nuestros críticos, con nuestros padres, nuestras conciencias, nuestros dioses, nuestro reflejo en el espejo, con la fotografía de alguien que echamos de menos, con la figura de una película o de un sueño, con nuestros bebés, o con nuestras mascotas (p. 213).

Existe pues, la necesidad de existencia de un componente social en la teoría del sí mismo, para la presencia de un Yo reflejado, el cual se compone de tres elementos principales: la imaginación de nuestra apariencia para la otra persona; la imaginación de su juicio sobre esa apariencia y algún tipo de sentimiento propio, como por ejemplo el orgullo o la mortificación (Cooley: 2005, p.25)

CONCLUSIONES

Utilice esta fuente y espaciado para construir su artículo. Los Otros significativos en la conformación del sí mismo resulta una aproximación a la configuración del Yo y representa en un sentido amplio la construcción del autoconcepto de los sujetos, desde el punto de vista de la valoración externa y los significados que se le atribuyen para la modificación de la conducta. Ello, es indicativo que la conformación de la noción del Yo es resultado de una metáfora que implica no sólo reconocerse a uno mismo, sino tener presentes a los demás. Es decir, del individuo emanan las ideas y necesidades determinadas por la sociedad pero sólo éste puede explicarlas a través de sus actos (Durkheim: 1986) y es a través del sentimiento de distintividad que existe la idea de los Otros siendo una noción intrínseca del Yo (Hermans: 1996) que dota de identidad a ese Otro a través de la propia distinción (Ricoeur: 1996).

De manera agregada, hay que señalar que el sí mismo encuentra un punto de anclaje en cuanto a su conformación desde la participación individual y colectiva de los sujetos. Es decir, “la sociedad es creada por individuos y nuestras explicaciones del orden social deben fundarse en el conocimiento de cómo estos individuos funcionan, en especial, en relación con los Otros” (Herrera: 2006, p.5). Por tanto, se busca tener claridad sobre el Yo desde las formas de vida que configuran los grupos primarios (Familia, el grupo de juego/amigos, la comunidad o grupo de mayores / barrio) y la necesidad de reconocimiento a nivel individual y grupal. En este sentido, Mead (1999) expresa:

La reacción del "yo" involucra adaptación, pero una adaptación que afecta, no sólo a la persona, sino también al medio social que ayuda a constituir a la persona; es decir: involucra un punto de vista de la evolución en el cual el individuo afecta a su propio medio al mismo tiempo que es afectado por éste (p.181)

En lo que respecta al juego y el establecimiento de roles, se ha mencionado el nivel de conciencia que debe tener el sujeto sobre sí mismo y de los demás dentro de los procesos sociales en que se halla originalmente inmerso (Rendon: 2012) para poder responder a múltiples situaciones dadas con las conductas deseadas poniendo en práctica lo que se nombró como condición operativa del sí mismo. En este sentido, García (2019) expresa:

El sí mismo comporta un carácter proyectado y múltiple, esto es; simultáneamente emergente de la situación de interacción y por ende consensuado, pero plural por el modo en que emerge en relación a las demandas (a menudo contradictorias) de diversos escenarios de interacción en los que participa. En este sentido, se trata de un individuo que permanentemente debe enfrentar y resolver conflictos en la interacción con otros (p.21).

Por tanto, queda claro que es a través de los procesos de socialización y la interacción como los sujetos construyen la imagen de sí mismos, tomando diversos papeles y roles según la actividad que desarrollan. Ello, requiere conocer cómo desea actuar el individuo de manera personal, cómo debe actuar según los demás y qué esperan de él los Otros sobre su actuación.

Por último, cuando se distingue a los Otros significativos la imagen personal se configura según los juiciosemitidos por éstos y se da significado al Yo en su componente social, el cual representa un Yo reflejado que como se ha mencionado puede tener resultados positivos o negativos. En este sentido, “parece que los efectos de los otros sobre cómo uno se percibe y valora dependen tanto del nivel de atracción que el sujeto sienta hacia ellos, como de la certeza que el sujeto tenga de su autoconcepto ya formado” (González y Tourón: 1992, p.51) de manera que “no podemos realizarnos a nosotros mismos sino en el grado en que reconocemos al otro en su relación con nosotros y “sólo cuando adopta la actitud del otro, puede el individuo realizarse a sí mismo como persona” (Mead: 1999, p.168). Así pues, “uno mismo es, finalmente, el responsable de su Yo por mucho que otros le hubieran influido” (Rodrigo del Blanco: 2004, p.25) sin abandonar la postura que “uno es reflector de otro” (Ibid, p.50)

BIODATA

Samuel Alejandro PORTILLO PEÑUELAS: Doctor en Educación, Maestro en Educación con Campo en Formación Docente, Licenciado en Educación Primaria y Especialista en la Enseñanza de la Historia de México. Actualmente laboro como Auxiliar Académico en el Departamento de Educación del Instituto Tecnológico de Sonora y como Asesor Técnico Pedagógico en la Secretaría de Educación y Cultura. Como productos derivados de investigación, los artículos “El modelo pedagógico y los fines de la educación en México: el caso de Educación Básica” Revista Varela (2019), “La construcción de ambientes de aprendizaje en la escuela: una tarea permanente”, “Profesores innovadores y autonomía Curricular en educación básica: un encuentro oportuno” en Revista Electrónica de Investigación e Innovación Educativa (2019) y “La inteligencia emocional en educación primaria y su relación con el rendimiento académico” Educare (2018). Líneas de investigación: Formación docente, construcción del sí mismo y sujetos escolares. Scopus ID 57204184027

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