Artículos
En Kafka no hay amistad
In Kafka there is no friendship
En Kafka no hay amistad
Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 25, núm. 9, Esp., pp. 124-130, 2020
Universidad del Zulia

Recepción: 15 Junio 2020
Aprobación: 03 Agosto 2020
Resumen: El artículo examina la presencia de la amistad en Kafka, reconociendo, en primer lugar, la gran importancia que ella tuvo en su vida, reflejada en la estrecha relación que el autor mantuvo con otros escritores tanto de Praga como de Viena. En segundo lugar –y he aquí la propuesta central del artículo–, se sostiene que la amistad está ausente en su obra, cuestión manifestada de cinco formas: la ausencia de grupos de amigos, el trato escasamente amistoso que sufre el personaje kafkiano de parte de los aparatos administrativos que lo rodean, el trato escasamente amistoso que el propio personaje kafkiano inflige a otros sujetos, el carácter irreal o poco definido que la amistad tiene en su obra y la desaparición de la amistad, a raíz de que el personaje kafkiano termina por aislarse por completo. Las pocas relaciones de amistad presentes en la obra de Kafka son analizadas desde la perspectiva de los tipos de amistad propuestos por Aristóteles.
Palabras clave: Amistad, Aristóteles, Círculo de Praga, Kafka..
Abstract: The article examines the presence of friendship in Kafka, recognizing the great importance it had in his life, reflected in the close relationship that the author had with other writers from both Prague and Vienna. However –and here is the central proposal of the article–, friendship is absent in his work, an issue that manifests itself in five ways: the absence of groups of friends; the unfriendly treatment suffered by the Kafkaesque character from the administrative apparatus; the scarcely friendly treatment that the Kafkaesque character inflicts on other subjects; the unreal or undefined nature that the friendship has in his work; and the disappearance of friendship, as the Kafkaesque character ends up completely isolated. The few friendly relations present in Kafka's work are analyzed from the perspective of the types of friendship proposed by Aristotle.
Keywords: Friendship, Aristotle, Prague Circle, Kafka..
INTRODUCCIÓN
Ignoro qué efecto puede tener en el lector la expresión que da título a este artículo: en Kafka no hay amistad. Voy a suponer dos, de signo contrario: rechazo y aceptación. Quien experimente rechazo quizá esté pensando en una cuestión de tipo biográfico, en el sentido de que en la vida de Kafka sí hubo amistad, y tiene razón. Como es sabido, Franz Kafka (1883-1924) cultivó por largos años una estrecha amistad con tres escritores que, al igual que él, residían en la ciudad de Praga y con quienes compartía una edad muy similar; me refiero a Max Brod (1884-1968), Félix Weltsch (1884-1964) y Oskar Baum (1883-1941), quienes junto a Kafka dieron forma a lo que Brod denominó el Círculo de Praga. Patricia Runfola, en su libro Praga en tiempos de Kafka, precisa algunos aspectos de ese círculo, como el año de su “fundación”, 1904 (es decir, cuando cada uno de los integrantes tenía entre 20 y 21 años), y qué ocurrió con él tras la muerte de Kafka: “El Círculo de Praga sobrevivió doce años a la muerte de Kafka, cuyo puesto ocupó un amigo de Oskar Baum: Ludwig Winder” (Runfola: 2006, pp. 75-6).
Además de señalar que fue él quien le presentó a Weltsch y Baum, Max Brod aclara que las amistades de Kafka se extendían más allá del círculo; en su biografía sobre Kafka, Brod sostiene lo siguiente: “No quiero suscitar la impresión de que a Kafka solo se le podía encontrar en el círculo íntimo de los ‘cuatro de Praga’; su carácter le llevaba a buscar la compañía de quienquiera que estuviese animado de los mismos sentimientos que él […] Tuvieron trato con Kafka: Martin Buber, Franz Werfel, Otto Pick, Ernst Weiss, Willy Haas, Rudolf Fuchs y, más adelante, el recitador Ludwig Hardt, Wolfenstein y otros” (Brod: 1974, p. 106). Junto con subrayar la importancia del médico y escritor vienés Ernst Weiss dentro de ese grupo, creo que en él habría que añadir a otras dos personas que tuvieron un trato especialmente estrecho con Kafka: el actor teatral de origen polaco Jizchak Löwy, y su hermana menor Ottla, a quien el escritor dedica cariñosas palabras en varios pasajes de sus Diarios y correspondencia.
De cualquier forma, lo cierto es que de todos esos vínculos el que más ha trascendido es el que Kafka mantuvo con Max Brod, por tres motivos. Primero porque Brod desempeñó un papel destacado en la aparición de relatos suyos en diversas revistas y semanarios de la época, tras animarlo a no mantener en secreto textos que poseían un indudable valor literario. En segundo lugar, porque Brod lo puso en contacto con editores de Leipzig, Münich y Berlín, ciudades en que aparecieron los siete libros que Kafka publicó en vida: Contemplación (Leipzig, 1913), El fogonero (Leipzig, 1913), La metamorfosis (Leipzig, 1915), La condena (Leipzig, 1916), En la colonia penitenciaria (Leipzig, 1919), Un médico rural (Münich y Leipzig, 1919) y Un artista del hambre (Berlín, 1924). Seguramente en reconocimiento a la importancia de Max Brod en esta materia –y no solo como reflejo de la amistad que los unía–, Contemplación, el primer libro, está dedicado a él, cuestión que cobra una especial relevancia si tenemos en cuenta que de los seis libros restantes solamente dos llevan dedicatoria: La condena, que está dedicado a Felice Bauer (“Para F.”, reza la dedicatoria de la edición de 1916, mientras que en la edición primigenia, aparecida dentro de la revista Arkadia, en mayo de 1913, dice “Para la señorita Felice B.”), y Un médico rural, en donde leemos “A mi padre”.
En tercer lugar, la importancia de Brod está relacionada con el hecho de que a pesar de que Kafka le legó sus manuscritos inéditos para que los quemase tras su muerte, Brod no solo no le obedeció, sino que al año siguiente de la muerte de Kafka –Kafka murió el 3 de junio de 1924, en un sanatorio de Kierling, cerca de Klosterneuburg, en el Estado de Baja Austria– emprendió la tarea de publicar toda la obra inédita del amigo. Gracias a esa desobediencia es que conocemos las tres novelas extensas e inconclusas de Kafka –El proceso, publicado en 1925; El castillo, aparecido en 1926; y El desaparecido (o América), que vio la luz en 1927–, como también sus aforismos y un enorme conjunto de esbozos narrativos y narraciones inconclusas, entre las cuales se cuentan algunas tan célebres como “Blumfeld, un solterón”, “El cazador Gracchus”, “Durante la construcción de la muralla china”, “Investigaciones de un perro”, “La obra”, entre varias otras.
Pero es precisamente a partir del análisis del conjunto de la obra de Kafka, es decir, de los escritos póstumos y de los siete libros publicados en vida, que es posible encontrar sentido al título de este artículo, puesto que tal análisis –que implica dejar temporalmente de lado aspectos relativos a la vida del escritor–demuestra que la amistad está ausente en su obra (aunque hay un par de excepciones a las que me referiré más adelante).
LA AUSENCIA DE AMISTAD EN KAFKA
Creo que se entenderá mejor mi punto de vista si comparamos lo ocurrido en Kafka con lo que acontece en la obra de otros escritores, en donde la amistad sí está muy presente; estoy pensando específicamente en dos autores que, con matices, pueden ser considerados seguidores de Franz Kafka, me refiero a Julio Cortázar y Roberto Bolaño.
En Cortázar la amistad desempeña un papel clave en libros como Rayuela, pues el protagonismo no quedareservado al personaje principal, Horacio Oliveira, sino que se extiende, por un lado, al Club de la serpiente, el grupo de amigos al cual pertenece Oliveira mientras vive en París, y, por otro, a la pareja compuesta por Talita y Traveler, con quienes Oliveira se reencuentra en Buenos Aires tras haber sido expulsado de Francia, luego de ser detenido por la policía, que lo sorprendió manteniendo relaciones sexuales con una clochard, a orillas del Sena. En Libro de Manuel, la última novela del autor, observamos el mismo fenómeno, pues las cuitas del protagonista Andrés Fava están entrelazadas con lo sucedido en la Joda, un grupo de revolucionarios latinoamericanos que prepara en París el secuestro del Vip, un alto funcionario de una de las tantas dictaduras sudamericanas de comienzos de los años setenta, hecho alrededor del cual se desarrolla la novela.
La amistad también posee una gran importancia en Bolaño; de hecho, sus novelas más renombradas, Los detectives salvajes y 2666, están, en buena medida, construidas en torno a las aventuras que protagonizan sendos grupos de amigos; en el primer caso, los poetas real visceralistas –los “detectives salvajes” que siguen la huella de la desaparecida poeta Cesárea Tinajero– y, en el segundo, cuatro jóvenes profesores universitarios europeos que comparten el estudio de la obra del escritor Benno von Archimboldi. Su admiración por Archimboldi no sólo los hace coincidir en diversos congresos académicos –es allí en donde los cuatro profesores traban amistad–, sino que, ya afianzados en su relación, tres de ellos viajan a México, país en el que, según las informaciones que han recibido, vive el escurridizo Archimboldi, a quien desde hace mucho tiempo desean conocer en persona.
Todo eso –es decir, Club de la serpiente, Joda, poetas reales visceralistas, académicos tras los pasos de un mentor común– no existe en Kafka, pues en él no hay grupos de amigos, cuestión que puede resultar particularmente llamativa si la planteamos de la siguiente manera: Kafka, un autor que vivió rodeado de amigos, escribió una obra sin amigos.
Pero la ausencia de amistad posee una segunda acepción en Kafka y para advertirla puede no ser necesario conocer el conjunto de su obra, pues ella aparece con claridad en dos novelas portentosas como son El proceso y El castillo. Esta segunda acepción está relacionada con el trato escasamente amistoso –o abiertamente hostil, sería más preciso decir– que reciben los protagonistas por parte de los aparatos administrativos que les rodean, vale decir, el tribunal y el castillo. Las dos novelas, por cierto, también permiten confirmar la primera acepción, ya que las pocas relaciones amistosas que encontramos en ellas tienen un carácter más bien instrumental (como la de Josef K. con la lavandera del tribunal, y la del agrimensor K. con Olga), y porque en algunas ocasiones esas “amistades” ni siquiera están suficientemente diferenciadas de la mera concupiscencia. En lo que sigue sintetizaré cómo se manifiesta en ambas novelas la segunda acepción, es decir, el trato escasamente amistoso.
En El proceso Josef K. es detenido una mañana en su habitación poco después de haber despertado.Tras llamar inútilmente a la asistenta para preguntarle por qué no le ha llevado el desayuno, K. advierte la presencia de dos desconocidos, quienes afirman ser los guardianes encargados de detenerle. Los desconocidos se niegan a suministrarle mayores detalles acerca de la detención, actitud que es replicada por el inspector que luego arriba al lugar y que interactúa con Josef K. de forma seca y severa. A partir de esa mañana, K. enfrentará un proceso que se extenderá por un año y contra el cual luchará inútilmente, primerorechazando la ayuda “desinteresada” que otras personas desean prestarle y luego buscándola desesperadamente. El trato escasamente amistoso que le inflige el tribunal desemboca nada menos que en su sentencia a muerte, la que es ejecutada por un par de verdugos que una noche lo sacan de su vivienda para llevarlo hasta una cantera, en donde lo asesinan clavándole un cuchillo en el corazón.
En El castillo K. llega de noche a una aldea en donde, según sus palabras, es aguardado para trabajar como agrimensor. Sin embargo, ya esa primera noche su versión es puesta en duda, situación que es aprovechada por un funcionario para tratar de expulsarlo de la aldea de forma inmediata. Providencialmente, ciertas informaciones que emanan del castillo le permiten prolongar su estadía en el pueblo, cuestión que, en todo caso, no hará variar la postura de la administración condal, que se mantendrá firme en la decisión de impedirle trabajar como agrimensor. En medio de los esfuerzos que realiza por tratar de revertir tal decisión, el agrimensor se relaciona con una familia que también ha padecido el trato escasamente amistoso de la administración condal, al ser condenada al ostracismo, como castigo porque Amalia, una de las hijas, se negó a entregarse a un alto funcionario del castillo. La relación con esa familia perjudicará seriamente a K., pues, además de hacerlo perder a su novia Frieda, exacerba el fuerte rechazo que K. provoca en algunos aldeanos, en particular en aquellos que son serviles a la administración.
De esa segunda acepción deriva una tercera, que conviene subrayar porque se corresponde con una característica del personaje kafkiano que suele ser pasada por alto. Esta tercera acepción se relaciona con el hecho de que, así como el personaje kafkiano padece un trato escasamente amistoso por parte de la administración que lo rodea, él se comporta de igual forma con otros individuos, convirtiéndolos en víctimas de su mal disimulada prepotencia. Este aspecto suele ser obliterado por la crítica, que parece sentir una especial predilección por el manido tópico que presenta al personaje kafkiano como una simple víctima de algún poderoso aparato burocrático. Si bien esa perspectiva no carece de fundamento, resulta tendencioso omitir la faceta menos amistosa del personaje kafkiano, en especial porque novelas como El proceso y El castillo son generosas en la entrega de situaciones o episodios en las cuales es evidente el comportamiento hostil del protagonista. En El proceso, por ejemplo, Josef K. denigra a la señora Grubach, su casera, a un humilde hombre que al igual que él se encuentra procesado, y a un asistente del banco en el cual K. desempeña un alto cargo ejecutivo. En El castillo el agrimensor humilla a sus ayudantes, al director de la escuela y a Pepi, una sencilla muchacha que, a su manera, trata de ayudarlo. El elemento común es que tanto Josef K. como el agrimensor K. creen ser superiores a esos y otros individuos, y se sienten con el derecho a maltratarles de la forma más cruel que sea posible.
Una situación muy distinta a esa hallamos en El desaparecido, novela en la que Kafka narra la historia del adolescente alemán Karl Rossmann quien, a pesar de sufrir un trato particularmente hostil por parte de sus padres, un tío y una pareja de bribones que se cruza en su camino, jamás llega a comportarse de igual modo con otras personas, demostrando que posee un carácter puro y bondadoso, que conserva intacto aun en las peores condiciones a las que es sometido. Dichas características aproximan a Karl Rossmann a personajes de otras obras que Kafka escribió en la misma época –me refiero al año 1912–, esto es, a Gregor Samsa, de La metamorfosis, y a Georg Bendemann, de La condena, sujetos que provocan admiración por su carácter honesto y su enorme sentido del sacrificio.
Pero El desaparecido posee otra singularidad, pues es en esa novela en donde están presentes algunas de las excepciones a las que hice referencia cuando hablé de la primera acepción de la ausencia de amistad en Kafka. Las relaciones de amistad que encontramos en El desaparecido se corresponden además con las tres clases de amistad propuestas por Aristóteles: la amistad por virtud, la amistad por interés y la amistad por placer. Aristóteles habla de esos tres tipos de amistad en la Ética nicomáquea y en la Ética Eudemia; en esta última, Aristóteles precisa que la amistad por virtud “es la amistad de los mejores” (Aristóteles: 1985, p. 496), mientras que en la primera señala: “los que se quieren por interés no se quieren por sí mismos, sino en la medida en que pueden obtener algún bien unos de otros” (Aristóteles: 1985, p. 327). En la Ética Eudemia puntualiza que la amistad por placer, es decir, la que está orientada hacia lo agradable, “es propia de losjóvenes” (Aristóteles: 1985, p. 496).
Dado su carácter puro y bondadoso Karl Rossmann tiende a establecer relaciones de amistad basadas en la virtud, como la que brota de manera espontánea entre él y Therese Berchtold, la joven mecanógrafa del Hotel Occidental, lugar en donde el muchacho trabaja como ascensorista durante dos meses. También como consecuencia de su carácter, Karl toma distancia de la amistad por interés, como la que le ofrecen Delamarche y Robinson, la pareja de bribones que lo único que desea es aprovecharse de él y arrastrarlo a un camino en donde predomina la astucia, la mentira y otras vilezas. De la amistad por placer Karl también se aleja, pero no por un prurito de pureza, sino porque es consciente de lo adversa que es su situación: se encuentra en Estados Unidos, en calidad de inmigrante indocumentado, tras haber sido expulsado de Alemania por sus propios padres, país en el que vivía junto a ellos, y luego de ser puesto en la calle por un tío millonario que inicialmente lo había acogido en Estados Unidos; debido a todo eso, mientras por las noches los demás ascensoristas se divierten, Karl Rossmann se dedica a estudiar, confiando en que gracias a ello en el futuro encontrará un mejor trabajo.
Sin embargo, esto último no sucederá, pues transcurridos dos meses Karl será despedido del hotel, en otra muestra del trato escasamente amistoso que suele sufrir el personaje kafkiano, ya que su despido es del todo injustificado (consignemos que ya con el puesto de ascensorista la dirección del hotel lo trataba de una forma muy poco amistosa, pues lo sometía a la realización de extenuantes jornadas de doce horas diarias). Con su alejamiento del hotel finaliza también su amistad con Therese, puesto que Karl deberá buscar otros rumbos.
El repentino término de esa amistad apunta en la dirección de lo que considero es una cuarta acepción de la ausencia de amistad en Kafka, y que se relaciona con la falta de consolidación o el carácter poco definido y hasta irreal que la amistad tiene en su obra; sin llegar a tener un rango u orden imaginario –Therese no fue una amiga imaginaria de Karl, eso es claro–, la amistad en Kafka tiene algo de eso. Daré dos ejemplos para ilustrar esta cuarta acepción, uno proveniente de El proceso y otro de La condena.
En el primer capítulo de El proceso, titulado “Detención”, Josef K. pide en un momento telefonear al fiscal Hasterer, a quien se refiere como “buen amigo mío” (Kafka: 1999, p. 473). A pesar de que la situación justifica plenamente una petición de ese tipo, la llamada telefónica finalmente no se concreta, ya que K. desiste de realizarla, molesto por el escaso interés mostrado por el inspector. Curiosamente, el fiscal Hasterer no es mencionado nunca más, ni en ese primer capítulo ni en los nueve restantes de la novela. Es verdad que el fiscal Hasterer sí aparece en uno de los seis fragmentos finales, titulado precisamente “Fiscal”, en donde son descritas las actividades del círculo de la tertulia al cual asisten Josef K. y Hasterer; sin embargo, en ese fragmento hay un asunto de gran relevancia que jamás es mencionado: el proceso.
En La condena Georg Bendemann mantiene una comunicación epistolar con un amigo que se ha trasladado a vivir a San Petersburgo. Además de que la distancia física podría ser interpretada como una señal de la progresiva “desaparición” de la amistad, la comunicación epistolar resulta singular por lo siguiente. Primero, porque, dada la mala situación financiera en que se halla el amigo, Georg omite toda mención a sus éxitos personales, sean estos económicos o de otro orden, transmitiéndole al amigo una imagen de sí mismo que no es del todo real; en segundo lugar, porque el padre de Georg afirma que él también mantiene correspondencia con el joven, declarándose su verdadero amigo. Este pasaje suele confundir a los lectores de La condena, que se preguntan sobre la real existencia del amigo que Georg dice tener en San Petersburgo.
CONCLUSIONES
La “desaparición” de la amistad en Kafka está relacionada no solo con su carácter poco definido o “irreal”, que hace que ella se “esfume” de pronto ante los ojos del lector, sino con el hecho de que se trata de una forma de relación de la que el personaje kafkiano parece huir. Tal actitud corresponde a lo que sería la quinta y última acepción de la ausencia de amistad en Kafka, y que es resultado de una decisión consciente, ya que,decepcionado de los tipos de individuos que tiene a su alrededor –bribones, serviles, verdugos– el personaje kafkiano opta por vivir en soledad, a salvo de las malas compañías. Una determinación como esa implica el rompimiento de todo tipo de vínculo, y, por cierto, no es sencilla de implementar. Ambas cuestiones –es decir, el rompimiento generalizado de vínculos y la difícil implementación que ello conlleva– pueden ser observadas en dos narraciones de animales que Kafka escribió en sus últimos años de vida: “Investigaciones de un perro” y “La obra”, las cuales conviene leer teniendo presente lo sugerido por Walter Benjamin, en cuanto al soterrado vínculo que habría entre lo animal y lo humano: “Es posible leer por un buen rato las historias de animales de Kafka sin haber notado en general que no se trata de seres humanos” (Benjamin: 2014, p. 40).
En “Investigaciones de un perro”, una narración extensa e inconclusa escrita por Kafka en 1922, un perroadulto repasa su vida, examinando los motivos que lo llevaron a romper sus vínculos con la comunidad perruna, la cual, a juicio del perro, asume sin cuestionamiento un conjunto de misterios que no debieran ser soslayados, y a los que él se ha dedicado por completo. Desde su infancia el perro ha tratado de esclarecer tres misterios: qué sentido tiene el arte de los siete perros músicos, de dónde saca la tierra el alimento que consumen los perros, y por qué flotan y cómo se reproducen los perros aéreos. Para ello ha realizado una serie de experimentos e investigaciones, fracasando estrepitosamente en todos ellos. Por ese motivo, el perro destina los últimos años de su vida a identificar el posible error cometido y a tratar de entender la indiferencia y el silencio de la comunidad perruna. En medio de esas divagaciones, en el perro parece perdurar un deseo de comunidad, de una comunidad, eso sí, compuesta por perros semejantes a él, es decir, que compartan sus mismos intereses, deseo que, como es posible suponer, es de difícil realización, máxime si ni siquiera su vecino, un perro con el que comparte algún grado de cotidianeidad, satisface sus elevadas aspiraciones.
En “La obra” –otra extensa narración inconclusa, redactada por Kafka en 1923–, se describen los intentos de un topo por habitar de forma solitaria una madriguera que, con gran esfuerzo, ha construido sin ninguna ayuda. El deseo del topo es que la madriguera lo proteja de toda amenaza externa y que lo aísle completamente de cualquier vínculo con otro ser. Para ello, la ha dotado de una entrada cubierta por una densa capa de musgo, de un laberinto de acceso –en el cual él mismo a veces teme perderse–, además de innumerables galerías, otras tantas plazas y una plaza principal, a la que denomina plaza de armas, que es el sitio donde más a gusto se siente. Durante un tiempo su anhelo de soledad se ve realizado, hasta que un extraño e ilocalizable ruido acaba por destruir la calma duramente conquistada. Dado el carácter inconcluso que tiene la narración no llegamos a saber quién está detrás del molesto ruido; sin embargo, con lo dicho hasta aquí, existen motivos suficientes para descartar que se pueda tratar de un amigo.
BIODATA
Roberto CHACANA ARANCIBIA: Psicólogo y Licenciado en Psicología por la Universidad de Concepción y Doctor por la Universidad Complutense de Madrid. Es autor de los libros Kafka. La lucha por ascender (2018), La familia de Kafka: lealtad y sacrificio (2012) y del poemario Punto cero (1996). Ha sido responsable de tres proyectos de investigación (un Fondo del Libro, un DID-UACh y un Fondecyt). Es profesor del Instituto de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Humanidades en la Universidad Austral de Chile y coordinador del Magíster en Pensamiento Contemporáneo.
BIBLIOGRAFÍA
ARISTÓTELES (1985). Ética Nicomáquea. Ética Eudemia. Trad. Julio Pallí Bonet. Gredos, Madrid.
BENJAMIN, W. (2014). Sobre Kafka. Textos, discusiones, apuntes. Trad. Mariana Dimópulos. Eterna Cadencia, Buenos Aires.
BROD, M. (1974). Kafka. Trad. de Carlos F. Grieben. Alianza, Madrid.
KAFKA, F. (1999). Obras Completas I. Novelas. El desaparecido (América). El proceso. El castillo. Trad. de Miguel Sáenz. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, Barcelona.
RUNFOLA, P. (2006). Praga en tiempos de Kafka. Trad. Ana Becciu. Bruguera, Barcelona.