NOTAS Y DEBATES DE ACTUALIDAD

Transmodernidad latinoamericana. Oriente y Occidente en el pensamiento del poeta

Graciela MATURO
Universidad de Buenos Aires / Universidad del Salvador, Argentina

Transmodernidad latinoamericana. Oriente y Occidente en el pensamiento del poeta

Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 25, núm. 90, pp. 282-285, 2020

Universidad del Zulia

Recepción: 04 Febrero 2020

Aprobación: 20 Abril 2020

Resumen: En los tiempos actuales, ante la avasallante “globalización” tecno-económica y comunicacional que parece uniformar a los pueblos en desarrollo sobre un patrón nivelador, muchos consideran agotado o al menos inoportuno todo planteo sobre las identidades culturales. Por mi parte pienso que, por el contrario, es un momento oportuno para hacerlo. Al apreciar esa identidad, se está ante la doble posibilidad de postular, en un extremo, el sujeto como lo siempre repetido e inamovible, idéntico a sí mismo en un sentido formal. En el otro extremo, estaríamos ante la infinita tensión hacia una alteridad inalcanzable que llegaría a producir, como algunos teóricos afirman, la aniquilación del sujeto como "ilusión sustancialista”. Por mi parte me inclino a admitir, tanto para lo personal como para las identidades comunitarias, la noción de sujeto en crecimiento, que admite, sobre la base genética de su conformación, sucesivas modificaciones (alterizaciones) parciales en el desenvolvimiento de una reconocible identidad.

Palabras clave: Latinoamérica, oriente, occidente, transmodernidad, pensamiento del poeta.

Abstract: In the current times, in the face of the overwhelming techno-economic and communicational “globalization” that seems to standardize developing peoples on a leveling pattern, many consider exhausted or at least inopportune all questions about cultural identities. For my part, I think that, on the contrary, it is an opportune moment to do it. In appreciating this identity, one is faced with the double possibility of postulating, at one extreme, the subject as always repeated and immovable, identical to itself in a formal sense. At the other extreme, we would be faced with the infinite tension towards an unattainable alterity that would, as some theorists claim, produce the annihilation of the subject as a “substantialist illusion.” For my part, I am inclined to admit, both personally and for identities. community, the notion of a growing subject, which admits, on the genetic basis of its conformation, successive partial modifications (alterizations) in the development of a recognizable identity.

Keywords: Latin America, east, west, transmodernity, poet's thought.

INTRODUCCIÓN

Una obra de Ramiro Podetti (2009- 2016) puntualiza, precisamente, el tema de la alteridad como una nota inexcusable del ethos americano en el camino de la construcción del nomos universal. Las comunidades no pueden ser pensadas como abstracción sino como conjunto viviente y actuante en un tramo del tiempo, en un tiempoespacio. Los hombres se reconocen como parte de una comunidad intersubjetiva que les es familiar por el idioma, las vivencias comunes, el espacio-tiempo compartido, la memoria, la aspiración a un destino común. En nuestro caso, las identidades nacionales son trascendidas por una identidad supranacional, en este caso la hispanoamericana. Esa identidad no borra los matices y diferencias de etnías y naciones constituyentes. Recordemos que en las culturas se dan distintos grados de relación entre lo fundante y lo evolutivo, que nos permiten reconocer culturas arcaicas, apegadas a su principio o arjé, y culturas históricas, movidas por el dinamismo de la permanente renovación, como lo asentara Paul Ricoeur en su polémica con Claude Lévi-Strauss. Ambos tipos de sociedad han constituido la sociedad mixta latinoamericana.

En relación con esos grados y ritmos de libertad se muestran las denominaciones simbólicas Oriente y Occidente, que como ya hemos dicho remiten por un lado a culturas de evolución más lenta, asentada en los principios - aunque algunas de ellas construyeron grandes civilizaciones- y por otro a un complejo cultural cuyo destino ha sido singularmente dinámico y expansivo.

En suma, debemos aceptar que no somos individuos abstractos y aislados sino miembros de una cultura que se desarrolla en el tiempo; aún los mayores gestos de libertad individual se enmarcan en el seno de la cultura propia. La comunidad construye su carácter en torno a ciertas pautas y modos de vida que vinculan a una suma de individuos en una relación de co-pertenencia. Los relaciona fundamentalmente su lenguaje, y su arraigo en un paisaje de la tierra, una región, que justifica la denominación geocultura aplicada por Rodolfo Kusch. Es un concepto interesante aunque no podamos aceptarlo de modo excluyente. Estamos hoy en un momento de inflexión, ante la instalación urbana de un tipo de sociedad fragmentada, con un estilo de vida internacional, ajeno a las culturas particulares; si atendemos a la sociedad ciudadana, influida por la acción mediática, sólo podemos verificar el avance de una modalidad niveladora que borra los particularismos culturales sin conducir a un auténtico universalismo. El poeta latinoamericano se sitúa críticamente frente a esa sociedad.

TRANSMODERNIDAD DE AMÉRICA LATINA

Cuando María Zambrano pensaba en la identidad de España, constataba la persistencia de un perfil humanista, místico, introspectivo, poético, un tanto refractario a la cultura de los objetos y las innovaciones técnicas. Algo similar puede afirmarse de la América hispánica, pese a su parcial aceptación de la modernidad. El poeta bilbaíno Juan Larrea llamó "rendición de Espíritu", a la transmisión cultural ( propuesta o inconsciente) de España a las “nuevas Españas” que creó más allá del Océano; sin embargo, no se trataba de la transmisión lisa y llana de una cultura, sino de un nuevo ciclo inclusivo de otras culturas.

Al cabo de cinco siglos los pueblos hispanoamericanos, como otros pueblos del mundo, recibieron el reto de la globalización. Venía paradójicamente acompañado de una atmósfera de fin de los tiempos. Francis Fukuyama enunció en 1989 una frase muy repetida en los medios intelectuales: La Historia ha terminado. Más allá de su evidente parcialidad, que no hace justicia a la tenacidad humana sobre la tierra, es indudable que expresaba cierta verdad aplicable al proyecto europeo, pese a la continuidad de la invención tecno-científica. Existe, innegablemente, una generalizada conciencia sobre el cambio de época, reforzado por la convicción filosófica del fin de la modernidad. Se ha declarado el límite del proyecto moderno, asentado en el conocimiento científico, el dominio de la naturaleza y el sometimiento de buena parte del mundo al poder central.

La Modernidad, ciertamente admirable por muchos aspectos, ha culminado en la "utopía tecnológica”, que desplazó en los últimos tiempos a la utopía social. Hoy nos hallamos ante la soterrada implosión del sistema capitalista, último eslabón del proyecto político occidental. La nueva revolución, signada por la cibernética, se introduce en la vida de los latinoamericanos aproximadamente a partir de 1990, por dar una cifra aproximada que afecta a toda la región. La revolución cibernética engendra y acompaña el proceso de la globalización tecno- económica, que afecta y cuestiona las identidades de los pueblos. Es evidente que en las naciones en desarrollo, se ha ahondado cada vez más la brecha entre minorías que algunos sociólogos llaman “feudos tecnológicos”, dependientes de los centros de poder, y grandes masas que no sólo carecen de esos bienes sino que no han completado el ciclo de satisfacción de sus necesidades básicas. El problema es la transnacionalización del poder en manos de las grandes corporaciones económicas y financieras, que hoy en vez de recurrir a las ocupaciones militares (aunque hay excepciones), apelan a conducir las conciencias y doblegar toda forma de resistencia a través del pensamiento único, uniformizador.

Señalábamos que, a lo largo de la historia latinoamericana, transmoderna, muchas ideas y productos fueron aceptados o reformulados por una América que iba afirmando su propia identidad. Con la revolución cibernética se produjo una inflexión: sus productos son aceptados en general por la parte de la población que tiene acceso a ellos, pero su ideología es criticada por deshumanizante por muchos pensadores y educadores. Desde los años setenta en adelante, y con el apoyo de gobiernos militares, fue sofocado el americanismo del Tercer Mundo y paulatinamente reemplazado, en especial para las clases medias y los grupos universitarios, por los esquemas de la intelectualidad francesa o alemana: se desplazó el concepto de identidad por el de construcción de ciudadanía; en sustitución de la temática de la identidad se impuso hablar de la “sociedad fragmentada”; más que de justicia social se habló de los derechos humanos, se importó el debate sobre la multiculturalidad, la cuestión del género, la exaltación de las minorías, etc. Me atrevo a pensar que esa problemática no expresa las tensiones del mundo latinoamericano en el que son vigentes los grandes relatos que en otros espacios se dieron por abolidos. Resurgen la poesía, la búsqueda de la belleza, la fe, la esperanza en el kairós o tiempo profético que conecta las utopías con el tiempo concreto de los hombres. Este es el ámbito en que se mueve la intuición del poeta, siempre ajena a la mecanización de la vida, la robotización, las tendencias masificantes.

El decadentismo europeo alcanza a proyectarse sobre parte de nuestras naciones, asentando modelos sociales y políticos que no expresan del todo el ethos latinoamericano- Por supuesto en la propia Europa han surgido críticos de esa mentalidad, como lo son Cornelius Castoriadis, Pierre Clastres o Marcel Gauchet, quienes han atacado el seudo-universalismo globalizado, y la social–democracia que pretende imponerse como nuevo modelo social.

La globalización que hoy se expande movilizada por la revolución técnica no es en modo alguno el universalismo soñado por los utopistas, ya que se trata de la acentuación compulsiva de modalidades originadas en un sector de la humanidad, alejado ya del humanismo que presidió su evolución. Si se me permite, diría que la cultura post-industrial de la globalización, lejos de ser universalista, es provinciana y unilateral, pobre en ideas y propuestas. No se hace cargo de las culturas, del aporte histórico de los pueblos, ni de su propia tradición en totalidad: impone un modelo de hombre light, descomprometido, olvidado de su destino trascendente y seducido por los objetos, tal como lo han señalado europeos y americanos. Entre los argentinos que expresaron su preocupación por este modelo de humanidad que ha pretendido imponerse, se cuentan Ernesto Sábato, Héctor Murena, Rodolfo Kusch, Fermín Chávez, Eduardo A. Azcuy.

Los poetas son adversarios naturales de las tendencias deshumanizantes, cosificantes. Muchos de ellos, en América, asumen este momento como un desafío intelectual, cultural, político y social. De sus obras surge el perfil de una humanidad nueva, la que sobrevivirá al desastre mundial ya en curso.

Vemos perfilarse el rol de América como conjunto de naciones que emerge a su protagonismo histórico. No será sin duda una mera continuación de Occidente, pero tampoco puede ser su enemiga. Su condición discipular le impone la prudencia de no convertirse en un nuevo Islam, anti-moderno. Si Occidente ha jugado el papel de antagonista, - y es visto por pueblos periféricos a su poder como el Mal, la etapa de la destrucción de las culturas, - igualmente debería estar presente en la construcción de la nueva sociedad. Así nos lo aconsejan por un lado la cultura popular americana, - siempre incluyente- por otro la corriente del Pensamiento complejo, nacida en el seno de la propia ciencia física. En ambos casos se apunta a la confluencia de los opuestos.

CONCLUSIÓN

Oriente y Occidente nos constituyen, y su integración marca un destino singular a nuestras naciones. En esta encrucijada última, la palabra la tienen los poetas, heraldos de un pensamiento nuevo.

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