Presentación
Acerca de la escolaridad a distancia y la deserción en Pandemia
Acerca de la escolaridad a distancia y la deserción en Pandemia
Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 26, núm. Esp.2, pp. 11-12, 2021
Universidad del Zulia

Acerca de la escolaridad a distancia y la deserción en Pandemia
Como ha sido costumbre a lo largo de los números extra-interlocuciones plantearé una discusión acerca de una temática que considera debiese preocuparnos, en este caso insistamos en la educación en tiempos de pandemia enfocándonos en la educación primaria y secundaria. Podemos justificarnos con el hecho de que el año 2020 provocó una conmoción a escala planetaria por lo que se llega a comprender que los sistemas educativos no estuviesen preparados para afrontar la situación. La nueva modalidad telemática fue sorteada con distintas didácticas que incluyeron reuniones virtuales, uso de aplicaciones de mensajería instantánea, programas de t.v. y radio o por medio de guías que son cuestionarios físicos que las escuelas enviaban hasta las casas de los/as estudiantes. Esta situación se sostuvo medianamente en casos particulares, pero los datos gruesos indican que la escolaridad en su conjunto ha sido afectada.
Si consideramos cifras de la UNICEF en agosto de 2020 se estimada que una tercera parte de las personas en edad escolar no tuvieron acceso a la educación, es decir, que unos 463 millones de niños/as y jóvenes no estudiaron en dicho año1. Sin desmedro de lo preocupante de esta situación, es gravísimo constatar que a la región denominada América Latina y el Caribe solo afecta en un 9% el acceso a la educación a distancia (unos 13 millones). Es preocupante porque pareciera ser que esa cifra solo da cuenta de quienes estuvieron matriculados/as en las escuelas sin considerar si esas escuelas hicieron o no clases.

Al respecto, la ONU en marzo de 2021 anunciaba que unos 198 millones de niños/as habían perdido un año de clases porque catorce países habían mantenido cerradas sus escuelas durante la mayor parte del año.
Según UNICEF, nueve de los 14 países donde la mayoría de escuelas permanecieron cerradas entre marzo de 2020 y febrero de 2021, se encuentran en la región de América Latina y el Caribe2.
Asociado a esta situación de pandemia por Covid-19 también nos enfrentamos al problema de la deserción escolar que de por sí ya era un problema en las escuelas de la región. Para contextualizar consideremos las cifras de los ministerios de educación de algunos países. En el caso de Chile se proyectó que 81 mil escolares abandonarían el sistema escolar en 20213, totalizando 264 mil personas excluidas de la educación lo que conlleva a problemas judiciales debido a que dicho país tiene obligatoriedad (marco legal) de cursar la educación primaria y secundaria. Del mismo modo, según datos del Minedu en Perú unos 230 mil estudiantes dejaron los estudios en 2020. Esto asociado principalmente a las consecuencias económicas que ha dejado la pandemia mundial. En el gráfico se recoge la información para nivel secundario4.

Para caso de México, la SEP anunció que el 10% de la población escolar (incluyendo preescolar, primaria y secundaria) había abandonado la escuela, es decir unos 2,5 millones de estudiantes. A propósito de la situación el PNUD estimó que la tasa de crecimiento escolar mexicano caería a la peor cifra desde 20155.
Tanto Chile como México han planteado soluciones ineficientes para abordar el problema en razón de que los encargados de la cartera de educación han insistido en que la solución al problema es el retorno a la presencialidad cuando esta sea posible, no obstante, la solución es absurdo y ridícula cuando los países se mantienen con cuarentenas permanentes.
El colapso de los sistemas sanitarios y el miedo provocado por la presencia de la muerte debe entenderse como consecuencia del uso político que ha tenido el problema real que está provocando la pandemia. Los Estados latinoamericanos, por ejemplo, han utilizado la situación para imponer Estados de excepción constitucional que en nada han evitado la propagación del virus al restringir toda movilidad a la población civil mientras a la misma población debe seguir trabajando todos los días en un mercado laboral amenazante e inseguro. Esta situación afecta también a estudiantes que se ben obligados a estudiar hacinados/as, con ruidos moles o sin el acceso óptimo a las tecnologías para seguir las clases telemáticas; o directamente porque han tenido que aportar a sus hogares trabajando ya sea por escasez o por tragedias familiares.
Entonces ¿podemos decir que ya solucionamos el problema de la educación en tiempos de pandemia solo porque la mayor parte de los/as estudiantes en América Latina tienen acceso a internet? Desde luego que no, incluso puede sonar ridículo afirmar que la mayoría de los/as estudiantes tienen acceso a internet si el que poseen no les permiten mantenerse conectados a una transmisión de vídeo. Del mismo modo, en los casos en los que sí se tienen a favor las tecnologías no se puede dejar de lado el factor humano en el que se ve afectada emocionalmente la persona por las más distintas situaciones que una pandemia de estas características está provocando. Considero que la solución no puede limitarse a se “pase” la clase, sino que debe considerarse el acompañamiento emocional y social de los/as estudiantes en este tiempo.
Notas