Artículos

Educación y cultura ambiental, el cuidado de la vida desde una perspectiva intercultural

Education and environmental culture, caring for life from an intercultural perspective

C. A. RENTERIA-JIMÉNEZ
Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico, Colombia
C. VÉLEZ DE LA CALLE
Universidad de San Buenaventura, Colombia

Educación y cultura ambiental, el cuidado de la vida desde una perspectiva intercultural

Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 26, núm. 93, pp. 170-188, 2021

Universidad del Zulia

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Recepción: 07 Noviembre 2020

Aprobación: 23 Enero 2021

Resumen: El presente artículo responde a la intención de comprender la relación de las comunidades negras del Pacífico colombiano (Chocó) con la naturaleza, expresada en un conjunto de representaciones simbólicas y culturales, saberes, prácticas y valores, que orientan sus vínculos y relaciones con su territorio ancestral, que denotan un uso y manejo racional de los recursos naturales, derivadas de concepciones ontológicas, epistemológicas y éticas acerca de la naturaleza, que al ser mediadas por procesos de enseñanza-aprendizaje (una pedagogía ambiental ancestral), revelan la coexistencia de manifestaciones culturales, actitudes y comportamientos reveladores de una educación y cultura ambiental propia del contexto del Pacífico Colombiano.

Palabras clave: Comunidades Negras, Cosmovisión, Cultura Ambiental, Educación, Territorio ancestral, Pedagogía ambiental ancestral.

Abstract: This article responds to the intention of understanding the relationship of the black communities of the Colombian Pacific (Chocó) with nature, expressed in a set of symbolic and cultural representations, knowledge, practices and values, which guide their links and relationships with their ancestral territory, which denote a rational use and management of natural resources, derived from ontological, epistemological and ethical conceptions about nature, which, when mediated by teaching-learning processes (an ancestral environmental pedagogy), reveal the coexistence of cultural manifestations, attitudes and revealing behaviors of an environmental education and culture of the context of the Colombian Pacific.

Keywords: Black Communities, Worldview, Environmental Culture, Education, Ancestral Territory, Ancestral environmental pedagogy.

INTRODUCCIÓN

En concordancia con un devenir histórico particular, con base en una memoria compartida y a partir de un acervo de saberes y haceres distintivos, cada grupo humano lee e interpreta de una manera específica el espacio geográfico que ocupa (Peralta, 2012). En el trasegar diario, sus miembros van recorriendo, explorando y nombrando los diversos lugares, fenómenos y criaturas con los cuales interactúan y es a partir de esta práctica de contacto cotidiano que nace la experiencia territorial de los diversos pueblos del planeta. De esta manera, y a lo largo de cada período histórico en la tierra, los seres humanos han aprendido relativamente de manera exitosa a aprovechar y usar la naturaleza para su supervivencia, satisfaciendo sus necesidades esenciales (alimento, vivienda, vestido, etc.,) con fundamento en su cultura, valores, tradiciones y cosmovisiones.

Desde esta perspectiva, el territorio se entiende como un entramado natural con unas particularidades en el cual se da una interacción entre hombres y mujeres con la naturaleza, construyen su historia de vida, de la mano de sus propias tradiciones culturales, es decir, un lugar provisto de vida, del que las comunidades hacen apropiación y recrean su existencia. De acuerdo con Flores (2006), el territorio es producto de una acción social y cultural de un grupo humano, que, de manera concreta y abstracta, se apropian de él, tanto de manera física como simbólica, lo cual involucra un relacionamiento político y económico, que se ve representado en sus diversas cosmovisiones, prácticas y expresiones socioculturales. Lo que, en línea con Santos, M (2000) convierte al territorio en el gran mediador entre los seres humanos y los diferentes aspectos naturales, ambientales, políticos y sociales que lo configuran.

De acuerdo estas definiciones, el territorio no sólo está determinado por la noción de dominio de espacio físico, natural, y de aprovechamiento sostenible de los recursos naturales, sino que en él se configura toda una herencia ancestral provista de significado para sus habitantes, en donde las actividades económicas, políticas y socioculturales están constantemente mediadas por las cosmovisiones, sobre la cual configuran su identidad como grupos socialmente diferenciados (Antón, 2015).

Particularmente, el territorio chocoano, desde una perspectiva étnica a lo largo de su historia ha constituido “el Territorio de Vida” del cual se nutren y encuentran sustento las comunidades negras e indígenas que mayoritariamente lo habitan, en una relación armónica, pero a la vez estrecha con la naturaleza, constituyéndose además en parte integral de la misma, haciéndose portadoras de complejos modelos productivos que aprovechan de manera gradual y diferencial los bienes y recursos que proveen sus diferentes ecosistemas.

Lo que implica un amplio y detallado conocimiento de los mismos, bajo un exitoso proceso de adaptación que ha permitido su conservación y preservación en el tiempo, desplegando una serie de prácticas tradicionales de producción, responsables y respetuosas con la naturaleza, que de una forma eficiente han sabido regular y equilibrar los impactos producidos por sus intervenciones sobre el ambiente, instaurando una serie de límites y lineamientos de manejo construidos sobre la base de estas modulaciones culturales y éticas. Prácticas tradicionales de producción que evidencian una cosmovisión garante de la preservación de la naturaleza, manifestada a través de los múltiples y complejos conocimientos de los secretos de los ecosistemas que caracterizan al Pacífico colombiano, particularmente la selva húmeda tropical, así como sus variaciones climáticas y conocimientos construidos en total interacción por los grupos negros e indígenas.

Saberes ancestrales ambientales de comunidades negras

Antón (2015) argumenta que la noción de territorio para las comunidades negras, no sólo está determinada por el dominio del espacio físico que conforma uno o varios ecosistemas, sino que además en él, los negros y negras afrodescendientes ejercen sus derechos de propiedad colectiva, sus prácticas ancestrales de producción, su territorialidad y la concreción de sus opciones de desarrollo propio y fundamentan su proyecto de vida. En este sentido, el territorio constituye todo un complejo proceso de relaciones de existencia, (re)existencia, resistencia y permanente adaptación a un ambiente, y es precisamente de la mano de estas relaciones con las cuales se desarrolla el conocimiento ancestral afrodescendiente. Expresa además John Antón, que “para que exista el conocimiento ancestral es necesaria la existencia del territorio, pues en él, la comunidad expresa su identidad, su desarrollo material y espiritual, en total responsabilidad y respeto por la naturaleza y sus recursos (Antón, 2015, p. 47).

Esta definición del territorio desde la perspectiva étnico–territorial, además de representar un concepto fundamentalmente político, resalta igualmente su significado histórico–cultural, y sus vínculos directos entre las condiciones naturales y ambientales de los ecosistemas ocupados por las comunidades afrodescendientes, sus cosmovisiones, sus prácticas ancestrales de aprovechamiento de la naturaleza, sus concepciones cosmogónicas, la construcción de sus relaciones con la naturaleza y su total compromiso con las generaciones futuras.

Vínculos directos y relaciones con el territorio ancestral, que son expresados a partir de categorías ontológicas y éticas que, revelan la coexistencia de manifestaciones culturales, actitudes y comportamientos y demás interacciones de las comunidades afrodescendientes con la naturaleza, las cuales son expresadas a través de sus conocimientos o saberes ancestrales.

Para los grupos étnicos del Pacífico colombiano, los saberes ancestrales ambientales constituyen un sistema de prácticas, costumbres, informaciones, usos, y tradiciones de vida, que determinan su existencia y (re)existencia como pueblos negros, dentro de su propio universo y su propia cosmovisión. Se constituyen, además, en uno de los rasgos más importantes de su identidad cultural.

La denominación de “ancestral” obedece a su origen y carácter hereditario, sus profundas raíces milenarias, las cuales ha sido creadas, transformadas y desarrolladas de manera colectiva por parte de los pobladores de una comunidad, bajo una relación responsable y respetuosa tanto con el territorio como con la naturaleza circundante, lo cual hace que pertenezca al total de la comunidad (Antón, 2015).

Para los pobladores negros del Pacífico colombiano, los conocimientos tradicionales se expresan, a través de múltiples actividades sociales, productivas y culturales que conforman su cotidianidad. Se corresponden con un saber especifico, resultado de una episteme cultural propia, fuertemente ligada a unas particulares concepciones cosmogónicas, cosmológicas e incluso religiosas, que representan más de cuatro siglos de construcción historia y cultural de un proyecto de vida dentro de la selva húmeda tropical, manglares, humedales, y demás ecosistemas estratégicos que integral el Pacífico colombiano (Antón, 2015).

La sustentación cultural y la vida misma de las comunidades negras del Pacífico colombiano, estará garantizada en la medida en que sea comprendida la fuerte y compleja relación que existe entre estas comunidades y la naturaleza, expresadas en unión de tres variables particulares: la cosmovisión, el territorio y saberes ancestrales, variables que interrelacionadas entre sí fundamentan sus existencia y sobrevivencia (Antón, 2015).

En este caso, los saberes ancestrales se entienden en un sentido amplio, no solo cubriendo el conocimiento específico de los diferentes componentes del entorno. Aquí, saberes ancestrales ambientales son entendidos como un “sistema complejo de conocimiento–práctica–creencia” (Berkes, Colding & Folke, 2000, p. 13), específicamente referidos a las prácticas de aprovechamiento sostenible de las comunidades con su entorno natural, relación que también incluye aspectos prácticos, instituciones sociales y la “cosmovisión”, es decir, las suposiciones básicas sobre la realidad y su significado, así como la naturaleza del conocimiento.

Las diversas actividades productivas tradicionales de las comunidades del Pacífico colombiano, especialmente la agricultura, la pesca, la cacería, el aprovechamiento forestal y la minería, ha ocupado el interés de diversos autores (Arocha, 1993; Restrepo, 1996), al igual que los movimientos políticos y sociales del Pacífico (PCN, 2008) y el Proyecto Biopacífico (1998).

Arocha (1993) la denomina polifonía cultural y la asocia con el desarrollo de mecanismos de adaptación de grupos negros a las condiciones del medio ambiente, a los recursos de ríos, quebradas, selvas y mar, este autor señala además la importancia de los entramados de redes familiares, los roles de hombres, mujeres y los que surgen de estas actividades. Así denomina “bricolaje cultural” a la multifuncionalidad de actividades, el uso de materiales, las formas de manejo y aprovechamiento de recursos naturales con el conocimiento de ciclos naturales, los periodos de lluvia, los ciclos de las mareas, e incluso los cambios extremos de temperatura derivados de la variación climática. Por su parte, Restrepo (1996), caracteriza los sistemas productivos tradicionales con base en la apropiación de la selva tropical húmeda, los vínculos entre recursos ecológicos, en relación con un dominio denominado grupo doméstico, perteneciente a troncos familiares en la configuración de los asentamientos de carácter abierto entre las viviendas concentradas frente al río y los espacios dispersos. Denomina unidad productiva polivalente a la relación entre la vivienda y el manejo de varias unidades de producción de una familia. Mientras que el sistema económico productivo lo denomina poliactividad, en el que se desarrollan actividades de siembra, pesca, recolección, cacería, extracción forestal y minería (Restrepo, 1996).

Por otra parte, advierte Coca–Monsalve (2016), una visión propia construida desde los movimientos políticos y sociales del Pacífico, explica el desarrollo de las actividades productivas de las comunidades ribereñas, desde su relación con la oferta ambiental y corredores ecosistémicos, en particular refiriéndose a una racionalidad propia basada en las formas parentales ancestrales y en las relaciones identitarias a partir de lo que se ha denominado por parte de PCN (2008), la “lógica del río”:

En la lógica del río las propiedades del uso del territorio están determinadas en las partes alta, media y baja. En la parte alta del río se da énfasis a la producción minera artesanal, se desarrollan actividades de cacería y recolección en el monte de montaña; hacia la parte media el énfasis se da en la producción agrícola y el tumbe selectivo de árboles, también se desarrollan actividades de cacería y recolección en el monte de respaldo; hacia la parte baja el énfasis se da en la pesca y recolección de conchas, moluscos y cangrejos, compartida con actividades agrícolas. Entre todas estas existe una relación del arriba con el abajo y viceversa, y del medio con ambas, caracterizado por una movilización amplia, cuyas dinámicas fortalecen y posibilitan las relaciones de parentesco e intercambio de productos, teniendo en cuenta que la unidad productiva es la familia dispersa a lo largo del río. (PCN, 2008, en Coca–Monsalve (2016, p. 33).

Por su parte, en el contexto del Proyecto Biopacífico fueron denominados por Sánchez (1993), como sistemas productivos tradicionales (SPT), de las comunidades étnicas del Pacífico y caracteriza sus elementos en el horizonte de la formulación de una estrategia de gestión ambiental para el territorio región Pacífico. Para este autor, los SPT, en el contexto del territorio biocultural del Pacífico constituyen “un complejo sistema de conocimientos y prácticas de recolección, producción, distribución y transformación de bienes, característicos de los grupos étnicos y las comunidades campesinas, el cual está estrechamente ligado a la oferta, dinámica y ciclos naturales de los ecosistemas” (Sánchez, 1993, p. 37).

Entre las características de los SPT propuestas por el Proyecto Biopacífico (Sánchez, 1993) se destacan:

i) la relación íntima con de la naturaleza, expresada, a través de la cultura y los sistemas sociales de los grupos étnicos; ii) su diversidad desde el punto de vista productivo (agricultura, pesca, cacería, aprovechamiento forestal y minería); iii) manejan una diversidad biológica (tipo de cultivos, genética, ecosistémica); iv) presentan un ámbito territorial complejo de dominio de la familia y la comunidad; v) las relaciones de producción al interior del sistema obedecen a formas de reciprocidad y solidaridad (mano cambiada, minga) fundadas en relaciones parentales, aunque se advierte sobre la transformación hacia sistemas contractuales, están orientadas al autoconsumo en donde la agricultura y la pesca son la base del modelo; vi) en la zona de colinas las comunidades negras práctica la minería tradicional auroplatinífera; vii) el uso de tecnologías de bajo consumo de energía y bajo impacto ambiental. Además; viii) son consideradas eficientes tanto en lo productivo como en lo ecológico, en tanto mantengan su equilibrio y diversidad (Sánchez, 1993, p. 46).

METODOLOGÍA

Desde la perspectiva metodológica se asume el estudio de caso cualitativo (Flick, 2009), el cual brinda, en particular para este estudio, la posibilidad de acercarse al contexto de las comunidades negras del Chocó, y particularmente a la forma como históricamente sus miembros se han relacionado íntimamente con la naturaleza, a través de sus prácticas y saberes ancestrales ambientales, lo cual significó, además, la posibilidad de explorar las relaciones de estas comunidades con sus territorios ancestrales, y conocer como éste ha sido ocupado, vivido y transformado bajo una relación armónica, pero a la vez respetuosa y responsable con la naturaleza.

Locus principal de investigación y actores de interés

El escenario de la fase empírica donde se llevó a cabo la presente investigación corresponde al territorio colectivo de ASOCASAN, ubicado en la parte oriental del del Departamento del Chocó, dentro de la zona del Alto San Juan, región del Pacífico colombiano (Figura 1). La mayor parte del territorio pertenece al municipio de Tadó (83,48%), con pequeñas áreas de los municipios de Río Iró, Istmina y Cértegui (Plan de Uso, Manejo y Aprovechamiento de los bienes y servicios ambientales –en adelante PUMA–ASOCASAN, 2013). Comprende una extensión de 54.517, hectáreas y 4.625 m2 adjudicadas mediante resolución No. 02727 expedida por el entonces Instituto colombiano de la Reforma Agraria (INCORA), el 27 de diciembre de 2001, a través del cual se le reconocieron sus derechos como comunidad negra de Colombia (ASOCASAN, 2009). Como organización comunitaria cuenta con 21 Consejos Locales.

Limita al oriente con el departamento de Risaralda específicamente con el municipio de Pueblo Rico, al norte con los municipios de Bagadó y Cértegui, al occidente con el municipio Unión Panamericana y al sur con los municipios de Río Iró y Condoto (Beltrán, 2013). Se encuentra conectado con la ciudad de Quibdó y el resto del país por la Transversal Central del Pacífico, lo que implica un buen nivel de conectividad vial, al menos en comparación con muchos otros municipios del Pacífico colombiano y del mismo Chocó (Alcaldía de San José de Tadó, 2013).

Administrativamente el territorio colectivo de ASOCASAN es gobernado por un Consejo Comunitario Mayor, que lleva su mismo nombre, el cual fue fundado en diciembre de 2001, bajo la ley 70 de 1993. Se encuentra organizado conforme a lo establecido en el decreto 1745 de 1995, siendo el máximo órgano la Asamblea General que elige una Junta Directiva y un Representante Legal, así como una serie de comités técnicos, los cuales son elegidos por votación cada cuatro años.

Las actividades productivas de los habitantes en ASOCASAN se basan en múltiples opciones según la oferta de recursos, el conocimiento tradicional y la oferta que presenta el paisaje: agropecuaria, forestal, minera, la caza y la pesca. Las actividades de caza y extracción forestal suelen llevarse a cabo en partes altas (bosques comunitarios), en las partes medias se realizan actividades como la siembra de colinos, la minería y el corte de madera para uso doméstico, mientras que, en las partes bajas se desarrolla la pesca (ASOCASAN, PNUMA, IIAP & NJ, 2012, p. 12).

Los sujetos participantes, principalmente miembro de Juntas Directivas, Representantes Legales, sabedores ancestrales y demás actores comunitarios de los Consejos Comunitarios Locales de ASOCASAN, al igual que activistas de movimientos sociales y ambientales del Chocó, entre otros. El número de actores participantes en la investigación responde a la relación entre los tiempos y demandas de la investigación, por un parte, y el nivel de profundidad que se pretendió alcanzar con cada uno de ellos, de acuerdo con los propósitos planteados, las características del enfoque investigativo, los métodos y técnicas a ser utilizados en el presente estudio, por otra.

Figura 1. Mapa localización territorio colectivo ASOCASAN

Fuente: Plan de etnodesarrollo ASOCASAN, 2013-2019

Técnicas, instrumentos y análisis

Procurando que las técnicas propuestas aportaran los elementos de análisis para dilucidar las relaciones comunidades negras–naturaleza y las representaciones sociales que orientan su cotidianeidad, expresada en sus saberes ancestrales ambientales, por lo tanto, se recurrió a un proceso interactivo, dada la naturaleza intercultural y perspectiva crítica de este estudio, se usaron como técnicas de recolección de información: observación participante, entrevista no estructurada, acompañadas de otras formas de diálogo interepistémico (lógicamente posimperial) a modo de conversación o interaccionismo conversacional (Haber, 2011; Quijano, 2016).

Dado el carácter oral de estas comunidades, a través de estas técnicas permitieron profundizar en la comprensión de los saberes ancestrales ambientales, sus transformaciones, la construcción de sus significados y sus formas de significar. Análisis que requirió la consulta, contraste y análisis de documentos de diversa naturaleza, según se requirió en el proceso de acercamiento a la realidad social del objeto de investigación (triangulación metodológica), tomando como marco de interpretación principal, algunos elementos derivados del enfoque sistémico desarrollado para la caracterización de los Sistemas Tradicionales de Producción (SPT) de las comunidades negras por parte del Proyecto Biopacífico, considerados como “el núcleo de la estrategia para la conservación y el uso sustentable de biodiversidad en el territorio–región del Pacífico” (Sánchez, 1998, p. 24). Complementado con otros enfoques derivados de la perspectiva cultural de adaptación a los ecosistemas del Pacífico (Arocha, 1993; Restrepo, 1996).

RESULTADOS

El aporte de evidencias empíricas con respecto al análisis de las relaciones de las comunidades negras de ASOCASAN con la naturaleza, expresadas en un relacionamiento respetuoso y responsable con la naturaleza, desde la complejidad de sus saberes ancestrales ambientales, se dieron en el contexto del análisis de fragmentos narrativos obtenidos a partir de las entrevistas y conversaciones (interaccionismo conversacional), cuando los informantes compartían algunas de sus historias de vida y sus vivencias orientadas sobre las cosmovisiones que orientan sus comprensiones sobre la vida, y la naturaleza. Con asiento en estas evidencias fragmentadas, pudimos advertir ciertas pautas y representaciones, desde luego inconclusas, que orientan la relación Comunidades Negras–SAA–Naturaleza y la emergencia de una relación armónica expresada en una profunda identidad con el territorio ancestral de los pobladores de ASOCASAN.

Significado del Territorio ancestral para los pobladores de ASOCASAN

Uno de los puntos de referencia de mayor relevancia en el proceso de etnicidad en el Pacífico colombiano es el territorio, entendido como una dimensión, un lugar donde se proyecta y diseñan experiencias colectivas de reinvención de la etnicidad. El espacio donde discurren las clasificaciones étnicas que inscriben los territorios, conformando un concepto de limite que se actualiza y resignifica en el tiempo.

El territorio como construcción histórica, especialmente ligado a las costumbres de los grupos que en él viven o cohabitan, así como también a los factores políticos y económicos a los cuales estos grupos están subordinados, constituye un proceso dinámico, puesto que las prácticas sociales son dependientes de las transformaciones ocurridas en el mismo, así como también el territorio sufre alteraciones a raíz de las prácticas sociales que en él acontecen. Los cambios territoriales que comenzaron en el Pacífico colombiano desde la colonización española, y que en las últimas tres décadas se ha entrelazado con los constantes procesos de expansión de proyectos productivos ligados a la minería ilegal, a la explotación forestal, a la siembra de cultivos de uso ilícito, monocultivos, y potrerización para establecimiento de ganado, entre otros.

Cuando los pobladores de ASOCASAN hablan de su territorio suelen hacer referencia a sus apegos, a los relacionamientos arraigados en él y a esos elementos que sustentan su vida y que unen tanto material, como espiritualmente, a sus cuerpos con la selva y los montes donde se caza, se extrae madera, medicina y se cultiva, y con los ríos que los comunican, calman su sed y les proveen alimento:

El territorio representa muchas cosas para nosotros, sin territorio no hay vida. Para nosotros sin el territorio la vida es imposible, porque es ahí donde podemos hacer y recrear nuestras prácticas ancestrales, desarrollar nuestras prácticas de solidaridad, reciprocidad, trabajo conjunto, familiar y practicas organizativas. Nosotros sin territorio no podemos ser comunidades y mucho menos personas (Heyler Servando Moreno Palacios, Representante Legal de ASOCASAN, agosto de 2019).

No obstante, la subregión del alto San Juan, donde se ubica este Consejo Comunitario, como gran parte del Pacífico colombiano sufre la lógica de la dominación y la acumulación, producto de aquello que Milton Santos llama la esquizofrenia del territorio (2000), donde se sobreponen dos argumentos antagónicos u opuestos. De un lado, está la idea de espacio vacío u ocioso, propio de aquella lógica, donde se destaca la dimensión espacial de las relaciones economicistas/productivistas, en la que el territorio es considerado una fuente inconmensurable de recursos en donde se hace un uso cada vez más intensivo de la naturaleza, sin considerar los desequilibrios socioambientales que genera el afán consumista del ser humano.

Por el otro, está la concepción del territorio como el espacio usado (Santos, M, 2003) como el producto de la apropiación/valoración simbólica, donde acontece la vida, el espacio de lo híbrido (Haesbaert, 2011), de los entramados porosos con otros territorios (Escobar, 2010), el abrigo donde nacemos (Porto–Gonçalves, 2013). En definitiva, es la idea que nos permite comprender cómo se genera la reproducción social de la vida, donde se tejen relaciones de identidad, reciprocidad, vecindad, solidaridad, familiaridad, compadrazgos y afinidades íntimas y estrechamente ligadas al territorio:

Los pueblos afrochocoanos asentados en el alto San Juan, Chocó, a lo largo del tiempo nos hemos encargado de producir diversidad y comunidad, pero también, conocimientos, a partir de los cuales hemos construido y dado forma a nuestros “Territorios de Vida”, a través del cultivo de la tierra, hemos estableciendo una especial relación con el ecosistema, particularmente con la selva, los montes, los ríos y las quebradas, de igual manera al hemos desarrollado unas formas de ocupación que relaciona lo material con lo espiritual. Entre recorridos por nuestros montes, barbechos, rastrojos o parcelas; entre socola y socola, entre la caza del guatín y la caza de la guagua, entre anzuelos, katangas y atarrayas, entre catear, batir, lavar y separar los granos de oro; nosotros, los pobladores afrodescendientes del alto San Juan nos hemos apropiado de este territorio, el cual nos ha permitido satisfacer nuestras necesidades, y el desarrollo social, cultural y comunitario, sobre los cuales se encarna nuestro proyecto de vida (Notas de campo, 15 de Junio de 2019).

En línea con lo anterior, la cosmografía de los pobladores de ASOCASAN comprende, por lo tanto, sus regímenes de propiedad colectiva, los lazos afectivos que sostienen con su ambiente, la construcción histórica de su ocupación ancestral guardada en su memoria colectiva, al uso especial que dan al territorio y sus formas de conservación y manejo en la defensa y mantenimiento de sus recursos naturales. En consecuencia, esta cosmografía se encuentra anclada en gran parte, sobre el conjunto de sus SAA que orientan su relación con la naturaleza, como resultado de la diversa y compleja relación de apropiación, uso, modificación de los espacios de selva húmeda tropical, ecosistemas que han habitado, por siglos.

En este sentido, la cosmografía de un grupo incluye, por lo tanto, su historia de poblamiento y ocupación territorial, la relación entre territorio y biodiversidad como ejes centrales de la estrategia de aprovechamiento y preservación de la naturaleza, los vínculos afectivos que mantienen con su ambiente expresados a través de sus SAA, sus regímenes de propiedad, el uso social que dan al territorio y la defensa de sus recursos naturales; aspectos que son precisamente los que marcan el hilo conductor de este trabajo en procura de entender los elementos estructurantes del espacio biofísico de los pobladores de ASOCASAN:

Poblamiento y ocupación territorial: “un espacio de libertad y afirmación política”

Para entender a cabalidad las dinámicas de poblamiento del actual departamento del Chocó, en especial del área del San Juan, es preciso conocer el proceso histórico de configuración del mismo. Información recogida de ASOCASAN, da cuenta de la llegada hacia finales de 1532 un grupo de colonizadores dirigidos por el Capitán Antonio de Mosquera y acompañados de un importante grupo de negros, quienes después de subir por los ríos Atrato y Andágueda, cruzan la serranía entre Engribadó en el Andágueda en busca del preciado metal dorado, llegan a los lugares que hoy se conocen como El Carmelo y Playa de Oro (INCORA, Resolución 02727 del 29 de diciembre de 1997) y fundan el real de minas de Monte Carmelo , el primer real de minas en el Chocó, y uno de los primeros en el país. Con la llegada de estos grupos se inicia la construcción de los primeros asentamientos en el área del alto San Juan, extendiéndose a las márgenes de los ríos: Piña, El Anime, Muerto y Pureto.

La explotación minera estableció los contextos socioculturales, a razón de que se excavaban los valiosos depósitos de los metales dorados y plateados (oro y platino) que prevalecían en el territorio, generando un acelerado progreso de la provincia a partir de diversas rutas comerciales con diferentes poblaciones como Andágueda, El Carmelo, San Pablo y San Juan (PUMA–ASOCASAN, 2013). Estas consideraciones nos permiten entender el proceso de poblamiento de estas comunidades negras como un proceso de territorialización, dentro del cual el territorio siempre ha sido un elemento vital para sus vidas, no sólo porque responden al hecho de su apropiación sino también al de hacerlo producir en condiciones de esclavizados, en primer lugar, posteriormente en condiciones de libertad y autonomía; puesto que siempre fue visto como un ambiente de liberación, donde era posible escapar de la sumisión impuesta por la esclavitud, u oponerse a ella, recrear su cultura y establecer patrones de estructuración política y social.

Uno de estos mecanismos de resistencia cultural fue el cimarronismo, una sociedad en emergencia sometida en primer lugar a la adaptación y la creación de instituciones nuevas o modelos organizativos que permitieran la supervivencia; y, en segundo lugar, a la lucha por mantener sus viejas costumbres como cimientos de unidad espiritual y símbolo de independencia cultural (Bastide, 1967). Los palenques constituyen uno de esos modelos organizativos. Como lo señala Aquiles Escalante citado por Gracia Hincapié (2013):

[…] el palenque sintetiza la insurgencia anticolonial, a partir de la cual los palenques afrocolombianos comenzaron a instaurar escenarios tendientes a adaptarse a un espacio territorial y a partir de allí emprender la organización de una forma de vida diferente, constituir su propio autogobierno y regulación social (p. 19).

El alto San Juan, concretamente la zona de lo que hoy es el territorio colectivo de ASOCASAN en la época colonial no se instituyó como un espacio libre de esclavitud, particularmente por las circunstancias en que sus pobladores se desenvolvían, no obstante, se llevaron a cabo transcendentales insurrecciones y escapadas que persistentemente lucharon por establecer territorios libres de esclavitud, como ocurrió con la gran insurrección de 1728, liderada por Barule en compañía de un grupo de 120 cimarrones, que tras matar a un esclavista y a 14 españoles que los maltrataban, dominaron la zona, y fundaron el palenque de Tadó. El cual llegó a tener cerca de 2000 esclavizados procedentes de la zona de los ríos Novita y San Juan. Barule proclamado rey del mismo, estructuró gobierno y ejército. El 18 de febrero de 1728, se enfrentaron a los españoles siendo derrotados y posteriormente fusilados

Hoy día podemos asegurar, que esta misma fuerza o espíritu libertario, fue el que animó a los cimarrones actuales del alto San Juan a organizarse y luchar por sus derechos étnicos y la administración de sus territorios a través de la titulación colectiva, donde sin duda se funda la continuidad de su existencia, recreada en la memoria colectiva instaurada a partir del propósito de autonomía territorial perseguido por Barule. En tanto, proceso de territorialización, es decir de apego, identidad, configuración, definición, apropiación y producción de un espacio geográfico que en los debates académicos que caracterizan su historia de poblamiento estuvo marcado por el hallazgo de abundantes yacimientos de oro (–aún reconocida como zona aurífera–), en los ríos y quebradas que conforman la parte alta de la cuenca del San Juan, haciendo de la explotación minera, el principal motor de transformación social y ambiental de su entorno ambiental.

En síntesis, a través de la producción minera se dio la explotación de los primeros pobladores esclavizados de la subregión del San Juan, pero también dispuso el florecimiento de su cultura de la mano de un proceso adaptativo a unas condiciones ambientales particulares que se acompañaron y sustentaron en elementos de relacionamiento interétnico que les permitieron desarrollar una apropiación particular del territorio y asentándose de forma lineal sobre la orilla de los ríos y desde allí desplegaron una multiplicidad de conocimientos sobre los recursos naturales de la selva, la montaña, los ríos y quebradas, los cuales han sido transmitido por generaciones.

Para las comunidades de ASOCASAN, el territorio ha sido el espacio del cual históricamente y ancestralmente se han valido para asegurar satisfactoriamente sus necesidades, en tal sentido se muestra equivalente al concepto de “ambiente”, referida en este caso al área geográfica asociada a la parte alta de la cuenca del San Juan, sus factores socioculturales, sus vínculos con los bosques de selva húmeda tropical, sus prácticas de ocupación asociadas entre lo vivo y lo no vivo. Componentes, relaciones y formas de ocupación, que marcan la apropiación del territorio desde una característica simbólico–cultural, la cual hace referencia a todas aquellas apropiaciones que hacen comunidades étnicas y demás agrupaciones sociales y comunitarias que buscan satisfacer sus necesidades sin estar ligados al crecimiento económico, sino más bien al fortalecimiento de sus costumbres y prácticas para mantenerse en el tiempo.

Desde esta perspectiva, el territorio además de su construcción simbólico–cultural, es entendido como una construcción sociohistórica marcada por las relaciones sociales, culturales, políticas y ambientales que a lo largo del tiempo lo han configurado, definido y transformado. Relaciones condicionadas por la presencia de cosmovisiones representadas en un cumulo de información de símbolos y significaciones particulares de ver y entender su entorno natural (territorialización), producto de las luchas que por más de 500 años viene librando el pueblo negro contra el proceso de esclavización y resistencia para mantener no sólo la vida misma sino además sus raíces culturales étnicas.

El logro de la administración y autonomía territorial para las comunidades étnicas del Pacífico colombiano, además de haber significado un proceso de reafirmación política frente al Estado, ha constituido un proceso de diferenciación frente a otros grupos sociales, que inicia con la apropiación y demarcación de un espacio territorial en el cual consiguen ejercer autoridad, dominio, autonomía e inclusión social; que para el caso de ASOCASAN, de acuerdo con los líderes entrevistados, empieza a dar sus frutos en el año 1987, con la conformación de la Unión Campesina del alto San Juan en la vereda el Tapón en asocio con los representantes de las veredas de Angostura, Corcovado, Guarato, Playa de Oro, Carmelo, Tabor, Mumbú y Santa Cecilia, destacándose como líder Baldovino Machado, natural de Mumbú.

Dinámica organizativa, que se alimentó de la movilización campesina emergida y consolidada en subregiones como el Atrato medio y el San Juan particularmente en términos “étnico–territoriales”, condiciones que fueron esenciales dentro de las dinámicas políticas llevadas a cabo a nivel nacional por los grupos étnicos, consiguiendo la inclusión del Artículo 55 transitorio de la Constitución Política de 1991, de igual manera en la promulgación de la Ley 70 de 1993 (Ley de Comunidades Negras) en la que se reconocen de manera individual y colectica derechos a los grupos afrodescendientes, como nuevos sujetos políticos, además de la reglamentación del Capítulo III de esta misma ley, a través del Decreto 1745 de octubre de 1995, a través del cual se acoge el mecanismo de titulación colectiva para ser reconocidos como propietarios de los territorios de comunidades negras. Instrumentos que dieron una nueva dinámica al proceso organizativo de estas comunidades, más aún cuando organizaciones como ASOCASAN participaron activamente en su discusión. José Aristarco Mosquera, quien fue el primer representante legal que tuvo la organización ASOCASAN desde su conformación (28 de febrero de 1999), hace exactamente tres décadas, con referencia a la consolidación del proceso organizativo de ASOCASAN, narra lo siguiente:

En 1996, en la realización de una asamblea de delegatarios de las distintas asociaciones sociales y populares del Chocó, celebrada en el municipio de Riosucio, ante la necesidad de asignarle una sigla a la organización que la identificara de acuerdo a la zona de funcionamiento, sus delegados (Fabio Teolindo Perea y yo) le denominamos ASOCASAN que significa Asociación Campesina del Alto San Juan, posteriormente esta sigla fue ratificada en una asamblea de la organización. Desde ese momento, todos los miembros de la asociación nos identificamos y nos empoderamos de la sigla de tal manera que por todos lados se empezaba a escuchar la sigla ASOCASAN, […] en ese mismo año, y como un resultado directo de la expedición de la Ley 70 de 1993, para nuestras comunidades del alto San Juan fue la necesidad iniciar el proceso de socialización de la propuesta de titulación colectiva de las tierras de las comunidades afro del alto San Juan, territorio que hasta ese momento abarcaba el espacio comprendido desde el corregimiento del Tapón hasta el corregimiento de Guarato, no obstante la necesidad y el enfoque metodológico de la propuesta, se involucran todas las comunidades afros del territorio del municipio de Tadó (Chocó) como zona del alto San Juan, al igual que las comunidades afro de la localidad municipal de Pueblo Rico (Risaralda). Proceso de socialización que derivó en la necesidad de constituir consejos comunitarios locales en estas comunidades, situación que fue liderada por ASOCASAN en todas las comunidades, pese a que se contaba con recursos externos, sólo con recursos internos provenientes de las contribuciones de algunos habitantes y el de otros líderes y activistas que como yo trabajábamos de manera incansable de día y de noche en este propósito. En total logramos conformar 17 consejos comunitarios locales. Sin embargo, ante la dificultad no solo para cada consejo sino para el mismo gobierno para atender la solicitud de titulación colectiva de cada una de las comunidades que conformaron estos 17 consejos comunitarios, se determinó mediante asamblea general aceptar la constitución del Consejo Mayor de ASOCASAN dejándose de lado el carácter de asociación campesina. Desde esta perspectiva, se optó por presentar una sola propuesta de titulación colectiva para todo el territorio de unas 112.000 hectáreas que conforman el área rural de Tadó y del corregimiento de Santa Cecilia (Risaralda) (José Aristarco Mosquera, entrevista, 17 de agosto de 2019).

En síntesis, lo que comenzó en la década de los 80 como un proceso de reivindicación presentada bajo la categoría de campesinos, y en el que no se incluían las nociones “étnicas” sino que se buscaban mejores condiciones de bienestar, derivó en que 17 comunidades asentadas en el alto San Juan, pertenecientes a ASOCASAN, tomara la decisión de constituirse en Consejo Comunitario a fin de acceder a la titularidad colectiva del territorio que habían venido ocupando ancestralmente y para ejercer la administración autónoma del mismo, en consonancia con el reconocimiento que la norma (Constitución Política de Colombia de 1991, Ley 70 de 1993, Decreto 1745 de 1995) hace a las Comunidades Negras.

En la actualidad, ASOCASAN constituye una organización étnico–territorial amparada bajo las normas del derecho privado, sin ánimo de lucro, que está conformada por 21 consejos comunitarios locales y 4.637 personas agrupadas en 1.464 familias. Cuyos principios y acciones se orientan hacia la administración, manejo y protección del territorio, a fin de garantizar el bienestar de sus pobladores, sobre la base de unas prácticas tradicionales que responden a su forma natural de ver y entender el mundo (cosmovisión), al afianzamiento de su etnicidad ejercida de manera autónoma, solidaria, armónica y responsable tanto en su relación con la naturaleza como en su vida social (PUMA– ASOCASAN, 2013).

Estas comunidades se apropiaron del territorio, construyeron significados relativos al uso colectivo de la tierra y a las formas tradicionales de producción. Estas formas incluyen la caza, la pesca, la minería, la extracción de madera y otros recursos del bosque, recolección, cultivo, cría de especies menores, de acuerdo con el medio en que viven, constituyendo lo que Arocha (1999) denomina adaptaciones polifónicas. Siguiendo este autor, estas comunidades construyeron formas pacíficas y dialógicas de resolución de conflictos, formas colectivas de trabajo –minga (trabajo colectivo solidario) y mano cambiada (intercambio de días de trabajo)–, estableciendo una convivencia interétnica con los pueblos indígenas. Desarrollaron jerarquías propias y rituales particulares relacionados con la muerte, así como extensas redes familiares. Poseen complejos universos simbólicos y sistemas de representación que alimentan a sus organizaciones políticas.

Dinámica de asentamiento y uso del espacio en el territorio ancestral de ASOCASAN

Una de las particularidades culturales de las comunidades afrocolombianas del Pacífico a la cual no escapan los pobladores de ASOCASAN, es el hecho de que se caracterizan por una historia común, de ascendencia africana y ocupación ancestral del territorio, que se remonta al siglo XVII, con la llegada de barcos llenos de esclavos traídos desde África, a las agrestes selvas del Pacífico a hurgar el río San Juan y sus peñas en busca del dorado metal, selvas que los recibieron como esclavos, donde luego se escaparon y se refugiaron sus cimarrones; río adentro fueron poblando la exótica y enigmática región del San Juan (Chocó). Fugados, libres, aislados en sus selvas se apropian de ella, la cual convierten en su territorio, su hogar y su vida. Forjan una cultura de selva y río, mezclándose con saberes indígenas, aprendieron a nutrirse de ellos, de la selva aprendieron a aprovechar su fauna e incontables frutas y pepas silvestres, a sembrar en sus agrestes y difíciles tierras, hicieron de la madera un material por excelencia del cual elaboran sus casas y canoas, de los ríos aprendieron a aprovechar su gran oferta pesquera, su utilización como medio de transporte, recreación y seleccionar los mejores sitios para construir sus viviendas.

Esta cultura de selva y río en tanto forma de usar y apropiarse de la naturaleza, orienta una primordial manera para los pobladores de ASOCASAN de representar o dar significado a su “Territorio de Vida”, a partir de la cual han desplegado una eficiente estrategia de poblamiento que, en su matriz original, como gran parte de los pueblos del Pacífico estuvo marcada por norma habitual sobre la idea de establecerse a lo extenso de las márgenes de los ríos y quebradas, sobre los cuales se ubican las primeras residencias que más tarde dieron espacio al levantamiento de caseríos, veredas o corregimientos.

Que posteriormente, siguiendo una orientación vertical y horizontal se fue acompañando del establecimiento de espacios de cultivo (parcelas) y minas, en las cuales se llevan a cabo gran parte de las labores de producción, este modelo de poblamiento ribereño, responde a una lógica productiva en la que el aprovechamiento de los recursos de los ríos y quebradas complementan las tareas agrarias y domésticas, además de la explotación de los espacios de playas y diques aluviales con la minería artesanal, con la pesca y su uso como medio de transporte y comunicación, puesto que permite a los pobladores de ASOCASAN ir y volver en un mismo día de sus minas o parcelas. Esta lógica de poblamiento en su conjunto constituye una geografía del territorio (Antón, 2002; Restrepo, 1996), que se encuentra organizada siguiendo los ejes arriba–abajo en relación a los ríos y quebradas, y adentro–afuera en correspondencia con la selva o el monte. La Figura 2, hace referencia a estas dos dimensiones: arriba–abajo y adentro–afuera, además de visualizarse los recursos existentes.

Figura 2. Geometría del Territorio Afro de ASOCASAN

Fuente: elaboración propia con base en Antón (2002) y Restrepo (1996) e información recabada en trabajo de campo

De la figura anterior, se puede establecer que las comunidades de ASOCASAN perciben el territorio en tres dimensiones: la orilla del río, los valles inundables, que son de uso individual o familiar, y los bosques que son de uso colectivo. En la orilla de los ríos están los cultivos más permanentes, como el plátano y banano; en los valles inundables se encuentran la flora y la fauna que utilizan para la medicina tradicional y los cultivos rotatorios como el arroz y el maíz; y en los bosques se práctica la cacería y la extracción de especies forestales maderables y no maderables.

La vida social, cultural y económica se encuentra estructurada alrededor del río como eje central o articulador (Restrepo, 1996; Arocha, 1999; Oslender, 2008). Constituye un medio de transporte no sólo de personas y de productos dentro y fuera de sus parcelas, en el que de manera eventual pescan, se bañan, lavan su ropa y sus utensilios domésticos, así como un espacio de ocio o recreación; y en el que los barequeros y barequeras buscan los granos de oro que apoyan su subsistencia. La distribución espacial de los pueblos y sus casas se organizan alrededor del río. En el frente, detrás y algunas veces al costado de las casas de ubican las “azoteas” que son cultivos elevados donde las mujeres plantan, en “tierra de hormiga”, plantas condimentarías, aromáticas y medicinales. En la parte trasera de las casas, denominada patio o huerto habitacional, se siembran árboles frutales, palmas como chontaduro e incluso plátano o banano. Espacio que también es utilizado para el sostenimiento de animales domésticos (gallinas, cerdos y patos).

Detrás de los patios o huerto habitacional se encuentra el denominado “monte biche” o “monte manso” donde se lleva a cabo la siembra de manera rotatoria arroz, maíz y caña. La denominación de biche y manso denota un lugar domesticado de uso familiar, de ahí que estos espacios sean considerados una extensión del huerto habitacional, donde se ubican las fincas, barbechos y sementeras. Mucho más adentro de ese espacio de monte biche o monte manso, se ubica el “monte alzao” o “monte bravo”, espacio de uso colectivo, considerado peligroso, agresivo, explotado sólo por aquellos hombres que lo dominan. Son áreas de bosque donde se lleva a cabo la extracción de madera, la obtención de proteína a través de la caza de animales silvestres, y se pueden encontrar también, algunas plantas medicinales utilizadas por los médicos tradicionales para sus tratamientos medicinales y la preparación de balsámicas. Es espacio habitado, también por entidades sobrenaturales fuente de mitos y leyendas (Restrepo, 1996).

En síntesis, siguiendo la geografía territorial propuesta por (Restrepo, 1996) a través de la cual diferentes lugares del territorio son reconocidos y ordenados siguiendo una orientación horizontal (adentro/afuera); la cual se expresa a partir de los ríos o quebradas hasta los montes o selvas desde los cuales son trazados ejes horizontales imaginarios, en los cuales los ríos y quebradas representan lo más afuera, y las selvas o los montes, lo más adentro. Sin embargo, en las últimas cuatro décadas con construcción de la carretera Panamericana, las comunidades del alto San Juan han construido sus viviendas sobre las márgenes de este carreteable, configurándose un paralelo entre la carretera y el río, donde la ambos representan lo más afuera. Sin embargo, la manera como estas comunidades han asimilado este eje vial ha sido contraria a la lógica que ha configurado la representación simbólica, territorial y espacial dada al río, puesto que muchas de las casas de los pobladores de las comunidades de ASOCASAN, hoy día ya no están frente al río, sino más bien de espaldas al este. Así lo manifiesta José Aristarco Mosquera:

No es justo que anteriormente no teníamos carretera, no había motor fuera de borda, nos movíamos por el río a punta de palanca con su balsa, no había energía y acá no teníamos problemas de comida, hoy cualquier cierre de la vía sea por protesta social, por el conflicto armado o por factores climáticos, dos o tres días y estamos sufriendo, llorando porque nos vamos a morir de hambre, entonces cuando no había esa carretera y no había esas condiciones ¿Por qué no nos moríamos de hambre?, porque nosotros nos acomodábamos a la naturaleza, pero cuando vino la carretera fuimos pensando que lo que nos traía era lo mejor, cambió nuestra visión de desarrollo y nuestra visión ambiental […] por ejemplo yo que nací y fui criado en Angostura, y cuando no había carretera no existía tanta contaminación del río San Juan, porque el frente de las casas era hacia el río, con la carretera le volteamos la cola, y usted sabe que pa’trás votamos todo lo malo, nosotros anteriormente nunca le votamos la basura al río, porque sabíamos que la estábamos echando pal frente de la casa, y para nosotros ese será el espejo, hoy no nos importan para nada, todo el mundo arroja la basura al río, como el frente pa’ la carretera. Vamos por el río San Juan y observamos que todas las playas están contaminadas (José Aristarco Mosquera, entrevista 17 de agosto de 2019)

Desde esta lógica representacional del territorio, cuando una persona se moviliza de su casa, de la orilla de un río o quebrada, o de la carretera hacia el monte, se expresa que se está adentrando. En contraste, inmediatamente después de terminar su jornada laboral en algún espacio de monte o selva y vuelve a su residencia, se enuncia que se dirige hacia afuera. La Figura 3, muestra la representación dimensional que las comunidades afrocolombianas de ASOCASAN hacen del territorio. En la cual se hace referencia a las demarcaciones naturales del conjunto de elementos biofísicos que configuran los entramados culturales y simbólicos que configuran el territorio, y se configuran de forma regular. En el caso de la subregión del alto San Juan, destacamos la importancia del río, su relación con el monte biche y el monte alzao, así como las actividades productivas, culturales y simbólicas que en ellos se realizan, las cuales se encuentran ancladas sobre sus SAA que configuran sus forma particular de territorialidad, sobre la cual se han nutrido y se continúan nutriendo los procesos identitarios que se configuran en ASOCASAN en tanto organización comunitaria étnico–territorial con asiento en el alto San Juan.

Figura 3. Dimensiones del territorio de las comunidades afrocolombianas de ASOCASAN

Fuente: elaboración propia con base en Gracia-Hincapié (2013, p.35)

e información recabada en el trabajo de campo

La categoría tierra de uso común propuesta por Almeida (2009, p.25) resulta ser un instrumento particularmente adecuado para comprender la relación de las comunidades afrocolombianas que pueblan ASOCASAN con su territorio colectivo. Con esta categoría, Almeida pretende dar cuenta de las situaciones en las que el control de los recursos naturales no es ejercido libre e individualmente por un determinado grupo o por uno de sus miembros, sino a través de normas específicas que combinan uso comunitario de bienes y servicios naturales y administración de los mismos, de manera autónoma, a través de formas simples de cooperación, basadas en la responsabilidad individual, familiar y colectiva, además de la reciprocidad en el trabajo expresada en acciones como la minga o la mano cambiada.

Estas prácticas de ayuda mutua que inciden en los recursos naturales renovables revelan un conocimiento profundo y particular de los ecosistemas de referencia (Figura 3). La actualización de estas normas ocurre, entonces, en los territorios propios, cuyas delimitaciones son socialmente reconocidas, incluso por los que viven en el entorno. En referencia a las demarcaciones naturales del conjunto de elementos biofísicos que configuran los entramados culturales y simbólicos que configuran el territorio, y se configuran de forma regular. En el caso de la subregión del alto San Juan, destacamos la importancia del río, su relación con el monte biche y el monte alzao, así como las actividades productivas, culturales y simbólicas que en ellos se realizan, las cuales se encuentran ancladas sobre sus saberes ancestrales ambientales que configuran sus forma particular de territorialidad, sobre la cual se han nutrido y se continúan nutriendo los procesos identitarios que se configuran en ASOCASAN en tanto organización comunitaria étnico–territorial con asiento en el alto San Juan.

Educación y cultura desde una pedagogía ambiental ancestral

Al volver nuestra mirada siguiendo una perspectiva intercultural, sobre un espacio de dominación, resulta sencillo imaginar, entonces, que dentro de un contexto de incertidumbre donde la supervivencia y el futuro eran inciertos, las estrategias y habilidades de subsistencia –en especial, las prácticas productivas y los saberes ancestrales ambientales– que tanto indígenas como africanos debieron desarrollar. Seguramente, la cotidianidad del Pacífico colonial, propició una serie de intercambios culturales, producto de la reciprocidad y las negociaciones cotidianas entre las costumbres indígenas y la tradición y espiritualidad africana, que derivaron en una cosmovisión negro–africana e indígena.

Este contexto de retenciones e intercambios, debió acompañarse de un proceso pedagógico en donde los conocimientos, tanto de los indígenas como de los africanos se juntaron dotándose de coherencia respecto a unas epistemologías que agrupan ancestros, palabra, flora y fauna, que al día de hoy constituyen formas muy refinadas de transferencia de conocimiento.

En los diferentes diálogos con los pobladores de ASOCASAN se resalta el hecho que en su diario vivir el proceso educativo que ocurre de manera informal –si bien transcurre de forma reflexiva y preparada– es asumido como una práctica natural, espontánea, existencial, vivencial, dinámica, autentica y real, que durante siglos ha sido desarrollado dentro de sus familias y en sus comunidades a partir de la tradición oral, que responde a una pedagogía de la oralidad, desde la cual los saberes, conocimientos y prácticas son transmitidos permanentemente de boca a oído y en el propio contexto territorial, incluyendo todos los demás sentidos:

El pescador enseña a sus hijos a tejer redes, echar la atarraya, usar el anzuelo y poner la Katanga; el minero enseña a sus hijos e hijas el arte de “miniar” con el cual pueden arrancarle a la tierra granos de oro, las mujeres enseñan a sus hijas a sembrar plantas de aliño, aromáticas, medicinales y alimenticias en la azotea, y enseña a preparar alimentos. Los médicos tradicionales adoptan hombres y mujeres jóvenes en sus casas para enseñarles el arte de curar con plantas, bejucos y lianas, y preparar botellas balsámicas. Entre la caza del guatín o la guagua, entre la siembra de arroz o la recolección de frutos silvestres, entre la pesca del sábalo o el mazamorreo en el río, entre la cocina o el arreglo de la azotea, se narran historias, mitos y leyendas en las que son transmitidos códigos de comportamiento que orientan el diario vivir de nuestras comunidades (Entrevista etnoeducador ASOCASAN, agostos de 2019).

Para estas comunidades la pedagogía de la oralidad constituye una práctica educativa y didáctica no formal que ha estado presente durante siglos, representando una importante fuente de conocimientos y sabiduría, que se encuentran expresados en los saberes ancestrales ambientales que hacen parte de la vida tradicional de las comunidades de ASOCASAN, integran el conocimiento más importante sobre su biodiversidad. En tal sentido, constituyen una educación ambiental propia de la cultura afro de ASOCASAN fundamentada en una “pedagogía ancestral ambiental” basada en el “enseñar–aprender a ser y enseñar-aprender haciendo”; esta pedagogía ha hecho que en las prácticas de vida cotidianas se enseñen y aprendan los conocimientos y saberes ancestrales ambientales para relacionarse con la naturaleza, se aprenden y enseñan las prácticas tradicionales en lo agrícola, forestal, pesquero, minero, medicinal y gastronómico.

CONCLUSIONES

Los factores que caracterizan a los pobladores de ASOCASAN como comunidad afrodescendiente y sus condiciones geográficas, en las que se evidencian manifestaciones materiales e inmateriales con diversos propósitos. La utilización de estrategias basadas en manejo creativos de montañas, selvas, ríos y quebradas, –en las cuales se combina caza, pesca, prácticas de recolección, extracción y agricultura–, lo cual implica un uso diferenciado de los elementos de la naturaleza, tanto en el tiempo como en el espacio, procurando garantizar al máximo el número de elementos que se obtienen del ambiente natural, y con los cuales han dado respuestas a sus problemas de aprovisionamiento alimentario, habitación y transporte.

En otras palabras, han aprovechado bienes y servicios ofertados por la naturaleza a través de una serie de prácticas y lógicas ancestrales que denotan un importante conocimiento ecológico local, lo que ha permitido ciertos niveles de conservación ecológica y cultural de su territorio colectivo.

A lo largo de nuestro estudio, hemos considerado a los saberes ancestrales ambientales, como sustento de los sistemas productivos tradicionales, puesto que reúnen varias condiciones favorables que imprimen una dinámica de funcionamiento con tendencia a la sostenibilidad, no obstante, a que su articulación a la economía de mercado global haya perfilado una situación de desequilibrio comprometiendo dicha sostenibilidad. No obstante, su concepción holística, integradora e interrelacional, tiene su expresión en el correspondiente sistema de manifestaciones culturales de los afrodescendientes de ASOCASAN. Este marco cultural es bien importante al momento de delimitar caracteres esenciales de su territorialidad, expresada en sus dinámicas de asentamiento y sus prácticas de apropiación y usos concretos del territorio; actualmente catalizadora de un modelo de (re)afirmación y (re)existencia de una etnicidad cuyo basamento político está situado en la ancestralidad y en la autonomía territorial, en tanto, se encuentra entrelazado a elementos vitales para su pervivencia, tales como los recursos faunísticos y florísticos para su subsistencia alimentaria, medicinal y habitacional, además de vinculados a su pasado afrodiaspórico.

Las particularidades sociohistóricas, ambientales y culturales en se enmarcan los pobladores de ASOCASAN en su cotidianidad han condicionado el desarrollo de unas estrategias de supervivencia asumidas sobre la base de conductas, comportamientos y relaciones simbólicas propias de una etnicidad, que de manera natural se encuentra marcada por las relaciones entre la naturaleza, la sociedad y el espíritu (ser), configurándose de este modo una perspectiva étnica propia manifestada como sentipensamiento y esencia de vida, de la cual emerge la categoría de afro-epistemología ambiental, desde la que se explica el qué y el cómo conocen sobre la naturaleza, la sociedad y lo espiritual, tres nociones fundamentales de su vinculación con la naturaleza (Territorio de Vida), pensamiento holístico y equilibrio (armonía), las cuales conforman la base organizacional de su pensamiento afrodiaspórico, el cual tiene como propósito garantizar la pervivencia y conservación del “Territorio de vida”, y por consiguiente son la evidencia de posibilidades de una afro-pedagogía favorecedora de las relaciones comunidad-naturaleza.

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