Secciones
Referencias
Resumen
Servicios
Descargas
HTML
ePub
PDF
Buscar
Fuente


Analítica del poder y de la sexualidad
Analytics of power and sexuality
Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 26, núm. 92, pp. 13-29, 2021
Universidad del Zulia

Estudios


Recepción: 28 Agosto 2020

Aprobación: 20 Noviembre 2020

Resumen: Este estudio se propone abordar la analítica del poder de Michel Foucault desde el punto de vista de su elaboración metodológica, con particular atención a su crítica del discurso filosófico-jurídico de los modernos. Indaga los desplazamientos que el autor lleva a cabo a partir de los análisis de La volonté de savoir (1976), para mostrar de qué manera la analítica de la sexualidad se constituye como el paradigma de la analítica foucaultiana del poder.

Palabras clave: Soberanía, Biopolítica, Foucault, Dispositivo, Derecho.

Abstract: This article aims to approach Michel Foucault's analytics of power from the point of view of his methodological elaboration, focused on his critique of the philosophical-legal discourse of modern thought. It exposes the displacements that the author carries out from the analyses of La volonté de savoir (1976), to show how the analytics

of sexuality constitutes itself as the paradigm of Foucault's analytics of power.

Keywords: Sovereignty, Biopolitics, Foucault, Apparatus, Law.

EL UMBRAL DE MODERNIDAD: LA LEY, LA NORMA, LA SEXUALIDAD

En los escritos de Michel Foucault, la noción de modernidad remite tanto a una época –cuyos inicios sitúa algunas veces hacia finales del siglo XVIII y en otras ocasiones lo retrotrae hasta el XVI (Foucault: 1966, p. 13; Foucault: 2001, p. 19)–, como a la actitud que define la manera en que nos situamos respecto de nuestro propio tiempo (Foucault: 1994, v. 4, p. 568). Entendida como época o como actitud, el trabajo de la filosofía consistiría, en ambos casos, en constituirse como una ontología histórica de nosotros mismos, mediante una genealogía del modo en que hemos llegado a ser aquello que somos (Foucault: 1994, v. 4, p.

577).

Desde esta perspectiva, en una extensa entrevista con Hubert Dreyfus y Paul Rabinow, publicada originalmente en inglés (Dreyfus y Ranibow: 1983, pp. 229-252) y luego reelaborada en su versión francesa (Foucault: 1994, v. 4, p. 609-631), “À propos de la généalogie de l’éthique: un aperçu du travail en cours”, Michel Foucault habla de tres posibles dominios de esta genealogía: el de nuestras relaciones con la verdad, el de nuestras relaciones con el campo del poder y el de nuestra relación con la moral que nos permite configurarnos como sujetos éticos (Foucault: 1994, v. 4, p. 618). Como precisa inmediatamente el autor, estos tres posibles dominios, aunque a veces de manera confusa, estuvieron siempre presentes en su trabajo, desde la época de la Histoire de la folie (1961). De este modo, retrospectivamente, Foucault no solo confiere una impronta genealógica a todo el recorrido de su pensamiento; indica también que no se pueden identificar, simplificadamente, estos dominios con la habitual clasificación de sus trabajos en esos tres períodos que han sido etiquetados como arqueológico, genealógico y ético.

En esta genealogía de nuestra constitución histórica, Foucault se sirve repetidas veces de la expresión “umbral de modernidad” (seuil de modernité). Así, por ejemplo, en Les mots et les choses, la concepción kantiana de la finitud “marca el umbral de nuestra modernidad”,1 a partir del cual toma forma ese doble empírico-trascendental que llamamos hombre (Foucault: 1966, p. 255, 329-330) y, de este modo, ha sido posible que nos convirtiéramos en objeto de conocimiento para las ciencias humanas. Poco antes, en un curso de 1964 recientemente publicado, Foucault se sirve de esta misma expresión, umbral de modernidad, para situar la obra de Sade y subrayar la relevancia de su figura. En este sentido, afirma que, en el umbral de la modernidad, “Sade ha dicho todo lo que los otros han podido decir después de él” acerca de la sexualidad (Foucault: 2018, p. 13); liberando absolutamente su lenguaje, mostrándonos todas sus potencias negativas, vinculándola con todas las profanaciones y con la muerte.

En el segundo de los dominios de esa genealogía histórica de nosotros mismos, el de nuestras relaciones

en el campo del poder, Foucault se sirve de la noción de umbral de modernidad en el apartado final de La

Volonté de savoir, cuando introduce las nociones de biopoder y de biopolítica. En este contexto, sostiene:

[…] lo que podría llamarse el umbral de modernidad biológica de una sociedad se sitúa en el momento en el que la especie entra en juego en sus propias estrategias políticas. El hombre, durante milenios, fue lo que era para Aristóteles, un animal viviente y, además, capaz de una existencia política; el hombre moderno es un animal en cuya política en está en juego su vida como ser viviente (Foucault: 1976, p. 188).

Poco más tarde, al inicio de la lección del 29 de marzo de 1978 del curso Sécurité, territoire, population, Foucault habla del “gran umbral de modernidad del arte de gobernar” a partir del siglo XVI, para referirse al despliegue de ese arte de gobernar en un campo relacional de fuerzas (Foucault: 2004a, p. 319), a través de dos conjuntos de tecnologías políticas: la diplomacia y el ejército, por un lado, y, por otro, la policía.2 Si, en

La Volonté de savoir, Foucault habla de un umbral de modernidad biológica, bien podríamos hablar, en el contexto de este curso, de un umbral de modernidad política.

En el cruce de estos umbrales de modernidad, sobre todo en el segundo, se encuentra la noción de norma.3 En La Volonté de savoir, en efecto, Foucault señala como una de las consecuencias del moderno biopoder “la importancia creciente de la norma”, agregando a continuación: “a expensas del sistema jurídico de la ley” (Foucault: 1976, p. 189). Y, finalmente, desde el comienzo de Sécurité, territoire, population, a propósito de los dispositivos de seguridad -que definen, junto con las disciplinas, las formas modernas de gobernar-, Foucault insiste, precisamente, en la cuestión de la norma, distinguiendo aquí entre las formas de normación disciplinaria y de normalización securitaria (Foucault: 2004a, p. 64-65). Para Foucault, en definitiva, la irrupción de la norma define, de este modo, el umbral de Modernidad tanto biológico como político.

A la noción de umbral, nuestro autor ha dedicado una atención particular en su trabajo de 1969, L’Archéologie du savoir. En efecto, aquí, la idea de umbral es abordada como una de las formas de pensar – junto con los conceptos de ruptura, corte y mutación– la discontinuidad en la historia (Foucault: 1969, p. 12). En todos estos casos, se trata de substraerse a una concepción de la historia en la que el devenir está, finalmente, sometido a la soberanía del sujeto y de la conciencia, para escapar de los mitos, las lenguas, la sexualidad o el deseo y asegurar, de este modo, las formas posibles de síntesis totalizantes (Foucault: 1969: p. 24). Desde esta perspectiva, en relación con los enunciados y las formaciones discursivas, que constituyen el tema específico de este trabajo, Foucault habla de umbral de existencia y de umbral de posibilidad, para referirse a lo que es “instaurado por la ruptura que nos separa de lo que nosotros ya no podemos decir” y, de este modo, nos muestra que “nosotros somos diferencia” (Foucault: 1969, p. 172).

Aunque en un contexto diferente, la irrupción de la norma aparece en los referidos análisis de Michel

Foucault señalando el umbral de nuestra Modernidad, es decir, aquello que nos separa y, al mismo tiempo, nos constituye no sólo en relación con el decir, sino con nuestro ser histórico. En este sentido, las sociedades modernas son, para Foucault, sociedades de normalización. La norma es nuestra diferencia.

Ahora bien, esta relación entre Modernidad y norma ha sido objeto de un intenso debate a partir de la contraposición con otra imagen de la Modernidad, definida a partir de su relación con la ley, el derecho y la soberanía. Gran parte de este debate acerca de la relación entre las nociones foucaultianas de Modernidad y de norma, por un lado, y la cuestión del derecho, por otro, ha sido reconstruido en el primer capítulo del trabajo de Golder y Fitzpatrick (2009), ya clásico al respecto. En este debate es posible distinguir dos grandes ejes. Uno teórico, centrado en la oposición entre norma y derecho, y otro metodológico, sobre la analítica foucaultiana del poder y su concepción genealógica. A nuestro modo de ver, este último aspecto no ha sido adecuadamente considerado y, como consecuencia de ello, la discusión se ha acotado a la relación entre ley y norma, abriendo así la posibilidad a una interpretación represiva de la lectura foucaultiana de la Modernidad.4

La tarea que nos proponemos en el presente trabajo es, en primer lugar, enfocar la crítica foucaultiana al discurso filosófico-jurídico de la Modernidad desde la perspectiva abierta por el eje metodológico de su trabajo. Con este objetivo, nos detendremos, primero, en su obra de 1976, La Volonté de savoir, y, luego, en el curso de este mismo año, titulado “Il faut défendre la société”. A partir de aquí, en segundo lugar, volveremos sobre La volonté de savoir, para ocuparnos del rol que cumple la sexualidad en la analítica foucaultiana del poder.

En este recorrido, sin negar ni la importancia ni la centralidad de la cuestión de la norma -cuyas relaciones con la ley, como señalamos, han dominado el debate acerca de la cuestión del derecho en el pensamiento de Michel Foucault-, nos interesa mostrar, por un lado, cómo su crítica a la concepción jurídica del poder no se apoya sólo en la relación de oposición y complementariedad entre ley y norma, sino también, en un primer momento, en las nociones de dominación y de guerra y, en un segundo momento, en lo que el autor denomina la analítica de la sexualidad, a partir de la cual se produce un desplazamiento de la matriz bélica de su concepción estratégica del poder.

De este modo, como intentaremos poner de relieve, la sexualidad se convierte en el paradigma de la genealogía foucaultiana de la Modernidad, a partir del cual no solo es posible establecer ese umbral que nos constituye históricamente, sino también comprender el alcance de su analítica del poder.

HACIA UNA ANALÍTICA DEL PODER

En junio de 1978, Foucault dicta en Tokyo la conferencia titulada “Une philosophie analytique de la politique”. En el estado actual de sus publicaciones, la expresión “filosofía analítica de la política” aparece, sin embargo, exclusivamente en el título de la versión publicada de esta conferencia. Un poco más frecuente es la expresión “analítica del poder”, que emerge en la edición de su curso de 1973-1974, Le pouvoir psychatrique, aunque agregada por los editores en la enumeración de los temas de la lección del 7 de noviembre de 1973 (Foucault: 2003, p. 3), y luego reaparece en 1976, en La Volonté du savoir, el primer volumen de la Histoire de la sexualité (Foucault: 1976, p. 109 y 119). Aquí, Foucault define las dos tareas fundamentales de una analítica del poder: la determinación del dominio específico de las relaciones de poder y de los instrumentos apropiados para analizarlo (Foucault: 1976, p. 109). Se trata, como vemos, de una formulación metodológica en la que se busca establecer el objeto de estudio, los conceptos con los cuales abordarlo y la manera de servirse de estos.

Si bien, según la propia posición de Foucault, como vimos, la perspectiva genealógica se encuentra

presente en sus trabajos desde la época de la Historie de la folie, recién en el primer volumen de la Histoire de la sexualité nos encontramos, entre sus libros publicados en vida, con una elaboración desarrollada de sus implicancias metodológicas, algunas de las cuales habían sido solo señaladas en Surveiller et punir (Foucault: 1975, p. 28). En sus cursos editados póstumamente, que preceden y suceden a su obra de 1976, es posible seguir el camino que lo ha conducido hasta allí y también las razones que lo llevaron a reformularla, pocos años más tarde, con la relevancia atribuida a la noción de gobierno y la introducción de la noción de gubernamentalidad en su curso de 1978, Sécurité, territorio, population.

En La Volonté de savoir, la idea de una filosofía analítica del poder se encuentra desarrollada en la cuarta

sección del texto, en sus apartados primero y segundo, titulados respectivamente, “Desafío” (Enjeu) y “Método” (Foucault: 1976, p. 107-135). Estas secciones, y no solo la controversia en torno a la noción de deseo, marcaron, como sabemos, el punto de ruptura entre Foucault y Deleuze.5

Ahora bien, en el modo en que Foucault aborda la cuestión en el primero de los apartados antes mencionados, su analítica del poder debe afrontar como desafío fundamental el deshacerse de esa concepción jurídica o, según las expresiones del autor, “jurídico-discursiva” del poder, en las que se lo piensa unitariamente en términos de regla, prohibición y censura (Foucault: 1976, p. 109-112), y que ha sido ampliamente aceptada no solo por sus partidarios, sino también por sus críticos, es decir, por quienes se sirven de la noción de represión, e incluso por el propio de Foucault.

Según nuestro autor, ha sido su elaboración para y por las instituciones modernas de la monarquía y del

Estado la condición general de aceptabilidad de esta concepción jurídico-discursiva del poder (Foucault:

1976, p.115-116). Foucault, en efecto, insiste reiteradamente en la función que ha desempeñado la teoría de

la soberanía y en su relación con la construcción de las monarquías modernas y la institucionalidad estatal. Por ello, en la conceptualización del poder, sostiene, es necesario cortar la cabeza del rey, es decir, “pensar el poder sin el rey” (Foucault: 1976: 120). En consecuencia, la elaboración metodológica de una analítica del poder es, al mismo tiempo, una crítica de la concepción moderna del poder, en particular de la teoría de la soberanía, y de las funciones políticas de esta teoría, es decir, de sus condiciones de aceptabilidad. En otros términos, el interlocutor de Foucault es lo que bien podría denominarse, parafraseando el título del conocido trabajo de Jurgen Habermas (1985), el discurso filosófico-jurídico de los modernos.

Ahora bien, según nuestro autor, esta aceptabilidad de la teoría jurídico-discursiva del poder -o, según

otra expresión recurrente del autor, la codificación jurídica del poder-, no depende tanto de sus aspectos, llamémoslos así, negativos, es decir, la delimitación y la censura que la regla jurídica establece entre lo permitido y lo prohibido, sino, más bien, del hecho que la ley es pensada en relación con la libertad y la guerra, como el límite de la libertad individual al que es necesario obedecer, y como una forma de garantizar la paz y de la justicia (Foucault: 1976, p. 114-115). Como ya señalamos, esta aceptabilidad general de la concepción jurídico-discursiva del poder alcanza incluso a quienes se oponen a ella y sostienen que el poder debe ser pensado más en términos represivos que legales; pues, aún en este caso, se continúa concibiéndolo negativamente, como un mecanismo de prohibición y censura. E incluso, reconoce Foucault, alcanza a sus propios trabajos, en la medida en que, según afirma, ha utilizado “de manera obstinadamente confusa” las nociones de represión y de ley, y, además, ha retenido la “consecuencia práctica esencial” (Foucault: 1976, p. 108) de la concepción jurídico-discursiva del poder, esto es, que nadie escapa de él.

En desafío consistirá, entonces, según la formulación de este apartado titulado precisamente Enjeu, en pensar “el poder sin el rey” a través de una “grilla de desciframiento histórico” (Foucault: 1976, p. 120). Foucault enfrenta este desafío proponiendo cuatro prescripciones de prudencia más que imperativos metodológicos (Foucault: 1976, p. 129-133): regla de la inmanencia (más allá de sus especificidades, entre las técnicas del saber y las estrategias de poder no hay una relación de exterioridad, sino de entrelazamiento), de las variaciones continuas (no se trata de quién tiene el saber y ejerce el poder y de quiénes están privados, sino de analizar los núcleos –foyers– de saber-poder como matrices de transformación más que como formas de repartición), del doble condicionamiento (entre tácticas y estrategias no hay ni discontinuidad ni homogeneidad, las estrategias se apoyan en las tácticas y, a su vez, éstas se inscriben en aquellas) y de la polivalencia táctica de los discursos (los discursos funcionan como segmentos discontinuos, según funciones técnicas que no son ni uniformes ni estables).

En la formulación de cada una de estas prescripciones de prudencia, Foucault remite a la sexualidad: a los núcleos locales de saber-poder sobre la sexualidad, a las variaciones en la relación entre adultos, niños, médicos y psiquiatras en torno a la sexualidad infantil, a las funciones estratégicas del dispositivo familiar y a las diferentes funciones táctico-estratégicas del discurso sobre y de la homosexualidad. Acerca de esta ejemplificación a través de la sexualidad de las prescripciones de prudencia de la analítica foucaultiana del poder, podría sostenerse, sin duda, que ella responde al tema en el que, como sugiere el título de la obra, se interesa el autor, es decir, una historia de la sexualidad. A nuestro de ver, sin embargo, la importancia de estas páginas reside, más bien, en invertir este planteo. En efecto, no se trata de que aquí Foucault esté aplicando al caso de la sexualidad una analítica del poder cuyas prescripciones metodológicas hayan sido elaboradas previamente; sino, al contrario, de formular estas prescripciones, que conciernen a la determinación del objeto y de los instrumentos conceptuales de esa analítica a partir de la sexualidad. Ciertamente, aquí confluyen, como veremos, algunos elementos que fueron elaborados previamente y en relación con otros temas, como las formas del poder disciplinario; pero, como también trataremos de mostrar, ahora adquieren un nuevo sentido y, sobre todo, una proyección diferente. Por el momento, debemos retener la conclusión a la que llega Foucault luego de haber formulado sus prescripciones de prudencia:

En definitiva, se trata de orientarse hacia una concepción del poder que, al privilegio de la ley, substituya el punto de vista del objetivo; al privilegio de la prohibición, el punto de vista de la eficacia

táctica; al privilegio de la soberanía, el análisis de un campo múltiple y móvil de relaciones de fuerza donde se producen efectos globales, pero nunca totalmente estables, de dominación (Foucault:

1976, p. 135).

De este modo, el modelo legal o la codificación del poder en términos jurídicos, es reemplazado por un modelo estratégico que lo concibe en términos de relaciones de fuerzas. En este sentido, sostiene, “el poder es el nombre de una situación estratégica dada” (Foucault: 1976, p. 123).

SOBERANÍA Y DOMINACIÓN

El curso “Il faut défendre la société” es, en gran medida, contemporáneo del primer volumen de la Histoire de la sexualité. Foucault termina la redacción de La volonté de savoir en agosto de 1976 y aparece publicado en noviembre. Las lecciones del curso tuvieron lugar entre enero y marzo de este mismo año. No nos debe sorprender, por ello, que varios temas se superpongan, como la crítica a la concepción jurídica del poder y a la teoría de la soberanía, que en el curso caracteriza específicamente como discurso filosófico-jurídico (Foucault: 1997, p. 42). Esta superposición, sin embargo, no está exenta de diferencias, a veces de matices y otras más relevantes.

En efecto, ambos trabajos comparten la crítica a la codificación jurídica de la teoría del poder; pero, en primer lugar, en este curso de los primeros meses de 1976, Foucault lleva a cabo una caracterización general de su genealogía en relación con sus investigaciones acerca del poder de sus últimos cinco años, que está ausente en el primer volumen de la Histoire de la sexualité. En segundo lugar, se introduce una consideración sobre lo que denomina el economicismo de la concepción del poder, que también está ausente en esta obra. En tercer lugar, más que a la noción de ley en general, Foucault dirige su crítica de la representación jurídica del poder a la noción de soberanía. Por último, en cuarto lugar, aspecto que nos interesa particularmente, el modelo bélico o la hipótesis Nietzsche, como la denomina aquí, ocupa un lugar que ya no tendrá en La volonté de savoir, en la medida en que la sexualidad se convertirá en el analizador del poder.

En la lección del 7 de enero de 1976, la primera del curso, Foucault inicia sus análisis con algunas consideraciones metodológicas acerca de lo que ha venido haciendo en los últimos años. Se trata, según sostiene, de un trabajo cuyas características son las de ser fragmentario, repetitivo y discontinuo (Foucault:

1997, p. 6). Acerca del poder, ninguna teoría general ni acabada, o, simplemente, ninguna teoría. No se trata,

sin embargo, de una limitación que haría metodológicamente deficiente la posición foucaultiana. Al menos no lo es desde el punto de vista del autor, para quien, en efecto, este carácter fragmentario responde, más bien, a la forma de las luchas que han sido, finalmente eficaces. Desde esta perspectiva, Foucault define su propia genealogía, precisamente, como la conjunción entre esa erudición fragmentaria, orientada hacia los saberes asujetados, y las luchas eficaces. Nos encontramos, de este modo, con la explicitación de la dimensión política del método de la analítica foucaultiana del poder, que encuentra en las luchas eficaces, a la vez, una justificación y un objetivo.

En cuanto al economicismo de la teoría del poder, se trata, como ya señalamos, de una observación ausente en La volonté de savoir. Según sostiene nuestro autor, este economicismo afecta tanto a la concepción jurídico-liberal como a la marxista. En el primer caso, porque se concibe al poder como si fuese una mercancía y, por lo tanto, como objeto de posesión y cesión. En el segundo, debido a la finalidad económica que, en última instancia, se le adjudican a todas las relaciones de poder, es decir, la explotación económica de una clase por otra (Foucault: 1997, p. 14). Las alternativas a las concepciones economistas del poder serían el recurso a la noción de represión o a las de guerra y lucha. Respectivamente, definidas aquí como la hipótesis Reich y la hipótesis Nietzsche (Foucault: 1997, p. 17).

Los dos aspectos apenas referidos son abordados por Foucault, a modo de presentación general e introducción de la problemática de su curso de 1976, en la primera lección del 7 de enero de ese año. La teoría de la soberanía, en cambio, es objeto de un amplio desarrollo en la tercera lección, del 21 de enero,

que retoma aspectos señalados en la lección del 14 de enero acerca de las funciones que ha desempeñado la teoría de la soberanía en la construcción de la modernidad política. Foucault insiste, en efecto, en esa diversidad de funciones, que explican su amplia y duradera aceptabilidad. Enumera al respecto cuatro funciones que la han convertido en la “gran trampa” en la que puede caer todo análisis del poder: para describir el funcionamiento de las monarquías feudales, como justificación de las modernas monarquías administrativas, para fortalecer el poder de los monarcas (utilizada por grupos y posiciones, a veces, contrapuestas, como católicos y protestantes, aristócratas y parlamentarios) y también para construir un modelo alternativo como el de las monarquías parlamentarias (Foucault: 1997, p. 31).

Al inicio de la lección del 21 de enero, la tercera del curso, Foucault amplía esta perspectiva y describe lo que denomina la triple “primitividad” de la teoría de la soberanía (Foucault: 1997, p. 38): la del sujeto, la de la unidad el poder y la de una ley fundamental. Según nuestro autor, en efecto, la teoría de la soberanía supone la existencia de un sujeto, dotado de capacidades y derechos, sobre el cual se construye el sujeto político, este es, un sujeto sujetado, obediente y sometido al poder político. La multiplicidad de poderes existentes en una sociedad, por otra parte, solo pueden convertirse en poderes políticos, en la media en que remiten a un poder unificado, el del monarca o el de las instituciones estales. Por último, el ejercicio del poder se legitima a partir de una ley considerada fundamental, que le fija límites al ejercicio de ese poder unificado.

Para no caer en la trampa de la soberanía, Foucault presenta cinco indicaciones metodológicas que buscan recentrar el análisis de las formas de ejercicio del poder, desplazándose, respectivamente, de las nociones de soberanía, aparato estatal e ideología, hacia las de dominación, operadores materiales de dominación y dispositivos de saber. Para ello, se propone estudiar el poder desde sus extremidades, en lugar del centro; en su faz externa y como algo que circula, más que como objeto de posesión; según un análisis ascendente, en lugar de descendente; y en relación con la formación de saberes.

Ahora bien, todas estas indicaciones de método se inscriben en esa perspectiva de análisis más general definida en relación con las nociones de dominación, guerra y lucha. Respecto de la noción de dominación, es necesario tener en cuenta, según la formulación de “Il faut défendre la société”, que es necesario ver las instituciones del derecho como formas de dominación:

El sistema del derecho y el campo judiciario son el vehículo permanente de relaciones de dominación, de técnicas de sujeción polimorfas. Al derecho, hay que verlo, creo, no del lado del establecimiento de una legitimidad; sino del lado de los procedimientos de sujeción que establece. Entonces, para mí, la tarea es desactivar o evitar este problema, central para el derecho, de la soberanía y de la obediencia de los individuos a esta soberanía, y hacer aparecer, en lugar de la soberanía y de la obediencia, el problema de la dominación y de la sujeción (Foucault: 1997, p. 24-

25).

En cuanto a las nociones de guerra y de lucha como analizadores del poder, Foucault presenta, a modo de horizonte general de sus investigaciones, el proyecto de dedicar los próximos cinco años a estas dos nociones: “Hasta ahora, durante los últimos cinco años, en grandes líneas las disciplinas; en los próximos cincos años, la guerra, la lucha, el ejército” (Foucault: 1997, p. 21). El curso de sus investigaciones seguirá, en realidad, otra dirección. La analítica de la sexualidad, de la que nos ocuparemos seguidamente, será determinante en este giro.

Respecto de los análisis llevados a cabo en sus cursos precedentes, es necesario tener en cuenta que,

ya en su primer curso, Leçons sur la volonté de savoir, Foucault introduce la necesidad de dirigir la atención hacia las luchas reales y los sistemas de dominación. En la perspectiva de este primer curso, como el lugar en que se enraíza y mantiene la voluntad de verdad característica de la cultura occidental. De este modo, las luchas y las formas de dominación ocuparían el lugar que suele atribuirse al sujeto o a fuerzas anónimas (Foucault: 2011, p. 6). Foucault recurre, así, a las nociones de lucha y dominación para elaborar una concepción de la voluntad, en este caso, de saber y de verdad, que prescinde de la noción de sujeto sin que,

como consecuencia de ello, adquiera una forma anónima y ahistórica. Por ello, insiste frecuentemente, en que no se trata de recurrir a la idea de un hecho masivo y general como, por ejemplo, la dominación de una clase sobre otra o la idea de la dominación de la burguesía; sino de describir los mecanismos específicos de formas múltiples de dominación o una “situación estratégica” de relaciones de fuerza (Foucault: 1994: v. 4, p.

243).6 En el desarrollo de su exposición, en efecto, Foucault insiste en que se trata de luchas y formas de dominación reales, que pueden ser históricamente descritas.

La noción de guerra, por su parte, encuentra un amplio tratamiento en el curso de 1973, titulado La

société punitive. El tema general es, como indica el título, las formas de punición y, en particular, las de la penalidad del siglo XIX. Esta misma problemática será posteriormente objeto de la obra de 1975, Surveiller et punir. En ambos trabajos, Foucault considera a la penalidad como un analizador del poder. En relación, precisamente, con las formas de la penalidad, la noción de guerra civil emerge como la matriz de todas las luchas sociales y, además, el ejercicio cotidiano del poder es visto como la continuación de la guerra civil (Foucault 2013: p. 14-15, 29-31). En este contexto, Foucault se detiene, iniciando esa polémica con Hobbes que será extensamente retomada en el curso “Il faut défendre la société”, en la distinción entre los conceptos de guerra civil y guerra de todos contra todos. Como sucede con la noción de dominación, el objetivo de esta distinción es el de restituirles a los conceptos de guerra y de lucha una dimensión histórica que los vuelva analíticamente útiles para la descripción de las formas específicas de ejercicio del poder.

En el curso de 1973-1974, Le pouvoir psychiatrique, como sabemos, Foucault introduce el concepto de dispositivo, para describir los mecanismos del poder disciplinario y en línea con la idea de una microfísica del poder opuesta a una macrofísica de la soberanía, según los lineamientos de la lección del 14 de noviembre de este curso (Foucault 2003: p. 21 y ss). En este sentido, a propósito de la célebre escena terapéutica del rey Jorge III, Foucault comenta:

Mientras que el poder soberano se manifiesta esencialmente a través de los símbolos de la fuerza resplandeciente del individuo que lo posee, el poder disciplinario es un poder discreto, repartido, que funciona en red y cuya visibilidad sólo radica en la docilidad y la sumisión de aquellos sobre quienes se ejerce en silencio. Y esto es, creo, lo esencial de la escena: el enfrentamiento, la sumisión, la articulación de un poder soberano con un poder disciplinario (Foucault: 2003, p. 23-24).

Como vemos, desde sus primeros cursos, Foucault hace de la noción de guerra y de guerra civil el eje de su crítica a la noción de soberanía y a esa construcción política de la Modernidad que encuentra su justificación en la fórmula pax et justitia. Resulta necesario subrayar que esta crítica, en sí misma y en un primer momento, es independiente de la noción de norma. A partir del curso Le pouvoir psychiatrique, sin embargo, la problemática de la dominación y la del poder disciplinario se entrelazan y, de este modo, Foucault encuentra en las nociones de norma y de dispositivo, y en su conjunción, un segundo eje crítico respecto del discurso filosófico-jurídico moderno. Sobre este aspecto, debemos detenernos ahora.

SOBERANÍA Y DISPOSITIVO DISCIPLINARIO

A pesar de que el autor no ha elaborado ni una definición ni, mucho menos, una teoría al respecto, la noción de dispositivo ha marcado la recepción del pensamiento foucaultiano.7 Se trata de un concepto que, en el estado actual de la publicación de sus escritos, hace su emergencia en la lección de 7 de noviembre de

1973 de curso Le pouvoir psychiatrique (Foucault: 1999, p. 14) y de la que Foucault se sirve no solo en relación con las disciplinas, sino también en otros contextos, como la normalización biopolítica y la sexualidad.

A falta de una definición en sentido estricto, es posible remitirse a esa caracterización general que encontramos en una entrevista de 1977, motivada por la publicación de La volonté de savoir (Foucault: 1994, v. 3, p. 299-300). Según este texto, en todo dispositivo es posible distinguir una dimensión estructural y otra genética.8 La estructura de un dispositivo se define por la heterogeneidad de los elementos que forman parte de él, pertenecientes tanto al orden de lo discursivo como de lo no-discursivo, y de la naturaleza del nexo que los vincula, según las diferentes y cambiantes posiciones que los elementos pueden ocupar (por ejemplo, un discurso puede funcionar como una programa institucional o como la justificación de una práctica). La dimensión genética o, si preferimos, histórica de un dispositivo concierne a la “función estratégica dominante” del dispositivo, es decir, a la situación o urgencia a la que responde en un determinado momento y, también, al proceso continuo de modificaciones y ajustes entre los elementos heterogéneos que lo componen y el vínculo que se estable entre ellos. Para estos aspectos de la dimensión histórica de los dispositivos, Foucault habla, respectivamente, de “sobredeterminación funcional” y de “realización (remplissement) estratégica” (Foucault: 1994: v. 3, p. 299). Y, como ejemplo, remite a sus análisis sobre la prisión, donde el dispositivo carcelario surge, al menos en sus discursos justificadores, como el mecanismo social más eficaz para el control de la criminalidad, pero luego terminará funcionando como fuente y medio de la ilegalidad.

A nuestro modo de ver, cuando se trata de la noción foucaultiana de dispositivo, ambos aspectos deben ser tenidos en cuenta, tanto el de la heterogeneidad y la vinculación estructurales de los elementos que lo conforman, como el de la determinación funcional y el reacomodamiento estratégico de su dimensión genético-histórica. Muy posiblemente, es por ello que no nos encontramos en Foucault con una teoría del dispositivo. En efecto, la noción foucaultiana de dispositivo no constituye un concepto que resulta aplicable de manera abstracta, más allá de las formas singulares de su configuración y de la historicidad en la que se insertan. Para expresarlo en otros términos, no es ese universal que vendría a reemplazar esos otros universales sobre los cuales nuestro autor ha practicado un nominalismo, al menos, metodológico. En este sentido, en los escritos foucaultianos, no es el dispositivo en general el foco de sus análisis; sino los diferentes dispositivos, según las dos dimensiones antes mencionadas. De hecho, este ha sido el foco de sus investigaciones.

Cuando emerge la noción de dispositivo en el curso Le pouvoir psychiatrique, en efecto, Foucault se ocupa detalladamente de mostrar las diferencias e, incluso, oposición entre el dispositivo disciplinario asilar y el dispositivo de soberanía. Esta contraposición, como ya señalamos, está ejemplificada con la célebre escena de la curación del rey Jorge III de Inglaterra de la lección del 14 de noviembre de 1973. En la lección siguiente, del 21 de noviembre, Foucault contrapone punto por punto el poder disciplinario con lo que los editores del curso titulan la macrofísica de la soberanía (Foucault: 1999, p. 41). Esta contraposición se articula en torno a cuatro puntos en los que están en juego las relaciones de las formas de ejercicio del poder con el sujeto y el cuerpo. Así, las disciplinas se caracterizan por ser una captura total del cuerpo y de sus gestos (de la individualidad somática, según la terminología utilizada en este curso); por estar orientadas hacia el futuro, es decir, hacia la producción de cuerpo dócil y útil; por la relación de continuidad que establece entre las distintas involucradas (la familia, la escuela); y, finalmente, por ligar la función-sujeto a esa individualidad somática corporal. La soberanía, en cambio, establece una relación asimétrica entre el soberano y sus súbditos, de los que busca obtener determinados servicios o hacerse de algunos de los bienes que producen;

se funda en un hecho situado en el pasado; recurre a una estricta separación jerárquica; y las formas de sujeción, la función-sujeto, se orienta hacia instancias que están por encima o por debajo de la individualidad somática (Foucault: 1999: p. 42-48).

En el curso “Il faut défendre la société”, Foucault retoma la oposición entre soberanía y disciplina o, mejor,

entre la forma de ejercicio del poder soberano y la mecánica general de las disciplinas. También aquí, sostiene, que nos encontramos con una oposición “término a término” entre ellos; pero, ahora, se concentra en tres puntos de confrontación: mientras el poder soberano se ejerce sobre la tierra y sus productos, el poder disciplinario lo hace sobre el cuerpo; la soberanía funciona sobre la base de obligaciones discontinuas (por ejemplo, los impuestos), la disciplina, sobre la vigilancia continua; la soberanía implica un gasto absoluto del poder, la disciplinas, el cálculo entre el mínimo gasto y la mayor eficacia (Foucault: 1997, p. 32).

Si bien, como en otras oportunidades, Foucault sostiene aquí, por un lado, la incompatibilidad entre estas dos formas de ejercicio del poder; por otro, también su complementariedad y “acompañamiento necesario”. Por ello, afirma que el “funcionamiento global” de las sociedades de normalización se explica por un poder que se ejerce, a la vez, a través del derecho y de las técnicas disciplinarias (Foucault: 1997, p. 34-35). De esta confrontación y complementariedad entre soberanía y disciplina, Foucault extrae como conclusión la necesidad de deshacerse del modelo del Leviathan, para estudiar el poder, en general, y el derecho, en particular. Y, por lo tanto, abordarlo desde las “técnicas y tácticas de dominación” (Foucault: 1997, p. 30) entrelazadas con las formas de normalización.

SOBERANÍA Y BIOPOLÍTICA

En la lección del 17 de marzo de “Il faut défendre la société”, es decir, dos meses más tarde de aquella de este mismo curso a la que venimos de referirnos, nos encontramos con un panorama más complejo. La confrontación entre la mecánica de la soberanía y la de las disciplinas, en efecto, ya no resulta suficiente para describir el marco general de las sociedades modernas, a las que nuestro autor define como sociedades de normalización. Foucault introduce, en efecto, la noción de biopolítica de la especie humana, es decir, de un poder que, propiamente hablando, no se ejerce sobre el cuerpo de los individuos, sino sobre la población en su conjunto, sobre el hombre como ser viviente, y, por lo tanto, sobre fenómenos colectivos, que, además, revisten un carácter aleatorio. Se trata, en definitiva, de un poder de regularización. De este modo, la última lección el curso de 1976 se enlaza con la parte final de La volonté de savoir, donde, precisamente, Foucault introduce esta problemática en sus libros publicados en vida.

Las fechas en cuestión, la de la lección final del curso “Il faut défendre la société” y la de la conclusión del manuscrito de La volonté de savoir, marzo y agosto de 1976, respectivamente, explican esta coincidencia. Llama la atención, sin embargo, el contraste con la caracterización general de las sociedades de normalización expuesta en las primeras lecciones de este curso, donde, como ya señalamos, Foucault se limita a la contraposición entre soberanía y disciplina. Más allá de esta observación, como sabemos, la introducción del concepto de biopolítica, en estos dos trabajos, ha dado origen a toda una corriente de pensamiento donde, precisamente, está en cuestión su relación con la noción y la teoría de la soberanía.9

No es nuestra intención abordar aquí los múltiples desarrollos que ha encontrado esta temática en la recepción de los trabajos de Foucault y en lo que pueden considerarse las corrientes biopolíticas posfoucaultiana. Nos limitaremos en subrayar solo algunos elementos que resultan relevantes para nuestros propósitos.

La tesis histórica de Michel Foucault consiste en sostener en que, desde el siglo XVIII y sobre todo a lo

largo del XIX, se ha constituido una nueva forma de poder que tiene por objeto, según la célebre fórmulación de La volonté de savoir, “hacer vivir o dejar morir” (Foucault: 1976, p. 181), es decir, un poder que se hace

cargo de la gestión de la vida biológica de la población. Tres precisiones al respecto. En primer lugar, que, a diferencia de la soberanía, no trata de “hacer jugar la muerte en el campo de la soberanía, sino de distribuir lo viviente en un campo de valor y utilidad” (Foucault: 1976, p. 189). Se trata de un poder que “se ejerce positivamente sobre la vida, que trata de administrarla, de fortalecerla, de multiplicar, de ejercer sobre ella controles precisos y regulaciones de conjunto” (Foucault: 1976, p.180). En este sentido, la concepción foucaultiana de la biopolítica no solo es diferente de la posición elaborada posteriormente por el filósofo italiano Giorgio Agamben, sino incluso opuesta.10 Inversamente a la biopolítica, en efecto, la soberanía es un poder de hacer morir o dejar vivir. En segundo lugar, es necesario subrayar que la vida que es objeto de la biopolítica es la vida biológica de la especie o de la población. No es, por ello, el ingreso de la vida de los individuos en cuanto individuos lo que marca el umbral de constitución de la biopolítica, el umbral de la modernidad biológica; sino la irrupción de la especie biológica en el dominio de los cálculos y acciones del poder político. En tercer lugar, la formación de este nuevo poder sobre la vida no implica, sin embargo, que la vida esté exhaustivamente integrada en sus mecanismos (Foucault: 1976, p. 188).

En los análisis de Michel Foucault, la noción de biopolítica, si bien remite siempre a ese núcleo conceptual definido por la gestión política de la vida biológica de la población, es abordada desde diferentes perspectivas. Al menos cuatro. En primer lugar, siguiendo el desarrollo histórico de sus escritos, desde la perspectiva de la historia de la medicina o, para ser más precisos, de la formación de una medicina social. Desde este punto de vista, en efecto, Foucault introduce el término biopolítica en el ciclo de conferencias en Río de Janeiro en

1974, la segunda de las cuales se titula, en efecto, “La naissance de la médecine sociale” (Foucault: 1994, v.

3, p. 210). En segundo lugar, desde la idea de una guerra de razas, donde se combinan la formación de la historiografía moderna, fundamentalmente francesa, y la denominada hipótesis Nietzsche acerca del poder. Estos dos ejes conceptuales atraviesan todo el desarrollo del curso “Il faut défendre la société”. En tercer lugar, desde la perspectiva de la sexualidad, en La volonté de savoir. Sobre este punto, volveremos seguidamente. Y, en cuarto lugar, desde la perspectiva de la formación del homo oeconomicus, en su genealogía del liberalismo y del neoliberalismo desarrollada en Naissance de la biopolitique.

Sin entrar en mayores detalles sobre tópicos que han tenido un amplio desarrollo en la literatura secundaria, señalemos el modo en que tanto en el curso “Il faut défendre la société” como en La volonté de savoir, soberanía y biopolítica se conjugan, más allá de sus diferencias e, incluso, oposición. Esta relación entre soberanía y biopolítica es abordada por Foucault por dos vías diferentes. En el mencionado curso, como una de las transformaciones del discurso histórico-político de la guerra de razas. Desde esta perspectiva, la transformación biológica de la noción de guerra de razas, por un lado, y la formación de los estados nacionales, conducen a lo que Foucault considera como algo “mucho más profundo que una vieja tradición y mucho más profundo que una nueva ideología”, esto es, el racismo biológico y estatal. Vale la pena retomar la formulación propia del autor: “La yuxtaposición o, mejor, el funcionamiento, a través del biopoder, del viejo poder soberano del derecho de muerte implica el funcionamiento, la puesta en marcha y la activación del racismo” (Foucault: 1997, p. 230).

En el apartado final de La volonté de savoir, titulado “Derecho de muerte y poder sobre la vida”, Foucault no recurre a esa genealogía del discurso de la guerra de razas que había ampliamente en el curso que acaba de concluir. Nos encontramos aquí con una referencia al nazismo, en relación con lo que denomina la analítica de la sangre; pero, desde el inicio de la exposición, que comienza con una exposición acerca del derecho soberano que se ejerce, respecto de la muerte, a través del ius puniendi y el ius belli, el interés de Foucault está puesto, como señalamos más arriba, en señalar las diferencias entre soberanía y biopolítica. Desde esta perspectiva, sostiene, para expresarlo de algún modo, que el nuevo poder sobre la vida ha penetrado el viejo poder soberano, hasta el punto de hacer que el ejercicio de los mencionados derechos de castigar y hacer la

guerra debe justificarse ahora en términos biológicos. “Se mata legítimamente a quienes son para los otros una especie de peligro biológico” (Foucault: 1976, p. 181).

UNA ANALÍTICA DE LA SEXUALIDAD

La cuarta parte de La volonté de savoir lleva como título “El dispositivo de sexualidad”. Como sabemos, las primeras dos secciones de este apartado, a las que ya nos hemos referido, están dedicadas al “Desafío” y al “Método”. Las siguientes dos, al “Dominio” y a la “Periodización” de una historia de la sexualidad. Señalemos que, en este marco, el denominado dispositivo de sexualidad está definido por cuatro elementos: la histerización del cuerpo de la mujer, la pedagogización del sexo infantil, la socialización de las conductas procreadoras y la psiquiatrización de los placeres perversos (Foucault: 1976, p. 137-139). En este primer volumen de la Histoire de la sexualité, junto a la noción de dispositivo de sexualidad, Foucault introduce también la idea de una analítica de la sexualidad, opuesta a la simbólica de la sangre. Mientras esta última, según sostiene, está del lado de la ley y la muerte; la analítica de la sexualidad, en cambio, del lado de la norma, del saber, de la vida, de las disciplinas y de las regulaciones (Foucault: 1976, p. 195).

Ahora bien, para comprender la analítica foucaultiana del poder y, sobre todo, el alcance de su polémica

con el discurso filosófico-jurídico de la Modernidad, es necesario resituar los análisis precedentes en el contexto de la “analítica de la sexualidad”. En este sentido, nos interesa mostrar cómo los precedentes desarrollos, no solo los relativos a la biopolítica, confluyen en la obra de 1976, La volonté de savoir, y las articulaciones conceptuales que nuestro autor lleva a cabo en relación con el dispositivo de sexualidad.

Al respecto, lo primero que debemos señalar es que, si bien las nociones de dominación y de guerra no desaparecen, como ya vimos, ellas ya no ocupan el lugar que tienen, como también hemos señalado, en los primeros cursos del autor y, sobre todo, en “Il faut défendre la société”, a pesar de su contemporaneidad con este primer volumen de la Historie de la sexualité. En relación con esta modificación, no puede soslayarse el hecho de que las referidas secciones “Desafío” y “Método” están precedidas del amplio capítulo dedicado a la hipótesis represiva, donde Foucault desarrolla, al mismo tiempo, una tesis histórica y una teórica acerca de las formas de ejercicio del poder en la Modernidad, estrechamente vinculadas entre sí. La tesis histórica consiste en descartar, precisamente, la denominada hipótesis represiva, según la cual, con el desarrollo de la sociedad burguesa, asistimos en Occidente a una creciente represión de la sexualidad. Para nuestro autor, al contrario, lo esencial es, más bien, lo contrario:

Que el hombre occidental se ha visto desde hace tres siglos apegado a la tarea de decirlo todo sobre su sexo; que desde la Época clásica ha habido un aumento constante y una valoración siempre mayor del discurso sobre el sexo; y que se ha esperado de este discurso, cuidadosamente analítico, efectos múltiples de desplazamiento, de intensificación, de reorientación y de modificación sobre el deseo mismo (Foucault: 1976, p. 33).

Esto no quiere decir que no haya habido represión en relación con la sexualidad, sino que lo esencial ha sido ese “eretismo discursivo generalizado” (Foucault: 1976, p. 45), respecto del cual las formas de represión se sitúan en una posición secundaria o derivada. En todo caso, la particularidad del discurso moderno de la sexualidad consiste en hacerlo valer como si se tratase de la revelación de un secreto (Foucault: 1976, p.

49). Consecuentemente, en cuanto concierne a la tesis teórica respecto de poder, Foucault sostiene que su

mecánica no es fundamentalmente ni represiva ni unitaria; en el sentido de una dominación global y constante, por ejemplo, de una clase sobre otra. Por ello, su insistencia, a lo largo de este trabajo, en no expresarse acerca del poder de manera singular y compacta; sino en términos de relaciones plurales y móviles, con múltiples puntos de resistencia, sin los cuales estas no pueden ni formarse ni funcionar (Foucault: 1976, p. 126). Y también, el foco es puesto, en relación con la sexualidad, en ese círculo entre

poder y placer, que lo lleva a hablar no de un mero enfrentamiento, sino de un mecanismo de doble impulso. Dada su importancia, nos permitimos una cita in extenso:

El poder, que así toma a su cargo la sexualidad, se impone el deber de rozar los cuerpos; los acaricia con la mirada; intensifica sus regiones; electriza superficies; dramatiza momentos turbados. Abraza con fuerza al cuerpo sexual. Acrecentamiento de las eficacias —sin duda— y extensión del dominio controlado. Pero también sensualización del poder y beneficio del placer. Lo que produce un doble efecto: un impulso es dado al poder por su ejercicio mismo […] El poder funciona como un mecanismo de llamada, como un señuelo: atrae, extrae esas rarezas sobre las que vela. El placer irradia sobre el poder que lo persigue; el poder ancla el placer que acaba de desembozar. […] Placer de ejercer un poder que pregunta, vigila, acecha, espía, excava, palpa, saca a la luz; y del otro lado, placer que se enciende al tener que escapar de ese poder, al tener que huirlo, engañarlo o disfrazarlo. Poder que se deja invadir por el placer al que da caza; y frente a él, placer que se afirma en el poder de mostrarse, de escandalizar o de resistir. Captación y seducción; enfrentamiento y reforzamiento recíproco (Foucault: 1976, p. 61).

De este modo, la analítica de la sexualidad lo conduce a Foucault a relativizar, respecto de las relaciones de poder, la noción represión; pero también las de guerra y de lucha, que, según sostiene ahora, sólo “en parte y nunca totalmente” pueden codificar esa multiplicidad de relaciones de fuerza que llamamos poder (Foucault: 1976, p. 123). Por este camino, la concepción foucaultiana del poder se desprende de su matriz esencialmente bélica, pero mantiene esa dimensión estratégica definida a partir de la noción de dispositivo, es decir, de heterogeneidad estructural y de funcionalidad histórica.11 Más tarde, cuando profundice esta separación entre la concepción estratégica del poder y su matriz bélica, Foucault sostendrá, en efecto, que “el poder, en el fondo, es menos del orden del enfrentamiento entre dos adversarios o del compromiso de uno frente a otro que del orden del gobierno” (Foucault: 1994, v. 4, p., 237). De este modo, dejará de lado tanto la codificación jurídica como guerrera del poder.

En cuanto concierne a los dos ejes del moderno poder sobre la vida o biopoder, esto es, la anatomo-

política de los cuerpos, las disciplinas, y la biopolítica de la población, la sexualidad se sitúa en el punto en el que ellos se entrecruzan. Ella es, según la formulación de nuestro autor, “la bisagra” (chanière) de esos dos ejes, a través de los cuales se ha desarrollado la moderna tecnología sobre la vida. Y, por ello, su importancia política (Foucault: 1976, p. 191). Foucault retoma aquí, en relación con las formas de articulación del moderno biopoder, algunas consideraciones sobre las cuales ya se había detenido precedentemente, en el apartado titulado “La hipótesis represiva”, y sobre las cuales vale la pena insistir desde esta perspectiva abierta en la parte final de La volonté de savoir. En efecto, refiriéndose a la dimensión política de la sexualidad, nuestro autor había señalado que el sexo se sitúa, precisamente, en el corazón del problema económico-político de la población, en el límite entre lo biológico y lo económico, entre el Estado y el individuo (Foucault: 1976, p. 36-37).

En un curso de 1964 recientemente publicado, cuando todavía no se servía de los conceptos ni de su arqueología ni de su genealogía, es decir, ni de la noción de episteme ni de la de dispositivo, Foucault expresa con toda su amplitud este lugar paradigmático que, tanto a nivel teórico como político, ocupa la sexualidad en nuestra cultura. Aquí señala, en efecto, cómo, siendo el lugar de entrecruzamiento entre lo psicológico y lo sociológico, siendo lo más privado e íntimo de cada hombre y, al mismo tiempo, lo más social, la cuestión de la sexualidad, sin dejar de serlo, no se reduce a una cuestión de naturaleza ni de cultura; sino que constituye una interrogación tan honda acerca de nosotros mismos que ocupa el puesto que había sido el de

26

la imaginación en la filosofía de los siglos XVII y XVIII, y el de la religión en el pensamiento del siglo XIX (Foucault: 2018, p. 24).

Pero esta importancia de la sexualidad no está dada solo por su dimensión política o, si preferimos, por la articulación del eje de la individualidad con el de la población; se debe también a que ella constituye el lugar por el que hay que pasar para tener acceso a la propia inteligibilidad. Pues ella también articula, para cada individuo, la biología con su historia, permitiéndole acceder a su propio cuerpo y a su propia identidad. A lo largo de los siglos, sostiene nuestro autor, ella se ha vuelto más importante que nuestra alma y que nuestra propia vida (Foucault: 1976, p. 206). Se comprende, por ello, la importancia que nuestro autor atribuye a la práctica de la confesión, a cuyo dispositivo, de hecho, no solo le ha dedicado más atención que a ningún otro (por ejemplo, gran parte del curso de 1975, Les Anormaux, y el entero curso de 1981 en Lovaina, Mal faire, dire vrai), sino que lo ha convertido en una definición del hombre moderno que viene a completar la referida a propósito de la introducción del concepto de biopoder: “animal de confesión”, bête d’aveux (Foucault: 1976, p. 80).

Por ello, puede afirmarse que, más allá de que la sexualidad o, mejor, el dispositivo de sexualidad funcione como la bisagra de articulación de las formas de normalización del biopoder, La volonté de savoir introduce también cierta relativización de la función de la norma, como el propio Foucault reconocerá algunos años más tarde a partir de la importancia que tomaron en sus trabajos las tecnologías de sí:

Me interesé en la noción de disciplina [sostiene], porque, durante el estudio de las prisiones descubrí que se tratada de la técnica de control de los individuos, de una manera de atrapar sus comportamientos. […] Pero es evidente que la disciplina no es la única técnica de control de los individuos, que, por ejemplo, la manera en que se ha creado actualmente la perspectiva de la seguridad de la existencia facilita la dirección de los individuos, aunque sea mediante un método totalmente diferente al de las disciplinas. Las tecnologías de sí también difieren, al menos en parte, de las disciplinas. El control del comportamiento sexual tiene una forma diferente a la de las disciplinas que podemos encontrar, por ejemplo, en las escuelas. No se trata de lo mismo. (Foucault:

1994, v. IV, p. 662).

En las páginas finales de La volonté de savoir, Foucault se embarca en una discusión acerca de la relación, por un lado, entre sexualidad y corporalidad biológica y, por otro, entre sexualidad y sexo. Respecto de la primera, no deja de afirmar y, por lo tanto, de retomar su suposición acerca de la centralidad del cuerpo en relación con el poder. De mismo modo que, en términos generales, el poder concierne a los cuerpos de los individuos y de la población, también la sexualidad concierne a los cuerpos. El dispositivo de sexualidad, en este sentido, no puede ser leído como una elisión de la corporalidad. Respecto del sexo, en cambio, sostiene su carácter especulativo e ideal, “punto imaginario establecido por el dispositivo de sexualidad”, “bajo la dependencia histórica de la sexualidad” (Foucault: 1976, p. 205, 207). En el marco de esta discusión, y sobre este punto quisiéramos insistir, en que concebir el sexo como aquella instancia natural objeto de represión constituye, para nuestro autor, “lo que permite eludir lo que hace el ‘poder’ del poder” y lo que permite “pensarlo como ley y prohibición” (Foucault: 1976, p. 205).

Una última observación sobre este apartado final de La volonté de savoir. Como dijimos más arriba, en el curso “Il faut défendre la société”, Foucault conjuga soberanía y biopolítica a través de la noción de guerra. De este modo, el racismo moderno, biológico y estatal, aparece como una transformación del discurso histórico de la guerra de razas a partir de la instauración de un poder sobre la vida. En La volonté de savoir, el racismo moderno es abordado desde la perspectiva abierta por la analítica de la sexualidad y a partir de la oposición entre esta y la simbólica de la sangre. El racismo moderno, sostiene ahora Foucault, se forma, desde mediados del siglo XIX, a partir del momento en que se recurre a la simbólica de la sangre “para vivificar y sostener” el poder que se ejerce a través del dispositivo de sexualidad (Foucault: 1976, p. 196 -

197).

CONCLUSIÓN

Como señalamos al inicio de nuestro trabajo, desde el momento en que Foucault define el umbral de nuestra Modernidad en relación con las disciplinas y la biopolítica, la noción de norma se vuelve uno de los conceptos centrales o, quizás, el concepto central de su analítica del poder. De este modo, por un lado, la oposición entre ley y norma, lo lleva a sostener el ingreso en una época de regresión de lo jurídico a partir del siglo XVIII y, por otro, se abre la posibilidad de una lectura represiva de la modernidad foucaultiana. A lo largo de nuestro recorrido, focalizando nuestro análisis en dos trabajos de 1976, el curso titulado “Il faut défendre la société” y el volumen La volonté de savoir, hemos querido mostrar, en primer lugar, cómo la crítica del discurso filosófico-jurídico de la Modernidad encuentra, desde sus primeros trabajos, un punto de apoyo argumentativo, independientemente de la noción de norma, en los conceptos de guerra y de dominación. Estos conceptos, sin embargo, se conjugan en sus trabajos posteriores. Los de dominación y norma disciplinaria, en particular, en Le pouvoir psychiatrique; y los de guerra y normalización o regulación biopolítica, en “Il faut défendre la société”.

En segundo lugar, hemos mostrado cómo todo este entramado conceptual es objeto de desplazamientos y articulaciones en La volonté de savoir. Por un lado, relativizando el modelo bélico en la concepción estratégica del poder propia de la posición foucaultiana. Así, la crítica de la concepción filosófico-jurídica moderna del poder encuentra otro punto de apoyo, histórico y teórico, en los análisis de la denominada hipótesis represiva, donde, según vimos, entre poder y placer se establece una dinámica de doble impulso.

En tercer lugar, también hemos señalado, más allá de las articulaciones que el dispositivo de sexualidad lleva a cabo entre la norma disciplinaria y la biopolítica, cómo el dispositivo de sexualidad introduce, en este caso reformulando la centralidad de la noción de norma, la problemática de las tecnologías de sí.

En cuarto lugar, es necesario subrayar que la analítica del poder elaborada en el marco de la analítica de la sexualidad, impide, a nuestro modo de ver, una lectura reductivamente represiva de la modernidad foucaultiana. Al menos por dos razones. La primera remite a cuanto acabamos de decir respecto de las tecnologías de sí. La segunda, aspecto que merece ser subrayado, porque la concepción de la biopolítica elaborada en La volonté de savoir es marcadamente positiva, es decir, como una forma de ejercicio del poder que persigue el mejoramiento de la vida. Sin negar, por ello, que pueda conjugarse, pero no necesariamente, con el poder de muerte del viejo derecho soberano.

Estos desplazamientos explican, a nuestro modo de ver, porqué Foucault terminó abandonando ese

proyecto, anunciado en su curso de 1976, de dedicar los siguientes cinco a las nociones de guerra y lucha. Y también porqué orientó sus trabajos hacia las prácticas de subjetivación, retomando la temática del dispositivo de confesión en el marco más amplio del decir verdadero.

A la luz de cuanto acabamos de decir, es posible afirmar, a nuestro modo de ver, que la analítica de la sexualidad se vuelve, de este modo, el núcleo de la analítica foucaultiana del poder, tanto desde un punto de vista teórico como metodológico, es decir, respecto de la concepción del poder y también de las formas de abordarlo. Retomando una formulación agambeniana (Agamben: 2005, p. 123), pero invirtiéndola en su sentido, podría decirse, entonces, que para Foucault no es el campo, pero tampoco la cárcel, el paradigma de la Modernidad, aquello que define su umbral, sino la sexualidad.

Notas

BIBLIOGRAFÍA AGAMBEN, G. (2005). Homo sacer. Il potere sovrano e la nuda vita. Einaudi, Turín. CASTRO, E. (2011). Lecturas foucaulteanas. Unipe, La Plata.

CHEVALLIER, Ph. (2019). Michel Foucault et le christianisme. ENS Éditions, Lión.

DELEUZE, G. (2003). Deux régimes des fous. Éditions de Minuit: Paris.

DREYFUS, H. & RABINOW, P. (1982). Michel Foucault: Beyond structuralism and hermeneutics. The University of Chicago Press, Chicago.

FOUCAULT, M. (1961). Folie et déraison. Histoire de la folie à l’âge classique. Plon, París.

FOUCUALT, M. (1966). Les mots et les choses. Une archéologie des sciences humaines. Gallimard, París. FOUCAULT, M. (1969). L’archéologie du savoir. Gallimard, París.

FOUCAULT, M. (1975). Surveiller et punir. Naissance de la prison. Gallimard, París. FOUCAULT, M. (1976). La volonté de savoir. Histoire de la sexualité 1. Gallimard, París. FOUCAULT, M. (1994). Dits et écrits. 4 Vols. Gallimard, París.

FOUCAULT, M. (1997). “Il faut defender la société”. Cours au collège de France 1976. Gallimard-Seuil, París. FOUCAULT, M. (1999). Les anormaux. Cours au Collège de France 1974-1975. Gallimard-Seuil, París.

FOUCAULT, M. (2001). L’herméneutique du sujet. Cours au Collège de France 1981-1982. Gallimard-Seuil, París.

FOUCAULT, M. (2003). Le pouvoir psychiatrique. Cours au Collège de France 1973-1974. Gallimard-Seuil, París.

FOUCAULT, M. (2004a). Sécurité, territoire, population. Cours au Collège de France 1977-1978. Gallimard- Seuil, París.

FOUCAULT, M. (2004b). Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France 1978-1979. Gallimard- Seuil, París.

FOUCAULT, M. (2011). Leçons sur la volonté de savoir. Cours au Collège de France 1970-1971. EHESS- Seuil-Gallimard, París.

FOUCAULT, M. (2012a). Mal faire, dire vrai. Fonction de l’aveu en justice. Cours de Louvain 1981. Presses Universitaires de Louvain-University of Chicago Press, Lovaina-Chicago

FOUCAULT, M. (2013). La société punitive. Cours au Collège de France 1972-1973. EHESS-Seuil-Gallimard, París.

FOUCAULT, M. (2015b). Théories et institutions pénales. Cours au Collège de France 1971-1972. EHESS- Seuil-Gallimard, París.

FOUCAULT, M. (2018b). La sexualité: Cours donne a l'université de Clermont-Ferrand (1964); suivi de Le discours de la sexualité : cours donne a l'université de Vincennes (1969). Seuil, París

GOLDER, B. & FITZPATRICK, P. (2009). Foucault's law. Routledge, New York.

HABERMAS, J. (1985). Philosophische Diskurs der Moderne: Zwolf Vorlesungen. Suhrkamp, Francfort del Meno.



Buscar:
Ir a la Página
IR
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS4R por