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ORGANIZACIÓN DEL CONOCIMIENTO Y CONOCIMIENTO DE LA ORGANIZACIÓN. LA PROPUESTA INTERDISCIPLINARIA DE PABLO GONZÁLEZ CASANOVA

Organization of knowledge and knowledge of the organization. The interdisciplinary proposal of Pablo González Casanova

José Guadalupe GANDARILLA SALGADO
CEIICH-UNAM, México

ORGANIZACIÓN DEL CONOCIMIENTO Y CONOCIMIENTO DE LA ORGANIZACIÓN. LA PROPUESTA INTERDISCIPLINARIA DE PABLO GONZÁLEZ CASANOVA

Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 26, núm. 94, pp. 177-197, 2021

Universidad del Zulia

Recepción: 14 Enero 2021

Aprobación: 19 Abril 2021

Resumen: En este texto se ofrece un acercamiento panorámico a la obra de Pablo González Casanova con énfasis en el largo trayecto de construcción de su propuesta de investigación interdisciplinaria. La llegada a ese programa no fue exclusivamente teórica sino una puesta a prueba permanente en la conducción institucional. Se detectan líneas de continuidad y redes conceptuales del itinerario con el fin de mostrar que su proyecto es el de una dialéctica de la combinación y la conjunción, entre esferas cognitivas y prácticas de lucha de las fuerzas alternativas. Solo así la humanidad tendrá posibilidad de atravesar los retos de esta fase de crisis.

Palabras clave: alternativas, dialéctica de lo complejo, interdisciplina, Pablo González Casanova, universidad.

Abstract: This text offers a panoramic approach to the work of Pablo González Casanova with emphasis on the long journey of construction of his interdisciplinary research proposal. The arrival to that program was not exclusively theoretical but a permanent test of institutional leadership. Lines of continuity and conceptual networks of the itinerary are detected in order to show that his project is that of a dialectic of combination and conjunction, between cognitive spheres and fighting practices of alternative forces. Only in this way will humanity have a chance to overcome the challenges of this phase of crisis.

Keywords: alternatives, dialectic of the complex, interdisciplinarity, Pablo González Casanova, university.

INTRODUCCIÓN

los obstáculos que se presentan para comprender la vida social como un todo cabalmente relacionado, en medio de las divisiones de los factores o elementos que lo constituyen, han sido difícilmente superados y lo siguen siendo, en virtud del carácter también funcional de esas divisiones en nuestra sociedad, y de las separaciones correspondientes de nuestras ciencias y nuestra cultura.

Pablo González Casanova (1957, p. 18)

… hoy plantear las combinaciones más que las disyuntivas es un requerimiento del pensar científico «avanzado, creativo y eficaz»

Pablo González Casanova (2004, p. 112)

Un estudio serio que deseara acercarse al modo en que el sociólogo mexicano Pablo González Casanova va configurando y llega a establecer una propuesta para la investigación interdisciplinaria de problemas u objetos complejos, se vería en la obligación de hacerlo desde una perspectiva de largo plazo, rastreando, en el muy extenso discurrir de su obra, ciertos planteamientos que son ya el anuncio de las tesis posteriores y maduras, y en el entendimiento de que lo que en algún momento fueron hipótesis teóricas llegaron a plasmarse, corrido un cierto tiempo, en intentos de actualización de las formas de operación institucional y hasta en líneas de acción y documentos programáticos, dado que en este personaje ilustre de la historia de la universidad en México, se combinaron el liderazgo intelectual dentro de los diversos campos en que produjo conocimiento, muy especialmente en las humanidades y ciencias sociales, en la disciplina sociológica, intentando siempre tender puentes entre éstas y las ciencias naturales, con la experiencia de conducción en las máximas instancias de la vida universitaria, y no sólo en México, sino en otras partes del globo, como lo muestra su participación como Presidente y Miembro del Comité Directivo, en los años sesenta (más precisamente, de 1959 a 1965), de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (flacso, con sede en Santiago de Chile) y en el Centro Latino-Americano de Pesquisas em Ciências Sociais, (clapcs, con sede en Río de Janeiro) ambas entidades auspiciadas, en su primera etapa por la UNESCO y, en los años ochentas, en la Universidad de las Naciones Unidas, de la que fue Consejero (1982-1988).

Pablo González Casanova, en su amplio itinerario dentro de la UNAM, hubo de ocupar sendos cargos directivos en la Escuela Nacional (hoy Facultad) de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) (1957-1965), en el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) (1966-1970) y en el creado por él, el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades (1986-1994), el cual, por su tenaz iniciativa mutó en Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), al que llegó a dirigir ya con su nueva nomenclatura, de 1995 y hasta febrero de 2000, por su renuncia una vez que la Policía Federal ingresó al campus universitario para retomar las instalaciones luego de la huelga estudiantil más larga en la historia de nuestras universidades. Por supuesto, entre estos dos últimos encargos: los de ser director del más antiguo de los institutos de investigación (IIS) y de uno de los centros más innovadores, (ambos adscritos a la Coordinación de Humanidades), destaca también su desempeño como Rector de la Máxima Casa de Estudios del país, del 5 de mayo de 1970 al 7 de diciembre de 1972, cargo que dejó de ocupar por renuncia en el marco de un muy extraño conflicto político en la institución.

En cada una de esas dependencias universitarias, aprovechó los altos cargos de responsabilidad, que le fueron conferidos, para impulsar renovadores planes de reforma y para llevar a buen puerto iniciativas, programas de investigación, nuevos centros de trabajo, y creación de entidades y subsistemas (entre las más importantes de sus creaciones institucionales se cuentan la fundación, hace seis décadas, del Centro de Estudios Latinoamericanos de la FCPyS, el subsistema de educación media superior de los Colegios de Ciencias y Humanidades , el Sistema de Universidad Abierta, y el propio CEIICH del que fue fundador y primer director) que hoy son parte importante de la base institucional con que cuenta la más importante universidad del país, el tronco más sólido de todo el sistema de educación superior. A diferencia de otras personalidades que sin mediar transición alguna pasaron de la Rectoría a ejercer puestos de responsabilidad política, en alguna Secretaría de Estado, y cuya obra fue miserablemente pobre, pero no obstante pretendieron seguir moviendo los hilos de la política académica en la Universidad, no fue ése el caso de González Casanova, y ello debe ser subrayado. No es un mérito menor por tratarse de un estudioso encunado en los grupos intelectuales más representativos que subsistían a mediados del siglo pasado, proclives al vector de la pirámide social que toma las decisiones relevantes, y propensos también a la “alta cultura”, pero que, en su caso, ni pasó de la esfera universitaria a las carteras gubernamentales del poder establecido, ni adhirió a la arrogancia de las élites culturales; por esa razón, hoy está más cómodo con el reconocimiento que los indígenas zapatistas de Chiapas le han otorgado al designarle “Comandante Pablo Contreras”, convicción que afirma, en los últimos años, al difundir sus trabajos, no en los encorsetados moldes que contienen los “productos académicos”, sino preferentemente en las reuniones de fin de año, en aquella parte de nuestra República que se alzó en 1994, al grito del “¡¡Ya basta!!”, o por vía del Internet, de La Jornada (un periódico que él contribuyó a fundar) y a través de las redes sociales, los nodos y plataformas del activismo global.

Teniendo en mente esta extensa (casi un siglo) y hercúlea trayectoria, nuestro esfuerzo, en este artículo, ha de ser más modesto y pretende cubrir en la expresión dialéctica del título dos cuestiones que se configuran en un arco temporal muy amplio, de casi seis décadas, en las que se arranca con el punto de mira puesto en un trabajo muy temprano (leído a fines de 1955, y publicado dos años después). En esas páginas ubicamos iniciales tentativas de construcción de un conocimiento de enfoque global, y que al pretender asir la totalidad, en una línea de investigación crítica de la teoría social, ya estaría vislumbrando los problemas de la organización del conocimiento. Las cuestiones referentes al objetivo de disponer de un concreto pensado, mejor habilitado metodológicamente para ocuparse de la realidad, se revelan en su obra, poco a poco, como prioritarias en la medida en que ello se expresa como imprescindible y necesario para alcanzar un mejor ordenamiento de una organización social que, atravesada por las relaciones sociales capitalistas, se muestra inapta para garantizar mejores condiciones de existencia.

Este segundo tema, ubicado también en un arco temporal muy amplio, refiere al modo en que nuestro autor capta los límites de la democracia en la lógica de poder del capitalismo de los años sesenta, e irá profundizando esa reflexión hasta arribar a su propuesta madura de interpretación de los problemas de supervivencia para la humanidad en el marco de una crisis de dimensiones terminales dentro de la estructura del capitalismo complejo. Si se tuvieran que señalar dos textos muy sintéticos que puedan iluminar esas preocupaciones como puntos de partida y llegada, estaríamos haciendo referencia a dos sendos ensayos, de un lado, “El don, las inversiones extranjeras y la teoría social” (1957) y, del otro, pudiéndose elegir entre “El capitalismo organizado. Entre el orden y el caos” (2008) o, el más reciente, “La ‘toma de decisiones’ y la imposibilidad de la supervivencia de la Humanidad en el capitalismo” (2020). Es lógico, y no habría ni siquiera que decirlo, que no hemos de restringirnos a un examen de estos artículos; en el bloque interpretativo de un período que se extiende por más de medio siglo nuestro autor atravesó varias fases de producción (tarea futura podría ser la de hurgar en el encadenamiento de esas etapas de pensamiento, las líneas temáticas de continuidad y discontinuidad, las orientaciones metodológicas y epistémicas que prevalecen y las redes conceptuales que son movilizadas por la coyuntura política de cada uno de esos períodos),[1] y produjo extensos libros que por su importancia se constituyeron en referencia obligada en varios continentes y por ello fueron traducidos a diversos idiomas. En ese mismo lapso, nuestro autor tejió una red de colaboración con intelectuales de todo el planeta.

En la progresión de sus etapas de análisis también puede identificarse una especie de acrecentamiento de intereses y preocupaciones respecto a los problemas que fue atendiendo: del capitalismo simplificado hacia uno con formas de despojo y lógicas de parasitismo y criminalidad más complejas; en perspectiva transescalar ha ido de lo local, a lo nacional y hasta lo mundial; de los diques para una genuina democracia dentro del desarrollo a la crítica de la explotación dentro del capitalismo, de la dominación dentro del imperialismo y de la apropiación dentro del mundo globalizado; de las propuestas de un mundo mejor que mezcle la herencia plural de los mayores horizontes críticos alcanzados en los programas de la democracia, la liberación y el socialismo a la intención de captar “la dialéctica de las alternativas” por fuera o más allá del orden vigente (de ahí su afinidad electiva y el indeclinable compromiso con la lucha de los zapatistas, por tratarse, según su concepción, de la primera revolución del siglo XXI); de la lucha por las mediaciones a la construcción de las autonomías. No deja de sorprender también que la colocación histórica y la interpelación crítica de la situación de los presentes en que se arraigan esos ensayos, que hemos citado unas líneas atrás, se desprendan de una reflexión tirada hacia el tiempo del pasado, en el ensayo de 1957, y hacia la exploración de los futuros, en los ensayos de 2008 y 2020.

Esta capacidad para ampliar y profundizar el enfoque de problemas deriva justamente de las posibilidades heurísticas que encuentra en la disposición por trabajar con la interdisciplina como método, en el dominio del conocimiento, y con la dialéctica de lo histórico, en el dominio de lo social. De ahí que podamos decir, sin temor a equivocarnos, que su propuesta es la de una visión política de lo interdisciplinario, para que este enfoque de problemas y formulación de objetivos sea viable para el poder/saber alternativo, y sus nuevos horizontes intelectivos y prácticos (que pudieran eludir el rumbo distópico que ha elegido el capitalismo mundial); de ahí que en el propio título de su obra de madurez (González Casanova, 2004) ese desplazamiento se configure en la interfaz e integración de “las nuevas ciencias y las humanidades” y como un salto “de la academia a la política”, que rompe con cualquier impulso auto complaciente al enclaustramiento de los saberes, o con su posible pérdida de sentido, si se les orillase en una osificada estructura universitaria (a las comunidades del intelecto) a una deriva des-politizadora, que en el marco de falsos reclamos a-políticos, o por una ilusoria neutralidad, esconde su predilección hacia una re-positivización del conocimiento, lo que desde las categorías trabajadas por González-Casanova significaría, simple y llanamente, sucumbir a las tecnociencias y la des-humanización.

UN ENSAYO VISIONARIO

He elegido comenzar mi consideración sobre el problema de lo interdisciplinario en González Casanova por su largo ensayo, publicado en 1957, “El don, las inversiones extranjeras y la teoría social”, pero no debe omitirse el hecho de que, para ese momento, el autor ya cuenta con varios libros publicados, tres como autor único, El misoneísmo y la modernidad cristiana en el siglo XVIII (1948), Una utopía de América (1953a), La ideología norteamericana sobre inversiones extranjeras (1955), y uno más en coautoría con José Miranda –quien fuera su maestro en el Colegio de México– Sátira anónima del siglo XVIII (1953b), y ya ha dado esa especie de desplazamiento desde una formación historiográfica que habría acudido a una profundización en la estela del programa de la “historia total”, en la guía de Fernand Braudel (quien dirigió su tesis de doctorado en La Sorbonne) hacia una perspectiva sociológica de fuerte inclinación gramsciana, que encontró una escala al modo de una pretendida sociología del conocimiento económico, en el libro publicado por el Instituto de Investigaciones Económicas, en 1955. Esto es importante de hacer notar, dado que el autor ha defendido que siempre luchó por eludir la tentación de un pensamiento atractivo (complaciente) y que todo el tiempo se ha jugado en la trinchera del compromiso intelectual y político con los temas prohibidos y los pensamientos perseguidos (resistentes).

El texto del que partimos fue leído ante el Seminario de problemas científicos y filosóficos que constituían un grupo de intelectuales de todas las áreas del conocimiento (entre otros, Guillermo Haro, Samuel Ramos, Tomás Brody, Miguel Fournier, Marcos Moshinsky), coordinado por Eli de Gortari. Se trata de un texto que integra muchas de las influencias que había recibido de su formación en Francia, pero sin duda las que trasuntan más ese ensayo son ciertas nociones en que se combinan creativamente ciertos planteamientos del trabajo antropológico de Marcel Mauss con el enfoque sociológico de Georges Gurvitch,[2] no es casual puesto que se trata de dos perspectivas que se enlistan en la contienda por romper los parámetros disciplinarios tanto de la antropología como de la sociología, y arrastran (o integran) las configuraciones categoriales de esas disciplinas hacia una noción más transversal, multidimensional y combinada del todo social, lo cual resulta no solo muy pertinente sino original, pues hasta ese momento (como queda documentado en un poderoso ensayo de Henri Lefebvre sobre el tema,[3] y que fue trabajado y difundido casi en simultáneo, unos meses atrás, a lo indagado por González Casanova), el acceso a la obra filosófica del marxista húngaro Georg Lukács, en el universo cultural francés, se efectúa solo de modo indirecto.[4] Pablo González Casanova ofrece una de las primeras recepciones latinoamericanas, a poco más de tres décadas de haber sido escrito, del “Essai sur le don. Forme et raison de l’échange dans les sociétés primitives”, el muy celebrado texto que el sobrino de Durkheim difundió en L'Année Sociologique, en 1924, la revista que dirigía este último. De hecho, Pablo González Casanova cita de la versión francesa (1950) del libro Sociologie et anthropologie, que contiene una selección de los trabajos de Mauss, y del que solo en 1971 apareció la edición en castellano, por lo que acude a su propia traducción de los muchos pasajes que vierte en su texto.

Objeto de ese trabajo fue, a través de un análisis comparativo entre los donativos de las sociedades ágrafas y las inversiones extranjeras de la sociedad capitalista, extraer un enfoque derivado de la teoría social que fuera capaz de captar las problemáticas de la vida o la realidad social (no solo de sociedades primitivas, sino de aquellas más diferenciadas) que integre lo que obra en separación, que pase de un nivel aparente o formalista hacia uno esencial o relacionado (“concatenado”, como le gustaba decir a Friedrich Engels en su Dialéctica de la naturaleza) y que articule lo que fuera arbitraria o encubiertamente atomizado y que, en el caso de los “dones primitivos” o los “dones de capital”, se recupera como articulación entre el símbolo o el nivel de lo simbólico y lo que es simbolizado, la estructura de relaciones. El punto de partida para este conjunto de consideraciones está dado por el descubrimiento de los “fenómenos sociales totales” que, ha de recordarse, en la propuesta de Marcel Mauss, expresan a la vez y de golpe “toda clase de relaciones sociales: las religiosas, jurídicas, morales, políticas, familiares; las económicas, estéticas y morfológicas” (González Casanova: 1957, p. 15). Esta toma de conciencia u horizonte conceptual alcanzado no solo deriva del dato duro obtenido de los vestigios históricos, o por vía de las técnicas etnológicas y antropológicas, que se extraen sobre todo del trabajo de Malinowski, sino del carácter prístino con que pareciera que se expresa íntegramente la situación del ordenamiento social en colectividades y agrupaciones humanas que expresan ese carácter en relaciones “directas y ostensibles, indivisas e indiferenciadas” (González Casanova: 1957, p. 18-19),[5] aspecto que será subrayado porque los comparecientes al hecho de esa forma peculiar de intercambios no son los individuos sino las colectividades, en la forma de familias, clanes, tribus. Además de este aspecto, en el planteamiento de Mauss, esas constataciones adquieren otro realce: el énfasis, por parte del antropólogo francés, en el estudio de la integralidad de un fenómeno, destaca Pablo González Casanova, es correspondiente a corregir el desvío presente en un tipo de sociedad, la contemporánea, que “se ha excedido en el arte de analizar y separar” (Mauss, citado en González Casanova: 1957, p. 17). Lo que sí es capaz de revelar el examen de Mauss es que:

… cambios y contratos que se hacen en forma de regalos son voluntarios nada más simbólicamente. En realidad, tanto el dar como el devolver, son actos obligatorios. El don tiene la apariencia de ser un acto gracioso … pero en realidad es un modo de intercambio interesado y obligatorio (González Casanova: 1957, p. 16).

Sin embargo, el sociólogo mexicano por reconocer lo meritorio de ese análisis no puede dejar de señalar algunas insuficiencias: en primer lugar, “Mauss no persiguió en todas sus vetas el concepto del fenómeno social total … dejó su estudio trunco” (González Casanova: 1957, p. 16), ello le impidió proyectar el estudio del don en las sociedades llamadas primitivas hacia “otras relaciones semejantes, propias de las sociedades más diferenciadas” (Ibid), en segundo lugar, “no reconoció la necesidad de relacionar el fenómeno social total del ‘don’ con esa primera y fundamental separación que ya había en él, entre la obligación real de dar y recibir y la apariencia de libertad frente a cualquier género de obligación … haciendo simbólicamente libre lo que era realmente obligatorio” (González Casanova: 1957, p. 17, subrayado en el original), en tercer lugar, apuntar “al carácter aparentemente voluntario de la más primitiva forma de intercambio de las riquezas y los bienes, y a su condición efectivamente obligatoria” (González Casanova: 1957, p. 19) no nos excusa para omitir en el análisis un hecho tanto o más importante:

… ya en las propias sociedades primitivas aparece como no relacionada expresamente o como expresamente negada una relación que existe de hecho: la obligación real de devolver –y a menudo con creces– lo que ficticia o míticamente ha sido dado y recibido sin expresar el menor interés crematístico, o expresando el mayor desinterés mediante cortesías, referencias, fiestas. (González Casanova: 1957, p. 19, subrayado en el original).

En este punto no solo se da un nuevo giro (sociológico) al intento suyo por conectar las cuestiones del lenguaje (que también es una forma de intercambio, de traducción de contenidos entre emisor y receptor), de la representación o teatralización de ciertas formas de intercambio y de enunciación, pero estando inmersas en cosmovisiones generales o en épocas históricas, como era el caso de sus análisis sobre la modernidad cristiana. Claramente, para González Casanova, ciertos géneros literarios de la modernidad temprana, en el Siglo de Oro o en la picaresca, u otros documentos de ilustrados y románticos novohispanos, canalizan situaciones de crítica política que de otro modo quedaría bloqueada: ciertos actos de habla, hasta en sus expresiones refinadas, de aspiraciones científicas o “cultas”, no son sino formas transfiguradas de actos de lucha, testimonios por los que también transitan las insurgencias populares, las rebeldías “ocultas”. Estas cuestiones despuntaban desde su obra inicial, cuando se ocupó de la crítica satírica, y le seguirían interesando, pues un año después de la publicación de su trabajo sobre el “don”, redactará un libro cuyo tema será La literatura perseguida en la crisis de la Colonia (1958a). Si en el trabajo sobre la sátira el sujeto que emite la interpelación al orden vigente se refugia en el anonimato, en la otra obra el dogma inquisitorial reacciona ante los alegatos místicos o las posturas heréticas. Nuestro autor sigue expresando esa torsión que va jalonando sus indagaciones de la historia a la política, de los siglos virreinales a los tiempos capitalistas, de las formas ceremoniales (pero también encubridoras) de la cortesía en el plano de la forma(lidad) política hacia los intereses opuestos (pero coordinados) en la forma o modo de producir de las sociedades.

Muchos aspectos parecen conjugarse en los planteamientos concentrados del ensayo de González Casanova. Si con Marx la cosa por conocer se extiende desde las formen (el múltiple suelo social sobre el que se posa, colonizándolo, la forma del valor que se valoriza) hasta la producción capitalista, esa apertura heurística cumple la función de revelar la historicidad de este régimen de producción y la posibilidad de operar un relevo histórico, ahora bien, es cierto que desde la sociología también se parte por distinguir entre la Gemeinschaft y la Gesellschaft, y desde la filosofía moral o economía de Adam Smith eso puede recuperarse en la polaridad conformada por “la sociedad ruda y primitiva” versus sociedades (de mercado) más orgánicas y complejas; también es cierto que esas proposiciones pudieran llegar a considerarse como morfológicamente cercanas a la intención de englobar la sustancia del análisis social, un objeto que se ha desagregado en grandes bloques históricos, en el largo recorrido del tiempo, desde lo arcaico a lo moderno. Pero hasta ahí las coincidencias. Debe subrayarse, entonces, que en esos dos últimos casos (los de los campos disciplinares de la sociología clásica y la economía política) parece ser que se ha privilegiado el principio de separación, cuando es ese mismo aspecto, la cuestión de la separación y la abstracción lo que debe ser explicado. González Casanova tiene la firme convicción de que a través del estudio que ha emprendido sobre el “don” se obtendrá “otro aspecto también esencial para la teoría social y para la comprensión de la abstracción y del proceso de abstracción en el conocimiento social” (González Casanova: 1957, p. 19). Veremos de qué modo tan preciso acierta en ese empeño.

Un año antes de haber aparecido el ensayo de Mauss, fue publicado el libro de Lukács Historia y conciencia de clase (1923), que presenta un diagnóstico filosófico de su tiempo, desde dos perspectivas fundamentales, la del fetichismo de la mercancía como el fondo profundo que explica la escisión o separación del todo social (cosificación, será la categoría elegida para captar la lógica del proceso), y la del principio de totalidad como palanca metodológica que nos pueda sacar del desvío ilustrado o racionalista, cuyo mayor costo será el de la especialización: pues en la intención de cubrir con exhaustividad el trato analítico de las partes, desde cuyos elementos cognitivos se pretendería volver a recuperar los elementos del todo, éste no deja de ser visto desde la noción de una parte simplificada, extraída, separada de la complejidad inherente a totalidades abiertas e históricas. Ese es un problema que detecta en “la corriente integralista” (González Casanova: 1957, p. 36), por más loable e innovadora que ésta se asuma. Dicha escuela antropológica también corre el riesgo de incurrir en sesgos, pues “de la separación conceptual se pasa a la síntesis conceptual del fenómeno a través de los elementos separados: del aspecto. Se trata de explicar el todo por la parte que trasciende al todo, que se separa del todo, y que incurre en una generalización indebida” (González Casanova: 1957, p. 35, subrayado nuestro). Ese principio de precaución metodológico se hará extensible, en el resto del trabajo, no solo a los encasillamientos de la especialización y sobre especialización, sino también a otras tendencias analíticas, que también quedan atrapadas, y tropiezan con límites. De ahí que el énfasis directo en el proceso de las donaciones haga ver, de manera indirecta, matizada o mediada cómo, y no solo en la sociedad antigua

… la cortesía ocupa un lugar, por lo menos tan importante, como el idealismo y la retórica o la propaganda en la ocultación de ciertas relaciones sociales reales. Por ello el estudio histórico, sociológico y filosófico de la cortesía tiene una gran importancia para la teoría del conocimiento” (González Casanova: 1957, p. 30).

Por otro lado, el marxismo occidental posterior, fundado, entre otros, por ese trabajo de Lukács, pretende llevar hacia otros derroteros lo que consigna la sentencia hegeliana: “la verdad es el todo”. Desde la filosofía de Lukács se conformaba un cimiento para el nuevo edificio epistemológico, y resulta por demás interesante que tan solo un año después, ya no desde los escombros del imperio austrohúngaro y de la malograda República de Weimar, sino desde el territorio galo, en la antropología de Mauss, se acudía metódicamente a una noción cercana a la del principio de totalidad, la de los denominados “hechos sociales totales”. Pero, aunque parece haber un “aire de familia” entre esos planteamientos, reposaban en esa pretendida cercanía ciertos elementos de diferenciación que pudieran ser destacados. En nuestra opinión, el trabajo de González Casanova se encamina en ese propósito, para ello no requirió ni de enunciar explícitamente el legado lukacsiano (pues también en la sociología de Gurvitch encuentra un modo inmejorable de acceder al problema del todo: el carácter conflictivo o de clase con que está atravesada la organización social contemporánea) ni de señalar los vínculos de la disciplina antropológica con el imperialismo (un mal que le afecta de raíz), sino que apuntó a otra sospecha muy sutil, ¿Qué tan cierto es que el “hecho social total” ofrezca eso, una totalización de lo real, y no establezca un compromiso subrepticio con análisis si no parciales sí cuando menos insuficientes? Y eso pudiera estar aconteciendo, aunque fuera de manera escurridiza, cuando en el asunto de los donativos o intercambios, como hecho social total (privilegiado en las antropologías críticas), aún o por su propia luminosidad, se tendiese a separar la entidad material y simbólica “donada” de los lazos o eslabones que le arraigan y encadenan al universo de las relaciones sociales, a las que se encuentra conectado. Ese aspecto es detectado pertinentemente por González Casanova, por ello advierte:

… en el mismo fenómeno social total de las culturas primitivas encontramos una división de la realidad que corresponde a una separación de los símbolos y lo simbolizado; en la propia síntesis del ‘don’ como fenómeno social total, hay ya una diferenciación, una separación, un análisis del ‘don’; pero un análisis del ‘don’ como hecho aislado que trasciende o está por encima de la obligación real de dar y recibir para devolver, y que deriva de una síntesis simbólica o expresiva del don como regalo, como acto voluntario, desinteresado.” (González Casanova: 1957, p. 20).

El otro elemento interesantísimo del camino argumental elegido por el sociólogo mexicano es el de la utilidad del enfoque comparativo. Visto el problema de ese modo, adquiere toda su relevancia la intención por “elaborar un modelo teórico –una abstracción– que comprenda tanto el fenómeno total cuyas relaciones son directas y ostensibles, indivisas e indiferenciadas en la realidad y en la conciencia, como el fenómeno social total cuyas relaciones son indirectas o subrepticias” (González Casanova: 1957, p. 18-19). Con esa tentativa, se ha de partir por cotejar los aspectos comprometidos en la lógica del don (en tiempos remotos) y en la lógica de las inversiones extranjeras (en tiempos recientes), y ello se efectúa con una tabla que enlista diez características diferenciales, pero que resulta útil al propósito de detectar los elementos comunes en ambas sociedades. No es que se descuide el carácter diferenciado entre una y otra sociedad, sino que se pretende subrayar la diferenciación y hasta jerarquización que atraviesa inherente (o constitutivamente) a las sociedades, desde ese ángulo de la cuestión se hace patente que “las formas de la abstracción práctica-política han sido y son un verdadero reto para la especulación y la teoría científica de la sociedad” (González Casanova: 1957, p. 24). En este punto el propio tema de la ayuda externa, que ha sido, históricamente, un elemento de legitimación discursiva y simbólica de las inversiones extranjeras (que no pueden sino instrumentarse en la búsqueda de optimizar rendimientos) puede arrojar nueva luz respecto a los límites disciplinarios, así lo explica: “al romper los límites trazados … al análisis económico se descubre … un fenómeno social integral, en el que existen las divisiones de comunidades relacionadas y otras muchas divisiones (de clase y grupos) que se relacionan en forma contradictoria o sinérgica” (González Casanova: 1957, p. 21). Aquí hemos dado casi de lleno con el tema fundamental, las formas de la cortesía en las donaciones de los tiempos arcaicos, así como las formas discursivas tecnocráticas, los protocolos diplomáticos y el lenguaje experto, no son sino formas que desplazan hacia otro terreno, con el fin de desterrarlo, el complejo de relaciones contradictorias en la sociedad contemporánea y en las relaciones desiguales (o diferenciadas, como les nombra en esta etapa) entre países.[6]

Aquí extraemos una premisa:

… en el conocimiento correspondiente a las ciencias especializadas, se ocultan inconsciente o deliberadamente una gran parte de esas relaciones [contradictorias]”. Los problemas del conocimiento cargan con el peso de “la presión que ejercen las relaciones contradictorias sobre la expresión y el conocimiento de los grupos que controlan una situación social. (González Casanova: 1957, p. 36).

Desde este ángulo el enfoque comparativo nos entrega otro rendimiento analítico, de un lado, adquiere un profundo sentido cuestionador, pues subraya el carácter representacional de las formas de cortesía, en que acontece el acto de donación, como desvío inconsciente o no suficientemente ejercido en conciencia (en las denominadas sociedades primitivas) o como acto premeditado y francamente embaucador (en las sociedades capitalistas), por otro lado,

… al considerar los fenómenos sociales, el primer tipo de relaciones que se ocultan son las que corresponden en la realidad a intereses opuestos, y que la primera forma de ocultar esas relaciones consiste en no expresarlas o en expresar precisamente una relación contraria a la real (el desinterés mutuo, o el interés de quien no está interesado, o el desinterés de quien se halla interesado; la bondad, la liberalidad, la acción graciosa, la ausencia de amenaza, etc.). La negación de la realidad se lleva a cabo a través de los símbolos, y originalmente de la cortesía. La cortesía es una primera forma de negar y ocultar ciertas relaciones de los fenómenos sociales. Hay relaciones “de las que no se habla”, y en la cortesía “hay un entendimiento” de que las cosas no son como se dicen, hay una afirmación de que “por supuesto no son así”, pero que la costumbre es expresarlas así, “guardando los formalismos”. (González Casanova: 1957, p. 29-30).

Y estas apreciaciones guardan también un significado si se parte por relacionar las cuestiones de las cortesías (académicas) propias de la vida universitaria, o al relacionar la cortesía con las cuestiones de la obtención de un cierto rigor (y de la disputa por ese rigor) y esto rige tanto para la investigación social, si entendemos por ésta a la indagación sobre las mediaciones invisibles que son inherentes a la organización social, y de las que el elemento de lo donado es un signo, muy importante, es cierto, pero concatenado en una completa cadena de significación, y esa observación es atendible, desde luego, a los asuntos de la investigación científica o humanística, en un sentido más general. Así lo detecta, en aquel trabajo, nuestro sociólogo: “Quienes hacen patentes relaciones que otros ocultan -relaciones en general contradictorias- son considerados como poco formales o técnicos…”, sorprendente constatación toda vez que si, de un lado, la investigación social consiste en “hacer visible lo que es invisible”, por otro lado, compete a la labor del crítico “desocultar” los intereses opuestos en que descansa el orden establecido.

Estos párrafos ilustran por qué su autor, abandonando toda falsa modestia, siempre asumió que en este trabajo había un gran aporte. Es un ensayo que González Casanova ha tenido en tan alta estima como para sugerirlo, sin aplicarle un solo cambio, para que se integrara en una compilación reciente cuyo tema era el imperialismo de las corporaciones multinacionales (González Casanova: 2016, p. 207-229).

ALGUNOS DESCUBRIMIENTOS POSTERIORES, DE LA MISMA VETA

El ensayo que comentamos en pormenor en el apartado anterior, es importante decirlo, su autor lo escribió y publicó a sus 35 años, y logró pasar del uso del concepto “hecho social total” por las corrientes integralistas, hasta encaminar dichas digresiones hacia otros derroteros, que se fueron perfilando, en sus etapas posteriores, en libros y artículos, y en otros planteamientos, sueltos y otros más detallados, cuando ya ocupó importantes posiciones de gobierno en varias entidades de nuestro campus universitario.

Corresponde, entonces, a un profundo inconsciente colonial, o a un muy arraigado complejo por buscar lo novedoso y lo original en el trabajo intelectual foráneo, la operación que consiste en negar el reconocimiento al “conocimiento propio” o producido desde nuestro locus enuntiationis. Con relación al tema que estamos tratando esa tara ha propiciado que, por ejemplo, no se descubran muchos de los temas acuciosos y pertinentes que son celebrados en la ontología de un autor como Gilbert Simondon (y que está en simultáneo, en París, escribiendo en el arranque de la segunda mitad del siglo xx), en este ensayo que revisamos en el apartado anterior, o en el libro publicado, solo un año después, por Pablo González Casanova Estudio de la técnica social (1958b), título que también se integró como número 7 en la colección “Problemas científicos y filosóficos”, que publicaba el Seminario del mismo nombre, con el auspicio de la UNAM.

Con relación a este libro voy a señalar apenas un elemento, pero que considero de importancia. Este libro es toda una propuesta que se pronuncia ante dos planos de la vida en sociedad, puesto que en esas páginas se dimensionan afectaciones sobre el entorno natural que son movilizadas por la presencia de lo humano, y por su activismo (técnico) sobre el objeto ejecutado por la propia vida en sociedad, por ello será que nuestro autor acuda a todo su bagaje en el saber de la cultura clásica antigua, desde la filosofía helénica pero también exhibiendo un conocimiento de otras más recientes corrientes filosóficas, como es el caso del materialismo del siglo XVIII o del decimonónico, del que es una expresión la propia concepción materialista de la historia. También acude a las expresiones de otros clásicos, pero de la sociología, pues su pretensión es oponerse a un cierto tono metafísico y des-humanizante, de cierto positivismo todavía dominante, que atravesaría incluso al propio estructuralismo que comienza a encontrar recepción (en el resto del continente) ya a fines de los años cincuenta. En la vertiente comteana se habló siempre de la cuestión de la física social, es decir, el determinismo de la física se expresaba como pretendido imperialismo sobre los conocimientos que debieran ocuparse del dominio de lo social. La fórmula que nuestro sociólogo encontrará para confrontar a esa propuesta es la de la reivindicación de la política y la de la defensa a ultranza de la forma democrática, no solo para dirimir los asuntos de los diferendos en el terreno social sino para alcanzar un despliegue menos acotado de las cuestiones epistémicas. Desde la propia perspectiva de los griegos, ya se encuentra esa divisoria, entre la physis, es decir, la naturaleza, y el nomos, es decir, lo normativo en lo social; pero con el concepto de “física social” en Comte se establece una relación subalterna de lo social con respecto a lo físico, es decir, lo que es hegemónico ahí es el concepto de la física; la idea del orden como orden físico, la ley natural cumpliendo el papel de dictaminador trascendental del orden (civil o político). Y el trabajo de González Casanova, sobre el Estudio de la técnica social, lo que está diciendo, y de ahí su importancia, es justamente lo contrario, su propuesta es atender el núcleo del problema, como sociedad, ni eludirlo, ni dejarlo en manos del experto ¿Qué hacemos con esta cuestión de la articulación de lo técnico y de lo supuestamente no técnico? Porque lo social se reflexiona, siempre, como una cuestión que no es técnica, a ese nivel, su pregunta se desagrega en las siguientes ¿En lo social, hay técnica? ¿En lo social hay técnicas políticas… de control? Pero ahí lo que está sosteniendo es que lo técnico es subalterno de lo social. Nuestro sociólogo trata de establecer una relación de los dos campos, es cierto, pero en su reflexión el campo madre o hegemónico es lo social. No obstante, es cierto que siempre tuvo interés reflexivo sobre lo técnico, su libro Una utopía de América (1953a) se ocupó de ello, y en la parte final del ensayo sobre el “Don” apunta cuánto lo inquietaban los enfoques apresados en una “destecnificación del conocimiento” (González Casanova: 1957, p. 36), pero en esta obra más extensa, esta preocupación será puesta en perspectiva del problema que a él le comienza a interesar, la cuestión de clarificar lo social o la sociedad, tarea que emprenderá en las obras siguientes, al amparo de la pregunta por los asuntos del desarrollo y la democracia. Pero antes de pasar al debate cognitivo que gira alrededor de esos dos conceptos vale la pena una pequeña acotación, y es la correspondiente al modo en que reseña la labor de uno de los más importantes sociólogos de la segunda mitad del siglo xx, su amigo tan cercano, pero tan prematuramente fallecido, C. Wright Mills, de quien le interesaba destacar las cuestiones de la investigación rigurosa, pero no desligada de su tiempo, sino comprometida con los horizontes imaginados de un mundo mejor. Del sociólogo estadounidense dirá, al modo de homenaje:

Mills … nos legó una idea de lo que debería constituir la sociología en su fórmula IBM + Realidad = Humanismo. A la postre, dejó la fórmula al desnudo: estudió y aplicó las técnicas, desentrañó la realidad norteamericana” (González Casanova: 1969ª, p. 95, edición original en inglés de 1964).

El despliegue a fondo de esta cuestión: estudiar y aplicar las técnicas, desentrañar la realidad, se expresará en un proyecto muy afín, que González Casanova no solo vislumbra e intenta en su obra metodológica más densa de aquel período, Las categorías del desarrollo económico y la investigación en ciencias sociales (1967), sino que se funde en sus argumentos más contemporáneos sobre cómo el tronco mismo de las humanidades ya se encuentra atravesado (¿afectado?, ¿no solo como daño sino como emoción cálida?) por las nuevas ciencias, y que ese interfaz puede encontrar una posible deriva empresarial y tecnocrática, cuando las tecnociencias se concentran (monopólicamente) en el lado del capital corporativo; por ello apuesta a la necesidad de disputarlas para la configuración de alternativas, pues de otro modo pareciera que el mundo se dirige, irremisiblemente, al precipicio.

De aquél trabajo sobre las categorías para analizar el desarrollo económico basta con decir que el debate sigue siendo el de planos que aparentemente están opuestos: lo que en la obra previa se confronta como lo social con respecto a lo técnico (González Casanova, 1958), en esta obra (González Casanova, 1967) se confronta en términos de los métodos cualitativos con respecto a los métodos cuantitativos. De estos últimos criticará, como ya lo señaló en el breve texto de homenaje a Mills que, por un lado, la sociología dominante al privilegiar la búsqueda de rigor (que cree obtener, en el refinamiento de técnicas que se apropian de su objeto, un caudal cada vez mayor de datos e indicadores, pero que siguen siendo una parte de la realidad), “no demuestra ninguna preocupación moral; elude sistemáticamente la ‘política’ y puede expresar en su totalidad la política del status quo” (González Casanova: 1969a, p. 86). De ese camino que se angosta solo puede salirse, según González Casanova, reconociendo que la objetividad no se alcanza por una supuesta, pero engañosa, neutralidad, que en lo cuantitativo ya hay elección de un determinado valor, el que le ha dado una gran estimación a lo numérico. Sin embargo, su propuesta no será eludir el uso de ese tipo de métodos (matemáticos, estadísticos, computacionales) sino buscar integrarlos de otro modo. En la opción contraria el indicatum también estaría incompleto si no cumple la faceta de mostrarse como indicador, pero de lo que se trataría es de hacer explícitos esos valores, el (valor metódico) que él propone es el de operar en una estrategia de ida y vuelta, en una forma en que la investigación social exhibe una figura pendular, la del vaivén entre los métodos cualitativos y los cuantitativos, pero sin descuidar el hecho de que hay prioridad epistemológica de lo cualitativo sobre lo cuantitativo. En aquella obra también hace un largo recorrido histórico para demostrar tres grandes aportes que en la investigación social han sumado los métodos de análisis cualitativo como categorías pertinentes para pensar lo social, fue el caso de las cuestiones de la división del trabajo y la distribución de la riqueza, de la dominación política al seno del Estado y en la estructura internacional, de la conquista de la libertad y el ejercicio de los derechos ciudadanos. Pero esos conceptos que sintetizan valores (liberales) que se traslucen en las teorías de la economía, la política o la sociología, pudieron alcanzar un mayor horizonte de criticidad cuando, de la mano del marxismo, las teorías críticas y anticoloniales (hoy tendría que sumarse a ese esquema las voces de los feminismos, de las ecologías radicales, de las ontologías relacionales) hayan de optar por ocuparse de la realidad desde las categorías (eminentemente cualitativas) de la explotación, la autodeterminación nacional o la conciencia de clase.

Introduzcamos para continuar este apartado otra cuestión que hemos de relacionar con el aporte del filósofo húngaro, comisario de educación en la revolución comunista de 1918, en aquel país. Lukács, en su libro de 1923, no solo pretendía recuperar la noción de lo ortodoxo del marxismo en el nivel del método, sino que previene respecto al hecho de que el aspecto relevante en el dominio de la organización capitalista es el avance indetenible del dispositivo parcelizador en el aparato económico que se ensancha como proceso de fetichización de las prácticas sociales; para el caso de lo que se encuentra comprometido en el dominio del conocimiento (que no es sino otra esfera atrapada en la dinámica cosificadora), el hecho social relevante está dado en el bloqueo para los actos de conciencia que significa la alienación y en el impulso de las tendencias (al seno de Europa) hacia el irracionalismo. La contención, para Lukács, de esas dos derivas del mecanismo capitalista, se cumplirá en el proyecto posterior de su obra crítico-filosófica, cubriendo, entre otros, los terrenos de la ética, la estética y la ontología. Todo esto lo hemos anotado para señalar que hay un cierto símil en el caso del proyecto intelectual que González Casanova ya está anunciando desde su obra tan temprana, pues por el lado de las nervaduras que atraviesan la organización social, constata que ésta se articula en relaciones contradictorias e intereses opuestos, y que hay una multitud de mecanismos por vía de los cuales ese núcleo conflictivo pretende ser eludido, encubierto, negado u ocultado, a lo cual se prestan funcionalmente cierta expresiones (disciplinares, especializadas, convencionales) del mundo del conocimiento. Ya en la obra posterior se ha de profundizar en esta serie de cuestiones, y la columna vertebral oculta del cuerpo social, bajo la dominación del capitalismo, no puede ser otra que la estructura combinada de la explotación (diferenciada) y el “colonialismo interno”. De no pugnar por desterrar esas relaciones sociales determinadas, la propuesta del estudio integrado del desarrollo,[7] como la de la instauración de una democracia política, han de quedar como meros reclamos discursivos o como formas mistificadas y mistificadoras, sometidas al poder político. De ahí que la inclusión de las cuestiones de la democracia, en el mundo del conocimiento, cumpla la función, en primer lugar, de superar los tropiezos de los sesgos parametralizantes de las disciplinas, en segundo lugar, de revelar el engaño que bajo el embuste del rigor ha logrado disciplinar al sujeto cognoscente arrinconándolo en una especialización rígida o en generalidades vacuas. De lograr esto, la nueva sociología, podrá contribuir a la desmitificación, en el plano de la organización del conocimiento, y a la desfetichización, en el plano de la organización (social).

Ya está aquí exhibido el momento siguiente del programa de investigación, que se plasma en uno de los libros más altamente valorados por su autor, Sociología de la explotación (1969b), y vuelve a operar con un esquema de oposición de planos o niveles, que en este caso estarían dados por una polaridad que genera incomunicación, y hasta extrañeza de las partes. Los bandos se reparten entre una sociología empírica (burguesa), que asegura ser la portadora del rigor, y una sociología cualitativa (contestataria o crítica), que asegura apostar por el valor supremo de construir un mundo nuevo o mejor, uno donde se destierre la explotación de unos seres humanos por otros. La propuesta de González Casanova, que resultará, a todas luces, infructuosa, o una voz en el desierto, es la de integrar la captación de lo empírico desde la sociología de la explotación, intentando ya complejizar el análisis “simple” o simplificado del capitalismo (el que Marx emprende en la división o relación operada entre capital/trabajo, plusvalor/capital variable), a través de una serie de axiomas o fórmulas que se agregan del lado del numerador (pv) como del lado del denominador (v), de tal modo que por esos instrumentos y procedimientos se capten las “transferencias de excedentes” y las apropiaciones coloniales de riquezas y recursos. Más difícil o desatendido resultó lo propuesto al otro contendiente, la sociología científico-empirista: invitarles a despojarse de sus valores ideológicos (tácitos o latentes) favorables al establishment, abrirse a la investigación científica cualitativa dada en el marxismo, y cargar sus análisis de las preocupaciones morales y políticas por o en favor de los explotados.

Eso que quizás a nivel teórico no promete ser alcanzado, ya se vislumbra como examen o diagnóstico para una “política nacional de investigación”, y como propuestas para hacer efectiva la colaboración y redituable la combinación, en aras de llevar a buen puerto innovadoras estrategias de conocimiento. Esos planteamientos los elabora en un texto breve pero interesante, que fue editado por una entidad hoy desaparecida, el “Centro Nacional de Productividad” que correspondería a una especie de antecedente del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (creado por decreto en 1970, y puesto en funciones en 1971). González Casanova en ese texto (1968) promueve “una filosofía de la política de investigación, que vincule estrechamente los objetivos del desarrollo científico y los objetivos del desarrollo económico y social” (González Casanova, 1968: 29), en ese documento se pronuncia, explícitamente, por llevar a cabo, “acciones concertadas … de tipo interdisciplinario” (González Casanova: 1968, p. 35) que, en un plano organizativo institucional, desplieguen lo que ya ha sido alcanzado en el plano epistemológico, y que en ese documento se propone como “una concepción … que vincule la estructura y la coyuntura, el pasado y la proyección, la tendencia y la prospectiva, y que utilizando los métodos cualitativos de análisis no descuide los métodos cuantitativos” (González Casanova: 1968, p. 42). Ya en su breve tiempo del rectorado hacía converger estos objetivos con “un noble propósito: educar a la juventud, investigar los fenómenos naturales y humanos y difundir la cultura superior en el ámbito nacional” (González Casanova: 1983, p. 39). Sumaría a esto, que hemos extractado de su “Discurso de toma de protesta” ante el Consejo Universitario, una línea de acción que pudiera plasmarse en programas para la organización de las entidades universitarias:

Sobre la base de una cultura común, actualizada con los grandes descubrimientos de nuevas técnicas y áreas de estudios, se añadirán una serie de combinaciones interdisciplinarias muy insuficientemente exploradas y que requieren aligerar nuestros currícula, fijos, rígidos aún, y permitir al estudiante el que aparte de los planes generales de estudio pueda seguir una infinidad de planes particulares interdisciplinarios, de acuerdo con las necesidades del trabajo científico y técnico, con infinitas combinaciones de lenguajes, métodos y especialidades. (González Casanova: 1983, p. 53).

Su clara inscripción en la conducción institucional de una parte tan importante del sector educativo nacional es cierto que fue breve, y que terminó de manera trunca, pero fue tiempo suficiente para instrumentar algunas de sus propuestas.

Luego de ese episodio, regresó al Instituto de Investigaciones Sociales, y desde ahí su actividad fue emprendida, en los años setenta y ochenta, como impulsor de grandes estudios (colectivos) sobre la historia de América Latina, sobre el Estado, los campesinos, el movimiento obrero, los militares, sobre Estados Unidos y sobre los límites a la autodeterminación nacional. También como autor único produjo importantes reflexiones sobre la política latinoamericana, Imperialismo y liberación en América Latina (Una introducción a la historia contemporánea de América Latina) (1978), centroamericana, La hegemonía del pueblo y la lucha centroamericana (1984), o nacional, El Estado y los partidos políticos en México (1981), y se embarcó también en una obra cuyo registro es más teórico-filosófico, de un marxismo que exploraba caminos para su renovación, es el caso de La nueva metafísica y el socialismo (1982) y El poder al pueblo (1985).

Los posicionamientos políticos a los que aspiraba el ex Rector se veían bien representados en un proyecto como el de la posible construcción del socialismo por la vía democrática en el Chile de Allende, o por la revolución de los sandinistas en 1979, pero estos pronto se vieron asediados por el neoliberalismo militarizado, y otras formas de intervención y contrainsurgencia. El costo fue enorme para esta región, y para otras del Tercer Mundo. Este tipo de procesos confrontados que expresan una historia de conflicto y en disputa, era lo que se pretendía captar en el sistema de pensamiento al que ya había accedido desde fines de los sesenta, y que no fue abandonado, sino renovado, antes y después de la llamada crisis de los paradigmas, de fines de los años ochenta. Esas nuevas realidades eran pertinentemente captadas en un proyecto de investigación científico-social cualitativo (sin prescindir del registro documental, testimonial o estadístico) a través del enlace de las categorías críticas de la explotación, del colonialismo y de la enajenación, y eslabona ese cuerpo argumental, con un encuadre de la política dirigido a sustentar una más eficaz propuesta de transformación social, la que sintetiza en su proyecto de una democracia universal y no excluyente, aportación del Sur global a la historia mundial de las alternativas, que tendrá posibilidad de consolidarse cuando las fuerzas sociales que impulsan el cambio sean capaces de conjuntar los mayores logros alcanzados, en favor de la humanidad, por las luchas históricas de la liberación, el socialismo y la democracia. Como otros intelectuales, del país y el mundo, vio en el estallido de la rebelión zapatista de 1994, un movimiento que podría ser el “atractor” de dichas fuerzas sociales, por ello fue por lo que, desde su aparición, sumó su compromiso a esa causa. En correspondencia a cómo en política su interés se fue desplazando desde la pugna por las mediaciones hacia una lucha y rabia contra esas mediaciones, su proyecto se fue anunciando como el de “una democracia con poder, … un poder con autonomías, y … una política con dignidad” (González Casanova: 1998, p. 27).

UN OPUS MAGNUM O LA OBRA DEL MAESTRO

De aquellos primeros pasos en la nueva sociología (alimentados moral e imaginativamente en lo más granado de la sociología norteamericana, a la C. Wright Mills), se obtuvo, en simultáneo, la ampliación y clarificación de las categorías del desarrollo económico como temas del poder. Las exploraciones posteriores de esa misma veta han de constituirse en una apuesta por la democracia, que desde aquella época, para nuestro autor, es también una toma de postura por lo socio-histórico y lo político como el fiel de la balanza que, en el vaivén entre métodos cualitativos y cuantitativos, no permita que estos últimos colonicen y nulifiquen (bajo el pretendido rigor del dato y los indicadores) la prioridad epistémica del carácter cualitativo que tienen las determinaciones sociales sobre las categorías del conocimiento. La obra más reciente hace cierta réplica de aquellas formulaciones. La dosis transgresora del conocimiento se actualiza en una cierta opción que se expresa en disconformidad, suma su voz a otras que se alzan desde rincones marginalizados por las estructuras de poder, es el caso, en primer lugar, de su interés por ocuparse reflexivamente de la crisis paradigmática de mediados a fines de los años ochenta, optando por un marxismo no metafísico y que atienda a “la nueva dialéctica” que abre la nueva situación contemporánea, cuando parece que el sistema social asociado a ese programa (el socialismo histórico) se está desplomando y, en segundo lugar, eso también se refleja en su infatigable pasión por explorar el ángulo contestatario que detecta en “las nuevas ciencias”, por enfocarse en lo recuperable de las ciencias del caos, lo no lineal y las tecnociencias, cuando éstas suelen asociarse a un pensamiento organizacional altamente proclive al capitalismo tecnocrático: todos éstos son episodios o partes de una misma historia, la de su opción por cultivar los pensamientos disidentes, la postura de transitar el mundo de las ideas por abajo, y a contracorriente.

Ya en otro trabajo nos hemos ocupado, con más detenimiento (Gandarilla, 2020b), de mostrar cómo en el caso de nuestro autor ese afán por actualizar el horizonte intelectivo iluminado por las categorías (ya que, de lo contrario, el posible déficit permanente de lo teórico respecto a la realidad se vería magnificado, dada la vertiginosa “gran transformación” que ha experimentado el capitalismo en las últimas décadas) se desplegó en una análisis multidimensional del fenómeno colonial como procedimiento de instauración del capitalismo-imperialismo, de tal modo que esa dialéctica de los colonialismos articula la explotación/dominación/apropiación interna con la externa y hasta con la transnacional. En esa transversalidad de espacios (y también de tiempos, pues se entrelazan, en lo contemporáneo, tiempos históricos del capitalismo no necesariamente coetáneos) configura analógicamente una estrategia intelectiva como la que utilizó en su Sociología de la explotación, donde se vinculaba el colonialismo interno con la explotación diferenciada y, en la obra más reciente, en forma vinculada del “colonialismo global” con la “explotación global”. El programa de esta última etapa ya se mueve en una clara necesidad de la investigación interdisciplinaria, y ya se cuenta con el repertorio necesario para hacerla efectiva, toda vez que el fenómeno del capitalismo global es el de un dispositivo gigantesco de despojo y de parasitismo que, soltado a su suerte, en el pleno ejercicio de su hybris, promete el exterminio de la humanidad y el ecocidio del planeta (González Casanova, 2020).

De tal modo, ante un horizonte tan desolador, esas cuestiones ecológicas, civilizatorias y éticas contribuyen a habilitar una estrategia cognitiva (crítica, de lucha, por la defensa de la humanidad y contra el neoliberalismo) en que la investigación social se relacione con la investigación científica, en que el conocimiento de los sistemas históricos se beneficie de los conocimientos revelados por las ciencias de la vida y de la materia. Como es notorio, esa estrategia le da un realce también, por no decir que una prioridad epistemológica, a las preocupaciones morales, éticas, políticas y estéticas de las humanidades.

Será así que aquella intención, temprana, de arribar a nuevas propuestas de teoría social, hasta a “una ciencia del hombre social” (González Casanova: 1957, p. 32), consentirán una disposición de conceptos y redes conceptuales cada vez más cercana a lo que hubo de ser planteado como “totalidades relativas” (un término muy explorado en un autor como Lucien Goldmann que, no por casualidad, combinó los enfoques dialécticos de Lukács con los de la epistemología genética de Piaget y a quien González Casanova no solo cita en sus trabajos posteriores, sino que fue su anfitrión, cuando el filósofo marxista y sociólogo de la cultura, nacido en Bucarest, pero que desarrolló su obra en París y en Bruselas, visitara México con motivo del Congreso de Filosofía, en 1963). La noción de totalidad, entonces, se relativiza o se abre, en la consideración de su condición dinámica y no estática, y de su permanente cambio, construcción y auto-constitución.[8] Procesos, fenómenos u objetos expresarían “totalidades relativas” que se articulaban en conjuntos más amplios, lo que el maestro de Goldmann, Georg Lukács, destaca en su obra madura (la Ontología del ser social) como la integración de elementos en un horizonte, el del sistema capitalista como un “complejo de complejos”. Esos términos ya resultaban más familiares en las propuestas más recientes de nuestro autor, cuando ha madurado esas intuiciones iniciales en una entera propuesta para la investigación interdisciplinaria.

Su período en la Rectoría no le extrajo, hemos visto, de su papel como teórico, agente práctico involucrado y, a veces, hasta vocero de la construcción de mundos alternativos en lo social. Tres lustros después de aquella renuncia, pudo canalizar de manera más específica sus propuestas respecto al mundo del conocimiento, al crearse, por su iniciativa, y ser nombrado director fundador (en 1986) de una nueva entidad académica (CEIICH) cuyo fin era, desde su arranque, la investigación de las características más recientes del mundo actual, y su eminente crisis, y de cómo los filones de ésta (a nivel local, nacional e internacional) se expresaban en articulaciones más complejas (producto de la insospechada capacidad adaptativa revelada por el sistema capitalista) que dificultaban o hacían más plurales las configuraciones del pensar/hacer alternativo.[9] Ello quedaba patente en los objetivos iniciales del recién fundado centro de investigaciones, que promovían abordar “desde una perspectiva interdisciplinaria, temas poco tratados o escasamente trabajados” y también actualizar “el conocimiento sobre un problema determinado, su génesis y desarrollo más probable … en todos los casos el estudio de alternativas merec[ía] una atención especial” (CIIH: 1994, p. 12). Lo que en su primera etapa aparece apenas como un incipiente “Seminario sobre ciencias y técnicas cognitivas” y “Cursos de investigadores sobre las ciencias de la materia, del hombre y de la vida” (CIIH: 1994, p. 29-30), ya en su segunda etapa se constituyen en una iniciativa de investigación más orgánica que ocupará un lugar muy significativo, prioritario, en tres Seminarios permanentes sobre “La formación de conceptos en ciencias y humanidades … Teoría y metodología de las Ciencias y las Humanidades … Sistemas Complejos” (CEIICH: 1999, p. 12). Desde su fundación, la noción de lo interdisciplinario como enfoque epistemológico y como esquema para el trabajo de grupos, plasmaba ya una añeja tradición de las disciplinas del conocimiento socio-histórico y humanístico latinoamericano, en la que se combinaban los pasos ya dados en la creación de conocimiento original con la subrayada intención de arribar a “saberes comprometidos”, pues ahí residía la posibilidad de colocarse en mejores condiciones ante una disputa que ya se abría, en aquellos años, por los rumbos de conducción del mundo y del mundo del conocimiento.

La nueva designación (CEIICH) era sintomática de que se ya se habría tocado en suficiencia el margen de conocimiento preexistente; y el nuevo horizonte de visibilidad planteaba el reto, la exigencia, de inclusión de las disciplinas de las mal llamadas ciencias duras, siendo que la más reciente reestructuración, en ese campo, ha debido integrar la noción de que no hay naturaleza en general sino naturalezas históricas, y que para su estudio han debido integrar las cuestiones de la historicidad (al ser su objeto, también, atravesado por la flecha del tiempo), con lo que estas “nuevas ciencias” se muestran más flexibles y cercanas a las formas de comportamiento de los sistemas sociales y humanísticos. El campo de actividad se amplió, en un fluir dialéctico de las esferas del conocer y, en consecuencia, esa dependencia universitaria agregó especialistas ya no solo de las ciencias de los sistemas históricos, sino de las ciencias de los sistemas de la vida, y de la materia.

Su labor de conducción de esa entidad no le distrajo en nada a Pablo González Casanova, por el contrario, supo combinar las sinergias de la comunicación interinstitucional, estar como siempre al día de las nuevas discusiones y de los problemas de frontera y, finalmente, ser el promotor de una nueva cultura dialógica (de las combinaciones y concatenaciones más que de las disyuntivas y las concentraciones) entre ciencias, humanidades y tecnologías. La obra más importante que produjo nuestro autor no solo en su época más reciente, sino de toda su trayectoria (2004) se ocupa de todo eso, es ejemplo y constituye un punto de referencia en los debates actuales.

En la segunda mitad de los años noventa; como circunstancia de cambio y síntoma de crisis en la modernidad, y no como punto de llegada a ninguna posmodernidad, o peor, como culminación o “fin de la historia”, nuestro autor se embarcó en un proyecto que inicialmente se titulaba “Nuevas formas de pensar en ciencias sociales”, y al que se articularon, una suma importante de investigaciones, de entre las más significativas “Las ciencias y las humanidades en los umbrales del siglo XXI”, y otros proyectos colectivos alrededor de la cuestión de la formación de los nuevos conceptos. Fueron invitados a coordinar investigaciones, entre otros acreditados colegas, Felipe Lara Rosano, Marcelino Cereijido, Luis de la Peña, Pablo Rudomín, Hugo Aréchiga, Beatriz Garza Cuarón, Hugo Zemelman y Carlos Lenkersdorf. Ya desde el segundo semestre de 1998 se integró a la institución, de manera más definitiva, Rolando García, quien ahí redactará su importante volumen sobre los “Sistemas complejos”. González Casanova conducía reuniones periódicas del grupo, designaba tareas por separado, convocaba a invitados foráneos, pero, sin duda, el diálogo sostenido con los tres pensadores anteriormente enlistados (Zemelman, Lenkersdorf, García), fue el más importante aliciente para la configuración de la obra que entregaría a su editor luego de más de una década de trabajo ininterrumpido. Las nuevas ciencias y las humanidades. De la academia a la política (2004), es el punto de llegada de todo un itinerario de investigación que conjuga la creación individual con el trabajo en equipo, el saber especializado con las perspectivas generalistas y que, en la vida de nuestro autor, expresa un despliegue dialéctico en la propia estructura de su pensamiento, que se mueve con soltura en las perspectivas de la investigación social sin ignorar la investigación científica y la producción filosófica, que toma en cuenta la fusión de las “nuevas ciencias” con las recientes perspectivas de las humanidades. Al ocuparse no de cualquier tipo de objeto sino de los sistemas complejos, abiertos y adaptativos, hurga en la política que está debajo de la teoría y ahí se concentra en los puntos cardinales, en las zonas de contacto, “de la organización del conocimiento y del conocimiento de la organización”; y explora en la pragmática que está debajo de la estrategia política, y ahí su indagación exhibe una figura, también dialéctica, en dos líneas transversales, “conocimiento transformador de la práctica científica” y “conocimiento científico de la práctica transformadora”.

Ya en otro lado (Gandarilla: 2014, p. 151-161) hemos presentado un comentario más pormenorizado de la gruesa obra que González Casanova publicó a mediados de la primera década del siglo xxi, para los propósitos de este trabajo conviene agregar, en primer lugar, que la estructura del libro es la de una especie de palimpsesto que documenta una historia-crítica de las estrategias cognitivas, sin sucumbir a un racionalismo estrecho, documentando, preferentemente, la racionabilidad de los variados registros de una aventura humana del conocer muy extensa; por esa razón inicia con la distinción del régimen disciplinario de las ciencias y abarca hasta la disposición interdisciplinaria de los campos del saber, una transición (que ha involucrado ethos, logos y pathos de las comunidades intelectivas) en que se ha sabido subsumir la lógica de las contradicciones como expresión de una dialéctica viva, indetenible, y se ha sabido distinguir el carácter de los sistemas (cerrado u abierto) que integran y viven simbióticamente las más variadas especies, como el organismo-mundo que somos (y del que se puede esperar lo bueno y lo malo, lo excelso y lo miserable, pues en dichas asociaciones podemos entablar relaciones, como se sabe, mutualistas, comensalistas o parasitarias), cuya dimensión comunicativa (lingüística o retórica, real o virtual, material o digital, analógica o computacional) nos posibilita atender la emisión de ciertas señales, de poner atención y cuidado (es el caso de nuestra naturaleza histórica que hoy da resonancia a un necesario espacio de epokhé, un tiempo que, obligando la inmovilidad y reclusión, propicie la emergencia del dispositivo de pharmacon). La complejidad no es solo motivo para la reflexión y cambio de los sistemas de pensamiento, sino motivo para la preocupación y el involucramiento en el cambio y transformación de los sistemas históricos, de ahí que, en segundo lugar, este libro nos ofrece un relato convincente de la dialéctica compleja de los sistemas y organismos dominantes y de los riesgos que estos representan para la humanidad y para la vida misma, de ahí que estos procesos se confronten desde un discurso crítico comprometido que busque sinergias inéditas en la organización de lo posible, pues ello es lo que se ha dirimido como la densa y larga “dialéctica de las alternativas”. En tercer lugar, este libro corrobora la lectura de largo plazo que hemos defendido, pues en una exploración que detecte líneas de discontinuidad y renovación, pero también de continuidad y permanencia, no nos podría pasar desapercibido que se sigue instrumentando un método para atender la cuestión, y que ya se había señalado explícitamente “el nuevo pensamiento defiende como necesaria la lógica de la combinación y la conjunción, en «que esto y también esto» superan las viejas dualidades dogmáticas del «esto o aquello»” (González Casanova: 1998, p. 27); ese planteamiento proyecta hacia otros planos el concepto que ha extraído de su diálogo con Rolando García: La interdefinición pasa a ser entendida como

fenómeno que se da en los sistemas complejos por el que las relaciones entre elementos, partes, nodos, subsistemas (sujetos, actores) corresponde a interacciones que determinan transformaciones, cambios, adaptaciones, innovaciones tanto en los nodos como en sus relaciones, de tal manera que las variables o características de los mismos pueden romper o alterar las tendencias esperadas antes de su transformación (González Casanova: 2004, p. 466)

Y, para el caso de su propuesta de investigación interdisciplinaria, ella plasma una dialéctica de la combinación y la conjunción que ya venía configurándose o anunciándose desde trabajos anteriores, en esta obra se abre a otros reclamos; se hace patente en la necesidad, para el pensamiento y las prácticas alternativas, de disputar y hacer suyos los avances de la informática, la programación y otras nuevas ciencias y tecnociencias, pues de otra manera solo serán atributo y privilegio del capital corporativo y sus mega-organizaciones, que no son sino otra expresión de la dialéctica compleja que rige al mundo contemporáneo.

Cotejando las huellas dejadas en aquellas exploraciones y tomando nota de los espacios a los que ya se ha arribado, es notorio que nuestro autor ha puesto a disposición del saber universal no solo un ejemplo de constancia y de firme consecuencia entre lo que se dice y lo que se hace, y de lo que se busca y por lo que se lucha.[10] La historia académica de la institución por nuestro sociólogo creada, pero ya hace dos décadas dejada a su propia ruta o suerte,[11] sigue esas marcas y los señalamientos de sus documentos inspiradores. Las perspectivas apuntadas en esta reciente y genial obra siguen siendo la brújula de todo un proyecto intelectual (colectivo, incluyente y plural).

La historia del CEIICH, en un proyecto de rompimiento y superación de los parámetros del saber disciplinario, es ya una de las más ricas y pioneras en nuestra universidad, pero ahí no se agota. Cualquier cartografía de las entidades de investigación interdisciplinaria de la región le incluirá como uno de los nodos más destacados. En la conformación de una tradición de fomento a la investigación interdisciplinaria, que tampoco la erige como el nuevo a priori para atender cualquier tipo de objeto, la labor del CEIICH ha sido de importancia fundamental, y ello no solo por haber sabido combinar la fortaleza de la muy sólida, pero plural, formación disciplinaria en grupos de trabajo ya de suyo multidisciplinarios, sino por poner en el centro de discusión, por la naturaleza misma de los problemas a atender (complejos, multidimensionales y transversales a diversos planos de realidad), los quiebres paradigmáticos y las tradiciones metodológicas, de ahí que se coloque en el sitial de privilegio a la estrategia de investigación interdisciplinaria, que por su carácter se construye en un plano meta-analítico, que es el del marco epistémico común (García Bravo, 2018), y que hoy incluso se demanda incluya los valores civilizacionales de grupos y colectividades colocados en las afueras de los campus académicos pero que, en sus cosmovisiones, y en la interlocución que se pueda establecer en cada uno de nuestros espacios, serán la nervadura que sostenga el pluralismo epistemológico y la ecología de los saberes.

En aquella primera etapa se supo transitar bien, con destreza, por la crisis de los paradigmas, y no se sucumbió ante la dominación neoliberal y su guerra permanente y sin fin. En el período más inmediato, el arribo del neoliberalismo al campo educativo no se ha extirpado, se le resiste ante el embate del “capitalismo académico” y la ideología de la competencia,[12] que se dirimen en la trinchera misma de producción del trabajo académico y la forma en que éste se evalúa. En sus ya casi 35 años de funcionamiento, esa entidad universitaria se erigió en la sede privilegiada, el espacio de referencia, para alojar, en sendos seminarios internacionales, y en el trabajo cotidiano de sus cuerpos de investigación y su personal de apoyo, la discusión académica de frontera, los problemas políticos más urgentes, y las emergentes prácticas de resistencia.

A su paso por esta institución fue tal el legado de González Casanova que, aun cuando ya han desfilado otra serie de administraciones que no han alcanzado el brillo del programa fundacional, se puede afirmar sin reparo que, por esos pasillos, salas de reunión y auditorios de los pisos 4 a 6 de la Torre ii de Humanidades, han desfilado colegas que cultivan el saber de frontera bajo el principio de conocimiento de la totalidad, de los órdenes sociales integrados en sistemas mundiales y de la discursividad crítica, de las teorías de la complejidad, el enfoque de sistemas complejos, las epistemologías del Sur y la crítica a la modernidad/colonialidad.

CONCLUSIÓN

En la coyuntura por la que atravesamos (con la persistente destrucción del medio ambiente y la quebradura de los límites de éste como umbral que activa la crisis sanitaria) no son diferentes, sino persistentes, las exigencias de inclusión de los problemas termodinámicos en nuestros planos del conocer (González Casanova, 2008), de los límites geográficos y ontológicos a que nos aproxima la modernidad capitalista y la dialéctica de los colonialismos. Pero, los avances obtenidos en la crítica al determinismo, al eurocentrismo, y al patriarcalismo (esto es, al nivel de lo epistémico), cobrarán todo su sentido como etapas necesarias para arribar a un conocimiento de franco compromiso con las transformaciones que están aconteciendo (en el nivel de lo social y humano), y con la prioridad ética de producción de un saber que sea capaz de revertir e incorporar así como volver en tanto propuestas de avanzada, hacia las comunidades, hoy tan afectadas por la situación pandémica del mundo, que son las que financian al subsistema de investigación superior en su conjunto, en México y otros rincones del orbe. Desde ahí (desde las comunidades, y la de investigación es una de ellas) se podrá dar lugar a otro tipo de metodologías (de compromiso crítico del saber), a otro tipo de epistemologías (de la muy necesaria descolonización del conocimiento y de las instituciones que lo hacen posible), y a otro tipo de prácticas cotidianas en el despliegue de la vida académica (poniendo énfasis, como ya se empieza a notar, en los enfoques feministas, a lo que habrá que sumar la lucha en contra de la clasificación racial de las gentes, y la disputa de los persistentes criterios pigmentocráticos en el sostenimiento de la malla de poder, cuestiones en las que todavía hay mucho por hacer).[13]

En esos nobles propósitos no se podrá eludir nunca el legado que Pablo González Casanova ha dejado con su teoría, con su práctica, y con su propuesta de investigación interdisciplinaria que, en su caso, es una herramienta útil para la argumentación del discurso de “los de abajo y a la izquierda”.

Notas

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[1] Hemos apenas anunciado ese proyecto en Gandarilla, 2014: 275-281.

[2] Georges Gurvitch no solo fue profesor de Sociología de Pablo González Casanova durante su estadía en París, era a tal punto valorado que el sociólogo mexicano se involucró en la difusión de la primera edición del libro La vocation actuelle de la sociologie: vers une sociologie différentielle, Volumen 1, Presses universitaires de France, 1950, y que será traducida por éste, solo tres años después, ya en su regreso al país, por la editorial que, en ese momento, era dirigida por Arnoldo Orfila Reynal: La vocación actual de la sociología, hacia una sociología diferencial, México: Fondo de Cultura Económica, 1953, 330 páginas.

[3] Lefevbre, Henri. “La notion de totalité dans les sciences sociales”, en Cahiers internationaux de sociologie, Vol. XIII, 1955, pp. 55-77. Disponemos de una edición en español en: Telos, Vol. 13, núm. 1, enero-abril, 2011, pp. 105-124, traducción de Ruy Alfaro.

[4] Será hasta un lustro después que se disponga de la traducción francesa de la obra del filósofo húngaro: Georg Lukacs. Histoire et conscience de classe. Essai de dialectique marxiste. Traduit de l’allemand par Kostas Axelos et Jacqueline Bois. Paris: Éditions de Minuit, 1960, 384 pages. Collection Arguments 1. En lengua castellana la obra se publicó hasta 1969, gracias a los oficios del marxista español Manuel Sacristán Luzón.

[5] Un aspecto que en décadas posteriores también será útil a otra más reciente escuela de la antropología política francesa para encontrar bases, sustratos y memoria a teorías políticas anarquistas desde las experiencias milenarias de sociedades indivisas, de abundancia, y sin Estado, pero que llegaban a esa consideración estudiando no a los polinesios, sino a los pueblos amazónicos del Brasil o Paraguay. Véase Clastres, Pierre. La sociedad contra el estado, Caracas: Monte Avila, 1978, 190 páginas, traducción de Ana Pizarro.

[6] Cuatro años después de lo escrito por González Casanova, se estrenaba en México la película dirigida por Roberto Gavaldón, “Rosa Blanca”, que expresaba en grado concentrado parte del problema al que nuestro sociólogo hacía referencia, el filme estaba basado en la novela de B Traven, La Rosa Blanca, publicada en 1940. El otro aspecto de los llamados, por Fernand Braudel, “intercambios transparentes”, propios si no de sociedades indivisas sí de la persistencia de ese sustrato en la reciprocidad de la sociedad tradicional, también fue captado en la narrativa de B. Traven, en ese caso en la forma aún más condensada de un cuento, “Canastitas en serie”, que hace parte de la antología Canasta de cuentos mexicanos, publicada en 1946, y que también fue llevada al cine con ese mismo título, en 1956, bajo la dirección de Julio Bracho.

[7] Ya en otro lado hemos señalado la posible influencia que ejercería José Medina Echavarría sobre toda una generación de sociólogos latinoamericanos, en su paso, luego del exilio con motivo de la caída de la Republica en España, por México, Puerto Rico y Chile. González Casanova fue, entonces, su alumno en el Colegio de México, y de ahí pudo haber tomado elementos que amalgamaron los enfoques propuestos de Mauss, que ya vimos, con las indagaciones de Medina Echavarría (el desarrollo económico como un proceso social total); el sociólogo mexicano será capaz de conducir sus cuestionamientos al “desarrollo económico” (que lo hace en un par de artículos publicados en la importante revista mexicana Cuadernos Americanos), en una ruta que promete dirigirse a un mejor “enfoque integrado del desarrollo”, pero su meta no será la de enlistar tipologías de la dependencia (como fue el caso con Cardoso y Faletto, otros cercanos colaboradores de Medina Echavarría, ya en Chile) sino proponer una Sociología de la explotación (1969) montada sobre la peculiaridad del “colonialismo interno”, característica histórica del capitalismo en la región latinoamericana (Véase Gandarilla, 2020a).

[8] Autores que servirán a ese propósito, en la obra madura, serán Ernst Bloch con su filosofía de la esperanza, Jean Piaget con su constructivismo genético, o los chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela, con sus investigaciones sobre la autopoiesis, todos ellos vastamente citados en el libro de 2004.

[9] Ejemplo de ello fue la realización del importante Seminario Internacional “El mundo actual: situación y alternativas”, en diciembre de 1993 que, en un formato más breve y con invitados de mucho renombre, no era sino la explicitación de una postura, desde el Sur y con el Sur, haciendo uso de las teorías críticas y un marxismo renovados, luego de la crisis de paradigmas y la caída del Muro de Berlín, y el derrumbe del sistema histórico del socialismo soviético, y que habría dado, en el medio intelectual mexicano, rienda suelta a las confabulaciones neoliberales, en el encuentro “La experiencia de la libertad”, organizado por la revista Vuelta, en el Verano de 1990, y al intento de respuesta, en febrero de 1992, en el Coloquio de Invierno “Los grandes cambios de nuestro tiempo”, amparado en el triunvirato de quienes encabezaban la revista Nexos, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y la UNAM.

[10] Documento testimonial de su análisis de la problemática contemporánea de la educación superior en tiempos neoliberales, pero también de sus propuestas utópicas para una guía de la ciudad del conocimiento del futuro es su libro, La universidad necesaria en el siglo xxi (González Casanova, 2001).

[11] González Casanova, desde febrero del 2000, desplazó su actividad a la que siempre fue su casa, el IIS-UNAM, y con el mismo espíritu continúa desarrollando su proyecto sobre “Conceptos y fenómenos fundamentales de nuestro tiempo”.

[12] Véase Chaui, 2018.

[13] Y no solo en cuanto puntal refundacional de las teorías críticas, sino como visibilización de prácticas aún por desterrar de las instituciones de educación superior. Pues, como lo sostiene el mismo González Casanova, “el fin de la política racista, y de toda categoría política basada en la raza, habrá de coincidir con la representación de las culturas y las comunidades que han sido sometidas y explotadas por el colonialismo, sin cuya presencia no se explica el carácter del Estado colonial” (González Casanova, 2017: 438), y es así como debe ser leída la consigna de Angela Davis, “en una sociedad racista no basta con no ser racista. Hay que ser antirracista”. En estricta analogía, en una Universidad con instituciones atravesadas por criterios de racialización en las adjudicaciones de los puestos de poder no basta con decir que no se participa de esa estructura de blanquitud, hay que tomar posición y, si se está en condición, hay que tomar decisiones anti-pigmentocráticas.

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