Estudios

La crítica de Hinkelammert a la religión del mercado

Hinkelammert's Critique of the Market Religion

Jorge VERGARA ESTÉVEZ
Universidad de Chile, Chile, Chile

La crítica de Hinkelammert a la religión del mercado

Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 27, núm. 97, 2022

Universidad del Zulia

Recepción: 10 Agosto 2021

Aprobación: 20 Noviembre 2021

Resumen: Este artículo expone los aspectos centrales de su crítica a la teoría neoliberal y al “mercado capitalista como ser supremo”. Hinkelammert realizó un profundo cuestionamiento de dicha teoría entre 1970 y 1984. En sus últimos libros, especialmente en El totalitarismo del mercado, ofrece una crítica a la religión del mercado. Estas indagaciones forman parte de un programa de investigaciones que: a) constituye una excepcional interpretación sobre las crisis de las sociedades contemporáneas y su religión del mercado; b) desarrolla su respuesta de “el humanismo de la praxis” de Marx, fundado en el principio que “el hombre es el ser supremo para el hombre”.

Palabras clave: teoría neoliberal, utopía, la religión del mercado, el mercado capitalista como ser supremo, fetichismo, totalitarismo de mercado.

Abstract: This paper presents the central aspects of Hinkelammert`s critique of neoliberal theory and the "capitalist market as supreme being". He made a profound questioning of this theory between 1970 and 1984. In his last books he offers a questioning of the religion of the market, especially in The Totalitarianism of the Market. These investigations are part of his research program, which: a) constitutes an exceptional interpretation of the crises of contemporary societies and their market religion; b) his response is Marx's "praxis humanism", based on the principle of "man as supreme being for man".

Keywords: neoliberal theory, utopia, market religion, capitalist market as supreme being, fetishism, market totalitarianism.

CRÍTICA A LA TEORÍA NEOLIBERAL

Una de las principales características del pensamiento de Hinkelammert es su consistencia y capacidad de realización de un amplio programa de investigación iniciado con su tesis de doctorado. Este programa ha tenido dos objetivos principales: a) realizar un análisis crítico de la sociedad contemporánea incluyendo sus diversos discursos, especialmente sus concepciones económicas, políticas, utopías y mitos como el “totalitarismo de mercado”, y b) elaborar alternativas de superación a la “irracionalidad de lo racionalizado”[1], y la religión del mercado.

El autor realizó durante los setenta y ochenta del siglo pasado, desde 1970 a 1984, una profunda y rigurosa crítica a las pretensiones de cientificidad del neoliberalismo. Este tema es relevante, pues la apelación a la cientificidad ha sido uno de los principales argumentos de legitimación de esta doctrina, incluso para intentar invalidar cualquier crítica desde otras perspectivas, puesto que el neoliberalismo se autodefine como la única teoría económica científica. Popper, por su parte, avaló dichas pretensiones, pues presentó la teoría económica neoclásica como ejemplo de cientificidad social[2] y contribuyó a la elaboración de la teoría del individualismo y de las sociedades del neoliberalismo.

Esta tarea se realizó básicamente en cuatro obras: Economía y revolución de 1967; Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia, de 1970; Las armas ideológicas de la muerte, de 1977; y Crítica a la razón utópica, de 1984. Asimismo, hay que mencionar Cultura de la esperanza y sociedad sin exclusión, publicada en 1995[3]. En textos posteriores, este cuestionamiento fue incorporado e integrado a diversas temáticas económicas, políticas y teológicas, como un leitmotiv presente en sus análisis sobre: “la política del mercado total” , “el imperio totalitario”, “las leyes del mercado y la fe”, “la lógica de expulsión del mercado capitalista mundial”, “la exclusión y destrucción del medio ambiente (por) la globalización”, “globalización y derechos humanos”, “la utilidad de la limitación del cálculo de la utilidad”, y otras

Para el autor, el neoliberalismo no es sólo una teoría económica, sino una concepción de la sociedad, del hombre, de su libertad, igualdad, del derecho y otros aspectos[4]. En suma, tiene la pretensión de ser una cosmovisión que responde a las principales preguntas sobre el hombre, el sentido de la vida humana, la sociedad y sus principales subsistemas. Hinkelammert cuestiona de modo radical los distintos aspectos de dicha teoría, porque cuestiona sus raíces y los principios teóricos, en que basa su discursividad[5]. Asimismo, ha mostrado que no solo contiene supuestos teológicos[6], sino que, como se expondrá, el neoliberalismo es la teología de la religión del mercado[7] .

El primer libro generado por su programa de investigación fue Economía y revolución de 1967[8] que explicita las utopías del capitalismo y del comunismo.

La ideología clásica del liberalismo sostuvo la identidad de los intereses parciales y generales en este sistema de mercado”[9]. Esta ideología contiene tres tesis: “la maximización del producto total, el funcionamiento sin fricciones (y) la distribución justa del producto nacional (…). Estos elementos claves se explican en base a la convicción de poder realizar una racionalidad económica perfecta en el sistema económico. Se interpreta entonces el modelo de la competencia perfecta como un instrumento que busca realizar los contenidos del modelo[10].

Por su parte, Marx propuso abolir “el sistema monetario. Se puso en contra de todas las instituciones existentes, no buscando el cambio de contenido, sino que eliminándolas”[11]. Con ello hizo suya la utopía anarquista de una sociedad sin Estado, ni mercado y con democracia directa. Asimismo, Hinkelammert muestra cómo el capitalismo pudo sobrevivir mediante las reformas que limitaron la autonomía del mercado.

Sus investigaciones continuaron con la publicación de Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia. Esta obra expone los resultados de una investigación sobre el liberalismo y el marxismo como "ideologías del desarrollo". Es decir, como teorías que inciden en "la formación de una conciencia social y cultural adecuada al proceso estructural de desarrollo (...), son parte integrante del mismo proceso de desarrollo y tienen una importancia especial"[12]. Expone que el neoliberalismo ha sido una reestructuración de la teoría neoliberal que intentó responder frente a los cuestionamientos críticos de Marx, de los socialistas y liberales democráticos[13]. Asimismo, como lo ha mostrado Laval, surgió históricamente como una respuesta conservadora frente a la crisis del liberalismo de los años treinta del siglo pasado. Es el sucesor del liberalismo del laissez faire en oposición absoluta a toda forma de socialismo, en que incluye el keynesianismo y la economía social de mercado[14]. El economista austriaco Mises, mentor de Hayek, había establecido las bases teóricas del neoliberalismo en su libro Liberalismo de 1927[15].

Los neoliberales enfatizan la tesis neoclásica de que el mercado es un sistema autorregulado porque creen que existe una tendencia inmanente al equilibrio en el juego de sus factores. “Desde mediados del siglo XIX la teoría económica liberal y neoliberal, se dedica casi exclusivamente a hacer que el automatismo del mercado capitalista lleve al equilibrio total identificado siempre con alguna especie de solución óptima del reparto de los recursos (…). El modelo central para la argumentación es el de la competencia perfecta, penetrado totalmente por las intenciones ideológicas que persigue”[16]. Sin embargo, Hayek reconocía estar a oscuras sobre las condiciones en las cuales se supone la existencia de dicha tendencia al equilibrio de los factores del mercado. Hinkelammert cuestiona esta tesis.

La verificación del concepto de la mano invisible no se ha logrado ni es claro cómo podría verificarse. En el fondo se concede (...) que es pura suposición ideológica detrás de la cual hay un acto de fe y ningún argumento racional (...). El modelo matemático del equilibrio optimal, precisamente, demuestra que no puede esperarse del automatismo de la iniciativa privada el equilibrio económico y social"[17].

Asimismo, explicita el carácter utópico de la creencia en la tendencia al equilibrio.

Esta ingenuidad utópica está presente tanto en el pensamiento burgués -que atribuye a la realidad del mercado burgués la tendencia al equilibrio e identidad de intereses que se originan en alguna mano invisible - como en el pensamiento socialista -que atribuye a una reorganización socialista de la sociedad una perspectiva igualmente total de libertad del hombre concreto. De la tierra al cielo parece existir una escalera y el problema es encontrarla”[18].

En Las armas ideológicas de la muerte de 1978, continúa su análisis crítico de la teoría neoliberal examinando el pensamiento de Friedman, basado en la teoría neoclásica de la economía. Friedman no compartía de las concepciones evolucionistas de Spencer y Hayek sobre los seres humanos. En cambio, asumió una postura ontológica de radical individualismo, pues afirma que solo existen los individuos y la sociedad no tiene existencia real, y es solo una palabra que denomina una agrupación de individuos. “Para el hombre libre -escribe-, el país es una colección de individuos que lo componen, no es algo añadido y por encima de ellos” [19].

Considera que el individuo es el referente absoluto. Siguiendo a Hobbes piensa que para los individuos es ‘bueno’ lo que les gusta o atrae y ‘malo’ lo opuesto. Por ejemplo, Friedman dice “me molesta el espectáculo de la pobreza; por tanto, cuando alguien contribuye a aliviarla me beneficia a mí”[20]. Si un mendigo le pide una moneda, debe decidir si se la da para hacer desaparecer su expresión lastimera que le desagrada, o bien se aleja. La necesidad del mendigo está excluida de su análisis [21]. En otro ejemplo, se muestra de acuerdo con los propietarios de un condominio que, basados en su derecho de propiedad, rechazaron la llegada de nuevos vecinos porque no les agradaba su color

Hinkelammert demuestra que Friedman concibe al ser humano como homo economicus o con más precisión como un ser del mercado, y asevera que es ‘capital humano’. Este término aparece ya en su tesis de doctorado de 1946, y se refiere a autocomprensión y a la valoración de los individuos en el mercado, en función de la utilidad de sus conocimientos y capacidades. Esta tesis es una ruptura en la historia de las ideas antropológicas incluso de Adam Smith, que diferenciaba entre ‘capital y trabajo’ como factores productivos[22]. Esta distinción proviene de la ontología aristotélica que sostiene que los seres humanos y las cosas son de naturaleza diferente.

Una vez que establece este concepto, Friedman hace una comparación entre el ‘capital no-humano’ y el ‘capital humano’, mostrando las desventajas del segundo.

El hecho de que las fuentes de capital humano no se pueden ni comprar ni vender en nuestra sociedad significa, que el capital humano no proporciona, en situaciones de dificultad, una reserva tan buena como el capital no humano. El individuo que invierte en una máquina puede ser dueño de la máquina y asegurarse así la obtención de la remuneración de su inversión. La persona que invierte en otra persona no puede obtener esa clase de seguridad”[23].

Más adelante, agrega: “debido al marco institucional y debido a las imperfecciones del mercado de capitales, no podemos esperar que el capital humano responda a presiones e incentivos económicos de la misma forma que el capital material”[24].

Esto implica que los seres humanos son bienes de capital, comparables y competitivos respecto a las máquinas productivas. Por tanto, tienen un valor de mercado que es un valor de cambio. Por tanto, el mercado es el principio de inteligibilidad de los seres humanos. Kant decía que un mismo ‘objeto’, un bosque por ejemplo podía ser visto, ‘construido como objeto’, por distintos sujetos que se relacionan y actúan de modo distinto con este. Para un poeta puede ser una fuente de inspiración, para un leñador un recurso económico, para un botánico un objeto de estudio, etc. Igualmente, los seres humanos pueden ser vistos, de modos diferentes desde diferentes perspectivas económicas. Friedman optó por la del empresario que debe decidir cuál es la inversión más rentable. Si el ‘capital humano’ presenta ciertas desventajas respecto al no-humano, su productividad no es segura, por tanto es más riesgosa que la del capital no-humano[25].

Desde la perspectiva friedmaniana, los seres humanos no solo son capital humano que se ‘realiza’ en el mercado, sino también su personalidad está constituida por lo que se podría denominar ‘un mercado interior’, como lo ha designado Hinkelammert. El ser humano sería un ser económico; por eso si pretende actuar racional y eficientemente deberá aplicar el cálculo económico de acuerdo al principio de maximización, o sea debe minimizar costos y maximizar ganancias. Cada individuo es una empresa que debe competir y realizar su interés propio. Este criterio sirve para tomar cualquier decisión, por ejemplo, ayudar a una pareja a decidir si tendrán hijos. Asimismo, elaboró una concepción dual de la personalidad. De una parte, habría “el sujeto-portafolio” que es la substantivización de la capacidad de cálculo mercantil, semejante a la razón calculadora en Hobbes; y de otra parte, “el sujeto de preferencias”. Este sujeto-portafolio es análogo al inversionista que compra capital humano en el mercado laboral[26].

Los economistas neoclásicos, basados en la teoría subjetiva del valor, abandonan la concepción de los clásicos de la economía política y de Marx sobre los seres humanos como sujetos de necesidades objetivas calculables que provienen de su corporalidad y su necesidad de reproducir su vida. La reemplazan por la idea de un “sujeto de preferencias”, que es una construcción conceptual, un ser abstracto y descorporalizado, un fantasma[27].

Esta concepción del hombre le permite formular una teoría de la población entendida como “producción de seres humanos, como una deliberada elección económica, determinada por una comparación de rendimientos y costos”[28]. Desde esta posición teórica, propuso un análisis económico para las parejas que han pensado tener descendencia. Se supone que el sujeto de preferencias informa al sujeto-portafolio que desea tener un hijo. Este debería iniciar su proceso de cálculo clasificando a los hijos como bienes económicos:

Se ha de admitir que los hijos juegan un doble papel: son un bien de consumo, una manera de gastar la renta para adquirir satisfacciones, una alternativa a la compra de automóviles o servicio doméstico u otros bienes; son, a la vez, un bien de capital producido por una actividad económica, una alternativa a la producción de máquinas, edificios u otras cosas[29].

Esta clasificación es innovadora, pues implica suprimir la distinción entre la producción privada de bienes de uso que directamente satisfacen necesidades, y la producción de bienes para el mercado cuyo valor coincide con su valor de cambio. Los primeros no se incorporan al mercado, y por lo tanto carecen de valor de cambio, por ejemplo, una comida que se prepara para la familia. Por esta razón, no toda producción de bienes, es producción de mercancías. Los más importante bienes solo tiene valor de uso y no de mercado. Una parte de ellos provienen del trabajo hogareño, de producción de bienes y servicios necesarios para la reproducción de la vida individual y familiar. Este trabajo invisibilizado, sin el cual no podrían reproducirse día a día los seres humanos es realizado en todo el mundo, especialmente por las mujeres. Sin embargo, de acuerdo a teoría de la población friedmaniana, un hijo es un bien económico de mercado. Puede ser considerado como un “bien de consumo”, cuyo uso no genera nuevo valor económico, sino satisfacciones para el consumidor o como un “bien de capital” que produce ganancia, o ambas cosas a la vez. Este enunciado es una consecuencia de las premisas anteriores: “la personalidad de todo ser humano está constituida por un sujeto de preferencias y un sujeto calculador”, y consecuentemente define la población como “producción de seres humanos, como una deliberada elección económica”.

Para Friedman tener un hijo no podría ser analizado como la realización de un deseo basado o proveniente de una “necesidad” psicológica o afectiva de sus padres, puesto no menciona la necesidad de reproducción de la propia vida y de la especie, como sostenían Smith, los economistas clásicos y Marx. Considera que los seres humanos no son seres con necesidades de reproducir su vida, sino seres abstractos “sujetos de preferencias” como dice la teoría neoclásica, es decir, maximizadores racionales que se guían por el cálculo económico de ”comparación de rendimientos y costos”.

A continuación, señala que “el hecho de que los hijos sean, en este sentido, un producto conjunto, significa que hay que combinar los dos tipos de consideraciones: los rendimientos provenientes de los hijos como bienes de capital pueden considerarse como una reducción de sus costos como bienes de consumo”[30]. Se explicita aquí la radicalidad de su concepción del ser humano como capital humano: los hijos son mercancías complejas, son a la vez bienes de consumo y de capital, cuyos “costos de reproducción” disminuirán si aumentaran sus “rendimientos”. Desde esta perspectiva, los padres económicamente más racionales o competitivos serían lo que consiguieran que los rendimientos superen los costos. Es decir, los que convierten a los hijos en bienes de producción que producen ganancia, dejando por ello de ser costosos bienes de consumo.

La aplicación de los métodos económicos, especialmente la búsqueda de la maximización, requiere simbólicamente cosificar a los seres humanos, considerarlos como bienes de mercado, como capital cuyo valor se expresa en su precio; es decir, mercancías disponibles para aumentar la ganancia y la acumulación.

La calculabilidad de cualquier objeto implica ahora extender el cálculo -real o imaginario- a más y más objetos. Al considerarse como capital cualquier fuente de ingresos (también el trabajo), se capitaliza el valor de capital del sujeto de preferencias a partir de la corriente de ingresos que rinde su trabajo, ofrecido en el mercado al interés vigente. Contempla los posibles aumentos de ingresos y los necesarios conocimientos nuevos, para los cuales necesita capacitación. La capacitación se debe efectuar si su costo es igual o menor a la renta adicional capitalizada. De lo contrario, debe considerarse como un bien de consumo y evaluar la satisfacción relativa que rinde. También la amistad debe analizarse desde este punto de vista: un amigo que te ayuda regularmente, tiene un valor de capital, y vale la pena invertir en él sumas menores que la ayuda adicional capitalizada. Y así sucesivamente. ¡Todo se disuelve en el negocio![31].

Hinkelammert ha mostrado que los conceptos básicos del neoliberalismo carecen de una posible expresión operativa. Sus teorías se basan paradojalmente en la fe en el mercado. “En el fondo de casi todas las objeciones contra el mercado libre hay una falta de fe en la libertad misma”[32]. Esta situación ha llevado a plantear la pregunta sobre la capacidad explicativa de las teorías de Friedman. “Hace falta saber que esta transformación de todos los problemas humanos en decisiones de un cálculo que un sujeto-portafolio hace frente a un sujeto de preferencias. Si no sirven para explicar nada ¿Para qué sirven entonces? Una respuesta posible es que sirve para mostrar el pretendido alcance total y sin límites de las relaciones mercantiles”[33]. Esta retórica economicista pretende revelar el secreto de la realidad en sus diversas formas, cuya diversidad estaría ocultando su verdadera unidad.

Se trata de desarrollar una visión de mundo en la cual cualquier fenómeno está sujeto a relaciones mercantiles sin ninguna zona libre, no en el interior ni en el exterior de las personas. (…) El cálculo mercantil trata de absorberlo todo; y donde no puede establecer relaciones mercantiles, las establece a lo menos imaginarias. Se trata de un totalitarismo mercantil sin ningún límite, al cual ya nada ni nadie debe escapar. Toda la denigración humana contenida en tal reducción absoluta de todos los fenómenos a una expresión mercantil, no expresa más que la denigración que estas relaciones mercantiles significan[34].

La Crítica de la razón utópica, de 1984, es una investigación sobre la razón utópica en la modernidad que cuestiona la "ingenuidad utópica", que cree posible realizar conceptos límites meramente pensables[35]. Examina "el pensamiento antiutópico de la tradición neoliberal actual" en la teoría del mercado de Hayek y en las críticas de Popper a la planificación. Desarrolla una nueva línea argumental, complementaria a la anterior. Aquí explica que "la competencia perfecta es un concepto límite no empírico", es decir, cuyas condiciones de posibilidad son ideales y, por tanto, sólo puede ser pensado, pero no realizado.

Señala que Hayek ha reconocido que la competencia perfecta implicaría la ausencia social de actividades competitivas. Pero el argumento refutativo principal de Hinkelammert es que la competencia real no puede producir una tendencia al equilibrio, pues solo genera y reproduce el desequilibrio. El equilibrio es opuesto a la competencia: "podemos hablar de una negación del proceso social de competencia por el concepto límite de la competencia perfecta y, por tanto de una contradicción dialéctica de la competencia"[36]. Así sucede también en el orden jurídico existe el concepto límite de un derecho absolutamente respetado. Pero, siempre debe haber una posibilidad de desacuerdo, si no, no tendría sentido un orden normativo.

Si se afirma, como lo hace Hayek, la existencia de tendencias a la realización de conceptos trascendentales, entes de razón posibles porque no son autocontradictorios, se confunden las posibilidades abstractas con las concretas, que son las únicas que pueden llegar a realizarse. "En ningún caso hay automatismos que produzcan tendencias empíricas a conceptos límites (...). Tendencias empíricas a conceptos no-empíricos del tipo de los conceptos límites no tiene ningún sentido. Sin embargo, el pensamiento neoliberal descansa precisamente sobre esta confusión"[37]. Esta crítica es complementaria a la de Naredo, que sostiene que los conceptos fundamentales de la economía política provienen de la metafísica de la Ilustración del siglo XVIII[38].

Asimismo, ha señalado que una de las más importantes inconsistencias de la teoría neoliberal de la competencia perfecta, se encuentra en el supuesto del conocimiento perfecto, o de la previsión perfecta. Esta fue descubierta por el téorico Oskar Mortgenstern que asevera que siempre estamos calculando los efectos posibles que un nuevo comportamiento nuestro podría tener en el comportamiento de los otros, y viceversa. Sin embargo, esta capacidad es limitada: nunca podemos prever todas las alternativas de respuesta del otro a cada uno de nuestros posibles comportamientos. Si pudiéramos hacerlo, jugar ajedrez, por ejemplo, no tendría ningún sentido porque conoceríamos de antemano todas las respuestas posibles del otro jugador, y este las nuestras. La interacción es posible porque no tenemos previsión perfecta, si la tuviéramos, dice Mortgenstern, nos paralizaríamos. Hinkelammert señala que el equilibrio es imposible en relaciones conflictivas si hubiera previsión perfecta. No obstante "si se sustituye la conflictividad por el acuerdo mutuo (...), el supuesto del conocimiento perfecto no produce ninguna "paradoja insolucionable" (…). (En consecuencia) "el único equilibrio consistentemente pensable es el equilibrio planificado"[39].

Seguidamente, refuta los argumentos de Popper contra la planificación. Este supone que esta debería incluir todas las relaciones sociales, pero eso es imposible de acuerdo al principio del pensamiento moderno de la limitación del conocimiento humano. Hinkelammert asevera que, actualmente, las teorías de la planificación son parciales, y solo abarcan una parte de las relaciones sociales y económicas; por ello el número de relaciones es siempre finito. En consecuencia no existe imposibilidad lógica de planificar, como lo sostiene Popper, sino sólo fáctica. Un sujeto podría alcanzar el conocimiento necesario para hacerlo[40].

Los textos mencionados exponen su interpretación crítica sobre la teoría neoliberal. Por una parte, es la utopía de la tendencia al equilibrio y la aproximación sucesiva a la competencia perfecta y, por otra, es un reduccionismo economicista, un totalitarismo mercantil.

LA RELIGIÓN DEL MERCADO Y EL HUMANISMO DE LA PRAXIS

En Totalitarismo del mercado[41], Hinkelammert plantea una interpretación sobre los diversos termidores que, a través de la historia, han institucionalizado las revoluciones populares o han realizado contrarrevoluciones destinadas a minimizar o anular los derechos conquistados. La expresión termidor es “entendida como aquel sujeto, partido o sección del movimiento revolucionario que, en nombre de la revolución, traiciona los elementos básicos o fundamentales del proceso”[42]. En consecuencia, propone “enfrentar a los termidores para formular una alternativa que vaya más allá de ellos para formular una democracia real, que en todos los termidores anteriores fracasó”[43]. Podría decirse que interpreta la situación socioeconómica actual como un nuevo e inédito termidor. “Lo que hoy nos amenaza es un nuevo totalitarismo, que está formándose, y en gran parte se ha formado, como totalitarismo de mercado (…). Los poderes anónimos del mercado (…) someten cada vez más a los poderes políticos a su lógica totalitaria”[44]. Se plantea entonces un conflicto entre el poder del mercado cuyo totalitarismo aún no se ha consumado. La democracia

(…) no responde ya al pueblo sino al mercado. Estamos frente a la disyuntiva entre democracia y mercado; entre un mercado, que se impone a todo (…), en todas partes y en cada momento, o el desarrollo de una democracia que responda a la voluntad de los pueblos, y exige que el mercado sea conforme a la democracia, y que, por lo tanto tenga en su centro no el mercado sino el ser humano[45].

Rechaza la interpretación de Weber que afirma que una de las características de la modernidad es la secularización. Sostiene en cambio que “no hay secularización, sino divinización del mercado. Es a la vez fetichización del mundo que sustituye la Entzauberung (desmagización, desencantamiento) del mundo, que Max Weber constataba. Sin embargo, el fetiche, del cual ya hablaba Marx, sustituye la magia. En el fetiche la omnipresencia del mercado está dada”[46]. Como se ha señalado, la divinización del mercado lo convierte en el Ser Supremo y esta es la creencia básica de la religión del mercado.

Sostiene que la filosofía de Hobbes fue la primera que postuló el dios del mercado.

Este Leviatán de Hobbes es el dios mortal por debajo del Dios eterno: el Dios mortal es el dios de la religión del mercado. El dinero es, según Hobbes, su sangre. El dinero es el principio de vida del dios mortal, y es el dios del mercado. Pero el mercado es el centro de lo que Hobbes llama la Commonwealth. Se trata del sistema económico-social. Es ahora el mercado transformado en el dios único (…) que es a la vez mercado, dinero y capital. Es un dios trinitario[47].

Adam Smith concibe el mercado como un orden económico en el cual la “Mano invisible de la Divina Providencia” transforma el choque de los conflictos del mercado y crea un armónico orden económico.

El pensamiento de Adam Smith, concibe en la segunda parte del siglo XVIII el mercado como una divinidad que regula por medio de su mano invisible el conjunto de todos los mercados en todos los lugares. Con eso el dios mercado se instala como el dios superior a todos los dioses, que es a la vez el criterio de verdad sobre todos los dioses. Es el dios de la autorregulación del mercado, que con su mano invisible lleva toda acción humana realizada en mercados al mejor resultado posible[48].

Según Smith la Divina Providencia emplea todos los recursos para regular el funcionamiento del mercado, incluso la población.

“Así es como la escasez de hombres, al modo de las mercancías regula necesariamente la producción de la especie humana: la aviva cuando va lenta y a contiene cuando se aviva demasiado (…), en todos los países del mundo”[49]. Esto implica que los medios del mercado, al cumplir la función de la auto-regulación, son el hambre y la enfermedad. A eso se debe la armonía del mercado. Esta armonía asegura que cada uno sea servidor del otro, inclusive a través de su muerte. Asegura, que nunca sobrevive alguna población que resulta sobrante en el mercado. El mercado mata graciosamente a los superfluos, que (…) promovió. De esta manera, la armonía bella del mercado es total. No obstante, la consecuencia de la aplicación de estos medios es devastadora[50].

El pensamiento de Smith es un pensamiento sin derechos humanos y en este sentido sin ética, en el cual todos los derechos que el ser humano tiene son derechos correspondientes al mercado. Por tanto, son derechos de propiedad. Para Smith el mercado es el ser supremo para el ser humano”[51]. Asimismo, también podría interpretarse, desde la perspectiva de Hayek, que existe “una ética del mercado”, cuyas normas de funcionamiento se convierten ideológicamente en normas éticas[52].

Con la Revolución Francesa surge la afirmación de los derechos humanos. En el siglo XIX aparecen las luchas emancipadoras que invocan dichos derechos.

Por medio de la categoría de la ciudadanía y su ampliación (se) desata un movimiento de derechos humanos, que va a definir las luchas futuras de emancipación. El ser humano como ciudadano o ciudadana no es necesariamente burgués, sino puede volcarse a una emancipación más allá de los límites de la sociedad burguesa dada (…). Se trata de la emancipación de (los) esclavos, de (las) mujeres y de la clase obrera[53].

Aunque los movimientos emancipatorios provienen de los principios universales de la Revolución Francesa, esta se vuelve contra ellos por que era una revolución burguesa cuyos principios son particulares.

Estas exigencias de emancipación han sido producto de la revolución francesa, pero esta se vuelca contra de ellas al definirse como revolución burguesa. Posteriormente son reclamados por los grandes movimientos de emancipación humana: de los esclavos, de las mujeres y de la clase obrera en general. Posteriormente vienen muchas más emancipaciones como las de las colonias, de las culturas colonizadas e inclusive de la naturaleza explotada y destruida”[54].

Marx comprendió, ya en 1844, que el Dios trascendental había sido sustituido por “los dioses terrenos” del mercado y del dinero. “La crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el ser humano es el ser supremo para el ser humano y, por consiguiente, en el imperativo categórico de echar por tierra todas las relaciones en que el ser humano sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable”[55].

Comprendió que había aparecido “una teología secular y hasta profana, producto de la propia modernidad (…). Una religión que está en calles; que Marx describía como “religión de la cotidianidad. Tiene dioses falsos, pero no tiene dioses trascendentes”[56]. De acuerdo al método de la negación concreta, convierte la negación a la religión del mercado que su crítica implica en la afirmación de un humanismo de la praxis que permitiría la superación de lo negativo.

Es necesario para desarrollar una praxis en la línea del humanismo, cuya estructura básica ha desarrollado (…), (Marx) jamás abandona esta estructura de una teología profana (…). Una vez desarrollada amplía el marco de su crítica a lo que él llama “crítica de la economía política”, sino que le dará el marco de las ciencias sociales que le permiten desarrollar después los instrumentos teóricos de una praxis de transformación[57].

Esta praxis surge ya en el siglo XIX como acción consciente en las luchas emancipatorias que se oponen al sistema burgués, y lo desafían como víctimas de su propio desarrollo.

Se trata de un nuevo humanismo que es humanismo del sujeto viviente frente a la reducción del humanismo burgués, al humanismo de propietarios en una sociedad de mercado, que tenía la tendencia a reconocer un solo derecho como derecho humano: el derecho de propiedad. Las luchas de emancipación tuvieron muchos éxitos al introducir en las constituciones los derechos humanos, que la reducción del Estado de derecho al derecho de propiedad tiende a excluir”[58].

A mediados de los setenta del siglo pasado se instaura “la estrategia de globalización”, que se inicia con el golpe de estado en Chile en 1973, que ha traído funestas consecuencias sociales y ambientales minimizando o anulado los derechos humanos del sujeto humano viviente. “Eso ocurre en nombre de la totalización de los mercados y de la propiedad privada, en cuya consecuencia son anulados paso a paso los derechos humanos resultado de estas luchas de emancipación de los últimos dos siglos[59].

La religión del mercado que se ha generalizado y profundizado con dicha estrategia es la fuerza impulsora del totalitarismo de mercado.

Se trata de una religión que no es reductible a una ideología (…). De la adquisición de una postura existencial, con su correspondiente visión de la realidad, que es una religión. Como tal se trata de una especie de inconsciente marco categorial de la percepción del mundo. Y estas posturas existenciales cambian normalmente solamente por procesos de conversión religiosa[60].

Cita como ejemplo el de Alan Greenspan que fue presidente de la Reserva Federal. Experimentó una conversión cuando conoció las ideas de la escritora Ayn Rand y descubrió su “utopía de la codicia”: “hacer dinero no es solamente una buena cosa para él; también lo era para el conjunto de la sociedad”[61]

La negación de los derechos humanos tiene antecedentes en el pensamiento conservador del siglo XIX de Spencer y Nietzsche. El primero fue el creador del darwinismo social que en nombre del liberalismo del laissez-faire rechazó el incipiente reconocimiento de derechos políticos y sociales en la Inglaterra victoriana.

Sostuvo que existía la tendencia inmanente hacia el progreso en el campo económico, en la naturaleza y el cosmos. Esta “mística del progreso”[62] sacrifica la naturaleza y los seres humanos, y está a la base de la destructividad ambiental y social contemporánea[63]. Spencer fue uno de los creadores de dicha mística. Sostuvo que existía una tendencia inmanente y necesaria hacia el progreso tanto en el cosmos, como en la naturaleza y la sociedad. Asimismo, fue el creador del darwinismo social que se sintetiza en el principio que para mejorar las sociedades hay que privilegiar la supervivencia de los más aptos y abandonar o dejar morir a los más débiles. Se ha demostrado que esta no es una teoría científica, sino una doctrina racista, elitista y de negación de la igualdad humana. Incluso ha probado que en los árboles de los bosques y las manadas de animales se protege a los más débiles. Esta ideología sigue siendo una justificación de políticas sociales de exclusión; es un discurso de la desigualdad en sus diversas versiones, especialmente en el liberalismo de Hayek y Friedman, así como en el discurso de dirigentes conservadores actuales. Asimismo, la versión más radicalmente racista del nazismo fue una ideología genocida.

El radical individualismo de Spencer se expresa en su tesis de que el Estado es el enemigo de la libertad individual, especialmente la económica. Este es un discurso contrario a los derechos humanos básicos y especialmente de los económicos y sociales. Este individualismo antiestatista aún se emplea como un conjunto de creencias y argumentos contra la humanización de la sociedad y contra toda forma de Estado social. Esta idea se ha incorporado al pensamiento político conservador de Hayek, Friedman y los neoliberales, como lo ha señalado John Gray y otros autores[64].

Spencer se definió a sí mismo como un liberal que identificaba el liberalismo con un extremo antiestatismo, con el laissez faire, con un mercado completamente desregulado, en suma con un radical individualismo posesivo. Hizo varias críticas a los conservadores, pero en realidad su pensamiento es una forma agresiva de conservadurismo social, de conservación del orden social y político de la democracia de comienzos del siglo XIX, elitista y censitaria y carente de derechos humanos. Spencer consideraba el Estado como un poder coercitivo sobre los ciudadanos y en nombre de la defensa de la libertad individual propiciaba un Estado mínimo. Su conservadurismo no fue el de la elite aristocrática terrateniente, sino el de la middle class profesional y cientifista, ligada a la Revolución Industrial y a la expansión del imperio inglés. Denostaba a los liberales como John Stuart Mill, que querían hacer del Estado del laissez faire un Estado social. Les llamaba conservadores que solo buscaban fortalecer el Estado y limitar la libertad individual. Sin embargo, los liberales reformistas o sociales no buscaban recuperar el Estado absolutista, sino crear una nueva e inédita forma de Estado basada en una democracia social.

Spencer fue partidario de la libertad económica ilimitada y rechazaba cualquier restricción al mercado y, consiguientemente, cualquier forma de intervencionismo. Consecuentemente, se opuso a la restricción del horario de trabajo de los niños en las fábricas; a la ayuda del Estado a los desempleados y a los pobres a quienes consideraba “parásitos que, de un modo u otro, viven a expensas de la sociedad, vagos y borrachos (…), jóvenes que constituyen una carga para sus padres (…). Una criatura incapaz de bastarse a sí misma debe perecer”[65]. Creía que los pobres lo eran “por los defectos de la naturaleza humana mal adaptada al estado social. (Los socialistas) imaginan que es posible remediarlos mediante una nueva ordenación.(…) (Pero) ninguna forma de cooperación, grande o pequeña, puede establecerse sin que implique sumisión a los organismos reguladores. (Esto conducirá) al despotismo de una burocracia organizada y centralizada”[66].

Nietzsche fue el más importante pensador conservador del siglo XIX. Impugnó la Ilustración y depreciaba el cristianismo, la democracia y la igualdad.

El cristianismo ha difundido deliberadamente el veneno de la doctrina de los derechos iguales para todos. Con esto, el cristianismo y los más bajos instintos que lo caracterizan, han declarado una guerra a muerte contra las normas de respeto que deben existir entre los hombres de diferente condición intelectual, y que son las que determinan la elevación, el progreso, de la cultura; esto significa que se ha exacerbado el ánimo de la plebe contra nosotros, los aristócratas del pensamiento[67].

Expresó su desprecio a las mujeres. “¿Vas a juntarte con mujeres? Pues, ¡no te olvides del látigo![68]. Celebró la opresión de de los ‘indeseables’ hindúes en las Leyes del Manú. ”Para Nietzsche la guerra es la mayor expresión de lo humano. La liberación de los esclavos pone en peligro la libertad humana”[69]. El darwinismo social fue una de las fuentes del racismo fascista y genocida, la doctrina más radical de negación del derecho a la vida de los considerados inferiores y restauró la esclavitud.

Hinkelammert ha mostrado el nihilismo de destacados escritores: Borges Junger, Rand, Vargas Losa, y otros, cuyas obras “siempre contiene la negación de los derechos humanos y la afirmación de la voluntad del poder como el fundamento de todo lo humano. En el lenguaje de la economía se lo traduce por “competencia”. Se puede tratar de la competencia del mercado, como igualmente de la competencia por medio de la guerra”[70]. Frente a este antihumanismo nihilista y de la religión del mercado, Hinkelammert afirma el humanismo de la praxis.

Aparece la sacralización del ser humano como el sujeto de toda ley e institución. La sacralización del ser humano resulta ser la declaración de su dignidad, y hoy la formulan los indignados. Esto tiene que desembocar en una intervención sistemática y duradera en el mercado, las instituciones y el mundo de las leyes en pos de la dignidad humana. El mercado es para el ser humano, y no el ser humano para el mercado. El ser humano no es para el capital y su maximización de las ganancias, sino que el capital es para el ser humano. La política tiene que ser de humanización y no de comercialización. Eso incluye la humanización de la naturaleza, que presupone el reconocimiento de esta como sujeto[71].

Asimismo, ha explicitado la cooptación de las religiones por la religión del mercado. “(La) religión del mercado hoy se erige en el criterio de verdad de todas las religiones. No pueden contar con ningún reconocimiento sino formulan el centro de su fe en términos de esta religión del mercado”[72].

En este contexto cultural retoma su crítica al neoliberalismo el cual niega o declara la irrelevancia derechos humanos. Mises sostiene que "se parte siempre de un error grave, pero muy extendido: el de que la naturaleza concedió a cada uno ciertos derechos inalienables, por el solo hecho de haber nacido"[73]. Hinkelammert explicita su sentido.

Significa, que todos los seres humanos tienen derechos de propiedad, pero ningún derecho de poder vivir. Derechos de propiedad, protegen la propiedad que uno tiene. Pero aquella persona que no tiene propiedades, no tiene ningún derecho. El neoliberalismo rompe aquí con una tradición humana milenaria. Esta fue siempre sostenida, aunque muchas veces no fue cumplida[74]

Por su parte, Hayek se declara partidario de “la regulación natural” es decir, hay que dejar morir a los que sobran en el mercado. “Al igual de los ancestros que habitaban cavernas, el hombre contemporáneo debe aceptar el control demográfico tradicional: hambrunas, pestes, mortalidad infantil, etcétera”[75]. De ahí deduce la necesidad de sacrificios humanos, según lo expresó en una entrevista posterior:

Una sociedad libre requiere de ciertas morales que en última instancia se reducen a la mantención de vidas: no a la mantención de todas las vidas porque podría ser necesario sacrificar vidas individuales para preservar un número mayor de otras vidas. Por lo tanto las únicas reglas morales son las que llevan al 'cálculo de vidas': la propiedad y el contrato"[76]. Hinkelammert comenta: “resulta aquí la exigencia abierta del sacrificio humano. Son sacrificios humanos que promueven la fertilidad. Constituye a partir de esta renuncia a los derechos humanos su religión neoliberal del mercado. El pensamiento neoliberal lleva eso al extremo[77].

Hayek hizo explícita su pertenencia a la religión del mercado.

En su aspecto religioso, dicha interpretación (del mercado FH) queda reflejada en ese pasaje del padrenuestro que reza; “hágase tu voluntad (que no la mía) así en la tierra como en el cielo”, y habla igualmente en la cita evangélica: ‘No sois vosotros quienes me habéis elegido, sino Yo quien os eligió para que produzcáis fruto y para que este prevalezca (San Juan, 15:26)”[78].

La religión del mercado de Hayek convierte estos textos evangélicos en enunciados suyos.

Según Hayek el mercado habla a través del padrenuestro y frente a eso, la persona neoliberal contesta con las mismas palabras de este padrenuestro diciendo al mercado: ‘hágase tu voluntad (que no la mía) así en la tierra como en el cielo”. Y el mercado sigue hablando por medio del evangelio de San Juan y dice a sus creyentes con la voz de Cristo: “No sois vosotros quienes me habéis elegido, sino Yo quien os eligió para que produzcáis fruto y para que este prevalezca”. Hayek no ve solamente la omnipresencia del mercado. Igualmente ve su omnisciencia y su omnipotencia. De esta manera, el mercado se transforma en un dios que tiene derecho a matar y que es un dios déspota legítimo. Evidentemente necesita este dios para poder imponer legítimamente la abolición de todos los derechos humanos”[79].

El citado texto de Hayek tiene un carácter ritual, pues asume el papel de un sacerdote que explica el verdadero sentido del texto evangélico y realiza la identificación entre Dios y el mercado divinizado.

Seguidamente, analiza dos manifestaciones de la religión del mercado: la autobiografía de Alan Greenspan; y “El dios del consenso de Washington y del neoliberalismo”; un libro del predicador estadounidense Haal Lindsey. En la parte final del capítulo “La primacía del ser humano en el conflicto con la idolatría” expone “La crítica de la idolatría del papa Francisco”. Allí analiza sus primeros textos del 2013, especialmente su exhortación apostólica Evangelli gaudium, donde muestra que el dinero y el mercado se han convertido en ídolos.

“Así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. Esa economía mata”[80]. Hinkelammert asevera que esta concepción tiene su origen en el antiguo Testamento para el cual arrebatar al prójimo su sustento significa matarlo. Este significado aparece también en Shakespeare y en Marx como dejar morir, pues exclusión e inequidad son un acto de muerte. Francisco ve una crisis antropológica en la preeminencia del dinero y la negación de la primacía del ser humano.

Una de las causas de esta situación se en­cuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras socieda­des. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adora­ción del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verda­deramente humano[81].

Hinkelammert había dicho que el mercado y el dinero se han convertido en ídolos en cuya nombre se impone una dictadura sin rostro humano. La acumulación económica de la minoría mediante la autonomía de los mercados y la especulación financiera niega el bienestar de la mayoría. Como se ha citado, el economista Stiglitz señala que “el uno por ciento tiene lo que el 99 % necesita”, y por su parte los neoliberales rechazan el derecho de los Estados para asegurar la justicia mediante un sistema de intervenciones.

Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Es­tados encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible. (…) El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en or­den a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda inde­fensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta”[82].

Hinkelammert asevera que hay una notable similitud entre estos textos y sus análisis y planteamientos, pues Francisco proviene de una de las corrientes de la teología de la liberación. No obstante, hay una diferencia importante. La interpretación de Francisco de la religión del mercado como idolatría supone la existencia de una religión verdadera. En cambio, la de Hinkelammert no supone una perspectiva religiosa; proviene de las ciencias sociales y del humanismo de la praxis de Marx, quien escribió que el dinero y el mercado se han convertido en “los dioses terrestres”, sustituyendo a los dioses trascendentales. La propuesta del humanismo de la praxis de Hinkelammert no supone o niega un dios verdadero, sino que es el reconocimiento de que el ser humano es el ser supremo para el hombre.

REFLEXIONES FINALES

Podemos preguntarnos cuál es la relación entre su crítica a la teoría neoliberal y su cuestionamiento a la religión del mercado. Como se ha expuesto, la primera demuestra las inconsistencias de la teoría neoliberal. Muestra que Hayek reconoce que no se ha probado, ni se sabe cómo funciona la supuesta tendencia al equilibrio de los factores económicos. Es decir, su tesis central es solo una creencia, one whishful thinking que no se ha podido comprobar, y que quizá nunca se pueda verificar. En el segundo análisis sobre la obra de Hayek muestra que la teoría neoliberal contiene una utopía irrealizable, que su autor asume con ingenuidad utópica, que consiste en creer que puede haber aproximación a conceptos trascendentales como el de la competencia perfecta. Asimismo, cuestionó el modelo matemático que está a la base de la teoría económica de Hayek y explicitó el carácter contradictorio del concepto de competencia perfecta y el de la imposibilidad del conocimiento perfecto. Su examen de la antropología de Friedman demuestra que es una utopía irrealizable llegar a ser completamente un homo economicus, porque es imposible calcular un conjunto de cualidades no cuantificables y, asimismo, por la insoportable degradación de la imagen de los seres humanos redefinidos como capital humano. Más aún, demuestra que el neoliberalismo es un totalitarismo mercantil, porque pretende que nada ni nadie pueden escapar de su reduccionismo economicista. Esta crítica refuta su pretensión de ser una teoría científica, y demuestra que es una teoría deficitaria, abstracta y utópica.

Posteriormente, Hinkelammert en diversas obras formula un análisis crítico de la crisis civilizatoria de la sociedad contemporánea, de sus valores, contradicciones, la primacía de la racionalidad formal y tecnoecómica, sus ideologías de muerte, la predominancia de la ley que mata, la negación de los derechos humanos y la exclusión. Esta crisis es la mayor de la historia por su destructividad y nos sitúa en una encrucijada histórica en que se juega la supervivencia de los seres humanos no solo ambientalmente, sino socialmente. Consiguientemente, sostiene que estamos en un dilema radical: “Solidaridad o suicidio colectivo”[83].

Como se ha expuesto, Hinkelammert considera que esta crisis global y radical es consecuencia de la creciente instauración del totalitarismo mercantil que ha cooptado los Estados y el desarrollo tecnológico e industrial. Sin embargo, las elites de poder no reconocen la profundidad de la crisis y creen que se resolverá por el crecimiento y/o el desarrollo tecnológico. Hinkelammert se pregunta por qué no reaccionan ante los signos de los colapsos.

La historiadora Bárbara Tuchmann ha analizado los desastres históricos desde la guerra de Troya hasta la de Vietnam, incluyendo la Reforma y se podría agregar los de la Segunda Guerra Mundial[84]. Ha descubierto ciertas constantes. Los desastres se producen casi siempre porque las elites de poder y sus burocracias (políticas, económicas, militares, religiosas y otras) se muestran incapaces de reconocer los signos de la crisis, niegan o ignoran los argumentos que refutan sus representaciones e ilusiones e insisten irracionalmente en minimizar los riesgos, en mantener la dirección de sus decisiones y en considerar como sostenibles instituciones y formas de acción que ya han perdido vigencia. Asimismo, intentan excluir, marginar o eliminar, a los que explicitan las crisis y proponen un cambio radical. Más aún, dichas elites han construido su identidad en relación a ciertos proyectos sociales manteniendo ideas y conductas que fueron exitosas por un tiempo y en ciertas condiciones, pero progresivamente dejaron de serlo porque aumentaron las resistencias, cambiaron las condiciones, pero ellos no pudieron cambiar sus representaciones y sus acciones.

Los análisis de Hinkelammert sobre el totalitarismo mercantil permiten comprender porque en el caso de la crisis global las elites de poder inmersos en la religión del mercado reproducen y profundizan dicha crisis. El humanismo de la praxis es una vía para potenciar las tendencias emancipatorias, para superar el conformismo y la fragmentación social e ir creando un poder horizontal que pueda conducirnos a una democracia efectiva que disminuya el poder de las elites y de la religión del mercado.

Notas

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VERGARA, J. (2001). ”La contribución de Hinkelammert a la crítica latinoamericana al neoliberalismo”, Polis Nº 2, v.1, Universidad Bolivariana, Santiago de Chile.

Notas [1] HINKELAMMERT F. J. (2001). El nihilismo al desnudo. Los tiempos de la globalización. Lom, Santiago de Chile.

[2] VERGARA J. (2001). ”La contribución de Hinkelammert a la crítica latinoamericana al neoliberalismo”, Polis Nº 2, v.1, Universidad Bolivariana, Santiago de Chile.

[3] VERGARA J. (2015). Mercado y sociedad. La utopía política de Friedrich Hayek. Universidad Unimininuto, Universidad de Chile, Clacso y Red Internacional de Pensamiento Crítico. Universidada Uniminnuto, Bogotá. p. 28.

[4] Ibid

[5] VERGARA J. (2001), op. cit.

[6] Ibid

[7] HINKELAMMERT F. J. (2020). El totalitarismo de mercado. El mercado capitalista como ser supremo. Akal, México D.F.

[8] HINKELAMMERT F. J. (1967). Economía y revolución. Editorial del Pacífico, Santiago de Chile

[9] Ibid, p. 45.

[10] Ibid.

[11] Ibid, p. 47

[12] HINKELAMMERT F. J. (1970). Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia. Ediciones Nueva Universidad, Santiago de Chile. p. 8.

[13] VERGARA J. (2001). Op. cit.

[14] LAVAL C. y DARDOT P. (2013). La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal. Gedisa, Barcelona.

[15] MISES L. (1996). “Liberalismo”. En Sobre liberalismo y capitalismo I. Folio, Barcelona

[16] HINKELAMMERT F. J. (1970). Op. cit. p. 23.

[17] HINKELAMMERT F. J. (1970). Op. cit. pp. 28 y 29.

[18] HINKELAMMERT F. J. (1984). Op. cit. p. 13.

[19] FRIEDMAN M. (1966a). Capitalismo y libertad. Rialp. Madrid. p. 13.

[20] Ibid. p. 242.

[21] Ibid. pp. 242-243.

[22] SMITH A. Investigación sobre la naturaleza y la causa de la riqueza de las naciones. F.C.E., México D. F. pp. 63-84

[23] FRIEDMAN M. (1966b).Teoría de los precios. Madrid. pp. 258

[24] Ibid, p.313

[25] VERGARA J. y MARTIN A., (2017). “La concepción del individualismo de Hayek y Friedman” En Pensar la educación desde Friedman a Dewey. Universitaria, Santiago de Chile. 41-47.

[26] HINKELAMMERT F. J. (1978). “El fetichismo feliz de Milton Friedman”. En Las armas ideológicas de la muerte. Ed. Sígueme, Salamanca. 99-126.

[27] HINKELAMMERT F. J. (1978). Ibid. p. 105.

[28] FRIEDMAN M. (1966b).Op. cit., p. 266.

[29] Ibid. Pp. 266-267

[30] FRIEDMAN M. (1966b). Op. cit., p. 267.

[31] HINKELAMMERT F. J. y MORA H. (2014). Economía, vida humana y bien común. 25 gotitas de economía crítica. Ed. Arlekín, San José, Costa Rica. p. 96.

[32] FRIEDMAN M. (1966a). Op. cit. p .30.

[33] HINKELAMMERT F. J. y MORA H. (2014). Op. cit. p. 95

[34] Idem. p. 107.

[35]Idem. 113.

[36] Ibid, p. 61.

[37] Ibid, p. 62.

[38] VERGARA J. (2002). Op. cit.

[39] HINKELAMMERT F. J. (1984). Op. cit. p.73.

[40] HINKELAMMERT F. J. (1984). Op. cit, pp. 160-168.

[41] HINKELAMMERT F. J. (2018). Op. cit.

[42] BAUTISTA J. J.(2018) . “Prólogo”. En Totalitarismo del mercado. El mercado capitalista como ser supremo. Op. cit. p. 7

[43] HINKELAMMERT F. J. (2018). Op. cit. p.16

[44] Ibid. p.16.

[45] Ibid, p. 17.

[46] HINKELAMMERT F. J. (2017). “La crítica de la religión neoliberal del mercado y los derechos humanos. En La religión neoliberal del mercado y los derechos humanos. F.H. (Coordinador y editor). San José (de Costa Rica): Arlekin, Op. cit. p. 23.

[47] HINKELAMMERT F. J. (2017). Op. cit. p. 23.

[48] Ibid, p. 24.

[49] SMITH A. cit. HINKELAMMERT F. J. (2017). Op. cit. p.p. 24-25.

[50] HINKELAMMERT F. J. (2017). Op. cit. pp. 25-6

[51] Ibid. p. 27.

[52] VERGARA J. (2012). “La ética de Friedrich von Hayek”. En Hacia otras economías. Críticas al paradigma dominante en GONZALEZ R. y RICHARDS H. (Comps). Caritas Chile, Academia de Humanismo Cristiano, Universidad Católica del Maule, Santiago de Chile. pp.159-180.

[53] HINKELAMMERT F. J. (2017). Op. cit. p. 28.

[54] HINKELAMMERT F. J. (2017). Op. cit. pp. 28-29.

[55] MARX C. Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Grijalbo, México. p. 10

[56] HINKELAMMERT F. J. (2018). Op. cit. pp. 28-29

[57] Ibid. p. 33

[58] HINKELAMMERT F. J. (2017). Op. cit. p. 29.

[59] Ibid.

[60] HINKELAMMERT F. J. (2017). Op. cit. p. 42.

[61] KLEIN N. (2007). “¿Cree realmente la derecha en lo que dice?”. https://www.sinpermiso.info/textos/cree-realmente-la-derecha-en-lo-que-dice. Recuperado en p. 2.

[62] HINKELAMMERT F. J. (2001).Op. cit.

[63] Ibid.

[64] GREY J. (1994). Liberalismo. Alianza, Madrid. VERGARA J. (2015). Mercado y sociedad. La utopía política de Hayek. Op. cit.

[65] SPENCER H. (1953). El hombre contra el Estado. Ed. Aguilar, Buenos Aires. pp. 46-47.

[66] Ibid, pp.76-77.

[67] NIETSZCHE cit. por HINKELAMMERT F. J. (2017). Op. cit. p. 31

[68] Ibid, p. 30.

[69] Ibid. p. 31.

[70] Ibid, p. 33.

[71] HINKELAMMERT F. J. (2018). Op. cit. p.27.

[72] HINKELAMMERT F. J. (2017). Op. cit. p.37

[73] MISES L. (2011). “Liberalismo”. Op.cit. pp. 78-9

[74] HINKELAMMERT F. J. (2017). Op. cit. p. 35

[75] HAYEK, F. (1981a), Entrevista. Revista Realidad, Año 2, Nº 2. 24 de abril. p. 27

[76] HAYEK (1981b). Entrevista. El Mercurio del 19. 04.1981, Santiago de Chile.

[77] HINKELAMMERT F. J. (2017). Op. cit. p. 36

[78] HAYEK cit por HINKELAMMERT F. J. (2017). Op. cit. p. 36

[79] HINKELAMMERT F. J. (2017). Op. cit. p.p. 36-37.

[80] FRANCISCO (2013a). Exhortación apostólica. Evangelli gaudium …Nº 55. Ed. Vaticana, Ciudad del Vaticano, p. 47

[81] Ibid, p. 57

[82] Ibid, p. 57.

[83] HINKELAMMERT F. J. (2015). Solidaridad o suicidio colectivo. Ed. Arlekin, San José de Costa Rica.

[84] TUCHMAN B. (1984) La marcha de la locura. La sin razón desde Troya a Vietnam. F.C.E., México D.F.

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