Ensayos
Recepción: 20 Julio 2023
Aprobación: 22 Octubre 2023
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.10504669
Resumen: Este texto tiene como objetivo sintetizar algunos puntos importantes de la tesis doctoral Los prejuicios de clase y raza en la obra de Marvel Moreno. De igual forma, se buscó establecer un diálogo entre el discurso literario, la prensa, el arte y los memes con el fin de analizar los mecanismos para la producción de opiniones racistas. Se toma como corpus, además de fragmentos de la autora colombiana, la polémica racista contra la candidata presidencial Francia Márquez en el 2022. Se menciona la polémica del año 2016 en la ciudad de Cartagena sobre la exclusión de una empleada doméstica de un evento de la armada, y el tratamiento de la misma noticia en dos periódicos del país. También se evoca la polémica alrededor de una exposición “Blanco de Porcelana”, en el que la artista expone los imaginarios sobre el valor de la piel blanca en su círculo de familia.
Palabras clave: racismo, bromas, prejuicios, familia, discurso.
Abstract: This text aims to synthesize some important points of the doctoral thesis Class and race prejudices in the work of Marvel Moreno. Similarly, it sought to establish a dialogue between literary discourse, the press, art and memes in order to analyze the mechanisms for the production of racist opinions. The racist polemic against the presidential candidate Francia Márquez in 2022 is taken as a corpus, in addition to fragments of the colombian author. armed, and the treatment of the same news in two newspapers in the country. The controversy surrounding a “White Porcelain” exhibition is also evoked, in which the artist exposes the imaginaries about the value of white skin in her family circle.
Keywords: racism, jokes, prejudices, family, speech.
INTRODUCCIÓN
¿Cuándo se puede considerar que una opinión o una broma es racista? El diccionario de la RAE, en un resumen conceptual, define racismo como la exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar “la discriminación o persecución” de otro u otros con los que convive. Entonces, según las definiciones del diccionario para que haya racismo, debe haber la connotación violenta, es decir, agredir físicamente, o discriminar de manera verbal de manera pública un sentimiento negativo y denigrante hacia un grupo étnico. Este significado puede ser cuestionado, porque hay palabras, tratos, imaginarios o juicios que se verbalizan en nuestras conversaciones y escapan al sentido del insulto o la humillación, pero que siguen creando generalidades y falsas ideas sobre las personas por su apariencia física.
En los países de América Latina donde el racismo se ha normalizado en las redes sociales a través de formas tan cotidianas como el humor, parecería no haber claridad, para algunos usuarios, en qué momento un comentario puede expresar contenidos discriminatorios. Uno de los ejemplos más llamativos son los memes. Los memes racistas en América latina son fotografías con la apariencia de personas de piel, de cabello, o de rasgos del rostro con el fenotipo africano o indígena con el fin explícito de caricaturizar o ridiculizar o darle una forma visual a lo que se considera como “feo”, “grotesco”, “horrendo”, “voluptuoso”, “lujurioso” o “cómico”. A pesar de la connotación denigrante hacia el tipo de personas empleadas en estos memes, puede haber personas que afirman que burlarse de la apariencia física de este tipo de personas corresponde a las nuevas formas para normalizar la “diferencia” a través del sarcasmo y la ironía. Inclusos otros pueden aplaudir que hacer una broma, producir risa, no puede ser llamado discriminación. Al pretender acercarnos a los memes, no pretendemos desvalidar la idea que dentro de las sociedades siempre se necesitara referentes para mostrar lo grotesco, lo feo. Una sociedad sin risa, sin humor, está condenada a morirse en su propio aburrimiento. Sin embargo, quienes son los grupos o los referentes para crear este tipo de bromas, y además ¿de qué es revelador?
Para tratar de acercarnos a esta respuesta, nos ayudar definir qué es un prejuicio y un estereotipo. Ashmore y Del boca (ctd en Legal y Delouvée 9), definen el estereotipo como un conjunto de creencias sobre un grupo social compartidos y aprendidos en un ambiente social como la familia, los amigos, los medios de comunicación y la sociedad. Badad (ctd en Legal et Delouvée 15) afirma que muchos estereotipos pueden tener un fondo de verdad o rasgos de verdad, así no todos los estereotipos serían juicios o opiniones inexactas. Por su lado, Benbasse define prejuicios como juicios a priori, en su uso ordinario, los prejuicios se pueden dirigir sobre la moral o la conducta de una persona o de un grupo, juzgándola a partir de aquello que se cree invariable en su personalidad (555). Allport (ctd en Legal y Delouvee 15) entienden el prejuicio como una actitud negativa o una predisposición a adoptar un comportamiento negativo hacia un grupo a partir de exageraciones o ideas recibidas. Por lo tanto, los perjuicios son la predisposición a reaccionar desfavorablemente frente a una persona, mientras que el estereotipo, siendo también imaginarios a priori, puede guardar algo positivo, por ejemplo “todos los senegaleses son buenos deportistas” “las mujeres francesas son guapas”.
La reflexión sobre el concepto de estereotipo y prejuicio muestran cómo dentro de la cultura, las personas tienden a clasificar según la edad, el sexo, color de la piel, la manera de vestirse, la religión, etc. Y muchas veces, un juicio sobre la apariencia de una persona, calificar a alguien de atractivo o no, vehiculiza una serie de imaginarios y construcciones jerarquizadas entre polos opuestos, como lo bello y lo feo. En relación con el uso de los memes peyorativos, quien los publica, puede incluso ser incapaz de no reconocer sus prejuicios, o en el peor de los casos afirmar que el racismo no existe en asociar el mensaje explícito del meme, con el grupo de personas representadas. Sin embargo, vale entonces la pena preguntarse por qué en ciertos memes de América Latina, para subrayar la idea de lo “feo”, de lo “burdo”, lo “salvaje” lo “sucio”, precisamente se alude con frecuencia al fenotipo africano o indígena.
DESARROLLO
El racismo, su circulación en la sociedad colombiana actual
Un primer ejemplo que puede servir para responder a este interrogante, es lo sucedido en el preámbulo de las elecciones presidenciales en Colombia en el 2022. La cantante de música popular Marbelle trató de King Kong a la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez en las redes sociales. A pesar de la crítica generada por algunos usuarios, el apelativo de King Kong, el simio gigante famoso de la película, fue utilizado dos veces más en sus redes sociales. Marbelle fue denunciada a las autoridades, y meses después, debió presentar excusas públicas. Su excusa en su cuenta personal de twitter fue la siguiente:
“De acuerdo con la conciliación realizada en la Fiscalía con la señora vicepresidenta, presento disculpas públicas a Francia Márquez por haber expresado mi opinión de forma inapropiada, caricaturizándola y ridiculizando su imagen, considerando esto como racismo.”
Lo que se quiere resaltar con este ejemplo es que Marbelle tuvo que ser obligada a retractarse del uso reiterado de un insulto, empleado en una de sus redes sociales en medio de un debate político. La cantante encontró normal mofarse de una mujer de piel oscura comparándola con un animal. ¿Por qué tuvo que ser obligada, a través de la ley, a retractarse? Una de las razones para que algunas personas como Marbelle no entiendan que comparar a una mujer negra con un animal es una comparación racista, puede ser por dos razones: el desconocimiento de las causas históricas y políticas empleadas en la propaganda racistas y colonialistas de las épocas pasadas, en el cual comparar a los negros con animales, era una forma de validar la idea que los negros eran inferiores y que, por lo tanto, se justificaba una empresa civilizacionista colonilista. El segundo criterio, es que el desconocimiento de este mecanismo de opresión históricos, siguen sobreviviendo en el lenguaje. De esta manera, la discriminación hacia los históricamente excluidos, ha sido cubierto con un manto de lugares comunes, a través de fórmulas de humor o infantilismo. Hay que agregar, que, en algunos casos, de forma particular, en las antiguas ciudades coloniales del Caribe colombiano, como Barranquilla y Cartagena, los mismos discriminados, algunas veces, aceptan o creen “normal” que, por ejemplo, no se les llame por el nombre, sino por el color de piel o por un rasgo físico.
Esta constatación, evidente para las personas que venimos de ciudades del Caribe, demuestra que el racismo normalizado, puede aparecer sin adjetivos peyorativos explícitos, sino en prácticas discursivas para infantilizar o tratos paternalistas.
En este sentido, para ilustrar nuestro ejemplo, se puede mencionar la polémica del año 2016 en la ciudad de Cartagena. Los hechos narrados por dos periódicos, El Espectador de Bogotá, ciudad andina y El Universal, de Cartagena, ciudad colonial de Colombia, coinciden en contar como el día 25 de noviembre Carmen Beltrán Pájaro, empleada doméstica, llegó al Club Naval en compañía del niño que cuidaba para acompañarlo a la fiesta de cumpleaños de uno de sus amigos. El vigilante del Club Naval le advierte que no puede permanecer en el evento del Club por ser empleada doméstica. Beltrán se niega a dejar al niño solo. El vigilante accede. Una vez en el sitio, un cadete se le acerca para informarle que no puede permanecer. La fiesta de cumpleaños no había empezado, y ella decide quedarse ahí, sin embargo, la madre del cumplementado ha decidido llamar a la jefa de Beltrán para informarle que ésta no puede permanecer en la fiesta. Beltrán se sintió discriminada y con el apoyo de su jefa, interpuso una acción de tutela contra el Club Naval. El Tribunal Administrativo de Bolívar dijo que el Club Naval y la Armada habían violado los derechos a la igualdad y a la no discriminación, tratándola de forma cruel y degradante. Entre las medidas tomadas, se obligó al club a cambiar su reglamento para no impedir el ingreso de empleadas domésticas y ofrecer excusas públicas a la afectada. Estos fueron los hechos.
Lo que queremos resaltar es las formas de abordar los datos, las informaciones, las citaciones, la evocación de las personas concernidas, fueron distintas tanto en un diario de Bogotá de circulación nacional, como en la ciudad donde ocurrieron los hechos, Cartagena. El 19 de enero de 2017 el periódico El Universal de Cartagena tituló la noticia, “Empleada doméstica le gana tutela al Club Naval”; Álvarez, redactor del periódico cartagenero, El universal prefiere llamarla por su apellido, o referirse a ella como “ciudadana” o la “afectada”. Álvarez utiliza tres veces el sustantivo genérico e impersonal de “mujer” para describir los hechos: “Después se sumaron otros directivos, quienes lograron que la mujer abandonara el lugar” (párr 6, El Universal, 19 de enero, 2017).
Al día siguiente, el periódico de Bogotá, El Espectador, encabezó con el titular: “Carmencita”, la empleada doméstica que no se dejó discriminar por el club Naval”. La periodista, de apellido Cuartas, jefa redactora de El Espectador, desde el título llama a la afectada con el diminutivo de su nombre “Carmencita”, y en los párrafos siguientes la llama por su nombre, Carmen. Para abordar los hechos, recuerda los orígenes de “Carmencita”, y dice que ella viene de: “La tierra donde se hacen los mejores bollos de mazorca, que con un pedazo de queso y suero son el mejor manjar costeño […] (párr 1, EL Espectador, 20 de enero de 2017). Luego habla de su perfil profesional, enfatiza que no terminó el bachillerato, al no aprobar el sexto grado y decide abandonar para siempre su sueño de ingresar a la universidad. Cuartas subraya entre paréntesis: “(de lo que se arrepiente)”. El paréntesis sirve para dar un énfasis de periodista, ¿Qué sugiere, Cuartas? En la frase siguiente, Cuartas dice: “Pero sabía que era una persona igual a otra, y que la discriminación es un acto que transgrede lo humano” (parr 6, ahora énfasis mío). En este sentido el “pero”, opone dos sentidos. Por un lado, Cuartas piensa que a pesar de que “Carmencita” no hubiese terminado el bachillerato, ella, por una extraña razón, sabe que: “[…] era una persona igual a otra” (Parr 2).
Cuartas desarrolla así la noticia de forma distinta a Álvarez. Ella hace contrapuntos entre los sentimientos, opiniones de “Carmencita” y las acciones de la anfitriona, las cuales las califica como: “un gesto amable que sólo tenía como objetivo supervisar y vigilar para que no deambulara por el club”. Cuartas, enfatiza que la anfitriona: “No quería que Beltrán estuviera deambulando por ahí, se sentó a mi lado, le brinde gaseosa y hasta postre que estábamos compartiendo con los niños” (parr. 4). También se enfoca en la humillación y la tristeza de la afectada, “[…] Ella mientras tanto, con un profundo sentimiento de humillación, tristeza e injusticia, se levantó y salió del club disimulando su llanto, pero apenas cruzó a un parque las lágrimas bajaron por sus mejillas” (parr 5).
De igual forma, considera que el escándalo por la humillación infringida hizo que: “[…] que la fama la cogió desprevenida” (parr. 8), cuando al parecer, lo único que quería Beltrán Pájaro era llevar su “uniforme blanco con dignidad” a pesar de que todo el mundo en el pueblo la fuera a ver en televisión (parr. 8). Sólo al final del artículo, Cuartas recuerda el fallo del tribunal, subrayando de manera clara el atropello que se le hizo a los derechos ciudadanos de Beltrán: “Esta práctica no sólo atenta con el principio de igualdad, sino que es discriminatoria, humillante, degradante y menosprecia a la mujer al equipararla con las mascotas, afectando su dignidad humana” (Parr 12).
De forma contraria Álvarez, no hace referencia a los orígenes, o la formación profesional, ni a la vida privada de la afectada, tampoco a “sus sueños frustrados”. Se concentra en explicar las acciones jurídicas contra el Club Naval por los derechos violados a una ciudadana. Desde el principio, la noticia la decisión jurídica sobre el atropello a la condición laboral de la afectada y señala los alcances de la demanda del Beltrán contra la Armada Nacional: “Por orden del Tribunal Administrativo de Bolívar, el comandante de la Armada Nacional deberá retirar de las normas de todos los clubes de recreación de esa institución la no aceptación de empleadas domésticas en sus instalaciones (Parr. 1). Álvarez parece más centrado en mostrar las consecuencias legales de la violación de los derechos, y plantea incluso la posibilidad de una indemnización monetaria. Informa que el comandante nacional de la armada debe retirar las normas de todos los clubes de recreación que rechacen la precedencia de las empleadas en sus instalaciones, modificando así el inciso 3 del artículo 47 de este reglamento “carece de criterio jurídico de razonabilidad” (9).
De igual forma, menciona como también se prohíbe el ingreso de mascotas, lo cual fue interpretado por el tribunal como una comparación con las empleadas domésticas. Sin embargo, Álvarez emplea el sustantivo “patrona”, término corriente en la ciudad de Cartagena para denominar a las jefas de las empleadas domésticas. El diccionario de la RAE define en sus siete acepciones la palabra patrón o patrona como “defensor, protector, santo titular de una iglesia, dueño de la casa donde alguien se aloja u hospeda”. También sugiere sinónimos como “señor” o “patrono”. Hay que añadir que “patrón” o “patroncito”, es el sustantivo genérico utilizado por los trabajadores ambulantes o en plazas de mercados de las ciudades del Caribe colombiano. Este sustantivo denota explícitamente una jerarquía de clase entre quien presta un servicio y el estatus económico de quien lo recibe. Asimismo, el término reenvía a antiguas formas de servidumbre instauradas desde la Colonia.
Se puede decir que Álvarez puntualiza más en las consecuencias legales, y por eso menciona el repertorio jurídico en caso de discriminación. Por el contrario, Cuartas hace una narración de hechos para apelar a la dignidad de la afectada, por lo cual muestra los orígenes populares, el fracaso escolar y la tristeza por ser discriminada, informaciones que no apelan a sus derechos como ciudadana, sino que apelan a las emociones describiendo sus ventajas. Esta visión paternalista se refleja en el uso de verbos como “regañar”, utilizado en el comienzo del artículo: “[…] logró que la justicia regañara a la sociedad clasista de Cartagena”. Si se le compara con los verbos utilizados por Álvarez como “amparar” “interponer”, el verbo “regañar” carece de fuerza, no expresa las acciones jurídicas contra la sociedad clasista de Cartagena.
Si ambos diarios coinciden en denunciar el elitismo y clasismo del Club Naval, ninguno aborda la exclusión de Beltrán Pájaro como un problema más profundo que guarda tras de sí prejuicios alrededor de las personas afrodescendientes. En Cartagena, como en otras ciudades del Caribe colombiana, trabajos como los de empleadas domésticas, choferes y vendedores ambulantes son relacionados con trabajos subalternos ejercidos en la mayoría de los casos, por personas con piel oscura.
En relación con lo anterior, también es interesante recordar las declaraciones de la actriz colombiana Indihira Serrano en su entrevista en El Heraldo de Barranquilla. Ella afirma que en Colombia se ha sentido discriminada a través de un “interesante racismo”, el cual es diferente en la región del Pacífico, zona de mayoría afrodescendiente respecto a la región Caribe. Ella puntualiza que en Colombia nadie golpea a otra persona por ser negro, pero habla de una predisposición a considerar a la gente de piel oscura como personas incapaces, menos inteligentes y con menos capacidad para desenvolverse o merecer algunas cosas: “Incluso en Barranquilla es donde más he sufrido el racismo. Nos han enseñado que nuestro color de piel o de cabello no es el correcto, […]” (pregunta tres 2 de abril de 2016).
Sobre estos patrones de belleza, en los cuales se censura al cabello crespo o la piel demasiado oscura, César Rodríguez en un artículo de El Espectador, evoca la polémica generada por la exposición “Blanco de Porcelana” una obra de la artista barranquillera Margarita Ariza en la cual ésta utiliza su propia historia personal para crear: “[…] una reflexión en torno al racismo a partir de frases cotidianas y prácticas de bellezas en las cuales la discriminación se asoma de manera velada. Un racismo heredado y casi imperceptible” (Ctd en Rodríguez parr 1).
Rodríguez señala que el objetivo de la artista era trasladar en arte las sutilezas del racismo vivido en su familia: “Blanco de porcelana” era el color de piel de su abuela, según lo repetían sus tías para censurar el contraste con cualquier rasgo ‘negrito’: el color y la textura del pelo de la propia Margarita, la piel bronceada de una prima, el prospecto de un marido ‘oscurito’” (parr 3). En una antigua carta enviada por una amiga a la mamá de la artista, venía un supuesto mensaje del bebé por nacer que decía: “Me gustaría tanto ser tal como tú imaginas, gordito, rosado, de pelito rubio y de ojitos claros, pero si acaso no soy así. . . no te aflijas por eso” (Id. parr 4).
En la exposición también hay imágenes de la propia artista las cuales recrean todos los imaginarios aprendidos desde niña para “blanquearse”, por ejemplo, sobre cómo teñirse los vellos de los brazos y piernas, utilizar polvos y protector solar. La polémica alrededor de la exposición estalló cuando la propia familia interpuso una acción de tutela contra la artista por haber utilizado fotografías familiares sin su consentimiento. Los jueces les dieron la razón, la obra fue censurada, y la versión impresa y virtual fueron mutiladas.
En una entrevista realizada a la artista, ella afirma que la historia familiar plasmada en su obra se conecta con los prejuicios de la sociedad en que vivió, resultado de decisiones políticas, históricas y políticas desconocidas por los ciudadanos. Así, tomar como estudio la historia personal o la historia familiar, tiene como objetivo establecer un vínculo con lo colectivo, con la historia familiar de las otras personas (Ibid.). La artista dice:
“[…] para así entender los estragos que ha hecho en nuestra subjetividad, centurias de condición poscolonial. En lo personal en lo familiar, estamos ante lo micro político, lo cual necesariamente es un reflejo de las construcciones sociales, de fuertes patrones bajos los cuales vivimos, pero que podemos pensar y eventualmente modificar. (Id. pregunta 6)”
Lo que demuestran estos ejemplos, los memes, el estilo para abordar una noticia de exclusión, una exposición de arte y el testimonio de una actriz, es que existen creencias arraigadas que aparecen de forma inconsciente, y que, cuando se deconstruyen, se altera una serie de creencias que atraviesan la esfera de lo íntimo, lo familiar y lo psicológico. El racismo aprendido ha sido una herencia cultural, normada en las formas del lenguaje y en las convenciones para relacionarse con los otros. Pero la idea que nos gustaría retener, es que en todos los casos mencionados, se señala a la familia y a la tradición como el origen de la opinión racista.
La Novela de Marvel Moreno: la narración de los imaginarios poblados de la sociedad de Barranquilla
Este corto preámbulo sobre los alcances del lenguaje, las opiniones que se vehiculizan en las bromas de las redes sociales, y en las denuncias de una artista sobre su historia familiar, nos sirve para introducir a una autora colombiana, Marvel Moreno.
La novela de Moreno En diciembre llegaban las brisas (2005) no es un tratado histórico sobre la memoria racista del Caribe. Sin embargo, este libro compuesto de tres partes, es un mundo de ficciones que nos interpela sobre nuestras ideas recibidas y las consecuencias (y tal vez el trauma) que nos ha dejado años de prejuicios hacia aquellos que no encarnan los arquetipos de belleza de los museos europeos y las películas más taquilleras de Hollywood.
Esta escritora nació en Barranquilla, Colombia en 1939 en una familia de alcurnia. Estudio en los colegios de élite. Fue reina del carnaval en 1959, título al que solo podían aspirar mujeres de la clase alta, quienes además de gozar del estatus, debían representar el arquetipo de la mujer burguesa: blancas y atractivas. En 1969, Moreno se traslada a París y en 1989, escribe la novela de En diciembre llegaban las brisas, cuyo argumento es la vida de tres amigas, recordadas e interpretada por un personaje focalizador, Lina Insignares.
A través de los recuerdos de Lina, el lector recorre la vida de un número variado de personajes, descubriendo el sistema de valores de la Barranquilla de mitad del siglo pasado. Es un mundo de imaginarios y prejuicios en el que la infantilización y la exclusión silenciosa aparecen como modos de socialización. En cada una de las tres partes del libro el lector acompaña a la protagonista en una búsqueda de razones sobre por qué la gente de Barranquilla piensa así, lo cual, también ha sido interpretado por algunos autores con una forma de interpretar lo que la autora escuchó y vivió en su infancia. En una de sus entrevistas, ella explica cómo las señoras de su círculo social la comparaban con la actriz americana Shirley Temple, y le recriminaron “cariñosamente” por parecerse casi en nada a sus primas de piel blanca y ojos azules. La escritora dice: “Ahora comprendo, claro, que, con mis mechas largas, con mi color de mestiza y con mi cara, no me podía parecer a la actriz (entrevista de Ramírez et Turriago 277).
Un fragmento de esta novela, nos interpela y ayuda a entender esta idea de un racismo que no se quiere llamar racismo. Lina, personaje focalizador, se encuentra con un cartagenero de alcurnia en un restaurante en París, y le dice que muchas personas de la alta sociedad del Caribe son racistas. El caballero le responde que en Cartagena nunca han tratado a los negros como lo hicieron en los Estados Unidos, amarrándolos y ahorcándolos en los árboles. Por el contrario, le explica que la alta sociedad blanca de la ciudad, los había integrado permitiéndoles una vida decente a las afueras del casco colonial. Los negros podían trabajar, vender pescados y lotería, limpiar zapatos y cuando llegaban a viejos, les autorizaban a mendigar en la puerta de las casas e iglesias. Tan tolerantes eran en la ciudad que ellos no habían buscado que los negros de Cartagena se les asimilaran, porque ya habían entendido que ninguna ideología o religión lograría que los negros fueran menos pillos y ladrones. Y, además, los trataban de manera cariñosa, con apodos y chistes inocentes.
Aquello que la escritora intenta mostrar es que, como lo hemos afirmado, en las ciudades de la Costa Caribe colombiano, muchas personas han interiorizado hasta tal punto el racismo, que son incapaces de darse cuenta de si ellos son o no racistas. A lo largo de la novela, Lina también indaga sobre la crianza de los hijos, pero a la vez, indaga también sobre la crianza de cada uno de los padres de los protagonistas. Estos testimonios evocados por Lina ponen al lector al tanto de la configuración de estructuras psíquicas, emocionales y memorativas de los personajes con opiniones racistas. A lo largo de la obra, leemos historias en los que los eventos traumáticos como el maltrato infantil y las reiteraciones estigmatizadas de los adultos, predisponen al niño o niña hacia posturas ideológicas como el racismo, la misoginia o la misandria, es decir “un conflicto alrededor de la personalidad” (Moreno, 2005). En este sentido, Rodríguez Amaya, estudioso de la obra de Moreno, ya ha señalado que la palabra coercitiva de los padres reprime, comanda o castiga (Rodríguez, 2008). Por eso, el saber enciclopédico, las teorías científicas o los dogmas religiosos no funcionan como garante de justicia y solidaridad; por el contrario, las grandes aberraciones o prejuicios del personaje se justifican a partir del conocimiento o teorías.
En el caso de Beatriz, personaje de la tercera parte, el fanatismo de una tía monja frustrada y la depresión de la madre ayudan a complicar su estructura mental, la cual se ha visto afectada al descubrir a su padre con su amante (Moreno, 2005). Beatriz observa a la sociedad con una infranqueable rigurosidad moral. Cualquier desacatamiento frente a la norma, la religión, el orden y el pudor, lo considera como “pecado”. Lo que se quiere subrayar con Beatriz como ejemplo, es que la formación del punto de vista y las opiniones de los personajes se definen a partir de los hechos traumáticos vividos en la infancia y por la interpretación prejuiciosa de la realidad.
Marvel Moreno también reflexiona sobre el complejo de inferioridad de los mestizos. El personaje mestizo, lucha con la supuesta inferioridad y se obliga a copiar los códigos sociales de la élite. Por ejemplo, al médico Juan Palos Pérez, padre de Dora, el narrador lo describe como un mulato atractivo, de piel oscura, hijo de una madre de armas tomar, en el municipio de Usiacurí, cercano a Barranquilla (Moreno 2005 34). Sin nunca haberse puesto zapatos y trabajando en la ganadería, esta mujer pudo enviar a su hijo a estudiar en la Universidad Javeriana de Bogotá y luego a los Estados Unidos para realizar una especialización (Ibid.). Su esposa, doña Eulalia del Valle, blanca y de orígenes nobles, lo califica como:
«“[…] un médico salido vaya a saberse de dónde, de piel no lo bastante clara y cabellos más bien rizados, que empero se había ganado el aprecio de la gente de El Prado por haber sido el primer pediatra de confianza en instalarse en la ciudad” (Ibid.). : “[…] detrás de su aparente cortesía al zafio individuo que se embriagaba el día de su matrimonio por no estar acostumbrado a la bebida, […]” (Ibid.) El único mérito de su marido, según ella, fue ofrecer tres comidas diarias, la cuota del Country Club, una casa estilo español californiano, un carro Ford y el estatus de convertirse en el pediatra de los ricos de El Prado.»
A propósito de José Vicente Suárez, padre de Benito Suárez, se le describe como un exótico latinoamericano mulato, cuyo verdadero ascenso social es imposible en la ciudad, ya que la élite lo considera como: “[…] un pueblerino, un abogado de segundo orden a quien todo ascenso le sería imposible, dado su falta de relaciones y el color de su piel, […]” (Moreno, 2005). Como Juan Palos Pérez, José Vicente Suárez es construido en la narración como personaje por las opiniones de su esposa, doña Giovanna Mantini, cuyo racismo “parecía estar impreso en sus cromosomas” (Id.69) Desde el primer momento de su llegada a Barranquilla por Puerto Colombia, ella sintió horror al descubrir: “[…] los cuarenta y cinco parientes de José Vicente Suárez esperándola en el muelle en medio de una borrachera descomunal, y junto a ellos, otros hombres y mujeres de piel blanca y pelo liso, no ñatos, no bembones y, sobre todo, no borrachos ni saludando con risotadas a sus compañeros de travesía, […]”(Id.70).
Benito Suárez hereda el fenotipo de su madre italiana. Sin embargo, como lo señala Lina, su complejo de inferioridad y su falta de verdaderos vínculos sociales con las viejas familias de El Prado, le impide pretender a las hermanas de sus compañeros de la universidad, herederas de los apellidos ilustres de la ciudad: “Quizás pensaba en el pecado de haber aborrecido al padre que lo engendró, de haber renegado de la sangre que ese padre le transmitía […]” (Id.140). Estos hombres mestizos, como se ve, se comportan de forma violenta, engañan a sus esposas, son misóginos e intolerantes. Sus esposas coinciden en asumir como natural estos comportamientos ya que asocian su personalidad a la “natural” violencia masculina y la herencia africana.
Como se dijo antes, el mestizo y el mulato de la obra de Moreno pueden, a pesar de los estigmas, cambiar de clase social si sigue eso que la abuela Jimena ha llamado “la trayectoria natural” de un matrimonio blanco y una carrera universitaria. Sin embargo, el reconocimiento racial a través de la evaluación de los rasgos físicos, permite la clasificación silenciosa cuyo objetivo es identificar y separar mentalmente a la sociedad.
Por ejemplo, en La noche Feliz de Madame Yvonne (2001), a partir de los estereotipos, José Méndez evalúa la apariencia de la clase alta que asiste a la fiesta en el hotel El Prado: “La cara de la mujer se le hacía vagamente familiar, ¿dónde la habría visto antes? No colaba muy bien con la gente del salón, poco importaba de todos modos, no estaba esa noche para reparar en los burgueses y en sus idiotas mujeres” (Id.2001 148 énfasis mío). Luego, esta mirada de reconocimiento racial, recae contra José Méndez cuando un mesero del hotel lo llama negro de manera despectiva, y le hace recordar su infancia cuando sus hermanos más blancos lo llamaban “negrito” para molestarlo (Moreno, 2001). Como A pesar de su evidente malestar por el calificativo y los complejos infundados desde su infancia por su color de pie, José Méndez “cree” que es menos negro que muchos de los meseros de esa noche: Llamarlo negro, ¡qué imbécil! Negro, sí, pero con mejores facciones que las suyas ¿es que no se daba cuenta? […]” (Ibid.). Como la mayoría de los mestizos asume que la piel blanca otorga beneficios (Id.151).
Para explicar cómo se crea el complejo de inferioridad de Álvaro Espinoza, el narrador heterodiegético, a través del ojo analítico de Lina, pone ante el lector su psicología marcada por desafectos y desprecios desde la infancia. Álvaro Espinoza busca imponerse en su medio social a través del intelecto y la palabra y de esta manera intentar sobresalir en un medio social que estigmatiza su apariencia física. Para entender las aristas sociales y psicológicas de Álvaro Espinoza, como es frecuente en la narrativa de Moreno, esta recurre a la construcción de una genealogía familiar, como reflejo de una genealogía moral:
“No obstante, él, Álvaro Espinoza, debía de haber observado que los recuentos genealógicos de su padre dejaban de lado a sus ascendientes por línea materna, como si en una generación los varones de su familia hubiesen nacido de un soplo divino, pero nunca había intentado dilucidar aquel enigma temiendo tal vez comprobar que su abuela había sido realmente una linda mulata de origen desconocido a quien un día vieron entrar en la ciudad, descalza, acompañada de un perro mal encarado y llevando en un atado sus chancletas y los bollos de mazorca que le diera su madrina[…] (Moreno : 2005, pp. 208 énfasis mío).”
Tres hechos marcan la psicología de Álvaro Espinoza. El primero fue descubrir que su abuela paterna era una linda mulata de piel dorada, sirvienta en la casa de los Espinoza (Moreno, 2005). Según lo dicho por el narrador heterodiegético, la abuela mulata fue el tema de la gran evasión en la vida de Álvaro Espinoza. Segundo hecho: su madre, doña Clotilde lo desprecia por haber heredado el fenotipo de la abuela materna, puntualmente la “viscosa” y “renegrida piel” (Id.198). En consecuencia, una nana negra lo amamanta como a su propio hijo, Henk, niño a quien los “caprichos de la genética” habían dado la tez más clara y un rostro de facciones “regulares” heredadas de su padre, un aventurero holandés de paso por la ciudad de Cartagena (Id.205). La realidad sobre los estigmas sobre su apariencia le son revelados después de la muerte de la nana negra, ya que su hermano de leche Henk fue enviado con su padre a Holanda y Álvaro Espinoza entra al colegio, el San Pedro Claver, donde: “[…] a la indulgencia sonriente de los negros, se oponía el orgullo y el espíritu de competencia de los blancos, […]” (Id.204).
El tercer evento traumático aparece durante un juego con sus compañeros de clase del colegio San Pedro Claver, los mellizos Ribon le tocan el pene enfrente de sus otros compañeros, situación aprovechada por los otros adolescentes para recriminarle su mestizaje y su homosexualidad: “[…] solo un zambo de mierda podía ser tan maricón […]” (Moreno, 2005). En Moreno, los mestizos pueden ser calificados como exóticos, atractivos y la mayoría de las veces su piel es dorificada. Sin embargo, el aspecto grotesco de Álvaro Espinoza no se presenta como una generalidad del prototipo de hombre de piel oscura, sino que su descripción física se utiliza para describir los rasgos de su personalidad, es decir la apariencia física refuerza su rol actancial. En los primeros encuentros con Catalina, se puede ver cómo éste le produce repugnancia por la nariz grasienta de poros dilatados, la boca húmeda y el rancio olor de sudor adherido a sus camisas: “[…] su cara de mulato decía encontrar un brillo grasiento […]” (Moreno, 2005). De igual forma, Divina Arriaga trata de aproximarse a los pliegues detrás de la argumentación de Álvaro Espinoza, un largo discurso que ella interpreta bajo dos ángulos: primero como la inhibición de su homosexualidad en aras de crear una familia y segundo, la maldición de ser mulato y misógino en una sociedad que ubicaba en el centro del poder: “[…] al macho blanco o al que menos dejase traslucir la contaminación de sus ancestros […]” (Id.172). Se puede inferir entonces que Divina Arriaga realiza una relación metafórica sobre el aspecto de aquel mulato feo para expresar su condición moral, es decir, el odio por las mujeres, los negros y los desheredados.
Podemos decir de esta manera, que lo más interesante de la novela de Marvel Moreno, es que, sin ser historia, ha puesto en su literatura una especie de sociología del racismo costeño colombiano. Lo que cuenta Moreno con ficción, el historiador Jaime Jaramillo lo ha contado a partir de un riguroso análisis de textos históricos sobre la colonia. El profesor Jaramillo explicó en sus artículos de historia que ya para finales del Siglo XVII en la Gran Colombia, llamar a alguien, sin pruebas, como mestizo, mulato, zambo, se consideraba un delito de difamación. Más revelador de la herencia racista en Colombia fue lo que sucedió en las famosas discusiones del Teatro Colón realizadas en Bogotá entre el 21 de mayo y el 23 de julio de 1920 para discutir la tesis del psiquiatra Miguel Jiménez López quien afirmaba que el retraso y “degeneración” de Colombia venía de la influencia negativa del medio ambiente tropical y de las taras genéticas heredadas después de siglos de mestizaje. En estas reuniones se buscaba validar la superioridad de las personas que vivían en las tierras de climas fríos, consideradas como “razas puras” por resistir al mestizaje mientras que las regiones habitadas por los negros e indígenas eran zonas subdesarrolladas condenadas a la pobreza a razón de siglos de una desenfrenada mezcolanza de gentes. El mestizaje con negros era tan despreciado, que algunos intelectuales se llegaron a plantear una colonización urgente con los blancos del norte de Europa para corregir los “defectos” de aquella variopinta mixtura del norte de Colombia.
CONCLUSIÓN
¿Un país cuyos intelectuales y antepasados pensaban de esta forma, qué ha legado a su sociedad?
Lo que podemos observar es que la literatura de Moreno nos expone situaciones ficcionales para explicar la realidad racista en el Caribe Colombiano. En el caso de las noticias periodísticas abordadas, observamos que la expulsión de la empleada doméstica revela jerarquías de clase en la ciudad de Cartagena, que al mismo tiempo, pueden ser consideradas como un reflejo del lugar que pueden ocupar las personas de piel oscura dentro de una sociedad estructurada. En la obra de Moreno, las empleadas domésticas, mujeres en su mayoría negras y mestizas, viven al margen de la vida de sus patronas, crean un universo paralelo en las cocinas y en los jardines de las mansiones donde trabajan. Son además las portadoras de un conocimiento ancestral, y no cuestionan el sistema y los estereotipos que recaen sobre las personas de piel oscura. Por el contrario, resguardan la tradición heredada desde las épocas de la esclavitud, y cultivan su diferencia a través del trabajo de la intuición y el conocimiento de la naturaleza. Hay que decir que la autora, no otorga un rol emancipador a sus heroínas mestizas o negras, sino que Moreno insiste en la reconstrucción de la genealogía de los personajes blancos y contar la psicología de abuelos y abuelas racistas, orgullosas de nunca haberse mezclado con la “raza” condenada en el Génesis de la Biblia.
En este sentido, la polémica alrededor de la exposición “Blanco de Porcelana”, una obra de la artista barranquillera Margarita Ariza dialoga con las temáticas de Moreno ya que Ariza explora la descripción de códigos de reafirmación social de los blancos sobre los mestizos. Como lo explicamos arriba, la artista de Blanco de porcelana expone en sus fotografías una serie de códigos de belleza para alcanzar la blancura de la piel y así ocultar o deshacerse, por ejemplo, de los cabellos rizados o el coreno moreno de la piel. En la novela de Moreno, en la primera parte, la madre de Dora se escandaliza al observar que su hija, ha heredado el cabello y la voluptuosidad mestiza del lado paterno. A través de opiniones y metáforas peyorativas, la madre compara la belleza de su hija mestiza, a la voluptusidad de los perros sin pedigrí. Como se observa, en ambos casos, el modelo de belleza europea aparece como el referente asociado a lo bello, limpio y puro.
Es claro entonces que la literatura de Moreno intenta acercar a sus lectores al origen de las opiniones racistas. Por eso los lectores colombianos, en cada afrenta racista que aparece en las opiniones de los personajes, no se puede evitar relacionarlos con imágenes o tratos racistas, como tratos cariñosos, infantilizados o humorísticos hacia las personas de piel oscura.
Para concluir, debo evocar una leyenda que me contaron en el colegio. Mi profesora de primaria me contó de una imagen que le habían contado cuando ella era niña. Le dijeron que, durante la Conquista, cientos de indígenas al borde de una playa, se deslumbraron por la apariencia caucásica de españoles desembarcando sobre majestuosos caballos ataviados de penachos. Tan hermosos eran, que los indígenas los confundieron con los dioses enviados del cielo. Esta historia volvió a mi cabeza, cuando antes de la pandemia, llegó un amigo barranquillero a visitarme a París. Cuando salimos del aeropuerto, lo veía pensativo. Ya sentado en el tren, mirando las narices respingadas de los franceses, se tocó la reciente cirugía plástica de su nariz, preguntándose en tono de burla por qué era tan feo. Luego, mirando a su alrededor, me dijo que los negros de París eran más bonitos que los negros de Cartagena. Tal vez mi amigo no lo sepa, pero yo estoy por pensar que medio milenio después, y el tal asombro de nuestros indígenas, del cual me habló mi profesora de primaria, a muchos colombianos, se nos ha convertido en un complejo de inferioridad cada vez que ponemos los pies en un aeropuerto europeo.
Notas
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JARAMILLO-URIBE, J. (1969). Mestizaje y diferencia social en el nuevo reino de granada en la segunda mitad del siglo XVIII. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. No 4: 21-48. Web 24 sept 2017. < http://revistas.unal.edu.co/index.php/achsc/article>
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