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Construcción identitaria de la población de Armenia Antioquia: un acercamiento a las prácticas territoriales y simbólicas[1]

Identity construction of the population of Armenia Antioquia: an approach to territorial and symbolic practices

Lorena GUTIÉRREZ VALENCIA
Tecnológico de Antioquia Institución Universitaria, Colombia
Verónica LÓPEZ DURANGO
Tecnológico de Antioquia Institución Universitaria, Colombia
Ángela María VELÁSQUEZ VELÁSQUEZ
Tecnológico de Antioquia. Institución Universitaria, Colombia

Construcción identitaria de la población de Armenia Antioquia: un acercamiento a las prácticas territoriales y simbólicas[1]

Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 29, núm. 105, e10864460, 2024

Universidad del Zulia

Recepción: 11 Noviembre 2023

Aprobación: 30 Enero 2024

Resumen: Este artículo busca describir las prácticas territoriales y simbólicas que configuran la construcción de la identidad de la población de Armenia-Antioquia. El método de investigación fue el etnográfico, a través de él se logran describir las experiencias cotidianas, saberes locales y dinámicas socio territoriales de los pobladores. Entre los resultados se encuentra que la población armeniana es mayoritariamente de tradición campesina, la identidad campesina está relacionada con una forma de organización social, cultural, simbólica que se configura a partir de la reproducción de unas prácticas históricas específicas arraigadas a la tierra. A raíz del empobrecimiento y la desigualdad social ha habido una disminución poblacional agudizada por la falta de oportunidades y de garantías para habitar y permanecer en el territorio.

Palabras clave: descampesinización, empobrecimiento, Identidad, prácticas territoriales.

Abstract: This article seeks to describe the territorial and symbolic practices that configure the construction of the identity of Armenia, Antioquia’s population. The employed research method was ethnographic, and through it, the population’s daily experiences, local knowledge, and socio-territorial dynamics are described. Among the presented results is the fact that the Armenian population is mainly of rural tradition. The rural identity is related to a form of social, cultural, and symbolic organization, which is configured through the reproduction of a set of historic, specific practices ingrained in the relationship with the land. Due to impoverishment and social inequity, there has been a population decrease worsened by the lack of opportunities and guarantees to inhabit and remain in the territory.

Keywords: de-peasantization, impoverishment, Identity, territorial practices.

INTRODUCCIÓN

Las ruralidades latinoamericanas se han transformado en el último siglo, Grammont (2004), habló de la transición de una sociedad agraria a una sociedad más industrial y globalizada que introdujo en el campo latinoamericano la idea de desarrollo en términos únicamente económicos, y que a la larga surtió el efecto contrario: profundizar las brechas de desigualdad en las que los campesinos han estado sumergidos históricamente.

El municipio de Armenia, conocido también como Armenia Mantequilla, está ubicado en el departamento de Antioquia a tan solo 51 km de Medellín. Es un ejemplo situado y real de un territorio con poca inversión económica y social, nombrado también como municipio de sexta categoría. Armenia es considerado un municipio con niveles altos de vulnerabilidad, por lo que hace parte de los municipios que “se encuentran en riesgo de generar déficit corriente por la insuficiencia de recursos propios, lo que los hace altamente dependientes de las transferencias” (Subdirección de Descentralización y Fortalecimiento Fiscal y Dirección de Descentralización y Desarrollo Regional: 2020, p. 5).

Según el Plan de Desarrollo Municipal, la economía de Armenia es de base primaria, se desarrolla mediante el café, la ganadería, la agricultura y el comercio. Un 70% de las tierras son utilizadas para la actividad agropecuaria (café), y un 30% para la explotación pecuaria (ganado) (Alcaldía Municipal de Armenia-Antioquia: 2019, p. 82). No obstante, la producción cafetera, que se concentra entre los meses de septiembre y diciembre, no es suficiente para consolidar su economía y generar una entrada constante de capital, además de que el valor del café es fluctuante al estar sujeto al precio del dólar.

Por otra parte, Armenia tiene problemas de comunicación y conectividad con otros municipios de la región debido a las faltas de vías de acceso, solo está la principal que conecta Medellín – Armenia y Armenia - Titiribí, ambas con gran parte de la carretera sin pavimentar, situación que limita la circulación, el intercambio y comercialización de bienes y servicios con otros centros (Consejo Municipal para la Gestión del Riesgo de Desastres CMGRD: 2015, p. 16).

Estas problemáticas no son nuevas en el campo colombiano, al respecto el Incora (2002), expone que los campesinos colombianos en la década de los sesenta “exigían la realización de una reforma agraria profunda. Se registraba un alto índice de concentración de la propiedad, latifundismo, alta proporción de asalariados rurales en la población agrícola con bajísimos niveles de vida” (p. 108), pero dicha reforma no se implementó y los campesinos continuaron su labor de sobrevivencia, sin condiciones dignas. A comienzos de la década de los años noventa,

los indicadores socioeconómicos del país mostraban que la brecha entre los sectores urbano y rurales seguían siendo amplia y una alta proporción de campesinos no tenía capacidad de generar los ingresos necesarios para atender sus necesidades esenciales, 62.6% de las personas y 57.4% de los hogares del sector rural presentaban necesidades básicas insatisfechas; la tasa de analfabetismo rural superaba en más de tres veces la urbana; cerca de la mitad de la población no tenía acceso a la tierra, pues eran jornaleros, arrendatarios, aparceros o microfundistas, los recursos productivos eran escasos en las pequeñas parcelas y seguía siendo difícil el acceso tanto al crédito como a la tecnología, lo que reflejaba las condiciones de precariedad del campesinado (Incora: 2002, p. 138).

Las dinámicas complejas de empobrecimiento estructural se mantuvieron a través de la historia, se modificaron los usos de la tierra con la pérdida de las prácticas cafeteras y con la prevalencia de la ganadería. Lo que hizo que situaciones como el desempleo y la migración se normalizaran en el paisaje rural.

Por ejemplo, para el año de 1999 este municipio contaba con una tasa poblacional aproximadamente de 6.000 habitantes; para el año 2010 hubo una constante disminución poblacional por debajo de los 5.000 habitantes y para el 2020 dicha cifra sigue en descenso con un aproximado de 4.223 habitantes (CMGRD: 2015, p. 15).

La disminución de la población está en correspondencia con la fragmentación de las lógicas locales; el abandono de la tierra; el cambio de las prácticas territoriales, de los conocimientos situados y vividos que pasan por la experiencia corporal, ancestral, simbólica de quienes han estado, vivido y sentido la vida en el campo. Pues como lo plantea Barabas (2004), y Leff (2004) un fragmento de terreno o un territorio constituido, ocupado y habitado, no posee un valor únicamente de propiedad dentro del marco legislativo, sino que también posee una red de significados espaciales, sociales, culturales, simbólicos y de representatividad espiritual para aquellos que se desenvuelven y expresan su forma específica de relación con el mundo.

Es en el territorio donde se configura un sistema relacional de lo físico, emocional y cognitivo, allí se configuran rituales, relaciones económico-políticas, los símbolos que hacen parte de la cultura. La identidad y el territorio son categorías que “portan una doble naturaleza, simbólica y material y cumplen funciones particulares como lo es inscribir la trama social en la continuidad espacio-temporal” (Robayo & Garcés-Aguilar: 2016, p. 48). La identidad siempre está en constante configuración y se desenvuelve en relación a las otras personas y a las interacciones cotidianas. Como proceso dinámico, relacional y dialógico, la identidad se construye y deconstruye en los territorios desde características geo-simbólicas y desde relaciones dotadas de significados que se transmiten generacionalmente, a través de creencias, prácticas simbólicas compartidas, sentidos de arraigo y pertenencia y de reconocimiento de la otredad.

Robayo & Garcés-Aguilar (2016), plantean que territorializar un espacio es vivirlo a través de unas prácticas específicas que, además de vivenciar y redefinir la cotidianeidad, toman valor desde el conocimiento efectuado sobre el mismo fragmento habitado, percibido e instrospectado. Fals Borda (2009), introduce la categoría sentipensar, que implica pensar desde el corazón y la mente sin separar la razón de las emociones y los afectos. Escobar (2014), retoma el concepto y añade, que sentipensar está relacionado con el arte de vivir de las comunidades, arraigadas a sus territorios, desde sus prácticas, su ser y su saber. Sentipensar también implica una relación social con los no humanos, ejemplo: una montaña, una laguna o un río como ancestro o como entidad viva. Se entiende por campesino al:

sujeto intercultural, que se identifica como tal, involucrado vitalmente en el trabajo directo con la tierra y la naturaleza, inmerso en formas de organización social basadas en el trabajo familiar y comunitario no remunerado o en la venta de su fuerza de trabajo (Instituto Colombiano de Antropología e Historia: 2020, p. 19).

El saber campesino, necesita de la experiencia cotidiana, es decir, de lugares de enunciación y de sentidos que se tejen de forma ancestral, a partir de saberes locales y prácticas de vida. Pues como dice Maturana y Varela (2003), generalmente hay una correspondencia entre el “ser campesino, el hacer Agri-Cultura y el conocer –afectivamente- el mundo vivido” (p. 15). Salazar y Posada (2012), expresan que:

la cultura campesina tiene como rasgo distintivo la relación con el territorio, la cual es un componente fundamental de la identidad. Es apenas lógico, entonces, que aquellos actores que no tienen una relación especial con el territorio por no permanecer en él –como los funcionarios del Estado y las gentes ricas- no hagan parte del entorno social donde se forja la identidad socio-territorial, el arraigo (pp. 109-110).

Por su parte López (2011), plantea que la identidad surge en medio de procesos humanos, culturales, políticos y económicos y desde perspectivas históricas mediadas por lógicas colonizadoras, migratorias, de acumulación y por formas de apropiación de los territorios.

Reyes (2011) analiza las fronteras y la migración desde procesos de reterritorialización que permiten la convergencia de multiplicidad de identidades en un mismo espacio. Barabas (2004), resalta la importancia de la perspectiva geográfica para el análisis de las prácticas espaciales de las comunidades y para la comprensión de sus formas de anclaje territorial y del valor legal que tiene la geografía simbólica.

Castro (2012), expone que algunos cambios de las familias rurales son la disminución del número de hijos, aumento en los años de escolaridad de las nuevas generaciones, incorporación de la mujer al trabajo, la convivencia en unión libre, entre otros. Por su parte, Jurado y Tobasua (2012), exponen que la juventud rural como sujetos fundamentales de las dinámicas del campo, desenvuelven sus vidas entre lo rural y lo urbano, pues ya no tienen la necesidad de decidir por uno o por otro ámbito.

Por último, Gómez et al., (2016) y Giraldo (2015), planean que los modelos de desarrollo extractivistas instrumentalizan la tierra, sin importar las construcciones socioculturales de identidad, implementan procesos y difunden discursos para desterritorializar a los campesinos y tomar posesión de sus tierras. Los procesos de apropiación según los autores, no han sido fáciles, en tanto que las comunidades han tomado las prácticas tradicionales como resistencia a las transformaciones desarrollistas.

A nivel local, son escasas las investigaciones realizadas sobre Armenia-Antioquia. Los estudios existentes giran en torno a diagnósticos ambientales de gestión del riesgo y organización territorial. Esta ausencia de información implicó realizar una aproximación más general a las múltiples ruralidades partiendo de los conocimientos situados y a la identificación de las relaciones prácticas-simbólicas que los habitantes de Armenia establecen en su relación con la tierra, para comprender los cambios sociopolíticos, económicos y ambientales presentes a nivel regional y su articulación con el fenómeno de la globalización.

Surge así la necesidad de profundizar y hacer lectura de la complejidad de este municipio desde la integración de procesos históricos, territoriales, económicos, socio-culturales y simbólicos. La pregunta de investigación es: cuáles son las prácticas territoriales y simbólicas que la población de Armenia construye en su relación con la tierra y que son parte de su identidad campesina.

En un primer momento se presentan las prácticas cotidianas e históricas de la población local en relación con el trabajo de la tierra durante los últimos 40 años. En un segundo momento, se identifican las formas en que la población local sentipiensa la relación con la tierra; en un tercer momento se busca comprender aspectos prácticos y simbólicos que configuran la identidad de la población de Armenia.

METODOLOGÍA

Este estudio se asume desde la investigación cualitativa, para Galeano (2003), esta perspectiva permite abordar las realidades subjetivas e intersubjetivas como objetos legítimos de conocimientos científicos. Busca comprender -desde la interioridad de los actores sociales- las lógicas de pensamiento que guían las acciones sociales. Estudia la dimensión interna y subjetiva de la realidad como fuente del conocimiento (p. 18).

El método que orientó la presente investigación es el etnográfico, que como plantea Restrepo (2016), es una descripción de lo que la gente hace desde la perspectiva de la misma gente, […], los significados que estas prácticas adquieren para quienes las realizan (la perspectiva de la gente sobre estas prácticas). […] y lo que la gente dice que hace […] se trata de comprender la densidad de la vida social, cualquiera que sea el contexto que estemos analizando (pp. 16-17).

La etnografía adquiere un rol fundamental en el proceso de entendimiento de las diferentes formas en que los seres humanos pueden ser abordados y entendidos. Desde sus raíces coloniales hasta la modernidad, este concepto implica una lectura para comprender y entender el ser, el saber y el estar en toda su diversidad humana en la vida colectiva, comunitaria y/o ciudadana.

La principal estrategia de generación de información fue la observación participante, la cual se llevó a cabo en el corregimiento La Herradura y en la cabecera del municipio de Armenia. Esta técnica permite el acercamiento a “los universos culturales y sociales en su compleja articulación y variedad” (Guber: 2001, p. 57), captar los sentipensares de las poblaciones que habitan los territorios, pasar y compartir tiempo con ellas, a partir del diálogo espontáneo y de la inserción y en las dinámicas socioculturales rurales. Este acercamiento se hizo con 10 personas habitantes del municipio con las siguientes características: desempeñar alguna actividad económica y productiva en relación con la tierra, tener un rango de edad de los 22 a 60 años, ser líderes o lideresas del territorio.

También se realizaron relatos de vida para profundizar sobre las interpretaciones y sentires históricos de los actores sociales frente al territorio. Mallimaci y Giménez (2006) plantean que, “todos los relatos de vida son potencialmente fructíferos para comprender las experiencias individuales, grupales, sociales, y en todo relato el investigador o la investigadora buscan comprender los horizontes de sentido y las lógicas que articulan las acciones” (p. 188). Los actores sociales reflejan por medio de las experiencias las transformaciones culturales y situaciones históricas, por lo tanto, los relatos de vida, permiten al investigador la obtención de información al introducirse en las subjetividades de los actores y en las complejidades de sus realidades cotidianas, de sus memorias personales y/o colectivas. Los recorridos por el territorio junto con los pobladores, durante la cosecha de café y para reconocer la vereda, fue una técnica propicia para conocer la cotidianidad de las familias y sus formas de habitar el territorio.

En particular en este texto se retomaron relatos de los siguientes líderes: Don Papito, líder comunitario de aproximadamente 60 años, hombre que ha dedicado su vida a labrar la tierra y que es reconocido por su compromiso con la comunidad. Simón, líder ambiental, de aproximadamente 23 años, dedicado al activismo político-ambiental. Margarita, mujer de aproximadamente 55 años, recolectora de café, campesina y participante de la Junta de Acción Comunal. Don Luis, de unos 65 años, dueño de una parcelación de café donde se hizo observación participante. Don José recolector de café de unos 60 años.

La investigación se orientó bajo las siguientes consideraciones éticas: se parte del consentimiento informado, con el cual se comunica las intencionalidades del estudio, las actividades a desarrollar y la forma como se tratarán los datos obtenidos. Al respecto es importante mencionar que los participantes autorizan poner sus nombres. De igual manera se asume el compromiso de hacer devolución de la información finalizado el estudio.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Polifonías históricas del territorio

El municipio de Armenia ha pasado por densas migraciones del nivel inter-intra regional, a raíz de los cambios sociopolíticos, económicos y estructurales que asientan el protagonismo de las grandes urbes. “Unesco estima que más de 760 millones de personas que migraron dentro de sus países, en su mayoría fueron migraciones de zonas rurales a zonas urbanas” (Werner: 2021).

El devenir histórico de los armenianos-as ha estado ligado a las prácticas agrícolas, particularmente los años 60 y 70 fueron los más pujantes en función de auto-sostenibilidad y soberanía alimentaria, sobre todo, porque fue una época surcada por el café, el cual comenzó a tomar fuerza en este territorio. Sus pobladores lo recuerdan como un territorio próspero y poblado, en el que las escaleras o chivas llenaban sus capacetes y asientos con abundantes productos agrícolas como mangos, mandarinas, plátanos, yucas, aguacates, entre otros productos. Había un fortalecimiento de pequeños y medianos productores mediante la comercialización descentralizada y de auto-abastecimiento de productos que cultivaban como frijol, maíz y caña.

Desde los años 60, hasta aproximadamente mediados de los 90, Armenia se constituyó territorial e identitariamente en torno al agro y la caficultura. El auge del café representó gran productividad en términos de renta de capitales, producción a escala y en volumen. Se da una transición en la producción de las fincas, las cuales pasan a ser netamente cafeteras. Como dice Don Papito,

cada año, aproximadamente en la década de los 70, se recolectaban 600 cargas de café y 250-300 cargas de cacao. Las familias campesinas se dedicaban a la trasmisión de saberes locales y prácticas heredadas, tal y como lo recuerda un armeniano: a las 5 de la mañana, uno veía pasar al papá con sus 4 o 5 muchachos para ir a trabajar el campo, realizar los arados, y sembrar maíz y frijol.

Los años 90 representaron para Colombia grandes transformaciones a raíz de la introducción del neoliberalismo. La Constitución Política de Colombia de 1991, significó la configuración de un Estado social y democrático de derecho. En este momento se brindaron las garantías necesarias para la apertura y afianzamiento del modelo económico neoliberal, que llegó al país con la misión de “preservar la ley y el orden, fomentar los mercados competitivos y proteger tanto la seguridad individual como la propiedad privada” (Díaz: 2009, p. 217).

Estrada (2006), explica que la entrada triunfal del neoliberalismo estuvo acompañada de cambios jurídico-económicos y de transformaciones estructurales en el modelo económico del país, entre los cuales están, el:

diseño e implantación de reformas legales estructurales clave tendientes a la desregulación de la economía (1990-1991); formulación de la Constitución económica (1991); profundización de la desregulación económica mediante el diseño e implantación de reformas legales según mandato constitucional (1992-1998); ordenamiento para la gestión de la crisis y el reforzamiento de la desregulación económica y la disciplina fiscal (1999-2004); supranacionalización del orden jurídicoeconómico mediante la “negociación” de tratados de libre comercio (p. 251).

Con respecto a los cambios estructurales, el líder ambiental Simón expresa: “la producción agraria local disminuyó debido a la apertura económica dada bajo la presidencia de César Augusto Gaviria Trujillo, quien desarrolló una política comercial fundamentada en la modernización”. Díaz (2009), dice que se redujeron “los controles a las importaciones, se expuso la producción nacional a la competencia externa” (p. 217). Don José comentan:

los armenianos-as cambiaron sus cultivos de café por la ganadería, abandonaron prácticas agrícolas locales, a la par que se perdían las garantías para los trabajadores campesinos. La empleabilidad en Armenia disminuyó, al igual que la densidad poblacional, en tanto que la transición del café a la ganadería implicó que las fincas transitaran de necesitar 30 agricultores o caficultores, a 2 o 3 vaqueros que se hacían cargo del ganado.

Según Semana Rural (2019), “El Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade) demostró en un estudio del año 2017, que del 30% de los habitantes del país que vivían en la ruralidad y, según estimaciones para el año 2050, tan solo el 13% seguirán haciéndolo”. Por otra parte, el DANE (2018), reporta que para el 2018 el porcentaje de personas en la ruralidad colombiana es de apenas del 22,9%.

Lo anterior explica la escasa producción agrícola y el desabastecimiento alimentario interno (local, regional y/o nacional), pues a medida que se desocupan los territorios rurales, y se reorientan los productos para la exportación, también se van perdiendo las condiciones materiales/económicas y territoriales/simbólicas necesarias para la producción agrícola. Las decisiones jurídico/económicas favorecieron la explotación de los recursos naturales, a través del extractivismo minero-energético, la ganadería extensiva y la plantación de monocultivos en todo el país.

La movilidad humana en Armenia y el despoblamiento del territorio se expresó en desplazamientos voluntarios, desplazamientos forzados y desplazamientos ambientales y simbólicos. El desplazamiento voluntario, es un proceso provocado por factores estructurales que obligan a los individuos, familias y/o comunidades a dejar su territorio para ir en busca de nuevas oportunidades, trabajo, educación, o para mejorar las situaciones de vulnerabilidad provocadas por el empobrecimiento y exclusión social. Este fenómeno llevó a una disminución de la tasa poblacional, pasando de 6.000 en el año 1999, a 5.000 habitantes en el 2010. En el 2020 la cifra desciende a un aproximado de 4.223 habitantes (Consejo Municipal para la Gestión del Riesgo de Desastres CMGRD: 2015, p. 15). Como se puede ver en la figura 1, el comportamiento poblacional en los últimos 30 años disminuyó.

El desplazamiento forzado es un fenómeno que se da cuando personas o grupos de personas se han visto forzadas u obligadas a escapar o huir de su hogar o de su lugar de residencia habitual, en particular como resultado de un conflicto armado, situaciones de violencia generalizada, violaciones de los derechos humanos o catástrofes naturales o provocados por el ser humano y en su propio país” (ONU: 1998).

Colombia tiene “un acumulado histórico de casi 8 millones de desplazados, desde 1985 hasta el 31 de diciembre de 2019” (Unidad para las víctimas: 2020). El desplazamiento forzado es usado históricamente por grupos ilegales/legales para controlar, desocupar y apropiarse injustamente de los territorios y sus recursos naturales. El municipio de Armenia no es ajeno a esta realidad. Según cifras correspondientes a víctimas del conflicto armado, el

análisis efectuado por la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (UARIV) para el Municipio de Armenia para el periodo 2011-2014, demuestra que se ha presentado una variación leve, que a la fecha ha disminuido, sin embargo, de acuerdo a los datos lo clasifica como medio bajo (Alcaldía Municipal de Armenia-Antioquia: 2019, p. 77).

Por ejemplo, 48 personas fueron registradas para el 2012, 56 para el 2013, 21 para el 2014, 46 para el 2015, 13 para el 2016, y 11 para el 2017 (Alcaldía Municipal de Armenia-Antioquia: 2019, p. 77). En la figura 2, se puede ver el comportamiento en términos de desplazamiento forzado del 2012 al 2017 en el municipio de Armenia.

Los desplazamientos ambientales y simbólicos se presentan a partir de la fragmentación y desvinculación con el espacio físico y simbólico en el que confluyen los saberes anclados al territorio.

Armenia cuenta con un patrimonio natural y ecológico que lo hace biodiverso en su fauna y flora. Cuenta con un clima variado, disponibilidad de fuentes hídricas y suelos ideales para la agricultura, además de recursos naturales de origen mineral como metales preciosos, carbón y gravillo, que son de interés dentro del mercado ambiental global. El líder ambiental Simón expresa que “aproximadamente del 2014 al 2015 se empezaron a presentar solicitudes para la concesión y explotación de los recursos naturales, con títulos que buscan una extensión de hasta por 30 años”. Al contrastar la información, Gobernación de Antioquia (2017), plantea que en la actualidad Armenia tiene siete títulos mineros de los cuales: uno es para la explotación en carbón, tres en metales preciosos (oro, plata, grava, arena) uno para la explotación de yeso y uno de gravillo, este último, hace parte de la minería artesanal y tradicional que representa otra fuente de ingreso para quienes practican esta forma de trabajo. Además de los títulos mineros, se han presentado diez propuestas de contrato de concesión minera que están a la espera de su aprobación.

Con la centralización y privatización de la explotación de los recursos naturales, se criminaliza a las personas que tradicionalmente han vivido de estas prácticas artesanales, las cuales pasan a ser definidas como prácticas ilegales, como expresa Simón: “ya los arrieros o las personas que se dedicaban a esto de manera individual no podrán ir a sacar la gravilla de la beta, sino que le dan el título a una empresa y únicamente esta empresa tiene derecho a explotarlo”.

La despoblación es un fenómeno que lleva a la descampesinización, este último es entendido como “el proceso mediante el cual se reducen las posibilidades de reproducir de manera autónoma la vida campesina” (Ferro: 2019, pp. 72-73). Esto sucede cuando la población se desplaza a centros urbanos y a las grandes ciudades, donde no existen las condiciones para reproducir o continuar con las prácticas de trabajo de la tierra. Al respecto el líder Simón afirma que “un 40% de la población que ha migrado de Armenia, se encuentra viviendo en el corregimiento de San Antonio de prado o en el municipio de Itagüí, donde trabajan como mano de obra, alimentando la informalidad”.

La desterritorialización es otro proceso que se da a partir del desarraigo y la desarticulación con el espacio tradicionalmente habitado y sentido en el cual se han materializado las prácticas vitales de la familia campesina, sus lenguajes, su cultura y el entramado histórico-social. Al no habitar el territorio se rompe el vínculo recíproco entre tierra/agricultor y proveedor/cuidador, instituyendo una racionalidad diferente a la rural, que transforma el ethos comunitario y campesino.

SENTIPENSANDO EL TERRITORIO

El término Topofilia es el punto de partida para comprender la relación y filiación con la tierra. Yi- Fu Tuan (2007) define “la Topofilia como las manifestaciones específicas del amor humano por el lugar” (p. 129), el anclaje íntimo y profundo por el lugar enraizado, habitado, vivido y sentido, en el que se manifiesta el sentido filial de pertenecer. El lugar en el que las personas se constituyen en seres histórico-sociales y donde se asume la responsabilidad de cuidar y defender el territorio sentido y habitado. Al respecto, Don Luis dice que: “la tierra no se puede abandonar porque es sustento de la vida”. Estas palabras aluden a una experiencia campesina en la que el espacio físico/territorial es también simbólico/espiritual.

La población Armeniana es mayoritariamente de tradición campesina, el ser campesino es una forma de organización social, cultural, simbólica e identitaria que se configura a partir de la reproducción de unas prácticas de vida históricas específicas arraigadas a la tierra. La caficultura como práctica económica y social, encarna un saber técnico que va desde la manera como se germina la planta, la forma como se siembra, se abona, se recolecta, despulpa y se seca el café. Las casas y fincas acondicionan sus techos, patios y alrededores para disponer del café.

Ancestralmente los armenianos-as se han movido según el ciclo del agua, saben cuáles son las mejores épocas para sembrar, qué tipo de árbol es aprovechable para las épocas de lluvia o de sequía, ese saber lo han usado estratégicamente para la caficultura, que hace parte del sustento económico de la población en la actualidad. Al respecto don José comentan: “la siembra de café se hace entre mayo, si el café se siembra en épocas de lluvia esto favorece su crecimiento, además la plántula o brote aprovecha todos los nutrientes que esta fuente líquida provee”.

La vida de los armenianos-as está ligada a la tierra. Al caminar las calles del corregimiento La Herradura se observa que cada casa, finca y porción de tierra, por más pequeña que sea, tiene cultivos de café, yuca, plátano, maíz, aguacates, naranjas, etc., que sirven de complemento a la economía familiar. La tierra provee unas condiciones materiales para la subsistencia, a la vez que genera en sus habitantes unas valoraciones culturales y sintientes frente a la tierra como reproductora de sus modos de vida.

En una finca del corregimiento La Herradura se acompañó el proceso de recolección de café, donde fue posible compartir en esa mañana de noviembre con habitantes y jornaleros del municipio. Estos y otros espacios cotidianos son propicios para “ñarriar en pro de la situación”, palabra entendida como autogestión. Al respecto menciona Don Luis: “en la comunidad se da mucho la colaboración comunitaria”. La vida comunitaria se sigue gestando y tejiendo en todos los espacios donde tenga cabida desde las cotidianidades. La práctica de recoger café es más que un intercambio de horas de trabajo por un salario, es también una relación recíproca con la naturaleza, donde se procura no maltratar la planta.

Margarita, mujer recolectora de café oriunda de Armenia, comenta: “Esto hace parte de mi vida, yo me nací con la creencia de que sembramos el café, lo cultivamos y de eso vivimos”. El café como práctica y saber transmitido generacionalmente haca parte de un saber colectivo propio de la racionalidad rural. En este caso, la madre, como otras madres y abuelas, sembró el ombligo en la tierra, una metáfora que usan los pueblos originarios y ancestrales para simbolizar la relación con la madre tierra, porque la tierra no es solo para cultivarla, sino que son cuerpos habitados de significados y sentidos de vida.

Por otra parte, es importante develar como dice Galeano (1971), la imposición de una tradición cafetera que significó modificaciones en los territorios, pues “iba dejando a sus espaldas bosques arrasados, reservas naturales agotadas y decadencia general. La erosión arruinaba, sin piedad, las tierras antes intactas y, de saqueo en saqueo, iba bajando sus rendimientos, debilitando las plantas y haciéndolas vulnerables a las plagas” (p. 57). Los bosques y parcelas a raíz del monocultivo del café se volvieron más susceptibles a plagas y enfermedades lo que generó problemas e impactos ambientales. De esta manera encontramos que el territorio de Armenia como muchos otros, han sido disciplinados y modificados para el cultivo y producción de una sola especie en los minifundios. Esto ha implicado la disminución de otros cultivos, tales como frutas y hortalizas, puesto que esa pequeña extensión de tierra está mayor o parcialmente destinada a la caficultura.

Galeano (1971), plantea que “el café de Colombia no se produce, en su mayor parte, en los latifundios, sino en minifundios que tienden a pulverizarse cada vez más (p. 57). Es un producto poco rentable que lleva a que se deje de cultivar otros productos que son vitales para el autoconsumo. Es preciso recordar que la cosecha de café, se da aproximadamente cada ocho meses, que el precio es fluctuante puesto que depende del precio del dólar. Por otra parte, como dice un productor de café, no da el fruto suficiente para pagar el trabajo que exige su producción, sumado a las variaciones climáticas por efecto del cambio climático. El mismo caficultor plantea

hay cafetales que no producen lo suficiente a pesar de la gran extensión de tierra ocupada, son cafetales que reciben cuidados en la medida en que sus propietarios salen de la ciudad y visitan la Herradura, contrario a esta situación, hay cafetales más pequeños, pero con gran cosecha, debido a que, son el sustento real de algunos habitantes.

El anterior relato da cuenta de que la tierra necesita de cuidados, que la vida en el campo no se da en soledad y que la relación con la tierra se enmarca en la reciprocidad porque como dice Don Papito: “la tierra da lo que uno le dé”, este mismo líder es quien resalta que, Armenia se está convirtiendo en un lugar para vacacionar y no para habitar. Una posición al respecto es planteada por el líder ambiental Simón quien plantea que entre las luchas políticas “están los temas de la reivindicación campesina y de reconocer el territorio, y más que asumirlo como paisaje es habitarlo como lugar, si usted lo habita como lugar tiene un sentimiento, una actitud y una valoración especial”, por su parte Don Papito resalta, “la tierra se ha valorizado, los lotes o parcelaciones las están comprando con el fin de vacacionar, esto es positivo, inclusive si esa gente trae lo que necesitan desde Medellín, pues lo importante es que la gente regrese al campo”.

La parcelación de las tierras, desde la perspectiva de Simón, es una situación territorial relacionada directamente con la dignidad del trabajo campesino, ya que, si un campesino recibe una retribución económica justa frente a su trabajo, no tiene necesidad de parcelar su finca, por el contrario, si un campesino no obtiene lo necesario para subsistir del trabajo de sus tierras, considera la opción de parcelar, vender y así aumentar sus ingresos económicos. Antioquia con su gran diversidad ambiental es sumamente agradable como paisaje, sin embargo, es más que ello, la ruralidad y/o el campo implica moverse en el territorio comprendiendo dinámicas diferentes a las de las ciudades, valorando las tradiciones, la naturaleza y, la forma en que las personas interactúan en su territorio y con su entorno.

Frente a los procesos de lucha y resistencia Don Papito expresa: “nosotros no estamos de acuerdo con la minería porque acaba con la tierra y genera problemas ambientales”. Estas palabras describen el valor del territorio, no en términos de capital/mercancía, sino de cuidado de la vida en todas sus formas. Harvey (1998), plantea que “las relaciones de poder están siempre implicadas en prácticas espaciales y temporales” (p. 250), las relaciones de poder se manifiestan en las diferentes formas materiales y simbólicas de apropiación territorial, que muchas veces se imponen sobre los territorios con fines de explotación y acumulación. Otras veces son las comunidades las que logran salvaguardar sus epistemes locales, con lo que se demuestra la existencia de otras visiones de desarrollo, otras formas de sentir y habitar el mundo. Un ejemplo de defensa del territorio en el corregimiento La Herradura, fue una manifestación popular y artística: diferentes murales que decían: “¡no a la minería, sí a la vida!”, estas palabras son muestra de una postura ético/política que está en contra del extractivismo, a la vez que es una muestra de resistencia comunitaria.

La vida en común que comparte la población del corregimiento La Herradura, se expresa en el sentido de pertenencia, la cultura y los símbolos compartidos y las prácticas y acciones colectivas que buscan dar respuesta a necesidades y demandas colectivas. La participación comunitaria desde la perspectiva local, se teje desde un ambiente social de colaboración y autogestión comunitaria.

La mujer rural tiene un lugar importante en los procesos de participación de la familia, en las prácticas de cuidado y de producción económica. El cuidado es “un «modo-de-ser» mediante el cual la persona sale de sí y se centra en el otro” (Boff, Valverde & Domínguez; 2002, p. 173). Dice una de las mujeres: “somos quienes nos levantamos más temprano a organizar lo necesario para que todo esté listo para el momento de recoger café, cuando regresamos al hogar los hombres llegan a descansar y nosotras continuamos con las labores del hogar”. De tal manera que no hay una separación del trabajo de la tierra y las prácticas agrícolas, con los quehaceres domésticos y las actividades de mantenimiento del hogar.

CONCLUSIONES

Los desplazamientos físicos y simbólicos que ha vivido la población armeniana se traducen en la pérdida y transformación de prácticas territoriales ancestrales. Esto está asociado a la disminución poblacional de aproximadamente 1770 habitantes en los últimos 20 años, lo que equivale a un 29.6% de la población total. Con el despoblamiento se fue desvaneciendo la vocación campesina, la agricultura familiar y/o a pequeña y mediana escala que representaba la base de la economía y del desarrollo de los habitantes.

Disminuye la empleabilidad y la soberanía alimentaria, pues como expresa un Don José, “antes se mandaba el excedente de los productos para Medellín, ahora es desde Medellín que se lleva para Armenia”. La existencia de un territorio deshabitado hace más fácil que agentes externos entren al territorio para expropiar sus recursos y para imponer una lógica de ordenamiento y espacialización territorial que modifica el paisaje, la cultura, las prácticas de trabajo de base tradicional, la economía, los ecosistemas y las relaciones de poder.

Las familias que salen de la ruralidad y se desplazan a la ciudad se someten paulatinamente al trabajo asalariado, mayoritariamente como mano de obra, jornaleros, aseadores y otros no tan afortunados que alimentan las cifras del trabajo informal. La ausencia de condiciones materiales y simbólicas que permitan la permanencia de los armenianos-as en su territorio hace que se perpetúen las brechas de pobreza y exclusión, al no encontrar un nicho que les permita vivir con dignidad y reproducir sus modos de vida campesina.

Esta investigación es un abrebocas para futuros estudios sobre las situaciones socio-ambientales, políticas, culturales y económicas que enfrenten las poblaciones de los municipios de la subregión occidente del departamento de Antioquia. Aporta un conocimiento situado de las actividades económicas, los usos del suelo y las prácticas territoriales que se gestan en Armenia, específicamente del corregimiento La Herradura, comunidad que se encamina con esperanza hacia el futuro y que se esfuerza en reconocer sus raíces, enseñanzas ancestrales y constructos sociales asimilados y compartidos.

Notas

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NOTAS [1]Artículo de investigación derivado del proyecto “Construcción identitaria de la población de Armenia Antioquia a partir de las prácticas territoriales y simbólicas”, realizado para optar al título de Trabajador/a Social. Investigación desarrollada en el año 2022 con recursos propios.
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