Reseñas
Eco de un ave que estalla. La fragmentariedad del tuit hecho poesía
Quijano Heber. Eco de un ave que estalla. 2020. Toluca. Diablura Ediciones |
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Recepción: 19/02/2021
Eco de un ave que estalla es el libro más reciente de Heber Quijano, poeta mexiquense galardonado con el Premio Internacional de Poesía “Gilberto Owen Estrada” 2006. Sin embargo, indicar que se trata de un poemario sería la forma más obvia y menos inspirada para hablar de este libro que en 2020 fue publicado como parte la colección Arca de Diablos de Diablura Ediciones. Dicha obra es, más bien, una recopilación de aforismos, divididos en ocho partes: “Bala perdida”, “Milicia”, “Diente de león”, “Caracola”, “Tragafuegos”, “Estrella de mar”, “Distopías” y “Hombre de hojalata”. Cada uno de los breves textos corresponde con algún tuit procedente de la cuenta del autor. Estos datan del 2012 y son el resultado del ejercicio escritural de la literatura en redes, que se encontraba apenas en época gestacional.
Con la sombra de la guerra contra el narcotráfico asomándose por las ventanas y televisiones de toda la población del país, Quijano tuitea breves historias y máximas, recopiladas en los dos primeros apartados de la obra: “Bala perdida” y “Milicia”; ambos traen a colación lo absurdo del destino fútil que sufrió la población civil al estar atrapada en el fuego cruzado de una guerra que no debió ser. “Bala perdida” termina o inicia historias de manera tan tajante que no parecen responder más que a un destino predeterminado desde siempre: “La resignación ante una bala perdida se pudre de rabia en el tintero de la frustración”. En contra parte, “Milicia” retrata los traumas de guerra que cualquier soldado puede presentar, de ahí que sea el tema indicado para mostrar que la humanidad y cordura de los soldados siempre pende de un hilo: “Regresó del frente, sin novedades: muertos, putrefacción, pesadillas. Al ver el vacío en la memoria de su hogar, disparó al espejo”.
Los cinco apartados siguientes responden a motivaciones más juguetonas y poéticas: aforismos y juegos de palabras. Los textos son ricos en la explotación del tópico de redes sociales y en narrar una y otra vez las acciones y motivaciones de los personajes desde distintos ángulos: una caracola puede ser un habitante del mar, un amante o, simplemente, música. Sin duda, Quijano es capaz contar historias entorno a un diente de león o una estrella de mar: “Durante el vuelo de un solo diente de león se expande una Vía Láctea” o “Los cardúmenes de estrellas de mar también forman constelaciones. Secretamente dirigen los destinos de los pescadores”. Respecto al primero, el diente de león, flor huidiza y volátil, conjuga a la perfección la finitud de la escritura en redes: así como un soplo envía sus semillas a la inmensidad del cielo, una actualización de Twitter envía las historias a la inmensidad de la red.
La repetición del tópico a través de minificciones muestra precisamente lo que es la literatura electrónica, y en concreto la tuiteratura: la fragmentariedad de discursos, tanto de los textos mismos, ya que un tuit va seguido de otro —ahora en forma de hilo, pero para el momento de su escritura cada uno surgió de manera individual—, como de la cantidad de discursos presentes en la plataforma. Ello implica que, además, estas minificciones se encuentran en relación jerárquica con el resto de textos posteados en Twitter: escritos, noticias o fotos, que también reclaman su lugar.
De igual manera, “la fragmentariedad del texto en Twitter tiene que ver con la concepción de la sociedad actual del ser: una visión posmoderna que fragmenta al individuo en múltiples lógicas” (Álvarez, 28: 2019). Bajo esta visión podemos comentar dos puntos sobre Eco de un ave que estalla. En primer lugar, la repetición es necesaria para conocer cada dimensión del personaje que se presenta; por un lado, la práctica, la lógica, la realista, la cruda; por otro, las dimensiones del arte, la poética, lo onírico y lo simbólico, que también conforman a los personajes. En segundo lugar, comprender al individuo como un ser formado por múltiples lógicas explica la diferencia abismal entre conceptos, tales como las balas perdidas o el horror de la posguerra, en contraste con las imágenes casi bucólicas del diente de león o la inmensidad del mar.
Conjuntamente, Quijano explora el lado humano del ser a través de las distopías de los fantasmas; nada más contundente para recordar nuestra finitud humana que un pueblo habitado por fantasmas: “En el banco al norte de la ciudad sigue apareciéndose el fantasma que exige le devuelvan su dinero; su cara de resignación es macabra”. Además, encontramos la inconformidad a través de la figura de un tragafuegos: “El tragafuegos fragua los filos de las navajas de su lengua. Y los templa en saliva podrida”, también, el sentimiento amoroso gracias a un hombre de hojalata: “Para darte mi corazón necesito un abrelatas”.
El título de la obra Eco de un ave que estalla es maravillosamente preciso para el ejercicio de la tuiteratura. El ave es el pajarillo de Twitter que estalla de tantas voces —cuatrocientas, como el cenzontle de Nezahualcóyotl— que se dan cita en la plataforma, mientras que el eco es aquello que queda resonando. No todos los tuits son dignos de la reproducción y esta obra es prueba de ello: hubo un ejercicio de recopilación, de decidir qué tuits eran meritorios de tener un eco.
No obstante, cabe aclarar que, aunque la tuiteratura es algo más común, para 2012, cuando se produjeron estos textos, era un ejercicio de creación complicado de comprender. La tuiteratura puso sobre la mesa —aún lo hace— la discusión sobre qué es la literatura, y cómo un escrito destinado a desaparecer puede considerarse como tal. En este sentido, Eco de un ave que estalla pertenece a la categoría de las literaturas hechas en Twitter. Esta paradoja es difícil de sortear: sacar el texto del espacio que le da significado implica una pérdida de sentido, pero mantenerlo implica una pérdida total. Tan sencillo como que de no haberse realizado la edición que nos convoca, no habríamos conocido estos textos, puesto que ya estaban perdidos en el ciberespacio.
En definitiva, Eco de un ave que estalla merece una discusión exhaustiva, ya que no solo es congruente con la plataforma que la gestó, sino que también es rica en actualizaciones e intertextualidad con la tradición literaria y de la cultura de masas. Pongo estos ejemplos: “De niño jugaban a los vaqueros. Tras el gatillo, una bala se perdió en el estruendo. Quiroga se exorcizó en cuentos”, “Gregorio soñó que volaba. Luego de escupir fuego, su piel hacíase áspera piedra, seca escama. No quiso confirmar su miedo al espejo”, “En la piedra de sacrificio, el Espantapájaros ofrecía al Mago de Oz el corazón, chorreando de aceite, del Hombre de Hojalata”. Las referencias son evidentes: Horacio Quiroga, Gregorio Samsa y el Mago de Oz. Estos ejemplos demuestran cómo la creación de literatura electrónica no es ajena a los ejercicios escriturales tradicionales.
Como se puede observar, la tuiteratura de Quijano, representada en esta obra recopilatoria, es parte de la nueva literatura que une a la tradición con el paradigma digital al que accedemos gracias a las herramientas canónicas de la edición. Sin duda, es una obra que conjuga la fragmentariedad de la sociedad actual al mismo tiempo que la engarza a la tradición; quizá por ello Eco de un ave que estalla termina con una sentencia que une varios de los elementos repetidos a lo largo de la obra, para mostrar justamente que todo es parte de un todo: “Las corazonadas no suenan como el vuelo de los dientes de león sino como balas perdidas”.