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Más allá de un comunismo neoconservador
Contribuciones desde Coatepec, vol. 19, Esp., 2022
Universidad Autónoma del Estado de México

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Recepción: 05/10/2022

Aprobación: 05/12/2022

Supuestamente una antigua maldición china (la cual no tiene que ver con China, y probablemente fue inventada por observadores occidentales) dice: “¡Que vivas en tiempos interesantes!”. Los tiempos interesantes son tiempos de problemas, confusión y sufrimiento. Y parece que en los países occidentales democráticos, últimamente somos testigos de un extraño fenómeno que prueba que vivimos en tiempos interesantes.

Uno de los dichos más conocidos de Mao Zedong dice: “Hay un gran desorden bajo el cielo y la situación es excelente”. Es fácil entender lo que Mao Zedong quiere decir con eso: cuando el orden social existente se está desintegrando, el caos consiguiente ofrece a las fuerzas revolucionarias una gran oportunidad para actuar de forma decisiva y para asumir el poder político. Hoy ciertamente existe un gran desorden bajo el cielo: la pandemia de covid-19, el calentamiento global, señales de una nueva guerra fría, el estallido de protestas populares y el antagonismo social son solo algunas de las crisis que nos asedian. Pero ¿este caos sigue haciendo que la situación sea excelente, o el peligro de la autodestrucción es muy alto? La diferencia entre la situación que Mao tenía en mente y nuestra propia situación puede representarse de mejor manera por una minúscula distinción terminológica. Mao habla del desorden bajo el cielo, en donde el cielo, o el gran otro en cualquiera de sus formas —la lógica inexorable de los procesos históricos, las leyes del desarrollo social— sigue existiendo y regula discretamente el caos social. Hoy debemos hablar del cielo en sí mismo como ser en el desorden. ¿Qué quiero decir con esto?

En El cielo partido (1963), la novela clásica de la rda (República Democrática Alemana), de Christa Wolf, que trata sobre el impacto subjetivo de la Alemania dividida, Manfred (quien eligió el lado oeste) le dice a su amor, Rita, cuando se encuentran por última vez: “Pero aún si nuestra tierra está dividida, nosotros compartimos el mismo cielo”. Rita (quien decidió permanecer en el lado este) responde amargamente: “No, ellos dividieron primero el cielo”. La novela ofrece una mirada adecuada sobre cómo nuestras divisiones y peleas terrenales siempre han estado fincadas en un cielo dividido; que es una división mucho más radical y exclusiva del universo altamente simbólico en el cual habitamos. Hoy la situación no es que el cielo solo esté dividido en dos esferas, como era el caso durante el periodo de la guerra fría, cuando dos miradas globales se confrontaban. Las divisiones del cielo hoy aparecen cada vez más marcadas dentro de cada país en particular. En Estados Unidos, hay una guerra civil ideológica y política entre la alternativa populista de derecha y la clase dominante liberal democrática. En Europa, los negacionistas del covid se convierten en un movimiento popular… Los espacios para el entendimiento común están disminuyendo cada vez más, lo que refleja la reducción constante del espacio público físico, y esto sucede en un momento donde las múltiples crisis que se intersecan sugieren que la solidaridad global y la cooperación internacional son más necesarias que nunca. ¿Qué obstaculiza la solidaridad global y la cooperación?

Muchos izquierdistas en Occidente están obsesionados con la crítica al capitalismo neoliberal, al punto que descuidan un gran cambio, el paso del capitalismo neoliberal a un extraño poscapitalismo, el cual algunos analistas llaman neofeudalismo corporativo. Cuando, debido al rol crucial del intelecto general (conocimiento social y cooperación) en la creación de capital, las formas de la riqueza son cada vez más y más desproporcionadas con respecto al tiempo de labor directa invertido en su producción; el resultado no es, como Marx lo esperaba, la autodisolución del capitalismo, sino la transformación gradual del beneficio generado por la explotación de la labor en renta, apropiada por la privatización del intelecto general y otros bienes. Tomemos como ejemplo el caso de Bill Gates: ¿cómo se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo? Su riqueza no tiene nada que ver con los costos de producción de lo que vende Microsoft (incluso se podría decir que Microsoft paga a sus trabajadores intelectuales un salario relativamente alto), por ejemplo, la riqueza de Gates no es el resultado de su éxito en producir un buen software por precios más bajos que su competencia, o en la mayor explotación de sus trabajadores intelectuales. Entonces, ¿por qué hay millones que siguen comprando Microsoft? Porque Microsoft se impuso a sí mismo casi como un estándar universal, (casi) monopolizando el campo, un tipo de encarnación directa del intelecto general. Las cosas son similares con Jeff Bezos y Amazon, con Apple, Facebook, etcétera —todos estos son casos parecidos— las plataformas (espacios de nuestro intercambio e interacción social) se privatizan, lo que nos pone a nosotros, sus usuarios, en una posición de siervos pagando una renta al dueño de un bien común, como si fuese nuestro señor feudal. Recientemente supimos que “el 2% de la riqueza de Elon Musk podría solucionar la hambruna mundial, dice el director de la organización de la escasez de alimento de la onu” (McSweeney y Pourahmadi, 2021), un claro indicador del neofeudalismo de corporativos.

Con respecto a Facebook, “Mark Zuckerberg ‘tiene control unilateral sobre 3 mil millones de personas’ debido a su posición inexpugnable en la cima de Facebook, comentó la denunciante Frances Haugen al parlamento británico, mientras pedía regulación externa urgente para frenar la administración de tecnología de la compañía y reducir el daño hecho a la sociedad” (Waterson y Milmo, 2021). El gran logro de la modernidad, el espacio público, está, por lo tanto, desapareciendo. Días después de las revelaciones que Haugen hizo, Zuckerberg anunció que su compañía cambiaría su nombre Facebook por Meta, y describe su visión del metaverso en un discurso que es un verdadero manifiesto neofeudal.

Zuckerberg quiere que el metaverso abarque el resto de nuestra realidad, conectando fragmentos del espacio real de aquí con el espacio real de allá, mientras subsume lo que nosotros consideramos el mundo real. En el futuro virtual y aumentado que Facebook ha planeado para nosotros, no es que la simulación de Zuckerberg llegue al nivel de la realidad, sino que nuestras interacciones y comportamientos se volverán tan estandarizados y mecánicos al punto que no importará. En lugar de hacer expresiones faciales humanas, nuestros avatares hacen el icónico gesto de los pulgares arriba. En vez de compartir aire y espacio, colaboramos en un documento digital. Aprendemos a degradar nuestra experiencia de estar junto a otro ser humano a ver su proyección sobrepuesta en un cuarto como si se tratara de una figura de Pokémon en realidad aumentada (Rushkoff, 2021).

El metaverso fungirá como un espacio más allá (meta) de nuestra dolorosa y fracturada realidad, un espacio virtual en el cual podremos interactuar, a través de nuestros avatares, con elementos de realidad aumentada (realidad superpuesta con signos digitales). Será, entonces, nada menos que la metafísica actualizada: un espacio metafísico que incluya completamente a la realidad, a la cual se le permitirá entrar en fragmentos, solo en cuanto se encuentre bajo pautas digitales que manipulen nuestra percepción e intervención. El problema es que obtendremos un bien común que en realidad es propiedad privada, con un señor feudal privado que va a observar y regular nuestras interacciones.

Esta nueva fase de la economía global también implica un funcionamiento distinto de la esfera financiera. Yanis Varoufakis notó un hecho extraño que ocurrió en la primavera de 2020: el mismo día en que las estadísticas estatales en Estados Unidos y Reino Unido registraron una caída del pib (producto interno bruto) comparable a la caída registrada durante la Gran Recesión, las bolsas de valores registraron un aumento gigantesco. En resumen, aunque la economía real esté estancada o incluso disminuyendo, las bolsas de valores suben; es un indicador de que el ficticio capital financiero termina atrapado en su propio círculo, desacoplado de la economía real. Aquí es donde las medidas financieras justificadas por la pandemia entran al juego: de cierta manera, mejoran el modelo tradicional keynesiano, es decir, su objetivo no era ayudar a la economía real, sino invertir cantidades gigantescas de dinero en la esfera financiera (para prevenir un colapso financiero como el de 2008), mientras se aseguraban de que la mayoría de este dinero no fluyera dentro de la economía real (lo cual podría causar hiperinflación).

Pero lo que hace que la situación sea verdaderamente peligrosa, empujándonos a una nueva barbarie, es que los bienes comunes privatizados coexisten con una nueva ola de fuerte competencia de los Estados nación, la cual va a en contra de la urgente necesidad de establecer una nueva forma de relacionarnos con nuestros alrededores, un cambio político-económico radical, que Peter Sloterdijk denomina la domesticación del animal salvaje Cultura. Hasta ahora, cada cultura disciplinó/educó a sus miembros y con eso garantizó paz cívica entre ellos, pero la relación entre culturas y estados diferentes permaneció siempre bajo la sombra de una potencial guerra, cada época de paz no es más que un armisticio temporal. Toda la ética de un estado culmina en el mayor acto de heroísmo, la disposición de sacrificar nuestra vida por la de un Estado-nación, lo cual significa que las relaciones salvajes de la barbarie entre estados sirven como la base de una vida ética dentro de un estado.

Hoy las cosas empeoran aún más. En lugar de civilizar (las relaciones entre) las culturas, la constante privatización de bienes comunes socava la sustancia ética dentro de cada cultura, empujándonos de regreso a la barbarie. Sin embargo, en el momento en el cual aceptemos completamente el hecho de que vivimos en una nave espacial a la que llamamos Tierra, la labor que se impone de manera urgente es la solidaridad y cooperación universal entre todas las comunidades humanas. No hay una necesidad histórica más grande que esta, que nos empuja en esta dirección, la historia no está de nuestro lado, tiende a nuestro suicidio colectivo. Como Walter Benjamin escribió, nuestra tarea en la actualidad no es empujar hacia delante el tren del progreso histórico, sino jalar el freno de emergencia antes de que todos terminemos en una barbarie poscapitalista. En los últimos meses, se vuelven cada vez más notorias las alarmantes formas en que la crisis por la pandemia de covid-19 se liga con las crisis sociales, políticas, climáticas y económicas. Esta pandemia debe tratarse junto con el calentamiento global, el creciente antagonismo de clases, el patriarcado y la misoginia, y las múltiples crisis que están en marcha, las cuales resuenan con la primera y entre ellas en una interacción compleja. Esta interacción es incontrolable y está llena de peligros, y nosotros no podemos contar con ninguna garantía del cielo que haga la solución claramente imaginable. Esta situación riesgosa hace que nuestros tiempos sean eminentemente políticos: definitivamente, la situación no es excelente y es por ello que debemos actuar.

Solo en este contexto podemos entender lo que sucede actualmente en China. Su reciente campaña en contra de las grandes corporaciones y la apertura de una nueva bolsa de valores en Beijing, dedicada a la promoción de pequeñas firmas, podría verse como un movimiento en contra del neofeudalismo corporativo, como un intento para traer de regreso el capitalismo normal. Lo irónico de la situación es obvio: se necesita un fuerte régimen comunista para mantener vivo al capitalismo frente a la amenaza del poscapitalismo neofeudal corporativo. Consecuentemente, regreso con gran interés a los escritos de Wang Huning, un miembro actual del Comité Permanente del Buró Político del Partido Comunista de China y director de la Comisión Central de Orientación para la Construcción de la Civilización Espiritual. Wang está en lo correcto al enfatizar el rol clave de la cultura en el dominio de la ficción simbólica. La verdadera forma materialista para contraponer el tema de la ficción de la realidad (dudas subjetivistas al estilo de ¿lo que percibimos como realidad es una ficción más?) es no distinguir estrictamente entre ficción y realidad, sino concentrarse en la realidad de las ficciones. Las ficciones no se encuentran fuera de la realidad, se materializan en nuestras interacciones sociales, en nuestras instituciones y costumbres; como vemos en el caos de hoy en día, si destruimos las ficciones en las que se basan nuestras interacciones sociales, nuestra realidad social comienza a desintegrarse.

Wang se autodesignó como neoconservador, ¿qué quiere decir esto? Si uno decide confiar en lo que dicen los medios, Wang es el cerebro en contra de la nueva orientación de la política china. Cuando leí que una de las medidas impuestas recientemente por el gobierno chino es la prohibición del 996, debo admitir que mi primer asociación fue de índole sexual: 69 significa, en nuestra jerga, la posición en la que el hombre realiza el cunnilingus en la mujer y la mujer, la felación en el hombre, y pensé que el 996 se refiere a una práctica sexual aún más perversa que se está propagando en China, que además involucra dos hombres y una mujer (pues ahí hay una falta de mujeres). Posteriormente comprendí que 996 significa un ritmo de trabajo brutal impuesto por muchas empresas en China (un día de trabajo en China es de 9 am a 9 pm, 6 días a la semana). Pero en cierto sentido no estaba enteramente equivocado: la campaña actual en China tiene un objetivo doble: mayor equidad económica, inclusión de mejores condiciones de trabajo y la eliminación de la cultura occidental enfocada al sexo, el consumismo y el fanatismo.

Entonces, ¿qué significa ser un neoconservador en las condiciones actuales? A mediados de octubre de 2019, los medios chinos lanzaron una propuesta ofensiva que afirmaba que “las protestas en Europa y Sudamérica son el resultado directo de la tolerancia occidental de la agitación de Hong Kong”. En un comentario publicado en Beijing News, el exdiplomático Wang Zhen escribió que “el desastroso impacto de un Hong Kong caótico ha empezado a influir el mundo occidental”, ejemplo de ello lo encontramos en que los manifestantes en Chile y España seguían el ejemplo de Hong Kong. En estas mismas líneas, en Global Times, una editorial acusó a los manifestantes de Hong Kong de exportar la revolución al mundo. “El Occidente está pagando el precio de apoyar las manifestaciones y disturbios en Hong Kong, lo cual rápidamente ha llevado la violencia a otras partes del mundo y presagia un riesgo político que Occidente no podría sobrellevar. […] Hay muchos problemas en Occidente y toda clase de tendencias de insatisfacción. Muchos de ellos eventualmente se manifestarán de la misma forma que las protestas en Hong Kong”. Y la desastrosa conclusión: “Cataluña es probablemente solo el principio” (Westcott, 2019).

Aunque la idea de que los manifestantes de Barcelona y Chile siguen los pasos de Hong Kong resulta difícil de creer, estos arrebatos explotaron en un descontento general que siempre estuvo ahí, asechando, esperando un contingente detonante para estallar, tan fuerte que, aunque una ley o medida particular fue derogada, las protestas persistieron. La China comunista discretamente otorga solidaridad a quienes se encuentran en el poder alrededor del mundo, en contra de la rebelión de su población, advirtiendo a Occidente no subestimar la insatisfacción de sus propios países; como sí, debajo de las tensiones ideológicas y geopolíticas, todos compartieran el mismo interés de mantener el poder... ¿Pero, funcionará este trabajo de defensa?

Jürgen Habermas, en su interpretación de la caída del comunismo de Europa del Este, demostró ser el fukuyamista supremo de izquierda, al aceptar silenciosamente que el orden liberal-democrático existente es el mejor posible, y que, mientras aspiramos a hacerlo más justo, no debemos poner en duda sus premisas básicas. Es por eso que le dio la bienvenida precisamente a lo que muchos izquierdistas vieron como la gran deficiencia de las protestas anticomunistas en Europa del Este: el hecho de que no estuvieron motivadas por una nueva visión del futuro poscomunista. Como dijo, las revoluciones del centro y este de Europa no fueron más que revoluciones que buscaban rectificar o ponerse al tanto .nachholen), su fin era permitir que esas sociedades ganaran lo que los europeos del oeste ya poseían, en otras palabras, regresar a la normalidad de Europa del Oeste.

Sin embargo, los gilets jaunes (chalecos amarillos) en Francia, las protestas en España, y otras manifestaciones similares de hoy en día, definitivamente no son movimientos que buscan ponerse al tanto. Estos encarnan un profundo descontento con el capitalismo liberal-democrático. Lo novedoso es que la derecha populista ha demostrado ser más apta que la izquierda para dirigir estas erupciones. Por eso, Alain Badiou estaba por completo justificado al decir sobre de los chalecos amarillos: “Tout ce qui bouge n’est pas rouge”, todo lo que mueve (lo que causa agitación) no es rojo. La derecha populista de hoy participa en una larga tradición de protestas populares que eran en su mayoría izquierdistas. China parece haber elegido el lado neoconservador, para controlar las potenciales dinámicas destructivas de la economía global moderna y la consiguiente insatisfacción popular con un Estado nación que pone énfasis en el patriotismo y los valores tradicionales. ¿Dónde está el límite en un acercamiento de ese tipo?

Wang considera que su tarea es la de imponer un nuevo orden celestial y no debemos descartar esto como una excusa para imponer el control total del partido Comunista sobre la vida social. Wang responde a un problema real. Hace 30 años escribió un libro, America against America, donde hace notar los antagonismos del modo de vida estadounidense, incluyendo sus lados más oscuros: desintegración social, falta de solidaridad y valores compartidos, consumismo nihilista e individualismo… El populismo de Trump es un falso escape: es el clímax de la desintegración social, porque introduce la obscenidad al discurso público y le arrebata su dignidad, algo que no únicamente está prohibido en China, sino que es inimaginable. En definitiva, nunca veremos a un político de alto rango en China haciendo lo que hizo Trump públicamente: hablar del tamaño de su pene, imitar los sonidos de una mujer teniendo un orgasmo… El temor de Wang era que esta enfermedad se expandiera a China, lo cual está pasando ahora en el nivel popular de la cultura de masas, y las reformas en curso son un intento desesperado para detener esta tendencia. ¿Funcionará? Soy escéptico al respecto. Lo primero que veo una tensión entre el contenido y la forma en el desarrollo la campaña en curso: el contenido (el establecimiento de valores que mantienen unida a una sociedad) se fuerza a manera de movilización, la cual se experimenta como una suerte de emergencia de estado impuesta por el aparato del estado. Aunque la meta es lo contrario a una revolución cultural, hay similitudes con esta, concretamente en su campaña. El peligro que veo es que dichas tensiones pueden producir una incredulidad cínica en la población. De forma general, la actual campaña en China me parece similar a los intentos conservadores de disfrutar los beneficios del dinamismo capitalista, pero controlando sus aspectos destructivos a través de un Estado nación fuerte que impulsa los valores patrióticos.

Ahí reside la trampa. Carlo Ginzburg propuso que la noción de vergüenza (y no el amor) hacia nuestro país, puede ser el verdadero indicador de que pertenecemos a él. Un ejemplo supremo de esta vergüenza ocurrió en 2014, cuando cientos de sobrevivientes del holocausto y sus descendientes compraron un anuncio en el New York Times del sábado, donde condenaban a lo que ellos se referían como la masacre de Palestinos en Gaza y la ocupación y colonización en curso de la Palestina histórica: “Estamos preocupados por la deshumanización extrema y racista de los palestinos en la sociedad israelí, la cual ha alcanzado un estado intenso de agitación”, decían. Tal vez, hoy en día, algunos israelíes tengan el coraje para avergonzarse de lo que están haciendo en Cisjordania y en Israel, no en el sentido de sentir vergüenza por ser judío, sino lo contrario, por lo que la política israelí le está haciendo al legado más preciado del judaísmo. “Es mi país, esté bien o mal” es uno de los lemas más repulsivos que ilustra perfectamente eso que está mal con el patriotismo incondicional. Lo mismo debe aplicar hoy para China. El espacio en el cual desarrollamos el pensamiento crítico es el uso público de la razón. En su famoso pasaje de ¿Qué es la Ilustración?, Immanuel Kant opone el uso público de la razón al privado: el privado no es el espacio individual en oposición a los lazos comunales, sino el orden comunal-institucional de nuestra identificación particular; mientras el público es la universalidad transnacional del ejercicio de razón:

El uso público de la razón debe ser siempre libre y por sí mismo puede traer ilustración a los hombres. El uso privado de la razón, por otra parte, puede estar restringido, sin que por ello se retrase el progreso de la ilustración. Por uso público de la razón debe entenderse el que una persona instruida ejerce ante un grupo de lectores. Por uso privado entiendo el que ese mismo personaje realiza en calidad de funcionario (Kant, 1995: 5).

Por eso la fórmula kantiana de la Ilustración no es ¡No obedezcas, piensa libremente! ni ¡No obedezcas, piensa y rebélate!, sino ¡Piensa libremente, expresa tus pensamientos públicamente y obedece! Lo mismo aplica para quienes dudan de la vacuna: debate, publica tus dudas, pero obedece las regulaciones una vez que la autoridad las imponga. Sin este consenso práctico, nos convertiremos lentamente en una sociedad compuesta por facciones tribales y eso sucede en muchos países de Occidente. Pero sin el espacio para el uso público de la razón, el Estado en sí corre el riesgo de convertirse en otra instancia del uso privado de la razón. El espacio para el uso público de la razón no es lo mismo que la democracia en el sentido liberal occidental; en su último año activo, Lenin vio la necesidad de un órgano que encarnara el uso público de la razón. Mientras admite la naturaleza dictatorial del régimen soviético, él propone establecer una Comisión Central de Control: un organismo independiente, educativo y controlador con una ventaja apolítica, que consiste en que sus mejores profesores y especialistas tecnocráticos monitoreen la cc politizada y sus órganos. Al soñar (expresión suya) sobre el tipo de trabajo hecho por la ccc, describe cómo este organismo debe recurrir

a algún truco semi-humorístico, un dispositivo astuto, una pieza engañosa o algo similar. Sé que en los estados serios de Europa Occidental esta idea aterrorizaría a las personas y ningún funcionario decente la consideraría. Sin embargo, espero que todavía no seamos tan burocráticos que en medio de la discusión esta idea solo haya despertado en nosotros entretenimiento. En efecto, ¿por qué no combinar placer con utilidad? ¿Por qué no recurrir a un truco divertido para exponer algo ridículo, algo que puede lastimar, algo medianamente ridículo o peligroso, etcétera? (Lenin, 1923).

Quizás China necesita algo similar a la Comisión Central de Control. Su primera tarea sería percatarse de la profunda homología estructural entre la autorevolución maoísta, la lucha constante frente a la osificación de estructuras estatales y las dinámicas inherentes del capitalismo. Pienso que Wang esta silenciosamente consciente de esto. Estoy tentado a parafrasear aquí un juego de palabras de Bertolt Brecht “¿Qué es el robo de un banco en comparación a la apertura de un nuevo banco?” ¿Cuáles son los estallidos violentos y destructivos de un Guardian Rojo atrapado en la Revolución Cultural comparado con la verdadera Revolución Cultural, la disolución permanente de todas las formas de vida necesarias para la reproducción capitalista? Hoy la tragedia del Gran Salto Adelante se repite como la comedia del rápido y capitalista Gran Salto Adelante hacia la modernización; con el viejo eslogan “fundición de hierro en cada aldea”, que renace como “un rascacielos en cada calle”.

Algunos ingenuos simpatizantes de izquierda afirman que el legado de la Revolución Cultural y el maoísmo en general actúan como una fuerza que se opone al capitalismo desenfrenado, previenen sus peores excesos, mantienen un mínimo de solidaridad social. Sin embargo, ¿qué pasaría si es exactamente lo opuesto? ¿Qué pasaría si, de manera accidental —y por ello de la forma más cruelmente irónica—, la Revolución Cultural, con su brutal supresión de las tradiciones pasadas, fuera un impacto que creó las condiciones para la explosión del capitalismo desenfrenado? ¿Qué pasaría si China tuviera que ser añadida a la lista, de Naomi Klein, de Estados en los cuales una catástrofe natural, militar o social limpiara la pizarra para una nueva explosión capitalista?

La ironía suprema de la historia es que fue Mao quien creó las condiciones ideológicas para el rápido crecimiento capitalista al desgarrar la tela de la sociedad tradicional. ¿Cuál fue su llamado a las personas, especialmente los jóvenes, en la Revolución Cultural? ¡No esperes que alguien más te diga que hacer, tú tienes el derecho de rebelarte! ¡Así que piensen y actúen por sí mismos, destruyan sus reliquias culturales, denuncien y ataquen, no solo a sus mayores, sino también al gobierno y a los mandatarios de los partidos! ¡Hagan a un lado los mecanismos represivos del estado y organícense en comunas! El llamado de Mao fue escuchado y le siguió una explosión y una pasión sin medida para deslegitimar todas las formas de autoridad, para que al final el ejército tuviera que intervenir para regresar el orden.

Con el giro neoconservador en China, finalizó un ciclo completo de política emancipatoria. En sus Notas hacia una definición de cultura, el gran conservador T.S. Eliot remarcó que hay momentos en donde la única elección es la herejía o la incredulidad, cuando la única forma de mantener una religión viva es la de realizar una escisión sectaria en su cadáver principal. Lenin lo hizo respecto al marxismo tradicional, Mao lo hizo a su manera, y eso es lo que se debe hacer hoy.

Cuando en 1922, después de ganar la guerra civil contra todo pronóstico, los Bolcheviques tuvieron que integrarse a la npe (la Nueva Política Económica que permitió un mayor alcance a la economía de mercado y la propiedad privada), Lenin escribió un pequeño texto “Sobre el ascenso a una alta montaña”, donde utiliza el símil de un escalador que tiene que regresar al valle en su primer intento de alcanzar la punta de una montaña, con el fin de describir lo que significa una retirada en un proceso revolucionario, es decir, cómo uno puede desistir sin traicionar su fidelidad a la causa. Después de enumerar los logros y fracasos del Estado soviético, Lenin concluye: “Los comunistas que no tienen ilusiones, que no dejan lugar al abatimiento y que preservan su fuerza y flexibilidad ‘para comenzar desde el principio’ una y otra vez al acercarse a tareas extremadamente difíciles, no están condenados (y con toda probabilidad, no perecerán)” (Lenin, 1922). Este es Lenin, en su mejor versión beckettiana, haciendo eco de una línea de Rumbo a peor: “Inténtalo de nuevo. Falla de nuevo. Falla mejor”. Su conclusión “para empezar desde el principio una y otra vez” nos deja claro que no habla meramente de alentar el progreso y fortificar lo que ya se logró, sino precisamente regresar al punto de partida: uno debe “empezar desde el principio”, no desde donde tuvo éxito al ascender en el esfuerzo previo. En términos de Kierkegaard, un proceso revolucionario no es gradual, sino un movimiento repetitivo, el de repetir el principio una y otra vez… y ahí es exactamente donde nos encontramos hoy, después del oscuro desastre de 1989, el fin definitivo de la época que comenzó con la revolución de octubre. Por lo tanto, se debe rechazar la continuidad de lo que la izquierda ha significado durante los últimos dos siglos. Aunque momentos sublimes como el clímax jacobino de la revolución francesa y la revolución de octubre permanecerán por siempre como parte clave de nuestra memoria, esa historia terminó y todo debe repensarse, debemos empezar desde el punto cero.

Hoy en día el capitalismo es mucho más revolucionario que la izquierda tradicional obsesionada con proteger los viejos logros del estado de bienestar; solo hay que recordar lo mucho que el capitalismo cambió en nuestras sociedades enteras en las últimas décadas… Es por eso que las estrategias de la izquierda radical de hoy deberían combinar el pragmatismo con una postura de principios balanceada, que nos recuerda a la Nueva Política Económica (npe) de Lenin, de inicios de la década de 1920, cuando el poder soviético permitió hasta cierto punto la propiedad privada y la economía de mercado; la npe obviamente fue el modelo original de las reformas de Deng Xiaoping, las cuales abrieron el camino para el libre mercado capitalista (bajo el control del Partido Comunista); en lugar de media década de liberación de mercado, en China tenemos ya medio siglo de lo que eufemísticamente llaman el socialismo con características chinas. Entonces, ¿China ha seguido una gigantesca Nueva Política Económica por más de medio siglo? En lugar de burlarnos de estas medidas o simplemente denunciarlas como una derrota del socialismo, como un paso más cerca del capitalismo (autoritario), debemos tomar el riesgo de extender esta lógica a sus extremos. Después de la desintegración del socialismo de Europa del Este, en 1990, circulaba un chiste, en el cual el socialismo era una transición del capitalismo de regreso al capitalismo.

Pero, ¿qué pasaría si hacemos todo lo contrario y definimos el capitalismo en sí como una Nueva Política Económica socialista, un paso del feudalismo (o sociedades premodernas de dominación en general) al socialismo? Con la abolición de los vínculos premodernos de relaciones personales directas de servidumbre y dominación y con la afirmación de principios de libertad personal y derechos humanos, la modernidad capitalista ya es socialista, no nos sorprende entonces que la modernidad una y otra vez haya dado lugar a revueltas, que ya apuntaban hacia la igualdad económica, en contra de la dominación (grandes revueltas de campesinos en Alemania a principios de 1500, los Jacobinos, etcétera). El capitalismo es un paso de la premodernidad al socialismo en el sentido de la formación de un compromiso: acepta el fin de las relaciones directas de dominación, es decir, el principio de libertad personal y equidad, pero —como Marx lo dijo en su formulación clásica— traspone la dominación de las relaciones entre personas a la relación entre cosas (comodidades): como individuos, todos somos libres, pero la dominación persiste en la relación entre comodidades que intercambiamos en el mercado. Por eso, para el marxismo, la única forma de alcanzar una vida de libertad es abolir el capitalismo. Para los partidarios del capitalismo, por supuesto, esta solución es utópica: es precisamente la lección del estalinismo, si se aboliera el capitalismo, la libertad también se aboliría y la dominación personal regresaría de una forma brutal. Cuando el capitalismo está en una crisis, también puede resucitar elementos feudales para sobrevivir, ¿no es el rol de las megacorporaciones hoy en día aquello que llevó a los economistas y analistas sociales a hablar de un capitalismo neofeudal corporativo?

Entonces, esta es la verdadera alternativa de hoy: ni capitalismo o socialismo, ni democracia liberal o populismo de derecha, sino qué tipo de poscapitalismo, neofeudalismo corporativo o socialismo. ¿el capitalismo será un pasaje de lo más bajo a lo más alto del feudalismo o será un paso del feudalismo al socialismo?

Referencias

Kant, I. (1995). “What is Enlightenment”. En Kramnick, I. (ed.). The Portable Enlightenment Reader (pp. 1-6). Nueva York: Penguin Books.

Lenin, V. (1922). “On Ascending a High Mountain; The Harm of Despondency; The Utility of Trade; Attitude towards the Mensheviks, etc.”. En Marxists Internet Archive [en línea]. Recuperado de: https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1922/feb/x01.htm#bk01

Lenin, V. (1923). “Better Fewer, but Better”. En Marxists Internet Archive [en línea]. Recuperado de: https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1923/mar/02.htm.

McSweeney, E. y A. Pourahmadi (2021). “2 % of Elon Musk’s wealth could help solve world hunger, says director of un food scarcity organization” [en línea]. cnn Business. Recuperado de: https://edition.cnn.com/2021/10/26/economy/musk-world-hunger-wfp-intl/index.html.

Rushkoff, D. (2021). “What Zuckerberg’s metaverse means to our humanity” [en línea]. cnn. Recuperado de: https://edition.cnn.com/2021/10/28/opinions/zuckerberg-facebook-meta-rushkoff/index.html.

Waterson, J. y D. Milmo (2021). “Facebook whistleblower Frances Haugen calls for urgent external regulation” [en línea]. The Guardian. Rprimecuperado de: https://www.theguardian.com/technology/2021/oct/25/facebook-whistleblower-frances-haugen-calls-for-urgent-external-regulation.

Westcott, B. (2019). “West is paying the price for supporting Hong Kong riots, Chinese state media says” [en línea]. cnn. Recuperado de: https://edition.cnn.com/2019/10/21/asia/china-hong-kong-chile-spain-protests-intl-hnk/index.html.

Información adicional

Traducción: Selene Roldán-Ruiz. Egresada de la licenciatura en Filosofía por la Universidad Autónoma del Estado de México, es escritora y traductora para Filosofía en la Red y escritora y editora en la Revista Párpados. Ha realizado estancia de investigación en la Comisión Estatal de Derechos Humanos del Estado de Jalisco. Es autora de los artículos: “Análisis de la ayuda humanitaria por los cárteles de narcotráfico a la población mexicana como fenómeno violento”, en International Journal of Zizek Studies, y “El virus del cansancio: un análisis sobre la pandemia de covid-19 y sus efectos en la salud mental”, en Revista Tlamatini. Mosaico Humanístico; además ha impartido conferencias sobre filosofía y género, estudios culturales, filosofía y cine y violencia de género. En 2022 fue galardonada con la Presea Ignacio Manuel Altamirano.

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[Artículo comentario ] https://thephilosophicalsalon.com/beyond-a-neoconservative-communism/



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