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Una historia de los primeros mapas mexicanos
Víctor Daniel Muñoz Cortés
Víctor Daniel Muñoz Cortés
Una historia de los primeros mapas mexicanos
A history of the firstmexican maps
Contribuciones desde Coatepec, vol. 2, Esp., pp. 145-148, 2023
Universidad Autónoma del Estado de México
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Resumen: En la medida que la humanidad evoluciona, también lo hacen sus avances científicos, tecnológicos y; artísticos. La cartografía no es la excepción. Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha producido y utilizado mapas para localizar las cosas de su interés en el ámbito inmediato o lejano a partir de inquietudes esenciales. ¿En dónde están los alimentos?, se cuestionaba el individuo; ¿qué hay más allá del horizonte?, preguntaba el navegante; ¿en qué lugares se localizan los recursos?, debatía el conquistador; ¿qué hay en mi país?, se preocupaba el líder. A todas esas preguntas puede dar respuesta la cartografía. Estas dudas y ansiedades, como todo lo que atañe al ser humano, son cambiantes; no sólo en el tiempo, sino también cuando las relaciones sociales, políticas y económicas se vuelven más complejas. Esta dinámica y su representación en materiales cartográficos es posible historiarla, lo que convierte a los mapas en documentos con una gran cantidad de información que puede revelar circunstancias actuales y también de las condiciones pretéritas del espacio geográfico.

Palabras clave: mapas, mexicanos, atlas, cartográfico, Estado mexicano.

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Reseña

Una historia de los primeros mapas mexicanos

A history of the firstmexican maps

Víctor Daniel Muñoz Cortés
México
Contribuciones desde Coatepec, vol. 2, Esp., pp. 145-148, 2023
Universidad Autónoma del Estado de México

Recepción: 17 Agosto 2022

Aprobación: 28 Noviembre 2022

Una historia de los primeros mapas mexicanos

En la medida que la humanidad evoluciona, también lo hacen sus avances científicos, tecnológicos y; artísticos. La cartografía no es la excepción. Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha producido y utilizado mapas para localizar las cosas de su interés en el ámbito inmediato o lejano a partir de inquietudes esenciales. ¿En dónde están los alimentos?, se cuestionaba el individuo; ¿qué hay más allá del horizonte?, preguntaba el navegante; ¿en qué lugares se localizan los recursos?, debatía el conquistador; ¿qué hay en mi país?, se preocupaba el líder. A todas esas preguntas puede dar respuesta la cartografía. Estas dudas y ansiedades, como todo lo que atañe al ser humano, son cambiantes; no sólo en el tiempo, sino también cuando las relaciones sociales, políticas y económicas se vuelven más complejas. Esta dinámica y su representación en materiales cartográficos es posible historiarla, lo que convierte a los mapas en documentos con una gran cantidad de información que puede revelar circunstancias actuales y también de las condiciones pretéritas del espacio geográfico.

El libro El primer atlas mexiquense: un proyecto cartográfico en la etapa fundacional del Estado mexicano, 1827-1852, de Miguel Ángel Flores Gutiérrez, es una obra que se inscribe en el contexto descrito y dentro de la historiografía del mapa antiguo, que —para el caso mexicano — da cuenta de las necesidades de un país naciente al que le convenía contar con un mapa político inicial, asunto que se extendía al resto de las entidades federativas. Cuando México logró su Independencia, en 1821 adoptó el sistema republicano, que quedó consagrado en la Constitución de 1824, su territorio quedó dividido en varios Estados libres y soberanos, entre ellos el Estado de México, entidad que heredó gran parte del espacio de la Intendencia novohispana. Lo conformaban, de norte a sur, los distritos de Huejutla, Tula, Tulancingo, México, Toluca, Cuernavaca, Taxco y Acapulco, con una extensión que podía suponerse en unos 101 367 km²; es decir, era un área muy grande.

Ya establecido como Estado de la federación surgió la necesidad de un mapa geográfico, pues solo se tenía idea de su superficie y figura por las imágenes obtenidas de los mapas coloniales como el que había elaborado Alejandro de Humboldt, considerado como el más reciente en su visita a estas tierras entre 1803 y 1804. Esto significa que la entidad requería de su mapa específico y actualizado, en el que fueran visibles los elementos naturales, económicos, sociales y políticos que mostraran su esencia y propiciaran la gobernabilidad del territorio.

De entre todos los estados de la República Mexicana, fue el Estado de México el que inició la tarea cartográfica con la elaboración de atlas bajo la dirección de Tomás Ramón del Moral —nacido en Tlalpujahua, en la entonces Intendencia de Michoacán en 1789 y fallecido en la ciudad de Toluca en 1847—. Esta primera proyección mexiquense que le da nombre al texto que se reseña, está conformado por un mapa general y ocho particulares, uno por cada distrito del Estado. El material se publicó entre 1851 y 1852, aunque los trabajos científicos se iniciaron en 1827. Esta diferencia temporal se resuelve a través de la lectura de esta obra.

La historia de esta experiencia cartográfica es muy interesante porque estamos acostumbrados a concebir los mapas como herramientas de trabajo o como simples dibujos, y en el libro de Miguel Ángel Flores se exhorta e impulsa a saber en qué consistió el proceso de su construcción; por qué o bajo qué motivos se elaboraron; quiénes fueron los personajes que intervinieron; cómo se financiaron las acciones; a quiénes estaban dirigidos los materiales; entre otros aspectos. Es así como al leer el texto es sorprendente la gran cantidad de información recabada y el tratamiento que se le dio.

La cartografía oficial, en esta etapa fundacional se justificaba en la necesidad de identificar el nuevo territorio hacia adentro y descubrir sus características; pues se trataba de que el Estado de México tuviera sus propios mapas y pudiera emplearlos, junto con la estadística, como instrumento de gobierno. De manera que la historia de este conjunto de planos se puede dividir en tres grandes líneas: la política, la científica y la estética.

La parte política aborda el contexto en el que surgió el interés por contar con la imagen gráfica del territorio del recién creado Estado, cuyos antecedentes se sitúan en la antigua administración de México. Al crearse el nuevo país sobre la base territorial de la Nueva España, el Estado de México heredó su espacio político, de ahí el gran reto que significó la reconstrucción de su mapa. De allí surgieron varios problemas, entre los más significativos está la mayúscula extensión que derivó en su fraccionamiento para crear el Distrito Federal, el Estado de Guerrero, Hidalgo y Morelos que pertenecía a la región, de ahí que la cartografía estatal —apenas terminada en 1833— tuvo que ser reconfigurada con cada pérdida territorial.

La dimensión científica del atlas estatal mexiquense se circunscribe en que fue la primera experiencia de su tipo en todo el país. Varias son las razones que explica Flores Gutiérrez; una de ellas es que los trabajos en tan vasto territorio se realizaron mediante métodos geodésicos —triangulaciones— para cubrir un área como jamás se había hecho, ni en tiempos del periodo novohispano y menos en el del México independiente. Otra de las razones se refiere al trabajo de Tomás Ramón del Moral —uno de los más importantes cartógrafos mexicanos, incluso anterior a Antonio García Cubas—, quien se formó en el Real Seminario de Minería, en donde obtuvo las habilidades para formar mapas de esta calidad.

La línea estética tiene que ver con los nueve mapas del atlas mexiquense, resultados de los gráficos de las operaciones científicas; dentro del desafío que se presentó en esta parte del proceso fue generar productos precisos y confiables, por lo que la imagen visual tendría que ser clara y objetiva. Para lograr este cometido se ejecutaron las tareas de edición del conjunto de mapas, bajo la responsabilidad del maestro litógrafo Plácido Blanco y los trazos del artista José Mariano Fernández de Lara en los talleres, recién inaugurados, del Instituto Literario en Toluca durante los años de 1851 y 1852; todo esto mediante instrucciones y apoyo del gobierno del Estado de México.

En El primer atlas mexiquense: un proyecto cartográfico en la etapa fundacional del Estado mexicano, 1827-1852 se expone el tema de la proyección cartográfica empleada, la escala y dimensiones de los pliegos, la iconografía y el simbolismo de las representaciones, lo que se traduce en que los resultados de todo el transcurso serían materiales útiles para los fines que se planteó el gobierno local. El propósito del libro sobre el atlas mexiquense es abordar aspectos y condiciones diversas concernientes a la experiencia original sobre el proceso de creación de la cartográfica estatal con el ambicioso proyecto político-científico que inició en 1827 y concluyó en 1833; aunque su edición se prolongó hasta mediados del siglo XIX. El proyecto dio como resultado una colección de mapas nutrida con información geodésica, astronómica, topográfica y estadística, características que los convirtió en documentos importantísimos para la implementación de diversas políticas públicas.

En suma, este libro explica el proceso por el que fue posible obtener estas imágenes cartográficas en una época en la que aún no existía en el país un organismo que impulsara este tipo de tareas como lo es el Instituto Nacional de Estadística y Geografía que surgió en 1833, o el Ministerio de Fomento, institución creada en 1853, esta última dotada de grandes facultades que ayudaron a normar la ejecución de las actividades estadístico-geográficas a nivel nacional. Los materiales a los que está dedicado el texto de Flores Gutiérrez generan un hilo conductor de gran relevancia para conocer los primeros procedimientos cartográficos.

El libro está constituido por cinco capítulos: el primero se refiere a la conformación territorial del Estado de México, elemento contextual que introduce al lector en el proceso de creación y desarrollo del mapa. El segundo apartado está dedicado a mostrar el contenido científico del siglo XIX, que enmarca al personaje encargado del mapeo y de la geodesia en la encomienda. La tercera parte es el eje de la obra pues desarrolla la parte metodológica en que se ampliaron los trabajos tanto en campo como en gabinete; abarca la ruta que se siguió para las observaciones científicas, vicisitudes que se tuvieron que sortear, costos y resultados de las operaciones. La cuarta sección aborda el significado del simbolismo de los materiales a partir del análisis gráfico y de la metodología de J. B. Harley, historiador de la cartografía. Para finalizar el libro el autor decidió agregar una semblanza de la vida y actividades de Tomás Ramón del Moral, información que nos permite confirmar la calidad académica que le valió ganar el mérito de ser el director encargado de ejecutar el levantamiento de la estadística y de los primeros mapas del Estado de México.

La obra es de carácter histórico-geográfico y también es instructiva y útil para ingenieros, dibujantes y todas aquellas personas relacionadas con el mundo de la historia y los mapas, pues encontrarán explicaciones interesantes sobre una temática poco estudiada; pues el libro deja ver el entramado político, científico y estético en el que se formaron las primeras imágenes cartográficas del Estado de México en el siglo XIX.

Material suplementario
Ficha técnica
Flores Gutiérrez, Miguel Ángel (2020), El primer atlas mexiquense. Un proyecto cartográfico en la etapa fundacional del Estado Mexicano, 1827-1852. México, Universidad Autónoma del Estado de México, 249 pp.
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