Artículos de Investigación
Recepción: 15 Agosto 2024
Aprobación: 21 Noviembre 2024
Resumen:
Históricamente, las mujeres han pasado por prejuicios y severos juicios que han provocado el olvido de sus obras y proyectos artísticos, tal como ocurrió con Pita Amor, una de las poetas más prolíficas del siglo XX en México, quien fue severamente juzgada por su personalidad. A través de la compilación de testimonios y anécdotas, en este trabajo se abordará cómo Pita Amor fue víctima de discriminación y violencia en el desarrollo de su carrera literaria, lo que, a más de veinte años de su deceso, sigue empañando su legado, ya que la crítica se ha enfocado en los defectos de personalidad de la poeta, los cuales han sido documentados y recordados con mayor frecuencia que los aciertos y el talento demostrado.
En esta investigación no se abordarán los aspectos negativos de Pita Amor, no como un acto de negación, sino con la finalidad de superar la violencia que cubre su legado y dar luz a los aspectos positivos de los que poco se ha escrito.
Palabras clave: Discriminación, poesía, literatura, mujer, resignificación.
Abstract:
Historically, women have endured prejudice and harsh judgment, often leading to neglect of their artistic works and endeavors. This is the case of Pita Amor, one of Mexico’s most prolific poets of the 20th century, who was severely criticized for her personality. Through this compilation of anecdotes and testimonies, this paper will explore how Pita Amor was a victim of discrimination and violence throughout her literary career. This mistreatment continues to tarnish her legacy more than two decades after her death. Critics have centered their attention on her character flaws, which have been documented and remembered more frequently than her achievements and demonstrated talent.
The present work will not address the negative aspects of Pita Amor, not as an act of denial, but with the aim of overcoming the violence that shrouds her legacy and shedding light on the positive aspects about which little has been written.
Keywords: Discrimination, poetry, literature, woman, resignification.
Una mujer llamada Pita Amor
Puerta obstinada
Mi sufrir es indecible,
mi resignación, flexible.
Fuente: Amor
Guadalupe Teresa Amor Schmidtlein (1918-2000), conocida como Pita Amor, fue una poeta mexicana nacida en Ciudad de México, lugar en el que radicó hasta el final de sus días. Fue la menor de siete hermanos que crecieron en el seno de una familia conservadora.
Con talento y calidad desbordante, Pita Amor publicó al menos treinta y tres obras literarias, entre las que se encuentran poemarios —en su mayoría—, una novela autobiográfica, y Galería de títeres, libro en el que conviven cuentos y poemas en prosa; además escribió un sinnúmero de plaquettes y poemas sueltos que intercambió, obsequió o vendió en la vejez, durante sus caminatas por la Zona Rosa.
A casi un cuarto de siglo de su fallecimiento, a pesar de contar con un inmenso caudal de obra literaria y de ofrecer una interesante propuesta artística, el legado de Pita Amor se ha visto opacado por malos comentarios que aún envuelven su persona. Ella escribió sobre temas considerados tabú, como la masturbación femenina, el amor incestuoso, el amor homosexual, entre hombres o entre mujeres, y el aborto.
Dudas alrededor de una poeta
En innumerables ocasiones se ha dicho que la historia la escriben los vencedores, aquellos que ostentan el poder. Si se piensa en el México de mediados de siglo, donde nuevas ideas se abrían paso ante una sociedad conservadora, las mujeres que actuaron en contra de las expectativas sociales fueron vistas de manera negativa, no se les dio oportunidad de mostrar su trabajo y calidad; entre ellas, Pita Amor.
A pesar de las dudas sobre su talento, a la poeta le precede una historia poco conocida en torno a su temprano interés por las letras. Pita mostró inclinación hacia la poesía desde la niñez. Era hábil para memorizar y declamar; escribió poemas durante su estancia en el Colegio del Sagrado Corazón, donde la escritura lírica representó una forma de expresión en la que pudo liberarse y externar aquello que le molestaba (García, 1997: 51).
Sin embargo, el prejuicio la siguió a lo largo de su vida, por múltiples factores. El ser mujer, aunado a su expresión corporal y su personalidad, parecían no ser compatibles con las expectativas de la sociedad. No concebían cómo una mujer joven, de gran belleza y de un ambiente conservador, escribía sonetos a Dios y versos en los que abordaba temas transgresores. Además carecía de formación académica superior, por lo cual también sufrió el rechazo de los intelectuales.
En una anécdota, Pita recordó que, durante su infancia, quizá dubitativa sobre la calidad de su obra, le mostró sus primeras composiciones a su hermana, pero le dijo que la autoría era de Enrique González Martínez; su hermana reaccionó positivamente. Más adelante, Pita le mostró esos mismos versos a un amigo de su hermano, quien dudó sobre la autoría:
Su reacción fue decirme que yo no los había escrito, porque eran poesía pura y eso se encontraba muy rara vez. Yo no traté de convencerlo de que era yo la autora de esas líneas, pero esa misma noche intenté seguir escribiendo. Desde entonces no he dejado de hacerlo (Amor, 1951: 22)
Ante las dudas que la perseguían, la poeta buscó prepararse de manera autodidacta, aunque obtuvo ayuda de mentores como Xavier Villaurrutia y Manuel González Montesinos: “Pronto caí en cuenta de que, para seguir adelante, necesitaba desechar las alabanzas, y pedir consejo a los que saben en qué consiste la poesía. Escuché y agradecí. La técnica fue desde entonces el más fiel instrumento de mi espíritu” (García, 1997: 111).
A los veintisiete años, tras desempeñarse como actriz de teatro y de televisión, Pita decidió enfocarse en el camino de la escritura lírica; comenzó con la publicación de sus primeros versos en la antología Presente de la lírica mexicana (1946), coordinada por Manuel Altolaguirre. Tan solo unos meses más tarde, Pita publicó su primer poemario, Yo soy mi casa (1946), con el que vendrían momentos de luz, pero también de oscuridad, a causa de la crítica.
Ante el asombro de lo bien escrito e innovador que resultó Yo soy mi casa, comenzaron los rumores de que Pita Amor no era la verdadera autora de esos versos, sino Alfonso Reyes. Si bien, él fue uno de sus mentores, no se enteró del poemario, sino hasta que Amor le entregó un ejemplar impreso (Amor, 1953: 27).
El prejuicio y el rechazo hacia la obra de Pita eran constantes, incluso después de haber publicado otros dos poemarios de gran calidad, Puerta obstinada (1947) y Círculo de angustia (1948). Cansada de las burlas e interrogantes, Pita escribió un soneto contestatario, con el que pretendía dejar claro que ella era la verdadera autora de su obra, y no ningún hombre, u otra persona:
Como dicen que soy una ignorante,
todo el mundo comenta sin respeto,
que sin duda ha de haber algún sujeto
que pone mi pensar en consonante.
Debe de ser un tipo desbordante,
ya que todo produce, hasta el soneto;
por eso con mis libros lanzo un reto:
“burla burlando, van los tres delante”.
Yo sólo pido que él siga cantando
para mi fama y personal provecho,
en tanto que yo vivo disfrutando
de su talento sin ningún derecho.
¡Y ojalá no se canse, sino cuando
toda una biblioteca me haya hecho!
Fuente: (Amor, 1951: 24)
El peso del escándalo
A lo largo de la historia, las mujeres han sido relegadas en diversos planos, uno de ellos, el artístico. En el siglo xx en México, a pesar del dominio de los hombres sobre la escena cultural, las mujeres comenzaron a involucrarse con mayor fuerza en la producción artística, aunque con poco apoyo y visibilidad; ejemplo de ello es la obra literaria de Pita Amor que, aunque es numerosa, no es muy conocida.
Desde la publicación de Yo soy mi casa, Pita supo que era más fácil que se hablara de los aspectos escandalosos de su vida —como haber dejado la casa de su familia y romper las normas sociales— que de su talento. Pita expresó en uno de sus poemas el dolor que esto le causaba:
VII
Todos hablan de mi vida…
algunos, de mis amores,
nadie de mis sinsabores
ni de mi pena escondida.
Si yo a nadie recrimino
y todo en todos tolero,
¿por qué el mundo, en mi destino,
pretende ser justiciero?
Fuente: (Amor, 1951: 10).
En la actualidad, documentos como la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer señalan que las mujeres no deben ser sometidas a “actos crueles, inhumanos o degradantes” (Naciones Unidas, 1993). A mediados del siglo xx, ese tipo de violencia se normalizaba y perpetuaba de múltiples formas, incluso por los medios de comunicación.
El peso del escándalo impactó especialmente a Pita Amor cuando se vio involucrada, junto con sus acompañantes, en una riña en el Bar Leda de Ciudad de México. El 23 de agosto de 1949 se publicó en Novedades una nota al respecto, junto con una décima firmada bajo el seudónimo de Lord Lyon, cuyo nombre real se desconoce hasta ahora. En la décima se revictimiza a la poeta, quien además de haber sido golpeada durante la riña, se le culpó de lo ocurrido:
“Mitin” de Pita Amor en el bar Leda
Por andar entre gentuzas,
estalló una bronca de esas
en las que vuelan las mesas
con desdoro de las musas.
Por tales escaramuzas,
le vamos a aconsejar
que muy absurdo es buscar
notoriedad de tal suerte,
que un sitio de “mala muerte”
la vaya a “inmortalizar”
Fuente: (García, 1997: 126-127)
Una crítica entre violencia y discriminación
Pita experimentó diversos momentos de violencia y discriminación, uno de ellos tuvo lugar en su juventud, cuando intentó ingresar al Grupo de los Doce.[1] Los miembros le negaron la entrada, amparados en preceptos como haber sido estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria o de la Universidad Nacional (Adame, 2015) y de que todos eran varones; la mayoría de los miembros consideraron a Pita como una poeta menor e indigna de pertenecer al grupo (García, 1997: 118). Es oportuno señalar que, a pesar de que el rechazo fue casi generalizado, José Iturriaga no estuvo de acuerdo con que se le negara el ingreso al grupo, incluso afirmó: “los hijos de la mala clase le niegan a Pita su capacidad poética. Quieren achicarla, achaparrarla” (García, 1997: 118).
De acuerdo con Pita Amor, abrirse camino en su carrera literaria era difícil, ya que había muchos hombres que, motivados por el resentimiento, humillaban, menospreciaban y oprimían a las mujeres (Schuessler, 2018: 233). Amor, consciente de ello, estuvo casi acostumbrada a la constante crítica negativa por diversos factores que iban más allá de sus obras. Por ejemplo, el historiador Francisco de la Maza, en su epístola “A las décimas de Pita Amor”, publicada en el periódico Novedades, hizo acusaciones en torno a la poeta, intentando opacar su talento y señalando que esta solo buscaba publicidad y atención (Schuessler, 2018).
Años más tarde, cuando en 1960 tuvo lugar una reunión alrededor de la Antología de Poesía Mexicana, editada bajo el sello de Aguilar, escritores como Max Aub, José Luis Martínez, Henrique González Casanova y Ramón Xirau mostraron su rechazo a la poesía de Pita. Llegaron a decir que su lírica, como la de Elías Nandino, estaba de más en la historia de la literatura mexicana, y que lo peor de la antología eran los poemas de Pita (Uribe, 2010: 192).
Hombres y mujeres criticaron con severidad la obra de Pita Amor, aunque muchos de los comentarios fueron consecuencia de la person2alidad de la poeta. Algunos de los críticos más severos fueron Salvador Novo, Octavio Paz y Eunice Odio (Schuessler, 2018: 218). No obstante, Pita respondió a muchas de las críticas enfocándose en la obra de aquellos que la juzgaban. Por ejemplo, cuando Octavio Paz publicó El laberinto de la soledad (1950), Pita describió su composición como unhimno de rencor en contra de las mujeres, ya que implicaba “la total carencia de conocimientos elementales, fisiológicos alarmante, y además indica el grave y peligroso estado conflictivo del mencionado señor” (Schuessler, 2018: 234).
Como parte de las críticas, que iban más allá de su obra, Salvador Novo escribió en 1955 los “Diálogos neoplatónicos entre Sor Juana y Pita”, publicados en la Revista unam; ahí se burla de Pita Amor, de su obra, y hasta de su elección del nombre Pita, como diminutivo de Guadalupe: “Parece el imperativo del verbo pitar; no un nombre. Y si es un sustantivo o nombre en diminutivo, imagínate cómo suena al ponerlo en aumentativo: Pota. O Potota, o Pitita. Feo, realmente… Como nombre de poetisa polaca” (Novo, 1955: 5). Sugiere que Pita plagió a Sor Juana, la muestra como una mujer poco letrada y la juzga negativamente, debido a su gusto por las fiestas, ya que las mujeres deben ser, incluso en la forma de escribir, conservadoras(Novo, 1955: 6).
El texto de Novo despertó enojo en Pita, quien, a partir de entonces, se refirió al escritor como Nalgador Sovo(García, 1997: 169). Años más tarde, tras un periodo de reflexión y encierro, posterior a la pérdida de su unigénito, en 1961, la poeta comprendió que no tenía caso sumergirse en una guerra contra él, o cualquiera de los que se expresaban negativamente de ella. En una muestra de contrición, durante una entrevista que dio a su sobrina, Elena Poniatowska, Pita refirió que admiraba a Novo, lo reconoció como “el hombre más distinguido de las letras, después de Alfonso Reyes” (Schuessler, 2018: 289) afirmó que no podía negar su valor, ni el de Octavio Paz: “En México hay tantas gentes valiosas… No puedo ignorarlas” (Schuessler, 2018: 181).
Pita Amor siempre enfrentó con aplomo las distintas formas de violencia, como los comentarios agresivos y las burlas públicas, en las que se mezclaron el juicio sobre su personalidad con la calidad de su obra; continuó el camino de la escritura, a pesar de que la publicación de sonetos contestatarios incrementó la ira de sus detractores. Ella superó el peso de los comentarios negativos, al tiempo que combatió las adversidades de ser mujer y demostrar su talento: “Siento que mi ser ha dado un fruto, y espero que mi espíritu vaya por un camino ascendente” (Amor, 1951: 24).
El resentimiento de quienes ostentaban el poder en la cultura hicieron más complicado el reconocimiento y ascenso de Pita en las letras mexicanas. Sin embargo, la poeta no dejó de escribir ni de posicionar sus obras como un éxito en ventas, como señaló Carlos Monsiváis (Espejo, 2016). Varios de sus libros fueron publicados o distribuidos en el extranjero, como Polvo (1949), el cual se agotó en su primera edición, por lo que tuvieron que hacer una segunda, y otro libro publicado en España fue Poesías completas (1946-1951) (1951). Algunos de sus títulos llegaron a las bibliotecas de las universidades de Cambridge, Oxford y Harvard (Amor, 1981: 9).
Opacada por un personaje
En un medio donde la apariencia física es suficiente para emitir juicios negativos sobre una persona y su obra, Pita Amor se enfrentó al rechazo a consecuencia de su personalidad. En su juventud, cuando se transmitía Nocturnal, su programa de televisión, Pita se ataviaba con vistosas joyas y vestidos escotados, lo que causó inconformidad en la Liga de la Decencia (Schuessler, 2018: 177). En su vejez, optó por decorar su cuerpo con un sinnúmero de abalorios, entre anillos, pulseras y collares; además, usaba flores en la cabeza. Estas formas de expresión corporal hicieron que se mantuviera una constante e injusta duda sobre la calidad de su obra.
El comportamiento desinhibido de Pita Amor, su voz sonora y firme, así como su llamativa forma de vestir, la convirtieron en un personaje que terminó por superar a su persona. Ese es el parecer de Patricia Reguera (2011: 69), quien apunta que la mujer llamada Guadalupe Teresa Amor Schmidtlein construyó a Pita Amor. Glafira Rocha (2018) sostiene una opinión similar al inferir que, en búsqueda de la afirmación de su personalidad, Pita terminó por perderse en su personaje; por su parte, Beatriz Espejo, refirió que este acabó por devorar la obra (Espejo, 2007: 25). Se puede deducir que la búsqueda de su estilo personal y expresión corporal llevaron a Pita a ser perseguida por el repudio de aquellos que no comprendieron que el talento y la excentricidad no se excluyen entre sí, y que la libertad de expresión no solo cabe en los versos, sino también en la corporalidad.
La culpa de brillar
En una sociedad que la hacía sentir culpable por su forma de ser, Pita escribió mucho sobre su vanidad. Especialmente en su poemario Más allá de lo oscuro (1951), en el que se aprecia una lírica llena de severos cuestionamientos a sí misma:
XXXII
¿Quién soy yo para hablar
de la soberbia, mi peor pecado?
Yo debería intentar
que mi ser limitado,
callado, se sintiese compensado
Fuente: (Amor, 1951: 192)
Como muchas mujeres, ante la violencia recibida, Pita comenzó a sentir culpa de su forma de ser. Ante el mundo, se mostraba segura y, según la crítica, se vanagloriaba al referirse a sí misma como la mejor, incluso se le llamó arrogante, por considerar que su obra era superior a la de Octavio Paz (Cárdenas, 2024). Sin embargo, es preciso revalorar las palabras en los versos de Pita, no para verlas como un acto de vanidad, sino como un medio para reafirmar su talento.
Pita se movió entre el elogio y la censura (Instituto de Investigaciones Filológicas, 1988); encontró apoyo en varias figuras de las letras, como Juan José Arreola, quien señaló que la negatividad alrededor de Pita Amor provenía de la envidia que despertaba su talento (Schuessler, 2018: 109). Recalcó que Pita se enfrentó a un duro contexto, ya que “dedicó toda su vida a superarse, a rebasar su condición de mujer en ese tiempo, los treinta” (Schuessler, 2018: 112).
El narrador y ensayista Rubén Salazar Mallén compartió la opinión de Juan José Arreola, y afirmó que la obra de Pita Amor “suscitó la admiración tanto como la envidia” (Schuessler, 2018: 121), especialmente tras la publicación de su primer poemario. Yo soy mi casa, destacó por su madurez y fuerza poética, lo que provocó que “los pequeños Nerudas vernáculos levantaron sus voces para afirmar que aquel volumen de versos no había sido escrito por Pita Amor” (Schuessler, 2018: 121).
Otra figura de la literatura que reconoció el talento de Pita fue José Revueltas. En 1948 publicó, en la revista Hoy, el artículo “Mujer, poesía y cerebro, eso es Pita Amor”, en el cual defendió a la poeta ante quienes decían que ella no escribía poemas originales. Revueltas dijo que ningún poeta escribía realmente sus versos, ya que todos tienen un ángel o un demonio que recoge su poesía del aire y se las transmite en secreto, incluso sin que ellos se enteren (Schuessler, 2018).
Alfonso Reyes sostenía que Pita Amor no debía compararse con nadie, ya que su estilo era único. Esto lo plasmó en la famosa sentencia: “¡y nada de comparaciones odiosas, aquí se trata de un caso mitológico!”, la cual se publicó en 1956, junto con un retrato de Pita Amor realizado por Antonio Peláez, en 21 rostros de mujeres mexicanas(García, 1997: 190).
Como una forma de reconocimiento, puede decirse que Pita Amor hizo de las críticas un combustible para no claudicar y reafirmar su forma de ser, ya que, como escribiría en uno de sus poemas, el no escribir significaba para ella el hundimiento:
XXXIX
Sé que es inútil hablar
y que es vanidad hacerlo,
tanto más si al entenderlo
se insiste aún en gritar;
pero tengo que aceptar
que si yo callo, me hundo.
Mi aullido será infecundo,
pero es mi única defensa.
Es la estéril recompensa
que ha de iluminar mi mundo
Fuente: (Amor, 1951: 199)
La poeta, sin ser ajena a los deseos de que su obra impactara en un público lector, afirmó: “No creo en la fama. Entre más grande es una gente más alejada vive de todo, de todas esas vanidades en que en ceniza las convierte la muerte, desdicha fuerte” (García, 1997: 272). Para Pita, su estilo personal y manifestación corporal eran instrumentos con los que llamaba la atención para que voltearan a ver su obra; de acuerdo con la poeta, cuidaba de su belleza porque se la habían elogiado casi más que poesía (Schuessler: 2018, 179).
A Pita se le condenó por la libre expresión de su sentir, se le encasilló en el concepto de una mujer arrogante y vanidosa; sin embargo, ella supo responder en verso, y tomar eso que la atormentaba para dejar un legado que, al igual que ella, seguirá refulgiendo:
XLVIII
Yo soy bruja, apóstata y hereje,
bella, inquietante, blanca y alarmante.
Yo soy eternamente desquiciante
yo soy del mundo una antena, un eje.
Al partir yo del mundo, tal vez deje
mi tinta incendiada y delirante.
Mi tinta, tan sangrienta y zigzagueante
y por mis tintas ya jamás me aleje.
Desde este mundo de sangre ya impregnado,
de este mundo tremendo y desolado.
De este mundo heroico y ascendente
impío, prodigioso e impotente.
De este mundo, tan mío, sólo mío
tan colmado de luz y de vacío (Amor, 1983: 111).
Cuando la violencia sigue
El mal juicio sobre Pita Amor trascendió su fallecimiento, ya que el valor y calidad de su legado aún permanece oculto, a causa de los malos comentarios. Con su muerte quedó imposibilitada para mostrar su arte: “la violencia roba a sus víctimas toda posibilidad de actuación” (Han, 2016: 46).
Los medios de comunicación han contribuido a perpetuar la violencia en contra de la poeta. Por ejemplo, en el programa Desde Gayola, transmitido entre 2004 y 2009, tenía lugar el sketch «El rincón de Pita Amor”, donde se le ridiculizaba. El actor mexicano Miguel Romano hacía una parodia en la que mostraba a Pita como una mujer pobre, senil, alcoholizada y desaseada, incluso de burlaban de ella por no obtener premios literarios.
Los aspectos loables en la obra de Pita Amor son cuantiosos, como la maestría que demostró en la escritura de las formas clásicas de versificación, así como los temas transgresores que abordó en sus composiciones. Sin embargo, la valoración positiva en torno a su obra aún vive constreñida, ya que ha sido poco explorada.
Tras nuevas perspectivas, libres de los prejuicios de una sociedad conservadora, su nombre comienza a tener mayor presencia en trabajos académicos, superando una de las formas de violencia que han pesado sobre ella: la minimización. Actualmente, aunque con tropiezos, la obra y el legado de Pita Amor lograron posicionarse mejor en la crítica y en el gusto popular.
Resignificando a Pita Amor
Pita Amor, y su recuerdo, han vivido en medio de la violencia simbólica, entendida como todo poder que impone significados que considera legítimos (Bourdieu y Passeron, 1996: 44). Esto se aprecia en que se le deja fuera del canon literario, y se le descarta de los estudios académicos, por considerarla una escritora de moda.
De acuerdo con el filósofo Byung-Chul Han (2016: 66), se debe considerar que los recuerdos en torno a una persona “hace que las huellas de la memoria estén sometidas a una reordenación y reescritura”, por lo que es importante revalorar el legado de Pita Amor, y alejarlo de aquel concepto en el que se recuerda —entre prejuicios y con severidad— a una mujer sin talento.
Aún muchas figuras de gran valor y trayectoria loable —en diversos campos— son menospreciadas a causa inaudita e injusta de la libre expresión de su personalidad, problema que prevalece a lo largo de los años. Pita, por ejemplo, consideraba que en México triunfaban los mediocres, mientras los que valían quedaban en el olvido (García, 1997: 272-273). Por su parte, René Avilés (2000) dijo que, en su contexto, Pita Amor sufrió el ninguneo de los intelectuales, opinión que comparte Michael K. Schuessler, quien menciona que la poeta “pertenece al grupo de los ‘excluidos’ de la historia, porque su obra ha sido sistemáticamente descartada, ninguneada, ignorada y hasta reprendida, por los llamados dueños de la cultura en México” (Schuessler, 2018: 291).
Al paso de los años, nuevas voces comienzan a levantase a favor de la resignificación de la poeta. Como sociedad, esto implica verla desde otra perspectiva, una alejada de los prejuicios, sin negar los aspectos de su personalidad —ya ampliamente documentados y difundidos—. Es necesario ver a Pita como una pionera en múltiples áreas, por ejemplo, fue una de las primeras minificcionistas[2] y la primera performancera del siglo xx en México (Camacho, 2023). También fue una valiosa representante y difusora de la poesía en los medios de comunicación, ya que fue la segunda mujer en tener su propio programa, después de Amalia Hernández (García, 1997: 151).
Como señaló Adela C. Irigoyen (1975: 2), es imperioso reconocer que Pita se abrió camino en la literatura mexicana por méritos propios y que no tuvo que hacer ningún favor al gobierno. Además siguió su estilo propio, la fidelidad a ella misma fue la guía, superó todas las formas de violencia que tuvo que enfrentar, dejó atrás los monstruos que la perseguían: “huyo de esos monstruos vivos / de esos monstruos fugitivos, / y al cuadrante de la luna, / me voy con mi alta fortuna /y mis goces decisivos” (Amor, 1975).
Conclusiones
A pesar de los obstáculos que Pita Amor enfrentó, así como el prejuicio que la siguió después de su fallecimiento, la memoria alrededor de la poeta parece abrirse paso hacia un camino luminoso. Desde la conmemoración número cien de su natalicio, el 30 de mayo de 2018, se da una nueva interpretación de su legado; se reconoce que, aunque se enfrentó a la discriminación y rechazo, siguió firmemente el camino de su carrera literaria, hasta el final de sus días.
Con el ejemplo de las experiencias de la poeta, es imperioso señalar que no pueden normalizarse las distintas formas de violencia, como el prejuicio, la minimización, la agresión verbal y la burla; estas no deben verse como obstáculos naturales en la vida de artistas, ni en ningún otro caso.
Si bien, documentos como la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer permiten cerrar poco a poco las brechas existentes entre las oportunidades a las que pueden acceder las mujeres, las actitudes firmes, contestatarias y críticas, como la de Pita Amor, permitieron dar visibilidad a otras mujeres y abrir camino para las futuras generaciones.
Referencias
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Ficha de la autora:
Berenice Reyes Almazán
Docente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma del Estado de México. Es maestra en Humanidades y estudiante del último semestre del Doctorado en Humanidades: Estudios Literarios. Conocida también como Berenice Reyal, se desempeña como escritora de narrativa y poesía. Ha sido distinguida con varios premios literarios nacionales.
Notas