Acerca del jeroglífico [T544.501] y las colectividades geopolíticas entre los mayas clásicos

About the Glyph [T544.501] and the Classic Maya Geopolitical Communities

Rogelio Valencia Rivera
Universidad Veracruzana, México
Alejandro Sheseña Hernández
Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, México

Acerca del jeroglífico [T544.501] y las colectividades geopolíticas entre los mayas clásicos

Estudios de Cultura Maya, vol. XLVIII, pp. 101-127, 2016

Universidad Nacional Autónoma de México

Recepción: 05 Noviembre 2015

Aprobación: 28 Enero 2016

Resumen: El presente trabajo se centra en el jeroglífico maya [T544.501]. Por una parte, el artículo ofrece una revisión detenida de los contextos donde aparece el jeroglífico para, a partir de éstos, proponer que puede tratarse de un logograma con posible lectura OCH, “entrada”; por otra, considerando la predominante presencia de este jeroglífico en contextos que se refieren a colectivos geopolíticos, y más allá de su valor fonético, el artículo también analiza la dinámica histórica que habrían experimentado estas agrupaciones políticas del período Clásico Tardío tal como lo narran los textos en los que se halla el jeroglífico en cuestión.

Palabras clave: Jeroglífico [T544, 501], colectividades geopolíticas mayas clásicas, escritura maya, desciframiento, cuevas.

Abstract: This paper focuses on the Maya glyph [T544.501]. On one side the article offers a carefully review of the contexts where the hieroglyph appears for, from these, suggest that it may be a logogram with possible OCH (“entrance”) reading. Moreover, considering the predominant presence of this hieroglyph in contexts which relate to geopolitical groups, and beyond its phonetic value, the article also analyzes the historical dynamics that have experienced these Late Classic political groupings as they narrate the texts where appears the glyph in question.

Keywords: [T544, 501] Maya glyph, Classic Maya geopolitical collectivities, Maya writing, decipherment, caves, Recepción: 5 de noviembre de 2015, Aceptación: 28 de enero de 2016, DOI: 10, 19130, iifl, ecm, 2016, 48, 767.

Acerca del jeroglífico [T544.501] y las colectividades geopolíticas entre los mayas clásicos

Uno de los jeroglíficos mayas clásicos que hasta la fecha permanece sin lectura es aquél caracterizado por presentar el signo T544, cuya lectura es K’IN, incluido en el interior del signo T501 (Figura 1).[1] Pertenece a un grupo de jeroglíficos que toman como base este último signo, el cual incluye un espejo en el lugar del signo T544. El conjunto de jeroglíficos que se conforman de esta manera son el fonogramama, que incluye el signo T178 en lugar de T544, y cuya designación en el catálogo de Eric Thompson (1962) es T502, el fonograma t’u, que lleva en el interior el jeroglífico T528, y el logograma HA’, el cual porta un achurado en lugar del espejo. Es decir, el jeroglífico T501 con espejo se emplea como base para la creación tanto de fonogramas, como de logogramas.[2]

En el presente trabajo se realiza una revisión detenida de los contextos donde aparece este jeroglífico para, en función de éstos, proponer que puede tratarse de un logograma con posible valor fonético de OCH. Considerando la predominante presencia de este jeroglífico en contextos que se refieren a colectivos geopolíticos, se analiza también la dinámica histórica que habrían experimentado estas agrupaciones políticas del período Clásico Tardío tal como lo narran los textos en los que se halla el jeroglífico en cuestión.

Signo T544
incluido en el interior del signo T501 (dibujo de Rogelio Valencia Rivera)
Figura 1
Signo T544 incluido en el interior del signo T501 (dibujo de Rogelio Valencia Rivera)

En la mayoría de los casos el jeroglífico aparece como nombre en expresiones que funcionan como títulos reales alusivos a ciertas colectividades geopolíticas con las cuales los gobernantes de varias ciudades del período Clásico Tardío se habrían identificado. Este puede estar antecedido por diversos numerales (4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10) (Tokovinine, 2013: 110-112), y algunos de estos últimos aparecen en ocasiones pareados (7 y 9, 6 y 10). Los casos en los que se incluye un numeral (16 de los 22 que hemos registrado) son los siguientes (Figura 2):

Ejemplos de
glifo T544.501 precedidos por numerales: a) Estela 4 de Motul de San José
(Tokovinine, 2013: 112); b) Estela 30 de Naranjo (Beliaev y Tokovinine, 2013);
c) Estela Randall (Miller y Martin, 2004: figura 51); d) Dibujo 82 de Naj
Tunich (Stone, 1995); e) Bloque 401-6 de Calakmul (fotografía de Rogelio
Valencia); f) Fachada de estuco de la Estructura 5D-57 de Tikal (Tokovinine,
2013: 112); g) Vasija K2914 (fotografía de Justin Kerr); h) Mural de la batalla
de Bonampak (Montgomery, 2001: Room 2 Caption 15); i) Vasija K1383 (fotografía
de Justin Kerr); j) Estela 19 de Aguateca (Tokovinine, 2013: 112); k) Estela 13
de Naranjo (Graham, 1975: 37); l) Panel 1 de Cancuén (dibujo de Yuriy
Polyukhovich); m) Vasija K633 (fotografía de Justin Kerr); n) Vasija K7042
(fotografía de Justin Kerr); o) Vaso de la cueva de Cuychén (Helmke et al.,
2012: 84); p) Jamba noreste del Templo 18 de Copán (fotografía de Linda
Schele).
Figura 2
Ejemplos de glifo T544.501 precedidos por numerales: a) Estela 4 de Motul de San José (Tokovinine, 2013: 112); b) Estela 30 de Naranjo (Beliaev y Tokovinine, 2013); c) Estela Randall (Miller y Martin, 2004: figura 51); d) Dibujo 82 de Naj Tunich (Stone, 1995); e) Bloque 401-6 de Calakmul (fotografía de Rogelio Valencia); f) Fachada de estuco de la Estructura 5D-57 de Tikal (Tokovinine, 2013: 112); g) Vasija K2914 (fotografía de Justin Kerr); h) Mural de la batalla de Bonampak (Montgomery, 2001: Room 2 Caption 15); i) Vasija K1383 (fotografía de Justin Kerr); j) Estela 19 de Aguateca (Tokovinine, 2013: 112); k) Estela 13 de Naranjo (Graham, 1975: 37); l) Panel 1 de Cancuén (dibujo de Yuriy Polyukhovich); m) Vasija K633 (fotografía de Justin Kerr); n) Vasija K7042 (fotografía de Justin Kerr); o) Vaso de la cueva de Cuychén (Helmke et al., 2012: 84); p) Jamba noreste del Templo 18 de Copán (fotografía de Linda Schele).

Resulta interesante y revelador el hecho de que en algunas ocasiones (incluyendo algunos de los casos arriba citados, tales como el del Mural de la Batalla de Bonampak, la Estela Randall, o la Estela19 de Aguateca) el jeroglífico aparezca funcionando como nombre en contextos que hacen referencia a localidades, lo que se evidencia a través de la presencia del agentivo masculino aj- antecediendo al jeroglífico [T544.501], conformando de esta manera gentilicios. Otros casos más que hemos encontrado con esta misma función son los siguientes (Figura 3):

En otras ocasiones el glifo aparece después de verbos de movimiento que van acompañados de series de topónimos, lo que una vez más indica con claridad que la palabra que transmite este jeroglífico describe algún tipo de localidad, en particular algún elemento topográfico. Los casos que hemos identificado al respecto son (Figuras 2l y 4):

 a) Paneles de
Denver y Bruselas (dibujo de Alexander Safronov); b) Bloque U del Escalón IV de
la Escalera Jeroglífica de El Palmar (Tsukamoto et al., 2015; Tsukamoto y
Esparza, en prensa); c) Bloques G1-I1 del Escalón II de la Escalera Jeroglífica
de El Palmar (Tsukamoto et al., 2015; Tsukamoto y Esparza, en prensa).
Figura 3
a) Paneles de Denver y Bruselas (dibujo de Alexander Safronov); b) Bloque U del Escalón IV de la Escalera Jeroglífica de El Palmar (Tsukamoto et al., 2015; Tsukamoto y Esparza, en prensa); c) Bloques G1-I1 del Escalón II de la Escalera Jeroglífica de El Palmar (Tsukamoto et al., 2015; Tsukamoto y Esparza, en prensa).

Dibujo 88 de
Naj Tunich (Stone, 1995).
Figura 4
Dibujo 88 de Naj Tunich (Stone, 1995).

El glifo aparece en una ocasión como parte del nombre de un wahyis en la vasija K5070 de estilo Naranjo: u-WAY-ya TI’?-[T544.501]-ni uwahy ti’ ...n, “El wahyis de la orilla de...” (Figura 5). Este caso es interesante ya que, como sabemos, las entidades wahyis en la cerámica clásica aparecen relacionadas con topónimos, algunos de los cuales aluden a rasgos topográficos como montañas, entre otros (Calvin, 1997), lo que de nuevo apunta a la asociación entre el jeroglífico en cuestión y las localidades.[6]

Detalle de la
vasija K5070 donde se aprecia el nombre de un wahyis (fotografía de Nicholas
Hellmuth).
Figura 5
Detalle de la vasija K5070 donde se aprecia el nombre de un wahyis (fotografía de Nicholas Hellmuth).

El siguiente y último caso, bastante singular aunque fundamental para el desciframiento de [T544.501], muestra el uso de este jeroglífico como parte de la expresión adjunta que indica la propiedad de una especie de anillo hecho de hueso recuperado de la tumba B1-7 del sitio de Cahal Pech, en Belice (Awe, 2011 y 2013). Recuérdese que era usual que en las inscripciones localizadas en objetos portátiles se incluyera una cláusula posesiva referente al objeto y a su dueño. En la inscripción del anillo, nuestro jeroglífico forma parte de la construcción posesiva yo-[T544.501]-bi, la cual, cabe señalar, es seguida por el nombre propio del señor K’AWIL-la-CHAN-na K’INICH-ni-chi K’AN-na-?-wa-BALAM. Como lo ha notado atinadamente Marc Zender, por su contexto, conformación y posición dentro del texto, esta construcción en definitiva alude al objeto, es decir, al anillo, y a su relación con el poseedor, en este caso el gobernante mencionado; aquí el silabograma yo transmite justo el pronombre ergativo y- ante vocal -o, mientras que bi expresa el sufijo instrumental -ib que refiere al objeto (Zender, 2014: 55-58).

La construcción jeroglífica conservada en este anillo es de gran utilidad pues, al indicar de manera clara que la palabra que refiere al objeto poseído inicia con una vocal o-, permite abordar el asunto del valor fonético de [T544.501]. A partir de esta consideración, Zender (op. cit.: 55-58) propone que la palabra en cuestión sería os, misma que en los vocabularios resulta de la pérdida de la vocal e- y la consonante -ch ya contenidas en una estructura och-es (o(ch-e)s), en la cual och corresponde a la raíz del verbo “entrar”, mientras que -es-, a un causativo que junto con la raíz conforma aquí el verbo transitivo “meter” (lit. “hacer entrar algo”). Al sufijar a la palabra os el instrumental -ib se originaría el término osib que literalmente significa “la cosa para hacer entrar algo” o “la cosa para meter algo”, lo cual se puede aplicar al anillo. La aparición del jeroglífico [T544.501] en la variante poseída escrita de esta palabra indicaría entonces, de acuerdo con Zender, que el enigmático signo puede ser un silabograma con valor fonético de so, ya que éste se encadenaría coherentemente en un deletreo yo-so-bi para la palabra y-osib, “su objeto para meter algo”, en el entendido de que no puede tratarse del signo si (la otra potencial opción para escribir la palabra en cuestión), pues [T544.501] nunca es sustituido por las variantes reconocidas del silabograma si (ibid.).

Por razones que se aducirán más adelante, los autores del presente artículo consideramos acertado el hallazgo de Zender (id.) acerca de la presencia de la raíz och en la inscripción referida. Sin embargo, también observamos que una estructura transitiva contraída o(ch-e)s, “meter”, sería necesaria sólo en el caso del anillo, mas no en el de los gentilicios o topónimos (relacionados con verbos intransitivos de movimiento), con los que aparece invariablemente asociado [T544.501] en la totalidad de los otros casos. Por ello el silabograma resultante so?, así como también si, no logran en realidad formar palabra o expresión alguna reconocible con ninguno de los diversos signos que prefijan o sufijan a [T544.501] en esos otros casos.

En este sentido, y como lo mostraremos en los siguientes párrafos, creemos que es exclusivamente la raíz och la que se expresaría, como un logograma OCH, en el jeroglífico [T544.501]. El hecho de que todos los diversos entornos grafémicos referidos con los que se asocia [T544.501], cualquiera que sea su conformación, aparezcan de manera recurrente en contextos toponímicos, con excepción del anillo por supuesto, sugiere que el jeroglífico en cuestión funcionaría en efecto como logograma y no como silabograma. El logograma OCH se inserta con coherencia en todos los deletreos y conforma términos reconocidos en todos los casos, incluyendo el del anillo de Cahal Pech, con el que iniciaremos a continuación nuestra argumentación.

La raíz och en las lenguas cholanas y tzeltalanas (ok en las lenguas yucatecanas) tiene, en efecto, el significado de “entrar ” (Hopkins, Josserand y Cruz, 2011: 167; Slocum, Gerdel y Cruz, 1999: 87; Hull, 2005: 90; Hurley y Ruiz Sánchez, 1978: 94; Smailus, 1975: 160; Morán, 2004: 20). Pero lo más importante es que esta raíz, seguida del sufijo instrumental -ib, forma palabras equivalentes a “entrada” o incluso “cosa a donde se entra o se puede entrar” (Bolles, 1997). Estas palabras derivadas inician naturalmente con o- en las distintas lenguas, como se puede apreciar en la Tabla 1.

Tabla1
Palabras derivadas
Palabras derivadas

De tal manera, en el caso del anillo de Cahal Pech, bien puede considerarse que estamos ante la palabra yochib, “su cosa a donde entra (el dedo) de” o “su entrada (del dedo) de”, escrita a través de un deletreo yo-OCH?-bi que involucra el logograma que proponemos. En este caso el valor logográfico OCH se inserta coherentemente en un deletreo yo-OCH?-bi que mantiene la función del silabograma yo como indicador del pronombre ergativo posesivo (y-och-ib). Nos apresuramos a señalar que aquí [T544.501] no puede ser un silabograma cho que forme una estructura yo-cho-bi, pues éste, al igual que so, tampoco en los casos restantes forma palabra alguna reconocible. La transliteración, transcripción y traducción que al final resultan del texto completo serían yo-OCH?-bi K’AWILla- CHAN-na K’INICH-ni-chi K’AN-na-?-wa-BALAM, yochib k’awiil chan k’inich k’an ... bahlam, es decir, “(Esto es) su cosa a donde entra (el dedo) de K ’awiil Chan K’inich K’an ... Bahlam” o “(Esto es) su entrada (del dedo) de K’awiil Chan K’inich K’an ... Bahlam”. Esta lectura, como vemos, es del todo coherente con el contexto donde aparece [T544.501], es decir, el anillo.

La lectura anterior muestra que un causativo en este caso (y en todos los demás) es innecesario ya que el anillo podía ser descrito como una “entrada” a través de una palabra derivada del verbo intransitivo och, “entrar”. Al parecer se trata de una especie de metáfora usada para referirse a tales objetos. Un caso semejante lo tenemos en el hecho de que, tal como lo ha notado Erik Boot (2009), algunos objetos de cerámica en sus inscripciones adjuntas son descritos de manera metafórica como y-otot (yo-OTOT), “su casa (de)”. Como ejemplo tenemos la frase conservada en el tazón del Museo de Bellas Artes en Boston que enuncia que su soporte es yo-OTOT ta-hi-tzi K’AWIL-la? BALAM-ma, yotot ta tzih k’awiil bahlam, “(Esto es) su casa (en el sentido de contenedor) para beber del (señor) K’awiil Bahlam” (Boot, op. cit.). En este sentido, así como existen vasos, platos u otros objetos que son “casas”, también se esperaría que hubiera anillos que fueran “entradas”.

Antes de seguir cabe señalar que la acepción de “entrada” en las lenguas referidas también puede expresarse con otras palabras formadas a partir de la misma raíz, como se muestra en la Tabla 2.

Nuestra propuesta de lectura también funciona en los contextos restantes, en los que el jeroglífico actúa como topónimo. De hecho, las palabras reunidas en las tablas anteriores también pueden usarse para referirse a rasgos del paisaje natural, como las cuevas (yochib, en tzeltal, según Villa Rojas, 1990: 26), los pozos (ocolbil ch’een, lit. “la entrada de la piedra”, en yucateco, según Bolles, 1997), los cenotes secos (yochob, en tzotzil, según Laughlin, 2009: 226), los sumideros de agua (yochib ja’, lit. “la entrada del agua”, en ch’ol, según Becerra, 1937: 38, y en proto tzeltal-tzotzil, según Kaufman, 1972: 113, yochon, en tzotzil, según Becerra, 1985: 345), las simas (yochob, en tzotzil, según Hurley y Ruiz Sánchez, 1978: 233), las bahías (okeeb’ k’ak’naab’, lit. “la entrada del mar”, en mopán, según la Comunidad Lingüística Mopán, 2003: 85) o los puertos (ochib ghucub, lit. “la entrada de las canoas”, en tzeltal, según Ara, 1986: 351). De tal suerte que una de las acepciones del signo [T544.501] OCH? sería “sumidero” o “cueva”. Resulta al respecto interesante el hecho de que en algunas ocasiones también en el interior del logograma CH’EN, “cueva”, aparezca el signo T544 K’IN, como se puede apreciar en los casos encontrados en el Dintel 3 del Templo 1 de Tikal, en el Panel 1 de Cancuén (véase imágenes en Tokovinine, 2013: 20) y en el propio vaso de la cueva de Cuychén (Figura 2o).

Tabla 2
Palabras derivadas
Palabras derivadas

Y bien, al aplicar el valor OCH en las inscripciones relacionadas con topónimos (Figuras 3 y 4), el resultado es el siguiente:

Dibujo 88 de Naj Tunich (G6-H6): i-ko-jo-yi ju-OCH?, i kojoy ju[l]? och, “Y entonces baja a la cueva escarpada/barranco”.[7] Evidentemente se trata de la propia cueva de Naj Tunich. Como se sabe, la mayoría de las inscripciones de esta caverna versan sobre la llegada de visitantes a Naj Tunich (véase MacLeod y Stone, 1995). Es el caso del Dibujo 88, el cual, después de precisar los nombres de varios asistentes a este lugar, anuncia, con una frase que usa el glifo OCH? en cuestión, que en un evento futuro (18 de marzo del 692 d.C. de acuerdo con MacLeod y Stone, 1995: 163) alguien “baja a la cueva”.

Espejo de
pirita proveniente de Xultún con la inscripción yo chi-ni AJAW, yochin ajaw,
“Señor del sumidero”, en la parte inferior (Matteo y Krempel, 2011: 960).
Figura 6
Espejo de pirita proveniente de Xultún con la inscripción yo chi-ni AJAW, yochin ajaw, “Señor del sumidero”, en la parte inferior (Matteo y Krempel, 2011: 960).

Estos dos últimos ejemplos son particularmente importantes ya que, en el caso de los títulos reales relacionados con colectividades geopolíticas, implican no sólo que es esta palabra ochin la que es expresada con la construcción OCH?- ni, sino también que son cuevas y sumideros, es decir, rasgos topográficos, a los que se refieren los títulos en cuestión. Esto se evidencia por el hecho de que existen casos en los que los títulos susodichos aparecen pareados con los glifos confirmados para CH’EN, “cueva” siguiendo el recurso poético del paralelismo (Hull, 2011: 105-108), el cual consiste en la repetición o reiteración de conceptos semántica o gramaticalmente vinculados y es útil para enfatizar o extender significados (Hull, 2003: 495, 2011: 105-108; Craveri y Valencia Rivera, 2012: 29-30; Montes de Oca Vega, 2013). Un ejemplo bastante claro de la aplicación de este recurso involucrando a las cuevas es el conocido concepto, registrado en el Popol Vuh, de wuqub’ pek wuqub’ siwan, “Siete Cuevas, Siete Barrancas” (Recinos, 1978: 106-107; Craveri, 2013: 146). Los casos pareados semejantes que hemos encontrado son los siguientes:

Jamba noreste
del Templo 18 de Copán (Grube y Schele, 1990).
Figura 7
Jamba noreste del Templo 18 de Copán (Grube y Schele, 1990).

Una evidencia más acerca de que los títulos referidos hacen alusión a un topónimo la encontramos en la imagen y texto incluidos en la Jamba noreste del Templo 18 de Copán. La imagen muestra al gobernante de Copán Yax Pasaj Chan Yopat danzando sobre una representación de cuevas (hendidura escalonada con elementos “kawak”) que se encuentra a su vez sobre una montaña. El texto jeroglífico justamente dice: u-ba-hi ti-8-OCH?-ni, ubah ti waxak ochin, “(Esta es) su imagen [de Yax Pasaj Chan Yopat] en las 8 cuevas” (Figura 7). Es bien sabido que la cláusula asociada al verbo de bailar puede indicar los elementos con los que se danza, o el lugar donde se realiza el baile (Valencia Rivera, 2011: 227-228).

La coherencia de las lecturas hechas en la totalidad de los casos arriba analizados muestra la plausibilidad de un valor logográfico OCH para [T544.501]. Cabe reconocer que [T544.501] nunca en los casos abordados es reemplazado por los signos comprobados para OCH (T207v, T213v o T361). Sin embargo, el último de éstos, T361, presenta el mismo comportamiento pues nunca es sustituido cuando interviene en la expresión OCH-K’IN, “poniente” (lit. “la entrada del sol”). Al parecer [T544.501] conforma con T361 un grupo de uso singular. Es interesante, por cierto, el hecho de que T361 OCH también en algunas ocasiones presenta un signo K’IN infijo, como se aprecia en K2295, K7750, K635 o la Estela 13 de Naranjo, por ejemplo. Por lo tanto creemos que la propuesta de OCH para [T544.501] puede considerarse viable. Por supuesto, deletreos transparentes o sustituciones son requeridos para una lectura indiscutible, sin embargo, mientras no contemos con esos criterios de control, la lectura OCH se muestra, por el momento, como la mejor opción.

Si los argumentos anteriores son correctos, los títulos geopolíticos en cuestión harían alusión a distintos conjuntos de cuevas definidos por la cantidad que incluyeran de estas últimas (4, 5, 6, 7, 8, 9 o 10). A juzgar por los contextos en los que aparecen estos títulos, determinado gobernante podía identificarse con uno de estos grupos. Por ello, y gracias a los ejemplos encontrados en Bonampak y en la Estela de Randall, los títulos completos en realidad habrían tenido el semblante AJ-NÚMERO-OCH?-ni, es decir, “El que (forma parte del grupo de) las X número de cuevas”.

La conformación de títulos alusivos a conjuntos de cuevas a todas luces forma parte de un patrón mesoamericano que se refleja en el conocido concepto de las “7 Cuevas” (Chicomóztoc, Wukub Pek). Esto es importante ya que, como se recordará, dicho concepto entre los aztecas recordaba un sitio de origen mítico de donde habían emergido siete pueblos distintos pero considerados inicialmente “hermanos y familiares” (Limón Olvera, 1990: 64-65, 86-87, 139). Al parecer, es una supuesta hermandad mítica semejante a la que los antiguos gobernantes mayas habrían promovido o invocado al crear o identificarse con colectividades geopolíticas definidas a partir de la figura de grupos de cuevas, tal vez como lugares comunes de origen mítico. Esto es del todo plausible pues el título AJ-NÚMERO-OCH?- ni viene en ocasiones acompañado de otras referencias a alianzas geopolíticas: 7-tzu-ku y 13-tzu-ku, mismas que significan, respectivamente, “7 parcialidades” y “13 parcialidades” (Tokovinine, 2013).[8] De acuerdo con Hernando Alvarado Tezozómoc (1975: 16), de Chicomóztoc habrían emergido “los siete calpulli de los mexicanos”.

Las colectividades geopolíticas definidas a partir de la figura de grupos de cuevas, de acuerdo con las inscripciones citadas, eran las siguientes:

En color rojo
los sitios pertenecientes a la colectividad de 7-9-[T544.501]-ni, “7-9 Cuevas”.
En color morado el sitio asociado con el título con contemporáneo
4-[T544.501]-ni, “4 Cuevas”. Años 656 d.C.-787 d.C. Esquema elaborado por
Alejandro Sheseña sobre un mapa tomado de Sharer, 2003: 37.
Mapa 1
En color rojo los sitios pertenecientes a la colectividad de 7-9-[T544.501]-ni, “7-9 Cuevas”. En color morado el sitio asociado con el título con contemporáneo 4-[T544.501]-ni, “4 Cuevas”. Años 656 d.C.-787 d.C. Esquema elaborado por Alejandro Sheseña sobre un mapa tomado de Sharer, 2003: 37.

En color azul
los sitios pertenecientes a la colectividad de 5-[T544.501]-ni, “5 Cuevas”. En
color morado el sitio asociado con el título contemporáneo 4-[T544.501]-ni, “4
Cuevas”. Años 714 d.C.-790 d.C. Esquema elaborado por Alejandro Sheseña sobre
un mapa tomado de Sharer, 2003: 37.
Mapa 2
En color azul los sitios pertenecientes a la colectividad de 5-[T544.501]-ni, “5 Cuevas”. En color morado el sitio asociado con el título contemporáneo 4-[T544.501]-ni, “4 Cuevas”. Años 714 d.C.-790 d.C. Esquema elaborado por Alejandro Sheseña sobre un mapa tomado de Sharer, 2003: 37.

En color verde
los sitios posiblemente relacionados con la colectividad de 7-[T544.501]-ni, “7
Cuevas”. No aparece el sitio de Baax Tuun por conocerse hasta la fecha su
ubicación. En color morado el sitio asociado con el título contemporáneo de
4-[T544.501]-ni, “4 Cuevas”.  Años 772
d.C.-820 d.C. Aunque no se indica en el mapa, en estas mismas fechas en Copán
se usa el título de 8-[T544.501]-ni, “8 Cuevas”. Esquema elaborado por
Alejandro Sheseña sobre un mapa tomado de Sharer, 2003: 37.
Mapa 3
En color verde los sitios posiblemente relacionados con la colectividad de 7-[T544.501]-ni, “7 Cuevas”. No aparece el sitio de Baax Tuun por conocerse hasta la fecha su ubicación. En color morado el sitio asociado con el título contemporáneo de 4-[T544.501]-ni, “4 Cuevas”. Años 772 d.C.-820 d.C. Aunque no se indica en el mapa, en estas mismas fechas en Copán se usa el título de 8-[T544.501]-ni, “8 Cuevas”. Esquema elaborado por Alejandro Sheseña sobre un mapa tomado de Sharer, 2003: 37.

Cabe destacar las fechas asociadas con cada colectividad (en orden cronológico):

Como se puede notar, las referencias a cada colectividad aparecen sólo en determinados lapsos y no vuelven a aparecer después, por lo menos en los datos que hasta el momento tenemos a disposición. Es sugerente, por cierto, el hecho de que la última fecha relacionada con las “7-9 Cuevas” y la primera asociada con las “5 Cuevas” coincidan aproximadamente con el inicio de la decadencia de Calakmul. Al parecer, a la caída de este último sitio, Naranjo opta por establecer o asociarse a otra colectividad denominada las “5 Cuevas”. Calakmul, cabe subrayar, vuelve a aparecer tiempo después asociado a otra colectividad: “7 Cuevas”. Si, como se señaló, la figura de los conjuntos míticos de cuevas se invocaba para sustentar relaciones geopolíticas convenientes, los lapsos descubiertos pueden ser interpretados como constantes cambios de identidad y reinvenciones en el discurso mítico en función de las circunstancias y necesidades políticas (en este sentido el grupo de las “4 Cuevas” se muestra como el más estable). Es justo así como lo explica Alfredo López Austin (1995: 38):

Los reconocimientos y relaciones podían respaldarse míticamente de varias maneras, entre éstas la fundada en la vecindad que habían tenido los pueblos antes de nacer. La montaña madre no tenía solo una boca, sino siete, y cada pueblo podía ubicar como cercanos a otros seis pueblos con los que conviniera afianzar las buenas relaciones. [...] Es de suponer que los conflictos políticos obligaban a la recomposición constante de estos mitos de origen.

Al respecto, es interesante observar cómo, de acuerdo con la mitología tzeltal de Cancuc, Chiapas, los cuatro clanes que con anterioridad conformaban a esta comunidad habrían emergido cada uno de una cueva dejando en el interior de ella a su lab (nahual). Con el tiempo, cuando ocurrió que dos de los clanes se unieron, el discurso se adaptó explicando que uno de los lab se había movido a vivir a la cueva del otro. Incluso han señalado que actualmente en definitiva ya todos los lab viven en una sola cueva, la cual puede variar en función del clan al que pertenezca el informante (Guiteras Holmes, 1992: 143-145).

Referencias

Alvarado Tezozómoc, Hernando 1975 Crónica Mexicáyotl, Adrián León (trad.). México: Universidad Nacional Autónoma de México.

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Notas

[1] Agradecemos a los dictaminadores anónimos de este artículo por sus atinadas observaciones.
[2] También es posible que en realidad el signo base haya sido el logograma HA’.
[3] En este caso, como en los subsiguientes, se siguen las reglas de disarmonía vocálica de Lacadena y Wichmann (2004).
[4] Recientemente Dimitri Beliaev ha propuesto que la palabra tixah (ti-xa-ha) significa “bajo”. Esto coincide con el hecho de que el lugar donde se encuentra la escalera jeroglífica, el Grupo Guzmán, se encuentra en un bajo, al norte del Grupo Principal del sitio de El Palmar (Tsukamoto et al., 2015; Tsukamoto y Esparza Olguín, en prensa).
[5] Aunque la serie ko-jo-yi ha sido considerada como expresión del verbo koj, “quebrar” (véase Helmke y Brady, 2009: 12-14), nosotros no descartamos la posibilidad de que, en el contexto de la cueva de Naj Tunich, la serie pueda corresponder en realidad al verbo koh, “descender”, “bajar” (Slocum, Gerdel y Cruz Aguilar, 1999: 17) escrito en un momento de pérdida de la distinción h : j. Nikolai Grube (2004: 81) señala que la pérdida ocurre alrededor del año 700 d.C. en las regiones al este del Petén, lo que coincide con el dibujo en cuestión elaborado en la región señalada en marzo del año 692 d.C. Además, la constante de los verbos usados en las inscripciones localizadas en cuevas está relacionada justamente con la utilización de verbos de movimiento y no con acciones marciales.
[6] Un elemento semejante a [T544.501] aparece en la vasija K5450 en un texto con jeroglíficos problemáticos que, a juzgar por los trazos, pertenecen con toda probabilidad al grupo de los llamados “pseudo-glifos”, razón por la que el elemento señalado no será considerado en la presente discusión.
[7] Por su posición y contexto, es posible que el signo ju exprese aquí la palabra jul. En el tzeltal colonial la palabra ghulghulchen (juljulch’en) significa “peña enriscada” (Ara, 1986: 297).
[8] Aunque parecida, la construcción yo-PERRO/MURCIELAGO[K’IN]-ni es, por contextos y conformación, distinta a la estudiada en el presente artículo.
[9] Acerca de este sitio véase Garrison y Stuart, 2004 y Prager et al., 2010: 76.
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