Administración

Elementos para la valoración integral de proyectos de emprendimiento social. Una herramienta para la formación de emprendedores

Elements for the integral valuation of social entrepreneurship projects. A tool for the training of entrepreneurs

Elementos para a valorização integral de projetos de empreendedorismo social. Uma ferramenta para a formação de empreendedores

José Carlos Vázquez Parra *
Escuela de Humanidades y Educación Tecnológico de Monterrey en Guadalajara, México

Elementos para la valoración integral de proyectos de emprendimiento social. Una herramienta para la formación de emprendedores

Contabilidad y Negocios, vol. 13, núm. 26, pp. 129-140, 2018

Pontificia Universidad Católica del Perú

Recepción: 12 Junio 2018

Aprobación: 28 Agosto 2018

Resumen: Cuando se alude a la formación de emprendedores, se suele pensar de manera casi automática en cuestiones relacionadas con las ciencias administrativas o las escuelas de negocios; sin embargo, el emprendimiento tiene ciertas variables con objetivos mucho más amplios y con un enfoque primordialmente social. El emprendimiento social es el desarrollo de un proyecto innovador con el que se busca solventar o contribuir a un problema social, como puede ser la pobreza, la desigualdad o el desempleo, a partir de un modelo de negocio de carácter inclusivo. El presente artículo propone, a partir de un análisis de contenidos de textos académicos del área, la necesidad de considerar cinco elementos (normatividad, profesionalismo, inclusión, valor compartido y sustentabilidad) para la valoración integral de los proyectos de emprendimiento social. Se concluye que estos pueden ser una excelente herramienta que pueda guiar la formación y las decisiones de los futuros emprendedores sociales al abrir la necesidad de incluir factores que usualmente no se consideran en la formación de emprendedores tradicionales.

Palabras clave: emprendimiento social, formación de emprendedores, inclusión, valor compartido.

Abstract: When we talk about training entrepreneurs, we usually think almost automatically about issues related to administrative sciences or business schools, however, entrepreneurship has certain variables with much broader objectives, with a primarily social focus. Social entrepreneurship is the development of an innovative project that seeks to solve or contribute to a social problem, such as poverty, inequality or unemployment, based on an inclusive business model. This article proposes the need to consider five elements (normativity, professionalism, inclusion, shared value and sustainability) for the integral assessment of social entrepreneurship projects, considering that these can be an excellent tool that can guide training and decision-making of future social entrepreneurs, by opening the need to consider factors that are usually not considered in the training of traditional entrepreneurs.

Keywords: Social entrepreneurship, training of entrepreneurs, inclusion, shared value.

Resumo: Quando falamos de formação de empreendedores, geralmente pensamos quase automaticamente em questões relacionadas a ciências administrativas ou escolas de negócios, no entanto, o empreendedorismo tem certas variáveis com objetivos muito mais amplos, com um foco principalmente social. Empreendedorismo social é o desenvolvimento de um projeto inovador que busca resolver ou contribuir para um problema social, como pobreza, desigualdade ou desemprego, baseado em um modelo de negócios inclusivo. Este artigo propõe a necessidade de considerar cinco elementos (normatividade, profissionalismo, inclusão, valor compartilhado e sustentabilidade) para a avaliação integral dos projetos de empreendedorismo social, considerando que estes podem ser uma excelente ferramenta que pode orientar o treinamento e a tomada de decisão. futuros empreendedores sociais, abrindo a necessidade de considerar fatores que normalmente não são considerados na formação de empreendedores tradicionais.

Palavras-chave: empreendedorismo social, formação de empreendedores, inclusão, valor compartilhado.

1. Introducción

Emprender es más que una actitud: es una aptitud de las personas que les permite planear, organizar y arrancar nuevos retos y proyectos, que inicia un caminar constante hacia sus objetivos (Marulanda y Morales, 2016). Emprender es desarrollar ideas que persiguen un cierto fin, que puede ser de tipo económico, político, social, entre otros. Hoy en día, se habla mucho de la necesidad de emprender —sobre todo, en los ámbitos universitarios de formación profesional—, en la medida que se considera que un liderazgo sin emprendimiento es como tener una buena idea sin conseguir aterrizarla (Rodríguez, 2016).

Aparejado al esfuerzo de las instituciones educativas, los gobiernos latinoamericanos parecen estar prestando mucha atención al emprendimiento, y han puesto en marcha diversos proyectos para el fomento y la promoción de las ideas de los emprendedores de la región (García, Gracia y Días, 2015). Así, nuevas nociones parecen incluirse en el lenguaje de las organizaciones, considerando aspectos como la innovación de carácter empresarial, la generación de células e incubadoras de negocios, así como el impacto que un buen sistema de coaching puede aportar a la generación de nuevas empresas. La apuesta de la economía latinoamericana hacia las micro, pequeñas y medianas empresas (MiPyMes) parece venir acompañada de una promoción y un respaldo de los modelos de emprendimiento (García et al., 2015).

Sin embargo, no se puede asumir que el emprendimiento está únicamente motivado por fines económicos. De hecho, en la última década, ha sido cada vez más usual encontrarse con proyectos de emprendimiento que tienen como objetivo contribuir a resolver una problemática social o humana (Padilla, Quispe, Nogueira y Hernández, 2016). Esto es lo que se denomina «emprendimiento social», un modelo de emprendimiento que busca soluciones innovadoras para resolver problemas existentes de una sociedad, como lo es la pobreza, el hambre, el desempleo, la discriminación, el impacto en el medio ambiente, entre otros, para impulsar así el desarrollo de la comunidad (Naranjo, 2015). A diferencia del emprendedor tradicional, quien tiene fines de lucro, los emprendedores sociales tienen a una generación de valor social. Según Palacios (2010), el emprendimiento social suele funcionar a través de empresas sociales que, por medio del uso de fondos públicos o privados, generan un cambio social desarrollando actividades, programas, proyectos o servicios detonantes de valor compartido.

Lamentablemente, de acuerdo con Stewart (2002), solo el 40% de las iniciativas sociales superan los 5 años de vida tras su fundación. Aunque es el doble del rango de supervivencia de las MiPyMes de la región, continúa siendo un parámetro altamente desafiante para los emprendedores. Por ende, las instituciones de formación deben atender a los diferentes factores que pueden verse implicados entre el fracaso o la supervivencia de los emprendimientos sociales, puesto que los recursos económicos y humanos invertidos terminan significando una pérdida a mediano y largo plazo si la empresa no consigue continuar después de unos años (Sepúlveda y Gutiérrez, 2016).

Fernández, Revuelto y Simón (2018), en su estudio «Supervivencia de empresas sociales de nueva creación. Un enfoque basado en el análisis cualitativo comparativo fsQCA», llegan a la conclusión de que no es posible identificar alguna condición concreta por sí misma, debido a que existen diversas soluciones suficientes, según las características y la madurez de las empresas, para evitar su cierre. Sobre esta base, el presente artículo plantea una serie de elementos para la valoración integral de proyectos de emprendimiento social, los mismos que pueden constituirse como parámetros a ser considerados dentro de la formación de nuevos emprendedores en las instituciones educativas. A partir de estos cinco elementos clave —normatividad, profesionalismo, inclusión, valor compartido y sustentabilidad—, se pretende replantear la manera en que se vienen constituyendo los emprendimientos sociales, de modo que estos sean más integrales; que estén acordes con la realidad; y, por ende, que tengan mayores posibilidades de supervivencia.

2. El emprendimiento social: una nueva visión en la formación de emprendedores

La actividad emprendedora es una gestión de cambio radical, discontinua y disruptiva que renueva, de manera estratégica, la visión que tenemos de las cosas (Álvarez y Rodríguez, 2015). De manera adicional a estas características, el emprendimiento social resalta la conciencia en cuanto a una visión sistémica de las organizaciones y los negocios, considerando la manera en que los agentes se relacionan, interactúan e influyen unos en otros a partir de proyectos conjuntos. El emprendimiento social, del mismo modo que la responsabilidad social, buscan la generación de valor compartido velando por el bienestar y el desarrollo de los emprendedores, así como de todo agente que le rodea y de la sociedad en la que se encuentran (Vega y Mera, 2016).

Sin embargo, la constitución de este nuevo modelo de emprendimiento, que difiere claramente de aquel que tradicionalmente veía de manera exclusiva por el lucro económico, implica la necesidad de una formación de emprendedores distinta. Debe ser una formación en que la motivación social y el valor compartido sean una parte fundamental de lo que se comparte y espera de ellos. Esta situación ha llevado a que diferentes universidades estén apostando por una nueva manera de plantear sus programas de negocios, en los que el emprendimiento social tenga un espacio concreto en la currícula de sus estudiantes, y, de manera adicional, se fomenten competencias de compromiso y responsabilidad social, así como de colaboración, inteligencia social y desarrollo comunitario.

El estudio Alfa-Tuning Latin American Project 2011-2013 presenta resultados de 7 programas iberoamericanos que incluyen la formación en emprendimiento social, lo cual se suma a una visión de innovación social universitaria responsable (Sáenz y López, 2015). En este estudio, encabezado por la Universidad de Deusto, en España, participaron 15 universidades, tanto de América Latina, como de España y Dinamarca (Sáenz y López, 2015). A partir de las conclusiones presentadas, se observa la necesidad de que la formación de emprendedores sociales se dé con una visión, aunque semejante a otros tipos de emprendimiento, que incluya aspectos adicionales, como es un claro rumbo humano, el desarrollo de habilidades sociales y un fuerte sentido ciudadano. La idea es que los emprendedores sociales puedan comprender el contexto social, económico, político y cultural de los problemas que están tratando de resolver, es decir, que incorporen una visión externa al proyecto o a la organización propuesta (Nikulin, Viveros, Dorochesi, Crespo y Lay, 2017).

Un proyecto semejante es el Programa de Fomento a la Actitud Emprendedora en México, que incluye a la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (Anuies), así como a la Fundación Educación Superior-Empresa (FESE). Este programa no solo considera la relevancia de aspectos administrativos y contables al momento de emprender, sino también la importancia de darle protagonismo a la función emprendedora como instrumento de movilidad social (Hernández, 2015). A este proyecto se le suma Emprendimiento Social MX. Esta es una organización de entidades sociales que buscan impulsar el talento de los universitarios para diseñar soluciones a problemas sociales a través del fomento y de la formación para la generación de emprendimiento, y de la vinculación para aumentar el impacto social (Esmex, 2017).

Otro ejemplo es el programa «Aprender a Emprender», proyecto aplicado en Perú, que busca capacitar a jóvenes emprendedores bajo una visión de apertura a las problemáticas de su entorno. El objetivo es que, a partir de la generación de empresas innovadoras, puedan plantear soluciones a alguno de los problemas de la región (Oliver, Galiana y Gutiérrez, 2016).

Como se puede apreciar con estos ejemplos, el emprendimiento social se ha convertido en una parte natural de la formación de emprendedores: ha pasado de ser una alternativa a una parte de las consideraciones que debe considerar cualquier nuevo proyecto educativo del área de negocios. En países como México, se pueden encontrar múltiples proyectos de emprendimiento social (Tabla 1), que reflejan la importancia de la formación de emprendedores sociales, puesto que estos han surgido de los diferentes programas estatales o universitarios de fomento al emprendimiento.

Tabla 1. Proyectos de emprendimiento social en México surgidos de instituciones educativas
Tabla 1. Proyectos de emprendimiento social en México surgidos de instituciones educativas
Fuente: Ecotierra (2017), Inadem (2017), Misión Planeta (2016), ProTrash (2017), Sarape Social (2016), Tu Ola (2016).

De esta forma, se puede constatar la importancia de la formación de emprendedores sociales, los cuales, más allá de generar un negocio, promueven el desarrollo de las comunidades de una forma eficiente, inclusiva y no asistencialista (Ashoka, 2017). Sin embargo, no basta con invitar a los emprendedores a cambiar su motivación lucrativa por una de corte social, sino que es necesario darles herramientas para generar verdaderos proyectos de impacto y que, de manera integral, fomenten el bienestar de la comunidad.

Por consiguiente, las instituciones de educación superior deben proveer de esta nueva visión a la formación que actualmente dan en las áreas de negocios considerando lo altamente conveniente que resulta el fomento de emprendimiento social en regiones en desarrollo como la latinoamericana.

3. Elementos para la valoración integral de proyectos de emprendimiento social

La formación de emprendedores suele venir aparejada por una fuerte carga de información y capacitación de varias índoles, la cual suele considerar el desarrollo de competencias administrativas, financieras y contables (García, 2015). Sin embargo, frente a los modelos de emprendimiento social, los jóvenes emprendedores requieren de habilidades que también desarrollen en ellos una visión transversal del mundo, que les permita considerar todas las aristas que pueden relacionarse con un proyecto social.

Ello, sin lugar a duda, puede impactar en la planeación, la fundación y el desarrollo de un proyecto de emprendimiento, puesto que cualquier decisión, sin la información pertinente, puede no considerar algún aspecto que sea la diferencia entre el fracaso y la supervivencia (Contreras, Wilches, Graterol y Bautista, 2017).

Por consiguiente, el trabajo de las instituciones educativas y los docentes ya no basta para desarrollar proyectos de innovación de carácter empresarial; hoy en día, la sociedad espera más de estos programas formativos (Munster, 2017). El impulso del emprendimiento social debe acompañarse de una visión de futuro que dé pauta a ideas creativas, eficientes, responsables y efectivas (González y Fernández, 2015). Así, aspectos como la sustentabilidad, el consumo responsable, la perspectiva de grupos de interés, la tendencia de mercados inclusivos y/o la responsabilidad social son elementos que resultan diferenciadores entre el emprendimiento social y aquel de corte tradicional, y que apoyan a plantear acciones acordes con las agendas sociales internacionales.

Como respuesta a esto, en el ámbito educativo, se han generado variadas propuestas de innovación educa- tiva en torno a este tema, como lo son los trabajos del Centro de Iniciativas Emprendedoras de la Universidad Autónoma de Madrid o el modelo de formación de emprendimiento social propuesto por Vega y Mera (2016) de la Universidad Nacional de Colombia. Estas propuestas pretenden relacionar la formación de cada estudiante con proyectos de emprendimiento que incluya un nutrido apartado disciplinar, con pinceladas profundas de creatividad y originalidad, así como con un claro sentido humano y responsabilidad social. Sin embargo, aunque lo anterior pudiera parecer sencillo, trae consigo un nivel de reflexión que muchas veces no se consigue, debido a que, a diferencia del emprendimiento tradicional, el emprendimiento social implica competencias como el reconocimiento, la empatía o la capacidad de juicio que no siempre pueden trabajarse dentro de un salón de clases (Vázquez, 2017)

Para poder determinar estos elementos, los investigadores hemos realizado un análisis de contenido de variadas fuentes académicas —las que se reflejan en la explicación posterior—. De este modo, se ha buscado dar un marco de referencia que sirva a los nuevos emprendedores sociales al momento de estructurar sus propuestas. A partir de estos cinco elementos —normatividad, profesionalismo, inclusión, valor compartido y sustentabilidad—, se apunta a marcar una pauta en la estructuración de proyectos de emprendimiento social. Se espera que dichos elementos se planteen como una necesidad que debe considerarse al momento de formar nuevos emprendedores (Figura 1).

Figura 1. Elementos para la valoración integral de proyectos de emprendimiento social
Figura 1. Elementos para la valoración integral de proyectos de emprendimiento social

Como se ha señalado anteriormente, estos elementos se plantean como componentes que deben considerarse al momento de proponer un proyecto de emprendimiento social, en la medida que son factores que garantizan que dicha propuesta sea más integral; esté en sintonía con el sentido inicial de generación de valor social compartido; y que, por ende, brinde mayor estabilidad y continuidad al proyecto. A continuación, se profundiza en los mismos.

3.1. Normatividad

La normatividad hace referencia a la necesidad de que el proyecto se ajuste y constituya basándose en la legislación y la normatividad pertinentes, tanto a nivel administrativo como del giro o rumbo que se espera tome a mediano y largo plazo. No se puede evitar pensar que cualquier proyecto de emprendimiento está suscrito a un espacio y a un tiempo, y, como consecuencia, debe adecuarse a lo que en dicha temporalidad se considera pertinente, correcto y legal. La normatividad debe incluir todo lo relacionado con lo administrativo, lo contable y lo operativo, marco en el cual se debe tomar en cuenta aquellas normas que deban aplicarse en la generación como en el desarrollo de la propuesta (Vásquez y Dávila, 2008). En el caso de emprendimientos que tengan la posibilidad de desarrollarse internacionalmente, es importante que los emprendedores cuenten con la orientación legal adecuada para que su proyecto no se vea afectado por este tema normativo.

3.2. Profesionalismo

El segundo elemento a considerar se relaciona con el profesionalismo, es decir, con el desarrollo de los valores propios de las personas que intervienen en el proyecto, así como los de sus profesiones. Un punto que usualmente afecta al emprendimiento social es la falta de conocimientos o identificación de losemprendedores con el giro u objetivo del proyecto, o peor aún, la falta de convicción de la labor que se realiza (Contreras et al., 2017). Para conseguir un verdadero profesionalismo, los programas formativos deben evaluar la manera en que el perfil de los emprendedores sea el más acorde a la propuesta que se realiza, y, en caso de no ser así, la manera de capacitarlos en dichos rubros y competencias. Cabe señalar que el ser emprendedor no necesariamente obliga a ser un profesional del área económico-administrativa, por lo que depende de las instituciones de formación brindar las herramientas, las competencias y las habilidades para que el proyecto tenga las mayores posibilidades de desarrollarse de manera eficiente (Contreras et al., 2017).

3.3 Inclusión

Un aspecto que debe caracterizar a cualquier proyecto de emprendimiento social es el carácter inclusivo, es decir, el considerar a todos aquellos que podrían verse afectados, beneficiados o relacionados con lo que se pretende hacer. Al respecto, es relevante que los emprendedores tengan mucha apertura hacia la generación de modelos de negocios inclusivos, es decir, modelos que busquen mejorar las condiciones de vida de personas que usualmente se encuentran en la base de la pirámide económica o que son segregados de la misma (Vásquez y Dávila, 2008). Cabe señalar que lo inclusivo debe articularse con lo incluyente, lo cual implica que los proyectos de emprendimiento social deben cuestionarse acerca de los grupos de interés que se están considerando al momento de la planeación y el desarrollo de la propuesta. Por ende, se espera que la formación de los nuevos emprendedores incluya la adquisición de claras habilidades de reconocimiento de las necesidades de los otros que los rodean y lo que para ellos resulta valioso e importante (Moreira y Urriolagoitia, 2011). Una visión incluyente de personas con alguna discapacidad, una perspectiva de género, o una consideración a cuestiones indigenistas o de las comunidades LGBTI+ debe formar parte de un proyecto de emprendimiento social (Ortiz, 2017).

3.4. Valor compartido

De manera complementaria a la inclusión, y al segui- miento de las normas y las leyes, los proyectos de emprendimiento social deben tener la apertura para considerar aquello que para los grupos de interés es importante y adecuado; en ese sentido, es responsabilidad de los emprendedores identificar, incluir y poner atención a las legítimas demandas de los agentes afectados o relacionados (Romero, Hernández, Gutiérrez y Portillo, 2017). Un problema usual que se da con la filantropía es que suele ser de tipo muy general; es decir, pretende poder impactar a diferentes comunidades con situaciones semejantes. Esto conduce a que muchas veces los apoyos no lleguen ser los adecuados para ciertos grupos; de este modo, se limitan a ser una ayuda valiosa, pero no verdaderamente eficiente. Este también podría ser el escenario de los proyectos de emprendimiento social si no se cuenta con una exploración previa que tenga como intención conocer a sus grupos de interés (Palacios, 2010). Acciones como identificar necesidades, valores o creencias pueden ser la diferencia entre ofrecer algo sostenible a mediano y largo plazo, o quedarse únicamente con una ayuda a un problema concreto desde una visión externa al mismo. La idea de generar valor compartido se sostiene en el hecho de que el proyecto de emprendimiento debe considerar las diferentes vertientes de valor con la intención de no verse limitado sobre lo que busca alcanzar. A continuación, se detallan las vertientes de valor que se consideran relevantes en lo que respecta a un verdadero valor compartido:

  1. d.1. Valor económico: Hace referencia a la generación de recursos de carácter económico que genera el proyecto. Hay que considerar que el emprendimiento social tiene una base económica, por lo que, aunque el objetivo del mismo sea apoyar o resolver un problema social o humano, el tema de los recursos económicos es relevante para garantizar la permanencia y el desarrollo del proyecto (Carona, Dinora y Tabares, 2008). Es preciso anotar que, pese a que el emprendimiento social debe velar por un desarrollo económico, su objetivo no debe enfocarse en la producción de dinero. Los emprendedores sociales deben contar con las habilidades para lograr un equilibrio entre ambos elementos (Vásquez y Dávila, 2008).

  2. d.2. Valor ambiental: Como parte del desarrollo social que implica este tipo de emprendimiento, se debe considerar el impacto ambiental del mismo. Es relevante que los emprendedores comprendan que el valor compartido supone el aspecto ecológico, puesto que sería poco congruente velar por el bienestar de las personas y, a la vez, afectar negativamente su entorno. En esa medida, el valor ambiental es un punto de suma relevancia (Sanabria y Hurtado, 2018).

  3. d.3. Valor social: Este tipo de valor se relaciona con el sentido mismo del proyecto, es decir, el tener claramente identificado el objetivo o el problema social que se busca solucionar o frente al cual se apunta a contribuir (García et al., 2015). Este es uno de los puntos primordiales y de arranque del proyecto en general.

  4. d.4 Valor de conocimiento: Este punto hace referencia a la capacidad para transmitir y generar nuevo conocimiento a partir del proyecto de emprendimiento. El conocimiento puede ser de los mismos emprendedores o bien hacia el exterior, con lo cual se da la posibilidad de que otros puedan en un momento dado replicar o transferir el proyecto en otro espacio (Ocampo, 2016). El valor de conocimiento también puede enfocarse en brindar herramientas a los grupos de interés para hacer que el proyecto se vuelva autónomo o a todo el proceso de aprendizaje, lo que permite mejorar la propuesta inicial (Vázquez, 2017).

  5. d.5 Valor ciudadano: Todo proceso de emprendimiento social debe incluir la contribución al entorno ciudadano del lugar en donde se inserta y desarrolla, puesto que, como se señalaba en la parte de legislación y normatividad, el proyecto es parte de una realidad de la cual no puede ser indiferente (Vázquez 2017). Por otro lado, cualquier organización, ya sea tradicional o de corte social, debe abonar al desarrollo de la ciudadanía y los valores democráticos, lo cual le obliga a actuar de manera correcta y conforme a los valores ciudadanos, como la transparencia, la legitimidad, la promoción de la gobernanza, entre otros.

3.5. Sustentabilidad

Un último elemento es el de la sustentabilidad. Este se enfoca principalmente en la idea de que el proyecto pueda ser sustentable a mediano y largo plazo, lo cual, como se ha planteado en varias partes del artículo, debiera ser uno de los objetivos primordiales de cualquier proyecto de emprendimiento (Romero y Milone, 2016). La idea de considerar la sustentabilidad como un elemento se basa en el principio de que cualquier programa formativo debe tener como uno de sus puntos cardinales dar herramientas, habilidades y competencias a los emprendedores para garantizar, en la medida de lo posible, la sustentabilidad de sus propuestas. Cabe señalar que la sustentabilidad nosolo se relaciona con cuestiones ambientales, sino también con el buen aprovechamiento de los recursos económicos, sociales y humanos que implica el proyecto. Para conseguirlo, los emprendedores deben solventar los recursos necesarios para que su visión no se vea afectada por elementos que podrían haberse considerado en la etapa de planeación (Fuentelsaz y González, 2015).

Como se ha señalado anteriormente, y se sustenta en los planteamientos académicos utilizados para su explicación, estos elementos ya han sido considerados por otros artículos, libros y otros textos. Sin embargo, en dichas fuentes, no han sido abordados como factores que requieren incluirse de manera conjunta. Lamentablemente, es usual que las propuestas que surgen en centros universitarios consideren o pongan mayor atención a aquellos elementos en los que se especializan debido al tipo de formación, programas o enfoque de la institución. No obstante, si la idea es poder proyectar el emprendimiento a largo plazo, es necesario que se consideren todos los elementos relacionados, lo que abre la posibilidad a propuestas mucho más integrales y completas (Ocampo 2016).

Uno de los beneficios de gestar una forma emprendimiento que desde su origen incluya o considere elementos de corte económico, social, ambiental y humano es que permite que los mismos tengan mayor posibilidad de supervivencia, en la medida que vela por una totalidad de factores y no se limita al objetivo primordial —el componente social— (Fuentelsaz y González 2015).

4. Conclusiones

Cuando se alude a emprendimiento, es usual que hagamos referencia a un sinnúmero de elementos de corte administrativo enfocados en el desarrollo económico de la propuesta, como es lo relacionado con el equilibrio financiero, las consideraciones fiscales, los costos de operación, entre otros. Sin embargo, en el caso del emprendimiento social, parece que la visión rotara hacia otros objetivos, como si lo económico no fuera verdaderamente relevante. Lamentablemente, aunque estas dos alternativas pudieran funcionar a corto plazo, el restringir el emprendimiento a lo económico y el emprendimiento social al trabajo comunitario termina menguando de manera profunda las posibilidades de desarrollo y de supervivencia de ambos tipos de proyectos.

Así como sucede con otros modelos de negocios de corte social, como las empresas humanistas o los negocios inclusivos, el emprendimiento social debe buscar un equilibrio entre los diferentes tipos de valor que debe generar, debido a que solo de esta forma podrá proyectarse a mediano y largo plazo. Frente a ello, el presente artículo ha planteado estos cinco elementos que se consideran relevantes para lograr esta proporción y equilibrio entre los valores económicos y sociales del emprendimiento, poniendo especial atención en la necesidad de incluirlos como competencias a desarrollarse en la formación de nuevos emprendedores.

Aunque se reconoce que lo que se presenta aquí es limitado, y que los elementos claramente pueden desarrollarse de una forma más profunda, se considera que el verdadero valor de la propuesta radica en incluir en la discusión académica ciertos puntos que no suelen tomarse en cuenta como una totalidad desde una visión administrativa de la formación de emprendedores. Desde una visión de formación universitaria integral, estos elementos pretenden ser una guía que todo nuevo emprendedor social debiera considerar en aras de tener un enfoque más amplio de la realidad en la que se desenvuelve su proyecto, incluidos algunos aspectos que pudieran comprometer su tasa de supervivencia.

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Notas de autor

* Doctorado en Estudios Humanísticos por el Tecnológico de Monterrey. Maestría en Educación por la Universidad del Valle de Atemajac. Licenciatura en Derecho y licenciatura en Psicología otorgadas por la Universidad del Valle de Atemajac. Profesor-investigador de la Escuela de Humanidades y Educación, Región Occidente, del Tecnológico de Monterrey. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (Nivel 1).
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