Perfiles / Semblanzas
Recepción: 02 Junio 2018
Aprobación: 29 Junio 2018
Resumen: Se presenta aquí un breve estudio de La llama doble donde se muestra que la reflexión de Octavio Paz sobre la crisis del amor y el erotismo en la época contemporánea constituye una aproximación filosófica a la condición humana distinta y a la vez complementaria a la que había desarrollado el autor en El laberinto de la soledad. Se intenta poner de relieve que dicha reflexión aparece como uno de los motivos esenciales desde los cuales Paz da cuenta de su experiencia como ensayista y poeta. Para ello se consideran tres conceptos fundamentales. El concepto de persona, desde el cual se pone de manifiesto el valor de la libertad. El concepto de alma, utilizado por el autor para mostrar la densidad y la potencia del hombre. Y el concepto de cuerpo, desde el cual aparece con más claridad el drama ontológico del amor.
Palabras clave: amor, erotismo, persona, alma, cuerpo.
Abstract: Here is a brief study of The Double Flame, which shows that Octavio Paz’s reflection on the crisis of love and eroticism in the contemporary era constitutes a philosophical approach to the human condition that is both distinct and complementary to the one developed by the author in The Labyrinth of Solitude. We try to emphasize that this reflection appears as one of the essential reasons from which Paz gives an account of his experience as an essayist and poet. For this, three fundamental concepts are considered. The concept of person, from which the value of freedom is revealed. The concept of soul, used by the author to show the density and power of man. And the concept of body, from which the ontological drama of love appears more clearly.
Keywords: love, eroticism, person, soul, body.
Si bien se pueden hallar numerosos pasajes en la obra de Octavio Paz que permiten distinguir su interés por diversos aspectos filosóficos, también es posible hablar, en un sentido más general, de la filosofía de Octavio Paz, a pesar de que este ensayista no haya elaborado una obra sistemática dedicada a la filosofía2. Su reflexión no se desarrolló en una sola dirección, sino que estuvo ligada a diversos pensadores y temas propios de la tradición filosófica. Aunque no lo hizo de un modo contingente, pues su trayectoria como ensayista nos muestra, más bien, la coherencia de un pensamiento que se expresó en diversas líneas de exploración. En este contexto, queremos poner de relieve dos caminos fundamentales que tomó el discurso filosófico de este pensador.
Por un lado, valga destacar la reflexión iniciada en El laberinto de la soledad, donde progresivamente se fue mostrando, en sintonía con la filosofía académica contemporánea, la crisis de la filosofía moderna y a su vez la cuestión de la centralidad del lenguaje. Se podría decir que una línea esencial de la trayectoria ensayística de este pensador mexicano fue su preocupación por el valor ontológico del lenguaje y de las formas a través de las cuales se constituye la cultura. Su crítica constante al esencialismo y a la filosofía refugiada en el ser, le permitió poner de relieve el lenguaje de las máscaras y la cultura vista como espectáculo.
Por otro lado, desde una mirada en buena medida opuesta al mundo de las formas, Paz realiza un giro en su argumentación que le conduce a hacer un balance de su experiencia como poeta y ensayista, esta vez con el fin de poner de manifiesto la centralidad del cuerpo3. Esto lo hace en La llama doble, donde se plantea, digámoslo así, la otra cara de la moneda, vale decir, la reflexión sobre el erotismo y el amor desde la cual emerge a su vez una mirada filosófica que va más allá del tipo de argumentación elaborada en El laberinto de la soledad.
No obstante, esta segunda dirección pone al descubierto un conjunto de problemas derivados de la crisis del amor y el erotismo que presuponen aspectos que han sido claves en el pensamiento filosófico. La crisis del amor y el “malestar de la cultura” no solo justifican el intenso recorrido sobre el amor desde la antigüedad que se hace en La llama doble. También lleva a recuperar temas clásicos de la filosofía considerados en diversos momentos por el pensador mexicano. Trataremos entonces de mostrar algunos aspectos de este segundo recorrido de Paz movido por la crisis de la sociedad de su tiempo. Veremos que sus oscilaciones son un testimonio de la crisis de la filosofía contemporánea, vista como la crisis misma de la cultura. Esa motivación le lleva a insistir en la centralidad del concepto de persona y, junto a ello, en la recuperación de conceptos esenciales: el alma, la libertad, la ciencia, la filosofía y, por supuesto, el cuerpo, el erotismo y el amor.
Vamos a ocuparnos brevemente de algunos conceptos que a nuestro juicio permiten apreciar el sentido de la exploración filosófica que se realiza en La llama doble. Veremos, en primer lugar, el concepto de persona, quizás el más general y amplio desde el cual este pensador realiza su crítica a la cultura contemporánea. Pasaremos luego al concepto de alma sin el cual es incomprensible el de persona. Y finalmente, veremos el concepto de cuerpo, utilizado por Paz con el fin de dar cuenta del alma de un modo distinto a las corrientes filosóficas tradicionales. Creemos que estos tres conceptos permiten mostrar un lado esencial del camino filosófico que sigue este pensador en su recuperación del erotismo y el amor.
La persona
Casi finalizando el recorrido sobre la historia de “la llama doble”, el discurso comienza a exhibir un tono dramático, distinto al sentido en buena medida entusiasta que había dominado la exploración de las diversas manifestaciones del amor. La siguiente afirmación lo confirma: “La pregunta sobre el lugar del amor en el mundo actual [es] a un tiempo, ineludible y crucial. Escamotearla es, más que una deserción, una mutilación”4.
¿Por qué Paz le da un valor tan significativo al amor, especialmente en la época contemporánea? En principio, podemos destacar dos razones fundamentales. Primero, porque a través de su historia del amor trata de mostrar el momento de eternidad e infinitud de la existencia que emerge de la fusión entre almas y cuerpos. En esa historia sobresale el significado estético de esa fusión, donde se muestra la potencia material del cuerpo y los poderes creadores de la imaginación. Paz disfruta ese recorrido que en buena medida coincide con su experiencia de ensayista y poeta5.
La segunda razón es lapidaria, radical, donde emerge con claridad otra mirada filosófica del pensador mexicano, preocupado por la crisis del amor y el erotismo. Al final de La llama doble le imprime un giro más reflexivo a su discurso al ocuparse de la cultura, la ciencia y la filosofía manteniendo como eje su preocupación por el futuro del amor. Justamente en ese giro argumentativo Paz apunta a la crisis de la cultura contemporánea, a la disolución del alma y el cuerpo, subordinados a las redes del mercado, sometidos a procesos abismales de escisión, y, sobre todo, mostrando la descomposición del concepto de persona que, al fin y al cabo, termina siendo crucial. Y lo es porque su autor trata de mostrarnos que el amor es precisamente la fuente primordial del concepto de persona6.
Quizás entonces no es casual que al poner en tensión el concepto de persona frente al poder absoluto del Estado, Paz destaque el concepto de libertad, reivindicado desde sus primeros escritos. “Hay una conexión íntima y causal —nos dice— entre amor y libertad”7. Podríamos decir que el amor hace al hombre del mismo modo como la libertad hace a la persona. O que el amor hace a la persona del mismo modo como la libertad hace al hombre. Los términos son intercambiables. Y lo son porque se hace del amor y la libertad las condiciones ontológicas que permiten comprender la potencia del hombre, su capacidad de comprensión y a su vez su crítica del otro, su fuerza para crear y construir el mundo. Desde la perspectiva liberal moderna, este pensador asume así el concepto de persona como un aspecto esencial de sus reflexiones8.
En esta dirección, creemos que tiene sentido sostener que en nombre de los conceptos de persona y libertad, el pensador mexicano desarrolló una argumentación que apuntaba a lo que en el siglo XX empezó a denominarse “biopolítica”, un término que Paz no utiliza, aunque ya desde mediados de siglo comenzó a aparecer en diversas investigaciones. Quizás la más conocida es la de Foucault9, quien se dedicó a mostrar las diversas formas como los poderes del Estado, de la industria y, en suma, de la cultura contemporánea, comenzaron a dirigir y organizar la vida de los hombres, sometidos entonces, cada vez más, a las redes sutiles del dominio. En nombre de la vida, la vida quedó sometida a infinitos dispositivos de reproducción y control.
Paz estuvo consciente de esto sobre todo desde sus preocupaciones políticas, especialmente cuando se refiere al poder totalitario de la Unión Soviética o del régimen Nazi10.
Con frecuencia se compara a los Estados totalitarios del siglo XX con la Inquisición. La verdad es que ésta sale bien parada con la comparación; ni en los momentos más sombríos de su furor dogmático, los inquisidores olvidaron que sus víctimas eran personas: querían matar al cuerpo y salvar, si era posible, el alma11.
En el caso del totalitarismo contemporáneo, las víctimas de los gulags perdieron el alma antes de perder el cuerpo. Paz recuerda que Stalin fue visto como “ingeniero de almas” del mismo modo como Eichmann (tal como lo vio Arendt), afirmaba que sólo cumplía un procedimiento burocrático al ocuparse de los envíos de personas a los campos de concentración12. “La razón es clara: el Estado totalitario fue, literalmente, el primer poder desalmado en la historia de los hombres”13.
Pero el fin del Estado totalitario y el resurgimiento de la sociedad liberal en la segunda mitad del siglo XX no dieron paso a la recuperación del alma y el amor; tampoco a la libertad. Paz es elocuente cuando se refiere a las derivas del mayo francés:
La herencia que nos dejó 1968 fue la libertad erótica (…) pero ¿qué hemos hecho de esa libertad? Veinticinco años después de 1968 nos damos cuenta, por una parte, de que hemos dejado que la libertad erótica haya sido confiscada por los poderes del dinero y la publicidad; por la otra, del paulatino crepúsculo de la imagen del amor en nuestra sociedad. Doble fracaso. El dinero ha corrompido, una vez más, a la libertad (…) La sociedad capitalista democrática ha aplicado las leyes impersonales del mercado y la técnica de la producción en masa a la vida erótica (…) La modernidad desacralizó al cuerpo y la publicidad lo ha utilizado como instrumento de propaganda14.
Estas afirmaciones muestran la continuidad del discurso de Paz especialmente en atención a sus escritos sobre el totalitarismo soviético. Podría decirse que aquí aparecen, de nuevo, las preocupaciones ideológicas y políticas del autor. No obstante, en La llama doble aparece una argumentación más radical y filosófica. La política conduce a ocuparse del amor. Son dos extremos que se acercan. Y esto es posible porque en el centro de esa relación emerge el concepto de persona y a su vez el concepto de alma, sin el cual no hay lugar para el primero. No obstante, este pensador se pregunta por el significado del concepto de persona y no ofrece una respuesta. Quizás esta se halla entonces en el concepto de alma.
El alma
Paz se muestra, en principio, como un pensador que recoge la herencia filosófica liberal moderna: el hombre es esencialmente libertad. Es libertad de su voluntad, como decían Rousseau o Kant. Tanto en su condición antropológica como política, la libertad constituye el fundamento ontológico de la condición humana. Desde esta perspectiva, el cuerpo está sometido a la libertad del alma. La metáfora de Descartes es reveladora: el alma es el capitán del navío al que llamamos cuerpo. Pero vista así, el alma libre no necesariamente da cuenta de la naturaleza total del hombre, del mismo modo como la libertad absoluta no permite comprender el mundo como necesidad. ¿Cuál es entonces la importancia del alma?
La ciencia contemporánea, dice Paz, ha ido más allá de las posiciones filosóficas modernas. Diversas investigaciones tienden a subsumir el alma en el cuerpo, de tal modo que el cerebro, por ejemplo, puede ser visto como una suerte de máquina interpretable desde modelos computacionales. Incluso se plantea el conocido problema de si en algún momento se podrá llegar a construir máquinas superiores y más inteligentes que el hombre actual cuya alma es apenas un componente más de esa construcción.
Paz muestra su desacuerdo con esta forma de concebir el alma, pero no deja de hacer referencia a las investigaciones científicas15. Más le atraen las exploraciones que hacen énfasis en el sistema nervioso, en las células cerebrales y, en definitiva, en la biología y la vida. El alma sería más comprensible si se estudia el funcionamiento del cuerpo en su relación con el entorno. De este modo se rompería, una vez más, el conocido dualismo cartesiano, y se recuperaría la importancia del cuerpo. Ya lo intuía Spinoza cuando afirmaba que “el alma no se conoce a sí misma más que en tanto percibe las ideas de las afecciones del cuerpo”16. El pensador mexicano se refiere claramente a este problema cuando afirma que, si bien los científicos se refieren al alma como un concepto innecesario, el alma reaparece en el cuerpo con todas sus propiedades. El alma es el cuerpo17.
Pero este pensador no puede encerrarse en una fórmula quizás atractiva literariamente o ligada al trasfondo filosófico que evoca. El alma, aun concebida bajo la naturaleza del cuerpo, es un concepto inasible, en crisis, que, a su vez, plantea de nuevo el problema de la existencia de la persona: “El eclipse del alma ha provocado una duda que no me parece exagerado llamar ontológica sobre lo que es o puede ser realmente una persona humana”18.
Puede observarse entonces que en la medida que el autor va explorando los obstáculos para comprender el alma, expone a su vez su problema de comprensión del concepto de persona. Creemos que aquí deja ver una oscilación que revela precisamente las dificultades ontológicas en las que se va deslizando. El cuerpo podría representar una forma de recuperación del alma, pero de no ser así, el alma se convertiría en una fuente que oscurece la posibilidad de reconocer la existencia del concepto de persona. El alma reaparece en el cuerpo, pero produce a su vez dudas sobre su naturaleza. Paz se pregunta si el alma es “¿un cuerpo perecedero, un conjunto de reacciones físico-químicas” o “es una máquina como piensan los especialistas en inteligencia artificial?”19. En definitiva, pregunta: ¿cuál es el significado del concepto de persona, dada la crisis del concepto de alma?
Creemos que su respuesta es al mismo tiempo sugerente y limitada en sentido filosófico. Por un lado, nos dice que la persona, primero vista como entidad trascendente y luego como producto de la evolución natural, se convirtió en una fabricación industrial. El amor y el erotismo quedaron sometidos a las redes de la producción. Se pierde la autonomía y la libertad dando paso a la subjetividad del rebaño, de la serie, dominada por la técnica. Esto representa una pérdida de los valores fundamentales de la modernidad liberal. El alma, el cuerpo, el amor y la persona quedan sometidos a la “barbarie tecnológica”20.
Por otro lado, podemos advertir que Paz, sin declararlo explícitamente, toma la deriva postmoderna que gira en torno a la crisis del sujeto y de sus formas constitutivas. Se podría decir que por esta vía reconoce la crisis misma de la filosofía. En definitiva, este pensador admite que el alma y el cuerpo son incognoscibles. Por ello creemos que La llama doble es la otra cara del laberinto. Mientras que en El laberinto de la soledad se preocupaba por la soledad y la alienación del alma, en uno de sus últimos libros trata de recuperar el alma a través del cuerpo, pero admite que el cuerpo, a su vez, es una fuente de incertidumbres debidas a la manipulación cultural y, quizás lo más significativo, debido a su propia naturaleza, sometida al principio de alienación. Valdría entonces preguntar, en suma, qué nos ofrece el cuerpo.
El cuerpo
El cuerpo también es otro laberinto. Paz lo asume desde dos líneas que se cruzan y a la vez se separan. Por un lado, el cuerpo, a través del amor y el erotismo, permite la experiencia de la comunión tal como también lo logran la poesía o la fiesta. Comunión entre almas o comunión con el mundo.
La poesía, junto con el amor y el erotismo, juegan un papel decisivo en la relación de las almas y los cuerpos. Se podría quizás afirmar que son nuestra más genuina experiencia ontológica, pues nos revela sin mediaciones la idea de totalidad21. Se trata de estados de fusión y comprensión que van más allá de las formas lingüísticas y, sin embargo, dicen más que ellas. En un instante, lo dicen todo —semejante a la experiencia musical— y permiten “tocar” o “vivir” —digámoslo así— la verdadera realidad. Es allí básicamente donde Paz encuentra los poderes de la sensibilidad y la imaginación22.
No obstante, el cuerpo (incluida el alma) es una fuente de separación, vale decir, de incomunicación que también tiene un indudable peso ontológico. Paz lo plantea, en principio, considerando el problema comunicativo que envuelve la sensibilidad. En efecto, La llama doble culmina ocupándose del problema de la comunicación, un aspecto central para comprender la constitución de la cultura, pero a su vez una fuente radical de aporías que afectan la capacidad de comprensión de la sociedad contemporánea. Y para mostrarlo, se refiere a los diversos ámbitos desde los cuales se va constituyendo. El primero y fundamental de ellos es el mundo de la sensibilidad.
Los sentidos encierran un doble juego. Tienen un rol privilegiado en la experiencia amorosa y en el erotismo que surge del cuerpo, y contribuyen a la fusión de las almas. La historia del amor que ofrece Paz remontándose a los antiguos es, en alguna medida, una historia de la sensibilidad. No es una sorpresa entonces que en La llama doble se haya ocupado de la naturaleza de los sentidos. Las diversas aproximaciones al tema del amor y el erotismo colocan en primer plano el problema de saber, para decirlo con Spinoza, qué es lo que puede el cuerpo23.
Paz, de nuevo, es lapidario: la sensibilidad no resuelve el problema subjetivo de la comunicación, un problema fundamental que aparece especialmente en el siglo XX. Este pensador realiza un animado e intenso recorrido por la historia del amor y el erotismo, pero al llegar al siglo XX muestra su crisis y la forma como se ha exacerbado el problema de la comunicación entre los hombres. La acción comunicativa, elogiada desde diversas miradas y disciplinas, convertida cada vez más en el eje desde el cual se busca interpretar la constitución de la cultura es, sin embargo, un problema que puede advertirse ya desde el mundo de los sentidos. Es ontológicamente un problema irresoluble. “Los sentidos nos comunican con el mundo y, simultáneamente, nos encierran en nosotros mismos: las sensaciones son subjetivas e indecibles”24.
Este pensador se plantea así un problema de alcance universal del mismo modo como lo ha hecho la historia de la filosofía. Los sentidos producen un conocimiento absoluto, pero no son comunicables. Esto es semejante a lo que sucede con “el pensamiento y el lenguaje”. Precisamente “por serlo, el pensamiento y el lenguaje no suprimen la distancia entre nosotros y la realidad exterior”25. Sensibilidad, pensamiento y lenguaje son puentes y a su vez barreras que nos separan de la realidad26. Tal como lo decía Hegel en el prólogo a la Fenomenología del espíritu27, el método —convertido en una suerte de vara para tocar la realidad— no hace más que alejarnos e incluso escindirnos irremediablemente de ella.
Ya en El laberinto de la soledad se señalaba que el lenguaje y el pensamiento son formas (máscaras) que nos alejan del mundo exterior y terminan convirtiéndose en nuestra única realidad. Ahora se agrega la sensibilidad, que en principio parecía un camino para salvar los obstáculos a la comunicación (especialmente cuando se piensa en la capacidad del cuerpo), pero observa que también la sensibilidad revela el doble juego, contradictorio e insalvable del lenguaje. Podemos observar de nuevo, tal como lo vimos en otro lugar28, la distancia que existe entre Paz y Rousseau. Mientras Rousseau encuentra en el sentimiento y la sensibilidad la forma de tener conciencia de la existencia del mundo, e incluso hace de la sensibilidad un principio para superar los “obstáculos” que produce la cultura y afectan al hombre “ilustrado”29, el pensador mexicano sostiene que ya en el comienzo —en aquel momento que Rousseau concibe como “estado natural del hombre”— se encuentra la imposibilidad de una comunicación plena y confiable. Digámoslo de esta forma: la estructura de la subjetividad, desde la sensibilidad hasta el lenguaje, supone una escisión radical y absoluta respecto a la realidad.
Se podría afirmar que Paz hizo uso de un esquema ontológico semejante al que inicia sistemáticamente Kant en la Crítica de la razón pura, que consiste en postular la existencia de la realidad como “cosa en sí”30. Aunque este pensador se planteó este problema por un camino más cercano al pensamiento de Hegel. Cuando cita al filósofo de Jena en La llama doble y en otros escritos, se refiere al inevitable proceso de alienación en el que cae el hombre debido a su propia naturaleza, escindido del mundo sin la posibilidad de lograr un proceso duradero de reconciliación, de “comunión”, como le gustaba decir.
Sin embargo, trató de ir más allá de la pesada herencia hegeliana que arrastraba consigo el pensamiento occidental. Para ello acude a Nietzsche, quizás su filósofo más admirado, con un argumento demoledor: si se dejan caer las pesadas fórmulas de la metafísica occidental; si se deja de lado el logos, el lenguaje-forma, el lenguaje máscara que nos separa del mundo, de la naturaleza, de los otros y de nosotros mismos, es posible iniciar un auténtico proceso de reconciliación.
Pero no se trata de una operación mental ingeniosa fruto de un laborioso filosofema. Paz estuvo consciente a lo largo de su obra del peso y el valor del lenguaje: “El hombre es inseparable de las palabras. Sin ellas, es inasible. El hombre es un ser de palabras” y no podemos superar esa condición31. Al final de su vida, este pensador nos ofrece una mirada autocomprensiva de su obra ensayística y poética donde el lenguaje es capaz de mostrar el lado más íntimo del hombre y, a su vez, su lado más potente. Paz intenta realizar su propio giro lingüístico cuando nos dice que el lenguaje también es la vida, el espíritu, la imaginación, la sensibilidad y, en definitiva, el cuerpo.
Ese giro supone una mediación fundamental. Supone la existencia de la comunión, vista como la fórmula filosófica del cuerpo, de su existencia, de su devenir. Mediante esta vía se intenta superar la escisión hegeliana y, con ella, la crisis de la cultura occidental encerrada en el mundo de las formas. El mejor intento se halla en el amor. Pero no en el amor abstracto, sino en aquel que se constituye de un modo circular junto al erotismo. Ese círculo es semejante al que produce la poesía. O mejor dicho: la poesía es el lenguaje de ese círculo. Supone, para decirlo con Virno, el verbo hecho carne32.
Sin embargo, así como el lenguaje, la poesía también encierra un doble juego. Poeta y a la vez intérprete de la poesía, Paz también aquí encuentra la otra cara de la moneda cuando se plantea el problema de la comunicación.
En el poema —cristalización verbal—, el lenguaje se desvía de su fin natural: la comunicación. La disposición lineal es una característica básica del lenguaje; las palabras se enlazan una tras otra de modo que el habla puede compararse a una vena de agua corriendo. En el poema, la linealidad se tuerce, vuelve sobre sus pasos, serpea: la línea recta cesa de ser el arquetipo a favor del círculo y la espiral. Hay un momento en que el lenguaje deja de deslizarse y, por decirlo así, se levanta y se mece sobre el vacío: hay otro en el que cesa de fluir y se transforma en un sólido transparente (…) plantado en el centro de la página (…) Las palabras no dicen las mismas cosas que en la prosa: el poema no aspira ya a decir sino a ser. La poesía pone entre paréntesis a la comunicación como el erotismo a la reproducción33.
La poesía hace posible la experiencia de la comunión y a la vez se convierte en una fuente de incomunicación. A medida que va avanzando en sus preocupaciones por el hombre contemporáneo, Paz no hace más que poner de manifiesto su lado más problemático. La búsqueda entonces en el alma de las bases del concepto de persona, y la interpretación de la naturaleza del cuerpo para llegar al concepto de alma, le llevó a buscar en la sensibilidad un modo de recuperar el principio de la comunicación y una forma de afrontar la escisión que ya habían denunciado los filósofos modernos.
Se ha dicho que si bien Paz utiliza el término “comunión” en El laberinto de la soledad al interpretar la cultura mexicana, ese término muestra un giro más espiritual en La llama doble donde el alma es presentada como fundamento de la naturaleza sagrada de cada persona34. Krauze arriba a una conclusión semejante cuando señala que en La Llama doble Paz trasciende los temas terrenales al acercarse progresivamente al campo de lo sagrado35.
Sin embargo, creemos que Paz, animado al final de su vida por la deriva espiritual y sagrada del erotismo y el amor, no logra salir del laberinto que tan lúcidamente logró interpretar. Como hemos dicho, La llama doble también es el testimonio del laberinto del amor y el erotismo en la sociedad del siglo XX. Su autor reconoció esa dificultad y, con ello, muestra la coherencia de su trayectoria de ensayista y poeta al poner siempre en permanente tensión, de un lado, la necesidad vital de la comunicación, y del otro, su apuesta por la “fusión oceánica” que se halla en la comunión. Su entusiasta mirada a la historia del amor culmina con la descripción ontológica de su crisis. Se podría decir que también es una historia filosófica movida de un modo infatigable por la búsqueda del destino de la subjetividad y la potencia del hombre.
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Notas
No hablo contigo:
hablo con una palabra.
Esa palabra eres tú”.
“Carta de creencia”, cit., p.164.
Notas de autor