Resumen: El presente artículo expone brevemente las circunstancias del “redescubrimiento” de la obra de Luciano en la Italia (pre)renacentista y el movimiento renovador en las letras que esto trajo consigo en el caso específico del Momus de Leon Battista Alberti. Para tal objetivo, me concentraré en el rol de Manuel Crisoloras; en los aspectos de género literario que Luciano plantea, sobre todo, en el Prometheus es in verbis (la mezcla Diálogo-Comedia), y finalmente, en cómo estos son retomados en el Momus, donde Alberti se presenta como innovador de las letras latinas, pero al mismo tiempo como indirecto continuador del quehacer luciánico.
Palabras clave:HumanismoHumanismo,estudio del griegoestudio del griego,recepciónrecepción,diálogo cómicodiálogo cómico.
Abstract: This article briefly presents the circumstances of Lucian’s “rediscovered” œuvre in the Italian (Pre-)Renaissance and the literary impetus which this caused in the specific case of Leon Battista Alberti’s Momus. For this aim, I will focus on the role of Manuel Chrysoloras, on the aspects of literary genre which Lucian expresses above all in the Prometheus es in verbis (the mixing of Dialogue and Comedy), and, finally, on how this aspects were taken up again in the Momus, where Alberti presents himself as an innovator of Latin literature and, at the same time, as an indirect continuator of Lucian’s work.
Keywords: Humanism, Greek Learning, Reception, Comic Dialogue.
MONOGRÁFICO I
In rebus gravissimis tractandis nusquam a risu iocoque discedas: Luciano, maestro de espíritu literario (y de griego) en el Renacimiento. El caso del Momus de Leon Battista Alberti
In rebus gravissimis tractandis nusquam a risu iocoque discedas: Lucian, the Teacher of Literary Spirit (and Greek Language) in the Renaissance: the Case of Leon Battista Alberti’s Momus
Recepción: 15 Febrero 2019
Aprobación: 03 Junio 2019
Me atrevería a afirmar que cualquier estudiante de griego antiguo hoy en día, sea a nivel medio o superior, ha trabajado, leyendo o traduciendo, con pasajes de Luciano de Samósata. Es, sin duda, un autor cuyos textos se adaptan muy bien a un uso didáctico ya que unen tres características muy ventajosas: una prosa correcta y aticista, un buen sentido del humor y un contenido ameno que, en su brevedad, hace referencia a varios mitos, personajes y discusiones histórico-filosóficas ampliamente conocidas, pero que también llega a reflexiones serias bastante profundas.2
Importar imagen Importar tabla Al mismo tiempo, y esto a veces quizás pase desapercibido, Luciano crea un diálogo no solo ‘intracultural’, en el sentido de dentro de la tradición literaria-cultural griega misma, parodiando a poetas, históricos y filósofos griegos, sino también ‘intercultural’ con el mundo romano en el que, a fin de cuentas, se desarrolló.3 Y si ya en la Tardía Antigüedad, hablantes nativos de griego parecen haber estudiado algo de latín con textos que podríamos decir que comparten esta característica de humor y crítica amarga, como las sátiras de Juvenal,4 debemos a Luciano buena parte del restablecimiento del diálogo profundo con los textos griegos, y la cultura que ellos implican, en el Occidente latino moderno.5
En el “redescubrimiento” europeo de la lengua y literatura griega “en original”, juega precisamente Luciano un papel basilar. Su carácter didáctico- satírico fue aquello que lo convirtió en el medio predilecto de enseñamiento del griego en los albores del Renacimiento: por un lado, como maestro y ejemplo de griego, gracias a su prosa aticista coloquial y elegante, así como a su contenido rico en referencias a diferentes aspectos de la cultura griega, como he dicho; por otro lado (y sobre todo, en el ámbito del género, o lo que me atrevería a llamar ‘espíritu’ literario), gracias a su manera de expresión y a los elementos estilísticos que caracterizan sus escritos, pues los textos de Luciano oscilan entre la seriedad de los argumentos filosóficos y lo jocoso de la burla satírica de una manera casi teatral.6
Fue precisamente con Luciano, podemos entonces afirmar, que se retomó de manera profunda el estudio formal del griego por primera vez en siglos en el occidente europeo:7 En marzo de 1396, el Canciller de Florencia, Coluccio Salutati (1331-1406; en el cargo desde 1375) envió una efusiva carta en latín a Manuel Crisoloras o Chrysolorâs8 (M. Χρυσολωρᾶς, ca. 1350-1415), importante diplomático y erudita bizantino en Constantinopla que ya en 1390 había participado en cuestiones diplomáticas en Venecia, para invitarlo a mudarse cuanto antes a Florencia para tomar la cátedra de griego en el Studium Generale, donde lo esperarían numerosos y entusiastas discípulos9. Crisoloras aceptó y casi un año más tarde, el 2 de febrero de 1397, llegó a Florencia. Con él llegaron, no solo nuevos aires al mundo político y cultural de la época, sino también diversos manuscritos griegos: el primero de ellos fue precisamente de Luciano.10
Crisoloras no sólo introdujo físicamente dichos manuscritos sino que trabajó con ellos para formar una nueva generación de humanistas que en menor o mayor forma asimilaron y propagaron la riqueza de la literatura griega “en original” (como lo demuestra la exponencial presencia de manuscritos griegos copiados y/o anotados después –y bajo auspicio– del maestro Crisoloras, quien incluso trabajó en una gramática didáctica del griego11). Así fue posible, al mismo tiempo, comprender de una manera más completa y enriquecer notablemente la literatura latina anterior y su tradición.12
Poco tiempo después de la llegada de Crisoloras a Italia, otros eruditos como el cardenal bizantino establecido en Italia, Isidoro de Kiev (1380/90- 1463), o el humanista de origen siciliano Giovanni Aurispa (1376-1459), jugaron también un papel decisivo en la enseñanza y, sobre todo, difusión de la lengua y literatura helénica en Italia. Gracias a los numerosos manuscritos griegos que importaron de Constantinopla, entre los cuales destacan, sobre todo, la obra de Luciano, se formaron nuevas generaciones de humanistas que disponían de las herramientas intelectuales y materiales para hacer propio el pasado grecolatino, y florecieron, por sí decir, exponencialmente, primero en Italia, más tarde en el resto del occidente Europeo.13
Varios fueron los discípulos de Crisoloras: Guarino de Verona (1374-1460) y Leonardo Bruni (1369-1444), cuentan entre los más conocidos. Varios fueron también quienes, si bien quizá no participaron directamente en sus clases, sí reconocieron su enorme valor y se vieron fuertemente influenciados por sus enseñanzas: Niccolò Niccoli (1365-1437) y Poggio Bracciolini (1380-1459), son dos ejemplos importantes.14 Varios fueron también los discípulos de Aurispa e Isidoro.15 A su vez, estos humanistas transmitieron a nuevas generaciones sus conocimientos, y para finales del siglo XV Marsilio Ficino (1433-1499) ya había publicado, por ejemplo, traducciones latinas de varios autores griegos y sus importantísimos tratados teológico-filosóficos neoplatónicos, y a inicios del siglo XVI, Erasmo de Róterdam (1466/69-1536) sacaba a la luz sus monumentales Adagia o el célebre Moriae encomium.16 Pero sin Luciano, cuyas obras fueron leídas en original, traducidas al latín, editadas en griego, y, sobre todo, imitadas por todos los humanistas hasta ahora mencionados, nada de esto hubiera ni siquiera imaginable.17
Un caso particular sobresale entre la generación de Crisoloras y la de Erasmo: el del humanista florentino-genovés, Leon Battista Alberti (1404- 1472).18 Además de sobresalir por sus contribuciones en el campo de la arquitectura y teoría del arte, Alberti destaca por su destreza literaria.19 En sus obras demuestra un gran interés y una particular predilección por Luciano.20 Uno de sus escritos en especial se puede considerar, incluso, como ha sido demostrado en diferentes investigaciones en las últimas décadas, como un punto de partida del género de la novela – y en particular de la novela picaresca.21 Me refiero a la sátira político-filosófica Momus.22
Por su influencia lucianea, se llega a considerar el Momus como una obra precursora también del género fantástico.23 Y en efecto, presenta las aventuras del personaje homónimo de la mitología griega en un pasado mítico y pseudo- histórico, con tanto de transformaciones, apariciones y sorpresas (y referencias literarias), que son del todo fantásticas. Un tono de crítica irónica24 hacia la Corte Olímpica, su príncipe supremo, Júpiter, y el quehacer humano en la Tierra, en particular el quehacer de los filósofos, es lo que, además, emana del texto: Momo es una figura nefasta de la mitología griega; con sus acciones e intrigas termina por poner al género humano al borde de la destrucción total, pues convence a Júpiter de la necesidad de eliminar a los mortales y su entorno para volver a crear un nuevo y mejor mundo.
Por un lado, la obra mira a criticar la ambición y la hipocresía de todos los personajes, divinos y mortales; por el otro, el autor insiste repetidamente en recalcar la búsqueda de una novedad creativa en el tema y la manera de presentar los argumentos oscilando entre efectos teatrales cómicos y un discurso ético más bien serio.
Sobre este último aspecto, Marsh (1998) nota la influencia crucial de los escritos de Luciano y habla sobre “new forms of imaginative fictions–– hybrids of satirical narrative and comedic dialogue that gave humanists a greater freedom of invention in Latin and vernacular prose”.25 Y en efecto, si se consideran diversos Diálogos, y otros escritos como Charon o Contemplantes, Icaromenippus, Iuppiter Tragoedus, Nigrinus, Verae historiae y, sobre todo, el breve escrito Prometheus es in verbis, resulta evidente el ejemplo lucianeo como modelo e inspiración del contenido del Momus, pero sobre todo, como modelo de la forma: Alberti se propone mezclar efectos casi burlescos con argumentos de tono serio moral para suscitar la risa de su lector y al mismo tiempo invitarlo a la reflexión.26 Esto se puede observar ya en el proemio del Momus así como en el primer párrafo que abre cada uno de los cuatro libros que lo componen. Allí Alberti recuerda a su lector casi con insistencia el interés que tiene en unir lo divertido a lo serio y la reflexión. Por ejemplo se puede citar un breve pasaje del proemio (Momus prooem. 5):
Nos contra elaboravimus ut qui nos legant rideant, aliaque ex parte sentiant se versari in rerum pervestigatione atque explicatione utili et minime aspernanda.
Nosotros, por nuestra parte, trabajamos de modo tal que quienes nos lean, rían; pero por otra parte, vean que están en una explicación de argumentos y en una investigación útil y nada despreciable.27
Convendría exponer, entonces, brevemente el Momus albertiano y el escrito de Luciano Prometheus es in verbis para poder mostrar en consecuencia lo lucianeo e innovador en Alberti.
El Momus se divide en un proemio dedicado a tú anónimo28 y cuatro libros. Alberti trabajó en su composición entre 1443 y 1450; aunque la obra circuló en forma manuscrita hasta 1520 cuando las dos primeras ediciones vieron la luz en Roma (editores: Étienne Guillery y Giacomo Mazzocchi, respectivamente)29.
En Momus se narra, entonces, la creación del mundo a manos de los dioses y las diversas luchas entre ellos por el quehacer y destino de la humanidad, de la cual sacan gran provecho. En el centro de la crítica está la disimulación, y en cierto grado, hipocresía, que caracteriza a todos los personajes: Momo es un dios feo y criticón y causa gran antipatía entre los demás dioses. Tras verse en los primeros dos libros como personaje nefasto y aborrecido y, por ende, desterrado a la Tierra, Momo, cambia táctica en el libro tercero (por un lado, en la Tierra había experimentado en carne propia que su actitud rencillosa tampoco le traería nada bueno entre los mortales; por el otro, los dioses veían que Momo los hacía peligrar más estando en la Tierra de lo que lo hacía antes en el Olimpo, así que Júpiter decide mandarlo llamar) y comienza a simular un cambio de índole para ganarse la gracia de Júpiter. Pero por burlarse (no tan) disimuladamente de los dioses y de los hombres, cae en sinnúmero de peripecias y rencillas: Terminará arruinado, mutilado, desterrado nuevamente del Olimpo y convertido en informe peñasco en medio del mar (incluso su nombre terminará mutilado al final en, alegóricamente, humus (‘tierra’): Momus 3,75). En el cuarto y último libro se narran las peripecias que los dioses viven en la Tierra como consecuencia de las intrigas de Momo (aquí destacan los viajes de Caronte y su ‘lucianesco’ acompañante, el ‘divertido’ filósofo Gelasto, que recuerdan a Caronte y Hermes en el Charon o Contemplantes de Luciano); así concluye la obra con una retrospectiva más bien amarga, primero por parte de Momo sobre sus propias experiencias (Momus 4,79-89), y segundo por parte de Júpiter mismo, sobre su propia falta de visión (Momus 4,99-102).
La inspiración del material, es decir, el contenido, viene claramente de Luciano: Si bien Momo, la personificación del reproche (en griego: μῶμος; cf. el verbo μέμφομαι: „reprochar“), es un personaje de la mitología griega ya presente en la Teogonía de Hesíodo,30 es sobre todo en Luciano que Momo encuentra el culmen de su representación literaria con casi cuarenta apariciones:31 En obras como Iuppiter Tragoedus o Deorum concilium, Momo es el personaje interlocutor de Zeus sobre distintos temas de filosofía y vida divina. En Nigrinus (32), Verae historiae (2,3), Icaromenippus (18), Dearum iudicium (2), y finalmente, en Hermotimus (20) y en Bacchus (8) – Momo es una figura de referencia central, y los detalles que Luciano le atribuye (por ejemplo: el considerar ridículo que los toros tuvieran los cuernos sobre la cabeza y no bajo los ojos: Nigr. 32; hist. 2,3), son retomados como subtexto por Alberti de modo que el efecto es bastante cómico (cf. Momus 1,7;32 cf. también el excurso sobre la alabanza de la vida como vagabundo en Momus 2,47-58, que retoma en gran medida el escrito De parasito de Luciano).33
Por otro lado, en varios Dialogi mortuorum así como en Menippus, Icaromenippus, Cataplus, y sobre todo en Charon o Contemplantes, personajes del mundo mitológico e histórico, frecuentemente filósofos, se encuentran en las situaciones más inimaginables. Alberti las retoma de nuevo con gran cercanía y destreza: Mientras Caronte discute en Luciano con Hermes, por ejemplo, en escenarios chuscamente improbables sobre reyes y zapateros, sobre la vanidad del mundo y la igualdad de la muerte; en Alberti (Momus 4), lo hace con el filósofo Gelasto, quien lo guía por el mundo de los mortales; el filósofo cínico Menipo sube volando al Olimpo en Luciano, como Ícaro al cielo, para enterarse de los planes de Zeus de destruir a los filósofos; son precisamente estos planes a los que se alude en el Momus albertiano (Momus 2,109).
En cuanto a la forma, es decir la lengua que Alberti usa y el sentido global que le da a la obra, Momus está escrito en una prosa latina elegante y correcta que, sin embargo, tiende a la complejidad debido a periodos largos y rebuscados,34 así como a un sinnúmero de alegorías.35 La extensión de la obra es mayor a cualquiera de Luciano. El texto albertiano tiene varios excursos, seguido terminan complejos cuestionamientos filosóficos de manera abrupta, porque el interlocutor se harta o la escena es interrumpida por algún acontecimiento imprevisto (lo que causa un efecto paródico bien logrado), son frecuentes las escenas chuscas (con contenido escatológico, aunque con lenguaje refinado), etc.
Recuerda en algunos aspectos también a Apuleyo, igualmente un autor importante de la Segunda Sofística (contemporáneo, es decir, de Luciano, y, podríamos decir, primer receptor suyo en el mundo latino36): el lector encuentra así, por un lado, un alternar incesable de historias y escenas increíbles, caracterizadas por violencia, detalles morbosos, fantasmas, aventuras, etc., por el otro, una trama que acompaña a los respectivos personajes a través de un iter filosófico con un fondo de humorismo evidente y una elección lexical y sintáctica muy refinada. No obstante, el mayor eco en el texto de Alberti es el de los escritos de Luciano: Muy lucianeo es, por ejemplo, el espíritu de citar, parodiando,37 a diversos autores de la tradición clásica – desde discursos filosóficos en tono aristotélico y platónico en boca de los mismos filósofos, hasta citas textuales de poetas, en este caso: Persio, Marcial y Juvenal38 (autores que, cabe recordar, comparten el interés satírico con Luciano pocas generaciones antes que él). Sin embargo, es sobre todo una característica la de mayor peso: la ya mencionada insistencia de Alberti como autor en querer justificar con el lector la elección del tema y la manera de presentarlo; es decir: lo que él llama la novedad en las letras latinas de unir la broma a los argumentos serios en una prosa refinada de manera convincente.
En tres breves escritos, Zeuxis, Bis accusatus y Prometheus es in verbis, Luciano tematiza los problemas de su revolucionario estilo literario; es decir, los cuestionamientos que él plantea que su forma novedosa de escribir, que mezcla diversos elementos de géneros distintos (lo que yo llamo aquí ‘espíritu’ literario) le han traído. En Prometheus es in verbis o como se suele llamar también, Prometeo literario,39 el autor justifica lúdicamente40 su estilo o ‘espíritu’ literario ante una comparación que se le hace con Prometeo, quien de barro creara a los hombres, engañando a los dioses y poniendo en peligro su proprio destino. Luciano indica que sospecha una mofa irónica:41 Sus obras serían cacharros raros sin gran valor.42
Luciano responde con ambigüedad en lo que sigue de la obra, aunque se muestra seguro y orgulloso de haber siempre presentado textos innovadores (lo que él llama demostrativamente τὸ καινουργὸν τοῦτο), “sin haber imitado ningún modelo anterior” (καὶ μὴ πρός τι ἄλλο ἀρχέτυπον μεμιμημένον, 3).
Para él, esta innovación (confróntense los términos usados: καινοποιεῖν, καινότης (3)) consiste en la unión (μῖξις) de dos elementos que en sí son ya completos y de gran valor – de ahí la dificultad –, es decir: la unión “de los dos más bellos géneros”, que él llama διάλογος y κωμῳδία (5). Esta novedad representa, sin embargo, al mismo tiempo un peligro: Por un lado, Luciano se muestra preocupado de crear monstruosos hipocentauros literarios.43 Por el otro, es consciente de que la novedad por sí sola no garantiza la calidad del texto, pues condiciones para que tal mezcla resulte con éxito son la armonía y la proporción.44 Poco más adelante (6), Luciano explica personificando ambos elementos, qué entiende por ‘diálogo’, y qué por ‘comedia’: Mientras que ‘diálogo’ se refiere a la literatura más bien seria del tipo filosófico45 (y en prosa), que se ocupa de las más elevadas cuestiones de la filosofía, como la esencia de la naturaleza y de la virtud, ‘comedia’ se refiere a la literatura festiva, en verso, que, acompañada de música en el teatro de Dioniso, no perdona la burla46 a los personajes serios, a quienes se inclinan a cultivar el diálogo – lo que podríamos llamar una burla satírica a la Aristófanes, por ejemplo en las Nubes.47
Diálogo y Comedia están así en diametral oposición; sin embargo, Luciano como artista, si bien intenta presentarse modesto al no mostrarse seguro del éxito de sus esfuerzos, sí subraya el valor que tiene el atrevimiento en sí de haber puesto en armonía estos dos elementos y hace evidente su gran mérito, sobre todo recalcando la originalidad de sus escritos.48
Alberti retoma este ‘espíritu’ literario de diálogo cómico sobre todo en el Momus, y se coloca como innovador de las letras latinas. No nombra a Luciano directamente pero para el lector atento, el eco es claro.49 Si Luciano se veía como un Prometeo en palabras, podríamos decir que Alberti lo hacía, como un Luciano en latín.50
Ya en el proemio del Momus se plantea Alberti la dificultad de tratar temas novedosos, pues la gran tradición clásica se habría ocupado de casi todo. Pero aunque el tratar argumentos “nuevos e inauditos” (res novas, inauditas) sería algo extraordinario, casi igualmente extraordinario sería presentar argumentos quizás conocidos, pero de una forma novedosa (novo quodam et insperato scribendi genere).51 Alberti asocia tal innovación (Luciano hablaba de καινότης; Alberti, de novitas) también a la raritas (Momus prooem. 2; 5) en el sentido de que es algo ‘poco frecuente y exquisito’, y se basa en el efecto cómico que la ποικιλία de argumentos, o bien la varietas rerum (Momus 3,1), genera gracias a la interacción de bromas y eventos chuscos o inesperados con temas serios que llevan a la reflexión y contribuyen a un filosófico bene vivere (vivendi ratio et modus).52
Este ‘espíritu’ literario tiene, entonces, la característica de instruir al lector con argumentos serios y de carácter más bien ético; al mismo tiempo, de entretenerlo por medio del sentido del humor con bromas para provocar su risa. Y es precisamente en este punto donde Alberti se presenta indirectamente como seguidor de Luciano, pues – recalca –, esta técnica literaria, es decir, este ‘espíritu’, no ha sido casi explotado por los autores Latinos anteriores él (Momus prooem. 4):
Itaque sic deputo: nam si dabitur quispiam olim qui cum legentes ad frugem vitae melioris instruat atque instituat dictorum gravitate rerumque dignitate varia et eleganti idemque una risu illectet, iocis delectet, voluptate detineat – quod apud Latinos qui adhuc fecerint nondum satis extitere – hunc profecto inter plebeios minime censendum esse.
Así pues, considero que si llegara a haber alguien que instruyese y enseñase a sus lectores a gozar de una vida mejor con la seriedad de las expresiones y la dignidad varia y elegante del contenido, y al mismo tiempo encante con el humor, entretenga con bromas y sea placentero (cosa que entre los autores latinos que hasta ahora han escrito, no hay muchos), a este, no hay que considerarlo de ningún modo entre los autores banales.
Evidentemente, al decir que tal manera de tratar argumentos nondum satis extitere, atenúa Alberti su afirmación de innovación. Por un lado, alude a sus inmediatos predecesores, compañeros discípulos y maestros que tradujeron e imitaron en latín a Luciano, por ejemplo; por el otro, también remite a las máximas horacianas como omne tulit punctum, qui miscuit utile dulci / lectorem delectando pariterque monendo o ridentem dicere verum, quid vetat?53 Sin embargo, al poner énfasis en apud Latinos, implica más que nada a los griegos – y en este caso particular, a Luciano.54 Igual que Luciano en el Prometheus in verbis, se muestra aquí Alberti modesto en cuanto al resultado, pero sí seguro de su esfuerzo: este ‘diálogo cómico’ implica una dificultad enorme que se puede alcanzar solo con studium y diligentia (5). Similar a Luciano es también la defensa de Alberti hacia posibles detractores55 (Momus prooem. 5):
Cuperem in me tantum esset ingenii quantum in hac una re procul dubio difficili assequenda adhibui studii et diligentiae. Nam fortassis essem assecutus ut apertius intelligeres versari me in quodam philosophandi genere minime aspernando. Et didici quidem ipsa ex re quantum industriae debeatur ubi te studeas esse quovis pacto dissimilem ceteris dignitate et gravitate servata. Sin vero a te susceperis ita scribere ut in rebus gravissimis tractandis nusquam a risu iocoque discedas cum insueto tum et digno et liberali profecto, illic plus laboris et difficultatis invenies quam inexperti opinentur.
Desearía tener tanto ingenio, cuanto celo y diligencia apliqué en este único objetivo, que sin duda es difícil de conseguir. Pues tal vez hubiera logrado que entendieras mejor que estaba yo en una especie de genero filosófico nada despreciable. También he aprendido por el argumento mismo cuánto esfuerzo se necesita si te propones ser diferente a los demás a como dé lugar, mas conservando la dignidad y la seriedad. Pero si te propones escribir así́, es decir, que al tratar argumentos de gran seriedad, nunca te alejes del humor y del juego – con un estilo insólito, pero también elegante y completamente refinado – encontrarás más trabajo y dificultad de lo que pensarían los que no tienen experiencia.
Si bien Alberti parece dar más peso que Luciano a las cualidades del diálogo, es decir, al valor ético al afirmar que se encuentra in quodam philosophandi genere, donde dignitas y gravitas juegan un papel central,56 de todos modos, para ambos autores, el efecto cómico es el principal medio por el cual no solo hacer evidente su destreza literaria, sino también transmitir su mensaje, de carácter didáctico-moral-literario. Esto lo demuestra reiterando en el último párrafo del proemio y en el primer párrafo de cada libro que su obra (que él llama historia) consta de bromas (para esto usa términos como iocus, risus, sales, comitas, etc.) y que su objetivo es hacer reír a su lector57 (Momus prooem. 9):
Sed de his hactenus. Ceterum cum tu nos per otium legeris et tibi inter legendum res ex desiderio meo, tua pro expectatione successerit, totiens congratulabimur quotiens incideris ut rideas. Et utinam tam saepe eveniat ut sales et inventorum formas admireris quam non interraro dabitur ut rideas iocos et comitatem quibus haec historia refertissima est. Ergo lege vel maxime ut ipsum te recrees, proxime ut faveas et studiis et lucubrationibus nostris volens ac lubens. Sis felix.
Pero basta de esto. De todos modos, si me lees en momentos de ocio y tienes éxito durante la lectura – como yo lo deseo y tú lo esperas – tantas veces me alegraré, cuantas te suceda reír. Y espero que esto pase, por un lado, tan seguido, que puedas admirar la sal y las formas de mis invenciones y que, por el otro, haya no pocas oportunidades de reírse de los bromas y la gracia con que está llenísima esta historia. Entonces, lee, primero para que te diviertas a ti mismo; segundo, para que te muestres favorable a mis esfuerzos y elucubraciones con ganas y alegría. ¡Séme propicio!58
Gracias al papel didáctico que Crisoloras primero, Aurispa e Isidoro de Kiev después, dieron a Luciano en el Quattrocento italiano, se formaron generaciones de Humanistas que no solo leían en griego, sino que imitaban también y hacían propios a los autores “redescubiertos”–el primero de todos: Luciano–. Esto redundó en un enriquecimiento inmenso para la literatura del occidente latino y vernáculo. El caso del Momus albertiano en particular, es un claro ejemplo de que el ‘espíritu’ literario quedó profundamente marcado por la influencia de Luciano. La manera que para Alberti es tan novedosa de presentar argumentos serios con elementos chuscos en una prosa amena y que hace tantas referencias a distintos niveles literarios (desde citas textuales y paráfrasis de autores antiguos, hasta parodias de personajes del mito y la historia de la filosofía griega) es del todo lucianea (‘diálogo cómico’), como la comparación con algunos pasajes en este trabajo, sobre todo del Prometheus es in verbis, ha demostrado: si Luciano establece un paralelo explícito entre la figura del mítico Prometeo, creador de los hombres, y su persona como artista, creador de un nuevo estilo literario que une la seriedad del diálogo filosófico en prosa y la burla satírica de la comedia ática en verso, así también se presenta implícitamente Alberti en el Momus como un Luciano latino que une la seriedad de los argumentos filosóficos con la burla satírica en una prosa latina erudita y alegre.
En el proemio al Momus (5), Alberti, y este es el título que elegí para el presente artículo, reconoce la dificultad de “nunca dejar la risa y el juego al tratar argumentos de gran seriedad” (in rebus gravissimis tractandis nusquam a risu iocoque discedas), pero ve en esto la forma de sobresalir como autor. Al hacer reír a su lector presentado una gran variedad de temas y situaciones jocosas sobre un argumento que en el fondo es serio (la crítica política y filosófica al poder y a la sociedad), logra su objetivo. El resultado del ejemplo lucianeo es un autor que ve con cierto orgullo el fruto de su esfuerzo, y esto es un texto satírico de gran valor y complejidad, lleno de alegorías, discursos éticos y elementos fantásticos; al mismo tiempo, lleno de situaciones chuscas, burlas y de gran comicidad. Al retomar este quehacer luciánico, como lo podríamos llamar, Alberti inaugura, por así decir, un nuevo ‘espíritu’ literario de grandes repercusiones en el mundo de las letras – y que, hoy en día, sigue muy presente.59