Artículos

Sobre los sentidos de la expresión “objetos exteriores” en Sexto Empírico

On the Senses of the “External Objects” Expression in Sextus Empiricus

Francisco Vicent
Universidad Nacional de General Sarmiento (UNSG), Argentina

Sobre los sentidos de la expresión “objetos exteriores” en Sexto Empírico

Tópicos, núm. 46, e0092, 2024

Universidad Nacional del Litoral

Recepción: 01 Septiembre 2022

Aprobación: 01 Diciembre 2022

Resumen: El presente artículo busca dilucidar los diversos sentidos en que Sexto Empírico emplea la fórmula “objetos exteriores” (en griego, ta ektos hypokeimena) y otras variantes similares a lo largo de su obra. A partir del análisis de los argumentos esbozados por el escéptico, será posible identificar, cuando menos, cuatro sentidos particulares diferentes para la expresión en cuestión. Además, consideraremos los antecedentes de esta categoría en la filosofía griega precedente y los problemas que plantea en el marco del proyecto pirrónico de suspensión del juicio o epochē, para cuya resolución presentaremos, por último, una interpretación del sentido general del término en la obra sextiana.

Palabras clave: Escepticismo antiguo, Pirronismo, Sexto Empírico, Objetos exteriores, Suspensión del juicio..

Abstract: The present article seeks to elucidate the various senses in which Sextus Empiricus makes use of the “external objects” formula (in Greek, ta ektos hypokeimena) and other variants along his work. From the analysis of the arguments outlined by the Sceptic, it will be possible to identify, at least, four particular different senses for the expression in question. Furthermore, we will consider the background of this category in the precedent Greek philosophy and the problems it raises within the framework of the Pyrrhonian project of suspension of judgement or epochē, for whose resolution we will present, at last, an interpretation of the general sense of the term in the Sextian work.

Keywords: Ancient Scepticism, Pyrrhonism, Sextus Empiricus, External Objects, Suspension of Judgement.

La pregunta que busca abordar este trabajo, como sugiere el título, es bien concreta: ¿qué significa la expresión “objetos exteriores”, y otras variantes que mencionaremos a continuación, en Sexto Empírico? La obra sextiana hace un uso pródigo de ellas y, más aún, nos advierte en seguida que es sobre los objetos exteriores que el escéptico pirrónico no se pronuncia o suspende el juicio;[1] razón por la cual, si queremos entender el escepticismo antiguo, ha de ser de capital importancia dilucidar el sentido de la expresión. Curiosamente esta pregunta solo ha recibido ocasional, cuando no nula, atención entre los estudiosos. La locución griega que traducimos por “los objetos exteriores” es τὰ ἐκτὸς ὑποκείμενα, también vertida a veces como “los objetos externos” o “la realidad exterior” en las traducciones españolas.[2] A menudo Sexto emplea abreviaciones o variaciones de esta fórmula para significar la misma idea: τὰ ἔξωθεν ὑποκείμενα,[3]τὸ ἐκτὸς ὑποκείμενον,[4] τὰ ὑποκείμενα,[5] τὸ ὑποκείμενον,[6] τὸ ἐκτός,[7]τὰ ἐκτός[8] (de igual modo nosotros las usaremos indistintamente). El vocablo ὑποκείμενον es participio neutro del verbo ὑπόκειμαι, que en su sentido más llano corresponde exactamente a nuestro verbo “subyacer”. Los adverbios ἐκτός y ἔξωθεν, que en las traducciones habituales acaban convirtiéndose en adjetivos y que Sexto intercambia indistintamente,[9]significan “fuera”. De modo que una traducción literal de la locución vendría a ser “lo subyacente fuera” o “las [cosas] subyacentes fuera”.

Es habitual hallar en los escritos de Sexto categorías propias de la filosofía helenística, principalmente estoicas. El caso más ilustre es el concepto de φαντασία, término central en la lógica de los estoicos contra la que el escéptico reiteradamente argumenta. Es evidente que toda la obra de Sexto está escrita para un lector versado en estos conceptos, lo cual en muchas ocasiones dificulta la comprensión de los argumentos, dado el carácter fragmentario de las doctrinas estoicas. Pero, hasta donde sabemos, la fórmula completa τὰ ἐκτὸς ὑποκείμενα solo ocurre en la obra de Sexto. En cambio, la expresión τὸ ὑποκείμενον ha estado en uso en la filosofía griega al menos desde Aristóteles. Por ejemplo, en De anima el participio hace alusión al objeto sensible que subyace a cada uno de los sentidos, esto es, τὸ ὑποκείμενον es τὸ αἰσθητόν de un sentido en particular.[10]También los estoicos llamaron τὸ ὑποκείμενον a una de sus cuatro categorías,[11] aunque no hay rastros de este sentido en la obra de Sexto.

En la Carta a Heródoto de Epicuro, legada por Diógenes Laercio en sus Vidas de los filósofos ilustres, encontramos asimismo las expresiones τὸ ὑποκείμενον,[12]τὸ ἔξωθεν,[13] τὰ ἔξωθεν,[14] τὰ ἔξω,[15] empleadas en un sentido —como veremos— cercano al de Sexto. Son expresiones que Epicuro emplea en su epistemología para referirse claramente a los objetos que causan sensaciones en nosotros.[16] El objeto es aquí algo bien preciso: un conglomerado de átomos y vacío, cuya relación con la sensación es enteramente física; por ejemplo, es a través de cierto “aire” (πνεῦμα) emanado del objeto que nosotros somos capaces de percibirlo con el sentido del oído.[17]A pesar de la complejidad de la epistemología de Epicuro, en parte debida a la corrupción del texto, es manifiesto que el uso de los términos τὸ ὑποκείμενον y similares hacen alusión a entidades corpóreas (el único tipo de entidad posible en la física atomista) ubicadas en un espacio y en un tiempo determinados. Esta es, en efecto, la concepción más coloquial y prefilosófica de la palabra “objeto”, un término genérico para referirse a entidades corpóreas particulares: esta mesa, este libro, etc.

¿Qué hay del uso de estas expresiones en la tradición de los escépticos pirrónicos? Lamentablemente, de esta escuela —si se puede usar este término— disponemos solo de las obras de Sexto. Con todo, tenemos dos buenas razones para creer que Sexto no fue el primero en incorporarlas en las argumentaciones escépticas y que ya formaban parte del léxico pirrónico tiempo antes del siglo II d. C. La primera es que Diógenes Laercio, al presentar los diez tropos o modos del escepticismo, hace uso de la expresión τὰ ὑποκείμενα, aunque solo en una ocasión, en un sentido plenamente sextiano.[18] La presentación sintética de Diógenes, aunque en líneas generales coincide con la de Sexto, difiere en la numeración de los tropos y en otros puntos menores. En vista de estas diferencias, es claro que Sexto, de quien Diógenes tiene sin embargo noticia,[19]no es la fuente de la exposición de los diez tropos en las Vidas. Diógenes ha de basarse entonces en la obra de un pirrónico anterior, de quien posiblemente haya tomado verbatim múltiples pasajes y la expresión en cuestión. En segundo lugar, Filón de Alejandría (fl. s. I d. C.), cuando menos doscientos años anterior a Sexto y Diógenes, en su curiosa exposición de los tropos en el tratado De ebrietate, emplea en dos ocasiones la expresión τὰ ὑποκείμενα en el mismo sentido que Diógenes y Sexto.[20]Esto implica que el uso de dicha expresión se remonta al menos hasta el siglo I d. C. y que tal vez haya sido introducida en el vocabulario técnico de los pirrónicos por el mismo Enesidemo, a quien Sexto atribuye la confección de los diez tropos[21]y que presumiblemente vivió en el siglo I a. C.

Sin más preámbulos, veamos un caso típico de la utilización de esta expresión en Sexto. En el libro primero de los Esbozos, cuyos parágrafos iniciales funcionan como una suerte de introducción general al escepticismo pirrónico, Sexto está explicando de qué modo debe entenderse la afirmación según la cual el escéptico no dogmatiza, y a propósito de ello hace alusión a algunas de las frases propias del pirrónico como “No es más” o “Nada es verdadero”.[22]Finalmente, dice:

Y lo más importante, al proferir estas frases [el escéptico] dice lo que a él le parece[23] [τὸ ἑαυτῷ φαινόμενον λέγει] y reporta su propio pathos sin dogmatismos, no asegurando nada acerca de los objetos exteriores [περὶ τῶν ἔξωθεν ὑποκειμένων].[24]

Esta es la primera aparición de la locución τὰ ἔξωθεν ὑποκείμενα en los Esbozos. La idea general del pasaje es clara: el pirrónico no sostiene nada al modo de los dogmáticos, sino que reporta lo que a él le parece que es el caso y suspende el juicio en lo que toca a los objetos exteriores. El verbo διαβεβαιόομαι, que hemos vertido como “asegurar”, denota exactamente el tipo de actitud que caracteriza a los dogmáticos en sus afirmaciones y se opone a la suspensión del juicio, de modo que “no asegurar nada” es una mera variación del verbo ἐπέχω (“suspender el juicio”) que Sexto emplea en otras ocasiones[25] con referencia a los objetos exteriores. El participio φαινόμενον, por otro lado, no tiene, como hemos reflejado en la traducción, ningún sentido técnico: es “lo aparente” en el sentido más literal de “aquello que le parece a alguien” y, tal como aclara Sexto,[26] un pathos, algo enteramente subjetivo,[27] autoevidente. Aunque no sabemos aún qué son estos “objetos exteriores”, al menos queda claro que no están dentro de la esfera de lo que Sexto considera aparente.

La mayoría de los estudiosos entiende que aquí Sexto está delineando en sus propios términos la distinción clásica de la filosofía antigua entre apariencia y realidad.[28] En palabras de Bury: “τὰ ὑποκείμενα (lat. sub-stantia) es un término favorito en Sexto para las realidades objetivas que ‘subyacen’ a, o yacen debajo de, las impresiones subjetivas de los sentidos (phenomena)”.[29] Esta es una distinción constante y explícita en los argumentos que el escéptico expone para alcanzar la suspensión del juicio.[30] Es patentemente visible en la exposición de los tropos, los cuales cabe interpretar[31] como dotados de una misma estructura y conclusión: los objetos exteriores presentan apariencias distintas en virtud de multiplicidad de factores (por ejemplo, en virtud de la diversidad en la constitución de los órganos de la percepción), pero no tenemos ningún criterio para preferir una apariencia sobre la otra; luego, podemos decir cómo nos aparecen los objetos exteriores, mas es necesario suspender el juicio sobre cómo son realmente,[32] cómo son en su naturaleza[33]o, simplemente, cómo son.[34] Incluso si los objetos aparecieran siempre de la misma manera para todo hombre, ¿con qué derecho diríamos que son tal como aparecen?[35] Así, la esfera subjetiva de las apariencias o los fenómenos se opone a la esfera objetiva que Sexto llama a lo largo de su obra los objetos exteriores, el ser, la naturaleza, los objetos exteriores en su naturaleza, la verdad[36] y otras combinaciones similares.

Sin embargo, hay dos problemas que surgen de esta distinción. En primer lugar, sugiere que el escéptico adhiere a una tesis ontológica que está lejos de ser algo evidente, a saber, que las cosas son de una determinada manera, absolutamente, realmente, en su naturaleza, etc., con independencia del modo en que parecen ser; por ejemplo, que es posible que la miel sea dulce en sí misma, a pesar de que algunos la perciban amarga. Dicho en términos más simples: sugiere que hay una verdad distinta de la apariencia. Por lo general los lectores del pirronismo aseguran que Sexto es un abogado de esta tesis realista[37] y no hay duda de que es posible leer la obra con estas lentes. Pero la adherencia a tal tesis constituye una flagrante contradicción con el proyecto de suspensión del juicio del escéptico, aunque haya podido pasar desapercibido a Sexto. Mates[38] y Groarke[39] consideran, en cambio, que los pirrónicos suspenden asimismo el juicio sobre este supuesto básico. En segundo lugar, más importante para nuestro propósito, sabemos, aunque sea de manera preliminar, que τὰ ὑποκείμενα se opone a τὰ φαινόμενα, la realidad a la apariencia, pero no mucho más que eso. ¿En qué consiste la realidad? ¿Qué tipo de entidad es un objeto exterior? ¿De qué está compuesta la naturaleza? Es de esperarse que estas preguntas permanezcan sin respuesta, pues es precisamente sobre lo que el escéptico se jacta de no pronunciarse. Por tal motivo hemos de conjeturar qué tiene en mente Sexto al emplear estos vocablos y determinar si nuestra hipótesis encuentra asidero en su obra. Según nuestro análisis, es posible identificar cuatro sentidos en los que Sexto usa el participio τὸ ὑποκείμενον, a saber, para referirse a: (1) un objeto sensible, (2) un cuerpo en particular, (3) un objeto inteligible y (4) lo realmente existente.

(1) En su acepción de objeto sensible, τὸ ὑποκείμενον es un sinónimo de τὸ αἰσθητόν, un vocablo de larga data en las indagaciones filosóficas antiguas. Τὸ αἰσθητόν, o el objeto sensible, es aquello susceptible de ser percibido sensiblemente. Hay una ligera diferencia con el uso aristotélico que marcamos más arriba: aquí el objeto sensible es un término genérico que alude indistintamente a cualquiera de los sentidos. El argumento en M vii 364-366 es muy esclarecedor al respecto. Sexto quiere probar que nada es “evidente” (ἐναργής), siendo evidente “lo que es captado por sí mismo”. Pero nada es captado por sí mismo sino todo a través de un pathos (que en este contexto parece significar simplemente “sensación”). Luego, nada es evidente. Pero los ejemplos para ilustrar la tesis de que nada es captado por sí mismo manifiestan que el argumento está dirigido a combatir solo la percepción sensible:

Pues cuando entro en contacto con la miel y siento un sabor dulce, supongo que el objeto exterior miel [τὸ ἐκτὸς ὑποκείμενον μέλι] es dulce, y cuando entro en contacto con el fuego y siento calor, conjeturo a partir de mi condición que el objeto exterior fuego [τὸ ἐκτὸς ὑποκείμενον πῦρ] es caliente, y el mismo razonamiento con respecto al resto de los objetos sensibles [ἐπὶ τῶν ἄλλων αἰσθητῶν ὁ αὐτὸς λόγος].[40]

Sexto distingue aquí entre los objetos exteriores (la miel y el fuego) y los respectivos pathē (el sabor dulce y el calor) que producen esos objetos. Nosotros solo tenemos acceso a nuestro propio pathos, mientras que suponemos o conjeturamos que las propiedades que reportan esas sensaciones caben predicarse de sus respectivos objetos exteriores. Finalmente, Sexto concluye: “todos los objetos exteriores están ocultos [ἄδηλα] y por ello son incognoscibles para nosotros”.[41]La conclusión es inexorable una vez que se acepta el divorcio entre sensaciones y objetos exteriores y que solo percibimos los últimos por medio de los primeros. Los objetos exteriores están condenados a permanecer siempre ocultos “detrás” de las sensaciones. Al margen de la conclusión escéptica, queda claro que Sexto utiliza aquí indistintamente los términos “objeto exterior” y “objeto sensible”: la miel y el fuego son caracterizados cada uno como “objeto exterior”, luego dice que el mismo razonamiento se aplica al resto de los “objetos sensibles” y, por último, la conclusión se aplica, de nuevo, a “todos los objetos exteriores”. Por si queda alguna duda, el mismo Sexto recurre en otras ocasiones a la expresión completa τὸ ἐκτὸς ὑποκείμενον αἰσθητόν, “el objeto exterior sensible”.[42]

(2) La referencia de τὸ ὑποκείμενον a un cuerpo en particular es menos frecuente, pero necesaria si queremos captar el sentido de algunos argumentos de la obra. Mientras que objeto sensible es un concepto que hoy llamaríamos epistemológico, objeto corpóreo es un concepto ontológico. En Sexto, la apelación a objetos corpóreos en los argumentos parece introducir nuevamente cierta desavenencia en el proyecto de suspensión del juicio del escéptico. Asumir que los objetos exteriores —sobre los cuales, según el mismo Sexto, el pirrónico suspende el juicio— son corpóreos no es suspender el juicio en absoluto. Veremos más abajo cómo han de entenderse estas desavenencias. Que la expresión τὸ ὑποκείμενον hace alusión en ciertas ocasiones a cuerpos particulares hemos de mostrarlo a partir de dos pasajes de la obra.

En el segundo libro de Contra los lógicos, dedicado a las diversas nociones acerca de la verdad, Sexto se pregunta en dónde radica la verdad y trae a propósito de ello la tripartición estoica en τὸ σημαινόμενον (“lo significado”), τὸ σημαῖνον (“lo que significa”, i. e. el signo) y τὸ τυγχάνον (pongámosle “lo que existe”,[43] aunque hay desacuerdo respecto de cómo debe traducirse este término),

de los cuales lo que significa es el sonido, por ejemplo, “Dión”; lo significado es la cosa misma que es indicada a través de aquél y que nosotros captamos al estar en nuestro intelecto, mientras que los bárbaros no lo entienden, aun escuchando el sonido; lo que existe es el objeto exterior [τυγχάνον δὲ τὸ ἐκτὸς ὑποκείμενον], por ejemplo, Dión mismo. De estos, dos son cuerpos, el sonido y el objeto, y uno es incorpóreo, la cosa significada y decible [λεκτόν], la cual es verdadera o falsa.[44]

La teoría estoica que entraña esta tripartición es problemática. Con todo, basta para nuestro propósito notar la aclaración de Sexto: aquello que los estoicos llaman τὸ τυγχάνον es lo que nosotros los escépticos denominamos τὸ ἐκτὸς ὑποκείμενον, por ejemplo, este hombre, Dión, que es un cuerpo. Esto no implica, desde luego, que todos los objetos exteriores sean corpóreos: solo podemos afirmar que la categoría que Sexto denomina τὸ ἐκτὸς ὑποκείμενον comprende lo que los estoicos entienden por τὸ τυγχάνον, que es siempre un cuerpo, según el reporte de Sexto. Dicho de otro modo, esta exposición nos permite argumentar lo siguiente: todo τυγχάνον es corpóreo; todo τυγχάνον es un objeto exterior; luego, algunos objetos exteriores (cuando menos aquellos que los estoicos llaman τυγχάνον) son corpóreos. Esta segunda acepción que alude a un cuerpo en particular es la más cercana al sentido que Epicuro le atribuye a τὸ ὑποκείμενον y a lo que el escepticismo moderno (i. e. cartesiano) entiende por “objeto”.

En segundo lugar, la larga disquisición en Contra los físicos relativa al todo y la parte[45] incluye un argumento donde la referencia del objeto exterior a un cuerpo en particular es patente. Sexto acaba de mostrar que es imposible que existan todos y partes,[46] y ahora[47]está por introducir una réplica atribuida a los dogmáticos (todo el argumento está cargado de términos especialmente estoicos). Según este contraargumento, “el objeto exterior y sensible” (τὸ ἐκτὸς ὑποκείμενον καὶ αἰσθητόν) no es ni todo ni parte en sí mismo, sino que somos nosotros los que predicamos (ἐπικατηγορέω) de él que es todo o parte. Pues el todo y la parte forman parte de “las cosas relativas” (τὰ πρός τι):[48]el todo se piensa en relación con la parte y la parte se piensa en relación con el todo. Pero las cosas relativas están en nuestra “memoria asociativa” (συμμνημόνευσις)[49] y ella está en nosotros; luego, el todo y la parte, al ser cosas relativas, están en nosotros.

En conclusión, “el objeto exterior sensible [τὸ ἐκτὸς ὑποκείμενον αἰσθητόν] no es ni todo ni parte, sino una cosa de la cual nosotros predicamos nuestra propia memoria asociativa”.[50] Puesto en términos más simples, lo que los dogmáticos quieren decir, cosa bastante razonable, es que “todo” y “parte” están en nuestra mente: la naturaleza por sí misma no distingue entre objetos que son todos y objetos que son partes. A esta conclusión dogmática Sexto responde que “es absurdo decir que el cuello o la cabeza no son partes complementarias del hombre exterior [τοῦ ἐκτὸς ἀνθρώπου] sino de nuestra memoria asociativa”, pues —continúa Sexto— eso implica que el hombre, que es sus partes, está en nuestra memoria asociativa, y eso es absurdo.[51] Pero cabría preguntar: ¿por qué es absurdo considerar que el hombre está en nosotros? Aquí Sexto debe entender por “hombre” tal o cual hombre en particular, esto es, un cuerpo, que es precisamente lo que —según dijimos— significa τὸ ἐκτός en ciertas ocasiones. Además, al menos una de las dos premisas siguientes está implícita: (a) que dos cuerpos no pueden ocupar un mismo espacio al mismo tiempo o (b) que un mismo cuerpo no puede estar en dos lugares distintos al mismo tiempo.[52]Tal vez Sexto no estimó necesario explicitarlas, pero son necesarias para darle sentido al absurdo. Así, es manifiesto que, o bien asumiendo (a), tal o cual hombre considerado como cuerpo no puede estar en nosotros, siendo nosotros asimismo un cuerpo, o bien en función de (b), el mismo hombre no puede estar simultáneamente en nosotros y fuera (ἐκτός) de nosotros. Sexto luego prosigue con una posible contrarréplica a este absurdo que reafirma nuestra lectura: el hombre está en nosotros, pero no aquel formado a partir de “el cuello exterior y la cabeza exterior” (τοῦ ἐκτὸς τραχήλου καὶ τῆς ἐκτὸς κεφαλῆς) (i. e. cada cuello, cada cabeza y cada una de las partes de tal o cual hombre como un cuerpo) sino a partir de las “concepciones” (ἔννοιαι) relativas a esas partes. Esta contrarréplica no soluciona, no obstante, los problemas inherentes al todo y la parte, según Sexto;[53] pero efectivamente neutraliza la reducción al absurdo anterior: no entra en conflicto con la premisa (a), pues la ἔννοια estoica no es un cuerpo per se, sino cierta disposición del alma corpórea,[54]y tampoco con la premisa (b), dado que la concepción del hombre es algo distinto del hombre que es concebido.

Hemos dicho que τὸ ἐκτός es una abreviación de τὸ ἐκτὸς ὑποκείμενον. El recurso al adverbio ἐκτός (“fuera”, o adjetivado como “exterior” o “externo”) parece ser importante en los argumentos de Sexto, pero no es en absoluto evidente qué significa. Vemos que Sexto hace alusión a los objetos exteriores genéricamente y a tal o cual objeto exterior: el hombre (ὁ ἐκτὸς ἄνθρωπος), el cuello (ὁ ἐκτὸς τράχηλος), la cabeza (ἡ ἐκτὸς κεφαλή). La discusión orbita en torno a la siguiente pregunta: ¿a qué es exterior el objeto? Hay aquí implícita una distinción entre un plano interior y otro exterior que es preciso dilucidar. Hay antecedentes de esta distinción en el filosofar antiguo: Aristóteles en De anima recurre a las expresiones sinónimas τὰ ἔξω y τὰ ἔξωθεν[55]para referirse a los objetos exteriores al órgano del sentido que conducen al acto a la facultad sensible.[56]Por ejemplo, en 423b23 dice que el órgano del tacto es interno (ἐντός), esto es, que está dentro del cuerpo. Algunos argumentos en Sexto parecen asumir esto mismo. El cuarto tropo[57]aduce que siempre nos encontramos en alguna disposición, por lo cual podemos decir, una vez más, cómo aparecen los objetos exteriores en tal o cual disposición, pero hemos de suspender el juicio acerca de cómo son en sí mismos. Uno de los ejemplos propuestos para ilustrar este tropo alude a la presencia de humores en el cuerpo que alteran la percepción de los objetos exteriores.[58]Esto implica que los humores del cuerpo no están comprendidos en la expresión “objetos exteriores”, por lo cual han de estimarse interiores.

Las discusiones sobre el significado de ἐκτός se dan en el marco de las discusiones acerca de las diferencias entre el escepticismo antiguo y el moderno. En Descartes la distinción es entre la mente y todo lo exterior a ella, incluyendo el propio cuerpo. Burnyeat sostiene,[59] basándose en la lectura del cuarto tropo y otros argumentos de la obra, que ἐκτός significa siempre en Sexto “exterior al hombre”[60] (i. e. exterior al cuerpo del hombre). Pero la generalización es controvertida: para Mates[61]y Fine[62] la división interior/exterior coincide, a fin de cuentas, con la división apariencia/realidad, lo cual permite a Sexto en ciertas ocasiones (por ejemplo, en M xi 88) considerar el propio cuerpo como exterior y, por ende, suspender el juicio sobre su naturaleza.[63] Aún más, para Mates el adverbio ἐκτός no ha de considerarse en su sentido literal de “espacialmente fuera”, sino en una acepción lógica equivalente a “independiente de” (la mente):

la característica definitoria de un objeto cuando es exterior a mí no será que está espacialmente ubicado fuera de la superficie limitante de mi cuerpo, o fuera de mi cabeza, corazón o cualquier otro lugar donde se pueda pensar que mi mente está ubicada, sino más bien que su existencia y atributos no dependen de la existencia y atributos de mi mente.[64]

En el argumento relativo al todo y la parte, ἐκτός se contrapone a lo que está “en nosotros” (ἐν ἡμῖν) o lo que es “nuestro” (ἡμέτερος). Esta es una contraposición recurrente en Sexto.[65] Hacia el final de la sección[66] Sexto dice que “el hombre en nosotros” (ὁ ἐν ἡμῖν ἄνθρωπος) es o bien un “concepto” (ἐννόημα) o bien “nuestra memoria asociativa” (ἡμετέρα συμμνημόνευσις). Hay aquí un uso abundante de tecnicismos estoicos. Sexto primero hace referencia a la memoria asociativa, que es un proceso por el cual el alma recuerda dos cosas.[67] Luego en la contrarréplica introduce las concepciones (ἔννοιαι) que, como dijimos, constituyen cierta disposición del alma. Finalmente, dice que el hombre en nosotros puede ser un concepto (ἐννόημα), que es, como lo ponen Long y Sedley,[68]el “objeto intencional” de la concepción. Lo que estos términos tienen en común, trátese de procesos o entidades, es que los tres yacen en la mente.[69]Por lo cual, si el hombre en nosotros es un concepto o nuestra memoria asociativa, entonces parece razonable sostener que en este argumento “en nosotros” significa “en nuestra mente” y, consiguientemente, ἐκτός significa “fuera de la mente”.

(3) Hay un tercer sentido, más bien minoritario, en el cual Sexto usa τὰ ὑποκείμενα y que manifiestamente no hace referencia ni a un cuerpo ni a un objeto sensible. En este tercer sentido también emplea a veces la expresión τὰ πράγματα e incluso la fórmula completa τὰ ἐκτὸς ὑποκείμενα πράγματα,[70] que podríamos traducir literalmente como “las cosas subyacentes fuera”. Pero ¿qué son “las cosas”? Τὸ πρᾶγμα es un término tan genérico como τὸ ὑποκείμενον, por lo que hemos de recurrir, como es habitual en Sexto, a algunos ejemplos para dilucidar qué se entiende por él. Podemos identificar, a su vez, dos sentidos en los que Sexto emplea τὰ πράγματα: para significar (a) objetos sensibles y (b) objetos inteligibles.

En M vii 141 Sexto dice que Platón dividía las cosas (τὰ πράγματα) en inteligibles y sensibles. Es una división que en otras partes de la obra Sexto supone explícitamente como premisa de su argumento. Por ejemplo, en el contexto de la disputa relativa al signo en M viii 161-299, dice:

De las cosas aprehendidas por el hombre, parece que unas son aprehendidas a través del sentido y otras a través del intelecto; a través del sentido, por ejemplo, blanco y negro, dulce y amargo; del intelecto, bueno y malo [καλὸν αἰσχρόν], legítimo e ilegítimo, pío e impío.[71]

Así, encontramos argumentos donde, a pesar de que Sexto emplea el término genérico τὰ πράγματα, es fácil ver que, en su contexto, el sustantivo funciona simplemente como un sinónimo de nuestra acepción (1) τὰ αἰσθητά, “los objetos sensibles”.[72] En cambio, la alusión a (b) objetos inteligibles es menos patente. Tomemos por caso la exposición del décimo tropo relativo a los asuntos éticos.[73] En su mayor parte, Sexto muestra que ciertas prácticas, como el incesto o tatuar a los recién nacidos, son aceptadas en algunos lugares y condenadas en otros, de donde concluye, como en los demás tropos, que podemos decir cómo parecen esas prácticas desde este o aquel lugar, mas no cómo son en su naturaleza. Las líneas de cierre de este tropo rezan así:

En conclusión, dado que también por este tropo se demuestra tamaña divergencia en las cosas [ἀνωμαλίας πραγμάτων], no podremos decir cómo es el objeto en su naturaleza [τὸ ὑποκείμενον κατὰ τὴν φύσιν], sino solo cómo parece en relación a tal comportamiento, a tal ley, a tal costumbre y a todo lo restante. Así, también por este [tropo] es necesario que suspendamos el juicio acerca de la naturaleza de las cosas subyacentes fuera [τῶν ἐκτὸς ὑποκειμένων πραγμάτων].[74]

Mates señala que, si vertimos aquí τὸ ὑποκείμενον como “objeto”, la conclusión es incomprensible.[75] ¿Cuál es el objeto respecto del cual este tropo lleva a la suspensión del juicio? ¿Cuáles son las cosas que presentan divergencias? Si hemos de guiarnos por los ejemplos, Sexto hace alusión o bien a prácticas, como tener sexo en público[76] y vestir prendas femeninas,[77] o bien a ciertas nociones, como la gloria[78]y los dioses.[79] En lo que toca a estos asuntos hay desacuerdo acerca de cómo deben estimarse: algunos dicen que es reprobable (αἰσχρός) vestir prendas femeninas, otros que es indiferente;[80] en unas naciones es legítimo sacrificar hombres, en otras está prohibido;[81] para algunos la gloria es buena, para los filósofos es irrelevante.[82] Estos epítetos (bueno/malo, legítimo/ilegítimo, etc.) son precisamente los que Sexto pone como ejemplos para ilustrar las cosas que se aprehenden a través del intelecto en M viii 176 (citado más arriba), es decir, los objetos inteligibles.

Es posible que el mismo objeto sea estimado en unos casos sensible y en otros inteligible, según el argumento. Por ejemplo, en el segundo tropo,[83] que se basa en las diferencias de la percepción entre los hombres, Sexto da a entender que debemos suspender el juicio acerca de cómo es el sol en sí mismo, si caliente o frío, pues, aunque la mayoría lo estimaría caliente, se cuenta que un tal Denofón sentía frío al sol y calor a la sombra.[84]Es evidente que aquí el sol es considerado un objeto sensible. Sin embargo, en el noveno tropo,[85]cuya utilidad para sacar una conclusión escéptica es discutida,[86] pero que a todas luces no se ocupa de la percepción sensible, concluye que no podemos saber si el sol (o cualquier otro objeto) es algo sorprendente (ἐκπληκτικός) en su naturaleza, sino solo si parece sorprendente en virtud de la frecuencia con la que lo observamos: cuanto más habituados estamos a las cosas, parecen menos sorprendentes. ¿Qué es, entonces, el sol? ¿Un objeto sensible o inteligible? La única respuesta plausible es que algunas propiedades del sol se estiman aprehensibles a través del sentido y otras a través del intelecto, propiedades sobre las cuales el escéptico suspende el juicio.[87]

(4) Más arriba insistimos en la oposición entre el ser y la apariencia, núcleo de la mayoría de los argumentos. Este es el meollo de la cuestión escéptica: las cosas parecen de determinada manera, pero ¿cómo saber si son como parecen?[88] A pesar de esta radical diferencia, el mismo Sexto a veces emplea el verbo “ser” como sinónimo de “parecer”, lo cual dificulta aún más la interpretación de ciertos pasajes. La ambigüedad no es del todo condenable si consideramos que es una de las acepciones habituales, aún hoy, de dicho verbo. Cuando decimos que “el café está dulce” (asumiendo que en español “estar” traduce parte del sentido del griego εἰμί), se sobreentiende que queremos decir “el café me parece dulce”:[89] es un reporte de nuestro propio pathos —siguiendo la expresión sextiana— más que un juicio sobre una realidad objetiva, el pronunciamiento de una verdad. Sexto es consciente de esta ambigüedad y nos advierte respecto de ella.[90]De ahí la necesidad de un vocablo que indique el modo de ser de algo y no pueda ser confundido con un reporte de su apariencia. En este sentido Sexto emplea los verbos ὑπόκειμαι y ὑπάρχω, que establecen lo que algo es en verdad (κατ' ἀλήθειαν), en contraposición a la mera apariencia. En este sentido en particular, en la obra de Sexto los verbos son sinónimos.[91] Tomemos por ejemplo uno de los reportes de la doctrina de Demócrito:

Demócrito afirma que ninguna de las cosas sensibles tiene sustento real [ὑποκεῖσθαι], sino que nuestras percepciones de ellas son una especie de afecciones vacías [κενοπαθείας] de los sentidos, y que en los objetos externos a nosotros no hay en realidad nada dulce [καὶ οὔτε γλυκύ τι περὶ τοῖς ἐκτὸς ὑπάρχειν] ni amargo, ni caliente o frío, ni blanco o negro, ni ninguna otra cosa de las que se nos aparecen a todos [τῶν πᾶσι φαινομένων], pues se trata solamente de nombres para indicar nuestras afecciones.[92]

Esta es una tesis con la que más de un moderno estaría de acuerdo. Los objetos no son dulces, calientes, etc., en sí mismos, sino solo átomos y vacío. Las cosas sensibles (τὰ αἰσθητά) no son verdaderamente, como lo pone Sexto en otro lugar,[93] sino solo nombres (“dulce”, “caliente”, etc.) que otorgamos a nuestras propias afecciones cuando los objetos aparecen. Martos Montiel traduce hábilmente “tener sustento real” (ὑπόκειμαι) y “haber en realidad” (ὑπάρχω): ambos verbos tienen por fin describir cómo es la realidad objetivamente, la verdadera naturaleza de las cosas, con independencia de nuestra percepción subjetiva.[94]

Por consiguiente, los participios τὸ ὑποκείμενον y τὸ ὑπάρχον aluden a aquello que es o existe realmente, esto es, la verdad.[95]A menudo Sexto los opone a aquello que es, no solo en cuanto apariencia, como los sensibles de Demócrito, sino también en cuanto ilusión. Por ejemplo, en el corazón de la doctrina de los estoicos yace el ya mencionado concepto de φαντασία, que en una de sus definiciones más simples es “una impresión en el alma”.[96] De ellas algunas se originan “a partir de un objeto” (ἀπὸ ὑπάρχοντος, ἀπὸ ὑποκειμένων)[97] y otras son además “conforme al objeto mismo” (κατ’ αὐτὸ τὸ ὑπάρχον, κατ’ αὐτὰ τὰ ὑποκείμενα).[98] Sexto ilustra esta distinción con el caso de Orestes que, en la clásica pieza de Eurípides, experimenta una φαντασία derivada de un objeto real, su hermana Electra, pero no conforme a ese objeto mismo, pues en su locura cree que se trata de una de las Erinias.[99] Efectivamente aquí los participios pueden ser referidos asimismo a cualquiera de los tres sentidos anteriores. Electra es tanto un objeto sensible como un cuerpo, pero el hecho es accidental, pues el punto de Sexto es simplemente que las cosas pueden parecer de cierta manera aun no siendo de tal manera, e incluso no siendo en absoluto, ya se trate de cosas sensibles, ya de inteligibles o de cualquier otro objeto del cual pueda predicarse el “es”.

Creemos que toda aparición de la locución que nos ha ocupado en este trabajo puede, en la obra de Sexto, dirigirse a alguno de estos cuatro sentidos (aunque existen otras ocurrencias del participio τὸ ὑποκείμενον, pero sin εκτός, que carecen de relevancia filosófica),[100] y esperamos que futuros lectores del pirronismo puedan valerse de él para facilitar la comprensión de los argumentos. Τὰ ἐκτὸς ὑποκείμενα es, como hemos dicho, el término sextiano para referirse a la realidad, opuesta a la apariencia. Pero en vano intentaríamos dar un paso más y, amén del nombre, preguntar “¿qué es la realidad para Sexto?”, pues justamente sobre eso suspende el juicio. ¿Cómo hemos de entender, entonces, sus claras alusiones a objetos sensibles, inteligibles, cuerpos, etc.? Τὰ ὑποκείμενα y sus variaciones son términos que adquieren un significado meramente coyuntural; designan, según el contexto, aquello en que los dogmáticos creen que consiste la realidad. Esta es, nos parece, la lección más importante que hay que tener en consideración al leer la obra de un escéptico como Sexto: su carácter dialéctico. Así, es perfectamente razonable que “los objetos exteriores” haga referencia a cuerpos particulares cuando Sexto presenta y discute teorías estoicas, pues es harto sabido que los estoicos sostienen una u otra forma de corporealismo. Los tropos, en cambio, que fueron confeccionados por Enesidemo, tienen por objetivo principal la percepción sensible y por consiguiente en la mayoría de esos argumentos el objeto exterior es supuesto un objeto sensible. Pero no debemos asumir que Sexto sostiene in propria persona que las cosas han de dividirse en sensibles e inteligibles, corpóreas e incorpóreas, o cualquier otra caracterización de la realidad: son doctrinas dogmáticas aceptadas exclusivamente en aras del argumento.[101]Sexto ni siquiera cree, por ejemplo, que el concepto de cuerpo sea algo coherente.[102] Su proceder es por entero dialéctico: “usando el vocabulario, los principios y la lógica propios de los dogmáticos, busca sacar conclusiones que los dogmáticos encontrarán inaceptables”.[103]Del mismo modo, es probable que la adherencia a la tesis realista que sugiere la división entre τὰ φαινόμενα y τὰ ὑποκείμενα constituya una concesión dialéctica.[104]

Referencias bibliográficas

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Notas

[1] PH i 15. Para la obra de Sexto empleamos las abreviaturas habituales: PH para los Esbozos pirrónicos y M para las dos obras conocidas conjuntamente como Adversus mathematicos, seguidas del número de libro y sección según la edición de Mutschmann, Hermann y Mau, Jürgen, Sextus Empiricus, vol. I, Leipzig, B. G. Teubner, 1958; Mutchsmann, Hermann, Sextus Empiricus, vol. II, Leipzig, B. G. Teubner, 1914; Mau, Jürgen, Sextus Empiricus, vol. III, Leipzig, B. G. Teubner, 1961.
[2] Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos, Madrid, Gredos, 1993; Sexto Empírico, Hipotiposis pirrónicas, Madrid, Akal, 1996; Sexto Empírico, Contra los dogmáticos, Madrid, Gredos, 2012.
[2] PH i 15.
[4] PH i 48.
[5] PH i 102.
[6] PH i 167.
[7] PH i 124.
[8] PH i 46.
[9] Cf. PH i 15 y 208.
[10] De anima 426b8-10. Véase el interesante comentario al respecto de Polansky, Ronald, Aristotle’s De anima, Cambridge, Cambridge University Press, 2007, pp. 382 (n. 3) y 394.
[11] Véase el reporte de Simplicio (LS 27F) y Mates, Benson, Stoic Logic, Berkeley, University of California Press, 1961, p. 18. Empleamos la abreviatura LS para referirnos a los fragmentos recolectados en Long, Anthony A. y Sedley, David N., The Hellenistic philosophers (vol. 2), Cambridge, Cambridge University Press, 1987.
[12] DL x 50. Empleamos la abreviatura DL seguida del número de libro y parágrafo de la obra de Diógenes Laercio según la edición de Dorandi, Tiziano, Diogenes Laertius. Lives of Eminent Philosophers, Cambridge, Cambridge University Press, 2013.
[13] DL x 52.
[14] DL x 48.
[15] DL x 49.
[16] Ibid.
[17] DL x 52.
[18] DL ix 79. La traducción de García Gual (Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos ilustres, Madrid, Alianza, 2007), que vierte “los fundamentos de la creencia”, ignora la especificidad pirrónica del término.
[19] DL ix 116.
[20] De ebrietate 191 y 200, según la numeración en Goold, George P., Philo: Volume III, Cambridge (MA), Harvard University Press, 1988.
[21] M vii 345.
[22] PH i 13-14.
[23] A lo largo de este artículo hemos traducido el verbo φαίνεσθαι indistintamente como “parecer” y “aparecer”. Por lo general preferimos la primera opción cuando el verbo es empleado transitivamente (por ejemplo, “la miel parece dulce”), pues “aparecer” en español es intransitivo. Entendemos que “parecer” puede indicar también en español “tener la opinión de”, por lo cual aclaramos que, en las traducciones de la obra de Sexto, “parecer” tiene siempre el sentido de “presentarse con la apariencia de”. La ambigüedad está también en el vocablo griego. Annas y Barnes hacen mención de la distinción que algunos filósofos establecieron entre un sentido fenomenológico y otro judicativo a propósito del griego φαίνεσθαι, que asimismo aplica al español “parecer” y al inglés appear (Annas, Julia y Barnes, Jonathan, The Modes of Scepticism, Cambridge, Cambridge University Press, 1997, p. 24). Pero puesto que no hemos encontrado rastros del sentido judicativo en Sexto, “parecer” ha de entenderse siempre en su sentido fenomenológico.
[24] PH i 15. Las traducciones son nuestras, a menos que se indique lo contrario. Para la obra de Sexto hemos consultado las traducciones españolas mencionadas en la segunda nota y las inglesas de Bury, Robert G., Sextus Empiricus, Cambridge (MA), Harvard University Press, 1933-49; Julia Annas y Jonathan Barnes en Sextus Empiricus, Outlines of Scepticism, Cambridge, Cambridge University Press, 2000; Mates, Benson, The Skeptic Way, New York, Oxford University Press, 1996; y Richard Bett en Sextus Empiricus, Against the Physicists, Cambridge, Cambridge University Press, 2012.
[25] PH i 173 y 215.
[26] Que la conjunción es apositiva e introduce una mera aclaración, esto es, que decir “lo que a él le parece” y reportar “su propio pathos” son la misma cosa, lo sugiere un pasaje similar en PH i 208 donde la aclaración está ausente. De esta misma opinión es Fine, Gail, “Sextus and External World Scepticism” en Sedley, David (ed.), Oxford Studies in Ancient Philosophy XXIV, Oxford, Oxford University Press, 2003, p. 359 (n. 43).
[27] Es difícil emplear los epítetos “objetivo” y “subjetivo” al analizar doctrinas antiguas, dada su habitual asociación con la filosofía moderna, por lo cual nos urge aclarar que, en este trabajo, el sentido que damos a “subjetivo” es “relativo al modo de pensar o de sentir del sujeto, y no al objeto en sí mismo”, como sugiere una de las acepciones del diccionario de la RAE. El sentido de "objetivo” debe entenderse asimismo en oposición a esta definición.
[28] Julia Annas y Jonathan Barnes, The Modes of Scepticism, p. 23; Beson Mates, The Skeptic Way, p. 12; Pajón Leyva, Ignacio, Categorías y supuestos del escepticismo pirrónico, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2011, p. 181. “Realidad” es, desde luego, un término ajeno a la filosofía antigua, y se correspondería más bien al vocablo griego φύσις, “naturaleza”, o simplemente al participio ὄντα, “lo que es” o “las cosas que son”.
[29] Robert G. Bury, Sextus Empiricus, p. 30 (n. ad loc.).
[30] Véase, por ejemplo, PH i 78, 87, 93, 117, 123, 124, 144.
[31] Nuestra interpretación coincide en líneas generales con la lectura de Annas y Barnes y es controvertida, pero no podemos abordar aquí los detalles ni interpretaciones alternativas. Para ello, véase Morison, Benjamin, “The Sceptic’s Modes of Argumentation” en Bénatouïl, Thomas y Ierodiakonou, Katerina (eds.), Dialectic after Plato and Aristotle, Cambridge, Cambridge University Press, 2019.
[32] PH i 94.
[33] PH i 102.
[34] PH i 144.
[35] Contra esta idea, véase el argumento en PH ii 72-75 = M vii 354-358.
[36] M vii 364.
[37] Julia Annas y Jonathan Barnes, The Modes of Scepticism, pp. 97-98; Burnyeat, Myles F., “Idealism and Greek Philosophy: What Descartes Saw and Berkeley Missed”, The Philosophical Review 91 (1982), p. 25 [3-40]; Ignacio Pajón Leyva, Categorías y supuestos del escepticismo pirrónico, p. 181.
[38] Benson Mates, The Skeptic Way, p. 240.
[39] Groarke, Leo, Greek Scepticism. Anti-Realist Trends in Ancient Thought, Montreal, McGill-Queen’s University Press.
[40] M vii 365.
[41] M vii 366.
[42] M vii 85 y 167. Otros lugares donde la alusión a objetos sensibles es patente son PH i 48 (los espejos distorsionan los objetos), 99 (las propiedades sensibles de la manzana; nótese ὁ δὲ αὐτὸς καὶ ἐπὶ τῶν ἄλλων αἰσθητῶν λόγος replicado verbatim) y ii 74-75 (la imposibilidad de trascender nuestras propias sensaciones lleva a la suspensión del juicio sobre los objetos exteriores).
[43] Siguiendo a Benson Mates, Stoic Logic, p. 11.
[44] M viii 12.
[45] M ix 331-358.
[46] M ix 338-351.
[47] M ix 352-353.
[48] Sobre esta problemática categoría, protagonista asimismo del séptimo tropo, véase el comentario de Benson Mates, The Skeptic Way, pp. 245-249.
[49] Para un examen de toda esta sección y, en particular, el significado de συμμνημόνευσις véase Ierodiakonou, Katerina, “Wholes and parts: M 9.331-358” en Algra, Keimpe y Ierodiakonou, Katerina (eds.), Sextus Empiricus and Ancient Physics, Cambridge, Cambridge University Press, 2015. Seguimos a Martos Montiel (Sexto Empírico, Contra los físicos) al traducir “memoria asociativa”.
[50] M ix 353-354.
[51] M ix 354.
[52] La negación de esta premisa es estimada absurda en PH iii 78-79.
[53] M ix 356.
[54] Long, Anthony A. y Sedley, David N., The Hellenistic philosophers (vol. 1), Cambridge, Cambridge University Press, 1987, p. 182.
[55] De anima 417a4 y 417b27.
[56] De anima 431a4-5 y véase el comentario de Ronald Polansky, Aristotle’s De anima, p. 266 (n. 5).
[57] PH i 100-117.
[58] PH i 102.
[59] Myles Burnyeat, “Idealism”, p. 29.
[60] Sugerido por Sexto en M vii 167-168.
[61] Benson Mates, The Skeptic Way, p. 21.
[62] Gail Fine, “Sextus and External World Scepticism”, p. 360.
[63] Para un análisis de este argumento (M xi 79-89), véase Gail Fine, “Sextus and External World Scepticism”, pp. 358-359.
[64] Benson Mates, The Skeptic Way, p. 18.
[65] M i 315, vii 84-85, viii 137, ix 354, xi 83, PH iii 184.
[66] M ix 356.
[67] Katerina Ierodiakonou, “Wholes and parts: M 9.331-358”, p. 121.
[68] Anthony N. Long y David N. Sedley, The Hellenistic philosophers (vol. 1), p. 182.
[69] Como se sigue de los reportes de Aecio (LS 39E) y Diógenes Laercio (DL vii 60-1 = LS 30C).
[70] PH i 163.
[71] M viii 176.
[72] Véase, por ejemplo, PH ii 72-75.
[73] PH i 145-163.
[74] PH i 163, trad. Sartorio Maulini (Sexto Empírico, Hipotiposis pirrónicas), modificada.
[75] Benson Mates, The Skeptic Way, p. 251. Mates considera el décimo tropo como una prueba de que la expresión τὸ ὑποκείμενον debería entenderse y traducirse, según el vocabulario de la tradición lógica, como “estados de cosas” (“states of affairs”), que constituye “en palabras de Wittgenstein, ‘todo lo que es el caso’, esto es, las contrapartes objetivas de todas las oraciones verdaderas”. Otras formas de referirse a esto mismo podrían ser “acontecimientos” o simplemente “hechos”, es decir, aquello a lo cual se refieren las proposiciones verdaderas. Y entiende que aquí (al igual que en otros lugares, aunque en el décimo tropo es más patente) τὸ ὑποκείμενον alude a oraciones enteras tales como “La gloria es buena”. No vemos de qué modo esta suposición viene a esclarecer el argumento escéptico. Para nosotros es suficiente que τὸ ὑποκείμενον aluda simplemente a la gloria, que es en Sexto, a la luz de M viii 176, un objeto inteligible.
[76] PH i 148.
[77] PH i 155.
[78] PH i 158.
[79] PH i 154.
[80] PH i 155.
[81] PH i 149-150.
[82] PH i 158-159.
[83] PH i 79-91.
[84] PH i 82.
[85] PH i 141-144.
[86] Julia Annas y Jonathan Barnes, The Modes of Scepticism, pp. 148-149.
[87] La (disputada) lectura según la cual el escéptico solo suspende el juicio sobre las propiedades de las cosas, mas no sobre su existencia, Fine la llama “escepticismo de las propiedades” (Gail Fine, “Sextus and External World Scepticism”, p. 342).
[88] PH i 19.
[89] Es decir, “el café se me presenta con la apariencia de ser dulce”, no “tengo la opinión de que el café es en sí mismo dulce”. Véase la nota 23.
[90] M xi 18. Véase al respecto los paralelismos analizados por Karel Janáček, Studien zu Sextus Empiricus, Diogenes Laertius und zur pyrrhonischen Skepsis, Berlin, Walter de Gruyter, 2008, pp. 338-339.
[91] Cf. PH i 210-211 (περὶ τὸ αὐτὸ ὑπάρχειν / περὶ τὸ αὐτὸ ὑποκεῖσθαι), M vii 143 (κατ' ἀλήθειαν ὑπαρχει / κατ' ἀλήθειαν ὑπόκειται), M viii 184 (citado a continuación), M ix 438 (ἐν τῇ φύσει [...] ὑποκεῖσθαι) y PH iii 48 (ὑπάρχειν ἐν τῇ φύσει). Para la identificación de estos paralelismos nos ha resultado de mucha utilidad el valioso índice confeccionado por Janáček, Karel, Sextus Empiricus, vol. IV, Leipzig, B. G. Teubner, 1962.
[92] M viii 184-185, trad. Martos Montiel (Sexto Empírico, Contra los dogmáticos), modificada.
[93] οὐκ ἐστι δὲ κατ' ἀλήθειαν, M ii 135.
[94] Cf. PH i 94-99.
[95] Cf. PH ii 56 y M vii 346, que según Karel Janáček, Studien, p. 261 son pasajes paralelos. En el primero Sexto dice que los sentidos son incapaces de discriminar los objetos exteriores; en el segundo, que son incapaces de discriminar la verdad.
[96] M vii 228. Sobre las diversas definiciones de este concepto entre los estoicos, véase Boeri, Marcelo D., Apariencia y realidad en el pensamiento griego, Buenos Aires, Colihue, 2007, pp. 317-319.
[97] M vii 170 y M viii 67, respectivamente.
[98] Ibid.
[99] M vii 249.
[100] Por ejemplo, en M i 300 τὰ ὑποκείμενα πράγματα alude al objeto de estudio de una ciencia. En el mismo sentido, DL x 72.
[101] Para convencernos de esto basta con observar el modo conjetural en que Sexto introduce dichas premisas, por ejemplo, “de las cosas que son, dicen que unas son sensibles y otras inteligibles…” (PH iii 47), “pues si todas las cosas que son, son o bien sensibles o bien inteligibles…” (M viii 354), “de acuerdo a la mayoría de los filósofos…” (M vii 352).
[102] PH iii 38-49.
[103] Benson Mates, The Skeptic Way, p. 17.
[104] Esta cuestión requeriría de un trabajo aparte, por lo cual nos contentaremos con decir lo siguiente. Annas y Barnes, con el objetivo de distinguir el escepticismo del relativismo, dicen: “Supón que tu manto me parece blanco hoy, pero que mañana tengo un ojo negro y tu manto me parece naranja (PH i 101). Un escéptico es llevado a suspender el juicio acerca del color del manto. Eso quiere decir que sostiene, primero, que el manto realmente es en sí mismo blanco o naranja (o algún otro color) y, segundo, que no puede decir de qué color es. Su escepticismo consiste precisamente en el hecho de que hay algo ahí para ser conocido que él no está en posición de conocer. Un relativista no suspende el juicio. Sostiene, primero, que tu manto no es en sí mismo blanco ni naranja (o cualquier otro color), sino más bien que es blanco relativo a aquellos con ojos normales, naranja relativo a aquellos con ojos negros y así sucesivamente. Y sostiene, segundo, que puede decir todo lo que hay para decir acerca de los colores: puede decir que el manto es, digamos, naranja relativo a aquellos con ojos negros y que no hay nada más para decir acerca de su color” (The Modes of Scepticism, pp. 97-98). Según esta lectura, el escéptico primero asegura que hay una verdad, luego suspende el juicio acerca de cuál es esa verdad. El relativista, en cambio, dice que no hay ninguna verdad, sino que todo es relativo. Mates (The Skeptic Way, p. 240), contrariamente, cree que Sexto también suspende el juicio acerca de si hay una verdad. No queda muy claro cuál es el fundamento de su postura; en cambio, la de Annas y Barnes tiene el soporte constante de los argumentos de Sexto. Pero —insistimos— la adherencia a la existencia de una verdad bien puede explicarse a partir una mera concesión en aras del argumento. No parece posible, además, que Sexto abogue por una tesis realista sin ser por entero consciente de ello, pues la idea de que el color (y asimismo el resto de los sensibles) existen verdaderamente en las cosas, lejos de ser asumida escéptica, se atribuye a Epicuro en M vii 185. La postura contraria es el relativismo de Demócrito, que Sexto conoce y aborrece, no por oponerse a la tesis realista, sino por la temeridad dogmática de inferir la realidad a partir de las apariencias (PH i 213-214). Es más probable que su postura sea, como es de esperarse, la de no pronunciarse acerca de si las cosas tienen una realidad en sí o han de estimarse completamente relativas a quien aparecen. El escepticismo no se opone al dogmatismo ni al relativismo, es la suspensión de esas dos tesis.
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