LA VIOLENCIA PSICOSOCIAL Y LA INSEGURIDAD EN COAHUILA: AFRONTAMIENTO, EMOCIONES Y REDES DE APOYO

Psychosocial violence and insecurity in Coauhila: Coping, emotions, and social support networks

Jana Petrzelová Mazacová
Universidad Autónoma de Coahuila. Escuela de Psicología, Edificio “C”, Unidad Camporredondo, Col. Centro, 25000 Saltillo, Coah., México, tel. (844)412-35-28, ext. 112, correo electrónico: jana_checa@yahoo.com.mx., México
Mayra Aracely Chávez Martínez
Universidad Autónoma de Coahuila, México
Joel Zapata Salazar
Universidad Autónoma de Coahuila, México
Mariana Eliza Rodríguez Herrera
Universidad Autónoma de Coahuila, México

LA VIOLENCIA PSICOSOCIAL Y LA INSEGURIDAD EN COAHUILA: AFRONTAMIENTO, EMOCIONES Y REDES DE APOYO

Enseñanza e Investigación en Psicología, vol. 20, núm. 3, pp. 286-294, 2015

Consejo Nacional para la Enseñanza en Investigación en Psicología A.C.

Recepción: 10 Junio 2014

Aprobación: 03 Octubre 2014

Resumen: El objetivo de este trabajo es presentar los efectos psicológicos reflejados en la salud mental derivados de la violencia e inseguridad psicosocial y la inseguridad entre la población juvenil y adulta del estado mexicano de Coahuila. Se empleó la batería Evaluación Psicosocial de la Vivencia de Sucesos Vitales para diagnosticar la percepción subjetiva de la violencia en las ciudades de dicha entidad con mayor incidencia de eventos violentos. Se analizó la correlación entre las variables sociodemográficas con sus particularidades estatales, las variables psicológicas vinculadas a la vivencia de la violencia psicosocial desde el modelo de las representaciones sociales, y las implicaciones y efectos que tuvieron tales eventos violentos en las vidas de las personas.

Palabras clave: Violencia psicosocial, Inseguridad, Afrontamiento, Emociones, Redes de apoyo social.

Abstract: The aim of this paper is to show the psychological effects in the mental health, derived from the psychosocial violence and insecurity in young and adult people of the Mexican state of Coahuila. For this study, the battery Psychosocial Evaluation of the Experience of Vital Events was used to diagnose the subjective perception of violence in the cities of Coahuila which has the highest incidence of violent events. The correlations among the socio-demographic variables and the state peculiarities, the psychological variables linked to the experience of the psychosocial violence from the model of social representations, and the implications and effects that the violent events did have in the people’s lives were analyzed.

Keywords: Social psychosocial, Insecurity, Coping, Emotions, Social support networks.

LA VIOLENCIA PSICOSOCIAL Y LA INSEGURIDAD EN COAHUILA: AFRONTAMIENTO, EMOCIONES Y REDES DE APOYO [1]

La violencia ha sido una constante en el desarrollo histórico de los pueblos. A través de la violencia se han conquistado naciones y se ha modificado incontables veces el orden mundial. La violencia interpersonal, social e incluso mundial aparece repetidamente; se ha naturalizado y se ha incorporado ya a la vida cotidiana, a tal punto que la persona ha desarrollado estrategias adaptativas que le hacen posible sobrevivir en contextos complejos.

Como tal, la violencia aparece como un fenómeno multifactorial y situado temporal e históricamente de un modo preciso; difícilmente se puede entender la violencia y los fenómenos vinculados a ella como eran en el pasado; las condiciones que la generan, el ámbito en que transcurre y los efectos que produce son distintos. De allí que su definición y alcances dependan en buena medida de la orientación que se adopte, de los autores que se tomen como referencia y del propósito de los estudios.

Para efectos de este trabajo, vale retomar una definición suficientemente amplia que incluya elementos de salud pública y que, a su vez, incorpore los elementos concomitantes que le acompañan y que tienen cierta incidencia en la salud mental de la población: criminalidad, delincuencia, inseguridad y, en ciertos casos, terrorismo. En este sentido, la definición de la Organización Mundial de la Salud ( OMS, 2003 ) que define la violencia como: “El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, danos psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” (p. 5).

La definición anterior no se limita al mero ejercicio de la fuerza sobre otro individuo, tal como señalaban las definiciones tradicionales, sino que incluye actos violentos derivados de las relaciones interpersonales y conducta suicida; asimismo, incorpora un abanico amplio de conductas que incluyen la intimidación, las lesiones, las amenazas y la muerte. Por otro lado, no soslaya los danos psíquicos y sociales vinculados a la violencia que dañan a las personas, a sus familias y a sectores más amplios de la sociedad, incluidas las comunidades y los pueblos.

De este modo, la violencia representa un reto importante no solo para las instituciones del Estado, sino también para las de salud al considerarse una de las principales fuentes de problemas o enfermedades que afectan la salud mental ( Sullivan y Everstine, 2004 ), tales como la depresión, el trastorno de estrés postraumático y los cambios severos en el estado de ánimo, entre muchos otros. El rol que han desempeñado dichas instituciones ha sido más bien reactivo que preventivo, pues tradicionalmente se han atendido las consecuencias físicas derivadas de la violencia; aun así, se han priorizado otras enfermedades y trastornos ante la falta de personal capacitado para la atención de aquellos efectos, la insuficiencia de la infraestructura y, en términos generales, la exigua canalización de recursos para la atención y prevención.

No es gratuita la necesidad de atender el fenómeno de la violencia como un problema de salud pública. Por ejemplo, el saldo de lo que se dio en llamar “guerra contra el narcotráfico” fue de 40 mil muertos entre los años 2006 y 2010. Se calcula que durante el primer trimestre de 2007 las muertes relacionadas con el narcotráfico fueron alrededor de 500, pero para el cuarto trimestre de 2010 el número había ascendido a 35 mil, habiendo tenido un crecimiento de 700% en un período de tres años ( Reyes y O’Quinn, 2013 ).

En el estado de Coahuila los actos violentos se viven con distinta intensidad de acuerdo con el grupo social al que se pertenezca. Los problemas socioeconómicos que arrastra la entidad, la dispersión demográfica, la ingobernabilidad, la impunidad, los procesos migratorios, las actividades derivadas del crimen organizado y la violación de los derechos humanos han acentuado la vivencia cotidiana de los actos violentos; algunos experimentados de manera general en la entidad, y otros focalizados en algunos municipios.

La violencia genera costos importantes para el Estado, sus instituciones y la población en su conjunto; no obstante, los costos sociales han sido soslayados con frecuencia, por lo que difícilmente se tiene una noción clara de los problemas relativos a la salud física y mental de las personas. Desde la academia, se puede intentar comprender la complejidad del fenómeno esclareciendo los elementos que hacen que ciertas personas se impliquen con mayor intensidad y frecuencia en actos violentos, y las razones de que algunas exhiban una mayor vulnerabilidad ante esos actos que otras.

Hacia la comprensión teórica de la violencia

No existe un componente único que pudiera explicar por qué un individuo se comporta de manera violenta y otro no, ni por qué una comunidad se ve desgarrada por la violencia mientras que la comunidad vecina vive en paz. La violencia, como un fenómeno extremadamente complejo, está compuesta de múltiples factores que abarcan elementos biológicos, psicológicos, familiares, sociales, culturales, económicos y políticos que, simultáneamente, constituyen factores de riesgo. El tipo de la violencia psicosocial se puede apreciar desde un punto de vista ecológico, representado en el modelo de Bronfenbrenner (1979) , según el cual el individuo está inmerso en una familia, que a su vez está contenida en una comunidad, y está en la sociedad en su conjunto.

Dicho modelo ecológico tiene un gran poder explicativo y, por lo tanto, permite entender las múltiples causas de la violencia y la interacción de los factores de riesgo que operan desde dentro de las personas, sus relaciones, la comunidad y los ámbitos social, cultural e histórico ( Malvaceda, 2009 ).

Así, los factores de riesgo en un individuo dependen de su edad, historia personal, estructura familiar, vulnerabilidad volitiva –estrechamente conectada con el nivel cognitivo– y capacidad para evaluar los factores de riesgo en su propio comportamiento, y se reflejan en baja autoestima, dependencia, indiferencia, pobre comunicación y falta de afecto. En lo que concierne a la familia (también llamada microsistema), es posible señalar un funcionamiento familiar en el que se aprecian conflictos conyugales e interacciones violentas entre sus miembros. En el nivel comunitario (mesosistema), es esencial la cuestión demográfica de dicha comunidad, el entorno en el cual se desenvuelve el sujeto, como la pobreza, el bajo nivel educativo de la población y pobre nivel socioeconómico, la falta de oportunidades, el desempleo, el deterioro urbano, los grupos criminales y pandillas, el tráfico de drogas y muchos otros. En cuanto al factor social, sus normas sociales y culturales (macrosistema) determinan el sentir y actuar de todos los que la forman una sociedad. Aquí se detectan las representaciones sociales sobre las relaciones, usos y abusos del poder, la violencia institucional, las desigualdades sociales, la impunidad, la comisión de delitos y demás. De las normas sociales depende la prevención, el cuidado de la salud poblacional, la seguridad y las políticas enfocadas al bienestar de la población.

Inseguridad y violencia psicosocial

La inseguridad, como ya se ha dicho, constituye uno de los grandes problemas de México. Se manifiesta en dos formas: la inseguridad que vive la población, agobiada por el aumento de los delitos, y el auge del narcotráfico y delitos relacionados. Actualmente, 57% de la población adulta en México señala la inseguridad como su principal preocupación, seguida del desempleo y la pobreza, según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública ( Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI], 2012 ). Dicho problema provoca confusión, temor e inseguridad en gran parte de los mexicanos al ser el resultado de la notable expansión de una violencia acelerada que pareciera no tener diques para su contención en la justicia. “La inseguridad pública –apunta García (2006)– se ha convertido en un problema social, público y gubernamental en México, en la medida que la gestión y sus políticas de prevención han sido ineficaces para reducirla y fundamentalmente evitarla” (p. 15).

Los habitantes del estado de Coahuila, según el Índice de Desarrollo Democrático ( Confederación Patronal de la República Mexicana, 2012 ), dijeron sentirse menos seguros en 2012 que en el año anterior. El aumento de la violencia fue muy superior respecto a estados como Tamaulipas o Guerrero, entidades que también han padecido un importante aumento en los índices de violencia y delincuencia. Esto se debe a que durante 2011 el aumento de la violencia en el estado alcanzó una tasa de 241 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes, más alta que la nacional (19.8 casos) y ubicó a la entidad coahuilense en el décimo lugar.

En la ciudad de Saltillo, la capital, de acuerdo con una investigación realizada por estudiantes de Psicología, la percepción y el miedo al crimen es elevado: 28.8% de los encuestados reportó sentirse poco o nada seguro en sus colonias de residencia ( González et al., 2008 ).

En 2012, más de una tercera parte de los hogares del país llevaron a cabo acciones para protegerse de la inseguridad y la delincuencia, ascendiendo el gasto promedio en medidas de protección por hogar a $4,707.302. A lo largo de ese año, 27.3% de la población de 18 años y más fue víctima de al menos un delito, y en 18 entidades la prevalencia delictiva aumentó respecto a la registrada en 2010. De los 27.7 millones de delitos ocurridos en el país, solo 7.9% fueron denunciados, iniciándose la averiguación previa.

En 2013, seis de cada diez personas consideraron la inseguridad como su principal preocupación, sobresaliendo Nuevo León (74%), Coahuila (70.0%) y el Estado de México (69.2%) ( INEGI, 2013 ). Las mujeres se sienten más inseguras que los hombres en cualesquiera de los ámbitos geográficos en los que transcurre su vida, como su colonia o localidad (46.7%), municipio (65.6%) y entidad (74.7%).

Debido a esto, resulta necesario entender el fenómeno y las consecuencias de este grave problema psicosocial en virtud de la alta probabilidad que tiene de afectar la salud física y mental y el entorno social de las personas, cuyos efectos dependen en buena medida de las respuestas que estas exhiben en un contexto de inseguridad.

Violencia, inseguridad y salud mental

La inseguridad, como ya se ha dicho, constituye uno de los grandes problemas de México. Se manifiesta en dos formas: la inseguridad que vive la población, agobiada por el aumento de los delitos, y el auge del narcotráfico y delitos relacionados. Actualmente, 57% de la población adulta en México señala la inseguridad como su principal preocupación, seguida del desempleo y la pobreza, según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública ( Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI], 2012 ). Dicho problema provoca confusión, temor e inseguridad en gran parte de los mexicanos al ser el resultado de la notable expansión de una violencia acelerada que pareciera no tener diques para su contención en la justicia. “La inseguridad pública –apunta García (2006) – se ha convertido en un problema social, público y gubernamental en México, en la medida que la gestión y sus políticas de prevención han sido ineficaces para reducirla y fundamentalmente evitarla” (p. 15).

Los habitantes del estado de Coahuila, según el Índice de Desarrollo Democrático ( Confederación Patronal de la República Mexicana, 2012 ), dijeron sentirse menos seguros en 2012 que en el año anterior. El aumento de la violencia fue muy superior respecto a estados como Tamaulipas o Guerrero, entidades que también han padecido un importante aumento en los índices de violencia y delincuencia. Esto se debe a que durante 2011 el aumento de la violencia en el estado alcanzó una tasa de 241 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes, más alta que la nacional (19.8 casos) y ubicó a la entidad coahuilense en el décimo lugar.

En la ciudad de Saltillo, la capital, de acuerdo con una investigación realizada por estudiantes de Psicología, la percepción y el miedo al crimen es elevado: 28.8% de los encuestados reportó sentirse poco o nada seguro en sus colonias de residencia ( González et al., 2008 ).

En 2012, más de una tercera parte de los hogares del país llevaron a cabo acciones para protegerse de la inseguridad y la delincuencia, ascendiendo el gasto promedio en medidas de protección por hogar a $4,707.302. A lo largo de ese año, 27.3% de la población de 18 años y más fue víctima de al menos un delito, y en 18 entidades la prevalencia delictiva aumentó respecto a la registrada en 2010. De los 27.7 millones de delitos ocurridos en el país, solo 7.9% fueron denunciados, iniciándose la averiguación previa.

En 2013, seis de cada diez personas consideraron la inseguridad como su principal preocupación, sobresaliendo Nuevo León (74%), Coahuila (70.0%) y el Estado de México (69.2%) ( INEGI, 2013 ). Las mujeres se sienten más inseguras que los hombres en cualesquiera de los ámbitos geográficos en los que transcurre su vida, como su colonia o localidad (46.7%), municipio (65.6%) y entidad (74.7%).

Debido a esto, resulta necesario entender el fenómeno y las consecuencias de este grave problema psicosocial en virtud de la alta probabilidad que tiene de afectar la salud física y mental y el entorno social de las personas, cuyos efectos dependen en buena medida de las respuestas que estas exhiben en un contexto de inseguridad.

Violencia, inseguridad y salud mental

La violencia y la crueldad de los conflictos que se viven hoy día se asocian a diversos problemas psíquicos y comportamentales, como depresión y ansiedad, conducta suicida, abuso de alcohol y trastornos por estrés postraumático. Esto a su vez se puede manifestar en forma de comportamientos alterados y antisociales, como conflictos familiares y agresiones a otras personas ( Organización Panamericana de la Salud, 2002 ; Secretaría de Salud, Instituto Nacional de Psiquiatría, Instituto Nacional de Salud Pública, Comisión Nacional contra las Adicciones, Vivir Mejor, 2011 ).

La relación entre violencia, inseguridad y salud mental ha quedado manifiesta en distintas investigaciones ( Organización Mundial de la Salud [OMS], 2003 ; Sullivan y Everstine, 2004 ), y la multidimensionalidad del fenómeno ha hecho que su abordaje y comprensión se profundice en áreas específicas. De aquí que, para efectos de análisis, resulte importante realizar un desagregado por sexo.

De acuerdo con los mismos datos de la OMS (2003) , una tercera parte de las mujeres adultas con antecedentes de abuso sexual exhibían alguna forma de trastorno psiquiátrico, de las cuales 15% tenía antecedentes de violencia física por parte de su pareja; asimismo, las mujeres que vivían en contextos violentos mostraban un mayor riesgo de sufrir trastornos psicosomáticos y del sueño, depresión, consumo de tabaco y algunos problemas de conducta, tales como robo y conductas agresivas. En el mismo estudio, dicha organización reveló que los niños que viven en entornos de violencia tienen una mayor probabilidad de cometer suicidio en la vida adulta, coincidiendo lo anterior con lo encontrado en México por Medina-Mora y Villatoro (2005) , quienes reportaron que la exposición a la violencia y la inseguridad social también se refleja en un incremento importante de los índices de suicidio entre los jóvenes, principalmente los de zonas urbanas.

De igual manera, la inseguridad, un bajo nivel educacional, viviendas inadecuadas y la subnutrición han sido reconocidos como factores asociados a los trastornos mentales comunes ( Souza y Cruz, 2010 ).

En general, de acuerdo con la OMS (2003) , las consecuencias en la salud mental derivadas de la violencia se han asociado con los siguientes trastornos: abuso en el uso y abuso de sustancias adictivas, principalmente alcohol y tabaco; estrés y ansiedad en diversos grados, incluidos el pánico y el trastorno por estrés postraumático; depresión; trastornos de la conducta alimentaria y del sueño; fobias; culpabilidad, vergüenza e ira; inactividad física; baja autoestima; trastornos psicosomáticos; conductas sexuales riesgosas, y daño autoinfligido.

Lo anterior permite establecer que la complejidad, la universalidad y la diversidad de los actos violentos suscitan sentimientos de impotencia y apatía y, consecuentemente, afectan la salud mental de las personas que deben convivir de cierto modo con los sujetos violentos en el mismo ámbito. A la vez, la ansiedad, el estrés prolongado, la depresión o las tendencias paranoicas tienen una relación estrecha con la violencia y, específicamente, con la crueldad con que se enfrentan los grupos antagónicos del crimen organizado, los asaltos, secuestros y extorsión han provocado el cambio en los estilos de vida. Una posible consecuencia de lo anterior es el aumento en el consumo de alcohol y drogas ilícitas, que está también en aumento, según los resultados de la Encuesta Nacional de Adicciones ( Consulta Mitofsky, 2014 ; INEGI, 2014 ).

Lo anterior implica un importante deterioro de la estructura de una sociedad en la que se ha roto el tejido social por el elevado crecimiento de la desconfianza entre la comunidad. Otros problemas relacionados a la inseguridad social son la disfunción familiar, el maltrato infantil, el comportamiento agresivo de los jóvenes, la violencia sexual y la migración constante por parte de la población que ha perdido la posibilidad del sustento en sus comunidades de origen.

Para la protección del bienestar de la población, es necesario que la violencia y la salud no estén sometidos al secretismo, a los tabúes y a los sentimientos de inevitabilidad que rodean al comportamiento violento ( OMS, 2003 ).

La salud pública fundamenta su proceder en pruebas científicas. Desde la identificación del problema y sus causas hasta la planificación, la experimentación y la evaluación de las respuestas, todo debe estar basado en investigaciones fidedignas y respaldadas por las pruebas más sólidas e irrefutables.

Por lo anterior, el objetivo del presente estudio descriptivo-correlacional con diseño transversal es mostrar algunos de los efectos psicológicos reflejados en la salud mental que se derivan de la violencia, la inseguridad psicosocial y la que se observa en la población juvenil y adulta del estado mexicano de Coahuila.

MÉTODO

Participantes

Los participantes fueron 268 habitantes, hombres (42%) y mujeres (58%) de las ciudades de Saltillo (38%), Torreón (22%) y Monclova (40%), en el estado de Coahuila, México, seleccionados a través de un muestreo “bola de nieve” ( Gather Estudios, 2011 ), con una media de edad de 21 años y desviación estándar de 7.8.

Variables e instrumento

Se tomaron en consideración las siguientes variables:

Variables sociodemográficas: sexo, edad, nivel socioeconómico, pertenencia a una comunidad específica, ocupación, estudios y nivel de ingresos.

Variables psicosociales: tipo de evento violento, tipo de ayuda recibida, reacción corporal, emociones, pensamientos, afrontamiento, apoyo social y comportamientos vinculados al hecho violento.

Variables de representación social: percepción vinculada a hechos violentos, denuncia, uso de marco institucional, resiliencia, redes de apoyo social y consecuencias psicológicas derivadas de aquellos.

Se utilizó la Batería de Evaluación Psicosocial de la Vivencia de Sucesos Vitales, que se compone por siete escalas con formato de autorreporte, algunas de tipo Likert y otras dicotómicas; asimismo, incluye un apartado de preguntas abiertas. El instrumento contiene información sociodemográfica mide las siguientes variables de estudio: Hechos del evento, ideas y pensamientos acerca de la situación (24 reactivos), Comportamiento ante la situación (20), Apoyo en la situación (27); Sucesos de la situación (31) y Consideraciones finales acerca de la situación (6). Para fines de esta investigación, solo se utilizaron tres de sus apartados: Hechos del evento, ideas y pensamientos acerca de la situación, y Consideraciones finales de la situación.

Procedimiento

La información fue recolectada mediante aplicación individual autoadministrada del cuestionario, después de hacer lectura y firmar el consentimiento informado, garantizando el anonimato y confidencialidad de la información. En primer lugar, se acudió a centros escolares y laborales donde se tenía conocimiento de que habían sufrido algún hecho violento (por ejemplo, la Facultad de Economía de Monclova y los bomberos de Saltillo), además de las primeras aplicaciones con personas conocidas víctimas de la violencia psicosocial. A ellos se les cuestionó sobre el conocimiento de alguna otra persona conocida que hubiera sufrido un hecho violento y con esta información se inició la bola de nieve del muestreo. Se realizaron las siguientes aplicaciones localizando a los participantes en su centro escolar, de trabajo o domicilio. El instrumento fue aplicado por estudiantes de último semestre de licenciatura entrenados para tal fin.

Tabla 1
Prueba X2. Escala de Hechos del Evento, Coahuila, 2013-2014.
Prueba X2. Escala de Hechos del Evento, Coahuila, 2013-2014.

RESULTADOS

Según los resultados, 85.4% de los participantes percibió violencia, con 61.3% de personas lesionadas y 41.9% de fallecidas.

A los resultados obtenidos en cada escala se les aplicó la prueba de X2. Los datos que aparecen a continuación son los que presentan diferencias significativas por sexo y ciudad. Se eligieron los reactivos más importantes de cada variable.

En la Tabla 1 , con una significancia de .045, Monclova presenta el mayor número de casos de balaceras; en Saltillo hubo numerosas víctimas por confusión y asaltos, y en Torreón hubo más casos en que las personas fueron testigos de riñas.

En la Tabla 2 , con tendencia a la significación (.079) en las variables de emociones sentidas entre hombres y mujeres, los resultados muestran que las mujeres sintieron mayor temor y tristeza que los hombres durante el suceso vivido, siendo estos los que reportan mayor presencia de ira y enojo por ello.

Los resultados de la Tabla 3 indican que no hubo una diferencia significativa en las estrategias que utilizaron para superar la situación; sin embargo, las diferencias encontradas por ciudad son importantes ya que reflejan la idiosincrasia regional. Saltillo es la ciudad donde se buscan más soluciones después del hecho vivido, pero algunos participantes dijeron optar por el olvido; en Monclova, afrontan la situación y toman mayores precauciones al salir; en Torreón, la mayoría de las personas tiene más precaución al salir y también opta por el olvido.

En la Tabla 4 los resultados indican que hubo una diferencia significativa (.052) en cuanto a las dificultades según el sexo. Para las mujeres, su mayor dificultad es el miedo de que se repita el evento, y para la mayoría de los hombres no existe dificultad alguna; en los casos en que sí la tienen, tal dificultad es la inseguridad.

Los resultados que se muestran en la Tabla 5 indican una diferencia significativa (0.042) entre hombres y mujeres en cuanto a su percepción de redes de apoyo; las mujeres reportan poder hablar más con sus familiares y los hombres con los amigos acerca del suceso violento experimentado.

Tabla 2
Prueba X2. Escala de Emociones Sentidas. Coahuila, 2013-2014.
Prueba X2. Escala de Emociones Sentidas. Coahuila, 2013-2014.

*p < 0.050

Tabla 3
Prueba X2. Escala de Estrategias para Salir Adelante. Coahuila, 2013.
Prueba X2. Escala de Estrategias para Salir Adelante. Coahuila, 2013.

*p < 0.050

Tabla 4
Prueba X2. Dificultades. Coahuila, 2013.
Prueba X2. Dificultades. Coahuila, 2013.

Tabla 5
Prueba X2. Escala Red de Apoyo. Coahuila, 2013-2014.
Prueba X2. Escala Red de Apoyo. Coahuila, 2013-2014.

DISCUSIÓN

La violencia que se vive en el estado de Coahuila sigue aumentando conforme pasan los años; se han hecho diversas investigaciones al respecto desde el inicio de este fenómeno, y hasta la fecha sigue ocurriendo, por lo que sigue siendo un tema de gran interés para los investigadores. Los hechos violentos en la entidad causan una considerable inseguridad en los ciudadanos, y hace que tengan miedo a que se repitan, siendo esta su mayor dificultad. La principal red de apoyo de las mujeres es la familia, mientras que los hombres se apoyan más en sus amigos.

Las principales estrategias de afrontamiento por parte de los ciudadanos fue la búsqueda de soluciones, tomar precaución y el olvido.

En los resultados se puede observar que la mayoría de los participantes en este estudio coinciden en señalar que se sienten inseguros y que perciben la misma como resultado de la violencia que se vive (85.4% de los ciudadanos percibió violencia; 61.3% personas lesionadas y 41.9% fallecidas), entendiendo como violencia la acción ejercida por una o varias personas que someten a otras, de manera intencional, al maltrato, presión, sufrimiento, manipulación u otra acción que atenta contra la integridad física, psicológica y moral. Es, pues, la presión psíquica o el abuso de la fuerza ejercida contra una persona con el propósito de obtener ciertos fines contra la voluntad de la víctima ( González et al., 2008 ).

Por otra parte, las emociones resultantes, definidas por Farré y Lasheras (1999) como una “reacción negativa o positiva de carácter brusco y de duración breve que aparece como respuesta ante objetos o acontecimientos externos e internos” (p. 131), desempeñan un papel importante en el fenómeno de la violencia, tanto las de la víctima como las del victimario; la mayoría de las veces lo que se experimenta emocionalmente se convierte en lo que se expresa físicamente. Esas emociones también cumplen la función de alertar y proteger la totalidad del sistema humano ( Nieto, Abad, Esteban y Tejerina, 2004 ). En relación a lo anterior, se puede señalar que, en cuanto a la manera de resolver las situaciones de violencia vividas, se encontraron respuestas de afrontamiento y de tomar precauciones en Monclova; buscar soluciones y recurrir al olvido en Saltillo, y tomar precauciones y el olvido en Torreón. Las respuestas anteriores se relacionan estrechamente con el hecho violento experimentado y con la idiosincrasia regional (en Saltillo se reportan más víctimas por confusión, y en Monclova y Torreón más testigos de riñas).

Es necesario tomar en cuenta, tal como lo refieren Sullivan y Everstine (2004) , que “el tratamiento de una víctima de crimen violento no es una tarea sencilla, debido a que la persona puede resistirse a la lucha emocional que conduce a la recuperación” (p. 218). Es de suma importancia, en consecuencia, atender a las personas que han sufrido de algún hecho violento, pues el mero olvido no es una opción que resuelva el problema.

En función de las reacciones emocionales reportadas por los participantes, la desagregación por género indica que las mujeres sufren miedo y tristeza, a diferencia de los hombres, los cuales manifiestan ira o enojo.

Por otra parte, más de la mitad de los hombres y cuatro de cada diez mujeres no reportaron mayores dificultades posteriores a la situación violenta vivida, pero, de ellos, dos terceras partes de aquellas y una tercera parte de estos tenían dificultad con el hecho de que el evento volviera a repetirse; en proporciones casi iguales, para la mitad de los hombres y mujeres su mayor dificultad es la inseguridad que se vive en el estado.

Partiendo del modelo ecológico es posible orientar los programas y las políticas de prevención de la violencia hacia los individuos y sus relaciones, las comunidades y las ciudades, y aplicarlos en colaboración con distintos sectores de la sociedad en escuelas, lugares de trabajo y otros centros, así como en los sistemas de justicia penal. La prevención de la violencia tendrá más probabilidades de éxito si es integral y cuenta con una base científica. Por lo general, las intervenciones emprendidas con la población infantil y las prolongadas suelen ser más eficaces que los programas de corto plazo.

Los datos muestran que en la actualidad la violencia social se ha diversificado a niveles nunca antes vistos dentro en esta región. Años atrás, se veía la violencia social como meras riñas entre pandillas o asaltos, entre otras manifestaciones menores. Ahora, se ha transformado en secuestros, mutilaciones y muerte. ( Álvarez, Castillo, Lozano y Rodríguez (2012) .

Referencias

Álvarez, B., Castillo, V., Lozano, R. y Rodríguez, B. (2012). Efectos psicológicos de la experiencia de la violencia social. Revista de la Asociación Mexicana de Psicología Social, 1(2), 489-491.

Bronfenbrenner, V. (1979). The ecology of human development: Experiments by nature and design. Cambridge, MA: Harvard University Press.

Confederación Patronal de la República Mexicana (2012). Índice de Desarrollo Democrático (IDD-MEX). México: COPARMEX. Disponible en línea: http://www.coparmex.org.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=121&Itemid=294.

Consulta Mitofsky (2014). Encuesta Nacional de Adicciones. Disponible en línea: http://consulta.mx/web/index.php/estudios-e-investigaciones/otros-estudios/307-encuesta-nacional-de-adicciones.

Farre, J. y Lasheras, G. (1999). Diccionario de psicología. Barcelona: Océano.

García, J.M. (2006). Inseguridad pública en México: una propuesta de gestión de política. México: Porrúa.

Gather Estudios (2011). Tipos de muestreo: el muestreo por bola de nieve. Disponible en línea: http://www.gatherestudios.es/2011/06/27/estadistica-muestreo-bola-de-nieve/

González, A., Farfan, L., Barragan, M., Cepeda, Espericueta, M., García, S. y otros. (2008). Violencia en el ser humano; Saltillo, Coahuila. Saltillo (México): Universidad Autónoma de Coahuila.

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2012). Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE). Disponible en línea: http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/encuestas/hogares/regulares/envipe/envipe2012/default.aspx

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2013). Aguascalientes, Ags., A 2, Disponible en línea: http://www.un.org/es/events/nonviolenceday/ (Recuperado el 14 de mayo de 2014).

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2014). Encuesta Nacional de Adicciones. Disponible en línea: http://inegi.mx/est/contenidos/espanol/proyectos/metadatos/encuestas/ena.asp?s=est&c=7095&e=17.

Malvaceda, L. (2009). Análisis psicosocial de la violencia. Entre el conflicto y el desarrollo social. Cuadernos de Difusión, 14(26), 121-130.

Medina-Mora, M. y Villatoro, J. (2005). La epidemiologia de la salud mental en México. Retos y perspectivas. México: Instituto Nacional de Psiquiatría. Disponible en línea: http//:www.salud.gob.mx/unidades/cdi/documentos/SaludMentalMexico.pdf.

Nieto, J., Abad, M., Esteban, M. y Tejerina, M. (2004). Psicología para las ciencias de la salud: Estudio del comportamiento humano ante la enfermedad. Madrid: McGraw-Hill.

Organización Mundial de la Salud (2003). Informe mundial sobre la violencia y la salud: resumen. Publicado en español por la Organización Panamericana de la Salud para la Organización Mundial de la Salud, Washington, D.C.

Organizacion Panamericana de la Salud (2002). Informe mundial sobre la violencia y la salud; Resumen. Washington, D.C.: OPS.

Reyes, T. y O’Quinn, P. (2013). La comunicación gubernamental de la guerra contra el narcotráfico en México. Espacios Públicos, 16(36), 55-75.

Secretaria de Salud, Instituto Nacional de Psiquiatría, Instituto Nacional de Salud Pública, Comisión Nacional contra las Adicciones, Vivir Mejor (2011). Encuesta Nacional de Adicciones (ENA). Drogas ilícitas. México: Autores. Disponible en línea: hhtp//:www.conadic.salud.gob.mx/pdfs/ena_2011_drogas_ilicitas_.pc.

Souza, M. y Cruz, D. (2010). Salud mental y atención psiquiátrica en México. Revista de la Facultad de Medicina, UNAM, 53(6), 17-23.

Sullivan, E. y Everstine, L. (2004). Personas en crisis: intervenciones terapéuticas estratégicas. México: Pax.

Notas

[1] Escuela de Psicología, Edificio “C”, Unidad Camporredondo, Col. Centro, 25000 Saltillo, Coah., México, tel. (844)412-35-28, ext. 112, correo electrónico: jana_checa@yahoo.com.mx.

Notas de autor

jana_checa@yahoo.com.mx.

HTML generado a partir de XML-JATS4R por