Artículos
El despoblamiento en Galicia: la visualización de la “catástrofe”
Depopulation in Galicia (Spain): visualizing the “catastrophe”
El despoblamiento en Galicia: la visualización de la “catástrofe”
Ager. Revista de Estudios sobre Despoblación y Desarrollo Rural, núm. 24, pp. 123-154, 2018
Centro de Estudios sobre la Despoblación y Desarrollo de Áreas Rurales

Recepción: 21 Marzo 2017
Aprobación: 01 Septiembre 2017
Resumen: En este artículo analizamos los efectos territoriales del despoblamiento en Galicia. A tra- vés de la representación cartográfica queremos hacer “pedagogía territorial” del despoblamiento para que se visualice la reorganización de la población en las últimas décadas. El empleo de diversos indicadores sig- nificativos revela una realidad de envejecimiento y agotamiento demográfico generalizado en buena parte del territorio regional. Utilizamos y ponemos en valor la escala parroquial, con apoyo en los datos del Nomenclátor. Esta escala permite apreciar un desajuste con la escala municipal y visualizar con mucha mayor precisión los efectos catastróficos de la despoblación y comprobar cómo se acentúa la brecha demo- gráfica entre una Galicia dinámica, que constituye una pequeña porción del territorio, y una Galicia sumida en un proceso acelerado de envejecimiento y despoblamiento, en un proceso de “demotanasia” de conse- cuencias imprevisibles.
Palabras clave: Galicia, despoblamiento, “demotanasia”, territorio, brecha demográfica.
Abstract: In this paper we analyze the territorial effects of depopulation in Galicia. Through the cartographic representation we want to make "territorial pedagogy" of depopulation so that the reorgani- zation of the population in the last decades can be visualized. The use of several significant indicators reve- als a reality of aging and widespread demographic exhaustion in much of the regional territory. We use and value the parish scale, with support in the data of the Nomenclátor. This scale makes it possible to appre- ciate a mismatch with the municipal scale and to visualize with much greater precision the catastrophic effects of depopulation and to verify how the demographic gap between a dynamic Galicia, which consti- tutes a small portion of the territory, and a galaxy in a process Accelerated aging and depopulation, in a process of “demotanasia” of unforeseeable consequences.
Keywords: Galicia, depopulation, “demotanasia”, territory, demographic gap.
Introducción
Desde hace más de dos décadas, los diferentes datos demográficos que se actualizan y difunden sobre Galicia son contundentes e inquietantes. Manifiestan, sin duda, un problema serio que diversos autores han denominado “catástrofe demográ- fica”, “debacle demográfica”, “extinción”, “etnocidio”… y que, haciendo nuestro el neo- término acuñado para la “Laponia española” o la “Laponia del Mediterráneo” por María Pilar y Francisco Burillo (2013), podemos calificar como proceso de “demotanasia”. Es esta una palabra que combina “población” con “muerte” de una manera ingeniosa para aludir a la muerte paulatina de un territorio, a su agotamiento demográfico con todas las consecuencias que se derivan de ello a raíz de una serie de omisiones o acciones políticas o socioeconómicas que afectan directa o indirectamente a ese terri- torio. El envejecimiento y su corolario, el despoblamiento, son dos hechos generaliza- dos en la región, aunque se manifiestan de manera virulenta en el medio rural. Esta auténtica “catástrofe” demográfica de consecuencias imprevisibles, ha llegado hace tiempo a la agenda política, pero bien sea por constituir un proceso que es ajeno a buena parte de los gallegos –aquellos que viven en las áreas urbanas, de forma mayo- ritaria– que no lo experimentan directamente, o por no haber hecho una labor peda- gógica lo suficientemente contundente, pese a la loable labor de los medios de comunicación regionales (trasunto de lo que ocurre en otras regiones españolas cas- tigadas duramente por el mismo problema) y de diversos trabajos rigurosos desde el ámbito científico (Torres Luna y Lois González, 1995; Rodríguez González, López González, Fernández Taboada, Martínez López y González, Pérez, 1999; Rodríguez González, 2009; Hernández Borge, 2002, 2011, 2013; Aldrey Vázquez, 2006, 2009; Aldrey Vázquez, Lois González y Sanromán, 2008; Aldrey Vázquez y Del Río Franqueira, 2014; Saco, 2010; Xunta de Galicia, 2011; Lazovski y Saco, 2015), es un tema que apa- rece y desaparece oculto por otras preocupaciones más acuciantes o inmediatas.
Es un problema, no obstante, que debe asumirse e interiorizarse como uno de los principales, sino el que más, de los problemas socioeconómicos de la Galicia actual. Pero las políticas públicas al respecto muestran una contradicción entre la asunción y la conciencia del problema que se difunde a través de declaraciones oficiales bienin- tencionadas, y la falta efectiva de recursos, de inversiones o de actuaciones concretas, poco rentables en el corto plazo, económica y electoralmente (afrontar cambios en la estructura de la propiedad, aumentar la competitividad agropecuaria, incrementar los salarios y el nivel de vida en el espacio rural, dotación de servicios, etc.) (Aldrey Vázquez y Del Río Franqueira, 2014). Sí es cierto que la preocupación ha calado, como se puede observar en las Directrices de Ordenación do Territorio, en vigor desde 2011 (Xunta de Galicia, 2011), que más allá de una declaración de buenas intenciones, al menos ponen negro sobre blanco una realidad dramática, quizás como la constatación de un fracaso, hasta el momento, de las estrategias de ordenación territorial que se han llevado a cabo en Galicia (Lois González y Aldrey Vázquez, 2010). Si bien el foco de estas directrices está puesto, como parece lógico a priori, en los espacios urbanos, el medio rural aparece contemplado, aunque de una forma subsidiaria de aquellos. Para los ámbitos rurales más problemáticos, a los que se califica significativamente de “espacios rurales periféricos”, se habla, por ejemplo, de la necesidad de implementar una serie de estrategias de actuación como el reforzamiento de su valor ambiental y paisajístico, para salvaguardarlos, teniendo en cuenta la despoblación que sufren, el abandono de la actividad agropecuaria y el necesario mantenimiento del medio, lo que suena al reconocimiento de su “parquetematización” (con la identificación de núcleos interiores vinculados al patrimonio rural), aunque se reconoce que debe ten- derse al establecimiento de un mínimo acondicionamiento territorial que asegure estándares de calidad de vida irrenunciables, relacionados especialmente con la movi- lidad y las nuevas tecnologías, eso sí, favoreciendo la implantación de actividades eco- nómicas que se basen en la valorización de los recursos territoriales y teniendo en cuenta la singularidad de la localización (Xunta de Galicia, 2011).
No en vano, de los 32 objetivos específicos que presenta este documento marco, solo siete hacen referencia de una u otra manera a la despoblación o a la crisis demográfica en el rural, y en solo uno se habla concretamente de “proponer medidas integrales y transversales, con la finalidad de aminorar los efectos de crisis demográ- fica y de la despoblación de las áreas rurales que más las acusan” (p. 23). Bien es cierto que en las llamadas “Orientaciones Estratégicas del Modelo Territorial”, una de ellas, la D, declara explícitamente el objetivo de “frenar el despoblamiento rural y favorecer el reequilibrio territorial”, reconociendo que es preciso elevar el nivel de rentas, de infraestructuras y de servicios en las áreas rurales más desfavorecidas (p. 82), ya que muchas veces son estas las causas que llevan al abandono del medio rural.
Los datos sobre la despoblación en España son conocidos. La Federación Española de Municipios y Provincias, a través de su Comisión de Despoblación, estima como municipios en riesgo de extinción a aquellos con menos de 1.000 habitantes, 4.995 en 2016, más de la mitad del total; 2.562 tienen menos de 500 habitantes y 1.286 no pasan de 100 (FEMP, 2017). Como no podía ser de otra manera, los medios de comu- nicación se han hecho amplio eco de esta situación, reclamando en general medidas urgentes para frenar la “extinción”. También desde otros ámbitos se alzan voces de alarma, como es el caso de iniciativas académicas y ciudadanas en las áreas más casti- gadas como Aragón o Castilla y León (Pinilla y Sáez, 2016), o de ensayos “emocionales” como el de Sergio del Molino sobre “La España Vacía” (2016), entre otras.
En este contexto se enmarca Galicia con una dinámica demográfica, territorial y socioeconómica de despoblamiento que afecta a buena parte del espacio (Pazo Labrador y Moragón Arias, 2013). Los datos más recientes, de 2016, indican que hay 30 municipios de menos de 1.000 habitantes, todos ellos (salvo el caso excepcional de Mondariz-Balneario, en Pontevedra) en las provincias de Ourense (24) y Lugo (cinco), con tres incorporaciones al elenco en el último período interpadronal; tres de ellos tie- nen menos de 500 habitantes. Se puede discutir la idoneidad del tamaño demográfico municipal en una región de tradicional dispersión rural como la gallega, donde la administración local es el único estrato institucional realmente cercano a la gente, e igualmente el hecho de calificar a muchos de estos municipios como “en riesgo de extinción”, y por ello se debate periódicamente sobre la necesidad administrativa de las fusiones municipales, lo que no va a ser objeto de este trabajo. Y más que la cons- tatación de unos datos a la manera de flash instantáneo, es más interesante insistir en el carácter dinámico del proceso, en una evolución sin retorno y de difícil reversión. Porque más que de una situación, a nuestro modo de ver, debe de hablarse de un pro- ceso de demotanasia que se agravará a corto y medio plazo.
Porque Galicia se caracteriza también por la dualidad y los desequilibrios: al envejecimiento y despoblamiento de buena parte del territorio, se le superpone un proceso de concentración urbana en determinados ámbitos que acentúa ese dualismo; a la lógica tradicional de la dispersión de la población gallega, lo suficientemente conocida y estudiada, le sucede una nueva lógica de la aglomeración, que define terri- torios ganadores y perdedores, territorios con cierta dinámica y territorios abocados a la extinción, inmersos en ese proceso de demotanasia: la lógica de la dispersión casa mal con la de la aglomeración, y la dispersión se convierte en un problema antes que en una ventaja para poder frenar una dinámica regresiva.
Objetivos: metodología y fuentes
El objetivo de este artículo es contribuir a esa necesaria “pedagogía del territorio” a la que aludíamos antes mediante la visualización cartográfica de las tendencias demo- gráficas recientes, utilizando por tanto el lenguaje característico de los geógrafos: el mapa. Normalmente, en los trabajos académicos y de divulgación sobre la región, tiende a emplearse la escala municipal para ilustrar los fenómenos aludidos. En este trabajo, mostraremos además una cartografía de base parroquial, que es mucho más significa- tiva, pero poco difundida, y sobre la que ya hemos ensayado en anteriores ocasiones con muy buenos resultados, intentando solventar los condicionantes de los límites adminis- trativos que no suelen guardar relación con la estructura real de la distribución de los asentamientos y de las poblaciones (Pueyo Campos y otros, 2014; Mora Aliseda, Garrido Velarde y Díaz González, 2015). En Galicia se han utilizado otras bases territoriales para los análisis de la ocupación espacial y de la dinámica demográfica como por ejemplo las secciones censales para áreas concretas (López Bregua, 2015), pero consideramos que la escala parroquial, y especialmente para los territorios rurales, que siguen siendo amplia- mente mayoritarios en Galicia por su extensión, posee una homogeneidad geográfica idónea e inigualable para cualquier análisis de los fenómenos y lógicas de índole terri- torial. La visualización de la “catástrofe”, nos dará las claves de la lógica territorial aso- ciada a los procesos de envejecimiento y despoblamiento.
La metodología de análisis que utilizamos parte de emplear la excepcional fuente demográfica que es el Nomenclátor de Población, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística, y que constituye un elemento fundamental para el conocimiento de la dis- tribución de la población en el territorio, junto a la cartografía, la fotografía aérea y la teledetección (Benabent F. de Córdoba, 1999). La aplicación de esta escala, junto con la más tradicional municipal, permitirá visualizar la “catástrofe” y reconocer las lógicas territoriales derivadas de los procesos de recomposición interna de la población gallega. Al poner en juego todo el territorio, podremos apreciar la verdadera entidad de la catás- trofe demográfica en el medio rural, frente a áreas urbanas y periurbanas que siguen manteniendo una pujanza socioeconómica y, hasta cierto punto, demográfica.
La cartografía base que vamos a emplear es la propuesta en su día por Torres Luna y Pazo Labrador (1994), complementada con los datos ofrecidos por Precedo Ledo y Gallego Priego (2001), algo que ya hemos ensayado en anteriores ocasiones con bue- nos resultados (Pazo Labrador, 2009; Pazo Labrador y Moragón Arias, 2010a, 2010b, 2013). No podemos olvidarnos de hacer alusión al portal “Información Xeográfica de Galicia”, de la Xunta de Galicia, dentro del “metaportal” IDEE, como heredero del “Proxecto Parroquias de Galicia” del antiguo SITGA (Sistema de Información Territorial de Galicia), que ha avanzado mucho en la delimitación territorial de las parroquias gallegas, utilizando una profusión de fuentes históricas, catastrales, ortofotos (basán- dose en la interface de Google Earth) y trabajos de campo, para ofrecer una combina- ción de mapas e imágenes con toponimia que puede servir asimismo de cartografía base más precisa. Como sabemos, los lindes de las parroquias siguen sin tener carácter administrativo ni valor jurídico, porque la parroquia no los tiene a pesar de su gran arraigo social, y la representación que nos ofrece esta herramienta pretende ser una base y una referencia para la gestión y el estudio del territorio (García Pazos, 2009). Como en este trabajo pretendemos cartografiar tendencias que permitan comprender los procesos territoriales, consideramos perfectamente válida la primera de las obras citadas sin pretender una localización exhaustiva más propia de esta última, que sería una cartografía general o de referencia, útil para otras finalidades. En suma, queremos que la cartografía sea la voz de los procesos territoriales.
El despoblamiento rural en el contextode la reconfiguración territorial de la población: indicadores demográficos de alarma
El declive demográfico que afecta a amplios espacios de Galicia, de España y de la Unión Europea, ha sido interpretado como una de las consecuencias de las dificul- tades de adaptación a los cambios estructurales que han afectado a la economía en los siglos XIX, XX y lo que llevamos del XXI, convirtiéndolos en territorios menos com- petitivos y con una dinámica degenerativa (Sáez Pérez, Pinilla Navarro y Ayuda Bosque, 2001). En Galicia, a esto se le superponen unas lógicas territoriales internas propias y unos indicadores demográficos conocidos y los suficientemente estudiados y en los que luego ahondaremos, que diseñan un panorama de desequilibrio en el reparto de la población que tiende a acentuarse y a producir el despoblamiento y la desertificación de ámbitos cada vez más amplios. Se ha señalado a la polarización del crecimiento económico regional en el litoral como una de las causas fundamentales de estos desequilibrios que llevan aparejada la despoblación (López González, 1999):
la concentración de la población en espacios restringidos lleva asociada una creciente marginalización de extensos territorios, que se convierten en subsidiarios, con com- portamientos pasivos y sin capacidad de intervenir en la corrección de las tendencias socioeconómicas futuras, áreas “perdedoras” frente a áreas “ganadoras”.
Además, el peso demográfico de Galicia en el conjunto de España no ha dejado de menguar: de constituir un 10,6 por cien de los efectivos a principios del siglo XX, pasó a suponer un 9,2 por cien en 1950, un 6,9 por cien hace veinte años y un 5,8 cien en la actualidad, manteniendo, sin embargo, una densidad de población todavía supe- rior a la media nacional.
Como ya hemos podido comprobar en otras ocasiones (Pazo Labrador y Moragón Arias, 2013), desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad, y coinci- diendo con un período de cambio en el modelo socioeconómico territorial sobre el que están de acuerdo diversas interpretaciones en el ámbito de las ciencias sociales, y que se acelera notablemente a partir de la década de los 60 (Rodríguez González, 2009), este proceso de despoblamiento de buena parte del territorio gallego alcanza unos niveles espectaculares. Se materializa después de un éxodo rural sin precedentes en la historia de Galicia, aunque hay quien prefiere hablar de “éxodo agrario” ya que se pro- duce igualmente un trasvase masivo de trabajadores agrarios a otros sectores de acti- vidad, en Galicia o fuera de ella (Fernández Taboada, 1999). El modelo rural tradicional gallego se insertó de forma rápida, aunque con retraso, en la dinámica del sistema de mercado: las ciudades crecen, crean empleo, atraen población y demandan productos agropecuarios, lo que conduce a la introducción relativamente acelerada de innova- ciones técnicas para lograr un incremento de la productividad, con el consiguiente decrecimiento de la necesidad de mano de obra y un desequilibrio entre la población y los recursos que ya estaba latente en buena parte del medio rural (Rodríguez González, 2009), en suma la sustitución del factor trabajo, predominante hasta enton- ces, por el desarrollo de la capitalización. Precisamente, y como veremos, los mayores índices de despoblación se asocian a aquellos territorios que no fueron capaces de desarrollar un sistema agropecuario moderno y plenamente conectado con el mer- cado, aquellas áreas inmersas en un proceso de marginalización ante la creciente pujanza urbana. Los ámbitos rurales se convierten, primero, en los principales nutrien- tes de la emigración exterior de la región y, después, en la fuente esencial de suminis- tro que sustenta la pujante expansión urbana: la urbanización, el desarrollo urbano en la región, tardío pero relativamente rápido, se convierte en la imagen especular del despoblamiento y la desertificación de buena parte del territorio (Precedo Ledo, Míguez Iglesias y Fernández Justo, 2008). La brecha demográfica entre los ámbitos costero-litorales y los sectores interiores en todas sus provincias, se acentúa notable- mente (Aldrey Vázquez y Del Río Franqueira, 2014), y esta dualización es una constante que se puede rastrear en buena parte de la franja atlántica europea (Rodríguez González, 1999). Y el éxodo rural o agrario que fue el desencadenante del proceso de despoblación, deja paso más recientemente al envejecimiento y al agotamiento demo- gráfico como causas de su mantenimiento y acentuación.
En los cuatro espacios provinciales, de 1950 a 2000, un 67 por cien de los muni- cipios de A Coruña, un 41,9 por cien de los de Pontevedra, un 91,1por cien de los de Lugo y un 92,4 por cien de los de Ourense, tienen un comportamiento demográfico regresivo. Igualmente, en idéntico lapso, casi un 70 por cien de los espacios parroquia- les, tienen este mismo comportamiento.

Siguiendo con esta escala municipal, en un lapso más reciente, de 2000 a 2015, los porcentajes respectivos parecen atenuarse en Lugo (89,6 por cien) y en Ourense (90,2 por cien), y acentuarse ligeramente en A Coruña (69,1 por cien) y Pontevedra (45,2 por cien). De todas maneras, el reparto de estos municipios, y salvo excepciones muy contadas, permanece en la misma tónica de contraste entre un “Eje Atlántico” lito- ral bien definido y el interior. En un período temporal más acotado y próximo (2010- 2015), aunque también más corto lo cual puede permitirnos observar si las tendencias se perpetúan, los valores siguen siendo demoledores: en A Coruña pierden población un 79,8 por cien de los municipios, un 74,2 por cien de los de Pontevedra, un 94,1 por cien de los de Lugo y un 94,6 por cien de los de Ourense, lo que es indicio de un comporta- miento estructural y de difícil reversión, pues como también se puede observar en la cartografía adjunta, se vuelve a ceñir a los mismos sectores. Recordemos que 2010 es el año en que parece producirse la quiebra demográfica definitiva en la dinámica de la población gallega (Aldrey Vázquez y Del Río Franqueira, 2014).

Nota: A la izquierda, entre 2000 y 2015, y a la derecha entre 2010 y 2015. 1, crecimiento; 2, decrecimiento hasta el -9,9%;3, decrecimiento desde el -10% hasta el -19,9%; 4, decrecimiento desde el -20% al -49,9%; y 5, decrecimiento, del -50% y más. Aquí, y en adelante, en la elaboración cartográfica y en la tabulación de los datos, se han obviado las recientes fusiones municipales.
Fuente: INE. Elaboración propia.Esta dinámica, que analizaremos con detalle más adelante en la escala parro- quial, se sustenta en una serie de indicadores demográficos conocidos y lo suficiente- mente difundidos (envejecimiento casi generalizado, crecimiento vegetativo con valores negativos desde hace décadas, saldos migratorios con el exterior que no com- pensan las pérdidas o que incluso las acentúan, etc.). Vamos a observar qué ocurre con una serie de tasas e índices muy significativos que avanzan y explican las tendencias, plasmadas cartográficamente, aunque solo pueda ser en este caso a escala municipal, pero lo suficientemente ilustrativos.
Si tomamos como referencia uno de los indicadores más conocidos, la tasa de envejecimiento, y el valor de referencia del envejecimiento, cifrado en el 15 por cien de mayores de 65 años, prácticamente todos los espacios municipales de Galicia lo superan: es más sencillo indicar los que están por debajo de ese valor (aunque muy cerca): solo Salceda de Caselas, en Pontevedra, y Ames, Arteixo y Oroso, en A Coruña, presentan un porcentaje inferior al 15 por cien de mayores de 65 años en 2015, espa- cios periurbanos de las grandes aglomeraciones urbanas occidentales. Por el contrario, es significativo cómo dos municipios de la provincia de Pontevedra (Cerdedo y Forcarei) y ninguno en A Coruña, pero 19 en Lugo y 49 en Ourense, superan en el mismo año el 40 por cien de mayores de 65 años, y siete de Ourense (O Bolo, Calvos de Randín, Lobeira, Parada de Sil, San Xoán de Río, A Teixeira y Verea), superan el 50 por cien, todos ellos municipios del rural profundo o “de montaña”, “expresión acre- centada de la decadencia del viejo mundo rural del Noroeste Ibérico” (Aldrey Vázquez, Lois González y Sanromán, 2008: 16).

Si matizamos todavía más y nos referimos al porcentaje de mayores de 80 años (los “viejos-viejos”), obtenemos que 36 municipios de Lugo (un 53,2 por cien del total), 58 de Ourense (un 63 por cien), 5 de A Coruña (un 5,3 por cien: Boimorto, Cerdido, Mañón, Sobrado y Vilasantar) y 4 en Pontevedra (un 6,9 por cien: Agolada, Cerdedo, O Covelo y Forcarei), superan el 15 por cien de mayores de esta edad, lo cual es un indi- cador, sin duda, de “sobreenvejecimiento” (Hernández Borge, 2011, 2013). Los espacios municipales de estas dos provincias occidentales que se incluyen en estos parámetros son todos ellos ámbitos del rural profundo o “de montaña”. La “montaña” se convierte así en la periferia de un mundo rural en situación también comprometida, espacios perdedores en la reconfiguración territorial de la región (Aldrey Vázquez, Lois González y Sanromán, 2008).

Si nos colocamos en el otro extremo de la estructura por edades, observaremos que las áreas con unos indicadores de un mayor futuro demográfico son muy limitadas y concretas: 48 municipios de A Coruña (un 51 por cien de los de su provincia), y 15 en Pontevedra (un 22,7 por cien), y 58 en Lugo (un 86,6 por cien) y 82 en Ourense (un 89,1 por cien), no llegan al 10 por cien de menores de 15 años. Las excepciones en las provincias orientales se corresponden con espacios litorales de cierta pujanza indus- trial o pesquera (Burela y Foz, en la costa norte lucense), o con las capitales provincia- les o sus espacios periurbanos, o con ciertas vilas interiores que se sostienen gracias a los efectos de la “migración en cascada” (Saco, 2010) (Lugo, Monforte de Lemos, Xove, Outeiro de Rei, Ribadeo, Sarria o Viveiro, en la provincia de Lugo, y Allariz, Barbadás, O Barco de Valdeorras, O Carballliño, Verín, Ourense, Pereiro de Aguiar, Ribadavia, San Cibrao das Viñas o Xinzo de Limia, en la de Ourense). Si el valor de referencia lo pone- mos en los menores de 20 años, obtenemos seis municipios en A Coruña, cinco en Pontevedra, 40 en Lugo y 72 en Ourense, que no llegan al 10 por ciento de efectivos.
Otro indicador significativo que anticipa las tendencias futuras puede ser el índice de recambio, formulado como la relación de mayores de 75 años y los menores de diez, en tantos por cien (Requés Velasco, 2006). Obviamente, a mayor valor de este índice se presuponen unas perspectivas de recambio generacional muy comprometi- das y negativas, dándose la situación de “equilibrio” con el valor de 100 por cien, y las mejores perspectivas siempre que el resultado esté por debajo del 100 por cien. Aplicando este índice y reflejándolo en la cartografía observamos cómo los municipios que tienen un índice de recambio superior a 500 son 11 en A Coruña y siete en Pontevedra (prácticamente coincidiendo con los indicadores anteriores en el reparto por el rural profundo y los espacios montañosos de la Dorsal Meridiana del Occidente gallego, espacio de “media montaña”), y 39 en Lugo y 65 en Ourense, lo que patentiza que la dualidad o brecha demográfica entre el litoral y el interior se afianza de forma muy clara. Los déficits que denota este indicador emparentan a Galicia con buena parte de las áreas rurales del interior peninsular (Escalona Orcao y Díez Cornago, 2007; López Trigal, 2009; Sáez Lorite, Egea Jiménez y Nieto Calmaestra, 2009; Cortizo Álvarez, 2009; Pueyo Campos y otros, 2014; Martínez Fernández y Delgado Urrecho, 2013; Delgado Urrecho y Martínez Fernández, 2014; Alario Trigueros, Molinero Hernando y Morales Prieto, 2014).

Profundizando todavía más en este indicador observamos cómo aquellos que superan el valor 1.000 por cien en el índice de recambio son ocho en Lugo y 26 en Ourense, aunque ninguno en este caso en las dos provincias occidentales. Por el con- trario, no llegan al 100 por cien el municipio costero relativamente próspero de Burela en el norte de Lugo y el de Barbadás, en la provincia de Ourense, área de expansión urbana natural de la capital provincial. En A Coruña son nueve: de nuevo las áreas periurbanas y de desarrollo suburbano en la capital provincial y en Santiago, que a la sazón son los sectores más jóvenes y dinámicos de Galicia; en Pontevedra no alcanzan el 100 por cien trece ayuntamientos, todos ellos litorales o de los entornos urbanos más destacados. Hay que destacar en este sentido que no se encuentra en esta tesitura ninguno de los municipios que acogen a las siete ciudades principales de la región, lo que apunta también a la concentración de personas de edades superiores en las áreas urbanas como efecto acumulado del éxodo rural de décadas anteriores. Todo ello pro- picia una mortalidad elevada y una natalidad baja, aunque los comportamientos de fecundidad no se diferencian en exceso de los del resto de España, junto al descenso del número de adultos.
Dos últimos indicadores significativos son el índice de dependencia, que rela- ciona las subpoblaciones de menores de 15 años y de mayores de 65, con la subpobla- ción de 15 a 64 años, evaluado en tantos por cien, y el índice de dependencia de los viejos, que relaciona la subpoblación de 65 y más años con la comprendida entre los 15 y los 64 años, en tantos por cien, y referidos ambos a 2015 (Requés Velasco, 2006). En ambas representaciones cartográficas a escala municipal el panorama es clarifica- dor. Prácticamente coinciden los dos indicadores en su distribución, ofreciendo los valores más altos los sectores de la Galicia Oriental y Suroriental, las áreas “de mon- taña” interiores y los espacios más desfavorecidos y marginales del rural profundo de las provincias occidentales y orientales, con deficientes comunicaciones o dinámicas económicas netamente regresivas. En ambos casos se salvan buena parte de los muni- cipios urbanos del Eje Atlántico y sus espacios periurbanos así como algunos puntos aislados, coincidentes con ciertas vilas cabeceras comarcales del interior o de la costa norte lucense. En el caso del Eje Atlántico, hemos de recordar que se trata de un espa- cio que no llega a la cuarta parte de la extensión de la región pero que concentra a la mayoría de la población y genera más del 80 por cien del PIB.

Nota: 1, hasta 49,9%; 2, entre el 50 y el 69,9%; 3, del 70 al 99,9%; y 4, 100% y más.
Fuente: INE. Elaboración propia.

Nota: 1, hasta el 29,9%; 2, del 30 al 49,9%; 3, del 50 al 69,9%; 4, del 70 al99,9%; y 5, 100% y más.
Fuente: INE. Elaboración propia.Los fríos datos demográficos apuntalan por tanto esa sensación y ese proceso hacia la demotanasia al que aludíamos al principio, en amplias áreas rurales del inte- rior de la región. A esta escala municipal, los municipios que podemos calificar “en riesgo de extinción” combinan una dinámica demográfica negativa, un alto grado de envejecimiento y una alta dependencia de las edades superiores (tendencias que se arrastran desde hace décadas), factores todos ellos que no favorecen la prestación y la recepción de servicios básicos, una calidad de vida aceptable en suma. Sobre todo cuando ya no se pone en duda la relación entre la oferta y provisión de servicios y el atractivo territorial y la competitividad de las áreas rurales, e igualmente entre su carencia y las pautas de despoblación, aunque la mejora de la oferta de servicios deba de ir combinada necesariamente con una serie de políticas adecuadas de competitividad territorial y de inclusión social (Escalona Orcao y Díez Cornago, 2007). Estos espa- cios están bien definidos y delimitados en las áreas del rural “profundo” y “de mon- taña”, y son casi coincidentes con los municipios “de montaña” (alta y media) identificados y catalogados en su día por Torres, Lois y Pérez (1993). Los espacios “de montaña” son “lugares de viejos”, con estructuras demográficas desequilibradas por el éxodo rural que fue masivo en un primer momento y selectivo en las décadas más recientes (edades jóvenes y activas), y por ello más dañino si cabe (Aldrey Vázquez, 2009; Aldrey Vázquez, Lois González y Sanromán, 2008), sectores mal integrados y mal adaptados a los cambios estructurales que han conocido en las últimas décadas la economía regional y global, en desventaja por su posición marginal, difíciles condicio- nes ambientales y complicada inserción en los procesos de urbanización contemporá- neos. También se puede observar, y la escala parroquial así nos lo corroborará con más detalle, que los territorios sumidos en estos procesos no son un todo homogéneo, pues entran en juego factores como la proximidad relativa y la accesibilidad a los núcleos urbanos, el grado de diversificación económica y de desarrollo del sistema agropecuario, la pujanza de ciertos núcleos cabeceras comarcales… A este respecto, puede resultar ilustrativa la clasificación en “espacios rurales integrados” (áreas más próximas a las grandes ciudades), “espacios rurales intermedios” (aquellos alejados de las áreas urbanas principales, pero organizados funcionalmente a través del sistema de vilas o pequeñas ciudades del interior de la región) y “espacios rurales periféricos” (los de montaña, de difíciles condiciones ambientales y deficiente accesibilidad) que plas- man las Directrices de Ordenación do Territorio (2011) y en los que estos últimos son los que se llevan la peor parte en el proceso de despoblación.
Siendo la base municipal la que sustenta esta clasificación, y con todas las reser- vas que ya hemos indicado, los espacios rurales “periféricos” son aquellos que presentan una pérdida de efectivos de más del 20 por cien entre 2000 y 2015, y como se podía apreciar en la cartografía coinciden casi en su totalidad con los criterios definidos en ese documento. Son 120 municipios (un 38,1 por cien del total), esencialmente de las pro- vincias de Lugo y Ourense, pero también de las áreas más desfavorecidas de A Coruña y Pontevedra. Acogían en 2000 a una población de 323.890 habitantes (un 11,8 por cien de la total regional) y en 2015 solo a 234.820 (un 8,6 por cien), con unas pérdidas, en conjunto, de un 27,5 por cien de efectivos. Ello supone que el peso demográfico de estos espacios no deja de menguar y que el diseño territorial que hemos definido anterior- mente se consolida. Los espacios rurales “intermedios”, se corresponden con 119 muni- cipios (un 37,7 por cien), con pérdidas demográficas generalizadas pero menores, y pasan de acoger 809.939 habitantes en 2000 (un 29,6 por cien del total) a 739.563 en 2015 (un 27,1 por cien), en conjunto un retroceso del 8,7 por cien; en estos espacios la base agropecuaria y forestal presenta diversos grados de desarrollo y son las vilas las que pueden ralentizar la despoblación sobre todo aquellas que poseen cierto potencial industrial o de servicios, aunque ello no afecta a todos los ámbitos municipales como veremos, lo que hace obligado el recurso al análisis en la escala parroquial. Por el con- trario, los espacios rurales “integrados”, se corresponden en su totalidad con ámbitos periurbanos, donde las actividades agropecuarias se han convertido en algo residual o a tiempo parcial, y estos municipios, se incluyen en las áreas urbanas más importantes, beneficiándose de su dinámica expansiva.
La visualización de la “catástrofe” en la dinámica demográfica en la escala parroquial
La escala parroquial nos va a permitir apreciar mejor el alcance de esa dinámica de demotanasia a la que aludíamos en el apartado anterior a escala municipal. La parroquia en Galicia, como sabemos, no tiene reconocimiento jurídico ni administra- tivo (aunque sí censal) pero es una realidad geográfica homogénea, “sentida” por los habitantes del rural –aunque cada vez menos– lo que la convierte en una escala pri- vilegiada de análisis para muchos aspectos con connotaciones territoriales, entre ellos el demográfico. Los municipios, en Galicia, se configuraron en su momento como agregados de parroquias, y de esta manera cabe verlos en gran medida en la actuali- dad. Pero la crisis de la parroquia como ente territorial, que se arrastra también desde hace décadas, es en gran medida una de las consecuencias más evidentes de la des- población. Al rápido éxodo rural masivo que desarticuló y desequilibró las estructuras demográficas de muchas de las entidades parroquiales, se unieron factores como la apertura a la lógica de la economía de mercado, el aumento de la movilidad, la mone- tarización y la diversificación económica, la consolidación de una “conciencia munici- pal”, la pérdida progresiva de muchas de sus señas de identidad (fiestas, elementos de cohesión como los trabajos comunitarios o las ayudas mutuas), etc. Así, pese a que algunos autores distingan entre parroquias “vivas” (en ámbitos periurbanos, sobre todo, donde un elevado número de habitantes, cierta pujanza económica y el mante- nimiento voluntarista de las redes de sociabilidad, permiten reconocer su permanencia en cierto modo como afirmación de una identidad colectiva frente a lo “global”) y parroquias “decadentes” (las más, inmersas en la despoblación, el envejecimiento y la atonía económica) (Torres Luna y Lois González, 2009), está bastante claro que en la mayoría de los ámbitos rurales la parroquia hace tiempo que ha pasado de ser un espacio “vivido” a un mero “contenedor de habitantes” (Pazo Labrador, 2005).
Basándonos en ese carácter de realidad geográfica homogénea de la articulación parroquial, elaboramos una cartografía significativa que se ciñe a las décadas más recientes para plasmar la evolución en lo que llevamos de siglo XXI, de 2000 a 2015, y también de 2010 a 2015 para apreciar con más detalle si se perpetúan las tendencias como indicadoras de un hecho estructural, y tal y como parecen indicar también las pro- yecciones demográficas a medio plazo (Aldrey Vázquez y Del Río Franqueira, 2014).

Nota: 1, crecimiento; 2, decrecimiento hasta el -9,9%; 3, decrecimiento del -10 al -19,9%; 4, decre-cimiento del -20 al -49,9%; y 5, decrecimiento del -50% y más.
Fuente: INE. Base cartográfica: Torres Luna y Pazo Labrador (1994). Elaboración propia.La cartografía nos permite visualizar una situación evidente que matiza los ras- gos apuntados para la escala municipal. En primer lugar, queda meridianamente clara la brecha demográfica entre el litoral y el interior, que se definía en la segunda mitad del siglo XX y que se mantiene o acentúa en lo que se refiere a la dinámica en esta escala. Observamos, mejor definidos que en la escala municipal, los espacios ganado- res y los espacios perdedores en el proceso de reconfiguración territorial que conoce Galicia en las últimas décadas. Entre 2000 y 2015, los islotes en blanco, es decir, las parroquias que ganan efectivos están muy bien delimitados: Golfo Ártabro y prolon- gación hacia Bergantiños, Santiago y entornos, Rías Baixas centrales y meridionales, parroquias aisladas de la costa lucense que se corresponden con las vilas capitales de municipios algo más dinámicos (Viveiro, Xove, Ribadeo o Foz, aunque el resto del tér- mino municipal tenga serias pérdidas también), las capitales provinciales de Lugo y Ourense y sus ámbitos suburbanos, y ciertas parroquias que se corresponden con las capitales municipales de vilas cabeceras comarcales de interior de cierta importancia (Monforte de Lemos, Sarria, Verín, Xinzo de Limia, O Barco de Valdeorras, Allariz, O Carballiño, etc.). Por el contrario, las pérdidas más severas están muy generalizadas en las dos provincias orientales y en ciertos sectores de las occidentales: los ámbitos “de montaña” de las sierras septentrionales, las montañas orientales y surorientales, así como la Dorsal Meridiana del Occidente gallego (que podemos calificar, como ya hemos dicho, de “montaña media”) y tierras litorales o próximas al litoral de la peni- llanura coruñesa (con excepción de algunas parroquias capitales como en Carballo o Cée) en un sector que se caracteriza por su posición marginal con respecto a las comunicaciones regionales y de difíciles condiciones físicas en general, extendiéndose estos rasgos incluso a las tierras interiores de la más septentrional de las Rías Baixas, la de Muros e Noia. Es evidente, por tanto, que los espacios de alta y media montaña y del rural “profundo”, se diseñan como los que verdaderamente sufren las pérdidas más graves que los insertan en un proceso de demotanasia casi irreversible. Las áreas urbanas y periurbanas más pujantes se libran por lo tanto de la catástrofe y dibujan de una manera cada vez más acentuada esa brecha entre dos Galicias. Y aquellas parroquias que acogen a las capitales de ciertos municipios del interior, aunque crecen no consiguen frenar el declive de su término: son los casos de Lalín, A Estrada, Arzúa, Melide, Becerreá, Monforte, Quiroga, Santa Comba, O Pino…, cuyas vilas tienen cierta pujanza debido a diversa casuística (procesos de industrialización endógena, cabeceras de comarcas de cierto dinamismo agropecuario, núcleos de servicios), pero cuyos tér- minos municipales en conjunto se caracterizan por las pérdidas.
La escala parroquial matiza por tanto la municipal: aunque esta es en general válida para demostrar lo que acabamos de comentar, aquella nos indica cómo los municipios con comportamientos positivos no extienden a todo su espacio esta tónica sino que esto se ciñe solo a sus capitales, hecho que se comprueba con más nitidez en los sectores del interior. Se observa igualmente cómo el despoblamiento afecta tam- bién a los ámbitos más desfavorecidos del litoral con lo cual la generalización de la oposición litoral-interior desde el punto de vista demográfico no es del todo ade- cuada, espacios que por su posición marginal dentro de sus territorios municipales o por condiciones específicas tienen ese comportamiento distintivo. En este período, conocen pérdidas demográficas más de un 87 por cien de los espacios parroquiales de Galicia y más de un 56 por cien lo hacen con valores por debajo del 20 por cien de sus efectivos. Como se aprecia en el cuadro adjunto, donde se cuantifican con detalle estas circunstancias, aunque esto afecta especialmente y de forma contundente a las provincias de Lugo y Ourense, también las provincias occidentales se ven afectadas en esos territorios comentados.

A modo de ejemplos puntuales de lo que acabamos de comentar baste recordar algunas cifras que muestran este desajuste. Por ejemplo, en diversos municipios diná- micos entre 2000 y 2015 como Carballo (+10,7 por cien), Ordes (+6,9 por cien) (A Coruña), Caldas de Reis (+4,1 por cien) (Pontevedra), Foz (+3,4 por cien), Ribadeo (+9,9 por cien) (Lugo) o Allariz (+17,3 por cien), O Barco de Valdeorras (+7,8 por cien), Xinzo de Limia (+4,6 por cien) u O Carballiño (+12,6 por cien) (Ourense), es solo la parroquia que incluye a la vila capital la que presenta verdaderamente dinamismo demográfico, pues el resto de los espacios parroquiales sufren pérdidas, en ocasiones bastante seve- ras; por ejemplo, en Carballo la parroquia de la capital conoce un incremento de +31,6 por cien, en Ordes un +25 por cien, en Ribadeo un +32,5 por cien, en Allariz, un +52,9 por cien o en Xinzo de Limia un +20,9 por cien. Por el contrario, hay términos muni- cipales regresivos en el mismo lapso, donde sin embargo la parroquia que incluye a la capital es dinámica pero no tiene el suficiente empuje para sostener el crecimiento de todo el ayuntamiento: Arzúa conoce un incremento negativo del -9,6 por cien en tanto la parroquia de la capital conoce un crecimiento del +15,1 por cien; Melide un -10,7 por cien y un +6,2 por cien; Santa Comba un -11,8 por cien y un +21,1 por cien, respectivamente; en estos tres casos hablamos de tres municipios interiores de la pro- vincia de A Coruña caracterizados por sus actividades rurales y con unas capitales que se han configurado en las últimas décadas como cabeceras comarcales de servicios al medio rural que son su razón de ser y de su relativa pujanza. En Lugo, en la costa norte, Xove pierde un -5,6 por cien de sus efectivos en tanto la feligresía de la capital sube un +41,2 por cien. En Ourense, Ribadavia pierde un -7,2 por cien y la capital se incrementa en un +1,4 por cien. Y en Pontevedra, dos municipios del interior, próspe- ros por el desarrollo de actividades industriales con base en el aprovechamiento de sus potencialidades endógenas a la par que poseedores de destacadas cabeceras comar- cales con una notable expansión urbanística en las últimas décadas ofrecen idéntico comportamiento: en tanto A Estrada pierde un -5,7 por cien de sus efectivos, sobre todo en los amplios territorios parroquiales de sus ámbitos rurales, la capital aumenta un +20,9 por cien, y en Lalín ocurre algo parecido con un -0,8 por cien y un +30,9 por cien respectivamente. Los efectos de la “migración en cascada”, ya aludida (Saco, 2010), esto es, el éxodo del rural a las capitales municipales, primero, y comarcales después, como etapa hacia la ubicación definitiva en las capitales provinciales o en las ciudades más prósperas del litoral, quedan por lo tanto de manifiesto de diversas maneras y con distintos modelos, sin perjuicio de que se puedan producir retornos ocasionales de personas que se van a convertir en “población vinculada” o fenómenos, no generalizados ni masivos, de “neorruralismo”.

Nota: 1, crecimiento; 2, decrecimiento hasta el -9,9%; 3, decrecimiento del -10 al -19,9%; 4, decre-cimiento del -20 al -49,9%; y 5, decrecimiento del -50% y más.
Fuente: INE. Base cartográfica: Torres Luna y Pazo Labrador (1994). Elaboración propia.Si nos ceñimos a un lapso temporal más reciente y limitado, el que va desde 2010 a 2015, podremos ver si las tendencias son estructurales y por lo tanto si se per- petúa esa dinámica y apunta un comportamiento más o menos duradero en el futuro. En primer lugar, las cifras de pérdidas, como parece lógico, se atenúan algo en las pro- vincias orientales y se acentúan ligeramente en las occidentales.

De esta manera, en este período las provincias occidentales ven incrementarse el número de espacios parroquiales que conocen pérdidas de hasta el -9,9 por cien, al igual que las orientales, aunque estas en menor medida. En el cuadro adjunto pode- mos apreciar la cuantificación de estas circunstancias: aunque en el total de Galicia son más las parroquias que crecen en este período, se incrementan notablemente las que pierden en valores de hasta el -9,9 por cien, y son especialmente llamativas las cifras de las provincias de A Coruña y Pontevedra.

Esto puede ser un indicador de que, además de perpetuarse las tendencias ante- riores, el despoblamiento se generaliza a sectores más amplios que quedan ocultos en la escala municipal, y que en la cartografía parroquial se visualizan con más claridad como es el caso de lo que ocurre en los ámbitos litorales de las Rías Baixas coruñesas y pon- tevedresas. Siguen resistiendo las áreas urbanas y periurbanas occidentales, pero las pér- didas, aunque en valores no muy elevados, también les afectan. Pero el rural profundo y la “montaña” perpetúan las tendencias lo cual nos lleva a pensar, como apuntábamos, en un proceso estructural de difícil reversión. Lo mismo cabe referir de las parroquias capitales que citábamos antes en determinados espacios “pujantes”. También se perpe- túan las tendencias en lo que se refiere al desajuste entre el comportamiento de los espacios municipales y parroquiales, algo válido, aunque con valores menos marcados, para los ejemplos puntuales que analizamos anteriormente.
Revisando la cartografía a escala municipal, cabe recordar que en este último lapso temporal (2010-2015), los municipios que ven crecer sus efectivos son en toda Galicia 44, frente a los 79 que lo hacen entre 2000 y 2015, con lo cual las tendencias no hacen más que confirmar la grave situación que estamos apuntando. En cualquier caso, la comparación de las cartografías a ambas escalas, creemos que es lo suficien- temente significativa para mostrar los procesos de reconfiguración territorial que, desde el punto de vista demográfico, conoce Galicia en lo que va de siglo XXI pero que se iniciaron ya en la segunda mitad del XX: amplios espacios de la Galicia interior, rural y “de montaña”, sumidos en un proceso acelerado de despoblación y desertificación demográfica, salvo excepciones puntuales, frente a un Eje Atlántico litoral que con- centra lo esencial del crecimiento, donde un eje de comunicaciones, la autopista AP- 9, se convierte en una suerte de avenida interurbana que conecta y canaliza el dinamismo socioeconómico. Pero este eje tiene un desarrollo limitado, como se puede apreciar, pues los procesos de despoblamiento afectan también a amplios espacios de las provincias occidentales, lo cual genera unos desequilibrios y una brecha cuyas con- secuencias no son deseables desde el punto de vista de un desarrollo territorial armó- nico y equilibrado.
Conclusiones
A finales de la década de los sesenta del pasado siglo, X. M. Beiras, en el marco interpretativo del “atraso económico” de Galicia, sentenciaba que “mientras en Galicia aún falta por saber del primer núcleo de pocas docenas de habitantes que se haya quedado desierto, en Castilla la Vieja o Aragón son ya muchos los pueblos de varios cientos de habitantes que están vacíos de todo. Lo que quiere decir que es más viable un núcleo de población gallego diez veces más pequeño que un núcleo castellano o aragonés” (Beiras, 1969: 179-180). Como él, muchos creyeron, y creímos, que esta situación se iba a perpetuar, al caracterizarse Galicia por un modelo de poblamiento rural funcional y perfectamente adaptado el medio. La realidad nos sacó del ensueño relativamente pronto y sobre todo demostró en las últimas décadas que aquello era una mera ilusión. La funcionalidad del modelo de asentamiento disperso de la pobla- ción en entidades, ha cambiado sobrepasada por una nueva lógica territorial determi- nada por el desarrollo de la urbanización y la aglomeración, y el despoblamiento y el abandono de núcleos ha avanzado a un ritmo imparable y preocupante. Las más de1.500 entidades singulares de población abandonadas (de las más de 30.000 que registra el Nomenclátor en Galicia) y las cerca de 4.000 que son candidatas ciertas a serlo en muy breve plazo (Pazo Labrador y Moragón Arias, 2013), así lo atestiguan. Como también hemos comprobado en otras ocasiones, el proceso de dinámica “demo- tanásica” se corrobora con la evolución menguante de las densidades de población, en un reparto muy parecido al que nos ofrece el análisis.
En este artículo hemos intentado hacer “pedagogía territorial” del despobla- miento, un problema real, dramático, percibido por las autoridades y por los medios académicos y de comunicación, pero que parece que no está lo suficientemente inte- riorizado por los gallegos. Nuestra intención fue mostrar la existencia de un proceso de demotanasia que abocará inevitablemente a una situación real de demotanasia en buena parte del territorio a corto o a medio plazo. El empleo de diversos indicadores significativos nos ha revelado una realidad de envejecimiento y de agotamiento demográfico generalizado en buena parte del territorio regional. Para visualizarlo hemos utilizado la cartografía, el lenguaje del geógrafo, y hemos puesto en valor la escala parroquial, como elemento de análisis espacial dotado de una gran homogenei- dad geográfica y por ello con una utilidad práctica innegable. Centrándonos en la dinámica reciente de la población, visualizamos un proceso que acentúa la brecha demográfica entre el litoral y el interior, y que diseña áreas ganadoras y áreas perde- doras en el ámbito socioeconómico. Hemos visto cómo la escala municipal y la escala parroquial ofrecen desajustes en los aspectos de la evolución demográfica analizados, que conviene tener muy en cuenta, en nuestra opinión, a la hora de abordar una eficaz gestión territorial, y esto muchas veces se ha olvidado. Que un 75 por cien de los municipios de Galicia pierdan población entre 2000 y 2015, y un 39,3 por cien lo hagan en más de un -20 por cien, son cifras que deben completarse y matizarse inelu- diblemente con el hecho de que un 87,4 por cien de los espacios parroquiales (escala inframunicipal, por lo tanto) pierdan efectivos en el mismo lapso temporal y un 56,8 por cien de ellas lo hagan por debajo del -20 por cien.
El proceso de despoblamiento es, por lo tanto, un proceso más generalizado todavía en el territorio de lo que la escala municipal nos permite apreciar. Y es un pro- ceso grave, catastrófico, que hay que conocer bien para poder corregirlo o evitar sus más nefastas consecuencias. En este sentido somos bastante pesimistas a la luz de unos datos que nos confirman que Galicia es un territorio profundamente desequili- brado.
Somos conscientes de que en los procesos de despoblación no todo lo explica la demografía, como se ha recordado muchas veces desde diversos ámbitos académi- cos, que la economía y otros aspectos sociales y sociológicos tienen mucho peso como factores desencadenantes, pero la comprensión de la dinámica demográfica permite entender lógicas territoriales bien definidas. Profundizar en la difusión y comprensión de este proceso de demotanasia regional, demanda acudir a los estudios de caso a escala municipal, parroquial o de entidad, con análisis biográficos y de casuísticas concretas para comprender, a ras de suelo y más allá de los fríos datos estadísticos, por qué se abandona el medio rural gallego y qué es lo que explica las nuevas lógicas territoriales. Aquí nos hemos erigido en “notarios” del proceso para hacer “pedagogía territorial” del despoblamiento; son los poderes públicos los que, a la luz de los datos, deben tomar la iniciativa e implementar las soluciones a esta “catástrofe”.
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