Resumen: Este trabajo compara la movilidad social en Buenos Aires y Montevideo en un período de 50 años, en base a las encuestas de movilidad social más antiguas y más recientes en cada una de ellas. La comparación se restringe a hombres jefes de hogar, porque fueron los únicos incluidos en los datos más antiguos. No obstante esta limitación, la comparación es útil para próximos estudios porque sienta resultados para modelar datos. Los datos recientes provienen de la encuesta EMOTE2 para Montevideo y de la ENES 2012 del proyecto PISAC para Buenos Aires. Los datos de la movilidad circa 1960 provienen de ICPRS para Buenos Aires, y de trabajos de la época para Montevideo, que permitieron completar tablas y distribuciones por medio de Iterative Proportional Fitting. Se reseñaron las hipótesis de la época y las más recientes sobre estas ciudades, y se las encausó dentro de la discusión contemporánea que analiza la movilidad social, que se enfoca especialmente en la asociación entre orígenes de clase, logros educativos, y clase actual. Por medio de modelos loglineales se exploraron las hipótesis sobre la fluidez constante, la desigualdad de oportunidades educativas, y el retorno del capital educativo Se verificaron cambios y tendencias divergentes en la movilidad y la reproducción de clases entre las dos ciudades La desigualdad de clase sigue dominando la movilidad social, Pero entre ambas fechas se registra una mayor fluidez social en Buenos Aires que en Montevideo. Es notorio el efecto de la desigualdad de clase a través de cómo se distribuye y recompensa el logro educativo. No se advierte un avance sustantivo de la meritocracia, y parte del problema es la no correspondencia de logro educativo y posición de clase actual. Las conclusiones contribuyen a una secuencia de estudios comparativos de que está desarrollando INCASI. Los resultados se interpretan como contrapunto y diálogo con las corrientes internacionales recientes.
Palabras clave: Movilidad Social, Clases Sociales, Uruguay, Argentina.
Abstract: This work compares social mobility in Buenos Aires and Montevideo over a period of 50 years, based on the oldest and most recent social mobility surveys in each of them. The comparison is restricted to male heads of household, as they were the only ones included in the oldest data. Notwithstanding this limitation, the comparison is useful for future studies because it provides results for modeling data. Recent data comes from the EMOTE2 survey for Montevideo and the ENES 2012 of the PISAC project for Buenos Aires. Mobility data circa 1960 comes from ICPRS for Buenos Aires, and from works of the time for Montevideo, which allowed completing tables and distributions through Iterative Proportional Fitting. The hypotheses of the time and the most recent ones about these cities were reviewed, and they were channeled within the contemporary discussion that analyzes social mobility, which focuses especially on the association between class origins, educational achievements, and current class. Using loglinear models, hypotheses about constant fluidity, inequality of educational opportunities, and the return of educational capital were explored. Divergent changes and trends in class mobility and reproduction between the two cities were verified. Class inequality continues to dominate social mobility, but between both dates there is greater social fluidity in Buenos Aires than in Montevideo. The effect of class inequality is notable through how educational achievement is distributed and rewarded. No substantive advance of meritocracy is noted, and part of the problem is the mismatch of educational attainment and current class position. The conclusions contribute to a sequence of comparative studies that INCASI is developing. The results are interpreted as a counterpoint and dialogue with recent international trends.
Keywords: Social Mobility, Social Classes, Uruguay, Argentina.
Artículos
La movilidad social en Buenos Aires y Montevideo de 1960 a 2012
Social mobility in Buenos Aires and Montevideo from 1960 to 2012
Recepción: 01 Julio 2020
Aprobación: 17 Junio 2022
El objetivo del análisis de la movilidad social coincide con el análisis del desarrollo de una sociedad, saber cómo está conformada su estructura de clases sociales, y qué oportunidades de cambio ha brindado a sus habitantes esa estructura.
Nuestro objetivo general en este trabajo es medir y concluir sobre la movilidad social para los hombres jefes de hogares en las ciudades de Buenos Aires y Montevideo entre 1960 y 2012. Este objetivo se enmarca en el análisis de las hipótesis usuales que se derivan del “triángulo OED”, que proponen un examen de la movilidad social entre clase de origen y clase actual o destino, articulado con los efectos de la clase de origen sobre el logro educativo, y el efecto del logro educativo sobre la clase social actual.
Para ello cumplimos con varias tareas, recuperar los pronósticos y datos de cada época, y contrastarlos en el marco de las formulaciones teóricas internacionales más recientes.
La motivación que originó este trabajo se remonta a nuestra tesis de doctorado y se sustenta investigación reciente. En nuestro libro de 2009 sobre la movilidad social en Uruguay, que corresponde a esa tesis, en su capítulo 5, reunimos y comparamos los resultados de la Encuesta de Movilidad Social que hizo el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de la República para Montevideo en 1959, con los resultados de la encuesta que nosotros hicimos en 1996, en el mismo Instituto, para toda la Población Económicamente Activa (en adelante PEA) de Montevideo (Boado, 2009; 2016). También recientemente publicamos resultados de un análisis comparativo sobre la movilidad social actual de hombres y mujeres en las ciudades de Buenos Aires y Montevideo (Boado y Fachelli, 2020).
Las preguntas que nos mueven se originan en los trabajos previos mencionados, y se adaptan a un lapso mayor de tiempo: ¿Se incrementaron las chances de movilidad social, y se redujo el efecto de clase social de origen en 50 años en Montevideo y Buenos Aires? ¿El desarrollo del sistema educativo redistribuyó oportunidades en las nuevas generaciones y sustentó la movilidad social? ¿Experimentan los habitantes actuales el mismo nivel de desigualdad de oportunidades de hace 50 años?
Disponemos de 4 muestras, dos para Montevideo (1959 y 2010), y dos para Buenos Aires (1960 y 2012). Son años cercanos entre sí, y las metodologías fueron semejantes, muestras de hogares por manzana, según afijación proporcional, con entrevistas cara a cara, con historias laborales completas de los hombres jefes de hogar (Germani, 1961a, Boado, 2009, Maceira, 2015).
Si bien en el lapso 1959-2012 el papel de los hombres y mujeres en los hogares, en el mercado de trabajo, en la educación, en los ingresos y en la sociedad toda, han cambiado, el alcance de nuestro trabajo se limita a los primeros por varios motivos metodológicos. Por un lado, sólo se dispuso de datos agregados referidos a hombres jefes de hogares para Montevideo en 1959 y Buenos Aires en 1960, en materia de origen social de clase, clase social del entrevistados, nivel educativo del jefe de hogar del entrevistado. Sobre las mujeres jefas de hogar, que las había, aunque en proporción muy menor a la de jefes hombres en Buenos Aires, carecimos de cualquier información para Montevideo. Por lo tanto, debimos enfocar el estudio sólo para lo comparable: hombres jefes de hogar en ambas ciudades. Y debimos usar sólo microdatos de hombres jefes de hogar para Montevideo en 2010 (EMOTE22) y para Buenos Aires en 2012 (ENES/PISAC/ MINCYT3).
En consecuencia, el trabajo de análisis comparativo que se efectúa sólo alcanza a un subconjunto de las PEA de Buenos Aires y Montevideo: los hombres activos jefes de hogares que tienen los datos completos más antiguos.
No obstante esta limitación, el trabajo mantiene su utilidad para trabajos comparativos futuros, porque permitiría establecer la discrepancia o convergencia de los procesos que afectaron, y afectan, a hombres y mujeres, en ambas ciudades. Algo en lo cual ya hemos avanzado en nuestros trabajos mencionados previamente.
Con las encuestas de movilidad se cubre un período que va de 1959 a 2012; y desarrollamos un procedimiento semejante al aplicado por varios autores y nosotros mismos4, que es reunir encuestas comparables por muestreo semejante, para examinar todos los efectos propios de las generaciones y de los períodos históricos. En nuestro caso, las muestras están separadas entre sí por un lapso suficientemente largo como para que las generaciones de cada muestra no se sobrepongan. Un aspecto no menor ya que permite tratarles como cohortes independientes y sucesivas, y a la vez considerar los efectos período de manera precisa.
Finalmente, dejamos claro que desarrollaremos el objetivo general impulsados por dos finalidades. Por un lado, nos interesa analizar los datos a la luz de las hipótesis actuales del concierto internacional, siguiendo el ejemplo que precisaron Gil-Hernández, Marqués-Perales y Fachelli (2017), sobre la movilidad social, la fluidez constante, la desigualdad de oportunidades educativas, los retornos de capital educativo y el efecto de largo plazo de la educación. Y, por otro lado, contrastaremos la vigencia de los antecedentes propios de la región rioplatense sobre movilidad social y educación durante el período a partir de aportes de autores locales que escribieron durante el período.
Las siguientes tres figuras exhiben las tendencias históricas entre 1950 y 2010, del Producto Bruto Interno (en adelante PBI) per cápita (Figura 1), de la distribución sectorial de la PEA (Figura 2) y de los años promedio de educación de toda la población, para Argentina y Uruguay (Figura 3). Los datos están elaborados a nivel país, y si bien esto descentra en cierta manera los fines heurísticos específicos referidos a las dos capitales de los países, hay motivos evidentes en lo histórico, lo cultural, lo geográfico, lo demográfico, y el desempeño económico, que destacan cierta convergencia y no pueden soslayarse. Los datos utilizados provienen de importantes centros de producción de datos de varios proyectos históricos económicos de largo aliento56.
Una primera mirada a las tres figuras advierte que en el período 1950-2010: se duplicó el PBI per cápita en ambos países; avanzó la desindustrialización y la terciarización de la PEA; y se duplicó la cantidad de años de la formación educativa de la población. Son cambios importantes que han acompañado a la movilidad social en muchos países. Pero, actualmente en las ciencias sociales se sabe que: aunque crezca el PBI per cápita ello no significa que mejore la distribución del ingreso; que no obstante se desruralice y se desindustrialice la composición de la PEA, esto no equivale a una expansión infinita de la clase media; y que a pesar de que se duplique el promedio de años de escolarización, esto no equivale a un aprovechamiento equitativo de las oportunidades educativas (Shavit & Blossfeld, 1993; Breen, 2004; Solís & Boado 2016).
Pero mejor reparemos en algunos hechos. Hacia fines de los años 50’ del siglo XX, Uruguay y la Argentina tenían modelos económicos agroexportadores y de industrialización sustitutiva de importaciones, como consecuencia de la restructuración global operada desde la crisis de 1929. En parte siguieron abasteciendo la demanda de materias primas de mundo noratlántico, y en parte debieron recíprocamente cerrar sus economías, para desarrollar sus industrias y la extracción de minerales. Y se prepararon, sin haber sufrido la segunda guerra mundial, para el nuevo reposicionamiento internacional de países que implicó la reconstrucción de Europa bajo nuevas condiciones, el fin del colonialismo europeo occidental en todo el planeta, y la emergencia del comunismo como conjunto económico y político.
Las condiciones de la reconstrucción del orden económico internacional desde Bretton Woods fueron poco favorables para Uruguay, que era muy dependiente de exportaciones de productos primarios, carecía de petróleo y minerales, y tenía un mercado interno varias veces menor que la Argentina. Por su lado, las características de la Argentina le permitieron sin esquivar crisismantener un PBI per cápita de manera más duradera que a Uruguay. Y buena parte de la brecha que advierten los datos entre ambos países, fundó la fuerte emigración desde Uruguay a la Argentina en los años 60, 70 y 80 del siglo XX (Figura 1).
Uruguay no tuvo el desarrollo industrial de la Argentina durante el período de la industrialización sustitutiva de importaciones, y de allí que su desindustrialización fue precoz, y tan veloz como la desruralización (Figura 2). Por lo cual siempre estuvo presente una avanzada terciarización de la PEA, convergente con elevados niveles de urbanización. Téngase presente que hacia 1960, el 47% de la población de Uruguay vivía en la ciudad de Montevideo, y en 2010 era el 43%. No era esa la proporción de Buenos Aires respecto del total del país.
El advenimiento de la educación primaria fue tan temprano en Uruguay como en Argentina (Errandonea, 2014; Otero y Corica, 2017). Pero el impulso público tuvo escaso efecto en los niveles educativos medios y superiores hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando la inversión en políticas educativas se tornó una tendencia internacional. Allí vemos que en un lapso más largo que para otros ejemplos internacionales, el nivel formativo, expresado en los años de educación, estuvo condicionado por lo económico y por los distintos tipos de migraciones, y logró sólo duplicarse y pasar de 4 a 9 años de formación. Véase el promedio del resto de Sudamérica, que partió de niveles más bajos y en el mismo lapso prácticamente alcanzó a Uruguay (Figura 3).
Por ello, cobra importancia interrogarse sobre cómo se comportó la movilidad y la reproducción social de los hombres jefes de hogar en Montevideo y Buenos Aires en los 50 años que transcurrieron desde que se realizó la primera encuesta de movilidad en cuatro ciudades de Sudamérica (Rio de Janeiro, Santiago de Chile, Buenos Aires y Montevideo, proyecto de CLICSO en 1958, ver Germani 1961a). Y contrastarlas con las mejores muestras actuales disponibles.
Fuente: Barro y Lee (2018): http://www.barrolee.com/.
El análisis sobre la movilidad social siempre estuvo vinculado en América Latina a los estudios sobre el desarrollo social y el crecimiento económico. Es un rasgo fundacional de la sociología latinoamericana. Y tuvo un desarrollo paralelo al contexto internacional de la disciplina hasta fines de los años 60’ del siglo XX. Pero como señalaron Solís y Boado (2016), es una tradición de investigación y reflexión interrumpida entre los años 70’ y 90’ del siglo XX, como consecuencia de los conflictos políticos que afectaron a muchas sociedades sudamericanas en ese período. Entonces, puede advertirse dos épocas en los estudios de movilidad social en América Latina, con contenidos distinguibles y con interacciones hacia el sistema internacional, una época de los años 60’ y 70’. Y otra posterior que se inició a comienzos del siglo XXI y se ha consolidado.
De la primera época hay numerosos aportes, pero en este punto sólo nos referiremos a los que conducen directamente a los objetivos de este trabajo y que enfocan sólo a estos dos países y sus ciudades capitales. Estos aportes no por casualidad se entrelazaron en proyectos de investigación conjuntos a través del CLICSO7, en 4 ciudades de Sudamérica.
Germani, realizó varios trabajos sobre estratificación y movilidad social en Argentina y hasta sobre políticas para promoverla. El más completo se publicó en 1963, como un anexo del trabajo de Lipset y Bendix sobre la movilidad social en la sociedad industrial, en su edición argentina.
El autor abordó el análisis de la estructura y movilidad social en Argentina en varias facetas, y utilizó varias fuentes de datos, entre las que estuvo la encuesta de movilidad de Buenos Aires de 1960. Para nuestros fines nos limitaremos a las conclusiones y aportes que guardan relación con dicha encuesta, porque es la que aquí utilizamos, y no a todas las conclusiones de esa obra porque rebasa los límites de este trabajo.
Germani situó a la Argentina como una sociedad que experimentó un importante volumen movilidad social en un período sumamente largo. Con un primer momento de importante movilidad social ascendente de inmigrantes internacionales8, y en un segundo momento, más reciente, de movilidad social de migrantes internos, de contexto rural hacia las ciudades. Estos datos le hicieron concluir sobre la alta y prolongada movilidad social bruta, y sobre la importancia de la movilidad estructural y la circulatoria. En consecuencia, muchas personas habían cambiado de clase su clase de origen y de destino. Para dar cuenta de la sobreoferta de aspirantes a la movilidad ascendente, consecuencia de la natalidad diferencial de las clases sociales, y de las migraciones internacionales, aplicó el concepto de movilidad demográfica. Y luego aportó el concepto de movilidad social transicional, que resumía lo súbito del proceso histórico de movilidad social, porque en cada etapa migratoria indicada, prácticamente en una generación cambiaba visiblemente la estructura de las clases sociales en la Argentina. Y así se pasó de una sociedad predominantemente rural, agroexportadora y tradicional, a una de tipo industrial, urbana y moderna.
Germani (1961) confiaba en el poder transformador de la educación, que debía ser el soporte para la movilidad social general, porque no era sólo la forma de dotar de conocimientos a la población, sino el medio impulsar nuevas mentalidades necesarias para arribar a la modernidad. Así habría ocurrido en Europa y USA.
Pero, como consecuencia de la movilidad transicional, Germani advierte, ya en esa época, que podría en Argentina haber un desencuentro entre la movilidad social y la educativa. Este aspecto le preocupó porque podría estar gestando un conflicto, si las posiciones de las clases tradicionales se impusieran a las clases renovadas por la movilidad social general, y se bloqueara la meritocracia propia de la industrialización. Esta reflexión le acompañará hasta sus últimos años, porque comenzó a medir evidencia que la movilidad educativa no pagaba en movilidad social, no habría correspondencia meritocrática. Veremos que este tema corresponde a los retornos de capital educativo, y sigue vigente.
Labbens y Solari (1964) con datos de la encuesta de movilidad de 1959 para Montevideo, examinaron la movilidad social clase en varias estimaciones. Tenían menos fuentes secundarias que Germani para corroborar sus resultados, pero concluyeron en que la sociedad montevideana también había experimentado una importante movilidad social total. Uruguay a inicios de la década de 1960 concentraba 47% de su población en Montevideo, lo que refrendaba el importante peso de la inmigración internacional y de la migración campo ciudad, como en Buenos Aires. Crecieron mucho las clases asalariadas a todo nivel ocupacional. Pero, producto del estancamiento del crecimiento económico dependiente de la exportación de materias primas, desde fines de los años 50’, los autores concluyeron que la movilidad ascendente encontraría bloqueos, y en general la movilidad social se reduciría por todo concepto.
Solari, Campiglia y Prates (1967), coincidían con la tendencia general internacional de que la educación era importante para la movilidad social intergeneracional, pero según observaron en Montevideo con los mismos datos de 1959, no todos obtendrían movilidad social con ella. Señalaron que el acompasamiento de educación y ocupación puede tener resultados inesperados. Así la relación del crecimiento económico con la educación no sería inequívoca como se entendía había sido en Europa. Según los contextos geográficos de socialización de Uruguay, advirtieron que la educación no siempre condujo a ocupaciones de similar nivel. Infirieron que el estancamiento económico que imperaba en los 60’s podría conducir a una sobre educación de la población, y esto llevar a la incongruencia de status, porque muchos no hallarían ocupaciones del nivel de sus estudios.
Iutaka (1963) fue el único investigador que comparó Montevideo y Buenos Aires, con los mismos datos que Germani y Solari, centrando su atención en la movilidad social y educativa. Arribó a dos conclusiones. Por un lado, la mayor asociación de educación lograda y clase social de origen que observó en Montevideo respecto de Buenos Aires, haría más cerrada y más reproductiva a la primera ciudad respecto de la segunda. Y por otro, halló que en ambas ciudades la desigualdad de clase y de oportunidades educativas era estable y no disminuía significativamente entre las cohortes estudiadas.
En resumen, Germani y Solari y sus colaboradores, señalaron que Buenos Aires y Montevideo, eran ciudades con importantes procesos de movilidad absoluta, en especial, ascendente, pero que esos procesos podrían bloquearse. También coincidieron en advertir que la educación lograda crecía, y era imprescindible para sostener el proceso de desarrollo, pero no siempre se acompasaba con los logros ocupacionales que se observaron en Europa. Iutaka (1963) indicó que la movilidad social a partir de las tasas absolutas era ligeramente más amplia en Buenos Aires que en Montevideo; y que la desigualdad de oportunidades educativas también mostraba ese patrón.
En años más recientes Solís y Boado (2016) impulsaron un estudio comparado sobre estratificación y movilidad de clase en América Latina9, que reunió a investigadores de Argentina, Brasil, Chile, México, Perú y Uruguay10. Sobre el conjunto de los países concluyeron varias cosas. Había una notoria heterogeneidad de las estructuras de clases, indicada por el contraste entre Perú, el país más predominantemente agrícola, y el resto de los países, que tuvieron mayor urbanización y expansión de la industria. Por ello encontraron altas tasas de movilidad absoluta, de similar tamaño a algunos países europeos. Por otro lado, fue un rasgo común a todos los países latinoamericanos la menor expansión de las clases de servicio, no manual de rutina y de trabajadores manuales de alta calificación; y una mayor presencia de las clases de trabajadores manuales no calificados urbanos y agrícolas. Estos aspectos sostenían la menor proporción de oportunidades de movilidad hacia posiciones de clase más altas. Del análisis de la movilidad relativa indicaron cuatro conclusiones. Los niveles generales de fluidez social no diferían significativamente de los observados en los países de industrialización temprana. Argentina, Chile y México presentaron una mayor rigidez social, con mayor asociación general entre orígenes y destinos; y Brasil y Perú exhibieron mayores niveles de fluidez social, aunque no a lo largo de toda la estructura de clases. Y finalmente que todos los países les caracterizaba un patrón de movilidad social jerárquico, lo cual polarizó la movilidad social. Este último aspecto que señala una mayor distancia entre las clases sociales fue lo más disímil respecto a Europa de la época.
En esa misma obra, sobre Argentina Jorrat y Benza (2016), concluyeron que en Argentina de la fluidez social era constante para hombres y mujeres. Y como en muchos países del continente, las mujeres argentinas tuvieron movilidad social de clase absoluta y relativa de mayor magnitud que los hombres. Y éstos, por su parte, tuvieron mayor herencia de clase a nivel absoluto y relativo.
También en esa obra, Boado (2016), que trabajó sólo sobre Montevideo capital de Uruguay, pero reunió 2 muestras de 1996 y 2010, concluyó que en ese período, la fluidez constante aplicó mejor a los hombres que a las mujeres, porque éstas exhibieron muy amplia movilidad absoluta. Asimismo, advirtió una convergencia en la movilidad relativa entre hombres y mujeres en 2010, diferente a la observada en 1996. Este resultado lo atribuyó a una elongación de las diferencias entre de clases de origen y destino similares para ambos sexos.
Jorrat y Boado prosiguieron trabajando sobre sus países incorporando el efecto de la educación sobre la movilidad social. Jorrat (2014) en un trabajo comparativo sobre varios países, examinó en profundidad la desigualdad de oportunidades educativas de los hombres en Argentina. Sin bien anotó una importante movilidad educativa a nivel absoluto, en el análisis de asociación concluyó que los orígenes sociales tenían un efecto más pronunciado en los logros educativos de los entrevistados que los orígenes según nivel educativo de los padres. Boado y Rey (2018) en convergencia con Jorrat, también indicaron que las clases sociales de origen en Montevideo, hacia 2010, tuvieron efectos mayores sobre los logros educativos de los entrevistados, que los niveles educativos de los padres; y además estas eran estables a través de las generaciones. Estas conclusiones convergentes importan aquí, porque están en disonancia con las tendencias observadas en Europa.
Boado y Fachelli (2020) analizaron de modo comparativo Buenos Aires y Montevideo, con muestras posteriores al 2005 contraponiendo hombres y mujeres, en 3 cohortes. Concluyeron: que la desigualdad de oportunidades educativas según clase social de origen se ha mantenido constante en ambas ciudades y los dos sexos, a través de las cohortes; que los retornos educativos de clase señalaron también la asociación constante en ambas ciudades y para ambos sexos; y que mostró diferencias la relación clase de origen y clase de destino entre ciudades, y según sexo. No verificaron diferencias decrecientes en la asociación entre clase social de origen y clase actual según cada nivel educativo. De manera general los resultados sobre la movilidad no son llamativos, y la vigencia de la desigualdad de oportunidades educativas y de clases entre las ciudades pronosticada por Iutaka, no se verificó en la actualidad.
Los desarrollos en sociología sobre movilidad social, desigualdad de oportunidades, y retornos educativos, han sido competitivos y permanentes, desde la segunda guerra mundial, tanto en Latinoamérica como en las sociedades industriales de Europa y Estados Unidos. Por un lado, porque la confrontación de la guerra fría exigió resultados de desarrollo social y no sólo crecimiento económico; y por otro lado, porque la educación fue identificada internacionalmente como el mejor instrumento admisible y legítimo para mejorar la distribución del ingreso, y para el reconocimiento de capacidades y aptitudes laborales. De alguna forma crecimiento económico y educación resumían muchas acciones, que crecientemente se pusieron de manifiesto para mejorar el bienestar de los países, en una escala de confrontación discursiva y literaria nunca vista (Boado y Fachelli, 2020, op.cit).
Erikson y Goldthorpe (1992) propusieron una síntesis que todavía es fuente de inspiración para el desarrollo teórico e hipótesis sobre la movilidad social en las sociedades industriales. Distinguieron dos macro perspectivas: la tradición teórica liberal, y la tradición teórica de las desigualdades persistentes. La tradición liberal sostenía que en el mediano y largo plazo la movilidad social intergeneracional de clase, la movilidad intergeneracional educativa, y la equidad distributiva basada en la meritocracia, se alcanzarían con el funcionamiento de la economía social de mercado como asignador de recursos y oportunidades, y con el adecuado incentivo formativo de la mano de obra. La perspectiva de las desigualdades persistentes, es una tradición que surgió de la convergencia entre los estudios de movilidad social de clase y los estudios de la desigualdad de oportunidades educativas. Sobre la movilidad social de clase se sostuvo la fluidez constante, que es un patrón único e invariable de asociación de orígenes y destinos de clase a través de las generaciones a ello corresponde el modelo loglinear de asociación constante u homogénea. Dando un paso más concibieron al modelo de variaciones uniformes, para verificar si entre las generaciones de cada uno los países que analizaron podrían observarse tendencias monotónicas decrecientes de la asociación de orígenes y destinos, como prueba crucial de la tradición liberal. No hallaron sustento para ello, por el contrario, las tendencias observadas eran oscilantes entre generaciones, por lo que era preferible el modelo de asociación constante11.
Las investigaciones sobre educación en los años 60’, 70’ y 80’ en Europa y Estados Unidos señalaron que el aprovechamiento del sistema educativo era resultado de la desigualdad social y económica. Quienes tuvieran poco capital cultural de origen, como los hijos de las clases menos favorecidas, adquirirían pocos conocimientos en la escuela para su futuro laboral (Bourdieu, 2003); y también, permanecer mucho tiempo en el sistema educativo era un riesgo con pocas recompensas (Breen y Goldthorpe, 1997). Shavit y Blossfeld (1993), lideraron un estudio comparativo basado en datos de cohortes de un conjunto de países de Europa, Asia y América (12), y concluyeron que, pese a la masiva inversión en educación hasta esa fecha, la desigualdad de clase social de origen había persistido en el aprovechamiento de las chances educativas y en los logros ocupacionales a lo largo de las generaciones observadas.
A partir del trabajo de Breen (2004) sobre la movilidad social en Europa, y de Vallet sobre Francia (2004), los estudios de movilidad social dieron un vuelco que incorporó dos elementos: el papel de la educación y la reunión de muchas encuestas en cada país formando grandes conjuntos de datos.
Desde entonces la discusión sobre movilidad social ha dejado de restringirse a origen destino y cohorte para inscribirse en el triángulo de relaciones asociativas entre clase de origen, logro educativo y clase de destino “triángulo OED”. Este recurso simbólico permite ordenar las hipótesis de interés y repensar las formulaciones que sintetizaron Erikson y Goldthorpe.
De esa manera, el análisis de la fluidez constante que considera la asociación entre clase de origen y clase actual, es el lado OD; la desigualdad de oportunidades educativas, que considera los efectos del origen de clase social sobre los logros educativos es el lado OE; los retornos de capital educativo, que atiende a la correlación entre educación lograda y clase actual es el lado ED; y el efecto de la educación sobre el conjunto de la movilidad y herencia de clase, es el análisis completo del triángulo, que es denominado efecto composicional. Con este marco, Breen, Luijkxs, Muller y Pollack (2009), y también Vallet (2004 y 2017), basados en grandes conjuntos de datos que cubrían casi un siglo de observaciones, (13), concluyeron que el patrón asociativo observado entre clase social de origen, clase social actual y nivel educativo logrado, era decreciente entre las generaciones, que la movilidad social y la educativa se incrementaron, y que se debilitó el efecto del origen social sobre los logros educativos en varios países europeos. En Latinoamérica, no ha habido trabajos de semejante magnitud, aunque hay algunos avances notorios. Torche y Ribeiro (2010) analizaron Brasil con cuatro muestras entre 1973 y 1996, e intentaron verificar si la vigencia de la fluidez social era consecuencia de la expansión educativa generalizada, y de la apertura creciente de la educación superior -que sería consecuencia de efectos de cohorte-, o si los cambios en los retornos educativos de clase y la asociación de orígenes de clase y posición actual podrían interpretarse como efectos de período. Hallaron que en Brasil los efectos cohorte resultaron irrelevantes, mientras que los efectos de período indicaron una constancia de la desigualdad de clase de origen para con la movilidad social. Y también para con la desigualdad de oportunidades educativas -que se incrementóy para con los retornos educativos, que no prosperaron. Los autores concluyeron que los resultados eran consecuencia de las políticas sociales y educativas contradictorias y erráticas de Brasil.
Solís y Dalle (2019) compararon muestras actuales de Argentina, Chile y México, y se abocaron a explorar: si la educación medió en el efecto de los orígenes de clase sobre la clase actual, si hubo igualación de las oportunidades educativas, y si hubo atenuación del efecto origen los logros educativos. Mostraron que en los tres países el efecto directo de clase social de origen sobre la clase actual era menor que a través de la educación. Pero la igualación educativa no avanzó, y puso de manifiesto la persistencia de la desigualdad educativa, y el escaso avance de la meritocracia.
Adoptando elementos del razonamiento de los modelos aportados por Breen (2004) y Vallet (2004, 2017), Gil-Hernández, Marqués-Perales y Fachelli (2017) en su estudio sobre España enunciaron una secuencia de pruebas de hipótesis sobre las teorías de la modernización y la de las desigualdades persistentes, señalando con claridad sus fases en el triángulo OED, que resultó de utilidad para el desarrollo de este trabajo. Y este camino es importante para situar los resultados dispersos de Germani, Solari, Iutaka, Jorrat, Benza, Boado y Fachelli.
Siguiendo a Gil-Hernández, Marqués-Perales y Fachelli (2017), para el contraste entre hipótesis de las teorías de las desigualdades persistentes y de la modernización, especificamos dos modelos loglineales, el de interacciones homogéneas, conocido como asociación constante (o Constant Social Flux), y el de variaciones uniformes (o Unidiff), para cada lado del triángulo OED. Vallet sostiene que este proceder puede aplicarse a las relaciones entre clase social de origen y educación, entre educación lograda y posición de clase actual, y entre clase de origen clase actual y educación (2004).
En consecuencia, pueden identificarse cuatro situaciones teóricas que oponen hipótesis (ver Figura 4). La primera refiere a la movilidad social de clase, lado OD, que opone a la fluidez constante con la fluidez creciente; que podría incluir la dimensión temporal en función de las cohortes de nacimiento o los años de relevamiento. La segunda se refiere a la desigualdad de oportunidades educativas, lado OE, opone a la desigualdad persistente vs su reducción creciente, en los logros educativos. La tercera, apunta a los retornos educativos de clase, el lado ED, que opone la correlación entre formación, clase e ingresos vs el desajuste y la incongruencia de status. Y la cuarta, apunta al papel equitativo de la educación, en la medida que el acceso supere la disposición de clase, ofrece oportunidades a quienes se mantienen dentro del sistema educativo, sería todo el triángulo OED. Así es fácil percibir la oposición entre un resultado dónde la educación mantiene las diferencias de clase en la conformación de cada nivel educativo logrado, respecto del llamado efecto composicional, que indica el debilitamiento de las barreras en el acceso a la educación superior y por ende más heterogeneidad de orígenes en la formación superior.
Las conclusiones de Germani, Solari et al, e Iutaka, sobre Buenos Aires y Montevideo, se sostuvieron en un solo relevamiento en cada ciudad, y con excepción del esfuerzo de Iutaka, nunca fueron contrastadas las muestras entre sí, hasta el trabajo de BOADO y Fachelli (2020) con datos posteriores al año 2000.
Nuestras líneas de avance entonces tendrán tres direcciones: hacia el examen del volúmen y características de la movilidad social general en las ciudades; hacia el análisis de la asociación de orígenes y destinos de clase para verificar la rigidez o la fluidez en los componentes del triángulo OED en el tiempo en cada ciudad; y hacia el contraste de los componentes del triángulo OED entre las dos ciudades en cada año de observación.
Las hipótesis que se enuncian seguidamente encausan el trabajo comparativo entre Buenos Aires y Montevideo para examinar el tenor asociativo:
Los datos de movilidad social y movilidad educativa del primer período para Buenos Aires y Montevideo fueron relevados por la Encuesta de Estratificación y Movilidad Social que impulsó Consejo Latinoamericano de Investigaciones en Ciencias Sociales (CLICSO) en 4 ciudades de Sudamérica como anticipamos.
Los datos utilizados aquí para Buenos Aires y Montevideo en 1960 son de origen agregado, y las tablas de movilidad social que usamos provienen de la estimación por Iterative Proportional Fitting Algoritm (IPFA), siguiendo el método de Lomax y Norman (2016). Estimamos las tablas de movilidad social (OD), de desigualdad de oportunidades educativas (OE) y de retornos educativos de capital (ED) a partir de los datos que mostraron Iutaka (1963) y Labbens y Solari (1964), sobre movilidad social en las dos ciudades (14). Y se refieren exclusivamente a hombres jefes de hogar.
Los datos de Buenos Aires para 2012 provienen de la Encuesta Nacional de Estructura Social (ENES), que hizo el Programa de Investigación sobre la Sociedad Argentina Contemporánea (PISAC) para el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT) de la República Argentina. Es una muestra grande por afijación proporcional de toda la Argentina. De ella extrajimos el subconjunto de los hombres jefes de hogar para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (1030 casos)15.
Los datos de Montevideo 2010 los generó el Proyecto Encuesta de Movilidad Ocupacional y de Trayectorias Educativas (EMOTE2). Y son 883 hombres jefes de hogar y provienen de una muestra de 2021 hogares, por afijación proporcional a la distribución de la población activa en domicilios particulares de la ciudad de Montevideo, con al menos un activo en PEA, de cualquier sexo, y mayor de 18 años,
De ahora en más a efectos comparativos fijaremos dos fechas para ambas ciudades: 1960 y 2012.
El esquema de clase social utilizado para analizar ambas encuestas fue el de Erikson, Goldthorpe y Portocarrero (1979). En un primer paso se definieron las 11 clases habituales, luego se hicieron los ajustes de Solís y Boado (2016). Y en el segundo paso, considerando el tamaño de las muestras y la finalidad de desarrollar modelos loglineales para el análisis comparado de ambas ciudades, se prefirió colapsar las 11 clases EGP en 4 categorías de clases, como propusieron Boado y Fachelli (2020). Lo cual ofrece un sentido más “local” y convergente con los ingresos ocupacionales promedio: así reunimos a I, II, IVc, y IVa, como la clase más alta; las clases IIIa y IIIb como clase intermedia, las clases IVb, V y VI como la clase manual calificada, y a las clases VIIa y VIIb como la clase manual no calificada del campo y la ciudad.
El nivel educativo alcanzado por el entrevistado se definió en cuatro categorías: alcanzó Educación Superior (educación terciaria y universitaria, completa o incompleta), alcanzó Bachillerato (hasta bachillerato o pos-secundario, completo o incompleto), alcanzó Ciclo Básico Completo (hasta secundaria media completa o incompleta), y alcanzó Primaria completa (desde sin instrucción hasta primaria completa).
En consecuencia, contamos con 3 bases en formato tablas (de 4 por 4 categorías) por ciudad: clase de origen (O) y clase actual (D), clase de origen (O) y nivel educativo del entrevistado (E), y nivel educativo del entrevistado y clase actual (D). Cada tabla representa a uno de los lados del triángulo OED. Como fueron 2 años de relevamiento creamos un total de 12 tablas, 6 por cada ciudad.
Para analizar la evolución de cada ciudad reunimos los lados del triángulo a lo largo de los años de relevamiento (Variable Años=A). Y para analizar los rasgos comunes de las ciudades (Variable Localidad=L), reunimos a las ciudades en cada año según cada lado del triángulo OED.
Siguiendo la sistematización que aporta la Figura 4 que proviene de Gil et al (2017), las contribuciones indicadas de Germani, Iutaka y Solari, las tradiciones de teoría la liberal, de la fluidez constante y desigualdades persistentes, sintetizadas en las hipótesis enunciadas, desarrollaremos una secuencia de modelos loglineales. Estos permitirán analizar la movilidad social, la desigualdad de oportunidades educativas y los retornos de capital educativo, en cada ciudad en el tiempo y entre ellas en cada año.
Preferiremos la aplicación de 2 tipos de modelos loglineales, uno que indica la asociación constante, o estabilidad de movimientos y herencia entre las clases (modelos 1, 3, 5, 7, 9, y 11); y otro de variaciones uniformes que permite considerar la presencia de tendencias crecientes o decrecientes (modelos 2, 4, 6, 8, 10, y 12). OD, simboliza la asociación entre clase origen y clase social actual del entrevistado, la tradición liberal postula su debilitamiento, la teoría de la fluidez constante su estabilización, y las teorías anticapitalistas su empeoramiento. OE, simboliza la asociación entre clase origen y logro educativo del entrevistado, la hipótesis liberal supone su debilitamiento, y las teorías de las desigualdades persistentes su estabilización. ED simboliza la asociación de nivel educativo alcanzado por el entrevistado y clase social actual. La hipótesis liberal sostiene su fortalecimiento porque responde a la meritocracia. Las teorías de las desigualdades persistentes y de la fluidez constante no lo tienen claro, por un lado, sostienen su estabilización, y por otro su debilitamiento, porque la sobre oferta de calificaciones no permitiría a los empleadores seleccionar correctamente a los capacitados.
Para el análisis de OD en la misma ciudad en el período 1960-2012, se proponen:
Para el análisis de OE en la misma ciudad en el período 1960-2012, se proponen:
Para el análisis de ED en la misma ciudad en el período 1960-2012, se proponen:
Para el análisis de OD entre ciudades en el mismo año (1960 o 2012), se proponen:
Para el análisis de OE entre ciudades en el mismo año (1960-2012), se proponen:
Para el análisis de ED entre ciudades en el mismo año (1960-2012), se proponen:
Como se puede deducir se estimarán al menos 24 modelos. ¿Por qué no usar el modelo de independencia condicional? No es una hipótesis plausible, suele no ajustar a los datos, y no aporta a la comparación.
A continuación, presentamos las tablas 1 y 2, con las medidas descriptivas por ciudad y año para de la movilidad absoluta y las distribuciones de las variables clase de origen (O), clase actual (D) y nivel educativo (E).
En la tabla 1 vemos que tuvo lugar entre 1960 y 2012 una sensible variación en la movilidad bruta (ascendente y descendente) y en inmovilidad global de todas las clases sociales en Buenos Aires. Mientras que en Montevideo la movilidad bruta creció en menor medida y la inmovilidad disminuyó mínimamente. Lo que sugiere un período de importante movilidad social en las ciudades entre 1960 y 2012, pero con distintos fundamentos.
La tabla 2 nos presenta los porcentajes de las distribuciones marginales de las variables que usamos. Si consideráramos la disimilitud de orígenes y destinos, esta se redujo considerablemente en las dos ciudades, como consecuencia de la migración de mucha población de orígenes agrarios. Del cambio estructural en la distribución sectorial del empleo, cosas que ya vimos en figura 2. Y del cambio que introdujo la educación favoreciendo notoriamente los accesos a la enseñanza secundaria, postsecundaria y superior. Esto con mayor énfasis en Buenos Aires que en Montevideo. Un cambio esperable porque la menor instrucción predominaba en toda la estructura de clases y eso cambió. Nuevamente de modo más visible en Buenos Aires que en Montevideo.
En Montevideo la movilidad social fue más alta que en Buenos Aires en 1960, pero eso se revirtió en el período. En ambas ciudades vemos un avance en el acceso a todos los niveles educativos, pero la disminución en la desigualdad de oportunidades en el período parece más sostenida en Buenos Aires que en Montevideo.
La correspondencia entre educación y ocupación evolucionó de un año a otro, pero mostró mayor estabilidad en Montevideo que en Buenos Aires. En ambas ciudades preexistía un desajuste fuerte entre educación y ocupación como notaron Germani y Solari. Este proceso continuaría siendo más notorio en Buenos Aires que en Montevideo a lo largo del período.
La tabla 3 nos presenta los resultados de la aplicación de los modelos 1 a 6 para Buenos Aires de 1960 a 201216 El panel OD muestra que la asociación de clase social de origen y clase actual del jefe de hogar se debilitó en el período. El modelo de variaciones uniformes ajusta a los datos, y muestra la reducción del coeficiente phi. Se verifica una mayor fluidez, y la hipótesis de fluidez constante no aplica.
El panel OE mide la asociación entre clase social de origen y logro educativo del entrevistado, que también se debilitó entre 1960 y 2012 en Buenos Aires. Y aunque el modelo de variaciones uniformes no tiene un ajuste satisfactorio a los datos, la diferencia entre este modelo y el de asociación constante es significativa y clara, lo que le hace preferible.
El panel ED refiere al retorno del capital educativo, no hay avance en el tiempo hacia lo que podría parecer la meritocracia en Buenos Aires. Por el contrario, tiene lugar un debilitamiento de la correspondencia entre educación y clase actual. Da sustento a la incongruencia de status que preocupaba a Germani y a Solari, y que Kessler y Espinosa (2003) han sugerido.
En la tabla 4 vemos los resultados para Montevideo entre 1960 y 2012. Respecto de OD no ajusta el modelo de asociación constante, ni tampoco la hipótesis de variaciones uniformes decrecientes. No obstante, se percibe una disminución de la rigidez social, porque la diferencia entre uno y otro modelo es significativa, y es un resultado en favor de la movilidad social entre 1960 y 2012. Este resultado es inferior respecto de Buenos Aires, dónde la fluidez se incrementaba de modo notorio. Aquí dimos un par de pasos adicionales. Primero, al modelo de variaciones uniformes sólo le incorporamos los efectos de herencia de todas las clases, de manera parecida a como lo hicieron Erikson y Goldthorpe17. Y mejoró el ajuste de modo significativo (modelo 13). Entonces debe advertirse a que para Montevideo en el periodo hay un efecto del origen que refuerza la herencia18. En segundo lugar, ensayamos un modelo que establece de forma aditiva los efectos filas y efectos columnas, para capturar las distancias entre las clases, llamado RC I (modelo 14), y mantuvimos el efecto Herencia y la Variación temporal19. En el período 1960-2012 en Montevideo no hay una asociación constante, ni hay una tendencia simple entre años de observación, que sólo relaje la asociación de modo general. En particular, se observa creciente movilidad social, probablemente afín al debilitamiento de algunas fronteras de clase, pero no desaparece la resistencia de la reproducción de clases. Por lo que en el tiempo las ciudades tuvieron evoluciones disímiles para la movilidad social de los hombres jefes de hogar20.
La desigualdad de oportunidades educativas entre 1960 y 2012 disminuyó en Montevideo. Así lo indica la diferencia entre el modelo de asociación constante y el de variaciones uniformes, aunque este último ajusta plenamente. Nuevamente dimos dos pasos más, para capturar mejor los efectos de O y E. Efectivamente un modelo lineal de efectos fila y columna soluciona la cuestión. Hubo una reducción general de la desigualdad de oportunidades, pero el efecto fila transmite que no fue aprovechada equilibradamente, que hay segmentaciones de clase que no dejan de incidir en las preferencias educativas; el efecto columna incide en la disposición de accesos que no fue tan amplia como en Buenos Aires (modelos 15 y 16)2122.
Los modelos de asociación constante y variaciones uniformes no capturaron lo que ocurrió en Montevideo con los retornos de capital educativo. El cambio en L2 es mínimamente significativo como para sugerir que sólo pasa el tiempo. La diferencia es notoria con Buenos Aires. Pero, es importante indicar que no desentona con la leve disminución de la desigualdad de oportunidades de Montevideo. Por ello tiene sentido dar un paso más explorando los efectos fila y columna. El efecto fila no aporta gran mejora, pero sí el efecto columna. Así vemos la incidencia de un efecto clase actual sobre los logros educativos. Esto es importante, porque la mejora la perfomance del cambio temporal, no captura debidamente que son las ocupaciones las que prefieren a los niveles educativos, y no a la inversa. El proceso en el período general sugería un relajamiento leve de ED, y no lograba significación estadística; con el aporte del efecto columna hay una importante mejora que rescata el papel de la clase actual en los retornos de capital educativo23.
Hasta el momento vemos un relajamiento de la rigidez social entre 1960 y 2012 que incrementaría la movilidad social con mayor vigor en Buenos Aires que en Montevideo. Vayamos tercer bloque del análisis, donde se contrastan las ciudades en cada año en la tabla 5.
En 1960 en contra de lo que concluyó Iutaka (1963), y pese a que el modelo de variaciones uniforme no ajusta plenamente, el resultado señaló a Montevideo, como más fluida que Buenos Aires para los hombres jefes de hogar respecto de la relación entre O y D (modelo 7). Pero esta situación cambió sustancialmente hacia 2012, y los papeles se invirtieron. Montevideo resultó más desigual y menos fluida que Buenos Aires. Y en este caso hay ajuste pleno del modelo a los datos (modelo 8).
La desigualdad de oportunidades educativas también sostuvo evoluciones diferentes. A inicios de los 60’ la situación era similar entre las dos ciudades, mucha gente de cualquier origen social con muy poca educación (modelo 9). Con el paso del tiempo tuvo lugar un cambio, y pese a que el modelo no ajusta plenamente en 2012, la diferencia de la variación uniforme respecto de la asociación constante sí es significativa (modelo 10). Esto sugiere que en Montevideo los orígenes de clase condicionaron los logros educativos más que en Buenos Aires. Esto ayuda a pensar que la expansión educativa que vimos en la figura 3, sobre la evolución de los años de escolarización promedio de la población, se distribuyó más desigualmente en Montevideo que en Buenos Aires.
Quizás una de las claves esté en la evolución de los retornos de capital educativo. En ambos años de observación el modelo 12 ajusta a los datos de ambas ciudades, pero en direcciones diferentes. En 1960 Montevideo tenía menores retornos de capital educativo que en 2012. En Buenos Aires los retornos de capital educativo eran más notorios, y por tanto la desigualdad social más visible. Esto se invirtió completamente en 2012, y Montevideo resultó la más desigual de las dos ciudades; en proporción casi inversa a Buenos Aires. En ésta predominaría el debilitamiento de los retornos educativos de capital y la incongruencia de posición social (status); un resultado que anticipó Germani también fue señalado por Espinoza y Kessler (2003) recientemente.
El presente trabajo fue exploratorio y retomó el camino de experiencias previas al reunir datos comparables sobre la movilidad social en un período largo de tiempo. Actualmente varios autores comparan la movilidad en períodos largos, aunque reconocemos que con mejores y más grandes conjuntos de datos (Vallet 2017; Breen 2009). Esta primera aproximación a la comparación de la movilidad social de los hombres jefes de hogares de Buenos Aires y Montevideo, ciudades sobre las que se pregona un gran parecido, concluye que pueden haber tenido aspectos comunes, pero evolucionaron en diferentes direcciones entre 1960 y 2012.
La movilidad social intergeneracional que se observó en el período 1960 2012 en Buenos Aires y Montevideo creció y tendió a la fluidez. Pero, sólo en Buenos Aires ella fue más notoria y general, porque así lo indicó el modelo de variaciones uniformes. En Montevideo para el mismo lapso el resultado fue diferente. Por un lado, hubo relajamiento de la rigidez de las fronteras de clase, pero por otro lado mantuvo su vigencia la herencia de clase de origen, y es probable que ello sostenga un cierto estiramiento de la desigualdad entre clases. No obstante, la movilidad haya mejorado, esto sugiere que las distancias entre clases sociales siguen marcando diferencias y fronteras. Las hipótesis 1 y 4 referían a este asunto. No hay fluidez constante entre 1960 y 2012 sino fluidez creciente. En 1960 la movilidad social fue mayor en Montevideo, pero hacia 2012 los papeles se invirtieron para los hombres jefes de hogar. Las visiones de Germani, Solari e Iutaka, ya no se sostienen. Este resultado discrepa algo con lo que aportaron Jorrat y Benza, Dalle, y Boado y Fachelli, por dos razones. Por un lado, todos ellos cubrieron con sus cohortes un lapso más breve que nosotros. Y por otro, esos trabajos consideran el efecto competitivo de las mujeres en la PEA. Estas diferencias hacen factible que el efecto período sea más notorio en nuestro análisis. En otro orden, y dadas las limitaciones muestrales, hay que considerar que los trabajos de Solís y Boado (2020) anticiparon la plausibilidad de los modelos de filas y columnas para con la movilidad social de los países latinoamericanos, y este fue el caso.
La desigualdad de oportunidades educativas se debilitó en ambas ciudades a lo largo del período, y en ningún caso los modelos básicos propuestos ajustaron completamente a los datos, pero las diferencias a favor del modelo de variaciones uniformes fueron significativas. Las hipótesis 2 y 5 se referían a esto. Pero en los resultados aparece una clave, en 1960 la desigualdad de oportunidades educativas fue muy parecida entre las ciudades. Es decir, el efecto de los orígenes sobre los logros era similar, y no menor en Buenos Aires como sostuvo Iutaka. Pero en 2012 resultó diferente. En Montevideo los orígenes de clase incidieron más que en Buenos Aires. En Montevideo dando pasos adicionales a las variaciones uniformes se percibió que modelos de efectos fila y columna, que regulan distancias entre las clases y los niveles educativos mejoraron el ajuste. Es decir, O y E inciden y mantienen la presencia de una segmentación pese al relajamiento general respecto del año 1960. En conclusión, en el avance general de la educación en la sociedad, habiendo partido de una situación entre las dos ciudades muy similar y de bajos logros, el acceso a todos los niveles educativos en Buenos Aires fue más amplio y menos afectado por la clase de origen que en Montevideo. Esto refuerza lo visto desde la Figura 3. Hubo una evolución diferencial de la movilidad social, y ahora vemos del efecto de la educación. Este resultado nos aparta algo de Jorrat, y de Boado y Fachelli, porque ellos sostienen modelos de asociación constante basados en cohortes, y nosotros cubrimos un período más amplio y sólo un subconjunto de la población.
Los retornos de capital educativo indican la correlación de ocupaciones y educación, y están referidos en las hipótesis 3 y 6. Sobre esto hay varias cosas para reseñar. Por un lado, se parte de la creencia de que ocupaciones y educación deberían correlacionar, porque en Europa lo habrían hecho. Estas creencias de Germani y Solari, que eran convergentes con la tradición liberal, no se han comprobado. Torche y Ribeiro (2010) indicaron que esto no se cumplió en Brasil. También lo señalaron Solís y Dalle en Argentina, Chile y México (2019). Pero en especial, las colecciones de datos que manejó Vallet (2017) cubriendo casi un siglo, con 9 cohortes, 5 encuestas y más de 110000 casos de ambos sexos, tampoco lo comprobaron nunca. Este resultado importa porque señala que los retornos de capital educativo, objetivo de la teoría liberal, no contaría con evidencia firme en numerosos contextos.
Por otro lado, nuestros resultados otra vez mostraron contraposiciones. La asociación de educación y ocupación en Buenos Aires tendió a debilitarse en el tiempo. Al inicio del período Buenos Aires rendía mejores retornos de capital educativo por posición de clase que Montevideo. Pero evolucionaron en sentidos inversos. En Buenos Aires se debilitó esta asociación en mayor medida que Montevideo. Al punto que Montevideo tuvo mejor retorno de capital educativo que Buenos Aires en 2012. En Montevideo ajustó un modelo que además de capturar el cambio leve en el período, enfatizó la influencia de las clases actuales sobre la educación lograda.
Este último resultado es otro elemento clave para comprender el resultado del proceso, junto al resultado de la desigualdad de oportunidades educativas. Si las desigualdades educativas se estabilizan, y los retornos de capital educativo se fortalecen, la movilidad social no prospera. Esa es la conclusión sobre el proceso para Montevideo. En Buenos Aires para los hombres jefes de hogar hubo mayor fluidez porque la desigualdad educativa se redujo, y también los hicieron los retornos de capital educativo.
En el lapso de 50 años lo parecido ha mostrado no ser tal y basarse en tendencias diferentes. Tenemos más trabajo por delante, en la dirección de refinar las hipótesis y de poder realizar algunas aperturas, y modelar los datos de forma más controlada en el examen del triángulo OED de relaciones. Nos parece que el esfuerzo dados los datos que manejamos es el que corresponde, porque siempre la movilidad que expresa OD debe tener respuestas plausibles en OE y ED. Dejamos unas pistas limitadas a los hombres jefes de hogar, pero útiles para comparar a las mujeres cuando haya datos.