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Revisar la propia metodología para repensar el lugar de las fuentes digitales: un camino de apertura ante la cerrazón del campo
Review one’s own methodology to rethink the place of digital sources: an opening path to the closure of the field
Revisar la propia metodología para repensar el lugar de las fuentes digitales: un camino de apertura ante la cerrazón del campo
EMPIRIA. Revista de Metodología de las Ciencias Sociales, vol. 57, pp. 15-36, 2023
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Recepción: 26 Enero 2021
Aprobación: 01 Septiembre 2022
Resumen: Este artículo presenta una revisión de la metodología de mi investigación doctoral, en la cual las interacciones generadas en tres grupos de Facebook (FB) fueron recursos estructurantes. Perseguimos con ello dos objetivos. El primero, reponer el lugar de estas fuentes en la re-formulación del problema de investigación (y los consecuentes hallazgos) así como las dificultades que tuve para emplazarlas y jerarquizarlas como las principales herramientas de producción de datos. Buscamos además reponer los desafíos y las ventajas que impuso la fuente a lo largo de la investigación. El segundo objetivo es analizar la sinergia que se dio entre las fuentes digitales de información, las perspectivas analíticas y metodológicas adoptadas en la tesis. Para ello el trabajo se estructura en cinco apartados. En el primero recorro las coordenadas teóricas y analíticas de las que parte el artículo. En el segundo analizo el rol de las fuentes digitales en la estructuración de mi investigación doctoral. En el tercero expongo el modo en que trabajé con los grupos de FB prestando atención a la gestión operativa de los datos y el camino recorrido (intuitivamente) hasta llegar al enfoque metodológico empleado: la etnografía virtual (Hine, 2000; Airoldi, 2020; Pink, 2019; Hine, 2015). En el cuarto apartado se realiza un balance sobre la fuente centrándonos en los desafíos y virtudes que presentó durante la investigación. Por último analizo la sinergia que se dio entre las fuentes digitales de información, el enfoque etnográfico y la sociología pragmática-pragmatista. Sostendré al respecto que, aun en campos del conocimiento intrínsecamente territoriales como son los estudios urbanos, las fuentes digitales de información se vuelven recursos productivos. Con todo, el artículo no persigue la realización de reflexiones novedosas en el marco de discusiones ya avanzadas, sino poner en juego la propia experiencia en el trabajo de campo online a fin de aportar al acervo de meta-reflexiones sobre el trabajo con fuentes que hoy día —ante la abrupta cerrazón de nuestros campos— se presentan como una posibilidad de apertura.
Palabras clave: Fuentes digitales, Facebook, EtnografíaDigital, Sociología Pragmatista.
Abstract: This article presents a review of the methodology of my doctoral thesis research, in which the interactions generated in three Facebook (FB) groups were structuring resources. We pursue two objectives. The first one, to reconstruct the place of these sources in the re-formulation of the research problem (and the consequent findings) as well as the difficulties I had to place and prioritize them as the main tools for data production. We also seek to reinstate the challenges and advantages imposed by the source throughout the research. The second objective is to analyze the synergy between the digital sources of information and the analytical and methodological perspectives adopted in the thesis. For this purpose, the work is structured in five sections. In the first, I review the theoretical and analytical coordinates from which the article starts. In the second, I analyze the role of digital sources in the structuring of my doctoral research. In the third, I explain how I worked with the FB groups, paying attention to the operational management of the data and the path I followed (intuitively) to arrive at the methodological approach used: virtual ethnography (Hine, 2000; Airoldi, 2020; Pink, 2019; Hine, 2015). The fourth section takes stock of the source by focusing on the challenges and virtues it presented during the research. Finally, I analyze the synergy that occurred between digital sources of information, the ethnographic approach and pragmatic-pragmatist sociology. I will argue that, even in intrinsically territorial fields of knowledge such as urban studies, digital information sources become productive resources. However, the article does not seek to make new reflections in the framework of already advanced discussions, but to bring into play my own experience in online fieldwork in order to contribute to the pool of meta-reflections on working with sources that today in the face of the abrupt closure of our fields are presented as a possibility of openness.
Keywords: Digital research sources, Facebook, Digital Ethnography, Pragmatist Sociology.
1. INTRODUCCIÓN
La pandemia del COVID-19 puso en cuestión todos los campos del mundo social, desde lo más íntimo de nuestra afectividad hasta los más impersonales. El campo científico no es una excepción. En las ciencias sociales a partir de marzo del año 2020 la continuidad de nuestras investigaciones empíricas se vio comprometida por las dificultades de acceso al campo; complementariamente la puesta en circulación de los resultados se enfrentó a la saturación de los circuitos de publicación académica. A lo anterior se suman las propias transformaciones de las problemáticas estudiadas y las condiciones laborales de los/las trabajadores/as del sector quienes no dejamos de sumar “horas pantalla” intentando reinventar nuestros mundos laborales.
En 2020, entonces, las profundas transformaciones que las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) produjeron en las últimas tres décadas en la vida cotidiana1, se pusieron en juego de manera excepcional. Ahora bien, independientemente de esta coyuntura, la mediatización de la vida social por las TIC es un proceso sistemáticamente problematizado en las ciencias sociales. Al interior de las discusiones metodológicas, el uso de los contextos digitales como fuentes de información y objeto de estudio, así como los enfoques analíticos-metodológicos más productivos para abordarlas, se conforman como dimensiones ineludibles La fiabilidad de la muestra, la noción de campo y el rol del/a investigador/a en él, la relación entre las dinámicas online y offline, los dilemas éticos, el trabajo con los volúmenes de información que ofrecen las TIC, el registro y análisis de los datos producidos, los riesgos de aplicar rígidamente herramientas metodológicas propias del trabajo de campo offline en fuentes online, etc. son algunas de las discusiones consolidadas en las últimas tres décadas (Miller y Salter, 2000; Ardèvol, Bertrán, Callén y Pérez, 2003; Hine, 2000; Hine, 2015; Mosquera Villegas, 2008; Costas, Rijcke y Marres, 2021; Di Prospero y Daza Prado, 2019; Grillo, 2019; Meneses Cárdenas, 2019; Ardèvol y Travancas, 2019).
A pesar de estos sistemáticos avances la juventud del fenómeno continúa imponiéndose: no podemos conocer mediante fuentes digitales procesos que lleven más de 30 años, aún son pocas las “generaciones nativas” y, a pesar de su juventud, la aceleración propia de las TIC (y en particular de las redes sociales) hace que envejezcan rápido y que nuestra actualización deba ser constante. . Lo antedicho incentivó una reflexión subestimada en mi investigación doctoral: la productividad de las fuentes digitales y la “etnografía (de lo) digital” (Di Prospero y Daza Prado, 2019) en investigaciones socio-territoriales. Es por ello que, a lo largo del artículo haré una revisión de la metodología de mi investigación doctoral (Ventura, 2020). En ella las interacciones generadas en tres grupos de Facebook (FB) fueron recursos estructurantes, sin embargo durante parte del proceso estuvieron subordinadas al trabajo de campo offline. Reponer las dificultades que tuve para emplazarlas como herramientas estructurantes de producción de datos, así como los desafíos que me impusieron y las ventajas que aportaron, será uno de mis objetivos. Otro será analizar la sinergia que se dio entre las fuentes digitales, la perspectiva analítica y metodológica adoptada, así como su productividad en la reformulación del problema y en los resultados obtenidos. En última instancia el artículo busca a aportar al acervo de reflexiones latinoamericanas sobre el uso de fuentes digitales en investigaciones territoriales de corte cualitativo. Frente al consolidado avance de la sociología europea y estadounidense en la materia, creemos que es importante seguir sumando reflexiones situadas desde el sur global. Estos objetivos se traducirán en cinco apartados. En el primero haré un repaso por las coordenadas teóricas y analíticas de las que parte el artículo. En el segundo me detendré en el rol de las fuentes digitales como un recurso estructurante que incidió en la re-formulación del problema de investigación de la tesis. En el tercer apartado expondré el modo en que trabajé con los grupos de FB. En él analizaré tanto a la gestión operativa de los datos, como a mi dificultad para jerarquizarlos como la principal herramienta de producción de datos y el camino recorrido (intuitivamente) hasta llegar al enfoque metodológico empleado: la etnografía virtual (Hine, 2000; Airoldi, 2020; Pink, 2019; Hine, 2015). En el cuarto apartado realizaré un balance sobre la fuente centrándome en los desafíos y virtudes que, en nuestro caso, implicó trabajar con ella. Finalmente, en el quinto apartado, analizaré la sinergia que se dio entre las fuentes digitales de información, el enfoque metodológico y la perspectiva analítica adoptada: la sociología pragmática-pragmatista. Sostendré que el análisis micro sociológico de este tipo de fuentes es particularmente productivo para campos constitutivamente territoriales como son los estudios urbanos. No busco con ello hacer reflexiones novedosas en el marco de discusiones avanzadas, sino poner en juego mi propia experiencia en trabajo de campo online a fin de aportar al acervo de meta-reflexiones sobre el trabajo con fuentes que se presentan como una posibilidad de apertura.
2. CONTEXTOS DIGITALES Y ETNOGRAFÍA (DE LO) DIGITAL
Durante las últimas tres décadas el campo de las ciencias sociales se enfrentó a una discusión metodológica ineludible: el uso de los contextos digitales como fuentes de información y objeto de estudio. Se enfrentó también a la pregunta por cuales eran los enfoques analíticos-metodológicos más productivos para abordarlas. Fue en 1994 que Arturo Escobar abrió este campo problemático formulando preguntas y problemas teóricos pioneros en torno a la relación entre la antropología y las nuevas tecnologías. Sin embargo, sostiene Grillo (2019), en lugar de recorrer estos interrogantes problematizándolos, Escobar “saturó el territorio abierto por la pregunta con un conjunto heterogéneo de nociones que provienen de narrativas pre existentes acerca de la tecnología (….) la más frecuente de estas nociones es aquella que concibe lo virtual como un espacio constituido aparte de la vida real” (Grillo, 2019:77). Años después Miller y Salter(2000) y Hine (2000), dieron lugar a un nuevo hito del campo, abandonando la postura especulativa y tecnologizante de Escobar, para basarse en la propia experiencia etnográfica (Grillo, 2019). En este camino, tanto Hine (2000) como Miller y Salter (2000) sentaron las bases para discutir aquella idea que veía en los mundos offline y online dos esferas independientes y mostraron que “la red” no era un espacio global uniforme sino que estaba condicionada por los contextos de uso y apropiación que de ella hacían las distintas personas y culturas. Asimismo fue Hine (2000) quien comenzó a sistematizar y dar nombre a estos abordajes y agregó que la etnografía es la metodología más productiva para trabajar los modos en que internet es empleada en situación (Welschinger, 2013) ya que permite “explorar las interrelaciones entre las tecnologías y la vida cotidiana de las personas en el hogar, en la oficina y en cualquier otro lugar del mundo real” (Mosquera Villegas, 2008:542). Propuso además poner en tensión una idea medular de la etnografía: la presencia física del/la investigador/a en el campo. Con ello invitó a sus colegas a afrontar y crear experiencias metodológicas novedosas acordes al uso de la etnografía en contextos digitales (Capogrossi, Magallanes y Soraire, 2015). En este sentido, sostiene, si bien la etnografía virtual da continuidad a los basamentos teóricos-prácticos de la etnografía, lo digital altera sus bases epistemológicas y, por lo tanto, demanda una actitud flexible que permita redefinir determinados conceptos (Mosquera Villegas, 2008).
Pasados los años, entre argumentos tecnologizantes y etnográficos se abrió el juego a nuevas preguntas2. Pink, Horst, Postill, Hjorth y Tacchi (2019) invitan a pensar de un modo no digital-centrista a este tipo de fuentes y piensan al “enfoque digital” como una herramienta que permite “conocer (acerca de) los mundos de otras personas que, de otro modo, podrían ser invisibles y que a otros sistemas más formales de investigación y, por consiguiente, menos exploratorios y colaborativos, podrían pasarles desapercibidos” (Pink, Horst, Postill, Hjorth y Tacchi, 2019: 30). En dialogo con lo anterior Di Prospero y Daza Prado (2019) se preguntaron cuál es la mejor forma de denominar el trabajo metodológico vinculado a internet. Como respuesta proponen utilizar el término “etnografía (de lo) digital” —el cual tomaremos en este artículo— para referirse a la metodología que indaga sobre el mundo contemporáneo y la relación mediatizada digitalmente con los sujetos de estudio. Parten de la idea de que habitamos un mundo digitalmente mediaizado, con pocos ámbitos exceptuados del alcance de internet; por lo tanto “hacer etnografía de lo digital es etnografiar el mundo contemporáneo” (Di Prospero y Daza Prado, 2019:66). En ese camino Pink, Horst, Postill, Hjorth y Tacchi (2019) sostienen que “la etnografía digital no es un «método» de investigación cerrado. Ni es tampoco una unidad de actividad ni una técnica con principio y fin” (Pink, Horst, Postill, Hjorth y Tacchi, 2019: 29). Por el contrario, es siempre un proceso abierto frente al cual debemos mantener una actitud heterodoxa y una constante reflexibidiad metodológica (Hine, 2015). Como vemos la reflexión sobre el uso metodológico de contextos digitales,
y en particular sobre la “etnografía (de lo) digital”, lleva décadas de sistemáticos avances. Sin embargo éstos se concentran en la academia europea y estadounidense, desarrollándose más lentamente en latinoamericana (Di Prospero y Daza Prado, 2019). En América Latina los aportes regionales existentes son centrales para iluminar “la situacionalidad de una mirada, las brechas digitales y los usos contrahegemonicos que distintos actores sociales hacen de las nuevas tecnologías (…)” (Di Prospero y Daza Prado, 2019:67). Construir una etnografía de lo digital “situada desde el sur del mundo” (Di Prospero y Daza Prado, 2019) se presenta, entonces, como una tarea nodal. A ello buscamos contribuir con este artículo.
3. LA FUENTE: FACEBOOK COMO RECURSO ESTRUCTURANTE
Las fuentes digitales de información —en particular Facebook— tuvieron en mi investigación doctoral un rol estructurante incidiendo primero en la reformulación del problema de investigación y generando luego una productiva sinergia con la perspectiva analítica y metodológica adoptada. Durante la investigación doctoral trabajé sobre cómo en la ciudad de La Plata3 (Argentina) la implementación del Programa de Crédito Argentino del Bicentenario para la Vivienda Única y Familiar (PROCREAR, 2012-2015)4 fue modelada por las prácticas, interacciones y formas asociativas de su población beneficiaria, perteneciente a las clases medias. El PROCREAR fue una política virtuosa que inauguró un nuevo ciclo de la política habitacional argentina5. Sin embargo su proceso de implementación local evidenció errores estratégicos de diseño y consecuencias territoriales no deseadas nacidas de la decisión pública de subsidiar la demanda de suelo urbano en mercados desregulados. Este subsidio potenció a lo largo de todo el país procesos de aumentos de precios y de retención especulativa del suelo urbano. Frente a ello en distintas ciudades los/as beneficiarios/as del PROCREAR interpelaron a los gobiernos locales demandando una respuesta. En La Plata se conformaron como un colectivo de aproximadamente 2.000 personas que, en tan solo un mes, logró la sanción de una normativa urbana6 que otorgó nuevos indicadores urbanísticos (compatibles con la construcción de viviendas residenciales) a parcelas ubicadas, hasta ese entonces, en zonas rurales. . Lograron también incorporar dos modalidades específicas de implementación que los/ as habilitaron a incidir en la localización del suelo rezonificado por el Estado y en la composición del vecindario de los futuros barrios. Las modalidades incorporadas por el colectivo de beneficiarios/as fueron las únicas respuestas ensayadas en la ciudad ante la falta de suelo urbano, produciéndose mediante ellas 1.550 lotes urbanos.
La investigación partió, entonces, de la particularidad del caso: en la capital de la provincia de Buenos Aires, la implementación del PROCREAR fue canalizada y modelada a través de una normativa coproducida entre la población beneficiaria —perteneciente a las clases medias— y el gobierno municipal. En ese marco evidenciamos la productividad de las prácticas de las clases medias y la capacidad de generar sus propias oportunidades urbanas, aún en el marco de las severas limitaciones estructurales que constriñeron su acción. Evidenciamos además los efectos urbanos de dichas prácticas. La pregunta por el “hacer urbano” de las clases medias— organizadas para acceder a un crédito hipotecario pero, sobre todo, para disputar determinadas formas de inscripción en la ciudad— fue el eje vertebral del problema de investigación. Con ello, siguiendo el camino abierto por otras investigaciones (Canestraro, 2014; Di Virgilio, 2007; Fava, 2014; Kessler y Di Virgilio, 2008; Minujin, 1992; Svampa, 2005 y principalmente Cosacov, 2014, 2017) buscamos aportar a una marcada ausencia de los estudios urbanos latinoamericanos: la recursividad entre las prácticas de las clases medias y la producción de ciudad.
Ahora bien, esto no fue así desde el inicio. Durante los primeros años de trabajo (2013-2016) la investigación dialogó exclusivamente con el campo de las políticas públicas y su proceso de implementación local. En ese esquema, las formas asociativas de la población beneficiaria ocupaban un lugar marginal en nuestro problema de investigación. El reemplazo de aquella pregunta, por otras orientadas a la productividad urbana de las clases medias estuvo marcado por la incorporación (no prevista) de tres muros de Facebook (FB) como principal herramienta para la producción de datos. Antes de ello nuestro trabajo de campo era offline y no preveía ni la triangulación con datos provenientes de fuentes online, ni un enfoque etnográfico. En concreto, entre 2013 y 2016 las observaciones de campo fueron herramientas de producción de datos centrales. Durante la gestación y sanción de la ordenanza (octubre 2013 febrero 2014) asistí a todas las reuniones y manifestaciones públicas del colectivo. Una vez sancionada la normativa, realicé observaciones en distintos barrios generados por ella (2015-2016). Un tercer tipo de observaciones (2014-2015) fue en los actos públicos encabezados por funcionarios del Programa o del municipio. Complementariamente realicé análisis de documentos producidos por el Programa o los/as beneficiarios/as, informes oficiales, publicaciones de prensa escrita, etc. Asimismo, durante 2015 y 2016 me concentre en la realización de entrevistas en profundidad. Contaba con 20 entrevistas a funcionarios del Programa, técnicos municipales y población beneficiaria, las cuales debían ser complementadas con 30 entrevistas más a beneficiarios/as.
Las entrevistas en profundidad, junto con las observaciones de campo, se proyectaban como la fuente medular del trabajo de campo. Sin embargo, al comenzar a procesarlas y analizarlas se hizo evidente un error vinculado a mi falta de reflexividad metodológica (Bourdieu, 2000). Durante un tiempo fui parte del colectivo que impulsó la normativa de rezonificación de suelo, pero su carácter liberal7 generó en mí contradicciones personales por las cuales abandoné el colectivo. Con ello se desvanecía lo que, también en mi biografía, era una oportunidad residencial única (Segura y Cosacov, 2019). Esto se articuló con los usos morales que las ciencias sociales y el sentido común hacen de la categoría “clases medias” (Garguin, 2006). De este modo, la conjunción entre mis/los (malos) usos de dicha categoría (Adamovsky, 2013) y mi propia biografía, se impuso en las entrevistas siendo partes de ellas inducidas y moralizadas desde la propia enunciación de las preguntas. Asimismo no presté atención —y por lo tanto no profundicé en ellos— a emergentes de la conversación que resultaban productivos analíticamente.
Frente a la frustración que esto implicó, a fines de 2016 —3 años después de iniciada la investigación— empecé a releer8 tres grupos de FB mediante los cuales se organizaban los/as beneficiario/s. Si bien estos grupos eran estratégicos para conocer el proceso estudiado, ya que las acciones colectivas se estructuraban en torno a ellos, en ese entonces no resultaban especialmente productivos frente a las preguntas que regían mi investigación. Fue por ello que, en un principio realicé una lectura desaprensiva de ellos, considerándolos como un complemento del “el trabajo de campo real”.
Se trató de tres grupos de FB con dinámicas, escalas y propósitos diferentes. Cada uno de ellos introdujo nuevas preguntas de investigación. El “Grupo Unificado PRO.CRE.AR LA PLATA Terreno + Construcción” contaba con 5.500 miembros al momento de realizar la investigación y fue creado por los/as beneficiarios/as con el fin de intercambiar dudas e información. Poco tiempo después se transformó en una “comunidad virtual”9 (Magallanes Udovicich, 2010) donde —frente al aumento de precio del suelo urbano y su retención especulativa— los/as beneficiarios/as emergieron como un actor colectivo. Trabajar con este espacio permitió reconstruir la emergencia de los/as beneficiarios/as como un actor colectivo, el origen de la normativa urbana que impulsaron, los recursos que movilizaron para incidir en su contenido, las disputas en torno a ella y finalmente las percepciones de los/as integrantes del grupo en torno a la estatalidad, la ciudad y el vecinazgo. Si bien formalmente se trata de un grupo “cerrado”, en los hechos funcionó como “abierto” ya que los/as administradores/as aceptaban todas las solicitudes de admisión.
El segundo espacio analizado tuvo una dinámica diferente, siendo un grupo cerrado y pequeño (14 miembros) que surgió sin vocación de hacer públicas sus demandas e inquietudes10. Al contrario, se construyó como un espacio privado conformado por beneficiarios/as que se conocían con anterioridad. Se trata de personas que compartían su formación universitaria y/o la concurrencia a circuitos políticos-culturales similares y que, al convertirse en pre adjudicatarios de PROCREAR, comenzaron a buscar ofertas de suelo (principalmente fracciones rurales indivisas) donde proyectar una mudanza conjunta. Analizar las interacciones generadas en este grupo fue nodal para conocer sus evaluaciones y expectativas en torno a las distintas localizaciones al interior de la estructura urbana y el lugar otorgado a los/as futuros/as vecinos/as.
El tercer grupo con el que trabajamos, “Condominios Organizados La Plata”, también es cerrado y de una escala intermedia (308 miembros). Este espacio se constituyó como la herramienta organizativa de un subgrupo de personas que pujaron por incluir una modalidad específica de aplicación de la normativa que proponía que los efectos de la normativa alcanzaran a quienes —previamente al lanzamiento del PROCREAR—, fueran propietarios/as de tierra rural bajo la figura del condominio (Vértiz, 2016). Este contexto digital nos abrió el campo a una problemática que en nuestro trabajo offline se tornaba escurridiza: las dinámicas de acceso informal a suelo, previas al PROCREAR, protagonizadas por las clases medias platenses. Nos permitió también saber más sobre la relación de éstas con la política y la estatalidad a fin de lograr la regularización de sus predios.
De este modo (sin buscarlo) la incorporación de FB como fuente de información implicó la apertura de nuestro campo y modificó sustantivamente el problema de investigación, el cual paso a estar centrado en el hacer urbano de las clases medias. Un hacer poco estudiado sobre el cual Facebook aportó información para observar aspectos tales como el éxito de las clases medias para permear la política urbana en particular y la estatalidad en general; sus estrategias residenciales; los circuitos informales de suelo urbano en los que se implican; etc. FB se convirtió así en una ventana privilegiada para conocer la capacidad de las clases medias para generar oportunidades urbanas propias. La nueva fuente modificó también la perspectiva analítica y metodológica adoptada. A pesar de ello, esto sólo se hizo evidente para mí poco antes de iniciar el proceso de escritura. En lo que sigue nos centraremos en ello.
4. APROXIMACIONES A LA FUENTE
El trabajo con los grupos de FB se dividió en tres etapas. En un primer momento, mientras el proceso estudiado estaba activo (finales de 2013-2015), observaba de modo sincrónico lo que sucedía en ellos. En esta instancia, el trabajo con FB fue desaprensivo: leía los intercambios desde la propia plataforma y en caso de que algo me resultara llamativo registraba la fecha, el grupo donde se realizaba la publicación, el tema y referencias analíticas. Estas últimas coincidían con codificaciones previas construidas en relación al marco analítico y emergentes del trabajo de campo offline. Con todo, durante esta primera instancia la lectura de la fuente, propia de un “estalkeo ocasional como un viajero de internet” (Meneses Cárdenas, 2019:98), era percibida por mí como una procrastinación voyerista, en el mejor de los casos como un complemento del trabajo de campo “real”.
En una segunda etapa de trabajo (2016) las fuentes digitales comenzaron a cobrar relevancia, aunque mantenían un lugar subordinado. Esta instancia implicó meses de trabajo abocado a la descarga y sistematización de datos. A medida que avanzaba la recolección de datos entendíamos la importancia de realizar un resguardo offline de los contextos digitales: la eliminación de publicaciones, la actualización de las plataformas y las dificultades nacidas del volumen de interacciones que se producen diariamente eran posibilidades constantes de perder información. El registro del campo digital implicó tomar decisiones técnicas y sobre el propio proceso de investigación (Magallanes y Zanotti, 2017). La primera fue trabajar con toda la información publicada en los 3 grupos de FB seleccionados sin filtrar datos en su descarga ni recurrir a criterios cuantitativos para determinar la relevancia de lo publicado. En términos operativos se generaron tres archivos independientes con todos los intercambios producidos en cada grupo durante el periodo de estudio (2013-2015). Estos se complementaban con otros tres archivos que fungían de anexos donde se resguardaban los contenidos (enlaces, videos, imágenes, formularios, etc.) a los que se hiciera referencia en las publicaciones de cada uno de los grupos de FB estudiados. A su vez, en caso de existir algún intercambio por mail o chat de FB con integrantes de aquellos espacios virtuales, se generaba un archivo independiente donde resguardaba la información. Esta decisión respecto al registro y resguardo offline requirió tareas de edición que, sin modificar su contenido, permitan hacer un uso productivo del material. De no hacerlo contábamos con archivos extensos, que combinaban texto, imágenes, enlaces, videos, etc. que se volvían difíciles de utilizar.
Finalmente en esta instancia la información fue sistematizada mediante el software Atlas.ti. Esto fue así porque durante esta etapa repliqué la lógica que utilizaba, hasta ese entonces, con los datos generados en el trabajo de campo offline. Dicho material era producido en base a categorías analíticas previas, las cuales se tradujeron luego en un sistema de codificación para el análisis. Si bien el material era procesado en el Atlas Ti —el cual fiel a la teoría fundamentada favorece la emergencia del propio campo— en la práctica se trataba de un sistema de codificación rígido. Sistema que dejamos de lado en una siguiente etapa a fin de hacer un uso más productivo y orgánico de la fuente. Una tercera etapa de trabajo (2017-2019) se abrió cuando el problema de investigación ya había sido reformulado y las tareas de escritura estaban próximas a iniciarse. Fue recién en esta instancia donde los grupos de FB terminaron de ser jerarquizados por mí como principal fuente de información. Durante las etapas previas, en cambio, la incertidumbre que me generaba no saber cómo trabajarlas hacía que éstas fuentes sean subordinadas frente a otras herramientas. Asimismo en esta instancia se evidenció que la densidad del registro, la dinámica con la que circulaba la información y la productividad de las interacciones que tenían lugar en los grupos de FB, demandaban un enfoque metodológico más flexible y denso que el que estaba utilizando con el material offline. En este camino, y a pesar del volumen de información recabada, la decisión fue trabajar manualmente con la fuente a través de lecturas y relecturas del material “en papel”; con ello comencé a tener de modo intuitivo y productivo, una aproximación etnográfica a la fuente. Considero que se trató de un acercamiento intuitivo porque en el origen de mi investigación no hubo una decisión metodológica consciente y previa de trabajar desde dicha perspectiva, tampoco en el campo offline. Por el contrario este enfoque comenzó a imponerse en la última etapa de la investigación y se consolidó al iniciar el proceso de escritura. Durante esta última etapa, nos sumergimos en la densa trama de interacciones de los/as beneficiarios/as a fin de reconstruir sus conexiones de sentido y productividades afectivas, sociales, territoriales y jurídicas. Para ello realizamos una observación no participante de todas las interacciones y los contenidos que se publicaron durante el proceso estudiado en los mencionados grupos de FB. Paralelamente generé archivos que fungían como un “registros de campo” en los cuales iba registrando lo que me resultaba significativo, recurrente o inesperado. Además, buscamos tener frente a la fuente la mayor apertura y flexibilidad a fin de reconstruir una narrativa que recupere la polifonía de los tres contextos digitales estudiados. Este recorrido implicó desafíos y virtudes en las que nos centraremos en el siguiente apartado.
5. UN BALANCE SOBRE EL USO DE FACEBOOK COMO RECURSO METODOLÓGICO
La incorporación de las redes sociales como fuentes de información implica ventajas y desafíos específicos que debemos seguir registrando (Tortajada, 2018). En nuestro caso trabajar con grupos de FB implicó aportes de diversos órdenes. En primer lugar, durante la investigación fue una ventana privilegiada para observar las prácticas e interacciones de los/as beneficiarios/as desde una perspectiva micro sociológica. En segundo lugar, si bien la tarea de registro fue compleja, implicó una gran ventaja ya que la información resguardada no solo estaba conformada por los textos publicados en la web sino por metadatos relevantes como son las marcas de tiempo y la información de los perfiles emisores y receptores de los mensajes (Magallanes y Zanotti, 2017). El registro temporal nos permitió reconstruir de modo pormenorizado la cronología del proceso, mientras que contar con información sobre el perfil de los/as emisores nos habilitó la re-pregunta online. En concreto, cuando en los muros de FB aparecían datos que considerábamos relevantes pero que no nos permitían reconstruir los hechos ni el sentido detrás de ellos, teníamos la posibilidad de contactar a quienes participaban de dichas publicaciones para pautar una entrevista offlline o conversar con ellos/as mediante el propio chat de FB. Estos últimos eran encuentros flexibles que tenían además la ventaja de la transcripción inmediata.
Finalmente la mediación de las pantallas en las intervenciones de los/as beneficiarios/as —es decir la posibilidad de evitar el enfrentamiento cara a cara con sus interlocutores— por momentos parecía fungir como un factor de desinhibición que enriquecía el contenido de la fuente dándonos acceso a argumentos, moralidades, disputas, etc. que en el trabajo de campo offline no aparecían.
Del otro lado, las profundas transformaciones que las TIC y redes sociales introdujeron en la vida social, colocaron a las ciencias sociales ante un desafío triple: conceptual, metodológico11 y ético (Capogrossi, Magallanes y Soraire, 2015; Tortajada, 2018; Magallanes y Zanotti, 2017). Conceptual porque la vertiginosidad con la que crecieron las interacciones virtuales y la imbricación entre las dinámicas online y offline, hicieron que la investigación cualitativa tenga que revisar discusiones que parecían saldadas. En nuestro caso las lógicas de circulación de la información entre los/as beneficiarios/as, la conformación de consensos y dinámicas de conflictos, sus formas de implicación y construcción política, etc. demandaron una especial “vigilancia”. En este punto debemos mencionar que, dadas sus características, FB se conformó durante muchos años en una de las redes sociales con mayor potencial para articular acciones colectivas (Carabalin, 2014). Esto es así porque dicha red social permite la interacción entre usuarios/as, la expresión de consensos mediante los “me gusta”, la replicación de las voces mediante la opción “compartir” y una vertiginosa circulación de información y argumentos que favorece la aglutinación de muchas personas en poco tiempo (Cerrillo Garnica y Arellano, 2013). Además habilita la circulación y almacenamiento de archivos, el chat privado y la creación de grupos.
Las últimas décadas mostraron que a la vez que se constituyen en sofisticadas fuentes para la investigación cualitativa, las redes sociales son también objetos nodales de indagación (Markham, 2004). En otras palabras, no son solo instrumentos, son también elementos mediadores que transforman a los sujetos y a las prácticas individuales y colectivas (Mosquera Villegas, 2008) y por tanto son centrales en los estudios sobre movilizaciones sociales demandando una reconceptualización activa. El movimiento de “Los indignados” en España (2011); la “primavera árabe” (2010-2012), las movilizaciones estudiantiles chilenas (2011) y el movimiento #Yosoy132 en México (2012), son ejemplos paradigmáticos de su potencialidad política durante la década anterior. En este punto debemos hacer una aclaración: si bien en la actualidad la actividad de FB disminuyó considerablemente frente a otras redes, en el año 2013 —en el que se organizaron los/as beneficiarios/as del PROCREAR— era la red más importante a nivel mundial, contando con 1.000 millones de usuarios/as. En Argentina en 2013 el 94% del consumo de redes sociales se dedicaba a esta plataforma (Capogrossi, Magallanes y Soraire, 2015). No perder de vista la biografía de las redes sociales (particularmente cambiantes) y los aportes que pueden hacer conforme el periodo, es parte de los desafíos de trabajar con estas fuentes.
Por último, nos enfrentamos con desafíos éticos. La pregunta por esta dimensión, afirma Tiidenberg (2017) resurge con más fuerza cuando las cosas empiezan a ir mal al interior del campo científico. Más aún, la historia de estos debates puede resumirse en los errores cometidos, en sus efectos negativos sobre la vida social y en los intentos posteriores por aprender de ellos. Las consecuencias no previstas de algunas investigaciones contemporáneas que utilizaron a las redes sociales como fuentes de investigación exigen volver a poner la dimensión ética en un primer plano (Tiidenberg, 2017). Para ello, el dialogo (aunque repetido) con colegas que trabajen con este tipo de fuentes tiene que ser constante. Un punto central a discutir es cierto sentido común académico que indica que hay una responsabilidad personal de los/as usuarios/as de redes sociales al brindar su intimidad en plataformas de libre acceso. Sostenemos, por el contrario, que el hecho de que sea técnicamente accesible, no implica que la auto exposición de las personas pueda ser sistematizada para su posterior difusión sin ningún tipo de sin resguardo (Tiidenberg, 2017; Tiidenberg y Siibak, 2020 ). En el caso particular de Facebook, las políticas de la empresa explicitan que todo lo compartido en la plataforma es de dominio público, y por lo tanto puede ser utilizado por otros/ as usuarios/as sin previa autorización. Sin embargo ello no resuelve el dilema ya los/as usuarios/as suelen percibir sus interacciones como privadas (Capogrossi, Magallanes y Soraire, 2015; Tortajada, 2018).
En nuestro caso, el esfuerzo a fin de resguardar el anonimato de los/as beneficiarios/as estuvo presente durante la escritura. Sin embargo no prestamos la suficiente atención a la especificidad con la que debe abordarse la intrusión de los/as investigadores/as en contextos digitales. Concretamente adoptamos dos posturas diferentes conforme la naturaleza de los grupos de FB y el contenido de sus publicaciones. En el grupo de FB cerrado integrado por 14 miembros realicé una publicación en su muro donde explicité mi rol como investigadora y solicité la autorización de todos/as sus miembros para utilizar el material. En el grupo de FB “Condominios Organizados La Plata”, (308 miembros) solicité autorización a su administrador, quien además fungía como referente del colectivo. Además de autorizarme, el administrador me admitió como miembro del grupo para que pueda acceder a los intercambios que en él se daban. Finalmente, en el caso del “Grupo Unificado PRO.CRE.AR LA PLATA Terreno + Construcción” su masividad no me permitió presentarme ni solicitar autorización para utilizar la fuente. Ante ello, me dediqué a la observación anónima buscando también el anonimato de cada emisor. Sin embargo no siempre fue posible garantizar esto ya que se trata de fuentes públicas y de fácil acceso, en las que con una simple búsqueda los/as lectores/as pueden dar con el/la emisor/a del mensaje. Es por ello que en los casos en los que creía que podía llegar a perjudicar a un/a integrante del grupo, optaba por no utilizar el registro. Conflictos entre beneficiarios/ as —y futuros/as vecinos/as— enunciados en términos personales; intercambios de favores informales con funcionarios públicos y trabajadores estatales que no resultaran lo suficientemente relevante en términos analíticos y en los que las identidades de dichos trabajadores queden expuestas; negociaciones privadas con los/as dueños/as de las tierras a ser rezonificadas por la ordenanza; son algunas de las situaciones en las que priorizamos resguardar la identidad de los actores involucrados.
6. LA RECURSIVIDAD ENTRE LAS FUENTES DIGITALES Y LA PERSPECTIVA ANALÍTICA
Como ya argumentamos, la incorporación de los grupos de FB como fuente de investigación y la adopción de un enfoque etnográfico para trabajarlos, modificaron la formulación del problema y los hallazgos de la tesis. Lo mismo sucedió con la incorporación de la sociología pragmática-pragmatista12 a nuestro corpus bibliográfico, la cual se derivó de las fuentes digitales y, al mismo tiempo, nos aportó premisas vertebrales para abordarlas.
La primera de ellas es de carácter epistemológico y sostiene que la acción se define en proceso, es decir, “haciéndose”. La construcción permanente de la acción —en la que se suceden agentes, se coordinan situaciones y se producen constantes desplazamientos de objetivos— demanda a su vez un principio metodológico específico: seguir a los actores y sus prácticas en situación y evitar presuponer relaciones privilegiadas y previas entre personas, discursos, valores y prácticas. Dejar que las interacciones y las disputas hablen por sí mismas (Nardacchione y Acevedo, 2013) es particularmente productivo al trabajar con grupos de FB donde conversaciones aparentemente intrascendentes develan claves analíticas, estructuran conflictos, construyen mapas de actores, etc. De este modo, la premisa de seguir a los actores y a su “acción haciéndose” (Nardacchione y Acevedo, 2013) iluminó la riqueza sociológica de los grupos de Facebook: ya no nos alcanzaba con preguntarle a un/a beneficiario/a por los recursos movilizados para incidir en el contenido de la normativa urbana o por las estrategias que se dieron para lograr su sanción, ya que contábamos con una fuente donde veíamos pormenorizada y sincrónicamente esa densa trama.
La segunda premisa aportada por este enfoque sostiene que la vida social es una serie de ámbitos de continuidad en los que no hay esferas privilegiadas para el análisis. La continuidad entre lo individual y lo colectivo, lo íntimo y lo público, la producción y la re-producción, lo moral y lo político y, finalmente, entre los distintos campos de acción, también estructuraron la investigación. Los intercambios que se dieron en Facebook nos permitieron ver cómo los/as beneficiarios/as cruzaron permanentemente estas fronteras siendo al mismo tiempo beneficiarios/as del Programa, trabajadores estatales, profesionales, militantes políticos, funcionarios/as, amigos/as de sus amigos/as —quienes también eran militantes, burócratas y profesionales—, etc. Muestran también que la forma en que habitaron esas interseccionalidades explica parte de su éxito para transformar su demanda en un problema público e incidir en la implementación local del PROCREAR.
De un modo más específico, al interior de la perspectiva pragmatista trabajamos con la sociología de los problemas públicos (Cefai 2009, 2011, 2012) para la cual el trastorno del curso de las cosas, si bien hace percibir y definir una situación como problemática, no alcanza para que surja un problema público; éstos deben ser construidos por actores que emergen como tales en interacciones que se dan en una simultaneidad y superposición de escenas, algunas más y otras menos institucionalizadas. A su vez, desde esta perspectiva la arena pública es entendida como una estructura de coordinación de versiones alternativas regidas por actores y públicos, y la vida social como un lugar de ajuste recíproco de los comportamientos (Cefai, 2012). Dicho de otro modo, la presencia de espectadores y la sedimentación histórica de consensos culturales hacen que las prácticas y experiencias se inscriban en horizontes de un “buen vivir en conjunto” (Cefai, 2012) y por lo tanto se encuentren observadas y deban rendir cuentas.
Así, para comprender la forma en que se implementó el PROCREAR en La Plata, observamos la emergencia del problema público en torno al suelo urbano y de su actor más visible —el colectivo de beneficiarios/as— a la luz de microescenas que, o bien emergieron conjuntamente con el actor y el problema, o bien operaron con anterioridad al lanzamiento del Programa. Micro-escenas que implicaron grupos de amigos/as, circuitos informales de acceso al suelo, ámbitos laborales y políticos, interacciones en la administración pública, etc. Nuevamente, la incorporación de los grupos de Facebook como una fuente de la investigación y la aproximación etnográfica a ellos, contribuyeron a reencontrar el sentido en que estas escenas se articularon entre sí y el modo en que circularon en ella distintos actores, en particular las clases medias. Con ello pudimos arrojar algo más de luz sobre la constante institución de la experiencia urbana de las clases medias. Pudimos también acceder a las performances públicas de estos sectores a fin de legitimarse frente a los medios de comunicación, los/as funcionarios/as estatales, el campo político, etc.
El enfoque pragmático-pragmatista en general y la sociología de los problemas públicos en particular, entonces, aportaron premisas epistemológicas, metodológicas y analíticas a la investigación, las cuales iluminaron el denso registro de interacciones cotidianas al que accedimos mediante los grupos de FB. Lo que queremos marcar es que entre esta fuente, la aproximación etnográfica a ella y la sociología pragmático-pragmatista se dio una productiva sinergia que estructuró la investigación y habilitó reflexiones y resultados específicos en torno a la relación entre las clases medias y la producción de ciudad.
Al respecto y en primer lugar esa sinergia nos permitió reconstruir cómo los/ as beneficiarios/as lograron inscribirse en la arena pública movilizando sus redes personales y priorizando los ámbitos decisionales (gubernamentales y administrativos) por sobre los mediáticos. Para ello fue importante el modo en que se apropiaron de la multimedialidad, interactividad e inmediatez de FB, haciendo de él el principal mecanismo de coordinación colectiva.
Por otra parte, analizando los grupos de FB desde una perspectiva pragmatista y etnográfica, encontramos que la forma que adquirió la implementación local del PROCREAR estuvo condicionada por la confluencia entre el capital social (Bourdieu, 2000) de los/as beneficiarios/as y las TIC: la permanente exposición en FB del capital social puesto en circulación, informó tácitamente cuál era la posición de los/as demás integrantes del grupo en la estructura social y se constituyó en parte de la información con la que los/as beneficiarios/as contaban al momento de tomar sus decisiones. Vinculado a ello se encuentra el hecho de que las redes sociales generaron nuevos estilos de politización de demandas (Resina de la Fuente, 2010) basados en los lazos de confianza entre individuos y los estilos de vida en común (Gil García, 2012). Esto es así porque cuando un individuo se incorpora a ellas comienza a construir progresivamente una red de comunicación con sus amigos/as, allegados/as y personalidades públicas que despiertan su interés. Sobre esta red de contactos (basada en el interés común y la confianza) cada usuario/a emite y recibe información convirtiéndose las “comunidades virtuales” en espacios fructíferos para movilizaciones colectivas espontáneas. Conformadas por individuos asociados por lógicas personales de afinidad, en este nuevo tipo de asociaciones las individualidades tienen una llamativa plusvalía política (Gil García, 2012). De lo anterior se desprende que, además de nacer de lazos de confianza, las movilizaciones colectivas potenciadas por las TIC no se sustentan en la “lealtad” propia de las organizaciones de masas, sino en los estilos de vida en común (Resina de la Fuente, 2010). Esto cobra particular relevancia cuando —como en nuestro caso— estamos frente a actores colectivos que disputan determinada inscripción redisencial. En FB las personas construyen un “yo virtual” (Capogrossi, Magallanes y Soraire, 2015), una narrativa sobre sí mismas que informan a otros/as usuarios/as. De este modo, los/as beneficiarios/as platenses podían no conocer personalmente a algunas de las personas con quienes estaban proyectando y disputando su futura inscripción en la ciudad, pero sí podían indagar en sus “perfiles”, descubrir afinidades estéticas y políticas, actividades compartidas, zonas de residencia en la ciudad, profesiones, conocidos/as en común, lugares de trabajo, composiciones familiares, intereses, etc. De este modo las redes —online y offline— fijaron contextos de decisiones y crearon medios de sociabilidad y socialización. Tal como afirma Cefai (2011), produciendo relaciones personales “a través del juego del interconocimiento y del reconocimiento, las redes aseguran tener la misma comprensión de una situación social, es decir fundan una experiencia colectiva en un mundo común” (Cefai, 2011:147-148). Así las cosas, sostenemos que en el caso de los/as beneficiarios/as del PROCREAR, sobre sus redes de relaciones sociales offline se generó una comunidad virtual que fue muy importante para la conformación del actor colectivo pero, sobre todo, cumplió un lugar central en la constitución de una certeza: formaban parte de una misma experiencia colectiva por tener un mundo en común. Esa proximidad social que los/as mancomunaba, fue mutando en un deseo de transformarse en vecinos/as, de construir una comunidad territorial.
Asimismo, trabajar con los grupos de FB desde una perspectiva etnográfica y pragmatista abrió nuestro campo a conocer cómo operaron en la implementación del PROCREAR la externalidad de vecindad13 (Abramo, 2009) y las evaluaciones que los/as beneficiarios/as hacían de las distintas zonas de la ciudad: ¿cómo se pensaban al interior del mercado de localización intra urbano? ¿Cómo leyeron la dinámica de la ciudad y cómo ésta se puso en juego en sus decisiones? ¿Qué buscaban respecto a sus futuros/as vecinos/as?. Frente a estas preguntas la incorporación de las redes sociales a la investigación fue de utilidad, ya que en el trabajo de campo offline, los/as beneficiarios/as daban respuestas “cuidadas” y en parte guiadas por consensos progresistas. En la etnografía digital, en cambio, esa corrección se agrietó favoreciendo el análisis de la recursividad entre los esquemas de preferencias de los/as beneficiarios/as, la dinámica urbana de la Plata, y la incidencia de ambos aspectos en la construcción de nuevas periferias. En concreto, mediante el trabajo con las redes sociales —en triangulación con las observaciones de campo, las entrevistas en profundidad y el análisis de la dinámica urbana de La Plata— identificamos que dentro del rango de precios que los/as beneficiarios/as podían pagar, priorizaron aquellas periferias que si bien se encontraban alejadas de la ciudad y con bajos niveles de consolidación urbana, presentaban una dinámica de crecimiento específica: periferias “jóvenes”, con acelerado crecimiento demográfico, predominancia progresiva de población de sectores medios y alta valorización inmobiliaria. Asimismo, descartaron zonas cercanas al centro, con redes de servicios y transporte pero donde predominaba la población de bajo nivel socioeconómico, sin procesos de colonización protagonizados por las clases medias, con antigüedad del tejido y una valorización moderada durante las últimas décadas. Lo que queremos enfatizar es que, aun en campos constitutivamente territoriales como lo son los estudios urbanos, el abordaje etnográfico y pragmatista de las redes sociales y las TIC —como fuente y como objeto— tienen mucho para aportar.
En otro orden de cosas, el trabajo con los grupos de FB desde las perspectivas mencionadas, nos permitió acceder a un modo de hacer política urbana en el que las interacciones entre la estatalidad, el sistema político y las clases medias fueron especialmente productivas. En concreto, abrió nuestro campo y nos enseñó de modo privilegiado la forma en que las clases medias se articularon a la estatalidad incidiendo en la normativa urbana y con ello en la producción de ciudad. Nos permitió también comprender la productividad política del funcionamiento cotidiano de las agencias estatales (Perelmiter, 2012) y la forma en que frente a una oportunidad residencial única (Segura y Cosacov, 2019) las clases medias lograron inscribirse en la producción de ciudad, en parte, por la personalización de la política y el intercambio de favores.
Con todo, a lo largo de este apartado quisimos mostrar cómo la densidad y riqueza de información que se genera en las redes sociales, es particularmente productiva si se la aborda desde una perspectiva etnográfica y pragmáticapragmatista. Mostramos además que esto es así aun en el campo de la sociología urbana, donde la territorialidad ocupa un lugar vertebral. Como vemos, analizar las articulaciones entre las TIC y el espacio urbano ilumina “imbricaciones y emergentes particulares que nos permiten problematizar la separación virtual/ real a la vez que las relaciones de desterritorializacion/reterritorializacion que suponen los anclajes territoriales” (Busso, 2016 citado en Velez, 2019:199). Siguiendo a Vélez, en este apartado quisimos mostrar cómo, aun en campos constitutivamente territoriales como lo son los estudios urbanos, el abordaje etnográfico y pragmatista de las redes sociales —como fuente y como objeto— tienen mucho para aportar.
7. CONCLUSIÓN
En este artículo realicé una revisión de la metodología empleada en mi investigación doctoral a fin de re-pensar la utilización de fuentes digitales de información —en particular grupos de FB— y hacer un balance sobre ellas. Sostuve que, a pesar de que fueron un recurso estructurante de lainvestigación, durante la mayor parte del proceso tuve dificultades para otorgarles importancia y me aproximé a ellas con cierto malestar. Ello respondió, por un lado, a la ansiedad propia de enfrentarme a un registro con el que no había trabajado antes y que, por su propia dinámica, implica una actitud flexible y tolerancia a la incertidumbre, dos cualidades difíciles de alcanzar al escribir una tesis doctoral. Vinculado a ello me detuve en el camino recorrido hasta llegar a una aproximación etnográfica a la fuente, a la que recién pude dar nombre al final del proceso de escritura. Intenté mostrar que se trató de un camino intuitivo e incómodo que se inició considerando el trabajo con los grupos de FB como una procrastinación o, en el mejor de los casos, un complemento del “trabajo de campo real”; que continuó enfrentando los desafíos del registro y análisis de la información brindada por el campo digital y que, finalmente, me condujo a una aproximación etnográfica a una fuente que se presentó como un texto polifónico al que debimos reencontrarle un sentido.
Sostuve que la dificultad para emplazar los grupos de FB al interior de la propia metodología y su subordinación al trabajo de campo offline, se vinculó también a las características propias de mi campo de especialización: los estudios urbanos. Imaginar un abordaje predominantemente virtual de un campo de conocimiento constitutivamente territorial no fue fácil. Sin embargo, tal como mostramos en el último apartado, abordar desde una perspectiva etnográfica y pragmatista los grupos de FB de los/as beneficiarios/as del PROCREAR, generó una productiva sinergia que se tradujo en la reformulación del problema de investigación y en nuestros hallazgos. Esta sinergia nos permitió conocer más sobre cómo integrantes de las clases medias platenses beneficiarias de una política habitacional, disputaron determinada inscripción territorial; qué zonas de la ciudad prefirieron y cuáles descartaron; qué lugar ocupó en sus decisiones residenciales la externalidad de vecindad; cómo se articuló a la implementación local del PROCREAR la dinámica previa de acceso informal al suelo protagonizada por las clases medias; y, finalmente, nos permitió conocer más sobre las formas en que estos sectores se implican en la política urbana. Complementariamente se debe mencionar que los hallazgos de la investigación fueron posibles en gran medida por la triangulación entre fuentes online y offline. Es decir, la productividad del trabajo etnográfico con grupos de FB seleccionados fue potenciada por la comprensión global del proceso estudiado y de sus actores que obtuvimos de las observaciones participantes, las entrevistas en profundidad, las recorridas en terreno y el análisis documental offline.
Es claro que las discusiones metodológicas sobre fuentes y contextos digitales llevan décadas de sistematicidad. A pesar de ello, la relativa juventud de las redes sociales, así como su acelerado y constante “envejecimiento”, invita a continuar compartiendo nuestras reflexiones sobre ellas. También suscriben a dicha invitación las formas y los usos de las TIC y las redes sociales, situadas en el sur global Aun más lo hace en contextos como el recientemente pasado, donde el acceso a nuestros campos se vio seriamente afectado por las medidas de aislamiento social adoptadas mundialmente ante la crisis socio-sanitaria del COVID-19; cerrazón en la que las fuentes digitales se erigieron como una valiosa posibilidad de apertura.
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Notas