Artículos
Recepción: 22 Noviembre 2021
Aprobación: 05 Enero 2023
DOI: https://doi.org/10.5944/empiria.58.2023.37379
Resumen: Este artículo analiza iniciativas de solidaridad dirigidas a grupos vulnerabilizados en España en el contexto de la crisis posterior a 2008. El análisis se basa en la perspectiva de Polanyi sobre los contramovimientos que se desarrollan en la sociedad para contrarrestar las fuerzas mercantilistas inherentes al capitalismo (Polanyi, 2001; Fraser, 2012). El trabajo se basa en una serie de estudios de caso de iniciativas solidarias desarrolladas en el ámbito de la reproducción social y orientadas a cubrir necesidades básicas. Estos estudios de caso han mostrado cómo en estas iniciativas se repiten patrones similares tanto en los objetivos de los grupos como en sus prácticas. En primer lugar, persiguen la inclusión social a través de la justicia social; y, en segundo lugar, construyen una identidad colectiva alternativa, un “nosotros” que busca resistir al individualismo del mercado a través de la solidaridad y la ayuda mutua. Argumentamos que la constitución de esta identidad colectiva tiene lugar mediante la formación de círculos de reconocimiento (Pizzorno, 1986) en el activismo que recuperan una épica popular basada en la solidaridad y el cuidado mutuo, en la construcción de un “nosotr@s interdependiente” y que tienen el ámbito local como esfera de acción.
Palabras clave: Solidaridad, Reconocimiento, Interdependencia, Cuidados, Identidad.
Abstract: This article analyzes solidarity initiatives directed at vulnerable groups in Spain in the context of the post-2008 crisis. The analysis is based on Polanyi’s perspective on the counter-movements that develop in society to counteract the mercantilist forces inherent in capitalism (Polanyi, 2001; Fraser, 2012). The work is based on a series of case studies of solidarity initiatives developed in the field of social reproduction and aimed at meeting basic needs. These case studies have shown how in these initiatives similar patterns are repeated both in the objectives of the groups and in their practices. First, they pursue social inclusion through social justice; and, secondly, they construct an alternative collective identity, a “we” that seeks to resist the individualism of the market through solidarity and mutual aid. We argue that the constitution of this collective identity takes place through the formation of circles of recognition (Pizzorno, 1986) in activism that recover a popular epic based on solidarity and mutual care, in the construction of an “interdependent we” and that have the local sphere as a sphere of action.
Keywords: Solidarity, Recognition, Interdependence, Care, Identity.
1. INTRODUCCIÓN
La crisis económica del 2008 tuvo un enorme impacto social en España. El estallido de la burbuja financiero-inmobiliaria provocó un repentino aumento del desempleo, que se triplicó entre 2007 y 2013, pasando del 7,9% al 26,1% (Eurostat 2018). La persistencia de los altos niveles de desempleo y las limitaciones del bienestar social provocaron un aumento progresivo de la desigualdad, la pobreza y la exclusión social. Estos impactos sociales de la crisis han persistido a pesar de la recuperación económica y la caída del desempleo después de 2014. España es uno de los países en los que más ha aumentado la desigualdad, lo que se muestra tanto en el mayor índice de Gini (Eurostat 2019a) como en la regresividad de la disminución de la renta (Eurostat 2019b). El indicador AROPE (At Risk of Poverty or Social Exclusion), que engloba a quienes están en riesgo de pobreza, viven en un hogar con graves carencias materiales o sufren bajas tasas de empleo, se sitúa en el 26,6% y es el quinto más alto desde el inicio de la crisis en la UE (Eurostat 2019c). El aumento de la pobreza y la exclusión social se traduce en carencias materiales básicas (pobreza energética, dificultad de acceso a la vivienda, problemas de alimentación, etc.) a la vez que conlleva procesos de desafiliación social: estigmatización, debilitamiento de las relaciones sociales, y, por todo ello, una pérdida de autoestima (Castel 1995, Paugam 2005) que tienen un gran impacto social y político.
En el contexto de dicha crisis se desarrollaron en España numerosas iniciativas dirigidas a colectivos vulnerabilizados (personas en desempleo, personas migrantes empobrecidas, familias desahuciadas...), que pretendían encontrar enfoques alternativos no mercantiles para cubrir las necesidades básicas y en los que el cuidado jugaba un papel central. Este artículo presenta una serie de estudios de caso de este tipo de iniciativas, y las enmarca en las luchas desarrolladas esa década en el ámbito de la reproducción (Fraser 2013), como el cuidado de las personas, la vivienda o la alimentación, en contraste con las luchas contra las relaciones laborales de explotación. En el contexto de la pandemia COVID de 2020 y durante las fases de confinamiento se ha puesto también de manifiesto la necesidad colectiva, dramática, de cuidado mutuo y solidaridad. No obstante, este período más reciente y que se da en un momento de cambio del ciclo político, queda fuera de los objetivos de este texto.
Interpretamos la emergencia de estas iniciativas desde la perspectiva de Polanyi; en particular, su enfoque de los movimientos que se desarrollan en la sociedad para contrarrestar las fuerzas mercantilistas inherentes al capitalismo (Polanyi 2001), y el papel de estas luchas en el contexto de crisis de la reproducción social o crisis de los cuidados. Como ha señalado Fraser (2012), los movimientos frente al capitalismo pueden ser emancipatorios o reaccionarios, y en el momento histórico actual es crucial distinguir ambos tipos. Nuestro trabajo analiza cómo estos movimientos sociales, que consideramos emancipadores, construyen una identidad colectiva (Pizzorno 1986) entendida como un sentimiento de solidaridad entre sus miembros, sugiriendo vínculos de confianza, lealtad y afecto (Goodwin, Jasper y Polleta 2001: 8); un proceso a través del cual los actores individuales y colectivos atribuyen un significado específico a sus rasgos, hechos vitales y a los sistemas de relaciones sociales en los que están insertos (Della Porta y Diani 2006: 91). Al hacerlo, invierten los procesos de individualización y aislamiento, y fomentan la participación de grupos vulnerabilizados. En el caso de las iniciativas solidarias aquí estudiadas, argumentamos que pretenden contribuir a la justicia social, con un objetivo de transformación emancipadora. Y ello teniendo el cuidado mutuo y la reciprocidad como eje central. Por ello decimos que construyen una identidad colectiva que hemos denominado un nosotros interdependiente. Al igual que se ha observado en los movimientos anti-austeridad en Grecia, los movimientos e iniciativas estudiados aquí en el caso de España, desarrollan por todo ello una praxis feminista, aunque no se enmarquen en los espacios y discursos habituales del feminismo (Kouki y Chatzidakis 2021).
2. CRISIS DE LOS CUIDADOS, CAPITALISMO Y CONTRAMOVIMIENTOS EMANCIPADORES
Los cuidados constituyen la base de la reproducción social entendida como “formas de aprovisionamiento, cuidado e interacción que producen y mantienen los vínculos sociales” (Fraser, 2014: 61). Se trata de actividades como el cuidado a niños, mayores, enfermos, pero también el cuidado mutuo de las personas adultas, que se las requiere con salud física y mental para llevar a cabo las actividades productivas, como fuerza de trabajo. El cuidado mutuo constituye una conexión que necesitamos como seres sociales. Estas formas de apoyo, que constituyen lo que se denomina reproducción social, no se dan exclusivamente en los hogares, sino que involucra las actividades colectivas en los barrios, las redes y los afectos en las comunidades. De acuerdo con Fraser (2016) las actividades de reproducción social históricamente siempre han estado parcialmente conectadas con la producción de alimentos u objetos necesarios para la supervivencia (cuidado animales, huerto, etc.,). Pero el capitalismo ha tendido a separar las tareas de producción y reproducción.
Por otra parte, la institucionalización de la sociedad de mercado sin raíces que caracterizó al capitalismo liberal (Polanyi 1944) es una anomalía histórica, ya que las relaciones de mercado en la sociedad preindustrial estaban subordinadas a otras instituciones sociales y se regían por una amplia gama de motivaciones sujetas a principios como la religión, la magia, las costumbres y la ley. El beneficio económico no ocupaba un lugar destacado entre estas motivaciones (Polanyi 1944). Como afirmó E.P. Thompson (1971), los mercados se apoyaban en una economía moral de la multitud. Frente a estas formas de economía y vida, el capitalismo introduce una nueva teoría del valor, basada en el beneficio, al tiempo que el progresivo desenraizamiento de los procesos sociales se apoya en la ficción de un individuo autosuficiente.
La forma que adopta el desacoplamiento de la reproducción y la producción varía en las distintas fases del capitalismo. En el capitalismo actual, financiarizado, una vez se ha hecho predominante el modelo del doble proveedor y del trabajamdor universal (de forma flexible, a tiempo parcial, informal), y finiquitada la idea de que el salario permite para una mayoría de población la subsistencia de la família en condiciones dignas, emerge con más fuerza la problemática de quién y cómo se hace cargo de los cuidados.
Esta crisis de los cuidados (Hochschild 2000; Parrenas 2003) refleja una de las contradicciones del capitalismo entendido como un “orden social institucionalizado” (Fraser 2014), es decir, no solo en su dimensión económica, sino también social y política. Los cuidados, junto con la naturaleza son condiciones necesarias para la producción capitalista. En la perspectiva de Polanyi (1944) la sociedad capitalista basada en el mercado sin raíces tiende a mercantilizar el trabajo, el dinero y la tierra, que Polanyi denomina mercancías ficticias y la sociedad contrarresta este proceso de mercantilización de la vida intentando protegerse de la lógica que subordina la sociedad al mercado. Polanyi llamó a este proceso pendular de fuerzas antagónicas, contramovimiento o doble movimiento y analizó desde sus inicios que sitúa en Europa a finales del siglo XVIII hasta el momento en que llevó a cabo sus estudios, la primera mitad del siglo XX.
Los contramovimientos hacia la protección social como polo opuesto a la mercantilización no implica necesariamente procesos emancipatorios y de hecho en el siglo pasado, en el contexto que analizó Polanyi, se materializaron sobre todo en el socialismo de estado y el fascismo.
Las crisis del orden neoliberal del siglo XXI y la vigorización de contramovimientos de distinto orden que ha llevado aparejada, ha dado pié a una recuperación del análisis de Polanyi, desde distintas ópticas y reformulaciones, entendiendo que puede proporcionar un marco analítico adecuado para la situación actual (Fraser 2013, Brie 2017, Brie y Thomasberger 2018, Thomasberger 2016, Dale 2016, Mingioni 2014, Rendueles 2015, 2017).
Tanto la dinámica de la “mercantilización ficticia”, que desestabiliza el sistema económico, de la naturaleza y de la sociedad, debido a que disminuye su capacidad para la reproducción social (Fraser 2012a, 2013) como el desarraigamiento de los mercados, que va acompañado por la actuación de fuerzas que buscan subordinar la sociedad a la economía (Maya 2014) son características que se han reforzado en la época actual. En este sentido, el análisis de Polanyi puede iluminar el actual entramado de complicidades políticas y económicas (Rendueles 2015), entre las cuales el apoyo del estado al mercado. Del mismo modo, los movimientos populistas actuales de distinto tipo (reactivos, neocomunitaristas o emancipatorios) pueden ser considerados contramovimientos, reacciones de protección social contra los efectos perniciosos de los mercados desregulados (Rendueles 2017: 272).
Para Fraser (2013) son las luchas en los ámbitos de reproducción social (como la educación, la sanidad, el agua, la vida comunitaria, la naturaleza, y también la vivienda) las que en la actualidad sirven de oposición principal al neoliberalismo. Estas reivindicaciones, además, se basan en los ideales de cuidado, solidaridad y responsabilidad mutua, asociados a la reproducción.
Los vínculos sociales tejidos en las luchas en torno a la reproducción pueden contribuir a transformar el capitalismo hacia la emancipación social (Fraser 2013) puesto que los procesos encaminados a la emancipación sólo pueden basarse en la cooperación y la solidaridad. Polanyi [1944] (2001) entendía que los mercados integrados conectarían la economía con el «tejido moral de la sociedad». Un tejido moral basado en la solidaridad. El vínculo de dependencia del individuo es esencial para entender su propia naturaleza como tal, por lo que el «individuo independiente en el capitalismo liberal lo es por la simple razón de que no es consciente de esta dependencia» (Polanyi 2012: 270). La perspectiva de la interdependencia es central también en el feminismo de los cuidados (Tronto 1993, Pérez Orozco 2006 y 2014).
En los procesos de participación analizados en este artículo, la persona se involucra en un círculo activista en el que toma conciencia de su interdependencia a través del apoyo mutuo. Estos movimientos construyen una solidaridad política que apunta a la justicia social (Sholz 2008; Gómez Garrido, Carbonero y Viladrich 2019). Por ello los consideramos emancipadores.
Estos movimientos desarrollan una praxis de apoyo mutuo de manera que construyen una identidad en la que el cuidado, precisamente, es un elemento vertebrador, favoreciendo la reconstrucción de tejido comunitario. La participación en estos movimientos es un proceso en el que la persona vulnerabilizada por las políticas neoliberales se siente apoyada y reconocida. Se lucha así frente al estigma de la exclusión (Norbert Elias 1965). Se crea un nuevo círculo de reconocimiento (Pizzorno 1986), diferente, basado en el activismo y en los cuidados, como veremos a continuación. Ello contrarresta el infrareconocimiento derivado de los patrones institucionalizados que predominan en la sociedad capitalista. Es por ello que estos contramovimientos recuperan una épica popular, en la que la solidaridad y el apoyo mutuo son centrales, frente a los procesos de las últimas décadas que en los que el propio concepto de exclusión social denotaba un sujeto sin posibilidad de nombrarse y actuar colectivamente (Castel 1998; Boltanski y Chiapello 2002). Estas formas de solidaridad reconstruyen tejido comunitario, y entenderlas nos permite sociologizar categorías psicológicas como la resiliencia (Serrano, Martín y de Castro 2019).
En el contexto de la creciente desigualdad social y vulnerabilidad, estos movimientos sociales tienen como objetivo no solo ayudar a satisfacer necesidades básicas, sino crear también relaciones horizontales. Tratan así de diferenciarse de los gestos caritativos que pueden caracterizar otras iniciativas sociales y que se sustentan en organizaciones jerárquicas y procesos que estigmatizan a los receptores de ayuda como “pobres”, creando una relación asistencial (Simmel 1908, Paugam 2005, Gómez Garrido, Carbonero y Viladrich 2019).
El cuidado como estrategia de acción colectiva tiene un recorrido fruto de la mayor influencia de las perspectivas feministas desde los años ochenta, específicamente de aquellos feminismos que reivindican la construcción de otra forma de habitar, y de otros modelos de ciudadanía, y que se distancian del feminismo liberal que, partiendo del individualismo metodológico, pone el acento en la “conquista del poder” por parte de las mujeres, sin pensar en las formas por las que la opresión opera de manera interseccional creando desigualdades entre las propias mujeres (Ferguson 2020).
Este tipo de movimientos de búsqueda política de lo común, entendido como lo comunitario como espacio de cuidado frente a un Estado cada vez más neoliberal, tienen una importante trayectoria en América Latina. En sociedades mediterráneas, como España, el ciclo abierto que abrieron las luchas en 2010 y 2011 da cuenta de una serie de experiencias que apuntan también a este deseo de reconstruir tejido comunitario desde los cuidados (Vega Solís y Martínez Buján 2017).
En este artículo presentamos una serie de casos de iniciativas de solidaridad en el ámbito de la reproducción social surgidas en el ciclo político abierto en las luchas de 2010/2011 en España con el fin de identificar patrones comunes en sus objetivos y prácticas. Concretamente, aquellos procesos por los que estos movimientos construyen un sujeto interdependiente, poniendo el cuidado en el centro de su acción. Se argumenta que estas características hacen de estos movimientos un frente colectivo emancipador contra la desposesión de las vidas y los procesos de individualización generados por el capitalismo.
3. MÉTODOS
Para llevar a cabo esta investigación, se realizó en primer lugar un mapeo de iniciativas de solidaridad y apoyo mutuo surgidas tras la crisis de 2008 en una serie de comunidades autónomas seleccionadas previamente en un proyecto de investigación (Andalucía, Catalunya, Euskadi y Comunidad de Madrid). El mapeo no pretendía ofrecer un recuento exhaustivo de las iniciativas, sino más bien proporcionar una visión general de la potencia y el alcance del tipo de iniciativas. El estudio se ha centrado en las iniciativas del ámbito de la reproducción social, es decir, se han excluido las directamente vinculadas al empleo. Para cada iniciativa se elaboró una ficha con información extraída de la página web y a través de entrevistas a informantes clave de las mismas.
Como nuestro interés estaba en aquellas iniciativas de solidaridad que eran importantes para la inclusión social y la emancipación, aquellas en las que participaban directamente personas en situación de vulnerabilidad, y que tuvieran una forma organizativa horizontal. Nuestros criterios de selección eran semejantes, en cierto sentido, a los que forman parte de la literatura sobre innovación social (Moulaert et al. 2005; Zubero 2015). Según ésta, las iniciativas innovadoras:
1. Tienen un carácter local, aunque es posible que se hayan producido relaciones más amplias posteriormente.
2. Tratan de satisfacer «necesidades humanas alienadas», es decir, necesidades no satisfechas debido a las dinámicas de exclusión social (Blanco, Brugué y Cruz-Gallach, 2014). Por tanto, era fundamental que estas iniciativas estuvieran integradas (total o parcialmente) por personas en riesgo de exclusión.
3. Parten de una definición amplia de la pobreza y el desarrollo en términos de bienestar humano, no sólo basada en la renta.
4. Incluyen la crítica al carácter burocrático y centralizado de las instituciones que deberían proporcionar bienestar (destruir para luego crear).
5. No sólo buscan la redistribución (aspecto económico), sino también una mayor representación (aspecto político) y reconocimiento (aspecto social y cultural), es decir, intentan reforzar la justicia social y la transformación emancipadora.
6. Son participativos con enfoques de organización horizontal
No obstante, el propio empleo del término innovación social suscitó un debate importante en el seno del grupo de investigación, motivo por el cual preferimos aquí hablar de iniciativas de solidaridad o luchas en el marco de la reproducción social.
A partir del mapeo realizado, se han seleccionado varias iniciativas. Hay dos grupos diferenciados: uno formado por iniciativas que constituyen plataformas de incidencia política; otro formado por iniciativas que constituyen en sí mismas proyectos de vida comunitaria, alternativos al mercado.
Entre las plataformas de incidencia política analizadas se encuentran en Barcelona la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, la Alianza contra la Pobreza Energética, el Sindicat de Llogaters, y en Madrid, bancos de alimentos asamblearios y la plataforma en defensa de los derechos sociales, Invisibles.
La Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAHBarcelona) ha sido probablemente el movimiento más potente durante la crisis del 2008 en cuanto al impacto en las estructuras políticas y económicas en España (Mangot 2013). La PAH ha creado núcleos de acción por todo el territorio del Estado español, y en el momento de nuestro trabajo de campo, en 2018, existían alrededor de 253 núcleos activos Por su parte, la Alianza contra la Pobreza Energética (APE), surgió en Barcelona a partir de la experiencia de la PAH, incorporando la lucha contra la pobreza energética también como parte de la reivindicación del derecho a la vivienda. El surgimiento de los sindicatos de inquilinos siguió un proceso parecido, al evolucionar los efectos de la crisis de la vivienda afectando cada vez más a los impagos de alquileres.
En lo referente a los bancos de alimentos solidarios en Madrid. El movimiento por la solidaridad alimentaria se creó en el contexto de efervescencia del movimiento del 15M (o de los Indignados) y creó varios bancos de alimentos en diferentes barrios de Madrid capital y del área metropolitana. Estos bancos de alimentos se diferenciaban de los bancos de alimentos benéficos en que fomentaban un proceso participativo de las personas que recibían algún tipo de alimento y luchaban contra su estigmatización (Gómez Garrido, Carbonero y Viladrich 2019).
Por último, en el estudio se incluyó también una plataforma de defensa en el ámbito de los servicios sociales: Invisibles, con grupos organizados en el momento del estudio en diferentes barrios de Madrid y el área metropolitana, como Tetuán, Villaverde, Hortaleza o Coslada. Invisibles se creó en el contexto del Movimiento del 15M, especialmente en el momento de descentralización del mismo en barrios y pueblos.
Los proyectos de vida comunitaria seleccionados incluyen viviendas comunitarias para mujeres (La Posada de los Abrazos, Bilbao), asociaciones de viviendas cooperativas (La Borda, Barcelona), y un proyecto comunitario integral (Masdeu, Barcelona).
La cooperativa de viviendas en cesión de uso La Borda se constituye para crear un modelo de propiedad no especulativo que pone a sus habitantes en el centro (La Borda 2018). Este modelo de tenencia facilita el acceso a una vivienda digna con precios asequibles y fomenta nuevos modelos de convivencia e interacción con el barrio (Benavides 2016).
La Posada de los Abrazos es una asociación benéfica situada en Bilbao. Atienden a mujeres sin hogar. Han comprobado que las políticas de atención a las personas sin hogar se centran tradicionalmente en las personas que duermen en la calle o en los albergues, y que invisibilizan situaciones específicas que sufren las mujeres, como la violencia de género. Es una iniciativa pionera en el Estado.
Por último, Els Horts de Can Masdeu (Barcelona) es una red de proyectos que reivindican la defensa agroecológica de la montaña donde se ubican, Collserola, y una gestión pública del valle. Entienden que hay que recuperar los espacios para sacarlos de la lógica comercial a través de la autogestión comunitaria (Can Masdeu 2019).
Para llevar a cabo el análisis empírico, se realizaron un total de 60 entrevistas en profundidad a personas coordinadoras, portavoces y miembros de las iniciativas, que estuvieran activas en el momento del trabajo de campo. Se ha realizado un análisis socio hermenéutico (Alonso, 1994) de las mismas, que nos permitiera conectar el discurso con los lugares sociales de la enunciación, pero también rescatando en sí el relato de la experiencia en la iniciativa concreta analizada. Debatimos en grupo las categorías de análisis, y las que emergían en subsiguientes lecturas de las entrevistas. Los resultados empíricos se interpretaron teniendo en cuenta la dinámica de un proceso, es decir, entendemos que las iniciativas no son entidades aisladas estables, sino en evolución y transformación.
4. RESULTADOS
A continuación, discutimos la construcción de un sujeto colectivo en estas iniciativas que busca resistir el individualismo del mercado a través de la solidaridad y el cuidado mutuo. Una sujeto cuya identidad se construye desde la interdependencia.
4.1. Las precondiciones: una identidad colectiva activista e igualitaria
Las iniciativas analizadas luchan por la transformación social y la justicia para hacer frente al poder absoluto de un mercado desregulado. Pretenden la emancipación mediante la sustitución de los principios del mercado por otros basados en la solidaridad y el apoyo mutuo. En este proceso, el Estado y las instituciones públicas son interpeladas en un diálogo marcado por conflictos intermitentes. Las iniciativas de las plataformas reivindicativas exigen la tutela efectiva de los derechos de las y los ciudadanos por parte de las instituciones públicas, entendiendo la ciudadanía como todas aquellas personas que habitan un determinado territorio, trabajan y cuidan a otras en el mismo. El derecho a la vivienda, y el derecho a los servicios esenciales, así como la inclusión social, son las principales reivindicaciones de las iniciativas activistas objeto de estudio. Dado que en España los servicios sociales siguen implicando un cierto estigma para las personas que demandan algún tipo de ayuda, la labor de estas plataformas de defensa es fundamental para contrarrestar ese sentimiento y construir el principio de los derechos sociales.
Lo que intentamos crear ahora es un sujeto colectivo [en referencia a un sindicato de inquilinos], un sujeto político: el sujeto inquilino. Este sujeto no puede construirse únicamente desde una posición de víctima [...] Una víctima busca dejar de serlo. El inquilino es un inquilino que exige sus derechos. Y esos derechos: que se cumpla su derecho a la vivienda y que pueda alquilar como opción de vida». (Sindicat de llogaters, Barcelona)
Desde esta perspectiva de la ciudadanía, la responsabilidad de la situación de la persona revierte en la autoridad local y en el Estado contrarrestando la culpa y la estigmatización sufrida por parte de las personas en situación de vulnerabilidad en un contexto liberal. Así, se construye un nosotros/asen la lucha por los derechos, una identidad positiva basada en el activismo.
Por su parte, las iniciativas que constituyen proyectos de vida comunitarios buscan la desmercantilización mediante la construcción de espacios, el diseño de proyectos y la programación de actividades que garanticen una vida digna para las personas que participan en ellas, y en conexión con las demás. Las iniciativas integrales basadas en la ocupación de centros de barrio (Hort Can Masdeu) o en cooperativas de viviendas (La Borda), son ejemplos de la búsqueda de formas de vida alternativas al mercado.
Un elemento común en todas las iniciativas analizadas, tanto las plataformas y asociaciones reivindicativas, como los proyectos comunitarios, es que se trata de organizaciones horizontales en las que la participación desempeña un papel importante. Se construye así una solidaridad política a través de la unidad de personas que tienen compromiso en una lucha emancipadora respecto a su situación de injusticia u opresión (Sholz, 2008: 25). Las asambleas son el espacio preeminente de participación deliberativa, y las comisiones constituyen los espacios de trabajo diario. Las asambleas tienen un alto valor simbólico para el funcionamiento no jerárquico de la organización. En realidad, suelen ser un requisito para formar parte de un grupo de defensa, incluyendo un acuerdo recíproco que vincula a los participantes. Un ejemplo muy claro lo encontramos en los bancos de alimentos asamblearios creados en Madrid, en los que para recibir un lote de alimentos es obligatoria la participación en asambleas y la recogida de alimentos en los supermercados (Gómez Garrido, Carbonero y Viladrich 2019).
La participación es realmente complicada ya que están acostumbrados a... a que sea... lo llamamos caridad, están completamente acostumbrados a ir, pedir algo y conseguirlo. Si está disponible, claro, si no, se van sin nada». (Banco de Alimentos, Coslada, Madrid)
La asistencia a la asamblea es obligatoria por considerarse un gesto de compromiso, pero, aunque los participantes relatan una experiencia positiva en este proceso de participación, también puede hacer visibles las desigualdades dentro del grupo (Autores, 2019). Si se produce una participación muy desigual en las asambleas no se construyen suficientes vínculos intersubjetivos precisamente porque no se reconocen en un “nosotr@s igualitario” (Pizzorno 2007). Teniendo en cuenta que el punto de partida de las personas que se involucran en estos movimientos sociales puede ser desigual, el papel que juega el cuidado es fundamental.
4.2. El «nosotr@s» interdependiente. Cuidado y comunidad
El conjunto de las iniciativas analizadas son ejemplos de luchas por la reproducción no sólo porque incluyen demandas de necesidades básicas como derechos (alimentación, salud, vivienda, servicios básicos de agua, energía, etc.), sino también porque pretenden crear vínculos a través del cuidado como base de la ciudadanía. Cuestionan así el modelo liberal del ciudadano como sujeto autosuficiente.
El objetivo de la transformación emancipadora en estos movimientos se transmite a través de estrechas relaciones interpersonales basadas en el apoyo mutuo y la solidaridad social y política para contrarrestar las relaciones mercantilizadas. La atención a los aspectos emocionales desempeña un papel fundamental, ya que el objetivo es crear un vínculo entre los afectados para construir un nosotr@s basado en algo más que el activismo. Por esta razón, el abrazo se ha convertido en un elemento central: un símbolo en estas iniciativas. El abrazo significa acceso, acogida, incorporación al grupo y apoyo en la adversidad.
Estos abrazos solos, estos cuidados, me han venido muy bien para empezar a tener esperanza ya que... cuando llegué a La Posada, tenía tantos problemas... Vengo de mi país llena... llena de problemas de rechazo, de abusos... (La Posada, Bilbao)
El abrazo es un gesto iniciado en la PAH y extendido a otras iniciativas solidarias. La defensa y puesta en práctica del cuidado mutuo genera un discurso donde la gramática de lo doméstico como símbolo de cercanía tiene una presencia importante. Este vocabulario pretende acercar la esfera simbólica del espacio privado y el altruismo recíproco (Sahlins 1972). La esfera simbólica del espacio privado -una esfera tradicionalmente femeninasería aquella en la que el vínculo social está por encima de cualquier posible intercambio material y se opone a la esfera mercantilizada, racional, pública y masculina. Por ello, la familia, como emblema del vínculo primario de los afectos y la reciprocidad altruista, es recordada una y otra vez por los participantes en las iniciativas para ilustrar las relaciones que se establecen entre ellos.
Me ha sorprendido porque realmente he creado confianza, mucha, con las personas con las que vivo en La Posada, como si fueran mi verdadera familia. Pero no es así, no son mi familia. Son personas que me han ayudado y tienen que ayudar a muchos otros. (La Posada, Bilbao)
De este modo, el acceso a los derechos, como forma de protección del otro, se combina con un sentimiento de cercanía, de cuidado:
Hoy tengo luz y agua porque tengo información sobre todos los pasos a seguir con la APE. Por eso les llamo mi familia, la gran familia de la APE y la PAH. Me han dado la fuerza para afrontar, para sentir... lo que sea, y para poder ayudar a los demás también. (APE, Barcelona)
Cuidar de la gente se ha convertido de repente en parte de mi vida, ¿sabes? Cuidar se ha convertido en parte de mi vida. (Can Masdeu, Barcelona)
El cuidado y el apoyo mutuo entre individuos constituyen un vínculo esencial. Este vínculo permite a las personas reconocerse, ayudar a los demás y es el mecanismo central para construir una identidad positiva que les permita luchar contra la estigmatización. Esta identidad colectiva no tiene su base en el activista heroico, como sí la han tenido otros movimientos sociales históricos y presentes, sino en la capacidad de cuidar a los demás. Estos lazos crean una identidad colectiva, que a través de procesos interpersonales da lugar a un carisma colectivo, cambiando el poder dentro del juego figurativo (Elias 1965). Se establece una cadena en la que se recibe y se proporciona apoyo desde una postura en la que compartir los mismos problemas permite reconocerse mutuamente.
Este proyecto comenzó a partir de un proyecto europeo llamado «bola de nieve» en el que gente de la calle, como yo, ex drogadictos, ex presos, un día cambiaron sus vidas, dejaron lo que conocían y empezaron a trabajar para los demás. (Banco Güeno, Málaga)
Al implicarse en los problemas compartidos en el grupo del que forman parte, la estigmatización experimentada por los individuos se revierte y las personas se empoderan al reconocer este compromiso y apoyo mutuo entre ellos.
Te da vida, ayudando a hacer lo que otros hicieron por ti; pudiendo hacerlo tú ahora [risas]. (NS, APE, Barcelona)
Para ser sincero, me desahogo ayudando a los demás y eso me da fuerzas. Me han dado mucho, me han ayudado psicológicamente también, ¿sabes? Eso es muy importante. Y luego sabes cómo hacer las cosas. (APE, Barcelona)
Así es cómo estas iniciativas no sólo cubren las necesidades alienadas, sino que destacan por generar procesos participativos basados en el cuidado y el apoyo mutuo.
No es lo mismo ir a un banco de alimentos y recibir una bolsa de comida, volver a casa y ya está, que trabajar en grupo para resolver problemas. Si fuera sólo por la comida, podría ir a Cáritas. No es lo mismo en absoluto’. (Banco de Alimentos, Coslada, Madrid)
El principal punto de anclaje de estas luchas es el nivel local, ya que la construcción de lazos de apoyo mutuo y de solidaridad es la base del reconocimiento y de la toma de conciencia que sustenta el «nosotr@s igualitario». La interacción a nivel de barrio es el ámbito por excelencia de las luchas por la reproducción.
En este escenario, se extiende el ámbito del cuidado del hogar a la comunidad. De este modo, la memoria y la interconexión de las luchas sociopolíticas locales vinculan un nosotr@sigualitario y afirmativo con un nosotr@s interdependiente en el que se pretende que el barrio se convierta en un espacio de apoyo y cuidado mutuo.
5. TENSIONES EN LAS INICIATIVAS DE CUIDADO Y SOLIDARIDAD
El cuidado mutuo se desarrolla en un contexto de desigualdades estructurales por lo que las iniciativas analizadas se esfuerzan por desplegar estrategias para contrarrestarlas.
La asamblea sigue siendo un modelo de participación deliberativa complejo que puede reproducir estas desigualdades. Por una parte, es un espacio en el que se aprecia la tensión entre minorías más vinculadas al activismo político, y habitualmente con capital cultural, y mayorías con menos vínculos y experiencia activista. Por otra parte, la asamblea ha sido tradicionalmente un espacio dominado por los hombres, y aún hoy la participación en los espacios deliberativos mixtos es fundamentalmente masculina.
En los bancos de alimentos solidarios analizados existía una distinción entre “colaboradores”, es decir, las personas que asisten a la asamblea y van a la recogida de alimentos, pero que no necesitan en ese momento recibir alimentos, y «receptores», que participan en la asamblea y la recogida, pero que también reciben ayuda alimentaria. Tanto los colaboradores como los receptores participan de las asambleas y de la recogida de alimentos y se desarrollaron estrategias para potenciar lo que los une y no significar a las personas que participan porque necesitan alimentos. Por ejemplo, todos llevaban chalecos amarillos con la inscripción «Banco de alimentos 15 M”, así al invisibilizar las diferencias frente a los demás se potenciaba la estrategia de la lucha común activista frente a la necesidad de “ayuda” (Gómez Garrido, Carbonero y Viladrich 2019).
Por otra parte, el discurso construye un sujeto virtuoso por excelencia, que sería el colaborador. Porque es un activista y, por lo tanto, se le presupone una conciencia política que no siempre se asume por parte de las personas vulnerabilizadas que participan en estos movimientos. Esta interacción compleja también se refleja en Cas Masdeu entre los activistas que ya hace veinte años ocuparon y organizaron el caserío rural y sus huertos para el barrio y los participantes, personas del barrio que se ocupan de un huerto. De hecho, algunos colaboradores se comportan como si su papel fuera el de despertar la conciencia política en los receptores.
Pero una manera que configura nuestra comunidad es llevar esta responsabilidad. Entonces es como que haces de sostén. Controlas la gestión, las fechas de la asamblea, haces un poco de coordinador. Y lo que intentamos fomentar es que justamente esta población más joven, de cuarenta y cuarenta y cinco años que se active en..las asambleas. Que nosotros nos quedamos unvpoquito más atrás, pero sabiendo que nosotros vivimos aquí es verdad que capitalizamos una cierta información (entrevista Can Masdeu)
La tensión entre ese sujeto activista, y el sujeto interdependiente cuidador forma parte de estos movimientos. Ambas identidades, por otra parte, se han reforzado mutuamente en un trabajo continuo de estos movimientos por crear espacios de emancipación frente a la violencia neoliberal.
6. CONCLUSIONES
En este artículo se han analizado las iniciativas en el ámbito de la reproducción social orientadas a cubrir las necesidades básicas en España. Estas iniciativas, que han tenido una importante expansión en España en la última década tras la crisis social y económica de 2008 han sido analizadas aquí a partir de una interpretación de la perspectiva de Polanyi en el contexto actual, cómo han realizado otros autores (Brie y Thomasberger 2018, Rendueles 2017).
Los estudios de caso han mostrado cómo en estas iniciativas se repiten patrones similares tanto en sus objetivos como en sus prácticas. Argumentamos que pueden interpretarse como contramovimientos emancipadores porque, en primer lugar, tienen como objetivo la inclusión a través de la justicia social; y en segundo lugar porque constituyen una identidad colectiva, un «nosotr@s», basado en la solidaridad social y política.
El estudio ha mostrado la conexión entre las prácticas discursivas de estas iniciativas de inclusión social. Tanto en las plataformas de protesta como en las iniciativas que desarrollan proyectos comunitarios. En todos los casos se recupera una identidad colectiva basada en una épica de lo popular y sostenida por la solidaridad en la vida cotidiana.
Sostenemos que la constitución de esta identidad colectiva tiene lugar mediante la formación de círculos de reconocimiento en el activismo que contrarresta la estigmatización de la pobreza y la exclusión social. La exclusión produce anomia, incapacita a las personas para convertirse en actores y fabrica alienación cuando el estigma se interioriza (Elias 1965: 22). Por ello, el reconocimiento intersubjetivo construye procesos en los círculos activistas que contrarrestan la estigmatización forjando un carisma, una épica colectiva de lo popular. En los círculos activistas, los objetivos transformadores y las prácticas solidarias se comparten, en primer lugar, mediante la reivindicación de derechos y la acción colectiva (el nosotr@s reivindicativo). Y, en segundo lugar, mediante la participación deliberativa y la gestión compartida. Las asambleas son los espacios donde se toman las decisiones colectivas. En este sentido, hay un intento consciente de evitar las jerarquías y construir así un nosotr@s igualitario.
Ambas dimensiones (un nosostr@es reivindicativo e igualitario) son a su vez precondiciones para que pueda desarrollarse el eje central sobre el que pivotan en buena medida estas iniciativas, el apoyo mutuo y los vínculos de cuidado (las bases de un nosotr@s interdependiente). Este último aspecto se materializa en discursos y prácticas donde el apoyo emocional y las referencias a relaciones primarias recíprocas, como la «familia», son constantes y se convierten en pilares centrales entre los participantes.
Estos procesos de identidad colectiva recuperan una épica popular basada en lo local como ámbito de actuación a pesar del establecimiento de redes e intercambios globales. No se trata de que el objetivo de estas iniciativas sea explícitamente la construcción de una comunidad, sino de que no es posible que desarrollen sus objetivos emancipadores y solidarios sin lazos de copresencia sustentados en el reconocimiento y el cuidado mutuos.
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